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PRIVADO I

(INSTITUTO SANTA MARIA)

Compilado y redactado por Dra. Ana Maria Olivia Leyes (A.M.O.LEY)


Revisión: Dra. María Ines Rodriguez

INTEGRACIÓN DE RAMAS DE LOS DERECHOS PRIVADOS

DERECHO PRIVADO 1

Sub-Eje Temático 1: PERSONA HUMANA

Persona y sujeto de derecho: nociones y distinciones

La noción de persona es muy importante para nuestro sistema jurídico ya que posee
una cantidad de connotaciones necesarias para comprender su protección.
Nuestra ley no da una noción de lo que debe entenderse por persona; directamente
empieza el Título I, refiriendo al comienzo de su existencia.

Es decir que, cuando hablamos de “persona”, hacemos alusión a una categoría


jurídica, a una calidad que contiene en sí misma la aptitud de ser portadora de
derechos.

Así las cosas, se puede deducir que la palabra persona hace referencia a la personalidad
jurídica –la investidura jurídica de la que goza el sujeto–, a la aptitud, la disposición
potencial para tener derechos, para adquirirlos, para ser sujeto activo o pasivo de las
relaciones jurídicas. Hombre hace referencia al sustrato o soporte biológico de las
personas humanas, que, para estar protegido, necesita de esa personalidad jurídica.

Por último, la expresión sujeto de derecho alude a las personas cuando están
interactuando en interferencia intersubjetiva, por ejemplo cuando le están dando vida a
un contrato. Gráficamente, es la persona en movimiento.

Derechos y actos personalísimos

Definición. Naturaleza jurídica

Los derechos personalísimos son los que recaen sobre ciertos aspectos o
manifestaciones de la personalidad del hombre para proteger su libre desenvolvimiento:
derecho al honor, a la intimidad, a la libertad, a la integridad física, etc.

Estos derechos subjetivos no sólo tienen reconocimiento expreso en el Código Civil y


Comercial; el derecho supranacional de derechos humanos constitucionalizado (art. 75
inc. 22 CN) establece las bases fundacionales del régimen de los derechos
personalísimos, toda vez que la dignidad personal como sus emanaciones (intimidad,
imagen, identidad, honor y derechos sobre el propio cuerpo) son reconocidos de
manera explícita en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en otros
instrumentos supranacionales.

Caracteres

Estos derechos son absolutos, extra patrimoniales, irrenunciables, relativamente


disponibles por las partes y por ende no transmisibles. Otro carácter es que la
vulneración de ellos da derecho a su titular a reclamar la prevención y reparación de los
daños conforme lo estipulado en los arts. 1708 a 1780 inclusive del Código Civil y
Comercial.
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Son absolutos porque se dan contra todos, erga omnes, ya que todos y cada uno de los
miembros que constituyen la comunidad jurídicamente organizada están obligados a
respetar la persona de los demás.

Decimos que son relativamente disponibles por las partes pues, de conformidad al art.
55 del Código Civil y Comercial, se puede disponer de los derechos personalísimos bajo
ciertas condiciones: que medie consentimiento por el titular de los derechos, que éste
no sea contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres.

Asimismo, prevé que el consentimiento no se presume, es decir que debe otorgarse en


forma clara, ya sea expresa, tácita, o incluso por vía de silencio, y “es de interpretación
restrictiva, y libremente revocable”

Atributos de las personas

Definición
La persona, en tanto tal, posee ciertos atributos que son sus cualidades esenciales. Éstas
son inherentes y consideradas a priori de la persona, es decir que comienzan con su
existencia.
Estos atributos de la persona humana son: capacidad, nombre, estado y domicilio. A
toda persona individual le es inherente la capacidad, cualidad que la distingue como
sujeto potencial de derechos y deberes; el nombre que la individualiza, el estado que la
sitúa en el medio familiar en el que se desenvuelve y el domicilio que la sitúa
jurídicamente en un lugar determinado.

Naturaleza
Los atributos no son derechos ni deberes, sino cualidades inherentes a la calidad de la
persona que no se adquieren luego, sino que son contemporáneos a la persona, a su
existencia, y la acompañan toda su vida protegiéndola e identificándola.

Caracteres
Los atributos participan de los siguientes caracteres:
Son necesarios e inherentes a las personas: no se concibe que la persona física pueda
carecer de alguno de estos atributos por cuanto, la determinan en su individualidad.
Son únicos: una misma persona no puede poseer más de un atributo de cada clase en
un momento determinado. Así, la persona humana no puede ser capaz e incapaz a la
vez de adquirir un derecho, no puede tener más estados civiles familiares del mismo
orden, por ejemplo soltero-casado.
Son indisponibles: no pueden ser transferidos, pues están fuera del comercio. Son
inmutables: sólo se modifican cuando se verifica el supuesto normativo que así lo prevé.
Son imprescriptibles: por cuanto no se adquieren ni pierden por el transcurso del
tiempo.

Nombre

El nombre es el atributo de la persona que la identifica y la individualiza del resto. Está


compuesto por dos elementos: el pronombre o nombre de pila (o apelativo) y el apellido
(o cognomen o patronímico). Ambos cumplen funciones diferentes; el nombre de pila
individualiza a la persona en su familia y el apellido la individualiza en la sociedad.

Régimen legal

El prenombre
Apellido de los hijos.
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Es dable señalar que el apellido, nombre familiar o patronímico, es la designación común
a todos los miembros de una misma familia, que, unido al prenombre, identifica a la
persona física, conformando su nombre propiamente dicho. Así, el apellido designa el
grupo familiar, pues cada individuo lleva el apellido que le corresponde en razón de su
pertenencia a dicho grupo.

El art. 64 del CCCN prevé que el hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de
los cónyuges; en caso de no haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el
Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas. A pedido de los padres, o del
interesado con edad y madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro.
Asimismo, dispone que, en caso de que un mismo matrimonio tuviera muchos hijos,
todos deben llevar el mismo que se haya decidido para el primero.

Ahora bien, en el caso del hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, éste lleva el
apellido de ese progenitor.
Si la filiación de ambos padres se determina simultáneamente, se sigue la regla
establecida para los hijos matrimoniales en cuanto a que llevarán el primer apellido de
alguno de los cónyuges.
Si la segunda filiación se determina después, ambos padres deberán acordar el orden de
los apellidos. A falta de acuerdo, será determinado por el juez según sea el interés
superior del niño.
Para el supuesto de la persona menor de edad sin filiación determinada, se establece
que debe ser anotada por el oficial del Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas con el apellido que esté usando o, en su defecto, con un apellido común (art.
65) o bien, si la persona tiene edad y grado de madurez suficiente, puede solicitar la
inscripción del apellido que esté usando (art. 66).

Apellido de los cónyuges. Por otro lado, en relación al apellido de los cónyuges, el art.
67 dispone:

Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposición
“de” o sin ella.
La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el
apellido del otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a
conservarlo.
El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no
contraiga nuevas nupcias, ni constituya unión convivencial18.

Como se advierte, en materia de apellido y matrimonio, el Código posibilita a que


cualquiera de ellos pueda utilizar el apellido del otro con o sin la preposición “de”.
Ahora bien, en el caso de persona divorciada y nulidad del matrimonio, la regla es la
prohibición de empleo del apellido y, sólo de mediar razonables motivos, el juez puede
acordar su conservación.
En cuanto al viudo, éste puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no
contraiga nuevas nupcias ni constituya unión convivencial.

Así, las acciones para proteger el nombre son tres:


la acción de reclamación o reconocimiento del nombre: se requiere que el demandado
haya desconocido el derecho de usar el nombre por pare del sujeto afectado, debiendo
el juez ordenar la publicación de sentencia a costa del demandado.
la acción de impugnación, o usurpación del nombre: se requiere que el demandado use
en forma indebida el nombre de otra persona y el efecto propio de la sentencia es el
cese en dicho uso indebido.
la acción de supresión del nombre: debe mediar un uso indebido por parte del
demandado del nombre de otra persona para individualizar una cosa o un personaje de
fantasía y dicho uso provocar un perjuicio material o moral. El efecto de la sentencia es
el cese de dicho uso indebido.

Domicilio
Noción. Caracteres.
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El ordenamiento jurídico requiere situar a la persona en un determinado lugar, aun
cuando no actúe necesariamente allí. Domicilio, en sentido jurídico, es el lugar que la ley
considera como centro o sede legal de la persona.
Como veremos seguidamente existen distintas clases de domicilio, el domicilio general y
el especial. El domicilio general es el atributo, cualidad o propiedad inherente a la
persona que representa su indispensable asiento o sede legal para el ejercicio de sus
derechos y cumplimiento de sus obligaciones (Tagle, 2002).
Este domicilio general puede ser legal, es decir instituido por la ley o real, que es la
efectiva residencia de la persona en un cierto lugar con ánimo de permanecer allí. El
domicilio general sea legal o real, es necesario, ya que no puede faltar en ninguna
persona y es único ya que una persona no puede tener más de un domicilio general.
Por último decimos que el domicilio general es mutable, es decir que es modificable, ya
sea por cambio en la capacidad de las personas (por ejemplo, un menor que cumple la
mayoría de edad pasa de domicilio legal a domicilio real) o por un cambio en la de su
situación (por ejemplo: una persona que es designada en un puesto de funcionario
público y que requiere trasladarse, cambia de domicilio real a domicilio legal).

Capacidad
Noción.
La capacidad es uno de los atributos más importantes de la persona. Como se expuso
anteriormente, este atributo forma parte del concepto mismo de persona; la capacidad
de derecho siempre está presente.

Clases. Caracteres
La noción de capacidad no se agota en la capacidad de derecho –atributo de la persona–
puesto que comprende también la capacidad de hecho o de obrar, que consiste en la
aptitud de las personas físicas para ejercer por sí mismas los actos de la vida civil.
La capacidad tiene los siguientes caracteres:
a) las reglas que gobiernan la capacidad son de orden público y no pueden ser
modificadas por voluntad de los particulares;
b) es principio general que tanto las incapacidades como las restricciones a la
capacidad son la excepción;
c) las restricciones a la capacidad son de interpretación restrictiva.
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Capacidad de derecho. Definición

El artículo 22 del CCCN define la capacidad de derecho: “Capacidad de derecho. Toda persona
humana goza de la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar
o limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados.” 27

Así, la capacidad de derecho se define como la aptitud de que goza toda persona humana para
ser titular de derechos y deberes jurídicos. Esta aptitud se vincula muy directamente con la
personalidad humana; por ello, todas las personas son capaces de derecho y no puede
concebirse una incapacidad de derecho absoluta, es decir, que comprenda todos los derechos
y obligaciones, porque sería contrario al orden natural.

Por el contrario, sí existen incapacidades de derecho relativas, es decir referidas a ciertos


derechos en particular, como lo prevé el art. 1002 del Código Civil y Comercial al referir, por
ejemplo, que:

No pueden contratar en interés propio


a) los funcionarios públicos, respecto de bienes de cuya administración o
enajenación están o han estado encargados;
b) los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y
mediadores, y sus auxiliares, respecto de bienes relacionados con
procesos en los que intervienen o han intervenido;
c) los abogados y procuradores, respecto de bienes litigiosos en procesos en
los que intervienen o han intervenido;
d) los cónyuges, bajo el régimen de comunidad, entre sí.
Los albaceas que no son herederos no pueden celebrar contrato de
compraventa sobre los bienes de las testamentarias que estén a su cargo. 28

Capacidad de ejercicio
Por su parte, el artículo 23 define la capacidad de ejercicio o de hecho, y prevé “Capacidad de
ejercicio. Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus derechos, excepto las
limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial” 29.
La capacidad de ejercicio es la aptitud para ejercer derechos por sí mismo. Así, el principio
general es la capacidad, con las limitaciones que prevé el Código en su artículo 24, al referir a
las personas incapaces de ejercicio y las que determine en una sentencia judicial, referencia
que alude al supuesto de restricción al ejercicio de la capacidad en relación a los mayores de
edad, en las condiciones establecidas por la legislación en el art. 24 inc. “c” y 31 y ss. del CCCN.

Estado civil

Definición
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El estado es un atributo propio de las personas físicas y hace referencia a la posición o rol
que ocupa una persona en la sociedad, por ejemplo estado civil, o en una familia, por
ejemplo estado de padre, de hijo, etc.

Caracteres

El estado participa de los siguientes caracteres:


a) las normas que regulan el estado de las personas son de orden público; no pueden
ser modificadas por la voluntad de los interesados;
b) es indivisible y oponible erga omnes;
c) generalmente es recíproco o correlativo, porque a cada estado de una persona le
corresponde el de otro que resulta correlativo;
d) es inalienable, es decir intransmisible;

e) es necesario, indisponible y único, es decir que no se puede tener dos estados


correlativos a la vez (por ejemplo, no ser casado y soltero al mismo tiempo, no ser
padre e hijo al mismo tiempo).

Efectos

El estado genera deberes jurídicos como el de usar un apellido o suministrar alimentos; en el


ámbito del derecho procesal es causal de excusación o de recusación de los jueces o
funcionarios, quienes no podrán entender en aquellos pleitos en que intervengan parientes
que se hallen en los grados previstos en las leyes rituales; en el ámbito penal es agravante o
eximente de penas. Asimismo, se relaciona con los otros atributos porque, por ejemplo, en el
matrimonio (estado: casado), los esposos tienen limitaciones entre sí para ciertos contratos; o
por caso los padres no pueden contratar con sus hijos sometidos a responsabilidad parental.
Además, si se logra el reconocimiento de un hijo extramatrimonial por el padre, este
reconocimiento cambia el estado del hijo reconocido y del padre que reconoce.
Por ello, se dice que los efectos de este atributo son importantes a la hora de los reclamos
patrimoniales o de deberes correspondientes al estado que se posea, para lo cual la ley
establece una serie de normas que lo protegen. Por ejemplo, a las personas les reconoce dos
acciones:

 De reclamación de estado: que son acciones que persiguen un reconocimiento


(por ejemplo las acciones de filiación).

 De impugnación de estado: que son acciones que persiguen un desconocimiento


de un estado ostentado hasta entonces (por ejemplo, la que le corresponde al
padre con respecto al hijo nacido en matrimonio y que no es suyo).

Prueba
Los datos concernientes a la existencia y estado civil de las personas deben recogerse de
modo fidedigno y ser custodiados en archivos oficiales, en beneficio no sólo del interesado,
sino también del Estado y de los terceros que puedan tener interés en obtener información
útil.
El código establece el medio de prueba del nacimiento, matrimonio, muerte de las personas
físicas, estableciendo que se prueba con las partidas del Registro del Estado Civil y Capacidad
de las Personas, conocido como Registro Civil (arts. 96 y 420 del CCCN).

Personas por nacer

Noción de personas y vida humana


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En primer lugar cabe distinguir entre persona y vida humana. Tal como señalamos
anteriormente, la noción de persona es una categoría jurídica, pues se trata de ser portador de
derechos, mientras que la vida humana es un suceso de la naturaleza, es su asiento natural.

Importancia jurídica de la concepción

El artículo 19 del Código Civil y Comercial prevé: “Comienzo de la existencia. La existencia de


la persona humana comienza con la concepción”30.

De conformidad al mencionado artículo, la concepción determina el momento a partir del cual


se es persona, es decir que el sujeto tiene personalidad jurídica y goza de protección de la ley.

Así, el Código Civil y Comercial subsume el concepto de vida humana con el de persona en el
sentido técnico del término, reconociendo su comienzo en el momento mismo de la
concepción. De esta manera, se considera que hay persona durante todo el proceso de
gestación: desde su inicio hasta el nacimiento y, luego, habrá persona física desde ese instante
hasta la muerte. En igual línea, Vélez Sarsfield aclaraba en la nota a su art. 63, que “las
personas por nacer, no son personas futuras, pues ya existen en el vientre de la madre” 31.
Ahora bien, esta solución no podría haber sido diferente a la adoptada, toda vez que el art. 4.1
del Pacto de San José de Costa Rica, establece: “... Toda persona tiene derecho a que se
respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento
de la concepción…”32.
El dispositivo de jerarquía constitucional (art. 75 inc. 22 CN) asigna tutela jurídica a la vida
humana desde este momento de la concepción. Así se visualiza con claridad que, bajo el
enfoque de la jerarquía normativa, de conformidad a la pauta del art. 31 de la CN, la
asignación de personalidad al ente natural no puede ser ubicada por nuestra legislación
común, en momento posterior a éste.

Lo propio puede afirmarse sobre la Convención de los Derechos del Niño, que, en su art. 1°,
establece que “niño” es todo ser humano menor de dieciocho años de edad. Con respecto al
comienzo de la vida, la Convención nada aclara, pero sí lo hace la ley 23.849 –la de ratificación
del Tratado– en su art. 2, el cual declara que, con relación al artículo 1º de la Convención sobre
los Derechos del Niño, la República Argentina entiendo por niño a todo ser humano desde el
momento de la concepción y hasta los 18 años. Repárese que lo que goza de jerarquía
constitucional es el texto de la Convención junto a la ley de ratificación porque, como bien lo
señala el art. 75 inc. 22 de la carta magna, cada Tratado adquiere jerarquía constitucional “en
las condiciones de su vigencia”, incluyendo así a la ratificación como una unidad que debe ser
considerada de ese modo a la hora de valorar las disposiciones con jerarquía constitucional.

Ausencia de la persona

Definición
El Código Civil y Comercial contempla en seis artículos (79 a 84) las normas sustantivas y
procedimentales correspondientes a la simple ausencia y al procedimiento previsto a los fines
de obtener tal declaración. El fin último de esta regulación es la protección del patrimonio del
ausente, pues lo que se pretende es la designación de un curador especial a los bienes para
que estos puedan ser administrados en debida forma mientras dure el estado de ausencia.

Presupuestos
Art. 79. Ausencia simple. Si una persona ha desaparecido de su domicilio, sin
tenerse noticias de ella, y sin haber dejado apoderado, puede designarse un
curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla se debe
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aplicar si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no
desempeña convenientemente el mandato. 38

De conformidad a dicho artículo, para configurarse el presupuesto de la ausencia simple es


preciso que:

-La persona haya desaparecido de su domicilio, sin que se tenga noticias sobre su existencia;
-Haya dejado bienes que exijan protección;
-No haya dejado apoderado o que los poderes del apoderado del ausente resulten
insuficientes o que éste haya incurrido en un desempeño inconveniente de su mandato.

Como se advierte, la ley no exige que haya transcurrido plazo alguno para peticionar ante el
juez competente la declaración de ausencia simple, ni que la desaparición se vincule con un
hecho extremo del cual se presuma la muerte del ausente; sólo se impone que existan bienes
para cuidar, de manera tal que se adopten aquellas medidas necesarias para proteger el
patrimonio del ausente.

Procedimiento
Los artículos 80, 81, 82, 83 y 84 regulan el procedimiento para obtener la declaración de
ausencia.

Así, el art. 80 establece quiénes se encuentran legitimados para incoar el proceso de ausencia:

-El Ministerio Público


-Toda persona que tenga interés legítimo respecto de los bienes del ausente.

La solicitud de la declaración deberá incoarse ante el juez el domicilio del ausente; si éste no lo
tuvo en el país o no es conocido, es competente el juez del lugar donde existen bienes, y si
hubiere bienes en distintas jurisdicciones, el que haya prevenido; todo ello conforme lo prevé
el art. 81.

El artículo 82 regula el procedimiento para la petición de la declaración de ausencia simple,


disponiendo, en primer término, que el presunto ausente debe ser citado por edictos durante
cinco días, y, si vencido el plazo no comparece, se debe dar intervención al defensor oficial o,
en su defecto, nombrarse un defensor al ausente, debiendo nombrarse un abogado de la
matrícula. Asimismo se prevé que el Ministerio Público es parte necesaria en el juicio y su
intervención resulta imprescindible.

“En caso de urgencia, el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las
medidas que las circunstancias aconsejan”39 a fin de la preservación del patrimonio.

Una vez oído el defensor y producida la prueba correspondiente, que tendrá por fin acreditar
la desaparición del ausente y que podrá rendirse por cualquier medio, si concurren los
extremos legales, el juez estará en condiciones de dictar la sentencia de declaración de
ausencia simple y designar al curador.

Efectos
Dictada la sentencia de simple ausencia, se designará un curador a fin de que realice los actos
de conservación y administración ordinaria de los bienes. Para el supuesto de que deba
realizar un acto que exceda la administración ordinaria, deberá requerir autorización al juez, la
que debe ser otorgada sólo en caso de necesidad evidente e impostergable.

La curatela del ausente termina por su presentación personalmente o por apoderado; por su
muerte o por su fallecimiento presunto declarado judicialmente (art. 84).
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Muerte presunta

Régimen legal. Casos y términos


La presunción de fallecimiento, al igual que la muerte, constituyen supuestos jurídicos
extintivos de la persona humana. Así, los efectos de la sentencia judicial que declara el
fallecimiento presunto son idénticos a los de la muerte, pero la ley establece diferencias
fundadas en la eventual reaparición del declarado muerto presunto y en la necesidad de
proteger sus intereses.

El Código prevé distintos supuestos, ya sea porque se ha perdido totalmente la noción o los
datos del paradero de una persona durante un tiempo prolongado o porque la persona se
haya encontrado en circunstancias en las que se presume su muerte.

Así, el Código contempla en el art. 85 el caso ordinario y en el art. 86 los supuestos


extraordinarios.

Caso ordinario. La ausencia de una persona de su domicilio sin que se tenga


noticia de ella por el término de tres años, causa la presunción de su
fallecimiento aunque haya dejado apoderado.

El plazo debe contarse desde la fecha de la última noticia del ausente. 40

Casos extraordinarios. Se presume también el fallecimiento de un ausente:

a) si por última vez se encontró en el lugar de un incendio, terremoto,


acción de guerra u otro suceso semejante, susceptible de ocasionar la
muerte, o participó de una actividad que implique el mismo riesgo, y
no se tiene noticia de él por el término de dos años, contados desde el
día en que el suceso ocurrió o pudo haber ocurrido;
b) si encontrándose en un buque o aeronave naufragados o perdidos, no
se tuviese noticia de su existencia por el
término de seis meses desde el día en que el suceso ocurrió o pudo
haber ocurrido.41

Conforme lo prescribe el art. 85, para que nazca la presunción de fallecimiento es preciso que
la persona se ausente de su domicilio sin que se tenga noticias de ella por el término de tres
años, sin requerir la norma que la ausencia de la persona haya ocurrido en virtud de una
circunstancia que traiga aparejada la muerte (supuesto de buque o aeronave naufragada,
incendio, terremoto, etc.), como ocurre en los casos extraordinarios. Por último, el plazo de
tres años debe contarse desde la fecha de la última noticia que se haya tenido del ausente.

La disminución de los plazos en los casos extraordinarios en relación al supuesto ordinario, se


debe a que se trata de hipótesis que se sustentan en circunstancias particulares, en las que las
posibilidades de supervivencia resultan ínfimas.

Procedimiento para su declaración

En primer lugar, debe señalarse que, de conformidad lo establece el art. 87, cualquier persona
que tenga “algún derecho subordinado a la muerte de la persona de que se trate, puede pedir
la declaración de fallecimiento presunto, justificando los extremos legales y la realización de
diligencias tendientes a la averiguación de la existencia del ausente” 42 que arrojen resultado
negativo.
La acción debe interponerse en el juez del domicilio del ausente.
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El artículo 88 prescribe el procedimiento que debe seguir el juez en orden al trámite del
pedido de declaración de fallecimiento presunto.

Deberá nombrarse un defensor al ausente a fin de garantizarle el derecho de defensa durante


la tramitación del juicio.

Deberá citarse al ausente por edictos que se publicarán una vez por mes durante seis meses,
publicación que deberá disponerse en el Boletín Oficial y en otro que resulte de importancia

En el supuesto de que existan bienes y no haya mandatario, o, si el que hubiere, ejerciera


incorrectamente el mandato, deberá nombrarse un curador a sus bienes a los fines de que los
administre y conserve.

Por último, el artículo 88 aclara que la declaración de simple ausencia no constituye


presupuesto necesario para la declaración de fallecimiento presunto, ni suple la comprobación
de las diligencias realizadas para conocer la existencia del ausente.

Así las cosas, pasados los seis meses –tiempo en que se publican los edictos–, recibida la
prueba que acredite que la búsqueda del ausente dio resultado negativo y oído el defensor, el
juez debe declarar el fallecimiento presuntivo si están acreditados los extremos legales, fijar el
día presuntivo del fallecimiento y disponer la inscripción de la sentencia en el Registro Civil.

Por su parte, el art. 90 dispone qué día debe fijare como el presuntivo del fallecimiento.

Día presuntivo de fallecimiento. Deberá fijarse como día presuntivo del


fallecimiento:

a) en el caso ordinario, el último día del primer año y medio;


b) en el primero de los casos extraordinarios, el día del suceso y si no
está determinado, el día del término medio de la época en que ocurrió
o pudo haber ocurrido;
c) en el segundo caso extraordinario, el último día en que se tuvo noticia
del buque o aeronave perdidos;
d) si es posible, la sentencia debe determinar también la hora presuntiva
del fallecimiento; en caso contrario, se tiene por sucedido a la
expiración del día declarado como presuntivo del fallecimiento.43

Efectos de la declaración

En orden a los efectos patrimoniales, los artículos 90 y 91 regulan sobre el punto.

Así, tenemos que, dictada la declaratoria, el juez mandará abrir, si existiese, el testamento que
hubiese dejado el desaparecido; los herederos y los legatarios deben recibir los bienes del
declarado presuntamente fallecido, previo inventario. El dominio se inscribirá en el registro
correspondiente (Registro de la Propiedad, Registro de la Propiedad del Automotor) con la
prenotación del caso, a nombre de los herederos o legatarios que podrán hacer partición de
los mismos, pero no enajenarlos ni gravarlos sin autorización judicial.
Ahora bien, si, entregados los bienes, aparece el ausente o se tiene noticia cierta de su
existencia, queda sin efecto la declaración de fallecimiento, procediéndose a la devolución de
aquéllos a petición del interesado.

La conclusión de la prenotación se encuentra regulada en el art. 92. Éste prevé que la


prenotación queda sin efecto transcurridos cinco años desde la fecha presuntiva del
fallecimiento u ochenta años desde el nacimiento de la persona. Desde ese momento puede
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disponerse libremente de los bienes, es decir que los herederos y legatarios pasen a tener el
dominio pleno.

Efectos sobre el matrimonio: según el art. 435 inc. “b”, la declaración de ausencia con
presunción de fallecimiento es una causal de disolución del matrimonio, por lo que el otro
cónyuge podrá contraer nuevo matrimonio.

Reaparición del presunto muerto


Ahora bien, si el ausente reaparece, puede reclamar:
a) la entrega de los bienes que existen en el estado e que se encuentran;
b) los adquiridos con el valor de los que faltan;
c) el precio adeudado de los enajenados;
d) los frutos no consumidos.

Sub-Eje Temático 2: LA INCAPACIDAD.


Noción. Clasificación

Las incapacidades pueden ser: de derecho y de ejercicio.


Las mal llamadas “incapacidades de derecho”, en realidad, son incompatibilidades o
prohibiciones que la ley prevé en casos concretos para evitar un daño al interés público. Es
decir, son restricciones a la aptitud genérica para ser titular de ciertos derechos en una
determinada relación jurídica.

El fin concreto de estas prohibiciones es ése: proteger el interés público y castigar al incapaz
para evitar que cometa actos o hechos que puedan ser perjudiciales para otras personas.

La incapacidad de ejercicio, por su parte, se verifica cuando determinada persona no tiene


aptitud para ejercer por sí misma determinados actos de la vida civil, por lo que podemos decir
que se trata de una persona necesitada de un régimen de protección jurídica que la ampare y
que impida el aprovechamiento, por parte de terceros, de esa situación de debilidad.
El art. 24 del Código Civil y Comercial establece quiénes son las personas incapaces de
ejercicio.

La incapacidad de ejercicio
Concepto. Caracteres

Debe partirse de que la capacidad es la regla y la incapacidad la excepción. La incapacidad de


obrar resulta de un precepto legal que establece quiénes son los incapaces de ejercicio (art. 24
CCCN). Consiste en la falta de aptitud o en la imposibilidad del sujeto para realizar por sí
mismo actos jurídicos válidos, pero esta ineptitud legal puede suplirse a través del instituto de
la representación, previsto en los arts. 100 y 101 del código único.

Las incapacidades de hecho –de ejercicio o de obrar– han sido establecidas en interés mismo
del incapaz y por ello la ley ha procedido con un criterio tutelar.

Esta incapacidad es susceptible de grados, ya que una persona puede carecer de capacidad de
hecho de manera absoluta, o bien, sólo para determinados actos jurídicos.
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Enumeración legal
El art. 24 del Código Civil y Comercial dispone:

Personas incapaces de ejercicio. Son incapaces de ejercicio:

a) la persona por nacer;

b) la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, con


el alcance dispuesto en la Sección 2ª de este Capítulo;

c) la persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión


dispuesta en esa decisión.

Son incapaces de ejercicio:

La persona por nacer, que es la persona que está concebida en el seno materno y aún no ha
nacido; para que sus derechos y obligaciones queden irrevocablemente adquiridos, debe nacer
con vida, pues, de lo contrario, se considerará que ella nunca existió.

Menores de edad y mayores que no cuentan con edad y grado de madurez suficiente. Este
inciso debe estudiarse en correlación con lo dispuesto en el art.
25, el que dispone que “menor de edad es la persona que no ha cumplido
dieciocho años”6. En efecto, el supuesto de análisis refiere que son incapaces de ejercicio las
personas “que no cuentan con la edad y grado de madurez
suficiente”7, por lo que incluye a todas las personas que no han cumplido los dieciocho años,
salvo: a) el supuesto de los adolescentes en relación a los tratamientos no invasivos (que
veremos más adelante); b) el caso de los menores emancipados por matrimonio que gozan de
plena capacidad de ejercicio con las limitaciones previstas (arts. 27 y 28) y c) la persona menor
de edad con título profesional habilitante que puede ejercer profesión sin necesidad de previa
autorización (art. 30).

Fuera de estas situaciones excepcionales, la regla es que las personas, para gozar de la plena
facultad para ejercer los derechos, deben ser mayores de dieciocho años.

También son considerados incapaces de obrar las personas mayores de edad que no cuenten
con madurez suficiente, pues el artículo utiliza la conjunción copulativa “y”, requiriéndose
ambos requisitos para que alguien sea considerado capaz.

En definitiva, estas dos pautas, edad y madurez suficiente, predeterminan el límite, ya que, si
la persona tiene edad y madurez suficiente, puede validar su actuación autónoma; de lo
contrario es incapaz de ejercicio. (Fernández, 2014).

c. La persona incapaz por sentencia judicial. Este supuesto implica que, mediante sentencia,
se puede restringir la capacidad para determinados actos, debiendo partirse siempre del
presupuesto de la capacidad, y que sus limitaciones son de carácter excepcional. Cuando la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar y expresar su voluntad, el
sentenciante puede declarar la incapacidad y designar un curador. Por último, comprende a
los inhabilitados por prodigalidad, a quienes se les designará un apoyo para el otorgamiento
de actos de disposición ente vivos y en los demás actos que determine la sentencia.

Menor de edad y adolescencia

De conformidad al art. 25 del Código Civil y Comercial, menor de edad es la persona que no ha
cumplido dieciocho años y adolescente, la persona menor de edad que cumplió trece años.
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Es decir que todas las personas, desde su nacimiento hasta que cumplen dieciocho años, son
“menores de edad”, especificando la denominación de “adolescente” a la persona menor de
edad que ha cumplido la edad de trece años.

Distinción entre menor de edad y adolescente

La Real Academia Española define adolescencia como la “Edad que sucede a la niñez y que
transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo”

La diferente categoría entre menor de edad y adolescente parece tomar el antecedente de la


Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (Ley 26.061),
creando una categoría jurídica no prevista por la Convención de los Derechos del Niño, que
integra nuestro ordenamiento jurídico dentro del bloque federal de constitucionalidad y
define al niño como
“todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea
aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad”8. De tal modo, en nuestro ordenamiento
jurídico, los “adolescentes” son indudablemente niños, sin que el Código pueda afectar este
carácter, por estar consagrado en una norma de jerarquía superior

Derechos de los menores de edad

En primer lugar, debemos sentar la regla según la cual la persona menor de edad ejerce sus
derechos a través de sus representantes legales, que son los padres, tutor o curador (sobre
este tema volveremos al tratar el instituto de la representación).

Sin embargo, la persona menor de edad que cuenta con edad y grado de madurez suficiente
puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico, salvo que
hubiere conflicto de intereses con sus representantes legales, en los que ejercerán sus
derechos mediante asistencia letrada.

Alguno de los derechos que pueden ejercer los menores de edad sin necesidad de que
intervengan sus representantes legales son:

-El menor de edad que ha obtenido título habilitante puede ejercer la profesión por cuenta
propia (art. 30).

-La persona mayor de dieciséis años es considerada adulta para las decisiones sobre su propio
cuerpo, así como el adolescente tiene aptitud para decidir sobre tratamientos que no resulten
invasivos, ni comprometan su estado o provoquen un riesgo grave para su vida o integridad
física (art. 26).

El hijo adolescente no precisa autorización de sus progenitores para estar en juicio cuando sea
acusado criminalmente (art. 680).

En definitiva, la persona menor de edad debe actuar por medio de sus representantes legales,
salvo en los casos en que el Código establezca que pueden hacerlo por sí solos (art. 26).

El derecho a ser oído


El artículo 26 del Código Civil y Comercial, en concordancia con el art. 12 de la Convención de
los Derechos del Niño y con la ley 26.061, consagra el derecho de los menores a ser oídos, el
que implica que, siempre que los menores tengan edad para poder expresar una opinión con
fundamento, deben ser escuchados y debe ser tenido en cuenta su parecer.

De esta forma, se contempla y reafirma un importante protagonismo del niño, en cuanto se le


reconoce mayor intervención en los actos que le competen y afectan. Este reconocimiento
implica destacar la autonomía de la voluntad del sujeto, a pesar de su condición de menor.

En definitiva, se establecen las condiciones de participación de los menores en los procesos


judiciales que le conciernen, teniendo en cuenta el juez el grado de madurez, reconociendo en
forma progresiva su capacidad sobre la base de la regla del discernimiento, en particular en
aquellos casos en los que pudiera haber conflictos de intereses entre el menor y sus
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representantes legales.

Las decisiones de los menores en el ámbito de la salud

a) Tratamientos no invasivos

El artículo 26 del código unificado establece una presunción de que el adolescente de entre
trece y dieciséis años puede y se considera facultado para aceptar y consentir por sí mismo
ciertos tratamientos, siempre que estos no resulten invasivos ni comprometan su estado de
salud o provoquen un riesgo grave en su vida o integridad física.

Esta presunción funcionará siempre que el adolescente pueda comprender los aspectos
esenciales relativos a la práctica propuesta, aunque, de ser necesario, una última
determinación siempre quedará en manos de los tribunales, la lex artis y la costumbre, y, por
lo general, será el médico tratante quien decida acerca de la aptitud del tratamiento, con base
en criterios que desde el ámbito médico se van pautando.

b) Tratamientos que comprometen la salud del menor

Ahora, si se trata de un tratamiento que compromete su estado de salud o está en riesgo su


vida, el adolescente debe prestar su consentimiento con la asistencia de sus progenitores, y,
en caso de existir un conflicto entre ambos, se resolverá judicialmente teniendo en cuenta el
interés superior del niño y la opinión médica respecto de las consecuencias de la realización
del acto.

c) Los cuidados del propio cuerpo del mayor de dieciséis años

Por último, el art. 26 establece que la persona mayor de dieciséis años es considerada como
un adulto para las decisiones sobre el cuidado de su propio cuerpo.

De esta manera, se reconoce una anticipación de la capacidad de los menores para dar
consentimiento o asentimiento para ciertos actos de intrusión en su cuerpo.

En el caso de desacuerdo entre el menor, el médico y los padres, deberá intervenir la justicia a
fin de que se valore la situación concreta del sujeto.

Personas con capacidad restringida

Noción de persona con capacidad restringida y con incapacidad. Distinción


Previo a establecer la distinción entre personas con capacidad restringida y con
incapacidad, es dable señalar que el art. 31 del Código Civil y Comercial establece
reglas generales en materia de restricción a la capacidad.

Así, dispone:
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Reglas generales. La restricción al ejercicio de la capacidad
jurídica se rige por las siguientes reglas generales:

a) la capacidad general de ejercicio de la persona humana se


presume, aun cuando se encuentre internada en un
establecimiento asistencial;
b) las limitaciones a la capacidad son de carácter excepcional y se
imponen siempre en beneficio de la persona;
c) la intervención estatal tiene siempre carácter interdisciplinario,
tanto en el tratamiento como en el proceso judicial;
d) la persona tiene derecho a recibir información a través de
medios y tecnologías adecuadas para su comprensión;
e) la persona tiene derecho a participar en el proceso judicial con
asistencia letrada que debe ser proporcionada por el Estado si
carece de medios;
f) deben priorizarse las alternativas terapéuticas menos
restrictivas de los derechos y libertades. 10

Estas reglas generales que se agrupan en la norma rigen todo lo referido a las restricciones al
ejercicio de la capacidad jurídica de las personas, y son producto especialmente de la
aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ley 26.378)
y de la Ley Nacional de Salud Mental (ley 26.557).

Manteniendo el criterio biológico-jurídico, el art. 32 del código unificado prevé dos supuestos
diferenciados: a) incapacidad de ejercicio relativa, que alcanza los actos señalados en cada
sentencia y b) incapacidad de ejercicio absoluta.

De la lectura del art. 32 del Código se advierte que, a partir de los trece años se
puede restringir judicialmente la capacidad de una persona cuando ésta padece
una adicción o alteración mental permanente o prolongada de entidad suficiente
– elemento biológico- y se estime que de no restringirle la capacidad pueda
ocasionar un daño a su persona o a sus bienes – elemento jurídico; o
excepcionalmente declarar la incapacidad “cuando la persona se encuentre
absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos
resulte ineficaz”

Presupuestos jurídicos y fácticos

La persona con capacidad restringida es, por regla, una persona capaz y sólo no podrá ejercer
por sí sola determinados actos que se especifiquen en la sentencia (art. 24 inc. “c”).

El juez, en la sentencia, debe designar el o los apoyos que estime convenientes, siempre
tratando de limitar lo menos posible la autonomía de la persona, favorecer las decisiones que
respondan a las preferencias de la persona tutelada y, de esta manera, garantizar el respeto
de los derechos de la persona protegida.

El o los apoyos que se designen no tienen por misión sustituir la voluntad del sujeto, sino todo
lo contrario; promueven la libertad, la autonomía, “la comunicación, la comprensión y la
manifestación de la voluntad de la persona para el ejercicio de sus derechos” 12.

Ahora bien, se considerará una persona incapaz de ejercicio absoluta cuando: a) se encuentre
imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo,
medio o formato adecuado y b) el sistema de apoyos cualquiera que fuere resulte ineficaz. En
este supuesto, el juez deberá designarle un curador para que represente al incapaz, siendo de
aplicación los arts. 138 a 140 (curatela).
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Es dable señalar que, si no se dieran estos requisitos esenciales, corresponderá una sentencia
de capacidad restringida y no una declaración de incapacidad absoluta.

Procedimiento para su declaración


Medios de protección: noción y enunciación. Legitimados.

Tal como hemos señalado anteriormente, los medios de protección de la persona que padece
de alguna discapacidad, son: a) la declaración de capacidad restringida; b) la incapacidad,
cuando la persona padece una incapacidad absoluta, es decir que no puede accionar con el
medio que la circunda y los medios de apoyo son ineficaces y c) como veremos más adelante,
la declaración de inhabilitación en el caso del pródigo.

Entrevista personal. Importancia

El conocimiento personal del juez con el interesado debe ser obligatorio y no facultativo. Es
por ello que la entrevista personal prevista en el art. 35 del CCCN no será una facultad sino un
deber indelegable en cabeza del juez, quien deberá asegurarla en cada proceso y previo a
dictar cualquier resolución, salvo las medidas cautelares que puede ordenar en caso de
urgencia para garantizar los derechos personales y patrimoniales de la persona (art. 34).

En la audiencia, deberán concurrir el interesado, el Ministerio Público y al menos un letrado


que ejerza la defensa técnica de la persona.

Esta entrevista es de fundamental importancia, ya que el juez tomará contacto personal con el
padeciente para garantizarle el goce o ejercicio en igualdad de condiciones con los demás y
para darle un trato más personalizado y humanitario, así como la garantía de acceso directo al
órgano de decisión.

Intervención del interesado. Competencia

La persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso es parte y, como tal, puede aportar
todas las pruebas que hacen a su defensa.
Así, la persona podrá comparecer con un abogado particular y, en caso de no hacerlo,
necesariamente se le deberá designar un defensor que ejerza su defensa técnica desde el
inicio del proceso.

En relación a la prueba que puede acercar al proceso, rige el principio de amplitud probatoria,
pudiendo aportar todos los elementos que hagan a su defensa. Por ejemplo, podrá proponer
el nombramiento de un perito médico que actúe juntamente con los designados de oficio
como medida que hace a la defensa de su capacidad.

Por otro lado, el art. 36 contiene una norma de competencia procesal y establece que el juez
competente para entender en la causa es el correspondiente al del domicilio de la persona o el
de su lugar de internación.

Valor del dictamen del equipo interdisciplinario

Previo al dictado de la sentencia es imprescindible el dictamen de un equipo interdisciplinario.


Este dictamen es una prueba necesaria pues, sin su realización, no podrá arribarse luego al
dictado de una sentencia válida.

Los equipos interdisciplinarios para realizar la evaluación incluyen las áreas de psicología,
psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos
pertinentes (Rivera y Medina, 2014, p. 164).

El dictamen deberá ser valorado por el juez junto con los otros elementos traídos al proceso,
quedando a cargo del juzgador la consideración de la incapacidad en la medida en que ésta
impida al sujeto dirigir su persona o administrar sus bienes.

Sentencia. Alcances

Luego de la valoración del dictamen interdisciplinario, el juez debe resolver con relación al
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ejercicio de la capacidad jurídica, considerando especialmente la voluntad, deseos y
preferencias de la persona, y procurando que la afectación de la autonomía personal sea la
menor posible.

De tal modo, la sentencia puede: a) desestimar la acción; b) restringir la capacidad del sujeto y
c) declarar la incapacidad.

La sentencia que limite o restrinja la capacidad debe señalar los actos y funciones que la
persona no puede realizar por sí misma y, a fin de que tome las decisiones pertinentes, le
designará los apoyos que considere necesarios e indicará la modalidad de actuación, es decir,
si la función debe ser cumplida por dos o más personas, si la actuación debe ser conjunta o
indistinta, o si la validez de los actos jurídicos requieren del asentimiento otorgado por el
apoyo.

Asimismo, la sentencia que disponga la incapacidad deberá indicar los curadores que se
designan (puede ser una o más personas), permitiendo que la persona capaz pueda designar
quién ejercerá su curatela, ya sea mediante una directiva anticipada (art. 60), ya sea
descubriendo su verdadera voluntad por alguna manifestación (art. 43). En una palabra, la
sentencia que limite la capacidad, ya sea en forma total o parcial, es un verdadero estatuto de
cómo debe actuar la persona del incapaz.

Revisión

La sentencia puede ser revisada en cualquier momento, a instancias del interesado.


Asimismo, se impone al juez la carga de impulsar de oficio la revisión de los términos de la
sentencia en un plazo no mayor a tres años, a partir de la realización de nuevas evaluaciones
interdisciplinarias y tras haber entrevistado nuevamente en forma personal al interesado; de
lo que se desprende el rol activo que se le asigna al juez. En caso de que ello no ocurra, será el
Ministerio Público quien deberá instar a que se lleve a cabo la revisión.

El plazo de los tres años es un plazo máximo; es posible instar su revisión con anterioridad si
las circunstancias del caso así lo aconsejan.

Inhabilitados

Noción. Presupuestos fácticos

De conformidad al art. 48 del Código Civil y Comercial, podrán ser inhabilitados los pródigos, es
decir aquellos a quienes, por la mala gestión de sus bienes, en el sentido de dilapidar,
malgastar, expongan el patrimonio familiar a que se vea menoscabado.

El mencionado artículo define a la persona del pródigo como aquélla que padece una
alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que, en relación a su edad y
medio social, implica desventajas considerables para su integración familiar, social,
educacional o laboral.

Lo que la ley pretende es justamente proteger al grupo familiar –es decir a las personas del
cónyuge, conviviente, hijos menores de edad o con discapacidad– de la pérdida del
patrimonio, legitimando a promover la inhabilitación al cónyuge, conviviente, ascendientes y
descendientes.

En definitiva, para que proceda la inhabilitación se requiere: personas a quienes proteger y


prodigalidad en la gestión del patrimonio por parte de la persona que se pretende inhabilitar.

Procedimiento de la declaración

Tal como hemos señalado anteriormente, los legitimados a solicitar la declaración de


inhabilitación son el cónyuge, conviviente, ascendientes y descendientes, sin establecer la
norma distinción de grados ni edad, por lo que debe interpretarse que, cualquiera fuere la
edad o el grado, podrán iniciar la acción.

Deberán iniciar la acción ante el juez del domicilio de la persona que se pretende inhabilitar y
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acompañar los elementos probatorios. Si bien no está prevista la evaluación interdisciplinaria
dentro del proceso, podría realizarse por interpretación analógica con lo normado en el art.
50, donde sí se exige en el marco del proceso para disponer el cese de la inhabilitación.

Por último, es dable poner de resalto que deben aplicarse supletoriamente las normas
previstas sobre incapacidad o capacidad restringida en la medida en que no sean
incompatibles.

Efectos de la declaración

Declarada la inhabilitación, se restringe la capacidad jurídica de la persona, quien ya no podrá


ejercer libremente determinados actos por sí misma. Así, no podrá ejercer actos de disposición
entre vivos, sí los de última voluntad, y para aquéllos requerirá contar con un apoyo que lo
asista. Además de estos actos, el apoyo deberá asistir al inhabilitado en todos aquellos actos
que hayan sido indicados por el juez en su sentencia de inhabilitación.

La figura del apoyo es necesaria a fin de evitar que el inhabilitado realice actos de
otorgamiento que puedan perjudicar la integridad del patrimonio y perjudicar así a las
personas del cónyuge, conviviente e hijos menores o con discapacidad.

El juez, en la sentencia, deberá establecer las condiciones de validez de los actos y la


modalidad de actuación del apoyo, debiendo inscribirse esta sentencia en el Registro de
Estado Civil y Capacidad de las Personas a fin de resguardar a los terceros que contratan con la
persona del inhabilitado.

Sub-Eje Temático 3: PERSONA JURÍDICA.


Persona jurídica
Noción
El artículo 141 del Código Civil y Comercial precisa el concepto de persona
jurídica. Dispone que “Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el
ordenamiento jurídico les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer
obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación.” 19

Así, puede conceptualizarse a la persona jurídica como categoría normativa


conformada por una colectividad de individuos o un conjunto de intereses
humanos considerados intelectivamente como un solo ser con individualidad, o
como un centro de imputación con capacidad para adquirir derechos y contraer
obligaciones, y determinar las consecuencias de las diversas concepciones en el
ámbito jurídico

Según Buteler Cáceres , las personas de existencia ideal son abstracciones que se
originan en la realidad social y representan la posibilidad de los hombres de unir
sus esfuerzos en pos de un fin común; por ello, estos entes se encuentran
provistos de personalidad jurídica y están dotados de capacidad para adquirir
derechos y contraer obligaciones.

c. Las teorías realistas: éstas reconocen que el sujeto creado por sus miembros conforma un
ente diferente. Estas teorías a su vez presentan diferentes posturas:

i). Las que se fundan en la voluntad: sostienen que la persona jurídica es un verdadero
ente semejante al organismo de las personas físicas, se basa en una fantasía que asimila
biológicamente y orgánicamente a las personas físicas y jurídicas. Este grupo a su vez
tienen un subgrupo:
ii). La teoría del órgano: este es un concepto que se toma en la actualidad y reemplaza
el concepto de la representación de la persona jurídica por el del órgano de voluntad
de la misma

iii). Las que se basan en los intereses: y sostienen que las personas jurídicas poseen un
interés distinto al de los miembros que las componen, entonces este ente representa la
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configuración jurídico legal de ese interés

iv). La teoría de la institución: de Hauriou, quien sostiene que la persona jurídica es una
institución, es una idea de obra o de empresa que se realiza y dura jurídicamente en un
medio social; para la realización de esta idea, se organiza un poder que le procura los
órganos necesarios. Por otra parte, entre los miembros del grupo social interesado en la
realización de la idea, se producen manifestaciones de comunión dirigidas por órganos
de poder y reglamentadas por procedimientos. El elemento más importante de toda
institución corporativa es la idea de la obra a realizar. Todo cuerpo constituido lo es por
la realización de una obra o de una empresa. La idea de la empresa es el objeto de la
empresa, porque la empresa tiene por objeto realizar la idea. El segundo elemento de
toda institución corporativa es un poder de gobierno organizado para la realización de
la idea de la empresa, y que está a su servicio. Y el tercer elemento de la institución
corporativa, para Hauriou, es la "manifestación de comunión" de los miembros del
cuerpo y también de los órganos de gobierno, tanto en la idea de la obra a realizar
como en los medios a emplear.

Inoponibilidad de la personalidad jurídica

Cuando el accionar de la persona jurídica esté destinada a la consecución de fines ajenos a la


persona jurídica o constituya un recurso para violar la ley, el orden público y la buena fe, o
para frustrar derechos de cualquier persona, procede la inoponibilidad de la persona jurídica,
es decir que, en tales casos, la actuación del ente se imputará directamente a los socios,
asociados, miembros, controlantes directos e indirectos que la hicieron posible, quienes
responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados (art. 144 CCCN).

Es decir que la inoponibilidad de la personalidad jurídica opera en un doble sentido: a) la


imputación diferenciada, esto es, atribuye la actuación al miembro del ente en su propia
persona; b) la limitación de la responsabilidad, debiendo responder el miembro ilimitada y
solidariamente por los daños causados.

Clasificación

Las personas jurídicas se clasifican en públicas y privadas.

La distinción de las personas jurídicas en públicas y privadas tiene gran interés práctico.
Lloveras de Resk (1995) entiende que son personas jurídicas públicas aquellas que son titulares
de poderes o prerrogativas públicas. Mientras que son personas jurídicas privadas las que no
los poseen, lo cual determina que las personas públicas sean reguladas principalmente por el
derecho público, y que las personas jurídicas privadas lo sean por el derecho privado
respectivo, sobre todo en orden a su creación, organización y funcionamiento (Lloveras de
Resk, 1995, p. 302). Esta afirmación no importa desconocer que las personas jurídicas públicas
pueden desarrollar parte de su actividad en el ámbito del derecho privado y las personas
jurídicas privadas pueden hacerlo en el campo del derecho público, con lo cual cada una de
estas personas se regirá por la rama del derecho que corresponda a esa actividad.

Personas jurídicas públicas

6.2.1 Definición. Caracteres


La persona jurídica pública es aquélla cuya existencia y funcionamiento dependen del derecho
público, aunque parte de su actividad esté regulada por el derecho privado. Así, para
determinar el carácter público de un ente es necesario: 1) la obligación de la persona jurídica
hacia el Estado de cumplir sus fines propios; 2) el control estatal de la gestión de la entidad; 3)
el ejercicio de potestades de imperio.

La inclusión de las personas jurídicas públicas en el Código Civil y Comercial se hace con un fin
meramente descriptivo, ya que la personalidad de estas entidades resulta de las respectivas
disposiciones de derecho público.
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Clases

El artículo 146 del Código Civil y Comercial dispone:

Personas jurídicas públicas. Son personas jurídicas públicas:


a) el Estado nacional, las Provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los
municipios, las entidades autárquicas y las
demás organizaciones constituidas en la República a las que el ordenamiento
jurídico atribuya ese carácter;

internacional público reconozca personalidad jurídica y toda otra persona


jurídica constituida en el extranjero cuyo carácter público resulte de su
derecho aplicable;
20

Cuando el artículo, en el inciso “a”, refiere a “las demás organizaciones constituidas en la


República a las que el ordenamiento jurídico atribuye ese carácter”, debe entenderse que
abarca los entes públicos no estatales, como lo son los sindicatos, las obras sociales sindicales,
las empresas del Estado, los partidos políticos, entre otras entidades.

En el inciso “b” del artículo 146, se clasifican los estados extranjeros, las organizaciones que
tengan su personería jurídica reconocida por el derecho internacional público y “toda otra
persona jurídica constituida en el extranjero cuyo carácter público resulte de su derecho
aplicable”. La alusión a los estados extranjeros debe entenderse comprensiva de los estados
provincial y municipal, organizaciones internacionales, supranacionales o regionales, como la
Organización de las Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos, la Cruz Roja
Internacional, la Organización Mundial de la Salud.

Finalmente, en el inciso “c”, se coloca a la Iglesia Católica, debiendo entenderse que se trata
de la religión Católica Apostólica Romana, cuya personería está expresamente reconocida en
la Constitución Nacional.

Por último, es dable aclarar que esta enumeración no es taxativa.

Personas jurídicas privadas

6.3.1 Noción. Caracteres

Las personas jurídicas privadas son aquéllas que tienen reglamentada su existencia y
actividades por el derecho privado aunque dependan de una autorización especial para
funcionar. Es decir que, dentro de las personas jurídicas privadas, tendremos aquellas que
requieren autorización para funcionar, como es el caso de las asociaciones civiles o las
fundaciones, y las que no, como por ejemplo las sociedades comerciales, el consorcio de
propietarios, entre otros.

6.3.2 Enunciación

El artículo 148 enuncia a las personas jurídicas de carácter privado.

Personas jurídicas privadas. Son personas jurídicas privadas:


23 las sociedades;
24 las asociaciones civiles;
25 las simples asociaciones;
26 las fundaciones;
27 las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas;
28las mutuales;
29 las cooperativas;
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30 el consorcio de propiedad horizontal;
31 toda otra contemplada en disposiciones de este Código o en
otras leyes y cuyo carácter de tal se establece o resulta de su finalidad y normas de
funcionamiento.

Atributos de las personas jurídicas

Noción

La persona jurídica resulta no sólo una regulación del derecho constitucional de asociarse con
fines útiles y una forma de ejercer libremente una actividad económica, sino que constituye
una realidad jurídica que la ley reconoce como medio técnico para que todo grupo de
individuos pueda realizar el fin lícito que se propone.

Hemos señalado que la persona jurídica tiene personalidad jurídica y que, por ende, posee
atributos: el nombre para individualizarse, el domicilio para determinar la ley aplicable y la
jurisdicción donde puede demandar o ser demandada, la capacidad siempre de derecho y
limitada al objeto para el que se constituyó y el patrimonio, a los fines del cumplimiento de
sus fines.

Domicilio y sede social

El artículo 152 del Código Civil y Comercial regula el atributo domicilio.

En primer lugar, cabe distinguir entre domicilio y sede social. El término “domicilio” remite a la
indicación genérica de la ciudad, localidad o región donde se ha constituido la sociedad,
mientras que el término “sede” alude al lugar geográfico concreto (dirección) donde se ha
instalado la persona jurídica. Por ejemplo, Córdoba capital es el domicilio y Bv. San Juan 710 es
la sede.

En el estatuto de las personas jurídicas deberá consignarse obligatoriamente el domicilio y la


sede o dirección, esto es, no sólo la ciudad o localidad sino también la calle, número y
designación de la unidad funcional si la hubiera.

Por otro lado, el precepto establece que la persona jurídica que posee muchos
establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de dichos
establecimientos, pero sólo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas.

Por último, prevé que, para el caso que se quiera cambiar el domicilio, debe modificarse el
estatuto, y, si se quiere cambiar la sede, puede ser resuelto por el órgano de administración.

Las notificaciones que se realicen en la sede inscripta de la persona jurídica serán vinculantes,
aunque ya no funcione allí, pues lo que se pretende es proteger los derechos de terceros que
contraten con el ente social.

Patrimonio

El patrimonio constituye un elemento esencial de la persona jurídica; es un atributo y,


consecuentemente, no se concibe la idea de persona jurídica sin patrimonio.

Es por ello que el artículo 154 del código de fondo estatuye: “la persona jurídica debe tener un
patrimonio”
Así, el patrimonio comienza a formarse desde el mismo momento en que los socios se
comprometen a realizar aportes y es el conjunto de bienes de la persona jurídica con el cual la
sociedad actúa y afronta el pasivo que lo integra.

Este patrimonio no se confunde con el de los individuos que concurren a conformar el sustrato
material de la entidad.

Capacidad de derecho
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La capacidad vinculada a las personas jurídicas se refiere sólo a la capacidad de derecho o
aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos y ejercer por sí o por otros los actos
inherentes a los derechos de los que se es titular. La noción de capacidad de obrar es
absolutamente ajena, pues estos sujetos de derechos siempre actuarán a través de sus
órganos o representantes.

La regla general en materia de capacidad de las personas jurídicas es que tienen capacidad de
derecho para todos los actos y todos los derechos que no les estén expresamente prohibidos.
Esta capacidad, sin embargo, tiene sus limitaciones en razón del principio de especialidad y de
la naturaleza de las cosas.

El principio de la especialidad: significa que las personas jurídicas tienen capacidad


para celebrar aquellos actos inherentes a la finalidad para la que ha sido creadas, es
decir en función de su objeto y su fin. De tal modo, no pueden celebrar actos que
nada tengan que ver son su objeto de creación, pero ello no significa que no puedan
ejecutar los que son convenientes o necesarios para la mejor obtención de aquél.
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Limitaciones impuestas por la naturaleza de las cosas: las personas jurídicas no
pueden ser titulares, por ejemplo, de los derechos potestativos.

Representación

Noción. Régimen legal

Las personas jurídicas desarrollan su actividad por medio de personas físicas que actúan en su
nombre y por su cuenta, de modo tal que su gestión es atribuida a la misma entidad.
Así, las personas jurídicas actúan a través de sus órganos, es decir aquellas personas
autorizadas a manifestar la voluntad del ente y a desarrollar la actividad jurídica necesaria
para la consecución de sus fines.
El artículo 159 establece una pauta general a la cual debe adecuarse la conducta de los
administradores sociales, disponiendo que los administradores deben obrar con lealtad con la
persona que les encarga la función de administrar sus intereses y con diligencia, es decir con
idoneidad, con aptitud profesional para el exitoso desenvolvimiento de la clase de actividad
que constituye el objeto social.

El deber de obrar con lealtad tiene por fundamento la obligación de fidelidad del mandatario
(art. 1324 CCCN), que se extiende a todos los casos de representación de intereses ajenos, y el
deber de buena fe (art. 9 CCCN).
El administrador se debe conducir con la corrección de un hombre honrado, en defensa de los
intereses cuya administración se le ha confiado, por encima de cualquier otra consideración,
evitando obtener un beneficio particular a expensas de la persona jurídica. Tiene prohibido
contratar con ésta, salvo que se trate de contratos referidos a su actividad ordinaria y en las
mismas condiciones en que el ente lo hubiera hecho con terceros. Deberá abstenerse de
intervenir en la toma de decisiones en las que tenga un interés contrario a la persona jurídica y
no podrá competir con ella. (Roitman, 2006).

Responsabilidad civil
Responsabilidad contractual y extracontractual

La responsabilidad civil por daño, entendida en sentido amplio, incluye tanto la


responsabilidad dimanada del incumplimiento de obligaciones contractuales cuanto la
proveniente de los daños causados por los actos ilícitos obrados por los administradores o
representantes de la persona jurídica.
Así, los administradores y representantes de la persona jurídica son responsables ilimitada y
solidariamente frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los daños causados
por su culpa en el ejercicio o con ocasión de sus funciones (arts. 160 y 1763 del CCCN).
Responderán ilimitadamente con todo su patrimonio por los daños que produzcan a la
persona jurídica, pues quien causa un daño debe repararlo, y solidariamente entre los
administradores que faltaren a sus obligaciones de lealtad y diligencia en los casos de
administración plural.
Para que surja la responsabilidad, es necesario que hayan ocasionado un daño causado ya sea
por dolo o culpa, en el ejercicio o con ocasión de sus funciones.

El daño se considera ocasionado en ejercicio de la función cuando existe congruencia entre el


daño y la actuación propia de la esfera de competencia del órgano, cuando es el resultado
directo del desempeño de la función. El daño se causa con ocasión de la función cuando el
hecho que lo produce es extraño por su índole, contenido o naturaleza, a la actividad propia
del órgano de la persona jurídica, aunque mantiene alguna vinculación con ésta. Es decir, son
actos ajenos a la función propiamente dicha, pero que sólo han podido cometerse por el
órgano de la persona jurídica en esa calidad. (Tagle, 2002).

Por último, debemos señalar que la responsabilidad de los administradores respecto a la


persona jurídica es de naturaleza contractual, y es extracontractual respecto de los terceros.

Sub-Eje Temático 4: EL OBJETO DE LA RELACIÓN JURÍDICA PRIVADA:


PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)
Concepto de bienes y cosas

De la lectura de los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación se
sigue que se identifica a los bienes con la valoración económica.

Distintas clasificaciones

El Código Civil y Comercial contiene varias clasificaciones de las cosas


consideradas en sí mismas: a) muebles e inmuebles; b) cosas divisibles e
indivisibles; c) cosas principales y accesorias; d) cosas consumibles y no consumibles; e)
cosas fungibles y no fungibles.
La importancia de estas clasificaciones radica en que, según el estatuto que reciba la
cosa, el régimen jurídico que se le aplique variará.

Así por ejemplo, la distinción entre muebles e inmuebles tiene importancia desde
diferentes aspectos:
a) Por un lado, la determinación de la ley aplicable. Las cosas inmuebles se rigen por la ley
del lugar de su situación (art. 2663 del CCCN), mientras que las cosas
muebles se rigen por el domicilio del demandado si se trata de las cosas que
lleva consigo o son de uso personal, o bien por el lugar de situación de los bienes
(arts. 2665 y 2666 del CCCN).
b) También tiene incidencia en relación al régimen de prescripción adquisitiva, que es un
modo de adquirir el dominio por la continuación de la posesión en
forma pública, pacífica, continua e ininterrumpida durante el tiempo que establece la ley.
Así, las cosas inmuebles se adquieren por la posesión continua de diez años cuando ésta es con
justo título y buena fe (art. 1898 CCCN) o bien, veinte años sin necesidad de título y buena fe
por parte del poseedor (art. 1899
CCCN). Ahora bien, el dominio sobre cosa mueble se adquiere por la simple posesión de
buena fe, salvo que se trate de cosas muebles hurtadas o perdidas, en cuyo caso el dominio se
adquiere por la posesión continua y de buena fe de dos años (art. 1898). Si no hay justo
título y buena fe y se trata de una cosa mueble registrable, se adquiere si se posee
durante diez años (art. 1899).
c) Asimismo, esta clasificación influye en los derechos reales. Así por ejemplo, el derecho real
de propiedad horizontal sólo puede recaer sobre inmuebles (art.
2037), tal como el derecho de superficie (art. 2114) y el de hipoteca (art. 2205).
En tanto, el derecho real de prensa sólo puede recaer sobre cosas muebles no registrables o
créditos instrumentados (art. 2219).

En relación a la división de cosas fungibles y no fungibles, habrá


contratos como el de locación, en virtud del cual se entrega a otra persona el uso y goce
temporario de una cosa a cambio del pago de un precio en dinero (art. 1187); el alquiler o
arrendamiento deberá recaer
sobre una cosa no fungible, es decir sobre una cosa que conserve su
individualidad, pues la persona que recibe una cosa para usarla estará
obligada al término del contrato a restituir la misma cosa que le fue entregada y no
otra. Lo mismo sucede en el comodato, acerca del cual,el art. 1533 expresamente
establece “hay comodato si una parte se obliga a entregar a otra una cosa no fungible,
mueble o inmueble, para que se sirva gratuitamente de ella y restituya la misma cosa recibida”

Mientras que el contrato de mutuo, por ejemplo, sólo puede recaer sobre cosas
fungibles, pues el mutuario, al término del contrato, no estará obligado a devolver lo
mismo que recibió sino igual cantidad de cosas de la misma calidad y especie (art. 1525).

La distinción entre cosas consumibles y no consumibles tiene importancia debido a que


determinados contratos sólo pueden tener
por objeto a las primeras y otros únicamente a las segundas, como el mutuo y el
comodato, respectivamente.
Además, la distinción es importante en materia de derechos reales, pues el
usufructo sólo puede recaer sobre cosas no consumibles, puesto que el
usufructuario y el usuario pueden usar y gozar de la cosa ajena sin alterar su sustancia.
PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)

La clasificación entre cosas divisibles y no divisibles tiene importancia pues, al dividirse


un condominio o la partición de una herencia, sólo las cosas divisibles pueden ser objeto de
partición en especie.

Criterios de distinción

El Código Civil y Comercial realiza una clasificación de las cosas:


a) Cosas consideradas en sí mismas; distingue inmuebles y muebles, cosas fungibles y no
fungibles, cosas principales y accesorias, cosas consumibles y no consumibles, frutos y
productos, entre otros.
b) Bienes con relación a las personas; distingue los bienes pertenecientes al dominio
público, al dominio privado del Estado y los bienes de los particulares.
c) Bienes con relación a los derechos de incidencia colectiva; relativizando los derechos
individuales en función de la protección de los derechos de incidencia colectiva.

Inmuebles y muebles. Distintas clases


PRIVADO I
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Los artículos 225 y 226 del Código Civil y Comercial determinan qué debe entenderse
por inmuebles y el art. 227, por muebles.
Art. 225: Inmuebles por su naturaleza. Son inmuebles por su
naturaleza el suelo, las cosas incorporadas a él de una manera
orgánica y las que se encuentran bajo el suelo sin el hecho del hombre.

Art. 226: Inmuebles por accesión. Son inmuebles por accesión las cosas muebles que se
encuentran inmovilizadas por su adhesión física al suelo, con carácter perdurable. En este
caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad del propietario.
No se consideran inmuebles por accesión las cosas afectadas a la explotación del inmueble o a
la actividad del propietario.

Así, son inmuebles por su naturaleza: el suelo, es decir la corteza terrestre, lo incorporado
orgánicamente a él, como los vegetales, y lo que está debajo de él, es decir los árboles, ríos,
minerales enterrados, etc.
Son inmuebles por accesión: las cosas muebles que se encuentran
inmovilizadas por su adhesión física al suelo con carácter de perdurabilidad,
como son todas las clases de construcciones, casas, edificios, obras de infraestructuras
en general. Las cosas muebles que se incorporan de manera permanente a todas estas
construcciones, como las estufas de una casa, las ventanas de un edificio, las barandas,
etc. son también inmuebles por accesión, mientras permanezcan en esa condición (Rivera y
Medina, 2014).
El precepto mencionado (art. 226) establece la regla general de que “los muebles
forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad”, por lo que, celebrado un negocio jurídico sobre el
inmueble, todo lo que esté en él, adherido e inmovilizado con carácter perdurable,
forma parte de la contratación, salvo acuerdo en contrario.
Ahora bien, no se consideran inmuebles por accesión las cosas que se adhieren
transitoriamente al suelo (una carpa), ni las afectadas a la explotación del
inmueble o a la actividad del propietario, como ser las semillas puestas
intencionalmente por el dueño del inmueble, o los utensilios o máquinas de labranza, los
animales puestos para el cultivo, entre otros.

Art. 227: “Cosas muebles. Son cosas muebles las que pueden desplazarse por sí mismas o
por una fuerza externa”.

Este concepto engloba las cosas que pueden transportarse fácilmente de un lugar a otro,
movidas ya por una influencia extraña , como son los automóviles, o por sí mismas, como son
los animales que se denominan semovientes.

Cosas divisibles y no divisibles

En cuanto a las primeras, según el art. 228:


Cosas divisibles. Son cosas divisibles las que pueden ser divididas en porciones reales sin ser
destruidas, cada de las cuales forma un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes
como a la cosa misma.
Las cosas no pueden ser divididas si su fraccionamiento convierte antieconómico su uso y
aprovechamiento. En materia de inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento
parcelario corresponde a las autoridades locales.
Cosas principales y accesorias

El artículo 229 dispone: “Cosas principales. Son cosas principales las que pueden existir
por sí mismas”

. Por su parte el art. 230 prevé:


Cosas accesorias. Son cosas accesorias aquellas cuya existencia y naturaleza son determinadas
por otra cosa de la cual dependen o a la cual están adheridas. Su régimen jurídico es el
de la cosa principal, excepto disposición legal en contrario.
Si las cosas muebles se adhieren entre sí para formar un todo sin que sea posible distinguir la
accesoria de la principal, es principal la de mayor valor. Si son del mismo valor no hay cosa
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principal ni accesoria.

Así, son cosas principales las que tienen una existencia propia e independiente
de cualquier otra (por ejemplo un auto); y accesorias las que jurídicamente carecen de
existencia propia por depender de otras, por ello siguen la suerte de la principal.

La calidad de accesorias de las cosas puede manifestarse:


a) Por la accesión física: es el caso de las cosas que natural o artificialmente están adheridas al
suelo del que son accesorias, por ejemplo un edificio.
b) Por la dependencia: es el caso de las cosas muebles adheridas a otras cosas
muebles con el fin de uso, adorno, complemento o conservación. Así, en los
anteojos, las lentes son lo principal y el marco lo accesorio. La calidad de
accesorio se determina por la función o el fin para el que se ha unido, y sólo
cuando no pueda distinguirse la cosa principal de la accesoria se tendrá por principal la
de mayor valor, y si son iguales, no habrá cosa principal o accesoria.

Cosas consumibles y no consumibles

Dispone el art. 231:


Cosas consumibles. Son cosas consumibles aquellas cuya existencia termina con el primer
uso. Son cosas no consumibles las que no dejan de existir por el primer uso que de ellas se
hace, aunque sean susceptibles de consumirse o deteriorarse después de algún tiempo.

Así pues, existen dos clases de cosas consumibles:


a) Las cosas que se extinguen con el uso que de ellas se haga, como los alimentos.
b) Las que dejan de existir para su propietario, como el dinero.
Las cosas no consumibles no se extinguen con el primer uso, aunque puedan
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consumirse o deteriorarse por el uso más o menos prologado, como los muebles de una
casa, la vestimenta, etc.

Frutos y productos

Dispone el art. 233:


Frutos y productos. Frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable, sin que
se altere o disminuya su sustancia.
Frutos naturales son las producciones espontáneas de la naturaleza.
Frutos industriales son los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la
tierra.
Frutos civiles son las rentas que la cosa produce.
Las remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos civiles.
Productos son los objetos no renovables que separados o sacados de la cosa alteran o
disminuyen su sustancia.
Los frutos naturales o industriales y los productos forman un todo con la cosa, si no son
separados.

Los frutos y los productos son cosas que produce la cosa, pero entre ambas categorías
existen diferencias sustanciales: a) los
frutos se producen y reproducen en forma periódica y regular; los productos no se
reproducen; b) la extracción de los frutos no altera ni disminuye la sustancia de la cosa, que
continúa siendo la
misma; la extracción de los productos, por el contrario, trae como consecuencia la
extinción paulatina de la cosa.

Por ejemplo, una vaca produce leche como fruto y carne como producto.
La norma clasifica los frutos en:
Frutos naturales: son los que la cosa produce espontáneamente, como las crías de ganado, la
leche de los animales.
Frutos industriales: son los que se producen por la industria del hombre o de la cultura de la
tierra, como ser la soja o el trigo que se obtienen de una cosecha.
Frutos civiles: las rentas de una cosa, como el alquiler de un inmueble.
Por último, debe señalarse que los frutos naturales e industriales y los
productos no son accesorios de la cosa, sino que forman un todo con ella mientras
estén unidos, pero, una vez separados, adquieren existencia propia e independiente y deben
ser considerados cosas principales.

El patrimonio
Definición. Caracteres

El patrimonio constituye una unidad jurídica compuesta por elementos


singulares que lo integran, los cuales pueden ingresar o egresar, aumentar o disminuir o
aun ser nulos, sin que el patrimonio deje de ser tal.
El patrimonio como universalidad jurídica está integrado por los bienes materiales
(cosas), inmateriales (prestaciones, derechos) y por las relaciones
jurídicas y derechos que se ejercen sobre ellos, existiendo acuerdo en que integran la
categoría de derechos patrimoniales: lo s derechos crediticios, reales, y de propiedad
intelectual.

El patrimonio, conjunto de bienes susceptibles de valoración económica del que es titular la


persona, junto con las cargas que lo gravan, responde al concepto de patrimonio general, al
que se contrapone el de los patrimonios especiales, conjunto de bienes afectados a un fin
determinado y sometidos a un régimen especial.

El patrimonio general presenta los siguientes caracteres:


Es único e indivisible: la persona no puede ser titular de más de un patrimonio general.
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Es inalienable e intransmisible: no puede ser enajenado ni transmitido en su totalidad
como unidad.

Es idéntico a sí mismo: las variaciones en los elementos singulares que lo componen no


alteran al patrimonio como unidad o universalidad jurídica.

Por otro lado, los patrimonios especiales son conjuntos de bienes que están afectados a
un fin determinado y sujetos a un especial régimen legal. En cuanto a sus caracteres, podemos
decir:
Su existencia depende de la ley: la voluntad del titular de los bienes no es
suficiente por sí sola para crear un patrimonio especial, sino que se trata de supuestos
previstos por la ley.
Está sujeto a un régimen legal especial: el patrimonio especial es
independiente del patrimonio general, los bienes que lo integran sólo responden por
determinadas deudas.

Podemos citar , como ejemplos de patrimonios especiales, el patrimonio de la


sociedad, el patrimonio del causante mientras se mantiene separado del patrimonio de
los herederos, el patrimonio del emancipado constituido por los
bienes recibidos a título gratuito, el patrimonio del declarado presuntamente fallecido
durante el período de prenotación, entre otros.

Vivienda
Definición

Los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación, refieren en
relación a este instituto:

El derecho de acceso a la vivienda es un derecho humano reconocido en diversos


tratados internacionales. Esto justifica que se dedique un Capítulo especial para la vivienda;
el régimen proyectado sustituye al del bien de familia de la ley 14.394. Las modificaciones son
importantes, en tanto:

(a) se autoriza la constitución del bien de familia a favor del titular del dominio sin familia,
atendiendo a la situación, cada vez más frecuente, de la persona que vive sola; se permite que
el bien de familia sea constituido por todos los condóminos, aunque no sean parientes ni
cónyuges; (b) la afectación también puede ser decidida por el juez, a petición de parte, en la
resolución que atribuye la vivienda en el juicio de divorcio o en el que resuelve las
cuestiones relativas a la conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios incapaces o con
capacidad restringida; c) se amplía la lista de los beneficiarios al conviviente; (d) se prevé
expresamente la subrogación real, reclamada por la doctrina y recogida en diversos
pronunciamientos judiciales, que permite adquirir una nueva vivienda y mantener la
afectación, así como extender la protección a la indemnización que provenga del seguro
o de la expropiación; (e) se resuelven problemas discutidos en la doctrina, los cuales son:
la situación de la quiebra, adoptándose el criterio según el cual el activo liquidado pertenece
sólo a los acreedores anteriores a la afectación, y si hay remanente se entrega al propietario;
la admisión de la retroprioridad registral, en tanto se remite a las normas de la ley registral
que así lo autorizan; la inoponibilidad a los créditos por expensas en la propiedad
horizontal y a los créditos alimentarios, etcétera.

El régimen legal de protección de la vivienda, regulado en el art. 244 del CCCN,


tiene un alcance amplio, pues no sólo protege la vivienda donde reside la familia, sino
también la persona individual.
La característica fundamental de este régimen es que, una vez afectada la
vivienda e inscripta en el Registro de la Propiedad, la misma se torna inembargable e
inejecutable por deudas que contraiga su titular, aun en caso de concurso o quiebra e
independientemente de cuál sea la causa de la obligación, si ésta es posterior a la afectación.

Régimen de afectación: presupuestos fácticos


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De acuerdo al art. 244 del código unificado, puede afectarse un inmueble destinado a
vivienda por su totalidad o hasta una parte de su valor. Es decir que la ley permite una
protección parcial a quien posee un inmueble de gran valor, lo que, por un lado, asegura la
vivienda y, por otro, evita el abuso que significa proteger la vida lujosa del deudor mientras su
acreedor no puede cobrar lo que es legítimamente debido.

Por otro lado, tampoco puede afectarse más de un inmueble, por lo que, si
alguien es propietario único de dos o más inmuebles, debe optar por la subsistencia de
uno solo dentro del plazo que fije la autoridad de aplicación, so pena de considerar afectado el
constituido en primer término.

Sub-Eje Temático 5: LA CAUSA FUENTE DEL ACTO JURÍDICO:

El hecho jurídico
Además de las ideas cardinales de sujeto y objeto de las relaciones jurídicas, tenemos
también otra noción cuya importancia procuraremos destacar: la causa eficiente, en virtud
de la cual las relaciones jurídicas nacen, se modifican, transforman, transmiten o extinguen.
Los hechos jurídicos son todos los acontecimientos que, según el ordenamiento
jurídico, producen el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas (art. 257 CCCN).

Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe
entenderse que el suceso o acontecimiento está previsto de antemano por la
ley , para que, según las circunstancias y siempre que se reúnan los requisitos que
impone una determinada norma, produzca efectos jurídicos.
Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa eficiente porque, luego de que se
produce, el ser humano adquiere automáticamente, con carácter definitivo e irrevocable,
la personalidad jurídica.
En el Código Civil y Comercial se encuentran regulados en el Título IV del Libro I,
Parte General; en este título se trata con gran extensión la teoría de los hechos y actos
jurídicos.

Los hechos jurídicos se clasifican en hechos externos o naturales y hechos humanos. Los
primeros son aquellos en los que no interviene para nada la conducta humana, como el
nacimiento, la muerte, la destrucción natural de una
cosa, el derrumbe de un edificio por un terremoto, etc. Estos, si bien son hechos en los
que no intervino la voluntad del hombre, son jurídicos en tanto producen consecuencias para
el derecho.
Los hechos voluntarios, a su vez, se dividen en lícitos e ilícitos, según sean conformes o
contrarios a la ley. Los hechos voluntarios ilícitos pueden ser:
delitos (se supone la intención de causar un daño) o cuasidelitos (se causa el daño
aunque no haya habido intención; es por culpa: imprudencia, negligencia o impericia), y los
lícitos son los actos jurídicos y pueden ser los simples actos lícitos.

La voluntad jurídica
Definición
La voluntad individual apreciada en el mundo de las relaciones jurídicas juega un papel
fundamental.
Así, Buteler Cáceres explica que, si partimos de los atributos de las
personas y , dentro de ello, de la capacidad, se advierte que la voluntad o la aptitud de
voluntad es el presupuesto primario, indispensable de la capacidad de hecho.

Asimismo, señala que, si se tiene en cuenta el domicilio, dentro de éste se encuentra el


real o voluntario, el que se constituye por la voluntad soberana de una persona capaz, en
cuanto esté materializada de un modo concreto.

Enunciación de los elementos internos y externos

El artículo 260 del Código Civil y Comercial prevé “Acto voluntario. El acto
voluntario es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por
un hecho exterior”.
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Los actos voluntarios son aquellos ejecutados con discernimiento, intención y libertad,
presupuestos estos que integran el elemento moral o interno del acto voluntario, además del
elemento material o externo, que es la manifestación de la voluntad.
Cada elemento interno, como se verá, puede verse obstado por determinadas
circunstancias como la minoridad, la declaración de incapacidad o vicios, o el
error, dolo o violencia, que afectarán a uno o varios de esos elementos, ocasionando la
involuntariedad del acto.

Elementos internos
El discernimiento. Definición

El discernimiento se refiere a la aptitud general de conocer, es decir, a la


madurez intelectual para razonar, comprender y valorar el acto y sus consecuencias. Se
trata, en definitiva, de tener una conciencia cabal de nuestras propias acciones, de su
conveniencia e inconveniencia, de su bondad o maldad, de su licitud o ilicitud (Buteler
Cáceres).
Esta aptitud depende del grado de madurez que se haya alcanzado y puede faltar por la
edad o por cuestiones de salud mental.

Causas obstativas del discernimiento


El artículo 261 del código único reza
Acto involuntario. Es involuntario por falta de discernimiento:
a) el acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de la razón;
b) el acto ilícito de la persona menor de edad que no hay cumplido diez años;
c) el acto lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin
perjuicio de lo establecido en disposiciones especiales.

Tal como hemos señalado anteriormente, el discernimiento es uno de los elementos


necesarios para que exista voluntad jurídica, por lo que la ausenciade éste conlleva la
involuntariedad del acto.
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La falta de discernimiento determina la falta de aptitud del sujeto para hacer uso de la
autonomía privada y no se produce a raíz de vicio alguno sino por una circunstancia inherente
a la aptitud intelectual general del sujeto.

Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes grupos:
aquellas que presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la
inteligencia (minoridad, en tanto inmadurez; puntos “b” y “ c”) y las que
importan considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus facultades
intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, punto “a”).
Respecto a la privación de razón, ésta puede ser de dos clases según la falta de
razón refleje alguna clase de patología más o menos permanente o bien un
oscurecimiento del intelecto temporal o accidental y sólo relacionado con el acto en
cuestión; circunstancias que incidirán en los extremos a acreditar en un eventual juicio y, todo
ello, debiendo tener en cuenta los alcances concretos de la inhabilidad del sujeto en caso de
que hubiera sido objeto de una declaración.
En relación a la edad, debe señalarse que, de acuerdo al sistema que adopta el
Código Civil y Comercial, según el cual se presume, sin admitir prueba en contrario, que
las personas obran con discernimiento a partir de determinadas edades, éstas deben ser
capaces de distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.
En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta antes la noción de lo
bueno y de lo malo que la apreciación de lo que para él puede ser
conveniente o inconveniente y , por ello, presume, sin admitir prueba en
contrario, que los menores mayores de diez años tienen discernimiento para ejecutar
actos ilícitos y por ende habrán de responder por sus consecuencias, es decir que
responderán civilmente con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio de la responsabilidad de
los padres y del derecho de repetición que, en razón de este discernimiento, estos tienen
contra sus hijos (art. 1754 CCCN).

La intención. Definición
Se ha definido la intención como el discernimiento aplicado al acto concreto de que se trata.
Es representarse los motivos determinantes de la acción y tener conocimiento concreto del
estado de casos (Buteler Cáceres)

La libertad. Definición
La libertad consiste en el imperio de sí, en la posibilidad de elección sin coacción, en la
determinación propia, la independencia de la voluntad. Consiste en la posibilidad de elegir
entre distintas opciones sin presiones de ninguna naturaleza.
Este concepto comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral o libre
albedrío.
Así, la libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada por la persona, sin
ningún influjo extraño que pueda torcerla o desvirtuarla.
La libertad física es el poder material de hacer lo que de antemano se ha resuelto
hacer , o bien, abstenerse de hacer lo que de antemano se ha resuelto no hacer.

Elemento externo
La manifestación de la voluntad: noción

Tal como hemos señalado anteriormente, la voluntad jurídica debe manifestarse a través
de un hecho exterior. Esta exigencia luce razonable, dado que, de no existir alguna
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exteriorización, el mero suceso interno no puede ser valorado por el ordenamiento. Es decir
que una voluntad no manifestada no es de interés para el derecho, ya que, sin exteriorización,
no sólo no puede haber
hecho voluntario, sino tampoco involuntario: a los efectos legales, en ambos
casos no habría modificación alguna susceptible de ser aprehendida por el derecho.

Ahora debemos preguntarnos: ¿qué sucede en aquellos casos en los que la voluntad
interna no coincide con la declarada?

Es importante, como se ha sostenido anteriormente, que los elementos internos y el


elemento externo se sumen para lograr efectos en el mundo del derecho. Sin embargo, puede
haber falta de coincidencia; por ejemplo, cuando
se expresa algo que no se tiene la intención de expresar, algo diferente a lo querido. En
estos casos se plantean cuestiones relativas a la posibilidad de que esos actos sean válidos y,
además, a los criterios de interpretación que se deben
utilizar para determinar qué es lo correcto, si lo que se quiso o lo que se manifestó.
Respecto de este dilema se han planteado teorías que trataron de dar respuesta y que
son explicadas con gran claridad por Tagle.
Señala la mencionada autora que, en la doctrina jurídica moderna, el problema de la
divergencia es resuelto por dos teorías opuestas: la teoría de la voluntad y la teoría de la
declaración.

La teoría de la voluntad, también conocida como teoría francesa, expuesta


originariamente por el alemán Savigny, considera que el efecto jurídico se produce por
consecuencia de la voluntad interna y no por la declaración que de ella se hace. Es decir
que, para este teoría, el elemento importante es el elemento interno o voluntad real,
en tanto que la declaración o elemento externo no es más que el medio de dar a conocer la
voluntad real, por lo que, en caso de divergencia, debe darse preeminencia a la intención
efectiva del agente.

Por otro lado, la teoría de la declaración, o teoría alemana, sostiene que


la voluntad interna carece de relevancia jurídica puesto que no es conocida por el
derecho sino a través de sus manifestaciones exteriores, por lo que sólo la declaración de
voluntad tiene valor y merece respeto.

En otro orden de ideas se encuentran las teorías intermedias, que advierten que,
llevadas a sus extremos, la teoría de la voluntad real y la de la declaración resultan
inaceptables; la primera porque protege
exclusivamente el interés del autor de la declaración, dándole la posibilidad de
impugnarla cuando no coincide con la voluntad interna, lo que atenta contra la seguridad
jurídica. La segunda, a la inversa, lesiona el principio de autonomía de la voluntad sobre el que
se construye toda la teoría del acto jurídico.

De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto, elaboran
soluciones que combinan la necesidad de respetar la real intención de las
partes con la seguridad y confianza que deben prevalecer en las relaciones jurídicas. Así,
la teoría de la responsabilidad considera que debe respetarse la
voluntad interna, a menos que la divergencia entre la manifestación y la voluntad real
sea producto de la negligencia del declarante, en cuyo caso, éste deberá soportar las
consecuencias. Por otro lado, la teoría de la confianza
afirma que la declaración debe prevalecer sobre la voluntad interna cuando
haya suscitado legítima expectativa en el destinatario, y siempre que éste no
haya obrado culposamente al no poner la debida atención que le habría permitido
captar los elementos objetivos que indicaban la falta de voluntad.

Ahora bien, descrito el debate, debemos preguntarnos ¿qué ocurre en el Código Civil y
Comercial Argentino?
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Si bien nuestro Código no contiene precepto alguno que expresamente establezca cómo
debe resolverse la cuestión, diversas disposiciones demuestran
que se ha acogido como principio rector la doctrina de la voluntad, haciendo
predominar la voluntad real del agente sobre la declaración. Esto se evidencia en la
reglamentación de la teoría general del acto voluntario, en la recepción de
la teoría general de los vicios de la voluntad, en la consagración del respeto al principio de la
autonomía de la voluntad que importa la facultad de los particulares de reglar sus
relaciones jurídicas.

Sin embargo, este principio de respeto a la voluntad interna se encuentra atenuado en


diversas disposiciones particulares, en resguardo del valor
seguridad en el tráfico jurídico, y tienen eficacia ciertas declaraciones de la
voluntad no obstante su discordancia con el íntimo querer del sujeto que las realiza.

Así, por ejemplo, en diversas normas, la ley hace prevalecer la buena fe, la
confianza o la responsabilidad a fin de proteger al destinatario de la declaración. Ello
sucede en la adopción del error reconocible (arts. 265 y 266), en la preeminencia de la buena
fe en el ejercicio de los derechos –como en la ejecución e interpretación de las relaciones
jurídicas (arts. 9, 10) –, así como en el no amparo del dolo recíproco (art. 272) ni de la
simulación dirigida a perjudicar terceros (Arts. 333 y 334).

Los diversos modos de manifestación de la voluntad

El elemento externo es la declaración de voluntad, la conducta por la cual el sujeto


exterioriza o manifiesta su voluntad. A este elemento alude el art. 262 del Código Civil y
Comercial “Manifestación de la voluntad. Los actos pueden exteriorizarse oralmente, por
escrito, por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material” .

Este precepto contempla la manifestación de la voluntad expresa, que se da


cuando hay un signo exterior sensible emitido por el declarante con el único objeto de
dar a conocer su voluntad concreta.
Esta declaración positiva puede concretarse a través de:
a) Manifestación verbal. La manifestación de la voluntad por medio de la palabra hablada, si
bien es un medio que traduce exactamente la voluntad interna del emisor, tiene el
inconveniente de que éste puede más tarde negar o alterar lo
dicho, haciendo muy difícil probar su existencia, por lo que sólo se utiliza en actos de
menor importancia.
b) Manifestación escrita. Ésta se traduce en la exteriorización de la voluntad en un
cuerpo de escritura que contiene la voluntad de quien la emite. Es la que mayores
garantías ofrece, ya que da certeza plena, pudiendo estar contenida en instrumento público o
privado. Es la más conveniente sin dudas, pues , al quedar consagrada por escrito, adquiere
fijeza y por ende otorga seguridad, ya que facilita la prueba de la declaración de voluntad.
c) Manifestación por signos. Esta declaración consiste en la utilización de gestos o
actitudes dirigidos a otro u otros respecto de determinados objetos, permitiendo lograr
un significado único e inconfundible. Es decir, hay una actitud física del sujeto que no deja
lugar a dudas sobre su voluntad interna. Por ejemplo, quien levanta la mano en un remate
para hacer una postura, o quien levanta la mano en la votación de una asamblea.
d) La última parte del artículo alude a “hechos materiales”; aquí salimos, sin
embargo, del campo de las declaraciones para pasar al de la mera manifestación, con lo
cual se ingresa al terreno de la exteriorización tácita de la voluntad.

Por otro lado y en continuidad con el punto “d” , tenemos la manifestación tácita o
indirecta de la voluntad, que, a diferencia de la positiva, no tiene por
fin dar a conocer la voluntad de manera directa, sino que ésta se infiere del
comportamiento del sujeto.
PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)
El artículo 264, prevé: “Manifestación tácita de la voluntad. La manifestación tácita de la
voluntad resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de
eficacia cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa”.

Silencio como manifestación de la voluntad. El silencio opuesto


a actos o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad
conforme al acto o la interrogación,
excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de
la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual
y las declaraciones precedentes.

Conocemos el viejo adagio que dice “el que calla, otorga”. Este adagio no tiene vigencia
dentro del orden jurídico, donde la regla es que el silencio es un signo negativo: el que calla
ni afirma ni niega. El silencio sólo excepcionalmente puede constituir un modo de
manifestación o declaración de la voluntad tácita.
Estos casos de excepción son:
a) Cuando haya obligación legal de expedirse. Cuando la ley impone la
obligación de pronunciarse y el obligado guarda silencio, éste es considerado como una
manifestación de voluntad. Por ejemplo, quien, debiendo absolver
posiciones, no concurre o se niega a responder, queda confeso en todos los hechos que
surgen de la relación de preguntas (art. 417 del CPCCN).

b) Cuando las partes hubieren dispuesto un deber de expedirse en el marco de un contrato. Si


nos inclinamos por el efecto obligatorio de los contratos,
estaríamos frente a un supuesto similar al primero; sin embargo, también es posible
considerar que ese silencio es una declaración, ya que podría haberse
pactado que el silencio tenga ese valor, en tanto signo inequívoco particular .
c) Cuando los usos y costumbres impongan el deber de expedirse. En los casos donde el
ordenamiento positivo prevé que la costumbre es fuente de derecho (art. 1) e impone el deber
de pronunciarse, el silencio será considerado como manifestación tácita de voluntad. Es decir,
nuevamente estaríamos ante un caso donde hay deber legal de manifestarse.
d) Cuando hay una obligación de explicarse a causa de una relación entre el silencio actual y
las declaraciones precedentes. Cuando se puede relacionar el
silencio actual con la conducta precedente del sujeto, las circunstancias
autorizan a presumir que el silencio importa una manifestación de voluntad concordante
con sus manifestaciones precedentes. Así, por ejemplo, si me
proveo de libros con una de las tantas editoriales que trabajan en Córdoba y
tengo de antemano este trato: que todas las obras de derecho civil que aparezcan mes
a mes, me las deben enviar; si al mes siguiente no las devuelvo,
ello significará que las he comprado y deberán cargarlos en mi cuenta. El silencio está
de antemano erigido en declaración de voluntad.

Vicios de los actos voluntarios


PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)
Al tratar los vicios de la voluntad resulta necesario recordar la definición de voluntad
jurídica según la cual: es la voluntad sana y manifestada que genera, modifica, transforma o
extingue relaciones o situaciones jurídicas.
Esta voluntad, tal como señalamos anteriormente, está condicionada por la trinidad de:
discernimiento, intención y libertad.
Ya dijimos que el discernimiento es la aptitud general de conocer, la facultad de discurrir, es
tener conocimiento pleno de las consecuencias de los actos.
Respecto del discernimiento, éste existe o no en caso de que hayan causas
obstativas, pero no es pasible de vicios.
En cambio, en relación a los otros dos elementos, intención y libertad, sí pueden
concurrir vicios. Así, respecto a la intención, pueden afectarla los vicios de error o ignorancia o
el vicio del dolo. En estos casos, no habrá intención. Y ,respecto de la libertad, pueden
concurrir la fuerza irresistible o la intimidación.

El error. Noción
El primero de los vicios que afecta la intención es el error, y consiste en un
conocimiento inexacto de la realidad. Es el falso conocimiento o la falsa noción acerca de
alguno de los elementos de las circunstancias vinculadas al acto que se ejecuta o a su régimen
legal.
Cabe distinguir entre error de derecho y error de hecho, según el falso
conocimiento se dé respecto de una norma jurídica aplicable a una determinada
situación o relación jurídica o se le dé un alcance distinto; o sobre las circunstancias o
elementos fácticos que hacen al negocio o relación jurídica de que se trate.

También se distingue entre error espontáneo o provocado, según la persona


haya cometido la falsa noción por ella misma o haya sido inducida a la falsa creencia. Y
entre error esencial o accidental: el primero es el que recae sobre la naturaleza del acto, su
objeto, la causa principal, las cualidades sustanciales de
la cosa o la persona del otro contratante; el segundo es el que recae sobre algún
accesorio de la cosa. Finalmente, el error puede ser excusable o
inexcusable, según haya habido culpa o no del agente en el yerro.

Error de hecho. Definición. Caracteres


El error de hecho, tal como ya referimos, es la falsa noción que recae sobre los elementos o
circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica de que se trate. Éste puede
recaer en el contenido o presupuesto del acto, así como en la identidad de las personas, en la
naturaleza o características de las cosas o los hechos materiales constitutivos de la conducta.
El error de hecho que vicia la voluntad debe ser espontáneo y esencial, ello de acuerdo lo
prescribe el art. 265 del código único, que prevé “Error de hecho. El error de hecho esencial
vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es
bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el
destinatario para causar la nulidad”.
Así las cosas, para que el error de hecho pueda ser invocado por quien lo ha sufrido, debe
tratarse de un error esencial, espontáneo y además reconocible.

El error es esencial si recae sobre la naturaleza del acto, sobre un bien o un


hecho diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o una calidad,
extensión o suma diversa a la querida; sobre la cualidad sustancial del
bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la apreciación
común o las circunstancias del caso; sobre los motivos personales relevantes
que hayan sido incorporados expresa o tácitamente; sobre la persona con la
cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue determinante para su
celebración (art. 267 del CCCN); en una palabra, sobre los aspectos primordiales del acto.

El error es espontáneo si se ha cometido por una falsa noción de la persona misma y


no porque la otra parte del negocio jurídico la indujo a error, pues sería un error provocado.
PRIVADO I
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Es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza
del acto, las circunstancias de persona, tiempo y lugar (art. 266 del
CCCN). El error debe ser reconocible en los actos jurídicos bilaterales –por
ejemplo el contrato– y en los actos unilaterales recepticios, en los que la declaración va
dirigida a otra persona y , una vez conocida por ella, comienza a
producir efectos (por ejemplo una oferta contractual, una notificación de la cesión del
deudor cedido).
Este requisito de la reconocibilidad significa que cada persona debe comportarse
diligentemente, y sólo se habilita la anulación del acto a favor del
emisor cuando el yerro tendría que haber sido conocido por el receptor de haber
actuado con diligencia. Es decir que lo que hay que determinar es si la persona afectada
por la declaración del que yerra estuvo o no en condiciones de percibir que el emisor se había
equivocado y , en consecuencia, de haberle advertido, ya que, de ser efectivamente así y no
haberlo hecho, sería anulable el acto por haber actuado de mala fe.

Lo que la ley pretende es que ambas partes sean diligentes al celebrar un


negocio y leales la una con la otra: al emisor se le exige que no declare
cualquier cosa sin medir las expectativas que genera y al receptor , que, de percibir que
se está incurriendo en error, se lo advierta a la otra parte para que pueda rectificar, so pena de
poder incurrir en reticencia dolosa.
En una palabra, que sea reconocible por el destinatario de la declaración
implica que, si ella no conoció el error ni lo pudo conocer actuando con una normal
diligencia, el acto viciado por error y , por ende, involuntario, produce la plenitud de sus
efectos.

Clases de error. Efectos.


Hemos puesto de relieve anteriormente que hay distintas clases de error.
Así, tenemos por un lado la gran distinción entre error de hecho y error de
derecho; tal como señalamos, el primero recae sobre los elementos o
circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica de que se
trate, sobre el dato de hecho, contenido o presupuesto del acto, sobre la
identidad de las personas; mientras que el error de derecho consiste en
desconocer la existencia o contenido de una norma jurídica o interpretar su significado
de una manera distinta a la real o hacer una aplicación inexacta.
Ahora bien, dentro del error de hecho caben dos categorías: error esencial y error
accidental.

El error esencial, regulado en el art. 267 del Código Civil y Comercial, es el que afecta los
aspectos primordiales del acto. El precepto contempla distintos supuestos.

a) Error en la naturaleza del acto: es aquel que recae sobre la especie jurídica del
acto que se celebra, produciéndose una divergencia o falta de concordancia entre la
declaración o comportamiento de una de las partes y la representación de lo declarado o
actuado. Por ejemplo, cuando alguien presta algo a quien entiende que se lo están
regalando.

b) Error sobre el objeto: este error se produce cuando el sujeto cree celebrar un
negocio jurídico respecto de un determinado objeto o de un determinado
hecho y , en realidad, se trata de una cosa o hecho distinto. Puede afectar la
individualidad de la cosa, por ejemplo: creo estar comprando un terreno en un determinado
lugar y lo estoy comprando en otro; en su especie: por ejemplo, en una venta de granos, el
vendedor ha entendido que se trata de cebada y el
comprador de trigo; error sobre la cantidad, extensión o suma, este error de cantidad
no debe consistir en un mero error en el cálculo.
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c) Error en la sustancia: debe entenderse por sustancia o cualidades sustanciales de una cosa,
todas las partes y todas las propiedades de una cosa, sin las cuales dejaría de ser lo que ella es.
Es decir, no sólo debe tratarse de una cualidad de la cosa sino que esa cualidad se ha tenido en
mira al contratar, es decir, no debe ser accidental. En una palabra, habrá que ver en cada
caso cuáles son las
cualidades esenciales de la cosa, que son aquellas que las partes esperaron encontrar en
el objeto adquirido y que fueron especialmente tenidas en cuenta,
como también el supuesto de que, sin esas cualidades, el acto no se habría
celebrado, cuestión que debe ser apreciada conforme a las circunstancias del caso.

d) Error en la causa: se trata del error que recae sobre el elemento moral, es decir ,
el motivo interno que ha inclinado a ejecutar el acto. Al pertenecer al fuero interno de
cada sujeto, los motivos sólo pueden llevar a una anulación cuando
surjan expresa o implícitamente del acto, ya que, de lo contrario, se estaría
perjudicando a la otra parte, que no tiene forma de conocer lo que pensaba el otro. Así, quien
compra un automóvil creyendo por error que el suyo no tiene arreglo no podría, una vez
advertido de la realidad de las cosas, demandar la nulidad del acto, ya que se trata de
motivos ajenos al vendedor.

e) Error en la persona: el error sobre la persona es aquel que recae sobre alguno de los
sujetos o partes del negocio, ya sea respecto de la identidad de uno deellos o de sus
cualidades. Este error es causa de nulidad solamente cuando la
consideración de la persona ha sido causa determinante para su celebración,
como la donación hecha a una persona a quien se toma por otra, o en las obligaciones
intuitae personae; pero no es causa de nulidad cuando la persona del contratante es
indiferente, como en el caso de un prestamista, vendedor o locador.

El error de derecho. Definición. Principio general


El error de derecho consiste en desconocer la existencia o contenido de una norma
jurídica, o interpretar su significado de una manera distinta a la real, o hacer una aplicación
inexacta de esa norma a una situación jurídica que no la
regula, o atribuir a un hecho o una situación jurídica una calificación jurídica incorrecta,
o suponer en vigor una norma inexistente. En una palabra, es la defectuosa imputación
de las consecuencias jurídicas vinculadas a una determinada relación o negocio, en razón
de una falsa noción sobre el alcance, sentido y significación de la ley (Tagle, 2002).

El artículo 8 del Código Civil y Comercial dispone “Principio de inexcusabilidad.


La ignorancia de las leyes no sirve de excusa para su cumplimiento, si la excepción no
está autorizada por el ordenamiento jurídico”.

De este modo, el precepto establece el principio general de que nadie, so pretexto de


ignorancia, podrá impedir la fuerza obligatoria de la ley o eludir las sanciones o
responsabilidades que la ley impone en razón de nuestros propios actos. Ello así, pues, si a
cada uno le fuese permitido aducir el desconocimiento
de las leyes para eludir las consecuencias que emanan de sus prescripciones
(para sustraerse de las obligaciones que la ley impone), estaríamos ante un
verdadero caos jurídico, pues ningún derecho podría subsistir y no habría seguridad
jurídica.
Ahora bien, este principio no es absolutamente rígido, ya que puede ceder ante excepciones
que contemple el ordenamiento jurídico; así también cuando, por
una interpretación judicial, se pueda hacer mérito de las situaciones de vulnerabilidad.

El dolo

La palabra dolo tiene en derecho distintas acepciones: a) como elemento intencional del
acto ilícito, es la intención o propósito de causar un daño; b) en
el ámbito obligacional, el dolo es la deliberada intención de no cumplir
pudiendo hacerlo y c) como vicio de la voluntad, en tanto interviene en la
formación del acto jurídico, consiste en maniobras engañosas empleadas por una de las
partes para inducir a la otra a celebrar un determinado acto jurídico.
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Definición de dolo como vicio de la voluntad.


Requisitos
El régimen legal aplicable al dolo como vicio que afecta la intención en los actos voluntarios
está contenido en los arts. 271 a 275 del Código Civil y Comercial.
El art. 271 expresa:
Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de lo
verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee para la celebración del
acto. La omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa,
cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación.
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De tal modo, el dolo es toda maniobra tendiente a engañar, a fin de inducir a alguien a la
realización de un acto que no habría sido celebrado de no mediar este vicio. Puede consistir
tanto en una acción como en una omisión dolosa. En
el primero se realizan maniobras o ardides destinados a provocar una falsa
visión en la víctima para que realice un acto que, de otra manera, no habría decidió
ejecutar; en tanto, en el segundo, se aprovecha el engaño de otro, pese a no haber realizado
nada concreto para que cayera en el mismo.
Para que el dolo provoque la invalidez del negocio jurídico, será imprescindible que concurran
las siguientes circunstancias:
a) Que el dolo haya sido esencial, es decir grave, determinante de la voluntad.
b) Que haya ocasionado un daño importante.
c) Que no haya habido dolo recíproco, es decir de ambas partes.

Dolo esencial e incidental. Efectos

El artículo 272 del Código prevé “Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la
nulidad del acto si es grave, es determinante de la voluntad, causa un daño importante
y no ha habido dolo por ambas partes”.
De tal modo, el dolo esencial es el que ha sido causa determinante, causa eficiente del
consentimiento del engañado para la celebración del acto y puede ser invocado para
anularlo. Para determinar si el dolo es esencial, habrá que verificar que se reúnan los
cuatro requisitos que fija el precepto:

Que sea grave: la gravedad del dolo alude a la entidad del engaño, astucia o ardid. La
conducta o maniobra empleada debe ser apta para inducir a engaño a una persona que pone
la diligencia necesaria en los asuntos, calidad que ha de
ser evaluada en función de las circunstancias y condiciones personales del sujeto
engañado.

Debe ser determinante de la voluntad: ello es así cuando, de no haber mediado el


engaño, el sujeto no hubiere celebrado el negocio jurídico. Ésta es la principal diferencia con el
dolo incidental que seguidamente veremos.
Debe probar un daño importante: el artículo no sólo requiere que la víctima
haya sufrido un daño, sino que éste haya sido de relevancia, con cierta significación
para la persona que lo sufre, pero no sólo de significación económica, pues puede
tratarse de un daño moral. (Tagle, 2002).

Ausencia de dolo de ambas partes: quien obra con dolo no puede pretender que se anule
el acto alegando el cometido en su perjuicio por la otra parte. Ello así, pues se trata de una
exigencia negativa, cuyo fundamento radica en la reglade que nadie puede alegar la propia
torpeza. Además, se trata de un deber moral que deben presidir las relaciones entre las
personas, por ello “quien juega sucio no tiene derecho a exigir juego limpio”.

Por su parte, el dolo incidental es aquel en el que le faltan uno o más requisitos que exige el
art. 272 para que el dolo sea apto para actuar como vicio. El dolo
incidental no afecta la celebración del acto, sino sus condiciones. Es decir, la
parte que lo sufre lo habría celebrado aun de no haber mediado el engaño,
aunque en condiciones distintas; por ende, no es causa de invalidez del acto,
aunque quien lo comete debe resarcir los daños causados de conformidad al art. 275 del
Código Civil y Comercial.
Finalmente, debemos señalar que el dolo esencial y el dolo incidental pueden
ser directo, si es cometido por una de las partes del acto jurídico, su
dependiente o representante; o indirecto, si proviene de la conducta de un tercero
ajeno a la relación de que se trata para beneficiar a alguna de las partes.
Una y otra clase de dolo afectan la validez del acto (art. 274 del CCCN).

La violencia. Noción
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La libertad como tercer requisito de la voluntad es aquélla que permite auto
determinarse sin influencias mayores a las habituales. Precisamente, la violencia
importaría una influencia superior a la tolerable: consiste en ejercer coerción sobre una
persona para obligarla a realizar un acto.
Nuestro Código emplea los términos “fuerza irresistible” e “intimidación” para referirse a la
violencia como vicio de la voluntad que excluye la libertad. Así, la
violencia en términos jurídicos es la coerción que por distintos medios se
emplea sobre una persona para obligarla a ejecutar un acto que no estaba dispuesta
realizar. La violencia se presenta en dos formas diferentes: la fuerza irresistible, que tiene
lugar cuando se excluye la voluntad mediante el empleo de una presión física irresistible o de
malos tratamientos corporales; o bien, la intimidación o amenazas que inspiran en la víctima
el temor fundado de sufrir un mal inminente y grave que suprime su libertad en el obrar.

Clases. Efectos
El artículo 276 del Código Civil y Comercial prevé:

Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir
un mal grave e inminente que no se pueden contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la
parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las
amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las demás
circunstancias del caso.
.

Estas amenazas deben ser graves, es decir , deben tener aptitud para crear el temor
racionalmente fundado, lo que se valorará de acuerdo a la situación del amenazado y las
demás circunstancias del caso (art. 276 del CCCN).
La gravedad se valorará teniendo en cuenta los bienes jurídicos –que pueden ser de
naturaleza patrimonial o no; la vida, la salud, la honra, la reputación, la
intimidad, etc.– del propio amenazado, así como de cualquier otro sujeto en tanto y en
cuanto se demuestren aptos para alterar la conducta del afectado.
Asimismo, el mal amenazado ha de ser inminente, no necesariamente presente o actual,
pero sí de realización en un lapso más o menos próximo, de modo que no pueda evitarse a
tiempo ni reclamarse el auxilio de la autoridad pública para impedir la amenaza o defenderse
de ella. Sin embargo, es menester atribuir al término de “inminente” un significado más
amplio, pues, en ocasiones, el factor tiempo carece ciertamente de relevancia.

Aunque la ley no lo diga expresamente, la violencia, en cualquiera de sus modalidades,


debe haber sido la causa determinante de la ejecución del acto, pues, si el sujeto, por otros
motivos, igualmente lo habría celebrado, no puede considerare que el vicio de violencia haya
excluido la voluntariedad.

Tanto la fuerza irresistible como las amenazas pueden provenir de una de las partes del
acto o de un tercero (art. 277 del CCCN) y el autor debe reparar los daños (art. 278 del CCCN).
A diferencia de lo que ocurre con el dolo, la existencia de daños no es un requisito para que se
configure el vicio de violencia. Sin
embargo, en la práctica al ser un ataque a la integridad de la
persona, la violencia siempre apareja un daño al menos de naturaleza moral.

Quien deberá resarcir será la parte del acto o el tercero autor de la violencia; ahora bien, si
proviene de un tercero, pero ésta era conocida por la otra parte, se le atribuye la
condición de cómplice y responde solidariamente, aun cuando hubiera tomado
conocimiento a posteriori y guardara silencio al respecto.

Sub-Eje Temático 6: Los actos jurídicos:

Acto jurídico. Definición.


El artículo 259 del Código Civil y Comercial define al acto jurídico en los siguientes
términos: “El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas” .
PRIVADO I
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Así, dentro de las clasificaciones y subclasificaciones en las que se funda el
Código, tal como hemos señalado en el Módulo 3, el acto jurídico se presenta
como un hecho humano –acto– voluntario y lícito que tiene además la
particularidad de tener por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de
relaciones o situaciones jurídicas.

De tal definición se advierten los caracteres que presenta el acto jurídico:


1) Es un acto voluntario: el acto jurídico es en esencia un acto voluntario, es decir ejecutado
con discernimiento, intención y libertad. Esta
voluntad interna debe traducirse en una acción material que la dé a conocer.

2) Acto lícito: el acto jurídico debe ser conforme a los preceptos del derecho, pues no
podría concebirse que el ordenamiento tutelara actos contrarios al ordenamiento mismo.
De modo que, cuando aparece en
sus elementos lo contrario a la ley, al orden público o a las buenas costumbres, la
ilicitud se comunica a todo el acto que, en consecuencia, es inválido.

3) El fin jurídico inmediato: el fin jurídico es la realización de un interés que la ley


considera digno de tutela, característica sobresaliente del acto
jurídico porque en ella se manifiesta el aspecto funcional del negocio jurídico como
instrumento destinado a cumplir una función económico social. Estos aspectos funcionales el
que permite distinguir el acto jurídico de otros actos que, siendo voluntarios y lícitos, no son
actos jurídicos, ya que la voluntad no está encaminada a establecer relaciones jurídicas, o no
tiene por objeto inmediato la producción de efectos jurídicos.

Elementos esenciales

En relación al sujeto: voluntad, capacidad, parte otorgante y representante


En la estructura del acto jurídico se distingue el contenido que lo integra,
conformado por las reglas establecidas por los sujetos en ejercicio de la autonomía
privada, de los elementos que concurren a formarlo. Estos últimos son los elementos
esenciales que, por ser tales, constituyen el negocio jurídico.
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Ellos son: los sujetos, el objeto, la causa y la forma.
Diferentes personas o sujetos pueden intervenir en el otorgamiento de un acto
jurídico, por lo que corresponde distinguir entre partes, otorgantes y representantes.

Las partes: son las personas o sujetos que, con la declaración de voluntad, ejercen una
prerrogativa jurídica que les es propia, por repercutir directamente en su esfera de interés
patrimonial o extrapatrimonial. Es decir, son los sujetos a quienes se imputan las relaciones
jurídicas que el acto tiene por fin establecer, aquellos cuyos derechos se crean, modifican,
transfieren, extinguen, etc.

Los otorgantes: son quienes intervienen en la celebración de un acto emitiendo la declaración


de voluntad que conforma su contenido. Generalmente, quien otorga el acto es la parte,
pero en muchas ocasiones ocurre que quien otorga el acto no es la parte, sino otro sujeto que
obra en su representación.

Los representantes: son quienes, en virtud de una autorización legal o convencional,


emiten una declaración de voluntad en nombre, por cuenta y en interés de otra,
denominada representado. Según la naturaleza de la
autorización para obrar en nombre de otro, los representantes son legales o voluntarios.

Ahora bien, la validez del acto jurídico en relación a los sujetos depende de dos requisitos: a) la
capacidad; b) la voluntariedad.

La exigencia de la capacidad supone la aptitud para ejercer por sí mismos actos jurídicos
válidos –capacidad de ejercicio– por lo que, tratándose de una persona menor de edad, el acto
será válido cuando se trate de aquél que la ley autoriza
otorgar (por ejemplo, el supuesto de que el adolescente puede decidir por sí respecto
de aquellos tratamientos que no resulten invasivos ni comprometan su salud o provoquen un
riesgo grave en su vida o integridad física).
En cuanto a la voluntariedad, supone que el sujeto haya obrado con discernimiento,
intención y libertad, debiendo concurrir los tres elementos integrantes de la trinidad que
condiciona la voluntariedad de los actos.

En relación al objeto: requisitos de validez


En cuanto al objeto del acto jurídico, el art. 279 del Código Civil y Comercial dispone
que:
El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o
prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o
lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

De tal modo, los requisitos del objeto de los actos jurídicos son:
a) Posibilidad: el objeto del acto jurídico no debe ser imposible, requisito
que se predica no sólo de los hechos sino también de los bienes. La
imposibilidad para causar la nulidad del acto debe ser: originaria, es decir , debe estar
presente desde que el acto se celebró, sin perjuicio del
supuesto de convalidación previsto para los actos jurídicos sujetos a plazo o condición
suspensiva (art. 280); absoluta, el objeto debe ser
imposible para todos y no sólo para el sujeto obligado. Si la
imposibilidad es parcial, el acto no es necesariamente nulo; quien pretendió adquirir un
derecho sobre un objeto parcialmente imposible
puede dejar sin efecto el contrato o demandar la parte que existiese (art. 1130) (Rivera y
Medina, 2014).
b) Determinabilidad: el objeto del acto jurídico debe ser determinado o determinable.
Este requisito surge de los arts. 1005 y 1006 del CCCN, que regulan el objeto de los
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contratos. Así, es determinado cuando legal o convencionalmente se prevén los
mecanismos o herramientas que
permitan precisarlo en el momento del cumplimiento del acto y es determinable cuando
se establecen los criterios suficientes para su individualización. En caso de que el objeto
fuera absolutamente indeterminable, el acto podrá ser declarado nulo.
c) Licitud: cuando la conducta que constituye el objeto del negocio está prohibida, el
acto tiene un objeto ilícito.
d) Hechos contrarios a la moral, a las buenas costumbres y al orden
público: este recaudo impone la conformidad del objeto con la moral, las buenas
costumbres y el orden público. Generalmente, el concepto de
buenas costumbres se identifica con la moral, y respecto al orden
público se ha entendido que es lo esencial para la convivencia que puede variar en el
tiempo y en el espacio. En estos supuestos, la sanción será la nulidad absoluta.

En relación a la causa: causa del acto jurídico


El artículo 281 del Código define la causa señalando que La causa es el fin inmediato
autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad.
También integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido
incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas partes.

La causa es un elemento esencial del negocio jurídico, lo que surge de los artículos
1013 y 1014 del Código. Estos artículos reafirman los principios de
necesidad de causa, que debe existir en la formación, subsistir durante su celebración y
mantenerse durante la ejecución del contrato, determinando que la falta de causa implicará,
según los casos, la nulidad, adecuación o extinción del contrato. Asimismo, el art. 1014
sanciona con nulidad a todo contrato con causa contraria a la moral, al orden público o a las
buenas costumbres, sanción que se extiende al supuesto en que ambas partes lo hubieran
concluido por un
motivo ilícito o inmoral, dejando a salvo el caso en que, si sólo una de ellas hubiera
obrado por un motivo ilícito o inmoral, carecerá de derecho a invocarlo frente a la otra parte,
pero la parte inocente podrá reclamar lo que ha dado sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.

En relación a la forma: noción


La forma como elemento esencial del acto jurídico es el modo de exteriorización de la
voluntad o de las voluntades jurídicas, el elemento exterior y sensible por el que se manifiesta
el contenido inmaterial que es la voluntad o voluntades orientadas a producir efectos
jurídicos. (Tagle, 2002).
La forma en sentido estricto, forma impuesta o legal, es el conjunto de las
prescripciones de la ley respecto de las modalidades que deben observarse en la celebración
de ciertos actos jurídicos bajo pena de invalidez .
Como veremos más adelante, hay supuestos en que la ley establece el modo en
que debe manifestarse la voluntad para la trascendencia jurídica del acto,
mientras que en otras circunstancias se admite que los particulares elijan libremente el
modo en que han de expresar su voluntad.
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Elementos accidentales

Las modalidades. Enumeración


Se denominan modalidades o elementos accidentales del acto jurídico aquellas disposiciones
accesorias introducidas por las partes, que modifican los efectos normales del tipo legal,
subordinando a un acontecimiento futuro la adquisición
de un derecho o la resolución de un derecho ya adquirido, postergando su
exigibilidad, o imponiendo un deber jurídico excepcional y accesorio al adquirente de un
derecho.
Las modalidades que las partes, de conformidad a la autonomía de la voluntad, pueden
introducir a los actos jurídicos son: a) condición; b) plazo; c) cargo.

La condición: Definición. Clases. Efectos


El artículo 343 del CCCN establece:
Alcance y especies. Se denomina condición a la cláusula de los actos jurídicos, por la cual
las partes subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto.
Las disposiciones de este capítulo son aplicables, en cuanto fueran compatibles, a la
cláusula por la cual las partes sujetan la
adquisición o extinción de un derecho a hechos presentes o pasados ignorados.

Concepto
El artículo en comentario define la condición como la cláusula por la que las partes
subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto.
De este concepto surgen los caracteres de la condición: a) debe ser un hecho futuro, b)
incierto.
a) El acontecimiento al que se subordina la eficacia o resolución de un derecho ya adquirido
debe ser incierto, contingente, “que puede o no llegar a suceder”, característica esencial y
propia de la condición que la distingue del plazo, que es también un hecho futuro pero
necesario o fatal.

b) Además, el hecho previsto como condición ha de ser futuro, lo que le da


incertidumbre. Si se tratara de un hecho pasado o presente no habría incertidumbre.
Aunque puede ocurrir que las partes ignoren que el hecho ya ha ocurrido; aquél sería incierto
subjetivamente, pero ello no basta para que exista condición

Clases de condición
El mencionado artículo refiere en su título a “especies” de condición, aludiendo tanto a la
condición suspensiva como a la resolutoria.
La condición suspensiva supedita la plena eficacia de la relación jurídica a la realización
de un hecho futuro e incierto previsto como condición, con lo cual
se origina un derecho eventual ya que, si la condición no se cumple, el acto jurídico no
podrá perfeccionarse. Es decir, cuando la condición es suspensiva, el
acto no produce sus efectos sino a partir del momento en que aquélla se cumple.
Por el contrario, la condición es resolutoria cuando lo que depende del hecho incierto y
futuro es la extinción del derecho ya adquirido. Ello implica que los
efectos del acto comienzan a producirse desde el momento mismo de la celebración del
acto, pero cesan si la condición no tiene lugar.
Por su parte, el art. 344 del CCCN prevé las condiciones prohibidas, disponiendo la nulidad del
acto jurídico cuando se haya establecido el acto sujeto a un hecho
imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres, prohibido por el
ordenamiento jurídico o que dependa exclusivamente de la voluntad del obligado.
Además, establece que la condición de no hacer una cosa imposible no
perjudica la validez de la obligación si ella fuera pactada bajo modalidad
suspensiva, pues ello supone que, en definitiva, nada se ha constituido, y tal obligación
se considera pura y simple, sin que nada pueda afectar su existencia.
Cabe señalar que, si se hubiere pactado una obligación de no hacer una cosa imposible
como condición resolutoria, ésta anula la obligación.
PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)
Finalmente, la norma prevé que se tendrán por no escritas las condiciones que afecten de
modo grave las libertades de la persona, como la de elegir domicilio o religión, o decidir sobre
su estado civil; debiendo entender que el dispositivo es meramente enunciativo y por lo tanto
comprensivo de otros casuismos que impliquen afectar las libertades individuales.

Efectos
De acuerdo al art. 346 del CCCN, la regla general es que, cumplida la condición,
sea ésta suspensiva o resolutoria, produce efectos hacia el futuro, lo que implica que el
acto jurídico bajo la modalidad suspensiva cobrará eficacia el día
del suceso previsto como condición; en el caso del negocio jurídico bajo condición
resolutoria, producido el acontecimiento, se extinguirán los efectos a partir de ese momento.
La excepción es que las partes libremente modifiquen dicho efecto hacia el futuro,
dándole a la condición –suspensiva o resolutoria– efectos retroactivos.
Conforme al artículo 348 del Código, el cumplimiento de la condición suspensiva
convierte en puro y simple el derecho del acreedor. Esa conversión produce efectos desde el
momento mismo en que se cumple la condición.

El plazo: noción. Especies. Efectos. Caducidad


Concepto de plazo y caracteres
El plazo es “la fijación en el tiempo del momento a partir del cual el acto
jurídico comenzará a producir efectos, o dejará de producirlos” (Bustamante
Alsina, 2005, p. 228).
El plazo es la modalidad de los actos jurídicos por la cual las partes subordinan ,
a un acontecimiento que es futuro pero que fatalmente se ha de producir, la
exigibilidad o la aniquilación de los derechos. El hecho previsto como plazo debe reunir
los siguientes caracteres: a) ha de ser un hecho futuro, b) ha de ser un hecho fatal.
En este sentido, tanto el plazo como la condición refieren a un hecho futuro,
aunque, a diferencia de la condición, en la que el suceso es contingente (es
decir que no se sabe si se va a producir), en el plazo, el acontecimiento debe fatalmente
ocurrir.

Especies

El plazo puede ser: a) suspensivo o extintivo; b) cierto o incierto; c) indeterminado.


a) El plazo suspensivo es el que produce la postergación o difiere la
exigibilidad de la obligación hasta el acaecimiento del término, por
ejemplo la obligación de pagar una suma de dinero en el término de
noventa días; el extintivo o resolutivo es el que limita hasta cierto
momento los efectos del acto, como por ejemplo la obligación de restituir la cosa
locada al vencimiento del contrato de arrendamiento.
b) El plazo cierto es aquél en el cual el día, mes y año del vencimiento
están predefinidos de antemano; es incierto cuando el día del
PRIVADO I
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vencimiento se ignora y no se sabe cuándo ocurrirá (por ejemplo: te pagaré cuando
Pedro muera; en algún momento Pedro morirá y por lo tanto el hecho va a ocurrir , pero no se
sabe cuándo).
c) El plazo es indeterminado cuando no está determinado en el acto, por lo que deberá el
juez determinar la fecha de cumplimiento en el marco del proceso más breve que prevea la ley
adjetiva local (arts. 2559, 871,
887 y cons. Del Código Civil y Comercial).

Efectos
La diferencia entre la condición y el plazo es que, mientras los derechos
condicionales son eventuales, pues su misma existencia está pendiente de definición –
condición suspensiva– o amenazados –condición resolutoria–, los derechos sujetos a plazo
son efectivos, pues no hay duda sobre su existencia aunque el titular deba esperar cierto
tiempo para entrar en el pleno ejercicio de sus prerrogativas o éstas estén limitadas en el
tiempo.
El plazo, al igual que la condición, opera sus efectos hacia el futuro a partir de su vencimiento,
por lo que deja subsistentes las consecuencias ya producidas.

El cargo: definición. Efectos.


El artículo 354 dispone:
Cargo. Especies. Presunción. El cargo es una obligación accesoria impuesta al adquirente de un
derecho. No impide los efectos del acto, excepto que su cumplimiento se haya previsto
como condición suspensiva, ni los resuelve, excepto que su cumplimiento se haya
estipulado como condición resolutoria. En caso de duda se entiende que tal condición no
existe.

Concepto y caracteres
El cargo es la obligación accesoria y excepcional que se impone al adquirente de un derecho.
Por ejemplo, el legado con el cargo de mantener a ciertos parientes del testador.
En relación a los caracteres del cargo, es dable señalar: a) es una obligación que
grava a una de las partes interesadas; b) es una obligación accesoria a la adquisición de
un derecho, es decir que está anexado al derecho al cual accede,
de manera tal que no es posible adquirir el derecho sin asumir el cargo que
importa y , por ende, actúa como un límite al beneficio del adquirente del
derecho y c) es excepcional, es decir que no deriva ordinariamente del acto
jurídico realizado, sino que es la voluntad del enajenante quien dispone la vinculación
entre el derecho principal y el cargo

Efectos
PRIVADO I
(INSTITUTO SANTA MARIA)
El principio general es que el cargo es simple, lo que significa que el incumplimiento del
cargo faculta al respectivo acreedor para el ejercicio de las medidas compulsivas pertinentes.
Pero dicho incumplimiento no afecta la adquisición del derecho ya que, si esto ocurre, no
se tratará de un cargo sino de una condición.

La excepción a dicha regla está dada por aquellos casos en que el cargo se hubiere
estipulado como condición suspensiva o resolutoria.
En el primer caso, el incumplimiento del cargo impedirá que se puedan cumplir los efectos
normales del acto jurídico hasta tanto no se cumpla con el cargo; y
en el segundo, si el adquirente del derecho principal no cumple con la
obligación que le fue impuesta como accesoria, se le cancelará el derecho adquirido.
El principio general que gobierna el instituto es que la in ejecución del cargo en nada afecta el
derecho principal, salvo los casos en que se hubiere estipulado como cargo condicional
suspensivo o resolutorio. Pero, fuera de esos casos, el
cargo en su dinamismo ordinario no influye en la pérdida del derecho al cual accede.

Vicios de los actos jurídicos

Definición y fundamento

La buena fe es un principio general del derecho (art. 9 del CCCN) que veda el ejercicio abusivo
de los derechos y sustenta nuestro ordenamiento jurídico positivo. Como derivación de este
principio, se impone a los sujetos el deber de actuar de manera leal, recta, honesta, con una
actitud de cooperación y generación de confianza en las propias declaraciones.

La buena fe es un requisito indispensable para la validez del acto jurídico y, por ende, cuando
falta (como ocurre en los casos de la simulación, del fraude, de la lesión) concurre un vicio que
lo invalida.

De este modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o anomalías
susceptibles de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra la licitud, la buena fe o
perjudicar los intereses de terceros.

Son vicios propios de los actos jurídicos la lesión, la simulación y el fraude.

La lesión
Definición. Presupuestos de procedencia: subjetivos y objetivos

El Libro Primero, Título IV del CCCN, Capítulo 6, da tratamiento a los denominados vicios de los
actos jurídicos: lesión, simulación y fraude. Así, la Sección 1ª desarrolla la llamada “lesión
subjetiva-objetiva”.

El artículo 332 dispone:

Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los actos jurídicos


cuando una de las partes explotando la necesidad, debilidad síquica o
inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una ventaja
patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación. Se presume,
excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de notable
desproporción de las prestaciones.
Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y la
desproporción debe subsistir en el momento de la demanda.
El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo
del convenio, pero la primera de estas acciones se debe transformar en
acción de reajuste si éste es ofrecido por el demandado al contestar la
demanda.
PRIVADO I
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Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción. 23

El vicio de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la necesidad,
debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de un acto jurídico una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación.

El fundamento de la norma está dado, por un lado, por la existencia de la voluntad viciada en
el sujeto pasivo; por el otro, por el principio de buena fe que debe primar en todo convenio. Es
decir que debe haber equidad entre las prestaciones recíprocas, por lo que la ventaja de un
contratante sobre el otro, en razón de la explotación de la situación jurídica de inferioridad del
primero sobre el segundo, constituye una conducta reprochable por el derecho.

Presupuestos de procedencia

Para que se configure la figura de la “lesión subjetiva-objetiva”, es necesario que concurran: a)


la grave desproporción en las prestaciones que debe existir al momento de la celebración del
negocio jurídico –elemento objetivo– y b) el elemento subjetivo, que es la explotación por
parte del beneficiario de la
“necesidad”, “debilidad síquica” o “inexperiencia” del lesionado.

El elemento objetivo

En relación al primer presupuesto, es decir “la ventaja patrimonial evidentemente


desproporcionada y sin justificación”, éste debe ser concomitante a la celebración del negocio
y la desarmonía entre las prestaciones debe ser “notable”, “evidente” a la época en que el
negocio tuvo nacimiento y no surgir con posterioridad por acontecimientos ajenos a la
voluntad de las partes y que no eran previsibles al tiempo de celebrarse el acto, pues, en tal
caso, se podrá revisar el negocio por aplicación de la cláusula rebus sic statibus (López Mesa,
2008).

El elemento subjetivo

Por otro lado, en lo atinente al elemento subjetivo, deben coexistir dos presupuestos que
incluso aparecen en sujetos distintos: la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia en el
lesionado, y el aprovechamiento de esa situación de inferioridad por parte del lesionante o
sujeto activo.

Necesidad: esta noción se asocia a la de escasez o privación y comprende un estado carencial


que puede ser material y también espiritual. Es decir, significa falta de las cosas que son
menester para la conservación de la vida, lo que traduce una situación de angustia y agobio
derivada de la falta de medios elementales para subsistir, de lo imprescindible o necesario,
teniendo en cuenta las circunstancias propias de cada persona.

Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por razones ajenas a la
voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de inferioridad. Esta cuestión
deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en cuenta las concretas aptitudes del sujeto.
Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto del acto en el
momento de su celebración. El término resulta de difícil delimitación, por cuanto la
PRIVADO I
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inexperiencia debe referirse concretamente al acto de que se trate y del que se sigue el
perjuicio por las prestaciones inequivalentes.

Y el otro recaudo que hace al elemento subjetivo es el aprovechamiento o explotación por


parte del lesionante, que constituye un acto de mala fe de parte de él, que presupone la
intención de obtener una ventaja desproporcionada, ya que el estado de inferioridad no basta
por sí solo para nulificar o modificar el acto jurídico.

Acciones del lesionado. Efectos

El vicio de lesión subjetiva origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos acciones.
Ninguna otra persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del art. 332 del Código Civil y
Comercial. Es decir que los sucesores singulares no pueden accionar por acto entre vivos,
porque la acción es de carácter personalísima. La intransmisibilidad se funda en que la parte
lesionada es la única que puede saber si se dan las circunstancias subjetivas necesarias para la
configuración del vicio de lesión.

Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de entablar, tanto por vía de acción como de
excepción, la nulidad (“nulidad relativa” en los términos de los arts. 386 y 388 del Código Civil
y Comercial, que más adelante veremos) como la modificación del acto lesivo, es decir, un
reajuste equitativo del convenio. Si el lesionado opta por esta segunda opción, el litigio queda
“trabado” en ese aspecto y el demandado no puede reconvenir por nulidad.

Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por nulidad, el demandado puede, al
contestar la demanda, modificar dicho reclamo en acción de reajuste, si ofrece suprimir la
desproporción de las prestaciones.

La simulación
Definición. Elementos

El vicio de simulación, se encuentra definido en el art. 333 del Código Civil y Comercial, que
dispone:
Caracterización. La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter
jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto contiene
cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por
él se constituyen o transmiten derechos o personas interpuestas, que no son
aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten. 24

Así, se define la simulación como el acto que, por acuerdo de partes, se celebra exteriorizando
una declaración recepticia no verdadera para engañar a terceros, sea que ésta carezca de todo
contenido, o bien, que esconda uno verdadero diferente al declarado. (López Mesa, 2008).

Es decir, hay simulación cuando los contratantes crean, con su declaración, sólo la apariencia
exterior de un contrato del que no quieren los efectos, o cuando crean la apariencia exterior
de un contrato diverso del querido por ellos.

Elementos del negocio simulado

Los elementos del negocio simulado son: a) la declaración deliberadamente disconforme con
la verdadera intención de las partes; b) el acuerdo de partes sobre la falsa declaración y c) el
propósito de engañar a terceros.
El segundo presupuesto supone la conformidad de todos los otorgantes del acto en el negocio
simulado sobre la disconformidad entre lo querido y lo declarado, y se caracteriza por el
querer común de no atribuir al acto aparente efectos vinculatorios.

Por último, la acción de simulación requiere el propósito de engañar, que no necesariamente


implica ocasionar un perjuicio jurídico a terceros (porque su causa puede ser inocua, en cuyo
caso estaremos en presencia de una simulación lícita) o bien, puede sí implicarlo, es decir
puede existir el fin de defraudar a terceros –quienes desconocen que el acto es falso– o el de
ocultar una violencia legal.
PRIVADO I
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Por último, debe señalarse que la enumeración de los supuestos de negocio simulado que
realiza el artículo 333 del CCCN es meramente ejemplificativa.

Clases de simulación

Por un lado, tenemos la simulación absoluta y relativa.

La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada tiene de real; el
acto es completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no quieren en realidad celebrar
ningún negocio jurídico, sino que quieren modificar la apariencia de una disminución del
activo o un amento ficticio del pasivo de una de las partes, en perjuicio de los acreedores;
aunque a veces puede ser una simulación lícita.

En la simulación relativa, las partes encubren la verdadera naturaleza del acto, es decir, se
disimula lo que verdaderamente es. Esta simulación puede versar sobre: la naturaleza, cuando
“se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro” 25, por ejemplo: una
donación bajo el ropaje jurídico de una compraventa; sobre “cláusulas que no son sinceras” 26,
por ejemplo: se expresa un precio que no es el real; o bien, sobre “fechas que no son
verdaderas”27.
Por otro lado, la simulación se clasifica en lícita e ilícita, que tendrá que ver con la causa
determinante que dio origen al acto.

Tal como hemos explicado, la simulación importa necesariamente un acuerdo entre quienes
celebran el negocio jurídico, consistente en el concierto para producir una declaración de
voluntad diferente de la voluntad real, y ello obedece a una razón determinante que se conoce
como causa simulandi.

La causa simulandi es el interés que induce a las partes a dar apariencia a un negocio jurídico
que no existe, o a presentarlo en forma distinta de lo que verdaderamente es. Esta razón que
tuvieron para celebrar el negocio aparente puede ser perfectamente inocente o bien
perjudicial a terceros, lo que reviste fundamental importancia para distinguir la simulación
lícita de la ilícita.

La simulación ilícita se verifica cuando el negocio jurídico tiene como fin perjudicar a terceros o
quebrantar el ordenamiento jurídico, hipótesis, ésta última, en que se habla de “fraude a la
ley”. Este tipo de simulación causa la nulidad –relativa– del acto ostensible.

Por su parte, la simulación es lícita cuando el negocio simulado no es ilícito ni perjudica a un


tercero.

Por último, la simulación puede ser total o parcial. Es total cuando abarca íntegramente al
negocio, viciándolo en su esencia; y es parcial cuando sólo recae sobre una parte del acto, sin
que sea necesario que destruya los aspectos reales del acto.

Acción entre partes. Principio general. Excepción

El artículo 335 del Código Civil y Comercial regula esta cuestión. Así prevé:
PRIVADO I
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Acción entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un acto


simulado ilícito o que perjudica a terceros no pueden ejercer acción alguna el
uno contra el otro sobre la simulación, excepto que las partes no puedan
obtener beneficio alguno de las resultas del ejercicio de la acción de
simulación.
La simulación alegada por las partes debe probarse mediante el respectivo
contradocumento. Puede prescindirse de él, cuando la parte justifica las
razones por las cuales no existe o no puede ser presentado y median
circunstancias que hacen inequívoca la simulación. 28

El principio general es que los simuladores del negocio jurídico carecen de toda acción entre
ellos.

Ello es así, toda vez que las partes se pusieron de acuerdo en eludir una prohibición legal o
perjudicar a terceros, por lo que pierden, en principio, el derecho de impugnar el acto por el
vicio de simulación.

El contradocumento

El contradocumento es la prueba por excelencia entre las partes de la simulación.

Éste consiste en la prueba inequívoca de los hechos, ya que es la constancia escrita –ya sea
mediante instrumento público o privado– en el cual las partes manifiestan el verdadero
carácter del acto que ellas han celebrado, por lo que deviene innecesario el aporte de indicios
y presunciones que corroboren la realidad a que se refiere.

En el caso en que fuera realizado mediante instrumento público, debe recurrirse a los arts. 289
a 298 del Código, en tanto se prevén los requisitos, los presupuestos de validez del
instrumento y su eficacia probatoria. Incluso el art. 298 prevé que el contradocumento
particular que altera lo expresado en un instrumento público puede ser invocado por las
partes, pero no es oponible respecto a terceros interesados de buena fe.

Y, para el supuesto en que el contradocumento fuera confeccionado en instrumento privado,


debe recurrirse a los arts. 313 a 319 del Código Civil y Comercial, toda vez que allí se regula en
relación a los instrumentos privados y particulares y su valor probatorio.

Acción interpuesta por terceros. Prueba


PRIVADO I
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El artículo 336 del código único establece “Acción de terceros. Los terceros cuyos derechos o
intereses legítimos son afectados por el acto simulado pueden demandar su nulidad. Pueden
acreditar la simulación por cualquier medio de prueba.” 29

Así, los terceros titulares de un derecho subjetivo o de un interés legítimo amenazado por un
negocio simulado pueden deducir acción de simulación, debiendo demostrar la existencia de
daño sufrido como consecuencia de la incertidumbre que el estado de cosas provoca en el
demandante. Se exige la existencia de daño –actual o potencial– aunque se trate de derechos
litigiosos o dudosos.

Efectos de la acción de simulación

Contra quién procede la acción

En primer lugar, debe señalarse que la acción de simulación no procede contra los acreedores
adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado los bienes simuladamente enajenados.

Se entiende que son subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o pudieron conocer,
obrando con cuidado y previsión, la simulación.

Efectos

Todo tercero que se ha visto perjudicado por la simulación tiene derecho a ser resarcido del
daño sufrido.

Desde otra perspectiva, en el supuesto que el acreedor promueva acción en contra de


subadquirente de buena fe pero a título gratuito, éste responderá sólo en la medida de su
enriquecimiento.

El fraude
Noción

La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño, al acto contrario a la verdad y
al recto proceder. El fraude supone una conducta tendiente a eludir los efectos de una norma
imperativa o de origen convencional, utilizando otra vía negocial no reprobada por ley. El
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fraude se configura mediante actos reales, serios y no aparentes, no simulados. No diverge la
voluntad de la realidad declarada, sino que esta realidad amparada en una norma legal elude
las disposiciones de otra o perjudica a un tercero. Este fraude no es otro que el fraude a la ley
y que está contemplado en el art. 12 del Código Civil y Comercial.

El fraude a los acreedores

El concepto de fraude a los acreedores hace referencia a los actos otorgados por el deudor,
que tienen como nota común una afectación de su patrimonio de tal magnitud que provoca o
agrava su insolvencia, impidiendo así la satisfacción de los créditos concedidos con
anterioridad a aquéllos y con evidente perjuicio para los mismos. Es decir que el fraude a los
acreedores es la provocación o agravación de la insolvencia del deudor mediante actos u
omisiones del deudor en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio.

Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan presentes en la noción de fraude
a los acreedores: a) otorgamiento por el deudor de actos o negocios jurídicos; b) provocación
o agravación de la insolvencia del deudor y c) sustracción de bienes del patrimonio del deudor
en perjuicio de los derechos de los acreedores.

La acción de inoponibilidad

En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la acción de fraude no es la nulidad, sino la
inoponibilidad. Este efecto implica que el acto otorgado por el deudor en fraude a los
acreedores es válido entre éste y el tercero con quien celebró el acto y sólo queda privado de
eficacia frente al acreedor que acciona, es decir que no puede hacerse valer contra él en la
medida necesaria para la satisfacción de su crédito.

Seguidamente veremos cuándo procede esta acción, es decir contra qué tipo de actos, cuáles
son los requisitos de procedencia y quiénes pueden solicitar la declaración de inoponibilidad

Titulares de la acción
El Art. 338 del Código Civil y Comercial, prevé:

Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración


de inoponibilidad de los actos celebrados por su deudor en fraude de sus
derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que
hubiese podido mejorar o evitarlo empeorar su estado de fortuna. 30

Como se advierte, la norma legitima para la acción de fraude a “todo acreedor”, es decir, a
cualquier acreedor, incluso los acreedores con privilegio general, especial, condicionales, a
plazo, etc., puedan incoar la acción, pues sólo deberán acreditar su calidad de acreedor y los
requisitos que prevé el artículo 339 del CCCN.

Actos revocables

En principio, todos los actos que signifiquen un perjuicio para los acreedores son revocables,
sea que produzcan un empobrecimiento del deudor o impidan su enriquecimiento.

El artículo 338 alude a que, mediante la acción de inoponibilidad, se puede revocar una
renuncia a un derecho que hubiera podido mejorar la situación del deudor, o bien un acto
jurídico que empeoró su situación patrimonial. Es decir que entre los actos revocables se
incluyen los casos de renuncia a facultades que, por fuerza, derivan en derechos subjetivos, en
cuanto, por lo general, la renuncia configura una atribución inherente al titular del derecho
que lo ejercita.
PRIVADO I
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En una palabra, se pueden revocar actos de renuncia pues son susceptibles de producir o
agravar la insolvencia del deudor y, por ende, son tan inoponibles como los actos de
disposición.

En definitiva, todos los actos que causan perjuicio a los acreedores al determinar o
incrementar su insolvencia, ya sea porque importan la salida de un bien de su patrimonio o
impiden el ingreso al mismo de algún derecho, son revocables.

Sin embargo, esta regla tiene sus excepciones. Hay consenso en la doctrina en que no pueden
atacarse, por los acreedores, los actos que implican una renuncia a derechos personalísimos,
tales como pedir la revocación de una donación por una causa de ingratitud del donatario, una
causa de indignidad para suceder, la renuncia a ejercer acción de resarcimiento por daño
moral, etc.

Requisitos de procedencia

El artículo 339 del código unificado establece las condiciones generales para la procedencia de
la acción de inoponibilidad. Dispone:

Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración


deinoponibilidad:
f) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que
el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a futuros acreedores;
g) que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor;
h) que quien contrató con el deudor a título oneroso hayaconocido o
debido conocer que el acto provocaba o agravaba la insolvencia.

Tenemos, entonces, tres condiciones de procedencia de la acción de inoponibilidad.

a. El crédito por el que se acciona debe ser anterior al acto.

El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona sea de causa anterior al acto
impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a futuros
acreedores.

La razón de ser de este primer recaudo es que los acreedores de fecha posterior al acto del
deudor no podrían invocar fraude en su perjuicio, pues, cuando llegaron a constituirse en
acreedores, sea por contrato, sea por disposición de la ley, los bienes habían salido del
patrimonio del deudor y, por ende, no conformaban parte de su garantía patrimonial.

Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que el acto impugnado,
aunque posterior al origen del crédito, haya sido realizado en previsión de la obligación que
nacería más tarde. Es decir que, si el deudor hubiere realizado el negocio teniendo en miras
perjudicar a futuros acreedores, estos podrán incoar la acción de inoponibilidad. Ello así, en
razón de castigar la conducta dolosa del deudor.

b. Relación de causalidad entre la insolvencia y el acto del deudor.


El segundo requisito supone que entre el acto que se ataca y la insolvencia del deudor haya
una relación de causalidad. Este recaudo se explica porque lo que caracteriza al negocio
fraudulento es el perjuicio que acarrea para el patrimonio del deudor el generar o agravar su
insolvencia, toda vez que se verá imposibilitado de responder a todas su obligaciones
contraídas y, por ende, el daño que causa al acreedor es no satisfacer su acreencia.
PRIVADO I
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En otras palabras, la procedencia de la acción requiere la existencia de un perjuicio causado al
acreedor, el que proviene de la insatisfacción actual o futura de los créditos vigentes producto
de un estado de impotencia patrimonial, provocado o agravado precisamente por los negocios
inoponibles.

c. Mala fe del tercero contratante.

El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a título oneroso
haya obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido conocer que dicho acto provocaba o
agravaba su insolvencia.

Distinto será el supuesto del tercero que contrató a título gratuito, en cuyo caso no interesa la
buena o mala fe del adquirente, pues se prefiere el interés de los acreedores por sobre el del
adquirente y, por ende, sólo habrá que acreditar que el acto fue a título gratuito.

Efectos de la revocación. Extensión

El artículo 342 prevé en materia de extensión de la acción de inoponibilidad y, en este sentido,


señala “Extensión de la inoponibilidad. La declaración de inoponibilidad se pronuncia
exclusivamente en interés de los acreedores que la promueven, y hasta el importe de sus
respectivos créditos.”32

De acuerdo al precepto referido, el acto realizado en fraude a los acreedores debe dejarse sin
efecto en la medida del perjuicio que se les ha ocasionado. Así, el progreso en justicia de la
acción hace efectiva la inoponibilidad al acreedor demandante del negocio impugnado, del
cual se ha admitido que fue en fraude a sus derechos. Es decir que, reconocido el fraude por
sentencia, esa inoponibilidad lo coloca en la posición de poder reclamar su crédito sobre el
bien objeto del negocio, dado que, a partir de allí, éste no tiene eficacia a su respecto. Ello
implica la posibilidad de actuar en derecho como si el acto impugnado no se hubiese
celebrado.

Desde esta perspectiva, el triunfo de la acción le permitirá al acreedor ejecutar su crédito


sobre los bienes que fueron objeto del negocio, hasta la concurrencia de su crédito.

Dicho derechamente, la acción de fraude no beneficia a todos los acreedores, sino sólo a
quien transitó los carriles legales para hacer valer sus derechos, y sólo procede hasta el
importe de su crédito.

Como consecuencia de ello, si, después de ejecutados los bienes materia del acto fraudulento
y satisfecho el crédito del acreedor que ejerció la acción, quedara un remanente, como el acto
jurídico es válido entre quienes lo celebraron, aquél pertenece al tercer adquirente.

Ineficacia de los actos jurídicos


Definición. Categorías de ineficacia. Efectos

La validez del negocio jurídico no se confunde con su eficacia, aunque la eficacia del acto
jurídico presupone su validez. El acto jurídico es válido cuando está perfectamente
conformado, cuando no presenta vicios o defectos congénitos que afectan su estructura. Sin
embargo, un acto jurídico válido puede ser ineficaz o devenir ineficaz.

Cuando hablamos de “ineficacia” hacemos referencia a la privación o disminución de los


efectos propios de un determinado negocio jurídico, que las partes tuvieron en cuenta al
momento de su celebración.
Ahora bien, la ineficacia puede ser considerada estructural o funcional. En el primero de los
supuestos, la privación de los efectos propios de un negocio jurídico se produce por defectos
en su estructura y existentes desde el momento mismo de celebrarse el acto, primando la idea
de nulidad; en cambio la ineficacia es funcional cuando el negocio deja de ser apto para
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satisfacer los fines o interés prácticos que los sujetos se propusieron alcanzar en virtud de una
causa extrínseca a la estructura del negocio y sobrevinientes a su constitución.

De esta manera, se advierte que cuando nos referimos a la ineficacia de los actos jurídicos
hacemos referencia a un concepto con significado amplio, que comprende a todos aquellos
supuestos en los cuales el negocio jurídico carece de fuerza o eficacia para producir los efectos
normales, propios, que las partes tuvieron en cuenta al tiempo de su celebración, ya sea por
un vicio existente al momento de la celebración del acto, referido a la estructura del acto
jurídico (ineficacia estructural) o por circunstancias extrínsecas aparecidas con posterioridad a
su celebración (ineficacia funcional).
Así las cosas, la ineficacia como noción genérica, comprende por un lado la invalidez de los
actos jurídicos, es decir la nulidad o ineficacia estructural y también la de inoponibilidad o
ineficacia funcional, que es la que priva al acto de efectos sólo respecto de determinadas
personas.

Compilado y redactado por Dra. Ana Maria Olivia Leyes (A.M.O.LEY)


Revisión: Dra. María Ines Rodriguez
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