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Fui educado con la gran idea de que el destino de un ser humano es el luchar cada
día por cambiar el mundo. Esa idea la he repetido una y otra vez a lo largo de mi
carrera profesional, y si usted ha tenido la buena, o no tan buena fortuna, de haber
asistido a alguna de mis lecciones, esta es una frase que usted debió escuchar de mí
en algún momento. Repito esa idea en mis clases, sin descanso, por qué esa idea se
ha materializado con cada alumno que he tenido, sin excepción, y eso lo incluye a
usted mientras lee esta carta.
Hoy le escribo por qué está en sus acciones el cambiar el mundo, nuestro mundo, y
con ello el futuro mismo de las generaciones por venir, y es muy importante el que
todos estemos a la altura de las circunstancias. Esto lo digo con el rme
convencimiento de que ni mi generación ni las anteriores lo hemos estado, y esta
vez es su generación la que debe educar a la nuestra, y en ese camino cambiar un
destino de desigualdad a todo nivel que hemos aceptado sin cuestionar para nuestra
sociedad. La lucha por acabar las enormes desigualdades que tenemos es el gran
objetivo que la juventud en Colombia ha decidido asumir, y este gran objetivo es el
que no ha sido entendido por muchos de nosotros.
Solo hay una cosa en la cual honestamente considero que puedo y debo aportar, no
acepte ninguna forma la violencia como método para llegar lograr ese objetivo. En
Colombia hemos aceptado la violencia como parte de nuestra cultura, por ella
hemos justi cado los peores momentos de nuestra historia, y hemos mantenido el
movimiento oscilatorio perpetuo entre los extremos de desigualdad y violencia. Yo
mismo he contribuido de forma consciente e inconsciente con esas oscilaciones, y
estas ultimas semanas me han hecho sentir vergüenza de mí mismo.
Su vida, la de todos, es el valor más preciado que tenemos como especie y como
sociedad. Cada vida que se pierde, es una oportunidad menos para cambiar el
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mundo, para compartir experiencias buenas o malas. La violencia ha hecho que
despreciemos la vida, a tal punto que celebramos la muerte por encima de festejar la
vida. Hemos construido un mundo en el cual vivir es un privilegio y la muerte es la
rutina que con indolencia aceptamos. Cada esfuerzo que hagamos por preservar la
vida en el presente, es la certeza de un mundo mejor para el futuro. Mi generación,
y las generaciones que me precedieron, nunca, nunca lo entendimos, y aún hoy nos
cuesta aceptar esta simple y poderosa verdad. Construimos un mundo alrededor de
nuestra soberbia para condenarlos a ustedes a un futuro sin esperanza.
Así es que le pido perdón a usted y a sus compañeros. Perdón por la sociedad que
hemos construido, por las desigualdades a las que los hemos condenado, y los
miedos que les hemos infundado. Sé que van a cambiar el mundo, para eso están en
él. Y sé que cambiarán la historia por ser la generación que rechazó la violencia y
acabó con las taras mentales que nos han convencido que estamos condenados a
ser una sociedad sin una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.
#NoMásViolencia
Diego A. Torres
29 de mayo de 2021