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Unidad didáctica 1.

El envejecimiento como proceso evolutivo

En esta unidad didáctica vamos a abordar


pormenorizadamente todos aquellos aspectos
que giran en torno al envejecimiento,
entendido como proceso evolutivo
caracterizado por todo tipo de cambios y
adaptaciones que afectan y condicionan al
individuo.

A continuación, te enumeramos aquellas


competencias desarrolladas en la unidad
didáctica y los objetivos específicos que
definen su capacitación.

Competencia

Adquirir conocimientos actualizados


sobre el envejecimiento como proceso
evolutivo.

Objetivos específicos

Definir el concepto de vejez y sus


principales estereotipos y creencias.
Identificar las teorías de estudio más
representativas en la adaptación al
envejecimiento.
Analizar los cambios inherentes en el envejecimiento normal a nivel interno, externo y psicológico.
Comprender los aspectos más relevantes asociados al envejecimiento sano.
1.1. ¿Qué es la vejez?

A pesar del incremento progresivo y sustancial de


los conocimientos sobre la vejez y el
envejecimiento, desde un amplio abanico de
disciplinas, la vejez es un concepto difícil de definir.
De hecho, lo único que sabemos con certeza es que
la vejez es la etapa de la vida que termina con la
muerte del individuo, pero cuyo comienzo,
características y condiciones no están todavía
claros.

El envejecimiento es un proceso complejo, con


diferencias dentro del propio individuo, de unos
individuos a otros, de unas generaciones a otras y
de una población a otra. Es un proceso El envejecimiento es un proceso complejo,
adaptativo, lento y continuo, generalmente sin con diferencias dentro del propio individuo,
avances o retrocesos bruscos, que supone una serie de unos individuos a otros, de unas
de modificaciones en todos los ámbitos y en el que generaciones a otras y de una población a
intervienen numerosos factores biológicos, otra.
psicológicos y sociales.

Desde la perspectiva del desarrollo humano, se


considera que la edad cronológica no es
determinante para considerar a alguien viejo, puesto que la vejez de cada individuo vendrá definida por lo
que se conoce como edades funcionales, entendidas como el funcionamiento del individuo en los
parámetros biológico, psicológico y social:

La edad biológica está basada en los cambios que se producen con la edad en el funcionamiento del
organismo. Sería la estimación de la posición actual de un individuo con respecto a su potencial biológico
del ciclo vital. Además, incluye la interacción entre factores externos (estilo de vida, medio social) e
internos (genética, sistema inmunitario…).
La edad psicológica se refiere a la capacidad adaptativa de los individuos a las exigencias ambientales
cambiantes en comparación con el resto de los individuos de su misma edad cronológica. Incluye
también las capacidades cognitivas, las motivaciones y las emociones del sujeto.
La edad social se basa en el conjunto de roles que asume el individuo a lo largo de su vida y en los
acontecimientos relevantes que vive en ella. En la vejez, viene determinada fundamentalmente por la
jubilación.

La vejez no es un estado común para todos los individuos. En un mismo tramo de edad los ancianos son muy
diferentes, y por eso es tan importante no caer en generalizaciones, simplificaciones o estereotipos. De
hecho, una de las características distintivas de la población anciana es la gran heterogeneidad y
variabilidad que se observa entre los individuos. Esta variabilidad se produce también entre los parámetros
biológicos, psicológicos y sociales de un mismo individuo.
1.1.1. Ejemplo práctico

Imagina que sales a la calle a entrevistar a personas ancianas al azar. Una muestra de lo que probablemente
encontrarías es lo siguiente:

El anciano A padece diabetes y artrosis que le dificulta caminar. No tiene ningún problema de memoria
relevante. Vive con su mujer y los hijos vienen a visitarle con frecuencia.
El anciano B no padece ninguna alteración orgánica relevante para su edad. Tiene algunas dificultades
cognitivas compatibles con un deterioro cognitivo leve. Está ingresado en una residencia y no viene nadie
a visitarle.
El anciano C se mantiene físicamente activo y en buena forma porque sale a caminar cada día una hora.
No se queja de problemas de memoria, de hecho ha empezado a dar clases de informática. Es viudo,
pero tiene una relación con una señora que conoció en las sesiones de baile de salón a las que acude
cada sábado por la noche con un grupo de amigos de su edad.

Si reflejamos estas tres situaciones en un gráfico de “normalidad”, es decir, la media del grupo de
ancianos, para cada uno de los parámetros biológico, psicológico y social, vemos lo siguiente:

Esta variabilidad conlleva que existan patrones de envejecimiento diferentes que vendrán
determinados por la interacción de muchos factores, unos controlables y otros no: herencia genética,
estado de salud, estatus socioeconómico, educación y ocupación, diferencias por generación, personalidad,
etc.
1.2. Estereotipos y creencias sobre la vejez
La noción de vejez depende, entre otras cosas, de las costumbres, los mitos y las representaciones
sociales, así como de la propia percepción que de ella tiene el individuo.

Esa imagen de la vejez va evolucionando a medida que evoluciona la sociedad.

A pesar del constante aumento de ancianos y de los cambios en el papel que juegan en nuestra sociedad,
todavía se tiende a percibir la tercera edad con una imagen esencialmente negativa, que está
condicionada, por un lado, por el sistema de valores de la sociedad actual y, por otro, por la proyección de
angustia propia de cada persona antes su envejecimiento.

Esta imagen negativa de los ancianos que implica un concepto peyorativo de alguien basado en su
avanzada edad cronológica, y se acompaña de conductas discriminatorias, juicios negativos y discriminación
social, se conoce como edadismo o viejismo (tomado del inglés Ageism; Butler, 1969).
1.2.1. ¿Cuáles son las consecuencias del edadismo?

Uno de los peligros de esta situación es que el proceso de envejecer puede convertirse fácilmente en una
serie de “profecías que se autocumplen” (Antonucci, 1996) lo que provoca que las personas mayores
acaben identificándose con esa imagen negativa que la sociedad tiene de la vejez, que la compartan y actúen
en consecuencia.

Por ejemplo, si se espera que los ancianos sean sedentarios, será más difícil alentarlos a participar en
actividades de ejercicio físico, lo que puede tener consecuencias futuras negativas sobre su salud física y
provocará de manera real y efectiva el estereotipo mencionado.

Por tanto, la imagen social negativa de la vejez afecta no solo a las actitudes de los demás hacia las
personas mayores, sino también a la propia autopercepción que tienen los mayores de sí mismos.

Como consecuencias del edadismo para las personas ancianas se ha observado que puede favorecer una
pérdida prematura de independencia, mayor discapacidad, incremento en los índices de depresión y ansiedad,
reducción del sentimiento de autoeficacia, disminución del rendimiento o, incluso, aumento del riesgo de
mortalidad anticipada. Además, puede ser un factor de precipitación de malos tratos hacia el anciano
(Losada, 2004). Las actitudes edadistas relacionadas con los profesionales son aquellas en las que no
se llevan a cabo actuaciones terapéuticas necesarias para la atención de la persona, por causa de la edad y
concepciones erróneas sobre el envejecimiento.

Algunas de las consecuencias de estas actitudes en los profesionales son:

Utilización de pautas terapéuticas distintas en función de la edad del paciente sin estar justificadas,
como por ejemplo diferencias en la intervención en tumores.
Una menor derivación a recursos de rehabilitación.
Menor presencia en ensayos clínicos.
Limitada atención a ancianos con problemas psicológicos y menor derivación a profesionales de salud
mental, con preferencia por los tratamientos farmacológicos.
Diferencias en el trato en instituciones (paternalismo, aislamiento, dependencia…).

Uno de los estudios más amplios y que más repercusión ha tenido en España, por cuanto ha dado lugar a
varias investigaciones posteriores, es el presentado por Fernández-Ballesteros (1992) a través de un
cuestionario de estereotipos negativos. Los resultados coincidían con otros estudios realizados en la
misma década (CIRES, 1992, 1997) que muestran que existía una percepción negativa de la vejez en
todos los grupos de edad, pero que la tasa de acuerdo con los estereotipos negativos de la vejez era mayor
en las personas de más de 60 años respecto a los grupos de menos edad.
1.2.2. ¿Cómo actuar para reducir el edadismo?

Las creencias, los estereotipos y las actitudes


que un grupo social mantiene sobre un fenómeno
son sensiblemente más difíciles de modificar.
Siguiendo a Losada (2004), para reducir el
edadismo es necesario que se produzcan cambios
en los sistemas que lo perpetúan, como los medios
de comunicación, la cultura popular, las
instituciones, profesionales sanitarios y sociales,
etc. Para ello, resulta necesario realizar políticas
de intervención que incluyan programas dirigidos
a reducir el impacto de las ideas y actitudes
edadistas.

De acuerdo con esto, los profesionales tienen que


Será necesario intervenir directamente
revisar su percepción y actitudes hacia las sobre las familias para poder maximizar la
personas mayores de tal forma que puedan ser eficacia de las intervenciones psicológicas
prevenidas sus consecuencias sobre los procesos de en los ancianos.
evaluación e intervención en este grupo de edad.
Evidentemente, para ello será necesario aumentar
la formación de los profesionales que atienden
a ancianos, por un lado, y la de las personas mayores y sus familias, por otro.

Para que el cambio de actitudes se mantenga a largo plazo no es suficiente con proporcionar información a
las personas, sino que esta debe ser destacada (reforzando actitudes no edadistas) de tal forma que la
información proporcionada se mantenga con más fuerza en el repertorio de creencias de la persona.
1.3. La adaptación al envejecimiento como proceso evolutivo

La forma de afrontar la vejez depende en gran parte de la aceptación de la vida anterior, y esto, a su
vez, procede del grado de madurez psicológica alcanzado, de la personalidad, de la biografía, del tipo
de relaciones interpersonales y del desarrollo intelectual.

El envejecimiento se convierte en un reto individual, probablemente la mayor tarea de desarrollo de la


vida.

Las personas han de adaptarse a la disminución de la fortaleza y salud física, a la jubilación y a su


propia muerte. Por otro lado, la crisis final de esta última etapa, la muerte, impregna existencialmente la
vejez. Nadie acepta el envejecimiento sin dolor, puesto que el sentimiento de finitud, de que la vida declina y
el tiempo se acaba, produce una experiencia dolorosa. Sin embargo, a pesar de esta experiencia, si se acepta
la vejez de forma realista, se puede vivir el presente de la vejez plenamente. En la medida en que se es
capaz de aceptar el propio pasado y la proximidad de la muerte, puede ser una etapa gratificante y
culminante de la vida.

Evidentemente, no siempre es así en todos los ancianos. Para explicar el proceso de adaptación a la vejez han
ido surgiendo diversas teorías a lo largo del tiempo. Estas teorías psicosociales del envejecimiento
esencialmente pretenden explicar la adaptación del individuo a su propio proceso de envejecimiento. Es
necesario resaltar la ausencia de universalidad de estas teorías, puesto que no pueden aplicarse a todos
los ancianos de todas las generaciones.

A continuación, se exponen algunas de las más relevantes.


1.3.1. Teoría del desarrollo

La teoría de Erikson (1950), abarca todo el ciclo de la vida en varias etapas, y sitúa el comienzo de la
vejez alrededor de los 65 años. Su postulado básico se basa en entender el desarrollo psicológico como un
progreso continuo basado en la resolución de crisis normativas. Considera que existen una serie de
etapas o estadios a lo largo de la vida en cada una de las cuales debe abordarse una crisis o conflicto
esencial entre dos tendencias de desarrollo opuestas.

En cada estadio se espera una resolución positiva y, por tanto, un avance en el desarrollo de la
personalidad.

MODELO DE ERIKSON

Etapas Crisis/conflicto Virtudes

Confianza básica vs. Esperanza


Infancia (0-1)
desconfianza

Primera niñez (1-6) Autonomía vs. Vergüenza Voluntad

Edad del juego (6-10) Iniciativa vs. Culpabilidad Propósitos

Edad escolar (10-14) Productividad vs. Inferioridad Competencia

Adolescencia (14-20) Identidad vs. Confusión Fidelidad

Adulto joven (20-35) Intimidad vs. aislamiento Amor

Generatividad vs. Cuidado


Madurez (35-65)
estancamiento

Integridad del yo vs. Prudencia, sabiduría


Vejez (>65)
Desesperación

En la vejez, la crisis dominante gira alrededor de la oposición entre integridad del yo vs. desesperación.
En esta etapa, el individuo se interesa menos por los logros y más por el significado de la propia vida. La
ausencia de integridad se deriva del miedo a la muerte y a la falta de aceptación de este periodo como el
último de la vida. Produce aislamiento, sentimientos de culpa y depresión, así como resistencia a aceptar
con serenidad la propia muerte (temor a la muerte).

En cambio, la integridad del yo se produce cuando las personas se han adaptado a los éxitos y fracasos
derivados de la propia existencia, lo que implica la aceptación de uno mismo y del propio proceso vital.
Permite adquirir nuevas competencias y cualidades para adaptarse a la vejez, lo que hace al anciano
capaz de expandir su capacidad creativa, comprometerse con el entorno y asumir los errores y éxitos que ha
cometido conservando un sentimiento de satisfacción en relación con su propio devenir evolutivo.
1.3.2. Teoría de la desvinculación

La teoría de la desvinculación (Cumming y Henry, 1961) propone una serie de postulados básicos:

El proceso normal de envejecimiento se caracteriza por un desenganche inevitable y una disminución


de las interacciones entre la persona que envejece y las otras personas que conforman el sistema social
al que pertenece.
Esta desvinculación entre el individuo y su sistema social está asociada a un buen estado emocional y
a un envejecimiento satisfactorio. Si no se produce, no consigue adaptarse (prepara al individuo para
la muerte).
Esa desvinculación es recíproca y universal entre la sociedad y el individuo (permite la sustitución
generacional).
El retraimiento o desenganche aparece cuando la persona se da cuenta de que su energía se va
diluyendo, que le resta un periodo corto de tiempo por vivir y que ya no puede seguir manteniendo los
mismos roles ejercidos.
La desvinculación psicológica se traduce en un aumento de la preocupación del sujeto por sí mismo,
con lo que aparece un descenso de la afectividad hacia las personas y objetos que le rodean y
disminuyen las interacciones.

Como ocurre con todas las teorías psicosociales, la teoría de la desvinculación ha recibido una serie de
críticas:

No tiene el carácter universal que se le pretende dar (muchos sujetos siguen sin desvincularse a
pesar de su avanzada edad): debe tenerse en cuenta la posición social y la personalidad de cada sujeto.
La desvinculación no siempre juega un papel positivo para la sociedad (priva a los jóvenes de la
experiencia de los mayores, se reduce de forma drástica el número de trabajadores que sostienen las
pensiones…).
1.3.3. Teoría de la actividad

La teoría de la actividad (Havighurst y Albrecht, 1953) se fundamenta en la hipótesis de que “la


realización de un elevado número de roles sociales o interpersonales correlaciona significativamente con un
elevado nivel de adaptación y satisfacción vital percibido por la persona mayor. Solo las personas activas,
productivas o útiles se sientes satisfechas y felices”.

Su postulado básico es que la actividad es la base del envejecimiento saludable y satisfactorio, bien
continuando con las mismas tareas y roles, bien cambiándolos por otros compensatorios (Atchley, 1980).
El envejecimiento óptimo va a depender del esfuerzo por parte de las personas ancianas en mantener un
estilo de vida activo y en compensar las pérdidas sociales.

En esta perspectiva se incide en la importancia de promover la actividad como el fundamento de una vejez
saludable, que implique a las personas mayores en intereses y metas estimulantes que los mantengan
mentalmente ágiles y dinámicos.

Las críticas a esta teoría se basan en que no siempre se puede explicar por qué determinadas personas
pasivas se sienten felices, y otras activas no le encuentran sentido a su vida. Mishara y Riedel (1986), a
partir de casos encontrados con elevado número de actividades y bajo estado de ánimo, o al revés, concluyen
que la actividad no es necesaria ni suficiente para que el individuo tenga un buen estado de ánimo, sino que
es necesaria la simultaneidad de otras variables. En la adaptación del individuo tiene más importancia la
calidad de las actividades que la cantidad. Incluso puede ser una fuente de gran satisfacción ser liberado de
un rol que no le satisface, como por ejemplo, un rol profesional no gratificante.
1.3.4. Teoría de la continuidad

La teoría de la continuidad (Maddox, 1963; Atchley, 1980), ligada a la teoría de la actividad, considera
que la edad avanzada no supone cambios bruscos en la vida de los ancianos, puesto que viene determinada
por el estilo de vida y conductas desarrolladas a lo largo de la vida. En la vejez, esta permanencia
facilita a las personas orientar su actuación en función de las circunstancias más o menos cambiantes que
experimentan.

Según Atchley (1980), tanto los adultos como las personas mayores tienden a proteger y mantener sus
estructuras internas y externas, y utilizan esta continuidad para conseguir sus objetivos. A medida que se
envejece se tiende más a continuar que a cambiar, y se mantiene tanto continuidad interna (hace
referencia a la permanencia a través del tiempo de temperamento, afecto, disposiciones, actitudes, ideas,
valores y creencias) como continuidad externa de las circunstancias y costumbres sociales.

Una continuidad óptima significa que la persona se adapta a la nueva situación y a los elementos sociales
que la rodean, si bien con los cambios necesarios para permitirle apreciar un enriquecimiento en su vida.

Las críticas suscitadas por esta teoría se centran sobre todo en que es una teoría compleja, poco verificable
empíricamente. Además, no explica cómo las condiciones sociales, físicas o afectivas se integran en la
dinámica de la persona para explicar la continuidad.
1.3.5. Enfoque del ciclo vital

El enfoque del ciclo vital (Life Span Approach) ( Baltes, 1987 ; Neugarten, 1968 ) considera el proceso
del envejecimiento dentro del desarrollo continuo a lo largo de la vida.

Tiene en cuenta no solo los factores ligados al paso del tiempo en las personas, sino también los relacionados
con el contexto cultural e histórico al que pertenecen.

Así, se sostiene que, a lo largo de la existencia, se va incrementando la variabilidad interindividual, de modo


que a medida que se envejece las personas van siendo más diferentes entre sí.
Supuestos básicos del enfoque del ciclo vital (I)

Se describe el ciclo vital a partir de dos condiciones fundamentales: los eventos que suponen una
transición para el individuo (matrimonio, tener un hijo, logros profesionales, jubilación…) y los roles que
este asume, los cuales implican cambios en el autoconcepto y en la propia identidad.
A lo largo de la vida, existe un balance entre el crecimiento (ganancias) y el declive (pérdidas),
que se dan a lo largo del ciclo de la vida aunque con un reajuste progresivo: en los primeros años de
vida hay un predominio de las ganancias, mientras que durante la vejez ocurre lo contrario, sin que se
pierda la coexistencia de estos dos elementos. Se reconoce, por tanto, que se producen ganancias
incluso en los últimos años de la vida de los sujetos.
El ser humano es concebido como un organismo activo y con capacidad de plasticidad suficiente
para adaptarse y para compensar, en cierta medida, las pérdidas que experimenta.
En relación con la plasticidad, que implica flexibilidad y potencialidad para el cambio, existen
capacidades de reserva a lo largo de todo el ciclo de la vida, que se expresan a través de la
posibilidad de compensar el declive mediante entrenamientos o manipulaciones externas. Por lo
tanto, más allá del funcionamiento cotidiano, el rendimiento de un individuo puede incrementarse
poniendo en juego, por un lado, ciertas reservas internas que permiten que la persona por sí misma
ofrezca un rendimiento mayor cuando la tarea requiere una alta exigencia (por ejemplo, capacidad para
realizar determinadas tareas de la manera más precisa posible o en el menor tiempo posible) y, por
otro, ciertas reservas externas (como por ejemplo, ayudas de otras personas o de instrumentos
técnicos) que permiten que la persona eleve su rendimiento cotidiano en circunstancias contextuales
favorables y cuando se cuenta con apoyos (cuando el contexto es el más óptimo posible).
Con la edad, disminuye el rango de plasticidad y no tanto el funcionamiento cotidiano, por lo que
los ancianos pueden seguir funcionando en su día a día rutinario sin declives significativos.
La variabilidad existente entre los ancianos se plasma en tres formas de envejecer:

Vejez normal: cursa con los estándares correspondientes a un determinado contexto, sin patologías
físicas o psicológicas inhabilitantes; presenta la “media” de los parámetros biológico, psicológico y
social.
Vejez patológica: resultado de un organismo quebrantado por la enfermedad y la discapacidad.
Vejez con éxito, satisfactoria, competente o positiva: supone baja probabilidad de enfermar y
de discapacidad asociada, un alto funcionamiento cognitivo, gran capacidad física funcional y
compromiso con la vida y la sociedad.

El envejecimiento satisfactorio se explica por la puesta en marcha de estrategias de adaptación


acondiciones cambiantes. Estas estrategias de adaptaciónson el medio por el que el anciano es capaz de
responder a los cambiosen las condiciones sociales y/o biológicas y generar cambios activamente
en un intento de adecuar esas condiciones a las propias preferencias personales o estados que se
desean.
Supuestos básicos del enfoque del ciclo vital (II)

Envejecer con éxito consiste en equilibrar a lo largo del tiempo tres tipos de procesos
adaptativos:

Selección: elegir ciertos objetivos vitales como aquellos que interesa conseguir y en los que se
invierte tiempo y esfuerzo, por encima de otros menos prioritarios, en función de los recursos de
que consideran que disponen. Se trata de saber escoger las actividades y esfuerzos que sean los
más adecuados para conseguir armonizar las exigencias ambientales y las disposiciones biológicas y
motivacionales.
Optimización: aprovechar al máximo los recursos que están al alcance para conseguir esos
objetivos, minimizando las pérdidas y maximizando las ganancias. Entre los elementos relevantes
para el mecanismo de optimización están la práctica y el esfuerzo.
Compensación: si hay obstáculos que impiden alcanzar esos objetivos o ponen en peligro lo ya
conseguido (por carecer de recursos, por pérdidas…), hay que tratar de compensar ideando
alternativas para conseguir los objetivos propuestos o sustituyendo esos objetivos por otros más
accesibles. Esto implica contrarrestar las pérdidas por medio de las capacidades que no han
experimentado un decremento, así como la posibilidad de reparar el declive mediante
entrenamientos concretos.

A partir de la integración de estos tres mecanismos y de su puesta en marcha dinámica, el anciano


puede conseguir tres metas evolutivas:

Crecimiento en algunos aspectos, es decir, mejorar en algunos niveles de funcionamiento.


Mantenimiento o continuidad de ese funcionamiento en niveles similares a épocas anteriores,
aunque los recursos mengüen, utilizando actividades compensatorias y cambios en los estándares de
comparación.
Regulación de la pérdida, reajustando metas o sustituyéndolas por otras, de manera que si la
pérdida es inevitable afecte al funcionamiento cotidiano lo menos posible.

Esta perspectiva del ciclo vital, especialmente el concepto de envejecimiento con éxito, ha propiciado un
nuevo enfoque en gerontología que resalta la importancia de los aspectos positivos de la vejez
(Fernández-Ballesteros, 2000), así como de las posibilidades de mantenimiento óptimo a lo largo del
envejecimiento y, por tanto, de una mayor satisfacción con la vida de las personas ancianas.
1.4. Cambios internos en el envejecimiento normal
A lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo cambios en todas las dimensiones que
afectan a la persona, tanto a nivel interno como externo, así como en los aspectos más psicológicos del
individuo.

A continuación, vamos a revisar estos cambios en el envejecimiento normal de tipo interno de forma
detallada:

Cambios internos

Cambios sensoriales.
La visión.
La audición.
El olfato, el gusto y el tacto.
Cambios motores.
Cambios relacionados con la edad en la rapidez de la respuesta.
Cambios en la sexualidad.
1.4.1. Cambios sensoriales

Envejecer afecta en mayor o menor grado a todos los canales sensoriales. Con el envejecimiento se eleva
el umbral para percibir las sensaciones que llegan a través de los sentidos, de forma que la cantidad o la
intensidad de estímulo sensorial necesarias para ser consciente de la sensación es mayor.

Los cambios sensoriales pueden tener un impacto considerable en el estilo de vida, puesto que contribuyen
al aislamiento social y a la pérdida de estimulación cognitiva.

No se producen a la misma edad en todo el mundo, ni todo el mundo experimenta los mismos cambios ni con
la misma intensidad.

Aunque los cambios más llamativos se dan en la audición y la vista, con la edad todos los sentidos pueden
verse afectados.
1.4.2. La visión

A medida que se envejece, las estructuras oculares cambian. El


cristalino y la córnea se vuelven menos transparentes y menos
flexibles, y la pupila se empequeñece, con lo que se reduce el
campo de visión.

De estos cambios evolutivos se pueden derivar algunas


dificultades frecuentes en edades avanzadas:

Puede costar más ver con nitidez (se pierde agudeza visual
gradualmente).
Resulta más difícil distinguir los objetos del fondo (por
ejemplo, determinar dónde acaba un bordillo de la acera).
Pérdida gradual de capacidad para localizar objetos muy
cercanos o muy lejanos.
Necesidad de mayor iluminación para percibir las
imágenes.
Mayor dificultad para discriminar colores.
Necesidad de más tiempo para adaptarse a cambios de Hacia los 60 años, las
iluminación. pupilas se empequeñecen
aproximadamente un tercio
Resulta más difícil calcular correctamente las distancias.
respecto a su tamaño a los
Se necesita más luz para leer. 20 años, por lo que pueden
reaccionar más lentamente
El anciano típico no presenta problemas destacados de visión, en respuesta a la oscuridad
siendo el problema más frecuente entre las personas mayores el o a la luz intensa.
de enfocar la vista (lo que se conoce como presbicia), a
consecuencia de la pérdida de elasticidad del cristalino.

En ocasiones, realizar adaptaciones del entorno puede ser de gran ayuda para mejorar la calidad de vida
de la persona con problemas visuales:

Mantener el orden en su entorno habitual.


Utilizar contrastes de colores cálidos en el hogar, puesto que es más fácil distinguir los colores
cálidos, como el rojo y el amarillo.
Adoptar precauciones para evitar accidentes: evitar las puertas entreabiertas, cuidar la
iluminación, colocar suelos antideslizantes y sin elementos que sobresalgan, etc.
Utilizar ayudas técnicas, como teléfonos con números grandes o luces para lectura.

Otros trastornos visuales que pueden darse con más frecuencia en edades avanzadas, y que requieren
atención médica, son cataratas, glaucoma, degeneración macular y retinopatía.
1.4.3. La audición

La pérdida auditiva se da de forma gradual, pudiéndose iniciar entre los 40 y los 50 años de edad, y
es más frecuente que la pérdida visual, especialmente en varones.

Entre los cambios más frecuentes a consecuencia de la edad (que reciben el nombre de presbiacusia)
se observan:

Reducción del umbral auditivo.


Dificultades especiales para distinguir los tonos agudos (voces, sonidos, frases en voz alta).
Mayor sensibilidad a interferencia de ruidos de fondo (tráfico de la calle, ruido del ventilador…).
Dificultades en la localización del sonido.
Dificultades para oír a alguien que habla rápidamente.
Consecuencias del deterioro auditivo

Las implicaciones derivadas de la pérdida auditiva


pueden tener efectos importantes en la calidad de
vida de la persona afectada, puesto que produce
mayor aislamiento y dificultades importantes
en la comunicación con los demás, lo que puede
repercutir en el estado de ánimo del anciano.

Las personas más allegadas al anciano pueden


adoptar una actitud retraída, agotadas por el
esfuerzo de comunicarse con él, por lo que el
anciano puede volverse poco comunicativo para
evitar pedir a los demás que le repitan El hecho de no oír bien aumenta también
constantemente las frases. los riesgos físicos, puesto que el ruido es
una forma decisiva de conocer los peligros
La mala audición se ha relacionado con ambientales.
psicopatología, incluso en adultos ancianos
normales. Se ha comprobado que el deterioro de la
visión de los ancianos no se asocia a mayores
problemas emocionales, mientras que con un deterioro auditivo hay mayores indicios de alteraciones
emocionales, con respuestas limitadas, rígidas e inmaduras.
1.4.4. El olfato, el gusto y el tacto

Con la edad pueden verse afectadas las sensaciones de dolor,


vibración, temperatura, presión y tacto, puesto que se produce
una alteración de los umbrales perceptivos y de la intensidad con que
se perciben los estímulos. Además, aparecen dificultades en la
capacidad para discriminar estímulos semejantes.

El sentido del gusto y el del olfato son menos agudos en los


ancianos que en los adultos jóvenes. Dado que el gusto y el olfato
funcionan simultáneamente para permitir disfrutar con la comida, las
pérdidas en el envejecimiento de estos sentidos pueden repercutir en
el placer de comer y contribuir a la desnutrición de algunos
ancianos.

Asimismo, el olfato es un sistema de alarma que alerta de posibles


contingencias, como el fuego, el gas, etc., por lo que es importante
adoptar medidas de seguridad adicionales en el entorno del El sentido del gusto y el

anciano. del olfato son menos


agudos en los ancianos
que en los adultos
jóvenes.
1.4.5. Cambios motores

Una de las primeras características que llama la atención en la conducta de los ancianos es su forma de
reaccionar. Puede llamar la atención su lentitud, que necesiten tanto tiempo para responder. Esta pérdida
de la rapidez de respuesta es uno de los indicios más perceptibles del envejecimiento. Responder
rápidamente es esencial para la ejecución de una serie de actividades muy básicas, desde cruzar la calle
antes de que cambie el semáforo hasta conducir. La lentitud hace a los ancianos más propensos a sufrir
accidentes.

El tiempo de reacción consiste en dar una respuesta predeterminada tan rápidamente como sea posible
cuando aparece una señal. El anciano es en general más lento, tanto física (por ejemplo, para abrir una
puerta) como psíquicamente (por ejemplo, para recordar nombres), aunque el rendimiento de las
respuestas verbales no parece disminuir tan rápidamente como disminuye en el caso de las acciones
físicas.

La magnitud de los déficits depende de la tarea. Los ancianos se desenvuelven peor en tareas
psicomotoras complejas que en tareas que exigen acciones simples. La principal razón de estos declives es
que las tareas complicadas requieren un mayor razonamiento, y a medida que envejecemos lo que más se
reduce es la velocidad del tiempo para razonar frente al tiempo para actuar. Esto es debido a que
nuestro sistema nervioso central es menos capaz de procesar rápidamente la información.

Hay que considerar también que la lentitud varía considerablemente de un individuo a otro, con lo cual hay
que examinar cuidadosamente a la persona y lo que se le está pidiendo.
1.4.6. Cambios en la sexualidad

Las personas ancianas tienen básicamente las


mismas necesidades afectivas interpersonales
básicas que los niños, adolescentes y adultos,
aunque frecuentemente peor cubiertas:

Apego.
Integración social.
Autoestima.
Alianza fiable.
Guía informativa.
Oportunidad de dar apoyo.
La sexualidad es una función del ser
humano que está presente siempre,
Por tanto, la vejez conlleva una necesidad aunque se produzcan ciertos cambios
psicológica de una actividad sexual congruentes con la edad en la respuesta
continuada, al igual que en otros momentos de la sexual.
vida.

Los estudios realizados sobre sexualidad en la


vejez son relativamente escasos, y menos en población española, por lo que se dispone de escasa calidad y
cantidad de información sobre sexualidad en la vejez. Sin embargo, en las dos últimas décadas ha habido un
aumento del número de ancianos que buscan consejo y tratamiento de sus disfunciones sexuales, así
como respuesta a las dudas sobre cambios sexuales que presentan.
Factores condicionantes de la actividad sexual

Se han descrito varios factores condicionantes de la actividad sexual en la vejez:

Factores generales:

Interpretación de los cambios en la vejez desde el modelo de deterioro.


Imposición social de un modelo joven.

Factores relacionados con la salud: enfermedades, fármacos…


Cambios fisiológicos asociados al funcionamiento sexual:

Cambios en el aparato sexual masculino. Se produce una progresiva reducción de la


espermatogénesis; disminuye la elevación de los testículos; se reduce la irrigación del escroto y
los testículos; es mínima o desaparece la emisión de líquido preeyaculatorio; se produce un
alargamiento del periodo refractario; existe la necesidad de estimulaciones más largas e intensas.
Cambios en el aparato sexual femenino. Involución del aparato genital femenino después de
los 30 años; caída de hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona); falta de
estrógenos que produce una disminución de la elasticidad de las paredes vaginales; reducción de
mucosas y menor lubricación; vagina más estrecha, más corta y menos elástica.

Factores psicosociales:

Disponibilidad de pareja estable y capacidad de esta para mantener relaciones sexuales.


Falta de estímulos sexuales provocada por una vida sexual monótona o insatisfactoria.
Estado afectivo y emocional de la pareja.
Pérdida de atractivos corporales de la pareja.
Separación de la pareja o viudez.
Síndrome de viudez: dificultades para mantener relaciones sexuales tras un periodo de
inactividad a consecuencia de la muerte del cónyuge.
Temor al desempeño en el hombre: ante el miedo a no “hacer un buen papel”; en la mujer:
miedo a no ser del agrado del compañero (autoimagen negativa).
Ansiedad anticipatoria (puede provocar disfunción eréctil y dispareunia).
Preocupaciones económicas.
Alteraciones psicopatológicas (depresión, ansiedad…).
Agotamiento físico y psíquico.
Alcoholismo y otros tóxicos.
Presión social (provocará inhibición de cualquier expresión sexual).
Resistencia delos hijos o la familia ante las manifestaciones sexuales.
Nivel de sexualidad mantenido durante la juventud.
Factores psicosociales:
Estudios

Se han realizado estudios sobre los cambios relacionados con la edad en la respuesta sexual, el
interés y la actividad sexual, de los que se pueden extraer algunas conclusiones:

1. La sexualidad en la vejez es muy variable de unas personas a otras. Influyen especialmente la


historia y la actividad sexual de la persona a lo largo de su vida.
2. Los cambios fisiológicos sexuales asociados a la vejez son muy variables de unas personas a
otras. En la mujer, estos cambios generales del sistema reproductivo apenas tienen efecto sobre el
deseo sexual. La edad solo acarrea cambios relativamente menores en la sensibilidad sexual de las
mujeres. En cuanto a los hombres, experimentan notorios cambios fisiológicos que afectan, algunos, a
la capacidad real del hombre para mantener una relación sexual. No obstante, estas pérdidas están
lejos de sugerir que los hombres de edad avanzada sean sexualmente incapaces o impotentes.
3. La actividad sexual no desaparece, pero sí muestra un declive gradual, especialmente a partir de
los 70 años y sobre todo en mujeres.
4. El deseo o interés sexual no tiene por qué desaparecer, aunque puede ser menor en el hombre
por razones psicosociales u hormonales, y suele serlo en la mujer por los mismos factores.
5. El grado de “satisfacción sexual” no disminuye necesariamente a lo largo de los años.
6. La disminución de actividad sexual en la vejez (en general y coital) está muy influida por causas
psicosociales: sexualidad vinculada a la reproducción; interiorización del estereotipo muy difundido de
“las mujeres viejas no son parejas sexuales deseables”; sexualidad ligada al estado conyugal (alto
porcentaje de viudas); sexualidad dependiente de la sexualidad del hombre.
7. Los mejores predictores individuales de la actividad sexual son la actividad sexual previa y la
disponibilidad de pareja estable (este último es especialmente significativo en la mujer).
8. Los posibles problemas fisiológicos de la sexualidad en la vejez tienen en su mayoría soluciones
relativamente sencillas. Si no se afrontan pueden hacer imposible, difícil o desagradable la actividad
sexual.
Modelo de sexualidad

Es importante no imponer un modelo joven de sexualidad a las personas mayores. Debe destacarse la
posibilidad de compartir la intimidad con otra persona, disfrutar del placer del contacto corporal global y
la comunicación, y de la seguridad emocional, aunque pueda tener un lugar destacado la actividad
sexual, entendida en un sentido más amplio que el de actividad orientada a coitar (sexualidad no es igual a
genitalidad). Por tanto, el modelo a seguir para abordar la sexualidad del anciano debe tener en cuenta:

Variabilidad interindividual: las personas tienen niveles de actividad sexual muy diferentes en la
vejez.
Reconocer diferentes dimensiones: dentro de la propia sexualidad, la actividad coital tiene un curso
evolutivo diferente, por ejemplo, a las capacidades de enamoramiento y al deseo.
Multidireccionalidad del cambio: la frecuencia en el coito suele disminuir, mientras que otros
aspectos, como el interés por los afectos, aumenta.
1.5. Cambios externos en el envejecimiento normal
Además de los cambios internos, a lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo cambios de
índole externo.

Los cambios que pueden aparecer son:

Jubilación.
Muerte y duelo.
1.5.1. Jubilación

Jubilarse supone un cambio de vida y de roles sociales que puede ser vivido como una etapa positiva o
negativa.

Jubilación

Etapa negativa Etapa positiva

Cambio repentino. Recuperación del tiempo libre.


Desaparecen actividades Dedicación en otras actividades,
cotidianas. hobbies y/o aficiones.
No se sabe qué hacer Generar nuevos roles (por
Afectación en las relaciones ejemplo, voluntariado).
sociales. Aumentar la interacción social.
Sentimientos de inutilidad.
Posible estado depresivo.

La adaptación a esa nueva etapa de la vida


dependerá de muchos factores, tanto personales
(salud, actitud ante la vida, etc.) como
económicos.

El hecho de gozar de buena salud y de no contar


con apuros económicos parece proporcionar una
base para una jubilación dichosa. También los
individuos con una educación superior, casados y
más comprometidos con actividades sociales
parecen ser más dichosos.

Se han descrito cinco tipos de personalidad de


los jubilados, que coinciden con algunas de las El modelo de ancinado que se siente
diferentes formas de adaptación en la vejez: realizado contribuye a una vida dichosa
como jubilado.
1. El individuo maduro: individuo con una
visión realista del mundo y de la vida, no
preocupado por el hecho de envejecer porque
se siente realizado.
2. El individuo sentado en una mecedora: individuo que elude las responsabilidades y que prefiere
quedarse en segundo plano. Dado que la jubilación le permite satisfacer esta necesidad, este
individuo también se siente adaptado en su estado de jubilado.
3. El individuo acorazado: individuo que necesita estar extremadamente ocupado, ya que
contemplar sus propios sentimientos genera en él mucha ansiedad. Tiene la capacidad de ser un
jubilado feliz ya que llena de actividades su tiempo libre.
4. El individuo enojado: este tipo de individuo se siente fracasado, de lo cual culpa al mundo.
5. El individuo que se aborrece: individuo preocupado por cómo se ha desarrollado su vida, que
interioriza su ira y se culpa a sí mismo.
Proceso de adaptación a la jubilación

Se ha formulado la hipótesis de que los jubilados pasan por varias fases de adaptación a este importante
tránsito de la vida (Atchley, 1980):

Previa a la jubilación.El individuo empieza a tomar conciencia de que se acerca la jubilación y se


prepara psicológicamente. Algunos de los programas de preparación para la jubilación empiezan en esta
etapa de prejubilación.
“Luna de miel”.Inmediatamente después de dejar de trabajar, existe un periodo en el que los jubilados
se recrean en su nueva libertad.
Desencanto.Después se inicia un periodo de decepción; el jubilado siente que le falta algo. O se dedica
a un exceso de actividades y acaba agotado, o bien se siente inútil sin nada productivo para hacer.
Reorientación.En este momento se produce un periodo de reorientación sobre cómo se quiere que
transcurran el resto de los años.
Estabilidad.Por último, se produce un periodo de estabilidad, cuando los jubilados se acomodan a una
rutina.

Este recorrido por las distintas fases no es universal para todos los jubilados ni cada fase tiene una duración
determinada.
Factores que inciden en el bienestar tras la jubilación

Se han descrito diversos factores que inciden en el bienestar tras la jubilación y que deben ser tenidos en
cuenta en cualquier planteamiento que se haga para favorecer la adaptación:

Factores inherentes al ciclo vital:

La etapa de prejubilación es una etapa compleja en la que la persona se enfrenta


progresivamente a cambios orgánicos, psicológicos y sociales con características propias que
preceden a la vejez.

Factores de tipo económico:

Dado que los ingresos se ven mermados tras la jubilación,debe incluirse el aspecto económico
en el diseño de un programa de preparación para la jubilación, que enseñe pautas que asesoren
sobre economía doméstica (rentabilizar ahorros, prestaciones sociales, etc.).

Factores de tipo social:

Deben tenerse en cuenta en un programa de preparación para la jubilación: ocio, relaciones


afectivas, familia, actividades, etc.
Son tres los grupos de la vida social del individuo que se pueden ver afectados por la jubilación:
familia nuclear, grupo de trabajo y grupo de relaciones externas (Moragas, 1989). Es
aconsejable la jubilación progresiva (jornada parcial, vacaciones más prolongadas…).
La valoración del trabajo que se desempeñaba influirá en la adaptación a la jubilación.
Programas de preparación para la jubilación

En la década de los cincuenta se crearon los primeros programas de preparación para la jubilación que
tratan de reducir la ansiedad y malestar experimentados por muchos trabajadores en el momento de la
jubilación. Pretenden lograr que las personas se inicien en el desarrollo de actividades con la posibilidad real
de continuar realizándolas después de su jubilación.

La planificación de la jubilación puede prevenir inadaptaciones y desajustes en este periodo. No obstante,


solo un 5% de las personas que van a jubilarse participa en los países que ofertan programas oficiales (1% en
países latinos). Se cuenta con dos modalidades de programas con objetivos diferentes:

1. Programas de asesoramiento (preparación formativa):


Persiguen facilitar la transición y adaptación del sujeto a su nueva situación (encarar
la jubilación de forma positiva).
Los sujetos deben plantearse un proyecto de vida que se adecue a su motivación personal y
realizar una programación diaria de sus actividades.
Incluyen: programa de actividades, información sobre diversos temas (jurídico-legal,
economía doméstica, etc.), temas sobre salud, formas de relación familiar y conyugal.

2. Programas de planificación (preparación informativa):


Consisten en la planificación de los eventos que pueden ocurrir (disminución de ingresos
económicos, aumento del tiempo libre, etc.).
Los cursos tienden a estimular la búsqueda de información con el objeto de realizar planes
para el futuro.
Pretenden, además, reducir la ansiedad que puede aparecer a medida que se acerca la
fecha efectiva de la jubilación.
La planificación realista de la jubilación previene sus posibles efectos negativos y palia las
disfunciones originadas por la evaluación errónea que el individuo hace de este periodo.
Los cursos tienen como objetivo motivar, informar y poner en evidencia las
posibilidades reales que posee el individuo.

En cualquier caso, también podemos señalar algunas de las críticas que han recibido estos programas:

Existen pocos estudios que hayan verificado su eficacia.


Sus detractores concluyen que solo son eficaces para aquellos sujetos que vivencian la jubilación
como algo negativo o problemático, y precisamente este colectivo es el que menos participa en esas
actividades.
1.5.2. Muerte y duelo

Los ancianos se enfrentan con más frecuencia a la muerte de


seres queridos, pero también deben enfrentarse al hecho de la
cercanía creciente de su propia muerte.

La muerte del cónyuge es una de las situaciones más


traumáticas, con efectos muy negativos sobre la salud física y
psicológica. Se ha observado un incremento de la probabilidad de
enfermar en los siguientes seis meses.

No afecta por igual a hombres que a mujeres. Los hombres la


perciben y la viven más traumáticamente, con mayores
problemas para establecer relaciones, más aislamiento
emocional, con vínculos más débiles con la familia y con mayores
dificultades para llevar una casa. La personalidad previa
modela la forma de afrontar este acontecimiento y determina
cómo se constituirá la nueva vida.

Se han propuesto algunos modelos descriptivos del duelo a lo


largo del tiempo:
La muerte y el duelo no
Modelo de etapas o fases: se describe el proceso de duelo afecta por igual a hombres
mediante una serie de etapas o fases sucesivas por las que el que a mujeres.
doliente va pasando a lo largo del tiempo en su resolución.
En cada una se producen reacciones y patrones de respuesta
característicos y el número de etapas varía de un autor a
otro, si bien el más difundido es modelo que divide el duelo en cuatro fases: fase de aturdimiento o
incredulidad, fase de nostalgia y búsqueda, fase de desorganización y desesperación y fase de
recuperación. Este modelo es útil a nivel descriptivo, pero no explica la variabilidad entre dolientes en
secuencia e intensidad.
Modelo de tareas o procesos: el duelo es un proceso activo, no es algo que nos pasa o que nos
hacen, el duelo es algo que hacemos. Recuperarse significa trabajar las manifestaciones del duelo,
reconstruir nuestro mundo de significados y constructos. Requiere un esfuerzo por parte del doliente, que
necesita completar todas las fases para elaborar el duelo. No hay un orden en las tareas, pero sí cierto
ordenamiento.
Modelo dual de Stroebe (2005): la habituación a la pérdida es un proceso fluctuante y
dinámico en el que es necesaria una continua oscilación entre dos formas diferenciadas de
funcionamiento. Una de ellas orientada hacia la pérdida donde el doliente puede conectar con el dolor
expresando sus sentimientos, y otra orientada hacia la reconstrucción donde el superviviente se centra
en los múltiples ajustes externos requeridos y se concentra en todo lo que favorece a la reorganización.
Tipos de duelo

A continuación, se describen los diferentes tipos de duelo:

Duelo normal o no Evolución favorable.


complicado

Ocurre en anticipación de una pérdida


Duelo anticipado previsible. Incluye muchos de los
síntomas del duelo normal.

Por las variables intervinientes se


pronostica alta probabilidad de
Duelo “de riesgo”
complicaciones, dificultades en algunas de
las fases o tareas, o un duelo patológico.

Duelos complicados más comunes:


Duelo crónico
Duelo complicado Duelo retrasado
Duelo enmascarado
Duelo exagerado

El duelo da lugar a un trastorno mental


Duelo patológico
según clasificaciones psiquiátricas.

Modificado de Tizón, 2004

En general, existen escasas diferencias entre el duelo del anciano y el del joven, si bien algunos
cambios que se asocian a la vejez pueden modular sus reacciones. El duelo no requiere en la mayoría de los
casos intervenciones específicas, si la persona dispone de recursos internos y externos para hacer frente a
la pérdida. De hecho, los ancianos suelen ser capaces de ajustarse al duelo, incluso parece que se adaptan
mejor que los jóvenes a la viudez. Aun así, se observan algunas manifestaciones peculiares en el duelo
del anciano:

Incremento de síntomas físicos (dolor, cansancio, opresiones…), con posible somatización de


emociones.
Menor expresión de respuesta emocional: menor tristeza aparente, menor sentimiento de culpa
consciente o ansiedad, menor aturdimiento inicial y menor presencia de negación.
Mayor frecuencia de alucinaciones o ilusiones relacionadas con el fallecido y la muerte, con diferente
forma de interpretar y vivir las posibles alucinaciones o ilusiones (en ocasiones generan sensaciones
agradables).
Evolución temporal de los síntomas: más tiempo para resolver las tareas del duelo. La mayoría
suelen permanecer al año de fallecimiento, con nostalgia, tristeza y pensamientos intrusivos sobre el
fallecido. Esta sintomatología va mitigándose paulatinamente y para el final del segundo-tercer año se
encuentran pocas diferencias con ancianos sin pérdidas recientes.
Mayor tendencia al aislamiento social que en jóvenes; si hay incapacidad física se puede obstaculizar la
reconstrucción de las interacciones sociales.
En los “ancianos jóvenes” se observa un mayor nivel de estrés tras el fallecimiento; en los “ancianos
de más edad” se han observado elevados sentimientos de soledad y desesperanza.
Las mujeres ancianas muestran mayor vulnerabilidad a la pérdida de identidad por haber
convertido la vida familiar en el sentido de su existencia e identidad.
Intervención en el duelo

Dependiendo del tipo de duelo que presente el anciano requerirá un nivel de atención diferente, como
puede verse a continuación:

Niveles de atención al duelo

Nivel de atención Quién lo hace… Dirigido a…

Acompañamiento Voluntarios entrenados Duelo normal

Asesoramiento o counselling Profesionales sanitarios en Duelo normal


general Duelo de riesgo

Intervención especializada Psicólogo Duelo de riesgo


Psiquiatra Duelo complicado
Duelo patológico

En cuanto a la actitud de los ancianos ante la idea de su propia muerte, parece que el hecho de envejecer
podría modificar la adaptación a la muerte (disminuye la ansiedad). A medida que envejecemos el hecho
de morir puede llegar a ser menos temible y más aceptable, ya que morir es un hecho normal y adecuado
después de haber gozado de una vida plena.

De hecho, se ha constatado que los individuos satisfechos de la manera en que han vivido sienten menos
miedo a morir que los que se arrepienten de su pasado. Sin embargo, aunque la ansiedad relacionada con el
hecho de morir puede encontrarse en unos niveles muy bajos en la vejez, el miedo a la agonía se vuelve
más intenso en esta época de la vida.
1.6. Cambios psicológicos
Finalmente, a lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo también cambios de carácter
psicológico.

Los cambios que pueden aparecer son:

Cambios cognitivos.
Inteligencia, procesamiento de información y aprendizaje.
Relativas a funciones.
Memoria.
Personalidad.
Emociones.
1.6.1. Cambios cognitivos

El declive cognitivo asociado a la edad muestra una serie de características:

No es unitario: no se produce de forma uniforme, ni afecta del mismo modo a todas las funciones
cognitivas.
Se caracteriza por el declive de algunas funciones cognitivas, como la memoria (solamente algunos
subtipos de memoria), las habilidades visoespaciales, la velocidad de procesamiento y las funciones
ejecutivas, mientras que otras capacidades, como el lenguaje o el nivel de conocimiento general, se
mantienen intactas o pueden incluso mejorar.
La progresión del declive y su edad de inicio varían en función de la capacidad cognitiva: algunas
se mantienen relativamente estables y solo experimentan cierto grado de deterioro a partir de la octava
década, otras empeoran progresivamente a lo largo de la vida y desde una edad temprana.
La pérdida es muy heterogénea entre la población. En unos individuos declinan más unas habilidades, y
en otros, otras diferentes.
Los cambios cognitivos del anciano no dependen solo de la edad, sino que están influidos por otras
variables:

Estado de salud (presencia de déficits sensoriales o de la movilidad; presencia de algunas


enfermedades, especialmente cardiovasculares y del sistema osteoarticulatorio).
Educación y estilo de vida (elevado estatus social y educacional, motivación, implicación en
actividades diversas e intereses culturales durante toda la vida ayudan a mantener un rendimiento
intelectual óptimo).
Efectos generacionales debidos a variaciones sociohistóricas (se ha comprobado un aumento
constante del CI desde principios del siglo XX hasta a la actualidad).
1.6.2. Inteligencia, procesamiento de la información y aprendizaje

En cuanto a la inteligencia, se produce un declive progresivo de la inteligencia fluida (habilidades que


requieren de un procesamiento activo y de resolución de problemas en línea: aritmética, razonamiento verbal
o tareas constructivas), frente a mayor preservación de habilidades cristalizadas (incluyen capacidades
adquiridas y reforzadas a lo largo de la vida: vocabulario, conocimiento general…).

En cuanto a la velocidad de procesamiento de la información, es característico del envejecimiento un


enlentecimiento generalizado de la velocidad perceptiva y del procesamiento de la información,
especialmente en tareas que demandan muchos recursos atencionales.

Con respecto a la capacidad de aprendizaje, durante la vejez se mantiene una amplia capacidad de
aprendizaje, si bien se requieren un mayor número de ensayos de aprendizaje y mayores tiempos de
ejecución en las tareas.
1.6.3. Relativas a funciones

Las funciones visoperceptivas, visoespaciales y visoconstructivas son déficits destacables en el


envejecimiento, que implica mayores dificultades en pruebas de construcción con cubos, de copia
tridimensional, de orientación de líneas y de organización visoespacial.

En cuanto a las funciones ejecutivas, se ven también afectadas en el envejecimiento las funciones que
reflejan el funcionamiento de los lóbulos frontales: fluencia verbal, razonamiento abstracto, resolución
de problemas, flexibilidad cognitiva, secuenciación y planificación, y los mecanismos de supervisión y control
inhibitorio de estímulos irrelevantes.
1.6.4. Memoria

Las quejas subjetivas más frecuentemente asociadas a la vejez tienen que ver con la “pérdida” de
memoria.

Estas quejas subjetivas sobre pérdida de memoria


aumentan con la edad (hasta en un 50% en los
mayores de 80 años), incluso en personas sin
deterioro patológico.

La pérdida de memoria “benigna” recibe el


nombre de alteración de la memoria asociada a
la edad (AMAE) y no afecta más que al 30% de la
capacidad mnésica de los mayores de 75 años.
Aun teniendo repercusiones en la vida cotidiana, no
provoca situaciones invalidantes.

Aquello que el individuo piensa respecto a su


memoria se ha visto relacionado con la eficacia de
la misma. Tal creencia puede venir determinada No todos los aspectos relacionados con la
memoria declinan con la edad, ni el tener
por los estereotipos sobre la edad avanzada, la
lapsus de memoria es indicativo
autoestima, la motivación por recordar o algún
necesariamente de un trastorno.
estado emocional como la depresión. También
tienden a producirse en personas que se preocupan
con facilidad, autocríticas, o en quienes están
sujetos a un nivel de exigencia elevada.
Cómo funciona la memoria

La memoria no es un proceso unitario, sino que se subdivide en procesos y subprocesos. Está formada
por muchos sistemas independientes pero armónicamente relacionados, que se rigen por reglas propias de
funcionamiento, están especializados en el tratamiento de diferentes tipos de información y dependen de la
activación de áreas cerebrales distintas. Puede clasificarse atendiendo a diversos parámetros:

Temporal (memoria a corto y largo plazo),


Secuencial (describe el proceso: fase de recepción y registro, que coincide con la memoria sensorial,
fase de codificación, o encoding, fase de consolidación, o engrama, y fase de recuperación, o recall).
Dominio(memoria declarativa o procedimental),
Modalidades sensoriales,
etc.

Una de las clasificaciones integradoras más aceptadas, que relaciona tipos de memoria y estructuras
cerebrales, es la propuesta por Squire (1996):
Memoria declarativa o explícita

Se llama explícita por su capacidad de evocar o reconocer material, y declarativa porque al ser
recuperada puede ser declarada (se recuerda algo de un modo intencional, voluntario y consciente).
Integra varios subtipos:

Memoria a corto plazo o inmediata:

Primaria o Span: intensidad o amplitud de memoria.


Working memory (memoria de trabajo, operativa o funcional): permite mantener y manejar
temporalmente la información.

Memoria reciente (medio plazo o secundaria): permite mantener la información, al menos de


minutos a días, incluyendo el aprendizaje de nueva información declarativa. Incluye:

Memoria para las actividades cotidianas (everyday memory), que engloba las memorias
retrospectiva (memoria de hechos recientes) y prospectiva (memoria de las tareas que
tenemos que hacer en un futuro).
Memoria de aprendizaje.

Memoria remota (a largo plazo o terciaria): permite mantener la información durante meses y
años. Incluye:

Memoria semántica o cultural: memoria establecida de los conocimientos sobre el mundo.


Memoria episódica o autobiográfica: memoria de los hechos personales y asociados a un
contexto determinado.
Memoria no declarativa o implícita

Se recuerda algo de un modo automático, involuntario e inconsciente. Puede subdividirse en:

Memoria incidental o priming: sería el reconocimiento de una información mostrada (memoria sin
esfuerzo o sin intención).
Memoria procedimental: serían la habilidades y hábitos (es la memoria del “aprender haciendo” o
repitiendo, como una adquisición gradual y lenta de aprendizajes de habilidades motoras, perceptivas y
cognitivas).
Aprendizaje asociativo: incluye los condicionamientos clásico y operante (ensayo-error).
Aprendizaje no asociativo: aprendizaje por reflejos (se refiere a los fenómenos fisiológicos de
habituación y sensibilización).
Fases de la memoria

Nuestro cerebro se enfrenta a la tarea de decidir qué información retenemos y qué olvidamos.

Para ello, toda la información que recibimos es sometida a un proceso de filtrado que consta de varias
fases:
Alteraciones de memoria asociadas al envejecimiento sano

En general, con el envejecimiento se produce una alteración predominante de los procesos de memoria que
dependen de la integridad de estructuras del lóbulo frontal.

Se produce una alteración predominante de la memoria explícita, sobre todo de la memoria


episódica,debido a un déficit de los procesos de codificación y recuperación y de los sistemas de
memoria que dependen del lóbulo frontal. Sin embargo, la memoria semántica no solo se mantiene, sino
que incluso mejora con la edad, y la memoria de reconocimiento y la memoria implícita se encuentran
relativamente preservadas. Veamos estas alteraciones de la memoria en el envejecimiento sano con
más detalle:

Memoria Implícita

Memoria procedimental.
Efecto priming.

Memoria Explícita

Memoria reciente (retención de nueva información).


Memoria a corto plazo:
Memoria primaria: no se altera (influenciada por atención y factores emocionales.
Memoria operativa: alterada.
Memoria remota:
Episódica: alterada.
Semántica: no alterada, solo necesidad de más tiempo de evocación.
Cómo favorecer la memoria en la vejez

Con un entrenamiento adecuado es posible compensar en gran medida los fallos de memoria propios de la
vejez.

En los últimos años está disponible para el psicólogo clínico una variada bibliografía de programas de
entrenamiento de la memoria, a la vez que han surgido muchas actividades en forma de talleres y
grupos orientados a enseñar a los ancianos sanos a mejorar su memoria mediante el uso de:

Estrategias mnemotécnicas.
Pautas para organizarse mejor en el día a día.
Recursos para optimizar el funcionamiento cotidiano.
1.6.5. Personalidad

No es fácil estudiar la personalidad en la vejez, lo que ha influido en el número escaso de investigaciones


sobre personalidad que incluyen a los ancianos en sus muestras. Las limitaciones son variadas. Entre otras
podemos destacar:

1. Definición operativa de personalidad. Hay tantas teorías de la personalidad según los distintos
modelos teóricos que es complicado definirla, algunas definiciones contradicen a otras y casi todas
tienen limitaciones.
2. Tipo de muestra seleccionada. Los participantes en los estudios pueden ser representativos de un
tipo de personalidad más abierta y dispuesta a lo nuevo.
3. Tipo de estudio. Si se quiere estudiar la evolución de la personalidad a lo largo de la vida, lo ideal es
realizar estudios longitudinales. Sin embargo, hay muy pocas investigaciones que sigan esta
metodología por las dificultades que supone llevarla a cabo a lo largo de periodos tan largos, o incluso
desde la infancia a la vejez de los participantes.
4. Posibilidad de generalizar resultados de una generación y cultura a otras. Existen serias dudas
de si las observaciones sobre la personalidad hechas en una generación y cultura determinadas pueden
ser generalizadas a otra diferente.

El planteamiento de si la personalidad se mantiene estable o cambia en la vejez originó los


primeros estudios sobre el tema, que han ido marcando las reflexiones acerca de la psicología en esta
etapa de la vida. Dos de los estudios más relevantes que intentan explicar la configuración de la
personalidad y su desarrollo en el periodo adulto se enmarcan en la teoría del desarrollo
(investigación de Kansas Studies of Adult Life - Chicago. Neugarten, 1968) y en la teoría de los rasgos de
la personalidad (estudio de la Universidad de Baltimore. McCrae y Costa, 1994). A continuación, las
veremos brevemente.
Investigación de Kansas Studies of Adult Life - Chicago

Se enmarca dentro de la teoría del desarrollo, que considera que los cambios y el desarrollo de la
identidad del individuo vienen determinados por las demandas biológicas, psicológicas y sociales
durante periodos críticos de la vida. Esos momentos de crisis se resuelven al encontrar un balance o
equilibrio entre dos tendencias de desarrollo opuestas y se completan con éxito cuando aparecen nuevas
racionalizaciones adaptativas a los roles exigidos por la edad. En la vejez, la crisis gira alrededor de los polos
opuestos de integridad vs. desesperación.

Se utilizó una metodología transversal, con sujetos de clase media blanca de entre 40 y 90 años de
edad, y técnicas proyectivas (este diseño y el tipo de muestra incluida son algunas de las principales
críticas a este estudio por la limitada posibilidad de generalización).

La principal conclusión fue que los aspectos más conscientes de la personalidad no cambian de forma
predecible, mientras que los procesos inconscientes sí se transforman:

Aumento en el rasgo de introversión en la vejez.


Mayor preocupación sobre la propia vida.
Menor implicación emocional con el mundo externo.
Sentimientos de pasividad.
Mayor sensación de alejamiento de los demás.

Los resultados apoyaban la tendencia a una menor implicación en el mundo a medida que las personas iban
envejeciendo, concepto base de la teoría de la desvinculación de Cumming y Henry (1961), comentada
anteriormente.

Esta tendencia se consideró como una característica positiva de adaptación (sería un precursor interno
que permite al individuo aceptar las pérdidas y limitaciones de la actividad).
Estudio de la Universidad de Baltimore. McCrae y Costa (1994):

Se enmarca dentro de la teoría de los rasgos de personalidad, que considera la personalidad como una
estructura dinámica caracterizada por una serie de rasgos estables en el tiempo y contextos, siendo
estas características las que establecen cómo piensa, reacciona y actúa cada persona.

Se utilizó metodología longitudinal y transversal combinada, con técnicas de autoinforme.

Las principales conclusiones fueron que la mayor parte de las personas mantienen las mismas disposiciones
personales básicas a lo largo de la vida, con estabilidad en las cinco dimensiones:

Introversión/extroversión o energía.
Neuroticismo (estabilidad emocional).
Apertura a la experiencia (aceptación de valores e ideas nuevas).
Afabilidad, amabilidad (sensibilidad a las relaciones interpersonales).
Tesón, minuciosidad.

Se observaron una mayor estabilidad en neuroticismo y tendencias negativas en extraversión y apertura.

En resumen, los hallazgos de las investigaciones sobre el desarrollo de la personalidad sugieren una gran
estabilidad en la personalidad a lo largo del curso de la vida adulta y de la vejez, si bien se pueden
producir cambios en función de la adaptación a las experiencias vitales.
1.6.6. Emociones

Un aspecto que ha suscitado más investigaciones que los posibles cambios en la personalidad ha sido observar
cómo evolucionan los afectos y las emociones con la edad.

¿Cambia la regulación emocional con la edad? ¿Cambia la forma de afrontar los factores
estresantes?

Existe una clara diferencia asociada a la edad en la forma en que las personas mayores se enfrentan
al estrés. Se observa una tendencia a utilizar estrategias de afrontamiento más pasivas y más
centradas en la emoción, por oposición a la acción instrumental centrada en el problema, lo que da
respuestas más orientadas al control de los sentimientos ansiógenos (como por ejemplo,
distanciarse de las emociones negativas) que a modificar las circunstancias estresantes.
Posiblemente esta tendencia se produce porque los acontecimientos estresantes a que se
enfrentan los ancianos son menos modificables (enfermedad, viudez, etc.).
A medida que las situaciones de estrés cambian, también se modifican las respuestas para
afrontarlas.

¿Se viven los afectos con diferente intensidad según la edad?

Parece que la experiencia subjetiva de intensidad emocional no cambia con la edad ( Márquez,
Izal, Montorio, y Pérez-Rojo, 2004) , de modo que no existe influencia de la edad en la expresión
verbal de la experiencia de felicidad, bienestar o satisfacción con la vida.
Durante la vejez, se da menor reactividad autónoma en general (menor activación fisiológica),
aunque es similar o mayor cuando los estímulos son relevantes ( Belsky, 1996 ; Kunzmann,
Stange, y Jordan, 2005 ).
Se ha concluido que se produce un incremento del afecto positivo y disminución o estabilidad
del afecto negativo, como por ejemplo la ira. Esta tendencia se invierte en mayores de 75 años,
especialmente por problemas de salud.

¿Son más duraderas las emociones una vez surgen? ¿Cambia el control de las emociones?

Los estudios más recientes concluyen que se produce un mayor control interno de las emociones,
especialmente de las negativas (Márquez et al., 2004), sin cambios en el control externo de las
emociones (conducta expresiva) con la edad (Belsky, 1996; Pinquart, 2001; Isaacowitz y Smith,
2003).
1.7. La promoción del envejecimiento activo y saludable
Los puntos cardinales de una vida activa que van a contribuir a prevenir el declive y a promover un
envejecimiento saludable son:

Nutrición adecuada.
Ejercicio físico continuado.
Actividad mental y cognitiva.
Participación social.

Veamos estos puntos con detenimiento.


1.7.1. Nutrición adecuada

La desnutrición no es un efecto inevitable del


envejecimiento, aunque muchos cambios asociados
al proceso de envejecer pueden propiciarla, como
factores médicos o el estilo de vida del anciano.

La desnutrición es un problema frecuente en


ancianos institucionalizados con problemas
crónicos. La alimentación debe ser variada y
equilibrada. Se recomienda lo siguiente:

Repartir las ingestas a lo largo del día (3-5


ingestas aproximadamente).
Realizar un desayuno completo.
Utilizar alimentos variados dentro de cada La alimentación en los ancianos debe
grupo. caracterizarse por ser variada y
equilibrada.

En el acto de comer intervienen varios factores:

Factores psicosociales.
Disponibilidad de los alimentos.
Integración social.
Independencia económica.
Capacidad de desplazamiento.
Capacidad cognitiva: depresión/ demencia .

Es, por tanto, muy importante evaluar el estado nutricional del anciano. En caso de desnutrición la
pauta o actitud que se debe seguir será la siguiente:

Revisar las causas de anorexia y corregirlas: ingesta de alimentos fuera de horario, proceso agudo,
constipación, fármacos, depresión, etc.
Revisar las causas potencialmente tratables de malnutrición y tratarlas, si es posible:
dentición, problemas de deglución, mala absorción, etc.
Ofrecer alimentos nuevos que puedan gustar al anciano.
Añadir suplementos proteicos y suplementos calóricos (en función del estado nutricional).
1.7.2. Ejercicio físico continuado

Una mala forma física y el sedentarismo están relacionados con el desarrollo de diversos trastornos y
son causa importante de mortalidad e incapacidad.

La inactividad, a cualquier edad, pero especialmente en la vejez, puede tener consecuencias en muchos
de los sistemas del organismo:

Los músculos pierden flexibilidad y se encogen. Se debilitan, se cansan fácilmente, pierden resistencia
y desarrollan un tejido fibroso en lugar de nuevas células musculares, con lo cual resulta más difícil y
doloroso estirarlos. Los huesos se ven más delgados y pálidos a través de los rayos X. Se pierde calcio
(hasta un 40% después de seis meses de completa inactividad) y su estructura se debilita. Las
articulaciones pierden flexibilidad, los ligamentos que mantienen la estabilidad se debilitan y es fácil
que se produzcan distensiones y roturas.
Circulación sanguínea: el corazón y la circulación de la sangre de una persona con una pobre
condición física tienen una eficacia un 40% menor que los de una persona con una condición física
adecuada. Algunas de las consecuencias que se producen con edad avanzada son las siguientes:

Débil contracción del corazón.


Circulación lenta = obstrucción de las arterias = infarto.
Presión arterial alta.
Más anemia.
Tendencia a coágulos en las pantorrillas y pulmones.

Sistema inmunitario: el sistema inmunitario sufre algunos de los siguientes síntomas:

Resfriados y gripe más a menudo.


Mayor probabilidad de tener una bronquitis o neumonía después de un resfriado.

Cerebro: el cerebro puede sufrir algunos de los siguientes síntomas:

Cambios en los patrones de ondas.


Cambios en el comportamiento.
Disminución de la actividad en algunas partes.
Cansancio, viveza mental reducida, patrón de sueño pobre, menor tolerancia a la depresión,
habilidad para sobrellevar el estrés disminuida.

Intestinos: con respecto a los intestinos, suele empeorar el estreñimiento.


Otros síntomas comunes en la tercera edad son:

Mareos: debidos a la mala circulación (llega menos sangre al cerebro). Mal funcionamiento de los
mecanismos de equilibrio del oído.
Alimentación y gasto energético en sangre:se rompe el sistema = no hay balance =
sobrepeso. Cambio en metabolismo = incremento colesterol en sangre. Poca oportunidad de
quemar el exceso de grasas.
Beneficios de la actividad física

Algunos de los beneficios de practicar actividad


física son los siguientes:

Reducir el riesgo de enfermedad coronaria


y embolia.
Prevenir y controlar la presión arterial.
Prevenir la osteoporosis.
Mejorar la movilidad articular y la fuerza
muscular.
Prevenir las caídas.
Mejorar la función y la forma Uno de los beneficios de la actividad física
es mejorar la movilidad articular y la fuerza
cardiovascular.
muscular.
Reducir el riesgo de cáncer de colon.
Reducir el riesgo de diabetes mellitusno
dependiente de insulina.
Beneficios psicosociales de la actividad física

Algunos de los beneficios psicosociales de la práctica de la actividad física son los siguientes:

Mejorar la autoestima y la seguridad de uno mismo.


Aumentar la socialización y reducir el aislamiento y la soledad.
Aumentar la capacidad de permanecer independiente y autónomo.
Reforzar el sentimiento de valía de la gente mayor.
Aumentar la creatividad.
1.7.3. Actividad mental y cognitiva

El estar implicado en actividades cognitivas


como leer, participar en juegos de mesa o juegos
informatizados, o realizar manualidades, en la
madurez o en edades más avanzadas, así como
la participación en actividades sociales, está
asociado a una disminución de entre un 30 y un
50% del riesgo de padecer deterioro
cognitivo.

El entrenamiento específico de la memoria,


por otro lado, puede contribuir a su mejora
significativa en ancianos. En los últimos diez años La participación en actividades congnitivas
han surgido en España muchas actividades en favorece la disminución del riesgo de
forma de talleres y grupos orientados a enseñar a deterioro cognitivo.
los ancianos sanos a mejorar su memoria,
mediante el uso de estrategias mnemotécnicas,
pautas para organizarse mejor en el día a día y
recursos para optimizar el funcionamiento cotidiano. Actualmente, está disponible para el psicólogo clínico
una variada bibliografía de programas de entrenamiento de la memoria.
1.7.4. Participación social

Es evidente que mantener una actividad mental continuada durante la vejez, al igual que una nutrición
adecuada y la realización de ejercicio físico, contribuye al control de los factores de riesgo de deterioro
cognitivo y puede ayudar a compensar en gran medida sus efectos. De la misma manera, fomentar la
participación social de los ancianos repercute positivamente en su salud, tanto física como psicológica.
Incluso parece demostrado que el tener una red social muy limitada aumenta considerablemente el riesgo
de demencia y, al contrario, el tener una amplia red social parece proteger contra ella.

Las relaciones personales de cada persona suelen derivarse de su compromiso social a lo largo de su
vida, pero es un factor susceptible de cambio. Debe animarse a los ancianos a establecer interacciones
sociales para lograr su implicación. En general, los niveles de conexión social se mantienen en edades
avanzadas, pero es cierto que algunos factores como la jubilación o la pérdida de amigos y familiares pueden
inducir a menor actividad y contacto social, lo que incrementa los riesgos de salud.

Son muchos y variados los programas diseñados para promover la participación social de personas
mayores. Entre otras cosas, los centros de interés de estos programas pueden incluir grupos y/o cursos de
baile, arte, canto, costura, cocina, jardinería, excursiones, debates, informática, etc. Este tipo de actividades,
además de brindar la oportunidad de aprender cosas nuevas, facilitan la interacción con personas que
comparten los mismos intereses y preocupaciones, por lo que ofrecen la posibilidad de ayudar y ser
ayudado. Evidentemente, también debe animarse al anciano a fomentar su participación de forma individual
en actividades sociales y culturales, como voluntariado, exposiciones, charlas, etc.
1.8. Resumen y conclusiones
El envejecimiento es un proceso complejo, con diferencias dentro del propio individuo, de unos individuos a
otros, de unas generaciones a otras y de una población a otra. Es importante combatir el edadismo, esa
imagen negativa de los ancianos que implica un concepto peyorativo de alguien basado en su edad
cronológica y que se acompaña de conductas discriminatorias y de intervenciones inadecuadas por parte de
los profesionales afectados por esas ideas no realistas sobre la vejez.

Desde el enfoque del ciclo vital se enfatiza el envejecimiento satisfactorio como la forma de envejecer
con éxito. Incluye el hacer frente a los cambios (sensoriales, en las emociones, etc.) y a las pérdidas
(tanto internas como externas) que se van a producir en el envejecimiento “sano”, y adaptarse a ellos
mediante estrategias de afrontamiento que permitan optimizar las capacidades y funciones del
anciano.
Máster en Psicología Clínica y de la Salud

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