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Han sido días duros para Colombia los transcurridos desde el 28 de abril. Al
tiempo que experimentamos una de las facetas más valiosas de la democracia,
como es la expresión ciudadana en las marchas, hemos vivido algunos de
nuestros momentos más tristes por la pérdida de vidas, aparición de formas de
violencia inéditas, incluyendo vandalismo y destrucción de bienes públicos y
privados, y una nueva forma de dolorosa presión a toda la sociedad como son
los bloqueos a las ciudades, las personas y la economía.
Gran reto para el país, mientras clamamos por el respeto y defensa de la protesta,
y por la protección a los Derechos Humanos, se han vulnerado muchos derechos
fundamentales en acciones que han pretendido camuflarse dentro de la protesta.
Vimos agresiones inaceptables a manifestantes, como también a personas que
se hacían pasar por protestantes actuando violentamente contra miembros de la
policía en hechos que debemos calificar también como inaceptables contra
cualquier ser humano. ¿Hasta qué punto esos violentos eran manifestantes?,
muchos lo preguntamos. Observamos también la destrucción de medios
públicos de transporte, de amueblamiento urbano, de viviendas, de almacenes,
de empresas, de centros de justicia o de vehículos particulares.
Les corresponde a las autoridades estatales actuar para proteger esos derechos
violados. La omisión de agentes del Estado podría derivar una responsabilidad
internacional de éste, por lo que llamamos a la Comisión a evaluar la conducta
especialmente de gobernantes locales, como responsables del orden público, o
de otras autoridades que omitieron el cumplimiento de sus deberes y
permitieron que se pusiera en riesgo al abastecimiento de bienes básicos como
alimentos, combustible o insumos médicos en el contexto de una pandemia
universal, así como la defensa del patrimonio y los bienes privados y públicos.