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Privado-I 1 Dra Leyes
Privado-I 1 Dra Leyes
DERECHO PRIVADO 1
La noción de persona es muy importante para nuestro sistema jurídico ya que posee
una cantidad de connotaciones necesarias para comprender su protección.
Nuestra ley no da una noción de lo que debe entenderse por persona; directamente
empieza el Título I, refiriendo al comienzo de su existencia.
Así las cosas, se puede deducir que la palabra persona hace referencia a la personalidad
jurídica –la investidura jurídica de la que goza el sujeto–, a la aptitud, la disposición
potencial para tener derechos, para adquirirlos, para ser sujeto activo o pasivo de las
relaciones jurídicas. Hombre hace referencia al sustrato o soporte biológico de las
personas humanas, que, para estar protegido, necesita de esa personalidad jurídica.
Por último, la expresión sujeto de derecho alude a las personas cuando están
interactuando en interferencia intersubjetiva, por ejemplo cuando le están dando vida a
un contrato. Gráficamente, es la persona en movimiento.
Los derechos personalísimos son los que recaen sobre ciertos aspectos o
manifestaciones de la personalidad del hombre para proteger su libre desenvolvimiento:
derecho al honor, a la intimidad, a la libertad, a la integridad física, etc.
Caracteres
Decimos que son relativamente disponibles por las partes pues, de conformidad al art.
55 del Código Civil y Comercial, se puede disponer de los derechos personalísimos bajo
ciertas condiciones: que medie consentimiento por el titular de los derechos, que éste
no sea contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres.
Definición
La persona, en tanto tal, posee ciertos atributos que son sus cualidades esenciales. Éstas
son inherentes y consideradas a priori de la persona, es decir que comienzan con su
existencia.
Estos atributos de la persona humana son: capacidad, nombre, estado y domicilio. A
toda persona individual le es inherente la capacidad, cualidad que la distingue como
sujeto potencial de derechos y deberes; el nombre que la individualiza, el estado que la
sitúa en el medio familiar en el que se desenvuelve y el domicilio que la sitúa
jurídicamente en un lugar determinado.
Naturaleza
Los atributos no son derechos ni deberes, sino cualidades inherentes a la calidad de la
persona que no se adquieren luego, sino que son contemporáneos a la persona, a su
existencia, y la acompañan toda su vida protegiéndola e identificándola.
Caracteres
Los atributos participan de los siguientes caracteres:
Son necesarios e inherentes a las personas: no se concibe que la persona física pueda
carecer de alguno de estos atributos por cuanto, la determinan en su individualidad.
Son únicos: una misma persona no puede poseer más de un atributo de cada clase en
un momento determinado. Así, la persona humana no puede ser capaz e incapaz a la
vez de adquirir un derecho, no puede tener más estados civiles familiares del mismo
orden, por ejemplo soltero-casado.
Son indisponibles: no pueden ser transferidos, pues están fuera del comercio. Son
inmutables: sólo se modifican cuando se verifica el supuesto normativo que así lo prevé.
Son imprescriptibles: por cuanto no se adquieren ni pierden por el transcurso del
tiempo.
Nombre
Régimen legal
El prenombre
Apellido de los hijos.
PRIVADO I
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Es dable señalar que el apellido, nombre familiar o patronímico, es la designación común
a todos los miembros de una misma familia, que, unido al prenombre, identifica a la
persona física, conformando su nombre propiamente dicho. Así, el apellido designa el
grupo familiar, pues cada individuo lleva el apellido que le corresponde en razón de su
pertenencia a dicho grupo.
El art. 64 del CCCN prevé que el hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de
los cónyuges; en caso de no haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el
Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas. A pedido de los padres, o del
interesado con edad y madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro.
Asimismo, dispone que, en caso de que un mismo matrimonio tuviera muchos hijos,
todos deben llevar el mismo que se haya decidido para el primero.
Ahora bien, en el caso del hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial, éste lleva el
apellido de ese progenitor.
Si la filiación de ambos padres se determina simultáneamente, se sigue la regla
establecida para los hijos matrimoniales en cuanto a que llevarán el primer apellido de
alguno de los cónyuges.
Si la segunda filiación se determina después, ambos padres deberán acordar el orden de
los apellidos. A falta de acuerdo, será determinado por el juez según sea el interés
superior del niño.
Para el supuesto de la persona menor de edad sin filiación determinada, se establece
que debe ser anotada por el oficial del Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas con el apellido que esté usando o, en su defecto, con un apellido común (art.
65) o bien, si la persona tiene edad y grado de madurez suficiente, puede solicitar la
inscripción del apellido que esté usando (art. 66).
Apellido de los cónyuges. Por otro lado, en relación al apellido de los cónyuges, el art.
67 dispone:
Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposición
“de” o sin ella.
La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el
apellido del otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a
conservarlo.
El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no
contraiga nuevas nupcias, ni constituya unión convivencial18.
Domicilio
Noción. Caracteres.
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El ordenamiento jurídico requiere situar a la persona en un determinado lugar, aun
cuando no actúe necesariamente allí. Domicilio, en sentido jurídico, es el lugar que la ley
considera como centro o sede legal de la persona.
Como veremos seguidamente existen distintas clases de domicilio, el domicilio general y
el especial. El domicilio general es el atributo, cualidad o propiedad inherente a la
persona que representa su indispensable asiento o sede legal para el ejercicio de sus
derechos y cumplimiento de sus obligaciones (Tagle, 2002).
Este domicilio general puede ser legal, es decir instituido por la ley o real, que es la
efectiva residencia de la persona en un cierto lugar con ánimo de permanecer allí. El
domicilio general sea legal o real, es necesario, ya que no puede faltar en ninguna
persona y es único ya que una persona no puede tener más de un domicilio general.
Por último decimos que el domicilio general es mutable, es decir que es modificable, ya
sea por cambio en la capacidad de las personas (por ejemplo, un menor que cumple la
mayoría de edad pasa de domicilio legal a domicilio real) o por un cambio en la de su
situación (por ejemplo: una persona que es designada en un puesto de funcionario
público y que requiere trasladarse, cambia de domicilio real a domicilio legal).
Capacidad
Noción.
La capacidad es uno de los atributos más importantes de la persona. Como se expuso
anteriormente, este atributo forma parte del concepto mismo de persona; la capacidad
de derecho siempre está presente.
Clases. Caracteres
La noción de capacidad no se agota en la capacidad de derecho –atributo de la persona–
puesto que comprende también la capacidad de hecho o de obrar, que consiste en la
aptitud de las personas físicas para ejercer por sí mismas los actos de la vida civil.
La capacidad tiene los siguientes caracteres:
a) las reglas que gobiernan la capacidad son de orden público y no pueden ser
modificadas por voluntad de los particulares;
b) es principio general que tanto las incapacidades como las restricciones a la
capacidad son la excepción;
c) las restricciones a la capacidad son de interpretación restrictiva.
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El artículo 22 del CCCN define la capacidad de derecho: “Capacidad de derecho. Toda persona
humana goza de la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar
o limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados.” 27
Así, la capacidad de derecho se define como la aptitud de que goza toda persona humana para
ser titular de derechos y deberes jurídicos. Esta aptitud se vincula muy directamente con la
personalidad humana; por ello, todas las personas son capaces de derecho y no puede
concebirse una incapacidad de derecho absoluta, es decir, que comprenda todos los derechos
y obligaciones, porque sería contrario al orden natural.
Capacidad de ejercicio
Por su parte, el artículo 23 define la capacidad de ejercicio o de hecho, y prevé “Capacidad de
ejercicio. Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus derechos, excepto las
limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial” 29.
La capacidad de ejercicio es la aptitud para ejercer derechos por sí mismo. Así, el principio
general es la capacidad, con las limitaciones que prevé el Código en su artículo 24, al referir a
las personas incapaces de ejercicio y las que determine en una sentencia judicial, referencia
que alude al supuesto de restricción al ejercicio de la capacidad en relación a los mayores de
edad, en las condiciones establecidas por la legislación en el art. 24 inc. “c” y 31 y ss. del CCCN.
Estado civil
Definición
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El estado es un atributo propio de las personas físicas y hace referencia a la posición o rol
que ocupa una persona en la sociedad, por ejemplo estado civil, o en una familia, por
ejemplo estado de padre, de hijo, etc.
Caracteres
Efectos
Prueba
Los datos concernientes a la existencia y estado civil de las personas deben recogerse de
modo fidedigno y ser custodiados en archivos oficiales, en beneficio no sólo del interesado,
sino también del Estado y de los terceros que puedan tener interés en obtener información
útil.
El código establece el medio de prueba del nacimiento, matrimonio, muerte de las personas
físicas, estableciendo que se prueba con las partidas del Registro del Estado Civil y Capacidad
de las Personas, conocido como Registro Civil (arts. 96 y 420 del CCCN).
Así, el Código Civil y Comercial subsume el concepto de vida humana con el de persona en el
sentido técnico del término, reconociendo su comienzo en el momento mismo de la
concepción. De esta manera, se considera que hay persona durante todo el proceso de
gestación: desde su inicio hasta el nacimiento y, luego, habrá persona física desde ese instante
hasta la muerte. En igual línea, Vélez Sarsfield aclaraba en la nota a su art. 63, que “las
personas por nacer, no son personas futuras, pues ya existen en el vientre de la madre” 31.
Ahora bien, esta solución no podría haber sido diferente a la adoptada, toda vez que el art. 4.1
del Pacto de San José de Costa Rica, establece: “... Toda persona tiene derecho a que se
respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento
de la concepción…”32.
El dispositivo de jerarquía constitucional (art. 75 inc. 22 CN) asigna tutela jurídica a la vida
humana desde este momento de la concepción. Así se visualiza con claridad que, bajo el
enfoque de la jerarquía normativa, de conformidad a la pauta del art. 31 de la CN, la
asignación de personalidad al ente natural no puede ser ubicada por nuestra legislación
común, en momento posterior a éste.
Lo propio puede afirmarse sobre la Convención de los Derechos del Niño, que, en su art. 1°,
establece que “niño” es todo ser humano menor de dieciocho años de edad. Con respecto al
comienzo de la vida, la Convención nada aclara, pero sí lo hace la ley 23.849 –la de ratificación
del Tratado– en su art. 2, el cual declara que, con relación al artículo 1º de la Convención sobre
los Derechos del Niño, la República Argentina entiendo por niño a todo ser humano desde el
momento de la concepción y hasta los 18 años. Repárese que lo que goza de jerarquía
constitucional es el texto de la Convención junto a la ley de ratificación porque, como bien lo
señala el art. 75 inc. 22 de la carta magna, cada Tratado adquiere jerarquía constitucional “en
las condiciones de su vigencia”, incluyendo así a la ratificación como una unidad que debe ser
considerada de ese modo a la hora de valorar las disposiciones con jerarquía constitucional.
Ausencia de la persona
Definición
El Código Civil y Comercial contempla en seis artículos (79 a 84) las normas sustantivas y
procedimentales correspondientes a la simple ausencia y al procedimiento previsto a los fines
de obtener tal declaración. El fin último de esta regulación es la protección del patrimonio del
ausente, pues lo que se pretende es la designación de un curador especial a los bienes para
que estos puedan ser administrados en debida forma mientras dure el estado de ausencia.
Presupuestos
Art. 79. Ausencia simple. Si una persona ha desaparecido de su domicilio, sin
tenerse noticias de ella, y sin haber dejado apoderado, puede designarse un
curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla se debe
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aplicar si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no
desempeña convenientemente el mandato. 38
-La persona haya desaparecido de su domicilio, sin que se tenga noticias sobre su existencia;
-Haya dejado bienes que exijan protección;
-No haya dejado apoderado o que los poderes del apoderado del ausente resulten
insuficientes o que éste haya incurrido en un desempeño inconveniente de su mandato.
Como se advierte, la ley no exige que haya transcurrido plazo alguno para peticionar ante el
juez competente la declaración de ausencia simple, ni que la desaparición se vincule con un
hecho extremo del cual se presuma la muerte del ausente; sólo se impone que existan bienes
para cuidar, de manera tal que se adopten aquellas medidas necesarias para proteger el
patrimonio del ausente.
Procedimiento
Los artículos 80, 81, 82, 83 y 84 regulan el procedimiento para obtener la declaración de
ausencia.
Así, el art. 80 establece quiénes se encuentran legitimados para incoar el proceso de ausencia:
La solicitud de la declaración deberá incoarse ante el juez el domicilio del ausente; si éste no lo
tuvo en el país o no es conocido, es competente el juez del lugar donde existen bienes, y si
hubiere bienes en distintas jurisdicciones, el que haya prevenido; todo ello conforme lo prevé
el art. 81.
“En caso de urgencia, el juez puede designar un administrador provisional o adoptar las
medidas que las circunstancias aconsejan”39 a fin de la preservación del patrimonio.
Una vez oído el defensor y producida la prueba correspondiente, que tendrá por fin acreditar
la desaparición del ausente y que podrá rendirse por cualquier medio, si concurren los
extremos legales, el juez estará en condiciones de dictar la sentencia de declaración de
ausencia simple y designar al curador.
Efectos
Dictada la sentencia de simple ausencia, se designará un curador a fin de que realice los actos
de conservación y administración ordinaria de los bienes. Para el supuesto de que deba
realizar un acto que exceda la administración ordinaria, deberá requerir autorización al juez, la
que debe ser otorgada sólo en caso de necesidad evidente e impostergable.
La curatela del ausente termina por su presentación personalmente o por apoderado; por su
muerte o por su fallecimiento presunto declarado judicialmente (art. 84).
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Muerte presunta
El Código prevé distintos supuestos, ya sea porque se ha perdido totalmente la noción o los
datos del paradero de una persona durante un tiempo prolongado o porque la persona se
haya encontrado en circunstancias en las que se presume su muerte.
Conforme lo prescribe el art. 85, para que nazca la presunción de fallecimiento es preciso que
la persona se ausente de su domicilio sin que se tenga noticias de ella por el término de tres
años, sin requerir la norma que la ausencia de la persona haya ocurrido en virtud de una
circunstancia que traiga aparejada la muerte (supuesto de buque o aeronave naufragada,
incendio, terremoto, etc.), como ocurre en los casos extraordinarios. Por último, el plazo de
tres años debe contarse desde la fecha de la última noticia que se haya tenido del ausente.
En primer lugar, debe señalarse que, de conformidad lo establece el art. 87, cualquier persona
que tenga “algún derecho subordinado a la muerte de la persona de que se trate, puede pedir
la declaración de fallecimiento presunto, justificando los extremos legales y la realización de
diligencias tendientes a la averiguación de la existencia del ausente” 42 que arrojen resultado
negativo.
La acción debe interponerse en el juez del domicilio del ausente.
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El artículo 88 prescribe el procedimiento que debe seguir el juez en orden al trámite del
pedido de declaración de fallecimiento presunto.
Deberá citarse al ausente por edictos que se publicarán una vez por mes durante seis meses,
publicación que deberá disponerse en el Boletín Oficial y en otro que resulte de importancia
Así las cosas, pasados los seis meses –tiempo en que se publican los edictos–, recibida la
prueba que acredite que la búsqueda del ausente dio resultado negativo y oído el defensor, el
juez debe declarar el fallecimiento presuntivo si están acreditados los extremos legales, fijar el
día presuntivo del fallecimiento y disponer la inscripción de la sentencia en el Registro Civil.
Por su parte, el art. 90 dispone qué día debe fijare como el presuntivo del fallecimiento.
Efectos de la declaración
Así, tenemos que, dictada la declaratoria, el juez mandará abrir, si existiese, el testamento que
hubiese dejado el desaparecido; los herederos y los legatarios deben recibir los bienes del
declarado presuntamente fallecido, previo inventario. El dominio se inscribirá en el registro
correspondiente (Registro de la Propiedad, Registro de la Propiedad del Automotor) con la
prenotación del caso, a nombre de los herederos o legatarios que podrán hacer partición de
los mismos, pero no enajenarlos ni gravarlos sin autorización judicial.
Ahora bien, si, entregados los bienes, aparece el ausente o se tiene noticia cierta de su
existencia, queda sin efecto la declaración de fallecimiento, procediéndose a la devolución de
aquéllos a petición del interesado.
Efectos sobre el matrimonio: según el art. 435 inc. “b”, la declaración de ausencia con
presunción de fallecimiento es una causal de disolución del matrimonio, por lo que el otro
cónyuge podrá contraer nuevo matrimonio.
El fin concreto de estas prohibiciones es ése: proteger el interés público y castigar al incapaz
para evitar que cometa actos o hechos que puedan ser perjudiciales para otras personas.
La incapacidad de ejercicio
Concepto. Caracteres
Las incapacidades de hecho –de ejercicio o de obrar– han sido establecidas en interés mismo
del incapaz y por ello la ley ha procedido con un criterio tutelar.
Esta incapacidad es susceptible de grados, ya que una persona puede carecer de capacidad de
hecho de manera absoluta, o bien, sólo para determinados actos jurídicos.
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Enumeración legal
El art. 24 del Código Civil y Comercial dispone:
La persona por nacer, que es la persona que está concebida en el seno materno y aún no ha
nacido; para que sus derechos y obligaciones queden irrevocablemente adquiridos, debe nacer
con vida, pues, de lo contrario, se considerará que ella nunca existió.
Menores de edad y mayores que no cuentan con edad y grado de madurez suficiente. Este
inciso debe estudiarse en correlación con lo dispuesto en el art.
25, el que dispone que “menor de edad es la persona que no ha cumplido
dieciocho años”6. En efecto, el supuesto de análisis refiere que son incapaces de ejercicio las
personas “que no cuentan con la edad y grado de madurez
suficiente”7, por lo que incluye a todas las personas que no han cumplido los dieciocho años,
salvo: a) el supuesto de los adolescentes en relación a los tratamientos no invasivos (que
veremos más adelante); b) el caso de los menores emancipados por matrimonio que gozan de
plena capacidad de ejercicio con las limitaciones previstas (arts. 27 y 28) y c) la persona menor
de edad con título profesional habilitante que puede ejercer profesión sin necesidad de previa
autorización (art. 30).
Fuera de estas situaciones excepcionales, la regla es que las personas, para gozar de la plena
facultad para ejercer los derechos, deben ser mayores de dieciocho años.
También son considerados incapaces de obrar las personas mayores de edad que no cuenten
con madurez suficiente, pues el artículo utiliza la conjunción copulativa “y”, requiriéndose
ambos requisitos para que alguien sea considerado capaz.
En definitiva, estas dos pautas, edad y madurez suficiente, predeterminan el límite, ya que, si
la persona tiene edad y madurez suficiente, puede validar su actuación autónoma; de lo
contrario es incapaz de ejercicio. (Fernández, 2014).
c. La persona incapaz por sentencia judicial. Este supuesto implica que, mediante sentencia,
se puede restringir la capacidad para determinados actos, debiendo partirse siempre del
presupuesto de la capacidad, y que sus limitaciones son de carácter excepcional. Cuando la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar y expresar su voluntad, el
sentenciante puede declarar la incapacidad y designar un curador. Por último, comprende a
los inhabilitados por prodigalidad, a quienes se les designará un apoyo para el otorgamiento
de actos de disposición ente vivos y en los demás actos que determine la sentencia.
De conformidad al art. 25 del Código Civil y Comercial, menor de edad es la persona que no ha
cumplido dieciocho años y adolescente, la persona menor de edad que cumplió trece años.
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Es decir que todas las personas, desde su nacimiento hasta que cumplen dieciocho años, son
“menores de edad”, especificando la denominación de “adolescente” a la persona menor de
edad que ha cumplido la edad de trece años.
La Real Academia Española define adolescencia como la “Edad que sucede a la niñez y que
transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo”
En primer lugar, debemos sentar la regla según la cual la persona menor de edad ejerce sus
derechos a través de sus representantes legales, que son los padres, tutor o curador (sobre
este tema volveremos al tratar el instituto de la representación).
Sin embargo, la persona menor de edad que cuenta con edad y grado de madurez suficiente
puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico, salvo que
hubiere conflicto de intereses con sus representantes legales, en los que ejercerán sus
derechos mediante asistencia letrada.
Alguno de los derechos que pueden ejercer los menores de edad sin necesidad de que
intervengan sus representantes legales son:
-El menor de edad que ha obtenido título habilitante puede ejercer la profesión por cuenta
propia (art. 30).
-La persona mayor de dieciséis años es considerada adulta para las decisiones sobre su propio
cuerpo, así como el adolescente tiene aptitud para decidir sobre tratamientos que no resulten
invasivos, ni comprometan su estado o provoquen un riesgo grave para su vida o integridad
física (art. 26).
El hijo adolescente no precisa autorización de sus progenitores para estar en juicio cuando sea
acusado criminalmente (art. 680).
En definitiva, la persona menor de edad debe actuar por medio de sus representantes legales,
salvo en los casos en que el Código establezca que pueden hacerlo por sí solos (art. 26).
a) Tratamientos no invasivos
El artículo 26 del código unificado establece una presunción de que el adolescente de entre
trece y dieciséis años puede y se considera facultado para aceptar y consentir por sí mismo
ciertos tratamientos, siempre que estos no resulten invasivos ni comprometan su estado de
salud o provoquen un riesgo grave en su vida o integridad física.
Esta presunción funcionará siempre que el adolescente pueda comprender los aspectos
esenciales relativos a la práctica propuesta, aunque, de ser necesario, una última
determinación siempre quedará en manos de los tribunales, la lex artis y la costumbre, y, por
lo general, será el médico tratante quien decida acerca de la aptitud del tratamiento, con base
en criterios que desde el ámbito médico se van pautando.
Por último, el art. 26 establece que la persona mayor de dieciséis años es considerada como
un adulto para las decisiones sobre el cuidado de su propio cuerpo.
De esta manera, se reconoce una anticipación de la capacidad de los menores para dar
consentimiento o asentimiento para ciertos actos de intrusión en su cuerpo.
En el caso de desacuerdo entre el menor, el médico y los padres, deberá intervenir la justicia a
fin de que se valore la situación concreta del sujeto.
Así, dispone:
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Reglas generales. La restricción al ejercicio de la capacidad
jurídica se rige por las siguientes reglas generales:
Estas reglas generales que se agrupan en la norma rigen todo lo referido a las restricciones al
ejercicio de la capacidad jurídica de las personas, y son producto especialmente de la
aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ley 26.378)
y de la Ley Nacional de Salud Mental (ley 26.557).
Manteniendo el criterio biológico-jurídico, el art. 32 del código unificado prevé dos supuestos
diferenciados: a) incapacidad de ejercicio relativa, que alcanza los actos señalados en cada
sentencia y b) incapacidad de ejercicio absoluta.
De la lectura del art. 32 del Código se advierte que, a partir de los trece años se
puede restringir judicialmente la capacidad de una persona cuando ésta padece
una adicción o alteración mental permanente o prolongada de entidad suficiente
– elemento biológico- y se estime que de no restringirle la capacidad pueda
ocasionar un daño a su persona o a sus bienes – elemento jurídico; o
excepcionalmente declarar la incapacidad “cuando la persona se encuentre
absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos
resulte ineficaz”
La persona con capacidad restringida es, por regla, una persona capaz y sólo no podrá ejercer
por sí sola determinados actos que se especifiquen en la sentencia (art. 24 inc. “c”).
El juez, en la sentencia, debe designar el o los apoyos que estime convenientes, siempre
tratando de limitar lo menos posible la autonomía de la persona, favorecer las decisiones que
respondan a las preferencias de la persona tutelada y, de esta manera, garantizar el respeto
de los derechos de la persona protegida.
El o los apoyos que se designen no tienen por misión sustituir la voluntad del sujeto, sino todo
lo contrario; promueven la libertad, la autonomía, “la comunicación, la comprensión y la
manifestación de la voluntad de la persona para el ejercicio de sus derechos” 12.
Ahora bien, se considerará una persona incapaz de ejercicio absoluta cuando: a) se encuentre
imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo,
medio o formato adecuado y b) el sistema de apoyos cualquiera que fuere resulte ineficaz. En
este supuesto, el juez deberá designarle un curador para que represente al incapaz, siendo de
aplicación los arts. 138 a 140 (curatela).
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Es dable señalar que, si no se dieran estos requisitos esenciales, corresponderá una sentencia
de capacidad restringida y no una declaración de incapacidad absoluta.
Tal como hemos señalado anteriormente, los medios de protección de la persona que padece
de alguna discapacidad, son: a) la declaración de capacidad restringida; b) la incapacidad,
cuando la persona padece una incapacidad absoluta, es decir que no puede accionar con el
medio que la circunda y los medios de apoyo son ineficaces y c) como veremos más adelante,
la declaración de inhabilitación en el caso del pródigo.
El conocimiento personal del juez con el interesado debe ser obligatorio y no facultativo. Es
por ello que la entrevista personal prevista en el art. 35 del CCCN no será una facultad sino un
deber indelegable en cabeza del juez, quien deberá asegurarla en cada proceso y previo a
dictar cualquier resolución, salvo las medidas cautelares que puede ordenar en caso de
urgencia para garantizar los derechos personales y patrimoniales de la persona (art. 34).
Esta entrevista es de fundamental importancia, ya que el juez tomará contacto personal con el
padeciente para garantizarle el goce o ejercicio en igualdad de condiciones con los demás y
para darle un trato más personalizado y humanitario, así como la garantía de acceso directo al
órgano de decisión.
La persona en cuyo interés se lleva adelante el proceso es parte y, como tal, puede aportar
todas las pruebas que hacen a su defensa.
Así, la persona podrá comparecer con un abogado particular y, en caso de no hacerlo,
necesariamente se le deberá designar un defensor que ejerza su defensa técnica desde el
inicio del proceso.
En relación a la prueba que puede acercar al proceso, rige el principio de amplitud probatoria,
pudiendo aportar todos los elementos que hagan a su defensa. Por ejemplo, podrá proponer
el nombramiento de un perito médico que actúe juntamente con los designados de oficio
como medida que hace a la defensa de su capacidad.
Por otro lado, el art. 36 contiene una norma de competencia procesal y establece que el juez
competente para entender en la causa es el correspondiente al del domicilio de la persona o el
de su lugar de internación.
Los equipos interdisciplinarios para realizar la evaluación incluyen las áreas de psicología,
psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos
pertinentes (Rivera y Medina, 2014, p. 164).
El dictamen deberá ser valorado por el juez junto con los otros elementos traídos al proceso,
quedando a cargo del juzgador la consideración de la incapacidad en la medida en que ésta
impida al sujeto dirigir su persona o administrar sus bienes.
Sentencia. Alcances
Luego de la valoración del dictamen interdisciplinario, el juez debe resolver con relación al
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ejercicio de la capacidad jurídica, considerando especialmente la voluntad, deseos y
preferencias de la persona, y procurando que la afectación de la autonomía personal sea la
menor posible.
De tal modo, la sentencia puede: a) desestimar la acción; b) restringir la capacidad del sujeto y
c) declarar la incapacidad.
La sentencia que limite o restrinja la capacidad debe señalar los actos y funciones que la
persona no puede realizar por sí misma y, a fin de que tome las decisiones pertinentes, le
designará los apoyos que considere necesarios e indicará la modalidad de actuación, es decir,
si la función debe ser cumplida por dos o más personas, si la actuación debe ser conjunta o
indistinta, o si la validez de los actos jurídicos requieren del asentimiento otorgado por el
apoyo.
Asimismo, la sentencia que disponga la incapacidad deberá indicar los curadores que se
designan (puede ser una o más personas), permitiendo que la persona capaz pueda designar
quién ejercerá su curatela, ya sea mediante una directiva anticipada (art. 60), ya sea
descubriendo su verdadera voluntad por alguna manifestación (art. 43). En una palabra, la
sentencia que limite la capacidad, ya sea en forma total o parcial, es un verdadero estatuto de
cómo debe actuar la persona del incapaz.
Revisión
El plazo de los tres años es un plazo máximo; es posible instar su revisión con anterioridad si
las circunstancias del caso así lo aconsejan.
Inhabilitados
De conformidad al art. 48 del Código Civil y Comercial, podrán ser inhabilitados los pródigos, es
decir aquellos a quienes, por la mala gestión de sus bienes, en el sentido de dilapidar,
malgastar, expongan el patrimonio familiar a que se vea menoscabado.
El mencionado artículo define a la persona del pródigo como aquélla que padece una
alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que, en relación a su edad y
medio social, implica desventajas considerables para su integración familiar, social,
educacional o laboral.
Lo que la ley pretende es justamente proteger al grupo familiar –es decir a las personas del
cónyuge, conviviente, hijos menores de edad o con discapacidad– de la pérdida del
patrimonio, legitimando a promover la inhabilitación al cónyuge, conviviente, ascendientes y
descendientes.
Procedimiento de la declaración
Deberán iniciar la acción ante el juez del domicilio de la persona que se pretende inhabilitar y
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acompañar los elementos probatorios. Si bien no está prevista la evaluación interdisciplinaria
dentro del proceso, podría realizarse por interpretación analógica con lo normado en el art.
50, donde sí se exige en el marco del proceso para disponer el cese de la inhabilitación.
Por último, es dable poner de resalto que deben aplicarse supletoriamente las normas
previstas sobre incapacidad o capacidad restringida en la medida en que no sean
incompatibles.
Efectos de la declaración
La figura del apoyo es necesaria a fin de evitar que el inhabilitado realice actos de
otorgamiento que puedan perjudicar la integridad del patrimonio y perjudicar así a las
personas del cónyuge, conviviente e hijos menores o con discapacidad.
Según Buteler Cáceres , las personas de existencia ideal son abstracciones que se
originan en la realidad social y representan la posibilidad de los hombres de unir
sus esfuerzos en pos de un fin común; por ello, estos entes se encuentran
provistos de personalidad jurídica y están dotados de capacidad para adquirir
derechos y contraer obligaciones.
c. Las teorías realistas: éstas reconocen que el sujeto creado por sus miembros conforma un
ente diferente. Estas teorías a su vez presentan diferentes posturas:
i). Las que se fundan en la voluntad: sostienen que la persona jurídica es un verdadero
ente semejante al organismo de las personas físicas, se basa en una fantasía que asimila
biológicamente y orgánicamente a las personas físicas y jurídicas. Este grupo a su vez
tienen un subgrupo:
ii). La teoría del órgano: este es un concepto que se toma en la actualidad y reemplaza
el concepto de la representación de la persona jurídica por el del órgano de voluntad
de la misma
iii). Las que se basan en los intereses: y sostienen que las personas jurídicas poseen un
interés distinto al de los miembros que las componen, entonces este ente representa la
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configuración jurídico legal de ese interés
iv). La teoría de la institución: de Hauriou, quien sostiene que la persona jurídica es una
institución, es una idea de obra o de empresa que se realiza y dura jurídicamente en un
medio social; para la realización de esta idea, se organiza un poder que le procura los
órganos necesarios. Por otra parte, entre los miembros del grupo social interesado en la
realización de la idea, se producen manifestaciones de comunión dirigidas por órganos
de poder y reglamentadas por procedimientos. El elemento más importante de toda
institución corporativa es la idea de la obra a realizar. Todo cuerpo constituido lo es por
la realización de una obra o de una empresa. La idea de la empresa es el objeto de la
empresa, porque la empresa tiene por objeto realizar la idea. El segundo elemento de
toda institución corporativa es un poder de gobierno organizado para la realización de
la idea de la empresa, y que está a su servicio. Y el tercer elemento de la institución
corporativa, para Hauriou, es la "manifestación de comunión" de los miembros del
cuerpo y también de los órganos de gobierno, tanto en la idea de la obra a realizar
como en los medios a emplear.
Clasificación
La distinción de las personas jurídicas en públicas y privadas tiene gran interés práctico.
Lloveras de Resk (1995) entiende que son personas jurídicas públicas aquellas que son titulares
de poderes o prerrogativas públicas. Mientras que son personas jurídicas privadas las que no
los poseen, lo cual determina que las personas públicas sean reguladas principalmente por el
derecho público, y que las personas jurídicas privadas lo sean por el derecho privado
respectivo, sobre todo en orden a su creación, organización y funcionamiento (Lloveras de
Resk, 1995, p. 302). Esta afirmación no importa desconocer que las personas jurídicas públicas
pueden desarrollar parte de su actividad en el ámbito del derecho privado y las personas
jurídicas privadas pueden hacerlo en el campo del derecho público, con lo cual cada una de
estas personas se regirá por la rama del derecho que corresponda a esa actividad.
La inclusión de las personas jurídicas públicas en el Código Civil y Comercial se hace con un fin
meramente descriptivo, ya que la personalidad de estas entidades resulta de las respectivas
disposiciones de derecho público.
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Clases
En el inciso “b” del artículo 146, se clasifican los estados extranjeros, las organizaciones que
tengan su personería jurídica reconocida por el derecho internacional público y “toda otra
persona jurídica constituida en el extranjero cuyo carácter público resulte de su derecho
aplicable”. La alusión a los estados extranjeros debe entenderse comprensiva de los estados
provincial y municipal, organizaciones internacionales, supranacionales o regionales, como la
Organización de las Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos, la Cruz Roja
Internacional, la Organización Mundial de la Salud.
Finalmente, en el inciso “c”, se coloca a la Iglesia Católica, debiendo entenderse que se trata
de la religión Católica Apostólica Romana, cuya personería está expresamente reconocida en
la Constitución Nacional.
Las personas jurídicas privadas son aquéllas que tienen reglamentada su existencia y
actividades por el derecho privado aunque dependan de una autorización especial para
funcionar. Es decir que, dentro de las personas jurídicas privadas, tendremos aquellas que
requieren autorización para funcionar, como es el caso de las asociaciones civiles o las
fundaciones, y las que no, como por ejemplo las sociedades comerciales, el consorcio de
propietarios, entre otros.
6.3.2 Enunciación
Noción
La persona jurídica resulta no sólo una regulación del derecho constitucional de asociarse con
fines útiles y una forma de ejercer libremente una actividad económica, sino que constituye
una realidad jurídica que la ley reconoce como medio técnico para que todo grupo de
individuos pueda realizar el fin lícito que se propone.
Hemos señalado que la persona jurídica tiene personalidad jurídica y que, por ende, posee
atributos: el nombre para individualizarse, el domicilio para determinar la ley aplicable y la
jurisdicción donde puede demandar o ser demandada, la capacidad siempre de derecho y
limitada al objeto para el que se constituyó y el patrimonio, a los fines del cumplimiento de
sus fines.
En primer lugar, cabe distinguir entre domicilio y sede social. El término “domicilio” remite a la
indicación genérica de la ciudad, localidad o región donde se ha constituido la sociedad,
mientras que el término “sede” alude al lugar geográfico concreto (dirección) donde se ha
instalado la persona jurídica. Por ejemplo, Córdoba capital es el domicilio y Bv. San Juan 710 es
la sede.
Por otro lado, el precepto establece que la persona jurídica que posee muchos
establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de dichos
establecimientos, pero sólo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas.
Por último, prevé que, para el caso que se quiera cambiar el domicilio, debe modificarse el
estatuto, y, si se quiere cambiar la sede, puede ser resuelto por el órgano de administración.
Las notificaciones que se realicen en la sede inscripta de la persona jurídica serán vinculantes,
aunque ya no funcione allí, pues lo que se pretende es proteger los derechos de terceros que
contraten con el ente social.
Patrimonio
Es por ello que el artículo 154 del código de fondo estatuye: “la persona jurídica debe tener un
patrimonio”
Así, el patrimonio comienza a formarse desde el mismo momento en que los socios se
comprometen a realizar aportes y es el conjunto de bienes de la persona jurídica con el cual la
sociedad actúa y afronta el pasivo que lo integra.
Este patrimonio no se confunde con el de los individuos que concurren a conformar el sustrato
material de la entidad.
Capacidad de derecho
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La capacidad vinculada a las personas jurídicas se refiere sólo a la capacidad de derecho o
aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos y ejercer por sí o por otros los actos
inherentes a los derechos de los que se es titular. La noción de capacidad de obrar es
absolutamente ajena, pues estos sujetos de derechos siempre actuarán a través de sus
órganos o representantes.
La regla general en materia de capacidad de las personas jurídicas es que tienen capacidad de
derecho para todos los actos y todos los derechos que no les estén expresamente prohibidos.
Esta capacidad, sin embargo, tiene sus limitaciones en razón del principio de especialidad y de
la naturaleza de las cosas.
Representación
Las personas jurídicas desarrollan su actividad por medio de personas físicas que actúan en su
nombre y por su cuenta, de modo tal que su gestión es atribuida a la misma entidad.
Así, las personas jurídicas actúan a través de sus órganos, es decir aquellas personas
autorizadas a manifestar la voluntad del ente y a desarrollar la actividad jurídica necesaria
para la consecución de sus fines.
El artículo 159 establece una pauta general a la cual debe adecuarse la conducta de los
administradores sociales, disponiendo que los administradores deben obrar con lealtad con la
persona que les encarga la función de administrar sus intereses y con diligencia, es decir con
idoneidad, con aptitud profesional para el exitoso desenvolvimiento de la clase de actividad
que constituye el objeto social.
El deber de obrar con lealtad tiene por fundamento la obligación de fidelidad del mandatario
(art. 1324 CCCN), que se extiende a todos los casos de representación de intereses ajenos, y el
deber de buena fe (art. 9 CCCN).
El administrador se debe conducir con la corrección de un hombre honrado, en defensa de los
intereses cuya administración se le ha confiado, por encima de cualquier otra consideración,
evitando obtener un beneficio particular a expensas de la persona jurídica. Tiene prohibido
contratar con ésta, salvo que se trate de contratos referidos a su actividad ordinaria y en las
mismas condiciones en que el ente lo hubiera hecho con terceros. Deberá abstenerse de
intervenir en la toma de decisiones en las que tenga un interés contrario a la persona jurídica y
no podrá competir con ella. (Roitman, 2006).
Responsabilidad civil
Responsabilidad contractual y extracontractual
De la lectura de los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación se
sigue que se identifica a los bienes con la valoración económica.
Distintas clasificaciones
Así por ejemplo, la distinción entre muebles e inmuebles tiene importancia desde
diferentes aspectos:
a) Por un lado, la determinación de la ley aplicable. Las cosas inmuebles se rigen por la ley
del lugar de su situación (art. 2663 del CCCN), mientras que las cosas
muebles se rigen por el domicilio del demandado si se trata de las cosas que
lleva consigo o son de uso personal, o bien por el lugar de situación de los bienes
(arts. 2665 y 2666 del CCCN).
b) También tiene incidencia en relación al régimen de prescripción adquisitiva, que es un
modo de adquirir el dominio por la continuación de la posesión en
forma pública, pacífica, continua e ininterrumpida durante el tiempo que establece la ley.
Así, las cosas inmuebles se adquieren por la posesión continua de diez años cuando ésta es con
justo título y buena fe (art. 1898 CCCN) o bien, veinte años sin necesidad de título y buena fe
por parte del poseedor (art. 1899
CCCN). Ahora bien, el dominio sobre cosa mueble se adquiere por la simple posesión de
buena fe, salvo que se trate de cosas muebles hurtadas o perdidas, en cuyo caso el dominio se
adquiere por la posesión continua y de buena fe de dos años (art. 1898). Si no hay justo
título y buena fe y se trata de una cosa mueble registrable, se adquiere si se posee
durante diez años (art. 1899).
c) Asimismo, esta clasificación influye en los derechos reales. Así por ejemplo, el derecho real
de propiedad horizontal sólo puede recaer sobre inmuebles (art.
2037), tal como el derecho de superficie (art. 2114) y el de hipoteca (art. 2205).
En tanto, el derecho real de prensa sólo puede recaer sobre cosas muebles no registrables o
créditos instrumentados (art. 2219).
Mientras que el contrato de mutuo, por ejemplo, sólo puede recaer sobre cosas
fungibles, pues el mutuario, al término del contrato, no estará obligado a devolver lo
mismo que recibió sino igual cantidad de cosas de la misma calidad y especie (art. 1525).
Criterios de distinción
Art. 226: Inmuebles por accesión. Son inmuebles por accesión las cosas muebles que se
encuentran inmovilizadas por su adhesión física al suelo, con carácter perdurable. En este
caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad del propietario.
No se consideran inmuebles por accesión las cosas afectadas a la explotación del inmueble o a
la actividad del propietario.
Así, son inmuebles por su naturaleza: el suelo, es decir la corteza terrestre, lo incorporado
orgánicamente a él, como los vegetales, y lo que está debajo de él, es decir los árboles, ríos,
minerales enterrados, etc.
Son inmuebles por accesión: las cosas muebles que se encuentran
inmovilizadas por su adhesión física al suelo con carácter de perdurabilidad,
como son todas las clases de construcciones, casas, edificios, obras de infraestructuras
en general. Las cosas muebles que se incorporan de manera permanente a todas estas
construcciones, como las estufas de una casa, las ventanas de un edificio, las barandas,
etc. son también inmuebles por accesión, mientras permanezcan en esa condición (Rivera y
Medina, 2014).
El precepto mencionado (art. 226) establece la regla general de que “los muebles
forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad”, por lo que, celebrado un negocio jurídico sobre el
inmueble, todo lo que esté en él, adherido e inmovilizado con carácter perdurable,
forma parte de la contratación, salvo acuerdo en contrario.
Ahora bien, no se consideran inmuebles por accesión las cosas que se adhieren
transitoriamente al suelo (una carpa), ni las afectadas a la explotación del
inmueble o a la actividad del propietario, como ser las semillas puestas
intencionalmente por el dueño del inmueble, o los utensilios o máquinas de labranza, los
animales puestos para el cultivo, entre otros.
Art. 227: “Cosas muebles. Son cosas muebles las que pueden desplazarse por sí mismas o
por una fuerza externa”.
Este concepto engloba las cosas que pueden transportarse fácilmente de un lugar a otro,
movidas ya por una influencia extraña , como son los automóviles, o por sí mismas, como son
los animales que se denominan semovientes.
El artículo 229 dispone: “Cosas principales. Son cosas principales las que pueden existir
por sí mismas”
Así, son cosas principales las que tienen una existencia propia e independiente
de cualquier otra (por ejemplo un auto); y accesorias las que jurídicamente carecen de
existencia propia por depender de otras, por ello siguen la suerte de la principal.
Frutos y productos
Los frutos y los productos son cosas que produce la cosa, pero entre ambas categorías
existen diferencias sustanciales: a) los
frutos se producen y reproducen en forma periódica y regular; los productos no se
reproducen; b) la extracción de los frutos no altera ni disminuye la sustancia de la cosa, que
continúa siendo la
misma; la extracción de los productos, por el contrario, trae como consecuencia la
extinción paulatina de la cosa.
Por ejemplo, una vaca produce leche como fruto y carne como producto.
La norma clasifica los frutos en:
Frutos naturales: son los que la cosa produce espontáneamente, como las crías de ganado, la
leche de los animales.
Frutos industriales: son los que se producen por la industria del hombre o de la cultura de la
tierra, como ser la soja o el trigo que se obtienen de una cosecha.
Frutos civiles: las rentas de una cosa, como el alquiler de un inmueble.
Por último, debe señalarse que los frutos naturales e industriales y los
productos no son accesorios de la cosa, sino que forman un todo con ella mientras
estén unidos, pero, una vez separados, adquieren existencia propia e independiente y deben
ser considerados cosas principales.
El patrimonio
Definición. Caracteres
Por otro lado, los patrimonios especiales son conjuntos de bienes que están afectados a
un fin determinado y sujetos a un especial régimen legal. En cuanto a sus caracteres, podemos
decir:
Su existencia depende de la ley: la voluntad del titular de los bienes no es
suficiente por sí sola para crear un patrimonio especial, sino que se trata de supuestos
previstos por la ley.
Está sujeto a un régimen legal especial: el patrimonio especial es
independiente del patrimonio general, los bienes que lo integran sólo responden por
determinadas deudas.
Vivienda
Definición
Los fundamentos del anteproyecto del Código Civil y Comercial de la Nación, refieren en
relación a este instituto:
(a) se autoriza la constitución del bien de familia a favor del titular del dominio sin familia,
atendiendo a la situación, cada vez más frecuente, de la persona que vive sola; se permite que
el bien de familia sea constituido por todos los condóminos, aunque no sean parientes ni
cónyuges; (b) la afectación también puede ser decidida por el juez, a petición de parte, en la
resolución que atribuye la vivienda en el juicio de divorcio o en el que resuelve las
cuestiones relativas a la conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios incapaces o con
capacidad restringida; c) se amplía la lista de los beneficiarios al conviviente; (d) se prevé
expresamente la subrogación real, reclamada por la doctrina y recogida en diversos
pronunciamientos judiciales, que permite adquirir una nueva vivienda y mantener la
afectación, así como extender la protección a la indemnización que provenga del seguro
o de la expropiación; (e) se resuelven problemas discutidos en la doctrina, los cuales son:
la situación de la quiebra, adoptándose el criterio según el cual el activo liquidado pertenece
sólo a los acreedores anteriores a la afectación, y si hay remanente se entrega al propietario;
la admisión de la retroprioridad registral, en tanto se remite a las normas de la ley registral
que así lo autorizan; la inoponibilidad a los créditos por expensas en la propiedad
horizontal y a los créditos alimentarios, etcétera.
Por otro lado, tampoco puede afectarse más de un inmueble, por lo que, si
alguien es propietario único de dos o más inmuebles, debe optar por la subsistencia de
uno solo dentro del plazo que fije la autoridad de aplicación, so pena de considerar afectado el
constituido en primer término.
El hecho jurídico
Además de las ideas cardinales de sujeto y objeto de las relaciones jurídicas, tenemos
también otra noción cuya importancia procuraremos destacar: la causa eficiente, en virtud
de la cual las relaciones jurídicas nacen, se modifican, transforman, transmiten o extinguen.
Los hechos jurídicos son todos los acontecimientos que, según el ordenamiento
jurídico, producen el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas (art. 257 CCCN).
Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe
entenderse que el suceso o acontecimiento está previsto de antemano por la
ley , para que, según las circunstancias y siempre que se reúnan los requisitos que
impone una determinada norma, produzca efectos jurídicos.
Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa eficiente porque, luego de que se
produce, el ser humano adquiere automáticamente, con carácter definitivo e irrevocable,
la personalidad jurídica.
En el Código Civil y Comercial se encuentran regulados en el Título IV del Libro I,
Parte General; en este título se trata con gran extensión la teoría de los hechos y actos
jurídicos.
Los hechos jurídicos se clasifican en hechos externos o naturales y hechos humanos. Los
primeros son aquellos en los que no interviene para nada la conducta humana, como el
nacimiento, la muerte, la destrucción natural de una
cosa, el derrumbe de un edificio por un terremoto, etc. Estos, si bien son hechos en los
que no intervino la voluntad del hombre, son jurídicos en tanto producen consecuencias para
el derecho.
Los hechos voluntarios, a su vez, se dividen en lícitos e ilícitos, según sean conformes o
contrarios a la ley. Los hechos voluntarios ilícitos pueden ser:
delitos (se supone la intención de causar un daño) o cuasidelitos (se causa el daño
aunque no haya habido intención; es por culpa: imprudencia, negligencia o impericia), y los
lícitos son los actos jurídicos y pueden ser los simples actos lícitos.
La voluntad jurídica
Definición
La voluntad individual apreciada en el mundo de las relaciones jurídicas juega un papel
fundamental.
Así, Buteler Cáceres explica que, si partimos de los atributos de las
personas y , dentro de ello, de la capacidad, se advierte que la voluntad o la aptitud de
voluntad es el presupuesto primario, indispensable de la capacidad de hecho.
El artículo 260 del Código Civil y Comercial prevé “Acto voluntario. El acto
voluntario es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por
un hecho exterior”.
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Los actos voluntarios son aquellos ejecutados con discernimiento, intención y libertad,
presupuestos estos que integran el elemento moral o interno del acto voluntario, además del
elemento material o externo, que es la manifestación de la voluntad.
Cada elemento interno, como se verá, puede verse obstado por determinadas
circunstancias como la minoridad, la declaración de incapacidad o vicios, o el
error, dolo o violencia, que afectarán a uno o varios de esos elementos, ocasionando la
involuntariedad del acto.
Elementos internos
El discernimiento. Definición
Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes grupos:
aquellas que presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la
inteligencia (minoridad, en tanto inmadurez; puntos “b” y “ c”) y las que
importan considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus facultades
intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, punto “a”).
Respecto a la privación de razón, ésta puede ser de dos clases según la falta de
razón refleje alguna clase de patología más o menos permanente o bien un
oscurecimiento del intelecto temporal o accidental y sólo relacionado con el acto en
cuestión; circunstancias que incidirán en los extremos a acreditar en un eventual juicio y, todo
ello, debiendo tener en cuenta los alcances concretos de la inhabilidad del sujeto en caso de
que hubiera sido objeto de una declaración.
En relación a la edad, debe señalarse que, de acuerdo al sistema que adopta el
Código Civil y Comercial, según el cual se presume, sin admitir prueba en contrario, que
las personas obran con discernimiento a partir de determinadas edades, éstas deben ser
capaces de distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.
En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta antes la noción de lo
bueno y de lo malo que la apreciación de lo que para él puede ser
conveniente o inconveniente y , por ello, presume, sin admitir prueba en
contrario, que los menores mayores de diez años tienen discernimiento para ejecutar
actos ilícitos y por ende habrán de responder por sus consecuencias, es decir que
responderán civilmente con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio de la responsabilidad de
los padres y del derecho de repetición que, en razón de este discernimiento, estos tienen
contra sus hijos (art. 1754 CCCN).
La intención. Definición
Se ha definido la intención como el discernimiento aplicado al acto concreto de que se trata.
Es representarse los motivos determinantes de la acción y tener conocimiento concreto del
estado de casos (Buteler Cáceres)
La libertad. Definición
La libertad consiste en el imperio de sí, en la posibilidad de elección sin coacción, en la
determinación propia, la independencia de la voluntad. Consiste en la posibilidad de elegir
entre distintas opciones sin presiones de ninguna naturaleza.
Este concepto comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral o libre
albedrío.
Así, la libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada por la persona, sin
ningún influjo extraño que pueda torcerla o desvirtuarla.
La libertad física es el poder material de hacer lo que de antemano se ha resuelto
hacer , o bien, abstenerse de hacer lo que de antemano se ha resuelto no hacer.
Elemento externo
La manifestación de la voluntad: noción
Tal como hemos señalado anteriormente, la voluntad jurídica debe manifestarse a través
de un hecho exterior. Esta exigencia luce razonable, dado que, de no existir alguna
PRIVADO I
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exteriorización, el mero suceso interno no puede ser valorado por el ordenamiento. Es decir
que una voluntad no manifestada no es de interés para el derecho, ya que, sin exteriorización,
no sólo no puede haber
hecho voluntario, sino tampoco involuntario: a los efectos legales, en ambos
casos no habría modificación alguna susceptible de ser aprehendida por el derecho.
Ahora debemos preguntarnos: ¿qué sucede en aquellos casos en los que la voluntad
interna no coincide con la declarada?
En otro orden de ideas se encuentran las teorías intermedias, que advierten que,
llevadas a sus extremos, la teoría de la voluntad real y la de la declaración resultan
inaceptables; la primera porque protege
exclusivamente el interés del autor de la declaración, dándole la posibilidad de
impugnarla cuando no coincide con la voluntad interna, lo que atenta contra la seguridad
jurídica. La segunda, a la inversa, lesiona el principio de autonomía de la voluntad sobre el que
se construye toda la teoría del acto jurídico.
De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto, elaboran
soluciones que combinan la necesidad de respetar la real intención de las
partes con la seguridad y confianza que deben prevalecer en las relaciones jurídicas. Así,
la teoría de la responsabilidad considera que debe respetarse la
voluntad interna, a menos que la divergencia entre la manifestación y la voluntad real
sea producto de la negligencia del declarante, en cuyo caso, éste deberá soportar las
consecuencias. Por otro lado, la teoría de la confianza
afirma que la declaración debe prevalecer sobre la voluntad interna cuando
haya suscitado legítima expectativa en el destinatario, y siempre que éste no
haya obrado culposamente al no poner la debida atención que le habría permitido
captar los elementos objetivos que indicaban la falta de voluntad.
Ahora bien, descrito el debate, debemos preguntarnos ¿qué ocurre en el Código Civil y
Comercial Argentino?
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Si bien nuestro Código no contiene precepto alguno que expresamente establezca cómo
debe resolverse la cuestión, diversas disposiciones demuestran
que se ha acogido como principio rector la doctrina de la voluntad, haciendo
predominar la voluntad real del agente sobre la declaración. Esto se evidencia en la
reglamentación de la teoría general del acto voluntario, en la recepción de
la teoría general de los vicios de la voluntad, en la consagración del respeto al principio de la
autonomía de la voluntad que importa la facultad de los particulares de reglar sus
relaciones jurídicas.
Así, por ejemplo, en diversas normas, la ley hace prevalecer la buena fe, la
confianza o la responsabilidad a fin de proteger al destinatario de la declaración. Ello
sucede en la adopción del error reconocible (arts. 265 y 266), en la preeminencia de la buena
fe en el ejercicio de los derechos –como en la ejecución e interpretación de las relaciones
jurídicas (arts. 9, 10) –, así como en el no amparo del dolo recíproco (art. 272) ni de la
simulación dirigida a perjudicar terceros (Arts. 333 y 334).
Por otro lado y en continuidad con el punto “d” , tenemos la manifestación tácita o
indirecta de la voluntad, que, a diferencia de la positiva, no tiene por
fin dar a conocer la voluntad de manera directa, sino que ésta se infiere del
comportamiento del sujeto.
PRIVADO I
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El artículo 264, prevé: “Manifestación tácita de la voluntad. La manifestación tácita de la
voluntad resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de
eficacia cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa”.
Conocemos el viejo adagio que dice “el que calla, otorga”. Este adagio no tiene vigencia
dentro del orden jurídico, donde la regla es que el silencio es un signo negativo: el que calla
ni afirma ni niega. El silencio sólo excepcionalmente puede constituir un modo de
manifestación o declaración de la voluntad tácita.
Estos casos de excepción son:
a) Cuando haya obligación legal de expedirse. Cuando la ley impone la
obligación de pronunciarse y el obligado guarda silencio, éste es considerado como una
manifestación de voluntad. Por ejemplo, quien, debiendo absolver
posiciones, no concurre o se niega a responder, queda confeso en todos los hechos que
surgen de la relación de preguntas (art. 417 del CPCCN).
El error. Noción
El primero de los vicios que afecta la intención es el error, y consiste en un
conocimiento inexacto de la realidad. Es el falso conocimiento o la falsa noción acerca de
alguno de los elementos de las circunstancias vinculadas al acto que se ejecuta o a su régimen
legal.
Cabe distinguir entre error de derecho y error de hecho, según el falso
conocimiento se dé respecto de una norma jurídica aplicable a una determinada
situación o relación jurídica o se le dé un alcance distinto; o sobre las circunstancias o
elementos fácticos que hacen al negocio o relación jurídica de que se trate.
El error esencial, regulado en el art. 267 del Código Civil y Comercial, es el que afecta los
aspectos primordiales del acto. El precepto contempla distintos supuestos.
a) Error en la naturaleza del acto: es aquel que recae sobre la especie jurídica del
acto que se celebra, produciéndose una divergencia o falta de concordancia entre la
declaración o comportamiento de una de las partes y la representación de lo declarado o
actuado. Por ejemplo, cuando alguien presta algo a quien entiende que se lo están
regalando.
b) Error sobre el objeto: este error se produce cuando el sujeto cree celebrar un
negocio jurídico respecto de un determinado objeto o de un determinado
hecho y , en realidad, se trata de una cosa o hecho distinto. Puede afectar la
individualidad de la cosa, por ejemplo: creo estar comprando un terreno en un determinado
lugar y lo estoy comprando en otro; en su especie: por ejemplo, en una venta de granos, el
vendedor ha entendido que se trata de cebada y el
comprador de trigo; error sobre la cantidad, extensión o suma, este error de cantidad
no debe consistir en un mero error en el cálculo.
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c) Error en la sustancia: debe entenderse por sustancia o cualidades sustanciales de una cosa,
todas las partes y todas las propiedades de una cosa, sin las cuales dejaría de ser lo que ella es.
Es decir, no sólo debe tratarse de una cualidad de la cosa sino que esa cualidad se ha tenido en
mira al contratar, es decir, no debe ser accidental. En una palabra, habrá que ver en cada
caso cuáles son las
cualidades esenciales de la cosa, que son aquellas que las partes esperaron encontrar en
el objeto adquirido y que fueron especialmente tenidas en cuenta,
como también el supuesto de que, sin esas cualidades, el acto no se habría
celebrado, cuestión que debe ser apreciada conforme a las circunstancias del caso.
d) Error en la causa: se trata del error que recae sobre el elemento moral, es decir ,
el motivo interno que ha inclinado a ejecutar el acto. Al pertenecer al fuero interno de
cada sujeto, los motivos sólo pueden llevar a una anulación cuando
surjan expresa o implícitamente del acto, ya que, de lo contrario, se estaría
perjudicando a la otra parte, que no tiene forma de conocer lo que pensaba el otro. Así, quien
compra un automóvil creyendo por error que el suyo no tiene arreglo no podría, una vez
advertido de la realidad de las cosas, demandar la nulidad del acto, ya que se trata de
motivos ajenos al vendedor.
e) Error en la persona: el error sobre la persona es aquel que recae sobre alguno de los
sujetos o partes del negocio, ya sea respecto de la identidad de uno deellos o de sus
cualidades. Este error es causa de nulidad solamente cuando la
consideración de la persona ha sido causa determinante para su celebración,
como la donación hecha a una persona a quien se toma por otra, o en las obligaciones
intuitae personae; pero no es causa de nulidad cuando la persona del contratante es
indiferente, como en el caso de un prestamista, vendedor o locador.
El dolo
La palabra dolo tiene en derecho distintas acepciones: a) como elemento intencional del
acto ilícito, es la intención o propósito de causar un daño; b) en
el ámbito obligacional, el dolo es la deliberada intención de no cumplir
pudiendo hacerlo y c) como vicio de la voluntad, en tanto interviene en la
formación del acto jurídico, consiste en maniobras engañosas empleadas por una de las
partes para inducir a la otra a celebrar un determinado acto jurídico.
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El artículo 272 del Código prevé “Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la
nulidad del acto si es grave, es determinante de la voluntad, causa un daño importante
y no ha habido dolo por ambas partes”.
De tal modo, el dolo esencial es el que ha sido causa determinante, causa eficiente del
consentimiento del engañado para la celebración del acto y puede ser invocado para
anularlo. Para determinar si el dolo es esencial, habrá que verificar que se reúnan los
cuatro requisitos que fija el precepto:
Que sea grave: la gravedad del dolo alude a la entidad del engaño, astucia o ardid. La
conducta o maniobra empleada debe ser apta para inducir a engaño a una persona que pone
la diligencia necesaria en los asuntos, calidad que ha de
ser evaluada en función de las circunstancias y condiciones personales del sujeto
engañado.
Ausencia de dolo de ambas partes: quien obra con dolo no puede pretender que se anule
el acto alegando el cometido en su perjuicio por la otra parte. Ello así, pues se trata de una
exigencia negativa, cuyo fundamento radica en la reglade que nadie puede alegar la propia
torpeza. Además, se trata de un deber moral que deben presidir las relaciones entre las
personas, por ello “quien juega sucio no tiene derecho a exigir juego limpio”.
Por su parte, el dolo incidental es aquel en el que le faltan uno o más requisitos que exige el
art. 272 para que el dolo sea apto para actuar como vicio. El dolo
incidental no afecta la celebración del acto, sino sus condiciones. Es decir, la
parte que lo sufre lo habría celebrado aun de no haber mediado el engaño,
aunque en condiciones distintas; por ende, no es causa de invalidez del acto,
aunque quien lo comete debe resarcir los daños causados de conformidad al art. 275 del
Código Civil y Comercial.
Finalmente, debemos señalar que el dolo esencial y el dolo incidental pueden
ser directo, si es cometido por una de las partes del acto jurídico, su
dependiente o representante; o indirecto, si proviene de la conducta de un tercero
ajeno a la relación de que se trata para beneficiar a alguna de las partes.
Una y otra clase de dolo afectan la validez del acto (art. 274 del CCCN).
La violencia. Noción
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La libertad como tercer requisito de la voluntad es aquélla que permite auto
determinarse sin influencias mayores a las habituales. Precisamente, la violencia
importaría una influencia superior a la tolerable: consiste en ejercer coerción sobre una
persona para obligarla a realizar un acto.
Nuestro Código emplea los términos “fuerza irresistible” e “intimidación” para referirse a la
violencia como vicio de la voluntad que excluye la libertad. Así, la
violencia en términos jurídicos es la coerción que por distintos medios se
emplea sobre una persona para obligarla a ejecutar un acto que no estaba dispuesta
realizar. La violencia se presenta en dos formas diferentes: la fuerza irresistible, que tiene
lugar cuando se excluye la voluntad mediante el empleo de una presión física irresistible o de
malos tratamientos corporales; o bien, la intimidación o amenazas que inspiran en la víctima
el temor fundado de sufrir un mal inminente y grave que suprime su libertad en el obrar.
Clases. Efectos
El artículo 276 del Código Civil y Comercial prevé:
Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir
un mal grave e inminente que no se pueden contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la
parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las
amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las demás
circunstancias del caso.
.
Estas amenazas deben ser graves, es decir , deben tener aptitud para crear el temor
racionalmente fundado, lo que se valorará de acuerdo a la situación del amenazado y las
demás circunstancias del caso (art. 276 del CCCN).
La gravedad se valorará teniendo en cuenta los bienes jurídicos –que pueden ser de
naturaleza patrimonial o no; la vida, la salud, la honra, la reputación, la
intimidad, etc.– del propio amenazado, así como de cualquier otro sujeto en tanto y en
cuanto se demuestren aptos para alterar la conducta del afectado.
Asimismo, el mal amenazado ha de ser inminente, no necesariamente presente o actual,
pero sí de realización en un lapso más o menos próximo, de modo que no pueda evitarse a
tiempo ni reclamarse el auxilio de la autoridad pública para impedir la amenaza o defenderse
de ella. Sin embargo, es menester atribuir al término de “inminente” un significado más
amplio, pues, en ocasiones, el factor tiempo carece ciertamente de relevancia.
Tanto la fuerza irresistible como las amenazas pueden provenir de una de las partes del
acto o de un tercero (art. 277 del CCCN) y el autor debe reparar los daños (art. 278 del CCCN).
A diferencia de lo que ocurre con el dolo, la existencia de daños no es un requisito para que se
configure el vicio de violencia. Sin
embargo, en la práctica al ser un ataque a la integridad de la
persona, la violencia siempre apareja un daño al menos de naturaleza moral.
Quien deberá resarcir será la parte del acto o el tercero autor de la violencia; ahora bien, si
proviene de un tercero, pero ésta era conocida por la otra parte, se le atribuye la
condición de cómplice y responde solidariamente, aun cuando hubiera tomado
conocimiento a posteriori y guardara silencio al respecto.
2) Acto lícito: el acto jurídico debe ser conforme a los preceptos del derecho, pues no
podría concebirse que el ordenamiento tutelara actos contrarios al ordenamiento mismo.
De modo que, cuando aparece en
sus elementos lo contrario a la ley, al orden público o a las buenas costumbres, la
ilicitud se comunica a todo el acto que, en consecuencia, es inválido.
Elementos esenciales
Las partes: son las personas o sujetos que, con la declaración de voluntad, ejercen una
prerrogativa jurídica que les es propia, por repercutir directamente en su esfera de interés
patrimonial o extrapatrimonial. Es decir, son los sujetos a quienes se imputan las relaciones
jurídicas que el acto tiene por fin establecer, aquellos cuyos derechos se crean, modifican,
transfieren, extinguen, etc.
Ahora bien, la validez del acto jurídico en relación a los sujetos depende de dos requisitos: a) la
capacidad; b) la voluntariedad.
La exigencia de la capacidad supone la aptitud para ejercer por sí mismos actos jurídicos
válidos –capacidad de ejercicio– por lo que, tratándose de una persona menor de edad, el acto
será válido cuando se trate de aquél que la ley autoriza
otorgar (por ejemplo, el supuesto de que el adolescente puede decidir por sí respecto
de aquellos tratamientos que no resulten invasivos ni comprometan su salud o provoquen un
riesgo grave en su vida o integridad física).
En cuanto a la voluntariedad, supone que el sujeto haya obrado con discernimiento,
intención y libertad, debiendo concurrir los tres elementos integrantes de la trinidad que
condiciona la voluntariedad de los actos.
De tal modo, los requisitos del objeto de los actos jurídicos son:
a) Posibilidad: el objeto del acto jurídico no debe ser imposible, requisito
que se predica no sólo de los hechos sino también de los bienes. La
imposibilidad para causar la nulidad del acto debe ser: originaria, es decir , debe estar
presente desde que el acto se celebró, sin perjuicio del
supuesto de convalidación previsto para los actos jurídicos sujetos a plazo o condición
suspensiva (art. 280); absoluta, el objeto debe ser
imposible para todos y no sólo para el sujeto obligado. Si la
imposibilidad es parcial, el acto no es necesariamente nulo; quien pretendió adquirir un
derecho sobre un objeto parcialmente imposible
puede dejar sin efecto el contrato o demandar la parte que existiese (art. 1130) (Rivera y
Medina, 2014).
b) Determinabilidad: el objeto del acto jurídico debe ser determinado o determinable.
Este requisito surge de los arts. 1005 y 1006 del CCCN, que regulan el objeto de los
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contratos. Así, es determinado cuando legal o convencionalmente se prevén los
mecanismos o herramientas que
permitan precisarlo en el momento del cumplimiento del acto y es determinable cuando
se establecen los criterios suficientes para su individualización. En caso de que el objeto
fuera absolutamente indeterminable, el acto podrá ser declarado nulo.
c) Licitud: cuando la conducta que constituye el objeto del negocio está prohibida, el
acto tiene un objeto ilícito.
d) Hechos contrarios a la moral, a las buenas costumbres y al orden
público: este recaudo impone la conformidad del objeto con la moral, las buenas
costumbres y el orden público. Generalmente, el concepto de
buenas costumbres se identifica con la moral, y respecto al orden
público se ha entendido que es lo esencial para la convivencia que puede variar en el
tiempo y en el espacio. En estos supuestos, la sanción será la nulidad absoluta.
La causa es un elemento esencial del negocio jurídico, lo que surge de los artículos
1013 y 1014 del Código. Estos artículos reafirman los principios de
necesidad de causa, que debe existir en la formación, subsistir durante su celebración y
mantenerse durante la ejecución del contrato, determinando que la falta de causa implicará,
según los casos, la nulidad, adecuación o extinción del contrato. Asimismo, el art. 1014
sanciona con nulidad a todo contrato con causa contraria a la moral, al orden público o a las
buenas costumbres, sanción que se extiende al supuesto en que ambas partes lo hubieran
concluido por un
motivo ilícito o inmoral, dejando a salvo el caso en que, si sólo una de ellas hubiera
obrado por un motivo ilícito o inmoral, carecerá de derecho a invocarlo frente a la otra parte,
pero la parte inocente podrá reclamar lo que ha dado sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
Concepto
El artículo en comentario define la condición como la cláusula por la que las partes
subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto.
De este concepto surgen los caracteres de la condición: a) debe ser un hecho futuro, b)
incierto.
a) El acontecimiento al que se subordina la eficacia o resolución de un derecho ya adquirido
debe ser incierto, contingente, “que puede o no llegar a suceder”, característica esencial y
propia de la condición que la distingue del plazo, que es también un hecho futuro pero
necesario o fatal.
Clases de condición
El mencionado artículo refiere en su título a “especies” de condición, aludiendo tanto a la
condición suspensiva como a la resolutoria.
La condición suspensiva supedita la plena eficacia de la relación jurídica a la realización
de un hecho futuro e incierto previsto como condición, con lo cual
se origina un derecho eventual ya que, si la condición no se cumple, el acto jurídico no
podrá perfeccionarse. Es decir, cuando la condición es suspensiva, el
acto no produce sus efectos sino a partir del momento en que aquélla se cumple.
Por el contrario, la condición es resolutoria cuando lo que depende del hecho incierto y
futuro es la extinción del derecho ya adquirido. Ello implica que los
efectos del acto comienzan a producirse desde el momento mismo de la celebración del
acto, pero cesan si la condición no tiene lugar.
Por su parte, el art. 344 del CCCN prevé las condiciones prohibidas, disponiendo la nulidad del
acto jurídico cuando se haya establecido el acto sujeto a un hecho
imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres, prohibido por el
ordenamiento jurídico o que dependa exclusivamente de la voluntad del obligado.
Además, establece que la condición de no hacer una cosa imposible no
perjudica la validez de la obligación si ella fuera pactada bajo modalidad
suspensiva, pues ello supone que, en definitiva, nada se ha constituido, y tal obligación
se considera pura y simple, sin que nada pueda afectar su existencia.
Cabe señalar que, si se hubiere pactado una obligación de no hacer una cosa imposible
como condición resolutoria, ésta anula la obligación.
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Finalmente, la norma prevé que se tendrán por no escritas las condiciones que afecten de
modo grave las libertades de la persona, como la de elegir domicilio o religión, o decidir sobre
su estado civil; debiendo entender que el dispositivo es meramente enunciativo y por lo tanto
comprensivo de otros casuismos que impliquen afectar las libertades individuales.
Efectos
De acuerdo al art. 346 del CCCN, la regla general es que, cumplida la condición,
sea ésta suspensiva o resolutoria, produce efectos hacia el futuro, lo que implica que el
acto jurídico bajo la modalidad suspensiva cobrará eficacia el día
del suceso previsto como condición; en el caso del negocio jurídico bajo condición
resolutoria, producido el acontecimiento, se extinguirán los efectos a partir de ese momento.
La excepción es que las partes libremente modifiquen dicho efecto hacia el futuro,
dándole a la condición –suspensiva o resolutoria– efectos retroactivos.
Conforme al artículo 348 del Código, el cumplimiento de la condición suspensiva
convierte en puro y simple el derecho del acreedor. Esa conversión produce efectos desde el
momento mismo en que se cumple la condición.
Especies
Efectos
La diferencia entre la condición y el plazo es que, mientras los derechos
condicionales son eventuales, pues su misma existencia está pendiente de definición –
condición suspensiva– o amenazados –condición resolutoria–, los derechos sujetos a plazo
son efectivos, pues no hay duda sobre su existencia aunque el titular deba esperar cierto
tiempo para entrar en el pleno ejercicio de sus prerrogativas o éstas estén limitadas en el
tiempo.
El plazo, al igual que la condición, opera sus efectos hacia el futuro a partir de su vencimiento,
por lo que deja subsistentes las consecuencias ya producidas.
Concepto y caracteres
El cargo es la obligación accesoria y excepcional que se impone al adquirente de un derecho.
Por ejemplo, el legado con el cargo de mantener a ciertos parientes del testador.
En relación a los caracteres del cargo, es dable señalar: a) es una obligación que
grava a una de las partes interesadas; b) es una obligación accesoria a la adquisición de
un derecho, es decir que está anexado al derecho al cual accede,
de manera tal que no es posible adquirir el derecho sin asumir el cargo que
importa y , por ende, actúa como un límite al beneficio del adquirente del
derecho y c) es excepcional, es decir que no deriva ordinariamente del acto
jurídico realizado, sino que es la voluntad del enajenante quien dispone la vinculación
entre el derecho principal y el cargo
Efectos
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El principio general es que el cargo es simple, lo que significa que el incumplimiento del
cargo faculta al respectivo acreedor para el ejercicio de las medidas compulsivas pertinentes.
Pero dicho incumplimiento no afecta la adquisición del derecho ya que, si esto ocurre, no
se tratará de un cargo sino de una condición.
La excepción a dicha regla está dada por aquellos casos en que el cargo se hubiere
estipulado como condición suspensiva o resolutoria.
En el primer caso, el incumplimiento del cargo impedirá que se puedan cumplir los efectos
normales del acto jurídico hasta tanto no se cumpla con el cargo; y
en el segundo, si el adquirente del derecho principal no cumple con la
obligación que le fue impuesta como accesoria, se le cancelará el derecho adquirido.
El principio general que gobierna el instituto es que la in ejecución del cargo en nada afecta el
derecho principal, salvo los casos en que se hubiere estipulado como cargo condicional
suspensivo o resolutorio. Pero, fuera de esos casos, el
cargo en su dinamismo ordinario no influye en la pérdida del derecho al cual accede.
Definición y fundamento
La buena fe es un principio general del derecho (art. 9 del CCCN) que veda el ejercicio abusivo
de los derechos y sustenta nuestro ordenamiento jurídico positivo. Como derivación de este
principio, se impone a los sujetos el deber de actuar de manera leal, recta, honesta, con una
actitud de cooperación y generación de confianza en las propias declaraciones.
La buena fe es un requisito indispensable para la validez del acto jurídico y, por ende, cuando
falta (como ocurre en los casos de la simulación, del fraude, de la lesión) concurre un vicio que
lo invalida.
De este modo, los vicios de los actos jurídicos son defectos, imperfecciones o anomalías
susceptibles de provocar la ineficacia del negocio, por atentar contra la licitud, la buena fe o
perjudicar los intereses de terceros.
La lesión
Definición. Presupuestos de procedencia: subjetivos y objetivos
El Libro Primero, Título IV del CCCN, Capítulo 6, da tratamiento a los denominados vicios de los
actos jurídicos: lesión, simulación y fraude. Así, la Sección 1ª desarrolla la llamada “lesión
subjetiva-objetiva”.
El vicio de lesión queda configurado cuando una de las partes, explotando la necesidad,
debilidad síquica o inexperiencia de la otra, obtuviere por medio de un acto jurídico una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación.
El fundamento de la norma está dado, por un lado, por la existencia de la voluntad viciada en
el sujeto pasivo; por el otro, por el principio de buena fe que debe primar en todo convenio. Es
decir que debe haber equidad entre las prestaciones recíprocas, por lo que la ventaja de un
contratante sobre el otro, en razón de la explotación de la situación jurídica de inferioridad del
primero sobre el segundo, constituye una conducta reprochable por el derecho.
Presupuestos de procedencia
El elemento objetivo
El elemento subjetivo
Por otro lado, en lo atinente al elemento subjetivo, deben coexistir dos presupuestos que
incluso aparecen en sujetos distintos: la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia en el
lesionado, y el aprovechamiento de esa situación de inferioridad por parte del lesionante o
sujeto activo.
Debilidad síquica: se trata de trastornos síquicos de conducta que, por razones ajenas a la
voluntad de quien los padece, lo colocan en una situación de inferioridad. Esta cuestión
deberá ser ponderada en cada caso, teniendo en cuenta las concretas aptitudes del sujeto.
Inexperiencia: importa la falta de conocimientos que tiene el sujeto respecto del acto en el
momento de su celebración. El término resulta de difícil delimitación, por cuanto la
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inexperiencia debe referirse concretamente al acto de que se trate y del que se sigue el
perjuicio por las prestaciones inequivalentes.
El vicio de lesión subjetiva origina en cabeza del lesionado o sus herederos dos acciones.
Ninguna otra persona puede ejercer esta acción; ello resulta así del art. 332 del Código Civil y
Comercial. Es decir que los sucesores singulares no pueden accionar por acto entre vivos,
porque la acción es de carácter personalísima. La intransmisibilidad se funda en que la parte
lesionada es la única que puede saber si se dan las circunstancias subjetivas necesarias para la
configuración del vicio de lesión.
Así, los legitimados activos tendrán la posibilidad de entablar, tanto por vía de acción como de
excepción, la nulidad (“nulidad relativa” en los términos de los arts. 386 y 388 del Código Civil
y Comercial, que más adelante veremos) como la modificación del acto lesivo, es decir, un
reajuste equitativo del convenio. Si el lesionado opta por esta segunda opción, el litigio queda
“trabado” en ese aspecto y el demandado no puede reconvenir por nulidad.
Ahora bien, en el caso de que el lesionante demande por nulidad, el demandado puede, al
contestar la demanda, modificar dicho reclamo en acción de reajuste, si ofrece suprimir la
desproporción de las prestaciones.
La simulación
Definición. Elementos
El vicio de simulación, se encuentra definido en el art. 333 del Código Civil y Comercial, que
dispone:
Caracterización. La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter
jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto contiene
cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por
él se constituyen o transmiten derechos o personas interpuestas, que no son
aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten. 24
Así, se define la simulación como el acto que, por acuerdo de partes, se celebra exteriorizando
una declaración recepticia no verdadera para engañar a terceros, sea que ésta carezca de todo
contenido, o bien, que esconda uno verdadero diferente al declarado. (López Mesa, 2008).
Es decir, hay simulación cuando los contratantes crean, con su declaración, sólo la apariencia
exterior de un contrato del que no quieren los efectos, o cuando crean la apariencia exterior
de un contrato diverso del querido por ellos.
Los elementos del negocio simulado son: a) la declaración deliberadamente disconforme con
la verdadera intención de las partes; b) el acuerdo de partes sobre la falsa declaración y c) el
propósito de engañar a terceros.
El segundo presupuesto supone la conformidad de todos los otorgantes del acto en el negocio
simulado sobre la disconformidad entre lo querido y lo declarado, y se caracteriza por el
querer común de no atribuir al acto aparente efectos vinculatorios.
Clases de simulación
La simulación absoluta tiene lugar cuando se celebra un acto jurídico que nada tiene de real; el
acto es completamente ficticio, irreal. Es decir, las partes no quieren en realidad celebrar
ningún negocio jurídico, sino que quieren modificar la apariencia de una disminución del
activo o un amento ficticio del pasivo de una de las partes, en perjuicio de los acreedores;
aunque a veces puede ser una simulación lícita.
En la simulación relativa, las partes encubren la verdadera naturaleza del acto, es decir, se
disimula lo que verdaderamente es. Esta simulación puede versar sobre: la naturaleza, cuando
“se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro” 25, por ejemplo: una
donación bajo el ropaje jurídico de una compraventa; sobre “cláusulas que no son sinceras” 26,
por ejemplo: se expresa un precio que no es el real; o bien, sobre “fechas que no son
verdaderas”27.
Por otro lado, la simulación se clasifica en lícita e ilícita, que tendrá que ver con la causa
determinante que dio origen al acto.
Tal como hemos explicado, la simulación importa necesariamente un acuerdo entre quienes
celebran el negocio jurídico, consistente en el concierto para producir una declaración de
voluntad diferente de la voluntad real, y ello obedece a una razón determinante que se conoce
como causa simulandi.
La causa simulandi es el interés que induce a las partes a dar apariencia a un negocio jurídico
que no existe, o a presentarlo en forma distinta de lo que verdaderamente es. Esta razón que
tuvieron para celebrar el negocio aparente puede ser perfectamente inocente o bien
perjudicial a terceros, lo que reviste fundamental importancia para distinguir la simulación
lícita de la ilícita.
La simulación ilícita se verifica cuando el negocio jurídico tiene como fin perjudicar a terceros o
quebrantar el ordenamiento jurídico, hipótesis, ésta última, en que se habla de “fraude a la
ley”. Este tipo de simulación causa la nulidad –relativa– del acto ostensible.
Por último, la simulación puede ser total o parcial. Es total cuando abarca íntegramente al
negocio, viciándolo en su esencia; y es parcial cuando sólo recae sobre una parte del acto, sin
que sea necesario que destruya los aspectos reales del acto.
El artículo 335 del Código Civil y Comercial regula esta cuestión. Así prevé:
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El principio general es que los simuladores del negocio jurídico carecen de toda acción entre
ellos.
Ello es así, toda vez que las partes se pusieron de acuerdo en eludir una prohibición legal o
perjudicar a terceros, por lo que pierden, en principio, el derecho de impugnar el acto por el
vicio de simulación.
El contradocumento
Éste consiste en la prueba inequívoca de los hechos, ya que es la constancia escrita –ya sea
mediante instrumento público o privado– en el cual las partes manifiestan el verdadero
carácter del acto que ellas han celebrado, por lo que deviene innecesario el aporte de indicios
y presunciones que corroboren la realidad a que se refiere.
En el caso en que fuera realizado mediante instrumento público, debe recurrirse a los arts. 289
a 298 del Código, en tanto se prevén los requisitos, los presupuestos de validez del
instrumento y su eficacia probatoria. Incluso el art. 298 prevé que el contradocumento
particular que altera lo expresado en un instrumento público puede ser invocado por las
partes, pero no es oponible respecto a terceros interesados de buena fe.
Así, los terceros titulares de un derecho subjetivo o de un interés legítimo amenazado por un
negocio simulado pueden deducir acción de simulación, debiendo demostrar la existencia de
daño sufrido como consecuencia de la incertidumbre que el estado de cosas provoca en el
demandante. Se exige la existencia de daño –actual o potencial– aunque se trate de derechos
litigiosos o dudosos.
En primer lugar, debe señalarse que la acción de simulación no procede contra los acreedores
adquirentes de buena fe que hubiesen ejecutado los bienes simuladamente enajenados.
Se entiende que son subadquirentes de mala fe aquellos que conocieron o pudieron conocer,
obrando con cuidado y previsión, la simulación.
Efectos
Todo tercero que se ha visto perjudicado por la simulación tiene derecho a ser resarcido del
daño sufrido.
El fraude
Noción
La noción de fraude implica una inmediata referencia al engaño, al acto contrario a la verdad y
al recto proceder. El fraude supone una conducta tendiente a eludir los efectos de una norma
imperativa o de origen convencional, utilizando otra vía negocial no reprobada por ley. El
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fraude se configura mediante actos reales, serios y no aparentes, no simulados. No diverge la
voluntad de la realidad declarada, sino que esta realidad amparada en una norma legal elude
las disposiciones de otra o perjudica a un tercero. Este fraude no es otro que el fraude a la ley
y que está contemplado en el art. 12 del Código Civil y Comercial.
El concepto de fraude a los acreedores hace referencia a los actos otorgados por el deudor,
que tienen como nota común una afectación de su patrimonio de tal magnitud que provoca o
agrava su insolvencia, impidiendo así la satisfacción de los créditos concedidos con
anterioridad a aquéllos y con evidente perjuicio para los mismos. Es decir que el fraude a los
acreedores es la provocación o agravación de la insolvencia del deudor mediante actos u
omisiones del deudor en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio.
Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan presentes en la noción de fraude
a los acreedores: a) otorgamiento por el deudor de actos o negocios jurídicos; b) provocación
o agravación de la insolvencia del deudor y c) sustracción de bienes del patrimonio del deudor
en perjuicio de los derechos de los acreedores.
La acción de inoponibilidad
En primer lugar, cabe señalar que el efecto de la acción de fraude no es la nulidad, sino la
inoponibilidad. Este efecto implica que el acto otorgado por el deudor en fraude a los
acreedores es válido entre éste y el tercero con quien celebró el acto y sólo queda privado de
eficacia frente al acreedor que acciona, es decir que no puede hacerse valer contra él en la
medida necesaria para la satisfacción de su crédito.
Seguidamente veremos cuándo procede esta acción, es decir contra qué tipo de actos, cuáles
son los requisitos de procedencia y quiénes pueden solicitar la declaración de inoponibilidad
Titulares de la acción
El Art. 338 del Código Civil y Comercial, prevé:
Como se advierte, la norma legitima para la acción de fraude a “todo acreedor”, es decir, a
cualquier acreedor, incluso los acreedores con privilegio general, especial, condicionales, a
plazo, etc., puedan incoar la acción, pues sólo deberán acreditar su calidad de acreedor y los
requisitos que prevé el artículo 339 del CCCN.
Actos revocables
En principio, todos los actos que signifiquen un perjuicio para los acreedores son revocables,
sea que produzcan un empobrecimiento del deudor o impidan su enriquecimiento.
El artículo 338 alude a que, mediante la acción de inoponibilidad, se puede revocar una
renuncia a un derecho que hubiera podido mejorar la situación del deudor, o bien un acto
jurídico que empeoró su situación patrimonial. Es decir que entre los actos revocables se
incluyen los casos de renuncia a facultades que, por fuerza, derivan en derechos subjetivos, en
cuanto, por lo general, la renuncia configura una atribución inherente al titular del derecho
que lo ejercita.
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En una palabra, se pueden revocar actos de renuncia pues son susceptibles de producir o
agravar la insolvencia del deudor y, por ende, son tan inoponibles como los actos de
disposición.
En definitiva, todos los actos que causan perjuicio a los acreedores al determinar o
incrementar su insolvencia, ya sea porque importan la salida de un bien de su patrimonio o
impiden el ingreso al mismo de algún derecho, son revocables.
Sin embargo, esta regla tiene sus excepciones. Hay consenso en la doctrina en que no pueden
atacarse, por los acreedores, los actos que implican una renuncia a derechos personalísimos,
tales como pedir la revocación de una donación por una causa de ingratitud del donatario, una
causa de indignidad para suceder, la renuncia a ejercer acción de resarcimiento por daño
moral, etc.
Requisitos de procedencia
El artículo 339 del código unificado establece las condiciones generales para la procedencia de
la acción de inoponibilidad. Dispone:
El primer presupuesto es que el crédito de quien acciona sea de causa anterior al acto
impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a futuros
acreedores.
La razón de ser de este primer recaudo es que los acreedores de fecha posterior al acto del
deudor no podrían invocar fraude en su perjuicio, pues, cuando llegaron a constituirse en
acreedores, sea por contrato, sea por disposición de la ley, los bienes habían salido del
patrimonio del deudor y, por ende, no conformaban parte de su garantía patrimonial.
Ahora bien, la norma establece una excepción, y es en el caso de que el acto impugnado,
aunque posterior al origen del crédito, haya sido realizado en previsión de la obligación que
nacería más tarde. Es decir que, si el deudor hubiere realizado el negocio teniendo en miras
perjudicar a futuros acreedores, estos podrán incoar la acción de inoponibilidad. Ello así, en
razón de castigar la conducta dolosa del deudor.
El último de los presupuestos exige que el tercero que contrató con el deudor a título oneroso
haya obrado de mala fe, es decir, haya conocido o debido conocer que dicho acto provocaba o
agravaba su insolvencia.
Distinto será el supuesto del tercero que contrató a título gratuito, en cuyo caso no interesa la
buena o mala fe del adquirente, pues se prefiere el interés de los acreedores por sobre el del
adquirente y, por ende, sólo habrá que acreditar que el acto fue a título gratuito.
De acuerdo al precepto referido, el acto realizado en fraude a los acreedores debe dejarse sin
efecto en la medida del perjuicio que se les ha ocasionado. Así, el progreso en justicia de la
acción hace efectiva la inoponibilidad al acreedor demandante del negocio impugnado, del
cual se ha admitido que fue en fraude a sus derechos. Es decir que, reconocido el fraude por
sentencia, esa inoponibilidad lo coloca en la posición de poder reclamar su crédito sobre el
bien objeto del negocio, dado que, a partir de allí, éste no tiene eficacia a su respecto. Ello
implica la posibilidad de actuar en derecho como si el acto impugnado no se hubiese
celebrado.
Dicho derechamente, la acción de fraude no beneficia a todos los acreedores, sino sólo a
quien transitó los carriles legales para hacer valer sus derechos, y sólo procede hasta el
importe de su crédito.
Como consecuencia de ello, si, después de ejecutados los bienes materia del acto fraudulento
y satisfecho el crédito del acreedor que ejerció la acción, quedara un remanente, como el acto
jurídico es válido entre quienes lo celebraron, aquél pertenece al tercer adquirente.
La validez del negocio jurídico no se confunde con su eficacia, aunque la eficacia del acto
jurídico presupone su validez. El acto jurídico es válido cuando está perfectamente
conformado, cuando no presenta vicios o defectos congénitos que afectan su estructura. Sin
embargo, un acto jurídico válido puede ser ineficaz o devenir ineficaz.
De esta manera, se advierte que cuando nos referimos a la ineficacia de los actos jurídicos
hacemos referencia a un concepto con significado amplio, que comprende a todos aquellos
supuestos en los cuales el negocio jurídico carece de fuerza o eficacia para producir los efectos
normales, propios, que las partes tuvieron en cuenta al tiempo de su celebración, ya sea por
un vicio existente al momento de la celebración del acto, referido a la estructura del acto
jurídico (ineficacia estructural) o por circunstancias extrínsecas aparecidas con posterioridad a
su celebración (ineficacia funcional).
Así las cosas, la ineficacia como noción genérica, comprende por un lado la invalidez de los
actos jurídicos, es decir la nulidad o ineficacia estructural y también la de inoponibilidad o
ineficacia funcional, que es la que priva al acto de efectos sólo respecto de determinadas
personas.