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Los entrenadores les dicen a los atletas que tienen que aprender a trabajar
justo por debajo del "umbral láctico", cuando la sustancia comienza a
acumularse. Algunos hasta se hacen test sanguíneos para conocer sus
umbrales lácticos personales.
Pero resulta que eso está todo mal. El ácido láctico además de ser un producto
secundario del ejercicio, es combustible, no sólo un producto de desecho. Los
músculos lo hacen deliberadamente, a partir de la glucosa, y lo queman para
obtener energía. La razón de que los atletas pueden esforzarse tan
fuertemente y durante tanto tiempo es que la práctica hace que sus músculos
absorban más eficientemente el ácido láctico. "Es uno de los errores clásicos de
la historia de la ciencia", afirma el doctor George Brooks, profesor del
departamento de biología integrativa de la Universidad de California en
Berkeley.