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El Envejecimiento Como Proceso Evolutivo: Unidad Didáctica 1
El Envejecimiento Como Proceso Evolutivo: Unidad Didáctica 1
Competencia
Objetivos específicos
La edad biológica está basada en los cambios que se producen con la edad en el funcionamiento del
organismo. Sería la estimación de la posición actual de un individuo con respecto a su potencial biológico
del ciclo vital. Además, incluye la interacción entre factores externos (estilo de vida, medio social) e
internos (genética, sistema inmunitario…).
La edad psicológica se refiere a la capacidad adaptativa de los individuos a las exigencias ambientales
cambiantes en comparación con el resto de los individuos de su misma edad cronológica. Incluye
también las capacidades cognitivas, las motivaciones y las emociones del sujeto.
La edad social se basa en el conjunto de roles que asume el individuo a lo largo de su vida y en los
acontecimientos relevantes que vive en ella. En la vejez, viene determinada fundamentalmente por la
jubilación.
La vejez no es un estado común para todos los individuos. En un mismo tramo de edad los ancianos son muy
diferentes, y por eso es tan importante no caer en generalizaciones, simplificaciones o estereotipos. De
hecho, una de las características distintivas de la población anciana es la gran heterogeneidad y
variabilidad que se observa entre los individuos. Esta variabilidad se produce también entre los parámetros
biológicos, psicológicos y sociales de un mismo individuo.
1.1.1. Ejemplo práctico
Imagina que sales a la calle a entrevistar a personas ancianas al azar. Una muestra de lo que probablemente
encontrarías es lo siguiente:
El anciano A padece diabetes y artrosis que le dificulta caminar. No tiene ningún problema de memoria
relevante. Vive con su mujer y los hijos vienen a visitarle con frecuencia.
El anciano B no padece ninguna alteración orgánica relevante para su edad. Tiene algunas dificultades
cognitivas compatibles con un deterioro cognitivo leve. Está ingresado en una residencia y no viene nadie
a visitarle.
El anciano C se mantiene físicamente activo y en buena forma porque sale a caminar cada día una hora.
No se queja de problemas de memoria, de hecho ha empezado a dar clases de informática. Es viudo,
pero tiene una relación con una señora que conoció en las sesiones de baile de salón a las que acude
cada sábado por la noche con un grupo de amigos de su edad.
Si reflejamos estas tres situaciones en un gráfico de “normalidad”, es decir, la media del grupo de
ancianos, para cada uno de los parámetros biológico, psicológico y social, vemos lo siguiente:
Esta variabilidad conlleva que existan patrones de envejecimiento diferentes que vendrán
determinados por la interacción de muchos factores, unos controlables y otros no: herencia genética,
estado de salud, estatus socioeconómico, educación y ocupación, diferencias por generación, personalidad,
etc.
1.2. Estereotipos y creencias sobre la vejez
La noción de vejez depende, entre otras cosas, de las costumbres, los mitos y las representaciones
sociales, así como de la propia percepción que de ella tiene el individuo.
A pesar del constante aumento de ancianos y de los cambios en el papel que juegan en nuestra sociedad,
todavía se tiende a percibir la tercera edad con una imagen esencialmente negativa, que está
condicionada, por un lado, por el sistema de valores de la sociedad actual y, por otro, por la proyección de
angustia propia de cada persona antes su envejecimiento.
Esta imagen negativa de los ancianos que implica un concepto peyorativo de alguien basado en su
avanzada edad cronológica, y se acompaña de conductas discriminatorias, juicios negativos y discriminación
social, se conoce como edadismo o viejismo (tomado del inglés Ageism; Butler, 1969).
1.2.1. ¿Cuáles son las consecuencias del edadismo?
Uno de los peligros de esta situación es que el proceso de envejecer puede convertirse fácilmente en una
serie de “profecías que se autocumplen” (Antonucci, 1996) lo que provoca que las personas mayores
acaben identificándose con esa imagen negativa que la sociedad tiene de la vejez, que la compartan y actúen
en consecuencia.
Por ejemplo, si se espera que los ancianos sean sedentarios, será más difícil alentarlos a participar en
actividades de ejercicio físico, lo que puede tener consecuencias futuras negativas sobre su salud física y
provocará de manera real y efectiva el estereotipo mencionado.
Por tanto, la imagen social negativa de la vejez afecta no solo a las actitudes de los demás hacia las
personas mayores, sino también a la propia autopercepción que tienen los mayores de sí mismos.
Como consecuencias del edadismo para las personas ancianas se ha observado que puede favorecer una
pérdida prematura de independencia, mayor discapacidad, incremento en los índices de depresión y ansiedad,
reducción del sentimiento de autoeficacia, disminución del rendimiento o, incluso, aumento del riesgo de
mortalidad anticipada. Además, puede ser un factor de precipitación de malos tratos hacia el anciano
(Losada, 2004). Las actitudes edadistas relacionadas con los profesionales son aquellas en las que no
se llevan a cabo actuaciones terapéuticas necesarias para la atención de la persona, por causa de la edad y
concepciones erróneas sobre el envejecimiento.
Utilización de pautas terapéuticas distintas en función de la edad del paciente sin estar justificadas,
como por ejemplo diferencias en la intervención en tumores.
Una menor derivación a recursos de rehabilitación.
Menor presencia en ensayos clínicos.
Limitada atención a ancianos con problemas psicológicos y menor derivación a profesionales de salud
mental, con preferencia por los tratamientos farmacológicos.
Diferencias en el trato en instituciones (paternalismo, aislamiento, dependencia…).
Uno de los estudios más amplios y que más repercusión ha tenido en España, por cuanto ha dado lugar a
varias investigaciones posteriores, es el presentado por Fernández-Ballesteros (1992) a través de un
cuestionario de estereotipos negativos. Los resultados coincidían con otros estudios realizados en la
misma década (CIRES, 1992, 1997) que muestran que existía una percepción negativa de la vejez en
todos los grupos de edad, pero que la tasa de acuerdo con los estereotipos negativos de la vejez era mayor
en las personas de más de 60 años respecto a los grupos de menos edad.
1.2.2. ¿Cómo actuar para reducir el edadismo?
Para que el cambio de actitudes se mantenga a largo plazo no es suficiente con proporcionar información a
las personas, sino que esta debe ser destacada (reforzando actitudes no edadistas) de tal forma que la
información proporcionada se mantenga con más fuerza en el repertorio de creencias de la persona.
1.3. La adaptación al envejecimiento como proceso evolutivo
La forma de afrontar la vejez depende en gran parte de la aceptación de la vida anterior, y esto, a su
vez, procede del grado de madurez psicológica alcanzado, de la personalidad, de la biografía, del tipo
de relaciones interpersonales y del desarrollo intelectual.
Evidentemente, no siempre es así en todos los ancianos. Para explicar el proceso de adaptación a la vejez han
ido surgiendo diversas teorías a lo largo del tiempo. Estas teorías psicosociales del envejecimiento
esencialmente pretenden explicar la adaptación del individuo a su propio proceso de envejecimiento. Es
necesario resaltar la ausencia de universalidad de estas teorías, puesto que no pueden aplicarse a todos
los ancianos de todas las generaciones.
La teoría de Erikson (1950), abarca todo el ciclo de la vida en varias etapas, y sitúa el comienzo de la
vejez alrededor de los 65 años. Su postulado básico se basa en entender el desarrollo psicológico como un
progreso continuo basado en la resolución de crisis normativas. Considera que existen una serie de
etapas o estadios a lo largo de la vida en cada una de las cuales debe abordarse una crisis o conflicto
esencial entre dos tendencias de desarrollo opuestas.
En cada estadio se espera una resolución positiva y, por tanto, un avance en el desarrollo de la
personalidad.
MODELO DE ERIKSON
En la vejez, la crisis dominante gira alrededor de la oposición entre integridad del yo vs. desesperación.
En esta etapa, el individuo se interesa menos por los logros y más por el significado de la propia vida. La
ausencia de integridad se deriva del miedo a la muerte y a la falta de aceptación de este periodo como el
último de la vida. Produce aislamiento, sentimientos de culpa y depresión, así como resistencia a aceptar
con serenidad la propia muerte (temor a la muerte).
En cambio, la integridad del yo se produce cuando las personas se han adaptado a los éxitos y fracasos
derivados de la propia existencia, lo que implica la aceptación de uno mismo y del propio proceso vital.
Permite adquirir nuevas competencias y cualidades para adaptarse a la vejez, lo que hace al anciano
capaz de expandir su capacidad creativa, comprometerse con el entorno y asumir los errores y éxitos que ha
cometido conservando un sentimiento de satisfacción en relación con su propio devenir evolutivo.
1.3.2. Teoría de la desvinculación
La teoría de la desvinculación (Cumming y Henry, 1961) propone una serie de postulados básicos:
Como ocurre con todas las teorías psicosociales, la teoría de la desvinculación ha recibido una serie de
críticas:
No tiene el carácter universal que se le pretende dar (muchos sujetos siguen sin desvincularse a
pesar de su avanzada edad): debe tenerse en cuenta la posición social y la personalidad de cada sujeto.
La desvinculación no siempre juega un papel positivo para la sociedad (priva a los jóvenes de la
experiencia de los mayores, se reduce de forma drástica el número de trabajadores que sostienen las
pensiones…).
1.3.3. Teoría de la actividad
Su postulado básico es que la actividad es la base del envejecimiento saludable y satisfactorio, bien
continuando con las mismas tareas y roles, bien cambiándolos por otros compensatorios (Atchley, 1980).
El envejecimiento óptimo va a depender del esfuerzo por parte de las personas ancianas en mantener un
estilo de vida activo y en compensar las pérdidas sociales.
En esta perspectiva se incide en la importancia de promover la actividad como el fundamento de una vejez
saludable, que implique a las personas mayores en intereses y metas estimulantes que los mantengan
mentalmente ágiles y dinámicos.
Las críticas a esta teoría se basan en que no siempre se puede explicar por qué determinadas personas
pasivas se sienten felices, y otras activas no le encuentran sentido a su vida. Mishara y Riedel (1986), a
partir de casos encontrados con elevado número de actividades y bajo estado de ánimo, o al revés, concluyen
que la actividad no es necesaria ni suficiente para que el individuo tenga un buen estado de ánimo, sino que
es necesaria la simultaneidad de otras variables. En la adaptación del individuo tiene más importancia la
calidad de las actividades que la cantidad. Incluso puede ser una fuente de gran satisfacción ser liberado de
un rol que no le satisface, como por ejemplo, un rol profesional no gratificante.
1.3.4. Teoría de la continuidad
La teoría de la continuidad (Maddox, 1963; Atchley, 1980), ligada a la teoría de la actividad, considera
que la edad avanzada no supone cambios bruscos en la vida de los ancianos, puesto que viene determinada
por el estilo de vida y conductas desarrolladas a lo largo de la vida. En la vejez, esta permanencia
facilita a las personas orientar su actuación en función de las circunstancias más o menos cambiantes que
experimentan.
Según Atchley (1980), tanto los adultos como las personas mayores tienden a proteger y mantener sus
estructuras internas y externas, y utilizan esta continuidad para conseguir sus objetivos. A medida que se
envejece se tiende más a continuar que a cambiar, y se mantiene tanto continuidad interna (hace
referencia a la permanencia a través del tiempo de temperamento, afecto, disposiciones, actitudes, ideas,
valores y creencias) como continuidad externa de las circunstancias y costumbres sociales.
Una continuidad óptima significa que la persona se adapta a la nueva situación y a los elementos sociales
que la rodean, si bien con los cambios necesarios para permitirle apreciar un enriquecimiento en su vida.
Las críticas suscitadas por esta teoría se centran sobre todo en que es una teoría compleja, poco verificable
empíricamente. Además, no explica cómo las condiciones sociales, físicas o afectivas se integran en la
dinámica de la persona para explicar la continuidad.
1.3.5. Enfoque del ciclo vital
El enfoque del ciclo vital (Life Span Approach) ( Baltes, 1987 ; Neugarten, 1968 ) considera el proceso
del envejecimiento dentro del desarrollo continuo a lo largo de la vida.
Tiene en cuenta no solo los factores ligados al paso del tiempo en las personas, sino también los relacionados
con el contexto cultural e histórico al que pertenecen.
Se describe el ciclo vital a partir de dos condiciones fundamentales: los eventos que suponen una
transición para el individuo (matrimonio, tener un hijo, logros profesionales, jubilación…) y los roles que
este asume, los cuales implican cambios en el autoconcepto y en la propia identidad.
A lo largo de la vida, existe un balance entre el crecimiento (ganancias) y el declive (pérdidas),
que se dan a lo largo del ciclo de la vida aunque con un reajuste progresivo: en los primeros años de
vida hay un predominio de las ganancias, mientras que durante la vejez ocurre lo contrario, sin que se
pierda la coexistencia de estos dos elementos. Se reconoce, por tanto, que se producen ganancias
incluso en los últimos años de la vida de los sujetos.
El ser humano es concebido como un organismo activo y con capacidad de plasticidad suficiente
para adaptarse y para compensar, en cierta medida, las pérdidas que experimenta.
En relación con la plasticidad, que implica flexibilidad y potencialidad para el cambio, existen
capacidades de reserva a lo largo de todo el ciclo de la vida, que se expresan a través de la
posibilidad de compensar el declive mediante entrenamientos o manipulaciones externas. Por lo
tanto, más allá del funcionamiento cotidiano, el rendimiento de un individuo puede incrementarse
poniendo en juego, por un lado, ciertas reservas internas que permiten que la persona por sí misma
ofrezca un rendimiento mayor cuando la tarea requiere una alta exigencia (por ejemplo, capacidad para
realizar determinadas tareas de la manera más precisa posible o en el menor tiempo posible) y, por
otro, ciertas reservas externas (como por ejemplo, ayudas de otras personas o de instrumentos
técnicos) que permiten que la persona eleve su rendimiento cotidiano en circunstancias contextuales
favorables y cuando se cuenta con apoyos (cuando el contexto es el más óptimo posible).
Con la edad, disminuye el rango de plasticidad y no tanto el funcionamiento cotidiano, por lo que
los ancianos pueden seguir funcionando en su día a día rutinario sin declives significativos.
La variabilidad existente entre los ancianos se plasma en tres formas de envejecer:
Vejez normal: cursa con los estándares correspondientes a un determinado contexto, sin patologías
físicas o psicológicas inhabilitantes; presenta la “media” de los parámetros biológico, psicológico y
social.
Vejez patológica: resultado de un organismo quebrantado por la enfermedad y la discapacidad.
Vejez con éxito, satisfactoria, competente o positiva: supone baja probabilidad de enfermar y
de discapacidad asociada, un alto funcionamiento cognitivo, gran capacidad física funcional y
compromiso con la vida y la sociedad.
Envejecer con éxito consiste en equilibrar a lo largo del tiempo tres tipos de procesos
adaptativos:
Selección: elegir ciertos objetivos vitales como aquellos que interesa conseguir y en los que se
invierte tiempo y esfuerzo, por encima de otros menos prioritarios, en función de los recursos de
que consideran que disponen. Se trata de saber escoger las actividades y esfuerzos que sean los
más adecuados para conseguir armonizar las exigencias ambientales y las disposiciones biológicas y
motivacionales.
Optimización: aprovechar al máximo los recursos que están al alcance para conseguir esos
objetivos, minimizando las pérdidas y maximizando las ganancias. Entre los elementos relevantes
para el mecanismo de optimización están la práctica y el esfuerzo.
Compensación: si hay obstáculos que impiden alcanzar esos objetivos o ponen en peligro lo ya
conseguido (por carecer de recursos, por pérdidas…), hay que tratar de compensar ideando
alternativas para conseguir los objetivos propuestos o sustituyendo esos objetivos por otros más
accesibles. Esto implica contrarrestar las pérdidas por medio de las capacidades que no han
experimentado un decremento, así como la posibilidad de reparar el declive mediante
entrenamientos concretos.
Esta perspectiva del ciclo vital, especialmente el concepto de envejecimiento con éxito, ha propiciado un
nuevo enfoque en gerontología que resalta la importancia de los aspectos positivos de la vejez
(Fernández-Ballesteros, 2000), así como de las posibilidades de mantenimiento óptimo a lo largo del
envejecimiento y, por tanto, de una mayor satisfacción con la vida de las personas ancianas.
1.4. Cambios internos en el envejecimiento normal
A lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo cambios en todas las dimensiones que
afectan a la persona, tanto a nivel interno como externo, así como en los aspectos más psicológicos del
individuo.
A continuación, vamos a revisar estos cambios en el envejecimiento normal de tipo interno de forma
detallada:
Cambios internos
Cambios sensoriales.
La visión.
La audición.
El olfato, el gusto y el tacto.
Cambios motores.
Cambios relacionados con la edad en la rapidez de la respuesta.
Cambios en la sexualidad.
1.4.1. Cambios sensoriales
Envejecer afecta en mayor o menor grado a todos los canales sensoriales. Con el envejecimiento se eleva
el umbral para percibir las sensaciones que llegan a través de los sentidos, de forma que la cantidad o la
intensidad de estímulo sensorial necesarias para ser consciente de la sensación es mayor.
Los cambios sensoriales pueden tener un impacto considerable en el estilo de vida, puesto que contribuyen
al aislamiento social y a la pérdida de estimulación cognitiva.
No se producen a la misma edad en todo el mundo, ni todo el mundo experimenta los mismos cambios ni con
la misma intensidad.
Aunque los cambios más llamativos se dan en la audición y la vista, con la edad todos los sentidos pueden
verse afectados.
1.4.2. La visión
Puede costar más ver con nitidez (se pierde agudeza visual
gradualmente).
Resulta más difícil distinguir los objetos del fondo (por
ejemplo, determinar dónde acaba un bordillo de la acera).
Pérdida gradual de capacidad para localizar objetos muy
cercanos o muy lejanos.
Necesidad de mayor iluminación para percibir las
imágenes.
Mayor dificultad para discriminar colores.
Necesidad de más tiempo para adaptarse a cambios de Hacia los 60 años, las
iluminación. pupilas se empequeñecen
aproximadamente un tercio
Resulta más difícil calcular correctamente las distancias.
respecto a su tamaño a los
Se necesita más luz para leer. 20 años, por lo que pueden
reaccionar más lentamente
El anciano típico no presenta problemas destacados de visión, en respuesta a la oscuridad
siendo el problema más frecuente entre las personas mayores el o a la luz intensa.
de enfocar la vista (lo que se conoce como presbicia), a
consecuencia de la pérdida de elasticidad del cristalino.
En ocasiones, realizar adaptaciones del entorno puede ser de gran ayuda para mejorar la calidad de vida
de la persona con problemas visuales:
Otros trastornos visuales que pueden darse con más frecuencia en edades avanzadas, y que requieren
atención médica, son cataratas, glaucoma, degeneración macular y retinopatía.
1.4.3. La audición
La pérdida auditiva se da de forma gradual, pudiéndose iniciar entre los 40 y los 50 años de edad, y
es más frecuente que la pérdida visual, especialmente en varones.
Entre los cambios más frecuentes a consecuencia de la edad (que reciben el nombre de presbiacusia)
se observan:
Una de las primeras características que llama la atención en la conducta de los ancianos es su forma de
reaccionar. Puede llamar la atención su lentitud, que necesiten tanto tiempo para responder. Esta pérdida
de la rapidez de respuesta es uno de los indicios más perceptibles del envejecimiento. Responder
rápidamente es esencial para la ejecución de una serie de actividades muy básicas, desde cruzar la calle
antes de que cambie el semáforo hasta conducir. La lentitud hace a los ancianos más propensos a sufrir
accidentes.
El tiempo de reacción consiste en dar una respuesta predeterminada tan rápidamente como sea posible
cuando aparece una señal. El anciano es en general más lento, tanto física (por ejemplo, para abrir una
puerta) como psíquicamente (por ejemplo, para recordar nombres), aunque el rendimiento de las
respuestas verbales no parece disminuir tan rápidamente como disminuye en el caso de las acciones
físicas.
La magnitud de los déficits depende de la tarea. Los ancianos se desenvuelven peor en tareas
psicomotoras complejas que en tareas que exigen acciones simples. La principal razón de estos declives es
que las tareas complicadas requieren un mayor razonamiento, y a medida que envejecemos lo que más se
reduce es la velocidad del tiempo para razonar frente al tiempo para actuar. Esto es debido a que
nuestro sistema nervioso central es menos capaz de procesar rápidamente la información.
Hay que considerar también que la lentitud varía considerablemente de un individuo a otro, con lo cual hay
que examinar cuidadosamente a la persona y lo que se le está pidiendo.
1.4.6. Cambios en la sexualidad
Apego.
Integración social.
Autoestima.
Alianza fiable.
Guía informativa.
Oportunidad de dar apoyo.
La sexualidad es una función del ser
humano que está presente siempre,
Por tanto, la vejez conlleva una necesidad aunque se produzcan ciertos cambios
psicológica de una actividad sexual congruentes con la edad en la respuesta
continuada, al igual que en otros momentos de la sexual.
vida.
Factores generales:
Factores psicosociales:
Se han realizado estudios sobre los cambios relacionados con la edad en la respuesta sexual, el
interés y la actividad sexual, de los que se pueden extraer algunas conclusiones:
Es importante no imponer un modelo joven de sexualidad a las personas mayores. Debe destacarse la
posibilidad de compartir la intimidad con otra persona, disfrutar del placer del contacto corporal global y
la comunicación, y de la seguridad emocional, aunque pueda tener un lugar destacado la actividad
sexual, entendida en un sentido más amplio que el de actividad orientada a coitar (sexualidad no es igual a
genitalidad). Por tanto, el modelo a seguir para abordar la sexualidad del anciano debe tener en cuenta:
Variabilidad interindividual: las personas tienen niveles de actividad sexual muy diferentes en la
vejez.
Reconocer diferentes dimensiones: dentro de la propia sexualidad, la actividad coital tiene un curso
evolutivo diferente, por ejemplo, a las capacidades de enamoramiento y al deseo.
Multidireccionalidad del cambio: la frecuencia en el coito suele disminuir, mientras que otros
aspectos, como el interés por los afectos, aumenta.
1.5. Cambios externos en el envejecimiento normal
Además de los cambios internos, a lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo cambios de
índole externo.
Jubilación.
Muerte y duelo.
1.5.1. Jubilación
Jubilarse supone un cambio de vida y de roles sociales que puede ser vivido como una etapa positiva o
negativa.
Jubilación
Se ha formulado la hipótesis de que los jubilados pasan por varias fases de adaptación a este importante
tránsito de la vida (Atchley, 1980):
Este recorrido por las distintas fases no es universal para todos los jubilados ni cada fase tiene una duración
determinada.
Factores que inciden en el bienestar tras la jubilación
Se han descrito diversos factores que inciden en el bienestar tras la jubilación y que deben ser tenidos en
cuenta en cualquier planteamiento que se haga para favorecer la adaptación:
Dado que los ingresos se ven mermados tras la jubilación,debe incluirse el aspecto económico
en el diseño de un programa de preparación para la jubilación, que enseñe pautas que asesoren
sobre economía doméstica (rentabilizar ahorros, prestaciones sociales, etc.).
En la década de los cincuenta se crearon los primeros programas de preparación para la jubilación que
tratan de reducir la ansiedad y malestar experimentados por muchos trabajadores en el momento de la
jubilación. Pretenden lograr que las personas se inicien en el desarrollo de actividades con la posibilidad real
de continuar realizándolas después de su jubilación.
En cualquier caso, también podemos señalar algunas de las críticas que han recibido estos programas:
En general, existen escasas diferencias entre el duelo del anciano y el del joven, si bien algunos
cambios que se asocian a la vejez pueden modular sus reacciones. El duelo no requiere en la mayoría de los
casos intervenciones específicas, si la persona dispone de recursos internos y externos para hacer frente a
la pérdida. De hecho, los ancianos suelen ser capaces de ajustarse al duelo, incluso parece que se adaptan
mejor que los jóvenes a la viudez. Aun así, se observan algunas manifestaciones peculiares en el duelo
del anciano:
Dependiendo del tipo de duelo que presente el anciano requerirá un nivel de atención diferente, como
puede verse a continuación:
En cuanto a la actitud de los ancianos ante la idea de su propia muerte, parece que el hecho de envejecer
podría modificar la adaptación a la muerte (disminuye la ansiedad). A medida que envejecemos el hecho
de morir puede llegar a ser menos temible y más aceptable, ya que morir es un hecho normal y adecuado
después de haber gozado de una vida plena.
De hecho, se ha constatado que los individuos satisfechos de la manera en que han vivido sienten menos
miedo a morir que los que se arrepienten de su pasado. Sin embargo, aunque la ansiedad relacionada con el
hecho de morir puede encontrarse en unos niveles muy bajos en la vejez, el miedo a la agonía se vuelve
más intenso en esta época de la vida.
1.6. Cambios psicológicos
Finalmente, a lo largo del proceso de envejecimiento se van produciendo también cambios de carácter
psicológico.
Cambios cognitivos.
Inteligencia, procesamiento de información y aprendizaje.
Relativas a funciones.
Memoria.
Personalidad.
Emociones.
1.6.1. Cambios cognitivos
No es unitario: no se produce de forma uniforme, ni afecta del mismo modo a todas las funciones
cognitivas.
Se caracteriza por el declive de algunas funciones cognitivas, como la memoria (solamente algunos
subtipos de memoria), las habilidades visoespaciales, la velocidad de procesamiento y las funciones
ejecutivas, mientras que otras capacidades, como el lenguaje o el nivel de conocimiento general, se
mantienen intactas o pueden incluso mejorar.
La progresión del declive y su edad de inicio varían en función de la capacidad cognitiva: algunas
se mantienen relativamente estables y solo experimentan cierto grado de deterioro a partir de la octava
década, otras empeoran progresivamente a lo largo de la vida y desde una edad temprana.
La pérdida es muy heterogénea entre la población. En unos individuos declinan más unas habilidades, y
en otros, otras diferentes.
Los cambios cognitivos del anciano no dependen solo de la edad, sino que están influidos por otras
variables:
Con respecto a la capacidad de aprendizaje, durante la vejez se mantiene una amplia capacidad de
aprendizaje, si bien se requieren un mayor número de ensayos de aprendizaje y mayores tiempos de
ejecución en las tareas.
1.6.3. Relativas a funciones
En cuanto a las funciones ejecutivas, se ven también afectadas en el envejecimiento las funciones que
reflejan el funcionamiento de los lóbulos frontales: fluencia verbal, razonamiento abstracto, resolución
de problemas, flexibilidad cognitiva, secuenciación y planificación, y los mecanismos de supervisión y control
inhibitorio de estímulos irrelevantes.
1.6.4. Memoria
Las quejas subjetivas más frecuentemente asociadas a la vejez tienen que ver con la “pérdida” de
memoria.
La memoria no es un proceso unitario, sino que se subdivide en procesos y subprocesos. Está formada
por muchos sistemas independientes pero armónicamente relacionados, que se rigen por reglas propias de
funcionamiento, están especializados en el tratamiento de diferentes tipos de información y dependen de la
activación de áreas cerebrales distintas. Puede clasificarse atendiendo a diversos parámetros:
Una de las clasificaciones integradoras más aceptadas, que relaciona tipos de memoria y estructuras
cerebrales, es la propuesta por Squire (1996):
Memoria declarativa o explícita
Se llama explícita por su capacidad de evocar o reconocer material, y declarativa porque al ser
recuperada puede ser declarada (se recuerda algo de un modo intencional, voluntario y consciente).
Integra varios subtipos:
Memoria para las actividades cotidianas (everyday memory), que engloba las memorias
retrospectiva (memoria de hechos recientes) y prospectiva (memoria de las tareas que
tenemos que hacer en un futuro).
Memoria de aprendizaje.
Memoria remota (a largo plazo o terciaria): permite mantener la información durante meses y
años. Incluye:
Memoria incidental o priming: sería el reconocimiento de una información mostrada (memoria sin
esfuerzo o sin intención).
Memoria procedimental: serían la habilidades y hábitos (es la memoria del “aprender haciendo” o
repitiendo, como una adquisición gradual y lenta de aprendizajes de habilidades motoras, perceptivas y
cognitivas).
Aprendizaje asociativo: incluye los condicionamientos clásico y operante (ensayo-error).
Aprendizaje no asociativo: aprendizaje por reflejos (se refiere a los fenómenos fisiológicos de
habituación y sensibilización).
Fases de la memoria
Nuestro cerebro se enfrenta a la tarea de decidir qué información retenemos y qué olvidamos.
Para ello, toda la información que recibimos es sometida a un proceso de filtrado que consta de varias
fases:
Alteraciones de memoria asociadas al envejecimiento sano
En general, con el envejecimiento se produce una alteración predominante de los procesos de memoria que
dependen de la integridad de estructuras del lóbulo frontal.
Memoria Implícita
Memoria procedimental.
Efecto priming.
Memoria Explícita
Con un entrenamiento adecuado es posible compensar en gran medida los fallos de memoria propios de la
vejez.
En los últimos años está disponible para el psicólogo clínico una variada bibliografía de programas de
entrenamiento de la memoria, a la vez que han surgido muchas actividades en forma de talleres y
grupos orientados a enseñar a los ancianos sanos a mejorar su memoria mediante el uso de:
Estrategias mnemotécnicas.
Pautas para organizarse mejor en el día a día.
Recursos para optimizar el funcionamiento cotidiano.
1.6.5. Personalidad
1. Definición operativa de personalidad. Hay tantas teorías de la personalidad según los distintos
modelos teóricos que es complicado definirla, algunas definiciones contradicen a otras y casi todas
tienen limitaciones.
2. Tipo de muestra seleccionada. Los participantes en los estudios pueden ser representativos de un
tipo de personalidad más abierta y dispuesta a lo nuevo.
3. Tipo de estudio. Si se quiere estudiar la evolución de la personalidad a lo largo de la vida, lo ideal es
realizar estudios longitudinales. Sin embargo, hay muy pocas investigaciones que sigan esta
metodología por las dificultades que supone llevarla a cabo a lo largo de periodos tan largos, o incluso
desde la infancia a la vejez de los participantes.
4. Posibilidad de generalizar resultados de una generación y cultura a otras. Existen serias dudas
de si las observaciones sobre la personalidad hechas en una generación y cultura determinadas pueden
ser generalizadas a otra diferente.
Se enmarca dentro de la teoría del desarrollo, que considera que los cambios y el desarrollo de la
identidad del individuo vienen determinados por las demandas biológicas, psicológicas y sociales
durante periodos críticos de la vida. Esos momentos de crisis se resuelven al encontrar un balance o
equilibrio entre dos tendencias de desarrollo opuestas y se completan con éxito cuando aparecen nuevas
racionalizaciones adaptativas a los roles exigidos por la edad. En la vejez, la crisis gira alrededor de los polos
opuestos de integridad vs. desesperación.
Se utilizó una metodología transversal, con sujetos de clase media blanca de entre 40 y 90 años de
edad, y técnicas proyectivas (este diseño y el tipo de muestra incluida son algunas de las principales
críticas a este estudio por la limitada posibilidad de generalización).
La principal conclusión fue que los aspectos más conscientes de la personalidad no cambian de forma
predecible, mientras que los procesos inconscientes sí se transforman:
Los resultados apoyaban la tendencia a una menor implicación en el mundo a medida que las personas iban
envejeciendo, concepto base de la teoría de la desvinculación de Cumming y Henry (1961), comentada
anteriormente.
Esta tendencia se consideró como una característica positiva de adaptación (sería un precursor interno
que permite al individuo aceptar las pérdidas y limitaciones de la actividad).
Estudio de la Universidad de Baltimore. McCrae y Costa (1994):
Se enmarca dentro de la teoría de los rasgos de personalidad, que considera la personalidad como una
estructura dinámica caracterizada por una serie de rasgos estables en el tiempo y contextos, siendo
estas características las que establecen cómo piensa, reacciona y actúa cada persona.
Las principales conclusiones fueron que la mayor parte de las personas mantienen las mismas disposiciones
personales básicas a lo largo de la vida, con estabilidad en las cinco dimensiones:
Introversión/extroversión o energía.
Neuroticismo (estabilidad emocional).
Apertura a la experiencia (aceptación de valores e ideas nuevas).
Afabilidad, amabilidad (sensibilidad a las relaciones interpersonales).
Tesón, minuciosidad.
En resumen, los hallazgos de las investigaciones sobre el desarrollo de la personalidad sugieren una gran
estabilidad en la personalidad a lo largo del curso de la vida adulta y de la vejez, si bien se pueden
producir cambios en función de la adaptación a las experiencias vitales.
1.6.6. Emociones
Un aspecto que ha suscitado más investigaciones que los posibles cambios en la personalidad ha sido observar
cómo evolucionan los afectos y las emociones con la edad.
¿Cambia la regulación emocional con la edad? ¿Cambia la forma de afrontar los factores
estresantes?
Existe una clara diferencia asociada a la edad en la forma en que las personas mayores se enfrentan
al estrés. Se observa una tendencia a utilizar estrategias de afrontamiento más pasivas y más
centradas en la emoción, por oposición a la acción instrumental centrada en el problema, lo que da
respuestas más orientadas al control de los sentimientos ansiógenos (como por ejemplo,
distanciarse de las emociones negativas) que a modificar las circunstancias estresantes.
Posiblemente esta tendencia se produce porque los acontecimientos estresantes a que se
enfrentan los ancianos son menos modificables (enfermedad, viudez, etc.).
A medida que las situaciones de estrés cambian, también se modifican las respuestas para
afrontarlas.
Parece que la experiencia subjetiva de intensidad emocional no cambia con la edad ( Márquez,
Izal, Montorio, y Pérez-Rojo, 2004) , de modo que no existe influencia de la edad en la expresión
verbal de la experiencia de felicidad, bienestar o satisfacción con la vida.
Durante la vejez, se da menor reactividad autónoma en general (menor activación fisiológica),
aunque es similar o mayor cuando los estímulos son relevantes ( Belsky, 1996 ; Kunzmann,
Stange, y Jordan, 2005 ).
Se ha concluido que se produce un incremento del afecto positivo y disminución o estabilidad
del afecto negativo, como por ejemplo la ira. Esta tendencia se invierte en mayores de 75 años,
especialmente por problemas de salud.
¿Son más duraderas las emociones una vez surgen? ¿Cambia el control de las emociones?
Los estudios más recientes concluyen que se produce un mayor control interno de las emociones,
especialmente de las negativas (Márquez et al., 2004), sin cambios en el control externo de las
emociones (conducta expresiva) con la edad (Belsky, 1996; Pinquart, 2001; Isaacowitz y Smith,
2003).
1.7. La promoción del envejecimiento activo y saludable
Los puntos cardinales de una vida activa que van a contribuir a prevenir el declive y a promover un
envejecimiento saludable son:
Nutrición adecuada.
Ejercicio físico continuado.
Actividad mental y cognitiva.
Participación social.
Factores psicosociales.
Disponibilidad de los alimentos.
Integración social.
Independencia económica.
Capacidad de desplazamiento.
Capacidad cognitiva: depresión/ demencia .
Es, por tanto, muy importante evaluar el estado nutricional del anciano. En caso de desnutrición la
pauta o actitud que se debe seguir será la siguiente:
Revisar las causas de anorexia y corregirlas: ingesta de alimentos fuera de horario, proceso agudo,
constipación, fármacos, depresión, etc.
Revisar las causas potencialmente tratables de malnutrición y tratarlas, si es posible:
dentición, problemas de deglución, mala absorción, etc.
Ofrecer alimentos nuevos que puedan gustar al anciano.
Añadir suplementos proteicos y suplementos calóricos (en función del estado nutricional).
1.7.2. Ejercicio físico continuado
Una mala forma física y el sedentarismo están relacionados con el desarrollo de diversos trastornos y
son causa importante de mortalidad e incapacidad.
La inactividad, a cualquier edad, pero especialmente en la vejez, puede tener consecuencias en muchos
de los sistemas del organismo:
Los músculos pierden flexibilidad y se encogen. Se debilitan, se cansan fácilmente, pierden resistencia
y desarrollan un tejido fibroso en lugar de nuevas células musculares, con lo cual resulta más difícil y
doloroso estirarlos. Los huesos se ven más delgados y pálidos a través de los rayos X. Se pierde calcio
(hasta un 40% después de seis meses de completa inactividad) y su estructura se debilita. Las
articulaciones pierden flexibilidad, los ligamentos que mantienen la estabilidad se debilitan y es fácil
que se produzcan distensiones y roturas.
Circulación sanguínea: el corazón y la circulación de la sangre de una persona con una pobre
condición física tienen una eficacia un 40% menor que los de una persona con una condición física
adecuada. Algunas de las consecuencias que se producen con edad avanzada son las siguientes:
Mareos: debidos a la mala circulación (llega menos sangre al cerebro). Mal funcionamiento de los
mecanismos de equilibrio del oído.
Alimentación y gasto energético en sangre:se rompe el sistema = no hay balance =
sobrepeso. Cambio en metabolismo = incremento colesterol en sangre. Poca oportunidad de
quemar el exceso de grasas.
Beneficios de la actividad física
Algunos de los beneficios psicosociales de la práctica de la actividad física son los siguientes:
Es evidente que mantener una actividad mental continuada durante la vejez, al igual que una nutrición
adecuada y la realización de ejercicio físico, contribuye al control de los factores de riesgo de deterioro
cognitivo y puede ayudar a compensar en gran medida sus efectos. De la misma manera, fomentar la
participación social de los ancianos repercute positivamente en su salud, tanto física como psicológica.
Incluso parece demostrado que el tener una red social muy limitada aumenta considerablemente el riesgo
de demencia y, al contrario, el tener una amplia red social parece proteger contra ella.
Las relaciones personales de cada persona suelen derivarse de su compromiso social a lo largo de su
vida, pero es un factor susceptible de cambio. Debe animarse a los ancianos a establecer interacciones
sociales para lograr su implicación. En general, los niveles de conexión social se mantienen en edades
avanzadas, pero es cierto que algunos factores como la jubilación o la pérdida de amigos y familiares pueden
inducir a menor actividad y contacto social, lo que incrementa los riesgos de salud.
Son muchos y variados los programas diseñados para promover la participación social de personas
mayores. Entre otras cosas, los centros de interés de estos programas pueden incluir grupos y/o cursos de
baile, arte, canto, costura, cocina, jardinería, excursiones, debates, informática, etc. Este tipo de actividades,
además de brindar la oportunidad de aprender cosas nuevas, facilitan la interacción con personas que
comparten los mismos intereses y preocupaciones, por lo que ofrecen la posibilidad de ayudar y ser
ayudado. Evidentemente, también debe animarse al anciano a fomentar su participación de forma individual
en actividades sociales y culturales, como voluntariado, exposiciones, charlas, etc.
1.8. Resumen y conclusiones
El envejecimiento es un proceso complejo, con diferencias dentro del propio individuo, de unos individuos a
otros, de unas generaciones a otras y de una población a otra. Es importante combatir el edadismo, esa
imagen negativa de los ancianos que implica un concepto peyorativo de alguien basado en su edad
cronológica y que se acompaña de conductas discriminatorias y de intervenciones inadecuadas por parte de
los profesionales afectados por esas ideas no realistas sobre la vejez.
Desde el enfoque del ciclo vital se enfatiza el envejecimiento satisfactorio como la forma de envejecer
con éxito. Incluye el hacer frente a los cambios (sensoriales, en las emociones, etc.) y a las pérdidas
(tanto internas como externas) que se van a producir en el envejecimiento “sano”, y adaptarse a ellos
mediante estrategias de afrontamiento que permitan optimizar las capacidades y funciones del
anciano.
Máster en Psicología Clínica y de la Salud