Está en la página 1de 12

206 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

Cuanto mayor conciencia y mayores conocimientos se tengan sobre las opcio-


nes a partir de las cuales “se elige”, cuanta más riqueza para cotejar perspectivas,
cuanto más profundas sean la tradiciones que motivan el propio pensamiento,
más libertad podrá postularse. Pero siempre, absolutamente siempre, habrá una
cuota indefectible de determinaciones que provienen de la época, el contexto y
los modelos de referencia desde los cuales se investiga.

Del “marco” a la “trama”: el lugar que ocupa la teoría


en los proyectos de investigación científica

A partir de las consideraciones precedentes, en este apartado nos ocuparemos de


examinar el lugar que ocupa la teoría en la ejecución de proyectos de investiga-
ción. Es decir, en el nivel micro del esquema presentado líneas arriba.
En este nivel se suele hablar de “marco teórico”, o también de marco de refe-
rencia conceptual. La metáfora del “marco” está consolidada en la tradición me-
todológica; sin embargo, en principio resulta un tanto inadecuada, ya que evoca la
idea de algo rígido cuya función es “encuadrar” o “cercar”.
En realidad el llamado “marco teórico” está lejos de ser un mero marco. Su
función es, por lo contrario, dejar asentado el enfoque teórico que habrá de adop-
tarse a partir del cual se derivarán los problemas y, eventualmente, las hipótesis o
conjeturas de la investigación.
Probablemente una metáfora más ajustada sería la de “trama o matriz teórica”,
ya que una trama es resultado del entrecruzamiento de tejidos o hilos. De ese
entretejido emerge la figura o la imagen que resulta de la totalidad de la trama.
Lo mismo ocurre cuando se fundamenta teóricamente un tema de investigación,
se vinculan perspectivas, antecedentes, autores de referencia. Se puede invocar
también la imagen de un “entretejido” a partir del cual emerge la propia posición
en el tema.
Con el fin de aclarar la función de la teoría en este nivel me valdré de una
distinción que proviene de la teoría de los signos, ya que me permitirá trazar al-
gunas precisiones de interés. Según ésta los signos (de cualquier clase) pueden ser
analizados, considerando tres grandes dimensiones o perspectivas:4

a. Una perspectiva formal o sintáctica, que alude a las relaciones de los signos
entre sí, es decir, a los aspectos de forma que deben respetarse como reglas
sintácticas.
b. Una perspectiva sustancial o semántica, que refiere a las relaciones de los
signos con los significados a los que remiten.
c. Una perspectiva comunicacional o pragmática, que estipula las relaciones

4 Sigo aquí la propuesta de la clasificación de los signos que hizo originalmente Charles S. Peirce (cfr. 1987)
y que sistematizó posteriormente Charles Morris (1985).
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 207

entre los signos y los usuarios de los mismos. Es decir, refiere a las condi-
ciones o prácticas de uso y a los aspectos comunicacionales vinculados a
dichas prácticas.

De acuerdo con estas distinciones examinaré el alcance del marco de referencia


conceptual, considerando cada uno de estos capítulos.
En cada caso interesará entonces tomar en cuenta:
a. Cómo se comunica; es decir, examinar la forma que debe seguir, o respetar
la formulación del marco de referencia conceptual.
b. Qué se comunica; es decir, atender al contenido sustancial que debe incluir-
se en el marco de referencia conceptual.
c. Para qué o para quién se comunica; es decir, examinar la función enunciati-
va o argumental que persigue el marco de referencia conceptual.

Pese a la posibilidad de distinguir cada uno de estos puntos, resulta claro que
su vinculación es muy estrecha. Cada vez que se aborda uno de ellos se implica
necesariamente al otro. Procuré, sin embargo, examinarlos por separado, identi-
ficando los aspectos característicos de cada uno bajo la convicción de que esta
distinción resultará provechosa para la comprensión del tema.
Comenzaré entonces atendiendo los aspectos pragmático-comunicacionales,
ya que desde éstos se sitúa el alcance de los restantes componentes.

VII.1.3.1 Aspectos comunicacionales del marco de referencia conceptual

Toda vez que se enuncia algo se hace con vocación comunicacional; es decir, se le
habla a alguien con alguna intención pragmática; se pretende hacer saber, ordenar,
hacer querer, indicar, aclarar, etcétera. Los teóricos de la comunicación han ido
incluso más lejos, señalando que resulta imposible “no comunicar”. En un contexto
de interlocución, aun el silencio comunica.
Por otra parte los aspectos “pragmáticos de la lengua” han sido ampliamente
estudiados por diversas corrientes del campo de la semiótica. Su tratamiento ex-
cede los fines de esta presentación, pero se puede señalar que éstos remiten a las
condiciones de uso que se hace del mismo código lingüístico.
Para decirlo a la luz de un ejemplo sencillo, el modo verbal puede ser un recur-
so para transformar un mismo asunto, en una comunicación “imperativa” (que
ordena), “indicativa” (que informa) o “subjuntiva” (que desea o estima).
El análisis pragmático en lingüística se ocupa del examen de esas intenciones
comunicacionales. Se pregunta, por ejemplo, qué tipo de interlocutor presupone
el discurso, qué lugar se atribuye el locutor, qué contexto comunicacional resulta
de ambas atribuciones.
Es importante aclarar que dicho contexto de interlocución es creado y emerge
por efectos de sentido del propio discurso, con independencia incluso del hecho
fáctico de los circunstanciales productores o receptores del mismo. Al momento
208 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

de comprender el sentido de un enunciado como “Te ordeno cerrar la puerta”, se


adscribe una cierta condición de interlocución por medio de la cual se identifica
un enunciador que se pone en el lugar de quien está autorizado a ordenar y que a
su vez establece un destinatario al cual la orden va dirigida (obligado a obedecer).
Dichas posiciones de interlocución emergen del discurso y son independien-
tes de la existencia y las intenciones de potenciales sujetos que acaten, desesti-
men o pretendan dar esa orden.
Sostendré entonces que, para el caso que nos interesa, el marco de referencia
conceptual constituye —desde esta perspectiva pragmática— una toma de po-
sición teórica.
Mediante las formulaciones que van dando cuerpo a ese marco el investiga-
dor procura dejar sentado en qué líneas o tradiciones se enrola, cuáles son sus
referentes, qué sustento tiene el tema que ha elegido; es decir, procura indicar
el “lugar” desde el cual habla, y señalar a los interlocutores teóricos a quienes
incluye como destinatarios de su discurso y, concomitantemente, de quienes se
diferencia.
Se podría enfatizar esta perspectiva pragmática diciendo que el marco de
referencia conceptual constituye siempre el resultado de una manipulación re-
tórica argumental. El término “manipulación” puede resultar excesivo, incluso
inconveniente, por su connotación negativa; sin embargo, lo uso para destacar el
aspecto deliberado de dicha argumentación.
Un ejemplo de dicha “manipulación retórica” lo constituye el recurso de las
citas (directas o indirectas). Cuando se cita se hace algo de orden retórico: o bien
se cita para validar o fundamentar una posición propia (por referencia a dicha
cita); o, por el contrario, se cita para confrontar o diferenciarse de una posición
o enfoque antagónico.
Éstos son recursos de validación que remiten a lo que definí en la parte uno
como condiciones de realización de la práctica de la investigación. Los contextos
institucionales en los que está inscrito un investigador, las tradiciones a las que
se adhiere su comunidad de pertenencia, los medios de difusión en que publica,
fijan —de manera implícita o explícita— los referentes de validación, las fuentes
de autoridad reconocida para dichas comunidades.
Como lo vimos también al examinar la cuestión de los pic, una posición teó-
rica muchas veces está en competencia, incluso en rivalidad, con otra u otras y
su fuerza argumental puede venir también por el modo en que se diferencia de
esas posiciones rivales.
Los teóricos del análisis discursivo llaman polifonía a esos recursos argumen-
tativos (cfr. Bajtin, 1992). El término evoca las “múltiples voces” que entrelazan un
discurso o un texto por el que se articulan distintas perspectivas, como ocurre
con el uso de citas. Esas “otras voces” entran en el discurso porque hay alguien
que tiene el poder de hacerlas entrar y esa entrada siempre se consuma en fun-
ción de las propias posiciones que se defienden, de los efectos de sentido que se
procura alcanzar a través de ellas.
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 209

Es por referencia a este tipo de recursos discursivos que considero adecuado


describirlos como “manipulación retórico-argumentativa”. En este sentido la argu-
mentación debe también dejar situada la vacancia del enfoque que se pretende
abordar. Es decir, debe mostrar que la propuesta hace algún aporte en relación
con los asuntos ya resueltos y el conocimiento ya disponible en su disciplina.
De este modo se puede validar la relevancia teórica de un tema o, eventual-
mente, justificar su relevancia social o de transferencia, es decir, los aportes que se
esperan de los resultados de la investigación.
Dicho de otra manera, se argumenta con la intención de situar y establecer un
tema, un problema, un enfoque, mostrando su validez, racionalidad, coherencia
teórica, etcétera.
De acuerdo con esta perspectiva el marco de referencia conceptual debe
orientarse pragmáticamente a:
a. Fijar posición en el tema elegido.
b. Validar conceptualmente el enfoque que se asume, por referencia a pa-
radigmas o concepciones ya consagradas, o para diferenciarse de éstos.
c. Justificar dicho enfoque, señalando a partir de lo “ya sabido” lo que resta
por resolver.
d. En relación con el punto anterior, estimar argumentativamente la relevan-
cia (teórica o de transferencia) del tema elegido.
e. Ubicar y derivar argumental y conceptualmente el problema de la
investigación y las hipótesis o conjeturas que se proponen.

Mientras más innovador resulte el enfoque de la investigación, más importan-


tes y más trabajosos resultarán también todos estos aspectos. De igual modo, el
alcance de estos contenidos cambia sustancialmente si se formulan en un trabajo
de investigación de rutina,5 en una investigación de tesis de grado, o en una inves-
tigación de tesis de posgrado.
En general, en un trabajo de tesis el componente reflexivo resulta mucho más
importante que en la investigación de rutina.
En principio el término tesis remite precisamente a la connotación que le
atribuimos a esta elaboración conceptual: la de fijar una posición sobre deter-
minado asunto. Etimológicamente, tener una tesis en cierta materia es tener una
posición en relación con la misma.
De modo que, en lo que respecta a la formulación de un marco de referen-
cia teórica en una tesis, se espera un desarrollo más exhaustivo y un tono más
propositivo que en un trabajo de investigación de rutina. Además, en este tipo

5 Con el término “investigación de rutina” aludo a los trabajos de investigación que no están asociados
o destinados al desarrollo de una tesis. Pueden ser investigaciones que se llevan a cabo en el marco de
una financiación o de una actividad profesional para un organismo académico, de ciencia y técnica o
un área de investigación empresarial. Esta distinción no excluye que una investigación de tesis pueda ser
también financiada por un organismo de ciencia y técnica o académico.
210 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

de escritura y producción científica el contenido teórico-conceptual puede ser


abundante, tanto en los capítulos introductorios del trabajo como en las reflexio-
nes finales en las que se examinan los resultados y se extraen las conclusiones.
Incluso, desde una perspectiva enunciativo-argumental, el énfasis puede darse
también en el uso de distintas modalidades de escritura: si se desea enfatizar el ca-
rácter personal de la posición que se defiende se puede utilizar la “primera persona
del singular”. Si, en cambio, se busca un estilo más impersonal que tienda a borrar
todo rastro subjetivo (como se estila en la tradición positivista en ciencia) se deben
usar las formas neutras, impersonales o reflexivas.
Interesa hacer notar, sin embargo, que el uso de las formas impersonales no
le quita el carácter polémico o argumental a un discurso, sólo que dichas formas
tienden a ocular la posición subjetiva de quien lo enuncia.
En algunas tradiciones, como las que se enrolan en los paradigmas cualitativos
y etnográficos, no sólo se promueve el uso de la primera persona, sino que además
se insta a “hacer más subjetivo” el discurso, incluyendo estilos que contribuyan a
recuperar aspectos “vivenciales” y “comprensivos” del trabajo.
De cualquier modo, se deberán consultar en cada caso las normativas de
escritura que reconoce el contexto institucional o el ámbito de publicación. La
modalidad y el estilo comunicacional surgirán del enfoque adoptado y de las po-
sibilidades que brindan los contextos en que se desarrolla y difunde la práctica de
investigación.

VII.1.3.2 Aspectos sustanciales o de contenido del marco de referencia


conceptual

En este apartado examinaremos la función y el alcance de los contenidos que


integran o deberían integrar el “marco de referencia teórica”. Lo primero que in-
teresa señalar es que el tratamiento deberá ser acotado y focalizado a la temática
específica de la investigación.
Como señalamos previamente, interesa precisar aquí cuál es el enfoque que se
adopta, pero en la perspectiva de derivar de ese tratamiento teórico los problemas,
las hipótesis (si las hubiera) y los objetivos de la investigación. Es decir, se deberá
mostrar que el problema resulta coherente y sensato a la luz de los conocimientos
disponibles y que las definiciones teóricas que se adoptan son precisas y eventual-
mente vinculadas a marcos teóricos más amplios.
Los siguientes criterios pueden resultar ordenadores para precisar los conteni-
dos que debe atender el marco de referencia teórica. Éste debe precisar:
a. Cuáles son las nociones o los conceptos principales que serán trabajados.
b. En qué relaciones o desde qué relaciones teóricas serán abordadas.
c. De qué manera se derivan de los puntos anteriores las interrogantes o con-
jeturas específicas que orientarán la investigación.
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 211

Los tres aspectos están íntimamente vinculados, de modo que los consideraré
en conjunto.
En lo que respecta al primer punto todo concepto es resultante de una historia
constructiva al interior de una práctica científico-disciplinar. Condensa o sintetiza
todo un cuerpo teórico. Así, por ejemplo, los conceptos de “clase social”, “modo
de producción”, “relaciones sociales de producción” presuponen un contexto de
significación (el cuerpo teórico marxista, en este caso) a partir del cual se define
y comprende su alcance. Pero, precisamente por ello, cuando se les utiliza existe
una explícita referencia a dicho contexto, y se presupone una interpretación igual-
mente unívoca o, al menos, de menor ambigüedad que la que supone el uso del
lenguaje coloquial.
Si bien se espera que en el marco de referencia conceptual se explicite cuál es el
alcance de cada término (cómo se le define), nunca debería transformarse ese trata-
miento en una mera enumeración de definiciones. Por el contrario, lo que interesa
precisar es la red “nomológica” en que esos conceptos se integran; qué relaciones se
postulan entre ellos, con base en qué dimensionamiento teórico serán abordados.
La manera en que esas relaciones se irán trazando está directamente vinculada al
enfoque que orienta la investigación. Si el enfoque se asienta en un cuerpo teórico
claramente consolidado la tarea se limitará a ubicar las referencias correspondien-
tes, los antecedentes específicos y, en relación con ellos, el asunto de la investigación.
En ese caso será de interés precisar por qué, aun disponiendo de los conocimientos
que esa tradición ha consolidado, el tema amerita un trabajo de investigación. Es de-
cir, cuáles son o cómo se justifican los problemas por resolver. Éstos podrán derivarse
como asuntos específicos a partir de los asuntos generales que ya ha resuelto la teoría
o como ámbitos, poblaciones o muestras nunca antes abordados.
Así, por ejemplo, alguien podría inscribirse en la línea de investigación de la
epistemología genética de Jean Piaget y, sin pretender innovar en lo que respecta al
enfoque teórico general, examinar el desarrollo de la inteligencia en situaciones de
“privación afectiva”; o en “sociedades paleolíticas” nunca antes estudiadas desde
dicha perspectiva teórica.6 En este caso podría entonces tomar el cuerpo teórico
de base piagetiano (inscribirse claramente en el “núcleo duro” del mismo), precisar
los criterios con los que se analizará el “desarrollo cognitivo” (incluso las técnicas
específicas que utilizará) y luego precisar también los elementos que introduce el
enfoque específico que pretende trabajar.
No se pedirá que desarrolle “la teoría como un todo”. El exceso es tan perju-
dicial como el defecto en este terreno. Se entiende que la tarea no es la de siste-
matizar el pensamiento de Piaget. Debe más bien servirse de esa teoría para los
propios fines de su investigación, de manera acotada, precisa, pero bien orientada
y fundamentada. Será necesario que el desarrollo del tema dé muestra de una clara
revisión de antecedentes, pero también que sea capaz de invocar o citar investi-
gaciones que hayan incursionado en temas próximos o afines. Quizá nunca nadie

6 El ejemplo es ficticio, con el único fin de la ilustración didáctica, de modo que no se asume ninguna
posición específica ni ninguna referencia de investigación en estos temas.
212 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

estudió el asunto en “poblaciones privadas afectivamente”, pero sí se estudiaron


sujetos con problemáticas de privación económica o lingüística.
El examen comparativo con otros antecedentes constituye una via regia para
situar el propio enfoque, precisar semejanzas y trazar la diferencia específica con el
tema que se aborda. Por otra parte habrá que detenerse en aquellos aspectos que
sí introducen novedad. Si su investigación tomará en consideración la “privación
afectiva” —y ésta nunca fue considerada en la tradición del programa piagetia-
no— será necesario precisar cómo se le habrá de definir. Es decir, qué va a enten-
derse por tal privación. Si se adopta desde el marco de alguna otra teoría específica
deberán citarse la fuente de dicha teoría, los autores de referencia, las definiciones
empíricas disponibles (si es que existen y si resultan de utilidad para los propios
fines de esa investigación).
Puede resultar también necesario dimensionar el concepto. En tal caso se asu-
me que éste tiene cierta complejidad por la que amerita distinguir distintas pers-
pectivas de análisis. Así, podría ocurrir que interese distinguir la “privación afectiva
según ciclos vitales” o según sea el tipo de carencia o privación vincular, etcétera.
Esa precisión contribuirá a dejar sentado lo que luego serán las variables, sus di-
mensiones y finalmente los potenciales indicadores para examinarlas.
La situación cambia si el enfoque es innovador o si se propone un acerca-
miento con carácter exploratorio a un nuevo tema. La innovación puede en-
tenderse como una nueva perspectiva de análisis que define un campo propio
(lo que podría corresponder a enfoques fundacionales), o como una vinculación
novedosa entre distintas escuelas u orientaciones.
Cuanto más innovador o ecléctico resulte el enfoque, más importante —y qui-
zá también más costosa— resultará su validación y fundamentación.
La innovación podría requerir que se acuñen términos propios. Al igual que en
la poética, en la ciencia son admitidas estas innovaciones terminológicas, siempre y
cuando se puedan integrar a un cuerpo teórico que les brinde sustento semántico
y su definición operacional. Eso no implica necesariamente “crear” el término, sino
que se puede extraer del lenguaje coloquial o de la lengua de referencia. Pero una
vez incorporado al ámbito de una teoría científica, adquiere el estatus de concepto.
Así, por ejemplo, términos como “inconsciente”, “vector de fuerza”, “reacción”, “cla-
se social” tienen estatus conceptual en el marco de cuerpos disciplinarios específi-
cos (el psicoanálisis, la física clásica, la química, la sociología, respectivamente). Su
sentido queda circunscrito a ese cuerpo teórico y adquieren, por tanto, una carga
semántica que proviene del mismo. Condensan incluso todo ese cuerpo teórico y
de allí deriva su capacidad intelectiva.
Cuando un investigador utiliza estos conceptos en el marco de referencia con-
ceptual no tiene que invocar la historia de su desarrollo, puesto que le habla a su
comunidad de especialistas. Su tarea consiste en especificar las condiciones del
uso que les dará, los vínculos que trazará con otros conceptos, las aplicaciones que
espera derivar o poner a prueba. Ahora bien, si —como decíamos— se encuentra
en la necesidad de acuñar términos nuevos, deberá demostrar por qué los dispo-
nibles no atienden aquella específica cuestión que aborda, o el objeto al que hace
referencia el término que propone.
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 213

Consideremos, por ejemplo, la clásica investigación de Émile Durkheim El


suicidio (1965). Lo que Durkheim pretende averiguar en ese estudio, es si existen
relaciones entre pautas o tipos sociales e índices de suicidio o, lo que es lo mismo,
si el suicidio (o más específicamente “los índices de suicidio”) puede considerarse
expresión de algún aspecto relevante de la vida social. Su presunción es (a modo
de hipótesis) que dichas tasas de suicidio están directamente vinculadas a lo que
él llama “cohesión social”: a mayor cohesión social menor índice de suicidio. Un
asunto central de su reflexión teórica se orienta entonces a precisar, dimensionar y
definir el concepto de “cohesión social” que introduce su teoría.
En la obra puede rastrearse el derrotero que conduce a lo que Durkheim cree
que son fenómenos o asuntos de la sociedad que expresan el concepto propuesto
y al que define como “cohesión social”. Advierte así que puede expresarse en múl-
tiples dimensiones y en función de diversos criterios. Por ejemplo, esta cohesión la
encuentra reflejada en la “vida religiosa”. Según él la religión se expresa en un con-
junto de prácticas que dejan ver la fuerza cohesiva existente entre sus practicantes.
Como lo ha señalado Quivy (2005), la importancia relativa de la solidaridad o, al
contrario, del individualismo de los fieles se manifiesta —según Durkheim— me-
diante el lugar que ocupa el “libre examen” dentro de la religión que se esté consi-
derando, la “importancia numérica del clero”, el “carácter legal, o no, de numerosas
prescripciones religiosas”; “la influencia de la religión en la vida cotidiana” o aun por
la “práctica de numerosos ritos en común” (Quivy, 2005).
Como se advierte, de acuerdo con este criterio, el concepto de “cohesión so-
cial” se especifica en primer término en el de “cohesión religiosa”. Posteriormente
la “cohesión religiosa” se examina, a su vez, en función de diversas dimensiones.
Esquemáticamente el mencionado dimensionamiento podría expresarse
como se presenta en el siguiente diagrama (adaptado de Quivy, 2005).
© Roxana Ynoub, adaptado de Quivy, 2005.
214 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

A partir de este “dimensionamiento conceptual” se propone clasificar las dis-


tintas prácticas religiosas según sus grados o niveles de cohesión. Esto, por su-
puesto, tendrá consecuencias directas en términos del diseño empírico de la in-
vestigación (tal como vamos a examinarlo cuando tratemos el capítulo dedicado
a la construcción de datos). Pero para los fines de lo que aquí nos interesa, lo que
importa señalar es el carácter constructivo del “código o sistema conceptual” y su
progresiva precisión.
Cuando el trabajo se inscribe en un paradigma consolidado es importante
hacer un adecuado manejo de los términos propios o específicos de dicho pa-
radigma. Si alguien está formado en el psicoanálisis freudiano el término “forma-
ciones del inconsciente” lo remite a un campo de significación y de observables
absolutamente desconocidos para el lego. Todo el mundo entiende de alguna
manera la palabra “inconsciente”, pero hace falta un largo camino de formación y
entrenamiento en la práctica disciplinaria específica para captar lo que capta un
especialista que utiliza ese término.
Otra situación se presenta cuando una investigación se propone iniciar un
trabajo preliminar o exploratorio en un tema. En ese caso lo que puede ocurrir
es que su formulación teórica inicial tenga un carácter más amplio y abierto. Las
definiciones teóricas específicas, incluso la posibilidad de acuñar nuevos términos,
serán parte de los propios resultados de la investigación.
Estos resultados podrían estar orientados también hacia la identificación y pre-
cisión de los temas, hacia la formulación de preguntas más específicas. En tal caso
el marco de referencia conceptual funcionará como una guía de orientación para
situar la dirección de la búsqueda.
Sin embargo, también en el caso de investigaciones exploratorias el marco de
referencia conceptual deberá fundamentar:
• la relevancia teórica del tema que se elige,
• la coherencia del enfoque entre los diversos antecedentes a los que alude,
• la vacancia u originalidad del tema que se propone,
• la perspectiva específica que se privilegia,
• la derivación —a partir de todo lo anterior— de los problemas que se iden-
tifican y de las eventuales conjeturas o hipótesis que se proponen.

Finalmente, un último comentario vinculado a lo anterior, lo amerita el análisis


de la teoría en la tradición cualitativa. En ese contexto suele decirse que la “teoría
emerge de los datos”, que el fin de la investigación cualitativa es más construir
teoría que comprobarla.
Si se asumen estos supuestos hasta las últimas consecuencias el investigador
deberá ir al encuentro de los datos, libre de toda teoría.
Cuanto más despojado de teoría esté, más preparado estará para “captar lo
que dicen los hechos” para extraer de éstos sus categorías de análisis.
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 215

De cualquier modo, también en este terreno se reconoce que aun para for-
mular un problema de investigación cualitativo se requiere el acceso a la literatu-
ra científica, a los trabajos de otros investigadores, a una revisión reflexiva sobre
el tema. Y, por supuesto, se reconoce de igual modo que en el investigador hay
un trasfondo que proviene de su formación disciplinar y que está presente en su
manera de concebir o encarar un tema. Strauss y Corbin definen la teoría en los
siguientes términos:

Construir teoría es una actividad compleja. Teorizar es un trabajo


que implica no sólo concebir e intuir ideas (conceptos), sino también
formularlos en un esquema lógico, sistemático y explicativo. Por ilu-
minadora o aun “revolucionaria” que sea la noción de teorizar, para
que una idea llegue a ser teoría se exige que ésta se explore a ple-
nitud y se considere desde muchos ángulos o perspectivas […] Para
nosotros teoría denota un conjunto de categorías bien construidas,
temas y conceptos, interrelacionados de manera sistemática por
medio de oraciones que indican relaciones para formar un marco
teórico que explica algún fenómeno social, psicológico, educativo,
de enfermería o de otra clase (2002: 24-25).

Aunque para estos autores (y en general para toda la tradición cualitativa) la


teoría será el resultado de la investigación, no caben dudas de que estos mismos
principios y consideraciones son válidos para cualquier tipo de investigación. En
todos los casos puede reconocerse lo siguiente:

a. La teoría está formulada con carácter preliminar al comienzo del trabajo.


Con más o menos profundidad, precisión, exhaustividad según sea el en-
foque, según sea la madurez de la referida teoría, según sea la adhesión o
afinidad de quienes la adoptan para iluminar su búsqueda. Eso será tam-
bién así para quienes formulan problemas de corte cualitativo. En tal caso,
éstos guardarán una distancia más prudencial con sus presupuestos y co-
nocimientos ya adquiridos, estarán especialmente expectantes a lo que los
datos y el trabajo de campo les permitan captar y, finalmente, deberán ir
creando y precisando sus teorizaciones de modo progresivo según surja de
ese análisis empírico.
b. Por otra parte, la teoría estará más sistematizada y enriquecida al finalizar la
investigación, ya que se espera que a la luz de los resultados se alcance una
nueva comprensión más rica, más precisa, mejor orientada sobre el tema
que se ha investigado. Como puede advertirse, también esto será un rasgo
común, cualesquiera que sean las estrategias empíricas que se sigan.
216 PARTE D OS Desarrollos metodológicos

VII.1.3.3 Aspectos formales del marco de referencia conceptual: capítulos


y organización de los mismos

Finalmente debemos mencionar los aspectos formales que debe cumplir un


marco de referencia conceptual. Estos aspectos están directamente vinculados a
los contenidos y a los fines de comunicación del mismo (tal como lo hemos exa-
minado en los apartados anteriores).
Es importante distinguir, sin embargo, los aspectos que podríamos llamar “con-
vencionales” (circunscritos a una tradición o a un contexto institucional que los fija
de modo burocrático) de las razones de fondo que contemplan los apartados que
conforman el marco de referencia conceptual.
Su tratamiento queda también indefectiblemente vinculado al tipo de escritu-
ra en cuestión. El marco de referencia conceptual de un proyecto de investigación,
de un plan de tesis, de una tesis, de un tratado o compilación disciplinar tendrá
distintas características formales. Las que trataremos aquí están más directamente
circunscritas a la formulación del marco de referencia conceptual de un plan o
proyecto de investigación o plan de tesis. En general, una presentación de este
tipo contempla los siguientes apartados como parte del marco de referencia
conceptual:
a. Introducción y fundamentación del tema. Se trata de situar el tema que
se ha elegido (esto tendrá íntima relación con el título) de modo reflexivo
y dejando ver el tipo de vinculación que se hace entre los distintos con-
ceptos. En todos los casos, como lo comentamos líneas arriba, el objetivo
es dejar señalado el enfoque que se va a adoptar. Para ello se pueden citar
obras clásicas que marquen los rasgos distintivos de las orientaciones que
se adoptan, pero siempre será deseable dejar ver también la actualización
en el tema. En particular, será importante citar y situar las investigaciones y
los antecedentes desde los cuales se apoyará o, eventualmente, se revisará
la propia investigación.
b. Relevancia teórica o de transferencia social. Se deberá justificar la origi-
nalidad o el aporte del tema; es decir, se dejará constancia de la relevancia
teórica, si el tema introduce alguna novedad y si se propone algún
aporte teórico-disciplinar. Puede también justificarse respecto a su
relevancia social o de transferencia.
c. Antecedentes o estado del arte. Se presentan los antecedentes que de
un modo directo o indirecto están vinculados al tema de la investigación.
Si bien estos antecedentes pudieron ser incluidos en los apartados de pre-
sentación, aquí tienen un tratamiento menos reflexivo y más esquemático.
Es importante dejar constancia de la actualización en la temática elegida;
de esa manera se contribuye también a justificar la novedad o el aporte del
propio tema o del enfoque. Este apartado es de especial relevancia cuando
se elaboran planes de tesis, o la misma tesis, dado que en esos casos se
espera que el tesista sea un especialista en su materia.
CAPÍTULO VII Del contexto a los productos 217

d. Fundamentación específica de los problemas y conjeturas de la in-


vestigación (como derivado de los puntos anteriores). Sobre ambas
cuestiones nos hemos explayado en apartados anteriores, de modo que
aquí sólo señalaremos que es deseable ubicar estos capítulos como asuntos
que se derivan de la elaboración teórica. En este sentido la fundamentación
teórica “enmarca” el problema y las hipótesis, es decir, ambos asuntos debe-
rían desprenderse de la misma.
e. Bibliografía (citada o consultada). Se anexa al final, dejando constancia
de las referencias que se han citado o consultado en la elaboración del mar-
co de referencia conceptual. La presentación de estas referencias también
tiene criterios formales convencionales de acuerdo con específicas norma-
tivas que deberán consultarse en cada caso.

El término “objetivo” tiene varias acepciones semánticas que conviene precisar para Los objetivos
situar su lugar en el contexto de la investigación. Algunas de ellas son las siguientes: como producto
• Lo objetivo como opuesto a lo subjetivo (como cuando se dice “Se trata de o resultado de
una evaluación objetiva”). la investigación
• El objetivo como lugar al que algo se dirige (“La flecha dio en el objetivo”).
• El objetivo como finalidad (“Alcanzó su objetivo”).

Todas estas acepciones contribuyen a aclarar su alcance cuando el término se


usa en el marco del proceso de investigación. En este contexto un objetivo se define
como: “el producto o resultado que se espera alcanzar con la investigación”.
Los objetivos tienen una función central en la organización del proceso y en la
formulación (y gestión) del proyecto de investigación.
a. En lo que respecta a la organización del proceso de investigación, su im-
portancia deriva de su vinculación con los problemas y las hipótesis en el
sentido de que se formulan como aquellos productos o resultados empí-
ricos que se espera obtener mediante la investigación y que contribuirán a
“contestar a los problemas” o “contrastar las hipótesis”.
b. En lo que respecta a la formulación y gestión del proyecto los objetivos son
relevantes, ya que todo proyecto es un contrato o acuerdo que se fija con
la institución que lo evalúa, avala o financia, y sus logros podrán medirse
mediante el cumplimiento de los mismos. Dicho de otra manera, la institu-
ción evaluadora/financiadora tendrá criterios de evaluación que atienden
no tanto ni principalmente la evidencia que se consiga en favor o en contra
de la hipótesis, sino más bien el cumplimiento de los objetivos trazados.

También podría gustarte