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SINOPSIS

Cassandra Palmer puede ser la clarividente principal líder mundial, pero ella todavía esta

mágicamente es atada a un vampiro maestro. Sólo un libro antiguo Llamado el Códice Merlini

posee el conjuro para liberar Cassie- pero aprovechar de su poder ilimitado podría poner en

peligro el mundo.

CAPITULO 1

Un ángel sollozante se dejó caer en una grieta de polvo gris, mandando sus alas a volar lejos
en dos direcciones diferentes, me tomó un segundo darme cuenta de que no estaba muerta y
entonces deambulé por el costado de un obelisco cercano. Me tiré cuan larga era sobre el
suelo, sintiendo el lodo colándose en mis ya harapientas ropas, mientras una ráfaga de disparos
lanzaban pedazos de granito de aquí para allá sobre mi cabeza. Yo estaba empezando a
sospechar que esto de jugar a Tomb Raider no iba a ser tan divertido como yo esperaba. Por
supuesto, esa era básicamente la historia de mi vida últimamente. Una cadena de eventos que
podrían clasificarse muy caritativamente como desastrosos me habían dejado en la posición de
Pythia, la jefa suprema de la comunidad sobrenatural. El círculo plateado, un grupo de usuarios
de la magia de la luz, había esperado que una de sus acolitas domadas heredara el puesto toda
vez que así había venido sucediendo durante los últimos doscientos años. Ellos habían quedado
mucho menos que extasiados cuando el poder vino a mí: Cassie Palmer, la clarividente sin
entrenamiento protegida de un jefe criminal vampiro y reconocida cómplice de un renegado
mago de guerra. Algunas personas sencillamente no tienen sentido de la ironía. Los magos
habían expresado su disgusto tratando de enviarme a explorar el misterio que yace en espera
para nosotros después de la muerte, pero, dado que yo no era tan curiosa, He estado
intentando mantenerme bajo su señal de radar. No parecía que lo estuviera haciendo tan mal.
Decidí tratar de encontrar un mejor refugio junto a una cripta, y estaba a medio camino hacia
ella cuando algo que se sentía como un mazo me noqueó enviándome al suelo. Un rayo de luz
explotó contra un árbol cercano, ocasionando que el aire hormigueara y se retorciera con
electricidad, enviando seseantes serpientes blanco azuladas sobre una maraña de raíces
expuestas. Dejó al árbol dividido a la mitad, ennegrecido a todo lo largo del centro como si se
tratara de una vieja fogata, el aire inundado de ozono y mi cráneo apaleado por haberse
salvado por tan poco. Sobre mí, el trueno cruzó ominosamente el cielo acompañado por un
apropiado conjunto de efectos de sonido que yo habría apreciado muchísimo más si los hubiera
escuchado durante una película.

Hablando de ironías, ¿no sería hilarante si la Madre Naturaleza se las arreglara para matarme
antes de que el Círculo tuviera su oportunidad? Me tambalee en la dirección aproximada de la
cripta, temporalmente ciega y sin ayuda. Parpadeando como loca. Por lo menos había
descubierto porqué las balas son estriadas, para que puedas seguir manejándolas al meterlas
en el cargador aún y cuando tus manos estén totalmente sudadas por culpa del más abyecto
terror.

Mi nueva, 9 milímetros no cabía tan bien en mi mano como la anterior, pero se estaba
convirtiendo rápidamente en un peso muy familiar. Al principio había decidido que estaba bien
portarla siempre y cuando sólo la utilizara cuando los chicos malos sobrenaturales me hubieran
disparado primero. Después había tenido que adaptar esa definición a - cualquier tiempo en
que mi vida estuviera en peligro- . Últimamente me estaba deslizando a una regla ligeramente
más comprensiva que se columpiaba entre la auto defensa proactiva y el Esos bastardos
debieron verlo venir. Cosa que, si vivía lo suficiente, pensaba achacar a mi trastornado socio
refregándomelo.

Encontré la cripta corriendo hacia ella de frente pero raspándome la mejilla con el mísero
recubrimiento exterior. Agucé mis oídos pero no encontré señal alguna de mis atacantes. Un
granizo de tiros chocó contra un muro vecino, rebotando contra los adoquines para salir
volando en todas direcciones. De acuerdo, no había más señales que el hecho de que alguien
seguía disparándome. Me pegué a la pared recordándome no exagerar y no desperdiciar mis
balas.

Ya había convertido en lobo a un Cupido antes, de tal forma que el viento podía pasear a su
gusto a través de su cabeza, dándole un fugaz sentido de movimiento, y eso había sucedido
con el brillo de una luna casi llena bañándonos. Era peor ahora que el viento había traído nubes
oscuras y que la lluvia que nos rociaba hacía casi imposible escuchar los silenciosos pasos. El
tiroteo finalmente se detuvo, pero mi cuerpo entero continuó temblando, hasta el punto de que
dejé caer el cargador de reserva que había sacado después de hurgar en mi bolsillo. Al viejo
cargador aún le quedaban algunas rondas, pero no quería quedarme sin balas en un momento
crucial. Otro balazo hizo que el Cupido al que yo había decapitado cayera sentado sobre sus
pequeñas nalgas. Me retiré y mi pié pateó algo que cayó chapoteando en un charco cercano.
Me hinqué, buscándolo a mí alrededor en el césped e intentando maldecir silenciosamente.

- Un poco más a la derecha- me giré, con la pistola en alto y el corazón palpitando. Pero el
hombre de cabello oscuro que se apoyaba contra una fuente estancada no pareció preocupado.
Quizá porque él ya no tenía un cuerpo por el cual preocuparse. Me relajé un poco. Podía lidiar
con fantasmas, incluso había estado esperándolos. Père Lachaise no es el cementerio más viejo
de París pero es enorme. Tuve que reforzar mis escudos para ser capaz de ver algo más allá del
brillo verdoso de cientos de rastros fantasmales, zigzagueando por el terreno como una loca
tela de araña. Esa fue la razón principal por la que había dejado mi propio ayudante fantasmal
detrás. Billy Joe podía ser una lata, pero yo realmente no deseaba que se convirtiera en un
aperitivo de medianoche para un montón de fantasmas hambrientos

- Gracias-

- Eres estadounidense-

- Uh, sí- Una bala chocó contra una reja de hierro cerca de mí y yo me estremecí - ¿Como lo
sabes?-

- Querida mía- . El dirigió una mirada apreciativa a mis jeans salpicados de barro, mis una vez
blancos tenis y mi empapada camiseta gris. Ésta última había sido una compra impulsiva de
hace unos días, algo que vestir en las prácticas de tiro al blanco que me permitiera recordarle a
mi exigente profesor que yo apenas era una neófita en ello. Su broma que decía - No tengo
licencia para matar, sólo tengo permiso de aprendiz- estaba empezando a verse realmente
irónica ahora.

Lara Croft hubiera usado algo mucho menos manchado de lodo, y ella hubiera peinado sus
cabellos en un sexy estilo que de cualquier manera le hubiera permitido mantenerlo fuera de su
rostro. Mi propia melena rizada estaba en el punto en el que era demasiado larga para
mantenerse fuera de mi camino pero demasiado corta para poder llevarla en una cola. Como
resultado, tenía mechones rubios mojados cayendo en mis ojos y pegándose a mis mejillas
como añadido a mi falta de estilo.
- Cuando los buenos americanos mueren, van a París- Dijo el fantasma tras tomar una
bocanada de un pequeño cigarrillo. - Pero tú no estás muerta. Supongo que la pregunta debe
ser: ¿eres buena?-

Mi mano finalmente se cerró sobre el cargador y yo lo deslicé en su lugar. Le dirigí una mirada
subrepticiamente, preguntándome que respuesta sería buena como para que él me diera algo
de ayuda. Me basé en la larga chaqueta de terciopelo, la corbata de seda y la sonrisa perezosa.

- Depende de a quien le preguntes-

- Evasivas, ¡Que divino! Siempre me he llevado mucho mejor con los mentirosos-

- ¿Entonces quizá pudieras decirme cuantas personas hay allá afuera?- Otro fantasma se
deslizó hacia nosotros vistiendo solamente un par de pantalones azules de corte bajo. Me
resultaba vagamente familiar, con su cabello castaño que le llegaba a los hombros, sus rasgos
clásicos y su porte un poco petulante.

- Aproximadamente una docena. Acaban de volar mi horrorosa lápida- El fantasma más


antiguo olisqueó. - Tus legiones de fans indudablemente te tendrán dentro en otra semana-

- ¿Qué puedo hacer si soy muy popular?-

- Y ellos seguirán cometiendo todo tipo de vandalismo en la vecindad-

- Oye, aliviánate-

El fantasma más antiguo se encolerizó. - ¡No me hables sobre lo alivianado que eres absurdo
pretendiente! ¡Yo era alivianado! ¡Yo era el epítome de la genialidad! ¡Para todos los propósitos,
Yo inventé la genialidad!-

- ¿Pueden por favor calmarse?- Pregunté con voz estridente. El sudor me corrió por un lado de
mi frente y entró en mis ojos, quemándome. Yo parpadeé intentando evitarlo y observé unas
cuantas sombras acercándose. Sólo podía ubicarlas con el rabillo del ojo y parecían desaparecer
cuando yo veía directamente hacia ellas. Después, un hechizo explotó sobre mi cabeza,
iluminando el área como una bengala y me proporcionó una vista clara. Desafortunadamente,
hizo lo mismo para mis atacantes. El arco de estilo gótico sobre mi cabeza inmediatamente
resonó con los disparos, ocasionando que pedacitos de piedra cayeran sobre mí como si me
hundiera en ellos.

- ¡Esto es ridículo! Ustedes son peores que - las atracciones del loco de Kardec-

Los fantasmas me habían seguido. Por supuesto. - ¡Místico, ja! El hombre ni siquiera se levantó
y aún así siempre hay alguien rezándole, cantándole o tapizándole la tumba de flores-

- Yo creo en la reencarnación hombre. Quizá él regresó- Luché por deshacerme de una enorme
telaraña y me las arreglé para no resbalar en las baldosas de piedra que estaban resbaladizas
por la lluvia y las hojas en descomposición.

- ¡Cállense!- les susurré con brusquedad.

El fantasma más antiguo suspiró - Por lo menos los místicos no eran tan rudos-

Bizquee hacia los vagos garabatos que se suponía que eran un mapa y traté de ignorarlo. Quizá
hubiera sido más sencillo si yo no hubiera estado empantanada y con un punzante dolor de
cabeza. Yo de verdad, de verdad quería salir de ahí, pero gracias a cierto taimado maestro
vampiro, esa no era una opción. Estaba merodeando alrededor de un cementerio en medio de
la noche, esquivando perros guardianes, golpeando cerrojos y dementes magos de guerra por
culpa de un hechizo llamado geis. El vampiro en cuestión, Mircea, había hecho que me lo
pusieran hace años, sin molestarse en obtener mi permiso o siquiera recordar mencionarme
que lo había hecho. Los maestros vampiros son así, pero en este caso quizá podría haber
habido más que la usual arrogancia detrás de su olvido.

Por una parte, el hechizo me había proveído de protección mientras crecía, me había marcado
como suya, de tal forma que ningún vampiro en su sano juicio habría querido involucrarse
conmigo. Por otra parte, estaba diseñado para garantizar la lealtad a una sola persona: total,
absoluta y exclusiva lealtad. Ahora que ambos éramos adultos, el hechizo quería atarnos para
siempre a Mircea y a mí y no apreciaba especialmente mi falta de cooperación. Eso era un
problema, desde el momento que se sabía que la gente podía volverse loca por esta cosa, aún
había llegado a cometer suicidio buscando huir del constante, y corroyente dolor que sólo era
uno de los trucos del hechizo cuando era frustrado. Pero quedarme cruzada de brazos y
disfrutar del viaje tampoco era una opción.

Si el lazo alguna vez se formaba, nuestras vidas serían regidas por el compañero dominante
que, no me quedaba ninguna duda, sería Mircea, dejándome atascada como su entusiasta
esclavita. Y, dado que él era un miembro de prestigio del Senado Vampírico, el cuerpo
gobernante de todos los vampiros de Norte América. Yo indudablemente terminaría haciéndoles
los recados también. El simple pensamiento de lo que algunas de esas peticiones podrán ser,
era suficiente para hacerme sudar frío. Era eso lo que el círculo temía: La Pitia bajo el control
de los vampiros. Y aunque yo no estaba a favor de su método para prevenirlo, a regañadientes
les concedía el punto: aquello sería un desastre.

Convertirme en Pitia me había vuelto un blanco para cualquiera en la comunidad sobrenatural


que tuviera atracción por el poder, en otras palabras, básicamente para cualquiera, pero me
había comprado algo de tiempo en lo que concernía al hechizo. ¿Cuánto? No lo sabía. Lo que
significaba que de verdad necesitaba ese contra hechizo. Y según el rumor, el único texto de
magia que contenía una copia de él estaba enterrado en algún lugar por aquí.

Por supuesto, sería de gran ayuda si pudiera leer el maldito mapa. Torcí la vista hacia él, pero la
única iluminación de que disponía era la luz de la luna filtrándose a través de los restos de la
una vez hermosa ventana de vitral. La mitad de una madona sentada viendo un cielo gris
carbón que ocasionalmente iluminaba un relámpago desde los estratos de nubes. Yo tenía una
linterna, pero encenderla sólo me hubiera convertido en un blanco mucho mejor.

Algo salió de la noche. Un hombre que me susurró: - ¡No dispares!-

Él olía a dulce, metal y tierra, más un chisporroteo estático de energía nerviosa que era
prácticamente su firma. Encendí la linterna y vi lo que me esperaba. Un golpe de cabellos
pálidos, como siempre haciendo tirantes gestos sobre su rostro grave, una mandíbula cuadrada,
una nariz ligeramente larga y unos furiosos ojos verdes. El más famoso renegado del Círculo y
mi reluctante socio: John Pritkin.

Suspiré con alivio y le puse el seguro a mi arma. Conocer a Pritkin era querer matarlo, pero
hasta ahora, había resistido la tentación. - ¡No deberías acercarte a mí así a hurtadillas!- Le
murmuré.

- ¿Porqué no me disparaste?- Exigió saber.

- Me dijiste que no lo hiciera-


- Yo… eso…- Pritkin sonó momentáneamente incoherente así que yo empujé el cañón del arma
suavemente contra su estomago. Por lo menos contra lo que creí que era su estómago. Sólo
intentaba mostrarle que no estaba indefensa, pero en un segundo, yo estaba embarrada contra
un lado de la cripta, mi pistola inmovilizada contra la pared y mi cuerpo atorado entre la dura
superficie y un muy enojado mago de guerra. Reluctantemente tuve que admitir que
probablemente hubiera estado en una o dos fantasías que empezaban con este escenario, pero
dudaba que esta velada fuera a ir en la misma vía.

- Sabía que eras tú- Le dije justo antes de que sus habilidades vocales volvieran. - Hueles a
pólvora y magia- . Eso era más cierto de lo normal porque su abrigo, un grueso guardapolvo de
cuero que guardaba su colección de armas, tenía un gran espacio donde el cuero se había
crispado y enchinado. Como si un hechizo le hubiera fallado por muy poco.

- ¡Esos de allá afuera son magos!- Me susurró salvajemente. - ¡Lo son!, y ¿qué demonios haces
aún aquí?-

- Tengo el mapa- Le recordé

- ¡Dámelo y vete!-

- ¿Y dejarte aquí sólo? ¡Hay una docena de ellos!-

- Si no te vas en este momento…-

Levanté la barbilla aunque era casi segura que él no me viera pues había apagado la linterna -
¿Si no Qué? ¿Me dispararás?-

Su mano se cerró casi dolorosamente sobre mi hombro. No tientes al loco mago de la guerra
me recordé justo cuando una bala se deslizó por la puerta abierta. Rebotó varias veces por el
interior de la cripta antes de atravesar estrellando lo que quedaba de la madona. - ¡Si te quedas
aquí más tiempo no tendré que hacerlo yo!- Murmuró furiosamente.

- Sólo encontremos la maldita cosa y ambos podremos irnos- Le dije razonablemente. - En


caso de que de alguna manera se haya resbalado de tu conocimiento, ¡Esto era una trampa!-

- ¡Maldita sea!, ¡Ya no puedes confiar en nadie!- El anciano mago francés que habíamos
visitado en su dulce casita de campo me había parecido tan confiable con su encanto del viejo
mundo y sus ojos amables –y su asqueroso mapa que nos había enviado en una búsqueda del
tesoro del infierno. No era justo: No se suponía que los chicos malos se vieran como el abuelo
de alguien. - Y Manassier parecía tan…-

- Si la próxima palabra que salga de tu boca es - agradable- Haré de tu vida un infierno cuando
regresemos, Puro infierno-

No me moleste en dignificar aquello con una respuesta. Pritkin estaba siendo sólo… Pritkin. En
algún momento había aprendido a sobrellevarlo. A menudo me preguntaba si él le había dado
al Círculo la mitad de los problemas antes de romper con ellos como a partir de su decisión de
apoyarme. De ser así, uno hubiera pensado que ellos deberían haberme agradecido por
quitárselos de encima. Quizá ellos estuvieran planeando enviarme un bello ramo de flores para
mi funeral.

- Mira, todo lo que sabemos de cierto es que algunas páginas están aquí delante de nosotros.
Quizá todos decidimos desvalijar el lugar la misma noche- . Realmente no lo creía. Ellos nos
habían atacado casi al mismo tiempo en que nosotros íbamos llegando y nosotros no habíamos
encontrado nada, pero yo odiaba la idea de abandonar tan pronto nuestra mejor pista. Y dejar
a Pritkin para que lo buscara solo no era una opción. Sus instintos de preservación eran casi
tantos como los de un bicho cerca de un parabrisas muy brillante. Una mano fuerte se cerró
sobre mi brazo - ¡Ouch!- Exclamé.

- ¡Dame el maldito mapa!-

- Ni loca-

- ¡Hey!- Levanté la mirada para ver el fantasma más joven observándonos. - En caso de que lo
hayan olvidado, hay gente tratando de matarlos-

- Siempre hay gente tratando de matarme- Le respondí irritada.

- La única manera de que mueras esta noche es si yo te mato- Me informó Pritkin

- He tenido relaciones como esta- El fantasma simpatizó conmigo

- No tenemos una relación- murmuré.

- Pura terquedad ¿Qué?- Pritkin dejó de despotricar, cosa que la verdad no me llamó la
atención pues no lo había estado escuchando de cualquier manera, y se puso a observar a
nuestro alrededor con expresión salvaje. - ¿Qué sucede?-

- ¿Quieres decir que lo dejas hablarte de esa manera pese a que no estás recibiendo nada?,
Amiga, ¡Que robo!-

- Nada, sólo un par de espíritus- Dije fulminando al fantasma número dos con la mirada.

- Hey, estoy parado justo aquí-

- Y- complementó su compañero - Me ofende la parte del - sólo- , somos los espíritus más
activos en todo el cementerio- .

- ¿Activos?- Una mano se deslizó hacia abajo por mi brazo, el toque al mismo tiempo gentil y
rudo, la mano callosa por sostener armas, hacer lagartijas y romper el cuello de la gente. - Ni
siquiera lo pienses- Le dije a Pritkin y luego volví mi atención al fantasma. - ¿Qué tan activos?-

El fantasma más antiguo se acicaló suavemente - Vemos todo lo que sucede por aquí. ¡Las
cosas que podría contarte!-

- Así que si hubiera pasajes ocultos, ¿lo sabrías?- Le pregunté mientras Pritkin encontraba mi
muñeca, un momento después, el mapa era arrebatado de mi mano. - Aún así no me voy- le
dije.

- Oh, estás tras la cosa ¿no es así?- preguntó el fantasma más joven.

Decidí no luchar con Pritkin por el mapa pues no hubiera sido digno, por no mencionar que no
tenía esperanzas de ganarle. - ¿Qué cosa?-

- La cosa con la cosa- ondeó una mano negligentemente. Empecé a sospechar que si morías
drogado, seguirías drogado como fantasma.
- ¿Podrías ser un poco más específico?- Antes de que pudiera responder, se escuchó un
extraño sonido desde afuera, un tenue y agudo gemido. Sentí una mano en mi espalda
empujándome ferozmente contra el piso. Después Pritkin estaba sobre mí, aplastándome en
posición fetal mientras cosas explotaban y llovía fuego a todo nuestro alrededor. Puntos rojos y
violeta danzaron tras de mis fuertemente cerrados párpados por unos largos momentos. Se
sentían ligeros temblores en el suelo, como las réplicas de un terremoto y mi piel picaba con los
remanentes de energía. Cuando abrí los ojos con precaución, vi la luz de las estrellas filtrándose
por un enorme agujero en el techo entre las nubes de piedra desintegrada que inundaban el
aire.

Pritkin estaba de pie de nuevo, disparando a los magos que le disparaban también. Los
impactos de bala haciendo eco en las alturas, impactando contra los monumentos como si
fueran petardos. La mayor parte del tiempo, yo pensaba que él era un poco demasiado rápido
optando por la solución dispara y espera que muera. En otras ocasiones, como cuando alguien
intentaba hacerme un colador en la cabeza, me parecía bien.

- Ahí- dijo el fantasma más joven señalando a la derecha, - Vamos- Se arrastró ignorando el
tortuoso sendero cercano dado preferencia a un atajo que cruzaba por el terreno lleno de
basura de las tumbas.

- ¡Uno de los fantasmas sabe dónde está el pasaje!- Le dije a Pritkin. El parecía sorprendido y
molesto. Sólo porque yo no supiera siete maneras de matar a un tipo con mi codo, no quería
decir que fuera completamente inútil.

Él pareció estar a punto de discutir acerca de la sabiduría de confiar en espíritus desconocidos,


o posiblemente, sobre mi cordura. Pero los magos me hicieron accidentalmente un favor
enviándonos un hechizo que explotó con un gran crack contra un castaño cercano. El trunco
incendiado cayó, llevándose la mitad de la cripta con él. Por suerte, no fue nuestra mitad. -
¡Vamos pues!- Bramó Pritkin, tomándome de la mano y dirigiéndome a la salida como si
hubiera sido su idea todo el tiempo.

- ¡Por aquí!- Lo arrastré tras el fantasma mientras una nueva lluvia de balas repiqueteaba en
los escombros tras de nosotros. Lo encontré difícil de seguir, el empantanado suelo hacía que
mis zapatos se pegaran con cada paso que daba y la lluvia hacía casi imposible mantener a la
vista la parpadeante y pálida imagen de nuestro guía. Pero Pritkin, maldito sea, se deslizó por
entre los obstáculos de granito como si los hubiera situado él mismo. - ¿Cómo haces eso?- Le
pregunté cuando por cuarta ocasión mi rodilla chocó contra un muy duro pedazo de tumba.

- ¿Cómo hago que?-

- ¡Puedes ver!- Lo acusé.

- Ten- Sentí una mano descansar sobre mi mejilla por medio segundo y Pritkin murmuró algo.
Parpadeé y de pronto todo pareció adquirir una perspectiva rara, plana y veteada, como si se
tratara de la recepción de un mal televisor. Las sombras de las hojas se movieron sobre su
rostro cuando una ráfaga de viento azotó un árbol. Las gotas de lluvia salpicándonos y yo
sencillamente pude distinguir los bordes de su tan familiar ceño fruncido.

- ¿Por qué no me habías hecho eso antes?- Le demandé.

- ¡Pensé que te ibas a ir antes!-

- ¿Quieren ambos que les muestre esto o no?- Preguntó el fantasma situando sus manos sobre
sus insustanciales caderas. Se había detenido frente a la imagen de una mujer de aspecto
aburrido que se inclinaba sobre una tumba. Suficiente musgo había crecido sobre su vestido de
granito como para que este ahora fuera prácticamente verde, verde y resbaloso, según descubrí
después de que el fantasma me dijera que era necesario tocar su rodilla tres veces. Nada
sucedió.

- ¿Y ahora qué?-

- Tienes que decir la palabra mágica-

- ¡Por favor!-

Él se rió. - No, me refiero a una palabra mágica de verdad. Para hacer que la estatua se quite
del camino- .

Un hechizo hizo explotar las ramas de un roble sobre nosotros y un montón de hojas ardientes
cayeron sobre mí, amenazando con encender mis cabellos - ¿Cuál es?-

- No lo sé- dijo el fantasma encogiéndose de hombros negligentemente. - No es como si yo


tuviera necesidad de usarla-

- ¿Cuál es el problema?- Exigió Pritkin enviando su arsenal de armas animadas por completo
contra la línea de avanzadas sombras oscuras. Sus cuchillos descendieron en picada y danzaron
arrancando llamativas chispas a sus escudos con cada roce, pero no parecía que estuvieran
disminuyendo mucho la velocidad de nuestros perseguidores.

- ¡El fantasma no conoce la contraseña!-

Pritkin me lanzó una de sus mejores miradas homicidas y murmuró una de sus extrañas
maldiciones británicas. No creo que se tratara del - ábrete sésamo- pero el hechizo que él
lanzó con su siguiente aliento funcionó casi tan bien. La estatua se deslizó justo hacia el medio
revelando la abertura de una cueva. Dentro estaba oscuro también, sólo la silueta de un hoyo
negro contra el cielo eléctrico. Saqué mi linterna y la encendí, pero su luz apenas hizo mella en
la oscuridad. Lo que era aún peor, no había escaleras, sólo una ladera lisa como anillo de hierro
que descendía hacia un claustrofóbico túnel excavado en la roca sólida.

- He visto muchísimos buscadores de tesoros bajar- comentó el fantasma más viejo tras flotar
junto a mí. - Pero sólo pocos han vuelto a salir, y los que han salido lo han hecho con las manos
vacías-

- Eso no nos sucederá a nosotros-

- Eso fue lo que todos ellos dijeron- murmuró en el momento justo en que un hechizo explotó
sobre nosotros. Empujé mi pistola y mi linterna en mi cinturón, mientras tomaba el primer anillo
enmohecido y comenzaba a medio descender, medio resbalarme hacia el fondo. Pritkin me
siguió, yendo prácticamente sobre mí y tan pronto como ambos estuvimos abajo, envió un
hechizo hacia la entrada del túnel que ocasionó un derrumbe.

Esto le bloqueó el paso a nuestros perseguidores, pero también nos cortó la poquísima luz de
que disponíamos. Una vez que el sonido de las rocas cayendo se detuvo, nos vimos rodeados
por un silencio mortal y una total obscuridad. Aparentemente, aún la visión aumentada
necesitaba algo con que trabajar, porque yo no lograba ver nada.

Encendí la linterna de nuevo. Le tomó un momento a mis ojos ajustarse, y cuando lo hicieron,
solté un gemido estrangulado y di un traspiés hacia atrás. El haz de luz no mostraba mucho,
parecía como si la oscuridad aquí abajo estuviera hambrienta y devorara la luz tan pronto como
dejaba el foco. Pero no me habría importado ver aún menos. A cada lado del largo corredor
había huesos acomodados en patrones del piso al techo. El agua se había filtrado desde algún
lugar y muchos de los cráneos parecían llorar lágrimas verdes y portar barbas verdes y
esponjosas. Esto no los hacía parecer menos aterradores.

- Las catacumbas- dijo Pritkin, antes de que pudiera preguntarle.

- ¿Las que?-

- Los parisinos comenzaron a utilizar viejas canteras de piedra caliza como cementerios
subterráneos un par de siglos atrás- . Tomó la linterna y la apuntó al mapa frunciendo el ceño. -
No sabía que se extendieran tan lejos-

- ¿Qué tan lejos?-

- Si estos túneles se conectan con los de la ciudad, entonces cientos de kilómetros.- Comenzó
a alumbrar con la linterna aquí y allá, deseé que se detuviera, iluminaba charcos de agua en las
cuencas vacías de los cráneos, haciendo que sus rostros parecieran moverse. - Han corrido
historias de catacumbas debajo del Père Lachaise durante años. Pero yo pensaba que se
trataban de rumores- .

Miré fijamente un cráneo cercano. Yacía sobre un montón de lo que parecían huesos de Femur,
no tenía cuerpo y había perdido la mandíbula, pero de alguna manera, parecía estar sonriendo.
- A mí me parecen muy reales-

La luz de la linterna topo con un destello dorado, medio enterrado en la argamasa que
mantenía una línea de huesos en su lugar. Rasqué el cemento con mi dedo, era tan antiguo que
algunos pedacitos sencillamente se despegaron. El círculo dorado que dejé a la vista no se
movió pero yo logré tener una mejor perspectiva de él. Parecía estar formado por una serpiente
que se mordía la cola. - El Ouroboros- Dijo Pritkin acercándose a mí por detrás.

- ¿El qué?-

- Es un símbolo ancestral que representa la regeneración y la eternidad- .

- ¿Cómo una cruz?-

- Más antiguo- Hizo rodar la luz sobre algo más. - El Coven de París debió crear sus propias
catacumbas, posiblemente durante la inquisición. Los magos y las brujas algunas veces eran
exhumados y sus cuerpos eran mutilados o quemados. Probablemente esto era una manera de
prevenir eso-

- ¿Quieres decir que esto es una tumba de magos?-

- Posiblemente. La cantera de piedra caliza fue excavada por los romanos. Estuvieron aquí
durante siglos antes de que las autoridades parisienses decidieran hacer uso de ellas. Quizá la
comunidad mágica tuvo la idea primero- . De la parte superior de la ladera cayó una súbita
lluvia de piedras y escombros. Sonó como si nuestros perseguidores no se hubieran dado por
vencidos. - ¿Puedes desplazarnos ahí?- Preguntó, señalando un vago garabato en el mapa. Mi
nuevo trabajo tenía más contras de los que yo podía contar, pero tenía también algunos pros.
Bueno, uno por lo menos. El poder que venía con el puesto de Pythia me permitía moverme
junto con una o dos personas por el espacio-tiempo. Pero tenía sus limitaciones.
- No puedo desplazarnos a menos que conozca el lugar a donde vamos-

- ¡Te has desplazado en el tiempo a lugares donde nunca has estado antes!-

- Eso es diferente-

Hubo otra repentina avalancha y un hechizo se estrelló en el suelo detrás de nosotros,


encendiendo una tormenta de violenta luz blanca. Impactó contra los esqueletos, haciendo que
se astillaran y rompieran, después rebotó contra la pared contraria, lanzando fragmentos de
hueso para todas partes como si fueran dagas voladoras, Pritkin me escudó de la peor parte de
la ráfaga y después tomó mi mano y me arrastró por el corredor.

Dado que yo no rebotaba contra ninguna de las paredes, asumí que él aún podía ver un poco,
pero para mí parecía una carrera directa hacia la nada. Él apagó la linterna, supuse que para
hacerle más difícil a nuestros enemigos el localizarnos, pero sin ella los túneles eran tan
obscuros que yo ni siquiera podía saber si mis ojos estaban abiertos o cerrados. - ¿Qué tan
diferente?- Me exigió.

- El poder me deja ver otros tiempos, lugares pasados. No el presente.- Le expliqué


estremeciéndome. El reflejo de las explosiones estaba provocando que sombras rojizas saltaran
ante mis ojos y yo seguía pensando que estaba a punto de estrellarme contra algo. - Si deseara
hacer desplazamientos espaciales aquí y ahora, tendría que ser capaz de visualizar primero el
lugar al que quiero ir- . Y una línea temblorosa en un mapa de mala calidad no estaba siquiera
cerca de ser lo suficientemente buena para visualizarlo.

El corredor se estrechó abruptamente, hasta el punto de que nos hizo imposible seguir adelante
juntos. Pritkin pasó primero, jalándome para obligarme a hacer lo más cercano posible a correr.
Hacía calor, el aire estaba viciado y el piso bajo nosotros no estaba ni remotamente nivelado.
Muy pronto se hizo evidente porqué alguien escondería un tesoro aquí: sin indicaciones claras,
podrías terminar vagando por aquí durante meses sin nunca lograr encontrar nada.

Pritkin se detuvo tan de repente que me estrellé con él. Estiró el mapa en la pared y me
entregó la linterna. La encendí y observé una escena mucho más desordenada que antes: Los
huesos se habían caído de las paredes y estaban por todo el piso, y en algunos casos se había
amontonado en pilas tiradas de cualquier manera. A diferencia de los huesos del corredor
principal, estos huesos parecían como si alguien los hubiera ido tirando sin ningún método.
Habitualmente no suelo ser sentimental respecto a la muerte. He conocido a demasiados
muertos, pero algo en aquella escena parecía simplemente mal. Amigos y enemigos, padres e
hijos, todos mezclados, sin nada que te hablara de ellos, la fecha de su muerte, ni siquiera sus
nombres.

- Me ayudaría si dirigieras la luz al mapa- . Pritkin comentó cáusticamente. Me obligué a hacerlo


y la luz iluminó su rostro también., su expresión no era nada tranquilizadora. - ¿Están tus
fantasmas aquí?- me preguntó

- No, no nos siguieron más allá de los límites del cementerio- Se sentía como si hubiéramos
salido del cementerio hacía un buen rato.

- ¿No hay otros fantasmas por aquí?-

- ¿Por qué quieres saberlo?-


- ¡Porque este mapa es menos que adecuado! Algunas indicaciones nos serían de gran ayuda- .
Sacudí la cabeza - Estos cuerpos fueron molestados, creo que los trajeron aquí desde sus
lugares de descanso originales-

- ¿Lo que significa?-

- Que sus fantasmas debieron quedarse atrás- Por no mencionar que si había magos
enterrados aquí, no hubieran dejado fantasmas de cualquier manera. Las criaturas
sobrenaturales no dejaban fantasmas hasta donde yo sabía.

- Pero sus huesos están aquí-

- No importa. Los espíritus pueden embrujar una casa, aún y cuando sus cuerpos no estén ahí.
Sólo se trata de lo que era importante para ellos en vida, el lugar con el que sentían una
conexión- . Miré alrededor y reprimí un estremecimiento. - No creo que yo pudiera sentirme
realmente conectada con este sitio tampoco-

Pritkin finalmente fijó una dirección y comenzamos a andar nuevamente, deslizándonos por
huecos en la roca que algunas veces eran apenas suficientemente grandes para mí. No sé cómo
logró pasar él, pero basándome en los murmullos que me llegaban, seguramente no fue sin la
pérdida de algo de carne. Finalmente, llegamos a un corredor un poco más amplio, lo que
significó que debíamos seguir andando de uno en uno pero podíamos aumentar la velocidad.
Por un minuto, pensé que habíamos logrado perder a nuestros perseguidores, pero como
siempre, la ley de Murphy se la tomó contra nosotros.

Doblamos en una esquina, saliendo disparados casi directamente a un grupo de formas


obscuras. Hubo gritos, balas y hechizos, uno de los últimos explotó contra los escudos de
Pritkin explotándolos como pompas de jabón. - ¡Corre!- me gritó. Escuché un ruido sordo,
como truenos distantes y el techo se cayó con un rugido que pareció consumir el mundo.

CAPITULO 2

Me tomó unos segundos darme cuenta de que no estaba muerta aún. Estaba en cuclillas, con
las manos protegiéndome la cabeza, esperando el ataque, pero el corredor estaba tan
silencioso como la tumba que era. Las únicas personas a nuestro alrededor estaban pegadas a
las paredes con cemento o enterradas bajo la pila de escombros que su propio hechizo había
hecho caer sobre sus cabezas. Colapsé de espaldas contra el suelo, respirando irregularmente y
tratando de no gritar.

Después de un minuto, palpé a mí alrededor buscando la linterna y mi mano se cerró sobre el


frío cilindro plástico. La encendí, aliviada de ver que aún funcionaba y vi a Pritkin yaciendo
sobre su costado. No se movía y había sangre corriéndole sobre la barba de varios días que le
sombreaba la barbilla, brillante y aterradora. Murphy y su pequeña ley pueden irse al demonio
pensé furiosamente, sacudiéndolo frenéticamente.

- ¿Podrías ser tan amable de dejar de hacer eso?- Me preguntó educadamente.

Me quedé mirándolo fíjamente. No estaba muy segura, pero un John Pritkin educado podía ser
una de las señales del Apocalipsis. - ¿Te golpeaste en la cabeza?- Traté de acercarme a él para
tener una mejor visión y mi rodilla accidentalmente golpeó una lluvia de piedras hacia el corte
profundo de su frente.
- ¿Si te digo que estoy bien dejarás de tratar de ayudarme?- Cada músculo de mi cuerpo se
relajó ante el tono familiar de su voz, todo eran plumas erizadas y crispada impaciencia. Eso
estaba mejor, era terreno sólido.

- Entonces ¿sigues vivo?- Grazné.

- ¡Demonios que sí!-

Sólo se quedó ahí acostado, pensando, así que alumbré alrededor, dándole un minuto. Me tomó
unos cuantos segundos darme cuenta exactamente de que estaba viendo. Pritkin
aparentemente había empujado sus escudos hacia arriba, porque brillaban, azules y acuosos,
ondulándose suavemente al toque del rayo amarillo. Pero el techo de la cueva no estaba ya
sobre ellos. O, para ser más precisa, estaba ahí, sólo que ya no estaba pegado a nada.
Enormes bloques de cantera, algunos ostentando aún antiguas marcas de cincel yacían sobre
los escudos que de pronto parecían muy delgados. Cada vez que se doblaban, una lluvia de
pequeños escombros y basura se deslizaban a lo largo de su superficie y caían por los costados
con suaves murmullos que perturbaban la quietud. Las piezas más grandes no tenían a donde
ir, pero se movían lo suficiente para hacer obvio que no estaban ancladas a nada. Aun los más
pequeños, pedazos del tamaño de adoquines, dolerían como el demonio si nos caían encima y
ni siquiera tenía que preguntarme que nos harían los más grandes si cayeran. Dos magos me
daban una sangrienta prueba de ello a poca distancia.

Podría haberme estirado y tocarlos, habían quedado atrapados entre el escudo y el derrumbe.
Sus cuerpos se contorsionaban en raras posiciones, atrapados en la piedra y los escombros
como viejos fósiles, sus ojos abiertos y brillantes con el reflejo de la luz. La diferencia era que
los fósiles usualmente no vienen acompañados con evidencia de cómo se habían convertido en
fósiles, al menos no con aquel colorido - Tecnicolor- . La blancura veteada de rojo de huesos
recientemente destrozados contrastaba crudamente con la platina dorada de los especímenes
más antiguos. Una mano descansaba contra el escudo azul, atrapada en un gesto de defensa
como si la fortaleza humana pudiera enfrentarse al peso de una montaña. Eso me hizo
preguntarme por un desquiciante momento si esto no nos llevaría a cruzar una línea roja, si la
próxima vez que Pritkin intentara levantar sus escudos volverían a manifestarse otra vez.

El aire de pronto pareció sentirse mucho más pesado en mis pulmones. A pesar del gran
número de cosas imposibles que me habían sucedido últimamente, mi cerebro no parecía muy
dispuesto a lidiar con esto. Estaba insistiendo ruidosamente, en que los enormes pedazos de
roca que quizá pesaran una tonelada cada uno, no podían simplemente sostenerse en el aire y
que íbamos a morir en cualquier momento. Dejé escapar un suave y estrangulado sonido, pero
me las arreglé para tragarme la burbuja de histeria antes de romper a llorar. Si Pritkin hubiera
tardado un segundo más en levantar sus protecciones, ahora había cuatro nuevos cuerpos
enterrados aquí en lugar de sólo dos. Pero no los había, estábamos a salvo… bueno… algo
parecido.

Pritkin había rodado sobre su espalda y estaba mirándome fijamente, con dureza e intención. -
Esta es exactamente la razón por la que te dije que te fueras a casa- .

- Tengo una respuesta devastadora para eso- Le informé con dignidad - Sólo que no la tengo
en este preciso momento-

- ¿Quieres darte por vencida?- Parpadee, podía contar con ningún dedo el número de veces
que él me había pedido mi opinión. - Porque es casi seguro que hay más como esos allá atrás- .
Recordé que el fantasma había dicho que eran doce magos en total, lo que significaba que
detrás del deslave de roca, había aún diez magos vagando, a menos que hubieran sido
capturados fuera de mi vista. O a menos que se hubieran marchado, asumiendo que el
derrumbe nos había matado. Pero no, yo no tenía tanta suerte.

- Sabes lo que está en juego- Le recordé.

- Pensé que dirías eso- Pritkin se apalancó sobre sus rodillas con un gruñido. Los escombros se
movieron con él lo suficiente para hacer que otra loza grande se viniera abajo. El dentado lado
inferior aterrizó a sólo unos pies de mi rostro.

- ¡Vámonos!- La voz de Pritkin resonó con su habitual impaciencia, cortando mi pánico.

- ¿Irnos?- La palabra sonó un poco más chillonamente de lo que habría deseado. - ¿Cómo?
Porque puedo llevarnos de vuelta a casa pero no puedo movernos más allá de aquí. No sé que
hay en el otro lado o tan siquiera donde es el otro lado.-

- Sólo permanece cerca de mí- Antes de que siquiera terminada de hablar, sus escudos
cambiaron de fluidas olas a duro cristal, reflejando el derrumbe por entre cientos de afiladas
facetas. Unas cuantas rocas más cayeron, permitiendo que más llovieran desde arriba,
golpeando la rígida superficie nueva con ruidos apagados. Pritkin comenzó a arrastrarse hacia
delante y sus escudos fueron con él casi dejándome fuera antes de que me adecuara a la idea y
me moviera lo más cerca posible de él.

No fue sino hasta que vi el cuerpo de uno de los magos deslizarse hacia abajo y rodar tras de
nosotros que comprendí lo que estaba sucediendo. Nuestra pequeña burbuja se abría paso
entre las rocas y la tierra como una mole de cristal, intentando excavar un nuevo camino.
Topamos contra una pared una vez, buscando una entrada que no estaba ahí, pero la
encontramos algunos centímetros a la derecha y salimos de golpe por ella, mientras la cueva
colapsaba sobre sí misma tras de nosotros.

Pritkin retiró sus escudos con un audible suspiro, y el polvo que habíamos sacado durante
nuestro escape nos calló encima a raudales, casi cegándome. Seguimos adelante para alejarnos
de la asfixiante nube que no tenía forma de dispersarse en un área que no tenía viento o aire
libre. Pero antes de que hubiéramos avanzado unos metros, nos topamos con lo que se sentía
como otro derrumbe.

Una vez que parpadeé expulsando el polvo de mis ojos, me di cuenta de qué era lo que veía,
un estrecho túnel se alargaba frente a nosotros, lleno hasta casi la mitad con lo que parecían
miles de huesos. Pritkin escaló a la cima de la destrozada masa humana, iluminando a su
alrededor con la linterna. - Hay un hoyo en la pared de más arriba. Probablemente nos lleve a
otro túnel- .

Le eché un vistazo a la pila de huesos intranquila. Todo lo que guardaba una cercana
proximidad con el aura de una persona eventualmente se impregnaba con una piel psíquica.
Había experimentado más historias de horror por rozarme accidentalmente contra un
accionador fuerte que por hacerlo contra una parte del cuerpo.

- ¡Apresúrate, maldita sea!- Pritkin hundió una mano hacia mí mientras el sonido de voces
hacía eco débilmente en el corredor detrás de nosotros. Alguien había escuchado nuestra
salida. Me encaramé cautelosamente, antes de que pudiera pensarlo mucho. Los huesos eran
viejos y secos y crujieron enfermizamente bajo mi peso. Muchos se astillaron, lanzando
pequeños cuchillos hacia las palmas de mis manos y rasgando mis pantalones, pero no hubo
flashazos psíquicos. Moverlos seguramente había roto cualquier impresión que hubieran
formado.
Cuando Pritkin habló de un hoyo en la pared no estaba bromeando. A duras penas pude
estrujarme a través de la cosa, y por su lenguaje sonó como si él se hubiera raspado más que
un poco de piel. - ¡Muévete!- Susurró, empujándome por la parte más delgada de la espalda.
Trepé dentro de la pequeña caverna de roca al otro lado del hoyo, y casi logré caerme en un
grupo de escaleras que comenzaban a unos pocos centímetros. El claustrofóbicamente bajo
hueco de las escaleras era sumamente repelente, cuando mucho, logré ver la oscuridad que se
estancaba en cada nicho y en cada esquina. Realmente no quería ir allá abajo. Entonces un
hechizo impactó el techo detrás de mí con un sonido como del disparo de un cañón y yo
reconsideré mi opinión, bajando las escaleras delante de Pritkiin.

Un segundo hechizo impactó mientras aún estábamos en los escalones. Siguió golpeando y
golpeando, como una explosión en cámara lenta, causando que la gravilla picara en mis manos
y en mi cuello como granizo. Eso me hizo deslizarme hacia abajo por las escaleras, pero las
vibraciones siguieron viajando por mis piernas, haciendo casi imposible que lograra encontrar
un punto de apoyo. Y de cualquier manera, esto no importaba porque ya no había ningún
punto de apoyo para que yo lograra encontrarlo. La roca se había desintegrado bajo mis pies y
yo me desplomé a través de la obscuridad y el vacío antes de precipitarme hacia el agua
helada. Me tomó un momento darme cuenta de que no estaba ahogándome. El agua sólo me
llegaba hasta la cintura pero se sentía como hielo y el frío se disparó hacia arriba por mi
columna. Lo peor era la ya tan familiar nube de polvo que me atrapaba en una bruma
asfixiante. Instintivamente, me impulsé lejos de la caída de rocas, tratando de respirar y me
hundí en el agua tras perder el piso. Me agarré a un esqueleto cubierto de musgo que
sobresalía de la pared, mis dedos se hundieron en las cuencas de los ojos. Lo sostuve,
demasiado agradecida para sentir repulsión, jadeando en grandes inspiraciones para llenar mis
pulmones de aire.

- ¡Pritkin!- Casi fue un gruñido, pero un momento después la luz de la linterna hirió mis ojos,
cegándome.

- ¿Sigues viva?-

Intenté responder, pero mis pulmones decidieron que este era un buen momento para expulsar
todo el material extraño que había inhalado, y terminé jadeando y ahogándome. Mis dedos
resbalaron del resbaloso cráneo y me hundí en el agua frígida. Por un largo y aterrador
momento, me encontré perdida en un interminable océano negro que inmediatamente me heló
hasta la médula. Entonces dos grandes manos buscaron a tientas un lugar donde asir mis
hombros, sacándome a la superficie, recordándome que había un - arriba- y un - abajo- .

- ¡Señorita Palmer!-

Escupí un gran bocado de pasta de piedra caliza, el resultado del agua aceitosa mezclada con
polvo y hice esfuerzos para respirar. - Demonios que sí-

Priitkin asintió con la cabeza y alumbró a nuestro alrededor, dándonos vislumbres de un


corredor en el que el piso ondeaba extrañamente y todo se convirtió repentinamente en
sombras de gris pálido y un sobrenatural verde. Parecía como si todos los niveles inferiores se
hubieran inundado. Puedo nadar, pero no me encantaba la idea de navegar por un riachuelo
subterráneo y obscuro con apenas el suficiente espacio para salir a respirar.

- Yo lidiaré con esto- Dijo Pritkin severo.- Desplázate fuera de aquí- .

- ¿Y si siguen viniendo?-

- Me las arreglaré-
Y él me llamaba terca. Tomé otro aliento para informar a mis pulmones que la asfixia tenía que
esperar y me lancé hacia la inundación - Sólo nada- .

Pritkin no me respondió, a menos que cuentes una maldición como respuesta, aunque esta
podría haberse debido al hechizo que impactó el agua detrás de nosotros elevando
instantáneamente la temperatura de helada a hirviente. Grité y los pensamientos coherentes
salieron volando. No pensé, sólo tomé su mano y nos desplacé. Un segundo después
aterrizamos en el mismo corredor, pero no había ninguna nube de polvo, no había magos y no
había inundación. Yo había estado parada sobre el agua en el otro tiempo, así que sólo
estábamos a unos cuantos pies sobre el piso. Pritkin, desafortunadamente, había estado
flotando, así que él cayó desde más arriba, como de un metro ochenta de distancia. Golpeó el
suelo de piedra con un golpe sordo, una maldición y un chasquido, este último provocado por la
muerte de nuestra linterna. Traté de preguntarle como estaba, pero algo estaba pinchando
profundamente en mi costado y por un largo momento me fue imposible llevar oxígeno a mis
pulmones. Me deslicé hacia abajo por la pared hasta quedar sentada porque mis rodillas de
pronto se sintieron demasiado flojas para confiar en ellas.

- ¿Qué sucedió?- jadeó Pritkin tras un momento. Sin linterna y sin hechizos mortales
atacándonos, el lugar estaba completamente obscuro, pero siguiendo la dirección de su voz, me
pareció que él seguía tirado en el piso.

- Nos desplacé hacia atrás en el tiempo- Me las arreglé para graznar. Decidí que probablemente
no era bueno que aún me sintiera temblorosa y con nauseas a pesar de haber estado tan cerca
del suelo completamente inmóvil. No podía imaginarme que estaba mal. Nos había desplazado
sólo dos veces ese día, una vez a Paris, a la casita de campo de Manassier y una justo ahora,
aún así estaba exhausta. Parecía como si llevar a otra persona conmigo se llevara mucha de mi
energía. Que malo que nadie se hubiera molestado en darme el manual para manejar mi poder.

- ¡Sería bueno que me advirtieras la próxima vez!-

- ¡Por nada!-

- ¿Donde estamos?-

Escupí más polvo de tiza. Ahora entendía por qué Lara Croft siempre cargaba consigo una
cantimplora. Mi cuerpo estaba goteando pero mi garganta estaba seca. Tragué en seco
mientras hacía girar la guía mental que mi poder me había dado - Mil setecientos noventa y
tres-

- ¿Qué? ¿Porqué?-

- ¿Por qué no tenía ganas de ser hervida viva?-

- Pudiste habernos desplazado un día o una semana hacia atrás. ¡Esto no es malditamente útil!-

Por supuesto, pensé amargamente, Lara Croft también tendría algún aditamento tecnológico
genial que la sacara de esto. Y un compañero que no fuera un completo idiota. Me levanté con
precaución y me di cuenta para mi sorpresa de que ya sólo estaba vagamente mareada. Tensé
mis oídos, pero todo lo que pude escuchar era mi propia respiración áspera y un débil goteo, el
goteo del agua filtrándose por alguna parte. - Vámonos- Dije buscando a tientas hasta que
encontré la mano de Pritkin. Su piel esta fría del agua y su pulso acelerado pero no mal. No,
por ejemplo, como el mío, que se sentía como si pudiera reventarme una vena. Necesitaba
asegurarme de que no tendría que desplazarnos otra vez pronto. Algo así como por el resto de
la semana.

Pritkin se quedó donde estaba - ¿Irnos? ¿A dónde?-

- ¡A encontrar el Código!- Pensé que quizá sería lindo buscarlo sin tener a alguien
disparándonos para variar-

Un excelente pensamiento, de no ser por la pequeña situación de que el Coven de


París es uno de los más antiguos de Europa. Ellos pueden haber abandonado estas
instalaciones en nuestra época, pero en este tiempo hay magos por todas partes
sin lugar a dudas. Por no hablar de cepos y trampas. - ¡Si no hemos atravesado
una red de protección seguramente lo haremos pronto!-

- ¿Tienes una mejor idea?-

- Sí, ¡Desplázanos hacia otro lugar!- Aún en completa obscuridad estaba segura de haber visto
su mirada airada.

Succioné aire, más molesta de lo que podía recordar. Bueno, más molesta de lo que había
estado antes de John Pritkin de cualquier manera. - ¿Porqué no había pensado en eso antes?-

- Nos has desplazado en muchas ocasiones en un día anteriormente…-

- Y me destrozó hacerlo otras veces-

- Nunca lo mencionaste-

- Nunca preguntaste-

Hubo una breve pausa - ¿Estás bien?-

- Si, maravillosamente- . Realmente odiaba su sugerencia, pero no podía pensar en una salida
mejor. - Al menos despejemos el corredor primero- Dije llegando a un acuerdo - Entonces
trataré de regresarnos un poco antes de que los fuegos artificiales empezaran- Nos tomó
muchísimo tiempo bajar por el corredor, no por causa de la obscuridad sino porque Pritkin
estaba seguro de que algo o alguien iba a atacarnos. Pero los únicos problemas que tuvimos
fueron los usuales: Calor, aire viciado y la diversión de tratar de no caer en el desnivelado piso o
de no rasgarnos más piel en la pared. Finalmente llegamos a una bifurcación y Pritkin se
detuvo. - ¿Estás segura de que quieres hacer esto?-

- ¿Cuál es tu plan si digo que no?-

- Esperar aquí hasta que digas que si-

- Entonces supongo que estoy segura de hacerlo- No sufro de claustrofobia pero estaba
empezando a cansarme de esos túneles. Agarré su mano con fuerza, enfocándome en nuestra
época y nos desplacé.

En esta ocasión, el mundo se derritió alrededor de nosotros lentamente, como pintura


disolviéndose en agua, sangrando lejos en suaves goteos. Normalmente no puedo sentir el paso
de los años, sólo una libertad ingrávida que termina conmigo en donde haya planeado estar.
Los sentí en esta ocasión. La realidad ondeando a nuestro alrededor en una ingravidez
nauseabunda libre de fricción. De pronto estuve agradecida de no poder ver, porque lo que
podía sentir era aterrorizante: Por un largo momento, me rasgaba en un torrente de átomos
disgregados, era desmembrada mientras estaba consciente, con un cuerpo tan alargado que no
tenía ni comienzo ni final.

Entonces, me precipité nuevamente en mí, sólo para que todo el proceso comenzara de nuevo.
Pude percibir fragmentos de conversaciones, unas cuantas notas musicales y lo que de pronto
sonó como otra explosión u otro derrumbe, todo en una rápida sucesión. , como si alguien
estuviera cambiando los canales de radio demasiado rápido. Y finalmente me di cuenta de lo
que estaba sucediendo. Este viaje no era un solo salto largo, sino una sucesión de pequeños
saltitos, con nosotros entrando y saliendo de otros tiempos mientras lentamente regresábamos
al nuestro. Pude sentir como se volvía más pesado, como nadando a través de melaza.
Empujándonos a través de los siglos como si corriéramos una maratón en la oscuridad, con
pesos atados a nuestras piernas.

Cuando finalmente atravesamos, se sintió como si respirara después de estar a punto de


ahogarme: escandaloso, inesperado, milagroso. Medio me esperaba que nos materializáramos
bajo el agua, pero aparentemente, habíamos pasado el área inundada porque me estrellé
contra una pared mayormente seca. Me senté abruptamente, inclinando mi cabeza hacia atrás,
tragándome un alivio tan nítido que me mareó.

Pritkin se arrastró hacia mía para apoyarse contra la pared cerca de mí - ¿Estás bien?-

- Deja de preguntarme eso- Le dije y después tuve que mantenerme muy quieta para lidiar con
las nauseas. Se sentía como si mi estómago se hubiera quedado un par de segundos detrás del
resto de mí, y cuando finalmente nos había alcanzado, no estuviera muy feliz de estar aquí.

- Lo tomaré como un sí-

Tragué, saboreando aún el polvo, y me traté de convencer de que vomitar sería muy poco
profesional de mi parte. - Si, Es sólo que… el aprendizaje puede ser un poco rudo-

Después de un par de minutos de estar sentada en total quietud con los ojos cerrados, me las
arreglé para relajarme y empezar a respirar regularmente. - No tienes que hacer esto- dijo
Pritkin - yo podría…-

- No podría desplazarme fuera de aquí en este momento aún y cuando mi vida dependiera de
ello- Le dije con total veracidad.

- Tu poder no debería fluctuar así de espectacularmente- Me dijo y yo casi pude escuchar su


ceño perplejo en su voz.

- No es el poder el que fluctúa. Es mi habilidad para canalizarlo la que lo hace. Mientras más
cansada estoy más difícil se vuelve- .

- Pero no debería ser tan difícil- Repitió Pritkin tercamente - mi poder no lo es…-

- ¡Porque es tuyo!- Maldito fuera, no tenía la fuerza para enfrentar una de nuestras largas y
extensas discusiones en ese momento. - Este poder no es mío, no nací con él, lo tengo
prestado ¿recuerdas?-

El poder no se había originado con las Pythias, que una vez habían sido las sacerdotisas de un
antiguo ser que se hacía llamar Apolo. Lo había conocido una vez, cuando me había prometido
entrenarme. Hasta ahora, él le había prestado a su promesa la misma cantidad de atención que
a mis objeciones sobre recibir el puesto en primer lugar: ninguna. Desafortunadamente,
tampoco tenía nadie más a quien volverme en busca de ayuda. A diferencia de la mayoría de
las Pythias, que habían sido entrenadas por una década o dos sobre los altibajos de su posición,
mi introducción al puesto había durado alrededor de treinta segundos, justo lo suficiente para
que la última ocupante se quitara el poder a empujones antes de morir. Y cualquiera de los que
pudieran haberme dado pistas sobre el puesto estaban bajo el control del círculo. Nos sentamos
un rato en silencio, y eventualmente me las arreglé para reunir la fuerza para quitarme los
zapatos y lanzar las medias ensopadas contra la pared más lejana, donde aterrizaron. No me
ayudó mucho porque tuve que ponerme los zapatos mojados otra vez.

- Antes de que completaras el ritual para convertirte en Pythia, tu poder controlaba cuando y
donde se manifestaba- dijo Pritkin mientras me arrastraba para ponerme de píe. Casi me había
quedado dormida otra vez contra su hombro, con la ropa mojada, el piso duro y todo lo demás.
- ¿Es eso correcto?-

- Si, Sólo tenía permitido ocupar el asiento del conductor después de que comprara el
automóvil, por decirlo de alguna manera- Lo que en verdad era mejor que verme arrastrada de
vuelta a otro siglo cada vez que me diera la vuelta, para arreglar lo que sea que estuviera mal,
usualmente sin la menor pista de lo que esto pudiera ser.

- Entonces tienes que empezar a monitorear tu resistencia, de otra manera, podrías quedar
atrapada en otro tiempo o podrías sobrecargar tu sistema, lo que posiblemente resultaría en
serios daños a tu salud.-

- ¡No me digas!- Empecé a bajar por el corredor, sintiendo los píes como si estuvieran
enterrados en cemento. - Nunca podría haberme percatado de eso yo sola-

- Lo digo en serio- Pritkin tomó mi brazo en su lugar favorito, justo sobre el bíceps.
Probablemente llegaría a tener la marca permanente de sus dedos algún día. - Tienes que
empezar a experimentar para descubrir tus límites, ¿Cuántas veces puedes desplazarte antes de
que quedes exhausta? ¿Ir hacia atrás en el tiempo te drena más que hacer desplazamientos
cortos? ¿Qué otros poderes sobre el tiempo tienes?-

- Si no llevo a alguien colgado de mí, puedo desplazarme tres o cuatro veces, dependiendo de
qué tan cansada esté al empezar. Demonios que sí. Y realmente no quiero saberlo- . Respondí
sus preguntas en orden - Ahora, ¿podemos por favor dejar tus mil preguntas atrás y lidiar con
nuestra crisis actual?-

Pritkin se quedó callado, pero con un silencio tan significativo que obviamente decía que esto
no había terminado. Lo dejé rumiar mientras me concentraba en no caerme de cara. Nos
habíamos adentrado en otro corredor obscuro y polvoriento. Finalmente dimos con el almacén
con el simple método de toparnos con él. O para ser más precisos, toparnos con la reja de
herraje oxidada que bloqueaba la entrada. Regresé unos cuantos pasos mientras Pritkin
rondaba a su alrededor. Escuché un cerillo encenderse y de pronto pude ver. Luz acuosa y
amarillenta se filtraba hacia el exterior desde una pequeña linterna fijada en un nicho,
permitiéndole revisar el área en busca de trampas. No encontró ninguna, lo que pareció
preocuparle más que si las hubiera encontrado.

- ¿Qué está mal? Manassier dijo que este lugar estaba abandonado-

Pritkin se pasó una mano por el cabello que, a pesar del agua, el sudor y el polvo de piedra
caliza seguía actuando como una entidad independiente. - ¿Ya puedes desplazarte?-

- Quizá-
- Si algo sale mal, te desplazarás lejos inmediatamente, ¿Me entiendes?-

- Seguro-

Pritkin me lanzó una mirada de suspicacia y yo le regalé mi mejor expresión de inocencia


inmediatamente. Me preguntó si comprendía y yo dije que sí, en ningún momento había
acordado nada. Barrió su dedo sobre el mecanismo de la puerta, dejando su marca en una
pulgada de polvo y suciedad. Algo hizo clic y él retrocedió antes de empujar con precaución la
puerta con él pié. Se balanceó hacia adentro solícitamente, pero él dudó en el umbral - No me
gusta esto, es demasiado fácil-

Yo personalmente pensaba que fácil estaba bien. De hecho, ya venía siendo tiempo de que -
fácil- se apareciera. - Quizá simplemente nuestra suerte está camb…-

Pritkin dio un paso dentro del cuarto y desapareció con una especie de sonido estrangulado. -
¡Pritkin!- No hubo respuesta. Me arrodillé en el umbral pero no había nada que ver, sólo una
pequeña y vacía cueva sin salida pero ningún mago.

Me agarré de las barras de hierro y alargué la mano, no encontré nada más que polvo de caliza
por aproximadamente medio metro, pero después mi mano desapareció en el piso, arrebaté mi
mano de vuelta sin daños aparentes. Era una ilusión entonces. Me estiré en el piso, cerré los
ojos inclinándome hasta el punto de que mi frente debería haber golpeado la piedra si de
verdad hubiera habido piso ahí. Cuando no lo hizo, abrí los ojos en la oscuridad. Después de un
momento, mi visión se ajustó lo suficiente como para mostrarme unos dedos sucios, blancos
por la fuerza de aferrarse a una saliente de piedra caliza a un medio metro hacia abajo. Eran
humanos, y debajo de ellos, casi fuera de la vista, estaba una familiar cabeza con cabellos en
punta.

- Toma mi mano y nos desplazaré fuera- Le dije, esperando que de verdad fuera capaz de
hacerlo. La cabeza se volvió hacia arriba.

- ¿Qué acabo de decirte?- Demandó Pritkin

- Hola, soy Cassie Palmer, ¿nos conocemos?-

- Señorita Palmer, muévase de la orilla, ahora.- Su voz sonó engañosamente suave pero el
acero estaba presente.

- No me voy a caer- Le dije irritada.

- ¡Ni yo tampoco! Hay algo aquí abajo- No podía ver bien el rostro de Pritkin, sólo un pálido
borrón contra las sombras, pero no sonaba feliz. Algunas personas pensarían que él sólo tenía
un estado de ánimo: enojado. La verdad es que tenía muchos de ellos. En las últimas semanas,
había aprendido a conocer las diferencias entre realmente molesto, impacientemente molesto y
molesto asustado. Sospechaba que en esta ocasión era este último tipo su tono, de ser así, ya
éramos dos los asustados.

Ese sentimiento se amplificó cuando el maldijo y disparó unas cuantas rondas hacia algo en la
oscuridad. El vago olor agrio de la pólvora flotó hacia mí mientras me mecía hacia atrás,
manteniendo mis piernas separadas y esperando que si distribuía mi peso sobre una superficie
mayor evitaría que las rocas se deslizaran. Me estiré hasta que escuché algo tronar en mi
hombro, pero ni siquiera estaba cerca. Y si no podía tocarlo, no podía desplazarlo. Me mordí el
labio y me quedé mirando el piso que no estaba ahí. Era un tanto extraño visto desde este
ángulo, como si la superficie del océano se hubiera manchado con tierra y piedras. No ayudaba
a mi concentración, así que me impulsé hacia atrás hasta quedar sentada, y me quedé viendo
el techo en lugar del piso.

Hace mucho tiempo, mi reacción a las cosas aterradoras habría sido correr y ocultarme. Era una
estrategia efectiva para permanecer viva en los buenos viejos días en los que todo lo que me
preocupaba era un vampiro homicida. La diferencia es que hace mucho tiempo yo tenía
problemas a los que podía dejar atrás. Ahora tenía deberes y responsabilidades, el tipo de
cosas que siempre están contigo. Había alrededor de una docena de pesadillas tratando de
llegar al primer puesto cada día, cada una de las cuales era espectacularmente horrible en su
propia forma. Y justo ahí, en el tope de la lista, estaba el terror de que tendría que quedarme
así, simplemente observando a otro amigo morir tratando de ayudarme. De pronto estaba
realmente agradecida de no ser capaz de ver fondo. La roca se sintió desmigajarse bajo mis
dedos mientras me deslizaba hacia un lado. O quizá eran mis manos las que temblaban. Una
cascada de pequeñas rocas desapareció más allá de la ilusión y algunas de ellas debieron darle
a Pritkin porque lo escuché maldecir otra vez.

- ¿Qué demonios eres tú?-

- Una gran idiota, ¿recuerdas? Y ¿Puedes ver mi pierna?-

Me estaba sosteniendo en el borde del abismo con mis brazos y mis codos y aún me sentía
increíblemente vacilante. Tuve cuidado de no ver hacia abajo, pero por unos cuantos segundos,
me esforcé en escuchar las rocas tocar fondo, nunca lo hicieron. Traté de sentir alrededor con
mi pie sin caerme, pero sólo me encontré con el aire. Maldita sea, ¿Qué tal si necesitaba tocar
con la piel desnuda? ¿Por qué no pensé en quitarme los zapatos primero? Traté de sacarme uno
con el otro pie, pero el agua había hecho que mi tenis se encogiera sobre mi pie. - Toma mi
tobillo-

Un lenguaje mucho menos que gentil hizo eco en las paredes - ¡No puedo tomar nada sin
soltarme!-

- ¡Tienes dos brazos!-

- Escúchame. La voz de Pritkin sonó baja y controlada, el tono que usaba cuando pretendía ser
razonable. - No puedo tirar el arma. Hay algo allá abajo, me jaló, puede aburrirse de mí e ir por
ti en cualquier momento. Tienes que…- Su voz se perdió con el sonido de disparos y
explosiones que rebotaron por el corredor. - ¡Desplázate maldita sea!-

- ¡Toma mi pierna!-

Hice descender mi cuerpo hasta el punto de que mi cabeza estaba a penas sobre el borde del
abismo. Pero aún no lograba tocar nada. La maldita roca se estaba desmigajando bajo mis
dedos y un sudor nervioso estaba inundando mis palmas haciéndolas resbalar. Mis brazos
estaban enviando pequeños pero acerados dolores por mis hombros y no había ni siquiera
alcanzado el lugar donde estaba él. Y entonces, ni siquiera importó porque un par de pies
calzados con botas se pararon justo frente a mis ojos, alcé el rostro lo suficiente para ver a un
hombre anciano con cabello canoso y pálidos ojos grises sonriéndome. Manassier. Bueno, eso
explicaba muchas cosas.

- No pensé que llegarías tan lejos- me dijo con su suave acento. Y pensar que sólo esa tarde
yo lo había encontrado atractivo.

Me mordí la lengua lo suficientemente fuerte como para percibir un regusto de cobre. Tragué
sangre. - Sorpresa-
Se encogió de hombros - No importa, de cualquier manera cobraré el botín-

- ¿Hay un botín?-

- Medio millón de euros- Su sonrisa se hizo más amplia - Estás a punto de volverme rico- .

- ¿Medio millón? ¿Estás jugando conmigo? Soy la Pythia, valgo más que eso-

Tomó una pistola que reconocí como una SIg Sauer P210 gracias a las lecciones de tiro que
Pritkin me había dado. Mi puntería no había mejorado pero ahora podía identificar todo tipo de
armas. Incluso la que estaba a punto de matarme.

- Soy un hombre sencillo- Dijo Manassier - Tengo necesidades sencillas, medio millón es
suficiente- .

Me tragué una loca necesidad de reír. - No necesitas dispararme- grazné. - no puedo


sostenerme mucho tiempo más.

- Si, pero si te resbalas, el Círculo podría pensar que moriste por causas naturales y no me
pagaría el botín. Y entonces, todo lo que hice sería por nada- .

- Si, eso sería una pena-

Él le quitó el seguro a la pistola. - - Ahora, quédate quieta y esto no te dolerá-

- Eso sería un lindo cambio- . Mi cuerpo parecía pesar una tonelada, mis brazos parecían
líquidos por causa de la fatiga y mis hombros dolían en sus órbitas. Sería un gran descanso sólo
dejarme ir.

Así que lo hice. Lo escuché gritar algo en francés y sentí una bala pasar zumbando encima de
mi cabeza, pero no era importante pues yo seguía cayendo y no había nada de lo que
sostenerme, sólo sentía la piedra resbalosa y las rocas de piedra caliza despedazándose bajo
mis manos. Mis brazos se agitaron salvajemente, sólo había aire. Entonces mis dedos se
estrellaron con algo cálido y vivo y yo me sujeté a él y ambos caímos. Hubo una ráfaga de aire
helado y mi poder no respondió y yo sólo pude pensar que nos había matado a ambos…

Entonces mi cerebro se encegueció y mi corazón trató de pararse y la realidad se torció y dobló


a nuestro alrededor. Y nos estrellamos en el lobby de un casino a medio mundo de distancia.
No había calculado bien las cosas por causa del abyecto terror, así que terminamos cayendo
alrededor de metro y medio hacia el suelo. Pritkin golpeó el suelo primero con un gruñido de
dolor y conmigo aferrada a su espalda. Y entonces, todo se quedó increíblemente quieto por un
minuto, como siempre sucedía cuando yo sobrevivía a algo demasiado loco, peligroso y
realmente estúpido. El hecho de que yo reconociera el fenómeno probablemente significara que
había sucedido un poco demasiadas veces. Yací ahí temblando escuchando el recrudecimiento
de los educados balbuceos de los huéspedes y sin importarme. Todo lo que podía pensar era
¡Oh Dios, gracias, no nos maté!

Después de un momento de aturdimiento, cogí fuerzas y me rodé. Mi rostro estaba polvoriento,


mis manos llenas de rasguños y yo jadeaba y renqueaba. Varios grupos de músculos se movían
al azar, contrayéndose con pequeños pinchazos de dolor y después relajándose. Sentí como si
fuera a estallar en lágrimas y a gritar de triunfo al mismo tiempo. Pritkin finalmente gimió y se
sentó. Estaba pálido y sudaba profusamente con el cabello húmedo pegándosele a la frente.
Tenía cortadas en el rostro y en las manos y quemaduras en el antebrazo.
Quise tocarlo para asegurarme de que ambos habíamos sobrevivido pero no me atreví. Un tipo
podía perder una mano de esa manera. Así que me quedé viéndolo fijamente, tan feliz de estar
vivos que mi dolorida espalda, temblorosos brazos y feroz jaqueca apenas y se notaban.

- Eso fue divertido- croé - sólo si le agregas el no- .

Pritkin me arrastró obligándome a sentarme, una mano sucia y asustada acunando la parte
trasera de mi cuello. - ¿Estás bien?- Su voz sonaba aguda y cortante, con un borde de pánico.

- Te dije que dejaras de preguntarme…-

Me sacudió, y pese a que lo hizo con una mano, hizo que mis dientes castañearan. - Si algo así
vuelve a suceder alguna vez. Tú me dejarás atrás. ¿Lo has entendido?-

Le hubiera discutido, pero por alguna razón me sentía conmocionada. - No soy buena
abandonando a la gente- Le dije finalmente.

Un recepcionista salió disparado hacia nosotros con un botiquín de primeros auxilios en la


mano, pero Pritkin gruñó al pobre tipo y él rápidamente retrocedió un paso.

- ¡Pues aprende a hacerlo!-

Salió en estampida, cojeando y con un hombro colgándole en un ángulo extraño. - Por nada- ,
murmuré.

CAPÍTULO 3

Pritkin y yo habíamos aterrizado en la cruza entre casa encantada y casino que era el Dante de
las Vegas. Era lo que en la actualidad él denominaba nuestra base de operaciones mientras que
yo consideraba nuestro escape. Y en cuanto a lugares para esconderse se refería, era
excelente. No sólo era una bien resguardada propiedad de un vampiro, sino que recientemente
habíamos ayudado a destrozar una gran parte de él. Parecía poco probable que nuestros
enemigos pensaran siquiera en buscarnos aquí. Por lo menos, ese era el plan. Yo estaba
sentada la tarde siguiente en - Purgatorio- el bar del lobby, tratando de arrancarle el cuero
cabelludo a una cabeza encogida, cuando un vampiro entró. Estaba embutido en un abrigo
oscuro de capucha que se hubiera visto teatral en cualquier otro lugar, pero el escalofrío en la
base de mi espalda me dijo lo que era. Parecía como que nuestro plan básicamente había
caído. Lo observé con el rabillo del ojo mientras terminaba de diseccionar la cabeza. La mata de
cabello negro apelmazado finalmente se desprendió más o menos intacta. Dejé la cabeza de
plástico modelado en la que había estado trabajando y tomé la real, que estaba situada en un
cenicero al revés cerca de mí. Me observó torvamente con su rojo arrugado y marchito. - No
puedo creer que se reduzca a esto- se quejó - que alguien me mate ahora- .

- Alguien te mató ya-

- Eso fue un golpe bajo, rubia-

Le puse la larga cola de caballo sobre su piel arrugada y la ajusté. La cabeza, que se rumoreaba
que había pertenecido a un apostador que había tomado la apuesta equivocada y que
habitualmente tomaba las órdenes en el bar de zombies de arriba estaba actualmente
desempleada por cortesía de un incendio que había ardido fuera de control por casi una hora.
La cabeza había logrado sobrevivir casi ilesa, pero había perdido el cabello. Me sentía algo
responsable, los magos de guerra del círculo habían encendido el fuego mientras intentaban
rostizarme. Así que había estado intentando reemplazar sus exiguos mechones con algunos
tomados de una de las cabezas falsas que se vendían como souveniers en la tienda de regalos.
El Dante nunca había sobresalido por la calidad de su mercancía, lo que me había llevado a
pasarme casi una hora nadando entre un ciento de cabezas tratando de encontrar una que
cazara. No parecía que mi ayuda estuviera siendo apreciada.

- No puedo ir por ahí viéndome así- dijo amargamente cuando yo me estire buscando el
pegamento. - Soy la atracción principal aquí, ¡Soy la estrella!-

- Es esto o la cabellera de una Barbie- Lo amenacé - No hacen pelucas de tu tamaño- .

- Cariño, no hacen nada de mi tamaño. Y eso nunca me ha detenido antes- .

- Ni siquiera quiero saber a qué te refieres- Le dije honestamente.

El vampiro estaba ahora escaneando las abarrotadas mesas, quizá estuviera aquí por un trago o
un rápido juego de cartas, pero lo dudaba. Recientemente había rechazado una oferta de
empleo de parte del Senado Vampiro, algo que no es considerado saludable. La sorpresa no era
que hubieran enviado a alguien a reiterar su oferta de forma más enfática, sino que hubieran
tardado tanto tiempo en hacerlo. Observé a una mesera vestida con unas cuantas correas
negras y unas altísimas botas de tacón de aguja, moverse para encontrase con el recién
llegado. Caminaba como si le dolieran los empeines, lo cual era probable. Las botas de
dominatriz elegante era la moda del Purgatorio, escogida para combinar con el nombre. Pero no
estaban hechas para turnos de ocho horas de pié. Yo podía afirmar eso, habiendo pasado varios
días literalmente en sus zapatos. La idea era esconderse a plena vista. Al menos eso era lo que
Casanova, el gerente del casino había afirmado. Yo sospechaba que él sólo buscaba la ayuda
gratuita.

El maestro de Casanova era Antonio, un jefe del crimen de Filadelfia mejor conocido como Tony,
aunque estos días, su nombre estaba vetado gracias a haber molestado a su propio maestro,
que sucedía que era Mircea. Entre otras cosas, Tony había tratado de matarme, lo que hubiera
acarreado una seria interferencia en los planes de Mircea. No siendo del tipo que perdona,
Mircea había confiscado todo lo que le pertenecía a Tony. Antes de que el geis lo dejara fuera
de juego, él le había ordenado a Casanova que me ayudara, pero no había dado
especificaciones respecto al cómo. Por lo que, la ayuda de Casanova había consistido en darme
un montón de trabajos de suplente, por los cuales aún no había recibido paga. Pero hasta que
Pritkin nos encontrara una guarida segura. No había mucho que pudiera hacer, excepto
observar obsesivamente el reloj, preguntándome cuantos segundos de libertad me quedaban o
mantenerme ocupada ayudando con algo. Casanova había acertado con algo sobre el atuendo.
Mi brillante conjunto de short y bustier de plástico no ocultaba mucho, pero con el elaborado
maquillaje y la larga peluca negra, apenas lograba reconocer mi ser rubio, sonrosado y de ojos
azules. Juguetee con la cabeza, tratando de parecer despreocupada, esperando que mi disfraz
se mantuviera.

El hombre sentado tras de mí comenzó a quejarse. - ¿El ‘aplasta pulgares’?- Tiró la lista de
tragos en la barra. - ¿Qué demonios es eso?-

- No estás en el infierno- Le corrigió el bar tender - Y las almas no beben ni comen en el


Purgatorio- .

- ¿Y entonces que hacen?- Le preguntó el tipo sarcásticamente.


- Sufren- pensé que el disfraz del barman de amo de la mazmorra, consistente en el pecho
desnudo, capucha de verdugo y puños tachonados debería haber dejado eso claro. Si no, la
media docena de implementos de tortura que fungían como arte en las paredes deberían
haberle dado una idea al tipo.

- Estoy sufriendo… ¡de sed!- Insistió el turista.

- Un aplasta pulgares es lo mismo que un desarmador- le expliqué intentando ayudarle.

- Cielos, gracias Elvira. Así que, ¿será necesario que resuelva un acertijo antes de que pueda
ordenar algo de beber?-

- No es tan difícil- Dijo el barman pacientemente, poniendo un flamante cocktail frente a otro
huésped. - Un ‘Linchamiento’ es una limonada Lynchburg, un ‘Iron Maiden’, es un ‘Antiguo’,
un…-

- ¡Todo lo que quiero es un - Bloody Mary- ! ¿Tienes uno de esos?-

- Sí.-

- ¿Cómo se llama?-

- Un Bloody Mary-

El vampiro se había detenido detrás de mí. - No funcionará- Le dije. De ninguna manera estaba
cambiando mi forma de pensar. Los vampiros en general no eran de confianza, pero el Senado
hacía que los vampiros comunes se asemejaran a un baluarte de virtudes.

- Eso es lo que he estado tratando de decirte- Farfulló la cabeza - ¡Esto es un ultraje!-

Puse la malagradecida cosa de vuelta en su cenicero y me volví a darle la cara a mi huésped no


deseado. - Y, ¿por qué molestarse utilizando un disfraz? No es como si no pudiera saber lo que
eres-

- No me disfracé intentando engañarte a ti- . Dijo el vampiro echándose la capucha hacia atrás.

Un par de ricos ojos marrones encontraron los míos. El color era suave y familiar, como de
suave y bien curtida gamuza. Sólo su expresión de agonía era nueva. Me quedé viéndolo
conmocionada. - ¿Rafe?-

Él colapsó contra la barra, sosteniéndose el estómago como si lo hubieran golpeado. Me bajé de


mi taburete y lo ayudé a sentarse en él, sintiéndolo estremecerse pese al grueso y esponjoso
abrigo de lana que llevaba puesto. Las calles estaban inundadas del calor de finales de Junio,
aún así, él iba envuelto como si nos preparáramos para una ventisca. Lo había conocido toda mi
vida y nunca lo había visto tan mal. Nos habíamos conocido en la corte del vampiro que lo
había convertido, el antes mencionado Tony, que le había ordenado a Rafe que pintara mi
habitación cuando yo era una niña. Dudaba que Tony lo hubiera hecho para complacer a su
clarividente residente. Sólo iba con su sentido del humor el darle a uno de los más grandes
artistas del Renacimiento los más nimios trabajos que pudiera encontrar. Pero Rafael lo había
disfrutado, y en los meses que le tomó llenar mi techo con ángeles, estrellas y nubes, nos
convertimos en buenos amigos. Él había sido una de las pocas cosas que me había hecho
soportable crecer con Tony.
Los labios de Rafe estaban fríos cuando me besó brevemente, y sus manos parecían de hielo.
Las calenté con las mías, con el mal presentimiento creciéndome en el interior. No se suponía
que él estuviera frío. Los vampiros son cálidos como los humanos a menos que estén
hambrientos, pero no podía ser ese el caso. Como todos los maestros, Rafe podía alimentarse
de moléculas de sangre extraídas a distancia. Si lo quisiera, podría drenar a la mitad del bar sin
que nadie se diera cuenta hasta que los cuerpos comenzaran a tocar el piso.

- Estoy bien Cassie- . Rafe apretó mis manos e inmediatamente me sentí mejor. Él siempre
había tenido ese efecto en mí, quizá porque me había confortado tantas veces cuando era niña
y yo había crecido creyendo que, si él decía que algo estaba bien, debía ser cierto. Algunos
viejos hábitos son difíciles de perder.

- ¿Entonces qué sucede? Algo está mal- él tragó pero en lugar de responderme, se limitó a
verme suplicante, su rostro danzando con las sombras de neón de las - llamas- de vidrio que
rodeaban el bar. Mi calma recién nacida salió volando por la ventana. - ¡Rafe! ¡Me estás
asustando!-

- Esa no era mi intención mia stella- . Su voz, usualmente de tenor con un ligero acento era un
áspero graznido. Tragó, pero cuando volvió a tratar de hablar sólo pudo emitir un sonido
estrangulado. Dejó caer mis manos para presionarse la garganta, su rostro contorsionado en un
rictus y yo me tropecé un paso hacia atrás, chocando con la fría columna de niebla que era Billy
Joe. Alguna gente tiene espíritus guía, tipos sabios y serenos que les proveen de gran ayuda
desde el más allá. Yo tengo un sabelotodo ex-tahur que se pasa más tiempo rondando por los
juegos del casino que aconsejándome. Por supuesto, considerando que su existencia mortal
terminó con él tomando un chapuzón en el Mississippi por cortesía de un par de vaqueros que
él había estafado, eso podía no ser tan malo.

- Él está luchando contra una orden- Me dijo Billy innecesariamente.

Le lancé una mirada de impaciencia. El estatus de Billy como la parte con discapacidad vital de
nuestra asociación a menudo significaba que él sabía más del mundo sobrenatural que yo, pero
de los dos, yo sé más de vampiros. Creciendo con Tony había tenido que ser así. Aún los
vampiros que se convierten en maestros siguen ligados al control de su maestro, a menos que
alcancen el estatus de primer nivel, el cual casi nadie logra. Pero los vampiros más viejos tienen
más flexibilidad para interpretar órdenes que los recién nacidos. Mucha más. Si son inteligentes
y están dispuestos a tomarse el riesgo de ser castigados. Y Rafael lo había hecho antes por mí,
informando a Mircea del plan de Tony para matarme, aún cuando eso suponía un gran riesgo
para él. Si él no me hubiera ayudado, nunca habría logrado sobrevivir el tiempo suficiente para
convertirme en Pythia.

- Tony no está cerca para darte órdenes- . Dije con suavidad y algo de la terrible tensión en el
rostro de Rafe desapareció. La cruz de nuestras existencias estaba literalmente fuera de este
mundo, escondiéndose en algún lugar del mundo de las Hadas. - No podría haberte prohibido
verme… a menos que se trate de una orden vieja-

Por un largo momento, Rafe se mantuvo en una quietud contranatural, las parpadeantes luces
del bar eran el único movimiento en su rostro. Entonces, lentamente, casi imperceptiblemente,
su cabeza se movió de lado a lado. Le lancé una mirada a Billy Joe, que se había deslizado unos
cuantos metros. Las llamas se filtraban a través de él en un efecto inquietante, oro y rojo y un
traslúcido café. Él se subió el sombrero de vaquero con un insubstancial dedo - Bueno, eso
como que limita las posibilidades- .

Asentí. Con Tony fuera de la imagen, la única persona que quedaba, cuyas órdenes podían
hacer a Rafe ahorcarse ante la mera posibilidad de contradecirlas era el maestro de Tony. El bar
estaba caliente y húmedo con tantos cuerpos, pero los escalofríos me recorrieron los brazos de
cualquier manera. Estremecimientos de añoranza me recorrieron, mi sangre, mis huesos y mi
piel se sintieron como papel arrugado mientras una parte de mí añoraba, buscaba a alguien que
no estaba ahí. Levanté la mirada hacia el letrero sobre la barra: NO ME GUÍES A LA
TENTACIÓN; ESO SIGNIFICARÍA ABANDONARME. No era una maldita broma. Rafe me
observaba con sus ojos enormes y preocupados. Sólo podía pensar en una razón para que él
estuviera aquí: pedirme que viera a Mircea. Y eso era justamente lo que yo no necesitaba.
Reprimí las ansias de gritar. Mis nervios habían estado perpetuamente crispados estos días,
pero eso no era culpa de Rafe. - Puedes irte- Le dije vacilante. - No hay nada que puedas
hacer- .

Rafe movió la cabeza en un salvaje movimiento de negación causando que sus rizos oscuros
danzaran locamente sobre su frente. Lanzó un vistazo alrededor de la habitación, sus ojos
recorrieron la habitación como repentinos dardos como si pensara que alguien podría estarnos
espiando. Sus nervios se mostraban, eran algo que nunca había logrado mantener bajo control,
ni siquiera en la corte. Eso le había costado mucho en más de una ocasión.

Su mirada regresó a mi rostro y había desesperación en ella, pero también determinación. - No


estoy bien- , dijo y se quedó callado como si esperara algo.

Parpadee, segura de que había perdido el punto. Los vampiros no se enferman. Reciben
disparos, quemaduras, heridas, si, pero no se contagian de enfermedades.

- Puedo traerte un sanador- Le ofrecí. El Dante estaba más que familiarizado con los pequeños
accidentes. Un par de hambrientas gárgolas habían decidido convertir en bocadillos a algunos
de los animales amaestrados la noche anterior, sólo para describir que los lobos entrenados no
eran en realidad lobos. El resultado había sido una batalla casi apocalíptica en los niveles
inferiores que había proveído al equipo médico residente algo que hacer por el resto de la
noche. Y ese tipo de cosas no eran exactamente poco usuales.

- No creo que un sanador me pueda ayudar- Dijo Rafael suavemente, sus ojos iluminándose al
percatarse de que no había captado la idea. Me di cuenta lo que estaba haciendo cuando me
vio con entusiasmo. Si fingía que hablaba de sí mismo y no de Mircea, podía vadear la
prohibición. El pensamiento de que Mircea no debía estar en su pleno poder para permitir que
tan obvias lagunas existieran me cruzo por la mente.

- Eso no importa- Le dije, esperando evitarme una dolorosa explicación. - Si pudiera hacer
algo, ¿no crees que ya lo habría hecho?- El geis que me estaba haciendo pasar por un infierno
era aún peor para Mircea. Se fortalecía dependiendo del tiempo que hubiera transcurrido desde
que había sido puesto. Y debido a un pequeño accidente con la línea del tiempo, él había
estado lidiando con él por más tiempo que yo. Por aproximadamente un siglo. Mi antigua rival
por la posición de Pythia, una lunática de nombre Myra, había decidido eliminar la competencia
con un pequeño y creativo homicidio. Ella no podía matarme directamente, porque había una
regla que prohibía el homicidio de la Pythia o de su heredera designada por una aspirante. Pero
teniendo control sobre las cosas relacionadas con el tiempo, Myra había encontrado una
alternativa. Si Mircea moría antes que Tony y yo tuviéramos nuestro pequeño altercado,
removería su protección de mí, permitiéndole a Tony hacer todo el trabajo sucio por ella.

El único problema con su plan era que requería juguetear con la línea del tiempo, y a mi poder
no le gustaba eso, así que seguía mandándome al pasado a prevenir los intentos de asesinato.
Y durante uno de esos viajes, me encontré con Mircea en un periodo anterior a que el geis
fuera puesto. El hechizo inmediatamente lo reconoció como el otro componente necesario para
completarse y brincó de mí hacia él. Eso no sólo le dio un siglo más al geis en él, sino que
aseguró que cuando él hiciera que el hechizo original nos fuera impuesto, él terminara con dos
versiones en lugar de con una. . Y, como yo podía atestiguar, una ya era suficientemente mala.

- Pero… ¡no hay nadie más!- Rafe parecía casi frenético porque me había rehusado. También
parecía sorprendido. Tuve una repentina ráfaga de culpa, lo que era monumentalmente injusto.
Mircea había iniciado esto, no yo.

- Si yo conociera el contra hechizo. Se lo habría puesto ya- . Le repetí, un poco más duramente
de lo que le solía hablar a Rafe. ¿Qué creía que había estado haciendo la última semana de
cualquier manera? El libro que contenía el único contra hechizo conocido era el Código Merlini,
una compilación de antiguas tradiciones mágicas que había estado perdido por mucho tiempo,
bueno, eso asumiendo que de verdad hubiera existido. La mayoría de la gente que Pritkin y yo
habíamos contactado había sido de la opinión de que el Código no era más que un mito. Era
como el resto de la leyenda Artúrica, según nos había asegurado un mago tras otro. Nunca
había existido un Cámelot, excepto en la imaginación de un poeta medieval francés, y nunca
había existido un Código. La única excepción había sido Manassier, que tenía sus propias
razones para enviarnos en una cacería de locos. Hasta ahora, todos se habían rehusado a
hablar, no sabían nada o estaban buscando la manera de deshacerse rápidamente de dos
idiotas desesperados. Yo ya estaba batallando contra el creciente pánico y la angustia de Rafe
no me ayudaba en nada.

- ¡Por favor Cassie!- su voz se quebró hacia el final y mi estómago se encogió ante la forma en
que su rostro demostraba su corazón roto. Si hubiera sido cualquier otro, cualquier vampiro por
lo menos, ese aspecto hubiera hecho que mis instintos paranoicos rugieran furiosamente. Pero
Rafe nunca me había decepcionado así. Por lo menos, nunca antes lo había hecho. Y yo
sospechaba que su carácter básico debía estar bien asentado tras más de cuatrocientos años.

- Te lo dije. No tengo el hechizo- Le dije con voz más gentil. - Quizá en unas cuantas
semanas…-

- ¡Pero él estará muerto en unas cuantas semanas!- Explotó

Mi mundo titiló por unos instantes. Había un lamento rugiendo en mis oídos y el bar pareció
cerrarse sobre mí, sin suficiente aire, sin suficiente luz. Se sentía como si la pesada y grave
música del - Purgatorio- pulsara continuamente dentro de mi cabeza.

Rafe me miró con sobriedad. - Lo siento Cassie. No tenía la intensión de decírtelo de esa
manera- .

Por un momento, me quedé mirando fijamente hacia atrás de él, con el entendimiento
apaleando mi mente con un chisporroteo de color blanco. Sabía que el hechizo era salvaje, mis
propias reacciones habían sido más que suficientes para demostrarlo, pero que pudiera ir tan
lejos era algo que nunca había tenido en mente. Mircea era un maestro de primer nivel. Sólo
había unos pocos como él en el mundo, y eran casi imposibles de matar. La idea de él muriendo
por causa de un hechizo, cualquier hechizo era una locura, especialmente porque este hechizo
no había sido diseñado como un arma. - Tiene que haber algún error- dije finalmente - Sé que
estás sufriendo pero…-

- No sufriendo mia stella- Él susurró - Muriendo-

- ¡Pero si voy con él sólo empeoraré las cosas!-

Rafe retrocedió cuando me dejé escapar el pronombre equivocado, pero eso no lo detuvo. - La
Cónsul ha llamado expertos de todo el mundo. Y tú sabes que ellos no le mentirían a ella- No,
supuse que no. La Consul lideraba el Senado Vampiro, y fácilmente era el miembro más
aterrador. - Escuché a uno de ellos decirle que quizá si completaras el hechizo él sería libre… yo
sería libre. Pero que él sabía que nada más lo haría- .

- Encontraré otra manera- . Le prometí sintiéndome enferma.

Rafe pareció sinceramente perplejo por mi respuesta. Como si pedirme que me arriesgara a una
vida de esclavitud no fuera gran cosa. - No sé qué tiene de malo esta manera. Mircea nunca te
lastimaría…-

- ¡Ese no es el punto! ¿Cuánto has disfrutado de ser el eterno chico de los recados de Tony?-

- Mircea no se parece nada al bastardo de Antonio- Dijo Rafe horrorizado.

Negué con la cabeza con frustración. No, Mircea no era Tony, a pesar del geis, a pesar de todo.
Lo sabía. Pero él era un vampiro. Y la única cosa que ningún vampiro podía resistir era el poder.
Si el geis le daba a Mircea el control sobre mí, él lo usaría. Y justo como con Tony, yo no podía
saber lo que haría con él. Tony me quería principalmente porque yo lo había delatado con los
Federales. Tenía una gran cantidad de razones para ayudarles, pero la principal de todas era
que él había usado mis visiones para orientarse en cualquiera que fuera el desastre que fuera a
atacar… y por lo tanto, él obtenía una oportunidad para obtener la ventaja que fuera. Joven e
ingenua, le había creído cuando él me había asegurado que él quería la información para
advertir a la gente que pronto estaría en problemas. Cuando me enteré de lo que él realmente
había estado haciendo con la información, juré que nunca volvería a ser utilizada de esa
manera otra vez. Ni por él ni por nadie. Tragué, sabiendo que era una mala idea, pero tenía que
preguntar: - Dime la verdad Rafe. ¿Te envió Mircea?-

Si él realmente estaba muriendo, tendría sentido que hubiera enviado a Rafe a decírmelo.
Mircea me había salvado la vida rehusándole a Tony su venganza. Le debía una, y hubiera
esperado que él tratara de cobrárselo. Lo que no tenía sentido era el porqué le había ordenado
a Rafe el hacer tan elaborado acto para hacerme creer que lo que él le había ordenado
realmente era que se mantuviera alejado de mí. Pero, aunque Mircea parecía estar apenas
entrando en los treinta años, él tenía en realidad quinientos años de vida. Y, como casi todos
los vampiros más viejos, decir que sus líneas de pensamiento eran bizarras era quedarse
seriamente cortos. Hacía mucho tiempo había descubierto que la forma más fácil de entender lo
que un vampiro realmente quería era buscar lo que lo beneficiaría más e ignorar todo lo demás.
Y lo que más beneficiaría a Mircea que completar el geis.

Rafe me observó parpadeando, y por un momento hubo algo realmente perdido y totalmente
abierto en su expresión, casi magullada. - ¿Crees que yo te mentiría?

- Si Mircea te lo ordenara sí. ¡No tendrías elección!-

- Siempre tenemos elecciones- . Dijo Rafe ofendido. - ¿Si ordenaran venir y mentirte…? Me
regaló un pequeño encogimiento de hombros. - No tendría la culpa de no ser un actor tan
convincente algunas veces- ,

- Pero tú le tienes cariño a Mircea, Quizá se tratara de una orden con la que estuvieras de
acuerdo- .

Suspiró con exasperación. - Mircea tiene buenas cualidades Cassie. Las conozco bien. Pero
también tiene defectos… uno en particular que espero que no sea fatal. Él es obstinado.
Demasiado terco para escuchar a los expertos de la Consul cuando le dijeron que no podía
vencer esto. Demasiado obstinado para creer que incluso su poder podía fallar. ¡Y demasiado
orgulloso para admitirlo, aun y cuando él lo hubiera creído!- .

Eso sonaba totalmente como Mircea. Y nunca me había detenido preguntarme cómo
reaccionaría él al mal funcionamiento del geis. Si acaso, había asumido que sus únicos
pensamientos serían para ponerme bajo su poder. Pero, en vista de cómo había actuado
conmigo, esa definitivamente no era la norma con él. Mircea manipulaba a otras personas, las
usaba para obtener lo que el senado quería, no estaba acostumbrado a tener a nadie o a nada
haciéndole lo mismo.

- Y considera esto- dijo Rafe con urgencia - Cuando hables de engaños. El Mago Pritkin no
tiene ninguna razón para salvar a Mircea. Si él muere, el hechizo se rompe. Todo lo que Pritkin
tiene que hacer es buscar evasivas el suficiente tiempo para que eso suceda y entonces tú
serás libre.-

Una negación automática rozó mis labios, pero murió antes de que yo pudiera proferirla. El
Código contenía algunos misteriosos hechizos que Pritkin no quería encontrar. Habíamos
acordado que una vez que el libro fuera localizado, le permitiría quitarlos antes de que yo
buscara el contra hechizo para el geis. Pero ¿Qué pasaría si él no confiara en mí? O conocía lo
suficiente a la comunidad mágica como para saber a quién podía pedir información. Así que
todos los expertos con los que habíamos hablado habían sido idea de Pritkin. Él había adoptado
esa actitud de - Yo me quedo, tu vete- en París pero no estaba segura de si había sido por
garantizar mi seguridad o sólo un intento de asegurarse de que yo no encontrara nada. ¿Qué
tal si la verdadera razón por la cual él seguía presionándome para abandonar era porque eso
era lo que él verdaderamente quería.

- Casi lo olvido. Tengo algo para ti- Rafe buscó algo a tientas bajo su abrigo por un momento,
después sacó un pequeño paquete envuelto en una pieza de fieltro negro. - Los Fae se lo
regresaron a Mircea. Asumieron que él podría regresártelo pues es tu maestro.-

Aparté el fieltro y en mis manos cayó un ajado y viejo paquete de cartas de tarot. Estaban
sucias y arrugadas, y más de una había perdido las orillas. Estaba un poco sorprendida de
verlas dado que las había perdido en nuestro desastroso viaje a Faerie en busca de Myra. Había
estado tan feliz de que habíamos salido de ahí vivos que no me había preocupado mucho de lo
que había dejado atrás. Una carta salió repentinamente del mazo sin que yo hiciera nada. - El
mago al revés- Una voz resonante comenzó a decir antes de que la deslizara de vuelta al mazo
y deslizara el paquete en el bolsillo de mis shorts. Eso no le agregó paz a mi mente. Mi vieja
institutriz había hecho que hechizaran el mazo para que midiera el clima espiritual de una
situación. Se suponía que era una broma, pero a través de los años, me había percatado de que
sus predicciones eran deprimentemente acertadas. Eso era un problema porque, sin importar
cuánto intentara cambiarlo o interpretarlo. El Mago nunca había augurado nada bueno.

¿Alguna vez has visto a los chicos con la pelotita bajo un vaso en las ferias? ¿Los chicos con los
animales de peluche que se ven completamente mohosos porque nadie nunca se los saca? El
Mago se parece a eso: al vendedor o al estafador que puede hacerte creer casi todo. Puedes
evitarlo, pero tienes que hacerlo huyendo, porque él siempre aparentará ser incapaz de
engañarte. La carta estaba guardada lejos de mi vista a salvo, pero la imagen del pequeño
rostro del Mago parecía haberse quedado flotando ante mí y mi imaginación le había dado los
brillantes ojos verdes de Pritkin. No sabía que tan lejos estaba dispuesto a ir para asegurarse de
que el misterioso hechizo perdido siguiera perdido. Y si Mircea moría, mi mayor razón para
encontrar el Código moría con él. Quizá Pritkin no viera una sola muerte como un gran precio a
pagar para mantener el secreto… Especialmente si la vida que se perdía era la de un vampiro.
CAPÍTULO 4

Rafe me observó en silencio por un momento, entonces carraspeó. - Quizá haya una
alternativa- Esperé, pero él se quedó sólo sentado, moviendo la mandíbula pero sin que ningún
sonido saliera de ella. - Estoy esperando- - No puedo decírtelo- dijo finalmente, sonando
derrotado. Aparentemente, la orden de Mircea no había sido tan descuidada después de todo.
Le dirigí una mirada a Billy que suspiró y se encogió de hombros. No le gustaban las
posesiones, pero ellas le permitían investigar los pensamientos de alguien, reuniendo
información directa de aquí y allá. Dudaba que Mircea le hubiera prohibido a Rafe el siquiera
pensar en lo que fuera que él no quisiera que yo supiera.

- Baja tus escudos- Le dije, - y mantén ese pensamiento- . Rafe parecía un poco nervioso,
pero, dado que Billy se deslizó dentro de su piel unos cuantos segundos después, debió hacer
lo que le pedí. Miré alrededor, preguntándome lo que los turistas dirían si supieran que un
fantasma estaba poseyendo a un vampiro a unos cuantos pasos de distancia. Eso haría que los
shows del Dante deslucieran en comparación. Entonces, Billy salió por el otro lado de Rafe,
viéndose asustado. - Oh demonios, no- . - ¿Qué viste?- - Nada, ni una maldita cosa- - Estás
mintiendo- . No lo podía creer, Billy tenía un montón de defectos, pero él no mentía, por lo
menos no a mí. Su mandíbula se cerró y sus ojos marrones se vieron más implacables de lo que
alguna vez vi. - ¡Si estoy mintiendo es sólo por tu bien!-

Existen, según dice la tradición, cuatro razones principales por las cuales un fantasma se le
aparece a los mortales: para reprocharles algo, para advertirles de algo, para recordarles algo o
para aconsejarles. Yo podría añadir algunas más: Para molestar, para ser un obstáculo o, en el
caso de Billy Joe, para enojarme de verdad. - ¡Yo juzgaré eso!- Le dije molesta. - ¿Y supongo
que tus juicios han sido buenos hasta ahora?- - ¿Disculpa?- - Cada vez que te involucras con
los vampiros te va mal- . Billy levantó tres dedos relucientes: - Tomas. ‘Oh Billy, él es sólo un
dulce chico de la calle que necesita un hogar’. ¡Un dulce chico de la calle que resultó ser un
maestro vampiro disfrazado; que te traicionó y casi hizo que te mataran!- Bajó un dedo. -
Mircea. ‘Oh Billy, lo conozco de toda la vida, no hay nada de qué preocuparse con él’. Claro,
hasta que te puso ese maldito geis y te manipuló hacia la cosa esa de ser Pythia, eso es todo.-
Otro dedo bajó, dejándome viendo un gesto rudo. - ¿Vez porqué estoy un poco preocupado
aquí?- - ¡Estoy involucrada de cualquier manera!- Le recordé fuertemente. - No te gustará- -
No me gusta desde antes. ¡Sólo dímelo!- El barman me observaba divertido. Probablemente
preguntándose porqué estaba gritándole a la barra. - Tu amiguito ha estado haciendo algunas
investigaciones- Dijo Billy con obvia reluctancia, - Y ha escuchado un rumor. Pero es probable
que no sea más que eso. La gente ha estado especulando acerca del Codex por siglos…-

Rafe se golpeó la cabeza y después se agarró la garganta otra vez. El barman comenzó a
alejarse lentamente. Le envié una sonrisa pero la expresión de sus ojos me dijo claramente que
él pensaba que nosotros estábamos locos. Me habría molestado más si no estuviera medio de
acuerdo con él. - ¡Billy!-
Él suspiró. - Se dice que el Codex nunca ha estado perdido, se supone que los magos lo han
tenido todo este tiempo, pero han hecho circular el rumor porque no quieren que nadie lo ande
buscando- .
- Maravilloso- dije hurañamente. - Todo lo que necesito es otro encuentro con el Círculo- -
Cass- . Dijo Billy casi gentilmente. - Hay más de uno…- me tomó un momento comprender a
que se refería; entonces mis ojos se deslizaron automáticamente a Rafe. - ¿Te refieres al Círculo
negro?- Le dije en un salvaje murmullo.

El Círculo negro era un grupo de usuarios de magia obscura, gente sin escrúpulos acerca de
cómo obtenían el poder o lo que hacían con él. Recientemente se habían aliado con un vampiro
sinvergüenza en contra del Círculo plateado y el Senado Vampírico, en una guerra que había
amenazado con involucrar al mundo sobrenatural por entero. Hasta ahora, me las había
arreglado para mantenerme fuera de ella y realmente quería quedarme así. Por lo menos Rafe
tuvo la decencia de parecer ligeramente apenado. - Estoy tratando de evitar conseguir más
enemigos- le dije fuertemente. - Y si Mircea quiere hacer una incursión al corazón de los
oscuros, tiene la gente para hacerlo- . Señaló Billy. - Estoy malditamente seguro de que él no
nos necesita- . Asentí enfáticamente, por una vez, Billy tenía muchísima razón. Rafe parecía
perdido, incapaz de escuchar a Billy cuando él no estaba en casa… por así decirlo. - Mircea
tiene un staff capacitado…- Comencé a decir sólo para que Rafe me cortara en seco con un
gesto agitado. - Ninguno de ellos hará nada para ayudarlo- graznó, sonando medio ahogado.
Di la vuelta a la barra para buscarle algo de agua.

- ¿Por qué? ¿Quieren que muera?- - ¡No!- Miró alrededor agitado pero su casi grito se había
perdido en el sonido de la música y el zumbido de la conversación. Se reclinó sobre la barra y
bajó su voz hasta casi un susurro, tanto que prácticamente tuve que leerle los labios. - Quizá
haya algunos que resientan su posición, algunos que piensen que estaría mejor en otro lugar.
Pero la mayoría son lo suficientemente sabios para ver que…- Se calló de golpe. - ¿Para ver
qué?- Rafe tomó el vaso que le acerqué pero no bebió. Lo bajó y comenzó a frotar las manos
por la barra en un movimiento inconsciente y nervioso. - Que con Tony fuera de la imagen y
Mircea muerto no habrá nadie que pueda protegernos. La familia se separaría, cada uno de
nosotros sería tomado por otros maestros para ser añadidos a su base de poder. Y no nos
conocen Cassie, no les importamos. Seríamos comodines para ellos, nada más. Cosas que
pueden ser usadas y descartadas a voluntad cuando fallemos- .

Me maldije mentalmente por no pensar en lo que pasaría más allá. Por supuesto, la muerte de
Mircea sería algo más que una tragedia personal… su posición como patriarca familiar
aseguraba eso. Eso sería devastador para gente como Rafe. Él nunca había recibido mucho
respeto en casa de Tony, donde un buen pistolero valía más que un artista genial. Pero por lo
menos, él conocía las reglas de la casa y donde cabía en la jerarquía. En una nueva familia, él
enfrentaría una lucha constante por una posición… quizá durante décadas. Y Rafe no era un
guerrero. Quizá no duraría lo suficiente para crearse un nuevo lugar por sí mismo. - Entonces
¿porqué no lo ayuda la familia?- demandé - ¡Sus traseros están en peligro tanto como el de él!-
Bueno, eso explicaba su nerviosismo. - ¿Porqué lo abandonaría Ella? ¡Ella necesita a Mircea
vivo!- Con lo aterradora que resultaba la Cónsul, ella no podía esperar ganar esta guerra sola.
El Senado era sólo, en última instancia, tan fuerte como sus miembros, y ya habían perdido
más de un cuarto de ellos en el combate o la traición. Ella no podía permitirse perder a Mircea
también. - Ella dijo que todo lo que podía hacerse se ha hecho, y que sólo empeoraría las cosas
el que nosotros interfiriéramos. Pero yo pienso que hay más que eso. Tu eres la elección obvia
para nuestra búsqueda… y ella no quiere que nosotros te ayudemos- . - ¡Pero yo estoy tratando
de ayudar!- Deshacer el geis tendría beneficios tanto para Mircea como para mí, y yo estaba
segura de que la Cónsul lo entendería. - Yo lo sé Cassie, pero ella no. Ella cree que sigues
enojada con él por ponerte el geis, y que quizá intentes vengarte. Ella sabe que tú no tienes
que ayudarlo; que una vez que él muera el geis se romperá…- - ¿Ella realmente cree eso?
¿Qué me quedaré sencillamente parada a observarlo morir?- Las manos de Rafe se cerraron
sobre la barra. - No sé que pudiera pensar ella en circunstancias normales. ¡Pero esta no es una
circunstancia normal! Estamos en guerra y ella tiene miedo de perderlo. Aún más, ella tiene
miedo de tu poder. El miedo no es una emoción que ella suela sentir, y cuando ella teme…
tiende a reaccionar de forma exagerada. Quizá si tu hablaras con ella…-

Lo fulminé con la mirada pero no me molesté en replicarle. Tenía la sospecha de que el plan de
la Cónsul para quitarle el hechizo a Mircea tal vez incluyera el matar a la que se lo había puesto.
La que, gracias a la antes mencionada broma de la línea de tiempo, era yo. - Mircea no va a
morir- dije tratando de convencerme a mí tanto como a Rafe. - ¡Él es un miembro del Senado,
no un recién nacido- !
Rafe no respondió, en lugar de eso, extendió su mano, abriendo la palma para revelar un
delicado broche para el cabello de platino. Lo reconocí inmediatamente. A diferencia de muchos
vampiros ancianos, Mircea no tenía el hábito de vestir las ropas de su juventud. Sólo lo había
visto en ellas una vez, y lo había hecho para sentar una declaración política. En su lugar, él
prefería un atuendo moderno, la única señal exterior de su origen era la longitud de su cabello.
Una vez me dijo que en sus tiempos, sólo los siervos y los esclavos llevaban el cabello corto y
que él nunca había logrado superar el perjuicio que esto le provocaba. Pero aún así se
conformaba a las convenciones modernas manteniéndolo confinado en la base de su cuello por
medio de un broche. Ese broche.
Me mantuve a un medio metro de distancia, en un intento desesperado por evitar una visión. El
sólo pensar en Mircea era demasiado duro; no podía arriesgarme a verlo. Pero en esta ocasión,
mis precauciones no fueron suficientes. Una oleada de imágenes me golpeó, lanzándome lejos.
Parpadee para enfocar aquella nueva escena, mis oídos sonando por el repentino silencio. La
suave luz de las velas formaba un charco de luz cristalina sobre una enorme cama elevada
sobre unos escalones en el resto de la habitación. Tuve una impresión de estar rodeada de
comodidades: madera oscura, alfombras suaves y muchas antigüedades impresionantes… pero
no pude enfocarme en ellas. Toda mi atención había sido atraída por el cuerpo que yacía en las
arrugadas sábanas, con la piel pálida como alabastro sobre la tela color chocolate. Sombras
azul obscuro suavizaban las puras y fuertes líneas, envolviéndolas con una sutil belleza
completamente etérea. Mirando las llamas de las velas acariciar con sus dedos dorados los
músculos de Mircea, finalmente comprendí el encanto de la luz de las velas.

Él tenía la camisa desabotonada, pero aún la llevaba puesta, y era todo lo que vestía. La camisa
se pegaba a su cuerpo, la delgada tela blanca se volvía casi traslucida con el sudor que la
empapaba. Capté una sucesión de imágenes que no ayudaron en nada a mi cordura: pezones
que se elevaban hasta ser puntas erguidas, músculos abdominales que se estremecían, caderas
que se tensionaban impecablemente, ojos color ámbar líquido. Su cuerpo, ya tenso por el dolor,
de pronto se sacudió y retorció violentamente. Su espalda se arqueó, sacando su pecho,
flexionando cada músculo hasta que pareció como si su espina pudiera romperse. Sus dedos
asiéndose a las sábanas húmedas indefensamente, sus caderas temblando como si él recién
terminara una maratón. Su cabeza cayó hacia atrás hasta tocar el colchón, los dientes le
castañeaban, los tendones de su cuello sobresaliendo tensos. Lo observé con un dolor agudo
en el corazón que me hizo querer correr a él y abrazarlo, como si eso lo hubiera mantenido a
salvo de alguna manera en lugar de dañarnos más a ambos.

Sus miembros finalmente se relajaron y él se tumbó de espaldas, aún respirando con dificultad,
los escalofríos recorriéndolo por unos largos instantes. Unos rizos de reluciente cabello oscuro
se le habían pegado a la garganta. Sin más color que sus ojos y las pálidas venas azules
ligeramente visibles bajo la piel. Su rostro había perdido por primera vez su máscara de
amabilidad, y él se veía desesperadamente hambriento, casi feroz. Sus ojos se abrieron mucho,
enfocándose intensamente en el techo. Y murmuró algo en una voz ronca e indistinta. Había un
olor en sus labios, en el lugar donde se había mordido durante el ataque. Se lamió la gota de
sangre mientras su mirada afilada vagaba por la habitación. Aunque yo no estaba de verdad
ahí, aunque no era posible que él pudiera verme, de pronto me vi atravesada por un par de
febriles y fulgurantes ojos.

- Cassie- mi nombre sonó mitad como caricia mitad como gemido. Me encontré en la cima de
los escalones, como si su voz me hubiera convocado. No tuve miedo… las visiones no eran
exactamente inusuales para mí. Pero esta visión me transmitía algo más que meramente
imágenes. Podía sentirlo todo, la impecable madera del poste de la cama, la fragancia de la
cera de abejas, el pesado terciopelo café de las colgaduras de la cama, aprisionado por un
suave cordón de satín y los flequillos de seda que los terminaban, deslizándose suavemente por
mis nudillos. Eso nunca me había sucedido en una visión. El conocimiento de que quizá me
hubiera desplazado accidentalmente, descendió sobre mí lentamente. Desde que me había
convertido en Pythia, el poder estaba bajo mi control, no al revés. Yo decidía a donde y cuando
quería ir. Empecé a retroceder cuando una mano temblorosa se levantó y se deslizó por mi
cadera, el calor de la fiebre quemó contra mi piel. Por supuesto, podía estar equivocada.

El cabello de Mircea colgaba flácido y apelmazado y sus pómulos se destacaban bajo la carne
amoratada. A pesar de la solidez de su cuerpo, él se veía desgastado. Pero los ojos eran los
mismos: abrasantes, brillantes, peligrosos. La intensidad en ellos hizo que decidiera que quizá
debería empezar a asustarme un poco después de todo, especialmente cuando mi piel empezó
a punzar, aunque no de temor. Sin previa advertencia, mis piernas desaparecieron de debajo de
mí y caí en una depresión de la cama, ya caliente por su cuerpo, su aroma rodeándolo todo
como una bruma toxica. El almizcle de su olor se podía saborear, rodeándome con algo oscuro
suave y salvaje. Revolvió mis pensamientos, mi cerebro tratando de catalogar demasiado de
una sola vez: las sábanas, lino antiguo y recio, tan finamente hechas que podrían haber sido
seda; los espectros de polvo brillando en la luz de las velas como polvo de oro; unas cuantas
gotas de sudor cayendo del cabello de Mircea y aterrizando en mis mejillas como lágrimas; y el
peso de su cuerpo sobre mí, sus caderas presionando entre mis piernas, la sangre caliente, los
latidos firmes. Tomó mi boca duramente, los labios y los dientes encontrándose salvajemente.
Mordió mi labio inferior hasta que dolió, después lamió las marcas con movimientos rápidos que
me aliviaron sólo lo suficiente para dejarme más sensible para su próxima mordida. Gruñó
contra mi piel, las palabras intangibles, aunque el significado era claro como el cristal: Mía.

Justo cuando decidí que no había nada más en el mundo que su boca habilidosa, él empezó a
dar forma a mi cuerpo con sus manos, deslizándolas sobre mis caderas y mi estómago hasta
mis pechos y hombros, después mi garganta de bajando nuevamente. El delgado plástico
conducía el calor casi tan bien como la piel desnuda; cada caricia quemaba, cada pasada
posesiva de sus manos decía - mía- sin necesidad de palabras. Había estado viviendo con el
hambre que causaba el geis por demasiado tiempo, tanto que casi me había acostumbrado a
ella, casi había olvidado cómo se sentía la satisfacción, hasta que el calor de su toque me lo
recordó. Sus dedos cerrándose sobre mí con fuerza magullante, pero yo apenas lo notaba. Otro
atormentante mordisco fue seguido por un lento y acariciante beso. Mis ojos se deslizaron
somnolientos mientras era marcada con labios y dientes y el adictivo deslizarse de sus manos.

Sus sentimientos resonaron por nuestros lazos tan fuertemente como si él hubiera hablado, y
yo pude sentirlo duro sobre mí. Dolió que aún estuviéramos separados, siendo aún entidades
separadas cuando el geis quería que fuéramos uno. Era un profundo y sordo dolor, como
hambre que ha ido más allá de la inanición, pasado el punto en que la necesidad ha dejado de
ser una punzada para convertirse en una larga y atormentante nada. Nunca había sentido un
hambre como aquella por comida, pero la reconocía de cualquier manera. ¡El hambre puede
tener tantas formas!
Había pasado toda mi vida adulta comenzando de nuevo. Había estado huyendo
constantemente por culpa de alguien: Tony, el Senado o el Círculo, nunca quedándome
demasiado tiempo en el mismo lugar, nunca llegando a conocer a la gente porque pronto
estaría mudándome de nuevo, dejándolos atrás. Había aprendido a no desear cosas, a no tratar
de aferrarme a nada, porque si me acostumbraba a que eso estuviera ahí, sería mucho más
difícil para mí abandonarlo cuando tuviera que dejarlo ir. Había visto con ojos paranoicos pasar
persona tras persona, manteniéndolos a todos (amigos potenciales, enemigos, amantes) en un
lugar a salvo y lejos del dolor. Y todo el tiempo el hambre creció, por alguien que se quedara a
mi lado, alguien permanente, alguien mío.

Y ahora el geis estaba susurrándome seductoramente que yo podía tenerlo todo: Mircea, una
familia, un mundo entero que pudiera comprenderme y al que yo pudiera entender. Podía ser
humana, pero no pensaba como humana. No me había dado cuenta de cuan poco humana era
hasta hace unas semanas, cuando me había perdido en un mar de magia humana que no tenía
sentido, en humanos razonamientos que no podía comprender y en riñas humanas que podrían
terminar destruyéndome. Yo tenía una intensa y repentina añoranza por pieles frías, voces
calmadas y ojos ancestrales. Por mi hogar.

El problema es que yo ya no tenía un hogar, sólo me tenía a mí, pensé amargamente,


acariciando las afiladas líneas de sus pómulos con mis pulgares. El único lugar en el que me
sentía realmente como en casa era el último lugar al que yo podía ir. Mis manos se enterraron
con voluntad propia en sus cabellos, aún cuando mi cerebro trataba de tomarse a juego esto
como otras tantas cosas que yo había deseado y no había logrado obtener. Pero mi método
habitual de analizar y capitular no estaba funcionando. Nada en mí quería escuchar - Después-
o - espera- o - es muy peligroso- , no con esos oscuros mechones corriendo entre mis dedos,
envolviéndose como restos de seda alrededor de mis muñecas, tan suaves como parecían serlo
y tan hermosos, tan increíblemente hermosos.

Exploré su cuerpo mientras el hambre y una profunda posesividad batallaban con las
precauciones de toda una vida. Yo quería esto, con tantas ansias. Mis manos temblaron
mientras cabalgaban por la curva de sus piernas hasta los huecos de sus rodillas y la cresta de
sus caderas. No era suficiente y era demasiado. Yo tenía una extrema necesidad de escapar de
ahí, pero nunca había deseado tanto en mi vida quedarme.

Capturé su camisa y la empujé por sus brazos. Sus hombros eran suficientemente anchos como
para obligarme a estirarme para abarcarlos apenas, los músculos se anudaban tensionados
mientras mis manos se deslizaban sobre ellos, la piel suave acariciando mis palmas. Yo podría
tener esto. Discutí conmigo misma, sólo por un minuto, unos cuantos segundos robados antes
de que tomara la decisión más inteligente y saliera huyendo de ahí. Recorrí sus bíceps,
subiendo hasta las duras crestas de sus clavículas y la fuerte columna de su cuello. Mircea era
todas largas y lustrosas líneas, los ángulos suavizados por magros músculos, el cuerpo clásico
de un corredor, un nadador, un esgrimista. Alcancé su mejilla y seguí la línea de su mandíbula,
donde un músculo temblaba indefensamente hasta sus labios que se abrieron bajo su toque.

Su lengua se deslizó por mis dedos de la misma manera que su voz había vagado por mi piel,
mientras yo trazaba la curva de ese lleno labio inferior. Nuestros ojos se encontraron, y yo sentí
como si pudiera ahogarme en esa mirada dorada, vagando a la deriva por semanas si me lo
permitía. Esperaba que me besara, pero sus labios encontraron mi clavícula en vez de eso,
mordisqueándola suavemente, su lengua deslizándose por el hueso antes de regresar a explorar
la vulnerable piel de mi garganta.

Sus dientes rasparon mi piel, una pequeña sensación en el punto preciso donde un vampiro
mordería, pero no sentí miedo. Me despegué de mi cuerpo, me alejé de mi misma, libre de
gravedad, pero no tuve miedo. Se retiró ligeramente, su lengua haciendo un lento y posesivo
giro justo sobre mi pulso y una vez más pude sentir sus dientes que no eran las deslustradas
cuchillas que tenían los humanos, sino navajas afiladas como cuchillas de rasurar,
recordándome exactamente que estaba en la cama conmigo. Pero aún así no estaba
preocupada porque Mircea nunca me había mordido.

Sólo que él presionó la carne sobre la yugular, lo suficientemente fuerte como para que yo lo
sintiera y no me dejaba ir. Era una ligera sensación, no dolorosa, pero mi pulso estaba latiendo
fuertemente contra la presión de sus labios y sentí un claustrofóbico dolor cuando tragué. -
Mircea- comencé a decir y sentí sus colmillos deslizándose dentro de mi carne.

Por un eterno momento, mi corazón tartamudeó en mi pecho, dividido entre latir fuertemente
contra mis costillas y detenerse, todo al mismo tiempo. Pero no pude concentrarme en lo que
esta falta de control podría significar porque el dolor fue inmediatamente seguido por una
hinchazón de pura necesidad. El estaba triturando nuestras caderas juntas mientras sus dientes
se hundían más profundamente y una brillante agonía se abría paso con estroboscopios
destellos de intenso placer, todo se escurría en una ola irreal de sensaciones eran provocadas
con el roce de cada sinuoso movimiento de su cuerpo.

Comencé a proferir esos sonidos: altos y estrangulados quejidos y débiles jadeos y gritos que
no sonaban para nada como yo. Mi cuerpo se arqueó mientras Mircea comenzaba a
alimentarse, la sensación ondeando a través de mí con un casi audible chisporroteo. Pareció
liberar algunas partes de mí que habían estado atadas muy fuertemente por demasiado tiempo,
como una banda elástica que ha sido estirada más allá de sus límites y finalmente se rompe con
un chasquido. Lo sentí hasta en los huesos, como si una articulación dislocada de pronto
hubiera saltado, acomodándose en su lugar. La pura rectitud de esto me robó el aliento,
cantando por mis venas, diciéndome que yo pertenecía aquí, justo aquí, sólo aquí. Solté un
grito sofocado por la maravillosa e indescriptible tensión flotando fuera de mí mientras me
relajaba en los brazos de Mircea.

Podía sentir mi sangre surgiendo para él, cálida y viva y pulsando con vehemencia. Traté de
empujarlo lejos de mí, pero mis manos acariciaron los ojos en vez de hacerlo, acercándolo a mí.
Mircea cerró una mano en mi cabello, llevando la otra debajo de mis caderas, fundiéndonos
juntos…

Y entonces me encontré sentada a la orilla del mar, el agua verde-azulada chapoteando contra
mis pies medio enterrados en la arena. Dejé vagar mí mirada salvajemente, desorientada,
esperando un ataque de alguien, de algo. Rodee sobre mi espalda y me aferré a la arena,
tratando de presentar un blanco menor y el sol momentáneamente cegó mis ojos. Me congelé,
segura de que alguien usaría la ventaja para atacarme, pero nada pasó. Parpadee por un par
de segundos hasta que pude despejar mi vista, pero todo lo que vi fue el sol, el cuelo y la
arena… y en la cresta de una colina rocosa, un pequeño templo que se desmoronaba
lentamente.

Nada pasó, pero después de un momento mi corazón se paró entre violentos latidos que
parecían querer arrancarlo de mi pecho y mi respiración comenzó a normalizarse. Me quedé ahí
tendida y observé una parvada de pequeñas aves cafés volar dentro y fuera del techo del
templo donde parecían tener un nido. Además de las olas que rompían contra mis tobillos, ellas
eran las únicas cosas que se movían en toda la playa. Finalmente me senté y, cuando nada me
atacó, me puse de rodillas. Suficiente cantidad de adrenalina había sido desechada de mi
cerebro, de tal forma que pude pensar otra vez y llegar a la conclusión de a quien se suponía
que debería ver. El ser que una vez había poseído mi poder y que se había mostrado a mí antes
en una situación similar… y que parecía encontrar verdaderamente gracioso el visitarme en los
más bizarros momentos posibles.

Uno de los pequeños pájaros marrones comenzó a saltar a lo largo de la arena, sus pies
dejando vagas huellas que el agua rápidamente borraba otra vez. Corría hacia la arena mojada
en el momento en que las olas se retiraban, buscando por cualquier organismo comestible que
aquellas hubieran dejado atrás. Finalmente, se cansó del juego y saltó hacia mí, buscando que
le diera algún bocadillo. Parpadee y cuando volví a mirar un hermoso rubio vestido con una
corta túnica estaba descansando en la arena junto a mí. Por un segundo pensé que él había
aplastado al pequeño pajarito, pero entonces me di cuenta de la verdad.

- Todo soy yo Herófila- dijo abarcando la playa con un gesto. - Las olas, la arena y, por
supuesto, el sol, aunque es más fácil para nosotros conversar si tomo esta forma-

- ¡Mi nombre es Cassandra!- le repliqué. Él me había otorgado el nombre de la segunda Pythia


de Delfos, su antiguo altar, la primera vez que nos habíamos encontrado. Se suponía que era
una especie de título de reinado, pero yo no me sentía cómoda utilizándolo cuando no tenía ni
idea de cómo realizar el trabajo que el título representaba. Por no mencionar que, en cuanto a
nombres, era horrible.

- ¿Dónde has estado?- demandé. - Prometiste que me entrenarías. ¡Eso no significa


desaparecer completamente una semana! ¿Sabes que tan cerca he estado de echarlo todo a
perder?-

- Sí, esa es la razón por la que te saqué de ahí- . Él levantó la mirada del pedacito de alga
marina con el que había estado jugueteando. A diferencia de la última vez que lo vi, no parecía
estar cubierto por polvo de oro, pero aún así no podía ver su rostro, todo lo que alcanzaba a
ver era meramente un óvalo de intensa luz. - No puedes seguir así, algo debe hacerse con el
geis, es una distracción-

- ¡¿Una distracción?!- Podía pensar en una larga lista de descripciones para el geis, pero
distracción ni siquiera figuraba en ella. - ¡Mircea está muriendo y yo probablemente seré la
siguiente!-
- No si encuentras el Codex. La respuesta que buscas está ahí- . - ¡Eso lo sé! Lo que no sé es
donde está o como encontrarlo. Cada pista que hemos seguido nos ha llevado a un callejón sin
salida… ¡Casi literalmente en la última ocasión! ¿O es que acaso no estabas prestándonos
atención ayer?-
Terminó de trenzar el alga marina y la anudó alrededor de mi muñeca como si fuera un
brazalete. - Si fuera sencillo no sería una prueba- - No necesito más pruebas; ¡Necesito
ayuda!-
- Tu ya tienes la ayuda que necesitas- - ¡Entonces creo debo habérmela perdido!- - Te darás
cuenta de lo que necesitas cuando lo necesites. Ese es, quizá, tu más grande don, Herófila. El
hacer que la gente te siga.- - Sip, el problema es que parece que todos los que me siguen es
porque quieren verme muerta-

Se rió como si mi inminente muerte fuera la cosa más graciosa que hubiera escuchado en el
día. - Te prometí entrenarte, bueno, aquí está tu primer asignación: Encuentra el Codex y
deshazte del geis antes de que cause más complicaciones- - ¿y si no puedo hacerlo?- - Creo
absolutamente en ti-
- Es reconfortante saber que por lo menos uno de nosotros lo hace- - Triunfarás estoy seguro
de ello, y si no lo lograras –se encogió de hombros con gracia casual –eso sólo podría significar
que no merecer tu posición- .
Y entonces, estaba de vuelta, aferrándome a unos fuertes hombros desnudos, mis dedos
resbalándose por su suave y húmeda piel. Aún siendo alguien acostumbrada a la forma abrupta
en que las visiones iban y venían, esto me había sacudido, especialmente porque Mircea
continuaba alimentándose de mí, y seguía siendo maravilloso. Nunca me había sentido tan
conectada, tan anclada, tan cerca de nadie antes, y quería que durara para siempre. El
problema era que parecía que sería así. Me di cuenta después de un momento, a pesar de que
mi corazón atronaba en mis oídos y de que pequeños puntos jugueteaban frente a mis ojos y
de que mi respiración se había convertido en jadeos estrangulados. Mircea no se detenía.

- Basta, Mircea- Dije tan claramente como pude, tomando en cuenta que aún tenía sus
colmillos clavados en mi garganta. Nada sucedió, a menos que tomaras en cuenta el hecho de
que el agarre de sus manos en mis caderas se hizo más fuerte y que el calor me quemaba a
través del plástico. - ¡Mircea! A menos que planees matarme. ¡Es momento de que pares!- Lo
empujé tan fuerte como pude, sin importarme en ese momento si el movimiento desgarraba mi
garganta, sólo queriendo alejarlo, pero mis manos asieron sus hombros en un extraño ángulo y
mi fuerza no logró igualar la de él. No obstante, algo en la maniobra pareció llamar su atención
pues se detuvo. Pude sentirlo dudar, luchando con lo que fuera que lo motivara, y por un largo
momento, no pude estar segura de quien ganaría. Entonces, lentamente, como si se moviera
bajo el agua, se alejó, sus dientes deslizándose fuera de mi carne limpiamente.
- Cassie…- Parecía aturdido y su voz era áspera y rota. - Pensaba que eras un sueño-

Me quedé mirándolo mareada. - Creo que es posible que lo sea- Me observó largo rato,
tragando trabajosamente, con los brillantes ojos febriles, como los de un adicto que ha
consumido drogas- - Entonces mis sueños están mejorando- Lo besé. Un rápido enredo de
lenguas, calor y aliento. Estamos trabajando en una solución- - Lo sé- Hizo una pausa y dejó
vagar la mirada por la habitación, como si esperara ver algo o a alguien. Cuando no encontró lo
que buscaba, se dejó caer de espaldas, un escalofrío estremeciendo su cuerpo mientras él nos
separaba. - ¿Lo sabes? ¿Cómo?- La única respuesta que recibí fue la contracción de sus
músculos bajo mi mano. Cerró los ojos, bloqueando mi rostro.- Debes irte Cassie- Era un buen
consejo, pero no tenía sentido que fuera Mircea quien me lo daba. Yo sabía por qué estaba
haciendo mi mejor esfuerzo para no completar el geis, pero él no tenía ninguna razón para no
completarlo. El hacerlo lo sacaría de su actual tormento y le ganaría una sierva valiosa, no
había cosas negativas para él.

- ¿No quieres completar el geis?- Le pregunté suavemente, segura de que algo se me


escapaba. - No- Sus puños se cerraron en las sábanas, con fuerza suficiente como para dejarle
los nudillos blancos. - ¡Quiero que te vayas!- - No lo entiendo…- Toqué su hombro, sin
pensarlo, mi propia mente aún turbia por efectos del hechizo, y él se encogió como si lo hubiera
abofeteado. Se arrastró por la cama, alejándose de mí todo lo que le permitió la cama y se
sentó al otro lado, volviendo el rostro a la pared.- - ¡Vete Cassie! ¡Por favor!- - Si, está bien-
Algo raro estaba pasando definitivamente, pero yo no tenía tiempo para averiguarlo. Se
escuchó un sonido como de un disparo y yo brinqué, después me di cuenta de que nadie me
estaba disparando. La mano que Mircea había cerrado alrededor de uno de los enormes postes
de la cama lo había roto en dos como si fuera una ramita.

En el siguiente latido de mi corazón, estaba volando, la habitación siendo tragada por la


oscuridad tras de mí. Parpadee con fuerza, tratando de aclarar mi visión, y cuando volví a abrir
los ojos estaba de vuelta en el bar. El barman me dirigió una rápida mirada y salió volando al
cuarto de atrás de la barra.

Me quedé viendo en blanco el lugar que había dejado hasta que capté un rápido vistazo de mí
en el espejo de detrás de las botellas de licor, pude ver mis ojos abiertos, mis mejillas
arreboladas y mis labios hinchados por los besos. Me puse la mano en el cuello y cuando la
retiré estaba roja. Observé atentamente la sangre de la palma de mi mano e intenté decir
algo… Fallé. Rafe me dio una servilleta y yo la presioné contra mi garganta con el beso de
Mircea aún palpitando en mis labios. La falta de su contacto ya se estaba convirtiendo en un
feroz dolor contra mis costillas, como si él hubiera dejado moretones en algo más profundo que
mi piel. - ¿Ahora lo entiendes?- Me preguntó Rafe con voz suave.

Asentí lentamente. No había sido una visión, inconscientemente me había desplazado


directamente al lado de Mircea. Y si yo había perdido el control de tal manera, ¿cuán peor debía
ser para él? El geis no lo mataría, ahora lo entendía, lo volvería loco. Y para terminar con un
sufrimiento como aquel, tarde o temprano, cualquier persona estaría dispuesta a pagar
cualquier precio. Aún el quitarse la vida.

CAPÍTULO 5

- El espejo de Cristal- no es el periódico más respetado de la comunidad sobrenatural. Su


divisa: - Todas las noticias que no caben en la impresión- básicamente lo dice todo, pero
algunas veces, sus reporteros caza escándalos sacan a la luz una historia que la mayoría de los
periódicos respetables rechazaron por considerarla un rumor. Y aún más raramente, ese rumor
resulta ser cierto.
Pero hasta ahora, pese a que había muchas especulaciones sobre la identidad de la nueva
Pithya, nadie había logrado sacar mi nombre a relucir, pero era sólo cuestión de tiempo, aunque
yo estaba agradecida por el periodo de gracia. La falta de información había permitido que
historias más jugosas saltaran de las páginas interiores. Hoy, el encabezado gritaba
ruidosamente acerca de una mujer desconocida que había invadido las instalaciones del Círculo,
aunque, como era usual, el artículo no abundaba en hechos pero si en términos como - Zorra
vigilante- y - fanática encantadora- . Silenciosamente le desee suerte, sus actividades quizá
fueran la explicación de porque nadie se las había arreglado para atraparme.

Mi descanso había terminado, así que metí los harapos en mi locker, preparándome para
regresar al trabajo. Mi actual actividad para matar el tiempo involucraba la búsqueda sin fin de
Casanova por encontrar nuevas maneras de hacer dinero. De alguna manera se las había
arreglado para engatusar a un naciente talento del diseño de modas para que rentara una de
sus muy caras tiendas en la galería. Parte del trato era que tendría espacio para un show de
modas al principio de cada temporada, junto con los servicios de las show girls como modelos y
el personal del casino para el servicio, yo, por supuesto, estaba entre estas últimas.

Una hermosa morena estaba en el locker cerca del mío y ambas hicimos una pausa para
observar nuestros respectivos atuendos. El de ella consistía en un montón de pintura que la
hacía parecer un cadáver, un collar de huesos y una falda compuesta de brazos marchitos que
habían sido cortados por el codo para crear una minifalda y el efecto cuando se movía era
sencillamente horrible.
- Zombie- me dijo arreglándose el lápiz labial en el espejo que tenía dentro del locker. -
¿Disculpa?-
- Ya sabes, los que solían trabajar arriba- - Pensé que habían sido destruidos- Se habían
metido en medio de la cacería del Círculo hacia mí. Y aunque los zombies suelen ser muy
resistentes, no habían sobrevivido enfrentando a un cuadro de magos guerreros. - Bueno, si,
pero ya conoces al jefe, no quería desperdiciar ningún recurso- - ¿Qué estás diciendo?- - Él
dijo que Zombies lo suficientemente inteligentes para atender mesas pero tan dóciles como
para no hacerse un bocadillo con los clientes eran difíciles de conseguir. Está utilizando meseros
humanos mientras consigue algunos, pero quería algo que le recordara a todos que se supone
que es un bar Zombie así que….- ¿El confeccionó sus atuendos con sus partes?- - No es tan
malo- dijo al ver mi expresión - excepto por ser manoseada cada ver que me siento- - ¿Qué?-
Ella echó un vistazo a su falda. - Uno de estos chicos tiene la costumbre de fastidiarme. Pero
cuando me quejé, el modista dijo que no podía reemplazarlos todos, así que tenía que
averiguar cuál de todos era. Pero todos se ven iguales-

Contemplamos las cosas marchitas y grises que colgaban de su cintura por un momento. Traté
de no estremecerme cada vez que un huesudo dedo le rozaba la piel desnuda, Pero mi vestido
no era tan tímido, como la mayoría de la colección, estaba hechizado para responder al estado
de ánimo con un repertorio que había hecho que un camaleón se muriera de envidia. Había
estado mostrando tranquilas escenas de la naturaleza toda la mañana, pero ahora mostraba un
sucio marrón Amarillento, como el color del sol filtrándose por el smog. - No había visto ese
disfraz antes- dijo la morena, estrechando los ojos. - Estoy ayudando con el show- - ¿Estás
modelando? Pero ellos me dijeron que no necesitaban más chicas- - Sólo estoy haciendo
trabajo de tramoya, eso es todo. Pero el diseñador quería que nosotros también nos
vistiéramos- . - Oh, está bien entonces- dijo aplacada. - Pensé que algo estaba mal. Quiero
decir, eres linda y todo, sólo que no eres exactamente…-
- ¿Material de modelo?- Sonreí, pero mi vestido tomó un color sulfúrico, amarillo grisáceo como
el horizonte de San Francisco. Genial. - Sip, exactamente- Arrugó la nariz ante el nuevo tono -
Ugh, ¿Cómo puedes regresarlo a un color más bonito?- - No estoy segura- y el diseñador, un
rubio mal humorado de nombre Augustine, seguramente no aprobaría el cambio.
- Anímate- me dijo rápidamente. - Si estás detrás del escenario probablemente nadie te vea de
cualquier modo- Cerró el locker con su cadera y dio un rápido grito cuando uno de los
colgantes brazos la nalgueó. Y así como así, mi vestido regresó a un color de un bello día
soleado. Bueno, eso había sido más fácil de lo que había pensado. Una cosa buena de mi último
trabajo era que había tenido la oportunidad de conseguirle trabajo a una amiga. Dado que ella
no tenía pasaporte, número de seguridad social ni manejaba bien el inglés, había estado
preguntándome como lograría ganarse la vida. Especialmente desde el momento en que sus
referencias tenían aproximadamente cuatrocientos años de antigüedad.

Me encontré tras el escenario con Françoise y la ayudé a ponerse su vestido designado, una
sólida blusa blanca con una larga falda, mangas y capucha. Era bonito, pero no podía entender
que hacía en una colección que habría provocado tics nerviosos en acaudaladas brujas al
momento de comprar. Entonces, un pequeño punto se separó de uno de los hombros
desplegándose en ocho diminutas piernas y se puso a trabajar. Una cascada de puntitos que yo
había confundido con botones se desplazó lejos de su hombro y lo siguió. Para cuando el
vestido estaba completamente abotonado, las arañas habían cubierto la mitad del corpiño con
un trazo como de bordado negro, tan delicado e intrincado que parecían telarañas. Los diseños
se tejían y destejían constantemente, tan rápidamente que parecían sedosos fuegos artificiales
que explotaban por toda la tela, floreciendo en un diseño único antes de metamorfosearse en
otro aún más elaborado. Observé el vestido con admiración codiciosa mientras Françoise se
ponía los guantes que todas las modelos llevaban como una forma de unificar la colección. En
su caso, eran largos y negros y tenían una doble función, ocultaban las cicatrices que tenía en
los brazos desde cuatrocientos años antes debido a una tortura bien hecha que la había dejado
permanentemente desfigurada.

Ella había comenzado su vida en la Francia del siglo 17, donde se había topado con la
Inquisición que no aprobaba muy bien a las brujas. Los había eludido, sólo para ser arrastrada
al Mundo de las Hadas contra su voluntad, por esclavistas, que trataban de hacerse ricos,
vendiendo jóvenes brujas a los Fae. Las cicatrices habían sucedido justo antes de su secuestro,
y su comprador, un noble Fae con una esposa celosa, no se había atrevido a curarlas.
Eventualmente se había escapado hacia el lado de los Fae oscuros, quienes decidieron que ella
les serviría más como esclava que como bocadillo. Ellos, por supuesto, ni siquiera notaron las
cicatrices Toda esa aventura había durado sólo unos años desde la perspectiva de Françoise,
pero la línea del tiempo de los Fae no está sincronizada con la nuestra. Para el momento en que
ella se las arregló para escapar, el mundo que conocía había desaparecido, convirtiéndola en la
única persona que yo conocía a la que el destino había fregado más que a mí.
Afortunadamente, ella era alta, morena y exótica, características que no eran valoradas en su
siglo, pero que en el nuestro, habían servido perfectamente para persuadir a Augustine de
hacerse de la vista gorda ante su falta de referencias. Al parecer, la amazona fuera de moda de
ayer podía convertirse en la súper modelo de hoy.

Una vez que Françoise estuvo lista, esperando por el maquillaje que no necesitaba, volví mi
atención a tratar de acorralar una pícara bolsa de mano. Finalmente la encerré entre un
perchero de vestidos y la pared. Me abalancé, tomando la escamosa cosa mientras se revolvía y
retorcía y hacía su acto arañándome en la cara. Augustine apareció junto a mi hombro, pero no
se molestó en ayudarme. Observó la lucha por un momento por encima de sus locos anteojos
púrpura que parecían estar a punto de caer de su larga nariz. Parecían como algo que Elton
John usaría para cantar - Rocket Man- . Con marcos anchos salpicados de brillos. No iban bien
con sus ojos azul pálido o sus artificialmente arreglados rizos. Por supuesto, era un poco difícil
pensar en algo con lo que pudieran haber combinado.

- Hay algunas… personas… que demandan verte- me informó. - No tienen boletos y


francamente…-
- ¿Qué gente?- Pregunté temiendo la respuesta. Podría contar con los dedos de una mano a
aquellos que me consideraban amiga. Y, a excepción de Rafe, ninguno de ellos sabía dónde
estaba. - Bueno, yo no lo sé ¿O sí?- Augustine me fulminó con la mirada - ¿Porqué no dejo de
hacer todo lo que estoy haciendo segundos antes del show y me ocupo de tus harapientos
amigos, que ni siquiera están en la lista de invitados?-

No le respondí de inmediato porque la bolsa me estaba ganando, ya le habían salido cuatro


testarudas patas y un hocico lleno de dientes, ahora una cola cubierta con duras escamas de
jade apareció repentinamente en su parte trasera, dándole suficiente fuerza al apalancarse
como para deshacerse de mi agarre. Cayó al suelo y corrió tras un cinturón de piel de serpiente.
El cinturón trató de reptar para escaparse, pero la bolsa lo jaló de la cola, engulléndose la
sibilante cosa en un par de tragos. Forcejé contra el desertor accesorio de moda hasta tirarlo al
suelo con la ayuda de Françoise que le amarró el hocico con una mascada. - ¿Cómo se ven?- -
A eso me refiero- me soltó Augustine sacudiendo sus rizos - Parecen actores desempleados de
una producción de bajo presupuesto de Rent, por no hablar del olor. Deshazte de ellos. Ahora-
Se fue preso de la indignación y con una gran rabieta.

Miré fijamente a través de la cortina que separaba la parte trasera del escenario y la pasarela,
tratando de captar un vistazo de mis visitantes, pero no era sencillo. El salón de baile estaba
lleno de brujas vestidas para impresionar. Parecía que los enormes sombreros iban a estar de
moda en el verano, porque lo primero que pude ver fue un campo de coloridos círculos,
moviéndose y vacilando como flores con la brisa. No había nadie a la vista que pareciera
apestar a nada que costara menos de cien dólares la onza. Entonces, un par de brujas que
habían estado bloqueando parcialmente el panorama se sentaron y los vi.

Augustine estaba equivocado: No eran amigos. La música comenzó y la primer modelo me


empujó a codazos del camino para desfilar por la pasarela, su bolsa de piel de leopardo
moviéndose sigilosamente tras ella pero yo apenas me di cuenta, mis ojos estaba fijos en las
desfiguras que se habían escurrido por la puerta trasera. No las reconocí, pero sabía que eran:
Los voluminosos abrigos que llevaban me habían dado la pista: Magos de guerra. Y a pesar de
su apariencia desaliñada, dudaba que ellos estuvieran aquí para actualizar su guardarropa.
Inspeccionaban indiferentemente la multitud, y yo había visto antes esas miradas casuales en
Pritkin las suficientes veces como para saber lo mucho que abarcaban. Me adentré más en las
sombras de la cortina, preguntándome si podría desplazarme sin ser vista, cuando uno de ellos
codeó a su compañero señaló con la cabeza a un grupo de niños pobremente vestidos que se
apiñaban contra una de las paredes. Los magos comenzaron a avanzar con los rostros adustos,
y los niños empezaron a correr. La mayoría de la gente había tomado asiento, así que no había
nada entre los niños y sus perseguidores salvo los dos vampiros que actuaban como anfitriones.

Debido a la guerra, se había establecido una alianza temporal entre el Círculo y el Senado, pero
eso no lograba erradicar los siglos de odio y desconfianza. Especialmente desde el momento en
que los magos de guerra habían sido responsables de un ataque en las instalaciones del senado
poco más de una semana atrás. Los Vampiros bloquearon el paso a los magos con unas
sonrisas insolentes en sus rostros y los magos patinaron hasta detenerse. Los niños habían
huido por el pasillo lateral flanqueando la pared y estaban subiendo al escenario. La mayoría de
las personas estaban observando la pasarela que había sido diseñada para extenderse en la
mitad de la habitación, así que no les echaron más que unas cuantas miradas de desconcierto.
Se dirigieron directamente hacia atrás del escenario pero se detuvieron al borde de la actividad
frenética que ahí había.

Dudaron viéndonos a un grupo de modelos rubias que luchaban con sus trajes y a mí,
entonces, un chico negro de aproximadamente catorce años codeó a una niña pequeña. - ¿Cuál
de todas?- La niña tenía cabello de un tono rubio descolorido y unos enormes ojos café que se
fijaron en mí sin dudarlo. - Esa- Ella me señaló con la mano sin dejar de abrazar un oso de
felpa. La bolsa que sostenía en los brazos arremetió repentinamente contra mí, ocasionando
que casi la soltara. Françoise dijo algo que no sonó como francés y se congeló, dejando una
brillante garra negra a solo centímetros de mi rostro. - ¿Quieres que me haga cargo del
cocodrilo?- me preguntó. - Me gusta esa idea- Le pasé la maldita cosa con todo mi
agradecimiento. El chico observó a la niña con una expresión de duda. - ¿Estás segura?- Ella
asintió y volvió a abrazar la cabeza del oso. El chico avanzó y estiró la mano. La camiseta que
vería era delgada y llena de agujeritos, y sus pantalones estaban rotos en una de las rodillas.
Uno de sus tenis había perdido las agujetas y era mantenido puesto por medio de un imperdible
y una vieja sudadera estaba amarrada en torno a su cintura, pero su saludo era firme y él me
miró a los ojos. Tuve una rara sensación de dejavu, incluso antes de que él hablara.

- Soy Jesse. Tami nos envió- - ¿Tami?- - Tamika Hodges- Me quedé viéndolo fijamente,
sintiéndome como si alguien me hubiera golpeado en el estómago, él me devolvió la mirada,
sus ojos oscuros desafiantes, esperando ser ignorado, rechazado, echado a los lobos. Reconocí
la mirada. Una década atrás yo había tenido más o menos su edad y había estado más o menos
así de asustada, mostrándome así de desafiante, segura de que no podía confiar en nadie. En
casi todos los casos, había tenido razón.

Años antes, cuando había decidido destruir a Tony y mi ambición se había centrado en
deshacerme de él, terminé en Chicago porque ese era el destino del autobús al que me había
subido. Como alguien a quien rara vez se le había permitido abandonar la corte de Tony en las
afueras de Filadelfia, y a quien acompañaba una docena de guardaespaldas cuando le permitían
hacerlo, encontré mi nueva libertad un tanto aterradora. Tenía dinero gracias a un generoso
amigo, pero tenía miedo de quedarme en algún lugar decente, segura de que despertaría para
encontrarme con un par de armas de los hombres de Tony apuntándome. Por no mencionar
que era un poco difícil que una niña de catorce años se registrara sola en un hotel. Así que
había optado por los refugios.

Pronto descubrí que había un par de problemas asociados a los refugios. Además de los ebrios,
los drogadictos y las peleas con navajas, también había límites en cuanto al tiempo que podías
permanecer en ellos. Los refugios que te permitían permanecer más tiempo tenían un equipo
de trabajo que probablemente reportaría a una adolescente sola a las autoridades, así que
tendía a gravitar en torno a los refugios donde te permitían quedarte sólo dos semanas; el
tiempo suficiente para estar cómodo pero no demasiado como para que alguien llegara a
conocerme.
La mayoría de refugios de este tipo llevaban registros, de tal forma que una vez que tu tiempo
terminaba, tenías prohibido quedarte en ellos nuevamente hasta pasados seis meses. El límite
de tiempo era necesario para evitar que la gente los convirtiera en su residencia permanente,
pero también provocó que en sólo cuestión de meses yo hubiera terminado con mi recorrido
por todos los refugios más o menos aceptables. Así que, finalmente terminé en uno que estaba
tan saturado que un tercio de nosotros terminó viviendo en un patio con un piso asqueroso y
una cerca alrededor. A todos nos entregaban una bolsa de dormir cada noche y nos decían que
encontráramos un lugar donde dormir afuera. Los más grandes y fuertes reclamaban los sitios
con suave pasto o con esponjosa tierra, dejándole la parte de concreto a los nuevos, los
drogadictos y a las viejas locas que hacían ruidos de pájaro por las noches.

Una mañana me había despertado con el toque de un helado de un brazo junto al mío, éste
pertenecía a un sujeto joven que había muerto de una sobredosis mientras dormía. Ese mismo
día Tami había aparecido, en una de sus visitas habituales buscando chicos que se hubieran
deslizado por entre las lagunas del mundo mágico. Cuando una hermosa mujer afro-americana
con amables ojos cafés y una voz que parecía demasiado grande para su pequeño cuerpo me
ofreció un lugar donde quedarme, no tuvo que repetirme la invitación. Sólo un par de minutos
después de que la conocí, ya estaba jalando mi mochila a través de la tierra hasta su chevy.
Afortunadamente, Tami había sido legal y me había llegado a reunirme con un variopinto grupo
de chicos de la calle que en broma se hacían llamar la Mafia de inadaptados. El nombre me hizo
dudar la primera vez, pero después de un tiempo parecía curiosamente adecuado. Había huido
de una mafia a otra, pero con una gran diferencia: la nueva trabajaba para mantener a la gente
viva en lugar de lo contrario.

Eventualmente abandoné al grupo para volver con Tony tratando de destruirlo, y para el
momento en el que finalmente tuve todos los elementos para hacerlo, habían pasado tres
años… Además, estaba el asunto del golpe, del jefe perdido y del monto que le habían puesto a
mi cabeza, este último no debe confundirse con el brillante y nuevo monto que el Círculo había
ofrecido últimamente. Con una y otra cosa, habían pasado más de tres años antes de que yo
pudiera regresar al abandonado edificio de oficinas que llamábamos hogar, y todo lo que
encontré fue espacios vacíos y llenos de ecos, ventanas sucias y pisos cubiertos de polvo.

No sabía porque era tal sorpresa, el mundo mágico subterráneo cambia rápidamente y tres
años más bien eran tres décadas. Me quedé en Chicago un par de días de todos modos,
sintiéndome cansada y extrañamente falta de pertenencia. No me había atrevido a contactar a
Tami después de regresar con Tony pues tenía miedo de que él la encontrara y se tomara
venganza en su contra por ayudarme. Pero inconscientemente, siempre asumí que yo
regresaría un día y nada habría cambiado. Y entonces me encontraba con que si había
cambiado y no sabía cómo reaccionar. Habiendo crecido en un lugar donde cualquier signo de
debilidad era rápidamente aprovechado, había aprendido como enterrar las emociones poco
convenientes, pero nunca como dejarlas salir. Tomando en cuenta que aún el más joven
vampiro que un mejor detector de mentiras al sentir los cambios fisiológicos (una ligera
elevación en el ritmo cardiaco, un ligerísimo parpadeo o un sutil cambio en la respiración)
tienes que aprender autocontrol pronto o no duras mucho. Había descubierto en Chicago que
era difícil revertir una vida de práctica. Aún y cuando no necesitas más esa habilidad.

Deambulé sin rumbo fijo por algunos de los sitios que solíamos frecuentar, incluyendo la
pastelería donde ella trabajaba, pero nada se veía igual y yo no reconocí a nadie. Después de
un par de días me di cuenta de que Chicago nunca había sido mi hogar, lo había sido Tami y
ahora se había ido. Así que dejé un ramo de flores en una esquina del viejo edificio aún
sabiendo que serían alimento para las ratas y seguí adelante. - ¿Cómo supiste donde
encontrarme?- le pregunté a Jesse

- Jeannie lo supo, ella puede ver cosas algunas veces. Ella dijo que tu nos ayudarías- . -
¿Jeannie es una clarividente?- - Sip, aunque no es muy buena. No tiene muchas visiones y
cuando ve algo por lo general son cosas estúpidas. Apenas tiene cinco- . Dijo desdeñosamente
- Pero Tami pensó que era una buena idea. Ella dijo que debíamos encontrarte si algo le
pasaba. Después de que todo se fregó, nos subimos al autobús- . - ¿Después de que qué se
fregó? - Los magos vinieron, ellos se la llevaron-

Sus ojos oscuros parecían aburridos al encontrarse con los míos, anticipándose a las preguntas
que aún no recibía. Conocía esa mirada también. Entendía un par de cosas acerca de la
traición.

- Yo me encargaré de ustedes- Me escuché decir y me pregunté si acaso estaba loca. Hasta


este momento había sido toda una faena el sólo cuidarme a mí misma. Tami debió estar
realmente desesperada pata enviarlos conmigo, cuando yo tenía un blanco más grande que
nadie más en la espalda. Quería hacerle mil preguntas, pero no teníamos tiempo. Obtendría
algunas respuestas, pero primero teníamos que perder a sus perseguidores.

Traté de ver por entre las cortinas otra vez y logré notar que Casanova se había unido a los
vampiros para contener a los magos. Vestía un chaleco que crepitaba con flamas animadas. –
parte de la línea para hombres, asumí. Combinaba bien con su cabello oscuro y su piel morena,
pero no ayudaba mucho a su expresión. Los Magos de Guerra no estaban entre sus gentes
favoritas, pero si bien podía darles un mal rato, no podía echarlos sin causa, y ellos se
encontraban justo entre nosotros y la salida. Conté rápidamente a mi pandilla, ocho en total,
bueno, nueve, me corregí mientras veía a la nena que se aferraba a mí con demasiada fuerza
empezar a gimotear. Eran demasiados para desplazarnos. Le dirigí una mirada a Françoise. - Me
serviría una distracción- - ¿Algo de tiempo?- Preguntó casualmente. - Algo de tiempo- -
D’Accord- Se fue al otro lado del escenario y comenzó a cantar algo en voz muy baja, unos
segundos después un grupo de oscuras nubes se arremolinaron sobre la pasarela sin siquiera
importarles que estuviéramos bajo techo. Las sillas fueron derribadas mientras la gente se
ponía de pié y el murmullo de fondo se convirtió, casi instantáneamente, en un rugido. Las
brujas aparentemente podían reconocer un mal augurio cuando lo veían.

Los magos dejaron de jugar limpio de pronto y plantaron sus identificaciones en el rostro de
Casanova antes de avanzar hacia nosotros. Casi al mismo tiempo, algo resbaloso y verde golpeó
la pasarela. Ni siquiera tuve oportunidad de identificarlo antes de que una gran cantidad de otra
cosa lo siguiera, rebosando de la ondulante masa negra como si fueran palomitas. El hermoso
vestido de chifón de la modelo en turno rápidamente pasó de un plácido color durazno a un
enojado verde oscuro, un tono que casi igualó la piel del sapo que se había estampado en su
hombro.
Ella gritó cuando una parte del sapo comenzó a rezumar por su pecho y tropezó mientras se
retiraba de la pasarela, pero como esta se estaba llevando rápidamente con pequeños cuerpos
destrozados, la mayoría aplastados y abiertos, era básicamente inevitable que resbalara y
cayera sobre su trasero.

Las cosas fueron cuesta abajo a partir de ese momento. Los hechizos protectores fueron
lanzados por todos lados, los que, al impactarse con los anfibios kamikaze, provocaban grandes
fuegos artificiales en el aire. Esto hizo que las bujas de la habitación que literalmente habían
sido salpicadas con entrañas de rana, se enojaran aún más y se volvieran contra sus hermanas
sin pensarlo. Eso detuvo un poco a los magos, pero yo aún podía verlos, ceñudos y
determinados, vadeando el altercado hacia nosotros. - ¿Ustedes son los únicos?- Le pregunté a
Jesse Él dijo algo, pero no pude escucharlo pues su voz fue bloqueada por el sonido de las sillas
estrellándose contra los maltrechos magos. Por supuesto, ellos estaban también tropezándose
con muchas otras cosas que eran enviadas de aquí para allá por el viento, los hechizos y el
caos. Pero no pude ver que ninguno de ellos desapareciera bajo una montaña de cara madera
pintada. Parecía como si los magos hubieran pasado por encima de demasiadas brujas. -
¿Qué?- - ¡No!- Me gritó Jesse al oído. - ¡Somos los únicos que logramos escapar- !. - De
acuerdo. Escapemos otra vez- .

CAPÍTULO 6

Miranda le echó un vistazo a mi vestido que había cambiado a un agitado fondo de hojas
otoñales y sus orejas se hicieron para atrás. Era conveniente tener una pista tan obvia de su
humor dado que nunca había aprendido a leerla muy bien. La piel de su cara gatuna podía
tener algo que ver con eso, o posiblemente, las expresiones de las gárgolas eran demasiado
diferentes a las humanas como para poder descifrarlas.

El actual grupo de inadaptados vería detrás de mí, dejando marcas de pies en sus prístinos
pisos. Los había llevado a los cuartos de servicio de las cocinas dado que no estaba segura de
donde vivía Miranda. Ella era la líder del grupo de Faes oscuros que Tony había empleado por
sus salarios bajos, pero yo siempre la había visto en el trabajo, cortando y guisando con su
velocidad preternatural o empujando carritos de servicio por los pasillos del Dante. Ellos
raramente descansaban, excepto para posar para las fotografías con los huéspedes que
asumían que eran enanos con trajes. Me preguntaba si ellos alguna vez habían notado que sus
fotos salían ligeramente borrosas. Tony había gastado una fortuna en resguardar el casino y sus
ocupantes mágicos, aunque, considerando la cantidad de alcohol que la mayoría de los
huéspedes consumía, en realidad es probable que no hubiera necesidad de tal gasto. Dudaba
que él hubiera sido tan generoso en las habitaciones de sus empleados, así que lo que
necesitaba de Miranda probablemente la afectaría.

Uno de los chicos, una niña que parecía tener doce años pero que más tarde supe que tenía
dieciséis cargaba un bebé que tendría quizá cuatro meses y el ceño fruncido y vestía una
camiseta rosa y pañales y sólo llevaba puesto un calcetín, su mejilla estaba sonrosada por estar
presionada contra el pecho de la chica. Estaba a punto de lanzar mí bien preparado discurso
cuando Miranda sonrió, mostrando sus afilados colmillos en su larga y grave cara. Ya no me
veía a mí.

Me volví a ver que un grupo de gárgolas que se habían acercado a la chica, lo suficientemente
cerca como para que ella me enviara una mirada suplicante mientras abrazaba al bebé con más
fuerza. - No te harán daño- le aseguré. - Los Fae… bueno, ellos les tienen mucho cariño a los
bebés- .

Era una declaración ridícula, como resultó obvio, una de las gárgolas más grandes, cuya cabeza
de perro sobresalía por encima de su inmaculado traje de chef, casi se estrelló contra una pared
porque saludaba al bebé mientras le hacía monadas con la cara. Los ojos de Miranda también
estaban sostenidos en el niño, con tal fijeza que empecé a preocuparme. - ¿No es verdad?- Le
di un codazo y ella aplastó una pata en mí. Sus garras no estaban extendidas afortunadamente.
- Mi gente defendería un huérfano con su vida- dijo a la madre con tranquila dignidad.

La chica pareció aliviada, pero siguió vigilando a la gárgola más cercana que pertenecía a la
variedad más pequeña, con largas orejas de burro que sobresalían del alto sombrero de chef.
Ella extendió tentativamente una mano más destrozada aún que la de Francoise, en la que sólo
quedaba un dedo que terminaba en una larga y curvada garra que además era de un denso
negro grisáceo.
Si mano temblaba, causando que un brillo iridiscente se deslizara por la superficie de la garra
como si estuviera llena de aceite. El bebé notó los hermosos colores y se movió tratando de
alcanzarla. La criatura la alejó de golpe en medio de un borrón de movimiento, dejando escapar
un balido y cayendo sobre su propia cola escamosa. Esto, por supuesto, intrigó más al bebé que
se retorció hasta que su madre la bajó, después gateó tras - orejas de burro- con la intensidad
de un cazador tras su presa, su único calcetín la seguía y su regordeta manita iba extendida
delante de ella. Las gárgolas se retiraron en medio de un loco revoltijo.

- Orejas de burro se encontró atrapado entre el feroz bebé y un grupo de hornos que llenaban
la habitación con el aroma de la mantequilla y la canela. Quizá eso era lo que había atraído a la
niña, o posiblemente, sólo tenía curiosidad, de cualquier manera, gateó sin temor hacia la
encogida criatura y levantó sus manitas exigentes. Él se quedó observándola con sus enormes
ojos mientras Miranda carraspeaba, entonces, él tomó en brazos a la niña que hizo un sonido
contenido y se cogió de su túnica antes de meterse casi toda su bufanda en la boca. Mi trabajo
no sería tan difícil después de todo.

Diez minutos después, nos habíamos reunido alrededor del mostrador de preparación,
devorando rollos de canela con leche. El personal de la cocina me había alimentado por una
semana, pero me había tomado la mayor parte de ese tiempo darme cuenta que no lo habían
por ser amables, yo me había convertido en su conejillo de indias, alguien que les permitía
saber que recetas servían y cuales no. Aparentemente, las gárgolas no tenían los mismos
gustos que los humanos, y ahora, ellos tenían un nuevo set de catadores en los cuales
experimentar. A pesar de la interrupción que ocasionaban nueve niños hambrientos atacando
un festín de azúcar, traté de explicarme: - Miranda, de verdad aprecio esto, pero antes de que
accedas a cuidarlos, hay un par de cosas que deberías saber- .
Miranda no dijo nada. Le había quitado el bebé a su aterrorizado empleado y estaba
cuchareando papilla de manzana en el rostro de la niña a una velocidad alarmante. Dejó
escapar un suave gruñido de aprobación cuando la nenita no lo escupió.

- Verás, la cosa es que…- Jesse, que ya iba por su tercer rollo de canela, me disparó una
afilada mirada que claramente decía. - No nos eches a perder esto- . Tragué, pero continué: -
Los niños que huyen en nuestro mundo tienen sus… razones…- - Como nosotros…- murmuró
Miranda, claramente no me estaba escuchando. - Si… algo así- . Las gárgolas habían huido de
Faerie debido a los prejuicios y a la aumentante violencia, cosas ambas que eran muy familiares
a los chicos de Tami. Pero, fuera de su hábitat habitual, los Fae eran mucho menos poderosos
que los problemas a los que se enfrentaban los Desafortunados. - Mira, si me vas a ayudar a
dar asilo a estos chicos, por lo menos hasta que encuentre algo más que hacer con ellos,
necesitas comprender…-

Me detuve porque un afilado zapato impactó mi espinilla, fulminé a Jesse con la mirada, pero él
ya había abandonado su silla. - Tengo que hablarte- dijo firmemente Me froté la pierna y
murmuré. - Está bien - Terminamos afuera, sentados tras de la rampa elevadiza que se usaba
para llevar cosas grandes a los almacenes de la cocina. Un par de gárgolas estaban debajo de
nosotros, esparciendo mendrugos de pan en el asfalto, mirando hacia arriba con esperanza. -
¿Qué están haciendo?- Me preguntó Jesse.

Me había estado preguntando eso también desde que había estado pasando algo de tiempo en
las cocinas. - Digamos que las cosas horneadas son fáciles de conseguir aquí, pero la carne
requiere de un cierto sentido de la aventura.- Asintió, y luego recordó que se suponía que
estaba enojado conmigo. - ¿Cuál es tu problema? ¿Estás intentando arruinarnos esto?-
Aparentemente Jesse era un gran ejemplo de la educación de Tami sobre - la mejor defensa- .
Desafortunadamente para él, yo también lo era. - Estoy tratando de ser honesta con Miranda,
debe saber en lo que se está metiendo. Creo que es lo justo ¿tu no?- Señaló con el dedo a la
gárgola más cercana que tenía una cabeza felina que contrastaba extrañamente con un cuerpo
de reptil lleno de bordes. - ¿Crees que nosotros podríamos herirlos a ellos?- - Creo que el grupo
con el que solía huir podría hacerlo- .

Un día en particular me vino a la mente. Un par de narcotraficantes, que habían establecido su


negocio en el piso inferior de nuestro edificio, decidieron que no necesitaban más ocupantes
ilegales, por lo que irrumpieron una mañana después de que Tami se fuera a trabajar. Yo estaba
cuidando a Lucy, una empática de once años de edad y a Paolo, un metamorfo de doce años
que había sido abandonado por su manada, nunca supe la razón pues él casi no habló durante
el corto tiempo que estuvo con nosotros. Encontramos su cuerpo destrozado un par de
semanas después de que abandonó nuestra protección para perseguir a la luna llena. Los
licántropos habían sido suficientemente inteligentes como para no venir tras él a nuestro hogar,
esperaron hasta que él se marchó. Los narcotraficantes no fueron tan listos. Bueno, la verdad
es que ellos no podían haber sabido lo que un licántropo era capaz de hacer, aún y cuando
fuera un licántropo joven. Lucy había estado en casa conmigo por una razón, la mayoría de los
chicos que terminaban en el refugio mágico de Tami, se las arreglaban bastante bien por un
tiempo, trataban de encajar y evitar llamar la atención mientras se enteraban de cómo
funcionaban las cosas para no equivocarse y ser enviados lejos otra vez, pero, tarde o
temprano algo los hacia encajar, habitualmente después de que habían estado el suficiente
tiempo como para empezar a sentirse relajados.

Cuando finalmente bajaban sus defensas, todo se derramaba, ira contra la condición que los
había convertido en parias desde el nacimiento, dolor por que las personas a las que amaban se
hubieran vuelto contra ellos, terror porque en cualquier momento pudieran ser atrapados y
enviados de vuelta a las escuelas especiales que más bien parecían cárceles. Se suponía que
debían permanecer en ellas hasta que fueran certificadamente seguros, lo que se leía como que
no fueran una amenaza para las comunidades mágica y no mágica, pero la mayoría nunca
podía irse de ellas.
Tamía pensaba que las rupturas eran positivas porque permitían a los chicos sacar las cosas de
su sistema y empezar a sanar. El problema es que ninguno de los chicos que habían pasado por
ella había sido un empático, y aún más, no sólo un empático capaz de leer emociones, sino
capaz además de proyectarlas y hacerlas más fuertes.

Los otros niños se habían alejado para encontrar otro lugar, cualquier lugar diferente para estar,
hasta que lo controlara. Tami había estado desesperada, teniendo que ir a trabajar pues era,
virtualmente, nuestra única fuente de ingresos pero sin atreverse a dejar a Lucy sola en ese
estado, por lo que yo me había ofrecido voluntaria para quedarme con ella porque ella parecía
encontrar mi compañía tranquilizante. Después de una infancia con Tony manteniendo mis
emociones bajo control, yo no las demostraba tanto como otras personas. Pero ese día no había
sido mucha la diferencia.
Había estado vigilando la puerta con un sordo pánico que crecía a paso firme mientras oleada
tras oleada de emociones se estrellaba contra mí, la mayoría de las cuales eran demasiado
parecidas a las que yo tenía que enfrentar todos los días como para que pudiera procesarlas tan
fácilmente. Paolo, que se había quedado con nosotros porque estaba evitando dejar rastros de
esencia que llevaran a su manada a él, había estado trepándose casi literalmente a las
paredes… y ambos teníamos nuestros escudos altos…

Cuando los narcotraficantes irrumpieron en nuestro piso, se estrellaron directamente contra el


muro de dolor que Lucy había estado construyendo toda la tarde. Los sentimientos que ella
había estado reprimiendo desde el momento en que su familia había dejado en su nueva -
escuela- para luego alejarse en su auto y no regresar más se habían derramado
completamente, y su talento los había magnificado unos cientos de veces más. En lugar de
asustarnos o lo que fuera que los hombres hubieran planeado, terminaron disparándose los
unos a los otros respondiendo a la rabia de otra persona.

Jesse me observaba desconfiadamente. - Tu crees que nosotros somos los monstruos ¿no es
verdad? Parpadee antes de fijar la mirada en él, casi me había olvidado de que estaba ahí. No
me permitía pensar en Tami muy a menudo, y se sentía raro hacerlo justo ahora. - Tengo una
definición muy diferente de - normal- a la del resto de las personas- le dije finalmente. - Pero
sabes tan bien como yo que tenerlos aquí puede traer… algunos problemas- . Jesse levantó la
barbilla. - Astrid tiene el don de anular- dijo hoscamente. - ¿Astrid?- - La chica del bebe- - Oh-
Así que esa era la razón por la que Francoise se había ido al lado más alejado del escenario
para trabajar en su hechizo. Los anuladores proyectaban un escudo que anulaba la magia en un
perímetro a su alrededor. Los más fuertes podían bloquear la magia en una cuadra más o
menos, los más débiles sólo cubrían extensiones menores. Pero aún un anulador de bajo nivel
interferiría con su magia si estuviera cerca.

- Por eso se escapó cuando se enteró que estaba embarazada, ellos no podrían encontrarla- .
Asentí. Los anuladores no eran automáticamente encarcelados como otros usuarios mágicos
con algunos malfuncionamientos, porque no eran considerados una amenaza. Pero si Astrid
hubiera sido descubierta embarazada, se hubiera visto presionada por muchos para terminar su
embarazo, de tal forma que no hubiera manera de que transmitiera sus genes defectuosos a su
hijo. Con razón había huido. Los anuladores eran endemoniadamente difíciles de encontrar
cuando decidían ocultarse. Tami misma había sido una anuladora de bajo nivel, esto la había
ayudado a mantener a los Inadaptados a salvo y a controlar y mantener el caos al mínimo, por
lo menos mientras ella estaba en casa. Y sus habilidades también aseguraban que ninguno de
sus fugitivos cayeran en hechizos de rastreo. Lo que hacía aún más extraño que, después de
tantos años, los magos hubieran dado con ella.
- De acuerdo, estoy aliviada de escuchar eso- Y lo estaba de verdad, la presencia de Astrid
quizá podría ayudar a mantener el perfil bajo, pero no era posible que ella estuviera en todas
partes todo el tiempo, y había siete niños a los que vigilar además de la bebé. Necesitaba saber
con que más tendría que lidiar. - Pero ambos sabemos que no todos son anuladores.- .Jesse
pateó el concreto con su tacón y no dijo nada. - Jesse- - Yo soy un fluke ¿está bien?- me soltó
con el mismo tono que alguien hubiera dicho - leproso- . - Eso no me dice mucho- - Fluke- era
el término coloquial para referirse a los usuarios mágicos irregulares que podían manipular lo
que los humanos llaman - suerte- . No buena suerte ni mala suerte, sencillamente… suerte.

Un ejemplo famoso, aún entre los normales, es la rara experiencia del escritor francés Èmile
Deschamps. En 1805 le había ganado la última ración de pudín de ciruela un extraño de
nombre Monsieur de Fortgibu, en un restaurante de París. Diez años después, encontró pudín
de ciruelas en el menú de otro establecimiento y trató de ordenar un poco, sólo para
encontrarse con que el mesero le dijo que la última porción acababa de ser servida a un cliente
que resultó ser Fortgibu. Mucho tiempo después, en 1832, le volvieron a ofrecer pudín de
ciruelas en un restaurante a Deschamps que entre risas le dijo a sus amigos que sólo faltaba
Fortgibu para completar el ciclo… un momento más tarde apareció Fortgibu.

Por supuesto, lo que los libros de historia no dicen es que Fortgibu era un - fluke- . Su magia
asociaba ciertas cosas con ciertas personas, lugares o eventos. . Cada vez que él veía a una de
sus primas, por ejemplo, ella estaba vestida de color azul. El aroma a naranja siempre estaba
acompañado de una visita a su librero favorito y si se acercaba a algunos metros de Deschamps
el pudín de ciruelas invariablemente aparecería en la imagen.

La mayoría de los humanos pensaban que eventos como esos eran simples coincidencias. Los
usuarios mágicos, por otra parte especulaban acerca de que ellos, de alguna manera, estaban
unidos a la memoria. Las imágenes de gente o de lugares están almacenadas en los cerebros
de todos y conectadas con una especie de sensores de datos. La flor que la abuela de un
hombre amaba, por ejemplo, podría hacer que él la recordara cada vez que viera una. Siendo
un mago, de Fortgibu sencillamente había llevado ese hecho a un nuevo nivel, su magia
defectuosa aseguraba que cuando la entrada a un recuerdo aparecía, otra entrada hiciera su
aparición también.

Pero no todos los - flukes- tenían magia que se manifestaba de la chiflada pero no
atemorizante forma que se manifestaba la de Fortgibu. Había un hombre que causaba increíbles
marejadas cada vez que se acercaba a cinco millas de la orilla del mar, llegando a tal grado que
le fue prohibido el acceso a la playa. Otro hombre podía causar actividad sísmica, por lo que
tenía restringido el acceso a cualquier lugar por donde pasara una falla activa. Ese grupo de
flukes en particular era tan memorable que habían recibido un nombre sólo para ellos: jinx.
Un Jinx era, básicamente, una Ley de Murphy, - con - accidentes- que eran ocasionados por
poder fuera de control que hacían explosión regularmente. Y a diferencia de las cosas aleatorias
que la mayoría de los flukes causaban, las acciones de los Jinx causaban invariablemente daño.
Hubo un tiempo, unos cientos de años atrás en que ellos eran asesinados tan pronto se les
identificaba por esta misma razón. De verdad, de verdad esperaba que esa no fuera la situación
con la que tendría que lidiar aquí. Y, bueno, no era como si Jesse fuera a admitir que era un
Jinx en caso de que lo fuera.

- ¿Qué tan fuerte eres?- Un Jinx de cualquier tipo era peligroso, pero un Jinx fuerte era un
desastre ambulante. Literalmente. - No soy fuerte- . Me aseguró fervientemente. - ¡No soy para
nada fuerte! Y soy el único peligroso. Los otros son… básicamente inofensivos- - Ajá…-
Ninguno de los chicos, la mayoría de los cuales aparentaban tener más o menos siete u ocho
años parecía una amenaza. Pero, bueno, tampoco Lucy se había visto peligrosa. - Define
‘básicamente inofensivos’- .
- ¡Si vas a echarme sencillamente hazlo!- Dijo Jesse furiosamente - Pero los otros están bien.
Te lo explicaré si tu les permites…- - ¡Yo nunca dije que quisiera que te fueras! Sólo quiero
saber con que voy a tener que lidiar- . Los niños mágicos no se convertían en parias así como
así. Era casi seguro que los chicos tuvieran alguna especie de talento que los convertía en
personan non grata para la comunidad mágica. Aún así, Jesse sólo estaba dispuesto a admitir
que entre ellos había un anulador, un Fluke y una vidente, jurando que los otros cinco sólo eran
- anormales- es decir, la actual denominación para los magos con escasas habilidades. Yo tenía
mis dudas. Los
2 Jinx significa Que trae maldición o que trae mala suerte, opté por dejar el original por las
mismas razones que Fluke. 3 La Ley de Murphy es una forma cómica y mayormente ficticia de
explicar los infortunios en todo tipo de ámbitos que, a grandes rasgos, se basa en el adagio:- Si
algo puede salir mal, saldrá mal- y se puede utilizar en todo tipo de situaciones, desde las de la
vida cotidiana hasta aquellas más importantes.

- Anormales- eran el grueso de los fugitivos mágicos, pero Tami no se había concentrado en
ellos pues no tenían - discapacidades- que pudieran permitirles beneficiarse de la influencia de
una anuladora. Además, tenían la posibilidad de pasar por normales, evadiendo la comunidad
mágica y sus leyes si lo deseaban. Esa no era una opción para gente como Lucy. Pero, con
dudas o sin ellas, no podía forzarlo a decirme la verdad. Y con Astrid cerca, en el mejor de los
casos no sería importante de cualquier manera. Su poder anularía las habilidades de los niños
cualesquiera que fueren, siempre y cuando estuviera cerca de ellos, dándome tiempo para
averiguar que había sucedido con Tami. Decidí cambiar de tema. - ¿Cómo los encontraron los
magos?- Jesse negó con la cabeza. - No lo sé. Sólo irrumpieron una mañana y Tami comenzó a
gritarnos. Astrid trató de drenarlos pero eran demasiados y tenían armas. No tuvo ni
oportunidad.- - Pero escapó- . - Sólo porque ellos no iban tras ella. Se enfocaron en capturar a
Tami. Ni siquiera se fijaron en nosotros mientras la capturaban.- - ¿Porqué?- Jesse jugó
nerviosamente con su camiseta verde chícharo. - Eh, ¿No lo sé? - - Tus palabras hubieran sido
más convincentes sin la entonación de pregunta- Le dije secamente.

Cuando mantuvo tercamente su silencio, suspiré y me di por vencida… por el momento. Cuando
aprendiera a confiar en mí (si es que acaso llegaba a hacerlo) su memoria mejoraría. Cualquier
mentira ahora sólo haría más difícil que él pudiera admitir la verdad después.
- Veré si puedo averiguar que sucedió con Tami- le dije - Conozco a un par de personas que
pueden informarme si el Círculo la tiene- . La expresión en el rostro de Jesse me dejó bien claro
que no creía que lo lograra. Conociendo al Círculo, yo tampoco lo creía.

Nos levantamos para ir a reunirnos con los otros, pero fuimos detenidos en la puerta por un
pequeño desfile. Una línea de pequeños cuerpos de pájaro estaba subiendo desde un enorme
basurero y se arrastraba lentamente al interior. Era obvia la razón por la que habían estado en
la basura: no tenían plumas, ni piel, ni siquiera carne, sólo los frágiles huesos unidos por
cartílago y, aparentemente, aire.
Jesse dijo una palabra que yo hubiera preferido que no conociera a su edad y me vio con
miedo. - Él no lo hace todo el tiempo, sólo cuando el bebé está inquieto o… algo así- . Seguí el
rastro de cadáveres al interior, donde se unieron a muchos otros que estaban haciendo un raro
movimiento en el piso alrededor de Miranda. Finalmente me di cuenta de que se suponía que
era una danza. La bebé estaba moviendo con felicidad una cuchara cubierta de papilla
apuntando hacia ellos mientras un chico asiático de aproximadamente ocho años sonreía con
orgullo.

- ¿Un nigromante?- Le pregunté en voz baja. Jesse raspó con el zapato sobre el ahora lleno
piso. - Olvidé hablarte de él- . - Ajá- . Me pregunté que otras cosas había ‘olvidado’ mencionar.
Le expliqué la situación tan bien como pude a Miranda. - Si, está bien- bufó limpiando una
mancha de papilla de la barbilla de la bebé- - yum yum yum- la bebé balbuceó hacia ella y
Miranda desnudó sus colmillos en lo más cercano que podía a una sonrisa. Me di por vencida.
Hice a Jesse prometer que todos permanecerían fuera de la vista y lo suficientemente cerca de
Astrid para hacer disminuir la posibilidad de que sucedieran accidentes. Después, fui a buscar a
mi socio. Necesitaba quitar algunas cosas de mi lista de cosas para hacer antes de que tuviera
que zambullirme en los libros para buscar.

CAPÍTULO 7

Encontrar a Pritkin no era nada difícil. Él y uno de sus amigos estaban donde habían estado la
mayor parte de la semana: Encerrados en uno de los almacenes de los sótanos del Dante,
estudiando minuciosamente tomos ancestrales. Cuando abrí la puerta, me miró desde arriba de
un enorme volumen con la expresión atrapada de un animal que está siendo cazado. Su
cabello, que habitualmente desafiaba las leyes de la física, colgaba ahora en desanimados
mechones y una mancha roja, cortesía del cuero de las pastas del libro que se estaba
desintegrando, le decoraba la frente y una de las mejillas, tuve la impresión de que la
investigación no era una de sus actividades favoritas, quizá debido a que no podía vencer a los
libros.

- ¿Qué estás haciendo aquí?- me demandó. - El show fue cancelado- . Nick me miró desde el
centro de un anillo de libros, pergaminos e, incongruentemente, una muy moderna laptop.
Aparentaba ser inofensivo, un pelirrojo de lentes con las suficientes pecas como para parecer
estar bronceado, sus manos y pies eran demasiados grandes en comparación con el resto de su
cuerpo y le daban el aspecto de un cachorro de gran danés. Pero el desgarbado joven de hecho
era un mago, y dado que era amigo de Pritkin, seguramente era más peligroso de lo que
aparentaba.

Observó mi conjunto, que se había estancado en una lluviosa y gris tarde, unos cuantos
botones de flores anaranjada atravesaban la tela intermitentemente, como si fueran impulsados
por ráfagas de viento. Su aire era cansado. - ¿Por alguna razón en particular?- - Está lloviendo-
Nick frunció el ceño - Pensé que el show sería en el salón de baile.- - Llueven sapos- . Aclaré.
La pequeña criaturita parecida a una muñeca que estaba agazapada en un grupo de libros
junto al codo de Nick finalmente se molestó en reconocer mi presencia. - ¿Dijiste sapos?- - Si,
bueno, como que los sapos estropearon los planes- .

Nick le dirigió una mirada de soslayo a Pritkin que suspiró. - Ve- . Nick no necesitó que se lo
dijeran dos veces, quizá también estaba cansado de investigar. Su diminuta compañera puso los
ojos en blanco y volvió a ignorarme ostentosamente. La Pixie, de nombre Radella, era una
compañía enviada por el rey de los Fae oscuros. Por - pixie- , quiero referir a una pequeña y
temperamental criatura que haría que incluso Pritkin se viera diplomático. Y por - compañía-
quiero decir espía. Ella estaba aquí para hacer dos cosas: arrastrar a Francoise de vuelta a la
esclavitud y asegurarse de que yo no traicionara el trato que había hecho con su rey. Él quería
el codex también así que decidió que yo era el camino que tenía para conseguirlo. La Pixie no
parecía estar tan segura de ello. Ella no era la única que dudaba, yo había accedido a la
proposición del rey por una gran cantidad de razones. Había estado en su territorio, bajo su
control, así que decir que no probablemente no fuera muy saludable.

Además, necesitaba habitación y refugio en uno de los pocos lugares donde los largos brazos
del Senado no podían llegar, para un amigo, un vampiro de nombre Tomas, y, por último, el Rey
me había prometido ayuda para resolver uno de los más grandes acertijos de mi vida.

Tony siempre había evitado hablarme sobre mis padres, supongo que él había asumido que yo
quizá me molestara un poco si me enteraba que el carro bomba que los había matado había
sido idea suya para permitirle mantener mis talentos todos para él. O quizá simplemente tenía
ganas de ser un desgraciado, a final de cuentas, a él siempre le había gustado combinar
negocios con el placer.

Fue esta misma característica la que lo llevó a decidir que el sólo matar a mi padre no era
suficientemente bueno. Mi padre había sido empleado de Tony, uno de los humanos que
mantenía cerca para manejar sus asuntos durante el día, pero se había rehusado a entregarme
a él cuando se lo ordenó. Y, bueno, nadie le decía al jefe que no nunca y salía impune, así que
Tony le había pagado a un mago para construir una trampa mágica para el espíritu de mi padre,
permitiéndole continuar con la tortura hasta más allá de la tumba.

Yo tenía la esperanza de arrebatar el trofeo de Tony de sus fríos dedos muertos algún día, pero
eso requería primero encontrarlo. Y mi último viaje a Faerie me había demostrado que yo no
era rival para los Fae. Sin la ayuda del rey oscuro, nunca llegaría cerca del escondite que Tony
se había encontrado. Por alguna razón, el Rey quería el Codex tanto como yo, un hecho que me
preocupaba un poco cuando me permitía pensar en ello. - ¿Qué te pasó en el cuello?- me
demandó Pritkin.

Mi mano voló a la mascada que había anudado en torno a mi cuello para ocultar las marcas de
punciones. Una de las esquinas de la gasa que había puesto sobre la herida se asomaba por
encima del chiffon, esperaba que Pritkin no se hubiera dado cuenta por lo que le dije: - Me
corté mientras me rasuraba- - Muy graciosa. ¿Qué te pasó?- Dudé, tratando de pensar en una
buena mentira y Pritkin bufó, suspiré. - Mircea fue lo que me sucedió.- - ¿Dónde está?- Pritkin
casi se había puesto de pie antes de que yo pudiera negar con la cabeza. - Cálmate, fui yo la
que acudí a él, no al revés- . - ¿Tu fuiste a él? ¡¿Porqué?!- Mis dedos comenzaron a dibujar
patrones en el polvo que cubría la portada de un libro cercano. La piel debajo de la tierra era
vieja y delicada y parecía vagamente de reptil. Alejé mi mano y resistí el impulso de limpiarla en
mi falta.

- Me desplacé accidentalmente- . - ¿Cómo pudiste desplazarte accidentalmente…?- - ¡Porque


se está poniendo cada vez peor!- Traté de leer sus notas garabateadas, pero estaban en algún
lenguaje que no conocía. - ¿Has tenido suerte?- - No… Te dije que esto podía llevar algo de
tiempo- añadió al ver mi expresión. - ¿Y que se supone que yo haga mientras tanto? Estoy
harta de hacer de mesera y todos los demás trabajos que Casanova me pone. ¡Algunos días
siento que me estoy volviendo loca!- - ¿Apenas te estás volviendo?- murmuró la Pixie. Pritkin
observaba los libros como si recién acabaran de insultar a su madre, finalmente sacó uno
enorme del fondo del montón. - No estás en peligro inminente siempre y cuando no tengas más
- accidentes- que involucren a Mircea- . - ¿Y que hay de él?- le pregunté, - Se está poniendo
cada vez peor- . - Es un maestro vampiro, puede con ello.-

En lugar de replicarle, me estiré a lo largo de la mesa para quitarle la tapa a un pequeño tarro
blanco que estaba cerca del codo de Pritkin y miré dentro. La pulgada de líquido que contenía
era ligeramente verde y tenía una delicada esencia floral. Crisantemo supuse, levanté los ojos
para verlo mirarme enojado. - ¿Crees que no sé que fuiste tu?-

Yo le había pedido a Miranda que reemplazara el jarabe negro que él llamaba café con algo más
orgánico dos días atrás, después de que en un subidón de cafeína, casi me arranca la cabeza.
Estaba casi segura de que estaba haciendo trampa, pero no se lo dije.

Honestamente pensaba que él no podría sobrevivir sin su dosis diaria de cafeína, o, para ser
más exactos, no creía que nadie estuviera a salvo si él no la obtenía. - Tu eres el mejor
argumento que podría encontrar para el café descafeinado- le dije - y siendo honesto, ¿no
crees que es raro que comas solamente tofu y germinados pero que te tomes doce tazas de
café cada día…?- - Mi record son sólo seis- . - Además, pensaba que a los ingleses les gustaba
el té. Pero si no te gusta el té, quizá el agua sea una buena opción…- Alejó la taza de él. -
¡Necesito la cafeína!-

Le eché un vistazo y decidí que quizá tenía razón. Era probable que se hubiera duchado
recientemente, pero no lo había hecho bien. Sus ojos estaban rojos y cuando movía su cabeza
a la derecha, la luz mostraba una ligera sombra de barba rubia-rojiza sobre sus mejillas y
barbilla, esto, añadido a unos jeans y una camiseta que parecía haber usado para dormir y su
look era decididamente áspero, incluso para él. - Necesitas dormir un poco- me escuché
decirle. - Te ves realmente mal- - ¿Y quien se encargará de las cosas si lo hago?- - Nick y yo-
Pritkin me miró burlonamente y yo resoplé. - Puede que no sea una investigadora entrenada,
pero tiene que haber algo que pueda hacer- . - Si lo hay, ¡Puedes ir a conseguirme un maldito
café!-

Me convencí de que aventarle algo a la cabeza, por más que se lo mereciera, no sería de
ninguna utilidad. Además, probablemente él no esquivaría de cualquier manera. - Los vampiros
escucharon el rumor de que los magos oscuros pueden tener el Codex- . - ¡Que útiles! ¿Eso te
lo dijo Mircea antes o después de que casi te desangrara?- - Rafe me lo dijo- . - Es genial saber
que sigues en contacto con tu familia- . - ¿Cuál es tu problema?- Pritkin me ignoró. - ¿Supongo
que Rafe no te dio también el domicilio?- - No, pero tu debes tener una idea…- - Los magos
oscuros nunca se quedan por mucho tiempo en el mismo lugar, ¡Si fuera tan fácil encontrarlos
ya los hubiéramos destruido para este momento!- - Tiene que haber algunos rumores- -
Siempre los hay, y para el momento en que el Cuerpo los escucha y envía a un equipo a seguir
las pistas, los oscuros desaparecieron largo tiempo atrás… y por lo general nos han dejado una
desagradable sorpresa.-

El Cuerpo, era el término oficial para los Magos de Guerra, el cuerpo armado del círculo de
Plata, que tendían a ser más fanáticos sobre su oficio que los policías humanos. Ellos, de hecho,
tenían licencia para matar y creían en utilizarla. La verdad es que no quería tener que ver con
un grupo que hacía quedar mal a los magos de guerra regularmente, pero, si ellos tenían el
Codex, yo no tenía mucha opción.

- No los vas a encontrar en viejos y polvorientos libros- Le dije. - Además ¿Qué es lo que estás
buscando aquí?- La pixie cambió de hoja en uno de los volúmenes más grandes, tenía que
pararse en el libro y usar ambas manos para hacerlo. - Te lo explicaríamos- me dijo - pero
requeriríamos palabras de más de una sílaba para hacerlo- . - Estamos tratando de encontrar
otra solución para tu geis- dijo Pritkin. - ¿Haciendo que?- - Estamos intentando crear un
hechizo que lo rompa- Ni siquiera me veía mientras hablaba porque ya había empezado a
buscar en otro viejísimo libro.

Me recordé encarecidamente que Pritkin era un amigo, era difícil verlo así pues estaba
constantemente frustrada por el hecho de que no me estaba permitido asesinarlo. - Ya sabemos
donde podemos encontrar el contra hechizo para el geis. ¡Está en el Codex!- - No sé si lo
recuerdes, pero tu geis está duplicado- . Dijo cortantemente Pritkin. - Entonces aplicaremos el
hechizo doble- .

- La magia no funciona así. ¿Recuerdas que sucedió cuando fuiste hacia atrás en el tiempo y
conociste a un Mircea que aún no tenía el geis?- - Brincó de mí hacia él- dije
impacientemente. Pritkin no necesitaba preguntármelo tomando en cuenta que él había estado
ahí en ese momento.

- Duplicando el hechizo y cerrando el circuito que ahora tienen- - Sí, pero con el contra
hechizo…- - ¡Actúas como si fueran dos hechizos diferentes cuando eso es totalmente
improbable!- Me espetó Pritkin. - No lo entiendo- . Me mantuve calmada porque rara vez
lograba que él me hablara de estos temas y yo necesitaba respuestas. - El geis está diseñado
para ser adaptable. Esa es su mayor fuerza, pero su adaptabilidad también lo vuelve demasiado
inestable para la mayoría de los usos. A menudo cambiaba del hechizo original a uno nuevo con
el paso del tiempo, adaptándose a las necesidades que se fueran presentando o a lo que él
percibía como una necesidad de quien lo imponía.- - Suenas como si el geis pudiera pensar- -
Puede hacerlo de la misma manera que un programa de computadora muy sofisticado que se
adapta a nuevas órdenes.- - ¿Cómo cuales?-

Los ojos verdes de Pritkin se fijaron con frialdad en los míos. - El hechizo mismo es lógico, en lo
que su diseñador falló es en tomar en consideración que la mayoría de la gente no es lógica, a
menudo están confundidos acerca de qué es lo que exactamente quieren en realidad, y el
hechizo no hace diferencia entre deseos inconscientes, pensamientos ocultos y deseos
reconocidos- .

- ¿Qué estás diciendo? ¡¿Qué estoy atrapada en el geis porque deseo estarlo?!- - No ahora,
quizá, pero…- - ¡No deseo que Mircea muera!- - Sí, lo sé, pero ese no era el propósito del
hechizo ¿o si? Fue diseñado para unir a dos personas- . Me quedé viéndolo horrorizada, ¿Era
esa la razón por la que el hechizo había saltado de mí a Mircea en el pasado, porque yo
secretamente deseaba que lo hiciera? ¿Acaso si yo me hubiera sentido menos atraída hacia él o
si hubiera estado más en control de mis emociones podría haber evitado todo esto? - Además,
ha estado sin supervisión por más de un siglo e indudablemente ha estado creciendo y
cambiando todo ese tiempo.- Continuó implacablemente Pritkin - Lo más seguro es que estés
buscando el contra hechizo para un hechizo que ya ni siquiera existe- .

Lo observé sintiendo como el pánico me atenazaba la garganta con su oscura mordida. El haber
estado bajo el yugo de Tony por la mayor parte de mi vida me había enseñado a no tratar de
controlar lo que me rodeaba, en lugar de eso, controlaba lo único que podía: a mí misma. La
idea de no tener esa última y diminuta libertad hizo que el pánico en mí creciera en niveles que
ni siquiera sabía que podían existir.

- Estás diciendo que el contra hechizo no funcionará- . - Cambiaste los parámetros del geis
cuando lo duplicaste- . Me repitió Pritkin. - Puede ser que se haya convertido en algo con lo que
el contra hechizo no esté diseñado para lidiar. Y de ser así, encontrar el Codex no te servirá de
nada- .

No le repliqué por un largo momento, me limité a quedarme observando sus claros ojos verdes
que se unieron a los míos sin parpadear. Lo que estaba diciendo sonaba aterradoramente
plausible, pero ¿Cómo podía estar segura de que él estaba diciendo la verdad? ¿Cómo podía
tener la certeza de que este no era solamente un intento de persuadirme para que dejara de
buscar algo que él no quería que yo encontrara en primer lugar? Era difícil creerle cuando había
otra persona con autoridad sobre mí diciéndome lo contrario, asegurándome que el Codex
arreglaría todo y obligándome a encontrarlo como mi primera asignación oficial. - ¿No le servirá
de nada?- La pixie flotó frente a mí, si pequeña carita se había puesto lívida. - Les servirá para
evitar que mi rey las asesine- .

Una imagen del lirón de Alicia en el País de las maravillas de pronto me pasó por la mente. Me
quedé viendo la tetera largo rato, preguntándome si ella cabría ahí, quizá si la empujara… - No
he olvidado nuestro trato- le dije tranquilamente. - Y no respondo bien a las amenazas- . - ¡No
te estoy amenazando! ¡Tú hiciste un trato con él humana. No quieres averiguar que te hará si
rompes tu compromiso!-

Miré a Pritkin que había permanecido extrañamente callado, sólo para ver que él había vuelto a
su investigación. Aparentemente, el pensamiento de mi posible muerte a manos de los Fae no
eran suficientes para mantener su atención, estrellé una mano contra la mesa sólo por verlo
brincar. - ¡La Cónsul ya ha consultado a toda autoridad mágica posible, tratando de encontrar
una manera de salirnos de esta cosa! ¿Porqué crees que tu tendrás más suerte?- - Porque
tengo que hacerlo- . - ¡Esa no es una respuesta!- se limitó a mirarme. - ¡Maldita sea Pritkin,
soy la Pithya ahora! ¡No puedo hacer bien mi trabajo si tu sigues decidiendo que necesito y que
no necesito saber!- - ¡Si eres la Pythia, empieza a actuar como tal!- - ¡Eso trato, y no creo que
el serlo involucre el esperar a que el destino me golpeé en el trasero nuevamente! ¡Quiero
hacer algo!-

El enorme volumen en el que había estado trabajando de pronto se levantó y se estrelló contra
la puerta, dejando una enorme y polvorosa mancha azul donde había golpeado. Antes de que
pudiera comentar sobre lo útiles que eran los gestos infantiles en este momento, la puerta se
abrió y una cabeza pelirroja se asomó. Nick parecía pensar que quizá estaría más seguro lejos
de nosotros.

Con precaución entró en la habitación, empujando un carrito de servicio y bordeando el


desmadejado libro. - Ha dejado de llover, pero debe haber por lo menos un par de cientos de
sapos- Casi había admiración en su voz. - ¿Qué lo causó?- demandó Pritkin. - Augustine cree
que uno de sus competidores quiere aguarle el desfile.- Sonreí ante el juego de palabras, pero
Pritkin sólo pareció ponerse más severo. - Habrá más eventos como este con el Cuerpo
ocupado en la guerra.- - ¿Qué clase de eventos?- Pregunté. - Magos con venganzas privadas
decididos a tomarse la justicia en sus propias manos- . Explicó Nick. - El Cuerpo no puede
luchar en la guerra y cuidar a cada mago con problemas, y ellos lo saben- terminó Pritkin
amargamente. - ¿Y que es todo esto?-

- El almuerzo, me encontré a una mesera que venía hacia acá con el carrito- . Nick comenzó a
revisar los sándwiches, la fruta y las galletas. - ¿Te apetece algo Cassie? Hay muchas cosas
aquí.- - No tengo mucha hambre- - Ella comerá- . Dijo Pritkin bruscamente. - He dicho…- - El
que te dejes morir de hambre dañaría mi reputación profesional.- - Comí demasiado- - Ese
daño no ocurriría, por otra parte, si yo te estrangulara llevado por una comprensible irritación
contra ti.- - Comeré un sándwich- . Le dije a Nick. - Que no sea de carne- .

Me dio un sándwich de ensalada de huevo de buena apariencia que acompañó con una cajita
de jugo de manzana. Lo miré pensativamente, a diferencia de su amigo, él seguía estando en
buenos términos con el Círculo, quizá pudiera averiguar sobre Tami para mí, asumiendo que
fuera el Círculo de Plata quien la tenía. Por otra parte, no conocía su opinión en el asunto de los
discapacitados mágicos. Quizá los viera con la misma actitud de vergüenza- falta de interés que
todos los demás parecían mostrar hacia ellos, y no pensara que ella valía el hacer unas cuantas
preguntas. Pero no estaba de más aventurarse… - Dado que ella te dio asilo hace siete años,
asumo que no es una adolescente, ¿verdad?- . Me preguntó después de que le esbocé el
problema. - Estaba entre los 28 y los 29 años cuando la conocí, por lo que debe tener entre 35
y 36 años ahora. ¿Porqué?- - Porque entonces es demasiado vieja para los Cosechadores- .
Dijo Nick con la boca llena de lo que yo esperaba que fuera pollo. - No desperdiciarían su
tiempo con ella, especialmente si ella, para empezar, no era muy fuerte.

Pritkin notó mi expresión. - Él está hablando de las personas que hacen las bombas de vacío- .
Nick asintió. - Eso es…- - Sé que son las bombas de vacío- . Dije bruscamente. Las bombas
eran muy caras pues concentraban los efectos que solían tener los poderes de los anuladores,
parando toda la actividad mágica en un área determinada por un periodo de tiempo… entre esa
actividad mágica estaba incluida la mía. Me había enterado sobre ellas recientemente, pues
Tami nunca me había hablado sobre ellas, lo cual no era demasiado sorprendente, considerando
que el proceso para hacer una bomba involucraba el drenar la fuerza vital del anulador, lo que,
obviamente, resultaba en su muerte. - No te preocupes- dijo Nick poniendo mostaza en otro
bocadillo. - Como la mayoría de los magos, los anuladores llegan a su máximo poder cuando
alcanzan la pubertad, volviéndose tan fuertes como pueden ser. Los cosechadores gustan de
tomarlos tan pronto como es posible, para maximizar el monto de fuerza vital que tienen para
ofrecer. Tu amiga no sería de interés para ellos- .
- Entonces ¿Porqué la querría el Sículo?-

Arrugó el ceño. - Eso es algo que no entiendo, a menos que ella tuviera conocimiento de alguna
información importante de cualquier tipo.- Negué con la cabeza. - Tami no sabe nada que sea
de importancia para ellos.- - Pero conoce a alguien- Señaló Pritkin y suspiró ante mi mirada
asesina. - El Círculo no sabe donde estás… el hecho de que hayan estado dispuestos a ponerle
un precio a tu cabeza dice mucho. Quizá están intentando obligarte a ir a ellos.- - ¿Crees que
la secuestraron por mi causa?- El sándwich, que de cualquier manera no era muy bueno, dejó
de tener sabor.

- Es posible- Estuvo de acuerdo Nick. - La mitad del Consejo estaba presente cuando tu hiciste
tu aparición, rechazaste a la Cónsul, sedujiste a Mircea y te llevaste a Tomas bajo sus narices- .

- ¡No fue así como sucedieron las cosas!- dije horrorizada. Y era cierto, la Cónsul había estado
en plena tortura de mi amigo cuando yo hice un desesperado intento de rescatarlo. Había
funcionado, un hecho que aún me asombraba, pero por un momento, yo también había estado
en serios problemas… por no mencionar que también estuve aterrorizada.

Nick arrugó el ceño. - Bueno, esa es la historia que se ha estado contando sobre eso- .
- Si están intentando persuadirte de intentar otro estúpido y temerario rescate, tenían que
encontrar a alguien que tú consideraras digno del esfuerzo- . Señaló Pritkin. - Pero Tomas sigue
en Faerie, quedando, por lo tanto, fuera de su alcance. Tus padres, según sé, están muertos y
tus amigos de la infancia son vampiros y están bajo la protección del Senado- . Pensó por un
momento. - En cuanto a los fantasmas. Bueno, ni siquiera el Círculo puede dañar a los muertos-
.

Por un momento me quedé simplemente ahí, parpadeando estúpidamente. ¿Qué decía de mi


vida el que ni siquiera mis enemigos la tuvieran sencilla para encontrar a alguien allegado a
mí?. No había visto a Tami en siete años. ¿Realmente había pasado tanto tiempo desde que yo
había tenido un amigo lo suficientemente vulnerable como para fungir como un rehén del
destino? Supongo que si, a excepción de Tomas. Y ese no era un pensamiento tranquilizante
para nada. Podía recordar vívidamente el doloroso vuelco en mi estómago cuando comprendí
porque lo habían condenado a tan horrible y degradante muerte. Quizá se debiera a que de
pronto estaba experimentándolo todo otra vez.

El Senado había tenido muchas razones para querer la muerte de Tomas, pero la ejecución se
había convertido en un espectáculo público principalmente porque ellos esperaban que yo fuera
tras él. Y lo había hecho, apareciendo justo en el medio de un salón lleno con sus aliados del
Círculo de Plata, que aparentemente habían estado prestando toda la atención a la lección.
¿Habían empezado inmediatamente a buscar un reemplazo para Tomas? ¿Había yo condenado
a Tami en el momento mismo en que lo había liberado?- ¿Puedes averiguar si el Círculo la
tiene?- Le pregunté a Nick. - Puedo intentarlo- dijo lentamente, aparentemente se había dado
cuenta apenas de que este podía ser un tema escabroso. - Pero si ellos quisieran que fueras por
ella, seguramente publicitarían el hecho de que son ellos quienes la tienen- . - No
necesariamente- . - Pero…- - Cualquiera que haya sido la información que ellos publicaron
sobre Tomas, yo no la recibí. Sólo me enteré de su cautiverio por coincidencia, después de que
ya ejecución ya había comenzado- .

Él había estado vivo para entonces sólo porque era un vampiro y no era fácil de matar. Tami no
tenía esa ventaja. - Si las cosas fueran así- dijo Nick seriamente, - El Consejo ha tenido una
cercana experiencia de lo que son los poderes que la Pithya es capaz de ejercer. No es probable
que se olviden de ellos, lo que haría cualquier intento de recatarla extremadamente….- - No
vas a ir a rescatarla.- Ese, por supuesto, era Pritkin. - Claro que no lo haré si no tengo una idea
de donde está ella- estuve de acuerdo. Cuando había ido tras Tomas, el Senado había
explotado una bomba de vacío para impedirme desplazarme, tomarlo y desplazarme fuera de la
habitación. Era casi seguro que el Círculo era poseedor de su propio arsenal de cosas horribles,
esperando para asegurarse de que cualquier intento que yo hiciera terminara conmigo siendo la
que necesitara ser rescatada. Si yo iba a hacer esto, necesitaba un plan, y para formar un plan
necesitaba saber donde estaba Tami.

- Haré lo que pueda- prometió Nick. - Pero volviendo al tema del Codex, sigo creyendo que
deberíamos consultarlo con Saleh.- - ¿Quién es Saleh?- Pregunté tratando de mantener la
desesperación fuera de mi voz. - ¡Es demasiado arriesgado!- La mirada que Pritkin le digirió a
Nick hubiera podido derretir el vidrio. - Soy la Pithya- le recordé. - Para mí respirar es riesgoso.-
- Saleh trafica con información: Información esotérica, difícil de conseguir e invaluable. - Me
informó Nick sin tomar en cuenta el rostro de Pritkin que se enrojecía cada vez más. - El
problema es el precio- . - Puedo conseguir el dinero- dije pensando en Billy, las ruletas del
casino y las grandes sumas que se podían ganar. - Él no negocia en dinero- dijo Pritkin
interrumpiendo lo que fuera que Nick estuviera a punto de decir. - Sólo negocia en favores y tú
no quieres arriesgarte a deberle algo- . - Yo decidiré eso- - Podríamos, por lo menos, hablar
con él- . Nick ofreció conciliadoramente.

Yo esperaba que su actitud pacífica calmara a su amigo pero no fue así. - Si él sabe algo, lo
conseguiré.- Dijo la pixie empuñando su pequeña espada, el cuadro quizá hubiera sido cómico,
pero yo había sido testigo de lo que la pequeña cosa era capaz. Nick negó con la cabeza. - Si lo
hacemos enojar, él nunca nos dirá nada- . - Mientras menos seamos los que contactemos con
él, mejor- añadí. - La mayoría de las personas no gustan de hablar frente a una multitud.-
Especialmente si uno de los miembros de esa multitud está blandiendo una espada en su
cara- .

Pritkin parecía estar a punto de explotar. - ¿No escuchaste nada de lo que dije? El Codex es
prácticamente inútil para nuestros propósitos. ¡Y yo no te voy a llevar cerca de ese pedazo de
basura!- - No tienes que llevarme a ninguna parte- le dije impaciente. - Yo me llevaré a mi
misma.- - No irás.- Su tono no admitía réplicas. - Ya conozco su nombre- señalé. - ’ ¿Qué tan
difícil puede ser para Billy localizarlo?- - ¿Tienes siquiera una idea de lo que él puede pedirte?
Él tratará de engañarte…- - Entonces sería bueno que fuéramos todos juntos para asegurarnos
de que eso no suceda- Dijo pacíficamente Nick. Levantó una ceja rojiza hacia mí. - Si es que tu
permites que te acompañemos- .

Miré el rostro de Pritkin que ya estaba bordeando el púrpura y suspiré. Mientras no consiguiera
un poco de entrenamiento en defensa persona, un guardaespaldas o dos eran básicamente una
necesidad. Además, no estaba segura de que como deshacerme de él. Dije que estaba de
acuerdo, aún sabiendo que probablemente me arrepentiría. Por supuesto, estaba en lo correcto.

CAPÍTULO 8

La habitación podría haber sido elegante de no ser por toda la sangre. Los elegantes interiores
color crema y oro chocaban con la panorámica de - Las Vegas Strip- , pero la vista era menos
un problema para la decoración que las líneas cafés que corrían por el papel tapiz y se
coagulaban en la bonita alfombra esponjosa. No había ningún cuerpo a la vista, pero no había
necesidad de verlo, nadie podría perder tanta sangre y seguir vivo, ni siquiera alguien que no
fuera completamente humano.
Mi vestido había cambiado a un fantasmagórico crepúsculo, con negras ramas enroscadas
interponiéndose ante la luna como dedos cadavéricos. Era endemoniadamente aterrador y
encajaba perfectamente con mi estado de ánimo. Miré de soslayo por largo rato al vestíbulo,
pero no podía dar la vuelta y salir huyendo aún y cuando esta era mí idea. La única cosa
positiva es que me las había arreglado para dejar a la Pixie atrás, me preguntaba si ya se las
había ingeniado para escapar del archivero.

Con reluctancia, seguí a Pritkin a través de la destrozada sala mientras Nick se quedaba atrás
para vigilar. Nos movimos con cautela a través de un pasillo, tratando de evitar las peores
manchas de sangre. No era fácil, para cuando finalmente llegamos yo estaba convencida de
que la víctima se había llevado por lo menos a unos cuantos de sus atacantes con él. Ningún
cadáver podría haber sangrado de tal manera.

La puerta al final del pasillo estaba atorada con el cadáver que yacía a través de ella, o para ser
más exactos, con la mitad de un cadáver pues la mitad superior estaba alejada un medio metro
de su parte interior y yo no lograba ver el brazo derecho por ningún lugar. Por supuesto, no lo
estaba buscando con mucho empeño.

Con cuidado pasé sobre lo que quedaba del cuerpo e inmediatamente me encontré con el brazo
perdido, estaba fijado a la pared tras la puerta por medio de una enorme hacha que lo había
cercenado en el hombro. El brazo colgaba de los remanentes de una manga que una vez había
sido azul pero que en ese momento era un asqueroso desorden púrpura. Tragando con
dificultad miré alrededor con el sudor formándose en mi labio superior. El aire acondicionado no
estaba encendido, y a pesar de una ocasional brisa que entraba por la ventana entreabierta,
debían hacer unos 40 grados en el apartamento, pero esa no era la razón por la que yo estaba
transpirando.

Los rayos del sol de media tarde parecían más espesos de lo normal, siendo captados por el
polvo y por lo que pronto identifiqué como un par de cientos de moscas que revoloteaban sobre
lo que a simple vista parecía ser una masa informe de partes corporales que se amontonaban
sobre una cama king size pero que finalmente identifiqué como el cuerpo de un hombre. Para
decirlo educadamente, el cadáver no estaba fresco, yo podía no ser una experta pero dudaba
que una persona recientemente muerta pareciera un globo de carne a punto de explotar con
gases fétidos y putrefactos. La visión era lo suficientemente asquerosa como para mantenerme
unos instantes distraída del hecho de que tenía la piel del color de las mentas que te dan
después de cenar, un color azul verdoso opaco.

- Un Djinn- dijo cortantemente Pritkin antes de que pudiera preguntar. - ¿Puedes verlo?- Lo vi
con incredulidad. - Bueno, es un poco difícil de perdérselo- - ¡El espíritu!- Negué con la
cabeza, si había un fantasma en las inmediaciones se estaba manteniendo realmente quieto, o
quizá se había desmayado debido al olor o lo que fuera que se estaba escapando de un tajo en
el costado del djinn. Por lo menos las moscas parecían disfrutarlo, por lo menos un ciento de
ellas se habían congregado ahí y trabajaban como una enorme mancha negra.

Tuve arcadas y comencé a respirar por la boca pero no me ayudó. - Cuidado Cass… te vez casi
tan verde como él- me dijo Billy. - Dile al mago que el único fantasma que hay por aquí soy yo
y vámonos de aquí, este lugar me da escalofríos- Tragué trabajosamente. - ¿Sientes algo?- Si
alguien podía rastrear a un fantasma fuera de sí ese era Billy. - No, pero voy a checar, sólo para
estar seguros. Algunas veces los nuevos se esconden.- Él no solía ser así de generoso
habitualmente así que estuve segura de que me veía verdaderamente mal. - Gracias- , comencé
a retroceder hacia la puerta, deseando obtener un poco de aire con un aroma un poco más
agradable en comparación, bueno, eso asumiendo que lograra encontrar una ventana abierta
en la sala, pero Nick se interpuso en mi camino.
No lo había visto entrar y me sobresaltó, grité y retrocedí con tal fuerza que hubiera caído si
Pritkin no me hubiera atrapado. - Dudo que esté aquí- dijo bruscamente ayudándome a
ponerme de pie. - Aún si parte de él hubiera sobrevivido, seguramente habría ido tras el
asesino- . - ¿Qué daño podría causarle un fantasma a alguien?- se mofó Nick. Pritkin y yo
intercambiamos una mirada, él había sido testigo de primera mano de la calidad del daño que
podía causar un par de fantasmas enojados. Pero no lo mencionó.

- Voy a checar el resto del apartamento- dijo en lugar de eso y se fue. - Él puede ser el mejor
cazador de demonios del Cuerpo- dijo Nick mirando a su amigo con el ceño fruncido, - Pero
puedo apostar que tú sabes más sobre fantasmas. Saleh pudo dejar uno ¿no es verdad?- Él me
miró a mí y al cuerpo como interrogándonos, pero el cadáver no respondió, lo que no fue
ninguna sorpresa, tomando en cuenta que él no tenía ya una cabeza. - No lo sé- .

Nunca antes había conocido a un djinn, pero supuse que eran gobernados por las mismas leyes
que regían a las otras criaturas mágicas no humanas: ninguno de ellos dejaba fantasmas. Por
supuesto la verdad es que la mayor parte de las personas tampoco dejaba fantasmas, es una
condición realmente rara para ser precisos, así que, cualquier información que él se hubiera
llevado al más allá era muy probable que se quedara en el más allá, pero no me sentía con
muchos ánimos de dar explicaciones largas en ese momento.

- Billy fue a dar un vistazo por ahí. Si queda algo de él, Billy lo encontrará.- - ¿Si queda algo de
él? ¡Él es un fantasma o no lo es y punto!- Nick parecía un poco estresado, una vena le latía
insistentemente por encima del ojo derecho. La verdad es que yo pensaba que él tenía el tipo
de alguien que se siente a gusto con trabajo de oficina, quizá el trabajo de campo no se le daba
bien tampoco. - No es tan simple- le expliqué. - No todos los fantasmas son permanentes,
algunos espíritus se ligan a sus cuerpos o el entorno por un tiempo antes de aceptar los hechos
y seguir adelante- . - ¿Por cuánto tiempo?- - Unas cuantas horas, quizá unos cuantos días,
pero no más de una semana, a menos que estén planeando quedarse por aquí para el recorrido
largo- .

Tomando en cuenta las condiciones del cuerpo, él no puede tener más de cuatro días de
muerto. De acuerdo a tus cálculos, su espíritu puede aún estar aquí- . - Quizá, pero no puedo
percibirlo- . - Inténtalo con más ahínco- . Me urgió Nick. - Él ya no está en la posición de
solicitarnos nada. Si lo contactas, quizá esté dispuesto a contarnos algo- - Si él sigue aquí, Billy
lo encontrará, si ya no está aquí….- Suspiré - yo no hago nada para atraer fantasmas así que
no puedo ‘intentarlo con más ahínco’, ellos sencillamente se presentan cuando yo estoy cerca- .
- No podemos quedarnos mucho tiempo- dijo Nick suavemente, pero había una nota de
advertencia en su voz que no me gustó, de pronto me pregunté porqué el lugar no estaba
pululando de magos de guerra.

Era su trabajo investigar asesinatos en la comunidad sobrenatural, y parecía haber suficientes


cuerpos como para mantenerlos ocupados por un buen rato, recién había visto un cuerpo
saliendo de detrás de la cama, no me había preocupado en saber si estaba unido a algo más. -
¿Cuánto falta para que alguien más llegue?- Pregunté inquieta. Pritkin y sus compañeros
magos no estaban exactamente en buenos términos y prefería perderme la reunión entre ellos.
- No hay forma de saberlo, pero Saleh estaba bajo interdicto del Consejo- .

Nick vio mi expresión. - Es como libertad condicional- explicó. - Y cuando no se presente para
su reunión semanal, enviarán a alguien para verificarlo.- - Maldición- . Me precipité a la salida
pero Nick me agarró. - ¿Qué pasaría si tocaras el cadáver? ¿No provocaría eso una conexión
más fuerte?- Lo miré con horror. - ¡No voy a tocar esa cosa!- La sola idea me puso la piel de
gallina. - ¿Qué tal si tocas algo que le perteneciera entonces?-
Antes de que pudiera detenerlo, Nick había cruzado el cuarto y comenzado a tirar de la camisa
del muerto, pensé que intentaba arrancar un pedazo de la tela para dármelo, pero la carne
muerta se despegó junto con la ropa, desconchándose del hueso como la carne de pescado
bien cocida, la camisa quedó abierta donde la agarró, dándome un vistazo de un estómago que
se movía por sí mismo, cuando me di cuenta de que estaba viendo gusanos rebosando debajo
de la piel, me atraganté y casi me desmayé. - Eso es todo, he tenido suficiente- Me precipité a
la puerta y choqué contra Pritkin que venía por el pasillo. - ¿Dónde hay un baño?- - Bajando
por el pasillo, dos puertas a la derecha. No hay nadie ahí-

Por un segundo, no tuve idea de a que se refería, sólo éramos tres los que habíamos venido en
esta loca aventura para interrogar a un hombre muerto… a menos que contaras a Billy, y él no
tendría que utilizar las instalaciones por un largo tiempo. Entonces me di cuenta de que él
estaba implicando que el baño estaba libre de cadáveres, me hice una imagen mental de un
hinchado cuerpo tras de mí, ahorcado y meciéndose.

Al vestido parecía gustarle el baño más que la habitación que hacía las veces de morgue. En el
espejo pude ver el reflejo de un pálido y trémulo color rosa, como el del cielo justo antes de la
aurora. Pero, aunque estuve arrodillada frente al retrete por un largo minuto tratando de
contener el almuerzo en mi interior, el sol nunca salió, no podía culparlo. Acababa de terminar
de lavarme las manos y la cara, tratando de quitarme de ellas lo que se sentía como una
película grasosa cuando una fina bruma brotó del drenaje en un brillo plateado y frío. Se
convirtió en una cara que flotaba frente al espejo como un espejismo hecho de humo. Era vago
e indistinto, no casi sólido como solía ver a los fantasmas, parpadee pero no se fue. - ¿Es
seguro?- preguntó con voz trémula. - ¿Eh?- dije estúpidamente. En realidad no había una
respuesta correcta. En unas cuantas ocasiones en el pasado, muy memorables por cierto, me
había encontrado con espíritus que no estaban conscientes aún de que habían muerto. Y
ninguno de ellos había apreciado que los hicieran conscientes de ello.

Los brumosos ojos comenzaron a moverse por el baño, se separaron del resto de la cabeza
para salir flotando, rebotando en las cosas, uno de ellos se deslizó bajo la puerta y yo me
estremecí, demasiado consciente de lo que estaba por venir. Unos cuantos segundos después,
la boca se abrió con sorpresa pero no salieron palabras de ella. - Sé que es malo- balbucee, -
pero irás a un mejor lugar- . La silenciosa cabeza se volvió en mi dirección. - Soy un demonio-
gruñó - así que no lo creo.-

De acuerdo, en eso tenía razón. , el otro ojo regresó de asomarse por la ventana y se estableció
en medio de su frente dándole una rara imagen de cíclope, que, dadas las circunstancias, no
creí que fuera necesario señalar. - ¿Quién hizo esto?- - ¿No lo sabes? Le pregunté sorprendida.
- ¡Estaba dormido!- dijo sonando indignado. . - Escuché que alguien entró, intenté salir de la
cama y entonces las luces se apagaron- permanentemente pensé pero no lo dije. El ojo se
enfocó en mi rostro, viéndome realmente por primera vez. - ¿Y quien demonios eres tú?- - Sólo
estoy de visita- dije dirigiéndome a la puerta. - No tan rápido- El rostro apareció nuevamente
en mi camino. El vagante ojo se reunió con el otro, y hubo algunos empujones mientras
luchaban entre ellos por el espacio en la frente.

Cuando finalmente se asentaron, me miró acusador. - ¡Puedes verme!- - Soy una clarividente- .
- Genial, entonces dime quien hizo esto. ¡Alguien tiene que pagar!- Tuve una repentina idea. -
Quizá podamos llegar a un acuerdo- Le ofrecí. - ¿Qué necesitas?- - Necesito saber sobre el
Codex- dije débilmente. ¿Cuál de ellos?- demandó entrando en modo comerciante. - ¿Hay más
de uno?- - Un codex es una compilación de conocimiento nena. ¿De cual de ellos estamos
hablando aquí? Tragué. - Del Codex Merlin, pero del volumen perdido- . Su mirada se agudizó. -
¿Cuál dijiste que era tu nombre?- . - No te lo dije. ¿Sabes algo?- - Posiblemente-
Suspiré. - Soy Cassie Palmer- . Admití y los fantasmales ojos brillaron visiblemente. - Está bien
entonces- . La voz de Saleh se hizo rápida y enérgica. - El Codex se perdió hace siglos, pero ese
no es el problema principal. Aún cuando lo pudieras encontrar no serías capaz de leerlo.- -
¿Está en código?- - Mejor aún. Los códigos pueden ser desencriptados tarde o temprano sin
importar que tan buenos sean. Él era un poco más creativo que eso.- - ¿Él? Quieres decir
¿realmente existió un Merlín?- - No, lo llaman el Codex Merlini porque estaba escrito por un
tipo de Nombre Ralph.- Dijo Saleh impacientemente. - ¿Conoces esa vieja historia de Merlín
rejuveneciendo cada año en lugar de envejecer?- asentí. - Bueno, los historiadores se
confundieron- . - ¿Lo que significa?- - Lo que significa que no era el mago el que descumplía
años. Él hechizó el Codex para que, si alguna vez salía de su posición, ¿comenzaría a
rejuvenecer?- - ¿Porqué haría eso?-

Saleh me dirigió una mirada que decía que empezaba a sospechar que mi coeficiente intelectual
era igual a mi talla de busto. - Para que comenzara a borrarse por sí mismo por supuesto! En
nuestro tiempo es sólo un grupo de pergaminos en blanco- . - Pero ¿si alguien fuera al
pasado?- Saleh me dirigió una sonrisa maligna. - Entonces ese alguien posiblemente podría
recuperarlo- . Sentí que mi estómago se hundía.

Mi nueva posición significaba que, entre otras cosas, tenía el divertido trabajo de patrullar la
línea del tiempo. Pero, sin algunas de esas lecciones estaba perdida, cada vez que regresaba,
me arriesgaba a desordenar algo que no sabría como arreglar. - ¿Dónde está?- pregunté
sabiendo que no me iba a gustar la respuesta. - Pregunta equivocada- murmuró. - Deberías
preguntar donde estaba. Porque necesitas retroceder al tiempo cuando el texto aún estaba casi
intacto pero después de que hubiera abandonado las manos de Merlín.-

Alguien tocó rápidamente en la puerta y yo brinqué. - Tenemos que irnos- La voz de Pritkin me
llegó claramente a través de la fina madera. - Entonces, ¿Dónde estaba?- murmuré
suavemente. La única persona que odiaba mis travesías al pasado más que yo era Pritkin.
Quería hacer el trato antes de que él interfiriera y lo fregara. Billy entró de pronto a través de la
pared veloz como un petardo. - El mago tiene razón Cass. Tenemos que irnos. Ahora.- Se alejó
de pronto ante la vista del rostro espectral del djinn. - ¿Quién es ese?- - Saleh, lo encontré- -
Genial. Ahora vámonos. Hay un cuadro de magos de guerra subiendo por el elevador.- - Dame
un minuto- - No tienes un minuto- . - ¡Billy! ¡Creo que puedo haber encontrado algo!-

Pritkin comenzó a golpear la puerta. - ¿Qué está sucediendo? ¿Qué está mal?- Demasiado
tarde recordé que alguna vez me había dicho que su sentido del oído estaba súper aguzado. Le
dirigí un vistazo a Saleh. - ¿Qué quieres?- Puso los ojos en blanco. - ¿Qué crees que quiero?
Eres clarividente. Quiero saber quien hizo esto- - No controlo mi don- . Le dije desesperada
mientras Pritkin comenzaba a lanzarse contra la puerta del baño. - Entonces supongo que me
colgaré de ti hasta que decida manifestarse.- Dijo Saleh amablemente. - Ok, no creo que sea
posible- Dijo Billy lanzando llamas con los ojos al ver al Djinn.

Me quedé mirando a Saleh que me devolvió la mirada pacíficamente. Suspiré y me di por


vencida. - ¿Cuando moriste exactamente?- - El lunes por la mañana, en algún momento
alrededor de las diez- . Miré a Billy, de ninguna manera regresaría a un apartamento lleno de
asesinos en un vulnerable cuerpo humano- . - Necesito algo de ayuda aquí- Dije con urgencia.
Mi cuerpo necesita tener un espíritu en residencia para mantenerse vivo, pero nadie dijo nunca
que tenía que ser mi espíritu.

Alguien que creía saber me había dicho que no necesitaba dejar a Billy encargado de cuidar mi
ser físico siempre que hiciera un pequeño viaje. Sólo desplázate de vuelta al mismo instante en
que te fuiste dijo despreocupadamente. Como si desplazarte tan certeramente fuera tan
endemoniadamente fácil. No hay necesidad de decir que prefiero mi solución. - No puedo
créelo- murmuró Billy mientras una de las bisagras salía volando con un crack. Lo fulminé con
la mirada y él dijo una blasfemia antes de deslizarse en mi piel. - No te tardes. Él se dará
cuenta de que soy yo cuando no pueda sacarnos de aquí- - ¿Qué sucede?- demandó Saleh. -
No puedo decirte lo que quieres saber, pero puedo mostrártelo- Pasé mi mano por lo que
quedaba de él y me desplacé.

El baño cambió alrededor de nosotros mientras íbamos a cuatro días antes, no había sonido
viniendo de fuera de la puerta, así que con precaución pasé mi insustancial cabeza a través de
la manera y observé a mí alrededor. La ausencia de sangre en las paredes fue suficiente para
decirme que me había adelantado a los asesinos. Saleh se coló a través de la pared, viéndose
determinado, lo seguí, manteniendo un ojo puesto en cualquier cosa inusual, como, por
ejemplo, alguien con un hacha realmente grande. Saleh flotó a través de la pared de su
habitación tan fácilmente como si lo hiciera todos los días. En la cama estaba el durmiente
djinn.

En vida, habría sido un tipo bastante normal de no ser por el color de la piel, no había a la vista
ningún turbante ni aretes de oro ni ningún traje del medio oriente, en vez de eso tenía una
mata de cabello castaño rizado, una bien cuidada barba de chivo y un pants de los Lakers,
también tenía una cabeza. El reloj de alarma en el buró marcaba las 9:34, Saleh y yo nos
dirigimos una mirada, después nos sentamos a observar. No tomó mucho.

A las 9:52 escuché el sonido de pies corriendo y el choque de armas que, seguramente
pertenecían a los guardaespaldas de Saleh que le hacían frente a los asesinos. Un momento
después, uno de ellos penetró a través de la puerta antes de que una mágica hacha levitante le
cercenara el brazo. Una espada dirigida por manos humanas lo seccionó en dos un momento
después mientras la figura de la cama se despertada parpadeando somnoliento y comenzara a
mirar alrededor, antes de que pudiera enfocar la mirada, el segundo guardaespaldas estaba
muerto y la cabeza de Saleh estaba jugando basquetbol con las ropas tiradas en el lado más
alejado de la habitación.

A penas me percaté del truculento desenlace porque mis ojos estaban fijos con incredulidad en
la figura armada con una espada que dominaba la escena. Hubiera jadeado pero mis pulmones
parecían no funcionar, mi cuerpo se había quedado de pronto sin aire. Una enfermiza
desorientación me golpeó y por un momento no pude moverme y no pude pensar. El tiempo
pareció detenerse mientras yo observaba en un horrorizado shock el rostro salpicado de la
sangre de sus víctimas. Una parte de mi cerebro notó que se veía diferente.

En lugar de una andrajosa camiseta y un abrigo marrón que parecía haber pasado por
demasiadas batallas, su delgada forma estaba embutida en unos ajustados jeans negros con
una camisa de cuello alto a juego y una bella chaqueta de cuero negra. Era su look habitual
pero mejorado, como si de pronto hubiera desarrollado sentido del estilo. Su cabello también
parecía haber sido cepillado recientemente y la barba de sus mejillas parecía cuidadosamente
elegida como parte del look en lugar de algo que alguien hubiera olvidado afeitar.

A pesar de todo, era su expresión lo que había sufrido el cambio más radical, lo había visto
enojado más veces de las que podía contar, pero ese particular arreglo de cualidades, como el
de un ave de caza a punto de romperle el cuello a su presa, era nuevo. Miré un par de
familiares ojos verdes en completa negación. Todo lo que pude pensar fue. Con razón no quería
traerme a ver a Saleh. - ¡No puedo creerlo!- se quejó Saleh - ¡Ni siquiera lo conozco!-
Observamos a Pritkin limpiar la sangrienta espada con una de las equinas de las sábanas de
Saleh antes de introducirla en una larga vaina que le colgaba al través en la espalda. Salió con
una gracia fácil y sin prisas ni miedos. No miró atrás.

- ¿Un tipo pasea por mi habitación, me corta en pedacitos y yo ni siquiera lo conozco?- -


Cálmate- dije sintiendo la cabeza pesada y vagamente nauseabunda. - No pierdas la cabeza- .
- ¡No tengo una cabeza!- me gritó y salió furioso por la puerta. - Tenemos un trato- le recordé.
- Tu libro está en París.- Me escupió Saleh por lo que debería haber sido su hombro si él aún
tuviera uno. - Prueba en 1793- Lo observé incrédula - ¿Qué?- Maldición… debí haber sabido
que no era una coincidencia. - Si, un par de estúpido magos oscuros se lo robaron a Merlín en
ese año y…- - Espera- fulminé al Djinn preguntándome si me estaba tomando el pelo. - Merlín
vivió en… bueno, no sé exactamente cuando, pero ¡No podía seguir vivo en el siglo 18!- - Él
era en parte incubo… todo mundo sabe eso- fui informada con impertinencia. - Y los demonios
son inmortales. Ahora, cállate si quieres saber el resto pues de otro modo me iré.- Me callé. -
Así que, si, él estaba vivo en 1793 cuando perdió el Codex por culpa de los magos que lo
subastaron en una pequeña reunión el 1° de Octubre, justo antes de que salieran huyendo de
la ciudad, de las ejecuciones públicas, las quemas, las chusmas y del enojado medio demonio
que estaba tras de sus huesos.

De cualquier modo, vístete para impresionar y quizá te dejen verlo antes de que lo vendan- . -
Pero si planean venderlo ¡Lo tendrán resguardado! Seguramente hay un mejor momento…- -
Merlín estuvo custodiando el Codex hasta que los magos pusieron sus avariciosas garras en él,
créeme, Pythia o no, no quieres ponerte en su camino- . - Entonces ¿Qué tal después? ¿Quién
lo compró?- - Aunque tuviera todo el día, no lograría cubrir todos los rumores de a donde fue
después de esa noche. Que no te importe de cualquier manera, tienes que obtenerlo lo más
pronto posible si quieres tener todos los hechizos, y lo más pronto es el París de 1793- . Dijo
llanamente. - Intenta no ser decapitada, créeme, apesta- . Comenzó a irse por el corredor otra
vez.

- ¡Espera un minuto! ¿A dónde vas?- - ¿A dónde crees que voy? Tengo un trabajo que hacer- .
- ¡Saleh!- Hizo una pausa en su camino por el corredor. - Esto no te interesa nena. Gracias al
hombre misterioso, otra vez soy incorpóreo otra vez. Diez siglos de poder acumulado que se
fueron por el drenaje así.- Trató de chasquear sus dedos, pero la falta de manos lo frustró.
Hizo gestos. - Cualquier venganza que logre es buena dentro de las reglas. Y créeme, puedo
ser realmente creativo.-

Se escurrió fuera, dejándome viendo fijamente tras él. Bueno, por lo menos eso explicaba como
se las había ingeniado para dejar un fantasma, la verdad es que no había dejado un fantasma,
el estado espiritual era el estado natural de Saleh. Él sólo había juntado suficiente energía para
hacerse un cuerpo, algo sumamente necesario para hacer tratos con los mortales supuse. La
pregunta ahora era. ¿Tenía que ir tras él?

Dudaba aún si en su condición actual podría hacerle daño real a Pritkin. Los fantasmas, aún los
más nuevos, tienen una fuente limitada de poder que se agota rápidamente si deciden atacar a
los vivos. Saleh no era un fantasma, pero dado que había perdido una gran parte de su poder
con su muerte, dudaba que le fuera mejor que a los fantasmas, añadido esto a los formidables
escudos de Pritkin y era casi seguro que este estuviera a salvo. ¡Qué lástima que eso no
aplicara para mí!. Si Saleh encontraba una manera de comunicarse con el mago para acusarlo o
reclamarle por el crimen, quizá dejaría escapar la manera en la que se había adquirido la
información, y eso sería realmente malo.

Si Saleh ni siquiera lo conocía, era poco probable que Pritkin tuviera un odio personal contra el
djinn, lo que sólo podía significar que quizá la razón que éste había tenido para matarlo era
evitar que me hablara sobre el Codex. Y si Pritkin no había dudado ni un momento en asesinar
a Salah para mantener el Codex a salvo, ¿porqué habría de dudar en matarme a mí? Al final,
decidí que todo el debate sobre Saleh era estúpido, dado que no sabía como obligar a un djinn
que no quería irse, finalmente, me desplacé sola sólo para encontrarme con Billy gritando en mi
cabeza. - ¡Entra en la bañera!-
Cuando me quedé ahí parada, tratando de entender la situación, salió de mi piel y me empujó,
justo en el centro de mi pecho. Billy habitualmente tiene problemas moviendo cosas, aún cosas
pequeñas, pero había encontrado energía extra en algún lugar porque casi me caí, trastabillé
contra la anticuada bañera, perdí el balance y caí en ella al mismo tiempo que la pared del
corredor explotaba hacia adentro en un montón de fragmentos de escayola, madera y carísimo
papel tapiz. Yací sobre los escombros con la cabeza dándome vueltas y empezando a ver negro
por algunos confusos segundos, la bañera había sido una antigüedad restaurada, con el sólido
cuerpo de hierro original. Me había salvado la vida pero me había dejado con una cabeza
dolorida y pulmones llenos de polvo.

Estaba teniendo algunos problemas para sentirme agradecida. - ¡Señorita Palmer!- la voz de
Pritkin me llegó desde el hueco donde solía estar la puerta. - ¿Estás bien?-

No lo miré, no podía mirarlo. - Seguro- escupí sangre (me había mordido la lengua) y polvo
hecho masa. - Nunca he estado mejor.- Me incorporé en los escombros buscando el lavado sólo
para encontrarme con que en lugar del lavabo sólo había un hoyo del tamaño del lavabo en la
ventana, así que me dirigí con un andar tembloroso a través del destruido baño y me asomé
hacia afuera. La fresca brisa me distrajo, por lo que me tomó algunos segundos notar los restos
de la plomería del octavo piso abajo, en medio del Flamingo Road. Un taxista estaba parado
fuera de su taxi, mirando perplejo la enorme abolladura de su capota, miró hacia arriba y
nuestros ojos se encontraron, rápidamente me escabullí al interior, este lugar estaba a punto de
volverse más popular de lo que me habría gustado.

Entré en el salón y vi tres magos de guerra desconocidos apoyados contra la pared, se veían
enojados, quizá porque estaba ensartado como pollos a punto de ser puestos al fuego. Dado
que sólo había tres, supuse que no habían esperado que estuviéramos aquí. Parecieron
reconocerme, aunque quizá estaban simplemente viendo enojados a todos los que veían. -
Podemos echarles un hechizo para borrarles la memoria.- Dijo Nick viéndolos dubitativamente.
- No se sostendría.- Discutió Pritkin. - No con su entrenamiento- .

Le dirigió una mirada a Nick y sus ojos se oscurecieron con preocupación. - Al parecer acabas
de unirte abiertamente a la resistencia.- Parpadee pero no me ayudó, su máscara era
absolutamente perfecta. Había crecido cerca de criaturas cuyas emociones a menudo se
mostraban sólo en el diáfano instante de un parpadeo, en una infinitesimal pausa en la
conversación. Pensaba que sabía todo acerca de cómo leer a la gente, pero aún
concentrándome con todo lo que tenía, no lograba encontrar un falla.

El brillante y mortal depredador que acababa de ver simplemente había desaparecido, en su


lugar sólo quedaba un pálido hombre de aspecto cansado y con la piel y las ropas polvorientas.
Pritkin se pasó los dedos por el cabello que estaba mojado por el sudor gracias a la
temperatura de horno del apartamento, por lo que le quedo levantado en pegados picos de
estilo punk rock. Por lo menos se verá en la necesidad de lavárselo ahora, pensé sin emoción.

Pritkin me notó y el toque de sus ojos fue suficiente para que mi piel punzara. - ¿Lo
encontraste?- Di un traspié hacia atrás para descansar pesadamente contra la pared. Mi
corazón bombeaba con fuerza contra mis costillas, con la suficiente fuerza y rapidez como para
que pudiera sentir mi pulso en el cuello. - No- Cerré los ojos como si estuviera agotada pues
Pritkin me había demostrado en más de una ocasión en el pasado que podía leerlos con
facilidad.

Pero estaba orgullosa de mi voz, era la que había cultivado cuidadosamente en la corte, la que
estaba diseñada para no decirle nada a nadie, ni siquiera a los vampiros. Obligué a mi corazón
y a mi respiración a calmarse. - Al parecer los djinns son como los vampiros, no dejan atrás
fantasmas.- - Dijiste que habías encontrado algo- abrí los ojos para ver a Pritkin venir hacia
mí. Ok, si había una falla, su forma de caminar era la misma. . Tenía la mortal fluidez de un
luchador, todo fuerza desencadenada y presteza para el ataque. Se detuvo un poco demasiado
cerca para mi tranquilidad, esos inteligentes ojos verdes buscando en mi rostro.

Él es sólo Tony de mal humor me dije severamente, buscando a alguien a quien sangrar porque
está teniendo un mal día. No sientas nada, especialmente no sientas miedo porque eso atraerá
su atención mejor que cualquier otra cosa. Estás calmada, somnolienta, serena. No sientes
nada. - Había un rastro fantasmal en el baño pero no era el del djinn- . Dije casualmente. -
Alguien más murió aquí, hace mucho tiempo- . - ¿Estás segura que estás bien?- Nick se acercó
a mí, sus ojos se dirigieron a mi vestido que se había desplazado de una esperanzadora aurora
a una noche brumosa con pequeñas líneas blancas cruzando por un turbio fondo. - Estoy bien-
dije serenamente. - Lo que pasa es que el lavamanos falló por poco en golpearme antes de
destruir el taxi.-

Pritkin observó por encima de mi hombro al ruinoso baño y su ceño se hizo más profundo. -
Tenemos que irnos, no hay nada para nosotros aquí y las autoridades humanas arribarán
pronto- . No pude obligarme a tomar su mano, así que aferré mi puño a su abrigo que
nuevamente era el viejo y andrajoso abrigo marrón, me pregunté donde guardaba las ropas
geniales. Ofrecí mi mano libre a Nick y me preparé para desplazarnos de vuelta al Dante. - Si-
estuve de acuerdo, mis ojos fijos en Pritkin. - Hemos terminado aquí- .

CAPÍTULO 9

Casanova me había dicho que no sería sabio de mi parte tomar una suite en caso de que el
Círculo estuviera espiando por huéspedes que permanecieran en el hotel por largo tiempo, por
eso, me embutió en un pequeño cuarto que una vez había sido un almacén en la parte de atrás
del bar Tiki, aún tenía un par de cajas de sombrillas de coctel almacenadas en cajas debajo de
mi cama y apenas suficiente espacio para darme la vuelta. Pritkin lo tenía peor, le habían
asignado el que una vez había sido el vestidor asignado para los cantantes famosos zombies del
club. Era más grande, dado que alguna vez había contenido sus ataúdes, pero él juraba que
aún se podía sentir un cierto… hedor.

Por el momento, ese pensamiento me alegraba considerablemente. Terminé de meterme por la


cabeza la enorme camiseta que había estado usando como pijama mientras Billy se escabullía a
través de la pared. Lo actualicé en lo referente a mi conversación con Saleh mientras se
sentaba en el borde de la cama y enrollaba un fantasmal cigarrito. - Necesitamos un equipo-
concluí. - Somos un equipo- .

Estaba cansada y dolida en más formas de las que podía imaginar. Abracé mi almohada que era
tan confortable como las que te ofrecen en las aerolíneas baratas. - El show de Cassie y Billy
puede haber funcionado cuando sólo necesitábamos estar un paso por delante de Tony- dije -
pero no será suficiente para dejarnos burlar a las fuerzas del Círculo oscuro.- - Si claro, y hasta
el momento hemos tenido mucha suerte con nuestros compañeros- - Podemos confiar en Rafe-
- Cass, yo sé que te agrada el tipo, pero ¡vamos! No es un gran guerrero.- - No necesitamos un
guerrero- dije irritada. - ¡No estoy planeando atacar al Círculo!- - Ajá, ¿y tus planes siempre
funcionan a la perfección?- - ¿Estás intentando con ganas ser un dolor en el trasero?- - Nop,
me sale naturalmente- encendió su cigarrillo y me observó a través de una bocanada de
fantasmal humo.

- Siempre tenemos a Marlowe- Se refería a Kit Marlowe, el una vez dramaturgo isabelino que
ahora era el jefe de espionaje de la Cónsul. - Si, eso seguramente sería inteligente- . - Estarías
salvando a Mircea además de a ti. Yo creería que eso cancelaría algunas de tus viejas deudas- .
Discutió Billy. - Eso quizá sucedería si ellos no me culparan por meterlo en este aprieto en
primer lugar- . - Pero él te puso el geis…- - Lo que, dado que es mi maestro, tenía todo el
derecho de hacer. Yo soy quien no tenía derecho de duplicarlo, ni siquiera accidentalmente.- Vi
la objeción temblando en los labios de Billy. - Y sí, pienso que sus razonamientos apestan, yo
sólo estoy planteando sus pensamientos- . - No me agradan más que a ti- Billy sonaba
agraviado. - ¿Pero a quien más tenemos? Seguimos topándonos con tipos que son poderosos
pero que están endiabladamente locos- . - No llevaría de vuelta en el tiempo conmigo a alguien
en quien no pueda confiar. O a alguien incompetente. O a alguien que tenga sus propios
motivos.-

Billy me regaló una mirada exasperada. - Va a ser un poco difícil armar un equipo si mantienes
ese tipo de estándares- ¿Alguien leal y fuerte que no quiera nada para sí? ¡Por favor!- Me
encontré con que de nuevo me estaba enfureciendo con Pritkin, se suponía que él era
exactamente eso. Había empezado a bajar la guardia con él sólo porque él era inteligente,
valiente y a veces extrañamente divertido. Debí haber mantenido en mente que nada de eso
significaba que él estuviera de mi lado. Cuando doy mi palabra la mantengo, me había dicho
una vez. Si, seguro.

Empecé a jugar con el cubrecama de brocado azul y oro y con lazos rígidos. Una vez más desee
algo menos elegante pero más cómodo. Había tenido una cobija de suave algodón que había
usado por años cuando vivía con Tony, se había desteñido por las lavadas y sus brillantes y feas
flores se habían convertido en suaves tonos pastel con el tiempo, como si fueran parte de un
jardín inglés. Se había rasgado un poco en los bordes, pero nunca le había permitido a mi
fastidiosa institutriz el cambiarla por nada más. Me gustaba como estaba, con sus fallas y todo,
pero como todas mis cosas, como Eugine misma, ya no existía.

- ¿Cass?- Billy de pronto sonó incómodo, algo que resultaba seguramente novedoso para él. -
Sabes que Pritkin era un imbécil, ¿verdad?- Un imbécil que resultaba ser además mi amigo,
susurró una pequeña voz en mi mente. Basta. Basta. - ¿Cass?- El nudo en mi garganta había
crecido tanto que era casi doloroso y mis ojos habían empezado a lloriquear embarazosamente
y cielos, era tiempo para un cambio de tema. - Lo sé- - Está bien entonces, estamos mejor así,
nunca confié en él- . - Yo no confío en nadie- dije con fervor. Era la única cosa de la que estaba
segura en estos días. - En nadie excepto en mí- me corrigió Billy. - Así que ¿Cuál es el plan?- -
Tengo que conseguir el Codex- dije empezando por la única cosa que era segura. Pritkin me
había dicho que no me ayudaría, pero estaba segura de que había visto suficiente de él como
para saber cuanto podía creerle. - Sólo que no puedo traerlo conmigo de vuelta a aquí, ha
estado vagando por doscientos años, ¿Quién sabe qué sucederá si lo saco de la línea del
tiempo-

Billy pareció confundido por un momento y entonces sus ojos se abrieron mucho. - No puedes
estar pensando lo que yo pienso que estás pensando- Asentí con la cabeza. - Si la montaña no
va a Mahoma…- - ¡Mahoma no era un maestro vampiro desquiciado!- - Mircea no está
desquiciado- Bueno, por lo menos aún no lo estaba. - Él está… atormentado.- - Ajá, ¿y tu vas
a arrastrar a un atormentado maestro vampiro contigo para burlar un bastión de magos
oscuros?- - ¿Tienes una mejor idea?- - ¡Cualquier cosa es una mejor idea!- - No grites- . -
¡Entonces comienza a hablar con cordura!- Le tiré la almohada pero no fue de mucha ayuda
pues pasó por él. - Eso no cambia el hecho de que estás demente- .

Me acosté en la cama y me puse un brazo en los ojos. Probablemente tenía razón, aunque eso
no cambiaba las cosas. Si no podía llevarle el hechizo a Mircea, no tenía más elección que llevar
a Mircea al hechizo, Y había estado diciendo aquella mañana que quería hacer algo. En cuanto
a últimas palabras, estas sencillamente apestaban. - Necesitas descansar- Billy trató de tomar
mi mano pero había gastado demasiada energía en el apartamento y no tenía la fuerza para
hacerlo, sus dedos pasaron a través de mí. - Y tu necesitas alimentarte- le dije terminando el
pensamiento. No me entusiasmaba el drenado de energía, pero estaba a punto de dormirme de
cualquier manera.. - Me las arreglaré- dijo después de un minuto.

Lo observé confusa. No podía recordar la última vez que Billy se había rehusado a tomar
energía. Era el principal vínculo que nos mantenía unidos, su pago por ayudarme con mis
variados problemas. - ¿Qué?- - No te ofendas Cass, pero ¡Te ves realmente horrible!- . -
Gracias- - No necesito mucha energía para espiar al mago maniático de cualquier manera- se
puso el sombrero de vuelta y me guiñó el ojo. - Y si tenemos un poco de suerte, quizá algunos
de sus viejos amigos del Cuerpo lo encuentren y se encarguen de uno de nuestros problemas
por nosotros.- Me quedé dormida preguntándome porqué ese pensamiento no me hacía sentir
mejor.

Rafe me encontró en las cocinas antes del amanecer de la mañana siguiente. Con Pritkin fuera
de la imagen tenía que buscar en otro lugar ayuda, y no tenía muchas opciones para hacerlo.
Había dejado un mensaje en el número privado que Rafe me había dado, pidiéndole que nos
viéramos. Sólo esperaba que no se saliera demasiado de sus casillas cuando le contara lo que
quería.

Poco después de que reuniéramos nuestros taburetes frente a una inusualmente preparada
mesa, un miembro del staff se acercó y depositó una blanca taza de café frente a mí. Aspiré el
rico aroma del oscuro café recién tostado y de la leche recién ordeñada que tenía un punto
oscuro en medio de la espuma del lugar donde el expreso había sido agregado justo al final.
Pritkin lo habría amado pero yo lo alejé de mí sintiéndome mareada. - Cucciolina, eres un
desastre- , le dijo Rafe a su más nueva admiradora mientras unas regordetas manitas
embadurnaban con gran regocijo salsa de moras sobre su camisa de seda verde.

Algunos miembros del equipo estaban haciendo pays para el solsticio de verano, lo que
explicaba que la bebé tuviera un anillo púrpura alrededor de la boca y manchas de jalea
atascadas en su brillante cabello rubio. Miranda, que había estado intentando hacer de niñera y
supervisar la cocina al mismo tiempo, me la había entregado en el instante mismo en que yo
había atravesado la puerta. La bebe inmediatamente había empezado a soltar un pequeño
sonido que expresaba su molestia, estaba enfurruñada, y cuando yo me limité a quedarme
parada, sosteniéndola incómoda, comenzó a lanzar enojados chillidos.

Rafe me había rescatado, tomándola en brazos sin considerar su elegante traje y meciéndola
contra su pecho. Ella sostuvo sus sollozos por unos segundos, gimiendo como si yo la hubiera
pinchado con alfileres, antes de calmarse con ansiosos suspiros y presionar su rostro contra la
camisa de Rafe. Considerando lo rápido que se había recobrado, era muy obvio que sólo había
querido coquetear con el guapo chico.

Un plato de porcelana china blanca se unió a mi taza de café, en él había un muffin grande y
agradablemente dorado, me quedé observando al muffin y, hasta donde sé, él no me devolvió
la mirada, dado que había pasado la primer prueba, lo abrí y lo olisque, mantequilla de maní y
anchoas. Un pequeño chef vagaba casualmente cerca de mí, esperando un veredicto, bueno,
iba a tener que esperar por largo tiempo. - Ella me recuerda a ti a esa edad- dijo Rafe mientras
intentaba vanamente limpiar los labios del bebé con una servilleta, pero consiguiendo sólo
empeorar las cosas, ahora también tenía las mejillas púrpuras. - No podías comer nada sin
embarrarte toda- Jesse ahogó una sonrisa al otro lado de la larga mesa donde él y un grupo de
niños estaban jugando Monopoly. Deberían haber estado durmiendo dado que apenas eran las
cuatro de la mañana, pero nadie en el Dante mantenía un horario normal. Quizá el hecho de
que la mitad de los integrantes del equipo de trabajo del Dante pudieran reducirse por
combustión espontánea al entrar en contacto con el sol tenía mucho que ver con eso.
La mayoría de los chicos más grandes estaban entretenidos con el juego, pero una de las más
pequeñas estaba sentada en el piso jugando con un dispensador de dulces Pez con forma de
Elvis que alguien le había dado. Parecía totalmente concentrada en él, pero la puerta tras de
ella parecía misteriosamente empeñada en mantenerse abierta. Aparentemente, sus padres,
abochornados con ella la habían mantenido recluida en un pequeño cuarto sin ventanas hasta
que ella descubrió que las chapas se abrían felizmente ante ella y escapó. Ahora se había
convertido en un hábito, lo que había que andar por el casino se convirtiera en un reto pues,
por ejemplo, las puertas del elevador sencillamente se rehusaban a cerrarse mientras ella
estuviera dentro.

Observándola, finalmente me di cuenta de que era lo que me había estado inquietando. Los
niños eran sencillamente demasiado pequeños. El promedio de edades era de ocho años, pero
había muchos que oscilaban entre los cuatro y cinco años lo que no tenía sentido.
A los catorce años yo había sido una de las chicas más jóvenes en la pandilla de Tami, la
mayoría eran chicos que estaban dejando la pubertad, lo suficientemente grandes como para
darse cuenta de cómo iban a ser sus vidas en una de esas escuelas especiales de las que se las
habían ingeniado para escapar. Si, seguro, ocasionalmente llegaban niños pequeños, pero sólo
lo hacían acompañados de hermanos o amigos mayores. Nunca había visto a Tami con tantos
niños tan pequeños. ¿Cómo se habían escapado? ¿Cómo se las habían arreglado para sobrevivir
en las calles hasta que ella los encontró? Yo apenas me las había arreglado, y yo tenía más
años y más dinero que la mayor parte de ellos. - No llegué a la corte hasta que no tuve cuatro
años- le recordé a Rafe ausentemente. Un pequeño auto del Monopoly había decidido pasear
por la mesa y golpear mi mano. Lo volví y lo envié de vuelta donde colisionó con un zapato que
daba enérgicos saltitos. Aparentemente alguien había encantado el juego para los niños.

- Llegaste a la corte a vivir a los cuatro años, pero tu padre te traía cuando eras bambina-
replicó dándose por vencido en la limpieza de la pegajosa nena. La mantuvo presionada contra
su pecho con un brazo, la palma de su mano curvándose protectoramente contra su cabeza. -
¿Qué?- - A él le encantaba presumirte. Era lógico, eras mucho mejor portada que la mayoría- .
Dijo con un suspiro mientras la bebe comenzaba a chupar su corbata. - Nunca supe eso- Claro,
sabía tan poco de mis padres que una pequeña pieza de información trivial me parecía una
trascendental revelación. En mi mente, - madre- significaba manos frías, cabello suave y aroma
dulce. Ese era mi más fuerte recuerdo de ella, y recordaba aún menos de mi padre.

- Piccolina mia, por favor detente.- Dijo Rafe exasperado, quitando de la vista su corbata y
sustituyéndola por un chupón antes que su chillante carga pudiera protestar. Afortunadamente,
la pequeña treta pareció calmarla y pronto se acomodó contra su pecho y se echó a dormir. -
Las visitas terminaron cuando tu tenías aproximadamente dos años- añadió. - ¿Sabes porqué?-
Rafe comenzó a encogerse de hombros hasta que se dio cuenta de que eso probablemente
despertaría a su nueva novia. - Mi suposición es que comenzaste a mostrar señales de tu don.
Tu padre debió figurarse que Tony te tomaría si se daba cuenta- .

Lo que había hecho, si bien un par de años después. - ¿Cómo se enteró?- Nunca había sabido
como había descubierto Tony que quizá yo valiera la pena como adquisición. La idea de que el
dato le hubiera llegado por algo que yo había hecho me causaba nauseas. - Tony nunca confió
en nadie, ni siquiera en sus más antiguos sirvientes- me aseguró Rafe. - Había gente vigilando
a tu padre que indudablemente también tenía gente vigilándolos. A los únicos que Antonio no
monitoreaba era a aquellos que teníamos lazos de sangre con él y que él sabía que no teníamos
la fuerza para romperlos.- Lo último fue dicho con una amargura poco habitual en él. - No creo
que… ¿podías decirme algo de ellos? ¿Algo de mis padres?- No era la primera vez que le pedía
eso, pero Rafe nunca había podido contestarme. Había estado bajo órdenes de silencio y
mientras la orden viniera del vampiro que lo había hecho, la prohibición era más fuerte incluso
que Mircea.-
Rafe me miró con compasión. - Lo siento Cassie- - Está bien, sólo pensé que quizá, ahora que
Tony se ha ido…- - Pero sigue vivo- . Me recordó suavemente Rafe. - Y su control sobre mí
sigue vigente.- - Quizá Billy podría…- - La prohibición de Antonio incluye la comunicación a
través del mundo espiritual- .

Mi habilidad de comunicarme con fantasmas me venía de mi padre, por lo que no era tan
sorprendente que Tony hubiera pensado en llenar esa pequeña laguna. Siempre lo había
odiado, pero nunca lo había considerado estúpido. La decepción se situó en su lugar habitual en
mi corazón. - ¿No puede romper el lazo de sangre Mircea?- Le pregunté tras un momento. - No
se lo he preguntado. En su estado… no me atrevo a hacer o decir nada que lo debilite más.- -
Lo que me lleva a la razón por la que te pedí que nos viéramos- Miré de soslayo a los niños,
pero ninguno de ellos nos estaba prestando atención. Jesse se mordía los labios y fruncía el
ceño viendo el tablero, donde pequeños avisos habían aparecido en muchos de sus hoteles.
Puse al día a Rafe con rapidez. - ¿Quieres asaltar un bastión de magos oscuros?- me preguntó
Rafe con incredulidad cuando terminé. - ¿Sola?- - No sola.- Lo corregí. Una noche de sueño
me había limpiado la cabeza y me había hecho reevaluar mi plan. Tenía que llevar a Mircea al
Codex, pero tratar de manejarlo sola era demasiado difícil y loco. Afortunadamente, había otra
opción.

Aparte de Rafe y unos cuantos trofeos más, Tony se había especializado en adquirir maleantes,
el tipo de maleantes cuyas habilidades y personalidades eran las idóneas para las altamente
ilegales actividades a las que se dedicaba. Y algunos de ellos habían tenido siglos para pulir sus
habilidades. Iba tras el Codex y no iba a ir sola. - Pero si ya sabes donde está, no puedes
sencillamente…- Rafe hizo un indeterminado gesto con la mano que se suponía que indicaba -
desplazarte- Lo respetaba lo suficiente como para no poner los ojos en blanco, pero me tomó
un esfuerzo evitarlo. - Sí sólo pudiera entrar corriendo y tomarlo seguro, pero de algún modo
dudo que eso vaya a ser tan sencillo. Necesito a Alphonse.-

Rafe se limitó a quedarse sentado luciendo horrorizado, pero algo de su tensión debió haberse
comunicado a la bebé que despertó y comenzó a gemir. La observé con cautela, sabiendo lo
que eso significaba. Pero Miranda, habiendo aterrorizado al staff a satisfacción, vino y se la
llevó antes de que explotara. Y Rafe seguía viéndome a mí.

La reacción no había sido exactamente una sorpresa. Alphonse era la mano derecha de Tony,
además de segundo al mando. Después de que el jefe hubiera hecho su acto de desaparición,
Alphonse había tomado control de las operaciones en la Costa Este de la Familia de la forma
que Casanova lo había hecho en las Vegas. Y no, de entrada, nada en él era particularmente
tranquilizador.

Por una parte, se veía como un boxeador que hubiera perdido demasiadas luchas, sus facciones
eran totalmente asimétricas, como si hubieran sido machacadas demasiado mal como para que
alguna vez pudieran recuperarse adecuadamente. Además, sonaba aterradoramente parecido a
Don Corleone debido a un daño en la tráquea provocado por un mal golpe de codo contra su
garganta en sus días de mortal, esto no cambiaba el hecho de que siempre que - El Padrino-
era exhibido en la casa de Tony, alguien se burlaba de él y terminaba sangrando por todo el
piso. Lo que quizá fuera la razón de que estuviera tan a menudo incluido en la lista de videos.

Aún más preocupante era el montón de gruesos y muy hojeados álbumes de fotos que
guardaba en su habitación y que habían sido llenados con nítidas y bien etiquetadas
impresiones en blanco y negro. Algunas de ellas mostraban gente en ataúdes, mirando
imperturbablemente hacia arriba, otros estaban tendidos en la cuneta o tumbados en el
agrietado pavimento y sangrando aún. Alphonse guardaba fotos de todos aquellos a los que
había matado alguna vez. Y había muchísimos álbumes Las fotos originalmente habían sido idea
de Tony, en el mundo humano, Alphonse había sido un monstruo del tipo sobre el que la gente
hacía películas con persecuciones de carros, explosiones y suficientes horrores como para llenar
los reportes noticiosos con grandes efectos de violencia.

En el mundo vampírico, él era sencillamente bueno en su trabajo, algunas veces demasiado


bueno. Tony no había querido que su segundo al mando terminara enemistándose con el
Senado por pasarse de la raya demasiadas veces, pero hablar con él no habría servido de
mucho y no hay terapeutas en el mundo de los vampiros. Entonces, alguien hizo una broma
una noche durante la cena acerca de que Alphonse necesitaba un Hobby y los ojos de Tony se
iluminaron.

El desafortunado bromista fue encargado con la misión de encontrar algo que Alphonse
disfrutara hacer que no fuera matar… o proveerlo de entretenimiento él mismo. Todo mundo
asumió que estaba perdido, él incluido. Esto era especialmente probable dado que las -
mascotas- eran casadas por deporte, el piano era usado como blanco de prácticas en los clubs
de golf y no como entretenimiento musical. Pero entonces, él trajo una cámara y armó un
cuarto oscuro y nadie volvió a ver a Alphonse por una semana. Cuando Alphonse no tenía
cadáveres que modelaran para él, fotografiaba a cualquiera que anduviera en la corte,
particularmente adoraba sorprender a las personas, capturarlos haciendo algo embarazoso o
tomar el peor ángulo de ellas que pudiera encontrar. Bajo el bellísimo techo de Rafe en mi
habitación había colgado en las paredes imágenes odiosas. Yo con los ojos vueltos de tal forma
que sólo se veía el blanco de ellos, con la boca llena de pizza y con la mandíbula hinchada
descomunalmente debido a la extracción de uno de mis dientes.

Las odié al principio, odiaba despertarme cada día para ver grotescas versiones de mí misma
que había empezado a ver reflejadas en el espejo cuando me veía durante largo rato, pero no
me había atrevido a quitar los regalos de Alphonse que pronto cerraron el círculo alrededor de
la habitación y comenzaron otro. Y lentamente, mientras mi colección crecía, comencé a
cambiar de opinión. La modelo favorita de Alphonse era su novia, una pechugona rubia con los
brazos tan musculosos como los de un hombre conocida como Cíclope Sal. Su apariencia
cuadraba con su apodo pues una cicatriz le atravesaba el ojo derecho, bajando por su mejilla
hasta elevar la esquina de su boca. Había perdido el ojo en la fiebre del oro de California a
manos de otra chica de burdel que sabía blandir una botella rota mejor que ella. Poco tiempo
después, Tony decidió añadirla a su establo. Partes del cuerpo perdidas antes del cambio no se
regeneraban, así que Sal quedó permanentemente tuerta lo que no parecía molestarle a
Alphonse, y su sonrisa torcida y cara marcada aparecían constantemente en su colección.

Había estado observando su más reciente toma de mí un día, mis ojos vagaban por mis mejillas
y mi barbilla cubiertas de un acné que Alphonse había realzado con un filtro rojo de tal forma
que parecía un primer plano de la superficie de Marte, después había visto una imagen de Tony
en su trono, viéndose más hinchado que habitualmente y apenas noté la foto más nueva de Sal
que estaba en el medio, a pesar del hecho de que la lente se había regocijado amorosamente
en sus cicatrices. Entre nosotros, ella se veía perfectamente normal. A través de la lente de
Alphonse, me di cuenta de que todo mundo era feo, o quizá a través de su lente, todo mundo
era hermoso. Aún lo encuentro confuso, pero nunca volví a ver mis fotos de la misma manera.
Incluso comencé a pensar que, comparado con las rígidas y posadas fotos que mi institutriz
prefería, algunas de ellas eran realmente interesantes. Alphonse podría ser un bastardo
asesino, pero, a diferencia de cierto mago de guerra que conocía, a veces tenía sentido. Y yo ya
estaba realmente cansada de lidiar con personas a las que no comprendía.

Había pasado las ultimas semanas vagando por el mundo de Pritkin, donde se suponía que yo
pertenecía, sintiéndome como una extranjera que sólo medio hablaba el lenguaje del país. La
mayor parte del tiempo, no tenía maldita idea de lo que estaba sucediendo, y una o dos veces
había llegado a un estado de confusión tan severo que sentía que quizá podría provocarme
daño cerebral. No podía ganar… maldición, ni siquiera podía jugar… si no comprendía las reglas.
Necesitaba nivelar el campo de juego. Necesitaba a los vampiros.

- Alphonse puede ser un maldito de primera clase, pero no es un maestro de primera clase- le
recordé a Rafe. - Y si Mircea muere, se encontrará en la misma situación que tú, forzado a
luchar por hacerse una posición en cualquier familia que lo absorba- . - No tiene de que
preocuparse, hay muchas familias que felizmente añadirían sus… talentos especiales… a su
arsenal- - Si, pero ¿Cuántos de ellos crees que estén dispuestos a hacerlo su segundo al
mando?- Alphonse quizá se encontraría cavando su propia tumba tarde o temprano, pero de
ninguna manera iba a terminar como segundo al mando otra vez. No por siglos, quizá nunca. Y
no creía que eso le funcionara muy bien al vampiro al que había conocido. - La Cónsul ha
prohibido a todos que te ayuden- me recordó Raffe. - Alphonse no es muy bueno siguiendo
órdenes- le recordé a mi vez. - Yo creo que él se arriesgará- . Si había estado apostando a
tantas posibilidades, tarde o temprano debía atinarle a alguna. Yo era su mejor oportunidad
para mantener su actual posición, lo que me convertía en su nueva mejor amiga sin importar lo
que la Cónsul dijera. - Necesito a Alphonse y a un equipo de sus matones dementes. ¿Puedes
conseguirlo?- - Puedo contactarlo- admitió reluctante Rafe. - Pero aún y cuando él aceptara,
no sé si fuera lo suficientemente pronto.- - ¿Lo suficientemente pronto para que?- Pregunté
impacientemente. - ¡Sé donde está el Codex Rafe, sólo necesito ayuda para obtenerlo!- - Si,
pero Mircea… está empeorando, y si pierde la razón ¿podrá el contrahechizo revertirlo o
quedará así permanentemente?- Pese a nuestra ubicación que estaba demasiado cerca de los
hornos, él se estremeció.

Me recargué en mi silla, sintiéndome repentinamente mareada. Había asumido que una vez que
tuviera el hechizo todo volvería a la normalidad. Pero ¿Qué tal si no pasaba así? Y con el
Senado en medio de una guerra ¿Qué pasaría si decidían que un maestro vampiro loco era un
lazo que no se podían permitir mantener? Con razón Rafe estaba fuera de sí. Si el geis no
mataba a Mircea, quizá la Cónsul lo haría.

Irónicamente lo único que necesitaba era un poco más de tiempo, tenía la localización del
Codex, tarde o temprano iba a conseguir el hechizo. Pero no sería nada bueno si Mircea perdía
la razón mientras yo estaba haciendo mis planes. De alguna manera, tenía que mitigar los
efectos del geis mientras organizaba todo. Y sólo había una posibilidad para ello: el único lugar
donde el geis no operaba con su total fuerza según sabía por experiencia.

- ¿Porqué no llevarlo a Faerie?- Pregunté. - Si logramos llevarlo ahí quizá me compre el


suficiente tiempo para…- - La Cónsul pensó en eso- dijo Rafe. Su tono era calmado pero sus
dedos convulsos estaban reduciendo mi servilleta de lino a jirones. - Pero los Fey no quieren
más vampiros en su mundo, especialmente uno en la condición de Mircea. Le rehusaron la visa-
. - ¿Quién lo hizo? ¿Los oscuros o los de la luz?-

Se veía sorprendido. - El Senado no negocia con los Fey Oscuros. Su tratado con los Fey de la
Luz lo prohíbe- . - Pero yo si negocio con ellos- . El Rey de los Fae oscuros esperaba que yo
encontrara y le entregara el Codex. Hasta que eso pasara, él necesitaba mantenerme contesta.
Eso me daba el nivel para extorsionar unos cuantos favores pequeños tales como habitación y
alojamiento para un vampiro enfermo. - Pero aún y cuando los Fae estuvieran dispuestos a
ayudar, ¿Cómo harías para llevarlo a su mundo?- - ¿Qué pasa con el portal en MAGIA?- La
Alianza Metafísica para la Mejor Cooperación entre especies, era la versión de la comunidad
sobrenatural de la ONU, no era mi lugar favorito, pero teníamos que ir ahí por Mircea de
cualquier manera así que tenía sentido el simplemente llevarlo a través del portal a Faerie de la
propia MAGIA.

Pero Rafe desechó esa idea. - No lo han reparado aún, su paso por él la última vez no fue…
convencional… y estropeó el hechizo. La Cónsul ha apelado a los Fae para que abran otro, pero
ellos dicen que, si no podíamos controlar quien entra en sus tierras mejor de lo que lo
hacíamos, no estaban seguros de querer otorgarnos un acceso. Estamos en negociaciones, pero
no hay forma de saber cuanto tardarán.-

Y los Fae no eran conocidos por apresurarse, por no mencionar que el portal, cuando y si es
que era abierto, estaría sumamente resguardado. No era una opción. - ¡Maldición!- golpee la
mesa con la palma con la suficiente fuerza como para salpicar mi café intacto por todas partes.
Estaba limpiándolo con los jirones de la servilleta cuando uno de los recordatorios mentales que
había almacenado en el fondo de mi mente. - Tony tiene un portal ilegal en alguna parte del
Dante- murmuré. - Lo usaba para contrabandear, sólo que no sé bien donde está- . Rafe tomó
mis manos y por primera vez se vio esperanzado. - ¿Cómo lo localizamos?- - No lo sé. Pero sé
a quien preguntarle- .

- No necesitas un portal hasta que no tengas el libro- . Dijo la Pixie sacudiendo su pequeño
impacto de brillante cabello rojo. Había encontrado un compacto en alguna parte, posiblemente
en la basura porque la mayoría del brillo que tenía se había ido y lo estaba usando como espejo
del tocador que se había fabricado con un montón de estuches de CDs. - Y no has hecho
ningún progreso en esa área- - Necesitas el portal para volver a casa- señalé - A menos que
planees quedarte aquí.-

Miré su improvisado apartamento, era bastante espacioso para ella, lo había armado tomando
algunos estantes del closet del cuarto de estudio de Pritkin. Había arreglado el estante superior
como su vestidos, mientras que el inferior era su habitación en la que tenía un guante para
horno como bolsa de dormir y una pequeña linterna como lámpara. No obstante, me fulminó
con una malevolente mirada. - Si, he encontrado que tu mundo es sumamente hospitalario- . -
¡Cuando yo visité tu mundo casi terminé muerta!- . - ¡Y yo terminé encerrada en el cajón de un
archivero!- barbotó, - ¡No puede ser peor que un calabozo!- - ¿Alguna vez lo has probado?-

Había visto el archivero, cuya cerradura parecía haber sido volada de adentro hacia fuera por
una bomba. - No parece que hayas tenido mucho trabajo saliendo de ahí- . - Sólo porque
estaba hecho de algún material inferior en lugar de hierro- Se encogió de hombros. - Podría
haber muerto, mi magia drenada, mi cuerpo congelándose lentamente bajo la cruel mordida del
frío…- - Si, pero no moriste. Además ¿podemos volver al punto?- Unos furiosos ojos color
lavanda se encontraron con los míos.

- El punto es que la esclava debe regresar al servicio del rey y tu debes encontrar el libro tal y
como se lo prometiste.- Me sonrió diabólicamente. - No deseas regresar a Faerie con él. El Rey
no es conocido por su naturaleza benevolente.- - Francoise no va a ir a ninguna parte- Le dije
por millonésima ocasión. - Además, si tu rey es tan aterrador, ¿por qué te ofreciste a ayudarnos
a escapar de él? ¿No tenías miedo de las consecuencias?- La pixie agitó sus alas
nerviosamente. - Eso era diferente- . - ¿Diferente como?- - El mago me ofreció algo irresistible-
Su ceño se borró y sus ojos brillaron con una luz muy suave. - Nadie me había culpado por
tomarlo, ni siquiera el Rey- - ¿Qué te ofreció?- - ¡Eso no importa! ¡No puedo encontrarlo!-
pateó los estuches y se sentó en la enorme bola de estambre que había convertido en un
asiento, frotándose clandestinamente un pie lastimado.

Un recuerdo me golpeó de pronto. - La runa Jera- Una de las razones por las que sobreviví
(apenas), mi única excursión a su mundo había sido porque había adquirido algunas runas de
batalla en el senado. La Cónsul seguramente las querría de vuelta, porque serían de utilidad en
la guerra y porque, bueno, yo no le había pedido permiso para llevármelas. Pero pensé que en
este momento quizá querría más a Mircea. Y no podía encontrar la manera en que una runa
podría ayudarle cuando su máximo poder era aumentar la fertilidad de las personas.
La Pixie miró al techo con resentimiento. - Me dijo que la tenía, inclusive me la mostro. ¡Se veía
real!- - Es real- Comprendí de pronto. - ¿Estás dispuesta a arriesgar el favor del rey sólo para
tener un hijo?- - ¿Sólo?- Su pequeña voz casi se convirtió en un chillido. - ¡Si, seguro que una
humana lo veía así! Mi gente está al borde de la extinción, mientras ustedes, raza estúpida,
débil y pueril cuya única gracia es respirar, respirar y respirar y…- - Si, gracias, entiendo tu
punto- La miré dubitativamente. - ¿Qué pasaría si yo pudiera dártela?- Un revoloteo de alas
verdes y brillantes me golpeó de pronto el rostro. - ¿Dónde está? ¿Tú la tienes? Pensé que uno
de los magos…- Sonreí. Con razón los había estado lisonjeando. - Puedo conseguirla- , - Lo
creeré cuando la vea- . - Entonces lo creerás muy pronto. Pero quiero la ubicación del portal a
cambio.- - Lo encontraré- me prometió con fervor. - Sólo ni siquiera consideres traicionarme
humana. Descubrirás que soy menos benevolente aún que mi rey- .

CAPÍTULO 10

Esa tarde estaba en la convención que el equipo del hotel secretamente había denominado - El
escuadrón nerd- , un par de cientos de entusiastas jugadores de rol que habían llegado con
bolsas y equipaje, y en algunos casos con espadas y armaduras cuando atrapé a Pritkin
mirándome fijamente. Estaba al otro lado del lobby, recostado contra una de las falsas
estalagmitas que había emergido del piso, todo él barba de varios días, cabello desordenado y
fuerte y fluida constitución. Su cuerpo parecía relajado, pero su cara tenía la misma expresión
dura que había visto cuando estaba parado sobre el cuerpo decapitado de Saleh.

Lo saludé con la cabeza y le di una etiqueta de nombre a un tipo vestido en una larga túnica
que arrastraba en el piso y un sombrero puntiagudo. Él desplazó sus cosas a su otra mano para
poder prendérsela. Yo no creía que fuera a serle de mucha utilidad para ser identificado, él era
el Gandalf número setenta que yo había visto aquella mañana. - Sigo sin entender porqué no
podemos instalarnos ahora- se quejó el tipo junto a mí, su voz estaba amortiguada por la
máscara que llevaba puesta, pero desafortunadamente no lo suficiente como para que yo no
pudiera entenderle.

Me había tomado un minuto identificar la máscara porque él había añadido colmillos de plástico
que la hacían hundirse de forma extraña al frente. Supuse que no había logrado encontrar una
buena cabeza de ogro pues se había contentado con convertir una de Chewbacca. - Ya te lo
dije, estamos haciendo una limpieza de último minuto- Le expliqué por quinta ocasión. - ¡No
pueden estar limpiando toda la habitación al mismo tiempo! Podemos trabajar alrededor de
ellos.- - No es mi área- dije secamente, mirando a un montón de chicos con orejas de elfo que
estaban señalando las enormes criaturas que estaban colgadas cerca del cavernoso techo del
Lobby.

Cada una medía seis pies de alto, de color negro grisáceo con enormes alas de reptil que
terminaban en afiladas y delicadas garras. Parecían una cruza entre murciélago y pterodáctilo y
la mayor parte de la gente los confundía con grandes piezas de decoración. Pero los - elfos-
aparentemente habían decidido usarlos como blanco de prácticas, los tres tenían arcos en las
manos y uno de ellos lanzó una flecha mientras lo veía.

Antes de que pudiera abrirme paso entre la multitud, una de las criaturas se encaramó con
gracia en una estalagmita. Su nueva percha brillaba con los cristales bajo la suave luz pero no
era tan brillante como los oscuros ojos de la criatura que parecía vigilar a los turistas con
intenciones predadoras. Alcanzó a ver al jugador con el arco y lanzó un gruñido metálico que
hizo eco alrededor del enorme lobby, atrayendo todos los ojos a su lugar. - ¡Oye, genial!- dijo
el tipo de la flecha. - ¡Un yrthak!- - Eso no puede ser un yrthak- respondió otro jugador en
tono de superioridad. - Tiene ojos- .
Un escalofrío de temor me bajó por la espalda. Una vez, las fuerzas de seguridad del casino
habían confundido inocentes transeúntes con intrusos peligrosos… y se habían encargado de
ellos de acuerdo a dicha percepción. En esa ocasión habíamos sido Pritkin y yo los atacados y
casi habíamos terminado muertos. De alguna manera estaba segura de que los turistas
comunes no tendrían tanta suerte como nosotros.

Me zambullí entre un par de Hobbits (Ok, pudieron haber sido jawas o monos muy pequeños) y
tomé el arco de la mano de uno de los jugadores se lo lancé a uno de los chicos de seguridad
que había corrido desde el otro extremo. El romance de Casanova con los negocios lucrativos
iba a ser la muerte de todos. - Este no es el momento de enfrascarnos en las reglas- murmuré
entre dientes y en voz muy baja. El guardia sólo asintió, sosteniendo el arco a suficiente altura
como para que los voladores brazos del indignado jugador lo alcanzaran. - ¡No se disparan
armas dentro del casino!- bramó.

El joven frunció el ceño. - Cero carismas ¿Está bien?- Me volví para encontrarme con
Chewbacca aún echando espuma por la boca - ¡Mire señorita, tengo vendedores sin un lugar
para mostrar sus mercancías! ¿Qué se supone que les diga?- Aún si Casanova me hubiera
estado pagando, mi sueldo no había valido tener que lidiar con esto. Le puse un brazo
alrededor de sus peludos hombros. - ¿Puede ver al tipo que está parado allá?- Señalé a Pritkin
- Él es quien está encargado de cosas como esta, sólo que le gusta evitarlo así que quizá tenga
que ser un poco persistente. Larguirucho, oscuro y pachoncito señaló a Pritkin y gritó algo a la
media docena de vendedores que se congregaban cerca de la entrada. Atacaron al mago en
grupo y yo volví a trabajar. Cinco minutos después sentí una cálida mano posarse en mi
hombro. - Eso no fue muy amable- .

Mi piel pico como si alguien hubiera respirado sobre ella. - ¿Desde cuanto te importa eso?- dije
bruscamente. - Amable- ni siquiera aparecía en el diccionario de Pritkin. - No suele ser uno de
mis requerimientos habituales- acordó sonando divertido, No respondí, mis ojos estaban fijos
en el grupo de jugadores que estaban intentando atraer al - yrthak- para que bajara de su
percha agitando sándwiches hacia él.

Realmente me preocupaba que no hubiera vuelto a su lugar asignado. Aún más preocupante
era el hecho de que sus ojos estuvieran fijos, no en la comida que le ofrecían sino en la yugular
del jugador más cercano. - Puedes controlar esas cosas ¿cierto?- Le pregunté nerviosamente a
un guardia cercano. El hombre no respondió, pero se movió unos cuantos metros más cerca de
los - elfos- , su rostro mostraba casi la misma felicidad que la mía. Dejar que alguien fuera
comido seguramente no lo ayudaría en su siguiente evaluación de desempeño. Sacó un radio
pareciendo preocupado. - Al parecer tenemos una situación- le dijo a alguien. - Te vi
mirándome- Las palabras fueron dichas directamente en mi oído. - Intimidándote- dije
mientras veía a filas de elfos, trolls y viejos hechiceros escurrirse al lugar donde estaba la
acción.

Pritkin estaba parado lo suficientemente cerca de mí como para que el calor de su cuerpo
ocasionara que pequeñas líneas de sudor bajaran por mi espalda. - Por más entretenida que
haya sido esta conversación- le dije sarcásticamente - tengo, de hecho, trabajo que hacer.
¿Porqué no vas a encañonar con tu arma a alguien?- No me contestó nada, quizá porque
estaba demasiado ocupado lamiendo un lento y húmedo camino a través de mi cuello. Por un
helado segundo, me limité a quedarme ahí. Siempre había asumido que Pritkin tenía alguna
especie de alergia por el contacto humano. Él rara vez tocaba a la gente a menos que estuviera
manejándome de aquí para allá como un maniquí, y él nunca hacía avances. Especialmente no
unos tan…. Obvios.

Giré para encontrarme amplia sonrisa y sus ojos verdes que cada vez brillaban más. No era una
expresión que alguna vez hubiera podido visualizar en su rostro… Una sexualidad casi salvaje. Y
sus ropas eran nuevamente negras. Me dieron un muy mal presentimiento, y eso fue incluso
antes de que él se extendiera y me presionara contra él. Cualquier cosa que pudiera haber
dicho, fue silenciada por sus labios deslizándose suavemente sobre los míos.

No estaba preparada para que él me besara, mucho menos de esa manera. Su boca era cálida y
sorpresivamente dulce, y el sutil roce de su barba no debería haber sido tan erótico pero lo era.
Su lengua trazó una liviana caricia sobre mi labio inferior de una forma que se sentía
verdaderamente indecente. Lo alejé realmente confundida. - ¿Qué…?- - No- dijo inclinando mi
cabeza y besándome nuevamente. El calor irradiaba de la pesada mano asentada en mi cuello y
enviaba patrones de luz a través de mi garganta. Una repentina ráfaga de deseo me hizo
olvidar de mantener la boca cerrada y una lengua se enroscó expertamente alrededor de la
mía. Pritkin se tomó su tiempo, explorándome, probándome. Una mano descansó en mi cadera
en lo que debería haber sido un lugar neutro pero que ardió.

Me zafé, enojada y confundida. - ¿Estás loco?- Una de las gracias del geis era el ramalazo de
dolor que me regalaba cuando me acercaba a alguien que no fuera Mircea, parecía tener una
peculiar aversión hacia Pritkin, elevando la habitual advertencia a un nivel que seguramente
haría que mis ojos se salieran de mis órbitas. No me respondió, sólo se las arregló para
acostarme en el escritorio de recepción sin ponerme una mano encima. Algo estaba pasando en
el casino: podía escuchar los gritos y ver los flashes de las cámaras y un montón de guardias
corriendo con una enorme red en sus manos. - Sé que hablaste con Saleh- susurró contra mis
labios. - ¿Qué te dijo?-

Otro rugido no humano traspasó el aire, esta vez desde arriba. La segunda criatura no parecía
apreciar el hecho de que los guardias estuvieran intentando atrapar a su compañero. Arrancó la
parte superior de una de las estalactitas en su camino a unirse a la lucha y la roca falsa llovió
sobre nosotros por todas partes. Apenas lo noté, demasiado preocupada por el cuerpo que de
pronto presionaba duro contra mí. - Respóndeme- La empuñadura de una espada presionaba
fuertemente contra mis costillas. Me di cuenta vagamente, y algo estaba… estaba mal acerca
de ello. ¿Dónde estaba la hoja de la espada si no sobresalía a sus caderas? ¿Dónde estaba el
andrajoso cinturón de cuero lleno de armas y pociones como las de un científico loco homicida?
¿Y desde cuando Pritkin usaba colonia?

De pronto entré en pánico. Nada de esto tenía sentido. Yo no podía estar en medio del Lobby
besándome con Pritkin mientras el infierno se desataba. Lo empujé, fue como tratar de mover
una roca. - ¡Déjame ir!- El poder ondeó en el aire, haciendo que los bellos de mis brazos se
erizaran alarmados y enviando una abrasadora oleada por mi cuerpo. - Dije que me dejaras ir-
murmuré de pronto perdida en un par de límpidos ojos. Su boca reclamó la mía nuevamente,
feroz y posesiva y para nada tímida ante la posibilidad de que alguien pudiera estar viéndonos,
y algo sobre ello hizo que el resto del mundo se disolviera en una pura hambre. El aroma de él
era… algo elegante, caro y completamente inesperado, con el almizcle de su piel y su necesidad
tras todo lo demás. Se alejó y me encontré observando el rostro de un extraño, un extraño que
tenía una expresión de salvaje intensidad. - Respóndeme- la orden resonó a través de mí con
la fuerza irresistible de una tormentosa ola. Abrí la boca en una respuesta no pensada, justo
cuando una nueva lluvia de escombros nos cayó encima.

Escupí y me ahogué con la boca llena de polvo gris, y Pritkin dejó escapar un frustrado suspiro.
- Para ser un lugar lleno de íncubos- dijo secamente - lograr seducir a alguien aquí es
sorpresivamente difícil- Me volví a ver otro grupo de guardias pasar corriendo para afrontar la
crisis actual y para el momento en lo solucionaron, Pritkin se había ido.

- ¿Sabes? Yo tampoco soy tan magnánima- Dije mirando de soslayo a la pixie. Como si no
tuviera suficientes problemas con Pritkin perdiendo la razón, Radella no había encontrado nada
de nada. Françoise seguía repasando el alarmante número de armas que Casanova tenía
almacenadas en un almacén de los niveles inferiores del Dante. Yo había llegado a la conclusión
que, visto el gran número de personas que querían verme muerta, quizá debería armarme. Y
con Radella aún intrigando contra ella, pensaba que quizá Françoise podía utilizar algunos
artículos también. Ella levantó algo. - Qu’est-ce que c’est?- (¿Qué es esto?) Le eché un rápido
vistazo. - Es un Taser, sirve para dar sacudidas eléctricas a las personas.- - ¿Quoi?- (¿Qué?) -
Como un rayo- Fingí una convulsión y el entendimiento iluminó sus ojos.

Ella vio a la Pixie que flotaba bien cerca del techo, fuera de nuestro alcance y sonrió. -
Electrocútame y te sacaré el corazón- prometió Radella. Françoise no dijo nada, pero enganchó
el pequeño artefacto en el cinturón de herramientas color verde olivo que había encontrado en
uno de los armarios de armas. Desentonaba un poco con su atiendo pues aún llevaba puesto el
vestido del desfile de modas, aunque las arañas comenzaban a verse un poco apagadas. Dos
habían dejado de moverse y la que tenía en el hombro había estado tejiendo la misma telaraña
por los últimos veinte minutos. Parecía que el encantamiento sólo estaba pensado para durar
un día. Además del vestido con el que había escapado de Faerie, ese era el único traje que le
había visto llevar, de pronto se me ocurrió que quizá no tuviera otros, por lo que hice una nota
mental para llevarla de compras.

- ¿Cuál parece ser el problema?- Le pregunté a Radella mientras examinaba una nueve
milímetros. No parecía que la culata fuera más pequeña que la mía así que la dejé. - No puedo
encontrarlo ¿está bien?- Flotó a la parte superior de un gabinete de armas y se sentó
recargando la barbilla en sus manos. Sus alas iridiscentes cayeron sobre sus hombro en una
perfecta imagen de la desesperanza. - ¡He buscado por todas partes!- - ¡Entonces busca otra
vez!- - Si el portal estuviera aquí ¡Lo habría encontrado!- - Bueno, pues es obvio que no es
así- señalé - Porque el portal está aquí- - si así fuera habría sido fácil de localizar- gruñó
Radella. - El poder salta por sí mismo…- - ¿Cómo dices?-

Me dirigió una mirada de disgusto. - ¡Los portales no funcionan con baterías! Son escasos no
sólo porque están regulados sino también porque muy pocas personas tienen el poder
suficiente para manejarlos.- - ¿De que tipo de poder estamos hablando?- - De mucho poder.
Usualmente se requiere de una conexión explotable aunque también algunos talismanes son
capaces de abrir un portal pero sólo uno temporal. Pero son raros, dudo que un vampiro
hubiera tenido uno.- - ¿Qué tipo de conexión?- - Una del tipo donde se cruzan dos líneas y se
- encharca- la energía- dijo Radella impacientemente, parpadee confundida. - Conexiones-
dijo muy lentamente, - Sabes que son ¿verdad?-

Había escuchado hablar de ellas, pero mis recuerdos eran vagos. Sólo algo acerca de unos
monumentos antiguos construidos sobre paralelos. - Supón que no sé nada- le dije.
Me lanzó una sonrisita de suficiencia. - Siempre lo hago- . Françoise dijo algo en un lenguaje
que no comprendí y Radella se puso lívida y estampó su manita haciendo que todo el gabinete
vibrara bajo ella. - ¡Quieta esclava! ¡Recuerda con quien estás hablando!- - Siempre lo
recuerdo- le dijo Françoise con dulzura. - ¡Señoras!- pasee la mirada de una a la otra, pero
ninguna de las dos parecía muy interesada en las armas, lo que convirtió la conversación en
una muy agradable para ellas dos.

- Para ponerlo muy muy muy simplemente- dijo gélidamente Radella con los ojos fijos en
Françoise, - Las conexiones son fronteras entre mundos; el tuyo, el mío, el reino de los
demonios, o el que sea. Cuando esas fronteras chocan sientes la fuerza, como cuando dos de
sus placas tectónicas se frotan. Y la fuerza genera energía- . - Como los rastros mágicos- - ¡Eso
es lo que yo dije!- barbotó Radella. - sólo que en este caso no hay tierra que se mueva, sólo
energía mágica siendo lanzada alrededor. Entonces, en vez de terremotos o tsunamis obtienes
poder, que puede ser usado de varias maneras por aquellos que saben como usarlo.- - Como
los portales de salto- . - Bajo ciertas circunstancias. Si dos conexiones particularmente fuertes
se cruzan pueden generar ese tipo de energía, pero no sucede muy seguido.- - Entonces, todo
lo que tenemos que hacer es buscar el encharcamiento- dije emocionada. - Si está derramando
esa clase de poder debe ser fácil de encontrar- .

Radella suspiró irritada y murmuró algo que estuve feliz de no comprender. - Hay conexiones en
todas partes de las Vegas- dijo finalmente - pero ninguna cruza cerca de aquí. El área más
cercana en la que cruzan es el enclave de MAGIA, que es precisamente la razón por la que lo
construyeron ahí.- - Entonces ¿Qué usó Tony?- Pregunté impacientemente. - ¿Una
suposición?-

Radella hizo un puchero con su boquita lo que la hizo parecerse a la Barbie Maestra. - Magia
mortal. Rápida, poderosa y fácil de obtener- . - Siempre y cuando - tengas el estómago para
hacerlo- Murmuró Françoise sombríamente. - Espera un momento- Realmente esperaba haber
escuchado mal. - Estás diciendo que, aún y cuando encontrara el portal de Tony, ¿necesitaría
matar a alguien para poder usarlo?- Radella arrugó el ceño. - Bueno, ¿sabes? No tiene que ser
alguien que te agrade.- - ¡No voy a cometer asesinato!- - Creo que puedo abrir el portal- dijo
Françoise - Pero sólo por un poco tiempo y con algo de ayuda.-

Ella me estaba mirando pero yo negué con la cabeza. - Nunca recibí entrenamiento. Tony tenía
miedo de tener una bruja poderosa en su corte- , - Pero… ¿no sabes nada?- Ella parecía
horrorizada. - Básicamente- . - Pero vas de aquí para allá –hizo algunos graciosos movimientos
en el aire –haciendo cosas, ¡te veo todo el tiempo!- - ¿Y que otra opción tengo? ¿Esperar que
alguien venga y me mate?- - ¡Pero si los magos oscuros te atrapan, drenarán todo tu poder!
¡Será algo horrible!-

Sonreí amargamente. - Bueno pues tendrán que ponerse en la cola- . - ¿Quoi?- (Qué?) - Nada-
Observé a la Pixie - Podemos preocuparnos sobre la manera de encender la maldita cosa una
vez que la encontremos. ¿Tienes alguna idea de donde puede estar?- Su expresión se volvió
pensativa. - Tiene que ser un portal oculto. Es la única explicación que tiene sentido- . -
¡Sabemos que está escondido!- Dije exasperada. - No escondido sino oculto. Como en no en
este mundo hasta que alguien lo convoque- - ¿Me escuchaste cuando dije que no sabía nada
sobre magia?- Radella asintió.

- Piensa en él como una puerta. Una puerta que utiliza energía cuando es abierta, así que la
mantienes cerrada hasta que la necesitas.- - Y entonces la abres con un sacrificio- . - Cierto.
Pero si el portal opera de esa manera, probablemente haya un encantamiento para
convocarlo- . - Déjame adivinar, no te sabes el encantamiento.- Bueno, por lo menos parecía
que no. - Es diferente para cada portal, una clave que sólo saben los usuarios.- - Los cuales
están ahora en Faerie… ¡Todos!- Le recordé. - ¿Cómo se supone que lo consiga?-

Una astuta expresión cruzó por su pequeña cara de muñeca. - Quizá pueda encontrar una
forma, por el precio adecuado.- Voltee los ojos ante la pequeña y estafadora cosita. - ¿Ahora
que?- Se movió nerviosamente tratando de parecer indiferente. Pensé que genial que fuera
demasiado pequeña para los juegos de apostar, con una cara de póker como aquella,
seguramente quedaría frita a los cinco minutos. - Quiero un segundo uso de la runa- barbotó
finalmente - en caso de que no resulte embarazada del primer uso-

Me ocupé verificando otra arma por el momento. Había tenido la impresión de que había
acordado que le entregaría la runa, no sólo le permitiría utilizarla. Quizá la cosa era más valiosa
de lo que pensaba. - Está bien- dije lentamente, tratando de sonar reluctante. - Te permitiré
utilizarla una segunda vez!- . - ¡Sin restricciones! ¡Aún y cuando quede embarazada la primera
vez, tendré una segunda oportunidad!- - De acuerdo- Radella tragó. - ¿Qué tipo de ayuda
quieres?- - La que sea necesaria- . No iba a permitir que ella me impusiera condiciones
tampoco. - Sé que encontrarás la manera de volverme loca- saltó, pero era obvio que no lo
pensaba de corazón. - ¿Tenemos un trato?- - Oh maldición, ¡Sabes bien que lo tenemos!-
Sonreí y ella me hizo una mueca. - No seas tan petulante humana. No has escuchado aún mi
idea.-

La entrada principal del Dante parecía salida de una pesadilla medieval, con estatuas de basalto
retorciéndose de dolor, arbustos cortados en forma de torturas y un hondísimo foso. Las
manillas de la puerta frontal eran caras agónicas que gemían, gruñían y gritaban famosas
frases, diciéndole a todos los que entraban que abandonaran la esperanza… y las billeteras.
Pero la decoración demente es cara, lo que explica porqué la parte trasera parece un moderno
almacén, con rampas de desembarco, enormes basureros y una reja de maya rodeando un muy
repleto estacionamiento para empleados.

Françoise, Radella, Billy Joe y yo habíamos aterrizado en el estacionamiento del Dante un par
de semanas atrás. Había sido unas cuantas horas antes de que el sol, (o cualquiera con un
poco de cerebro) se hubiera alzado. . En otras palabras, el medio día para los tipos a los que
necesitaba ver.

La gran idea de Radella era regresar en el tiempo a antes de que todos los que sabían como
manejar el portal se hubieran ido, y obtener el encantamiento de ellos por cualesquier medios
que fueran necesarios. Yo había enmendado ese término para evitar palizas, combates o
cualquier cosa que destrozara la línea del tiempo. Françoise había añadido que ella podía ser
capaz de borrar la memoria de corto plazo de cualquiera, excepto de un mago muy poderoso,
así que teníamos un plan… sólo necesitábamos al tipo adecuado. Y el predecesor de Casanova,
un zalamero operador conocido como Jimmy La Rata era mi mejor opción como el hombre del
conocimiento. - Je suis desolé (estoy desolada)- dijo Françoise aparentemente hablando con la
cerca. Intercambié una mirada con la Pixie que vagamente arrugó el entrecejo, me doblé para
obtener un mejor vistazo y me encontré con que había sido encadenada a un poste de la veja. -
¿Qué demonios?-

Françoise dio un paso tras de mí y cruzó los brazos regalándome una justa imitación de Pritkin
de mal humos. - Nosotros iremos, es demasiado peligroso para ti.- - ¿Disculpa?- - ¿No has
desarrollado tus habilidades mágicas? N’est-ce pas? (¿no es así?)- - ¿Cuál es tu punto?- - Tu
tenías que traernos aquí, no había otra opción, pero no tienes que arriesgarte ahora.
Hablaremos con los gánster mientras tú te quedas aquí donde estás a salvo.- - ¡Puedo
arreglármelas con Jimmy!- Françoise no respondió, pero tenía esa expresión en su rostro,
como si estuviera completamente feliz de quedarse parada toda la noche discutiendo conmigo
en el estacionamiento. Jaloneé las esposas pero seguramente se las había escamoteado del
almacén de Casanova porque eran de acero de buena calidad. Todos mis esfuerzos apenas
lograron sacudir la reja y eso me enojó. - OK- dije. - Ustedes van, yo me quedo. Diviértanse- .
- No hablarás en serio- dijo Billy con incredulidad. - ¿Te quedarás aquí?- Françoise parecía
dudosa, quizá esperaba que yo peleara más.

Zarandee la verja una vez más para añadir efecto a mis palabras: - ¿Tengo alguna opción?- -
No tengo confianza en ella- dijo la pixie viéndome astutamente. - Deberíamos haberla
encerrado en un closet- . - Tengo un arma- Señalé. Radella frunció el ceño. - Tiene razón,
podría haber volado la cerradura.- - Estaba pensando en algo más divertido- le dije sin estar
plenamente segura de que sólo estaba bromeando. - Es por tu propio bien- dijo Françoise
mordiéndose el labio, de pronto parecía insegura. Radella chaqueó los dedos. - La noquearemos
y luego la encerraremos en un closet, uno realmente pequeño- añadió viciosamente. Françoise
ni siquiera se molestó en verla. - Regresaremos pronto- prometió y luego se volvió en sus
talones y se alejó. - Sip, yo sólo los esperaré aquí a que vuelvan como un taxista glorificado- .
Grité tras ella. Sus hombros se encogieron ligeramente pero no supe si era por pena o
simplemente porque no tenía idea de que era un taxi. - Ok, eso fue realmente…- empezó a
decir Billy.
Levanté mi mano libre. Françoise hizo una pausa en la puerta trasera y se volvió en mi
dirección, probablemente preguntándose porqué mi mano estaba suspendida en el aire. La
saludé con la mano y después de un minuto ella y Radella entraron por la entrada de
empleados. Tan pronto como la puerta se cerró, me desplacé dos pies adelante, tras de mí, la
esposa ahora vacía comenzó a golpetear contra la verja. - Había olvidado que puedes hacer eso
ahora.- Dijo Billy. - Yo también lo olvido la mitad del tiempo- .

Froté mi muñeca y miré alrededor. No había nadie a la vista, pero se me ocurrió que tal vez
debería haber mirado alrededor antes de ejecutar mi escapismo estilo Houdinni. - ¿Porqué no
vas a mostrarles que estaban perdiendo su tiempo?- Me demandó Billy. - Había pensado que
quizá podíamos dejar la fase del motín fuera de la vía de nuestra amistad- . Además, no
pensaba que Radella estuviera bromeando realmente acerca de encerrarme en el closet. -
Vamos a encontrar a Jimmy antes de que les venda el Puente de Brooklyn o algo así…- -
Hablando del diablo- dijo Billy mientras que alguien que se parecía muchísimo a Jimmy salía
corriendo por la puerta trasera.

Me hice a un lado tras unos segundos paralizada por la sorpresa, no podía creer mi buena
suerte. Si pudiera llegar a él antes de que alcanzara su auto podríamos hablar antes de
encontrarnos con alguien más o de que alguien nos escuchara por casualidad. Pero entonces la
puerta se abrió de golpe y una rubia salió corriendo viendo a un lado y al otro. - Espera, hay
una Barbie con él- Me restringió Billy. La rubia vio a Jimmy y fue tras él, acomodándose el
escote de su pequeño top negro mientras lo hacía. Billy silbó con apreciación. - Sus chicas se
saldrán de esa cosa si no…-

Se detuvo abruptamente, bizqueando a través del lote y yo hice lo mismo con una vaga
sensación de inquietud bajándome por la espina dorsal. Las luces de halógeno - conscientes de
la energía- no me ayudaban mucho con la visibilidad, pero había visto lo suficiente para hacer
que mi estómago se encogiera. - Creo que tenemos un problema- dije temblorosamente. -
Oye- dijo Billy abriendo los ojos como platos. - ¡Creo que la Barbie eres tú! Te reconocí por la
forma de tu…- - ¿Te das cuenta de lo que esto significa?-

Me las arreglé para gemir en un susurro. No me había dado cuenta hasta ese momento de que
nos había traído de vuelta en el tiempo a la noche en la que había visto el Dante por primera
vez… no era precisamente un momento que estuviera muy interesada en revivir. - Sip- me
echó un vistazo. - De todos los periodos a los que pudimos regresar, ¿porqué demonios…? - No
lo hice a propósito- dije entre dientes. - Casanova me dijo que el último embarque de esclavos
salió a Faerie esta noche. ¡Si no podemos lograr que Jimmy hable, pensé que quizá podríamos
escuchar de soslayo el encantamiento que utilizaron para enviarlos!- - Si estuviéramos en el
lugar correcto al momento correcto seguro, Pero no es así- - ¿Tu crees?- Mi primera visitar al
Dante no había salido muy bien.

De hecho, había salido espectacularmente mal, tal mal como era humanamente posible.
Habíamos estado demasiado cerca de morir, demasiadas veces en las que yo y otras personas
podríamos haber muerto si las cosas hubieran sido ligeramente diferentes. Necesitaba encontrar
a mi equipo y sacarnos de aquí, rápido, antes de que alguno de nosotros cambiáramos algo.

Jimmy y la otra yo desaparecieron en la línea de carros y la puerta trasera se abrió de golpe


otra vez. Pritkin y un par de vampiros aparecieron y yo me congelé. Mis ojos quizá estuvieran
teniendo problemas asimilando la acción, pero los de ellos ciertamente no los tendrían. Y si
ellos veían hacia acá y me veían, podría distraerlos de la tarea que tenían entre manos. Lo que,
entre otras cosas incluía el salvarle la vida a mi otro yo.

No me moví, no respiré, no parpadee. La camisa de cuello alto negra con el pantalón negro que
había escogido por considerar adecuados para las actividades nocturnas, me harían más difícil
de encontrar, pero ellos podían olerme desde aquella distancia, aún en un estacionamiento lleno
de humos de gasolina y de basura. Uno de los vampiros hizo una pausa, levantando la cabeza
suavemente y oliendo el aire y yo tragué con dificultad. Era Tomas, el que una vez había sido
mi compañero de habitación y que había tenido seis meses para empaparse de mi fragancia. Si
él me percibía… Pero no lo hizo. Los tres hombres corrieron hacia las hileras de carros y unos
pocos instantes después se desató el infierno. Con disparos, gritos y alguien encendiendo fuego
en un carro. Yo me di la vuelta e intenté salir corriendo por la puerta trasera pero tomó sólo un
par de segundos antes de que la última persona que hubiera querido ver en el mundo
apareciera en mi camino.

Me las arreglé para detenerme antes de estrellarme contra él, pero quedamos demasiado cerca.
Tropecé un par de pasos hacia atrás intentando llegar a un lugar seguro. - ¡Se supone que no
deberías estar aquí!- Dije acusadoramente. Una perfecta ceja se elevó en un igualmente
perfecto arco. - Entonces eso significa que tenemos algo en común Dulceaţă-

CAPÍTULO 11

Me quedé viendo a Mircea en shock. - ¡Se supone que tu estás en el centro de la ciudad!- La
versión de mí que recién acababa de perseguir a Jimmy a través del estacionamiento había
escapado de MAGIA más temprano esa noche. Y aunque sus guardias habían permitido que me
encontraran en la ciudad, ninguno había estado seguro de a donde había ido. Mientras Tomas,
Pritkin y un vampiro de nombre Louis-Cesare habían venido aquí, Rafe y Mircea habían ido a la
oficina central de Tony, o al menos eso era lo que yo había creído. - Estaba, dejé a Raphael ahí
en caso de que aparecieras- . Dijo Mircea cerrando los ojos lentamente. - ¿Puedo preguntarte
como sabes eso?- - Probablemente no sería una buena idea- . Dije deseando que la histeria
fuera un lujo que pudiera permitirme.

Mircea se limitó a quedarse ahí, viéndose ridículamente hermoso, con su cabello alborotado, su
boca con un ligero dejo de diversión, su rico traje negro perfectamente cortado y abrazando su
–objetivamente hablando –extremadamente atractivo cuerpo. No sabía si lo hacía
deliberadamente, pero su ropa siempre parecía estrecharse un poco alrededor de sus caderas y
bíceps, atrayendo mi atención a un lugar que no tenía ningún derecho de ir. Por no mencionar
que Mircea, vestido de negro se veía pecaminoso. La única ventaja era que el traje, por lo
menos, no era de cuero… ¿Porqué mis pensamientos iban hacia ahí? Levantó una mano en una
silenciosa invitación que hizo que mi estómago brincara. Mi estómago era un idiota. Salté hacia
atrás, casi tropezándome con mis propios pies. - ¡No me toques!- La última vez que me había
encontrado con Mircea en el pasado, el geis había saltado de mí hacia él, empezando todo este
desastre del hechizo duplicado. ¿Lo triplicaría si lo tenía lo suficientemente cerca ahora? Porque
de verdad no creía que ninguno de los dos lograra sobrevivir eso.

En algún lugar cercano la gente estaba gritando y Pritkin estaba jurando y un par de terroríficos
hombres ratas-lobos pasaron escurriéndose y goteando sangre en el asfalto. - Tenemos que
irnos dulceaţă- Dijo Mircea suavemente. El hecho de que siguiera usando el apodo cariñoso
que me había puesto hacía años y que significaba - querida mía- probablemente era una buena
señal, pero dudaba que fuera a durar. Necesitaba largarme, pero realmente no quería
desplazarme frente a él… eso le diría más de lo que yo quería que él supiera. Pero no podía
tampoco dejarlo atrás, y estaba segura de que tampoco podía permitirle acercarse a mí lo
suficientemente cerca como para tocarme.

- Cassie- Mircea me miró con reproche cuando continué ignorando su mano extendida.
Comencé a pensar con desesperación si era necesario que me alejara más, el error se había
cometido en una época anterior a que el geis se hubiera puesto. Ese Mircea no había hecho aún
que me lo pusieran, así que el hechizo había saltado de mí hacia él para completarse.
Pero este Mircea había hecho que nos lo pusieran, de hecho tenía ambas versiones así que
tenía que ser inmune ¿verdad? - ¡Cassandra!- - ¡Estoy intentando pensar!- Le dije mientras lo
veía acercarse a mí. - Puedes pensar en MAGIA donde estarás a salvo- . - ¿Sabes?- le dije
salvajemente - considerando cuan a menudo escucho esas palabras, ¡Es sorprendente que con
tanta frecuencia termine casi muriendo!- - Eso no sucederá esta noche- dijo con firmeza y
tomó mi mano. Yo lo observé horrorizada, esperando el cosquilleo eléctrico que me diría que
me las había arreglado para matarnos a ambos. Pero además del casi imperceptible cosquilleo
que el geis siempre me provocaba, no pasó nada. Nada además de un dulce y empalagoso
aroma, como de flores al borde de la putrefacción. ¿Dónde lo había olido antes?

Mircea dijo algo que yo sospechaba que era una palabra muy mala en Rumano y me empujó
abruptamente tras él. - Cass, ¿recuerdas como la última vez que estuvimos aquí una pareja de
magos oscuros se presentaron a la fiesta?- Preguntó Billy, con la voz quebrándose ligeramente.
- ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver eso con…?- Miré alrededor del abrigo de Mircea para ver un
grupo de oscuras siluetas contra las luces de la calle. - Oh- . - Creo que perdí un par de ellos en
el recuentro- Dijo Billy luciendo asustado.

Hice un conteo rápido. - ¿Un par de ellos?- chillé - ¡Ocho no son un par de ellos!- . En la
distancia, una nube azul comenzó a esparcirse sobre el estacionamiento y recordé que Pritkin
había empleado un tipo de gas lacrimógeno en el combate y que casi nos había ahogado. No
había sido divertido, mis pulmones seguían ardiendo horas después, por supuesto, no era
tampoco divertido estar afuera en este momento. - La vidente viene con nosotros vampiro- dijo
uno de los magos.

Esperaba que Mircea tratara de hablar con ellos, de usar algo del tan famoso encanto que lo
había convertido en el jefe de diplomacia de la Cónsul. Supongo que los magos lo esperaban
también pues se vieron realmente sorprendidos cuando el vocero salió volando de pronto a
través del aire. Aterrizó en los cables de poder arriba de nosotros, rompiendo uno de los más
grandes por el impacto y quedando atrapado en varios de los más pequeños. Una onda de
electricidad paso por su cuerpo por un momento, después se precipitó al suelo, sólo para ser
empujado hacia arriba otra vez por una de las líneas que se había colgado unos cuantos pies
hacia el piso. Rebotó un par de veces antes de empezar a columpiarse suavemente en el
espacio, colgando boca abajo por el tobillo como el - Colgado- de mi baraja de tarot.

- Eso no fue sabio- le dijo calmadamente a Mircea, el mago más cercano, justo antes de que
una pared de abrasador aire caliente nos golpeara, me tiró por completo y nos lanzó a ambos
hacia atrás contra la reja. Por muy poco espacio logré escaparme de estrellarme contra el poste
de alambre de púas, pero se sintió como si algunos de los picos de la cerca se hubieran
convertido en parte permanentes de mi anatomía.

Mircea se puso de pié en un parpadeo, y dos magos espontáneamente ardieron, pero apagaron
el fuego casi inmediatamente y para el instante en que había logrado zafarme de la red de
metal, habían respondido con una abrasadora bola de energía azul y blanca. Hizo que Mircea
cayera en una rodilla, pero la atrapó, sus manos chisporroteaban audiblemente, entonces, la
deslizó de vuelta a quien la había enviado. Los escudos de los magos se combaron hacia las
líneas de poder sobre nosotros, causando que un pulso de electricidad corriera a su alrededor
como fuego azul. Las luces del alumbrado público explotaron en una larga línea como fuegos
artificiales y un pulso de energía explotó contra el mago que sostenía el escudo, enviándolo
girando hacia la tierra con uno de los cables de luz chasqueando y tartamudeando alrededor de
él.

El mago electrocutado estaba balanceándose ligeramente contra el piso, como lo haría si


estuviera vivo. Entonces tuve una buena imagen de su rostro que presentaba la mandíbula
cayendo floja, los ojos abiertos y vidriosos y una lengua ennegrecida y decidí que no era
probable que estuviera vivo. Uno de sus colegas aparentemente había llegado a la misma
conclusión, pero en lugar de llorar su pérdida había elegido utilizarlo. Animó el cuerpo con un
gesto, elevándolo verticalmente hasta que pareció un espantapájaros en medio de un
ventarrón. Todo él no era más que miembros flácidos y piernas oscilantes y nerviosas,
sosteniéndose apenas unos centímetros sobre el suelo.

Miré, del danzante cadáver a la nube azul y espesa, pero suficientes flashes, relámpagos y
disparos silenciados de armas de fuego estaban llegando de adentro como para hacerme sentir
marginalmente a salvo teniendo su lucha sobre nuestras cabezas. Fue la única cosa por la que
me sentí a salvo, especialmente cuando un basurero de metal pasó volando hacia nuestras
cabezas, se detuvo en medio del aire, a un pie aproximadamente de mi nariz, entonces revirtió
su curso y explotó, fragmentos afilados como navajas de afeitar rompieron contra la línea de
magos como metrallas… metrallas que aparentemente no lograron atravesar sus escudos.

La oxidada lata Pinto que se estrelló contra los magos un segundo después no lo logró
tampoco, pero requirió de sus esfuerzos combinados para rechazarla.. Salió volando a través de
la noche, rotando tres veces antes de explotar contra la línea de autos más cercana. La mayoría
de los magos estaban bien, aunque severamente enojados, pero uno era más joven o menos
entrenado que el resto porque un segundo perdió la concentración… y con ella sus escudos. Y
todo lo que se necesita es un segundo.

Un maestro vampiro no necesita tocar a una persona para drenarla, hecho que aprovechó
Mircea para demostrar. Creo que estaba intentando intimidar a los otros para salir huyendo,
porque no intentó matarlo limpiamente, extendió una mano y el mago se sacudió hasta que
unas sangrientas lágrimas comenzaron a salir a borbotones de sus ojos, pero, en lugar de bajar
por sus mejillas, flotaron hacia nosotros, volando a través de la distancia hacia la palma de la
mano de Mircea, donde las pequeñísimas gotas fueron absorbidas. Y después, no sólo sus ojos
sangraban, pareciera que cada poro de su rostro supurara enviando, no un goteo sino un
chorro a través del aire, como si fuera un largo lazo rojo. En unos cortos segundos, el mago
cayó arrugadamente, su rostro era ahora blanco como la nieve, sus pálidos labios abiertos en
un silencioso Oh. Estaba muerto antes de golpear el asfalto.

Si lo que Mircea buscaba era la intimidación, no lo logró. Los magos a duras penas se
dispersaron y lanzaron ataques por separado. Probablemente habían asumido que Mircea no
lograría vigilar a los restantes seis al mismo tiempo, y mientras él lidiaba con uno, los otros
podrían eliminarlo. Yo estaba desesperadamente aterrorizada de que tuvieran razón. El cadáver
animado se acercó a nosotros, y una nube de fragmentos de vidrio de los carros destruidos se
levantó del suelo tras él, brillando con las llamas como diamantes mortales. Como si eso no
fuera suficiente, un grupo de llantas en llamas pasaron rodando por el asfalto, viéndose como
un escuadrón de ovnis contra la oscuridad.

Perdí la noción de lo que pasó exactamente después de eso, como si todo se nos viniera encima
al mismo tiempo… la mayoría demasiado rápidamente para que lograra verlo. Parpadee y la
siguiente vez que miré, un segmento de cerca había saltado frente a nosotros actuando como
un escudo para atrapar los múltiples objetos voladores. Me di cuenta porque el cadáver seguía
en movimiento aún y cuando estaba muerto cuando se estrelló contra la cerca y toda la
porquería se encendió con múltiples chispas. Alrededor de sus pies, el cable caído seguía
coleando como una larga serpiente negra, retorciéndose y crepitando, escupiendo fuego; tan
mortal para un vampiro como para un humano. Pero no pudo tocarnos y en un momento, el
cadáver se alejó danzando a través del estacionamiento, luciendo muy parecido a un títere
enloquecido.

Mircea envió el fragmento de cerca volando hacia el mago más cercano hasta que impactó sus
escudos con una avalancha de chispas. Se sostuvieron, asegurando que el metal caliente no
tocara su piel, pero no pudieron evitar que la verja se envolviera a su alrededor como una
cobija. Los eslabones empezaron casi inmediatamente a brillar con una luz nueva mucho más
intensa, derritiéndose en sus escudos como el agua caliente se abre camino entre el hielo. Los
otros magos habían parado por alguna razón y yo no esperé para darme cuenta del porqué. Me
abalancé sobre Mircea con la intensión de desplazarnos lejos antes de que recuperaran el
impulso, aún y cuando eso terminara con mi farsa, pero una sólida pared de energía se topó
con mi mano extendida abrasando mi piel que se sintió como si hubiera recibido una fea
quemadura solar. - Sal de aquí Cassie- dijo Mircea mientras yo recuperaba mi mano. - Tengo
una idea- dijo Billy - Desplázate con él fuera de aquí- Le regalé mi mejor cara de ¿No juegues?
- Tengo que tocarlo para hacerlo- - ¿Qué te detiene?-

Aparentemente él no podía ver la barrera mejor de lo que yo podía. Pero estaba ahí. Mircea no
tenía escudos (él no era un mago y la magia de los vampiros no funcionaba así). Tenía que ser
poder puro que él estaba dejando salir, rodeándolo a él y a los magos en un campo de energía
que los tenía atrapados tan efectivamente como si fuera una jaula, pero, en cierto modo, él
estaba tan atrapado como ellos, no podía bajar la barrera sin dejarlos en libertad, y yo no podía
acercarme a él mientras él la tuviera arriba. - ¡Mircea me está deteniendo!- barboté. -
¡Cassandra! ¡No puedo detenerlos para siempre!- Una sola gota de sudor bajó por la mejilla de
Mircea para colgar suspendida en el borde de su mandíbula. - ¡Tienes que irte!-

Antes de que pudiera replicar, uno de los magos se liberó, un jovencito con acné y ojos
dispares, uno de ellos verde y el otro azul. Se alejó de los otros con la ropa echando humo, su
lacio cabello castaño en llamas. Pero unas cuantas palabras susurradas apagaron las llamas y
para cuando se dio la vuelta y mostró su rostro furioso, tenía algo en la mano, algo cálido y de
color rosa pálido del color de la piel entre sus dedos.

La pequeña pelota parecía inofensiva, pero yo había estado con magos el suficiente tiempo
como para saber que tan probable era que lo fuera. Y Mircea no podía moverse, no podía
defenderse sin liberar a los otros para hacerle más daño. Un miedo crudo y violento me bajó
por la espalda y mi corazón comenzó a atronar en mis oídos, lo que no tenía ningún sentido
pues podía sentir mi piel picando mientras la sangre huía de mi rostro. La pequeña pelota cayó
al suelo y rodó unos cuantos pies antes de toparse con un poco de pasto que crecía a través del
concreto. El mago cayó sobre sus rodillas y se quedó observándome con una expresión de
cruda sorpresa en el rostro, después cayó sobre su costado, aún agarrando con firmeza la
mancha que se iba ampliando en su pecho. - Le disparaste- dijo Billy luciendo tan sorprendido
como yo me sentía. - Supongo que olvidó volver a levantar sus escudos- dije paralizada.

Quería sentarme, mis entrañas temblaban y mi mano se estremecía, lo que, tomando en cuenta
que tenía un arma casi completamente cargada en ella, se convertía en una severa violación de
seguridad. Pero entonces los magos hicieron algo que envió a Mircea estrepitosamente contra
lo que quedaba de la cerca, causando una momentánea pérdida de su concentración. , y tan
pronto como eso pasó, el cadáver animado vino volando a través del estacionamiento y saltó
directo hacia él. Grité, sabiendo lo que el fuego de cualquier tipo le haría a un vampiro sin
protecciones. Entonces me encontré disparando al azar con un dolor floreciendo en mi pecho
tan acerado que se sentía como si me hubieran clavado un cuchillo. Pero los magos restantes
tenían todos sus escudos arriba. Algunas de mis balas sólo rebotaron contra ellos como si
estuvieran hechos de acero transparente, otras fueron absorbidas por ellos, como rocas que
cayeran en el agua. Habrían matado a Mircea y yo ni siquiera hubiera podido lastimarlos.

- ¡Cassie!- Me volví hacia la voz de Billy, y lo encontré suspendido en el aire frente a Mircea,
brumoso e indistinto, como un negativo doble. Me quedé helada e incrédula mientras Mircea
lentamente levantaba la cabeza. Entonces, mi mandíbula literalmente cayó, porque él se estaba
sosteniendo en mitad de la cerca, convulsionando con energía blanco-azulada y no había
manera que sobreviviera a eso. Sencillamente no podía sobrevivir. - ¡Sácalo de aquí o morirá!-
- ¿Qué?- dije estúpidamente, y entonces alguien me tomó por detrás, el arma salió volando de
mi mano y un puño se estrelló contra mi mejilla, empujando mi cabeza hacia atrás y haciendo
que mis oídos pitaran.

Traté desesperadamente de desplazarme; pero estaba mareada, el dolor era insoportable y


nada pasó. - ¡La tengo!- gritó la voz de un hombre en mi oído, y desde el rabillo del ojo vi otra
sombra oscura avanzando hacia nosotros. Pero los brazos alrededor de mi cintura no se
moverían, sin importar que tan rudamente luchara. Alguien gritaba cerca de mí, un sonido
horrible y desesperanzado que arruinaba mi concentración tanto como las manos que
comprimían mis caderas. Patee con mi pié, con tanta fuerza como me fue posible, y sentí el
impacto contra algo blando. Alguien juró y un hombre pálido y demacrado con duros ojos grises
apareció frente a mí. Sacó un cuchillo de aspecto malvado de su abrigo y lo sostuvo frente a
mis ojos hasta que fui capaz de enfocarme en él, tan pronto como lo hice, lo clavó en mi
muñeca derecha. Pude sentir los pequeños huesos rompiéndose, entonces él lo torció y lo
empujó contra mis tendones, la sangre goteó por mi brazo cuando la sacó y la sostuvo frente a
mi rostro otra vez. - ¿Sigues queriendo luchar contra nosotros?- .

Por un momento no fui capaz de gritar… no tenía suficiente aire en los pulmones, entonces algo
duro y resbaladizo se tensó alrededor de mis muñecas, justo sobre la herida, y yo solté un
gemido que no sonó bien, no sonó como yo, pero el dolor me golpeó de una sola vez y con tal
fuerza que no podía dejar de gritar. ¡Cállala!- dijo alguien y un brazo se tensó sobre mi tráquea
cortando el sonido al mismo tiempo que el aire. Desesperadamente traté de desplazarme otra
vez y por un segundo pensé que lo había logrado, justo como en las cuevas, podía sentir el
tiempo como una masa espesa y elástica… pero no estaba bien, no me estaba envolviendo
como yo quería. De pronto, golpee el piso, aturdida y ciega cuando nadie lo impidió de nuevo,
comencé a arrastrarme intentando huir, pero mis manos estaban atadas con una cuerda de
plástico duro, no podía poner nada de peso en mi muñeca destrozada y mi sentido de la
dirección estaba arruinado. Terminé deslizándome en un charco de algo cálido y pegajoso.

Miré hacia abajo a un patrón en forma de diamante quemado en el asfalto, todo alrededor
habían jirones de tela que finalmente reconfiguré como unos desgastados jeans azules y los
quemados restos de una camiseta de algodón. Había además duros pedazos blancos pegados
aquí y allá, estropeando el patrón y algo que parecía pelo. Finalmente comprendí, era la cerca,
Mircea la había envuelto alrededor del mago y había quemado a través de sus escudos y luego
había…

Me tropecé sobre mis pies y me lancé fuera del patrón con la bilis subiéndome por la garganta y
la respiración tan dura y rápida que hacía daño a mis pulmones. Todo me daba vueltas y
cuando traté de estabilizarme, el espacio a mi alrededor comenzó a girar. Habría corrido
directamente a la cerca si Billy no me hubiera gritado. - ¡Tus zapatos! ¡Tienen suela de goma
Cass!-

Por un momento no tuve idea de que estaba hablando, pero entonces blanco azulado pasó por
enfrente de mis ojos y lo entendí, los cables de energía se habían desprendido de su receptor
humano y se habían adherido a la verja, deslizándose adelante y atrás por el asfalto como si
fuera una enorme anguila eléctrica, mi cabeza seguía dando vueltas, mi mirada seguía borrosa
y mis dedos parecían no querer responder a mis órdenes, tampoco mis manos, que se sentían
como si estuvieran ardiendo. Quitarme los tenis fue una pesadilla, aún el sostenerlos era un
reto… ¿Cómo se suponía que los usara para algo? Además ¿Qué pasaba que nadie intentaba
detenerme? No quería arriesgarme a tocar los cables directamente, con suelas de goma o sin
ellas. Traté tirando el tenis, pero mi puntería era peor que la usual y finalmente terminé
pateándolos, me tomó cuatro intentos, pero me las arreglé para zafar el cable caído y hacer
que perdiera contacto con la verja.
Tan pronto como lo hice, tuve la vaga sensación de Mircea saltando y atacando a los magos
restantes. Escuché lo que sonaba como un cuello rompiéndose y un cuerpo golpeando el asfalto
cerca de mí, pero no lograba concentrarme en ello. Todo lo que podía hacer era luchar contra la
necesidad de relajarme y hundirme en la invitante negrura que iba adueñándose de los bordes
de mi visión. Me tropecé hacia atrás y mi talón golpeó algo que crujió bajo la ligera presión,
cuando miré hacia abajo, vi dos cuerpos en el suelo. El más cercano era una mujer,
suficientemente anciana para verse cadavérica, su seca piel estaba moteada con manchas de la
edad, su pelo era ralo y de un blanco óseo. La ligera brisa envió pequeñas piezas de una blusa
color mostaza que se desintegraba volando lejos, como si fuera polen en el aire. El cuerpo
cercano parecía una momia recién desempacada, todo él hecho de acartonada piel café que se
estrechaba cobre los visibles huesos, lo miré fijamente, asombrada y sin comprender nada.

- ¡Cass! ¡Cass!- Billy me estaba hablando, y algo pálido se enredó en lo que quedaba de mi
tenis - ¡Tíralo!- Mis ojos finalmente se las arreglaron para enfocarse en el pequeño objeto que
identifiqué como la pelotita que el mago había sostenido antes. Billy debió recuperarla, pero no
podía comprender porqué hasta que vi hacia arriba y me encontré con otros cinco magos que
se apresuraban hacia nosotros desde el lugar más lejano del edificio. Aparentemente la
caballería había llegado, pero con mi suerte habitual, pertenecía a los enemigos.

Agité la cabeza, tratando de aclarar mis ideas, lo que sacudió mi brazo y, Oh dios, eso no fue
una buena idea. Por suerte los magos no me estaban prestando atención. Ya fuera porque no
me hubieran visto aún o porque, comparada a Mircea, yo no parecía ser una amenaza. Además,
él estaba proveyendo de muchísima distracción, aplastando con el pie el cuello de un mago
mientras jalaba la cabeza de otro hasta casi separarla de su cuerpo. Se veía impresionante,
pero yo comprendí que, para optar por el viejo combate cuerpo a cuerpo, debía estar muy
débil. No sabía si podría sobrevivir a otro ataque y no tenía intención de esperar a averiguarlo.

Traté de tomar la esfera, pero mis manos estaban resbalosas por la sangre y no podía
arreglármelas para sostenerla. Cada vez que creía tenerla se me resbalaba, mis dedos
sencillamente no parecían lograrlo. Accidentalmente la pateé y contuve el aliento, esperando
que detonara y nos matara a todos, pero sólo rodó unos cuantos metros y se detuvo contra un
saliente del concreto. - ¡Cass!-

Levanté la vista para ver que yo estaba desfasada, los magos habían tomado una cautelosa
distancia de Mircea, pero eso era sólo porque cualquier maestro vampiro inspiraba respeto, aún
uno herido. Quizá especialmente uno herido. Pero el ataque no tardaría en llegar y yo no podía
detenerlo.

CAPÍTULO 12

- ¡Billy! ¡No puedo alcanzarlo!- Lo miré con desesperación - Tienes que hacerlo tu- Él negó con
la cabeza. - ¡Estoy demasiado débil, me tomó mi última energía acercarlo a ti!- Hice otro
intento y atrapé la pelotita bajo mis manos pero estaba demasiado resbalosa. Tenía la
impresión de que su superficie no me proveería mucho en materia de tracción aún y cuando no
estuviera sangrando sobre ella. - ¡Maldición! Si tuviera un poco más de tiempo…- Billy me miró
como si estuviera loca. - ¡Eres la Pythia! ¡Tienes todo el tiempo que tu quieras!- - ¡No me
puedo desplazar! Lo he intentado- .

Probablemente se debiera al dolor, pero no lograba superarlo. Quizá esa fuera una de las cosas
que el entrenamiento enseñaba, como concentrarse cuando el cerebro estaba confuso por la
pérdida de sangre y tu mano se sentía como si fuera a caerse, y no tenías nada de tiempo para
equivocarte. De verdad, de verdad, de verdad, me hubiera encantado tomar esa clase.
Pero no la había tomado, así que tenía que arreglármelas con lo que sabía. Detuve armándome
de inútil valor la esfera y miré a Billy. - Toma la energía que necesites- - ¡¿Ahora?!- -
¡Maldición Billy! ¡Si! ¡Ahora!, ¡Recupera tus fuerzas y lanza esta cosa!- Billy no perdió nada de
tiempo, se deslizó dentro de mi piel antes de que pudiera terminar de hablar y yo sentí
inmediatamente como la energía era drenada, me dolió, lo que no era normal, quizá porque no
tenía mucha energía extra para regalar, quizá porque Billy tuvo que acelerar el proceso, quizá
simplemente porque todo me dolía de cualquier manera; pero, cualquiera que fuera la razón, en
cuestión de segundos, mi corazón estaba martilleando, mis manos estaban temblando y yo
podía, de hecho, sentir como la vida se me escapaba. Mi cerebro estaba atorado en un mantra:
mala idea, mala idea, mala idea, mala idea, pero no había nada que yo pudiera hacer, no tenía
la fuerza para pararlo. Escuché a alguien silbar, un largo sonido de aire siendo liberado y luego,
me encontré cayendo un muy largo tramo.

Caí en el asfalto al momento para ver a Billy levantar la pelota, casi la perdió una vez, casi se
deslizó a través de su aún transparente mano otra, pero la atrapó justo al último momento. La
lanzó, el lanzamiento fue curiosamente similar a como yo lo habría hecho, un tembloroso efecto
que no aterrizó precisamente en el lugar donde yo habría querido que lo hiciera, pero hizo
explotar unos cuantos metros frente a los magos con un casi inaudible sonido y una pequeña
nube de bruma rosa, como si un globo relleno de talco hubiera sido lanzado contra el concreto.
El aire parecía vibrar ligeramente, pero los magos no presentaban efectos visibles. - ¡Es una
maldita porquería!- Maldijo Billy justo cuando los primeros recién llegados alcanzaron a Mircea
que lanzó hacia atrás su codo para estrellarlo contra el rostro de uno de los magos y aun tuve
tiempo de preguntarme porqué el hombre no había levantado sus escudos aún… porqué no
habían detenido el ataque.

Entonces, pareció que su cabeza explotó, como si en lugar de a un hombre, Mircea hubiera
golpeado un rostro hecho de arena de colores. - La esposa de Lot- Dijo Billy sonando
impresionado. - Cosa mala, magia oscura- Me pregunté si debía preocuparme por la
aprobación que sonaba en su voz. Los otros magos se habían detenido, congelados en varios
estadios de movimiento. Uno estaba corriendo, capturado con una sola pierna levantada, y su
propia velocidad lo hizo venirse abajo. Explotó contra el asfalto y Mircea regaló una sonrisa
maligna. Caminó hacia la siguiente estatua humana, un hombre joven con cabello rubio rojizo y
le dio un ligero empujón con la palma de la mano. El mago cayó hacia atrás contra otro mago y
ambos golpearon el suelo con un Bang, disolviéndose en una nube de arena multicolor tan
mezclada que resultaba imposible decir donde empezaba un cuerpo y terminaba el otro.

Mircea fue por el último mientras yo observaba la arena color carne que se deslizaba fuera de
un tenis de cuero. Una ráfaga de viento sopló a través del estacionamiento, empujando
pequeños granos de sustancia contra la mejilla que yo no podía despegar del asfalto. No se
sentían como arena; no se sentían como nada en realidad.

Escuché el golpe de otro cuerpo al caer al suelo, sentí la oleada de viento cuando se rompió en
pequeñas migajas, pero no pude enfocarme en ello. Shock, pensé vagamente. Sabía lo que
técnicamente debería estar sintiendo, pero no estaba segura de sentirlo de hecho. Todo mi
cuerpo dolía, pero el dolor parecía alcanzarme a través de una distancia escondida tras un
zumbido estático.

Miré fijamente la pila de restos humanos y me pregunté que había hecho el hechizo. Billy
estaba diciendo algo, quizá trataba de contármelo, pero yo no podía comprenderlo. Quizá les
chupó toda el agua del cuerpo pensé vagamente. ¿Era eso lo que quedaba de una persona
cuando la humedad se había ido de ella? ¿Una pila de migajas de olor químico que parecían
vagamente humanos pero que no podía serlo porque la gente no se convertía en polvo cuando
los tocabas? Eso estaba simplemente mal, no era posible. Como yo despedazándole el corazón
a un hombre de un disparo.
Alguien se arrodilló a mi lado y cortó el brazalete de plástico. Podía ver vistazos blancos a través
de la sangrienta carne de mi muñeca, pero no parecía que una vena hubiera sido afectada,
aunque se sentía mal. Fui arrastrada a los brazos de alguien y mi espalda se colocó contra un
cálido pecho que estaba respirando con demasiada rapidez, o quizá era yo la que respiraba así.
Traté de calmar mi respiración pero nada pasó, así que decidí que no era yo la que respiraba así
después de todo.

Unas fuertes manos acariciaron mi cabello, separando gentilmente las enredadas hebras por un
momento, después un susurro de aliento acarició mi oído. - Puedo curar esto, dulceaţă, pero
sería preferible que volviéramos a MAGIA. Ahí hay sanadores con más habilidades de las que yo
tengo- . Mircea, pensé. Él era quien olía a humo, sangre y sudor, eso me parecía extraño;
siempre lo había asociado con perfume caro. Miré hacia abajo para ver las marcas y huellas
digitales negras que marcaban mi piel donde él la había tocado. Eso también me pareció raro,
aunque no pude pensar porqué. - Cass, tenemos que salir de aquí. Él no puede llevarte de
vuelta a MAGIA- Billy flotó frente a mi rostro y eso estuvo bien, porque él se veía igual que
siempre. - No puedo regresar a MAGIA- dije repitiendo las palabras de Billy, y mi voz sonó casi
normal. ¡Que extraño! - Es una fea fractura, dulceaţă, y hay demasiados huesos en la muñeca,
quizá no sea capaz de repararlos todos perfectamente- .

Miré su rostro, estaba sucio y bañado en sudor y había un tenue patrón en forma de diamante
por toda su mejilla derecha. Pero piel nueva había empezado a reemplazar la piel quemada
ante mis propios ojos, dejándola suelta para que se alejara como cenizas en el viento. Y sus
ojos eran los mismos, brillantes con inteligencia, suaves en su preocupación, llenos de
entendimientos, hermosos. Él estaba bien. Mircea iba a estar bien. El alivio fue tan agudo que
por un momento me dolió más que la muñeca.

Quería decir algo, pero había demasiadas emociones crudas bullendo demasiado cerca de la
superficie. No creía que se suponía que yo podría decir lo que estaba pensando, de cualquier
modo, aún y cuando mi final estuviera tan cercano, me gustaba pensar que el suyo no lo
estaba. Era algo así como tener un futuro por medio de un representante, y aunque no era
exactamente lo que yo había esperado, era suficientemente bueno. Se sentía suficientemente
bien, así que me limité a verlo sin parpadear mientras pudiera ver más que un borrón de luz y
oscuridad… los colores comenzaron a mezclarse entre si por alguna razón. - Te la curaré aquí-
dijo Mircea duramente, acunando mi muñeca en una de sus grandes manos.

Se veía extraño, salvaje pero estrechamente controlado, con algo desbordándose justo bajo la
superficie, rabia o frustración o quizá ambos. Los otros podían verlo también, porque los
vampiros trataban de actuar con sumisión y la pixie lo veía con sus grandes ojos preocupados.
Françoise estaba sentada en el suelo cerca de nosotros, pero parecía reluctante, como si no
tuviera idea de que decir. Se me ocurrió preguntarme que estaban haciendo todos aquí, pero
entonces Mircea hizo algo que provocó que el calor se esparciera por mi brazo, y la repentina
falta de dolor me hizo contener el caliento esperando.

Miré hacia abajo para ver mi herida cerrarse y pequeños movimientos extraños teniendo lugar
bajo la piel. Huesos reajustándose, pensé vagamente, y esa parte no fue tan placentera pero
aún así no dolió y de pronto me encontré con que inclusive podía pensar un poco mejor. Podía
sentir mi sangre precipitándose duramente a través de mis venas y mi piel se sentía tirante y
ruborizada, pero no había más letargo ni dolor.

Mircea se mordía el labio mientras seguía las líneas de tendones y músculos en mi mano,
reacomodándolos con su dedo como si fuera un escalpelo. Era una ligera sensación, como si
vagamente rozara mi mano pero yo lo dudaba. Un contacto tan suave no debería ser tan
poderoso. Mircea no lo notó, sus ojos estaban completamente abiertos y más brillantes de lo
que alguna vez los había visto, la emoción del combate aún vibraba tras él como electricidad.
Estaba completamente concentrado y se veía extrañamente joven, y cuando finalmente levantó
la cabeza para decirme que estaba haciendo, lo tomé de la camisa y lo besé con fuerza. No fue
mucho esfuerzo, el ángulo estaba un poco mal y nuestros dientes chocaron y ambos teníamos
un ligero regusto a adrenalina. No me importó, mis puños se cerraron en su camisa, aplastando
la pesada seda y no parecía que fuera capaz de dejarlo ir. Y necesitaba liberarlos, porque no
podía golpearlo mientras sujetara su camisa y yo de verdad, de verdad quería golpearlo. De
pronto estaba furiosa con él, completamente lívida, porque él casi había muerto, maldición, y yo
no había podido hacer nada para evitarlo y él casi había muerto.

Mircea no objetó, no trató de apartarme; en vez de eso me atrajo más cerca, lo suficientemente
cerca como para escuchar su corazón latir, lo suficientemente cerca como para sentirlo respirar.
Se hizo cargo del beso alentándolo, hasta que fue todo calidez, dulzura e inevitabilidad. Sus
manos de deslizaron por mi espalda a mis cabellos, peinando mi rizos y haciéndome
estremecer. Nunca pensé que alguien pudiera besar en inglés, besar en disculpa, pero
aparentemente él podía hacerlo.

No estaba segura de porqué se estaba disculpando, pero se sentía bien, como si él debiera
estar apenado por asustarme así. No besaba justamente, y no besaba completamente al
instante, me mantenía dándome y quitándome hasta que pensé que moriría de frustración.
Sentía ganas de gritar, pero no tenía el aire suficiente como para gastarlo, y entonces, cuando
pensé que me volvería completamente loca, finalmente hizo un suave y hambriento sonido y
me encontró en el medio, y de pronto fue todo jadeos, gruñidos y la necesidad alzándose entre
nosotros como vapor. Podía sentir el geis reaccionar, débiles temblores zumbando debajo de la
piel, síntomas de una inminente explosión y no me importó. De alguna manera nunca había
notado la fuerza tensa de su cuerpo, de esas manos delgadas y fuertes y dolorosamente
gentiles. Una rápida imagen de lo que se sentiría, presionada bajo su peso, enviando espirales
de calor a través de mí. Yo quería eso. Yo lo quería todo.

Y entonces, él se apartó, viéndose estupefacto y un poco salvaje, como no se había visto en


ningún momento durante la lucha cuando hubiera tenido sentido esa imagen. Lo vi con el
arrugado cabello y la sucia cara y quise besarlo otra vez. No por causa de una compulsión, sino
porque sabía familiar, porque quería más de esa calidez que parecía burbujear a través de mi
piel cuando nos tocábamos. Pero no pude hacerlo, este Mircea estaba dos semanas - atrasado-
por decirlo de alguna manera. Para él, el geis apenas había despertado, pero mientras más
contacto tuviéramos, más rápidamente crecería, haciendo pasar a mi Mircea un infierno aún
mayor. Me arrastré lejos y él me dejó ir. Pero su atormentada mirada se desplazó de mí a
Françoise y Radilla. - ¿Hay algo que desees contarme dulceaţă?-

Miré de reojo a Françoise, pero ella me regaló uno de esos muy franceses encogimientos de
hombros que nunca había sido capaz de interpretar. Genial. Miré de vuelta a Mircea y tragué. -
No me siento bien- le dije honestamente - ¿Podemos hablar un poco después?- Después de
una casi imperceptible pausa, Mircea asintió, se levantó aún mirándome mientras daba órdenes,
enviando a los vampiros que se habían presentado demasiado tarde disparados como asustadas
hormigas. Me senté en el piso y los observé, preguntándome que estaban haciendo hasta que
vi que uno de ellos tenía una especie de aspiradora industrial. Empezó a succionar los
remanentes de los magos que habían sido golpeados por el hechizo de la esposa de Lot, otro lo
seguía, levantando zapatos y otras cosas no convertidas en arena y poniéndolas en una enorme
bolsa de basura.

Ya no me dolía nada, pero aún me sentía exhausta y desubicada. Mircea debió golpearme con
un sugestión, el equivalente vampírico de los resultados de una juerga de una noche. No creía
que fuera una buena idea tratar de desplazarme otra vez aún. Otro vampiro había empezado a
separar los dos cadáveres atrofiados restantes. Eran tan viejos que sus huesos se partían
fácilmente, rompiéndose como ramitas secas. Emitían un crujido cuando él los lanzaba a la
bolsa de basura. Los observé, con el brillo de la sugestión entorpeciendo mi reacción. Supe que
debieron ser asesinados por el hechizo dirigido a mí, pero en ese momento no me pareció tan
importante. El vampiro se las arregló para introducirlos en una de las bolsas que parecía ser de
buena calidad pues no se rompió aunque se jaló. Otro vampiro de pronto salió corriendo y
gritando a través del estacionamiento, se las había ingeniado para prenderse fuego tratando de
extinguir el Pinto. Mircea pareció disgustado, pero se movió para prestarle ayuda.
Probablemente lo habría hecho aunque el tipo no le hubiera pertenecido. Él era un senador y
tenía que sostener la política no oficial del Senado: Siempre limpia tus desastres.

Sentí una ligera punzada de dolor en la muñeca, del tipo que decía que la sugestión estaba
perdiendo fuerza y que quizá debiera pensar en buscar un analgésico, pero no me moví, me
desplomé en mi lugar mirando las cosas que nunca se muestran en las películas porque no son
excitantes. Se trata solo de gente haciendo su trabajo. Después de la acción vienen los
extintores de fuego, la limpieza de calles y el explicarle a las familias porqué alguien no volverá
a casa… Sólo que eso último no pasaría aquí, nadie sabía quienes eran los magos oscuros o
donde encontrarlos. Si el hombre al que yo maté tenía familia, ellos no sabrían que algo iba mal
hasta que él no regresara nunca a casa. El pensamiento me golpeó como un estilete,
deslizándose justo entre mis costillas. Todas las piezas de mi ser de las que nunca hablaba, en
las que nunca pensaba se precipitaron hacia mí y por un minuto, vi otra escena.

Mac, un amigo de Pritkin y por un breve periodo de tiempo mío me había seguido a Faerie y
había muerto para protegerme. Aún tenía pesadillas sobre eso, mi mente mostrándome
imágenes surrealistas de sus manos presionándose sobre el tronco de un árbol. La corteza
volviéndose líquida y presionando a través de sus dedos, había explotado a través de sus
muñecas paralizándolo hasta que envolvió su cuerpo, hasta que la piel, el cabello y todo había
quedado cubierto con el mismo gris monótono y uniforme. Como una mortaja. Usualmente me
despertada envuelta en sudor y con el corazón palpitando desacompasado cuando cubría su
rostro. Cuando no quedaba nada humano ya. No había sucedido así, pero no podía quejarme
del proceso de edición de mi cerebro. La realidad había sido peor. Me enfermaba ser la persona
que hacía que los demás fueran asesinados. Había jurado que eso no sucedería nunca más, y
aún así aquí estaba, no sólo era la razón, sino el instrumento. Un hombre había muerto esta
noche y yo había sido la responsable. Yo lo había matado.

Mi mente estaba horrorizada, enferma, incrédula, pero mis emociones parecían estar
tomándose un descanso. No estaba temblando, no estaba enferma, no estaba, aparentemente,
nada. Lo más que sentía era una especie de entumecimiento, sólo entumecimiento. A pesar de
que el mago no había sido mi única víctima casual. Billy pudo haber arrojado a la Mujer de Lot,
pero yo le había donado la energía que lo había vuelto posible. En último caso, eso lo hacía en
parte responsabilidad mía. Pero esas muertes no parecían reales de alguna manera. Había visto
magia toda mi vida, pero no era lo mismo. Los Vampiros eran criaturas mágicas, pero los que
estaban con Tony tenían básicamente velocidad, fuerza y muchas armas humanas para matar.
Algunos de ellos podían ser espectaculares, por no mencionar truculentos, pero por lo menos
tenían sentido no como una pequeña e inocua pelotita que podía drenar la vida de cinco
personas en cuestión de segundos. Un disparo, era otra cosa. Había visto la expresión en el
rostro del hombre, visto la sangre bajar por entre sus dedos desde una herida que había
causado. No. No había forma de negar eso. Y más allá de la culpa y del dolor y de quien sabe
que más cosas, estaba a punto de sentir cuando el cómodo entumecimiento de Mircea fallara,
además, probablemente había jodido completamente la línea del tiempo. Mucha gente había
muerto, gente que no se suponía que muriera ¿o si?

Era realmente duro de pensar y suficientemente irónico; las paradojas por los viajes del tiempo
no eran mi mejor punto, pero habían un par de rarezas de las que empezaba a tener noticia.
Como por ejemplo, si las cosas no debían suceder así ahora, ¿Por qué no me había encontrado
con Mircea la última vez que estuve ahí? Y ¿Por qué sólo había visto dos magos oscuros en
lugar de la docena poco más o menos que parecían andar en los alrededores? Si Mircea no los
había combatido entonces ¿Quién lo había hecho? Porque ese día no había visto a nadie
prestarse para hacerlo. - Cassie, debemos irnos- Dijo Françoise gentilmente.

La miré con ojos llorosos, parecía estar balanceándose arriba y abajo sin dejar el piso de verdad
y todas sus líneas estaban borrosas. Decidí que probablemente era yo la del problema. - ¿Cómo
les fue?- - ¿No lo recuerdas?- Frunció el ceño. Intenté recordar por un minuto, viajando a
través de mis experiencias de los pasados dos años.- Fuiste capturada, recuerdo liberarte, pero
eso es básicamente todo- No quería realmente saber lo que una cantidad de brujas y una pixie
estaban haciendo encerradas en uno de los sótanos del Dante.

Me había encontrado con ellas estando aquí en otros negocios y las había ayudado, pero no
había hecho muchas preguntas. - Estoy un poco confusa en los detalles- , admití. - Los magos,
ellos creyeron que yo era una de las esclavas, y que había escapado- explicó Françoise. - Ellos
me encerraron y cuando Radella trató de ayudarme la capturaron también- . - ¿Lo
conseguiste?- Ella asintió con gravedad. - Yo estaba en el segundo grupo y escuché a
escondidas el hechizo cuando enviaron a las otras. Yo seguía, pero entonces llegaron las
noticias de que estabas aquí… la otra tú- . Me explicó, asentí. - Ellos cerraron el portal y nos
dejaron porque les habían dicho que dejaran lo que estaban haciendo y te encontraran.-

Sip, apostaría que Tony me quería atrapar más que nada. Supuse que sus matones habrían
pensado que podrían terminar el tráfico de esclavos después. De pronto estaba malignamente
feliz de que no lo lograran, por lo menos. - Nunca debería haberte abandonado- Dijo Françoise
con preocupación. - Quiero ver la maldita runa antes de ir a cualquier otra parte con ustedes-
señaló la pixie cruzando sus diminutos brazos. - ¿Por qué?- - ¡Porque están completamente
locos!- Barbotó Radella con los ojos fijos en los vampiros que se habían arrodillado junto al
patrón de diamante en el asfalto, debatiendo si varía la pena tratar de raspar los restos o si
pavimentar sería mucho más sencillo. - Porque podría haberte ayudado- dijo Françoise
viéndome como si se estuviera preguntando si me habían golpeado en la cabeza… como había
sucedido, pensé mientras mi dolorida mandíbula me lo recordaba pues lo había olvidado hasta
ahora. Oh si, la sugestión estaba perdiendo fuerza muy pronto. - No hubiera importado- le dije
- Y quizá hubieran muerto ustedes también- - ¡Mejor nosotros que tu!- Negué con la cabeza
pero me detuve porque hizo que el dolor fuera peor. - ¿Desde cuando mi vida vale más que la
tuya?- - ¡Desde que te convertiste en Pythia!-

Desde más allá de la mitad del estacionamiento Mircea volvió la cabeza hacia nosotros, reprimí
un suspiro. ¡Maldito oído de vampiro! - Sip, ese es algo así como el punto- Dije tomando su
mano. Françoise pareció confusa pero no me detuve para explicarse que se suponía que la
Pythia debía proteger a las otras personas, no debería necesitar protección. Mircea venía hacia
nosotros con una expresión de determinación en el rostro y yo no estaba en condiciones de
tener un enfrentamiento verbal con él esta noche. Demonios, yo estaba segura de perder en
uno de ellos aún cuando mi cerebro no se sintiera como si estuviera a punto de salírseme del
cráneo. - Espera- dije, deseando realmente poder ingeniármelas para desplazarnos una vez
más antes de perder la consciencia.

CAPÍTULO 13

Verifica el cargador del arma, balancea la culata de tu otra palma si necesitas estabilizar la
pistola, aprieta el gatillo ligeramente, no necesitas aplicar mucha fuerza para disparar. Respiré
lentamente y observé el blanco de papel estremecerse como si las balas en realidad estuvieran
golpeando carne. Caso todas ellas habían dado fuera de la diana, y ni una sola de ellas estaba
dentro del círculo que representaba los órganos vitales. Irónico, ¿no es verdad? El no utilizado
almacén tenía buena ventilación para ser un local interior, así que Pritkin lo había preparado
como campo de tiro. Se suponía que la práctica diaria mejoraría mis habilidades... al menos eso
era en teoría. Hasta ahora, los pedazos de papel colgados en el lejano extremo de la habitación
no habían tenido mucho de que preocuparse.

Solté el cargador vacío y recargué la pistola. El arma se sentía igual que todas las veces en mi
mano; el peso, el ahumado aroma del aceite y la pólvora, el casi presente olor del papel
quemado me eran muy familiares después de dos semanas de esto, pero cuando había tomado
el arma este día, se había sentido extraña. Como si matar a un hombre el día anterior la
hubiera cambiado de alguna manera, agregándole peso, mostrándose en la pulida superficie
como una marca… algo. Pero no era así. En una Beretta de nueve milímetros el cargador puede
contener hasta quince disparos. El rango máximo de efectividad es de quince metros, pero es
mejor de cerca. Recuerda quitar el seguro y armarla.

Pritkin me había estado dando puntos con determinación, como si eso fuera a reducir mi
condición de blanco en el campo de batalla. Y así era como yo había estado tomando las
lecciones, como algo diseñado para ayudarme con la defensa. De alguna manera me las había
arreglado para obviar que la defensa con un arma usualmente significaba dispararle a algo más
sustancial que un blanco de papel. Que la defensa con un arma significaba matar. Había crecido
rodeada de armas, las había visto con tal regularidad que pronto se convirtieron en una utilería
más, no más remarcable que un vaso o una lámpara. Nunca había poseído una porque no se
esperaba que yo luchara. Con Tony, yo había estado en el grupo de personas útiles pero no
combatientes a quienes se suponía que los otros debían proteger. Me habían dicho cientos de
veces que si alguna vez nos atacaban, mi trabajo era llegar a uno de los refugios anti-balas que
estaban ocultos en muchos lugares de la casa y esperar ahí.

Había habido una cierta comodidad en mi vieja posición que yo no había apreciado nunca hasta
ahora. Porque la sencilla verdad era que, en el momento en que tomas una posición de
responsabilidad, habrá personas que se volverán a ti esperando que tú los protejas, esperando
que tú los salves. Yo estaba acostumbrada a huir, de hecho era muy buena haciéndolo, de otra
manera no había sobrevivido tanto tiempo. Sabía como conseguir identificaciones falsas en casi
cualquier parte, como cambiar mi apariencia, como integrarme. No sabía como mantener vivas
a las personas. Mi cargador estaba vacio otra vez. El suave click click me decía que era
momento de recargar. Presioné un botón pero no alcancé a tomarlo, el cargador vacio cayó
contra mi zapato antes de salir volando por el piso, lo recobré y lo rellené manualmente con
quince nuevas balas. A pesar del dolor de mi muñeca mis manos estaban firmes. Seguía
estando sorprendida por eso y seguía esperando desmoronarme. Me había lavado frente al
espejo del baño cuando habíamos vuelto, dejando que el chorro de agua golpeara la parte
trasera de mi cuello, frío y relajante mientras esperaba disolverme, sólo que aún no lo hacía.
Estaba empezando a preocuparme de verdad.

Una vez, cuando yo tenía como seis años, Alphonse regresó de un trabajo cubierto de sangre y
con un tajo en la nuca tan profundo que casi le había cercenado el cuero cabelludo que lo hacía
ver como el monstruo de Frankenstein antes de que el doctor lo cosiera. Pero había estado de
un extraño buen humor porque los otros tipos, los que él había dejado yaciendo en pedazos en
una cancha de basquetbol habían quedado en peor estado. Ellos habían matado a un par de
nuestras gentes en una disputa territorial y, dado que los muertos habían sido vampiros de
Alphonse, Tony lo había dejado libre para manejarlo.

Alphonse había hecho su trabajo habitual y muy cuidadoso. Él me había visto holgazaneando en
una esquina, viéndolo con ojos asombrados y me había tirado de la barbilla al pasar, me había
dejado una marca roja en la piel que Eugenie había restregado con fuerza un poco más tarde
mientras sin advertirlo me enseñaba mi primera maldición. Cuando me hice mayor comprendí
que él había estado haciendo una manifestación, volviendo a casa cubierto de sangre para
mostrarles a todos que el insulto había sido propiamente vengado. Pero todo lo que había
pensado en ese momento era lo extraño que resultaba verlo tan relajado. De no haber sido por
la sangre, él hubiera sido un don nadie volviendo de una buena noche de trabajo. Tampoco lo
había molestado.

Apunté otra vez al blanco que seguía viéndose prístino a pesar de que el aire estaba
volviéndose agrio. Pensé en el rostro de Mircea, en sus ojos reflejando el fuego, en su cuerpo
alineado para saltar las mortales llamas. Quise tocarlo con tal ansia que casi pude sentir sus
dedos en mi muñeca, como si se tratara de un dolor fantasma. Seguramente es así como
intentar alcanzar a alguien con un brazo amputado debe sentirse: impaciente, vacío y
equivocado. Y casi me había quedado así para la eternidad gracias a un tipo que pensó que
tratar de electrocutar a alguien era una aceptable manera de decir hola.

El aire se llenó con disparos y el sonido de papel rompiéndose hasta que el sonido del click
volvió a sonar. Recargué con los ojos llorosos por el humo, deseando que la vida fuera tan fácil,
sólo rellenar lo que se ha vaciado, reemplazar lo que se ha perdido. Pero no lo era, algunas
cosas no podían ser reemplazadas así que tu simplemente tenías que asegurarte de no
perderlas para empezar. Por una loca razón y estando del otro lado, había empezado a estar de
acuerdo con Alphonse.

Aquella tarde, Françoise y yo nos las arreglamos para llegar al imponente edificio de mármol y
vidrio en la importante galería comercial donde Augustine había establecido su tienda. Mi
encuentro con los magos oscuros había dejado bien clara una cosa: Si Mircea no hubiera estado
ahí, yo no habría durado más de treinta segundos. Si yo tenía alguna esperanza de obtener el
Codex necesitaba estar mejor preparad. Sólo esperaba que Augustine pudiera hacer lo que yo
tenía en mente.

Françoise se había detenido frente a un gran escaparate que mostraba una selección de la línea
- Lista para usar- . Ella ojeó un vestido entallado y aflautado que tenía burbujas doradas
subiendo desde la bastilla como si fuera una copa de champagne. Pero pasó de largo sin ningún
comentario. Dentro, un enorme candelabro ocupaba la mayor parte del techo, sus cristales
estaban formados por carámbanos de hielo encantados para que no se deshicieran a pesar de
las velas esparcidas por sus muchos escalones. Françoise inmediatamente empezó
inmediatamente a mirar, aunque yo no tenía ni idea de que pensaba utilizar como dinero. Le
había ofrecido llevarla de compras dado que ella se había quedado sin familia, sin amigos y sin
guardarropa, pero mi cuenta bancaria no alcanzaba tan fácilmente para boutiques caras.

Decidí aclararle las cosas si y cuando encontrara algo, y caminé pasando al equipo hacia el
pequeño estudio de trabajo de la parte trasera. Nadie trató de detenerme, yo había regresado
al modo Elvira, llevaba una peluca negra y una etiqueta con mi nombre que se veía sumamente
oficial. Había descubierto que me evitaba muchas preguntas el verme como una empleada,
aunque eso no le estaba haciendo ningún bien a los arcos de mis pies. El estudio de trabajo
estaba tan lleno de percheros para ropa y bultos de tela que no pude ver a Augustine aunque
pude escuchar a alguien murmurando en una equina lejana, me volví para encontrarme con el
gran hombre en persona, luchando con una pieza de piel dorada que parecía estar tratando de
tragárselo. La tiró al suelo y estampó una silla sobre ella, después empezó a escarbar en la pila
de papeles del escritorio cercano murmurando aún más.

Me aproximé con precaución porque la tela estaba resistiéndose y haciendo un valiente intento
de deshacerse de la silla. - Este… ¿Hola?- - No sirve de nada quejarse- me dijo rápidamente, -
no hubo show así que no se le pasó a nadie, ni siquiera a mí- . - No estoy aquí por esa razón- .
La piel dio un tirón y casi lo tiró al suelo, él fingió no notarlo pero inadvertidamente deslizó el
borde del pesado escritorio para ayudar a la silla. - Entonces estoy a tu disposición.- - Estoy
pensando en un vestido. Algo francés- - No puedes estarte refiriendo a ese completo asno de
Edouard- dijo sonando horrorizado.

- Cariño, por favor. Yo puedo diseñarte algo mucho mejor con los ojos cerrados. Demonios, ¡Yo
puedo diseñarte algo mejor muerto!- - No quise decir que quiero un diseñador francés- traté
de explicarle. - Sólo algo que parezca…- - Olvídate de París, París está fuera de moda- me dijo
airado. - Ahora dime, ¿en que ocasión piensas lucir mi trabajo?- - Necesito un traje que encaje
en los últimos años del siglo dieciocho- - Oh, una fiesta de disfraces. No nena. Yo no hago
disfraces- Considerando que el estilo personal de Augustine era una cruza entre Galliano y
Liberace, pensé que eso era debatible; en ese momento vestía una túnica amarillo azafrán con
mangas bombachas y un par de pantalones de harem púrpuras. Una mascada de oro atada
alrededor de sus caderas al más puro estilo pirata sostenía no un sable, sino un par de tijeras,
una cinta métrica y un alfiletero en forma de jitomate. - Creo que no lo entiendes- le dije con
impaciencia. - Es algo importante- - Ahh quieres vestirte para impresionar- dijo Augustine
maliciosamente. - Bueno, en ese caso, haz venido al lugar adecuado-

Me empujó a una papel de diseñador que estaba en uno de los pocos espacios abiertos de la
habitación, con una palabra mascullada, éste tomó una muy familiar y detallada forma, tuve
una apremiante y repentina necesidad de lanzar una toalla sobre ella para cubrirla
completamente. - ¿Algunas situaciones especiales de las que tenga que saber?- demandó -
Algunas veces eso puede afectar el diseño- - No, sólo…- - Porque no quiero que vengas a
último minuto a decirme que necesitas un encantamiento que te haga bailar mejor, o ser mejor
bebedora, o tener unas deslumbrantes habilidades de conversación sólo por mencionar
algunas…- - ¿Puedes hacer eso con un vestido?- - Cariño, yo puedo hacer cualquier cosa con
un vestido. Cualquier cosa legal es decir. Así que no me pidas una poción de amor o alguna otra
estupidez porque no quiero perder mi licencia- . - ¿Qué más puedes hacer?- Mi mente estaba
explorando todas las posibilidades. - ¿Qué quieres que haga?- Un relámpago de tela blanca lisa
comenzó a cubrir por sí misma la forma. - ¿Puedes hacerme invisible?-
Augustine suspiró y enrolló el borde de mi peluca con un dedo. - Un atuendo feo y un peinado
peor pueden hacer eso- .

Le voltee los ojos. - Entonces ¿Que hay de hacerme a prueba de hechizos? ¿Puedes hacer que
si alguien me lanza algo malo rebote? - Una rival celosa- me preguntó con simpatía. - Si, algo
así- - ¿Qué tan poderosa es la pequeña gatita?- - ¿Eso es importante?- - ¡Por supuesto que es
importante! Tengo que saber que tan fuerte hacer el contrahechizo- dijo con impaciencia - Si
es algo así como hacerte oler como un camión de basura…- - No, necesito ser capaz de
detener un ataque mayor, como el que un mago oscuro podría lanzarme- . Augustine parpadeó
muy serio. - Cariño, ¿a que clase de fiesta vas a ir?- - Ese es el problema, no lo sé- - Bueno,
en tal caso quizá deberías empezar a pensar en no ir. ¿Quién necesita esa clase de stress?
Tómate la noche libre, hazte la manicura- . - Es básicamente obligatoria- . - Hmmmm, esa no
es en realidad mi especialidad- dijo sonando dudoso, los magos de guerra usan capas
encantadas o algo así algunas veces para reforzar sus escudos, pero no creo que la moda sea
su prioridad principal.

Françoise asomó su cabeza, parecía estar vistiendo un pequeño animal en la parte superior de
su cuerpo, uno con una gran cantidad de espinas marrones que se extendían
desordenadamente en todas direcciones. - Entré algo- me dijo. Augustine se puso tenso. -
¿Dónde conseguiste eso? Es sólo un prototipo- - ¿Qué es?- pregunté observándolo con
cautela. - Una chaqueta por supuesto- me dijo. - Puercoespín, maravilloso para deshacerse de
atención no deseada.

Desafortunadamente, esa chaqueta tiende a lanzar espinas sin advertencia a cualquiera que
molesta al que la lleva puesta, así que no creo…- - Me la llevo- Françoise apiló una brazada de
otros artículos en una de las mesas. - Y estas también- . - ¿Qué es todo eso?- Pregunté, tras
ella, entraron un par de montañas ambulantes de ropa que asumí que serían los ayudantes de
la tienda aunque sus cabezas no eran visibles. - Pour les enfants (para los niños)- dijo
Françoise, mostrándome una pequeña camiseta que decía ‘EL MEJOR NIÑO DEL MUNDO’
escrito en lo que se veía como crayones. Fruncí el ceño y Augustine lo arrebató de su mano
viéndose apenado. - Una imagen del niño que la lleve puesta aparecerá bajo las letras- me dijo
con altivez. - Hay un puesto en el centro comercial que hace eso.- - Además hará que el niño
que la lleve puesta desarrolle un repentino e incontrolable antojo por vegetales.- Suspiré. - Nos
las llevaremos- él chasqueó sus dedos a sus sobrecargados empleados que empezaron a correr
por la tienda añadiendo cosas. - Acerca de mi vestido- Dije ahora que estaba de mejor humos.
- Pensé que un genio creativo como tu apreciaría un reto.-

Él palmeó mi mejilla, lo que era demasiado, considerando que él no parecía ser mucho más
viejo que yo. - Amamos los retos, amor, de verdad los amamos, pero queda un pequeño asunto
que resolver… el pago. Esto no es ‘listo para usarse1, y para lo que estás buscando…- - Envía
la cuenta a Lord Mircea- dijo Françoise jugando con una mascada que, algo sumamente
extraño, sólo yacía en la mesa siendo una mascada.

Me sobresalté ligeramente. - ¿Qué? ¡No!- Su bella frente se arrogó ligeramente. - ¿Pourquoi


pas? (¿Porqué no?)- . - Yo no… eso no…. No sería apropiado- . Dije muy consciente de que
Augustine escuchaba con avidez. - Mais (pero) Tu eres su petite amie (novia) ¿non? (¿no?)- -
¡Non! Quiero decir, no, no, no lo soy- . Su ceño se hizo más profundo cuando ella arrugó el
entrecejo como sugiriendo que ella sabía reconocer la negación cuando la veía. - Envía la
cuenta a Casanova- , le dije a Augustine, en caso de que él se quejara, le diría que lo rebajara
de mi muy atrasado salario. - Casanova- repitió Augustine, con un malicioso brillo en los ojos. -
¿Sabes que Casanova quiere que pague por los daños que sufrió la sala de conferencias? Él se
presentó aquí con una cuenta ridícula esta mañana- . - Entonces preséntale una cuenta tu a él,
una muy gorda- miré la pila de curiosidades de Françoise, y adjunta esos a ella. La sonrisa de
Augustine adoptó una cualidad casi astutamente felina. - Cenicienta, de verdad creo que irás al
baile- .

Esa tarde, cuando terminé mi turno en Infierno, Françoise y yo nos deslizamos fuera del Dante
en un brillante Jeep negro. Mientras esperaba que Alphonse y mis refuerzos llegaran tenía
algunos pendientes que atender, y ella se había ofrecido de voluntaria para ayudarme. Ninguna
de nosotras teníamos auto, pero yo me las había arreglado para conseguir un raid. La placa del
frente del Jeep decía 4U2DZYR (For you to desire, para ti, para que lo desees), pertenecía a
Randy, uno de los chicos que trabajaban en la versión de Casanova de un spa.

Él hubiera sido un perfecto bombón californiano, con todo y el broceado perfecto, el cabello
rubio por el sol y la sonrisa deslumbrante de no haber sido porque su voz tenía un acento del
medio oeste. Estaba poseído por un incubo por supuesto pero hasta ahora siempre se había
portado perfectamente bien. - ¿Hablas en serio?- me preguntó por tercera vez Randy mientras
entrábamos en el enorme estacionamiento de Wal-Mart. - ¿Quieres comprar aquí?- - ¡Sí, quiero
comprar aquí!- respondí exasperada. Había habido un tiempo en que Wal-Mart había sido
demasiado para mí en comparación con las tiendas de 25 centavos, de caridad o del ejercito de
salvación. Pero tenía la impresión de que clientes del tipo de Randy nunca se habían sentido
así, él incluso había tenido que pedirle a una de las meseras que le explicara como llegar.

Él se estacionó en uno de los lugares más cercanos que había disponibles haciendo rechinar las
llantas y me observó con seriedad por encima de sus Ray-Ban. - Siempre y cuando te asegures
de que Lord Mircea sepa que yo no tengo nada que ver con esto. Estoy siguiendo órdenes. Si la
dama del jefe quiere jugar a los pobres…- - ¡Haces que suene como si yo quisiera ir a un club
de striptease o algo similar!- Dije irritada bajando del auto - ¡Y yo no soy la chica del jefe!- -
Oooookay- Randy le guiñó el ojo a Françoise, que iba en el asiento trasero firmemente
agarrada de la tapicería. Había olvidado preguntarle si alguna vez se había subido antes a un
automóvil, y juzgando por sus ojos asustados y su palidez estaba apostando que la respuesta
era no. - Nunca quiero volver a hacer eso- - No soy un mal conductor- dijo Randy ofendido. -
Si lo eres- respondió ella con fervor. - Bueno, las llantas se detuvieron por fin dulzura- le dijo
abrazándola por la cintura. - ¿Sabes? He hecho algunos de mis mejores trabajos en los asientos
traseros- Esto estuvo acompañado de un enorme guiño de ¿Cómo-puede-alguien-pensar-que-
no-soy-delicioso? Que probablemente fue la única cosa que lo salvó.

Saqué de un tirón de mi bolso la larguísima lista de compras, y la agité antes de que Randy
pudiera decir nada más. - ¿Podemos irnos? Porque no tenemos todo el día- . Había descubierto
que ocho niños y un bebé necesitan muchísimas cosas, especialmente cuando todo su
guardarropa se limitaba literalmente a la ropa que llevan puesta. Y, a excepción de unas
cuantas camisetas para turistas, Augustine no se especializaba para nada en niños. Prefería que
sus clientes fueran adultos y de un gran nivel. De ahí venía la lista. Una hora después, estaba
recargada contra un estante lleno de camisetas de Fruit of the Loom mientras Françoise
aterrorizaba a varios muy mal pagados empleados de la tienda. Había requisado a, por lo
menos, cuatro de ellos y los había obligado a correr de aquí para allá, tratando de encontrar
todas las tallas que necesitábamos. Se veía un tanto fuera de lugar, llevaba una de las
sofisticadas creaciones de Augustine, un vestido negro básico con una chaqueta con estampado
de periódicos, yo tenía la esperanza de que nadie notara que los encabezados eran de hoy.

Randy estaba parado frente a una columna con espejos, admirando los músculos de sus bíceps.
- ¿Qué opinas?- La camiseta pegada que se había puesto era de un azul brillante y realzaba
perfectamente sus ojos. Sabía malditamente bien lo que yo pensaba… mis pensamientos
concordaban con los de más de la mitad de las mujeres de la tienda. Bueno, quizá podría ser
que precisamente este día todas las jóvenes madres del estado necesitaban comprarles ropa a
sus hijos.

- Opino que tu no compras en lugares así- . - Una camiseta es una camiseta- apretó el brazo,
causando que una ondulación de sus músculos casi hiciera desmayar a un cliente cercana. - Así
que, escucha, tienes muchos niños- . - si, ¿y?- Por un minuto, se limitó a quedarse ahí parado,
viéndome con expresión incómoda, como una versión de niño enorme de él mismo. Un niño
grande con muchísimos músculos y una camiseta de malla para lucirlos. - ¿Así que, los tienes
en el casino verdad? ¿En algunas habitaciones gratuitas?- - ¿Cómo sabes eso?-

El personal de la cocina no había tenido espacio en las diminutas habitaciones que Casanova les
había facilitado para meter a otras nueve personas, así que me había puesto creativa. Me había
ayudado el haber trabajado en la recepción en ocasionalmente. - Todo el mundo lo sabe. El
personal ha estado trabajando para evitar que el jefe se entere. Pero, él verifica algunas veces
los libros de reservaciones ¿sabes?- - ¿Cual es tu punto Randy?- - Sólo quería decirte que… si
necesitas, bueno, algo de dinero o cualquier cosa…- Su voz se fue apagando mientras yo lo
miraba con incredulidad. No tenía idea de que le estaba enseñando su incubo. Aparentemente
no habían llegado a la parte donde aprendía que las mujeres deberían pagarle a él. - Estamos
bien- Si Casanova me daba alguna queja sobre las habitaciones, haría que Billy amañara cada
una de las ruletas del casino. Pensándolo bien, él también era muy bueno con las cartas. -
¿Estás segura? Porque, quiero decir, me pagan muchísimo, no es como si me fuera a hacer mal
de alguna manera ¿sabes?- Françoise le estaba regalando la clase de mirada que yo esperaba
que un incubo le dirigiera a ella, cuando se dio cuenta de que me había percatado, me dirigió
un encogimiento de hombros que igual podía significar - Sólo estaba echando un vistazo- que -
No he tenido sexo por más de cuatrocientos años, así que, ¡demándame!- Decidí que no quería
averiguarlo. - Gracias. Estaré en el área de Zapatos- dije llevándome el carrito más vacio de los
que nos quedaban.

Dieciséis pies (no estaba contando a la bebé porque ni siquiera podía mantener los calcetines
puestos) necesitaban muchísimos zapatos. Me puse a pescar en el estante superior, intentando
encontrar unos tennis que se vieran como Converse en la talla de Jesse, y me golpee contra el
codo de alguien… alguien que parecía haberse escapado del Caesar’s Palace sin quitarse el
disfraz. - ¿Porqué estás aquí?- La voz hizo eco ruidosamente en el amplio espacio.

Miré a mí alrededor frenéticamente pero nadie parecía estar prestando atención al enorme dios
dorado parado en medio del departamento de zapatos. - Podría hacerte la misma pregunta-
susurré. - Vine a recordarte que se te está acabando el tiempo. Tu vampiro morirá si no se
levanta el hechizo.- Estoy consciente de eso- repliqué. - Entonces te preguntaré nuevamente.
¿Por qué estás aquí? ¿Haz hecho algún progreso?- - Si, bueno, algo así, quiero decir. Sé donde
encontrar el Codex- . - Entonces, ¿porqué no lo has recuperado?- - ¡No es tan sencillo! ¿Y,
porqué te interesa? ¿Qué es Mircea para ti?- - Nada, pero tu desempeño no ha sido… tan
enfocado… como yo desearía. Esta es una importante prueba de tus habilidades Herófila. Y,
hasta este momento, te has estado distrayendo con tareas innecesarias. Estos niños no son tu
misión, el Codex lo es.- - Ajá- Para alguien a quien no le interesaba nada el Codex, él de
verdad lo mencionaba demasiado. - Bueno, quizá yo haría un mejor trabajo ¡si tuviera un poco
de ayuda! ¿Qué te parecería quedarte cerca por un tiempo? Y mientras andas por aquí, podrías
darme algunas de esas lecciones de las que tanto hemos hablado.- No puedo entrar en este
mundo Herófila. Este cuerpo es una proyección, sólo tú puedes verlo. Y yo no puedo
mantenerlo por mucho tiempo.- - Entonces, ¿Qué tal si me dices un poco más sobre el Codex?
Por ejemplo ¿Porqué Pritkin estaba dispuesto a matar para mantenerlo a salvo?- . - Sabes todo
lo que necesitas. Encuéntralo y completa tu misión, y hazlo pronto. Hay muchos que están
dispuestos a oponerse a ti- . - Me he dado cuenta- - ¿Qué ha sucedido?- me preguntó
agudamente. - Eres un dios, ¿no lo sabes?-

Sus ojos se estrecharon peligrosamente. - No te olvides de quien eres Herófila- . - Mi nombre es


Cassandra- . - Un nombre muy pobre para la Pythia. Tu antecesora en el nombre se opuso a mí
y vivió para lamentarlo. No cometas el mismo error.- Esto era más que un poco surreal,
inclusive para mí, estar discutiendo un mito con una leyenda en medio del departamento de
calzado de Wal-Mart. Especialmente con un empleado viéndome molesta desde el pasillo
cercano. Él, sin embargo, no dijo nada, probablemente muchos de sus clientes hablaba con los
zapatos antes de comprarlos. - Quizá, pero sigue siendo mi nombre y yo estoy haciendo lo
mejor que puedo, tus amenazas no van a acelerar el proceso.- - Entonces encuentra algo que
lo haga- me dijo llanamente y se desvaneció.

Suspiré y me encontré con la incontrolable necesidad de golpear mi cabeza sin parar contra el
entrepaño de metal. El vendedor me observaba detenidamente como si estuviera decidiendo si
debía llamar a seguridad. Decidí no arriesgarme. Levanté las imitaciones de Converse. - ¿Tendrá
estos en talla nueve?-

CAPÍTULO 14.

A la mañana siguiente, me deslicé en la habitación de Pritkin en una misión para encontrar la


runa que le había prometido a Radella y me paré en seco. Había contado con que sería una
búsqueda rápida porque por alguna razón, había asumido que él mantendría sus pertenencias
en un orden militar, pero no era así.

La cama seguía deshecha desde la última vez que había dormido en ella... cuando fuera que
eso hubiera sido. La ropa estaba tirada en el piso como si un huracán hubiera pasado por en
medio. Y él había tenido razón, si se sentía una pesada peste. Pero yo estaba menos inclinada a
culpar a sus antiguos residentes por ello y más decidida a pensar que era culpa de las
apestosas pociones que él había alineado en un estante de una de las paredes.

La andrajosa construcción estaba situada directamente sobre la cama, algo que debería
preocuparme porque muchas de las sustancias que él portaba solían ser letales, pero, bueno,
supuse que él no debería haber tenido mucha opción. La pared opuesta estaba completamente
destinada a closet, la que daba al club estaba ocupada por una puerta y la que daba a un lado
del casino por una enorme vidriera de colores.

Las ventanas eran el sello del Dante, y yo supuse que el diseñador había situado estas detrás
de los vestidores porque su esplendor gótico no casaba con el tema del bar tiki. Pero el
resultado de tan enorme vidriera en una habitación tan pequeña era que todo el cuarto estaba
bañado en colores de piedras preciosas: rubí, zafiro, esmeralda y perla. Bañaban el edredón en
acuosas y difusas sombras que salpicaban el suelo con albercas de luz. Yo habría encontrado
muy difícil dormir ahí, pero por lo menos, el tema le quedaba: el vitral representaba un grupo
de soldados agitando armas antiguas.

Reluctantemente, volví al trabajo y pronto me encontré preguntándome más acerca de lo que


no había encontrado y no acerca de lo que había encontrado. Junto con algunas camisetas
deslavadas y suficiente pólvora como para conquistar un país pequeño, había encontrado varios
pares de jeans, un par de tennis nuevos, algunos elementos de baño básicos y algunos
calcetines aún en sus empaques. Todas aquellas compras hablaban de un tipo al que no le
importaba vestirse para impresionar. Sólo iba reemplazando cosas que presumiblemente no
tenía más porque no se atrevía a volver a su departamento. Con el Círculo yendo tras él por un
par de razones, la mayoría de las cuales tenían que ver con ayudarme a mí, no lo culpaba. Pero
eso no explicaba donde estaba guardado el guardarropa de su alter ego.

Finalmente tomé una pequeña caja de madera del buró que deliberadamente había dejado para
el final, esperando encontrar la runa escondida en un calcetín y no verme obligada a
entrometerme en algo que evidentemente gritaba personal. Si no hubiera necesitado tan
desesperadamente la maldita cosa, habría salido del lugar como alma que lleva el diablo, pero
como la necesitaba, reluctante abrí la tapa.

No había ninguna runa a la vista, sólo unas cuantas cartas amarillentas y una fotografía muy
desteñida. La mujer retratada llevaba un sombrero oscuro y un vestido de cuello alto que hacía
que su rostro destacara como una huella digital pálida. Su rostro se veía poco definido, pero
parecía joven, con rasgos regulares y ojos claros. Era hermosa, decidí… o debía serlo cuando
sonriera. Volví la cajita, pero si habían compartimientos ocultos en ella, yo no pude
encontrarlos, era un simple rectángulo de pino sin siquiera un forro donde ocultar nada. Volví la
foro, tenía el nombre de un estudio en la parte trasera.

Pritkin había mencionado haber vivido en la Inglaterra victoriana, lo que, por supuesto, lo hacía
más viejo de los treinta y tantos años que aparentaba, pero con la lucha, la huida y el casi
morir, nunca había tenido oportunidad de preguntarle sobre eso. Y él nunca había mencionado
ninguna familia. No sabía si la fotografía era de su madre, de su hermana o aún de una hija. Me
di cuenta con sorpresa de que, aunque podría haber escrito un libro sobre John Pritkin, el
mago, no sabía nada de John Pritkin, el hombre.

Billy se deslizó a través de la puerta, interrumpiendo mis pensamientos. - ¿La conseguiste?- le


pregunté ansiosa, él me mostró sus manos vacías y yo suspiré. Coloqué las cartas sin leerlas…
un rápido toque me había mostrado que la runa no estaba escondida entre ellas. Y centré con
cuidado la caja en el cuadrado libre de polvo de la mesita. - ¿Y ahora que?-

Billy me dirigió una mirada. - Tu sabes ahora que sigue. Tú buscaste en este habitación, yo
busqué en la covacha del sótano. Él no habría dejado algo tan valioso descuidado en cualquier
parte. Tiene que traerla consigo.- Ese era el peor escenario que podía imaginar, así que, por
supuesto, tenía que ser así. - ¿Qué tan buenas son tus habilidades de carterista- . - Depende de
si él está prestando atención o no. Robé la runa para ti una vez, pero sólo porque ustedes
estaban demasiado ocupados gritándose y él no prestó atención. Necesitas proporcionarme una
distracción para poder hacerlo.- Genial. Normalmente, pelearme con el siempre irritable mago
no habría sido un problema, pero ahora… - No lo creo- dije con fervor. - En tal caso, quizá
quieras salir huyendo, porque lo pasé cuando venía hacia aquí- .

Me quedé viendo a Billy en blanco por un segundo, entonces comprendí lo que él dijo y me
lancé a la puerta. Era exactamente lo peor que podía hacer, especialmente porque podría
haberme desplazado, pero entré en pánico. La perilla giró bajo mi mano, y antes de que
pudiera respirar, estaba tirada en la cama, con un duro pecho comprimiéndome y un cuchillo
presionándose contra mi garganta. Parpadee nerviosamente viendo al mago, su rostro estaba
salpicado con el color del arcoíris que se derramaba sobre la cama. Luz azul inundaba sus
pálidos cabellos y capturaba sus mejillas haciéndolo parecer curiosamente extraterrestre por un
momento. - ¿Qué crees que estás haciendo?- demandó. El frío borde de la cuchilla había
marcado mi piel aterradoramente cerca de mi yugular. Tragué. - Trato de no moverme-

Pritkin se alejó de mí frunciendo el ceño, el cuchillo desapareció casi mágicamente. - Debiste


advertirme que planeabas visitarme. ¿Qué pasaría si hubiera puesto una trampa?- .
No respondí, estaba demasiado ocupada tratando de comprender porqué se veía tan diferente…
otra vez. Encogió los hombros para deshacerse del abrigo de piel marrón dejando al
descubierto una camiseta verde y un par de jeans color azul pálido tan usados que eran suaves
como la seda y lo suficientemente flojos para vagamente marcar la forma musculosa de sus
caderas. Eran, en otras palabras el opuesto exacto de negros y apretados. Sus cabellos también
habían perdido el peinado en picos a la última moda. Parecía recién lavado con rizos que
necesitaban un recorte cayéndole sobre los ojos. El resto de él debería haber entrado también
en la ducha, había manchas oscuras en toda la extensión de sus brazos, marcando las venas en
relieve y tenía otra mancha en su mejilla.

- ¿Qué has estado haciendo? Pregunté sentándome. - Investigando- - ¿En una mina de
carbón?- - Los textos mágicos oscuros no se han descargado en higiénicos archivos de
computadora. Ahora, ¿te gustaría explicarme porqué estás aquí?-

Aparté la mirada antes de responder, estaba pasando un mal rato separando al Pritkin de todos
los días con su abrigo mal cortado y su corte de cabello estúpido del hombre que me había
besado. - Pensé que te gustaría verme, después de esa escena en el lobby- . - ¿De que estás
hablando?- No contesté, había notado un hecho que se sentía muy importante.

Habitualmente, la camiseta de Pritkin estaba cruzada con cinturones, fundas y pistoleras, el tipo
era un arsenal ambulante cargando con casi todas las armas portátiles conocidas por el
hombre, excepto una. - No llevas una espada- dije mientras algo encajaba en mi mente, Pritkin
volvió de colgar su abrigo en el closet y Billy se acercó para empezar a escamotear la runa, yo
sólo esperaba que lo hiciera en silencio. - No necesito una ¿recuerdas?-

Lo observé fijamente por un segundo, entonces salté de la cama y lo agarré de los hombros, le
di la vuelta tratando de quitarle la camiseta al mismo tiempo. - ¿Qué demo…?- - Quédate
quieto- Dije luchando para abrir las hebillas y quitar las correas, la mitad de las cuales parecían
diseñadas simplemente para volverme loca. La mayoría de mis subidones de adrenalina hasta el
momento habían sido resultado de situaciones de vida o muerte; era un poco desorientador
sentir lo mismo en respuesta a algo que podría ser positivo. Pero mi corazón se había acelerado
a un grado tal que podía sentir su latido en mi garganta, y mis manos de pronto estuvieron
demasiado torpes para hacer el trabajo. - Quítate la camisa- le ordené tratando de mantener
mi voz tranquila. Él se volvió, con una expresión mitad intrigada mitad enojada en el rostro.
Pero para mi sorpresa, no discutió, se desnudó hasta la cintura rápida y eficientemente. Lo volví
de espaldas y vi lo que esperaba, un brillante color que se derramaba, oro y plata y un rico
azul-negro que corría desde su hombro y por todo su costado.
Mis dedos trazaron los bordes ligeramente elevados del diseño sintiendo bajo él su piel cálida y
sus músculos duros hasta que me detuvo la cinturilla de sus jeans. Había sido una idiota al no
pensar en esto antes, especialmente dado que yo había sido testigo de parte de su inclusión en
su piel. Pritkin ya no necesitaba cargar una espada, él tenía una en forma de un tatuaje mágico
que se manifestaba como un arma cuando él lo decidía.

- ¿Estás pensando en obtener un nuevo tatuaje?- Preguntó con voz extrañamente tensa.
No respondí, su brazo estaba apuntalado contra la pared, haciendo que los músculos
destacaran y su espalda estaba tensa. Había algo cautivador en todo ese poder enjaulado tan
rudamente restringido, toda esa fuerza que se enrollaba tan dócilmente bajo mis manos. Miré
como dos de mis dedos ahondaban bajo la floja y desgastada cinturilla, aún siguiendo el borde
de la cuchilla. La sedosa mezclilla estaba caliente por su cuerpo y me dejó el paso fácil
desnudando un ligero hoyuelo justo donde su espalda se estrechaba. Supuse que acababa de
descubrir la razón por la que no había ropa interior entre sus adquisiciones, el pensamiento fue
confuso mientras mis dedos abandonaban la espada para explorar la diminuta depresión.

Pritkin de pronto giró y capturó mi muñeca. - Con cuidado- dijo bruscamente. - ¿O has
olvidado lo que ese geis tuyo puede hacer?- Y ese era otro misterio. No había habido un
estremecimiento de poder como advertencia en el lobby y no había ninguno ahora, aunque de
verdad había razones para que lo hubiera. Pritkin me soltó y yo me senté sintiéndome
demasiado caliente y ligeramente desorientada. Parecía no ser capaz de dejar de mirar su
pecho. El pelo crecía tupido y de color dorado oscuro sobre sus bíceps, pero se volvía más
delgado hasta convertirse en un oscuro camino que bajaba por su estómago antes de
desaparecer bajo los pantalones. Parecía suave contra esos músculos duros, y demasiado
invitador.

Tragué. - Tenemos un problema- Pritkin resopló. - ¿Sólo uno? Eso sería un cambio- Me dejé
caer de espaldas, exhausta por las implicaciones. Pritkin no había sido el asesino de Saleh, no
había sido el hombre del lobby, no era… probablemente… un traidor. Tenía a mi aliado más
fuerte de vuelta, pero también tenía un misterioso dopplegänger (doble fantasmagórico de una
persona viva) con asesinato y seducción en mente, y definitivamente parecía tener una fijación
en nosotros dos.

Podía ver los colores a través de mis párpados: bermellón, azul y jade, los tonos de la vidriera
filtrándose a través de la piel. Fueron de pronto bloqueados por una figura oscura. Abrí los ojos
para encontrar a Pritkin viéndome desde demasiado cerca para mi comodidad. - Me vas a
explicar exactamente que está pasando- dijo con gravedad - Ahora- .

Y justo así como así, todos los sentimientos del lobby volvieron en una avalancha a mí. Ni
siquiera lo pienses. Me dije severamente mientras mi mano se extendía para ahuecarse en
torno a su rostro. Mis dedos me ignoraron, deslizándose sobre suave piel y áspera barba,
volviendo su rostro al ángulo perfecto para un beso. Quizá era así como se sentía la
esquizofrenia, pensé, mi cuerpo gritando ¡Adelante! Mientras mi cerebro ordenaba permanecer
quieto. Mi cerebro perdió. Antes de tomar una decisión consciente, sentí mis labios rozar los
suyos. Aunque sospeché que él estaba maldiciendo mentalmente, su cuerpo no parecía
responder a su cerebro mejor de lo que el mío lo hacía, sus músculos eran duros como el hierro
bajo mis manos, pero él no se retiró. Y después de un sobresaltado segundo, él tomó mi nuca y
me besó también.

Dejé que mis manos se enredaran en su cabello, que no parecía desafiar a la gravedad sino que
caía lacio y suave y maravilloso para acariciarlo. Pero no tuve mucha oportunidad de hacerlo,
porque Pritkin besaba igual que hacía todo lo demás; con franqueza, sin tomar prisioneros y
con una intensidad que me dejó sin aliento. Era caliente y duro y desesperado, como si
estuviera hambriento de mí, y yo abrí mi boca y lo tomé porque Dios. - Desgraciado- jadee
cuando finalmente nos separó. - ¡Sabía que estabas haciendo trampa!- El sabor del café había
sido rico y amargo en su boca. - Señorita Palmer…- - Estoy yaciendo en tu cama, y tu me
acabad de besar inconscientemente. Creo que puedes arriesgarte a usar mi nombre.- - Me
estoy arriesgando ya suficiente así.- Murmuró.

Dejé que mis dedos vagaran por los duros músculos de sus hombros. Su piel era cálida y
ligeramente húmeda por el calor del abrigo y completamente hipnótica. Tracé las suaves crestas
de una cicatriz en su hombro, la piel era resbaladiza y demasiado tersa, cuando algo con púas
habría sido más adecuado para él. Él era un enigma, John Pritkin: científico loco, con callos por
el uso del arma y viejas cicatrices… y aún más secretos que yo. Mis manos siguieron la
hinchazón de los músculos por sus brazos, acariciando sus duros bíceps, volando para acariciar
la sedosa piel de la cara interna de su codo. No podía contar el número de veces en que había
sentido el crujido de energía, pero aparentemente tocarlo con intensión lo hacía mucho más…

- Cassie- - Bueno, por fin lo hiciste- dije soñadora - Supongo que tendré que empezar a
llamarte John- . - Esto no es una buena idea- su voz era tensa, pero él no se apartó. Lo tomé
como un permiso y deslicé mis brazos entre los suyos para correr mis manos por su poderosa
espalda, sintiendo la carne contraerse y levantarse de vuelta, cálida y fuerte. Alto le dije a mis
manos con firmeza, pero ellas me ignoraron a favor de explorar la elegante curva de su
espalda. Encontraron la suelta cinturilla de sus pantalones, la cálida piel los tirantes músculos y
el mismo hoyuelo que me había fascinado antes. Tuve que acariciarlo un poco y los ojos de
Pritkin se convirtieron de pronto en jade obscuro. - Nunca antes te pregunté si tienes un
gemelo malvado- Dije vagamente. - ¿Lo tienes?-
Él parpadeó - ¿Porqué?-

Traté de decírselo, pero parecía que tenía problemas consiguiendo oxígeno, era como si parte
de él desplazara el aire alrededor de nosotros, como si lo tomara dentro de mí con cada aliento.
Enterré mi rostro en los rizos de su pecho, sintiéndolos contra mi mejilla, tupidos y cálidos,
como su excitación presionando contra mi cadera.

Sus manos golpearon la cama con fuerza y su rostro llenó mi visión, su expresión desesperada
en lugar de molesta. - ¡Escúchame! Algo está mal. ¿Qué quisiste decir cuando hablaste del
Lobby?- Su voz se vertió sobre mí, las palabras indistintas y sin significado. Rastrillé mis uñas a
través de su pecho hacia la tierna piel de su estómago y un estremecimiento bajo su piel lleno
de poder siguió cada movimiento.

Fue un sentimiento de distante shock el sentirlo arrancarse de mí, el aire frío de la habitación
jugueteando entre nosotros donde sólo había habido húmeda calidez antes; al mismo momento
que la luz de la ventana de pronto se intensificaba como si un reflector de pronto hubiera sido
situado tras ella. Inundó la habitación con un color tan rico, tan escandaloso que casi podía
escucharlo. Los carmesíes del cristal coloreado brillaron hasta que parecieron que se iban a
separar, flotando del resto del diseño en una exhibición de fuegos artificiales rojos y dorados.
Colisionaron sobre la cama en una brillante nube que tenía una forma extrañamente familiar.
Había visto algo así antes, pero eso sólo había sido un pálido reflejo de esta titilante bruma
dorada. - Todo ese poder en tan bonito empaque. Es realmente irresistible.- La voz parecía
provenir del propio aire, susurrando a lo largo de mi piel como si fuera una brisa.

La cabeza de Pritkin se levantó, pura rabia distorsionando sus rasgos. - ¡Lo sabía!- - ¿Qué es?-
Pritkin y la voz me ignoraron. O quizá no lo dije en voz alta, no estaba segura ya. Veía todo
igual que antes de desmayarse, todos los extraños ángulos y los patrones sin sentido, y la
sangre estaba apurándose en mis oídos como una inminente oleada. - ¡No la tendrás!- Gruñó
Pritkin

Una suave risa hizo eco a través de la habitación. - ¿Quién dijo algo sobre mí?-
El brillante velo cayó sobre el mago haciéndolo ver como si su piel hubiera sido rociada con
brillantina. Él grito, no hay otra forma de describirlo, y fue como si un dique se hubiera roto. Lo
que había sido una bruma almizcleña era ahora una lluvia torrencial, y yo me bañé en ella, en
él. La habitación de pronto se sintió como si estuviera en los trópicos en pleno Julio, con un
vaporoso y pesado calor que parecía meterse por cada uno de mis poros.

Sus labios estaban en los míos, sus manos acunaban mi cabeza para que él pudiera besarme
hasta sacar todo el aliento de mi cuerpo y él me estaba presionando contra la cama. Y entonces
sus labios estuvieron en todas partes… en mis clavículas, en mi cuello, en la depresión entre
mis pechos, en mi mandíbula… y me golpeó la percepción de que él no estaba escogiendo los
lugares al azar, eran lugares que él había escogido y que eran más que suficientes para
llevarme al borde. Pero entonces, él se detuvo, un suave estremecimiento recorriéndolo,
haciendo vibrar su cuerpo contra el mío, eso causó que me arqueara hacia él y él dejó escapar
un grito sofocado, estremeciéndose como si mi contacto de hecho le causara dolor. - No- forzó
la palabra a través de sus dientes trabados. - No te muevas- .

Me di cuenta un tanto horrorizada de que él estaba tratando de detenerse, de que iba a actuar
con nobleza. Una estrepitosa marea de rabiosa desesperación me embargó en el momento en
que mi cuerpo comprendió que se le iba a negar satisfacción otra vez, con cada emoción que
había sentido hacia Pritkin surgiendo violentamente a través de mí. - ¡No!-

Lo agarré de los hombros y rodé poniéndolo debajo de mí, con la cabeza nadando y el corazón
acelerado. Una alarma se había desatado en algún lugar de mi mente pero yo la ignoré. Enterré
mi rostro contra los duros músculos de su estómago. Él olía tan bien… sal, sudor y el suave
almizcle de su piel, y yo tenía que comprobar si sabía tan bien como olía. De pronto, no había
nada real para mí salvo la necesidad y las manos que me corrían el cuerpo… el cuerpo que
estaba bajo mis manos. Mi lengua dibujó un lento arco a través de él, justo sobre su ombligo.
Su pulso era rápido y frenético contra mis labios, su eco bajo mis dedos mientras se movían
hacia la cintura de sus pantalones. - Cassie…- La voz de Pritkin sonó extrañamente quebrada y
áspera, pero yo lo ignoré todo excepto notar con aprobación que había utilizado mi nombre otra
vez. Por segunda vez en un solo día… eso era un record.

Estaba empezando a descubrir que me encantaban los jeans viejos. Una vez que el primer
botón se había desabrochado, los otros salieron fácilmente de sus ojales con un simple tirón. -
Oh dios- susurró Pritkin, sonando casi aterrado por alguna razón. Él se quedó viéndome con la
respiración pesada y la salvaje necesidad de su rostro me hizo luchar con algo parecido al
terror. Sus irises estaban medio negros, con sólo una pequeñísima línea verde. Y él estaba
literalmente aferrándose a la cama con las uñas, como si fueran la única cosa que evitaba que
el irregular torrente de emociones que vibraba entre nosotros lo sacudiera contra mí como si
fuera un yo-yo.

A duras penas noté cuando el aire comenzó a moverse a nuestro alrededor, arremolinándose
contra un invisible centro, captando las ropas tiradas en el suelo y lanzándolas alrededor. Un
violento sollozo que sonó como un hechizo desgarrado se escapó de la garganta de Pritkin. Y
un brillo rojizo apareció en las sombras, como el húmedo retintinear de las luces del norte,
crepitando de las orillas de la forma de un hombre. Parpadee otra vez, con más fuerza en esta
ocasión, segura de que estaba alucinando, y me quedé viendo fijamente sin creer lo que veía,
balanceando la mirada del rostro de Pritkin a su reflejo perfecto frente a mí.

- Ella tiene que morir- dijo el hombre casi como si estuviera conversando. Él notó la expresión
de Pritkin y su risueña respuesta fue al mismo tiempo dulce y maligna. - Te prometo que no le
dolerá- . - ¿Cuál es tu interés en ella?- El tono de Pritkin estaba lleno de odio. - Ella habló con
Saleh- Sus ojos se detuvieron en mí y no había vida, calor ni nada humano en ellos, sólo una
fría evaluación. No pude creer que pude confundir a ambos hombres en algún momento, - Ella
lo sabe-

Antes de que pudiera aclarar mi mente lo suficiente como para formular una pregunta, Pritkin
se había lanzado de la cama hacia recién llegado. Lo golpeó directamente en el pecho y la
fuerza los tiró a ambos al piso. Rodaron por el limitado espacio, su magia crepitando junta en
bufidos y petardos mientras yo buscaba a mí alrededor algo que pudiera utilizar como un arma.
Tenía un brazalete que una vez había pertenecido a un mago oscuro y que siempre estaba
dispuesto a la lucha, pero, desafortunadamente tenía su propia mente y no siempre seguía mis
instrucciones. No me atreví a usarlo, la cosa no le tenía mucho aprecio a Pritkin y era más que
probable que atacara al hombre equivocado.

Había suficientes armas de fuego en el closet como para armar un pequeño ejército, pero no
podía alcanzarlas, y la única cosa en este lado de la habitación era la lámpara de noche. No se
veía muy resistente, pero yo la jalé arrancándola de la pared de cualquier manera, justo a
tiempo de ver a Pritkin inmerso en un bajo remolino de cegador blanco. Hubo un ruido crujir y
el poder inundó el aire como si un rayo hubiera caído dentro de la habitación. La luz me cegó
momentáneamente y de pronto algo estaba sobre mí.

Él… eso… estaba tocándome, manteniéndome contra el colchón, pero no pude sentir el calor de
su cuerpo y no olía a nada tampoco, no había el ligero toque de loción de afeitar o el suave
aroma de su abrigo. Aunque yo estaba habituada a cosas como fantasmas, había algo
horroroso en ser aprisionada por tal vacío. Sin pensar, me extendí a comprobar por medio de
mis sentidos, desesperada por encontrar algo humano a lo que anclarme, lo que vi estaba vivo
y retorciéndose pero no era humano… oh dios, no era para nada humano.

Pude sentir su necesidad creciendo como cientos de tormentas de relámpagos, una demasiado
poderosa hambre que no quería nada más que fundirse en mí y alimentarse, alimentarse y
alimentarse. Una sofocante nube descendió sobre mi piel y ahora pude sentirlo, deslizantes
manos heladas sobre mi cuerpo, pude saborear el miasma de corrupción jugueteando en la
parte trasera de su garganta cuando la cosa me besó. La nube comenzó a meterse en mi piel,
apresurándose a través de mi cuerpo hasta que sólo pude respirar su húmedo aliento,
presionando hasta pasar mis defensas hasta que corrió por mi riego sanguíneo enfermizamente.

Me tocó por todas partes, consumiéndome de adentro hacia afuera, y había mentido, me dolió,
con una horrible sensación de drenado mucho peor que la mordida de un vampiro. Se sentía
como si afiladísimos dientes me perforaran en todo el cuerpo, encajándose como cuchillas entre
músculo y hueso, convirtiendo todo el aire de mis pulmones en vidrios rotos.

Se suponía que yo estaba protegida de ese tipo de cosas. El único legado de mi madre era el
tatuaje en forma de pentáculo que tenía en la espalda y que era uno de los más fuertes
encantamientos de protección que poseía el Círculo. Ella había sido una vez la heredera de la
Pythia, antes de que huyera con mi padre y fuera desheredada, y la estrella de cinco picos le
había sido otorgada para su protección. Era realmente buena, pero el geis interfería con sus
habilidades, lo que significaba que, si planeaba salir de esta, necesitaba hacerlo por mis propios
medios.

Traté de luchar, pero mis brazos y piernas no se movieron, toda mi fuerza se estaba
concentrando en la cosa que me sostenía tan gentilmente en su apretón. Mi cuerpo se sentía
tan pesado y sin vida como si la criatura hubiera terminado de alimentarse. Sólo yo sabía que
aún no terminaba, porque podía sentirlo corroyendo a través del hueso y hasta la médula, el
letargo aseguraba que yo no pudiera ni siquiera gritar mientras succionaba mi vida. Mi
consciencia se volvió resbalosa y dejó de responder, mi cuerpo tratando de escudarme de lo
que estaba pasando y de lo que iba a suceder…
Y entonces, se había ido, alejado de mi por el brazo de Pritkin enredado alrededor de su
garganta, me quedé observándolo, el reflejo exacto de Pritkin salvo que brillaba tanto como
una llama, energizado con poder robado. Y justo así, las piezas encajaron en su lugar.

- ¡Eres un incubo!- Confronté al espíritu pero fue Pritkin quien respondió. - Sólo la mitad-
bufó, presionando el cuello de la criatura con tal salvajismo que una espina humana se habría
roto con la fuerza. En un movimiento demasiado rápido para que yo lo viera, la criatura se
deshizo del agarre del mago, girando y enviándolo a volar contra la ventana. Él la golpeó con
fuerza, sacando los paneles de vitral fuera de sus lugares y enviándolos con una explosión hacia
afuera. La criatura se arremolinó sobre mí otra vez y sus ojos eran un plano y sólido negro
como si las pupilas los hubieran llenado por completo.

Le tiré un manotazo, con un grito formándose en mi garganta, pero nunca logré lanzarlo porque
de pronto el ataque cesó, no hubo sonido, movimiento, Nada. Después de un aturdido segundo,
me di cuenta de que los puntos rojos frente a mis ojos eran unos cuantos fragmentos de cristal
color rubí que volaban en mi dirección por culpa de la lucha. Permanecieron a la mitad de su
arco, flotando en medio del aire como si esperaran mi permiso para caer. Todo lo demás estaba
congelado en su lugar, desde el demonio de ojos negros hasta Pritkin, atrapado a mitad de su
caída a través de la superficie rota de la ventana, sus afilados bordes ahondando en su piel. En
toda la habitación, yo era la única cosa que se movía.

Agnes, la última Pythia, había podido hacer esto: literalmente parar el tiempo por cortos
periodos, pero yo nunca había aprendido como hacerlo. Con un abrupto estremecimiento de
terror, me di también cuenta de que no sabía como deshacerlo. Decidí preocuparme por eso
después y lidiar con el problema que sabía como resolver. Tomé una de las botellas del estante
de Pritkin, abriendo la tapa y tirando todo el contenido en el rostro del demonio.

Además de volver su cabello ligeramente rosa, nada más sucedió. Me asusté un poco después
de eso y comencé a lanzarle todo lo que cayó en mis manos. Viales de líquido claro e inodoro
como el agua, siguieron a otros que contenían sustancias viscosas como jarabe cuyos olores
hicieron que mi cabeza diera vueltas. Pero, a pesar del hecho de que el arsenal de Pritkin
estaba especialmente diseñado para combatir demonios, nada parecía tener el más mínimo
efecto. Vacié el estante por completo, todas las pociones sin ver ningún resultado en el rostro
frente a mí. La sensación de ser observada desde detrás de esos ojos negros brillantes era más
que horrorosa, los cabellos en la parte trasera de mi cuello comenzaron a enchinarse y de
pronto todo comenzó de nuevo.

Pritkin terminó de golpear a través de la ventana y el demonio gritó. El sonido de mezcló con el
argentino ruido de la ventana rompiéndose y sonó realmente agónico. Supuse que las pociones
no habían dado resultado en el tiempo que yo había detenido pero que estaban actuando
ahora. Algunas encendieron su ropa y sus cabellos, llenando el aire con el aroma de cuero
quemándose. Trató de pagar las flamas con sus manos, pero eso sólo logró que su piel se
ampollara. Y la última poción que le lancé, una roja oscura con un picante aroma de menta hizo
que su rostro comenzara a derretirse como cera caliente.

Después de un minuto, él dejó de intentar salvarse y trató de tomarme a mí, yo busqué mi


poder, pero estaba perezoso, el costo de ese corte momentáneo en el tiempo había sido
tremendo. Le lancé la lámpara, pero el la rechazó con un rugido, mitad de rabia mitad de dolor.
Su cabello casi había desaparecido, quemado hasta las raíces por el fuego que lo consumía con
un inhumano regocijo, pero no con la suficiente presteza.

Levanté mi brazo derecho desde donde dos cuchillos brillantes y gaseosos emergieron desde el
brazalete que llevaba. Sólo había un Pritkin en la habitación ahora, y no me importaba lo que le
hicieran a este Pritkin. Era una suerte pues se introdujeron en el demonio con su habitual
felicidad. - ¡Cassie!- Billy estaba moviendo los brazos frenéticamente en mi dirección y
señalando el humeante cráneo de mi atacante. - ¡Aquí!-

Como si no supiera donde estaban las armas. - ¿Qué crees que intento hacer¡- Mis cuchillos
estaban volando alrededor entrando y saliendo de su presa con tal salvajismo que yo a penas
lograba verlos, No me atrevía a moverme. - ¡Dame algo!-

Nada sucedió por un momento, entonces una sonora avalancha de armas golpeó el suelo. Billy
se las había arreglado para voltear uno de los estantes del closet. La mayoría de las armas se
quedaron donde cayeron, pero un cuchillo se deslizó por el piso y golpeó mi pie. Lo tomé, pero
el demonio estaba golpeando el piso alrededor de mis pies, sin permanecer quieto el tiempo
suficiente como para que yo pudiera usarlo.

- ¡Mátalo!- Billy estaba titilando en su agitación. - ¡Hazlo!- - ¡Estoy intentándolo!- El demonio


no podía verme pues estaba cegado por el ácido que se había comido su rostro casi por
completo, pero podía escucharme. Su piel era un destrozado desorden de quemaduras rojas y
negras y el abrigo de piel se había derretido contra ella en parches. Me quedé observándolo,
sintiéndome de pronto enferma por haberle hecho eso a alguien, aún cuando fuera alguien tan
malvado como él. ¿Qué demonios pasaba conmigo?

Él volvió lo que había sido su rostro hacia mí, suplicante y yo dude, en menos de lo que me
tomó parpadear, había tomado mi pie, los huesos desnudos de sus dedos deslizándose contra
mi piel en una hábil caricia. Inmediatamente, la horrible sensación de drenado había vuelto, mi
poder fluyendo hacia él por ese pequeño toque. El dolor hizo que el mundo se volviera blanco
por un latido de mi corazón, entonces grité y traté de escapar pero él sólo se limitó a
contenerme, caí sobre mi trasero y patee al mismo tiempo, golpeando el rostro deformado con
la suficiente fuerza como para romper la piel en una marchita cascada. Pedazos de huesos
blancos quedaron al descubierto pero el demonio sólo desnudó sus dientes hacia mí en una
parodia de guiño. - Tu te verás peor que yo en un momento- susurró y aumentó la velocidad
del drenado.

Por un segundo, el mundo se me volvió gris. - Ni siquiera lo pienses- dijo Billy frenéticamente.
- Ya no me queda nada Cass, si te desmayas todo terminó- . - Estoy bien- le dije mordiendo el
interior de mi mejilla con la suficiente fuerza como para saborear mi sangre, mis cuchillos
seguían apuñalándolo y retrocediendo una y otra vez pero era como si la criatura no los sintiera
más. - El cuello- les dije, mi voz apenas audible, aún para mí. - Cercénenlo- .

Para mi sorpresa, no sólo me oyeron sino que obedecieron y se pusieron a trabajar con
premura, cortando tendones y carne hasta que los escuché chocar con el hueso. La sangre
rugió en mis oídos y mis ojos comenzaron a oscurecerse pero yo no les permití cerrarse.
Pequeños puntos de luz habían empezado a explotar frente a mis ojos para el momento en que
los cuchillos terminaron su tarea, cercenando la espalda con un audible crack.

El cuarto se vio inmediatamente colmado por un huracán, ropa, sábanas y pedazos de vidrio
comenzaron a girar en peligrosas parábolas que me tuvieron sosteniéndome la cabeza y
tratando de encogerme en el menos espacio posible. Podía sentir todo girar locamente a mí
alrededor mientras mi estómago se encogía y trataba de salir por mi garganta y todo mi cuerpo
cambiaba de tamaño con enormes calambres. Quería desmayarme, quería saber que estaba
pasando. Quería ver el rostro de Pritkin y no quería que tuviera sangre en él.

Débilmente, escuché un grito de algún lugar cercano, pero no logré arreglármelas para separar
los sonidos. Grito tras grito de aire torturado pasaba sobre mí, alrededor de mí, pero yo me
acurruqué y me rehusé a ver. Entonces, tan rápido como había empezado, se había ido. El
completo silencio descendió, excepto por el sonido de mis desmayadas y silbantes
respiraciones.
Me rodé en mi espalda y me quedé viendo el techo, era todo lo que podía hacer para lograr
llevar aire a mis pulmones. Mi mano yacía abierta en el piso pero mis dedos seguían
ligeramente curvados alrededor del cuchillo que nunca llegué a utilizar. Aún con concreto sólido
debajo de mí me sentía mareada. Como si fuera a caerme desde el borde del mundo. Por lo
menos el cuerpo de la criatura se había ido, pensé débilmente antes de ponerme violentamente
enferma.

Parecía que iba a durar un largo rato, aunque mi sentido del tiempo estaba tan mal que
realmente no tenía idea de si esto era correcto. Mi visión seguía tratando de oscurecerse otra
vez y se limpiaba sólo esporádicamente, la negrura cayendo hasta que pude ver los heridos
dedos de los pies de Pritkin y la pálida piel de la parte interna de sus bíceps mientras me
sostenía. Mi cabeza estaba punzando y mi cuerpo temblaba de una forma que me hubiera
avergonzado si no hubiera estado tan ocupada tratando de no repetir mi actuación.

Puse una mano en el piso, tratando de conseguir el suficiente equilibrio para levantarme, pero
Pritkin se limitó a atraerme un poco más cerca. - Date un momento- Su voz destilaba furia pero
sus dedos eran cálidos y gentiles contra mi piel, lo que era bueno porque me sentía realmente
extraña, fría y ligera, como una burbuja congelada. La sangre moteaba su cuerpo manando
desde los lugares donde la ventana había rasgado su carne, trazando sinuosos caminos desde
su antebrazo hasta su codo, y sus ojos parecían tener tantos problemas para enfocarse como
los míos. No tenía idea de porqué él no era una mancha en el estacionamiento, parecía que lo
había estado subestimando todo este tiempo. Me quedé viéndolo muda, pero Billy Joe sabía
exactamente que decir. - Así que el más conocido cazador de demonios del Círculo es medio
demonio- comentó flotando desde dentro del closet. - Tengo que admitirlo, no lo vi venir.-
Tenía que admitir que yo tampoco.

CAPÍTULO 15.

Pasé el resto del día en cama, tan adolorida que incluso el relajar los músculos era un suplicio.
Era difícil creer que pudiera estar tan aporreada y seguir viva. No estaba segura de si era por el
ataque o por la cosa de detener el tiempo. Mi predecesora había muerto poco tiempo después
de haber hecho ese truco por última vez, lo que quizá debería haberme advertido. Por la razón
que fuera, mi cuerpo se sentía como un enorme moretón.

Mi estado mental no era mucho mejor. Cuando finalmente me las arreglé para dormir, mis
sueños estuvieron llenos del rostro de Pritkin portando una brillante y descuidada sonrisa, que
por sí sola bastaba para extrañarme porque no era una expresión que nunca hubiera visto en su
rostro en la vida real. Entonces, comenzaba a hundirse, con trozos de carne que se deshacían
como hechos de cera rodando por sus mejillas hasta caer por su barbilla, los ojos saliéndosele
de las órbitas y la hermosa sonrisa convirtiéndose en un guiño espectral. Me desperté bañada
en sudor frío.

Me quedé viendo fijamente los patrones de las sombras que la lámpara de noche reflejaba en
mi techo, tratando de disminuir los latidos de mi corazón encarrilado. Yo no soy así me dije
furiosamente. Mi aliento no se detiene a menos que yo se lo ordene. No pienso cosas en las
que no quiero pensar y no grito como una niña pequeña por una maldita pesadilla. Respiré un
par de segundos tranquilamente hasta que mi respiración se calmó sin que tuviera que
obligarla.

Entonces la puerta se abrió y Pritkin estaba ahí, viéndome fijamente. Hubo un repentino sonido
sordo que se apresuró contra mí y un suave susurro de aire. Grité como niña pequeña. Él se
abalanzó en la habitación, me arrebató de la cama y me tiró al piso, cubriendo mi cuerpo con el
suyo y bajando la cabeza sobre la mía. Esperé a que el enfermizo letargo comenzara, que la
horrible sensación de succión de poder empezara, pero nada sucedió. Después de un minuto, el
zumbido se apagó y comencé a sentir como mi rostro se calentaba pese a estar presionado
contra el frio piso de concreto. - No es que no te agradezca que me protejas del aire
acondicionado- murmuré - Pero ¿puedo levantarme ahora?-

Pritkin me liberó, me ayudó a volver a la cama y se desvaneció, lo que era genial. Aún no tenía
ni la menor idea de que decirle. Me volví a dormir como una persona exhausta y esta vez no
soñé. Pero para la medianoche, había dormido tanto que había llegado al punto en que el
cuerpo me dolía de estar acostada. Me senté, sintiéndome sedienta, sudorosa y aturdida. El
espejo me mostro una versión muy pálida y deslavada de mí, con una impresión del tejido de la
manta en el lado derecho de mi rostro. Pero después de una muy caliente ducha, comida y
cuatro aspirinas salí a conseguir algunas respuestas.

Pritkin no estaba en la escena del crimen. El vidrio había sido recogido y el agujero en la pared
había sido cubierto con una hoja de pesado plástico impreso para parecerse a la una vez
hermosa ventana. Asumí que estaba ahí como un marcador de posición, para que, al menos
desde el exterior, todo pareciera casi normal a pesar del caos que había dentro. Podía
relacionarme con la idea.

Me hubiera gustado tener otra perspectiva de las cosas, pero Billy estaba fuera de servicio,
retumbando en mi collar en busca de cualquier resabio de energía que se las hubiera arreglado
para acumular. La monstruosidad oro y rubí, que era tan horrible que casi siempre la usaba por
dentro de las ropas, era un talismán, almacenando energía mágica del mundo natural y
proporcionándosela como alimento en pequeñas dosis. Era suficiente para permitirle
permanecer activo pero nunca la cantidad que él hubiera deseado, por lo que yo le
proporcionaba de mis propias reservas, pero en este momento no tenía energía para
proporcionarle.

Fui a buscar a la única otra persona que podría saber algo, y lo encontré echándole un vistazo a
los tragamonedas en el nivel dos. Pensé, por la expresión de Casanova, que alguien debía
haberle pegado al gordo pero no, era peor. En ese momento era la una de la mañana, es decir,
el pleno apogeo del Dante. Así que pensé que era un tanto raro que un tercio del salón principal
estuviera vacio, con hilera tras hilera de silenciosas tragamonedas abandonadas rogando ser
consentidas, amadas y alimentadas con dinero, entonces di la vuelta a la esquina y me
encontré con que, de hecho, había una buena razón para aquella soledad.

Dos de las tres ancianas semidiosas griegas, conocidas mitológicamente como las Grayas
estaban en el lugar. Se veían inofensivas –bajitas, arrogadas y ciegas –Excepto por Dino, que en
ese momento tenía el único ojo que las tres compartían. Debía haber sido su día de suerte,
porque cuando me guiñó el ojo y me saludó con los dedos ví que ella también tenía su único
diente. Yo accidentalmente había ayudado a liberarlas de su largo cautiverio recientemente, lo
que las había vuelto mis siervas hasta que cada una de ellas me hubiera salvado la vida.
Considerando cuan a menudo me metía en problemas, no habían tardado mucho en hacerlo.
Ahora estaban libres y tenían posibilidad de, en palabras de Prtikin, - Aterrorizar otra vez a la
raza humana- a menos que yo lograra atraparlas.

Atraparlas era algo que estaba absolutamente decidida a hacer en algún momento, sólo que se
había deslizado cada vez más abajo en mi lista de tareas, desplazado por crisis más
apremiantes. Françoise se había ofrecido para hacerse cargo de ellas, como una forma de
agradecerme el haberle conseguido un empleo casi regular. Me sentía un tanto culpable por
envolverla en un desastre que era totalmente mío; pero siendo honestos, una bruja poderosa
probablemente tendría mejor suerte lidiando con las Grayas que yo.
Aunque no parecía estar haciendo mucho en ese momento. Ella las estaba observando con
atención, pero no había hecho obvios intentos de atraparlas. Se dio cuenta de mi mirada y
frunció el ceño. - Ellas tienen una ligación- . - ¿Qué?- - Una ligación metafísica- barbotó
Casanova. - Provoca que la magia las trate como una sola entidad-

Miré a las chicas mientras asimilaba la información. Observé a las chicas mientras absorbía la
información. Penfredo no estaba a la vista, pero Enio estaba jugando en una maquinita de
blackjack y Dino estaba tras ella, parada en un taburete despanzurrando una maquina de Poker
y esparciendo sistemáticamente todo su contenido por la psicodélica alfombra. Supuse que no
había estado feliz con el pago que había recibido.

Decidí que necesitaba más información. - ¿y?- Casanova tamborileó sobre la pequeña caja
negra que Françoise sostenía en una mano. Era un artefacto mágico que, a pesar de su
tamaño, era perfectamente capaz de atrapar y contener a las Grayas, de hecho era igual al que
las había mantenido prisioneras por siglos. - El hechizo- repitió Casanova con menos paciencia,
- que es necesario para meterlas aquí y quitármelas de encima…- - ¿ajá?- - - Por alguna razón
toma a las abuelitas truculentas de allá como tres partes de un todo, lo que puede ser cierto
hasta donde sé. A menos que estén todas presentes, el hechizo no las tomará en cuenta como
si ni siquiera estuvieran aquí. Y ellas ya se dieron cuenta de que estamos tratando de
atraparlas.- - Así que se están asegurando que una siempre esté ausente- terminé por él. -
Pero eso no explica porque siguen aquí en primer lugar. Si saben que estamos tras ellas…- -
Me están vigilando- murmuró Casanova - ¿Qué?- - Estaban destinadas a ser guerreras, y creo
que encuentran las Vegas un poco insulsa para sus gustos. Les falta algo que rara vez anda por
aquí- dijo lanzándome una mirada oscura. - Saben que si el infierno se va a desatar en algún
lugar será aquí. Así que, Ellas Sencillamente No Se Irán Nunca- .

- Hablando del Infierno- Dije pero él hizo caso omiso de mis palabras. - Ni siquiera empieces,
no hay nada que yo pueda hacer.- - Él destrozó tu ventana… ¡Y prácticamente mató a Pritkin!-
- Considerando que tu mago lo ha estado acechando por más de un siglo con la misma idea en
la mente. No creo que él pueda quejarme mucho.- - Necesitamos hablar- - Si, necesitamos
hablar- Casanova era el afiche de - No estoy feliz- . - ¿Qué tal si empezamos por el hecho de
que este no es un campo de refugiados? ¡Ya tengo demasiados inmigrantes ilegales en las
cocinas gracias a ti….!- - Esa fue idea de Tony como perfectamente sabes,…- - … y ahora
descubro que se les ha unido un grupo de zarrapastrosos y probablemente piojosos…-

- ¡Oye!- - ¡… mocosos, que además están ocupando dos de mis suites y probablemente
pensando en desvalijarme!- - ¡Son sólo niños!- - Los niños deberían ser sólo vistos, no
escuchados, y de ser posible, ni siquiera vistos- . Me dijo inamovible. - No tengo el suficiente
personal de seguridad para vigilar al trío terrible de aquí, limpiar tus desórdenes y además jugar
a la niñera!- - Nadie te está pidiendo…-

Él me apuntó con un dedo acusador. - Terminé contigo ¿me escuchas? Tú y tus raros amigos
corrompen mi staff, arruinan mi casino, atraen la atención de Lord Rosier…- - ¿De quien?- -
Con órdenes o sin ellas ¡He tenido suficiente!- Lo agarré del brazo cuando trató de salir en
estampida del salón, lo que no había sido de gran ayuda de no ser porque Françoise decidió
ayudarme. - Oh, esto es maravilloso- dijo Casanova furioso - ¡Asaltado en mi propio casino!
¿Qué sigue? ¿Qué me aten a la cama?- - Si, estoy segura de que tu odiarías precisamente eso-
dije con acritud, - Corta el teatro. Pritkin se fue a alguna parte y yo necesito respuestas.
Dámelas o lánzame a la calle.-

Casanova bufó. - Seguro, ¡Voy a desalojar a la novia del jefe!- - ¡Yo no soy la novia del jefe!- -
Ajá, eso no es lo que decía la información que recibí; la última cosa que recibí del propio jefe
fue que te proporcionara toda la ayuda posible porque tu eres… ¿Cómo lo dijo?... ¡Oh si!
Preciosa para él- . Casanova pareció vagamente disgustado. - Por supuesto, ¡eso fue antes de
que comenzaras a besuquearte con el mago en pleno maldito lobby!- - ¡Ese no era él!- - Eso
lo sabes tú y lo sé yo pero, ¿lo sabe Mircea? Porque a él de verdad no se le da eso de
compartir- . - Yo no sé nada- le dije amargamente. - Pero estoy a punto de enterarme- - No
de mí.- Dijo llanamente Casanova.

Françoise comenzó a cantar algo y él palideció. - ¡Deja de hacer eso- Ni siquiera he recibido
aún la cuenta por el último desastre!- . - Entonces habla. ¿Quién me atacó? ¿y porqué?- - ¡Ya
te lo dije! Y prefiero no mencionar su nombre otra vez; eso podría atraer su atención.-
Casanova se estremeció visiblemente. - Tener su destructiva prole aquí ya es suficientemente
malo- . - ¿Estás inventando esto?- El único grupo en que podía pensar que no me quería ver
muerta eran los demonios, y eso principalmente porque no conocía a ninguno, por lo menos no
conocía a ninguno hasta ese momento, a menos que contaras los íncubos, y la muerte y la
destrucción no eran realmente sus materias.

Por lo menos, yo creía que no había conocido a ninguno. - Hay algunas cosas con las que nunca
bromeo chica, y él es una de ellas.- - ¿Me estás diciendo que el padre de Pritkin es un
demonio?-

Casanova palideció. - No un demonio. Es el jefe de nuestra corte- . - Así que este Rosier es
¿Qué? ¿Un lord demonio?- - ¡No uses su nombre!- Billy Joe lo había dicho y aún yo había
escuchado una especie de admisión de los labios de Pritkin, pero aún no lograba creerlo. - Pero
Pritkin odia a los demonios, los ha cazado por años, es fanático sobre eso…- - Y que lo digas- .
- Pero si él es mitad demonio, ¿Porqué él…?- - No lo sé, o, quizá, ellos tienen sus problemas,
todo el mundo lo sabe. Tu mago tiene el galardón de ser el único mortal al que alguna vez han
botado del Infierno, pero no tengo más detalles. Yo no me involucro en la política de la Alta
Corte. ¡Tengo mis propios problemas, los cuales por cierto últimamente te involucran!-

Ignoré sus obvios intentos de cambiar de tema. - No lo entiendo. ¿Cómo puede ser Pritkin
medio incubo?- le di unos golpecitos en el brazo. - Eres incorpóreo- - Tengo un huésped…- -
Lo que es exactamente mi punto. Necesitas un huésped para, tu sabes- señalé con mi mano su
cuerpo, que se veía elegante como siempre en su traje de lino y una muy chic corbata de seda
naranja. Casanova levantó una ceja. - Para alimentarte ¿de acuerdo? Y ¿no convertiría eso a tu
huésped en padre de cualquier hijo que naciera de esa alimentación y no a ti?-

Casanova se encogió ligeramente de hombros, el peso de mi estupidez claramente se estaba


volviendo demasiado para que él lo soportara, pero por lo menos me respondió. - El amo de
nuestra corte tiene el poder suficiente para asumir una forma humana a voluntad en lugar de
tener que buscar un huésped, y por lo tanto, él es el único de nosotros capaz de tener
progenie.-

Hizo una mueca. - Lo que, viendo el resultado, no puedo decir que me cause mucha envidia- -
¿Quieres decir que Pritkin es único en su especie?- - Hay muchas razas de demonios allá
afuera y muchas de ellas son corpóreas todo el tiempo.- Respondió Casanova enfadado. - Los
niños mitad demonio no son exactamente comunes pero existen, y la mayoría de ellos no son
maniacos destructivos- . - ¿Pero no hay otro mitad íncubo?- - El experimento no fue un éxito
sin precedentes- señaló secamente.

- Ok, pero nada de eso explica porqué Ros…- Casanova se encogió. - Ese demonio me atacó.
Él sólo fue tras Pritkin cuando trató de protegerme.- - ¿Protegerte? ¡Eso sería como enviar a
Pancho Villa a mantener al Ché Guevara fuera de problemas!- - ¿Puedes limitarte a…?- - No lo
sé- Casanova vio mi expresión. - ¡Es la verdad! ¡No lo sé y no quiero saberlo. Lo último que
necesito es que cierta gente decida que estoy interfiriendo en sus asuntos!- - Rosier mató a
Saleh- dije tratando de hacer encajar las cosas. - Y cuando fue tras de mí dijo que era porque
yo había hablado con él. Pero la única cosa que Saleh y yo discutimos fue…-

- ¡No me lo digas!- Casanova retrocedió con una mirada de pánico., justo hacia la línea de
criaturas de apariencia peligrosa que acababan de entrar en el salón. Habían estado tan
calladas que ni siquiera las había notado; asumí que Casanova lo habría hecho en otras
circunstancias, pero él no estaba en su mejor momento. Eso fue aún más cierto cuando él se
volvió y tuvo un vistazo de la sonrisa de suficiencia de Alphonse. Él literalmente gruñó y el
personal de seguridad del casino, que había estado merodeando el acicalado grupo de
vampiros, se acercó un poco más. - ¡Yo los invité!- dije antes de que las cosas se pusieran
feas.

- ¡Me tendiste una trampa!- Casanova me lanzó una mirada de pura maldad. Y, ok, si, quizá yo
debí haber mencionado esto un poco más temprano pero había estado ocupada.
- Ellos están aquí para ayudarme con algo, no para pelear.- Dije capturando la mirada de
Alphonse, lo que fue fácil, aún con Casanova interponiéndose dado que él casi media dos
metros. - ¿Cierto?- - Seguro- Acordó amigablemente, regalándole al hombro de Casanova un
apretón amistoso que hizo que el incubo se retorciera de dolor. - Venimos a ver la exposición de
motos en el Mirage- . - ¡Están en mi territorio!-

Alphonse se encogió de hombros perezosamente. - No hay territorios ya, ¿no lo has escuchado?
El Senado los anuló para terminar con las contiendas.- Soltó una risa ahogada, como si eso
fuera el mejor chiste que hubiera escuchado en un largo tiempo - A él le gustan las
motocicletas- le recordé a Casanova con rapidez. - Tu sabes eso-

Era cierto, además de la fotografía, las películas de vampiros de serie B y las cosas relativas a
asesinato, a Alphonse le gustaban las motocicletas grandes y ruidosas que soltaban humo
negro y ahogaban a cualquiera lo suficientemente desafortunado como para estar detrás de él.
Para ser un asesino de sangre fría, él era remarcablemente bien educado.

Además era muy bueno para enervar a Casanova, no es que le costara mucho trabajo, yo tenía
la impresión de que había algún resentimiento oculto por el hecho de que Alphonse había
tomado el lugar de Casanova como segundo al mando de Tony unos años atrás. No tenía idea
de si eso había sido una decisión meramente de negocios o había sido en parte personal, pero
no había duda que el incubo se había sentido resentido por ello, y que Alphonse se hubiera
presentado a su puerta sin aviso no estaba siendo de mucha ayuda. - Y si mi chica y yo
queremos apostar un poco ¿Quién va a impedírnoslo?-

Los cinco enormes guardias de seguridad dieron un paso al frente al mismo tiempo. Yo di un
paso para intentar interponerme entre ellos y el grupo de Alphonse que consistía en él, Sal, tres
vampiros que recordaba de mis días con Tony y uno al que no conocía. Yo realmente no quería
ser responsable de una guerra territorial, pero sal capturó mi muñeca más rápido de lo que yo
podía parpadea y me quitó del camino. - Déjalos que lo saquen de sus sistemas ahora o será
mucho peor después- . Dijo ella, mientras los dos grupos avanzaban uno contra el otro.
Alphonse tomó un cenicero de pedestal que era un enorme círculo alrededor de un pequeño
bote de basura y lo ondeó como un bate. La blanca arena, que había sido limpiamente impresa
con el logo del Dante salió volando por todas partes antes de que el cenicero golpeara
secamente a Casanova en el estómago, él retrocedió aturdido chocando contra Enio y tirándola
de su taburete. - ¿No te importa si se matan?- demandé mientras Enio se enderezaba, miraba
alrededor y lanzaba la despanzurrada tragamonedas directo a Alphonse.

Sal me jaló unos metros hasta donde una pequeña banca estaba colocada cerca de la
ornamental puerta de vidrio que llevaba a la galería. Ella encendió un cigarrillo, sus numerosos
anillos capturaron la luz mejor que los candelabros cubiertos de telarañas que estaban sobre
nuestras cabezas. - Ellos tienen que establecer límites- dijo encogiéndose de hombros. - Pero
no fue para eso para lo que los traje aquí- - Cariño, esto iba a pasar tarde o temprano de
cualquier manera. Mejor que sea ahora cuando aún se necesitan- .

Casanova saltó y salió volando, aterrizó en la espalda de Alphonse y comenzó a ahogarlo con la
cuerda de plástico de una tarjeta de registro. - No me parece que se estén ahorrando
puñetazos- - Relájate, no pueden darse el lujo de matarse entre ellos con la vida de Mircea en
peligro. Es sólo un concurso de vencidas… déjalos superarlo y luego hablaremos- .

Aparentemente, Casanova había tomado la tarjeta de registro de Enio y ella la quería de vuelta.
O por lo menos, asumí que esa era la razón por la que ella lo había arrancado de la espalda de
Alphonse y lo había lanzado contra las puertas de cristal. Sal se apropió de una ronda de tragos
de manos de un sirviente que estaba escurriéndose para salir del camino, y me contempló con
los ojos entrecerrados, sus largas uñas rojas golpeteando ligeramente contra el vaso.

Iba vestida muy a la moda, sus pantalones de seda blanca caían por sus piernas como si
amaran cada pulgada de su cuerpo, y su top de lame dorado tapaba aquí y mostraba allá hasta
que parecía más bien un concepto que una pieza de vestir. Su cabello rubio color miel iba
peinado en una rizada cola de caballo y su maquillaje era perfecto. Ella observó mi holgada
camiseta y mis jeans que yo había escogido cuando aún estaba medio dormida y mi cabello
completamente parecido a un nido de ratas. - Necesitas espabilarte nena, estás con Lord
Mircea- Me informó en tono sobrecogido.

Decidí que intentar explicar mi actual relación con Mircea sería un error dado que ni siquiera yo
estaba segura de cual era esta. - ¿Y?- - Representas a la familia. ¿Y esto?- Un gesto
desdeñoso indicó mi completa falta de elegancia en el vestir. - Es francamente vergonzoso- -
¿Disculpa?- - No puedes ir por ahí luciendo así- Dijo claramente Sal, como si pensara que yo
era un poco lenta de entendederas. Su novio, que parecía divertirse columpiándose de uno de
los candelabros, cayó sobre uno de los hombres de Casanova, que había estado golpeando al
vampiro cuyo nombre desconocía. - No es como si los estuviera esperando esta noche- dije a
la defensiva. - Por no mencionar que estoy disfrazada- - ¿De que? ¿De mendiga?-

Debería haberlo recordado: Mircea pertenecía a la minoría de vampiros que optaban por los
atuendos subestimados. La mayoría creía en el viejo adagio que decía: si lo tienes, exhíbelo y
hazlo para demostrar lo que vales. Alphonse era un entusiasta converso a esta filosofía, tanto
que se había metido en problemas en la corte por verse más despampanante que el jefe. Esta
noche vestía uno de los trajes confeccionados a medida que se había hecho hacer en Nueva
York por tres mil o cuatro mil dólares, y con tanto brillo que harían que una estrella de rap se
pusiera celoso. Quizá debiera haber cepillado mi cabello por lo menos. Pensé tardíamente.

Casanova se tambaleó de vuelta desde el hall, tomando un trago de la bandeja que Sal había
puesto al final del sofá, y se lo tomó de un trago, enviando el plato deslizándose a través del
aire hacia el cuello de Alphonse que lo esquivó en el último momento y hubiera golpeado a
Dino de no ser porque ella lo atrapó como si fuera un frisbee y lo devolvió. Sal lo capturó en el
aire y situó su ahora vaso vacío antes de situarlo nuevamente en el cojín del sofá. - Vas a
necesitar un look- dijo pensativa - ¿Qué?- - Una imagen-

Parpadee, resultaba desconcertante escuchar palabras como - imagen- salir de la boca de Sal.
Nunca la había conocido muy bien en lo de Tony… la mayor parte del tiempo, ella había estado
cubierta con Alphonse, vestida con algo corto, apretado y revelador, mostrando una genial
representación de una rubia tonta. De hecho, hasta ese momento, yo había pensado que era
una rubia tonta. - Mírame a mí, por ejemplo, soy una antigua cabaretera y una matona. ¿Crees
que alguien me tomará en serio si aparezco en algún lado vestida de Dior?- - Quizá de
Gaultier- Ofrecí antes de quitar mis piernas del camino de un vampiro que se deslizó boca
abajo a través de la carpeta antes de desaparecer bajo el sofá. Cuando no reapareció
inmediatamente, me asomé debajo sólo para ser capturada de la garganta por una mano.

Sal enterró su brillante tacón en un lado del brazo y el me dejó ir abruptamente. Obtuve un
acercamiento de su zapato y me di cuenta de que los tacones de aguja, eran, en su caso,
justamente denominados así. La cosa estaba hecha de metal, una aleación de acero según se
veía y era afilada como un cuchillo. - Tienes que jugar con tus fortalezas- dijo mientras yo
intentaba sobarme la garganta sin ser demasiado obvia. - yo soy una tipa dura y todos lo
saben, así que exploto esa imagen. Pero en tu caso- Me dirigió otra mirada superficial - Nunca
podrías pasar por chica dura- - Puedo ser dura- dije picada. - Si, seguro- Sal se chupó los
dientes - Con esos pequeños brazos flacuchos. Creo que te quedaría un look elegante lo que es
perfecto pues harás buena pareja con Mircea- . - Pero Mircea no…- - ¿Y no crees que eso lo
hace resaltar? Es como si dijera. ‘Soy tan fuerte que no necesito aparentar nada con mi
vestimenta para ustedes imbéciles’ Pero aunque él no lleva algún raro atuendo medieval como
algunos él siempre se ve bien- . - Tengo cosas más importantes de que preocuparme que
por….-

- No hay nada más importante que tu imagen- . Me dijo Sal llanamente. - Tienes que
impresionar o estarás peleando todo el tiempo. Si no te vez importante, todo el mundo asumirá
que eres una incauta. Entonces todos tendremos que defenderte por el bien del jefe y mucha
gente terminará muerta. Sólo porque tu no te molestaste en maquillarte un poco.-

Mi tiempo en la corte se había tratado de encajar, mimetizarse con el entorno, tratando de


evitar la atención pues ésta habitualmente no terminaba bien. Nada en mi pasada experiencia
me había enseñado como causar una buena impresión. - No suelo arreglarme- dije débilmente.
Sal apretó mi brazo con sus uñas rojo sangre marcando pero no perforando mi piel. - Oh, nos
encargaremos de eso- Y la expresión calculadora de su rostro fue la cosa más aterradora que
yo había visto en toda la noche.

CAPÍTULO 16.

- No puedo respirar- me quejé. El reflejo de Sal me fulminó con la mirada en el espejo de


cuerpo entero que estaba frente a nosotras. - No necesitas respirar, necesitas verte bien- me
dijo con rudeza atando la parte superior de mi corpiño. Estábamos en la suite del pent-house
de la que se había apropiado junto con una botella de champagne, media docena de botones y
el vestido que yo le había ordenado a Augustine. Él no se había sentido muy contento siendo
despertado en medio de la noche, ni tampoco por ver su salón de trabajo invadido y había
declarado ruidosamente que los resultados de los genios tardaban tiempo y que él aún no
terminaba muchas gracias. Entonces Sal compró dos atuendos y ordenó otra docena más y él
se calló con tal rapidez que casi pude escuchar el sonido sordo que hizo su boca al cerrarse.

- No, tu no necesitas respirar pero estoy plenamente segura de que si es una necesidad para
mí.- - ¿Siempre eres tan quejumbrosa? - No creo que pedirte que me permitas respirar
constituya…- - Porque no lo recuerdo- Sal hizo una pausa para admirar el muy rudo slogan
que recién se había escrito a sí mismo a lo largo de su pecho. Uno de los trajes que había
comprado en la tienda de Augustine, era un traje de gato negro que mostraba grafitis en
colores neón en momentos al azar. Sal había descubierto que podía influenciar la elección de las
palabras si se concentraba con la suficiente fuerza y estaba divirtiéndose corrompiendo su traje.

- Por supuesto, no recuerdo mucho de ti- continuó. - Nunca decías más de dos palabras a
nadie, excepto a tus amigos imaginarios…- - ¡Eran fantasmas!- - … siempre escabulléndote en
las sombras, viéndote asustada si alguien notaba tu existencia…- - ¿Me pregunto porqué?- - …
Lo que, por lo que puedo ver no ha cambiado nada- .
Me ahogué con una inspiración, planeando enseñarle a su traje una nueva palabra salvo que en
ese momento ella ciñó la cintura y todo el aire salió disparado de mis pulmones. - ¡Mantener la
cabeza baja es la peor cosa que puedes hacer! Te hace ver vulnerable- , - Lo que es bastante
justo dado de soy vulnerable. De hecho…- - ¿Te vas a esconder toda la vida? Tienes que
mostrarles a todos que necesitan tenerte miedo, no al contrario. Eso que hiciste con la Cónsul
estuvo muy bien, los hizo retroceder un poco y ponerse a pensar. No has tenido problemas con
el círculo últimamente ¿verdad?- - Quieres decir ¿aparte de que le hayan puesto precio a mi
cabeza?- - Umm, quizá debamos hacer más obvio el punto- . - Si lo hacemos un poco más
obvio terminaré muerta- .

Sal se volvió a tomar la copa de champagne y una muy grosera frase cruzó por su trasero. Le
fruncí el ceño, pero no me iba a rebajar a pelear con un pedazo de tela. - No he tenido ningún
problema porque no saben donde estoy- Sal se detuvo para darle una propina a uno de los
botones de aspecto exhausto que acababa de dejar una maleta lo suficientemente grande para
llevar un cuerpo en ella en medio de la sala. Y considerando a quien pertenecía quizá llevara un
cuerpo en ella. - Cariño, ¡todo el mundo sabe donde estás!- dijo tan pronto se fue el chico. -
Quiero decir, ¡por favor! ¿Qué crees que estamos haciendo aquí?- - Planeando darle una paliza
a Casanova?- - Además de eso- - No lo sé. Rafe los llamó…- - Ajá, y nosotros tenemos la
costumbre de saltar cuando él chasquea los dedos.- Dijo Sal volteando los ojos. Alphonse vino
a lisonjear al nuevo jefe, y dado que él no está por aquí, te halagará a ti.- - Seguro-

El que Alphonse me lisonjeara era tan probable como que la tierra de pronto decidiera cambiar
de dirección, sólo por tener un cambio. - Tu realmente no lo entiendes ¿no es así?- Sal se vio
genuinamente desconcertada. - Hay una guerra en proceso. Todo mundo está eligiendo su
bando. Los inteligentes se están acercando a los que tienen la fuerza. Como por ejemplo Mircea
y tu.- - ¿Y que sucede con Tony? Él es tu maestro- . - Y nunca comprendí cuanto odiaba al
pequeño sapo hasta que se largo.- - Pero, si él regresa…- - Lo mataré- dijo Sal sonando como
si deseara tener la oportunidad. - No puedes, como tu amo…- - Él ya no será mi amo para
entonces, lo será Mircea- .

Las cosas comenzaron a tener sentido de pronto. - Quieres que Mircea rompa tu lazo.- -
Cuando todo esto termine tenemos la intención de seguir de pie… y del lado ganador- .
Confirmó Sal fulminándome con la mirada de sus ojos azules de pronto hechiceros. - No
muertos luchando por un hombre al que todos despreciamos- .

Maravilloso, ahí estaba otro grupo que estaba dependiendo de mí, esperando que de alguna
manera, milagrosamente yo hiciera que todo estuviera bien nuevamente. Decidí que quizá me
hubiera ido mejor sola; menos gente a la que decepcionar de esa manera, menos cosas que
fregar. - Si soy tan poderosa, ¿porqué no puedo hacer que esos dos de allá abajo dejen de
intentar matarse- .

Sal tomó el teléfono y me lo alcanzó. - Quieres que dejen de despotricar por ahí, díselos- . - Así
como así- - Exactamente así- . Me quedé viéndola en blanco, pero ella se limitó a chuparse los
dientes así que le dije al conmutador que quería hablar con Casanova. Él me dijo que Casanova
estaba un poco ocupado en ese momento y yo le respondí que de verdad apreciaría si pudiera
hacerse un tiempo para hablar conmigo, él me preguntó si quería dejarle un mensaje, Sal me
arrebató el teléfono con una expresión de disgusto. - Lleva tu trasero ahí dentro y dile que la
Pythia reinante quiere hablarle- barbotó. Eso me disgustó, si el Círculo no sabía donde estaba
yo, no tardarían mucho en enterarse. - ¿Tienes alguna idea de lo que acabas de hacer?-
demandé sintiendo que empezaba a darme migraña.

Sal me dio un puñetazo en el brazo. - Eres la Pythia, ¡empieza a actuar como tal!-
Refrené el deseo de frotar mi ahora amoratado brazo y la fulminé con la mirada, ella me
fulminó de vuelta. Casanova llegó al teléfono sonando un poco jadeante. - ¿Qué?- -
¿Terminaron?- le pregunté. - Porque quizá estoy loca, pero podría haber jurado que estamos
aquí porque su amo está a punto de volverse loco lo que forzaría a la Cónsul a matarlo y ¿acaso
necesito decirte lo que sucedería con ambos si él muriera?-

Alphonse tomó el teléfono, no es que necesitara hacerlo… el oído de los vampiros era mejor
que bueno, suficiente como para volver cualquier llamada telefónica en una llamada de
conferencia. - ¿Cuál es el plan? ¿Vamos a secuestrarlo?- - Eso sería bueno- acordé. - Rafe dijo
que viste al amo hace un par de días. Si lo hiciste entonces ¿para que nos necesitas?- -
¡Porque es casi seguro que las salvaguardas hayan grabado esa pequeña visita!- Dije
impaciente. - Estarán esperando que lo intente de nuevo y la última vez que saqué a alguien
del control de la Cónsul ella uso una bomba de vacío para atraparme- . - Escuché sobre eso,
aunque no lo creí- - Oh, las bombas de vacío existen- le aseguré - y la cónsul tiene un arsenal
de ellas- . Yo las había visto con mis propios ojos y aunque dudaba que ella quisiera utilizar más
de aquellas muy caras y muy escasas armas conmigo, quedaba el hecho que yo la había hecho
quedar mal, no había tenido la intensión de hacerlo pero los vampiros rara vez se paraban a
considerar tales pequeñeces. Y meterse con la reputación de alguien que regía más que nada
por el miedo que era capaz de inspirar era un gran problema.

- Lo que quise decir es que no creí que hubieras sido capaz de apagarla- me aclaró Alphonse.
Tampoco yo me hubiera creído capaz, aunque decidí que no era prudente mencionar cuanta
suerte había estado involucrada. En un mundo donde la reputación lo era todo, yo no tenía
mucho con que negociar. Alphonse me recordaba como la pequeña clarividente de Tony, algo
que no lo iba a convencer a ninguna maldita cosa. Pensar en mí como alguien lo
suficientemente audaz como para ir contra la Cónsul sería una mucha mejor imagen.

Afortunadamente tanto Alphonse como Casanova tenían que asegurarse que Mircea
permaneciera vivo y bien. Hasta que el geis fuera levantado, podía confiar en ellos… hasta
cierto punto… probablemente. - Creo que sé como podemos hacerlo- dije. Casanova había
estado soltando resoplidos en el fondo como si alguien lo hubiera estado ahorcando, pero
supuse que no era el caso pues de pronto sonó su voz en la línea. - Está bien entonces, estás
loca, eso explica muchas cosas sobre ti- - Estoy loca pero soy la novia del jefe- le recordé
dulcemente. Probablemente es buena cosa que yo no hable español…

Menos mal que para el momento en que Sal recibió respuesta de la Cónsul avisándonos que
nos vería casi había amanecido, eso seguramente no era un impedimento para la cabeza del
Senado dado que ella ya no se regía por el ciclo del Sol, pero Alphonse y compañía no habían
llegado a ese grado, así que tenía un día de respiro antes de que pudiera verificar si mi plan
funcionaría. Y dado que yo ya había fregado mi ciclo de sueño, decidí usar ese tiempo para
otras cosas.

Nick estaba manteniendo el frente cuando entré a la habitación de investigación, tenía la nariz
enterrada en un enorme y polvoriento tomo pero pareció feliz de tomarse un respiro. - No ha
habido palabra de tu amiga Tami- me dijo antes de que pudiera decir nada más. - No es que
tenga el mismo nivel de acceso que antes dado que soy un fugitivo de la justicia- .

Me estremecí ligeramente. - Si, perdón por eso- Alguien debería haberle advertido que yo tenía
la tendencia de tener ese efecto en los magos. - Hubiera sucedido tarde o temprano. El sistema
está obsoleto pero el consejo se rehúsa a ver eso- . - Y yo así pensando que eran un montón
de idiotas avariciosos de poder.- - Si, eso también- Dijo Nick secamente, cerrando de golpe la
portada de su libro. Tenía un símbolo familiar grabado en ella, las escamas de plata brillaban
sobre el cuero verde seco. - El ouroboros- dije e inmediatamente me arrepentí cuando su
rostro se iluminó con el aire de un fanático emocionado por haber encontrado un alma gemela.
- No sabía que estabas interesada en la historia mágica, Cassie- . Nunca lo había sido hasta que
el Codex apareció. Ahora no tenía mucha opción para ser precisos. - Es el símbolo de la
eternidad, ¿cierto?-

Sintió con entusiasmo. - Esa es una de las interpretaciones, la serpiente… o dragón en algunas
pinturas… se come su propia cola, algunos sostienen que significa vida y el asegurarse un
eterno ciclo de renovación.- Él abrió el libro en la primera página que casi era transparente
pero estaba casi enteramente ocupada por la imagen de la cubierta iluminada con brillantes
tonos de piedras preciosas. - Este fue copiado de un amuleto egipcio de 1500 AC, pero el
símbolo también era conocido por los fenicios y los griegos, los chinos y los nórdicos…. En
verdad, es el último arquetipo. ¡Difícilmente hay una cultura que no lo conozca en alguna
forma!- - Que interesante- . De hecho era interesante, pero yo no tenía en aquel momento
tiempo para una lección de historia mágica. - ¿Has visto a Pritkin hoy?-

Era demasiado tarde, Nick ya se había enterrado en otro libro. - Es también uno de los símbolos
protectores más antiguos en el mundo, posiblemente el más antiguo, por no mencionar el más
conocido. Los aztecas creían que una serpiente gigante residiría en los cielos como protección a
la tierra hasta el fin de los tiempos. Los egipcios tenían un mito similar. Ambas culturas creían
que cuando la protección del ouroboros fallara, la era del hombre habría terminado.- - ¿Nick?-
esperé hasta que levantó la mirada, tenía una mancha de polvo en la nariz. - ¿Un rubio con mal
temperamento que necesita un corte de cabello?- - ¿John? Oh, él anda por aquí en alguna
parte- John lo desestimó con una mano mientras tomaba otro libro del montón.

Lo arrebaté de su mano. - ¿Es esto lo que has estado investigando aquí abajo?- Parecía haber
una enorme cantidad de libros dedicados al hobbie de Nick pero que no tenían nada que ver
con el geis. Él vio la expresión de mi rostro y se apresuró a explicarme. - No, no, o más bien si,
pero tiene que ver con tu búsqueda- - Si, seguro que si- - Si, ¿ves esto?- Señaló una línea de
símbolos en la fachada del libro, enlucidos con brillo plateado y curvados alrededor del exterior
de las escamas de la serpiente. - Es la Ephesia Grammata- anunció orgulloso como si eso
explicara algo. - ¿Y eso es…?- - Perdón, las letras de Éfeso. Le dan un agregado… ummm… a
la protección. A menudo la vez en amuletos junto con el símbolo del ouroboros. Se dice que las
escribió el propio Salomón- .

Le dio la vuelta a la página para mostrarme un dibujo a líneas que mostraba la serpiente
alrededor de un tipo a caballo con una enorme lanza. - Ese es él atacando al mal- . Añadió
señalando la figura del medio del círculo. - Y ahí están las letras de Éfeso otra vez.- - Pero
¿Qué son?-

Nick parpadeó a través de sus lentes con expresión muy seria por un momento. - ¿Nunca has
escuchado hablar de ellas?- - ¿Porqué te preguntaría sobre ellas si lo hubiera hecho?- - Es solo
que… son famosas. Aún entre los normales- . Se veía ligeramente ofendido por mi nivel de
ignorancia. Crucé los brazos y me quedé viéndolo. - Se dice que estaban inscritas en la estatua
de Artemisa en Éfeso, el centro de su culto en el mundo antiguo- . Explicó. - Ella estaba
estrechamente asociada con la magia de protección y las palabras eran consideradas unas de
las más potentes voces mágicas que existen.- - Palabras mágicas- traduje. - ¿Y que significan¡-
- Ese es el punto- . Nick me vio con orgullo, como si finalmente hubiera dicho algo inteligente. -
Nadie lo sabe- - ¿Qué quieres decir con nadie lo sabe? ¿Porqué utilizar palabras cuyo
significado desconoces?-

Nick frunció el ceño. - Las palabras tienen poder, algunas más que otras.- - ¿Y aún así nadie lo
ha averiguado?- - Oh, sabemos lo que significan las palabras por separado- dijo sonando
vagamente paternalista. - La primera askion, se traduce llanamente como - Los que no tienen
sombra- , probablemente sea una referencia a los dioses. El problema es que cada palabra es
sólo una ayuda mnemotécnica, un rápido apunte para una línea de texto.- - ¿Una sola palabra
es toda una línea? ¿Qué sucedió con el resto?- - Ese es el punto. Con todas las palabras, el
texto forma un hechizo demasiado importante, demasiado poderoso para que alguien se
arriesgara a escribirlo por completo.-

Me regaló una sonrisa depredadora, una impresión de dientes blancos en su cara pecosa. -
Salvo por una persona- - Déjame adivinar, el Codex contiene el hechizo completo.- - Es el
acertijo más antiguo en la magia.- Dijo Nick soñador, - La llave al máximo poder- .

Estaba empezando a comprender porque el rey de los Fae oscuros quería el Codex con tales
ansias. - Suena como si alguna gente pudiera desear obtenerlo.- - Es la misma antigua historia-
dijo Nick perdiendo la sonrisa. - Un grupo de líderes hambrientos de poder, probablemente del
culto de Artemis, no quisieron arriesgarse a perderlo, así que sólo transmitieron el hechizo
completo oralmente. Pero cuando el templo se quemó hasta los cimientos en 356 AC, todos
murieron.- - Y dado que nadie lo había escrito…- - Nadie sabía lo que significaban las
palabras- - Bueno, eso fue estúpido.- - Exacto, es posible ser demasiado cuidadoso, algunas
veces puedes perder más siendo demasiado cauteloso que tomando algunos riesgos
necesarios.- - ¿Cómo decirme donde está Pritkin?- le pregunté ociosamente. - Si yo….-

Nick se detuvo frunciendo el ceño. - Me engañaste- Sonaba más sorprendido que molesto.
- ¿Dónde está?- - Necesitas darle algo de tiempo. Él está…- - Tuvo tanto tiempo como yo y yo
también fui atacada. Necesito hablar con él Nick- - Realmente no creo que…- Me incliné a
través de la mesa estampando una mano en su preciosa pila de libros.

Mantener mi temperamento bajo control estos días estaba empezando a requerir más
concentración de la que yo podía utilizar.- Así está la cosa Nick, esta noche tengo que pagarle
una visita a la cónsul que está un poco cabreada y mucho menos que feliz conmigo. Así que de
verdad necesito saber si un maniático lord demonio puede aparecerse en la fiesta, y la única
manera en que puedo obtener esa información es hablando con tu amiguito.- - Comprendo,
pero tienes que tomar en consideración…- - Y necesito hacerlo ahora.-

Su ceño se hizo más profundo. - ¿Estás tratando de intimidarme? Porque en ese caso creo que
deberías saber que…- - Pensé que todos los magos de guerra estaban juramentados al servicio
de la Pythia- . Técnicamente no era como si me reconocieran como la que ostentaba
oficialmente el cargo o me hubieran mostrado algo de lealtad hasta el momento, pero
supuestamente Nick se sentía diferente respecto a mí, de otra manera cabía preguntarse que
demonios estaba haciendo aquí. - Bueno, si, técnicamente pero…- - Soy la Pythia- le recordé.
- Y tu eres un mago de guerra. No tengo que intimidarte para que me proporciones la
información que estás obligado a darme.-

Nick parpadeó un par de veces, después suspiró y entrecerró los ojos, se veía como si estuviera
teniendo un muy mal dolor de cabeza. - Él está en la sala de entrenamiento.- - Donde tu
debías estar hace media hora- dijo Pritkin crispado desde detrás de mí, yo brinqué asustada y
una mano me alcanzó para estabilizarme. - Si tu mantuvieras tus citas no tendrías que haber
intimidado a mi colega para obtener información-

Nick parecía tan sorprendido de ver a Pritkin como yo, pese a que él estaba de frente a la
puerta. Tuve esta rara imagen mental de Pritkin materializándose en el aire como su padre
antes de que la desechara. Él era corpóreo ¿de acuerdo? Sólo endemoniadamente escurridizo. -
Ella no me intimido- dijo Nick ofendido. - Pritkin lo fulminó con la mirada. - No, claro que no-
Iba vestido con unos pantalones de ejercicio grises que se veían como si ya hubiera corrido un
maratón con ellos, le dirigió a mi atuendo un largo vistazo pero no dijo nada. - Cámbiate y ven
conmigo- . - ¿Porqué?- pregunté empezando a sentir como mi estómago se contraía, porque ya
había amanecido, sólo que habiendo estado despierta la mitad de la noche, no me había dado
cuenta. - Vamos a ir a trotar.- - Yo no corro por diversión, la única manera en que corro es
cuando alguien me persigue con un arma- . - Eso lo podemos arreglar- murmuró jalándome
por la puerta.

CAPÍTULO 17.

Después de que me puse un par de pantalones de ejercicio y un raído top, hicimos seis circuitos
alrededor de los pasillos del sótano y luego subimos y bajamos las escaleras hasta que ya no
podía ver nítidamente. Pritkin juraba que sólo habían sido un par de kilómetros, lo que para él
contaba como calentamiento, pero yo estaba segura de que estaba mintiendo. Era eso o yo
estaba en peor forma de la que había pensado.

Nos detuvimos en lo que una vez había sido el gimnasio de un acto de acrobacias cancelado
antes de que Pritkin se lo apropiara para entrenamiento. Un par de tapetes de entrenamiento
aún enrollados se apoyaban en una pared, viéndose incongruentes considerando el resto de la
decoración. La habitación era hermosa, más parecido a un salón de baile que a un gimnasio y
probablemente había sido diseñado para conferencias pequeñas que no necesitaran el enorme
salón de conferencias del piso superior. Sus paredes estaban recubiertas por gruesos paneles
que se extendían hasta un techo recubierto de frescos y yesos, con enormes espejos en tres de
sus lados y un alto vitral en el otro. La luz que dejaban entrar en la habitación se rizaba como
agua salpicada sobre un mosaico de color sobre el piso de madera.

Me recargué casualmente contra la puerta, tratando de encubrir el hecho de que me estaba


sosteniendo de ella mientras Pritkin escarbaba en una enorme bolsa de lona. Me mantenía
vigilada, como si pensara que estaba a punto de escapar, lo que era completamente injusto
pues eso sólo había pasado una vez cuando él había estado jalando la cuerda de saltar de la
perdición. Por no mencionar que la única forma en que yo lograría salir huyendo en ese
momento sería si alguien me cargara.

Esperaba algún sofisticado equipo de ejercicio nuevo o alguna otra arma que él pensara que yo
era capaz de manejar, el pobre hombre vivía de la esperanza, así que parpadee confundida ante
lo que emergió de su bolso. - ¿Para que es eso?- - Para embotar las pistolas y hacerles errar el
tiro con la aplicación del hechizo correcto.- Dijo Pritkin secamente, - Y ocasionalmente sin él.
No funcionan contra todo enemigo, los hechizos también pueden contrarrestar escudos,
hechizos fuertes o inclusive pueden incapacitar a quien los lanza. Ningún método es adecuado
por sí solo, especialmente cuando, como en tu caso, los enemigos potenciales son de tantas
variedades.-

Voltee los ojos. - ¿Lo que significa?- Golpeó la hoja de una anticuada espada de entrenamiento
contra su pierna, la cuchilla era de madera pero aún así lanzó un fuerte golpe seco. - Lo que
significa que aquí lo tenemos, Espadas y brujería- . - No, ahí lo tienes, yo no soy un mago de
guerra- había acordado que necesitaba estar en mejor forma para ocasionalmente darle al que
me apuntaba, pero no me había inscrito para ser aprendiz de brujo. - No, no lo eres. Esa es la
razón de que casi murieras ayer.- - Um, no, casi morí ayer porque tu padre decidió que no le
gustaba que yo hubiera hablado con Saleh, algo que deberíamos discutir en algún momento.- -
Sabía que estabas detrás de algo en ese baño- . - Si, gracias, pero no es el punto- . - ¿Qué te
dijo?- demandó Pritkin brindándome un extraño y muy espeluznante déjà vu.

Lo miré fijamente hasta que maldijo y se retorció, levantándose el borde de la camiseta, los
brillantes colores del tatuaje me tranquilizaron ligeramente, hasta empecé a pensar que podrían
ser falsos. - Quizá necesitemos una contraseña- dije pensativa. Pritkin murmuró una que decidí
ignorar y me dio una espada que inmediatamente dejé caer porque, a pesar de ser de madera,
fácilmente pesaba la mitad de lo que yo peso, golpeó el piso con el pomo con un golpe seco y
tintineante. - No puedes hablar en serio- - Es la más pequeña que tengo, te conseguiremos
una más apropiada después, y tu evadiste la cuestión.-
- No, no lo hice. Saleh no me dijo mucho, él estaba demasiado preocupado por el hecho de que
tu padre lo había matado.- Me pregunté cuantas veces tendría que sacar a colación la conexión
familiar antes de que Pritkin comenzara a hablar. Bajo circunstancias normales no habría sido mi
problema, pero el que casi me aspiraran la vida no era normal, no totalmente desconocido para
mí pero no normal. - Hay algunas criaturas que no pueden ser matadas- dijo Pritkin
ignorándome como era usual. - Ayer te encontraste con una. Tus instintos fueron buenos, pero
lanzarle pociones a una de ellas normalmente sólo las molesta más.- - Para mí, el parecía un
poco más que molesto- - Eso fue porque de alguna manera te las arreglaste golpearlo con,
quizá, dos docenas hechizos, la mitad de los cuales son corrosivos para los demonios, todos al
mismo tiempo, dudo que alguien lo haya hecho antes en algún momento.-

Me miró - Me gustaría saber cómo lo hiciste.- - Detuve el tiempo, por accidente- dije mientras
sus cejas se elevaban. - Agnes me mostró una vez que era posible hacerlo, pero nunca tuvo
tiempo de enseñarme como.- - ¿Puedes volver a hacerlo?- Negué con la cabeza. - Lo dudo, no
sin saber que fue lo que hice en primer lugar.- Y no sin tener que pasar un día entero en cama
como pago por hacerlo. - Tuviste suerte entonces- dijo Pritkin con gravedad. - La próxima vez
quizá no la tengas- - ¿Y que quieres que haga? ¿Qué me friqué?- - ¡No, quiero que aprendas
que puedes hacer para desterrarlo, a él o a cualquier demonio que pueda tener interés en ti!- -
Y ¿Porqué se interesarían en mí?- Pregunté pensando de pronto si friquearme no era una
buena idea después de todo. - ¿Porqué se interesan todos en ti? Atraes problemas como un
imán- .

Me encogí de hombros. - Ni siquiera lo intentes, esto no era mi mala suerte habitual y tu lo


sabes. Ese demonio era tu padre y tú ni siquiera me advertiste sobre él.- - Te estoy advirtiendo
ahora. Una decapitación no lo matará pero lo forzará a volver al mundo de los demonios por un
corto tiempo, quizá unos días. Cualquier cosa que cause una falla catastrófica del cuerpo que él
conjuró hará eso, pero sus escudos pueden detener casi todos los ataques, incluido el de
disparos. Y, a diferencia de todos los demás demonios, a él no le afecta la luz del sol directa.
Tiene que bajar sus protecciones para alimentarse de cualquier manera, lo que te da un
momento para…-

Pateé mi espada contra la pared. - ¡Pritkin!- - ¡Necesitas prestar atención a esto! No puedo
estar en todas partes y aún y cuando yo esté presente…- tomó un largo aliento como si la
admisión que iba a hacer le doliera. - Hay algunas cosas de las que quizá no sea capaz de
protegerte- . - No espero que lo hagas, lo que espero es que me digas la verdad- . - No
venimos aquí a hablar- recogió mi espada y la empujó de vuelta a mis manos.

Quizá él no hubiera venido a hablar pero hacerlo definitivamente estaba en mis planes, sin
embargo, no podía sacarle la verdad, y en este caso, no creía que el recordarle cual era mi
cargo sirviera de mucho. Levanté la espada, poniendo las dos manos en el pomo y deseando
algo que fuera menos probable que resultara en un dolor de espalda que era básicamente la
única parte de mi cuerpo que no me dolía. - Si quieres pelear está bien- le dije - pero si pruebo
ser medianamente competente en esto tendrás que responder mis preguntas a cambio.-

Pritkin ni siquiera se molestó en responder salvo atacando. Me retorcí saliendo del camino antes
de que el golpe pudiera tocarme con una oscura y musical voz sonando en mis oídos, sus
cáusticos y familiares comentarios casi eran tranquilizadores: No tienes la fuerza nena, y nunca
la tendrás. ¡No cuentes con ello! Si no necesitas bloquearlo no lo hagas. Tu oponente puede ser
más fuerte que tu, pero él no puede herirte si tu no estás ahí. Un segundo después mi espada
estaba dirigida a la yugular de Pritkin lo que lo hizo retroceder.

Me encontré viendo unos fríos ojos verdes que de pronto se veían asesinos. La tensión pareció
salir por una muesca sin que él moviera un solo músculo, tomé una apropiada distancia
retrocediendo, lo que, dado que nuestras espadas tenían la misma longitud, era lo
suficientemente cerca para golpear pero lo suficientemente lejos para alejarme con un paso
largo. Lentamente me rodó, sus pies moviéndose en perfecto orden, nunca cruzándose ni
dándome ninguna oportunidad de sacarlo de balance. Nunca antes lo había visto luchar con
una espada, pero obviamente él también había tomado unas cuantas lecciones.

Mimeticé sus movimientos con el mantra de mi institutriz Eugenie sonándome en los oídos:
velocidad, tiempo y balance. Desliza tus pies por el suelo, ¡no saltes como un maldito conejo!
Era malísima atacante y empezaba a dudar que alguna vez mejorara, pero tenía los
conocimientos básicos en cuanto a espadas. Eugenie y Rafe habían entrenado conmigo
suficiente tiempo mientras crecía para asegurarse de ello. Eugenie había defendido las lecciones
ante Tony asegurándole que eran mejor ejercicio que el entrenamiento en combate.

Había mentido. Cuida el deslizamiento en el peso, el bajar de un hombro, el ligero tensionarse


de los músculos que precipita un ataque. Y sobre todo ¡No pienses! No pienses en tu oponente,
quien es él, o que tan bien pelea o lo que tu crees que va a suceder. No lo sabes. Ten confianza
pero no te confíes. Mantente abierta, flexible y lista para actuar o reaccionar.

La hoja de Pritkin barrió, pero de pronto regresó su golpe mientras daba un paso en una
perfectamente balanceada estocada. En cada pared, su reflejo arremetió con él… en el aire
vacío, porque esa finta era uno de los movimientos favoritos de Rafe y yo no iba a caer en ella.
Se recuperó casi inmediatamente, lanzando un patrón tras otro, demasiado rápido para que yo
los siguiera. ¡Golpea a la persona no la espada! No es la espada quien está intentando matarte.
Y recuerda, los oponentes más altos tienen un mayor alcance pero suelen mantener las piernas
expuestas. ¡No sólo los torsos y las cabezas son blanco nena! Hice un movimiento deslizante en
un arco hacia abajo y logré tocar la pantorrilla derecha de Pritkin mientras él danzaba fuera de
mi alcance, dudaba que le hubiera sacado siquiera un moretón, pero con una espada real, quizá
le hubiera sacado sangre.

Eugenie podría haberle rebanado la pierna con él, pero yo no tenía sus habilidades. A pesar de
sus mejores esfuerzos, nunca las tuve. Pero a diferencia de Rafe, ella nunca reprimía sus
golpes. Luchábamos con espadas de madera también, razón por la cual yo sabía que dolía
como el demonio cuando te golpeaban. Y ella no tenía problemas nalguearme o golpearme el
trasero con el plano de su hoja si yo no estaba dando mi mejor esfuerzo. A través de los años,
además de muchos moretones, había acumulado habilidades rudimentarias que parecía no
haber perdido por completo. Recuerda respirar. Nosotros quizá no tengamos que hacerlo pero
tu sí, así que úsalo. Golpea cuando exhales, te da mayor potencia. Un excelente consejo, pero
el truco era lograr respirar, lo que de pronto se me estaba complicando. Rechaza, retírate,
golpea, estoque… me movía en piloto automático mientras Pritkin aumentaba la potencia.
Supuse que había decidido que el juego había terminado y yo ni siquiera me había percatado
de que estábamos jugando.

Después de un minuto, la quemadura de cansancio de los músculos me estaba recorriendo los


brazos y los hombros y bajándome por la espalda. El sudor me caía en los ojos, haciendo que
mi visión ardiera y fuera más borrosa, y un dolor de cabeza de cansancio estaba empezando a
golpearme, pero los tennis de Pritkin a penas hacían ruido contra el piso de madera pulida, y el
había dejado de anunciar sus movimientos. Mientras los espejos me devolvían imágenes de él y
de su casi viva arma, sus palabras se me encajaban entre la piel y el hueso, tenía que
concentrarme sólo para permanecer en la lucha y no caerme sobre mis propios pies.

¡No existe la lucha justa! Usa lo que tienes, todo lo que tienes, lánzale arena a los ojos, patea la
tierra, golpea bajo el cinturón. Recuerda que tu meta es la supervivencia no un premio de
caballería. Esa, por lo menos, era una lección que no había habido necesidad de repetirme.
Ignoré la espada que se dirigía a mí y me concentré en el espacio tras de Pritkin y me desplacé.
Un segundo después, tenía la punta de mi espada dirigida al centro de su espalda.

Dudé, asumiendo estúpidamente que habíamos terminado, pero Pritkin tenía otras ideas. Se
giró, su arma capturó la mía y la arrancó de mi mano, la punta de su espada bajo mi barbilla,
todo prácticamente antes de que pudiera parpadear. - Me pregunto cuanto pasará antes de que
recuerdes que puedes hacer eso- Me desplacé antes de que la expresión de divertida
superioridad de su rostro se completara y tomé mi arma de donde había caído bajo las
ventanas. Me volví para encontrarlo casi sobre mí, habiendo cruzado la habitación corriendo y
me desplacé otra vez antes de que pudiera ponerme una mano encima. Traté algo un poco
elaborado, esperando ahorrarme los pocos segundos que me tomaría volverme para
encontrarme enfrentándolo.

Desafortunadamente, mi oído interno no apreció el repentino cambio de dirección y una oleada


de mareo me costó más tiempo de lo que un giro me habría costado. También me hizo
tambalearme hacia él mientras comenzaba a volverse y ambos tropezamos y terminamos en el
piso juntos, tratando de quitar nuestras espadas del camino antes de que cayéramos sobre
ellas. Traté de inmovilizarlo, pero él nos rodó y me sonrió burlonamente con los ojos brillantes y
el rostro sonrosado. - Es la tercera vez, prácticamente espalda con espalda. ¿Me repites cuál es
tu límite? ¿Cuatro?-

Me desplacé de debajo de él y lo escuché caer al piso con un golpe sordo mientras tomaba
nuevamente mi espada, o quizá era la de él, el cabello me caía en los ojos junto con mucho
sudor y no estaba viendo muy claramente. - Varía- dije marcando su camiseta con la punta de
mi espalda justo sobre su corazón. - Según la motivación.-

La pierna de Pritkin me tomó desprevenida golpeándome tras de la rodilla y yo di un traspié,


arreglándolas apenas para mover la espada antes de atravesarlo. Un cuerpo duro me golpeó el
resto del camino al piso antes de que pudiera recobrarme y un cálido aliento me rozó la oreja. -
¿No estás segura?- - No he tenido razón… para averiguarlo aún- Dije tratando salvajemente
de quitármelo de encima. Por supuesto, no funcionó. - Es un buen truco- Dijo Pritkin sin
dejarme levantar. - Pero de uso limitado si es el único de tu arsenal. Vamos a tener que trabajar
en…-

Hice un esfuerzo final, y cuando no tuvo más efecto que los anteriores, me desplacé otra vez.
Fue perceptiblemente más duro en esta ocasión, el mareo al aterrizar fue mucho más fuerte.
Había apuntado al lado más alejado de la habitación, pero para el momento en que me había
recobrado, Pritkin casi estaba ahí. - ¡Basta ya!- me gritó. - Hacerte enfermar no va a…- - Es
sólo que… eres un mal perdedor- jadeé tratando de recobrar el aliento. Desplazarme la primera
vez había sido como subir corriendo unas escaleras, esto se había sentido como diez tramos de
escaleras. - No me había dado cuenta de que había perdido- replicó, la punta de su espada
poniéndose amistosa con mis costillas, pero él no me estaba tomando en serio, no estaba
viendo mi lenguaje corporal, probablemente esperando que me desplazara otra vez así que no
lo hice.

Un giro y un paso me dejó a su alcance, el pomo de mi espada golpeó su barbilla y mi pié se


enganchó alrededor de su tobillo, con un jalón, ambos estuvimos en el suelo otra vez, pero en
esta ocasión yo estaba arriba con una hoja de madera presionada contra su cuello. Él hizo un
ahogado sonido de sorpresa, o quizá era de protesta por el hecho de que yo estaba apretando
un poco demasiado fuerte, aunque no con la suficiente fuerza como para romper su piel, pero
le dejó una marca roja y áspera, me rodé para bajarme de encima con el corazón amenazando
con salirse de mi pecho y mis piernas flojas.
Me recliné contra un espejo con el pecho subiendo y bajando. Me hubiera gustado regodearme
dado que era probable que nunca más tuviera la oportunidad de hacerlo pero no tenía
suficiente aire para hacerlo. - Gané, habla- . - ¿Qué te gustaría escuchar?- preguntó
sentándose junto a mí. Su tono era sereno… el bastardo ni siquiera estaba respirando
pesadamente… pero la punta de su espada se deslizó con fuerza suficiente para arañar la
madera. - ¿Que esa criatura violó a mi madre, sabiendo que ella moriría en el parto como los
cientos de otras mujeres que él había asaltado? ¿Qué sólo la pequeña cantidad de sangre Fae
que corría por sus venas le dio la fortaleza para sobrevivir hasta que su hijo nació? ¿Qué yo
existo solamente por su perversa curiosidad de ver si tal cosa era siquiera posible?- .

Parpadee. Tenía una lista mental de argumentos alineados para convencerlo de contarme algo,
todo lo cual quedaba en este momento desechado. La única cosa que no había esperado de él
era que sencillamente se abriera de esa manera, sin vergüenza, sin nerviosismo. Y ahí residía el
problema de cada conversación que había tenido alguna vez con Pritkin.

Estaba acostumbrada a la manera en que los vampiros reñían, con complicadas conversaciones,
una danza de mentiras y verdades ocultas con más silencios que palabras. Conocía esa danza,
esos pasos. Pero con él no había conversaciones complicadas, tretas implícitas ni ofertas
discretas, sólo afirmaciones contundentes de hechos que me dejaban extrañamente
confundida. Seguía buscando el significado oculto cuando no había ninguno. Por lo menos,
esperaba que no lo hubiera. - Estoy empezando a entender porqué odias a los demonios- dije
finalmente.

- ¡Odio a los demonios porque existen sóla y completamente para ser una plaga de la
humanidad! No tienen cualidades a su favor… son pestes en el mejor de los casos y azotes en el
peor… ¡Razón por la cual deben ser cazados y destruidos uno por uno!- - Estás diciendo que en
toda una raza no hay un solo buen…- - No-

Sabía lo que era crecer sintiendo que algo importante faltaba en la vida, no tener razón para
llorar a alguien por nunca haberlo conocido, pero aún así sentir su ausencia como un dolor
siempre presente. Pritkin ciertamente tenía todas las razones para odiar a Rosier, quizá a los
demonios en general, pero yo pensaba que el genocidio tal vez fuera llevar las cosas demasiado
lejos. - Y ¿Los has conocido a todos ellos?- Pregunté tratando de no encogerme bajo esa
ardiente mirada verde. - Creciste con vampiros- dijo Pritkin salvajemente. - ¿Te molestaría
preguntarme donde pasé mis años formativos?-

Un poco tarde recordé a Casanova diciendo algo acerca de Pritkin siendo arrojado fuera del
Infierno, yo había asumido que estaba exagerando, pero quizá no, pensé mientras Pritkin se
levantaba de un salto y comenzaba a pasearse con el rostro aún más rojo que cuando
habíamos terminado de practicar.- - ¡Creciste con esas criaturas y aún así las defiendes! Nunca
he logrado entender eso, ¡Como cualquier humano puede alinearse con los seres que se
alimentan de ellos!- - Estás confundiendo vampiros y demonios nuevamente- él tenía ese
problema constantemente, y vivir cerca de Casanova, el único incubo que poseía a un vampiro
probablemente no era de mucha ayuda. - ¿Lo estoy?- La tensión irradiaba de su cuerpo y su
boca se estrechó a su habitual línea con las comisuras hacia abajo. - Son egocéntricos,
depredadores privados de moral que se alimentan de cualquier humano lo suficientemente
tonto como para darles la oportunidad. ¡No logro encontrar mucha diferencia!-

Comenzaba a entender porque Pritkin nunca había sido muy fan de los vampiros. La manera en
que ellos y los incubos se alimentaban era demasiado parecida para su comodidad. Los
vampiros tomaban sangre mientras los incubos se alimentaban directamente de la fuerza vital,
accediendo a ella a través de las emociones. Pero la distinción entre ambos podía hacerse un
poco borrosa para alguien con su pasado. - No es tan sencillo- luché por ponerme de pié,
tratando de no estremecerme por el dolor en mi espalda. Me había girado demasiado rápido o
había pisado mal y me había torcido el cuello y volver la cabeza a la derecha y a la izquierda no
parecía ayudar. Pritkin lo había notado pero yo no había recibido un masaje en el cuello, de
alguna manera, en realidad no lo había esperado. - Algunos vampiros, como Tony, son
monstruos- estuve de acuerdo con él. - Pero yo tengo la fuerte sospecha de que él era así
desde antes de ser convertido. No hay un vampiro típico, de la misma manera que no hay un
humano típico- .

Se acercó a mí con el dolor y la furia confrontándose en su rostro. - ¡Hay un demonio típico!


Rosier no es diferente a tu amigo de allá abajo ni de ninguno de los otros salvo en la cantidad
de poder que posee y en la cantidad de dolor que puede causar- . - Mi padre puede no haber
sido un monstruo, pero trabajaba para uno- le recordé tranquilamente, Pritkin no era el único
que tenía que enfrentar algunas realidades dolorosas sobre su pasado. - He aceptado eso, para
aceptar que sólo porque no haya aceptado entregarme a Tony no significaba que se hubiera
negado a hacer otras cosas…- - Tu padre era humano- . Bufó Pritkin con el abrupto látigo de
su ira golpeándome como una bofetada y haciéndome retroceder un paso. - ¡Tu también lo
eres!-

Se rió, con su risa corta y sin humor, y yo me di cuenta de que nunca lo había escuchado reír
de verdad. Había sonreído con irónica diversión ocasional, pero era lo más cerca que lo había
visto de reír de verdad, y aún así, su sonrisa nunca llegaba a sus ojos. Yo quería verlo reír de
verdad, aunque sólo fuera una vez. Pero de alguna manera no creía que fuera a hacerlo ese
día.

Se movió de pronto de tal forma que estuvimos presionados juntos del muslo a la cadera y al
hombro, pero me rehusé a alejarme otra vez. - ¿Lo soy? ¿Alguna vez te has preguntado porqué
tu geis reacciona mucho más fuerte conmigo que con cualquier otro hombre? ¿Porqué me ve
como una mayor amenaza?- - No parece sentirse así últimamente- La piel de mi brazo
enchinándose era prueba de ello. - ¡Porque él estaba aquí! Él quería marcar un punto, hacer
que yo demostrara otra vez que no soy mejor que él- . - Espera… ¿Rosier puede bloquear el
geis?- - Es un lord demoniaco. La magia humana no tiene poder sobre tal ser- . - ¿Puede
quitármelo?-

Pritkin me tomó por los brazos con sus dedos hundiéndose en mi piel hasta que me quedaron
marcas pálidas y sin sangre. - ¡No buscarás a tal criatura!- - ¡Habitualmente no voy por ahí
tratando de encontrar gente que me quiere muerta!- Ya tenía suficiente con ellos
encontrándome solos. - Pero si lo que sea que él haya hecho puede duplicarse, quizá otro
incubo…- - No, nadie más es tan poderoso como él.- Su voz estaba calmada de pronto, pero
sus ojos evitaban los míos. - Pritkin, si hay alguna posibilidad de que hagas algo con el geis
necesito saberlo- Antes de ir a MAGIA a hacer algo verdaderamente estúpido.

- ¡¿Y que crees que he estado haciendo?!- - Sé que has estado buscando una solución en la
magia humana, y que has estado poniendo todas tus fuerzas en ello. Pero odias tanto a los
demonios que no estoy segura de si siquiera has considerado… otra alternativa- . - No hay otra
alternativa- dijo secamente - Aún Rosier podría estar en situación de no ser capaz de romper el
geis, y de hecho no tiene razón para hacerlo. Su poder puede superar el geis el tiempo
suficiente como para que pueda alimentarse, el tiempo suficiente como para drenarte de tu
poder vital y del poder de tu cargo… ¡Una excelente comida de hecho!- - ¿Es eso lo que él
quiere? ¿El poder de mi cargo?-

Pritkin no contesto, dudo que siquiera me hubiera escuchado. Tomó una hebra de mi cabello y
le dio un fuerte jalón. - ¿Vez cuan fuerte es esto, cuan resistente? ¿Sabes como se ve alguien
después de ser completamente drenado por un incubo? Su cabello se vuelve quebradizo como
paja, la piel delgada y avejentada, la juventud perdida, todo…-
Se volvió abruptamente. - Tengo una larga lista para odiar a tal criatura- dijo después de un
momento, destilando amargura en cada palabra. - Pero hasta el tope de ella está su fallo en
advertirme sobre mi naturaleza, no tomarse aunque fuera un minuto para ayudarme a evitar
volverme lo que él era- , - ¡Tu no eres un demonio Prtikin!- - Dile eso a mi víctima- . - No
entiendo- .

Se giró para enfrentarme y yo me encogí sólo ante la visión de su expresión. - Entonces déjame
darte la certeza. Cuando regresé de mi estancia en el infierno, decidí que quería una vida
normal para mí. Conocí a una chica y al poco tiempo nos casamos, y en nuestra noche de
bodas la drené hasta matarla de la misma manera en que esa cosa casi lo hizo contigo.

Parpadee, se me ocurrió que quizá había averiguado quien era la chica de la foto y porqué
Pritkin la había conservado. Debí haberlo sabido, no era por sentimentalismo, él la estaba
utilizando para castigarse. Podría haberle recordado que no era su culpa, que él no había tenido
a alguien a quien consultar sobre sus habilidades, a alguien que le advirtiera del peligro. Podría
haberle dijo que, si yo fuera la chica, no querría que se estuviera torturando por mi muerte por
más de un siglo. Pero sabría como respondería a eso, la mirada que ya me estaba enviando
podría derretir el vidrio. - Fue un accidente- dije finalmente. - Tu no sabías…- - Y seguramente
eso fue un gran consuelo para ella mientras yacía debajo de mí jadeando por última vez- . Dijo
vomitando cada palabra. Nunca había escuchado su voz tan cortada, tan fría. - Traicionada por
el que debía haberla protegido, por el único en quien más confiaba. Viéndome en su final como
lo que de verdad soy y horrorizada por ello… de la misma forma que debió estar horrorizada
siempre. De la misma manera que tu deberías estar su tuvieras un poco de sentido común.- -
Pritkin…-

Él me enfrentó haciéndome retroceder hasta topar con la pared y no hubo ningún lugar a
donde ir. El aire a su alrededor chisporroteó con tal desesperación que hacía daño verlo. - Pero
ellos lo desterraron de ti ¿no es así? No te importa que los monstruos se alimenten de ti, te
convenciste de que son como tú, apenas humanos con una enfermedad. ¿Te gustaría saber lo
que verdaderamente piensan de ti los vampiros?-

Había crecido rodeada de criaturas que podrían haberme matado con el mismo esfuerzo que tu
utilizaría para aplastar un insecto, sabía como me veían, como veían a todos los humanos, pero
sólo porque tu puedas matar algo no significa que lo mates. No si ese algo es más valioso vivo
que muerto. Era la cuerda floja que había caminado por largo tiempo antes de saber que
estaba en ella. - Yo realmente sé…-

Sus ojos se volvieron muy verdes y llanos, como cuando había matado gente demasiado
estúpida para salir huyendo cuando tuvieron la oportunidad. - No creo que lo sepas. Crees que
les importa, crees que aman, crees cualquier cosa que te haga más sencillo obviar la realidad.
Pero entiende esto: para ellos, tu eres comida. Nada más. Cualquier momento que lo olvides te
vuelves vulnerable. Y si te vuelves un blanco con demasiada frecuencia, ellos te destruirán. No
porque te odien sino porque está en su naturaleza y nada puede cambiar eso.-

Ni siquiera hice el intento de decirle que eso eran noticias antiguas porque él ya no estaba
hablando de vampiros y ambos lo sabíamos. Y porque él se veía como si hubiera perdido una
pelea a puñetazos consigo mismo. El pulso latía frenético en su cuello y sus mejillas parecían
calientes, pero sus ojos estaban oscurecidos. - ¡No me digas lo que soy, sólo aprende a
defenderte de ellos… o de mí!- No fue sino hasta que se marchó que me di cuenta de que aún
no sabía porque Rosier me quería muerta.

CAPÍTULO 18.
- ¿Es que acaso no puedo dejarte sola por cinco minutos?- Bufó Billy Joe Sin importar cuantas
veces intercambiara cuerpo… no es que hubieran sido tantas… Aún obtenía una extraña
sensación escuchando mi voz decir cosas que mi cerebro no pensaba. Quizá me acostumbraría
eventualmente a ello pero lo dudaba.

Miré por la oscura ventana y ví lo que esperaba ver: un tipo moreno melancólico que vestía un
muy escandaloso traje, con cabello negro lacio y la dentadura ligeramente sobresaliente. No es
que fuera el rostro más bonito de los alrededores pero tampoco era uno que atrajera la
atención de nadie. Tenía que agradecerle a Alphonse por obligar a su hombre a hacer esto.

La posesión tendía a horrorizar a los vampiros, especialmente porque se suponía que era
imposible. Aún los vampiros de baja jerarquía eran capaces de expulsar un huésped indeseado
con un pequeño esfuerzo y los más fuertes tenían escudos lo suficientemente formidables para
asegurarse de que nadie entrara en primer lugar. Pero Marcello había preferido llevar a un
autoestopista antes que sufrir el castigo de su maestro. Hasta este momento, se había
comportado bien, manteniéndose quieto y no intentando recuperar el control. Me preguntaba
cuanto duraría eso.

Fuera de la limusina, las luces neón de la calle se fundían en caóticas manchas: resplandores de
luz, color y ruidos. Billy y yo íbamos de camino a nuestro rendezvous con el senado. Me había
escabullido sin decirle nada a Pritkin principalmente porque él y la Cónsul no se habían adorado
la primera vez que se habían visto y yo no necesitaba ninguna ayuda para hacer una mala
impresión, pero también porque tan pronto como tuviera a Mircea en mis manos iría por el
Codex y terminaría esta cosa y aún no estaba convencida de que Pritkin fuera a ayudarme a
salvar la vida de un vampiro… especialmente no ahora.

Aún así se sentía extraño no tenerlo aquí; como una pistolera vacía cuando debería llevar
cargando un arma. No me había percatado de cómo había llegado a confiar en su particular
vena de demencia. Era malísimo, lo que íbamos a hacer esa noche hubiera encajado
perfectamente con él.

Así es que yo tenía miles de cosas de las que preocuparme y menos ayuda de la que hubiera
planeado. Pero eso no sólo no mantenía a Billy callado y sin quejarse sino que ni siquiera lo
paraban un poco. - Estuviste lejos por casi todo un día- señale. - Bueno, ¡perdóname por
agotarme salvándote la vida!- barbotó - ¡Por no mencionar que se suponía que debías estar
durmiendo! ¡No departiendo con mafiosos y planeando un golpe al Senado!- - No vamos a
asaltar el Senado- Le dije pacientemente por, quizá la sexta vez. - Vamos a entrar, a tomar a
Mircea y a salir. No es gran cosa- .

Eso era lo que yo necesitaba creer de cualquier modo. - Seguro. Y seguramente esa m es la
razón por la que tu estás demasiado asustada para quedarte en tu propio cuerpo.- Dijo Billy
moviéndose nerviosamente. - ¿Qué?- - Que mis senos no se ven bien en este vestido. Y no, No
puedo creer que recién dije eso- - No hagas eso- dije golpeando mis manos lejos de una parte
de mi anatomía que no necesitaba conocer mejor. - Se supone que te veas digno- . - ¿En estos
zapatos? Tendré suerte si no te rompo el cuello.- - Las mujeres hacen esto todo el tiempo. Tu
sólo tienes que hacerlo una noche, deja de estar de quejumbroso.- - ¿Quejumbroso?
¿Realmente quieres ir ahí Cass? Porque podemos ir ahí, con un demonio que podemos hacerlo-
- Me retracto- dijo Sal, Ella y el resto de los chicos de Alphonse habían estado viendo el
intercambio con expresiones ligeramente interesadas… lo que, dado que eran vampiros, quería
decir que estaban básicamente fascinados. Su novio y Casanova iban en otra limosina,
probablemente para demostrar la solidaridad de La Familia a cualquiera que pudiera haber
escuchado sobre la pelea. - Si esto es lo que tienes que soportar cada día mereces quejarte- .
- Yo no me quejo- estallé. - Cielos, gracias por la contribución Bonnie. Siéntete libre de
intervenir en nuestra conversación privada en el momento que quieras- agregó Billy que,
inmediatamente después de conocerlos, había empezado a llamar a Sal y Alphonse Bonnie y
Clyde- , y nada parecía detenerlo. Y dado que él estaba en mi cuerpo por el momento yo
realmente deseaba que se callara para que Sal no fuera a arrancarme la cabeza.

Billy siguió acomodando nerviosamente mi anatomía un poco más, pero sólo logró levantarse
un seno más alto que el otro. Los observó tristemente con la cabeza ligeramente inclinada hacia
un lado. - ¿Sabes? La muerte ha sido más rara de lo que hubiera pensado- .

Miré por la ventana hacia el atardecer que estaba pintando el desierto de un profundo rojo
sangre. Recién habíamos salido de Las Vegas así que aún no estábamos cerca de MAGIA. Pero
yo podía sentir la presencia de Mircea hacerse más fuerte con cada kilómetro que
avanzábamos, como un imán atrayéndome más cerca. - La vida puede ser muy extraña
también- dije.

El exterior de MAGIA es un grupo de anodinos edificios de estuco en medio de un océano de


no-demasiado-interesantes cañones. No había nada que lo distinguiera de cualquier otro rancho
excepto la soledad y el hecho de que no había caballos ni jornaleros a la vista. Pero su imagen
era la menos de sus protecciones, el Área 51 tenía menos seguridad, pero, por supuesto,
también tenía menos cosas que ocultar.

Arribamos justo cuando el lugar estaba empezando a cobrar vida. No es que fuera demasiado
obvio desde el exterior que más que nada estaba conformado por las viviendas del personal
humano. Pero gracias a los sentidos de Marcelo, podía sentir la actividad que sucedía dentro de
las guardas mágicas, los brillantes pozos de energía que significaban vampiros, las totalmente
diferentes marcas mágicas que indicaban a los magos y a otros y la menos familiar sensación
que podía provenir de los Garous o de los ocasionales Fae. Se sentía como la actividad sísmica
que antecede a los terremotos: demasiada actividad en un espacio sumamente pequeño
esperando para explotar. Traté de no pensar en lo acertado que mi analogía podía llegar a ser.

Seguí a todos, tratando de recordar no encorvarme al pasar las puertas. Los bajos techos
podían contener mi nueva altura, pero seguían sintiéndose demasiado bajos, demasiado duros.
Billy, vistiendo mi cuerpo, fue escoltado a una antecámara del Senado principal junto a Sal y
Alphonse para calmar sus ánimos y esperar al momento en que la Cónsul decidiera recibirlos.
Considerando lo mucho que me apreciaba, asumí que estarían ahí por un largo rato. Los otros
miembros de la familia fueron llevados directamente a las habitaciones de Lord Mircea para
pasar el rato mientras la gente importante hacía sus negocios.

Los vampiros me habían aposentado arriba con los otros humanos la única vez que yo había
aceptado su hospitalidad. Viendo a mi alrededor pude notar porque la suite de Mircea era un
poco demasiado impresionante, como un palacio renacentista subterráneo, con muchísimos
pisos de mármol con marquetería, ricos tapices y candelabros de cristal que se reflejaban en los
demasiados espejos. Tres diferentes pasillos desembocaban en el salón y un muy correcto
mayordomo nos condujo a una biblioteca donde había refrigerios pululando por todas partes. La
sencilla habitación en la que yo había sido hospedada antes era más invitante y se veía más
similar a Mircea que esta opulencia sosa.

Después de un par de minutos de luchar con los aspirantes a donadores me abrí camino a
través de la multitud, casi me las había arreglado para llegar al pasillo cuando me paré en seco.
Parado en mitad de la puerta había un vampiro con enormes ojos café, despeinados rizos
castaños y agradable rostro con barba de chivo. Encantador, si ignorabas todo el asunto de
asesino de sangre fría.
Pude sentir la inquietud de Marcelo elevarse a la vista del jefe de espías de la Cónsul. Yo
realmente no podía culparlo… a mi tampoco me hacía muy feliz verlo. No sabía porqué Marlowe
había sido enviado con los subordinados, especialmente con una importante reunión a punto de
comenzar, pero eso probablemente no era una buena señal. Él tenía tendencia de presentarse
en donde iba a darse la acción, pero no había forma de que él supiera que iba a haber acción
en ese lugar. - ¿No tienes hambre?- preguntó animadamente. - Comí antes de irnos.- Dije en
la voz baja de Marcello. Estaba feliz de que mi corazón prestado no necesitara latir porque de
pronto lo sentía en la garganta. - Pensé que sería buena idea presentarle mis respetos al amo- .
- Lord Mircea está indispuesto- . - Entonces seré breve- .

Casanova se nos unió, una suave figura en un gélido así y blanco con una corbata de brillantes
colores. Él se veía como si fuera a una elegante fiesta en un yate privado y se las arregló para
opacar el oscuro traje isabelino de Marlowe como si fuera de una mala producción teatral. - Me
gustaría verlo también- comentó. - Para agradecerle por mi nueva posición- . - Pensaba que
era meramente un puesto interino- .

Casanova sonrió ligeramente. - Esa es la razón por la que quiero verlo- . Varios otros vampiros
hicieron movimientos tentativos para acercarse a nosotros, como si pensaran unirse a la fiesta.
La mayoría no tenía oportunidad de ver muy seguido a Mircea, y con Tony en desgracia,
probablemente planeaban hacer un poco de besamanos. Y culpar de todo al gordo antes de
que el gran jefe se haga muchas ideas añadió Marcello en mi cabeza.

Basta pensé a mi vez. - Que valiente de tu parte- dijo Marlowe cordialmente - Él no está en el
mejor de los estados de ánimo estos días y la mayoría de las personas han estado…
guardando… una distancia… segura- Los recién llegados se dispersaron con tal rapidez que ni
siquiera los vi alejarse. - ¿Sólo ustedes dos entonces?- Seguía siendo muy amigable. Sentí un
sudor frío correr por mi cuerpo prestado. - Nos encargaremos de expresar los mejores deseos
de todos- dijo Casanova sin desalentarse aparénteme. Marlowe me dirigió una mirada, yo no
dije nada pero tampoco me fui.

Él frunció el ceño. - Si ustedes insisten- . Lo seguimos bajando por un largo corredor a un


enorme dormitorio/salita. Pude adivinar al ver el hoyo del tamaño de un puño de la puerta que
era de Mircea. Parecía que las cosas no habían mejorado desde mi última visita.

A diferencia de los apagados colores que predominaban en las habitaciones públicas, estaba
bañado en color, algo que yo no había notado en mi visita previa porque las luces habían
estado apagadas. Aún lo estaban, pero la visión de Marcelo era mucho mejor que la mía y
fácilmente noté los brillantes turquesas, rojos y verdes del folklore y arte tradicional rumano
que había en los nichos y pintado en un enorme guardarropa grabado. Las piezas debieran
haberse visto chillonas y baratas junto a la esplendorosa pero subestimada decoración en cafés
y cremas pero no era así. Además del colorido arte, la primera cosa que noté fue la cama. El
poste roto aún se inclinaba a la derecha, y las sábanas estaban aún arrugadas pero no había
nadie en ella. Una rápida mirada me confirmó que Mircea no estaba al acecho en ninguna de
las oscuras esquinas pero alguien más si estaba, - ¡Tami!- dije antes de poder detenerme. Tami
parecía confundida y Casanova me dirigió una mirada de - No puedo llevarte a ninguna parte-
Marlowe sonrió.

- Gracias, estaba preguntándome como decir cual de ustedes era- me dijo complacido. Estaba
demasiado ocupada mirando con ojos desorbitados a Tami como para prestarle demasiada
atención, se veía más grande de lo que yo recordaba, más de lo que debiera haber envejecido
en siete años y estaba demasiado delgada. Aún más preocupantes eran sus ropas (un arrugado
traje color canela y unas pantimedias rotas) que me habrían dicho que algo estaba mal aún si
su expresión no me hubiera informado que ella estaba al borde del colapso nervioso. Tami
siempre se había enorgullecido de su apariencia, nunca fashion pero siempre cuidada y limpia.
El hecho de que ella parecía vestir aún las ropas que llevaba cuando la habían cogido me
molestaba de verdad. Pero estaba viva.

Casanova se acomodó en una posición más cercana a mí, probablemente buscando estar bien
acomodado para que pudiera desplazarnos, ese había sido el plan, en caso de que algo saliera
mal. Lástima que no funcionaría. - No te molestes- Le dije para que dejara de codearme en las
costillas. - Ella es una anuladora- - ¿Qué?- Casanova frunció el ceño a Tami y ella se lo frunció
de vuelta con el miedo empezando a reemplazar la confusión en su rostro. - Está bien- le dije
con rapidez, esperando no estar mintiendo. No pareció confortarla mucho, probablemente
porque no sabía quien demonios era yo. - ¿En que acepción del término está esto bien?-
demandó Casanova.

Lo fulminé con la mirada, pero tenía razón. Dado que mi poder seguía a mi espíritu no a mi
cuerpo, había parecido muy sencillo escabullirme para ver a Mircea disfrazada y después
desplazarlo. Aún si el Senado hubiera detonado una bomba de vacio para prevenir eso, no se
hubiera visto disparada por Marcello. Debería haber recordado, nada es nunca sencillo cuando
el Senado está implicado. - Era un buen plan- dijo Marlowe como si él hubiera estado
leyéndome la mente. Trataba de aparentar simpatizar con nosotros pero su sonrisa
autosuficiente seguía apareciendo. - ¿Excepto por la parte de que fue un completo fracaso?-
Inquirió Casanova. - ¿Cómo consiguieron a Tami? Le pregunté a Marlowe. - Escuchamos que los
magos tenían una anuladora en sus celdas de retención y le pedimos que nos la prestaran por
un tiempo- me dijo con rapidez. - Pensamos que sería más barata que usar una bomba cada
vez que nos visitaras.- Y, maldición, debí haber pensado eso. Estacionar una anuladora junto a
la cama de Mircea era la solución perfecta.

A diferencia de una bomba, Tami estaba encendida todo el tiempo. Y el hecho de que el poder
de una anuladora viva sólo se extendía por una muy limitada área no importaría si ella se
sentaba justo junto a él. Ella estaba tan segura aquí como en una de las celdas del Círculo y su
presencia aseguraba que, si yo me presentaba nuevamente, estaría atrapada hasta que los
vampiros me cogieran. Como ahora, por ejemplo. - No sabía, hasta que comenzamos a hablar,
que ustedes dos estaban familiarizados- Agregó Marlowe. Dije una de las palabrotas de Pritkin,
con razón Marlowe se veía tan endemoniadamente feliz. El Círculo lo había proveído de una
palanca mayor para usar contra mí sin siquiera percatarse.

Decidí saltarme la parte donde hacíamos las negociaciones y los tratos para llegar a la
conclusión obvia: - Si ella es un préstamo el Círculo la guerra de vuelta- señalé. Marlowe se vio
aún más complacido… si es que eso era posible. Esa maldita sonrisa iba a partirle el rostro muy
pronto. - Pensaremos en algo- me aseguró. - ¿Procedemos?- Suspiré, era una cosa genial que
hubiera vestido a Billy para la ocasión, porque parecía que íbamos a ver a la Cónsul después de
todo. - Si, salgamos de esto- .

Tami se paró en seco cuando entramos en el salón del Senado y se quedó viendo. Había mucho
que ver, desde la enorme caverna de arenisca hasta los candelabros en forma de cuchillos y los
coloridos banderines que colgaban tras los ornados asientos que rodeaban el enorme bloque de
caoba que era la mesa de reuniones. Pero yo no necesitaba preguntarme que causaba que su
boca se abriera de tal manera. Era difícil concentrarse en nada más cuando la Cónsul estaba en
la habitación.

Pensé en un principio que, para variar, había decidido vestir algo que no estuviera vivo, pero
entonces la piel de serpiente dorada y negra de su caftán se onduló, enviando una oleada de
brillantes escamas subiendo y bajando por su cuerpo y una enorme cabeza de serpiente se
elevó tras de su cabeza como una capucha, con brillantes ojos negros que me miraron con
malevolencia. Me di cuenta con una mirada de que había despellejado al abuelo de todas las
cobras pero de alguna manera se las había arreglado para mantenerlo vivo. Augustine la
envidiaría, decidí ligeramente.

Billy se movió para ir conmigo y yo me sentí aliviada de ver que había resuelto el problema con
mis senos. La creación de Augustine me calzaba como un guante hasta la cintura donde se
hinchaba en una falda acampanada con una delicada cola. Yo no era fanática de la moda
antigua, pero había visto las suficientes películas de época como para poder discutir con él
sobre autenticidad; Para mí no se veía como algo que María Antonieta hubiera vestido. Él se
había limitado a suspirar e informarme que: 1.Los estilos habían cambiado rápidamente
después de que la cabeza de la reina se hubiera ido a pasear sin su cuerpo. 2. Estábamos
hablando de moda mágica no humana y 3. Yo era una idiota. Era bastante obvio porqué
Augustine no era un nombre muy conocido. Tú tenías que desear verdaderamente la ropa para
decidirte a lidiar con el tipo. Pero, maldita fuera, el podía coser… o conjurar… o lo que fuera. No
había apreciado realmente sus habilidades en el Dante gracias a la casi asfixia que acompañaba
al vestido, pero, a pesar del hecho de que nunca llegaría a opacar a la Cónsul pensé que me
veía realmente bien.

El fondo del vestido era una seda azul medianoche pero era difícil de notarla por lo que pasaba
en la parte superior, o mejor, lo que parecía pasar dentro del vestido, porque mientras más lo
veías más difícil se volvía recordar que eso era tela y no un pedazo de cielo nocturno y que esas
eran joyas no una inimaginable lluvia de estrellas. De alguna manera, Augustine había creado
una rotativa banda de diamantes que se parecía increíblemente a la vía láctea.

Cuando Billy se acercó, Marlowe se estremeció y retrocedió, me tomó un minuto darme cuenta
de porque: las estrellas eran, esencialmente, millones de pequeños soles. Eso probablemente
explicaba el apenas visible efecto de bola disco que el vestido parecía lanzar sobre el piso de la
caverna, derramando un charco de diminutos prismas por todo alrededor del dobladillo. -
¿Cassie?- Tami veía a Billy con incredulidad y yo decidí que volver a mi cuerpo tendría más
sentido que tratar de explicarme en este punto. La Posesión no era una habilidad que yo tenía
cuando ella me conoció.

Me deslicé de vuelta a mi propia piel y Marcello suspiró con alivio. Aparentemente, él no había
disfrutado la cohabitación conmigo más que yo. - Ya era tiempo- murmuró Billy mientras se
lanzaba directamente a mi collar, el tono de su voz claramente decía que yo escucharía sobre
esto después. - Está bien Tami- le dije, ignorándolos a ambos. - Sé que no hiciste nada malo,
esto es sólo una confusión.-

Marlowe se rió. - ¿Confusión? Yo no lo creo- . Aparentemente se había recobrado ya de la


chamuscada, aunque noté que permanecía un poco más lejos que antes. Había pequeñas
marcas de quemaduras en sus calzas del tamaño de pinchazos que yo habría podido jurar que
no estaban ahí antes. - Ella es endemoniadamente culpable- . Tami se había recobrado lo
suficiente de su shock inicial como para fulminarlo lindamente con la mirada. Se veía realmente
familiar, quizá porque yo había sido la receptora de una copia fotostática de la misma
recientemente. - ¡Jesse! Él es tu hijo ¿no es así?- Lo habría deducido antes, pero ella no había
tenido un hijo propio cuando la conocí, o por lo menos, nunca lo había mencionado.

Tami se volvió hacia mí. - ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿y los otros…?- - Están bien, se
presentaron hace unos días y los puse en un lugar seguro.- - ¡Oh!- Se hundió visiblemente y
por un momento pensé que terminaría en el piso, pero se recuperó a tiempo de darme un
abrazo que forzó al poco aire que la contracción de Augustine hubiera dejado en mis pulmones
a abandonarlos. - ¡Gracias Cassie!- - No es gran cosa- jadee. - Tu hiciste lo mismo por mí una
vez según recuerdo, aunque la siguiente ocasión sería lindo tener, este, ¿una llamada
telefónica? Sabías donde estaba- - Pero no lo que dirías. Y es más sencillo pedir perdón que
pedir permiso- . - ¡Me conoces mejor que eso!- No podía creer que ella de hecho hubiera
pensado que yo podía decir que no. - Solía conocerte mejor que eso- me corrigió - Pero los
tiempos cambian, tu te saliste de esa vida, tuviste un nuevo comienzo y además, la paranoia es
una cualidad endemoniadamente útil- , Dijimos lo último al unísono, riéndonos al pesar de todo
porque había sido el mantra de los Inadaptados sociales que Tami nos había grabado en la
cabeza prácticamente cada día.

Tami se enserió pronto de cualquier manera. - Estaba tan preocupada Cassie… los magos de
guerra no me decían nada y yo no sabía… Jesse es inteligente, pero había tantas cosas que
podrían haber salido mal y yo….- - Nada salió mal- sonreí con pesar, - Salvo que él tampoco
me dijo nada, lo cual no me sorprende ahora, él es el niño de mamá. Sólo que yo no sabía que
tu tenías un hijo.- - Yo no planeaba embarazarme. Cuando me enteré que lo estaba, lo oculté y
cuando Jesse nació… tuve una plática con su padre y él acordó llevárselo. Su esposa no podía
tener hijos y él, de alguna manera la persuadió para criar al bebé como si fuera suyo. Pensamos
que, siempre y cuando Jesse se pareciera a él y no mostrara ningunos signos de, de nada, él
podría hacer el aprendizaje un día y llevar una vida normal. Pero cuando él tenía once años…-
tragó - comenzaron a aparecer todos esos fuegos- .

Me tomó un segundo comprenderlo. - ¿Es un pirómano? Wow, eso es realmente… raro- Me


contuve pero eso no engañó a Tami - Y realmente malo- dijo torciendo la boca. - Lo puso
directamente en la lista negra del Círculo y ellos lo encerraron. Su padre pasó dos años
haciendo peticiones para que lo dejaran libre, contratando buenos abogados y haciendo todas
las cosas correctas, pero ellos finalmente tuvieron que decirle que no había esperanza, algo
más o algo menos seguro, quizá ellos podrían haber ayudado si no se tratara de Jesse.- Sus
cejas se juntaron. - ¡Y yo no iba a soportar esa mierda!- - Lo liberaste-

Su barbilla se elevó. - Demonios, si, lo liberé. Ellos siempre nos tratan a los anuladores como si
fuéramos inútiles ¡pero cuando paso por una salvaguarda la anulo endemoniadamente bien!
¡Pero él había estado ahí dos años y me contó toda clase de cosas, como vivían como si
estuvieran en prisión… como nadie los tocaba nunca como si fueran contagiosos… y los
rumores!- - ¿Qué rumores?- - ¿no los has escuchado? El Círculo está hablando de empezar
servicio obligatorio tan pronto como los niños tienen la edad suficiente- .

Fruncí el ceño. - ¿Para que?- - Para asegurarse de que no pueden reproducirse y que no
pueden contaminar la preciosa piscina genética, ¡aún y cuando logren escaparse!- - Esos con
cargos que el Círculo niega- dijo Marlowe conciliadoramente. Tami se volvió hacia él furiosa. -
¡El condenado círculo no reconocería la verdad ni aún que los mordiera en el culo!-

Sólo Tami no lo pensaría dos veces para desmentir a un maestro vampiro en medio del Senado,
pensé mientras Marlowe retrocedía un paso. Levantó sus manos con la boca curvándosele en
una sonrisa que casi se las arregló para ocultar. - Yo nunca dije que les creyera- - Pero ¿Porqué
estás aquí?- pregunté - Quiero decir, sé que rompiste la ley pero no era nada realmente serio.-
Encerrar a una madre sobre protectora en la prisión con mayor seguridad que ellos tenían
parecía una exageración, incluso para el Círculo. Marlowe arqueó una ceja viéndome. - ¿Volar
media docena de las instalaciones educacionales del Círculo no es tan grave? Oh, disculpa,
olvidé con quien estaba hablando.-

Le fruncí el ceño y de pronto comprendí lo demás que había dicho, transferí mi ceño fruncido a
Tami. - ¡Espera un minuto! ¡Tu eres el Vigilante Astuto! ¿No es así?- Ella me hizo un gesto
pasándose la mano por la arrugada blusa. - ¿Me veo astuta según tu?- Considerando lo que
había pasado, pensé que se veía realmente bien. Pero eso no significaba que yo estuviera de
acuerdo con lo que ella estaba haciendo. - ¿Qué demonios estabas pensando?- - ¡Estaba
pensando que necesitaba alejar a mi hijo de esas tragedias!
Pero después de que saqué a Jesse, él me rogó que volviéramos por algunos de sus amigos, y
luego sus amigos tenían amigos y esos amigos tenían amigos… Y algunas veces las
salvaguardas no eran el único obstáculo, especialmente cuando se dieron cuenta de que podía
pasarlas sin problemas. Empezaron a poner trampas bomba así que yo comencé a cargar
explosivos y… todo se agravó.- - Oh- parpadee encontrando difícil conciliar al demente
vigilante con la mujer que yo había conocido. Por supuesto, ella probablemente estaba teniendo
un problema similar conmigo. - Pero el Círculo puso una trampa y yo caí en ella, y ahora
quieren que les dé el nombre de todos aquellos que me han estado ayudando a encontrar casas
para los niños. Y no lo haré- . Fulminó un poco más a Marlowe con la mirada. - No me importa
lo que me hagan, ustedes malditos vampiros pueden drenarme hasta dejarme seca y no les diré
una condenada…- - Esa no es la razón por la que estás aquí- . Le dije entrometiéndome. Una
muestra de espíritu era una cosa, insultar al Senado era algo diferente, y yo ya había hecho
suficiente de eso como para abarcarnos a ambas. - Quiero ver a Mircea- le dije a Marlowe
jalando a Tami detrás de mí. - Él está indispuesto- - Ya dijiste eso y aún así quiero verlo- .

Marlowe perdió la expresión con esa aterradora velocidad que mostraban los vampiros algunas
veces. - No- me dijo muy serio - No creo que quieras hacerlo- . - ¿Dónde está?- demandó
Alphonse, él y Sal se habían mantenido prudentemente fuera de escena, pero entraron en ella
ahora. Uno de los guardias del Senado se movió para interceptarlo pero Marlowe hizo un gesto
y lo dejó pasar. - Tuvo que ser movido a un área más segura- Marlowe me lanzó una mirada. -
Necesito a todos mis espías ahora; no tengo los suficientes hombres para mantener a Lord
Mircea confinado a salvo.- - ¿Confinado?- La palabra no tenía sentido en el mismo contexto
que Mircea. Él era un maestro de primer nivel, ellos iban a donde a él le placiera. - ¿De que
estás hablando?- - Él intentó marcharse, supongo que para encontrarte, pero él no estaba en
pleno control de sus facultades. No sabíamos lo que podría hacer si escapaba hacia la población
humana en tal estado.- Marlowe hizo una mueca. - Él estaba… disgustado… de ver que sus
deseos le eran negados. Tengo a seis hombres en condiciones críticas que pueden atestiguarlo.-

Tragué y traté de mantener una expresión neutral, dudo que lo haya logrado. Cuando Mircea
había estado pensando claramente me había ordenado alejarme. Si él estaba tratando de
rastrearme ahora significaba que las cosas se habían deteriorado… aún más rápido de lo que
había esperado. - ¿Dónde Está Él?- Repitió Alphonse aunque su tono fue más como - No me
hagas comerme tu cara-

Sal tomó su brazo mientras Marlowe sólo se vio irritado. Claramente, él no creía mucho en la
inteligencia de Alphonse. Era un punto de vista que yo estaba empezando a compartir, Retar a
cualquier miembro del Senado no era inteligente, pero antagonizar con el jefe de espías era
suicida, especialmente para alguien que era apenas un maestro de tercer nivel.

Cuando Marlowe lo ignoró, Alphonse dejó escapar lo únicamente podría ser denominado un
gruñido. - Controla a tu sirviente- dijo Marlowe - o yo lo haré- . Me tomó un momento
percatarme de que estaba dirigiéndose a mí. No tenía sentido. Alphonse no era mi sirviente.
Alphonse era… Oh, mierda. - Me estás tratando como la segunda de Mircea ¿no es así?- Me
salió bien aunque mis labios se habían entumecido. - él te nombro su segunda mientras aún
era… capaz- . Admitió Marlowe.

De acuerdo, esto era malo, muy muy malo. Explicaba muchas cosas, incluyendo por que la
Cónsul aún no había ordenado que me arrastraran a una celda en alguna parte, pero eso era la
única cosa positiva. Técnicamente, Mircea podía señalar a quien fuera como su segundo, la
persona que hablaría por la familia cuando el amo no fuera capaz de hacerlo por sí mismo por
un tiempo. Era la posición que Alphonse había ostentado bajo Tony, pero ¿porqué demonios me
había escogido Mircea? Tenía todo un equipo de trabajo en su casa en el Estado de
Washington, por no mencionar a una vasta familia de adherentes, cualquiera de los cuales
habría tenido más sentido como guardián temporal. Yo no podía defender a la familia, lo que
era uno de los trabajos principales del segundo. ¡Tenía problemas para mantenerme a mí
misma viva! ¿Qué demonios había estado pensando?

Me lamí los labios, era un gesto delator que me había valido un zape en la cabeza por parte de
Eugenie, pero de pronto los sentía tan secos que no podría ver hablado de otra manera, pero
nada pareció salir de mi boca de cualquier manera. - Bueno, por supuesto que lo hizo- dijo Sal,
sentí una garra de hierro descender sobre mi hombro que decía: no te atrevas a desmayarte y
desgraciarnos a todos. Enderecé ligeramente la espalda y la presión se relajó lo suficiente como
para que sólo consiguiera un ligero moretón. - El amo y la Pythia han formado una alianza.- La
expresión de Marlowe dejó bien claro lo que pensaba sobre eso pero entonces la Cónsul habló y
la opinión de nadie más importó. - Entonces tu puedes hablar por él- me dijo.

Me moví un poco más cerca, pero me detuve antes de que los reflejos lanzados por mi vestido
golpearan la mesa. Dudaba que los pequeños puntos de luz que destellaban en él fueran para
ella más que picaduras de mosquito pero no necesitaba más ayuda para enojarla,
probablemente me las iba a arreglar perfectamente bien yo sola para hacerlo.

Miré hacia aquella hermosa cara de bronce. - ¿Porqué ha sido aprisionado Lord Mircea?- -
Como ya se te dijo, por su protección. Se estaba volviendo difícil controlarlo sin causarle daño.
El cepo también hace innecesaria la supervisión constante.- - ¿El cepo? Quiere decir que lo
pusieron en…- - No tuvimos otra opción- dijo Marlowe con rapidez. - Nada más podía
retenerlo.-

Alphonse maldijo y yo me mordí el labio antes de decir algo de lo que probablemente no viviría
lo suficiente para arrepentirme. Pero a pesar de mis mejores esfuerzos, sentí mi presión
sanguínea elevarse hasta el cielo. Ella estaba hablando del tipo de caja mágica que Françoise
había tratado de usar con las Grayas, estaba hecha para criminales peligrosos y preveía que el
diseñador no tuviera que proporcionar mucho confort… ni siquiera que tuviera que asegurar la
inconsciencia. El brusco comentario de la Cónsul significaba que Mircea estaba completamente
solo en un mundo vacío volviéndose lentamente loco sin ninguna comodidad de ningún tipo…
sin ninguna voz con la que hablar, sin ninguna mano que tomara la suya. Nada. No podía
pensar en un destino peor.
- ¿Vas a aceptar esa mierda? Siseó Alphonse en mi oído, su puño estaba trabajo y él se veía
como un hombre que está cercano a tener un ataque de locura.

Le di un fuerte pisotón e, impresionantemente, se calló. - No- Miré a la Cónsul nuevamente. -


Mircea debe ser liberado inmediatamente- . Ella inclinó la cabeza ligeramente. - ¿Accedes a
completar el geis?- - Yo no dije eso- - En tal caso, él permanece donde está- . Dijo
llanamente. - No podemos curarlo. En confinamiento, él no puede herirse a sí mismo ni a los
otros.- - ¡El está siendo herido! ¡El geis lo está volviendo loco!- - Una situación que tu podrías
evitar si quisieras- un destello de rabia recorrió ese usualmente impasible rostro. - ¡Si él no te
hubiera nombrado cabeza de su casa, habría ordenado que te encerraran en una habitación con
él y habríamos terminado con esto!- . - Si Mircea hubiera querido eso, él no me habría
nombrado su segundo- señalé, pensando frenéticamente. Y así como así, me di cuenta de
porqué él me había alejado, porqué él había tomado el único camino posible para asegurarse de
que la Cónsul no nos forzara a estar juntos. - Tiene miedo ¿no es asi?- - ¿Qué?- Alphonse
estaba obviamente perdido, pero Sal se veía pensativa. Estaba empezando a preguntarme
quien llevaba el mando en esa sociedad. - Eres la Pythia ahora- . Dijo lentamente, trabajándolo.
- y el geis responde al poder- . Sus ojos se abrieron de repente. - Oh mierda-

Eso lo asentó todo, nunca más asumiría que Sal era lenta de entendimiento otra vez, ella lo
había entendido mucho más rápido que yo. Por el bien de Alphonse, lo puse en palabras. -
Cuando Mircea me puso el geis, él era el más poderoso de las partes involucradas, así que el
hechizo estaba bajo su control, se suponía que sería levantado antes de que me convirtiera en
Pythia pero eso no sucedió. Y ahora Mircea tiene miedo de que mi poder supere al suyo, de
que, si completamos él geis no seré yo su sierva… él lo será mío.-

Alphonse se vio como una persona a quien le acaban de lanzar una tonelada de ladrillos
encima. Lo dejé procesar las cosas mientras me volvía a la Cónsul. - Tony tiene un portal- le
dije abruptamente. - Solía usarlo para sus operaciones de contrabando. Pueden usarlo para
enviar a Mircea a Faerie donde los efectos del geis serán aliviados. Él debería estar en control
de sí mismo ahí.- - Los Fae no lo permitirán- La hermosa máscara estaba de vuelta en su lugar
tan perfecta que casi pensé que me había imaginado la otra visión. - Los Fae oscuros lo
permitirán. Su rey y yo tenemos un acuerdo. Y uno de sus sirvientes está disponible para
escoltar a Mircea al Palacio, así él no será atacado en el camino.

Todo lo que necesitamos es una fuente de poder para abrir el portal.- Le di a Billy un codazo
metafísico, dudaba que pedirle que sirviera de niñera a una pixie de mal carácter fuera a ir muy
bien, pero no tenía muchas opciones. No confiaba en Radella. - Asegúrate de que ella no trate
de engañar a Françoise- Le dije. - ¿Y como se supone que haga eso?- - Ella puede escucharte-
. Le recordé. Por alguna razón, ella nunca había tenido un problema con eso, aún en nuestro
mundo. - Dile que el trato se acabó si ella intenta algo- .

Billy salió hasta medio cuerpo del collar para sonreírme. - Esto tiene potencial- . - ¡Y no pelees
con ella!- - Por supuesto que no- Puso su cara de que había herido sus sentimientos. - Eso no
resolverá el problema por completo- Insistió la Cónsul ignorando mi monólogo. La capucha de
serpiente tras ella se flexionó, una larga y lenta onda que cayó en cascada por el reluciente
caftán. No sabía si eso significaba algo así que lo ignoré. - He estado trabajando en una
solución permanente- había tenido la esperanza de poder evadir el sacar esto a colación,
considerando lo que seguramente respondería ella, pero me había quedado sin opciones. - Hay
un contrahechizo- - No lo hay, todos nuestros expertos están de acuerdo en eso- - Entonces
sus expertos están equivocados. El Contrahechizo está contenido en el Codex Merlini- .

Marlowe me veía con un naciente entendimiento. Él había estado presente cuando el rey de los
Fae Osvuros me había dado el encargo de encontrar la maldita cosa, cuando descubrí que
contenía además una salida al geis. - Lo encontraste- dijo suavemente.

Negué con la cabeza. - Aún no, pero sé como conseguirlo.- - Me lo dirás- dijo la Cónsul. No
era una pregunta. Enviaré por él y si dices la verdad, ordenaré la liberación de Lord Mircea.
Permanecerás aquí hasta que me lo traigan.- - No lo entiendes- dije tratando de mantener mi
temperamento bajo control. - No está en algún lugar, está en algún tiempo, soy la única que
puede obtenerlo. ¡He estado trabajando en ello por casi dos semanas!-

La Cónsul se limitó a observarme, por un momento tuve miedo de que hubiera entrado en uno
de sus famosos bloqueos que podían durar desde algunos minutos hasta algunos días, pero
entonces parpadeó. - ¿Porqué debería creer que tu deseas ayudar a uno de nosotros?- - ¿Uno
de ustedes?- alcé las manos con exasperación. - ¡Salvo por la cuestión del beber sangre, soy
prácticamente uno de ustedes!-

Su cara se iluminó con la primera sonrisa que yo le había visto. Después de una mirada a ella,
esperé que fuera la última que veía. - Si eso fuera verdad, hace mucho que estarías muerta por
tus desafíos.-

De acuerdo, dejando de lado las amenazas de muerte, estábamos progresando. - Si yo deseo


que Mircea sufra daño, ¿porqué estoy aquí?- Pregunté. - ¿Qué castigo podría infligirle que
fuera peor del que ya está sufriendo? Si quisiera que él sufriera sencillamente me mantendría
alejada. Así es como puedes saber que quiero ayudar.- - Y ¿Qué deseas a cambio?-
Finalmente habíamos llegado ahí. - Quiero que Tami sea liberada y que todos los cargos contra
ella sean levantados.- - ¡Cassie!- escuché el excitado susurro de Tami tras de mí, sentó sus
ojos quemando un hoyo en mi cuello pero sólo me tragué las palabras que sabía que ella tenía
la esperanza de escuchar.

Ella quería que yo demandara que se hiciera algo sobre esas malditas escuelas que los magos
estaban instaurando, pero yo sabía mejor lo que pasaba. La Cónsul quizá pudiera jalar un par
de cuerdas con respecto a una sola prisionera, pero cambiar la política de toda un área del
Círculo la superaba. Ella no tenía ese tipo de autoridad, y pedirle algo que sabía que ella no
podía darme sólo me haría ver como que no quería ayudar a Mircea realmente. Ya había pedido
más de lo que yo pensaba que podía obtener al estipular que se retiraran los cargos en lugar de
limitarme a pedir la liberación de Tami. No iba a lograr nada más, no esta noche - A cambio
proporcionaré el contrahechizo y liberaré a Lord Mircea del geis- . Dije en cambio.

La Cónsul no parpadeó en esta ocasión. - Hecho, pero llevarás a uno de nosotros contigo- . -
Había planeado llevar a Alphonse…- comencé pero ella me interrumpió. - No, a un Senador- .
Había temido eso. ¿Porqué conformarse con salvar a Mircea si había una oportunidad de que
ella obtuviera también el Codex? Sólo que eso no iba a suceder, no había pasado por todo esto
para poner esa clase de poder en manos de los vampiros. Por fortuna, ella no había
especificado a que Senador debía llevar conmigo. Sonreí y ni siquiera intenté que mi sonrisa
fuera más amable que la suya. - Es un trato- .

CAPÍTULO 19

Aterricé en el tejado del Dante dos semanas en el pasado y casi me caí. Mis pies tocaron el
concreto pero el cinturón de mi falda se balanceó en el aire. Me agarré al costado de una
torrecilla con la suficiente fuerza como para levantarme la piel, temblando ligeramente con el
conocimiento de que sólo unos centímetros a la derecha y habría aterrizado sobre el vacio. Pero
no lo había hecho, lo había logrado, y después de un momento me las arreglé para liberar mis
manos de la falsa roca y mirar alrededor.

Todo estaba extrañamente silencioso a esta altura: los ruidos del tráfico estaban amortiguados
y no había ruidos de combate. Todo parecía normal también, con las luces del Strip brillando en
la distancia, opacando el dosel de estrellas allá arriba, pero una repentina ráfaga de aire desde
la base de una torre me empujó con la suficiente fuerza como para hacerme retroceder un
paso, y con él vino el olor de ozono y pólvora. Al parecer había llegado al lugar adecuado.

Moviéndome con precaución por el borde del techo vi el estacionamiento que se extendía allá
abajo salpicado con una imagen de caos. El humo azul casi se había disipado en un lado para
revelar carros quemados y aplastados, un número de cuerpos obviamente muertos y a Tomas
parado en frente de una multitud de testigos curiosos. Él estaba realizando su personificación
de Obi-Wan… - estos no son los droides que tu estás buscando- … mientras un hombre rata se
arrastraba a través de la puerta trasera, dejando un rastro sangriento en el piso.

En el otro lado del estacionamiento, lejos de la calle, la limpieza había empezado, brevemente
interrumpida por un vampiro corriendo a través del terreno moviendo sus brazos
frenéticamente con las llamas saliendo de la parte trasera de su chaqueta. Mircea se movió para
interceptarlo mientras más vampiros salían de un par de limusinas plateadas estacionadas en la
parte más lejana del casino. Mircea controló al enloquecido vampiro con una palabra, y muchos
otros brincaron sobre él con mantas, apagando las llamas. Un poco más lejos, me ví a mi
misma con Françoise y un resplandeciente punto que asumí que era el brillo de la pixie.
Además de Mircea, nadie más pareció notar su partida. La mayoría de los vampiros estaban
demasiado absortos en apagar los incendios… cuando una simple chispa puede ser mortal,
tiendes a prestar atención. Miré el otro charco de actividad y ví que todos los demás se veían
sumamente distraídos. Tomas estaba hablando ahora con dos policías mientras Louis-Cesare
sostenía la versión más joven de mí para que yo pudiera discutir con Pritkin, era una excelente
oportunidad para lo que tenía que obtener.

Me desplacé detrás de Mircea. - ¿Me extrañaste?- Su cabeza se volvió y sus ojos se abrieron
muy grandes. Él miró el lugar donde la otra yo acababa de desaparecer y luego de nuevo a mí.
- ¿Qué es esto?- . Le eché una ojeada, no había sido capaz de notarlo desde el techo, pero se
veía un poco áspero. Su chaqueta estaba quemada con una forma de patrones de diamantes en
toda la espalda, con pequeños andrajos de material negro cayendo de ella como serpentinas de
Halloween. La mitad de su cabello se había salido de su pinza, cayendo ladeado sobre una
parte de su mejilla, y tenía cenizas en su barbilla. Por lo menos la camisa se veía bien, era de
pesada seda china con pequeños alamares en lugar de botones, y parecía haber sido protegida
de la electrocución por la chaqueta.

Una pequeña pizca de ceniza resaltaba contra la seda cremosa, me adelanté para limpiarla pero
él se sacó con un tirón.- Necesitamos irnos- dije con impaciencia pues probablemente eran los
únicos segundos que teníamos antes de que nos viera alguien que no debía hacerlo. Me estiré
por él otra vez y de nuevo me encontré con el espacio vacio. ¡Maldición! Había olvidado la
rapidez con la que los vampiros podían moverse. - ¿Quién eres?- La voz vino de algún lugar
por detrás de mí.

Me volví con tal rapidez que mi falda se enredó en mis piernas. Me tambalee un poco pero logré
estabilizarme antes de tumbarme de una forma muy poco elegante, pero mi cabello se soltó del
muy chic moño que Sal se las había arreglado para inventar, cayéndome en los ojos, me lo
quité de la cara, hincándome en el asfalto para buscar los pasadores. Le había dicho que no
funcionaría. La elegancia y yo no íbamos de la mano.

Finalmente me las arreglé para encontrar un par de pasadores y me levanté tratando de


mantenerlos a la vista sin derramar el contenido de mi demasiado lleno bolso. Marlowe había
escamoteado el tesoro del Senado hasta encontrar la enjoyada bolsa que trataba de dislocarme
el hombro. - Riqueza portátil- me había explicado cuando le pregunté por qué iba a andar
cargando un montón de piedras que harían que el diamante hope se viera como enclenque. -
En una revolución la gente quería algo que fuera fácil de transportar fuera del país.- Podría
haber discutido con la parte del - fácil de transportar- pero no estaba para quejarme. Sólo
esperaba que fuera suficiente. Desafortunadamente, entre las piedras y mi pistola no me había
quedado lugar para un cepillo para el cabello. - ¿Tienes un peine?- Probablemente
necesitábamos vernos respetables para lo que íbamos a hacer. Como estaban las cosas ahora
no estaba segura de que nos permitieran entrar a ninguno de los dos.

Cuando Mircea no respondió, levanté la mirada sólo para ver que él estaba sosteniendo algo
pero no era precisamente un peine. - ¿Para que es eso?- - Para ti si no me dices la verdad- -
Ya tengo un arma- le dije confundida. ¿Qué creía él que yo iba a hacer con esa cosa? No era
una pistola. Era un rifle de asalto M16. La cosa era endemoniadamente grande. - Oh- de
pronto comprendí el mensaje. Dejé caer los pasadores y levanté las manos con las palmas hacia
afuera, pero el arma apuntando a mi pecho no cambió. - Después de lo que acabas de pasar es
comprensible que estés un poco asustado- dije y, wow, como desee haber pensado en eso
antes. - Pero de verdad estoy aquí para ayudarte. Por favor, toma mi mano y te lo probaré.-

La única respuesta de Mircea fue alejarse unos cuantos pasos de mí, seguramente para tener
un mejor disparo. Detrás de él, algunos de sus vampiros levantaron la vista del fuego que
extinguían hacia nosotros, Genial. - Puedes dejar el disfraz- . Me dijo agriamente. - No me has
engañado.- - No estoy usando un…- comencé, pero él había hecho su acto de desaparición
antes de que pudiera terminar. Me tomó un momento, pero lo vi al otro lado del
estacionamiento, cerca de una de las limusinas y no, dejarlo alejarse en ella no era una opción.

Me desplacé, pero el escaso segundo que me tomó llegar ahí se había desvanecido. Estaba a
punto de abrir una de las puertas de los carros cuando ví en una de las ventanas dos reflejos
borrosos moviéndose detrás de mí, me desplacé antes de que los vampiros pudieran
capturarme, aterrizando de vuelta al otro lado del estacionamiento cerca de donde había
empezado. Estaba empezando a marearme… lo que no era un buen síntoma, especialmente
dado que ni siquiera habíamos llegado a la maldita subasta aún. Miré alrededor, tratando de
encontrar a Mircea y casi choqué con él. Ambos nos sacamos hacia atrás y una rápida mirada
me dijo que él había perdido el arma. Quizá había recordado que en realidad no la necesitaba
para matarme. O quizá había decidido escucharme. - Escucha- dije - yo sólo quiero…-

El me lanzó una poción a la cara, mi boca había estado abierta y me ahogué con un revoltijo de
sabor absolutamente repulsivo. Era verde y aceitoso y gotas de él me cayeron por la barbilla
para aterrizar en el collar de Billy. Maravilloso. La cosa tenía tantos recovecos y ranuras que
quizá nunca lograría limpiarlo.

Cuando finalmente parpadee lo suficiente para librarme de suficiente sustancia como para
lograr ver, encontré a Mircea viéndome fijamente con una expresión mitad perpleja mitad
enojada en su rostro. - Eso debió haberte quitado el disfraz- . - Probablemente lo habría hecho
¡Si estuviera llevando uno!- Dije furiosa. Él desapareció otra vez. - ¡Más te vale rezar porque
esto no manche!- Grité al espacio donde había estado recientemente justo antes de que un
brazo se enroscara en torno a mi garganta. - Debes ser poderoso- susurró, su cálido aliento en
mi oído, - para hacer que esa poción fallara.- Me desplacé alejándome de su abrazo que me
ahogaba y aterricé tras él. - ¡¿Puedes estarte quieto un minuto?!-

Mircea se volvió con otro movimiento demasiado veloz para que mis ojos lo registraran y me
volvió a tomar por la garganta, su palma contra mi piel desnuda. Suspiré aliviada. - Gracias-
dije con sinceridad y nos desplacé antes de que alguien más se diera cuenta de nuestro juego.

Un momento después, me encontré inmovilizada contra una fría y dura pared de ladrillos, mi
cuerpo estaba ocupado informándome que probablemente había hecho demasiados saltos
últimamente y yo había aterrizado en un charco y mi zapato se había ensopado con nieve
fangosa. Por no hablar de la pinza de Mircea en mi cuello, que era un poco demasiado apretada
para mi confort. - ¿Dónde estamos? ¿Y quien eres?- No podía verlo muy bien pero sonaba
molesto. - ¿Cuándo estamos?- Lo corregí, una delgada y ondulante nieve estaba cayendo,
aprisionándose en mis gomosas pestañas. No podía vez mucho de nada, con su cuerpo
interponiéndose en el camino, pero la noche era fría y húmeda, no cálida y árida, y había
adoquines bajo nuestros pies no asfalto. Y a juzgar por el mareo que estaba experimentando,
habíamos retrocedido, por lo menos, un par de siglos. - Y tu sabes quien soy yo- - Tu no eres
mi Cassandra- El tono era plano, duro, no un tono que le hubiera escuchado antes, por lo
menos no dirigido a mí. - Entonces ¿Quién soy?- De verdad deseaba que el piso dejara de
moverse por un minuto, el tiempo suficiente para recuperar el aliento o para pensar. - Eres un
mago, oculto bajo un disfraz que si no dejas caer (su mano se apretó un poco más) yo te
obligaré a perder- .

Tragué y lo sentí contra su palma. Me pregunté por cuanto tiempo seguiría siendo capaz de
hacer eso, cuanto más tenía que apretar su agarre antes de que no pudiera tragar ni pudiera
respirar. No se sentía como que tuviera que apretar mucho, pero no podía pensar en una
maldita manera de parar esto. La única cosa que nunca se me había ocurrido era que Mircea
pudiera confundirme con una de las personas contra las que habíamos estado luchando. Porque
yo lo conocía, instintivamente, sin posibilidad de errores y había asumido que él sentiría lo
mismo. Obviamente había estado equivocada.

Podía sentir sus dedos en mi garganta, flexionándose contra los músculos y supe que tenía que
decir algo, hacer algo, en ese momento. Pero no podía desplazarme otra vez, no tan pronto, no
con el pánico y el cansancio comiéndose mi consciencia. Además, estaba segura de que me
desmayaría antes de que pudiera recordar algo que pudiera convencerlo de esperar un minuto
más antes de matarme…

La mano de Mircea cayó abruptamente y yo jadee con pequeños puntos negros danzando
frente a mis ojos y mis pulmones luchando con mi garganta para llevar suficiente aire a mi
hambriento sistema. Sentí su mano tomar mi barbilla, supe cuando me quitó el cabello del
rostro pero parecía sumamente trivial al lado del haber dejado de asfixiarme. Suaves dedos se
deslizaron sobre un par de cicatrices de colmillos en mi garganta, resaltando directamente
sobre la piel brillante y sensitiva. - ¿Dónde obtuviste esto?- Su voz era débil, pero no estaba
segura de si era él el que sonaba así o si yo la escuchaba así, mis oídos seguían zumbando pero
no sabía si era por el salto o por la estrangulación.

No estaba segura. Me tomó un par de segundos comprender de que hablaba, y entonces


comprendí porqué me había soltado, porqué, probablemente, no iba a morir esta noche… por lo
menos no por su mano. Me recosté contra las fríos ladrillos, tan aliviada que casi podría haber
empezado a reír, pero eso hubiera lastimado demasiado mi garganta. - ¿Dónde?- Su voz era
más fuerte ahora, más insistente; quizá había tenido la oportunidad de recobrarse del shock. Lo
miré con una mano en mi cuello lastimado. Él podría haberme dado la misma oportunidad. -
¿Dónde crees?- barbotee.

Las marcas de mordidas eran como las huellas digitales, no había dos iguales. Había llevado la
cicatriz de sus dientes en mi piel por días como una marca, lo que probablemente era la razón
principal por la cual Alphonse, Sal e inclusive la Cónsul en su propio estilo habían sido tan
cooperativos. Y si ellos la habían reconocido seguramente Mircea también. - Es mi marca y aún
así yo no te la he dado- . - No me la has dado aún- corregí. No había forma de ocultar el hecho
de que yo era de su futuro. Su Cassie no podía desplazar a las personas por el espacio, mucho
menos por el tiempo. Así que yo ya había revelado mucho. El truco era no darle nada más. -
¿Porqué no me lo dijiste? ¡Podría haberte lastimado!- - ¿Sólo podrías?-

Su toque había vuelto a mí en un instante, fuertes dedos enredándose en mis cabellos,


acariciando mi nuca, desplazándose con cuidado por las cicatrices hasta que no pude sentir
más, por lo menos no sentía dolor, pero los dos pequeños bordes permanecieron, no eran
duros, pero eran obvios, por lo menos para mí. Supuse que debían ser obvios para él también
porque dobló su cabeza y los besó con cuidado, suavemente, sus labios suaves y cálidos contra
las diminutas cicatrices.

No era un contacto particularmente sensual, pero mi cuerpo reaccionó inmediatamente con una
oleada de salvaje adrenalina. Por un minuto, mis dedos se engancharon en su abrigo sin
importarme el frío, su olor a humo o el hecho de que yo tenía sustancia verde pegajosa
cayendo por mi cuello. - Siguen estando aquí- dije temblorosa mientras él lentamente
acariciaba la longitud de mi garganta. - Siempre estarán ahí- murmuró - Eres mía. Y ellos lo
anuncian a todo el que te vea- . - Es un poco más normal obtener un anillo- dije sin aliento. -
¡Por no mencionar el que se me hubiera pedido mi consentimiento antes!- . - Soy un caballero,
dulceaţă,- dijo reprobador. - Nunca habría entrado al hogar de una dama… ni a su cabeza ni a
su cuerpo… a menos que ella me hubiera invitado.- - Pero yo no…- comencé y me detuve, no
le había dado permiso de manera explícita en ese momento, pero tampoco lo había lanzado
fuera de la cama. Y cuando finalmente me las arreglé para poner un poco de resistencia, Mircea
se había detenido, pese a lo lejos que habíamos llegado él se había detenido.
- Como lo pensé- murmuró y me besó y aún fue tan cálido, tan húmedo y tan necesario como
el agua. Me encontré devolviéndole el beso con un entusiasmo que vagamente pensé, no era
propio de una dama, pero a él no pareció importarle. Él me besó hasta que me hizo marearme,
con el calor derramándose a través de mí, como si hubiera bebido algo raro, extraño y adictivo.
Tan adictivo que me tomó un momento recordar que alimentar al geis no era el plan aquí.

Me retiré con el pecho pesado y el aire frío pinchando mis brazos desnudos, me abracé los
hombro pata entrar en calor y dejé escapar un sonido que absoluta y completamente no debía
parecerse a un gemido. - ¿Podrías por favor no hacer eso?- susurré, era suficientemente duro
pensar lo que era, sin enviar mis niveles hormonales a hacerle compañía a mi presión
sanguínea. - ¿Por qué?- Se vio genuinamente confundido. - Porque no somos… nosotros no…
es complicado ¿de acuerdo?

Mircea era capaz de expresar más con un pequeño movimiento facial que yo en algunas
conversaciones enteras. En ese momento tenía cejas sarcásticas. - Dulceaţă, la única vez en
que yo he dejado tal marca ha sido para castigar o para reclamar- . - Quizá yo…- - Y cuando se
trata de un castigo, no me alimento del cuello-

Tragué y me callé. No iba a ganar así. Si seguía hablando, no pasaría mucho antes de que me
sacara la historia completa, y quizá eso no fuera importante pero quizá sí, porque no había
demasiada gente que contemplara la clase de tortura que él enfrentaría y no se vieran tentadas
a evitarla. Él no triunfaría, pero seguramente alteraría la línea temporal en el intento.

Miré alrededor pero no había nadie a la vista. Pude ver gracias a la luz que emanaba de un par
de titilantes lámparas situadas en ambos lados de una puerta cercana que estaba en una casa
que se sostenía hombro a hombro con las de los lados, una larga fila de cuatro históricas
viviendas medievales apiñadas juntas como viejos borrachos. Ninguna de las otras tenía
linternas, o sombras moviéndose contra las cortinas de sus ventanas. Eso, además del hecho de
que el poder tiende a llevarme a donde necesito ir significaba que aquel era probablemente el
lugar. - Hay una fiesta aquí esta noche- expliqué tratando de calmarme cuando cada nervio me
decía ahora y apúrate y es ahí. La idea de que el Codex pudiera estar a unos cuantos metros de
distancia era suficiente para hacer que mis pensamientos se tambalearan aún sin la ayuda de
Mircea. - Un par de magos oscuros están a punto de subastar un libro de hechizos. Tenemos
que entrar ahí y comprarlo, o robarlo u obtenerlo antes de que alguien más lo haga o…-

Mircea de pronto me jaló contra él y nos presionó a ambos contra la pared. - No es el


momento…- comencé, entonces el aire rugió y se rasgó, como si todos los relámpagos en
Europa hubieran decidido descender sobre nosotros todos al mismo tiempo. Hubo una ráfaga
de viento y el mundo se inclinó horriblemente. Un segundo crujido ensordecedor y un destello
de una imposible luz púrpura se encendió después, y una ornada barcaza descendió en medio
de la estrecha calle, tan grande que su casco casi rozó los edificios a ambos lados.

Lo observé fijamente, con reflejos de la repentina tormenta danzando alrededor de la realidad


de un enorme barco descaradamente bloqueando la calle así como así. Sólo tuve tiempo para
pensar: Si, seguramente este es el lugar antes de que Mircea me arrastrara a las sombras de un
casi inexistente callejón entre dos beodos edificios. Su mirada estaba furiosamente resuelta. -
¿Donde estamos?- - En París, en 1793- me las arreglé para jadear sin estar segura de si sería
capaz de escucharme. Tuve que leerle los labios para entenderlo porque una sinfonía de
instrumentos, en su mayoría de percusión se había asentado en mis canales auditivos. - Por lo
menos lo espero- .

Mircea permaneció en silencio por un momento, su cerebro veloz como relámpago estaba
llegando a algunas conclusiones. - ¿Porqué?- preguntó finalmente. - Ya te lo dije, vamos a una
fiesta- . Por encima de su hombro pude ver como una rampa se extendía hacia afuera desde la
barba hasta que tocó la helada calle, era roja, como el casco donde un rico carmesí formaba el
fondo para geniales escamas de oro, azul y verde que mis ojos al recobrarse finalmente
identificaron como un grácil dragón. Su hocico tallado formaba la proa del barco, con cada una
de sus garras frontales sosteniendo un brillante globo de oro posicionados casi como si fueran
faros. Su largo cuerpo serpentino corría por todo el costado hasta terminar en una espinosa
cola cerca de la popa. No habían remos ni velas ni ningún otro evidente sistema de propulsión,
aunque eso no hubiera explicado como había logrado aterrizar entre dos edificios sin que
siquiera hubiera agua a la vista.

Cuatro enormes hombres con armadura dorada bajaron por la rampa. Sus trajes estaban
completamente cubiertos con pequeñas escamas que imitaban las del dragón. Tomaron sus
lugares a ambos lados de la rampa de dos en dos, sosteniendo largas lanzas como si fueran
una guardia de honor. Entonces, del vientre del dragón flotó una diminuta silla sosteniendo a
una mujer aún más pequeña. Sus imposiblemente pequeños pies estaban envueltos en zapatos
de satín en forma de lotos y yo no tuve que preguntar el porqué de la silla levitante porque no
había forma en que esas minúsculas cosas sostuvieran, aunque fuera, su peso.

A primera vista, se veía indefensa, como una muñeca demasiado vestida que tenía que ser
movida por ahí por sus siervos. La imagen contrastaba fuertemente con el poder que irradiaba
de ella como si fuera de una pequeña supernova, inundando la calle con una fuerza invisible
pero casi sofocante. Los guardias eran por espectáculo; esa belleza no necesitaba defensores. -
¿Quién es esa?- me las arreglé para croar. - Ming-de, Emperatriz de la Coste China… a la fuerza
lo mismo que nuestra Cónsul- . Susurró Mircea, su aliento congelando el aire frente a mi rostro.

Miré el enjoyado dragón del vestido de Ming-de que se encorvaba, retorcía y volvía en formas
que inicialmente pensé que se debían a la luz de las linternas, pero no, uno pequeñito y dorado
se escurrió por el dobladillo de su traje, brillante como fuego contra la seda carmesí y yo me di
cuenta de que debían tener mentes propias. - Pero ¿Cómo llegó aquí?- - Viaje a través de las
líneas de luz- dijo Mircea, mientras toda la comitiva entraba en una procesión de estado. -
¿Qué?-

Ahí estaba otro resplandor, verde en esta ocasión y un golpe tan fuerte que me hizo brincar.
Parpadee y cuando volví a ver, un elefante gris enorme con un baldaquín de oro estaba
estacionado detrás de la barca de Ming-de. El elefante no parecía tener tanto espacio como
habría deseado, porque dejó escapar un sonido de protesta. La cabeza de un guardia se asomó
desde la parte trasera de la barca y gritó algo, entonces el enorme barco se deslizó unos
cuantos metros hasta que chocó con un poste y tuvo que detenerse. Estaba empezando a verse
como una fiesta donde los anfitriones no habían pensado en los problemas de estacionamiento.

Después de un momento, el elefante se arrodilló y una pareja india descendió, vestían unos
hermosos trajes de azules y verdes como de pavorreal, aunque nada parecía moverse. Entre los
dos parecían llevar tantas joyas como las que yo tenia en mi pequeña bolsa, y el sólo zafiro del
turbante del tipo era tan grande como mi puño. Pero no tendrían que desnudarse para la
subasta; cuando se dirigieron a la puerta, una pequeña alfombra voladora flotó en el aire tras
ellos cargando un cofre. Mi estómago se hundió, si todos los postores eran como esos, estaba
en problemas. - De acuerdo ¿Qué está sucediendo?- demandé. - Es el Maharajá Parindra del
Durbar hindú, es como nuestro Senado.- Explicó Mircea. - Creo que la mujer es Gazala, su
segundo.- - Pero ¿Cómo llegaron aquí?- - Vinieron a través de las líneas de luz.- - Lo dijiste
antes y no es de mucha ayuda- Mircea me levantó una ceja. - ¿Nunca has surfeado por una
línea de luz?- - No sé ni siquiera que son- . - ¿De verdad? Recuérdame llevarte alguna vez.
Creo que lo encontrarías… excitante- .
Lo observé y traté con todas mis fuerzas de recordar de que estábamos hablando exactamente.
Su boca se frunció en una rara casi sonrisa, su intensidad anterior olvidada o, más
probablemente, enmascarada. - Estaré encantado de explicarlo después, pero ahora, realmente
apreciaría una explicación más coherente de nuestra presencia aquí- . - Vamos a pujar por un
libro de hechizos, acabas de ver a nuestra competencia.-

Mircea me lanzó una mirada escéptica. - Conozco a Ming-de bien porque una vez fue la alianza
del Senado con su Corte. Y conocí a Parindra pero sólo una vez porque ambos tenemos
reputación de rara vez viajar más allá de nuestras tierras. Si ellos querían ese artículo deberían
haber enviado a uno de sus siervos.- - Bueno, obviamente no lo hicieron- dije hurgando en los
restos de la chaqueta de Mircea hasta que encontré un pañuelo. Limpié lo más posible lo que
fuera que él me hubiera lanzado, por suerte estaba seco casi en su totalidad y mucho de él se
descascaró. - Por lo menos no apesta- dije con tristeza.

Mircea tomó el pañuelo y se puso a trabajar en una mancha verde en mi cuello. Sus nudillos
apenas me rozaban y cuando lo hacían era a través del satinado lino. Era una sensación
extraña, muy cercanos pero sin tocarnos, suficientemente cálida pero sin serlo del todo, la
manga de su chaqueta susurrando contra mi brazo desnudo. - ¿Porqué volviste por mí?-
murmuró, acariciándome ligeramente, presionando sólo lo suficiente como para que sintiera las
iníciales bordadas de la prenda. - ¿Acaso no existo en tu tiempo?-

Define existir pensé mientras el pequeño cuadrado trabajaba bajando por mi cuello, sus orillas
encintadas terminaba rozando apenas el borde de mis senos. - La Cónsul no me dejaba venir
sola.- Respiré. Cuando hablé con Billy sobre traer a Mircea aún estaba relativamente lúcido….
Tanto como el geis le permitía estar a alguien. Pero si la Cónsul había estado lo suficientemente
desesperada para ordenar su confinamiento, entonces estaba demasiado mal para ayudarme. Y
de verdad necesitaba ayuda competente. Si Mircea moría, no tenía duda de que la Cónsul me
habría culpado, y, a diferencia del Círculo que parecía tener demasiados problemas para
concentrar su energía en cazarme, ella me habría golpeado con todas sus fuerzas. Si ella me
quería muerta, tenía la impresión definitiva de que terminaría muerta muy rápidamente. -
Podrías haber escogido a otro Senador- señaló Mircea.

No pude encontrar una explicación convincente con los escalofríos recorriéndome la piel,
siguiendo sus caricias con devoción de esclavo. - El otro tú estaba ocupado- dije quitándole el
maldito pañuelo antes de que me volviera loca. Esto no iba a ninguna parte y yo no era
masoquista. - Para algo tan importante, hubiera pensado que podría hacerme el tiempo- , Dijo
suavemente Mircea. Y si, me había atrapado, porque de ninguna manera él habría enviado a
alguien más a lidiar con algo que lo afectaba tan personalmente- Pero aún no estaba dispuesta
a decirle nada. - Simplemente tendrás que confiar en mí- le dije. - ¿Aunque no me hagas el
mismo honor?- Tomé una profunda inspiración y me concentré en no golpearme la cabeza
contra la pared. - Hay muchas cosas que no puedo decirte, ya he dicho demasiado
probablemente. Todo lo que necesitas sabes es que tenemos que conseguir ese libro o
tendremos grandes problemas.-

Mircea se tomó un momento para procesarlo, estaba segura de que no iba a dejarlo ir tan
fácilmente, de que no se iba a limitar a confiar en mí, pero entonces él me ofreció su brazo. -
¿Puedo asumir que esto cuenta como una primera cita?- - Oh, estamos mucho más allá que
eso- dije antes de pensar. Él sonrió lentamente - Es bueno saberlo.-

CAPÍTULO 20.

El tipo que abrió la puerta estaba en sus cuarenta años, con delgado cabello bajo la peluca que
llevaba torcida en la cabeza y muchos de sus dientes se estaban pudriendo. No parecía ser
alguien capaz de vencer a un legendario hechicero, pero quizá sólo era el mayordomo. Lo
seguimos por un estrecho pasillo y subimos por unas escaleras hasta una biblioteca. Contenía
una profusamente grabada chimenea de mármol, estantes alineados en dos paredes, molduras
de madera oscura con incrustaciones de madreperla y cerca de tres docenas de huéspedes.

Todos los cuales hicieron una pausa para vernos cuando el mayordomo o quien quiera que él
fuera hizo las presentaciones. No había escuchado a Mircea dar su nombre, pero el hombre lo
sabía de cualquier modo, aunque yo era sólo - y una huésped- . Tampoco había habido
necesidad de preocuparse por nuestra apariencia, Mircea se las había arreglado para que el
aparecer sin chaqueta pareciera una declaración de la moda. Ví a varios de los huéspedes
masculinos deshacerse clandestinamente de las suyas después de un momento, no queriendo
perderse una nueva tendencia. Pero uno permaneció inmóvil, velado de la cabeza a los pies con
una delgada capa negra que caía hasta el suelo y no dejaba nada más que una nariz visible.
Eso estaba bien para mí porque la gente que podía ver ya era suficientemente inquietante.

Una mujer apareció frente a nosotros cargando una canasta de escarapelas tejidas en azul,
blanco y rojo, decidí no hacer un hoyo en la creación de Augustine y me quedé con el mío, pero
no me gustó pues se sentía extraño y no podía imaginar de qué material había sido hecho. -
Cabello humano, probablemente de los guillotinados- . Murmuró Mircea, yo lo deslicé
rápidamente en una mesa cercana.

Un momento después, una bella francesa de ojos oscuros se deslizó frente a nosotros con una
bandeja de vasos de vino. Le dio uno a Mircea y se quedó parada ahí aparentemente esperando
que él se lo terminara para que le diera otro. Aparentemente el resto de la habitación no
tendría suerte con ella. Pero, noté que él no lo bebió; sólo mantuvo el delicado cristal
casualmente en una mano, con el contenido rojo sangre destellando bajo la suave luz.

Tomé una copa de su bandeja y la bebí casi de un trago, estaba deliciosa, y las emanaciones
que me aclararon la cabeza fueron aún mejores. Mircea me observó con una sonrisa y cambió
nuestros vasos, dándome el suyo aún lleno. - ¿No te gusta el vino?- Pregunté, dándole un
sorbito más decoroso a mi nueva bebida. - Bajo ciertas circunstancias- . - ¿Cómo por ejemplo?-
- Recuérdame mostrártelas algún día- me susurró mientras se unía a nuestro grupo una mujer
impresionantemente bella. Era japonesa, o por lo menos parecía asiática y tenía colibríes de
origami zumbando y sosteniendo en alto la cola de su vestido pintada a mano. Y ella fue la
primera de muchos, a pesar del hecho de que habíamos encontrado un rincón oscuro junto a la
chimenea para esperar el evento principal, una corriente continua de personas se acercó a
nosotros para hablarnos, o, más correctamente, para hablar con Mircea dado que la mayoría
apenas me dirigió una mirada. No pude menos que notar que un desproporcional número de
ellos parecían ser atractivos… y miembros del género femenino.

No sé porqué me sorprendió ese hecho, había sido igual en la corte, cuando Mircea vino a
hacerle una larga visita a Tony. Había escuchado a los empleados quejarse de que nunca habían
tenido tantos huéspedes; aún vampiros que se resistían a Tony habían acudido para presentar
sus respetos. Porque Mircea no era sólo un miembro del Senado; él era un Basarab, lo que
básicamente lo ponía en el nivel de estrella de cine en lo que concernía a los vampiros.

O más bien de estrella de rock pensé reteniéndome de quitar por la fuerza la mano que la
grupie del momento, una escultural bruja de cabello color caoba, había puesto sobre su brazo.
Él retrocedió un poco pretendiendo poner su vaso vacio en la mesa y su admiradora retrocedió
con él. Su boca se curvó en una triste sonrisa que, por un momento, desee saborear más que
nada en el mundo. No culpaba a las admiradoras. No mucho. Mircea era perfectamente capaz
de utilizar su apariencia y su reputación para su ventaja… era, prácticamente, un requerimiento
de trabajo, el problema era que la mayor parte del tiempo no lo hacía a propósito. Él
simplemente disfrutaba los alrededores, donde quiera que estuviera y sin importar lo que
estuviera haciendo, con una sensualidad inconsciente que era tan parte de él como el color de
su cabello.

Aún con el poder extra que mi puesto me había otorgado, el geis estaba fortaleciéndose en mí,
sólo estar de pié junto a él era suficiente para acelerar mi corazón y hacer mi pulso latir con
fuerza. Y mi cuerpo estaba haciéndose evidentemente lento en obedecer las órdenes de mi
cerebro de no mirarlo, no tocarlo, no notar cada pequeña cosa de él. Como la forma en que su
cabello aún mantenía la ligera reminiscencia del frío viento de afuera; como la calidez de su piel
cuando tocaba con la punta de un dedo la curva de mi labio superior. - Un remanente de la
poción- murmuró mientras su dedo acariciaba mis labios. Por supuesto, algunas veces lo
estaba haciendo a propósito.

Levanté la vista para encontrarme con unos ojos que eran tranquilos, intensos e inteligentes,
bajo esa mirada era fácil creer que yo era la única persona en la habitación que tenía algún
valor para él, la única persona en la tierra que importaba. Pero yo había visto esa mirada antes,
y no sólo dirigida a mí. Los tímidos se volvían parlanchines, los agresivos se volvían maleables y
la gente simple florecía tratando de parecerse a lo que veían en sus ojos… o a lo que creían ver.
Sostuve su mirada por un tenso momento antes de parpadeas y volver los ojos, molesta de que
estuviera haciendo eso conmigo, confusa porque estuviera haciéndolo en ese momento, y me
encontré con los ojos de una vampiro de cabellos oscuros. Su vestido granate se pegada a unas
curvas muy peligrosas, y su mantilla de plata enmarcaba un rostro tan hermoso que por un
momento no pude menos que ver arrobada. Ella extendió una mano pero yo la ignoré, estaba
demasiado elevada para tratarse de un saludo así que asumí que no estaba dirigida a mí.

Mircea, consciente de sus deberes, la besó y le dijo algo en español pero los ojos de la vampira
permanecieron en mí. Eso había durado un incómodo largo tiempo, pero ella no dijo nada, así
que yo tampoco lo hice. Después de un rato, ella decidió verlo a él en cambio.

Tuvieron una breve conversación que no pude seguir, pero entonces me di cuenta de que no
necesitaba hacerlo. Ella era realmente buena para expresar información silenciosamente. Ella
observó su rostro batiendo las pestañas y dejando vagar su dedo por el pronunciado escote de
su vestido, dejando correr sus manos arriba y abajo por los costados de su cuerpo y hablando
con aterciopelados tonos. Cada mirada, cada movimiento decían que ella lo deseaba, con
perfecta franqueza y sin ninguna pena. Alejé la mirada antes de verme tentada a hacer algo
realmente estúpido.

Eventualmente se fue, pero no antes de lanzar otra rara mirada hacia mí. - ¿Una vieja amiga?-
Pregunté tratando de parecer casual. - Conocida- murmuró con los ojos fijos en una pareja de
recién llegados… ambos vampiros masculinos que le hicieron una reverencia a la que contestó
con una inclinación de cabeza, pero su cuerpo se endureció un poco, para el habitualmente
controlado Mircea eso casi equivalía a alguien teniendo una rabieta. Las cosas comenzaron a
cobrar sentido.

Más de doscientos años de vida añadía un montón de fuerza, aún para un maestro de primer
nivel, y los vampiros podían sentir variaciones en el poder de otros tan fácilmente como un
humano podía notar un coste de cabello. Cualquier vampiro que se acercara a nosotros podría
notar que algo en Mircea estaba seriamente fuera de lugar. Él me había utilizado para distraer a
la mujer, pero dudaba que el mismo truco funcionara con los hombres. - Parecían demasiado
amigables para ser simples conocidos- . Comenté sin siquiera molestarme en enmascarar el
sarcasmo de mi voz, me había dolido ser parte de su treta, aún y cuando estaba de acuerdo
con las razones para hacerla. - La condesa y yo servimos juntos en el Senado Europeo por un
tiempo, estaba sorprendida de verme.- Dijo Mircea mientras observábamos a los dos vampiros
tomar sus adornos tricolores con idénticas expresiones sosas. Comenzaron a circular pero no se
acercaron a nosotros. - Se supone que estoy en Nueva York en este momento, estudiando la
posibilidad de crear un nuevo senado ahí- .

- Genial- Era lo que me faltaba, que el Mircea de este tiempo volviera para que la Condesa
como se llame lo interrogara sobre sus vacaciones en París. - No te preocupes, murió en un
duelo antes de que volviera. Además, en cualquier caso, fue de ti de lo que hablamos
mayormente- . - ¿De mí? ¿Porqué?- - Ella quería saber porqué llevas mi marca. Yo se la negué
a ella hace algún tiempo y ella expresó su… sorpresa… de que te la hubiera otorgado a ti- . -
¿Tu se la negaste… a ella?-

Me imaginé que ella debía estar realmente sorprendida, yo me veía bastante bien habiéndome
limpiado casi toda la poción y habiéndome rizado el cabello con los dedos, pero para nada
estaba al nivel de la condesa. No habría necesitado su expresión para comprender que nunca lo
estaría. - Ella quería meterse en mi cama menos por placer que por la ventaja política que eso
le acarrearía- dijo Mircea suavemente. - No puedes hablar en serio, ¿es que acaso es de piedra
la mujer?- - Ha habido muchas a través de los años que han compartido su punto de vista.
Cuando tienes riqueza o poder, siempre hay alguien que encontrará esas cosas más atractivas
que a ti mismo- . - Entonces son idiotas- Lo dije antes de poder refrenarlo, Mircea se rió de
pronto con los ojos ardiendo. - No me preguntaste que respuesta le di dulceaţă-

Probablemente me iba arrepentir de ello pero tenía que saberlo. - ¿Cuál?- Se reclinó, capturó
mi mano y la sostuvo dramáticamente contra su pecho. - Que me cautivaste- . - No le dijiste
realmente eso- . Presionó un rápido beso sobre el pulso de mi muñeca. - Con esas palabras
exactas- . Le arrebaté mi mano deslumbrada. No necesitaba otro enemigo del que cuidarme por
esa noche. - Te llamó Príncipe ¿no es así?- Le pregunté, decidida a cambiar de tema. No hablo
español, pero el término es el mismo en italiano. - pensé que eras un conde- , - No había
condes en Wallachia cuando yo era joven- dijo Mircea dejándome salirme con la mía. - El
término era voivode, algunas veces lo traducen al inglés como - conde palatino, otros prefieren
- gobernador- u, ocasionalmente - príncipe- . Gobernábamos un pequeño país.- Frunció el
ceño. - ¿Porqué no lo usas más?- - La idea de un conde rumano fue un poco demasiado
popularizada cuando el libro de Stoker salió a la luz. Hubiera sido imprudente después de eso.

Fuimos interrumpidos por el arribo de otra hermosa admiradora. Aparentemente todas las
chicas poco agraciadas se habían tomado la noche libre. Me quedé con la mirada fija en la
distancia y traté de concentrarme en cosas más importantes mientras ella soltaba risitas y
coqueteaba, no funcionó, yo no soy estúpida pese a lo que piense la opinión pública. Había
sabido todo el tiempo que no podía tener esto, pero ponerle ojitos de borrego a medio ahorcar
a Mircea mientras yo estaba parada justo a su lado no sólo era vulgar, sino que era insultante y
yo estaba empezando a hartarme, deslicé mi brazo en el suyo, lanzándole a la zorrita mi mejor
mirada de odio. La galaxia que rotaba alrededor de mis pies de pronto se expandió, enviando
su resplandor a un medio metro, suficiente para hacer que su vestido se encendiera en llamas.
Era una bruja no un vampiro así que ella apago las diminutas flamas con una palabra
susurrada, pero no se quedó cerca después de todo.

Miré a Mircea, tardíamente comprendiendo que quizá también le había prendido fuego, pero no
aparecieron agujeritos achicharrados en sus pantalones negros y no ví ninguna voluta de humo
tampoco. Eso no tenía sentido si lo pensaba. - ¿Porqué no te incendiaste?- Levantó una ceja -
¿Desearías que me hubiera incendiado?- - No pero… el vestido tuvo, este, un ligero efecto
sobre Marlowe- Y ni siquiera había brillado tanto en ese momento. La ceja se elevó un poco
más, - ¿Incendiaste al Senador Marlowe?- - Bueno, no intencionalmente- Mircea me miró
fijamente. - Estábamos en la cámara del Senado y él se acercó un poco….- - ¿En la Cámara del
Senado?-
Le fruncí el ceño, su cara parecía contorsionarse por alguna razón. - Sí, él me había arrastrado
a ver a la Cónsul…- - Lo incendiaste en la Cámara del Senado enfrente de la Cónsul- - Fue
sólo un pequeño fuego- dije pero me callé porque estalló en carcajadas, todo su rostro
arrugándose todo él dientes brillantes y boca curvada e irresistible. - Se las arregló para
apagarlo- dije a la defensiva, él sólo siguió riendo. - Dulceaţă- jadeó finalmente - por mucho
que hubiera dado por ver eso, sería mucho mejor que no repitieras la actuación esta noche.- -
Yo no…- - Sólo lo menciono porque creo que Ming-de desea una audiencia- - ¿Qué?-

Inclinó la cabeza ligeramente hacia el lado opuesto de la habitación, donde la versión china de
la cónsul estaba flanqueada por sus cuatro guardaespaldas. - Sería prudente que te refrenaras
de encender en llamas a la Emperatriz china- . - Parece ocupada- dije débilmente. Era cierto…
ella ya había reunido una larga corte de admiradores… pero también era cierto que ya había
tenido suficientes mujeres formidables por una noche. Mircea ni siquiera se molestó en replicar,
se limitó a usar nuestros brazos unidos para jalarme a través de la habitación.

Nos detuvimos enfrente del estrado en el que Ming-de había estacionado su silla-trono. Tenía
dragones también, retorciéndose por la parte trasera del asiento, pero por lo menos no se
movían. A diferencia de los abanicos que se habían residenciado a ambos lados de su cabeza y
se movían ondeando en el aire como dos mariposas hiperactivas. Nadie los sostenía, las manos
de los guardias estaban ocupadas con sus lanzas que, dado que eran vampiros, asumí que eran
meramente ceremoniales. Especialmente porque los abanicos terminaban en cuchillas y
probablemente podían pasar de hacer circular el aire a cercenar carne en un instante.

Había estado tan absorta en el espectáculo que era Ming-de que no me percaté
inmediatamente de que estaba hablando hasta que Mircea me dio un golpecito con su pie. Volví
los ojos de los abanicos danzarines a los líquidos ojos negros que me veían desde una diminuta
cara de forma oval. Ming-de parecía tener veinte años y sí, era deslumbrantemente bella.
Suspiré. Claro, ella quería ver a Mircea. Sólo que no era a él a quien estaba viendo. Me
pregunté si quizá debiera colgarme un letrero que dijera: VÍCTIMA DE UN HECHIZO PÍCARO,
NO SOY UNA AMENAZA, antes de que alguien comenzara a planear eliminarme de la
competencia. Ming-de estiró una mano con unas uñas rojas, brillantes y ridículamente largas (el
sólo pulgar podía medir algo así como seis pulgadas y se curvaba hacia afuera como una
ramita) que me tomó unos cuantos segundos darme cuenta de que me estaba dando.

Era un bastón con un feo nudo marrón al final, di un paso hacia atrás antes de que pudiera
sacarme el corazón o lo que fuera pero me siguió hasta me las arreglé para enfocarlo, a pesar
de tenerlo casi pegado a mi nariz. El nudo se deshizo en una cabeza encogida que llevaba una
pequeña gorra de capitán en su ralo cabello. - Su Majestad Imperial, la Emperatriz Ming-de,
Alteza Serenísima del Tiempo Presente y Futuro, Dama de los Diez Mil años, quisiera hacerte
una pregunta- dijo en un tono aburrido y monótono que no obstante se las arregló para
demostrarme su disgusto conmigo, con su Ama y con el mundo en general.

Parpadee. - Tu no eres chino- El acento británico lo delató, eso y el hecho de que las hebras
remanentes de su pelo eran rojas. La cabeza soltó un largo sonido suspirante. - No tendría
mucho maldito uso como intérprete su lo fuera ¿o si? Y ¿Cómo lo supiste?- - Bueno yo sólo…-
- Es el sombrero ¿no es así? Ella me obliga a llevarlo para que la gente pregunte. - ¿Pregunte
que?- - ¿Lo vez? Siempre funciona. Es parte de mi castigo, tener que contarle a cualquier hijo
de vecina la historia de mi trágica vida y dolorosa muerte, antes de que ellos respondan una
sencilla pregunta- . - Ok, disculpa, ¿Cuál es la pregunta?-

La cosa me vio con suspicacia. - ¿No quieres escuchar sobre mi trágica vida y dolorosa
muerte?- - No realmente- La cosa de pronto se vio ofendida - ¿Y porqué no? ¿Mi muerte no es
suficientemente interesante para ti? ¿Cómo te interesaría eh? ¿Quizá si Robespiere, maldito sea,
estuviera colgando aquí te interesarías suficiente como para escucharlo? ¿Hummmm?- - Yo
no…- - Pero un simple capitán de la compañía de Indias Orientales que cometió el error de
dispararle al barco equivocado. Oh no, ¿no es suficientemente importante para molestarte?- -
¡Mira!- dije fulminándolo con la mirada - No estoy teniendo una muy buena noche aquí.
Dímelo, no me lo digas… ¡No me importa!- - Bueno, no hay razón para que grites- dijo
enfurruñado - La ama sólo quiere saber el nombre de tu costurera- - ¿Qué?- - La bruja que
encantó tu atuendo- explicó en un tono que dejaba bien claro que para él, las molestias más
grandes de la vida después de la muerte eran tener que lidiar con gente como yo. - Él no está…
disponible justo ahora- Lo que era suficientemente cierto dado que no había nacido aún. -
Tratando de guardar el secreto para ti ¿eh? ¿A la ama no le gustará eso?- dijo la cosa
alegremente.

Mircea y Ming-de habían estado hablando mientras yo peleaba con su ayuda. Ni siquiera había
tratado de seguir su conversación dado que era en Mandarín pero reconocí la frase - Codex
Merlini- , y aunque no lo hubiera hecho, el repentino agarre tenso de Mircea habría llamado mi
atención. - ¿Estamos aquí por el Codex?- susurró. Lo miré, preguntándome a que se debía
todo el alboroto. - Si, yo te dije…- - ¡Dijiste un libro de hechizos!- Mircea comenzó a
reverenciar y murmurar una rápida diatriba de chino mientras me alejaba de Ming-de. - ¡Eso
es!- - Dulceaţă, describir el Codex Merlini como un libro de hechizos es casi lo mismo que decir
que el Titanic era un barquito- .

No comprendí a donde iba todo aquello, pero no pude evitar notar que nos dirigíamos a la
puerta. - ¡Espera! ¿A dónde vamos?- - Lejos de aquí- Me jalonee hacia atrás… ¿por qué? No
tengo idea dado que no me sirvió de nada. - ¡Pero la subasta está a punto de empezar!- - Eso
es lo que temo- murmuró justo cuando las luces se apagaron. La habitación no había estado
muy iluminada antes, sólo unas cuantas velas esparcidas por ahí, pero ahora estaba
simplemente en las tinieblas. Sentí un brazo deslizarse por mi cintura y solté un gañido antes de
reconocer el escalofrío del geis. La gente murmuraba y pululaba a nuestro alrededor mientras
Mircea rodeaba la multitud prácticamente cargándome.

No comprendía que estaba mal con él; nadie parecía feliz con el repentino apagón pero nada
amenazador parecía haber sucedido tampoco. Para el momento en que alcanzamos las
escaleras, mis ojos se habían habituado lo suficiente para distinguir la luz que mi traje
despedía. La habitación era toda luz de luna y sombras y parecía justo como antes. Hasta que
un montón de sombras oscuras entraron a través de las ventanas.

Mircea me jaló a sus brazos y voló al vestíbulo donde encontramos otra media docena de
sombras oscuras que venían. Mis ojos no podían enfocarse en ellas, pero no pensé que tuvieran
que ver nada con la falta de luz, y entonces estábamos de vuelta arriba en el mismo tiempo
que me habría tomado desplazarme. Mircea se detuvo en la librería, aterrizando para evadir al
mago que tropezó de espaldas por la puerta con los abanicos voladores de Ming-de zumbando
alrededor de su cabeza como enojadas avispas. Uno de ellos golpeó uno de los candelabros
partiéndolo limpiamente en dos.

Miré por la puerta de la Biblioteca pero no pude ver nada más que una tormenta de hechizo,
golpes y gritos, todo lo cual era demasiado brillante para que mis ojos lograran distinguir
ningún detalle. Entonces Mircea tomó a un mago que bloqueaba las escaleras que subían y lo
lanzó hacia abajo, él golpeó el grupo de sombras oscuras que estaban tratando de subir por las
estrechas escaleras al mismo tiempo y la mayoría de ellas cayeron rodando por las escaleras.
Los abanicos los siguieron como si tuvieran una misión.

Parpadee y estábamos en el siguiente nivel, donde un mago estaba luchando con la condesa,
su hermosa mantilla se había expandido para convertirse en una brillante red que se había
envuelto en torno a él como una telaraña. Justo antes de que alcanzáramos el último grupo de
escaleras, ella se lanzó sobre él con los colmillos extendidos y listos. Alguien agarró mi pie
mientras llegábamos al nivel del ático pero Mircea lanzó una patada hacia atrás y yo escuché el
sonido de quien haya sido cayendo por las escaleras. El arrancó la puerta de lo que parecía la
habitación de un sirviente, abrió una ventana y nos tuvo parados en la helada y resbaladiza
cornisa antes de que pudiera protestar.

Entonces se detuvo, mirando hacia abajo a la entrada principal donde varias docenas de figuras
oscuras estaban entrando por la puerta del frente. Seguramente se quedaron sin ventanas que
romper. Pensé atontada. - ¿Puedes hacer lo que hiciste en el Casino?- Preguntó Mircea, con
una voz más calmada de lo que tenía derecho a tener dadas las circunstancias. - ¿Qué? No, aún
no. El mareo y las nauseas de todos esos desplazamientos casi habían pasado, pero aún me
sentía seca. Dudaba que hubiera podido desplazarme a mí, mucho menos que pudiera
desplazarnos a ambos.

Mircea no hizo ninguna pregunta, sólo me movió a una posición de carga de bomberos sobre su
hombro derecho, lo que me permitió ver a la figura cubierta con una capa que entro en la
habitación tras de nosotros. Era el huésped encapuchado y yo decidí que aún no quería
averiguar que había ahí debajo. - Voy a tener que brincar Dulceaţă- Dijo Mircea lanzándole al
recién llegado una mirada indiferente. - ¿Cómo? ¿Brincar?- Estaba segura de que había
escuchado mal.

La capa lanzó un hechizo a toda velocidad por las escaleras, después bloqueó la puerta
empujando un pesado guardarropa contra ella. - Si vas a saltar hazlo o sal del camino- gruñó Y
entonces comencé a preguntarme en que momento había caído por el agujero de Alicia en el
País de las Maravillas. Debe ser el stress pensé vagamente. Eso tiene que ser. Estoy esperando
para que el resto de los magos entren a poner la bomba. Replicó Mircea lacónicamente. - ¿Cuál
bomba?- dijimos al mismo tiempo el encapuchado y yo.

- La que los magos de guerra del coven de París pondrán para destruir esta casa y, esperan, al
Codex.-

Con razón se había desquiciado allá abajo, o lo que él había hecho. Debía haber escuchado
sobre esta tarde en algún lugar, era suficientemente interesante como para que mucha gente
hablara de eso. Realmente no quería quedarme, pero no podía irme, ¡No estando tan
desquiciantemente cerca! - ¿Porqué destruirlo?- Pregunté - ¿Acaso no lo quieren para ellos?- -
Si, es por eso que lo están buscando ahora. Pero si no lo encuentran destruirán esta casa y
todo lo que hay en ella antes de permitir que caiga en las manos de los oscuros- . - El Codex no
está aquí- dijo la Capa metiéndose por la fuerza en la ventana. Ahora éramos tres los
repantigados en la cornisa helada. - ¡El coven va a matar a docenas de personas sin tener
necesidad de hacerlo!- - Lo dudo- dijo Mircea señalando con la cabeza el fuego que se había
iniciado frente a la casa, entre los magos y los invitados a la fiesta, la mayoría de los cuales
parecía haber escapado de la trampa mortal de la biblioteca en buenas condiciones.

Me encogí hacia atrás mientras la Parindra pasaba con tal rapidez que la brisa revolvió mis
cabellos, aparentemente había encontrado otro uso para su alfombra mágica. Él lanzó algo a la
multitud de magos allá abajo que explotó con una bruma amarilla que comía a través de sus
escudos como ácido y incendió a muchos de ellos. También causó el incendio de la barcaza lo
que hizo que el elefante se asustara.

La bestia dejó escapar un resoplido enojado y se lanzó en una estampida, atrapando a un mago
con su trompa y estrellándolo contra una casa cercana la que golpeó con un enfermizo crujido.
El ataque diseminó a los magos que salieron corriendo en todas direcciones para evitar se
aplastados por el elefante o por el pesado baldaquín que se había deslizado por su espalda y
estaba colgado de aquí para allá como un enjoyado ariete. - Eso debería bastar- dijo Mircea. -
Espera ¿de que estás hablando? ¿Debería bastar para que?- pregunté y sentí sus músculos
tensarse debajo de mí. Me percaté de que la conmoción había dejado el área bajo nosotros
momentáneamente libre de magos y Mircea pretendía tomar ventaja de eso. - Oh no, no, no,
no, no, verás, estoy empezando a desarrollar un miedo a las alturas y…- - Sostente- dijo y
estuvimos transportándonos en el aire.

Ni siquiera tuve tiempo de gritar, sentí una ráfaga de aire helado, una breve sensación de no
tener peso y después nos estrellamos en la cubierta del barco. Mircea sufrió lo peor de la caída
pero esta me lanzó fuera de sus brazos, enviándome a toda velocidad contra la capa, el mago
aparentemente había brincado junto con nosotros. No se sentía como un vampiro… no sentí un
escalofrío recorriéndome la espalda… Pero ¿Cómo demonios se las había arreglado un humano
para hacer ese salto y sobrevivir?

No tuve tiempo para descubrirlo, porque un hechizo golpeó la barca, haciéndola estremecerse y
corcovear bajo nosotros, enviándonos a ambos tambaleando hasta la reja, justo frente al lugar
donde un mago trataba de subir. Un tipo vestido como los sirvientes de Ming de corrió hacia
nosotros y comenzó a acuchillarlo con una lanza, pero el mago se las había arreglado para
mantener sus escudos, y todo lo que el ataque logró fue encolerizarlo. Subió por un lado y él y
el guardia se enredaron cojeando antes de rodar justo hacia mí y la capa. Recibí una patada en
el estómago que me dejó sin aliento pero a la capa le fue peor pues su cabeza se estrelló con
fuerza en la reja de madera pesada de la barca.

Mircea se había levantado y miraba atontado sobre la baranda, a penas logró recuperarse antes
de que un hechizo volara sobre él chisporroteando y explotando contra la fachada de piedra de
la casa detrás de nosotros. No fue el único, los hechizos volaban por todas partes, haciendo que
el oscuro cielo se iluminara casi como si fuera de día… si la luz del día viniera en todos los
colores del arcoíris. - Nunca lograré sacarte de esto con vida, no sin un escudo- dijo con
gravedad, - Y en este momento estoy demasiado débil para proveerte de uno, tendré que
improvisar.- Tuvo una breve conversación con los vampiros chinos remanentes - Zihao te
protegerá, no abandones el barco- Añadió antes de saltar por un lado. - ¡Mircea!- Me incliné
por el borde de la barca, pero toda la calle era un hervidero de actividad y no pude verlo,
aunque si logré vislumbrar a alguien más. Aparentemente la condesa había terminado su
comida y había venido por el postre, y yo no tenía que preguntar a quien había elegido para
llenar ese papel. ¡Maldición! Sabía que algo así iba a suceder.

Brincó a la cubierta y dijo algo en español que yo no comprendí, después sonrió malignamente,
lo que si comprendí. Traté de levantarme, pero la cola que Augustine había añadido a mi
vestido me lo impidió a envolverse en mis tobillos como una cuerda. Ella comenzó a reírse,
mientras yo jalaba el sedoso material que sencillamente se negó a desenredarse o dejarme ir.
Entonces ella se acostó a mi lado y liberó mis pies con un giro de su muñeca. - Si lo quieres,
pelea por él, pero de pie, bruja- me dijo mientras Zihao se las arreglaba para encontrar algo
que hacer en el lado más lejano de la cubierta. Aparentemente, defender mi vida no incluía
vérselas con una celosa miembro del Senado honestamente,no podía culparlo por eso. Me
levanté trastabillando y sonreí tentativamente. - Eso fue muy, este, decente de tu parte- . Dije
esperanzada, quizá podríamos encontrar la manera de arreglar esto. Esa red brillante y
plateada se elevó detrás de su cabeza hasta que pareció convertirse en un marco para su
hermoso rostro. - No realmente- sonrió - la verdad es que prefiero cenar de pié. O quizá no.

La diáfana trampa se lanzó por sí misma hacia mí, como había hecho con el mago que, estaba
segura, no había logrado salir de la casa. Pero se detuvo atrapada por un campo de estrellas
que de pronto se habían arremolinado a mí alrededor, como una galaxia en miniatura, por unos
segundos, la mantilla colgó en el aire, un objeto inamovible encontrándose con una fuerza
irresistible. Entonces todo explotó con la fuerza de una estrella volviéndose nova.
Crucé mi brazo sobre mis ojos para apagar el brillo y cuando volví a ver, la condesa estaba ahí
de pie como si nada hubiera sucedido, si bien no pensé que ese fuera el caso, porque pude ver
pedazos de la baranda a través de ella en la forma de cientos de pequeños agujeros que las
estrellitas habían abierto en su cuerpo. Y entonces, ella cayó, deslizándose por un lado de la
barca hasta la calle. Me quedé parada ahí, viendo fijamente su maltrecho cuerpo, anonadada y
más que nada un poco alucinada. Estaba viva, pero posiblemente no por mucho tiempo, porque
un maestro vampiro no podía ser asesinado por algo como eso, herido, enojado, embravecido sí
pero no matado. Ella podía levantarse en cualquier momento y, tan pronto como lo hiciera, yo
estaba frita. Realmente necesitaba irme de la barca.

Zihao se acercó a mí mientras yo trataba de buscar un lugar libre en el tumulto, en algún lado,
en cualquier lado. Había perdido la lanza pero se había improvisado una nueva arma con un
largo remo que empezó a mover sobre su cabeza. - ¡Espera!- Me dejé caer de rodillas, lo que
no fue difícil pues tenía las piernas flojas de cualquier modo, y extendí mis manos con las
palmas hacia arriba. Las estrellas habían vuelto a su lugar habitual y no parecían moverse más.
Pero el guardia se detuvo de cualquier modo. Dijo algo que, de nuevo, no comprendí. Estaba
empezando a envidiar el aparato traductor de Ming-de, pese a que fuera tan temperamental.
Finalmente pareció cuenta de que no lograba comunicarse conmigo y nos señaló con el pulgar
al encapuchado y a mí, como si preguntara si estábamos juntos y yo asentí vigorosamente. No
era verdad, pero tampoco era mentira pues obviamente no estaba con los enemigos y yo ya
había visto suficiente sangre para una noche.

Eso pareció satisfacer al guardia que comenzó a deambular buscando a alguien más a quien
atacar. Yo volví mi atención al de la capa y me pregunté si había perdido mi tiempo defendiendo
un cadáver porque el hombre yacía en el piso inmóvil, con un pálido brazo extendido fuera de la
capa pero con la capucha aún cubriéndole el rostro. No parecía estar respirando, aunque lo
cubría demasiada ropa suelta como para que pudiera afirmarlo. Pero el brazo estaba caliente y
parecía lo suficientemente humano. Le quité la capucha para buscar heridas. Me detuve en
seco. Podía escuchar la hecatombe a todo mi alrededor, el elefante bufando, los vidrios
rompiéndose, la gente maldiciendo. Pero nada de eso parecía tan real como el rostro en medio
de toda esa tela negra iluminado por miles de colores de los hechizos voladores. Un rostro
demasiado familiar.

No, seguramente me habían golpeado en la cabeza y no había logrado darme cuenta porque
tenía que estar alucinando. Parpadee con fuerza un par de veces, pero no funcionó, el rostro
permaneció obstinadamente igual. Presioné las palmas de mis manos contra mis ojos y me
quedé así por unos minutos, sin hiperventilar porque eso podría debilitarme y no podía
permitirme eso. En el momento en que permití que mis manos cayeran en mi regazo otra vez
me las había arreglado para controlarme, algo… un poco.

Miré al rostro y, de acuerdo, quizá comencé a hiperventilar un poco mientras mi cuerpo trataba
de comprender la loca, estúpida y completamente imposible cosa que mis ojos insistían en
mostrarme. Estaban completamente equivocados… tenían que estarlo… porque ese no podía
ser Pritkin. Yo lo había dejado en el Dante bajo la feliz creencia de que iba a entrar a trabajar
más temprano. Y, a menos que él hubiera encontrado una máquina del tiempo en algún lugar,
él seguía ahí. Pero tampoco era Rosier, porque, aunque me constaba que el Lord demonio podía
sangrar, dudaba que hubiera quedado inconsciente por una herida menor en la cabeza.

Se veía un poco diferente, pensé entumecida, con el cabello rubio rojizo más largo, cayendo en
sus ojos y rozando sus hombros. Se veía más joven, su rostro un poco más delgado lo que
hacía que su nariz se viera más grande de lo habitual y haciendo que sus pómulos destacaran
más. Sus labios, que de cualquier manera eran siempre delgados, eran una fina tajada a través
de su mandíbula. Pero supuse que había necesitado alguna especie de disfraz, porque no podía
verse igual toda la eternidad. Alguien tendría que haberlo notado forzosamente, quizá esa era
la razón por la que sabía tan poco sobre vampiros, no hubiera sido inteligente convivir con
criaturas que fueran tan vetustas como tú, que quizá podrían recordar un rostro de unos
cuantos cientos de años atrás, sin importar el tipo de disfraz que utilizara. Y Pritkin nunca había
sido estúpido.

No, no Pritkin me corregí y escuché la voz del molesto djinn diciéndome que el autor del Codex
había sido mitad íncubo. Y Casanova había dicho que en toda la historia sólo había habido uno
así. Miré el rostro bajo el ridículo corte de cabello de pajecito… dios, él nunca había tenido un
corte de cabello decente ¿o si?... y no lo creí. Pero el hecho permanecía, yo sólo conocía un
mago británico, mitad incubo con una seria alianza al Codex que estuviera por ahí en 1793 y su
nombre no era Pritkin. ¡Maldición! Si yo incluso lo había dicho una vez… él sencillamente no se
veía como un John, pero de pronto se vio demasiado como un Merlín.

CAPÍTULO 21

Los párpados se elevaron y un momento después fui traspasada por una familiar mirada verde.
Hice lo posible por parecer preocupada y no amenazante… lo que no era difícil, pues de
cualquier manera estaba sentada sobre mi pistola y era mucho más lenta que Pritkin para
apuntar de cualquier manera. No había tenido tiempo de buscarle armas, pero con él eso era
básicamente superfluo pues siempre iba armado hasta los dientes.
Los ojos verdes vagaron sobre mí con la misma valoración objetiva pero amenazante que yo
recordaba de cada vez que nos habíamos enfrentado con un enemigo. Había pasado mucho
tiempo desde la última vez que yo la había recibido, pero la recordaba vívidamente, a pesar del
frío, estuve sudando en menos de diez segundos.
Pritkin se desenrrolló con los ojos vigilando hasta mis inspiraciones, mientras se sentaba con
lentitud, mareado pero ocultándolo tan bien que, si no lo hubiera conocido, me lo hubiera
perdido. - Y pensar que creí que el vampiro era la más grande amenaza- dijo dirigiendo un
rápido vistazo sobre la baranda y volviendo los ojos a mí.
- No soy una amenaza- Le dije sintiéndome aún atontada. Más allá del cabello él se veía…
igual. Sólo igual, tanto que seguía esperando que exigiera café y me regañara por algo.
- Llevas bien la máscara de la inocencia afligida- dijo, viéndome con los gélidos ojos mientras
se ponía de pie. - Pero a diferencia del vampiro, yo no te subestimaré.-
- Quiero decir que yo no soy una amenaza para ti- , aclaré. - Estamos en el mismo lado.-
- Un subterfugio baladí- dijo despectivamente. - Yo sé lo que buscas y a quien sirves, ¡Es por
causa de idiotas como tú que estamos enfrentando este pandemonio de destrucción!-
Él dio un paso atrás hasta que su cadera golpeó la verja, entonces pasó por encima una pierna.
Yo no tenía idea de a donde creía que iba con todo eso, pero conociéndolo, se arriesgaría y yo
no podía permitirlo. Si alguien aquí podía saber dónde estaba el Codex ese era el hombre que
lo había escrito.
- ¡Por favor!- dije desesperada - ¡No sirvo a nadie! Podemos trabajar juntos, ayudarnos
mutuamente…-
- Si tú no estás al servicio de esa alma vengativa, entonces has sido engañada por los que
tienen estos proyectos destructivos. Si es tarde, entérate de esto; no sé qué mentiras te hayan
dicho, pero no hay más seguridad que en la resistencia, no hay esperanza de asegurar nuestros
derechos y nuestras vidas sino oponiéndonos al poder que incuestionablemente han diseñado
para invadirnos y trastornarnos.-
Aún estaba intentando descifrar sus palabras cuando ví una pesadilla alzarse del suelo tras él. El
cuerpo de la Condesa se veía extrañamente similar a un queso suizo, con sangrientos agujeros
en los restos de su traje negro, pero filamentos de carne roja y venas púrpura habían
empezado a formarse entre los espacios, llenándolos. Y yo sabía que el resultado sería tan
bueno como cualquiera, si un vampiro podía moverse, era mortal, y esta había vuelto a ponerse
de pie. Uno de los agujeros le había sacado un ojo, dejándole un cráter quemado en lo que
había sido su hermoso rostro, pero el otro se enfocaba malévolamente en mí.
Yo estaba totalmente muerta.
Mi vestido seguía sin moverse… aún hermoso pero inútil como defensa. Comencé a rebuscar en
mi bolso, esparciendo las joyas por la cubierta quemada mientras trataba de encontrar el arma
que, probablemente no me ayudaría de cualquier modo. Entonces escuché un extraño sonido
ruidoso y repentino y levanté la mirada para encontrarme con una columna de llamas en el
lugar donde la condesa había estado y un vial de poción vacío en la mano de Pritkin.
Ella gritó y corrió entre la multitud, directo al camino del elefante, que bufó su miedo a la vista
del fuego que se dirigía directo a él y, supongo que sus instintos fueron tratar de apagarlo
porque una de sus enormes patas cayó con la fuerza de un enorme ariete justo sobre ella
siendo seguida por la otra para más seguridad, y entonces yo volví la mirada porque, o lo hacía
o me sentiría realmente enferma.
- Me hiciste un servicio- decía mientras tanto Pritkin - Ese fue el pago. No te fíes a mi buena
voluntad otra vez- Él subió a la verja, aún vigilándome con el rabillo del ojo, y cuando Parindra
pasó en otra de sus vueltas, atrapó el borde de la alfombra y se fue.
- ¡Pritkin!- Grité el nombre equivocado, pero no importó; para el momento en que las palabras
salieron de mi boca, él ya estaba fuera de mi alcance, aunque no fuera de problemas.
Le tomó a Parindra casi un segundo notar que llevaba un polizonte, pateó con el pié pero Pritkin
serenamente lo sujetó, lo que pareció fastidiar al cónsul hindú que elevó la alfombra en ángulo
recto hasta varios metros sobre los bordes de las casas antes de tratar otra vez. En esta
ocasión, tuvo éxito, desmontando a Pritkin con una patada que pareció violenta aún desde la
distancia a la que yo estaba, y lo envió volando hacia la noche.
Me quedé mirando horrorizada, con el corazón en la garganta, sabiendo que ni siquiera un
mago podía sobrevivir de una caída de tal altura, pero antes de que el grito que estaba
formándose en mi garganta encontrara la manera de salir, una diáfana masa se formó sobre su
cabeza, brillante azul claro contra el cielo negro como una medusa neón, la parte inferior rodeó
los brazos y las manos de Pritkin, con el resto hinchándose sobre su cabeza descendiendo la
velocidad de su descenso para volverlo lento.
Sabía que sus escudos podían hacer muchísimas cosas, pero un paracaídas era una cosa nueva.
Estaba funcionando y, a menos que hubiera alguna brisa que yo no pudiera sentir, él tenía, por
lo menos, algo de control sobre la cosa y él no estaba tratando de volver a la casa, estaba
encaminándose en la otra dirección.
- La magia humana nunca deja de maravillarme- Dijo Mircea desde detrás de mí.
Me giré. - ¡Tenemos que alcanzarlo!-
- Ming-de ha acordado llevarnos con ella cuando se vaya, lo que será muy pronto. No sé cómo
reaccionará ante la posibilidad de llevar un mago desconocido a bordo.-
- ¡No para ayudarlo… para capturarlo! ¡Él tiene el Codex!-
La mirada de Mircea se afiló. - ¿Estás segura? ¿Lo viste?-
- No necesito hacerlo- dije con fiereza - Está tratando de marcharse, y no hay forma de que lo
hiciera a menos que ya tuviera lo que desea. En algún lugar, bajo esa capa monstruosa lo
llevaba escondido. Y ahora estaba huyendo con él.-
Mircea me estaba viendo con extrañeza. - ¿Conoces a este mago?- . Tuve una reacción tardía
pues luego recordé que Mircea no había visto a Pritkin sin la capucha. Eso estaba bien en
cuanto a la integridad de la línea del tiempo, pero significaba que él no sabía a qué clase de
mañoso, taimado y peligroso hijo de puta, estábamos enfrentándonos.
Antes de que pudiera responder hubo un destello de luz roja y un crujido que fue audible
incluso sobre el sonido de la batalla y en un parpadeo, Pritkin simplemente se desvaneció. -
¿Qué demo….? ¡Desapareció!-
- Quédate aquí- Mircea saltó sobre la verja y vadeó la carnicería hasta donde Ming-de recién
emergía de la casa. Su silla, parecida a un trono, había vuelto al modo flotante, deslizándose
serenamente a través del caos; sus abanicos, abriendo un amplio camino frente a ella mientras
sus guardias empalaban y cortaban todo lo que se les ponía en frente a cada lado. Pero los
abanicos parecieron reconocer a Mircea porque lo dejaron pasar a hablar con su Ama.
Un momento después había vuelto y usando un cuchillo que le quitó a un mago que pasaba,
arrancó uno de los orbes de las garras del dragón. - ¿Qué estás haciendo?-
- Te prometí que te llevaría a través de las líneas de Luz, parece que cumpliré esa promesa más
rápido de lo que pensé.- Con un giro de la muñeca el orbe cayó suelto sobre su mano. Ming-de
flotó grácilmente sobre la rampa que se retrajo tras ella. El barco entero comenzó a
estremecerse y lentamente se levantó del suelo, como el globo aerodinámico que no era.
- ¡Espera!- levanté la voz para ser oída por encima del sonido de dos docenas de hechizos
golpeando la barca al mismo tiempo; parecía que los magos no estaban muy felices de que
Ming-de se fuera tan temprano. - ¡No lo entiendo!-
- Te lo explicaré después, pero si deseas capturar al mago debemos movernos rápido-
- ¡Pero las líneas de luz son fuentes de energía masivas!- La forma en que la pixie las había
descrito, una mezcla entre erupción volcánica y reactor nuclear. - ¡No podemos entrar en ellas!-
- Te aseguro que podemos- Dijo Mircea poniendo un brazo alrededor de mi cintura mientras la
cabeceante barca despejaba los tejados.
- No me refería a eso- dije con voz chillona mientras él nos subía de un brinco a la verja que
rodeaba el barco, balanceándonos ahí con una completa falta de apreciación por pequeños
detalles tales como inestables construcciones, molestar a magos de guerra y, oh, claro,
gravedad.-
- Sostente-
Negué violentamente con la cabeza. - No, verás, cada vez que tú dices algo así terminamos en
algo realmente…- Mircea se encorvó ligeramente y sus músculos se tensaron, yo chillé - No
podemos…-
Y entonces lo hicimos. Mircea brincó en lo que, por un segundo, no fue más que aire vacío,
entonces fuimos arrastrados de lado a lado hacia un tormentoso remolino de luz y color, fue
como estar en medio de rápidos pintados con sangre que se precipitaban demencialmente por
una catarata del tamaño del Niágara. Destellos de cegadora luz explotaron a todo nuestro
alrededor mientras líquidos canales de pura energía corrieron y se arquearon sobre nuestras
cabezas. Había demasiado para que mi mente asimilara, así que pasó un momento antes de
que me diera cuenta de que no estábamos friéndonos.
- No tenemos escudos como los magos- dijo Mircea viéndose eufórico, - Pero entrar a una línea
de luz, aún sólo rozar el borde de una sin ellos, es una locura. Las fuerzas de energía nos
consumirían en un instante.-
- Entonces ¿Porqué no estamos siendo consumidos?-
Él señaló una diáfana burbuja de energía dorada que brillaba suavemente a nuestro alrededor,
junto a la vibrante energía de la línea de luz era casi invisible. - Los magos más fuertes pueden
usar las líneas de luz para transportarse rápidamente en distancias cortas con tan sólo sus
escudos personales. Los viajes más largos requieren de algo más substancial algunas veces- .
Me quedé viendo asombrada la corriente de energía que nos impulsaba hacia adelante. -
¿Cómo supiste siquiera que esto estaba aquí? No había nada visible- .
- Quizá nada visible con los ojos, pero tú también podrías sentirlo si supieras qué buscar-
Quedé impresionada por un momento hasta que Mircea de pronto sonrió. - O puedes hacer lo
que la mayoría de nosotros hace y llevar contigo un mapa.-
- Pero tú no tienes un mapa-
- Viví en París por muchos años; hace mucho tiempo que memoricé la localización de las líneas-
admitió - Las usaba todo el tiempo-
- ¿Andabas cargando todo el tiempo algo así?- señalé el orbe en sus manos, la cosa era tan
grande como una pelota de soccer.
- Hay escudos de bolsillo, aunque no proporcionan un viaje tan placentero.- Un remolino
particularmente grande en la corriente eléctrica nos envió a la derecha girando por un
momento.
- ¿Agradable?- Pregunté aferrándome a su brazo para evitar caerme.
- Oh, sí- Mircea acarició amorosamente la pequeña esfera mientras de algún modo nos
devolvía al centro de la corriente donde estaba ligeramente más calmado. - Odiaré tener que
devolverla- Me sonrió otra vez, obviamente exultante por el salvaje viaje. - Es más que un
escudo, también puede ayudarte a encontrar las líneas brillando más cuando una está cerca, y
puede abrir una fisura en ellas si se le sitúa directamente en su camino.-
- Pero ¿Cómo se supone que encontraremos al mago en todo esto?-
Mircea señaló un remolino de luz frente a nosotros. - Alguien salió de la línea ahí hace no
mucho tiempo. No he notado ninguna otra actividad en ella antes ¿tu sí?-
- No tengo idea- Entre los hechizos, el duelo y todo el asunto con Pritkin, podría haber media
docena de actividades al mismo tiempo y probablemente ni siquiera lo habría notado.
- Tendremos que arriesgarnos- dijo Mircea - Sostente- .
- ¿Sabes? De verdad estoy empezando a odiar que…-
Y entonces comenzamos a caer, deslizándonos por el lado de la línea hacia una tormenta de luz
y sonido. Por un momento, creí que algo había ido terriblemente mal, pero con una repentina
ausencia de color y un resonante boom, como el golpear de un trueno, nuevamente nos
encontramos en terreno sólido.
- El barrio latino- Escuché decir a Mircea mientras mis ojos luchaban por ajustarse con
brillantes colores aún desplazándose ante mí sumiendo mis ojos en las sombras, como si de
fuegos artificiales contra el negro fondo del cielo se tratara. - Esta área es una maraña de
pequeñas calles, aún en nuestro tiempo, esto no será tan sencillo como esperaba.-
Finalmente me las arreglé para enfocarme en una única fuente remanente de luz, el orbe en
sus manos. Estaba brillando suavemente, aunque, si continuaba poniendo un escudo a nuestro
alrededor yo ya no podía verlo. Por supuesto, no era que pudiera ver mucho tampoco. Más allá
del pequeño puñado de luz, todo lo que podía dilucidar eran los edificios marcándose más
oscuros a cada lado de nosotros, alzándose hacia el enorme arco de la galaxia sobre nuestras
cabezas.
- ¿Cómo puedes saber dónde estamos?- Aún con su visión vampírica, ese lugar estaba oscuro
- Esa línea en particular corre a través del centro de París y la IIle de la Citè, Y puedo oler el
Sena.-
Bien por él, lo más que yo podía oler eran los montones de basura que apestaban en las
canaletas a pesar del clima helado, mi zapato se deslizó en algo pegajoso que retuvo mi suela y
despidió el avinagrado aroma de la fruta putrefacta. Estiércol de caballo y la afilada esencia de
la orina humana estaban por todas partes, como si las calles hubieran sido cubiertas con eso.
De alguna manera, las películas de capa y espada nunca habían mencionado eso.
- Por aquí- Mircea tomó mi brazo, lo que me pareció genial pues los adoquines estaban
disparejos y algunas partes cubiertas de muy resbaloso hielo.
Las oscuras y ventosas calles estaban demasiado silenciosas y tan estrechas que a cada
momento sentía como que alguien estaba punto de salir de las sombras para atraparme.
Considerando la filosofía de Pritkin de - la mejor defensa es el ataque- , eso era una posibilidad
muy real. Pero llegamos al final de la calle sin ningún contratiempo y descubrimos una escena
ligeramente iluminada por la luz plateada de la luna: El Sena, con las elevadas torres de Notre
Dame sobre él. La suave nieve que había caído más temprano en la tarde se había derretido
sobre los adoquines convirtiéndolos en un helado espejo que reflejaba la enorme catedral
perfectamente, desafortunadamente no reflejaban a Pritkin.
La cabeza de Mircea se levantó ligeramente mientras olisqueaba el aíre. Todo lo que yo podía
percibir era el pescado pudriéndose y las evidencias de que, tal vez, las leyes sobre aguas no
contaminadas aún no habían sido decretadas, pero Mircea debió haber sido capaz de filtrar esos
olores. Nos dirigió a la tenebrosa boca de otra calle, pero antes de que pudiéramos alcanzarla,
una cercana carreta llena de heno estalló en llamas, estaba junto al camino, quemándose y
después se lanzó directamente a nosotros.
Mircea me sacó del camino, pero perdió valiosos segundos en el proceso y terminó sin lograr
alejarse de las briznas encendidas de heno. Lo había visto manejar fuego antes con aplomo,
pero había algo diferente en este… quizá algún residuo de pociones que aún se aferraba a él…
porque no se apagó, en lugar de eso, incendió la pesada tela de su camisa y comenzó a
esparcirse.
Él se arrancó la camisa y la hundió en el rio donde siseó y se apagó, pero el fuego se había
cebado en sus cabellos, antes de que pudiera alcanzarlo para apagar el fuego con mis manos,
había desaparecido de pronto. Escuché un splash y alcancé a ver rizos esparcirse sobre el agua.
Un momento después, su cabeza salió a la superficie, el fuego había desaparecido, pero no tuve
tiempo de suspirar de alivio antes de que un cuchillo se presionara contra mi garganta. Me
congelé.
- Creo que mencioné que sería poco sabio seguirme- . Dijo Pritkin
- Sería igual de tonto lastimarla- Dijo Mircea, no lo ví moverse pero Pritkin se tensó.
- ¡Quédate dónde estás vampiro!- Sentí el cuchillo cortar mi piel y una diminuta línea de calidez
corriendo por mi cuello. Mircea se detuvo, empapado, a sólo unos metros de distancia.
- Deseas una muerte sumamente dolorosa, mago- . Dijo, y a pesar de estar cubierto de barro
del rio que le caía lentamente por el pecho, se las arregló para que sonara creíble. El orbe había
caído de su mano cuando había entrado al agua, rodando contra un adoquín desalineado y
parándose ahí, por lo que podía ver bajo su suave luz, más allá de unas feas quemaduras en su
pecho, parecía estar bien, eso no me hizo estar menos enojada con Pritkin.
Luché, demasiado enojada para importarme que este no era el mismo hombre que una vez
había sostenido un cuchillo contra mi garganta. Ese Pritkin no había tenido razones para
herirme, pero este, por otro lado, había asumido, con todo derecho, que yo quería robarle. -
¿Estás loco? ¡Pudiste haberlo matado!-
- Y quizá lo haga, les dí una justa advertencia; si ustedes rehusaron a tomarla en cuenta,
tendré que recurrir a otros medios.-
- ¿Como matar a dos personas por un estúpido hechizo? ¡Por Dios santo…!-
- Y, ¿a qué deidad estarías invocando?- Preguntó Pritkin mientras su cuchillo se enterraba un
poco más, estaba empezando a sentir como la sangre se acumulaba en el agujero de mi
garganta pero aun más preocupantes eran los ojos de Mircea que se habían inundado de ámbar
y estaban lo suficientemente brillantes como para poder sustituir una linterna. Estaba enojado y
eso no era nada bueno.
Mircea rara vez perdía el temperamento, pero cuando lo hacía, era aterrador. Yo ya lo había
visto en dos ocasiones y de verdad no quería tener otra demostración. Especialmente tomando
en cuenta que Pritkin no podía morir esa noche. Ninguno de estos hombres lo sabían, pero un
día, harían juntos una historia sumamente impresionante, una gran parte de la cual era mía.
Necesitaba el Codex, pero mi vida dependía de tenerlos a ambos vivos cuando el polvo se
aclarara.
- Escúchame- Dije en voz baja y urgente. - Te dejaremos solo. Puedes tener el maldito libro.
Todo lo que necesitamos es un hechizo, dánoslo y nos iremos-
- Un hechizo- discurrió Pritkin mientras empezaba a movernos hacia atrás. No podía
imaginarme que estaba haciendo, con la velocidad de Mircea unos cuantos metros eran
insignificantes. - Y me pregunto ¿Cuál sería ese hechizo?-
Se lo habría dicho, pero él aumentó la presión lo suficiente como para convencerme de que la
siguiente cosa que dijera probablemente sería la última. - Libérala mago, y consideraré la
posibilidad de que sobrevivas a tu castigo- . Dijo Mircea muy suavemente.

- Y si te refrenas de seguir mis pasos consideraré dejarla ir, una vez que mi trabajo haya
terminado- Replicó Pritkin. Sonaba calmado, pero el latido del corazón del pecho presionado
contra mi espalda era un poco demasiado ruidoso para que lo estuviera. Mircea comenzó a
decir algo pero Pritkin no le dio la oportunidad. Levantó la mano como si estuviera sosteniendo
algo en el aire y la noche se rasgó como una herida, todo rojo pulso contra la oscuridad. Mircea
brincó pero fue demasiado tarde; la línea de luz nos arrebató y nos fuimos.
El tomentoso torrente nos precipitó en lo que se sintió como un sucio camino un momento
después, pero antes de que siquiera pudiera comenzar a enfocar mis ojos en los alrededores,
tomamos otra línea de luz, esta vez una azul, y nos desvanecimos otra vez. Perdí la pista de
cuantas veces cruzamos pues, después de todo, los colores corrían todos juntos: azul, blanco,
púrpura, y nuevamente azul. Fue un camino mucho más turbulento que el que hicimos con el
escudo de la Emperatriz, y la mayor parte del tiempo yo apenas tuve oportunidad de dar unos
cuantos pasos tambaleantes antes de que volviéramos a irnos.
Mis ojos no tuvieron tiempo de adaptarse, pero mis otros sentidos captaron algunas pistas al
azar en cada parada que hicimos: el acre olor de las algas marinas y el llamado de las gaviotas;
el olor del estiércol y el balar de las ovejas; el calor de un espacio cerrado y el hedor del vino
derramado. Recién habíamos arribado a la última y los reflejos seguían bailoteando frente a mis
ojos cuando Mircea se nos interpuso salido de la nada.
Pritkin maldijo y una bola de fuego apareció en el aire, frente a nosotros. Grité, Mircea se quitó
del camino y la bola explotó… contra el orbe que había sido su blanco todo el tiempo. Por
alguna razón, había esperado que la bola de oro se hiciera añicos pero estaba hecha del
material del barco, cuando las llamas se aclararon se veía exactamente igual. Pritkin había
usado el momento de la explosión para abrir otra línea de luz, esta de color amarillo. Brilló
como un pequeño sol sobre nuestras cabezas, y pude sentir el jalón que nos dio aunque
mientras Mircea nos atrapaba.
Comenzó a luchar cuerpo a cuerpo con Pritkin, pero los pesados pliegues de la capa hacían
difícil de descifrar donde estaba exactamente el cuerpo del mago, y en vez de un brazo, él
agarró un montón de tela negra. La capa fue arrancada mientras Pritkin se lanzaba casi volando
hacia el orbe recogiéndolo justo mientras éramos succionados a un dorado vacio.
Después de un viaje breve y tumultuoso, una cachetada de viento me golpeó el rostro y caímos
en una superficie que se ensopó húmeda alrededor de mis zapatos, me recosté contra algo que
se sentía como piedra y mis ojos se rehusaron a enfocarse lo suficiente para ver otra cosa que
temblorosas sombras, mis pulmones amenazando con rebelarse contra el helado aire nocturno.
Fue como brincar en la parte más profunda de la alberca cuando el agua no está lo
suficientemente tibia para nadar, y el shock es todo lo que puedes sentir cuando te precipitas
por la superficie jadeando.
Cuando nuevamente pude enfocar, todo lo que pude ver, en lugar de la trémula ráfaga de
vívidos colores fue un mundo negro abriéndose a mi alrededor en todas las direcciones como la
capa perdida de Pritkin. Pero podía escucharlo jadeando en algún lugar cercano a mí, sonando
tan agotado como yo me sentía. Y recordé que Mircea había dicho que los viajes extensos no
eran recomendables sin alguna especie de escudos avanzados. Quizá esa fuera la razón por la
que nos detuvimos, quizá todo ese saltar por ahí antes de que robara el orbe había extenuado
a Pritkin. ¡Que mal que yo no estaba en condiciones de aprovecharme de eso!
Me sostuve de la helada roca mientras lentamente comenzaba a enfocar la mirada. Era parte de
una verja de madera y piedra que bordeaba un campo vacío, sin nada más que ver en la
distancia que restos carbonizados que quizá hubieron sido alguna vez árboles. Grises lazos de
niebla se curvaron subiendo desde el suelo mojado y enrredándose húmedas y heladas en
nuestros tobillos, mientras Pritkin revisaba frenéticamente sus ropas buscando algo. A sus pies,
el orbe brilló débilmente a través de un velo de niebla, habiendo sido sometido a un baño de
lodo cuando aterrizamos.
Parecía que estaba sola.
Medí con la mirada a este nuevo Pritkin mientras los latidos de mi corazón lentamente se
ralentizaban. No llevaba los pantalones a la rodilla que estaban de moda en la época, chalecos
bordados ni pelucas empolvadas. Estaba vestido sencillamente con una camisa blanca de largas
y abultadas mangas que, a pesar del clima, habían sido enrolladas para mostrar unos
antebrazos musculosos. Y unos pantalones grises que no se habrían visto fuera de lugar
doscientos años después. Por supuesto, estaban cruzados por montones de armas que diferían
de su arsenal habitual sólo por la falta de armas automáticas.
La única nota discordante era la mata de cabello rubio rojizo. Por alguna razón, no podía dejar
de verlo, seguía queriendo pensar en él como el hombre que conocía, el que ocasionalmente
llamaba mi amigo, pero el cabello no me lo permitía. Lo miré con resentimiento, tratando de
comprender la rapidez con que mi mundo había cambiado. Yo ya había llorado por la pérdida de
nuestra amistad, ya había lidiado con su traición sólo para haber tenido que reevaluarlo
completamente otra vez, para volver a comenzar a confiar en él… sólo para darme cuenta de
que había estado en lo correcto la primera vez.
No importaba si Pritkin tenía o no el Codex. Él había escrito la maldita cosa, él había conocido
todo el tiempo el hechizo que levantaba el geis y sencillamente no me lo había dado. Y no había
forma de excusar eso. Él ni siquiera necesitaba darle al traste a su coartada, podría haber
pretendido encontrarlo en uno de esos viejos tomos, podría haber pretendido que lo
redescubría; podría haber hecho miles de cosas antes de quedarse sencillamente quieto a ver a
Mircea morir. Pero él ya lo había dicho: los vampiros sólo eran ligeramente mejores que los
demonios en su experiencia.
Y el único demonio bueno era el demonio muerto.
Me sumergí en una ráfaga de pura rabia. No podía permitirme explotar ahora, si yo no
conseguía ese hechizo, Pritkin ganaba y Mircea moriría. Y ninguna de esas cosas era aceptable.
Aún lo veía furiosa cuando de pronto me tomó por ambos brazos. - ¡El mapa! ¿Qué hiciste con
él?-
- ¿Qué mapa?-
Me sacudió con rudeza, lo que no me ayudó a pensar mejor si es que acaso esa era su
intención. - ¡El mapa de la localización del Codex!-
- Pensé que estábamos pujando por el Codex mismo ¿estás diciendo que no lo tienen?-
- No querían llevarlo a la subasta en caso de que alguien quisiera escamoteárselo- dijo,
mirándome como si pensara que podía ocultar el mapa en lo profundo de mi escote. Como si
siquiera hubiera lugar para una servilleta ahí abajo. - Si no quieres sufrir la indignidad de un
hechizo revelador, te sugiero que me lo des ahora-
- ¡No lo tengo! Y ¿Qué indignidad?-
Pritkin pasó una mano por encima de mí, sin tocarme, sólo flotando a unos cuantos centímetros
de la inerte seda. El vestido brilló otra vez brevemente, pero aparentemente se había quedado
sin gasolina porque nada sucedió, nada, excepto que de pronto se volvió transparente… junto
con todo lo demás que llevaba puesto.
- ¡¿Qué demonios?!- brinqué detrás de un poste de la verja lo que, junto con la pobre
iluminación sirvieron de buena cobertura, eso no me hizo sentir mucho mejor. - ¿Qué clase de
lunático eres?-
Pritkin no respondió, aunque su mandíbula se tensó aún más. - Dame mi propiedad y revertiré
el hechizo.-
- ¡Ya te lo dije! ¡No lo tengo!-
Con otro breve ondeo de la mano y una palabra murmurada y el poste se volvió transparente
también. Chillé y fui corriendo por una línea de rieles de madera hasta el siguiente poste de
piedra. Pritkin imitó mis acciones del otro lado de la cerca. Nos detuvimos, frente a frente con el
poste entre nosotros, - ¡No te atrevas!- dije cuando elevó una mano.
- ¡Entonces dame lo que quiero!-
- ¡Vete al diablo!-
- Recién regreso de su lado- . Murmuró y el poste desapareció, antes de que pudiera correr otra
vez, brincó la cerca y una fuere mano cogió mi nuca. Luché, pero no pude moverme y
finalmente me detuve.
Sentí cuando bajó su mano y dio un paso atrás. Debió haber pateado el orbe porque su luz de
pronto danzó en las rocas transparentes frente a mí. La piedra transparente y el globo
iluminaron a una pequeña criatura que había hecho su madriguera bajo el poste, enviándola
escurriéndose a la oscuridad.
Podía sentir la mirada de Pritkin, despiadada, inflexible y fija mientras recorría la parte trasera
de mi cuerpo, como el toque de un fantasma. Quería desplazarme otra vez con tantas ganas
que casi podía saborearlo, pero, aún y cuando eso hubiera sido posible. ¿A dónde iría?
Necesitaba el Codex y Pritkin lo tenía. Bueno, esperaba que lo tuviera porque de otro modo iba
a matarlo, lenta y dolorosamente.
- Vuélvete- dijo después de un momento.
Me abracé al poste invisible, diciéndome que estaba siendo estúpida. Supéralo y quizá te
escuchará, sólo hazlo y no pienses en ello… Genial consejo, salvo por el hecho de que era
Pritkin, y a pesar de todo, eso lo hacía diferente, por extraño que parezca, pensé que los ojos
de un extraño me hubieran molestado menos.
- No tengo el mapa- repetí tratando de ignorar que hacía mucho frío y mi cuerpo estaba
reaccionando predeciblemente a ello.
- Lamento no poder confiar en tu palabra en eso- dijo rígidamente y casi sonó sincero.
También sonó implacable. Cuando aún no fui capaz de moverme, lo sentí acercarse a mí por
detrás. - Encuentro esto de muy mal gusto, no lo hagas peor forzándome a buscarlo en ti
físicamente.- Su tono no me dejó duda de que lo haría.
Tomé una profunda inspiración. - Te propongo un trato. Te mostraré lo mío si me muestras lo
tuyo-
- ¿Qué?- Sonó confundido. Supongo que aún no tenían ese dicho en inglés aún.
- Haz la cosa de revelar en ti y me volveré- .
- ¡No estoy ocultando nada!-
- ¡Yo tampoco! Y lo justo es justo. ¿O es que sólo estás buscando una excusa para hacer esa
búsqueda?-
Pritkin murmuró algo que sonó vagamente malicioso. - ¡Mis ropas están protegidas! Aún y
cuando quisiera acceder a tu demanda, no funcionaría con ellas-
- Entonces desnúdate-
- ¿Disculpa?- Sonó casi educado de pronto, como si creyera que no era posible que escuchara
bien.
- Quítatelas-
- ¿Y dejarte maldecirme sin protección?- No podía ver su rostro, pero podía captar el desdén
en su voz
- Seguirías teniendo tus escudos- señalé. - Y si estás tan preocupado de que pueda dominarte,
déjate las armas puestas.- Hubo un largo momento de silencio. - Si es que eres de alguna
manera un caballero lo harás.- Añadí comenzando a desesperarme.
Contuve el aliento, segura de que no funcionaría, de que no había forma de que él cayera con
esa vieja línea. Pero supongo que no era tan vieja en 1790, porque al siguiente momento
escuché juramentos ahogados y el suave sonido de la ropa siendo quitada. - Muy bien- una voz
realmente molesta dijo después de unos cuantos segundos. - Ahora, ¿puedes volverte?-
- ¿Cómo sé que de verdad lo hiciste?-
- ¿Estás cuestionando mi honor?- Sonaba incrédulo.
- Sólo digamos que no me siento especialmente confiada. Vuelve el poste opaco otra vez y ven
al frente, si no me has mentido, saldré de detrás de él y terminaremos con esto.
Pritkin ni siquiera se molestó en maldecir en esta ocasión, las rocas se volvieron opacas y él
pisoteó mientras daba la vuelta al poste. Llevaba una pistola en una mano y un cuchillo atado a
la pantorrilla pero no se había molestado con el resto. Supongo que eso estaba premeditado
para demostrarme que tan poco probable era que lo venciera en una lucha.
- Ahora, mantén tu parte del trato- dijo con los dientes atrapados, aunque quizá los mantenía
así para evitar que le castañearan, se veía que tenía frío, pensé sin condolerme de él sin
embargo.
Lo medí con la vista mientras sus ojos me veían a través de una cortina de pelo dorado rojizo.
No hizo ningún intento de cubrir, que noble de su parte. Entonces, tuve un buen vistazo de él y
mis ojos se abrieron enormes por la impresión, a pesar de la temperatura, él de verdad no tenía
ninguna razón para ser modesto.
- Tan pronto como te vuelvas- me las arreglé para decir, comenzó a discutir pero yo levanté
una ceja. - Es sólo lo justo- .
Pritkin bajó violentamente las manos pero sí se volvió, dándome un vistazo de esos fascinantes
hoyuelos, esta vez no me paré a admirar la vista. Tan pronto como me dio la espalda, tomé sus
ropas y el orbe, abrí una línea de luz y desaparecí.

CAPÍTULO 22

No había sido difícil montarme en la línea con la ayuda del orbe, especialmente cuando yo ya
sabía dónde estaba, llegar a alguna parte, como pronto descubrí, era un poco más difícil. Con
Mircea, había pensado que las líneas eran ríos de poder, pero esta era más parecida a los
rápidos, con saltos y corrientes y remolinos que me lanzaban de un lado para otro.
La burbuja de protección que me proveía el orbe evitaba que la corriente de energía me friera,
pero eso era todo, no había volante, cinturones de seguridad y lo que es peor, tampoco había
frenos, fui estrellada primero contra un lado de la esfera, luego contra el otro hasta que la cosa
decidió ponerse boca abajo, tirándome tan larga era antes de que el fondo de la esfera atajara
mi caída. Era la montaña rusa del infierno, y yo no sabía cómo apagarla.
Reuní mi robado botín en un atajo y apresuradamente anudé mi falda alrededor de mi cintura
para evitar que se me enredara en las piernas. Después me dediqué a tratar de averiguar como
la cosa funcionaba. A través del ensayo y error encontré que podía maniobrar el pequeño
círculo de protección presionando suavemente un lado o el otro del orbe, aunque ni por asomo
era tan fácil como había parecido con Mircea. Una ligera rotación podría ocasionar que me
inclinara en una dirección por lo que se sentía como unos cuantos kilómetros. Rápidamente
aprendí a controlar la fuerza de mis movimientos, acariciando el orbe con pequeños
movimientos de mis pulgares.
Era casi tan sencillo como tratar de guiar una pelota de playa a través de la marea subiente con
usando nada más que unos palillos chinos, pero lentamente fui mejorando. Me las arreglé para
posicionarme cerca de un lado de la línea que parecía ser el ligar por el que la gente entraba y
salía de ella. La corriente era más fuerte ahí, no tan estable como parecía serlo en el medio de
la corriente, y fui más sacudida aún mientras trataba de introducir la esfera de vuelta a mi
mundo.
La línea de luz parecía tener una especie de piel estrechándose sobre ella, formada de bandas
de poder muy elásticas que hacían que abandonarla fiera mucho más difícil de lo que esperaba,
cada vez que presionaba la línea ella me devolvía la presión, obligándome a perder tiempo
tratando de maniobrar de vuelta a la posición otra vez. Pero finalmente me las arreglé para
encontrar el lugar justo y la mitad de la esfera se libró del campo de energía.
Ese fue el momento en que las cosas dejaron de ir mal para ponerse realmente peliagudas.
El orbe mantuvo mis pies y piernas en su lugar, suspendidas en la corcoveante y sinuosa
corriente energética, pero supuse que no operaría más allá de los confines de las líneas, porque
la parte de mí que estaba fuera estaba totalmente expuesta a los elementos. Me encontré
colgando boca abajo con el cabello volándome en una rápida brisa mientras me precipitaba
hacia la oscurecida ciudad. Mis ojos estaban llenos de lágrimas por el golpe del frígido aire,
pero si parpadeaba, podía vez el Sena brillando a lo lejos, muy lejos, serpenteando a través de
París como una serpiente plateada. Lo había olvidado, las líneas de luz no siempre siguen el
suelo.
No podía gritar, había demasiado aire golpeando mi rostro y apenas lograba ver. La bolsa que
había hecho con mi falda impedía que se me viniera a la cara, pero seguía golpeteando contra
mí, con la suficiente fuerza como para que me doliera. Maldición, ¿Qué llevaba cargando de
cualquier manera?
Aún peor, aunque un campo gravitacional cualquiera que la línea de luz emitía estaba
impidiendo que me precipitara literalmente a mi muerte, no se sostendría una vez que el orbe
se deslizara completamente hacia afuera, lo que no se sentía como que fuera a tardar mucho
tiempo, porque mi cuerpo lentamente emergía y yo no sabía cómo detenerlo.
Tampoco sabía cómo utilizar mis rudimentarios escudos como un paracaídas, o, si hubiera
logrado hacerlo si estos serían lo suficientemente fuertes para soportar mi peso, lo que
sinceramente dudaba. Los magos de guerra, aparentemente, aprendían todo tipo de usos para
sus protecciones personales, pero como una vez había recordado a Pritkin, yo no era una de
ellos, miré el pulsante río de poder a todo mi alrededor preguntándome como me las había
arreglado para joderme tan completamente. Entonces, la línea tomó una caída directa al suelo
como las de una montaña rusa.
En ese momento sí grité, aunque el sonido salió de mi garganta antes de que pudiera
escucharlo, mis oídos estaban llenos de viento tempestuoso y vértigo, mientras la línea se torcía
y volvía de pronto volvía a subir. Por los siguientes minutos, escalé y me zambullí, giré y me
sumergí hasta que estaba tan mareada que ya no hubiera podido decir donde era arriba y
donde abajo.
Colgando de una pierna, mi cuerpo casi libre de la pequeña protección que ofrecía el orbe vi
una enorme forma oscura acercándose a mí. Pude ver la línea sobre mi cabeza y nuevamente
estaba subiendo, alto, demasiado, sobre la ciudad, tanto que sentí que no habría nada que me
atrapara si caía. Sin importar lo que fuera la forma oscura, tenía que agarrarme a ella.
Me retorcí y jalé hasta que me liberé a centímetros de donde la forma oscura crecía. Era un
edificio de alguna clase, pero no lograba distinguir los detalles. Mi cabello estaba en mis ojos,
obscureciendo la poca visión que las lágrimas que el viento y el pánico me habían dejado.
Saqué una mano ciegamente, y de ninguna parte, una criatura con cuernos y con una
expresión aburrida, saltó frente a mí.
Mi pié se deslizó libre fuera de la línea, y todo mi peso de pronto quedó colgando de mis
brazos, brazos que se habían abrazado fuertemente del monstruo y no lo dejaban ir. Mis pies se
balancearon sobre nada, antes de que me estrellara con la fuerza de la inercia contra un lado
de algo duro. El impacto causó que un estremecimiento sacudiera mi cuerpo y por un momento
solté mi agarre, pero la criatura nunca se movió, nada más que para estremecerse y recuperé
mi agarre
Después de un par de segundos jadeando para intentar recuperar el aliento, bizqué a través de
una cortina de pelo para ver una cara de perro de mirada lasciva que me sacaba la lengua.
Parpadee, pero la expresión no cambió, después de unos cuantos segundos, mi cerebro lo
captó y me informó que lo que fuera que mis manos estuvieran aferrando no estaba vivo.
Estaba suspendida de una gárgola de piedra que veía hacia afuera a lo que probablemente era
una vista panorámica de París si hubiera sido de día. Debajo de nosotros, diminutas luces
iluminaban, ocasionalmente, pedacitos del mundo entre las sombras, y una luna de plata
danzaba en el Sena. Estaba en la parte superior de Notre Dame, de algún modo, me las había
arreglado para volver en un círculo completo.
Mis brazos estaban cansados, me dolían los hombros y había un largo recorrido hacia abajo.
Con muchos juramentos ahogados, elevé mi cuerpo a la parte superior del parapeto y me lancé
al suelo. Mis rodillas cedieron y caí de sentón abruptamente, reclinándome agradecida por la
celestial sensación de una superficie estática. El suelo de piedra estaba frío y húmedo con la
semi derretida nieve, y por un segundo consideré seriamente la posibilidad de besarlo.
Las estrellas parecían girar por encima de mí, sí que me quedé ahí sentada, esperando hasta
que dejaron de hacerlo. El orbe había aterrizado a unos cuantos metros, y lo vi mientras
parpadeaba con su extraña luz contra la alta pared de piedra del parapeto. Por lo menos Pritkin
no podría seguirme, pensé, y me dí cuenta de que la idea me animaba muchísimo.
Comencé a escanear el área buscando la ropa de Pritkin que se había esparcido por todas
partes cuando había aterrizado y el nudo de mi falda se había soltado. La recolecté toda en un
pequeño bulto frente a mí y me puse a examinar cada pieza con mucha precaución. Había
obtenido un par de pantalones de lana, una camisa de lino blanca con deshilado en los puños y
el cuello, un cinturón con espacio para pociones, un par de sólidas botas de cuero y unos
calcetines de lana calientitos.
Miré estos últimos con un poco de culpa, no había esperado que fuera tan literal y se quitara
inclusive, el calzado. Aparentemente, él creía que un trato era un trato y yo no había incluido
ninguna excepción en mis demandas. O quizá se sentía mal por someterme a eso. Quizá pensó
que merecía algunos dedos helados por lo menos… De acuerdo, no, eso no era probable, pero
aún así, los calcetines me hicieron sentir un poco mal.
No lo suficientemente culpable, sin embargo, como para evitar que me los pusiera. Las botas
eran demasiado granes, pero me las puse también, atándolas tan fuertemente como pude.
Había perdido mis zapatos en algún lugar sobre París y no iba a ir a buscar a Mircea descalza.
Le eché un vistazo a todo dos veces, después lo revisé una vez más, verificando cada prenda
en busca de compartimentos ocultos. Inclusive, sostuve el cinturón de pociones contra la luz,
sólo en caso de que de alguna manera hubiera metido un pedazo de papel en una de ellas,
pero no, el mapa no estaba ahí.
Por supuesto que no, pensé furiosa. Había tenido la esperanza de que él se hubiera apresurado
al momento de asumir que yo lo había robado y que no hubiera verificado bien antes de
acusarme. Pero parecía que había dicho la verdad, de verdad lo había perdido. Y eso significaba
que podía estar en cualquier parte: aún en la barca, pisoteado en el campo de batalla o tirado
mientras él había tenido que extender sus escudos a diez pisos de altura sobre la ciudad. Nunca
lo encontraría.
Me puse de puntitas y me recargué en el parapeto para ver si algo pudiera haber caído allá
abajo, en su mayor parte, el cielo estaba más brillante que la ciudad, con los edificios dibujando
negras sombras que cubrían todo en su camino, como si enormes rebanadas de mundo se
hubieran, de pronto, perdido. Pero la famosa ventana roseta brillaba como un faro contra el
cielo negro, iluminando los adoquines que estaban frente a la entrada principal de la catedral.
No había nada ahí.
Aún estaba parada ahí, tratando de pensar lo que haría cuando una luz amarilla brillante
iluminó el cielo, miré hacia arriba para ver la mitad de un furioso y desnudo mago de guerra
saliendo de una línea de luz, con el cabello cayéndole sobre el lívido rostro como si quisiera
extenderse y golpearme. Gruñí y me tambalee hacia atrás, maldiciéndome. Aparentemente,
Pritkin no estaba tan exhausto como yo había pensado, y con sus escudos intactos, él no
necesitaba juguetitos o ropa para entrar a las líneas de luz, puse sus armas en mis
transparentes faldas y corrí por mi vida.
Aterrizó justo detrás de mí, sus ojos salvajes, su cabello humeando por la energía que se había
escurrido por sus sobre abusados escudos. Por primera vez parecía el hijo de su padre, miré
frenéticamente a mi alrededor y encontré una sola puerta de madera dentro del campanario.
Afortunadamente, no estaba atrancada.
Vi a Pritkin por una milésima de segundo mientras me volvía para cerrarla, su silueta contra los
poco iluminados arcos grises, destacándose contra el parapeto, casi estaba en la puerta, sólo
unos cuantos pasos detrás de mí, como si al dejar la línea ya hubiera estado caminando. No
intenté razonar con él, su expresión me dijo que tan bien me funcionaría eso, le cerré la puerta
en la cara, puse el pestillo y salí volando.
La claustrofóbica y ventosa escalera era tan estrecha que mi vestido rozaba las paredes de
ambos lados, y estaba tan completamente negra que sólo se veía de luz, el débil brillo del orbe
y la que se metía por las diminutas y largas ventanas que mostraban rebanadas de luz
proveniente del menos oscuro exterior. Podía ver, quizá, dos pasos por enfrente de mí mientras
me abría camino hacia abajo, tratando de darme la mayor prisa posible sin resbalarme en las
piedras que ya estaban lisas por los cientos de años de uso.
Escuché un crujido tras de mí y cenizas quemadas de madera cayeron en cascada sobre mí
junto con muchas chispas. Parecía que Pritkin había usado un hechizo de bola de fuego con la
puerta. Por suerte, las curvas de la escalera me habían protegido de la mayor parte de él,
mientras él tendría que atravesar un campo minado de estacas incendiadas con los pies
descalzos. Desafortunadamente para mí, parecía arreglárselas perfectamente bien.
Me atrapó cuando estaba casi a la mitad del descenso, y el impacto me hizo trastabillar. Nos
precipitamos, mitad en caída libre, mitad rodando por las angostas y curvadas escaleras. Había
mantenido el contenido de su cinturón de pociones en la falda de mi vestido, y mientras caía,
pequeños viales fueron lanzados hacia todas partes, algunos rodaron junto con nosotros, otros
explotaron contras las paredes inundando la escalera con humo virulento que hizo que mis ojos
lloraran. Algo debió de salpicar a Pritkin, porque maldijo y me soltó.
Lo escuché caer pero no pude ayudarle. Perdí mi agarre del orbe que cayó rebotando por las
escaleras, desapareciendo en una revuelta y dejando el espacio en completa obscuridad. La
única razón por la que yo no lo seguí fue porque encajé las uñas en una de las estrechas
ventanas, la única escapatoria posible. La peste de las pociones era increíble, pero el helado
aire nocturno de la ventana me permitió respirar. Me aferré ahí, aguzando el oído en un intento
de escuchar más allá de mis jadeos, pero no había más sonido que el que hacía el viento
afuera.
- ¿Estás herido?- Grité finalmente, pero sólo me respondió el eco. No escuché nada más que
un gruñido de abajo, las escaleras, de pronto, estaban inquietantemente silenciosas.
Me mordí el labio, pero en realidad no había mucho que pensar. Aún si no hubiera estado
preocupada por Pritkin, no había otra manera de salir. Sólo había una escalera desde el
campanario y yo estaba en ella. Y el viaje en las líneas de luz era imposible, aún si hubiera
estado dispuesta a arriesgarme otra vez, pues el orbe había caído al fondo de las escaleras.
Después de otra profunda inspiración, me sumergí a través de un miasma de humo y viales
rotos que crujían bajo mis botas. Al fondo de las escaleras, el orbe se había detenido en una
puerta de madera que presumiblemente llevaba al exterior. Junto a su pequeño halo de luz,
Pritkin yacía de costado con la cabeza doblada y sin moverse. Olvidé toda precaución y bajé
corriendo el último tramo de escaleras, arrodillándome en la pequeña área antes de la puerta y
buscando desesperadamente un pulso en la piel de su cuello.
Él estaba caliente, lo que tomé como un buen signo, pero por un largo momento, no pude
sentir nada más. Pesados rizos de cabello se habían enrredado en su cuello, y yo los jalonee
para alejarlos antes de tratar otra vez. Casi sollocé de alivio cuando finalmente encontré un
ligerísimo pulso que latía fuerte y seguro bajo las yemas de mis dedos. Pero una humedad
pegajosa caía por su mandíbula y con mi mano, y después de una pequeña exploración,
encontré un feo corte en su cabeza y otro en su antebrazo.
Entreabrí la puerta para dejar algunos de los vapores salir y me volví para encontrarme a Pritkin
de pié. - Es lo justo- dijo malévolamente antes de tomarme por un hombro y estamparme
contra la imperdonable piedra de la pared.
- ¡Suéltame!- me retorcí y luché, pero él me sostuvo ahí mientras sus ojos hacían un
reconocimiento visual de mi desnudez a la débil luz del orbe.
- ¡Dámelo!-
- ¡No lo tengo!-
- ¡No mientas!- Siseó Pritkin.
- ¡Nunca lo encontré!- Grité empujándolo sin resultado. - Ahora, déjame ir o te juro que…- Él
me calló besándome, dura y enojadamente, tan enojadamente que no supe qué hacer excepto
dejarle hacerlo, silenciada por él tragándose todo mi aire. Extrañamente se sintió como si me
estuviera gritando de diferente manera, dado que los antiguos gritos no le habían funcionado.
Sentí el roce de su sombra de barba y la marca de sus dedos a través de la seda,
presionándome más cerca de él, luego se alejó, con esos helados ojos vibrantemente verdes.
- ¡Dime!-
Sorprendida con la guardia baja, lo miré fijamente jadeando. Había sangre seca estirando la piel
de su frente y un floreciente moretón en su barbilla, pero sus ojos brillaban más brillantes de lo
que alguna vez los había visto. Un dulce y pesado calor comenzó a extenderse a través de mí y,
a pesar del frío, pude sentir el sudor salpicando la superficie de mi piel. De pronto. La idea de
que Pritkin fuera medio íncubo parecía plausible por primera vez.
La sugestión corrió por mis venas casi como una droga. - Estaba buscándolo cuando me
atacaste.- Dije sin resistirme. Estaba diciendo la verdad y necesitaba guardar mi fuerza para
escapar. - Pensé que lo tenías contigo pero no estaba en tus ropas. ¡No estoy diciendo
mentiras!- Pritkin me besó otra vez, duro y tomando mi labio inferior con sus dientes me
mordió. Sus labios estaban fríos y un poco agrietados por el viento de invierno, pero su beso
era profundo, caliente y hambriento. Mi corazón se aceleró, mis manos volaron, pero no estaba
intentando apartarlo. De pronto, mis manos estuvieron presionando sus hombros, hundiendo
las uñas en el ramillete de músculos que encontraron ahí, y yo lo estaba besando de vuelta con
brutalidad.
Envolví mi pierna derecha alrededor de la suya, sintiéndolo duro contra mi muslo envuelto en
seda mientras él tiraba de los lazos en mi espalda. No llevaba mucho bajo el vestido, el calce
ajustado había vuelto innecesario el sostén… lo que se volvió obvio cuando él bajó el vestido
hasta mi cintura. La sensación del helado aire en mi piel me precipitó de nuevo a mi cuerpo
mientras él pasaba las manos sobre mí. La única y mínima satisfacción que me quedaba era
que él no se veía mucho mejor que yo. Su piel estaba brillante de sudor y yo estaba recorriendo
su cabello con mis manos hasta llegar a su cuello, y a pesar de todo, quería enterrar mi rostro
en ese cabello lacio y sin vida, lamer esa brillante piel y morder ese musculoso hombro.
- ¿Dónde está?- Me tomó de los hombros, sacudiéndome con rudeza. El movimiento ocasionó
que el vestido se deslizara aún más, el forro de seda resbalando sobre mi piel con una suave
caricia hasta que se amontonó a mis pies. La transparente tela parecía un montón de plástico
para envolver. Estaba parada ahí, en el congelante frío, vistiendo sólo bragas, medias y las
botas demasiado grandes de Pritkin.
El enojo y el dolor picaron en mi garganta por un momento así que todo lo que pude hacer fue
verlo, con los ojos en llamas, mientras continuaba con su búsqueda. No me desnudó, pero sus
manos recorrieron cada centímetro, deteniéndose sólo en los altos de mis zapatos robados. -
¡No lo llevas en ti!- Me miró acusador, con las manos aún en mis pantorrillas.
- ¡Como te dije!- Me tomó todo mi autocontrol el no patearlo en el rostro.
- ¡Tuviste tiempo para ocultarlo!-
Comenzó a desatar los lazos de sus botas mientras yo furiosamente trataba de pensar. No creí
que negar nuevamente fuera a tener algún resultado, no cuando él ni siquiera me escuchaba. -
Drena tu poder ¿no es así?- le dije en lugar de eso. - ¿Seducir a alguien que se resiste a ti?-
En un parpadeo tuvo mis muñecas inmovilizadas contra la roca, con su cadera fuertemente
presionada contra mí, entre mis piernas. - No cuando la mujer prácticamente está muriéndose
porque lo haga- dijo suavemente - Debe ser poco satisfactorio yacer con un cadáver, noche
tras noche. Puedo sentir la frustración en ti, la desesperación. La necesidad- .
Me quedé viendo esos ojos verdes que brillaban tanto que parecían estar incendiándose. Y por
un extraño y extra corporal momento, realmente quise sacárselos. - ¡Por lo menos sé que es
Mircea!- estallé. - ¿Pueden tus amantes decir lo mismo?-
La impresión pasó por esos ojos por un instante, antes de que fuera enmascarada por la
certeza de que yo estaba fanfarroneando. - ¿Y que soy?-
Él había tenido que adivinar mi debilidad, sintiendo la montaña de emociones que las semanas
de luchar contra el geis me habían dejado pero no había reconocido la verdadera causa. Pero
yo no tenía que especular sobre su debilidad.
- Lo supe tan pronto como te vi- dije simplemente, odiándome mientras pronunciaba las
palabras. Nunca ha sido sencillo enterrar el cuchillo en alguien que una vez confió lo suficiente
en ti como para desnudarte su alma. Pero no tenía otra opción, si él intentaba otra sugestión,
honestamente no sabía si tendría aún fuerza para luchar contra ella. - Eres mitad íncubo-
Una imagen pasó por el rostro de Pritkin por un instante, como si alguien lo hubiera abofeteado
con fuerza y estuviera tratando de esconder lo mucho que le había dolido. - ¿Cómo lo supiste?-
Ignoré la pregunta, tenía que hacer esto ahora que tenía su atención o no tenía forma de saber
cómo terminaría esto. - Si estoy mintiendo, ¿por qué me llevé tus cosas?- demandé con el
corazón golpeteando mi pecho. - Podría haberme ido mucho antes de que te presentaras si no
me hubiera tomado mi tiempo para buscar en tus cosas. ¿Por qué haría eso si ya tuviera el
mapa? ¡Ahora suéltame!-
Por un segundo, algo parecido a una duda parpadeó detrás de sus ojos. Después su barbilla se
levantó en una familiar testarudez. - Te soltaré cuando me regreses mi propiedad-
- No puedo devolverte lo que nunca he tenido- barboté, empujando con todas mis fuerzas para
deshacerme de su agarre. Él no me siguió y yo me agaché a recoger mi vestido, antes de
recordar que no servía de mucho como cobertura, me lo puse de cualquier manera… las
escaleras eran endemoniadamente frías. - Si no te molesta- dije apretando los dientes.
Su mirada se movió por mi cuerpo otra vez y mi piel se estrechó sólo por la presión de sus ojos.
Después parpadeó y volvió la mirada. Con un rápido gesto de su parte, mi vestido se volvió
mucho más opaco. No le agradecí por ello.
Me dirigí a la puerta, sólo para que se cerrara en mi cara. - No hemos terminado aquí- ladró
Pritkin.
Me estremecí, tan enojada que ni siquiera podía ver y me tropecé en la demasiado larga falda.
Me ayudó a levantarme y sin una sola palabra me giró y comenzó a atar los lazos. Sus dedos se
sentían fríos contra mi ardiente piel y eran muy competentes. La única razón por la que le
permití tocarme fue la certeza de que si regresaba a Mircea así, mataría a Pritkin.
No es que eso no me resultara atractivo en cierto modo.
- Suéltame- dije heladamente tan pronto como él terminó. Me sentía traicionada y
absolutamente furiosa, pero mi cuerpo no era lo suficientemente inteligente para saberlo, le
había gustado la sensación de sus manos y deseaba más de eso ahora. Era como si fuéramos
dos, una que aprobaba calurosamente al mago y otra que felizmente lo habría querido ver
muerto.
Luego, algo se me ocurrió, algo que no había notado antes. - El geis, no nos golpeó-
- Tu misma lo dijiste- dijo Pritkin tensándose. - Soy medio íncubo, puedo levantar geasa
durante mi alimentación.-
Lo miré fijamente, sin palabras mientras miles de piezas encajaban en su lugar. Rosier podía
sobrepasar el geis, así que por supuesto su hijo debía haber sido capaz de hacerlo. Pero no lo
había hecho, por lo menos no en nuestro tiempo. Había preferido sufrir un dolor indecible en
más de una ocasión en lugar de…. ¿Qué? ¿Arriesgarse a sentirse demasiado cercano a mí?
¿Verse tentado a repetir lo que había sucedido con su esposa? Una esposa que este Pritkin no
había tenido aún. Me di cuenta. Con razón no estaba nada preocupado por usar sus
habilidades, no era tan cuidadoso evitando tocar a nadie.
Un recuerdo del mucho contacto que habíamos tenido últimamente pasó por mi mente y sentí
una oleada de calor apoderarse de mis mejillas. Dios, lo odiaba. Pero odiaba el geis un poco
más.
- Quiero remover el geis- dije abruptamente. - Esa es la razón por la que necesito el Codex.
¿Puedes hacerlo?-
Me miró con incredulidad. - ¿Esperas que crea que has venido tan lejos solamente por eso?-
- ¿Para qué? lo quieres tú si no es por un hechizo- Contraataqué.
- ¡Para destruirlo! ¡Es la única manera de estar seguro de que nunca caerá en manos de
personas como tú!-
- ¡Dame el hechizo para revertir el geis y puedes hacer con el Codex lo que te venga en gana!
¡No me interesa!-
Hubo un silencio mortal por un minuto mientras él me miraba con una expresión medio furiosa,
medio dubitativa. Por primera vez se veía como mi Pritkin, el descarado, sardónico y
brutalmente honesto hombre que yo conocía. - ¿Porqué no sencillamente lo dijiste?- demandó
- ¡Lo hice! Ahora ¿me lo darás o no?-
Pritkin me pasó una mano por encima y sentí mi aura crepitar. - Cargas con dos geasa, no con
uno- Me informó después de un momento. - Y están extrañamente empatados. No he visto
esta configuración antes. ¿Cómo sucedió?-
- Es una larga historia- Y no una que pudiera contarle de cualquier manera. - ¿Puedes
levantarlos?-
- Quizá, si me devuelves mi mapa- .
- ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? NO. LO. TENGO.-
- Si no lo tomaste tú entonces donde…- Sus ojos se abrieron de golpe. - ¡Mi capa!-
Me tomó un segundo pero lo comprendí. Una enorme sonrisa me cruzó el rostro, y ni siquiera
traté de ocultar la malevolencia en ella. - ¿Esa sería la que ibas vistiendo cuando te robaste el
mapa, no es así? ¿La que Mircea te quitó antes de que nos fuéramos?-
Pritkin gruñó y yo sonreí aún más. Dijo algunas palabras en un lenguaje que no comprendí.
Probablemente era una antigua forma británica de decir - Jódete- .
- ¿Me vas a dar el contra hechizo o no?- Le demandé.
- Persuade al vampiro de darme el mapa y te daré el hechizo.- Dijo finalmente, aunque sonaba
como si se hubiera ahogado con las palabras.
Me recosté contra la pared, sintiéndome de pronto exhausta. - ¡Hecho!-
Volvimos en nuestros pasos, pero el sótano estaba vacío y la ruidosa taberna sobre ella estaba
llena de gente pero ninguno de ellos era Mircea. - ¿Iría por el Codex él sólo?- demandó Pritkin.
- No lo creo.- Mircea iba tras de mí, no del Codex. - Pero sabe que descubrirás la pérdida muy
pronto. Y espera que vayas tras de él y pelees. Así que no se habría quedado aquí… es
demasiado público.-
- ¿A dónde iría?- demandó Pritkin
Abrí la boca para señalar que el leer la mente no estaba entre mis habilidades, pero me callé de
pronto. La roseta pensé, viéndola iluminarse en mi memoria como un enorme ornamento de
navidad. Había sido la mitad de la noche, y las calles alrededor de la catedral estaban desiertas.
¿Qué mejor lugar para montar un espectáculo?
Se lo dije a Pritkin e hizo un sonido que otra persona hubiera tomado como una señal de que
estaba teniendo un ataque cardiaco, pero me empujó de vuelta al sótano y abrió una línea de
luz salvajemente, como rebanando el aire. Un momento más tarde, después de otro loco viaje
entre los mundos, nos encontramos abriendo las puertas principales de la vieja iglesia.
A ambos lados de nosotros habían enormes ventanas de vitral emplomado brillando débilmente
con el reflejo de unas cuantas docenas de velas. No era una sorpresa que se veían mucho más
auténticas que las del casino, con el vidrio enrollándose en caprichosas líneas al fondo de los
vidrios, más gruesos en este lugar que en las partes superiores. Frágiles por la edad doscientos
años en el pasado. Más velas se encendieron iluminando una dramática línea de obras maestras
similares que llevaban al oscuro frente de la iglesia donde Mircea estaba parado, lavándose en
una fuente de agua bendita.
- Eso no es posible- Dijo Pritkin, mirándolo con incredulidad. No podría haber sonado más
sorprendido si Mircea hubiera estado sorbiendo sangre de un cáliz de comunión.
Mircea debió escucharnos entrar, pero continuó con lo que estaba haciendo. Parado de espaldas
a nosotros, la luz de las velas iluminando su piel desnuda y haciendo que sus músculos se
esculpieran en claroscuros. Había lavado el fango del río de su cabello y en ese momento se lo
estaba peinando, las gotas de agua brillaban a la luz. La escena para cualquiera, hubiera sido
una excelente portada de una muy buena novela romántica.
Suspiré y Pritkin volvió su mirada a mí. - Él es un vampiro- me dijo como si yo nunca lo hubiera
notado antes.
- Sí, ¿y?-
- Creo que el mago está sorprendido de que no estalló en llamas al contacto con el agua
bendita.- Dijo Mircea secándose con lo que sospechosamente se veía como un mantel del altar.
Yo también estaba un poco sorprendida, considerando que él es católico, pero luego le eché un
mejor vistazo y noté que, como la catedral, había visto mejores días.
Cajas, barriles y escombros estaban apilados por aquí y por allá, llenándolo todo menos el
pasillo central que estaba lleno de lodosas pisadas. Desde afuera, no había podido dejar de
notar que las, probablemente sagradas pero definitivamente aterradoras, estatuas habían sido
mutiladas; no parecía que la revolución se interesara mucho por la religión.
- Pero ¡Por supuesto!- dijo Pritkin desdeñosamente - ¡El agua no está consagrada en este
momento! ¡Los Jacobinos se aseguraron de eso!-
- Dañaron la catedral antes de convertirla en un - Templo a la Razón- - estuvo de acuerdo
Mircea, probablemente en mi beneficio. - Lo que, considerando sus excesos, parece un tanto
irónico- .
- Lo profanaron- soltó Pritkin. - ¡Naturalmente, ahora también abarca algo igualmente
nauseabundo!-
- Pero- continuó Mircea - Dado que nosotros no somos de su clase, permítasenos hacer el bien
en su nombre. He encontrado que la mayor parte de los hombres pueden ser razonables si se
les ofrece el incentivo adecuado- Mircea sostenía algo entre dos dedos de una mano mientras
seguía secándose el cabello con la otra.
- ¡Eso es mío!- Pritkin dio un paso hacia adelante antes de detenerse.
- Y tú tienes algo que me pertenece a mí, sugiero que hagamos un cambio- Dijo Mircea
volviéndose a nosotros por fin.
Pude ver cuando reconoció a Pritkin, no fue nada notorio, pero por un instante, su cuerpo se
tensó y sus ojos se deslizaron a mí, afirmé levemente con la cabeza pero me detuve cuando
Pritkin deslizó su mirada entre ambos. - ¿Qué clase de trampa es esta?- demandó - ¿Acaso me
toman por un tonto?-
- No, no por un tonto- dijo Mircea con el aire de un hombre que no sabe bien qué hacer. Me
pregunté cuanto tiempo le tomaría entenderlo. Los humanos mágicos pueden vivir, cuando
mucho, doscientos años, así que quizá en nuestro tiempo habría algunos que vivieron en la
revolución francesa, pero no seguirían viéndose como si tuvieran treinta y cinco años.
- Así será como procederemos- dijo Pritkin tensamente - Llevarás el mapa allá afuera y lo
dejarás junto a la línea de luz. Yo lo recogeré, y en cuanto haya verificado que es auténtico te
daré el hechizo.-
- Él ya conoce el hechizo que necesito- expliqué.
Mircea cambió su incrédula mirada del mago hacia mí. - ¿Y confías en él para dártelo?-
- ¡No es mi honor el que está siendo cuestionado!- Dijo Pritkin furioso
- ¡Fuiste tú quien la secuestró y trató de matarla!-
- ¡La secuestré, así que no tenía necesidad de matarla!-
- Mago, por todo lo que es sagrado te juro que…-
- ¿Sagrado?- la sonrisa sarcástica de Pritkin era la misma de siempre - ¿Te atreves a usar ese
término? ¿Tú…?-
- ¡Cállate!- Grité y el eco se escuchó extraño en todos los lados de la catedral, como el grito de
un fantasma, pero sencillamente no podía soportar ni un minuto más de eso. - No tenemos otra
opción- le dije a Mircea más calmadamente.
- ¡Él ya ha probado ser traicionero! Confiar en él otra vez…-
- No te estoy pidiendo que confíes en él. Te estoy pidiendo que confíes en mí. Por favor.-
Mircea no respondió, pero cruzó la distancia que nos separaba con tal rapidez que ni siquiera lo
ví moverse y tomó el brazo de Pritkin. - Si le haces el más mínimo daño no volverás a ver el
mapa otra vez- dijo calmadamente. - No vivirás lo suficiente para ver nada otra vez-
Pritkin trató de soltarse, pero no pudo hacerlo. - ¡Si estás diciendo la verdad, no tengo
necesidad de dañarla!- Dijo violentamente. - ¡Ahora suéltame!-
Mircea lo soltó con reluctancia después de darle un apretón que hizo que Pritkin apretara la
mandíbula por el dolor y todos nos apresuramos al exterior. Testarudamente, Pritkin no se frotó
el brazo, aunque yo estaba segura que lo más probable era que hubiera perdido la circulación
en él, y se cuidó de mantenernos a ambos a la vista. Mircea puso el mapa en el centro del
pavimento de adoquines y retrocedió unos cuantos metros, lo que en términos vampíricos
significaba que él quizá ni siquiera hubiera necesitado molestarse en moverse un centímetro,
podría cruzar ese espacio en un parpadeo.
Miré con intensión a Pritkin, él hizo un movimiento con la mano mientras murmuraba unas
cuantas sílabas guturales. Nada pasó, frunció el ceño y lo hizo otra vez. - No sentí nada- dije
sintiendo que mi corazón se aceleraba.
- No tuvo éxito-
- ¡Dijiste que podías deshacerte de él!-
Los labios de Mircea se curvaron. - Nunca puedes confiar en un mago-
Pritkin lo miró brevemente, pero ni siquiera estaba cerca a su mejor intento de furia. Parecía
preocupado mientras se golpeaba los labios con un dedo. - Dime, ¿hubo un método de escape
asociado a los hechizos cuando fueron puestos, en caso de que algo fuera mal?-
- Sí, pero ya se ha intentado- dije exasperada.
- ¿Qué era?-
Lo fulminé con la mirada pero no tuve más opción que responder. No sabía que información
necesitaba para hacer que el hechizo funcionara. - Sexo con el originador del hechizo o con
alguien de su elección. Pero nada sucedió- .
No era tan loco como podría sonar. El ritual que completaba la transferencia de poder de la
antigua Pythia a mí requería que yo perdiera mi virginidad. Era una cláusula estándar en el
mundo antiguo, donde el sexo formaba parte de todo, desde los hechizos de sanación hasta los
actos de culto. Pero eso le había dado a Mircea una idea, había hecho que la condición para
que el geis se levantara fuera el sexo también.
En ese momento debió parecer a prueba de tontos; el geis me protegería hasta el ritual durante
el cual sería roto en el mismo acto que me convertiría en Pythia con que se aseguraría de que
Mircea no terminada ligado a mi poder. Debería haber funcionado también, salvo que el hechizo
había sido duplicado antes de que la transferencia se hubiera complicado. Poco después, Tomas
había fungido como reemplazo de Mircea en el ritual y me había convertido en Pythia… pero el
geis seguía vivito y coleando.
- ¿Estás segura?- Insistió Pritkin - Porque si el geis se expande más allá de sus parámetros
iniciales, se convierte, de hecho, en un nuevo hechizo. Y en ese caso, el contra hechizo no
funcionaría. Esa es la razón por la que suelen tomarse precauciones adicionales.
- ¿El geis?- La mirada de Mircea se agudizó.
- No preguntes- dije bruscamente, aún viendo fijamente a Pritkin. - Y ¡Sí, estoy segura!-
- Entonces no hay nada que se pueda hacer- Dijo Pritkin con un ligero encogimiento de
hombros.
- ¡No me mientas! ¡Necesito el verdadero contra hechizo!-
- Ya lo tienes-
- ¡No te creo!- Agarré su camisa sin importarme las posibles consecuencias. Tenía ganas de
gritar de la frustración. - ¡Dámelo! ¡Tengo que levantar esta cosa! ¡Tú no entiendes!-
- ¡He hecho todo lo que he podido! ¡Ahora dame mi propiedad!-
- ¡Antes la destruiría que dártela!- Le dije, tan enojada que apenas conseguía ver. Debería
haberlo sabido. Cada vez que había confiado en ese hombre, cada maldita vez terminaba así,
humeando y con los ojos llenos de lágrimas. Existe un dicho: Los locos hacen lo mismo una y
otra vez y sin embargo esperan diferentes resultados. O quizá no era locura, quizá era simple
estupidez.
- ¿Es que acaso el pudor herido vale tanto?-
Le sonreí ferozmente - Supongo que soy así de vengativa-
- Dámelo y cuando me vaya, si no seremos amigos, por lo menos no seremos enemigos- me
advirtió - Y créeme cuando digo, señora… que no me quieres como un enemigo-
- Quizá no fui lo suficientemente clara- dije con gravedad, pateando el mapa de vuelta a
Mircea. - Sin contra hechizo no hay mapa. O levantas esta cosa o no volverás a ver nunca el
Codex ¡Lo juro!-
Pritkin no respondió, salvo haciendo lo último que hubiera esperado, me soltó y brincó
directamente a Mircea. Caí al suelo y para el momento en que logré sentarme, ya estaban
peleando, acercándose a la catedral.
Mircea podría estar débil por el ataque al casino, pero un maestro vampiro sigue siendo un
maestro vampiro, algo que Pritkin estaba aprendiendo de la manera más dura. La pelea terminó
tan rápido, que casi no sucedió. Un violento codazo de Mircea envió al asombrado mago
directamente contra las enormes puertas de la vieja catedral, las que golpeó con un horrible
sonido. Pritkin debía estar también sumamente débil, porque sus escudos no se manifestaron
para amortiguar el golpe.
Rebotó contra las puertas y cayó desmadejado en las escaleras, en una posición que recordaba
a una muñeca rota. Mircea, sin embargo, fijó su mirada en él mientras yo trastabillaba
poniéndome de pié. - ¡Mircea! ¡No lo mates!-
Me miró y dudó un poco, después asintió suavemente. Había visto a Pritkin en nuestro tiempo,
sabía que no se suponía que muriera esta noche. Corrí hacia ellos, preocupada porque fuera
demasiado tarde, porque el sonido roto que había escuchado hubiera sido el cráneo de Pritkin.
Pero cuando me arrodillé a su lado no logré encontrar heridas graves. Verifiqué su pulso y sus
pupilas. Podría haber estado fingiendo en las escaleras, la verdad es que no estaba segura,
pero había estado desmayado en la barca, y si no lo estaba ahora, era un actor
endemoniadamente bueno.
- Está inconsciente- confirmó Mircea. Él podía sentir cosas como la presión sanguínea y sabría
si el mago estaba fingiendo.
Mircea llevó cargado a Pritkin al interior de la catedral y lo cubrimos con su capa. El lugar
estaba desierto y aún faltaban horas para el amanecer. Nadie lo molestaría hasta que volviera
en si. Pero todo estaba demasiado callado y el ambiente era extraño, no como el de una iglesia
donde la gente se congregara habitualmente, se parecía más a una de esas criptas desiertas del
Pere Lachaise: hermosa pero olvidada. No me gustaba la idea de dejarlo ahí.
Mircea tomó mi brazo, jalándome lejos del mago. - Vivirá- me aseguró - Pero cuando
despierte…-
Tenía razón. Pritkin no era del tipo que se daba por vencido, aún con una posible contusión, y lo
último que necesitábamos era que Mircea le hiciera aún más daño. - ¿A dónde vamos ahora?-
le pregunté cansinamente. Tenía frío y hambre, y ahora que el subidón de adrenalina se había
acabado, mis ojos se cerraban. De verdad no quería hacer una búsqueda exhaustiva en ese
momento.
- Ambos necesitamos descansar antes de empezar nuestra búsqueda del tesoro- dijo Mircea
haciendo eco de mis pensamientos. Frunció el ceño por un momento y luego su rostro se
aclaró. - Conozco el lugar perfecto-

CAPÍTULO 23

Un corto viaje por líneas de luz después y estuvimos parados ante una puerta de grueso roble
que tenía una aldaba de bronce en forma de un dragón comiéndose su propia cosa. Parpadee
confundida. ¿Es que acaso la cosa estaba siguiéndome? Mircea lo golpeó contra la puerta unas
cuantas veces pero nadie respondió.
- La mayoría de mis sirvientes están en mi propiedad del campo- me dijo, tocando otra vez
pero más fuerte. - Pero debería haber un guardián aquí. A él no le gusta viajar- .
Miré la casa que parecía completamente desierta y me pregunté si estaba seguro de eso, con el
amo lejos, quizá el cuidador se había marchado a un lugar donde no habían decapitaciones
diarias.- No creo que haya nadie en casa- aventuré mirando por la ventana. No podía decir
mucho sobre el interior porque habían sábanas tendidas sobre los muebles, pero se sentía tan
vacío como la catedral.
Mircea sólo sonrió. - Él es un poco lento- .
- Así que cuando dijiste que habías vivido en París…-
- Quise decir aquí- Mircea hizo una pausa para aporrear la puerta y de hecho hizo que la
pesada madera se estremeciera. - Antes de unirme al Senado Norteamericano pertenecí al
Europeo, y éste se había situado en París desde la temprana Edad Media.-
Comenzó a tocar otra vez, pero la puerta fue entreabierta por un pequeño ancianito con una
larga nariz y acuosos ojos azules. Bizqueó para vernos con sus ojos miopes desde debajo de
una peluca demasiado grande, mientras despotricaba en un enojado francés. Puntualizó lo que
fuera que él estaba diciendo con salvajes movimientos de su bastón, pero sin su apoyo, perdió
el equilibrio y hubiera caído por las escaleras si Mircea no lo hubiera detenido.
- ¡Malditos jovenzuelos rufianes!- Gritó entre intentos de morder la muñeca de Mircea, pero a
pesar de ser un vampiro, parecía tener sólo un colmillo y no logró encajarlo en nada.
- ¡Horacio! ¡Soy yo!- La voz de Mircea hizo eco a lo largo de la calle mientras prácticamente
gritaba en la oreja del hombrecillo.
- ¿Qué?- dijo el hombrecillo entrecerrando los ojos, lo que no pareció ayudar a su visión.
Mircea suspiró - Te di una cadena para tus espejuelos- dijo rebuscando en el abrigo del viejo. -
¿Porqué no los traes puestos?-
- Soy un vampiro. ¡No necesito espejuelos!- Mircea fue informado mientras el hombre le
quitaba las manos de su abrigo de un manotazo. Mircea lo ignoró y finalmente encontró un par
de anteojos, se los puso en la larga nariz y le sonrió animador. - Soy yo- repitió.
- ¡Lo sé!- dijo el hombrecillo irasciblemente. - Podrías haber enviado aviso de que venías, no
tengo nada listo- . Farfulló, pero nos dejó entrar por la puerta.
Caminamos a un paso de caracol a través de un gran pasillo y hasta una enorme escalera.
Horacio llevaba una vela que se inclinaba y ondeaba enviado escurridizas sombras por las
paredes, y me dieron mi primera visión buena de Mircea. A pesar de su lavado de más
temprano, aún iba desnudo de la mitad del cuerpo, tenía mugre y polvo por toda la ropa que le
quedaba y un pedazo de lo que sospechosamente parecía alga marina tenazmente agarrada a
sus cabellos. Verlo así probablemente era una experiencia de una vez en la vida, por lo que lo
atesoraría.
- Vas a necesitar cambiarte antes de encontrarte con mi otro yo otra vez- dije, tratando de no
reírme. - Algo que se parezca lo más posible a tu anterior atuendo.
Mircea me fulminó con una mirada que me dio a entender que se había dado cuenta de mi
diversión. - Tengo muchos trajes nuevos-
- Pero la camisa…-
- También tengo unas cuantas de esas-
- ¿De verdad? No me parece que sea algo salido de una boutique-
- No lo es. Ming-de me envía una de esas en mi cumpleaños.-
- Que lindo de su parte ¿por alguna razón en particular?-
Mircea parpadeó perezosamente. - ¿Tengo que suponer que no quieres explicarme lo que el
mago quiso decir con ‘pudor herido’?-
Me lamí los labios, sintiendo un sabor residual en mi lengua que tenía un gusto
sospechosamente parecido al de cierto mago de guerra psicótico. - No realmente- .
- Entonces, creo que yo también mantendré mis secretos dulceaţă-
- Sip, pero tú tienes más que yo- farfullé.
Él curvó una ceja. - Estoy empezando a dudarlo.-
Terminamos en las habitaciones de Mircea, que estaban compuestas de un pequeño vestidor y
una enorme habitación. El armario pintado que había visto en MAGIA estaba ahí, junto a una
tapicería de seda que mostraba un dragón comiéndose su propia cola. Lo miré con sorpresa,
empezaba a ser aterrador. - El ouroboros- .
- El símbolo del Sárkány Lovagrend- , Mircea me corrigió mientras vigilaba a Horacio.
- ¿Qué?-
- La orden del Dragón- tradujo, acercándose a su siervo, el anciano estaba haciendo algo cerca
de la chimenea que estaba frente a la cama. Me tomó un momento darme cuenta de que hacía
porque el pedazo de papel que sostenía estaba presionado contra un ladrillo cubierto de hollín y
no contra uno de los polvorientos troncos. - Era una sociedad establecida en Hungría por el Rey
Segismundo. Mi padre se hizo miembro y… déjame, yo lo hago- Ofreció Mircea con los ojos
fijos en el papel que se quemaba con presteza.
Horacio lo golpeó en el hombro. - ¿Acaso no te enseñé nada sobre respetar tu lugar?-
Demandó. - Siempre corriendo por ahí y jugueteando con los hijos de los sirvientes y pensando
que tus mejillas llenas de hoyuelos iban a sacarte de los problemas que te traería tu
comportamiento irresponsable.-
- Así que nada ha cambiado- murmuré.
Mircea me lanzó una mirada herida mientras luchaba con el anciano por el pedazo de papel. -
Qué lindo fuego- dijo en voz alta logrando quitarle el papel a Horacio justo antes de que éste
incendiara su mano.
Horacio miró el frío interior de la chimenea con orgullo. - Lo es ¿no es así?-
Después de unos cuantos momentos, Mircea se las arregló para encender los leños. - Supongo
que no hay nada para comer ¿o sí?- preguntó, no se veía muy esperanzado pero mi estómago
gruñó de esperanzado de cualquier manera.
- ¿Para comer?- Horacio me miró confundido, aparentemente había asumido que Mircea había
traído su comida con él.
- ¡Ella es mi huésped!- dijo Mircea enfáticamente.
Horacio murmuró algo que sonó decepcionado. - Bueno, supongo que podría ir a buscar a
alguien- . Dijo sonando dudoso. - Pero con todos los problemas que hay últimamente, las calles
suelen estar despiertas cuando anochece- .
- Quise decir para ella- .
- ¿Cómo?-
- ¿Hay algo de comida que pueda consumir un humano?- Preguntó Mircea pacientemente.
- Bueno, si hubieras mandado aviso- dijo malhumoradamente Horacio. - No puedes esperar
que yo sepa cuando traerás a casa uno de ellos ¿o sí? Por no mencionar que últimamente las
tiendas están básicamente vacías de cualquier manera. ¡Cómo podrían tener algo si todo va al
ejército!-
- Un ‘no’ hubiera sido suficiente- dijo Mircea, la mirada que me dirigió era compungida. - Mis
disculpas, mi hospitalidad suele ser un poco más… hospitalaria-
- No hay problema- me senté en la mullida alfombra al frente del hogar y extendí mis manos al
fuego. Por primera vez en la noche, me sentí casi caliente y no tuve que preocuparme porque
alguien pudiera emboscarme.
- Supongo que las cavas están intactas ¿no es así?- Inquirió Mircea.
- Sí, sí. Hay mucho vino- Horacio sólo se quedó parado ahí, al igual que Mircea. - ¿Quieres que
te traiga un poco?- preguntó finalmente el viejo.
- Eso sería bueno- dijo Mircea educadamente. Horacio salió, aun murmurando para sí lo
suficientemente fuerte como para que lo entendiéramos. Mircea suspiró y comenzó a buscar en
un gabinete bajo situado en una esquina.
- Pero ¿es un ouroboros verdad? ¿El símbolo de la orden?- Mis ojos habían regresado al tapiz,
las escamas del dragón eran verdes y sus ojos, repujados en oro, parecían moverse en la suave
luz del fuego.
- Sí, supongo- dijo Mircea ausentemente. - Es un antiguo símbolo de protección, un cinturón
de poder encaminado a proteger algo precioso. Es eso lo que ellos intentaban hacer…
resguardar Europa de la invasión turca. ¿Porqué?-
- Lo veo en todos los lugares a los que voy últimamente, está empezando a enloquecerme- .
Mircea se rió. - El ouroboros es el emblema de los magos, es omnipresente en nuestro mundo.-
- Pero, ellos sólo usan un sencillo círculo plateado- protesté, siempre había pensado que eso
demostraba una increíble falta de imaginación, la organización mágica más antigua de la tierra
¿y un círculo plateado era lo mejor que podían hacer?
- La versión más antigua de su símbolo era un ouroboros. Lo modificaron con el tiempo para
hacer algo más fácil de reproducir. Dijeron que lo habían escogido porque la plata es el símbolo
alquímico de la pureza y también de la sabiduría.- El tono de Mircea no dejaba lugar a dudas
sobre lo que él pensaba de ese argumento.
- Protección, pureza y sabiduría- Muchas cosas venían a mi mente cuando pensaba en el
Círculo y esas tres no estaban en mi lista.
Mircea sostuvo una polvorienta botella en alto - Borgoña- dijo triunfante
- Pero acabas de enviar a Horacio por vino-
- Sí, eso es algo que recordará por máximo cinco minutos- Llenó un par de copas que parecían
razonablemente limpias y me dio una.
- Gracias- tomé un sorbo, estaba rico. - ¿Qué le pasó?-
- A Horacio- asentí - Me temó que fue mi culpa.-
- ¿Qué? Pero yo pensaba que convertir a alguien tan anciano era considerado… inadmisible ¿no
es así?-
- Algo así- Mircea ignoró su vino a favor de revolver su guardarropa. Pronto se escuchó el
rasgueo de papel y el aroma a sándalo inundó la habitación. - Sí, pensaba que tenía otra-
levantó una esquina del papel. - Y es blanca- .
Estreché los ojos al verla, el regalito de Ming-de asumí. - Te vez mejor en color- barboté.
Me lanzó una mirada seductora por encima del hombro. - ¿De verdad? La mayoría de las
mujeres piensan que me veo mejor desnudo.-
Regresé rápidamente a terreno seguro. - Entonces ¿porqué lo convertiste?-
Mircea frunció el ceño - Fue mi tutor de la infancia. Lo visité en su lecho de muerte sólo para
encontrarme con que su piel estaba más pálida que las sábanas pero su mente estaba tan
despierta como siempre. Sabía que estaba muriendo, y estaba furioso por ello. Yacía ahí, con su
cuerpo fallando y me demandó que hiciera algo al respecto, con la misma voz que utilizaba para
aterrorizarme cuando era niño…-
- ¿Y te rendiste?-
- Accedí a su petición- dijo Mircea con dignidad.
- Te rendiste-
Suspiró y se puso la camisa - Temo que sí.-
- Pero ¿por qué es así? Lo convertiste así que ¿no debería tener visión vampírica? Por no
mencionar el oído, el sentido del equilibrio y la habilidad de cruzar una habitación a velocidad
de rayo- .
- Habitualmente, sí, pero Horacio estaba muriendo cuando pasó por la transformación; si yo
hubiera dudado aunque fuera un poco habría muerto. Y cambiar a alguien en tan extrema falta
de salud es, como lo dijiste, inadmisible.-
- Entonces ¿porqué lo hiciste?- Una eternidad así no me habría parecido un muy buen regalo.
Mircea removió el fuego, aunque no es que fuera necesario que lo hiciera, el cuarto estaba ya a
una temperatura agradable. - Porque no sabía lo que estaba haciendo- admitió una vez que
torturó los leños a su satisfacción. - Olvidas que no fui elegido para esta vida, la recibí porque
una anciana que odiaba a mi familia me hechizó- .
- ¿Qué tiene eso que ver con Horacio?-
- Todo, no tenía a nadie que me guiara dulceaţă. Nadie que me diera el menor conocimiento
sobre mi nuevo estado. Quizá en otro tiempo habría sido diferente. Hoy en día, el propio
Senado vigila a los vampiros novatos en cuanto son creados aunque algunos ni siquiera lo
sepan. Pero en aquel entonces… no era tan simple. Yo no sabía que este sería su destino.-
- Nunca había pensado en como debió ser para ti- dije suavemente - el despertarte un día
cambiado-
Sonrió amargamente - No sucedió tan rápido como eso, pasó una semana antes de que la
transformación se hubiera completado, y aún entonces… ¡Algunas cosas eran fábulas, historias
que se contaban para asustar a los niños! ¿Cómo podría tal cosa haberme sucedido… a mí, un
buen católico?-
- Pero el vampirismo es una enfermedad metafísica. No tiene nada que ver con…-
- Pero yo no sabía nada de eso Cassie. No sabía nada. Podía entrar a una iglesia, rezar el
rosario, hacer las cosas que siempre me habían dicho que eran imposibles para los condenados,
y aún así, la luz del sol, bajo la que había caminado toda mi vida, de pronto me quemaba, la
comida de mi juventud no me atraía más, y aún mi mismo cuerpo había cambiado en formas
que, en aquel momento me horrorizaban. Yo no deseaba ver más de los que otros veían, ni
escuchar las cosas que otros no lograban escuchar, volverme y volverme en mi cama, sintiendo
cada latido de cada corazón a unos cuántos kilómetros a la redonda llamándome…-
- Sin embargo, lo aceptaste con el tiempo-
- No sé si esa sería la palabra que utilizaría- Dijo Mircea secamente. Inconscientemente se
había despojado de los desaliñados pantalones, poniéndolos en la cama donde los atacó con un
cepillo. - Estuve en negación, rehusándome a admitir, aún ante mí mismo, lo que estaba
sucediendo.-
- ¿Cuándo cambió eso?-
- Cuando los nobles se volvieron contra mí, la nuestra era una monarquía de elección…
cualquiera que tuviera la sangre correcta podía ser un candidato… y ellos habían decidido
apoyar a un grupo rival de mi familia y en aquellos días, la forma habitual de cambiar a la
persona en el poder era matarlo.-
Había escuchado la historia de su cambio hace mucho tiempo, pero él la había hecho sonar
como si hubiera sido una gran aventura, en esta ocasión no parecía exactamente así, estaba
empezando a sospechar que la versión que había escuchado de niña había sido muy censurada.
- Ellos mataron primero a mi padre, él me había enviado a una infausta cruzada contra los
turcos, y a pesar del hecho de que las tropas que yo lideraba se has habían arreglado bien,
habíamos perdido la guerra, yo fui después de eso… menos que popular, con los nobles que no
habían sido instigados a ayudar en la lucha; eso me hizo pensar que el ser testigo de su muerte
fue una especie de retribución- .
Hizo una pausa para atacar a una mancha particularmente testaruda, luego continuó. - Ellos le
arrancaron el cuero cabelludo, un truquito que habíamos aprendido de los Turcos y que
implicaba arrancar la piel del rostro mientras las víctimas seguían vivas, torturándolos y
volviéndolos irreconocibles al mismo tiempo. Cuando terminaron, me cegaron con atizadores al
rojo vivo para que su cuerpo mutilado fuera la última cosa que yo viera alguna vez, luego me
enterraron vivo.-
- Oh dios-
- Yací ahí, escuchando las capas de tierra caer sobre mi ataúd y asumí que había llegado el
final- dijo, sentándose en el borde de la cama para ponerse nuevamente los pantalones. -
Esperé que se me acabara el aire para morir, para ser juzgado, para que algo sucediera… pero
las horas pasaron y nada sucedió. Nada excepto que mis ojos se curaron, permitiéndome ver a
pesar de que no había luz. Finalmente tuve que enfrentar el hecho de que algo un poco….
Extraño… estaba sucediendo.-
- ¿Qué hiciste?-
Mircea se encogió de hombros - Cavé para salir, había llovido en la noche, haciendo que el
terreno se reblandeciera, de otra manera, quizá no habría podido lograrlo. Después, yací sobre
la tierra húmeda jadeando por un aire que obviamente no necesitaba más, y me pregunté qué
hacer. Yo era un monstruo, finalmente lo había aceptado. Pero era un monstruo muy débil. No
me había alimentado desde el cambio y mi cuerpo había tenido que reparar considerables
daños de la lucha y la tortura posterior. Sabía que no estaba en condiciones de enfrentarlos otra
vez.-
- ¿Cómo sobreviviste?- pregunté con urgencia, realmente necesitaba saber, nuestras
situaciones no eran idénticas pero había suficientes similitudes para que yo esperara un trozo
de áurea sabiduría. Mircea no había sabido como ser un vampiro más de lo que yo sabía cómo
ser la Pythia, y sin embargo, se las había arreglado.
Sus ojos se estrecharon suavemente ante mi tono y yo me encogí por dentro. Estaba cansada y
no había cuidado mi voz tan bien como debería haberlo hecho. Probablemente le había dicho ya
más de lo que tenía intención de decirle.
- Con suerte y algo de oportuna ayuda- . Dijo después de una pausa. - Mi ropa, (sin contar la
asquerosa que llevaba puesta) dinero y posesiones estaban en Tirgoviste… donde la mayoría de
los que recién habían intentado matarme residían. Tenía que arriesgarme a volver ahí, y como
si hubiera sido cosa del destino, uno de mis atacantes me había visto. Él no se dio cuenta de
que tan débil estaba y no se atrevió a atacarme sólo, pero corrió a poner a los otros sobre
alerta- .
- Pero, si acababan de enterrarte vivo ¿Cómo es que le creyeron?- La mayor parte de las
personas se hubiera preguntado si el hombre que había venido con esos cuentos de muertos
vivientes no habría sencillamente bebido demasiado.
Antes de contestarme, Mircea vino a unirse conmigo. Dado que aún estaba sentada junto al
fuego, demasiado cerca de las chispas que de pronto volaban para el gusto de un vampiro, el
movimiento me preocupó, también lo hizo la sonrisa casual de su rostro. - Acabas de hablar
como una verdadera mujer moderna- dijo con indulgencia- . - Pero para ese tiempo, la mayor
parte de las personas aceptaban las viejas leyendas sobre los nosferatu como un hecho. Y ellos
sabían cómo lidiar con nosotros si se nos ocurría aparecer por ahí- .
Se sentó y se relajó, enterrando los desnudos dedos de sus pies en la alfombra rica y gruesa y
sus ojos se fijaron en el ruedo de mi vestido. Miré hacia abajo sólo para darme cuenta de que
las sucias pintas de las botas de Pritkin se asomaban desde debajo de la seda. Había olvidado
que las llevaba puestas, igual que él había olvidado buscarlas. Sentí como me ruborizaba ante
el recuerdo de porqué exactamente habíamos estado tan distraídos.
Traté de meter mis pies nuevamente bajo la tela pero no lo logré. Mircea se arrodilló frente a mí
y jaló mi pié hacia sus manos, mirando las sucias y toscas botas con incredulidad. - ¿Dónde
obtuviste esto?-
- Este…- Eran aproximadamente talla diez, y obviamente calzado de hombre. Mircea rascó una
manchita de barro que había sobre el tacón y un cuchillo salió, cayó al piso haciendo un ligero
sonido argentino, y ambos nos quedamos viéndolo un segundo.
- ¿Estás usando los zapatos del mago?-
- Técnicamente son botas-
Los ojos de Mircea se estrecharon - Sí, puedo ver eso. ¿Porqué las llevas puestas?-
- Mis pies tenían frío-
- Y acaso ¿él tuvo un gesto caballeroso?- Su tono destilaba sarcasmo.
- No exactamente- ,
- Le robaste sus zapatos- El tono de Mircea dejaba notar que él no me creía muy bien.
- Sus botas, y yo no sé las robé exactamente... Quiero decir, él no las llevaba puestas cuando
las tomé- .
- Y ¿por qué no?-
- Este…-
Mircea me quitó la otra ofensiva bota y lanzó el par al otro lado de la habitación, aterrizaron con
un golpe contra el panel de pesada madera, enviando una lluvia de polvo a todo el piso, eso lo
dejó viendo fijamente los calcetines de Pritkin.
Estaban tejidos en una burda lana gris que de ninguna manera combinaba con mi vestido y
que, como las botas, eran demasiado grandes. Mircea no hizo ningún comentario, sólo los jaló
hasta sacarlos y los lanzó al mismo lugar que los zapatos. - Mis pies van a enfriarse- Protesté.
- Te encontraré algo más apropiado- me informó con fuerza mientras ponía mis pies en su
regazo.
Aún no se había abotonado la camisa y cuando se movió, la luz de la chimenea hizo cosas
maravillosas con los músculos de su pecho. Comenzó a frotar mis empeines, con la fuerza
suficiente como para hacerme cosquillas y se sintió tan bien que tuve que apartar la vista lo que
fue un error pues le permitió saber que estaba llegándome, pero era eso o levantarme e irme…
Lo que era aún más erróneo.
- ¿Cómo te las arreglaste para escapar de ahí?- Le pregunté cambiando el tema.
- ¿De dónde?-
- De la ciudad-
- Con la ayuda de Horacio- me dijo, frotando mis arcos con cálidas y firmes caricias. Él tenía
unas manos increíbles… largas, delgadas y habilidosas… y la calidez de su toque, aunque
filtrada por el forro de seda de mi vestido, era poco menos que desconcertante.
- ¿Supondré que él era un poco más joven entonces?-
- Por varios años. El agarre de mi familia sobre el trono nunca había sido completamente
seguro, y habíamos sido entrenados desde la infancia para estar preparados para huir a la
primera señal. Horacio retiró mis fondos de emergencia, algunas ropas y un caballo, y me
escondió hasta que la noche cayó. Estaba alistándome para marcharme cuando se apareció,
insistiendo en venir conmigo hasta la frontera. Traté de disuadirlo, pero era tan terco como
siempre. Lo cual fue muy afortunado, no lo habría logrado sólo, no en esos primeros meses,
aún con su ayuda, hubo momentos en que estuve a punto de perder.-
Capturé su mano, necesitando romper el contacto para poder pensar. - ¿Hay algo que hubieras
hecho diferente?-
Mircea dejó su mano reposar en la mía, aunque la otra siguió aferrada a mi pierna, con esos
largos dedos curvados alrededor de mi tobillo. - En ese momento, creí estar haciendo lo único
que podía. Me marchaba hasta que dejaran de buscarme, hasta que fuera lo suficientemente
fuerte como para defenderme y los vientos políticos cambiaran otra vez. Pero me marché
demasiado rápido, dejando demasiadas cosas inconclusas… Corregí algunos de mis errores
después, pero otros… nunca podrán ser remediados.-
Eso podría ser verdad, pero no era lo que necesitaba escuchar. - Si fueras a darle un consejo a
alguien ¿Cuál sería?-
Mircea se quedó callado por un largo instante. - Que cuando te vuelves algo más, debes
siempre dejar un espacio para reivindicarte- .
- ¡Eso no suena muy útil!-
- Quizá no, pero no hay caminos rápidos ni fáciles para la supervivencia. Hice lo que todos
hacemos cuando nos enfrentamos con algo que consideramos más allá de nuestras
posibilidades.-
- ¿Es decir?-
- Lo mejor que pude-
- ¿Y cuando eso no fue suficiente?- Susurré, admitiendo finalmente lo que había tratado de
evitar siquiera pensar. Que no era suficientemente buena, lo que la otra Pythia misma había
dicho en un tono, que había empezado a considerar profético: Que o bien sería la mejor de
nosotras o la peor. No tenía idea de lo que significaba la primera parte, pero de verdad podía
encontrar que la segunda parte era más que una posibilidad.
- Encontré ayuda-
- ¿Cómo por ejemplo?-
- La familia- dijo simplemente. - Ellos siempre me apoyaron, me dieron algo por lo que luchar
además de por mi propia supervivencia. Me ayudaron a creer que podía triunfar, aún cuando
algunas veces yo mismo lo dudé.-
- La familia- repetí descorazonada, la única cosa que yo no tenía.
- No la familia en la que nací, esa fue destrozada, primero con la muerte de mi Padre, luego con
la traición de Vlad. Pero con el tiempo, me construí una nueva familia. Tenía a Horacio, luego a
Radu y después, eventualmente a otros- .
Un consejo genial… para otro vampiro. Pero yo no podía sencillamente salir y hacerme una
familia. Y todos los que alguna vez había tenido, habían desaparecido por asesinato, traición o
mala suerte.
- Bueno, algunos de nosotros no tenemos una familia en la que apoyarnos- dije amargamente.
- Tienes una familia dulceaţă- me dijo mientras me jalaba más cerca de él, se movió
lentamente, dándome tiempo para protestar, para apartarme, cuando no lo hice, rodeó mi
cintura con una mano mientras la otra se ahuecaba en mi nuca; su toque era cuidadoso pero
seguro. - Siempre has tenido una familia- .
- La familia te es leal a ti, no a mí- .
- Pero, dado que yo te soy leal a ti, a final de cuentas equivale a lo mismo-
- ¿Lo eres?- Busqué en su rostro que era hermoso, con las llamas danzando en esos ojos
oscuros, brillando en sus cabellos. Y como era habitual, no me dijo absolutamente nada. - Soy
una vidente, no una telépata Mircea. Ni siquiera soy tan buena como los vampiros en
determinar cuando alguien está mintiendo.-
- ¿Qué sientes?- Estaba respirando suavemente por su boca y yo sentía su aliento en mis
labios, caliente y pesado. Por un segundo, el recuerdo de su boca fue tan vívido que no estuve
segura de que no nos estábamos besando en ese mismo instante. Era tan sencillo imaginarme
amando a Mircea, era aún más sencillo que visualizar los problemas que ello podría causar.
- ¡Lo último en lo que puedo confiar es en mis sentimientos!- Le dije temblorosamente. -
¡Especialmente en mis sentimientos por ti!-
- Oh dulceaţă- murmuró - Tendrás que aprender como yo aprendí que la familia es una de las
únicas cosas en las que puedes confiar-
Tomó mi rostro en sus manos y sonrió contra mis labios, y cuando lo sentí, no pude menos que
sonreír también. Podía sentir su risa ahogada en el lugar donde mis manos descansaban contra
su pecho, y el golpeteo de su corazón acelerándose. Me aferré a él, mis manos encontrando la
cálida piel bajo su camisa, esparciéndose por su espalda.
Cuando él finalmente me besó, no se pareció nada al toque de Pritkin, Mircea era seguro pero
no tenía prisa. En lugar de fuerza que causaba moretones y dominación, él usó una presión
segura y gentil que capturó mis sentidos a la perfección. Sus manos acariciando mi mejilla y su
lengua provocando la mía, cálida y sedosa, transformando la dulce languidez en calor. La única
palabra para describir la manera en que Mircea besaba era - exuberancia-
- Tu piel está fría- murmuró acomodándome contra él, su calor corporal estaba en mi espalda
mientras el fuego me calentaba por el frente. Mi vestido se había levantado sobre mis rodillas y
el seco calor de las llamas se sentía rico en mis piernas.
Sabía que no podía permitir que esto continuara, pero estaba exhausta y mis defensas estaban
bajas. Y esa familiar voz estaba de vuelta, la que me decía que me decía detendría esto un
minuto después, que no pasaría nada si esperaba otro minuto, que había tenido el suficiente
cuidado… Una de las manos de Mircea permaneció en mi cintura, mientras la otra se abría
camino debajo de mi falda, rozando suavemente mi pantorrilla derecha, antes de deslizarse al
dorso de mi muslo. Comenzó a acariciarlo ligeramente, frotando pequeños círculos a través del
forro de seda. De pronto, mi pulso estaba atronando, mi visión se volvía borrosa y mi piel se
estaba sobrecalentando.
- No podemos- le dije insegura, tratando de recordar porque era tan importante detenernos.
Sus dedos habían encontrado el encaje superior de mi media, sus dedos jalando, flexionándose
y estirándose, acariciándome con las uñas sobre la tela. Cuando se deslizaron bajo el encaje, no
pude evitar estremecerme. - Oh, estoy plenamente seguro de que si podemos- dijo.
Encontré sus ojos, chispeantes de calor y diversión y sentí que algo dentro de mí se
descomprimía y se expandía, era como si hubiera estado siempre ahí, pero no hubiera tenido
espacio hasta ahora. De pronto yo también tuve miedo de que si pudiéramos.
CAPÍTULO 24

Me dí cuenta de que mi vestido estaba siendo desabrochado, pero luego, unas uñas se
deslizaron suavemente por la longitud de mi espalda y olvidé porqué eso era un problema. El
doble calor del cuerpo de Mircea y del fuego había causado que el sudor inundara mis
clavículas, deslizándose por el espacio que zigzagueaba por mi espalda, mientras cada una de
mis costillas se tensaba, su lengua estaba ahí, lamiendo las saladas gotas, trazando patrones en
mi piel. Sus labios cepillaban suavemente sobre mí, deteniéndose sobre cada nudo de mi espina
dorsal y succionándolos gentilmente.
-No lo comprendes. El geis…- Me detuve porque un estremecimiento particularmente fuerte me
hizo temblar. Tenía la definitiva sensación de estar en un tren sin frenos dirigiéndome
directamente a un precipicio. Mircea se rió, lo que no era nada tranquilizador, también era un
tanto alarmante la velocidad a la que la ropa estaba siendo quitada, pero entonces, él estuvo
murmurando en un quedo y musical rumano contra mi hombro y yo comprendí cada palabra
sintiéndola encajarse en mis huesos.
Sentí la seda resbalar y comenzar a caer mientras me iba siendo quitada, él me recostó en la
alfombra y dobló mi pierna derecha tocando con sus labios el interior de mi muslo, mis
escalofríos se convirtieron en convulsiones cuando su lengua encontró la piel, seda a través de
la seda y sus dientes se cerraron sobre el moño que adornaba la parte superior de mis medias.
-Mircea, escúchame- dije rápidamente, intentando ahogar el golpe de excitación que me
causaba verlo bajarme la media con los dientes. -El geis salió mal, ya no es el hechizo original,
es…-
-Es delicioso- dijo habiendo jalado la media por completo.
-Ahora, quizá, ¡pero se fortalece!-
Mircea había curvado su mano alrededor de mi otro muslo, su pulgar descansaba en el encaje
con lazos de la media que me quedaba, comenzó ausentemente a moverlo un poco hacia arriba
y hacia abajo, hasta que llegó a un punto particularmente sensible e hizo una pausa, lo acarició
ligeramente como si de alguna manera supiera exactamente lo que su toque me estaba
haciendo mientras yo trataba de recordar como respirar.
-Lo espero con ansias- me susurró antes de hundirme en un beso tan dulce y lujurioso como
miel fría.
Las cosas se volvieron algo brumosas por unos instantes después de eso. Lo recuerdo
desnudándome lentamente, con expresión hambrienta, decidida y extrañamente tierna.
Recuerdo unos dedos rápidos, bajando su velocidad para acariciar la piel desnuda mientras me
veía con unos ojos repentinamente oscuros. Recuerdo ser arrebatada de la alfombra con unas
manos grandes y cuidadosas y tocada en todas partes mientras el fuego susurraba cargado de
humo para sí mismo y la nieve caía fuerte afuera.
-Mircea…- Me detuve porque un dedo pintó mis labios con vino, silenciándome después cuando
lo besó lamiéndolo. Más vino le siguió, corriendo por mi torso en oscuros regueros. Inspiré en
un profundo pero titubeante aliento mientras él comenzó a lamer el camino hacia abajo.
Su lengua barrió sobre uno de mis pezones, trazando patrones y succionando mientras yo me
estremecía. Cada toque de sus labios, cada respiración ocasionaban que el placer corriera como
un incendio en mis nervios. Supongo que finalmente sé como toma su vino pensé atontada
antes de que él apuñalara mi ombligo y yo perdiera la capacidad de pensar.
El vino se derramó por mi estómago, sobre mis caderas y bajó por mis muslos. Él levantó la
mirada, con los ojos brillando más que sólo la luz de las velas mientras acariciaba mi centro,
todo mi cuerpo se tensó con una necesidad que nunca antes había tenido, que nunca dejaría de
desear. Me estremecí y me presioné contra las yemas de sus dedos cuando pasaron otra vez
sobre mí y la mano se retiró.
Miré hacia abajo, a todo lo largo de mi cuerpo, hacia él, dolida y sin comprender hasta que un
dedo regresó, envuelto en vino y lentamente presionó dentro; la tensión bailó en mis músculos
ante la intrusión aunque la deseaba; pero el instintivo encogimiento de mi cuerpo no pudo
impedir la lenta y deliberada penetración, después, el dedo se retiró y una cálida lengua lo
reemplazó, buscando el vino, paladeándolo, paladeándome mientras sus pulgares trazaban
incansables círculos pequeños en mis caderas.
Fui yo la que rompió el contacto visual con él, el calor líquido inundándome me hizo perder la
razón, mi cabeza cayó hacia atrás, yaciendo en la alfombra aunque mi cuerpo se arqueaba
hacia arriba. Su lengua me hablaba silenciosamente, en algún desconocido lenguaje corporal.
Pero parecía que parte de mí comprendía, una parte de mí que estaba cerca de la elocuencia
porque estremecimiento tras estremecimiento de placer se derramaron sobre mí. Él se burló de
mí girando su lengua un poco demasiado lentamente hasta que yo gimotee indefensa.
Las ventanas oscurecidas reflejaban la imposible visión de esa orgullosa cabeza inclinada sobre
mí, esa inteligente lengua dándome placer. Cerré los ojos e inspiré en medio de él,
desesperadamente, casi eran demasiadas sensaciones. Él había empezado con un toque gentil,
pero rápidamente creció más confiado, más demandante hasta que sus manos se estrecharon
en mis caderas, aproximándome más cerca en una forma casi codiciosa. Y supongo que mi
cuerpo debió haber estado hablándole a él también, porque de alguna manera conocía el lugar
donde lo necesitaba, sabía exactamente el toque que ansiaba. El placer se desplazó de arriba
abajo como cera caliente hasta que se dio por vencido y me derretí completa.
Sin que siquiera lo pensara, separé más mis piernas para su contacto y el geis inmediatamente
me recompensó: la sensación que me atacaba cuando me resistía, como si mi pecho hubiera
sido estrujado en un torno, de pronto se liberó. Tomé lo que se sintió como mi primera
respiración profunda en días.
Y eso me aterrorizó.
Había sido una estúpida por pensar que podría controlar esto, una demente al permitirle llegar
tan lejos. Si yo me convertía en esclava de Mircea las cosas serían malas, pero si él se volvía mi
esclavo serían, quizá peores. No creía que la Cónsul estuviera muy feliz de tener uno de sus
senadores bajo el control de alguien… especialmente si ese alguien era yo. Ni siquiera tenía que
adivinar cual sería su reacción: si no detenía esto, sería esclava o cadáver.
Mi cuerpo ya no respondía las órdenes de mi cerebro… literalmente ya no estaba en control de
mí misma… pero aún podía articular palabras. -Mircea, escúchame. Tenemos que…- me detuve
de pronto, incapaz de concluir; Estaba demasiado ocupada tragándome el gemido que
amenazaba con deslizarse fuera de mi garganta.
Él escuchó el pequeño sonido que no logré suprimir del todo y eso hizo que las esquinas de sus
ojos se arrugaran. -Estaba empezando a preocuparme- dijo ligeramente. -La mayor parte de las
mujeres no siguen coherentes en este punto.-
Lo besé para borrar la sonrisa de su rostro, jalándolo hacia mí de las solapas de su camisa. Él
profundizó el beso mientras yo quitaba la seda de sus hombros y trabajaba en bajarla por sus
brazos. Un botón se deslizó al piso pero la pesada tela no pudo seguirlo y se quedó atorada en
sus muñecas. La jalé, mirándola enojada y jalándola con más fuerza hasta que finalmente se
liberó. Mircea me dejó actuar, con los ojos chisporroteando y una sonrisa jugueteando en sus
labios, la ignoré esta vez.
-Estoy feliz de que tu seas más valiente que tu contraparte-, le dije mientras él me recostaba en
la alfombra, aún tenía una media puesta, me dí cuenta de que se veía un tanto extraño dado
que era lo único que llevaba puesto.
-¿Qué contraparte?- murmuró Mircea, besando el camino hacia abajo otra vez.
-Tu yo de mi tiempo-.
-¿Y porqué crees eso?- preguntó, con su aliento derramándose sobre mí.
Incliné la cabeza hacia atrás, estaba tan cerca… -Él tenía miedo de tocarme.-
Mircea descansó su barbilla en mi estómago y me miró con sus cálidos y dorados ojos. Una
mano se curvó sobre mi cadera posesivamente. -Lo dudo, como un famoso francés una vez
dijo, la mejor manera de acrecentar y multiplicar nuestros deseos es tratar de limitarlos.-
-¿Aún cuando eso me convirtiera en tu ama?- jadee.
Por un largo momento nada pasó, luego Mircea se movió sobre mí abruptamente, sus brazos
me encerraron situándose a cada lado de mi cuerpo, su cara enfrentando directamente la mía.
Sus pupilas seguían dilatadas y su piel estaba sonrosada. Pero a diferencia de mí, él si podía
ordenarle a su cuerpo. -¿Qué quieres decir?- demandó.
-El geis responde al poder-. Sus cabellos se movieron sobre mis pechos, con una sensación
suave como de pétalos de flores que de pronto se volvió intolerable. Gimotee y luché por no
lanzarme sobre él. -Y ahora que soy la Pythia…-
Sus ojos se abrieron totalmente, el dolor y la sorpresa chocaron en su rostro en algo oscuro,
más básico. -Hay posibilidad de que tu poder sea mayor que el mío-.
Sólo asentí, apenas capaz de manejar eso. Mi piel se sentía como si se incendiara, mi corazón
golpeteaba y toda mi fuerza de voluntad se había evaporado. Deslicé mi muslo entre sus
piernas y coloqué mi brazo alrededor de su espalda y esperé. Me mordí el labio para contener el
sonido que quería salir de mi boca, las exigencias que quería hacerle.
Me estremecí e hice un sonido indefenso mientras sus brazos me rodeaban, atrayéndome
contra él. Me besó murmurando. -Está bien, todo va a estar bien- contra mis cabellos, y yo
sollocé, sin palabras para responderle, luchando débilmente, tratando de decirle que esto no
estaba… que no estaba bien.
Mircea comenzó a acariciarme en largas y tranquilizadoras caricias que iban de mi nuca a mi
cintura, una y otra vez, murmurando suavemente cosas sin sentido. De pronto, toda lucha de
mi parte terminó y mis músculos se derritieron mientras un lento ronroneo sonaba en mis
oídos. Me di cuenta cuando él me golpeó con una sugestión, en condiciones normales me
hubiera enfurecido que no me hubiera preguntado si podía hacerlo, pero en ese momento
estaba absurdamente agradecida por ello. La cálida y certera sensación de seguridad me
arrulló, llevándome tan gradualmente que ni siquiera me di cuenta en que momento me quedé
dormida.
Me desperté cuando la puerta se abrió de golpe y Horacio entró tambaleándose. No era muy
tarde, juzgando por la falta de luz de afuera. Estaba sudando y la manta con la que alguien me
había cubierto se me había enredado en torno al cuerpo, atándose en mis caderas. El fuego se
había hecho más fuerte y la habitación estaba muy caliente.
-¿Dónde está el amo?- preguntó Horacio con voz temblorosa.
Me senté, intentando sostener mi cabeza que dolía, sentía además la boca seca y estaba
aturdida. Los habituales signos de una sugestión poderosa se mostraban. Mircea debió haber
tenido que usar su artillería pesada para sobrepasarlos efectos del geis y el resultado era peor
que una resaca. Me levanté y me acerqué a la ventana, abriéndola de un tirón y jadeando
algunas inspiraciones de aire gélido y vigorizante.
-¿El amo?- repitió Horacio.
Parpadeé viéndolo sobre el hombro. Tenía una botella de vino balanceándose precariamente
sobre una deslustrada bandeja de plata y sus manos estaban temblando, haciéndola temblar
aún más por lo que yo tuve miedo de que pudiera caérsele. -No lo sé- dije, moviéndome para
ayudarle y un segundo después él me había capturado de mi ya dañada garganta.
No necesitaba ver como las manchas de la edad se desvanecían mientras la forma de sus
manos cambiaba para saber quien me tenía cautiva. -¿Cómo nos encontraste?- demandé sin
siquiera molestarme en luchar.
-Fuiste lo suficientemente encantadora como para mencionar el nombre del vampiro cuando yo
estaba cerca para oírlo.- Siseó Pritkin -Y al parecer, él es bien conocido en París. ¡Descubrir
donde tenía su residencia -Lord Mircea- no fue difícil!-
-Dime que no heriste al anciano- dije, preguntándome que había hecho con el Horacio real.
Esperando realmente que un resbalón de mi lengua no hubiera terminado con una vida de
centenares de años.
El ladrido de risa de Pritkin hizo eco duramente en mis oídos. -Lo encontré dormido con la
bandeja junto a él. Lo dejé así. Mi querella no es con él-.
-No, tu querella es conmigo y mi paciencia no es infinita-. Dijo entre dientes Mircea, había
aparecido en la puerta con una bandeja similar a la de Horacio en sus manos. Estaba llena de
comida (una gran hogaza de pan, mantequilla y mermelada) que de alguna manera se las había
ingeniado para reunir.
-¡Entonces no me permitas colmarla!- dijo Pritkin, sacando una esfera oscura de debajo de su
capa. -Dame mi propiedad o todos moriremos, aquí y ahora-.
-¡El mapa no te servirá de nada si estás muerto!-
-¡Tampoco a ustedes!- Replicó Pritkin.
-Pensaba que éramos hombres razonables, aparentemente eso no aplica a uno de nosotros.-
Replicó Mircea, sus manos se apretaron en dos puños y sus labios se replegaron dejando ver
sus colmillos creciendo. Tenía ganas de gritarles a ambos que no podíamos permitirnos pelear
cuando podíamos terminar muertos, uno de nosotros o todos, pero eso no serviría de nada, así
que busqué algo que si sirviera-
Mientras Pritkin seguía viendo furioso a Mircea, me desplacé detrás de él y tomé la pequeña
espera de su mano, la tiré por la ventana cuando se volvió hacia mí con la sorpresa pintada en
el rostro y Mircea nos tomó a ambos y nos jaló fuera de la habitación. La puerta se cerró justo
cuando la explosión estremeció el frente de la casa. Todo esto tomó menos de diez segundos.
-¿Estás completamente loca?- me dijo Mircea en tono coloquial. -Eso era un dislocador-
No tuve tiempo de responder porque Pritkin rugió de pura rabia y se lanzó contra Mircea.
Ambos se cayeron de espaldas por el pasamanos y se precipitaron por las escaleras, golpeando
el fondo y rodando contra un enorme espejo. Se estremeció pero no se rompió, al menos no
hasta que Mircea tomó a Pritkin del cuello de la capa y lo lanzó contra él. El vidrio fracturado
sonó como aluminio fracturándose, rompiéndose dentados picos de luz que irradió desde sus
hombros como si fueran alas. Después, el espejo se cayó en pedazos, lanzando cristal por todas
partes y Pritkin tomó uno de los grandes y afilados pedazos y dio una estocada justo hacia el
cuello de Mircea.
No ví lo que sucedió después, porque llevaron la lucha a la siguiente habitación fuera de mi
vista. Jaloneé la cobija que aún llevaba y bajé corriendo las escaleras, pero tuve que bajar mi
velocidad para poder maniobrar entre los afilados pedazos de vidrio. Y justo al pie de las
escaleras, mi pie descalzo pisó algo que no era ni vidrio ni madera… era un pedazo de papel
doblado.
Era una sencilla hoja de pesado papel que contenía una masa de instrucciones garabateadas…
un montón de muy familiares instrucciones garabateadas. Me quedé viéndolo incrédula;
supongo que ahora sabía quien había estado llevando la subasta.
Mi cabeza se volvió al sonido de una explosión, y corrí al salón de recepciones para encontrar
una sección del piso chamuscada y humeando, pero un vial roto yacía cerca, así que había sido
una poción no un hechizo. Al parecer ambos estaban demasiado débiles para el viejo
enfrentamiento mano a mano, lo que significaba que tenía algunos segundos antes de que
alguien terminara muerto.
Un candelabro había sido tumbado en un lado del impacto y la mayor parte de las velas se
habían apagado contra el piso, pero una continuaba prendida, la acerqué a una esquina del
mapa y grité. -¡Quítame el geis o lo quemaré!-
La pelea se congeló, Mircea levantó la mirada con una mano cerrada en torno al cuello de
Pritkin mientras el mago detenía el cuchillo que iba hacia el pecho de Mircea. -¡Ya lo hice!- gritó
Prtikin con la cara lívida pese a la casi inexistente luz. -¡No hay ni la más remota posibilidad de
que el contrahechizo no haya sido suficiente a menos que tu te estés oponiendo a él!-
-¡Yo no hice nada!-
-¡Estás mintiendo! ¿Cuál era tu plan? ¿Que tu vampiro encontrara el Codex mientras tú me
distraías?- Lo miré quedándome sin palabras ¡Ahora era yo la que había estado distrayéndolo!
-Todo este tiempo has intentado encontrar el Codex a cualquier costo!-
Sentí pesar en mi pecho algo similar a la expresión en el rostro de Pritkin -Bueno, si no lo era,
ahora si lo es- dije furiosa.
-¡No te servirá de nada!- Me vió con una expresión de pánico mientras una diminuta flama
comenzaba a quemar una de las esquinas del mapa. -No tiene un punto de inicio… ese se le iba
a indicar de manera verbal al ganador de la subasta.-
-En tal caso buscaré al subastador. Estoy segura de que puede ser razonable.-
-Quizá lo sería ¡si estuviera vivo!-
Mircea abrió la mano y Pritkin quedó parado. -Parece que hemos llegado a un punto muerto- le
dijo Mircea a Pritkin. -Tienes el punto de arranque pero no el mapa, nosotros tenemos el mapa
pero no el punto de arranque. Sólo podremos lograr nuestra meta si cooperamos mutuamente.-
Era un buen discurso, pero Mircea lo acompañó de una sonrisa que hizo que el mago bajara
una mano a su cinturón, que contenía su usual arsenal de pequeños viales mortales.
Los ignoré y me quedé observando como crecía la flama, consumiendo la ilustración que
alguien había pintado laboriosamente en el fondo de la página; considerando lo descuidado que
era el resto del mapa, sobresalía, especialmente porque no habían estado incluidas en la
versión que un día en el futuro me daría un anciano de apariencia agradable en un hermoso
jardín francés. Era un ouroboros perfectamente hecho, sus diminutas escamas brillaban a la luz
de la vela.
-¿Qué estás haciendo?- demandó Pritkin mientras las hambrientas llamas subían más aún. -Si lo
quemas, nunca lo encontrarás, ¡Aún si el vampiro hiciera una copia, no contendría el punto de
inicio! ¡Y yo no te ayudaré!-
-Supongo que tendré que arriesgarme- dije viendo la brillante llama amarilla subir más.
-¡No puede hablar en serio!- Pritkin hizo un movimiento para acercarse a mí, pero Mircea lo
derribó con un golpe casual y que lo dejó pasmado. El mago luchó por ponerse de pié,
viéndome con rabia y confusión en su rostro.
-No creo que haya hablado más en serio en mi vida-. Dije con honestidad.
Él vió indefensamente como el papel se oscurecía y se quemaba y yo pude observar el
momento en que la comprensión golpeó sus ojos. Si nadie encontraba el Codex, lentamente se
borraría por sí mismo, tragándose lo que duera que los magos hubieran encontrado en él. Y
entonces, en caso de que alguien se topara con él, sería inútil… tanto como si él lo hubiera
encontrado y destruido por sí mismo.
Los tres vimos el papel quemarse hasta convertirse en cenizas. Pritkin me miró con una
expresión indescifrable en su rostro mientras cuidadosamente las reducía a polvo con su tacón..
Después, simplemente se volvió y se marchó. Un momento después, un destello azul iluminó el
frente de la casa como una luz estroboscópica y él se desvaneció.
-No hice una copia- me dijo Mircea en voz baja -Puedo intentar reproducirlo de memoria si tu
quieres, pero era sumamente complicado-
-No- miré hacia abajo, a lo que quedaba del mapa con la cabeza dándome vueltas. -De verdad
que no lo era-.
-¿Sabes dulceaţă? La mayoría de mis citas han involucrado mucho menos polvo-
-No te quejes, deberías ver este sitio dentro de doscientos años- dije confiando la lámpara de
seguridad a su cuidado.
Mircea tomó con cautela el grupo de velas mientras yo metía su cuchillo bajo el ouroboros de
oro situado bajo la línea de cráneos. Salió fácilmente, el yeso apenas había tenido tiempo de
secarse. Detrás de él había un pequeño tubo de cuero incrustado en la roca sólida. Con un poco
de trabajo, levanté uno de sus bordes y un segundo después se deslizó hacia mis manos. Me
quedé mirando el cilindro sucio con polvo de piedra caliza y en ese momento habría podido
llorar.
Cualquiera que fuera el punto de arranque que el subastador (El abuelo de Manassier, supuse)
le hubiera dicho a Pritkin, había sido falso, y las copias del mapa que había por ahí, según lo
había dicho su nieto, eran inútiles para cualquiera que se cruzara con ellas, a menos que
conocieras el secreto sólo enviarían a los cazadores de tesoros en una búsqueda loca e inútil,
igual a la que yo haría dentro de doscientos años.
Con razón a Manassier no le había importado mucho darme el mapa; había sabido que era
inútil. La prueba real había sido el dibujo al pie de la página, un dibujo que las copias no habían
tenido; un dibujo que el Pritkin de ésta época no había tenido tiempo de notar.
Torpemente intenté el tubo, mis manos estaban entorpecidas por el frío y la emoción.
Finalmente tomé las velas de vuelta de las manos de Mircea y lo dejé a él hacerlo. Un fajo de
pergamino emergió un momento después; dorado por el paso del tiempo pero aún así
perfectamente legible. -No puedo creerlo- susurré, todo el tiempo había estado justo ahí, yo,
inclusive, había tocado el diminuto símbolo que marcaba el lugar. Lo había tocado y luego me
había marchado. -No puedo creer que se haya acabado.-
-No se ha terminado- dijo Mircea escaneando una página, luego otra y otra más y su ceño se
profundizó. -¿A menos que quizá sepas leer galés?-
-¿Galés?- le arrebate el atajo y una quebradiza esquina se soltó y cayó al suelo, la cosa estaba
prácticamente desintegrándose sólo por ser sostenida. Fui más cuidadosa después de eso, pero
era fácil ver que Mircea tenía razón; las páginas estaban completamente cubiertas con las
mismas especies de sandeces que Pritkin utilizaba para tomar sus notas. No podía leer ni una
sola palabra. -¡Demonios!-
-No es una de las lenguas que yo hablo- dijo Mircea antes de que pudiera preguntarle. -Pero,
hay magos en este periodo que serían capaces de traducirlo y que posiblemente puedan poner
el hechizo por ti-.
Ví como una pequeña floritura al final de una letra desaparecía lentamente. Había pertenecido a
la palabra final de la última página… una palabra que ya se había borrado por sí misma.
Relájate me dije internamente. ¿Cuáles son las posibilidades de que esa haya pertenecido al
hechizo que necesito? Suspiré con mi suerte, de hecho, eran muy altas.
-Tenemos que apurarnos- dije enrollando con cuidado las quebradizas páginas juntas.
-Eso no sería muy sabio, solicitar la ayuda de un mago siempre es peligroso, tengo que hacer
algo de investigación para asegurarme de que contactamos a alguien que no se apresurará a
traicionarnos.-
-¿Quieres decir que todos están tan locos como Pritkin?-
-Si reconocen lo que están manejando, es probable- dijo secamente.
Le devolví las hojas a Mircea y regresé el dorado marcador a su lugar. No había necesitad de
preocuparnos por llevar el Codex con nosotros; el ouroboros había estado impoluto cuando
Pritkin y yo habíamos pasado por él. Todos esos rumores habían sido mentira, nadie más lo
había encontrado.
-Creo conocer a alguien que quizá pueda ayudarnos, pero tengo que volver a mi tiempo para
hablar con él- sólo esperaba tener la fuerza suficiente para llevarnos de vuelta. Tomé la mano
de Mircea… sólo había una manera de averiguarlo. -Sosténte- le dije y nos desplacé.

CAPÍTULO 25

El Dante estaba tan tranquilo como nunca cuando regresé a mi tiempo tras dejar a Mircea en el
suyo, así que nadie me vió colapsar contra una pared. Maldición, de verdad necesitaba dejar de
desplazarme por un tiempo, sentía como si mi cabeza estuviera a punto de explotar. Las
punzadas también afectaban mi visión, por unos cuantos momentos, todo el corredor se vió
como el interior de un corazón… rojo y pulsante.
Pero había terminado donde necesitaba estar, en el corredor que llevaba a la habitación de
investigación, y Nick estaba ahí, con la nariz metida en un libro como siempre, viéndose tan
docto como yo esperaba que fuera. -¡Cassie!- se levantó abruptamente, viéndose alarmado y de
pronto se me ocurrió que quizá hubiera sido buena idea que me hubiera dado antes una rápida
ducha. Pero eso podía esperar; el Codex no.
Polvo de piedra caliza espolvoreó la mesa cayendo desde mi cabello mientras yo extendía las
hojas de pergamino, empujando libros por todas partes en el proceso. -¿Puedes leer esto?-
demandé, ignorando los chillidos de Nick. -¡Es importante!-
Se calmó después de un momento, con la curiosidad erudita imponiéndose y rápidamente
escaneó unas cuantas líneas. -Galés- murmuró -Una versión particularmente anticuada, por no
decir, peculiar-
-Pero ¿puedes leerlo?-
-Oh sí, creo que sí, con un poco de tiempo. No es uno de mis lenguajes principales, ¿sabes?
Pero he tenido un poco…-
-Lo necesito ahora Nick- señalé las disperas hojas. -En alguna parte de ellas está el hechizo que
levanta el geis, y sería super genial obtenerlo antes de que Mircea se vuelva completamente
loco-. O antes de que la cosa se las arreglara para desaparecer. Nick de pronto se quedó
completamente quieto, sin siquiera respirar y por un segundo se vió aterradoramente igual que
un vampiro podría haberse visto. -Esto…- se calló y tragó… -Esto es el Codex ¿no es así? Lo
encontraste-
-Sip, sólo que no me sirve de mucho dado que no puedo leerlo- él sólo se quedó ahí sentado,
así que lo piqué con un dedo. -Ahora Nick-
-Si, si- Volvió a la vida con ganas, pasando las páginas rápidamente y buscando por el hechizo
adecuado. -Esto podría tardar un poco- murmuró. -Hay cientos de hechizos aquí y no parece
haber un índice… Oh, espera-
-¿Encontraste el índice?-
-aún mejor- sus rizos le cayeron en los ojos y él los apartó con impaciencia -Creo que puedo
haber encontrado el hechizo-.
-¿Hablas en serio?- Lo miré asombrada, apenas permitiéndome sentir esperanzas. El maldito
geis me había estado amenazando a cada momento durante semanas; casi era imposible creer
que quizá pudiera estar libre de él en unos cuantos minutos.
-Esto puede tomar un poco de tiempo Cassie, puedes, este, puedes ir a cambiarte si lo deseas.-
Si, definitivamente necesitaba refrescarme. Mis manos estaban cubiertas de pequeños
moretones, mis uñas estaban agrietadas y el polvo se acumulaba en cada depresión de mi
mano. Mi cabello era un rígido desastre y yo estaba cubierta del polvo de nuestro pequeño viaje
espeluznante. Pero Nick tendría que lidiar conmigo en toda mi harapienta gloria, porque de
ninguna manera perdería el Codex de vista, no había manera de que lo hiciera demonios.
Miró atentamente mi expresión y se dio por vencido, volviendo a su Labor de traducción. Me
senté frente a él y miré en la pequeña taza de porcelana, pero sólo quedaba en él un vago
aroma floral. Llamé a la cocina para conseguir algo de café, dándome cuenta de que ambos
podríamos necesItarlo, y concentrándome en no quedarme dormida hasta que llegara.
-¿Cuánto sabes del circulo Cassie?- preguntó de pronto Nick
Respingué. -¿Además de que quieren matarme? No mucho?-
-Sí, estoy consciente de que ustedes han tenido sus diferencias en el pasado.-
-Y en el presente. ¿Vas a algún lado con estas preguntas Nick?- Yo quería traducción, no
conversación.
-Bueno, si, de hecho sí. Es sólo que, pensé que deberías saber… que no estás sola. Hay muchos
de nosotros que nos hemos sentido cada vez más insatisfechos con el Círculo por bastante
tiempo. Sólo que no estamos de acuerdo con el remedio. Algunos de nosotros creemos que
todo el sistema es el problema, no sólo el grupo que ostenta el poder en este momento. Vemos
la guerra como una posibilidad de cambiar viejas ideas, de rehacerlas, de hecho como algo
cercano al tipo de gobierno que tienen los vampiros, de ser así, no tendríamos al pequeño
grupo de megalomanos cometiendo errores cruciales por todo el mundo-.
De hecho, en mi consideración, eso también sucedía en el Senado. -¿Quieres decir, teniendo
una sola persona a cargo?-
-No necesariamente, sólo una autoridad más centralizada, con mejor vigilancia de las
actividades de todos y más chequeos y balances de su comportamiento.
-No hay muchos chequeos y balances del Senado- señale -Ningunos de hecho-
-¡Y sin embargo, funciona! En lugar de elecciones que se conviertan en concursos de
popularidad, serían señaladas las mejores personas para cada una de las posiciones, por un
líder capaz y consciente.-
-No creo que esa sea una forma de describir a la Cónsul- Dije secamente. -Ella obtuvo su
posición porque es la más fuerte y la más astuta y nada más-.
-Pero gobierna bien, la gente la respeta.
-¡La gente la teme!-
-Todos los líderes fuertes son temidos por los ignorantes- comentó Nick pacientemente sin
escuchar una sola palabra de lo que yo había dicho. -Podríamos aprender mucho de los
vampiros si los prejuicios no nos cegaran-.
Me reí, no pude evitarlo. Los magos parecían tener una visión sumamente distorsionada de los
vampiros. Pritkin los veía como el mal encarnado y, en el lado contrario del espectro, Nick
estaba determinado a ponerlos en un pedestal. No parecía muy feliz por mi asombro, así que
traté de explicarle como veía un mundo particularmente oscuro.
-El sistema de los vampiros funciona porque los lazos forzan a los vampiros menores a
subordinarse a la voluntad de sus amos y requiere que los amos respondan por las infracciones
que cometan sus siervos. Los magos no tienen ese tipo de arreglo. Y no puedes esperar que la
gente…-
-¡Quizá si lo tuviéramos podríamos coordinar nuestros esfuerzos y dar de una vez al traste con
los oscuros!- me interrumpió -Como estamos actualmente, siempre están un paso por delante
de nosotros por el simple motivo de pasarse al territorio de otro coven, para el momento en
que terminamos con todos los debates y peticiones de favores y sobornos y finalmente
conseguimos el permiso necesario para perseguirlos, ¡Se han ido!-
Se veía realmente molesto, con el rubor coloreándole las mejillas bajo las pecas. Habría
cambiado de tema, pero algo me molestaba. -Pensé que el círculo era la autoridad central. ¿Es
que acaso no están a cargo de toda la comunidad mágica?-
-No- gritó -Ese es el problema, lo que ahora tenemos es una especie de organización regional.
No todo coven del mundo pertenece a nosotros… especialmente sucede esto en Asia… y aún
aquellos que son miembros se unieron en diferentes tiempos y con diferentes acuerdos.-
-No sabía eso- Los vampiros siempre hablaban del Cículo como un sinónimo de magos en
general. Por supuesto, en este país quizá lo fuera, pero nunca había considerado que fuera
diferente en otro lugar.
-¡Es un completo batiburrillo!- Dijo Nick acaloradamente. -Algunos covens no permiten la más
mínima búsqueda por sus territorios y otros sólo las permiten después de recibir pruebas
irrefutables de que una actividad cuestionable está dándose en ellos. Y, por supuesto, algunas
veces no tenemos pruebas, sólo un presentimiento o un aviso de alguien que ellos no
reconocen como una fuente legítima. Y explicarles que nuestras fuentes no conocen a los
oscuros lo suficiente como para tener toda la información que ellos considerarían una prueba
legítima no nos lleva a ninguna parte en nueve de cada diez veces. Todo sería mucho más
sencillo si todos respondiéramos sólo a una autoridad.-
-Es decir, si estuviéramos regidos por una dictadura.- Pritkin había entrado en la habitación sin
que ninguno de los dos lo escucháramos. Brinqué, tratando de levantarme y girar al mismo
tiempo y casi terminé en el piso. Él me atrapó y yo me saqué de su agarre tan pronto como me
estabilicé, jadeando un poco y manifestando demasiado. -Veo que volviste a salvo-.
-No tiene que ser exactamente una dictadura- discutió Nick, aparentemente sin darse cuenta de
que nadie lo escuchaba ya.
Pritkin parecía recién salido de bañar, su cabello (otra vez corto y rubio pálido) estaba
apelmazado en húmedos mechones que me molestaron por alguna razón que no logré definir.
Quizá porque atraían la atención a su rostro igual que la versión antigua más larga. Quizá
porque me hacían recordar la última vez que lo había visto así, mojado, resbaladizo por el sudor
y brillante.
Dios. ¡Lo odiaba!
-¡Tú!- Ni siquiera fui capaz de hablar, había demasiadas cosas que quería decir. -¡Tú sabías!-
Fue la única cosa que logré decir, las únicas palabras que me las arreglé para pronunciar sin
correr el peligro de ahogarme.
-No, no lo sabía, en ese momento vagamente pensé que eras una bruja muy competente que
intentaba robarme-.
-¡No mientas! ¡Me viste desplazarme!-
-Pensé que habías emborronado mi mente, tu o el vampiro. Mis defensas estaban abajo, mis
escudos estaban casi exhaustos. Parecía una conclusión razonable.-
-¿Y cuando nos conocimos otra vez? ¿No me reconociste?-
-Después de tanto tiempo, no. No inmediatamente. Me lo pregunté algunas veces pero no lo
supe, no hasta que vi el vestido-. Miró los jirones que quedaban -Era memorable-.
-Más que yo, por lo que parece-. Dije tirantemente.
-Nick, ¿puedes darnos un minuto por favor?-
-Pero estoy justo en medio de…-Vio las miradas que le dirigimos y tragó saliva- -O… o podría ir
a ver porqué tarda tanto ese café-. Se levantó de un salto y se dirigió a la puerta. Trató de
llevarse la página en la que trabajaba, pero yo puse una mano encima y él reluctantemente la
dejó ir.
-Veo que lo encontraste- La voz de Pritkin no tenía ninguna emoción, había aprendido mucho
en doscientos años.
-Y me lo quedaré-.
-Me temo que no puedo permitirlo Cassie-.
Me reí, y aún yo noté que el sonido fue amargo. -Vaya, soy Cassie ahora ¿no es así? Así que,
déjame ver si lo entiendo. Soy la Señorita Palmer cuando pretender ser leal conmigo pero soy
Cassie cuando me estás apuñalando por la espalda. Es bueno saberlo.-
Pritkin se encogió ligeramente pero no perdió su mirada. -No entiendes lo que está en juego-.
-Y me pregunto ¿a que se deberá eso? ¿Acaso se deberá a que nadie nunca me dice nada?- Eso
básicamente me salió como un grito pero no me importó. Había sabido que volver a verlo sería
duro, pero no había sabido que tan duro sería. Había tenido razón antes, enterrar las
emociones era mil veces mejor que experimentarlas, especialmente cuando se sentían así.
-Te diré lo que quieres saber si me prometes escucharme antes de desplazarte. Si creías que
eras un blanco antes, no es ni una parte de lo que serás si sigues teniendo esa cosa en tu
poder. ¡Tiene que ser destruido!-.
No podría haberme desplazado ni aunque mi vida dependiera de hecho; me estaba costando
mucho trabajo incluso mantenerme erguida, pero Pritkin no sabía eso, por lo que me daba una
ventaja, un resquicio por el que finalmente conseguir obtener algunas respuestas. Pero, por mi
vida que no podía ponerle mucho entusiasmo.
-He pasado toda mi vida jugando juegos- le dije tranquilamente. -Es el pasatiempo favorito de
los vampiros. Un susurro aquí, un guiño allá, una pista que puede o no llevar a ninguna parte y
puede o no ser plantada a propósito. Estoy cansada de los juegos. Sólo quiero que alguien me
diga la verdad ¿acaso no me lo he ganado aún?-
Pritkin cerró los ojos brevemente y tragó, un breve balanceo hacia arriba y abajo de su
manzana de Adán. Yo busqué en su aún juvenil rostro, tratando de echar un vistazo debajo de
la máscara, de ver debajo de mil años de experiencia. Pero no encontré nada.
Había crecido rodeada de criaturas que nunca mostraban su edad; por lo menos no físicamente.
Pero siempre podrías precisar quiénes eran los ancianos, no sólo por el aura de poder que los
rodeaba, sino porque algo gravitaba en torno a ellos, como si el aire se volviera más pesado
cuando ellos entraban en una habitación. Como si todo en ellos fuera, de alguna manera más:
más profundo, más brillante, más rico.
Abrió los ojos pero yo no alejé la mirada. Lo sometí a mi escrutinio, tratando de mantener a la
Cónsul en mente, la manera como se sentía, la forma en que ella parecía barrer todo con los
ojos sin siquiera moverse. Va como un vago rubor se esparció por sus mejillas mientras yo
seguía inspeccionándolo y mentalmente me di una cachetada. No, no había manera de que él
fuera tan anciano.
Lo que nos dejaba con su estadía en el Infierno. Había dicho que la mayor parte de sus años de
juventud los había pasado ahí, pero también que había vuelto en 1793, lo que era una locura.
Si había desaparecido de la historia, porque, de hecho, había desaparecido de la tierra,
entonces él debía haberse marchado en la temprana edad media., y si recién había vuelto…
unos cientos de años en la tierra marcarían a una persona: ¿Qué haría en ella el pasar unos
milenios en los dominios de los Demonios?
¿Cómo sería ser lanzado en un mundo del que no sabías nada y donde tu única valía era el ser
un trofeo? Me pregunté ¿Una especie de desquiciado experimento que tu padre presumiría? Y
¿Qué había hecho Pritkin para ser echado? ¿Cómo alguien se las arregla para ser lanzado fuera
del infierno?
-Rosier trató de matarte para que no pudieras hacer lo que acabas de lograr… recuperar el
Codex y con él un hechizo conocido como las letras de Éfeso- dijo finalmente.
Quizá fuera porque estaba cansada y bajo la tensión de estar cerca de Pritkin y no poder
tocarlo, golpearlo, recorrerle el pelo con las manos y obligarlo a pararse, maldición, estaba
teniendo problemas en seguirlo. -¿Qué?-
-Eran unas palabras grabadas en el ancestral templo de Artemisa en Éfeso…-
-Nick me dijo lo que los las letras de Éfeso- dije impacientemente. -¿Porqué a alguien le
interesaría lo que pase con un vejo hechizo?-
-Por lo que ese hechizo puede hacer… lo que, de hecho, hizo hace cientos de años- Pritkin se
sentó al borde de la mesa. -Lo que seguiría haciendo si nadie pusiera el contra hechizo que yo,
tontamente, escribí. Merlín el sabio… ¡seguro!-
-Entonces tenía razón. Eres Merlín- encontraba difícil aceptarlo, a pesar de toda la evidencia.
Pritkin era sólo… Pritkin. No una leyenda de tiempos antiguos.
-Myrddin, de hecho, aunque no he utilizado ese nombre por mucho tiempo. Un poeta francés
pensó que sonaba obsceno y lo cambió… no es que eso fuera particularmente extraño dado
que ya había cambiado todo lo demás.-
-Entonces ¿las historias no son ciertas? ¿No hubo un Cámelot, un Lancelot o un Arturo…-
-Oh, hubo un Arturo. Después de todo, ¡Casi puedo ver su rostro si leyera la mitad de las cosas
que se han escrito sobre él! Simplemente, ese rumor sobre su hermana… Él le habría sacado el
corazón a alguien por él-. Se quedó pensando por un momento. -O quizá lo habría hecho ella.
Era una mujer aterradora-
-Entonces, tienes, ¿Qué? ¿Mil años?- Aún no lo creía.
-No… exactamente. Nací en el siglo seis pero nunca tuve un lapso de vida normal, ni siquiera
después de que Rosier viniera a reclamarme. Y el tiempo en los dominios de los Demonios corre
diferente a aquí, algo similar a lo que pasa en Faerie, aunque de una manera más visible, así
que, estuve ahí, según mi percepción, durante una década humana, pero cuando regresé…-
Sacudió la cabeza y en su rostro se pintó un extraño asombro. -El mundo había cambiado.-
-Cuando nos encontramos en París me dijiste que recién habías vuelto ¿Fue entonces cuando
regresaste?-
-Más o menos. Llevaba ya algunos años para entonces, los suficientes para aprender algunas
especialidades pero no lo bastante para evitar ser robado por un hechizo que no había sido
inventado en mi tiempo pero que era viejo en el siglo dieciocho.-
-Por el abuelo de Manassier-.
-Sí, él y uno de sus socios habían estado viviendo en ese nebuloso mundo entre una cosa y
otra. El Círculo los había rechazado por comportamiento no apropiado… y sospecho que
también por flagrante incompetencia… pero no tenían ningunas de las habilidades que los
oscuros buscan. Se las arreglaban para sobrevivir precariamente -aliviando- a pueblerinos
incautos de sus posesiones materiales y, cuando era posible, drenándolos de su magua. No
pudieron pasar por mis escudos para drenarme, pero se las arreglaron para perderse con el
Codex-
-Y ese misterioso hechizo del que me ibas a contar-
Pritkin apoyó su cabeza en una mano, un gesto de cansancio que no recordaba haberle visto
antes. -He cometido muchos errores en mi vida, pero el peor de todos fue el haber escrito ese
maldito hechizo-.
-Pero Nick dijo que nunca había sido escrito. Que se había perdido después de que el templo se
quemara y todos los sacerdotes murieron-.
-Uno sobrevivió y, en una edad muy avanzada, dejó una copia exacta. No sé si estaba senil o
simplemente no estaba dispuestos a dejar que su más precioso secreto muriera con él. Quizá
había olvidado lo que podía hacer, quizá nunca lo había sabido. Yo sólo sé que encontré sus
garabatos en un viejo templo en Angelsey (Gales). ¿Cómo llegaron ahí?- Se encogió de
hombros -Posiblemente un legionario romano los compró como una curiosidad en oriente antes
de ser reasignado. Nunca lo sabré.-
-¿Cómo lo encontraste?-
-Porque estaba buscándolo. No a ese hechizo en específico, sino cualquier otro lo
suficientemente viejo que pudiera haber sobrevivido. No tenía muchas esperanzas… El lugar
había sido quemado por los romanos durante sus escaramuzas para matar Druidas, y lo que
había quedado había sido arrasado por los sajones unos cuantos siglos después. Pero nadie
habría considerado que un viejo pergamino tendría mucho uso, especialmente uno escrito en
un lenguaje que ninguno de ellos podía leer, y de alguna manera sobrevivió. Las lenguas
siempre han sido una especialidad mía, así que me abalancé sobre él.-
-¿Porqué?-
-Más que nada por curiosidad. Además de eso… estaba tan orgulloso de mí mismo. Pensé que
había encontrado el trabajo de mi vida, antes de entender que tan larga sería esa vida. Parecía
tan correcto… catalogar y preservar el antiguo conocimiento en un tiempo en el que el mundo
completo parecía venirse abajo ante nuestros propios ojos. ¡No tenía forma de saber que lo que
estaba grabando quizá haría que eso sucediera de manera más eficiente de lo que los malditos
sajones algunas vez lograrían!-
-¿Pero qué hace?- Pensé que me volvería loca si él no se limitaba a decírmelo.
-Las letras de Éfeso son un hechizo y un contrahechizo en una, dependiendo de la inflexión en
la voz y de la manera en que sean leídas. Una forma cierra una puerta, la otra la abre-
-¿Qué puerta?-
-La puerta entre los mundos. Rosier teme que si el hechizo es encontrado, alguien pueda
revertirlo, abriendo una entrada para rivales que su especie no ha tenido que enfrentar en…-
Había estado revisando la pila de páginas que tenía cerca y había sacado una del grupo. Debía
ser la traducción en la que Nick había estado trabajando, a menos que los viejos efesios
escribieran en hojas de libreta de línea. Su aliento se atascó. -¿Qué es esto?-
Lo miré. -Nick estaba traduciendo el contrahízo para mí, para el geis-
-Esto no es el contrahechizo- dijo Pritkin con el rostro perdiendo todo su color ante mis ojos.
Miré el papel pero no entendí nada.
ASKION: El que no tiene sombras. Donde los dioses una vez gobernaron.
KATASKION: Oscuro. Ahora gobiernan los humanos.
LIX: Tierra. La tierra está bloqueada.
TETRAX: Tiempo. Para el Guardián del tiempo.
DAMNAMENEUS: Dominación del Sol. Con esto, el sol es dominado.
AISION: Verdadera voz. Y el oráculo habla con una voz de verdad,
Pritkin me tomó de los brazos. -Llévanos de vuelta ¡Rápido!-
-¿De vuelta a donde?-
-¡Al momento en que Nick se levantó para irse! ¡Tengo que alcanzarlo!-
-Porqué, que…-
-No hay tiempo para explicar. ¡Sólo hazlo!-
Me quité un mechón de cabellos de los ojos y traté de enfocarme. Dios, estaba tan cansada.
-No puedo desplazarnos ahora. Quizá mañana…-
Pritkin maldijo. -¡Si no lo encuentro no habrá un mañana!- Y se fue, ni siquiera lo ví partir, sólo
pude notar la puerta cerrándose de golpe tras él.

CAPITULO 26

Y luego las luces se fueron. Me senté allí en la oscuridad y seriamente pensé en dejar caer mi
cabeza e irme a dormir. Era agradable y estaba calmado aquí, y, tal vez, nadie me encontraría
hasta la mañana.
Si hubiera un mañana.
Gemí y me levanté. Como siempre había sospechado, estaba siendo la responsable de la
atracción. Especialmente cuando aún no comprendía lo que era.
Iría tanteando hasta estar segura de tener el Códice entero; lo enrolle todo, incluyendo la
traducción del texto que no necesitaba, en un tubo y enrollé alrededor de esto una banda
goma. Entonces empujé todo debajo de mi corpiño. Mircea no lo había atado tan
herméticamente como Sal, pero aun encajaba cómodamente, y con el tubo allí subiendo en el
poco espacio que había, respirar se volvía un problema. Pero al menos nadie movería aquella
cosa. Ahora si yo no me desmayaba por la falta de aire, todo estaría bien.
Me relajé fuera, en el pasillo y traté de recordar cuán lejos estaba de las escalera de incendios.
Esto no es el tipo de cosa que realmente notarias cuando las luces están encendidas. Había
cubierto lo que pensaba que era la distancia correcta cuando alguien me agarró.
Grité y alguien gritó; entonces fui golpeada violentamente contra la pared. Esto dolió y yo ya
estaba de un humor lo suficientemente asqueroso. No me contuve en absoluto cuando le di con
la rodilla a -quienquiera que fuera - en la ingle.
¡- Espero que no quisieses dejar cicatriz! - Cassanova silbó.
-Eres un vampiro. Te curaras. ¿Qué estás haciendo aquí?
¡- Este es mi casino! - dijo, un poco estridentemente. -Tengo derecho a estar aquí. ¡Eres tú y
tus amigos de matones los que tenéis que iros, antes de que causes más problemas! -
-Evitar problemas no es mi fuerte en estos días, no morir si lo es; no mirar como Mircea se
vuelve loco es un gran motivo para mí. Hablando de ello...-
- el Senado no está aquí, pero acabo de saber que están de camino. ¡Y no me han confirmado
en este trabajo aún, lo sabes! ¿Cómo piensas que se verá esto cuando la Cónsul aparezca y el
lugar entero esté malditamente oscuro?
¿- Por qué ella está viniendo aquí? -Era todo lo que necesitaba.
¿- Cómo infiernos voy a saberlo? ¿Me parezco a alguien que sea consultado regularmente sobre
los asuntos de Senado? Trato de quedarme todo lo lejos que puedo de esos locos bastardos- Él
hizo una pausa. - Excepto de Lord Mircea, por supuesto. -
-Desde luego. ¿Por qué esta oscuro aquí?
¡- Porque uno de aquellos gorrones que descargaste sobre mí ha causado un apagón! -
-No puedes estar seguro de que sean los chicos- dije, sintiéndome culpable.
¿- Ah, no? Bien, la compañía de electricidad dice que tenemos electricidad. ¡Ellos casi me
llamaron idiota cuándo les llamé! Aún así, no hay luz Y, si puedo señalártelo, tampoco ningún
tragamonedas, ni juego de mesa, absolutamente nada. ¡Estoy perdiendo una fortuna aquí! -
-Serán solo diez minutos. Relájate. Yo cuidare de ellos. -
-Eres una maldición allá donde vayas. ¡Justo Ahora! -
-Para de gritar, ya tengo un problema más grande. ¿Has visto a Nick?
- Sí, ¿cómo crees que te encontré? - dijo
Agarré a Casanova por lo que parecían ser las solapas del traje y lo sacudí. ¿- Dónde está él?
Se sacó mis manos de encima con una maldición. ¿- De nuevo, cómo infiernos voy a saberlo? Y
esto es Seda Italiana importada, ¿ok?
-¿Dónde lo viste?
-En el vestíbulo. Me lo encontré justo mientras las luces se apagaban. Él trataba de encontrar
una salida de aquí y yo trataba de encontrarte a ti. Intercambiamos información.
¿- Le ayudaste a marcharse? - Agarré Casanova otra vez, a pesar de su maldición.
-Le señalé la dirección correcta; personalmente no le escolté fuera. ¿Y qué diferencia hay?
-¡Tienes que detenerlo!
Haré un trato contigo. Consigue que esos pilluelos tuyos deshagan cualquier cosa que hicieron
mal y, esta vez, detendré al mago. ¡Podría estar muy cerca de tener un ataque de pánico
viniendo del vestíbulo! -
-La Multa. - Yo dudaba que las vampiresas de bajo nivel que Casanova empleaba tuvieran
mucha suerte contra un mago de guerra, pero, tal vez, podrían detenerlo el tiempo necesario
para que Pritkin pudiera localizarlo.
Casanova llamo a seguridad desde su teléfono móvil mientras navegábamos por las oscuras
escaleras. Resultó que no había estado exagerando sobre la situación en el vestíbulo. Parte del
personal de seguridad tenían linternas que agitaba a su alrededor, como estroboscopios, sobre
la muchedumbre asustada, mientras otros gritaban instrucciones contradictorias por
megáfonos. Un manojo de jugadores estaba tocando la guitarra y cantaba en la esquina, bajo
el débil brillo de los mecheros que sostenían sobre sus cabezas. Pensé que reconocía la
melodía, pero las palabras parecían referirse a algo sobre el nazgul. Y el pterodactilo estaba
mirando a todos cuidadosamente con un brillo hambriento en sus ojos
Escanee el cuarto buscando a Nick, pero era realmente difícil distinguir las caras. Casanova se
dirigió hacia el equipo de seguridad, la mayor parte de ellos estaba en el final del foso. Barcos
largos estilo Caronte, con Túnicas negras y mascaras de muerte transportaban a la gente de un
lado a otro entre la entrada y el vestíbulo, pero estaban encallados debido a la falta de luz, y el
puente levadizo que servía como entrada alterna parecía estar fija en posición abierta.
Un par de tipos impacientes habían decidido tratar de vadear el foso y lo encontraron más
profundo de lo que habían esperado. Los de seguridad los sacaba, mientras prevenían al resto
de que no los siguieran, mientras otros guardias frenaban a aquellos que ya tenían un pie en el
agua.
Vi a alguien que se asemejaba horriblemente a Nick.
¡- Allí! -Señalé, pero Casanova ya estaba delante de mí. Con un gesto envió a dos de sus
guardias vampiros para ayudar a asediar al humano, pero Nick de algún modo los esquivó,
mientras se dirigía a las áreas entre bastidores y, probablemente, hacia las salidas de
empleados.
- Di a seguridad que cierre las salidas, - dije a Casanova.
-¿A cuál de ellos?-
-¡A todos ellos! - No me arriesgaría a estar cerca de Nick mientras retrocedía, algo ciertamente
muy fácil en esta muchedumbre.
Casanova estaba ocupado al teléfono mientras intentaba mantener a la vista a Nick, luego el
retrocedió, mientras la masa de humanidad fluctuaba. Durante unos largos cinco minutos lo
perdí la vista; entonces uno de esos pterodactilos chilló y miré hacia el cielo. Agarré el brazo de
Casanova y señalé. ¡- Mira! -
Las linternas de varios agentes de seguridad siguieron mi gesto. Iluminaron la figura de un
hombre que parecía estaba caminando de algún modo por el aire. Casanova parpadeó. ¿- que
está haciendo ese bastardo loco?
¿- Sobre que está parado? - Nunca habría creído pensado que los Magos tuvieran la levitación
en su repertorio.
- Los pasadizos. Están pintados del mismo color que el techo, así nadie las notas. Los usamos
para hacer reparaciones - Casanova agarró una linterna del guardia más cercano y esta
resplandeció entre un laberinto de formaciones de roca brillantes. Yo todavía no podía ver de lo
que hablaba, pero Nick obviamente estaba de pie sobre algo.
¿- Por qué está allí? -
-Probablemente trata de alcanzar la azotea... eso si no cae de cabeza primero - afirmó
Casanova - Mis pólizas de seguro subirán como un cohete si se cae.
¿- Por que lo haría? -
¡- Porque los pasadizos también sirven como apoyo a las estalactitas más grandes, con las rocas
que sobresalen directamente en medio de ellas! -
Nick se había parado enfrente de una roca enorme, como buscando a su alrededor, creía estar
segura de que no lo haría, pero debería haberle conocido mejor. Nick podría parecer inofensivo,
pero era un mago de guerra. Por suerte, también lo era Pritkin, y él también lo había visto. Las
linternas iluminaron una cabeza rubia brillante que trepaba para ponerse cerca, pero Nick tenía
una buena ventaja. Él empujó una daga en un lateral de la roca falsa, usándola como punto de
apoyo extra para él, y la usó para saltar alrededor del obstáculo.
¿- Realmente puede llegar a la azotea? -Exigí, agarrando el brazo de Casanova lo suficiente
fuerte como para menear las luces. Sabía que no podía alcanzar el nivel de las torrecillas,
donde yo había estado hace dos semanas, pero el nivel inferior, sobre la entrada, sería aún
mejor desde su perspectiva. El estaba seductoramente cerca de la tierra.
- Si consigue cruzar todos los obstáculos, sí. Hay una escotilla de acceso en la azotea para
reparar el cartel principal. -Casanova me echó un vistazo. ¿- Cuan mal lo quieres abajo? -
- Mal ¿Por qué? -
-Algunos de mis guardias están armados.
¡- No se puede disparar en una habitación llena de la gente! -
-Nosotros podríamos hacerlo pasar como parte del espectáculo, - dijo él, gesticulando
alrededor. La mayor parte de los turistas atrapados aquí habían decidido que esto debía ser una
función no programada y habían hecho una pausa en sus quejas, lo suficiente como para estirar
sus cuellos hacia arriba, esforzándose por ver por la penumbra.
-¿Qué pasa si alguien muere? ¡Las Balas rebotan! -
- Mis muchachos son buenos tiradores. -
- Y él es un mago. Nada atravesará sus escudos. ¿Puedes enviar a alguien fuera para
interceptarlo? -
Antes de que Casanova pudiera contestar, Nick descubrió a su perseguidor y lanzó un hechizo,
mientras Pritkin estaba agarrado alrededor de la estalactita gorda. Este golpeó sobre la masa
muerta de roca falsa, haciendo que se rompiese por la mitad y enviando una lluvia de yeso
hacia la muchedumbre que miraba. Fue seguido por una ducha de chispas, ya que Pritkin y Nick
se lanzaban simultáneamente hechizos el uno al otro. La audiencia aplaudió, pero esto fue lo
que colmó la paciencia del pterodáctilo, que se lanzó al aire y se dirigió chillando hacia la lucha.
¡- Casanova! -
- No puedo suspenderlo, aún no se cuestionan nada.
-¿Qué quieres decir? ¡¿Eres el responsable de aquí o no lo eres?
Una de las criaturas apuntó a Pritkin, agarrando y picoteando sus escudos. Otra criatura
persiguió a Nick, pero él le disparo un hechizo que chamuscó una de sus alas parecidas a las de
un murciélago, enviando al bicho lejos, sobre la muchedumbre. Regresaría pronto a por mas ,
pero mientras tanto, él se había aproximado a la siguiente estalactita.
- No cuando esto implica a la seguridad, - dijo Casanova rápidamente. - Las salas fueron
diseñadas para actuar por separado. ¡No hay nada que pueda hacer mientras aquellos dos
sigan sacudiendo magia a su alrededor! -
Me mordí el labio y mire a la criatura que atacaba a Pritkin picoteando con saña, penetrando
hasta la mitad de sus escudos,; de pronto se detuvo, en cuanto su cabeza se golpeo.
Empezaron a golpearlo, forzándolo a caer sobre sus rodillas y agarrarse el rayo que impedía que
le tiraran mientras intentaba liberarse a sí mismo. Mientras tanto, Nick se acercaba demasiado a
la salida.
Pritkin logró enfocar, a pesar de la paliza que estaba recibiendo por las alas gigantes, y lanzó un
hechizo a Nick, derrumbando la sección de pasadizo sobre la que éste estaba de pie. Cayó en el
foso con un chapoteo y un chisporroteo, mientras subía una nube de vapor y apenas evitando a
un Caronte que había sido arrancado de su barco hacía poco tiempo. Alcé la vista a tiempo para
ver que Nick se había enganchado, de algún modo, a la siguiente sección. Se tiró hacia ella
defendiéndose de su criatura con un hechizo más, ajeno a los espectadores que miraban
absortamente debajo de el.
Pritkin estaba en desventaja por tratar de no golpear la muchedumbre, pero Nick no sentía
ningún remordimiento. Tarde o temprano, ignoraría a la masa y lanzaría un hechizo mortal
hacia los turistas. Yo no podía hacer nada por Pritkin: no era maga, pero posiblemente podría
recuperar la luz y ayudar a los de seguridad a limpiar el área.
-Vamos.- Arrastre a Casanova. - Los chicos están, probablemente, en las cocinas. -
Él me agarró por el brazo y nos abrimos paso por la fuerza hacia la escalera, ya que los
elevadores no estaban funcionando. Al fondo, hicimos una pausa, delante de una vidriera de
colores donde una débil luz procedente de fuera se filtraba. Esto no ayudaba mucho a ver,
sobre todo si miraba al largo túnel negro donde debería haber sido capaz de ver banderas
brillantes medievales en lo alto, así como una línea de armaduras que se alineaban a ambos
lados y las cocinas a la izquierda.
Me había encaminado hacia la puerta de la cocina de todos modos, cuando, de la oscuridad,
surgió un bajo y lento silbido, como de escalas cayendo sobre el piso. Me congelé. No sabía que
era esto, pero aquel tipo del sonido nunca auguraba nada bueno. Se enrosco a lo largo de mis
nervios, haciendo que mi vello se pusiese de punta en mis brazos.
-Ya he visto esta película,- Casanova dijo herméticamente. -Todos morimos al final.-
-¡Cállate!-
-No entiendes... sé que es lo que se desliza!-
Una llovizna negra empezó a enviar dedos oscuros que corrían cruzando la piedra del suelo. Y
por todas las partes que ellos tocaban, cualquier luz pequeña que hubiese era engullida. -¿Qué
es esto?-
Pude oírle tragar.
-La oscuridad no es por la ausencia de luz, sino por la presencia de algo más. Algo que,
créeme, no quieres ver.-
Sí, pero morir en la oscuridad no parecía tampoco ninguna opción válida. Lo agarré antes de
que pudiera escaparse, aplastando su cara con mi brazo, sin piedad. - ¿Que-es-eso?
-Ya te dije...
-¡Casanova! Hay una oportunidad, hay niños aquí abajo. ¿Qué infiernos hay ahí fuera? -
No contestó, solamente enfocó la linterna hacia el techo. Las paredes de esta sección eran de
madera oscura, pero el techo estaba pintado de blanco, ribeteado con filos de oro. La cosa era
difícil de ver, porque también era blanca. Estaba adherida al techo, bocabajo, la cabeza
apartada a un lado, mientras miraba. Se parecía a una parodia de un niño, pequeño y a medio
formar, mientras brillaba húmedamente a través de todas las superficies. Parecía ciego, sin luz
en sus ojos, con la piel apretadamente estirada sobre sus cuencas, pero su cabeza se volvió
infaliblemente hacia mí.
-Cassie. - Hablo la voz de Pritkin. Sonaba comprensivo. - Si no corres, te mataré rápidamente, y
dejare a los niños solos. -
Tragué el ruido que quería avanzar lentamente desde mi garganta e hice una rápida evaluación
de armas. Las mías consistían en un par de cuchillos, malo, y había perdido mi bolso en algún
lugar del camino. Nada bueno. Pero había una línea entera de armas en las armaduras que
decoraban el pasillo. Parecían tan vacías y sin vida como pedazos de un museo, pero eran, en
realidad, parte activa del sistema de seguridad.
- Casanova, - dije con mucho cuidado. - Ordena a los guardias que lo ataquen. -
- No puedo. - Él sacudió su cabeza desesperadamente, parecía más aterrado de lo que yo
alguna vez lo había visto.
¿- Que quieres decir con que no puedes? Si me dejas morir, Mircea te matará. -
- Y si tu la ayudas, lo haré yo - dijo la cosa del techo, como si formase parte de la conversación.
¿- Es difícil servir a dos maestros, verdad? Te advertí que sería un inconveniente algún día.
¿- Dos? - Finalmente lo conseguí. ¿- Este es Rosier, verdad? -
Casanova asintió silenciosamente.
- Se supone que no regresarías aun - dije al demonio, acusadoramente.
¿No había dicho Pritkin que le llevaría, al menos, un par de días recuperarse? ¿No había pasado
tanto, verdad? Con todo esto de saltar en el tiempo, no estaba segura, pero pensaba que no.
La cosa inclinó su cabeza en otra dirección, el por qué, no lo sé. Eso no tenía ningún ojo, así
que no podía ser para ver mejor.
-Bien, no estoy en mi mejor momento - dijo finalmente.
Miré al contraído Casanova, que iba a derrumbarse en cualquier momento.
-Vamos-, le dije. -Ayuda Pritkin. No dejes que Nick salga de aquí y no le dejes hablar con nadie.
Me ocuparé yo de esto. -
-¿Vas a lidiar con esto?- Casanova me miró sin expresión, como si él no pudiese encontrar una
que se ajustase a la situación.
-Si.- Miré hacia arriba de nuevo. Era horrible, pero pequeña. Decidí que podría con ello. -Ya le
he matado una vez.-
-Ah, sí, lo hizo. Pero, ahora me he traído unos amigos -, dijo suavemente.
Casanova huyó.
-¿Amigos?-
-Siervos de un colega que me debe un favor. Mis hijos son buenos para muchas cosas, pero la
muerte no es realmente su fuerte. Ahora, generalmente, yo haría esto relativamente rápido -,
continuó. -pero después de lo del otro día, me temo que tendré que romper mi hábito. Un
pequeño asunto de prestigio. Ya sabes lo que es. -
-Claro-. Por el rabillo del ojo, vi algo pequeño y brillante salir de la escalera.
-Ahora, quieta, porque esto te dolerá como una perra.-
-Gracias a ti-, dijo el duende y lanzó su pequeña espada como una flecha. Golpeó el punto que
había entre sus no-ojos, provocando un grito donde se mezclaban dolor y rabia.
Torcí el cuello y vi a Françoise correr escaleras abajo, hacia mí, viéndose algo más que agotada.
Su vestido estaba roto por tres lugares diferentes, por uno de los cuales se escurría una
creciente mancha y sus ojos eran enormes. Radella, plantado delante de mí, parecía bien, sin
embargo. Las armas humanas no podían hacer daño a un demonio, pero parecía que el Fey
tenía más suerte.
Me di vuelta para hacer frente a Rosier, un poco más tranquila. Sólo para ver trozos de
oscuridad reptando por el suelo, desde las esquinas y paredes, a lo largo del corredor. Todavía
no podía centrarme en ninguno de ellos, pero tenía la sensación de que Casanova había dicho
la verdad: tampoco querría hacerlo.
-Uh-oh-, el duende dijo inútilmente.
-¿Qué está pasando?- Le pregunté y Françoise rompió en una rápida avalancha de francés que
no tuve ni el tiempo ni la capacidad de traducir. -¡Radella!-
-Hemos estado tratando de llegar a los niños.- Hizo un gesto hacia el final de la sala. -Esa cosa
tiene a la mitad de ellos atrapados en la cocina.-
-¿Están bien?-
-Por ahora. El personal les protege, pero no se mantendrá mucho, no si esas cosas les atacan-.
-¡Pero la magia Fey funciona con los demonios!-
Radella arrugó su frente ante mi cara, muy furioso.
-Sí, si hubiera guerreros trabajando allí en lugar de cocineros, pero incluso así ¡podría no ser
suficiente! Como es...-
-¿Qué estás diciendo? ¿No pueden escapar? -
-Tomaron por asalto la puerta de atrás. Me las arreglé para atravesar sus fuerzas, pero la bruja
casi me mata. Y yo no puedo hacer mucho sola.
Billy Joe flotaba en el techo.
-Tenemos otro problema-, dijo rápidamente, sin detenerse ni a masticar para dejarme otro lío.
-Nuestro amigo, ese de ahí arriba, envió a algunos de sus muchachos. Ellos están allí ahora,
con los niños. Y no tengo poder contra los demonios, Cass. -
Él, Françoise y Radella me miraban, y después de un aturdido segundo me di cuenta de que
estaban esperando instrucciones, creyendo que yo debería saber cómo podríamos salir de esto.
Y Agnes lo haría, pensé sombríamente. Myra, tal vez, incluso, habría tenido un par de ideas.
Pero yo no tenía ninguna.
-Tengo una propuesta para usted, Pixie,- dijo Rosier con voz entrecortada.
Miré hacia arriba para ver que había hecho la espada de Radella. Lo que quedaba de ella cayó
al suelo con gran estrépito. No era mucho más grande que un puño, el resto parecía haber sido
corroído por un ácido.
-Abandona ahora y renunciaré a cobrarme la retribución por tus acciones equivocadas-.
-Puedo hacer una oferta mejor-, le dije rápidamente.
Radella desvió su mirada de los restos de su espada hacia mí.
-Mejor que sea buena, humana!-
-¿Cómo te gustaría tener la runa? ¿No sólo temporal, sino permanentemente? Sólo se tarda un
mes en recargarla después de cada uso, por lo que podrías tener tantos hijos cómo quisieras.
Tus amigos podrían incluso...
CAPÍTULO 27

Grité, demasiado exhausta como para pretender que no estaba aterrada. Los malditos
caballeros permanecieron inertes, incapaces de percibir las criaturas que estuvieron a punto de
matarme. Pero una columna de fuego, con la fuerza de tal vez un par de docenas de
lanzallamas, disparadas desde el otro extremo del corredor.
Tal vez Casanova había instalado alguna nueva medida de seguridad; no lo sabía. Pero sea lo
que fuere, era efectivo.
La nube rugió con el sonido de cientos de voces, y retorciéndose a lo loco en el aire, una
torcida masa negra ardiente que me recordó al trabajo de los gusanos en el decapitado cuerpo
de Saleh.
El resplandor de las llamas destellando en la armadura emitió más luz en la escena, aunque yo
podría haber sido más feliz en la oscuridad. Rosier cayó del techo para aterrizar en el medio del
corredor con un débil sonido de plaf.
Entonces algo me atacó por detrás, hundiendo lo que se sintió como un potro de tortura de
pequeños cuchillos en mi espalda.
Chillé y me tambaleé hacia atrás, golpeando con el muro e impulsando las garras de eso más a
fondo. Di sacudidas atrás dentro del cuarto y dejé mis cuchillos gaseosos sueltos, pero le dieron
una mirada a la gran lucha que estaba en marcha a unas pocas yardas y me abandonaron. Miré
a mí alrededor frenéticamente, pero aunque hubiera como unos cientos de armas de distintas
clases en las manos de los caballeros no vi ninguna que pudiera ayudarme a desalojar algo tan
alto en mi espalda que yo aún no podía ver.
Otra de las cosas enganchadas a mi brazo izquierdo, perforando bastante profundamente para
golpear hueso, mientras otro conectado a sí mismo a mi muslo derecho. Me puse de rodillas,
cegada por el dolor y la sacudida, sólo para comprender que las cosas no continuaban el
ataque. En cambio, ellos me forzaron de espalda, sujetándome, esperando. Levanté mi cabeza
un poco para mirar entre mis pies, y vi por qué.
Rosier avanzaba lentamente hacia mí, arrastrándose adelante con aquellos brazos largos y
delgados, sus piernas rudimentarias se arrastran detrás. Su cara girada infaliblemente hacia mí,
a pesar de las órbitas vacías, y sobre el chillar de los demonios ardientes podía oír el suave
sonido de escalas susurrando sobre el piso. Se vió inofensivo, una criatura vaga, inacabada con
una boca desdentada y pequeñas garras apenas formadas. Pero así no lo quise tocándome.
Él fluyó deshuesadamente sobre mis pies y en mis piernas, dedos largos, demasiado flexibles
rizándose alrededor de mis pantorrillas, mis rodillas, mis muslos como se tiró a lo largo de mi
cuerpo. Y ya podía sentir un eco débil de aquella horrible, sensación de drenaje. Él comenzaba
a alimentarse.
A pesar de que cada músculo cantaba con la tensión, no podía siquiera volcar para tratar de
desalojarlo. Mis brazos fueron fijados por el peso de sus sirvientes y mi fuerza regularmente se
escapaba, lo poco que quedaba de ella. Rizadas en el suelo a mis costados, mis manos se
quedaron inmóviles e inútiles.
Él se asentó pesadamente en mi estómago, sus pequeñas garras rasgando en las costuras de
mi falda, destrozándola para exponer la carne desprotegida de mi vientre. Aquella boca obscena
se abrió y yo podría ver derecho dentro de ella, directamente en su garganta del matiz parecido
a un cadáver. Él lamió una línea húmeda a través de mi piel.
- Sabes dulce.-
- Bájate,- dije pesadamente.
Él no podía haber sonreído abiertamente. Pero dio aquella impresión de todos modos mientras
me pinchaba con aquella mirada fija ciega. - Ah, me lo propongo. -
Sentí una mordedura de garra en mi costado, hundiéndose profundamente. Y sin palabras, sin
él abriendo aquella boca obscena otra vez, yo sabía lo que tenía planeado. Él iba a cortarme
como lo hizo con la falda, abriéndome así podría comer algo más sustancial que el mero poder.
Él planificó comerme viva.
Una sensación- no exactamente dolor, más bien terminaciones nerviosas disparando en
automático-crujió hacia arriba desde mi estómago a mi boca. La tragué, negándome a gritar
otra vez. Pero mis ojos rodaron en mi cabeza ni bien sentí aquella garra comenzar a moverse
por mi carne.
Él la retiró durante un momento, para lamer con delicadeza en su piel roja manchada,
dejándome mirar como las gotas de mi sangre corrían por su brazo. Una cayó de su codo en mi
estómago inferior, e hizo una pausa para lamerla, su lengua resbaladiza y fría contra mi piel.
Entonces insertó la garra otra vez, y me rasgó un poco más amplio.
El deliberadamente iba despacio, partiendo carne y piel un centímetro a la vez, pausando cada
pocos segundos para lamer los bordes irregulares de la herida, enviando violentas y enfermas
sacudidas sobre mí. Quiso que yo supiera que esto iba a ser un proceso muy largo. Y de
repente comprendí: él había querido que los demás persiguieran a los chicos entonces podría
permitirse tomarse su tiempo.
Y él lo hubiese tenido, excepto por el djinn enloquecido con el machete. - ! Saleh ¡- Estaba tan
feliz de verlo que grité.
- ¡Eh!, amor. - Él miró dos veces. - Pareces rudo.- El machete se balanceó, cortando un brazo
rudimentario y golpeando a Rosier en la pared de lado, donde él aterrizó con un crujido
asqueroso.
- Ha sido uno de aquellos días,- jadeé, tratando de estirar mi cuello para ver cuánto daño
Rosier se había hecho. Pareció mucho. Pareció demasiado.
- Dímelo a mí, - dijo Saleh. - No creerías los problemas que tuve para localizar a este tipo. - Él
hizo otro balanceo, pero falló. ¡- No te muevas, demonios! El ordenó, acuchillando al demonio.
Pero la criatura se movió increíblemente rápido, aún sin aquellas piernas esqueléticas, y esquivó
bastantes golpes como para mantenerse en una pieza.
Saleh podría haber encontrado su presa, pero parecía que carecía del poder de tomar su
venganza. Incluso aunque Rosier no pareciera casi tan interesado en conservar su vida como él
en finalizar la mía. Y Billy tuvo razón: no había ningún modo de que la caballería fuese a llegar
aquí a tiempo.
Saleh realmente logró cortar la cosa de mi brazo izquierdo de pasada, aunque yo hubiera
preferido que liberara el derecho, considerando la opción. Pero no iba a discutir. Conseguí de
donde asirme en uno de los fragmentos de ventana cercanos, uno que se parecía mucho una
garra en sí mismo, roja y brillante, disminuyendo de una base de cuña a un punto fino de
aguja. Pritkin había dicho que Rosier tenía que bajar su defensa para alimentarse. Parecía que
iba a tener una posibilidad para probar la teoría.
Rosier saltó por mí, un borroso blanco deforme en lo oscuro, aterrizando con suficiente fuerza
para golpear el viento fuera de mí. Yo no podía respirar, no podía ver, pero yo podía sentir.
Antes de que el letargo comenzara otra vez, antes de que él pudiera tornarme completamente
indefensa, extendí la mano hacia la superficie resbaladiza de su piel y clavé el fragmento tan
profundamente como podría en su costado.
Él gritó, pero había poca sangre, poco fluido corporal de cualquier clase. Y la carne esponjosa
se cerró alrededor de la herida casi inmediatamente. Entonces hundí el fragmento otra vez y
esta vez lo dejé, mientras sentía alrededor por otros. Unos eran demasiado romos para usar,
pero aquí estaba uno lindo azul con un borde dentado; allí uno verde profundo con una grieta
que lo hacía de doble hoja; y por allá, casi al final de mi alcance, había un blanco nacarado, tan
rajado y astillado a lo largo del borde que era casi serrado - y cortaba casi tan también,
además.
Una de las cosas negras trataba de agarrar mi brazo libre, mientras su amo gritó y se revolcó y
trató de expulsar múltiples cuchillos todos al mismo tiempo. - Pagarás por esto, - me dijo, la
sangre le gotea de su boca en mi estómago, mezclándose con la mía.
- Tal vez, pero no hoy, - jadeé, mientras Saleh se elevaba por encima detrás de él. Ni siquiera
tuve tiempo para retroceder antes de que la amplia espada cortara la cabeza de Rosier.
La sangre brotó entonces, un río de ella, como si algo mucho más grande que el cuerpo
diminuto que cayó a través de mí hubiera sido asesinado. Yací en una pileta de ello hasta que el
torbellino comenzó otra vez, sonó casi inmediatamente eclipsado por el chillido familiar del aire
que señaló una grieta de ley-línea (ley-line?). O, en este caso, un portal.
- Será mejor que corras, - me dijo Saleh, mientras la corriente de fuego que resistía la nube de
demonios se parara abruptamente. Pero yo no podía correr, apenas podía arrastrarme, y no
había tiempo en cualquier caso. La nube se lanzó hacia mí, una masa chillona de odio histérico,
sólo para ser golpeado por una lluvia de balas desde el hueco de la escalera como una docena
de vampiros fluyendo en el cuarto.
¿- Esto es una fiesta privada?- Alphonse preguntó, aplastando la cosa negra que colgaba de mi
muslo bajo una bota pesada de motocicleta. ¿O puede cualquiera unirse?.
- Sal levantó a la criatura de mi espalda y pisoteó fuertemente sobre su centro. Dio un alarido y
se retorció y se derritió, dejando sólo lo que se pareció a una señal de quemadura sobre las
piedras debajo. -
- Realmente sabes dar una fiesta, - ella dijo mientras tiraba a la última criatura de mi brazo
derecho y lo lanzaba contra la pared. Me examinó. - Pero tenías razón. La elegancia no es lo
tuyo. -
- Me puse de espaldas contra la piedra falsa del piso, escuchando como los demonios y los
vampiros lo resolvían alrededor nuestro. No sonaba como que a los demonios les gustaban más
los disparos automáticos que el fuego. Miré al último de ellos siendo aporreado hasta la nada
por las botas talla doce de Alphonse mientras Sal examinaba mis diversas heridas. Lo que
quedaba del cuerpo de Rosier estaba cerca, un trozo echado a perder de carne sangrienta
blanca. Pensé seriamente en vomitar, pero decidí que era demasiada molestia.
Sal verificó mi muslo y hombros y pronunció que eran sólo heridas superficiales. El estómago
estaba peor, lo bastante amplio como para necesitar puntadas, pero tomé prestado su cinturón
y ate bastante de la falda debajo para servir como una venda provisoria y mantenerme
decente, todo al mismo tiempo. Multitarea, así es como se hacen las cosas, pensé, e irrumpí en
risas tontas.
- Nada de eso, - Sal dijo reprobatoriamente. - Ten ataque de risa más tarde. ¿La Cónsul está
en camino y va a querer saber - lo comprendes?-
- Maldición, sí, lo comprendí. ¡Y si ella está viniendo, tal vez pueda bajar su trasero y ayudar
con un poco con el trabajo sucio como para variar! -
Toda la sangre se drenó de la cara de Sal, y sus ojos se fijaron en un punto un poco más allá de
mi hombro izquierdo. ¿- Y con qué ' trabajo sucio ' precisamente usted requiere ayuda?- una
voz ronca preguntaba detrás de mí.
Dios sabe lo que yo habría dicho, pero antes de que aún pudiera girar, Jesse corrió desde la
oscuridad y saltó delante de mí. ¡- Lo conseguí!- él gritó, y envió un columna de llamas
directamente hacia la Cónsul.
Ella lo recibió con la cegadora pared de arena, seca como un desierto, caliente como el infierno,
que yo había una vez visto comer a una pareja de vampiros vivos. Sólo que ella no lo lanzaba
sobre nosotros, comprendí luego de un momento, cuando mi carne se quedó en mis huesos;
ella lo usaba como un escudo. Saqué a Jesse del medio y grité en su oído. ¡- Basta ya! ¡Ella es
una amiga!-
El fuego bruscamente desapareció, y él se quedó allí mirando un poco vergonzoso. - Uh ¿Lo
siento?
¿- No lo suficientemente fuerte?- Pregunté.
Él se encogió. - Bien, tal vez un poco fuerte. - Adivino ahora que sabía quien había tomado un
grupo de demonios enfadados.
¿- Por qué no estabas con los demás? - Exigí.
- Estaba de camino aquí cuando dos de aquellas cosas me atacaron. Los freí, - me dijo
felizmente.
¡- Entonces podrías haberte metido en la cocina! ¡Podrías haber ido con Radella y los demás!-
- ¿Y dejarte así?- Pareció insultado.
La Cónsul dejó caer la tempestad de arena y Jesse miró dos veces, entonces solamente miró
fijo, tratando de demostrar que - ojos tan grande como los platillos - no eran una exageración.
Adivino que él no había dado una buena mirada a ella antes. Ella arqueó una ceja de una
manera que me recordó misteriosamente a Mircea. ¿- Amiga? -
Reí débilmente. - Bien, ya sabes. No un enemigo. -
- Eso está por verse, - dijo ella, ofreciendo una enjoyada mano.
Parpadeé durante un momento hasta que comprendí lo que quería. Ella esperaba que yo
entregara el Códice. Y yo ya había admitido que lo tenía. Calculé que tenía tal vez un minuto
para bifurcármelo antes de que ella me haga desnudar y registrar.
- Uh, - dije ingeniosamente. Mi cerebro estaba agotado, mi cuerpo estaba en serio dolor, y no
tenía nada más. No podía dejarle tomarlo, no cuando Pritkin había estado dispuesto a ir a tales
longitudes para verlo destruido. Todavía no entendía exactamente lo que esto hizo, pero sabía
lo suficiente como para pensar que tal vez él había tenido un punto. Porque de ninguna manera
era el geis (?) la única razón por la que ella lo quiso. Ming-de y Parindra no habían tenido un
vampiro enfermo, y parecían bastante entusiastas.
La Cónsul no dijo nada, pero no bajó su brazo, tampoco. - Deme el Códice, Cassandra. -
- Ese no era el trato, - le recordé. - Estuve de acuerdo con salvar a Mircea. Eso era todo. -
- Nos ocuparemos de lo nuestro. - Ella puso adelante a alguien que había estado de pie detrás
de ella. Tami. - Deme el libro y te daré a tu amiga. -
- Usted me la dará de todos modos. En cuanto Mircea sea curado, ella será libre. Usted lo ha
jurado.-
Aquellos ojos de endrino se estrecharon. - Pero él no está curado. No aún.
- Me tomó un segundo, pero lo comprendí. - Y usted lo tiene.- Yo tenía la contra-hechizo, pero
no podía curar a Mircea si no sabía donde estaba. Y esto dejó a Tami bajo el pulgar hecho
manicura del la Cónsul hasta que decidiera liberarla. O hasta que la devolviera al Círculo.
- ¿Entonces lo has decidido? ¿Que quieres el Códice más de lo que quieres salvar a Mircea? -
- Una vez que yo tenga el Codex, nuestros magos podrán lanzar el hechizo.
Algo inoportunamente cierto.
- ¿Y si me niego a dárselo?
El agarre de la Cónsul sobre el brazo de Tami se apretó un poco más.
- No creo que se niegue.
- Y yo creo que si lo hará - una voz dijo detrás de mí. El corredor se inundó repentinamente de
una luz dorada cegadora. - ¡Bien hecho, Herófila! ¡Has cumplido con tu misión!
No necesitaba darme vuelta para saber quién estaba allí. La expresión de la Cónsul, de una leve
sorpresa, era suficiente. En ella, eso era el equivalente a que se le saliesen los ojos de las
órbitas.
Giré mis ojos, mientras me movía, con Jesse, unos metros atrás, hacia la ventana rota.
- ¿Y yo que consigo, una estrella de oro?
El Dios dorado, de diez pies, con una túnica demasiado corta, se echó a reír, e hizo eco en las
paredes.
- Dame el Codex y podrás tener lo que quieras. ¡Es nuestro mundo ahora, Herófila!
Detrás de él, pude ver toda una fila de oscuras figuras cubiertas y el olor a fruta podrida que les
acompañaba me dijo lo que eran. Magos oscuros. Supuse que estaban allí por si la malvada
pequeña Phytia no hacía lo que se le decía.
- Debido a que yo tengo el círculo de oro - continué. - El Codex se ocultaba detrás de uno.
Debería haber pensado en ti cuando lo vi.
- El oro es el signo alquímico para el sol, sí - dijo aprobadoramente.
- Me lo preguntaba. Como el símbolo del Círculo es la plata.
- Como la luna. El emblema de Artemisa, esa maldita traidora - dijo tranquilamente.
El bello rostro de la Cónsul mostró al fin una expresión, y no era una que me gustase.
- Estás trabajando con nuestros enemigos - dijo entre dientes.
Tami dio un grito repentino mientras su brazo era apretado.
- Ella le dio a sus sacerdotes el hechizo ¿no? - continué, haciendo caso omiso de ella. La Cónsul
no había llegado a tener dos mil años de edad por ser una estúpida. Si conseguía mostrarle lo
suficiente, ella averiguaría el resto por sí misma.
- Ella siempre fue ridículamente sentimental - acordó - Pensó que estábamos siendo demasiado
duros con la humanidad, que su gente estaba en peligro de extinción.
- ¿Nosotros?
- Ridículo - dijo descuidadamente. - Ustedes se reproducen como conejos.
- Afortunados somos. - Mi cerebro cansado estaba teniendo problemas para armar todos los
datos. Como parecía estar de buen humor, decidí ayudarle un poco - Así que el Ouroboros es el
hechizo que bloquea nuestro mundo a su gente.
Se echó a reír. Estaba feliz, incluso jocoso. Por supuesto que lo estaba. Yo no le había dicho que
no, aún.
- Era el símbolo del conjuro de protección de Salomón, el que me atrapó aquí, el que se desató
cuando derroté a esa perra en Delphi. Las Pitonisa, la llamaban, la última de una línea de brujas
poderosas que mantenían el hechizo que él había echado. Maté a un de ells e hice de su casa
mi templo principal y de sus hijas, mis siervas: Femonoe y Herófila. Incluso mantuve el nombre:
'Python significa Pythia', ya lo sabes. (NdeT: Pythonisses, en inglés)
No, no lo sabía. Pero estaba aprendiendo todo tipo de cosas interesantes últimamente.
- Con su muerte, el hechizo original caducó, porque no había nadie para mantenerlo - razoné -
y los caminos entre los mundos se abrieron de nuevo. Pero Artemisa decidió devolver el hechizo
de nuevo a la humanidad - asintió con la cabeza - solo que sus sacerdotes estaban muertos.
¿Quién lo mantuvo después de la destrucción de su templo?
- El Círculo de plata, por supuesto. - Parecía sorprendido de que yo no lo supiese. - Pero lo
olvidaron. Yo le había dado parte de mi poder a las Pythias. Y cuando mi pueblo fue excluído...
- ...el poder se mantuvo.
- Y me permitió comunicarme, aunque con gran dificultad, con mis sacerdotisas - reconoció. -
Pero el maldito Círculo las corrompió, se volvieron contra mí, bloquearon el único vínculo que
todavía tenía con este mundo. ¡No pude contactar con ninguna de ellas!
- Hasta que llegué yo. - De repente, me sentí muy mareada.
- Sí. Pensé que había un buen candidato, Mira, pero quedó en nada. - despidió a la antigua
heredera con un gesto de su mano. - Ella estaba más interesada en consolidar su propia
posición que en seguir mi liderazgo. Quedé muy satisfecho cuando la despachaste.
- Yo no lo hice.
Se encogió de hombros.
- Ayudaste. Así que ganaste muchos amigos, joven Herófila. Artemisa nunca se molestó en
pensar que el hechizo de restricción de la tierra también nos cerraría esos otros mundos
relacionados con el tuyo. Faery, por ejemplo, que dependía de nuestra magia y ha estado en
decadencia desde que nos fuimos. Estarán encantados de nuestro regreso.
- Eso explicaría por qué algunas de las Fey están tan ansiosos por tener en sus manos el códice
- dije. Sonrió con aprobación.
- Ellas creen que las viejas costumbres son mejores, tanto para su gente, como para nosotros.
Piensa en todo lo que os podemos enseñar.
- Sí, como mantener la promesa de decirme qué es lo que está pasando.
- Lo estoy haciendo. Dame el Codex, Herófila y toma tu lugar legítimo como jefa de mis siervas.
- Me sigue llamando así, cuando ya le he dicho que... - tomé una respiración profunda y me
situé un poco más cerca de la Cónsul - ...mi nombre es Cassandra.
La cara de Apolo cambió inmediatamente.
- Sí - dijo entre dientes - el nombre que tu madre te dio. ¿Sabes por qué, pequeña vidente?
- No.
- Porque ella tuvo una visión. Vio que su hija sería la que me liberase. Vio que, si era Pythia, el
hechizo se vendría abajo y yo, y los de mi clase, volveríamos. Ella sabía cual era tu destino,
pero no se atrevió a matarte, su única oportunidad real. En cambio, corrió y te puso ese
nombre, como un acto de rebeldía, de desafío. Fue una decisión que le costó la vida - tendió
una mano. - No cometas el mismo error. ¡Dame lo que es mío!
Miré a la cónsul. Ella no asintió o parpadeó o hizo nada igualmente evidente, pero algo pasó
por detrás de sus ojos. Realmente esperaba que yo estuviese leyendo bien su intención, porque
si no, estaba perdida.
Saqué el Codex de mi corpiño y los ojos de Apolo, de inmediato, se centraron en él. Una última
jugada, una última oportunidad. Porque yo no lo necesitaba, después de todo, yo ya conocía al
autor. Y él realmente, realmente, me debía una.
- Jesse - le dije brevemente - es tuyo.
- ¿Qué? - Sus ojos apenas dejaron a su madre un momento. No sabía cuánto había entendido,
pero no necesitaba comprenderlo. Sólo necesitaba que él hiciese aquello que mejor sabía hacer.
- Fríelo - le dije.
- ¡No se puede eludir el destino, Herófila! - gruñó Apollo. - El círculo se está debilitando, se
fractura desde dentro. ¡Y cuando caiga, el hechizo caerá con el! ¡No elijas el lado de los
perdedores!
- No lo hago... - Lancé el Codex al aire. El tiempo pareció enlentecer mientras daba vueltas en
el aire, una vez, dos veces, y luego, una gruesa columna de fuego rozó mi pierna antes de que,
siquiera, se acercase a la parte superior de su arco. Cuando las llamas cesaron, no había
suficiente materia ni para hacer cenizas. - ...Y mi nombre es Cassandra.
- Es posible que haya hecho bien en recordar el destino de tu tocaya, Cassandra - escupió,
mientras dos magos oscuros se dirigían hacia mí.
Los vampiros se quedaron allí de pie. Traté desesperadamente de evaporarme con Jesse, pero
estaba demasiado cansada y no pasó nada. Al menos, nada normal.
Una burbuja se formó de la nada, balanceándose fuera de alcance, pesada y extrañamente
gruesa, lo que distorsiona la habitación de superficie reflectante. Y luego hubo otra, más
pequeña que la primera; por un momento ambas rebotaron como globos de helio, chocando y
derivando, sin ninguna dirección en particular. Hasta que la más grande chocó contra el mago
más alto.
En vez de rebotar, se aferró a su brazo extendido, fluyendo sobre la piel de su chaqueta, como
la melaza. A pesar de mi pánico, no lograba apartar la mirada. La manga, dentro de la burbuja
estaba cambiando.
La piel se oscureció, se endureció y empezó a agrietarse; el mago comenzó a gritar mientras la
manga se hacía polvo, como el de las tapas en uno de los libros antiguos de Pritkin. Se hizo
copos y cayó hasta que fui capaz de ver el brazo por debajo. Sólo que no era un brazo normal,
me di cuenta, cuando el mago se aferró a mí. Dejó tras de sí los restos destrozados de la
manga mientras que la mano aferrada a mi muñeca, era ahora, nada más, una colección de
huesos bajo la piel morena, como de papel.
Me estremecí y los huesos se derrumbaron, golpeando el suelo como un seco sonajero. Miré
hacia arriba para ver el mago mirarme fijamente, con una mirada de horror en su rostro,
mientras envejecía décadas en un par de segundos. Grité, golpeando lejos de mí esa
aberración, incluso antes de que la clara, casi transparente sustancia, se alejase de él.
Permaneció en la burbuja, flotando unos metros antes de dejar de existir. Lo que quedaba de
su cuerpo cayó como un globo desinflado.
Me quedé mirándolo, recordando los magos que murieron en la lucha con Mircea hacía dos
semanas. Pensé que habían sido alcanzados por fuego amigo, por un hechizo que había salido
mal. Pero no había sido tan fácil después de todo.
- Veo que has tomado lecciones con alguien - Apolo hervía. - La traidora de Agnes debe haber
invertido más tiempo contigo del que yo creía. No importa, no puedes derrotarlos a todos. - Y
toda una línea de magos surgieron ante mí.
Los vi emerger con mis borrosos y agotados ojos. ¿Cómo lo había hecho? ¿Alguna forma de
acelerar el tiempo en una pequeña área? No lo sabía, pero una cosa era segura: no podría
hacerlo de nuevo. Si yo no hubiera estado aferrando a Jesse, habría caído al suelo.
Pero los magos no llegaron hasta mí esta vez. Los de la primera fila, seis en total, se
encontraron con una tormenta del desierto que explotó de la nada y se centró sólo en sus
cuerpos. Estuvieron envueltos en un torbellino, en un baile de arena, durante unos veinte
segundos y cuando éste se disipó, lo único que quedó, cayendo al suelo, fueron los huesos y las
armas de metal. El resto de los magos fue recibido por un grupo de vampiros enojados, la
mitad de ellos miembros del Senado, y se desató la pelea.
Apreté a Jesse y miré a la Cónsul.
- ¡Te has tomado tu tiempo!
- Si vamos a ser aliados, tenía que estar segura de que eras lo suficientemente fuerte como
para ser un activo* (*N de T: de valor) - respondió con serenidad. - ¿He de suponer que tienes
el hechizo para romper el geis memorizado?
- Sé quien puede hacerlo - le contesté.
- ¿Y es?
- El mago Pritkin. Yo... se lo dije.
Levantó una ceja, pero no dijo nada ante una mentira tan evidente.
- Entonces, tienes prisa. Él estaba luchando antes contra otro mago en el vestíbulo. No parecía
estar ganando.
Me encaminé a las escaleras, pero me detuvo el grito de Jesse.
- ¿Y mamá?
Miré a la Cónsul.
- Si vamos a ser aliados, pienso que podría confiar en mí.
Ella me miró durante un largo minuto y luego liberó de su dominio a Tami.
- No me decepciones, Pythia.
El tono era amenazante, pero era la primera vez que había utilizado mi título. En resumidas
cuentas, decidí, esto era un paso positivo. Recogí mis faldas y salí corriendo.

CAPÍTULO 28

Me desperté en una cama desconocida en una habitación elegante pintada de un suave azul
silenciado. Las cortinas estaban bien cerradas, así que supuse que era de día fuera porque un
vampiro se sentó junto a mi cama. - Usted choco contra la pared- Sal dijo, mirando por encima
de sus uñas pintadas. - Fue muy embarazoso.-

Me senté, y de inmediato me arrepentí. Todo dolió. - Yo no lo hice.-

- Sí, usted realmente hizo. ¡Bam! Hacia fuera como una luz. No es que no estaban ya muy
cerca- .

Sentí mi cabeza y, bastante seguro, había una magulladura grande, gorda. - Me siento como
una mierda.-

- Te ves peor. En el lado positivo, hemos ganado la batalla. Y lo que hizo con los dos magos fue
muy bueno- .

- Entonces, ¿Qué estás diciendo? ¿Me estoy rompiendo?-


- Casi- . Dejó algo duro y frío en mi pecho. - Una niña dejó esto para usted. Dijo que le dijera
que esta obsesionada con el collar.-
Envolví mi puño alrededor del peso familiar y sentí el breve chisporroteo de energía que me dijo
que Billy estaba en la residencia, absorbiendo la energía. - Yo sé- , dije entre lágrimas. - ¿Los
chicos están bien, entonces?-
- Creo.- Ella hizo una mueca. - Parecen haber muchos de ellos alrededor.-
- Y Françoise y Radella y…-
¿- Qué me parezco? ¿El a las seis noticias? Pregunte al mago si usted quiere saber.-
- ¡Pritkin! ¿Cómo es…?-

- Él está bien. Después de que cayó en picado, el cónsul envió a Marlowe después de él.
Resulta que él no necesitaba la ayuda. Él ya había matado al hombre. -

Trague y me tumbe. Nick. Se refería a Nick. Y Pritkin había tenido que matarlo porque yo había
sido bastante estúpida para dar a Nick la respuesta a todos sus sueños. O al menos, que
probablemente había pensado así. Me acordé de su cara cuando él me había dicho que el
Códice es la clave para el poder definitivo. Lástima que no lo había entendido, el poder no fue a
nosotros.

- Tengo que verlo- , le dije Sal.

- Bien.- Ella se levantó y se estiró, y su traje de gato me dijo que yo era un dolor en el culo en
grandes letras de color púrpura. - Porque está empezando a ponerme nerviosa- .

- ¿Él está aquí?-

Sal rodó sus ojos. - Oh, sí. Y yo no se como puede con el.-

- Se crece un poco sobre ti.-


- Uh-huh. - Ella no pareció convencida. - Ah, y una otra cosa.- Ella dio un toque a una caja
negra al lado de la cama con una uña larga. - El cónsul dejó esto para usted. Y se está
poniendo insolente.-

Casi me preguntó qué era, antes de recordar: Mircea. Sal estaba en lo cierto. No se ha hecho
todavía. Podríamos haber ganado la batalla, pero mi guerra personal aún no se había
terminado.

Yo asentí y Sal a la izquierda, o lo ha intentado. Apenas había abierto la puerta cuando Pritkin
irrumpió junto a ella. No parecía como si se hubiera bañado o cambiado, pero su pelo fue una
vez más una entidad independiente. - ¡Dijeron que lo destruyó!-

- Estoy bien- , le dije, comprobando bajo las sabanas para ver que realmente había ropa. Lo
hice, aunque era una camiseta y pantalones deportivos, y no el vestido de noche en ruinas. Me
senté de nuevo. - Gracias por preguntar.-

Pritkin se agitó de lejos. - Hablé con el doctor que le asistió antes. Yo sabía que usted estaba
bien. ¿Lo destruyó usted? -

- Si.-

- ¿Eso es todo?-

Suspiré. - No, excluí los añicos importantes. ¡Sí, eso es todo! No había tanto como una ceniza
abandonada después de que Jesse incendiase eso. Relájese. Se terminado. -

- Nunca habrá terminado. Otro Pitia podía volver atrás, encontrarlo otra vez… -

Me eché a reír, pero lo deje porque dolía. - Sí, porque es tan malditamente fácil- .

- Podría suceder- , dijo con terquedad.

- Y todo lo que puedo decir es que, buena suerte para ella. Ella la necesitara. - Yo lo miré con
más seriedad. - Me gustaría hacer una pregunta y obtener una respuesta sincera. Para variar- .

- ¿Quieres saber por qué me quedé en la oscuridad- .

- Sería el que. ¿Por qué no solamente me dice qué continuaba? -

Me miró con incredulidad.- Qué razón tuve que asumir que usted escogería el lado del Círculo
sobre Apolo? Él podría darle todo: la seguridad, el conocimiento que usted necesita sobre su
poder, la riqueza... mientras que el Círculo…-

- Ha estado intentando hacer lo mejor para matarme. - Tomé un momento para absorber esto.
No me gusta admitirlo, pero lo vi desde su punto. Con tanto en juego, incluso si hubiera
querido decirme, no podría haberse arriesgado. Yo no estaba seguro de que han arriesgado.

- Tenían miedo de lo que una Phytia sin entrenamiento podría hacer- , continuó, - dado lo que
Myra ya había hecho. Fue criada a sabiendas de lo peligroso que la criatura era, de haber sido
advertido en su contra, sin embargo, todavía cayó en línea con sus planes. Como muchos otros
han hecho- .
- Es lo explica mucho- , estuve de acuerdo. - He estado preguntando por qué Tony, quien
prácticamente define la- paranoia - , se uniría a una rebelión de riesgo. Pero supongo que no
pensaba que sería mucho más de un riesgo con un dios a su lado. -

- Que era lo que el Círculo asumió que usted pensaría. Y una vez sus tentativas de quitarle
habían fracasado, ellos aun estaban más seguros que usted se los opondría en cuanto usted
comprendió que usted tenía tal aliado. - Él me miró curiosamente. - De verdad, no estoy
completamente seguro por qué usted no lo hizo. -

Yo le lancé una mirada. - He leído las viejas leyendas, de parte de ellos. Lo suficiente para
adivinar como serían las cosas con su grupo por aquí de nuevo- .

¿Eso es todo? - Pritkin se mostró escéptico. - Debido a que habría sido su favorito, una mascota
mimada, A…-

- Esclavo- , - terminé rotundamente. - Yo hubiera sido su esclavo.- Yo ya había tenido un


maestro, y había sido más que suficiente. - Me dije que nunca nadie me controlaría de nuevo
como Tony lo hizo. Que quería decir.-

Pritkin apretó la mandíbula. - Este tipo de poder sería muy atractivo para muchos.
Independientemente del precio que tuvieran que pagar por ello.-

- Siento lo de Nick,- dije, sabiendo lo que tenía que estar pensando.

Él no se inmutó, pero sus ojos estaban ensombrecidos. - Era necesario- , dijo escuetamente. -
Había visto el hechizo, se lo pudo haber dicho a otros.-

- A él le han dicho otros. Pasó media hora diciéndome todo acerca de lo que está mal con el
Círculo, lo que es un gran lío burocrático que sólo necesita una mano firme para enderezar. Su
mano, supongo. -

- El sentía que, estaba tratando de descubrir si lo tendría de apoyo para su posición.-

- Sí. No parecía muy feliz cuando me reía de él.-

Pritkin me miró durante un buen rato. - Usted es una persona inusual... Señorita Casandra.-

Parpadeé, seguro por un momento que yo había oído mal. - ¿Qué me has llamado?-

- Usted ha elegido un nuevo título reinado, creo.-

- Sí. Pero, ¿desde cuándo lo usa? -

- Desde que te lo has ganado.-

- Junto con un montón de enemigos.- Mi lista de problemas que ahora incluye un cabreado
señor demonio, el rey Oscuro Fey-que todavía estaba esperando con impaciencia el Codex y de
un dios enojado. Para evitar que el último de los hombres se convierta de nuevo en su juguete,
tenía que proteger el círculo de plata de la aniquilación, a pesar de que se enfrentaban a una
guerra con sus aliados y todavía me quería muerto a sí mismos. Y, oh, sí, yo estaba en el último
lugar donde quería ser, aliado con el Senado en el fragor de la lucha.

- El peligro de la oficina- . Pritkin encogió de hombros. - Hay muchos que no le importaba para
Lady Femonoe.-
Sí, como estos que la habían matado. - Una vez me dijo que yo sería el mejor de nosotros, o lo
peor,- dije. - Yo no sabía lo que significaba durante mucho tiempo.
Creo que lo tengo que hacer ahora. Cualquiera de mi reinado verá finalmente la oficina bajo el
control de la Pitia, en lugar de la línea de El Circulo o algunos son antiguos, o me verán, y todos
los demás, se convierten en esclavos de esa criatura.-

- Eso no sucederá- .

Casi le señaló que casi había pasado, pero yo no tenía ganas de entrar en una pelea. - Eso nos
lleva a otra cosa que quería preguntarle,- dije en su lugar. - El Círculo mantiene el Ouroboros
hechizo ahora, ¿verdad?-

- Sí. El poder es elaborado desde el Círculo colectivamente, como un mago no podría sostener
una cosa sola- .

Eso era de lo que había tenido miedo. - Está bien, exactamente cuántos- golpes - ¿puede
recibir el círculo antes de que no puedan mantener el hechizo más?-
- No lo se-
- Guess.-
- No puedo. Todo lo que puedo decirles es que cuando se puso el hechizo, el Círculo fue
considerablemente menor de lo que es ahora. Es de suponer que tenemos un margen de
maniobra antes de llegar a un punto de crisis. Pero a medida que la guerra se calienta, no
habrá bajas. Y todas las pérdidas serán cada vez más peligrosas- .
- Debido a que podría ser el que permite el retorno de los antiguos dioses- .
- Ellos no son dioses! Son fuertes, pero principalmente porque su magia es tan diferente de la
nuestra, que es difícil de contrarrestar. ¡Y ciertamente no hay nada divino sobre sus actitudes!
Petty, arrogante, seres crueles, sin la menor…-

- Mi punto,- dije, alzando la voz, - es que si el círculo se debilita demasiado, el hechizo se


rompe. Entonces, ¿cómo evitar que eso suceda? ¡Es un poco difícil de salvar las vidas de un
grupo de personas que todavía están tratando de matarme!-

Pritkin pasó una mano por el pelo agitado. - ¡Soy muy consciente de eso! Tendremos que
manejar algún tipo de acercamiento. Si seguimos peleando entre nosotros mismos, nuestros
enemigos tendrán una clara ventaja.-

- Y aun si ganamos la guerra, si el círculo se ha debilitado lo suficiente de que el hechizo se


rompe…-

- Entonces, hemos perdido de todos modos.- Pritkin terminado para mí sombrío.

- ¿Cómo podemos empezar? El Círculo me odia.-

- Yo no lo sé. Con su liderazgo actual... no lo sé - , repitió. - No será fácil. Pero por encima de
todo, usted tiene que demostrar que usted no es un títere de los vampiros. Ese no es el caso, lo
sé, - dijo, anticipando mi protesta- , pero así es como lo que parece. Usted vive aquí, rodeado
por ellos, usted usa la marca de Mircea; está vinculado a él por el Geis…-

- Acerca de ese último… ¿Supongo que va a ayudarme a romperlo?-

Hubo una conmoción exterior, entonces la puerta se abrió de golpe y Casanova corrió dentro.
Bateó las manos lejos de Sal. - ¡Suéltame, mujer!-
- ¿Qué más he estado haciendo? - Pritkin preguntó con incredulidad. - ¿Qué más de usted me
haría hacer? -

Casanova me miró. Te sientes mejor, ¿verdad?- El no pareció preocupado. Parecía molesto.

- No especialmente, no.- Miré a Pritkin. - Lanzar el hechizo, por supuesto.-

- Bueno,- Casanova se rompió. - ¡Porque, gracias a usted, ni yo tampoco!-

- ¿Qué hechizo?- Pritkin preguntó, confuso.


- ¡El que quita el geis!- Dije con impaciencia. - ¿Tuve que destruir el Códice, recuerdas? Ya no
lo tengo. Pero no, eso no te importa.-
- ¿Está prestando atención?- Casanova exigió.
- Tal vez cuando deje de insultarme, me lo voy a pensar- , le dije.

- ¡Como Françoise no hará nada sobre las mujeres, y el duende no hará nada para nadie hasta
que consiga algunas runa se mantiene delirando, y alguien tiene que hacerlo!-
- ¿Qué mujer?-
- Ya intentamos esto, - dijo Pritkin, comenzando a parecer preocupado.
- ¡El Grayas!- Casanova dijo, levantando las manos. - Ellos ayudaron a Françoise sacar a los
niños-personalmente, creo que al igual que matar a los demonios, o cualquier cosa que se
detiene el tiempo suficiente, y ahora ni siquiera se intenta atraparlos. ¡Y están en la actualidad
los tres de abajo! ¡Juntos! Si se da prisa…-
- ¿Intentó qué?- Le pregunté a Pritkin.
- El contra-hechizo que intentó echarte en Francia dos veces.-

Me quedé mirándolo, pero momentáneamente Cassanova lo olvido.


- Eso fue una farsa. Y si lo hizo no funciona.-

- Pero el no tenía trabajo- , dijo agregando, - pero tampoco no era falso.-

- ¿Qué estás diciendo?-

- ¡Estoy diciendo que los tres están juntos ahora mismo!- dijo Casanova, causando estragos.
- ¿Quién sabe cuándo vamos a tener otra oportunidad de nuevo? ¡Levántense y muévanse tiene
que haber algo de sentido en esa bruja!-

Me quedé mirando Pritkin. - ¡Se tiene que trabajar, y eso ya lo hemos intentado con todo lo
demás!-

el sacudió la cabeza. - En Francia también lo hemos hecho, pero aquí en nuestro tiempo
también a Fracasado, Es por eso que he estado buscando una alternativa- .

¿Y bien? dijo Casanova exigiendo una respuesta.

- ¿Y?- Le pregunté Pritkin frenéticamente.

- Nada. No entiendo por qué el geis se está comportando de esta manera. No debería seguir
allí, ya que todavía no se puede estar allí. Y sin embargo es- ......

- ¿Es que tu aún no me estas escuchando?- Casanova habló pero todos gritaban.

- ¡Sí!- Dijo rompiendo el silencio.


- El Grayas está abajo, Y si quieres atraparlo cuanto antes tendremos que ir todos juntos, - me
detuve, mientras me miraba fijamente.

Así que vamos a ir- . Dijo acercándose hasta mis pies.

- Exactamente Pensaba en eso,- dije, mientras Mircea agarraba a Pritkin de la mano.

- ¿A Dónde vamos?- Pritkin preguntó, confuso.

- ¡A terminar con esto!-

Hemos vuelto a aparecer en la suite de Mircea en MAGIC. Hacía dos semanas atrás que no
venia en el pasado, justo después de nuestro tiempo en París. Me concentre en él en lugar
cuando cambió, porque yo no sabía con certeza dónde estaría. Pero yo no había contado con la
captura de lo que salía de la ducha.

- ¿Dulceata? Siempre es un placer- , dijo, inconscientemente con una toalla envuelta frente a sí
mismo. Miró a Pritkin.

- ¿Por qué?- -le preguntó, obviamente dolido.

- No está aquí para pelear. Tenemos que lanzar un hechizo sobre ti- , le dije rápidamente, y se
dio cuenta de que tal vez debería haber trabajado hasta un poco más.

Bajo una gran cantidad de hebras mojadas, y una ceja levantada en un arco sardónica. - Usted
no sabe de magia, Cassie. Por lo tanto supongo que lo que quería decir es que él necesita
lanzar un hechizo.-

Wow. En Menos de treinta segundos y ya estábamos a la etapa - Cassie- . Me preguntaba


cuánto tiempo pasaría antes de que golpear a Cassandra. Antes de que pudiera decir nada,
cuatro grandes vampiros se precipitaron en la habitación, con armas en la mano y el ceño
fruncido. Se detuvieron en la puerta del baño, y se quedaron allí, Mircea nos dirigió una mirada
perdida a mí y a Pritkin.

Pritkin sacó un arma, pero Mircea no reaccionó, salvo para envolver una toalla alrededor de su
cintura. ¿Sí? -preguntó cortésmente.

- Los barrios- , una de las vampiresas, dijo, a los tropezones. Era más alto y más musculosos
que los demás, pero a juzgar por la energía que desprendían, también, probablemente, el más
joven. - Ellos indicaron de un intruso- . Él frunció el ceño, los ojos de la pistola en la mano
Pritkin.

- Ellos estaban equivocados- , dijo Mircea con suavidad, como si no estaban allí.

Tres de las vampiresas de inmediato hicieron una reverencia. - Nuestras disculpas, mi señor- ,
dijo uno de ellos murmuraron formalmente. - Voy a tener las salas de comprobarlo Antes de
que se hayan presentado todos los informes erróneos. Aunque podría tardar una hora o algo así
-.

- Veré lo que hace.-

- Sí, señor.-
Tres de los vampiros se dirigieron a la puerta, pero el más grande vaciló. - Mi señor, con
respecto, el cónsul dijo que la mayoría duda que de todas las personas registradas deben ser
detenidas e informó --

- Pero no hay ninguna de esas personas aquí- , Mircea repetirse.

- ¡Mi señor!- El Recorrió un brazo para indicar al mago de la guerra con el ceño fruncido y
destartalado. - Ellos están de pie a su derecho-

- ¿Ves a alguien?- Mircea pidió a uno de los otros guardias.

- ¡No, señor!- él contestó, mirando a mí.

- ¡Deben haber hecho algo para engañar a tu mente! Hay dos magos a su derecha-

Mircea hizo un gesto pequeño, y la vampiresa de repente dejó de hablar. Sus ojos miraban
alrededor de mi dirección general, pero parece que ya no podía encontrarme. - ¡Pero hay gente
aquí!- Mircea Arqueó una ceja y sus compañeros de la pala de lo arrastraron fuera de la sala.

Me quedé preocupada mirando a la puerta. - ¿Van a volver?-

-- No, pero ellos tendrán que informar esto, en una hora o así. Puedo entender que su negocio
no necesita más tiempo que eso. Porque si es así, voy a necesitar para hacer unos arreglos
más- .

- No estoy muy seguro de cuánto tiempo tomará- , dije torpemente. Eso depende de lo difícil
que iba a ser, entre otras cosas. - Es, uh, una especie de complicado- .

De pronto se echó a reír y le hizo señas para que yo le precediera en el dormitorio. - Con usted,
¿cuándo es siempre algo más?-

Al igual que el cuarto de baño, las áreas exteriores de la suite se iluminaron con velas, pero no
con electricidad. Me acordé de por qué: esta fue la noche que comenzó la guerra, al menos
oficialmente, la noche mágica fue atacada. La luz tenue no me impide ver a Mircea con su
mirada interrogante, sin embargo. Suspiré y miré a Pritkin, que se acomodó en la silla, en la
que Tami más tarde se ocupaba. Se encogió de hombros inútilmente. Habíamos hablado de
esto, ya que no había manera de que Mircea aceptara sin algún tipo de explicación. Pero eso no
me tenia por que gustar.
Es una larga historia- , le dije rápidamente, antes de perder los nervios, - pero en el fondo, no
había un accidente con el calendario y el geis se duplicó. Y entonces comenzó a crecer u
transformarse o algo así, y yo iba a salir de mi mente hasta que heredó el poder de la Pitia. Me
di un respiro antes de empezar a hablar nuevamente.
Pero acabó medio loco y, bueno, aquí estoy. - tendiéndole el cuadro negro. - El cónsul le ordenó
cerrarlo para que no, um, cause estragos - .

- ¿En el fondo?- Mircea repitió secamente-.

- Bueno, sí, bastante. Pero creo saber por qué de que el contra-hechizo no funcionará. Debido a
que el geis fue puesto en ustedes dos, uno en la línea de tiempo actual y uno en el pasado.
Pero, ya que sólo uno de ustedes está presente cada vez que tratamos con el hechizo, no
pensamos en que todo esta ahí.

- ¿Perdón?-
- Es como con el Grayas,- le expliqué con impaciencia. - Yo accidentalmente, bueno hemos
estado tratando de atraparlo otra vez desde entonces, Sólo parece que se registren como una
persona por el bien de toda la magia utilizada en ellos, y si uno de los tres es el que falta, el
hechizo es perdido . Así que simplemente hay que asegurarse de que nunca estén todos juntos
y Entonces podemos lanzar el hechizo todo el día y no pasará nada- .

Déjame ver si entiendo, dijo Mircea, tirando de otro de los Ming-regalitos. - Tu crees que el geis
visita a los dos que hay dentro mí y que se colocaron como una sola persona- .

- Porque tú eres una sola persona - .

- Pero como tengo el hechizo en dos plazos separados, si se encuentra uno solo dentro de mí,
entonces no me ven como una persona completa, y por lo tanto no va a funcionar-

-Exactamente. Todos tenemos que estar presentes al mismo tiempo, dos de ustedes y de mí,
porque yo tenía puesta en mí sólo una vez. Y Una vez que el mago de inició al hechizo
esperemos a que funcione porque si necesitamos otro esto realmente va a complicarse - .

- ¿A Donde iremos?- Pritkin murmuró.

- Eso sería en París - , Mircea reflexionó, haciendo caso omiso de él. - como estábamos
vinculados con el Geis, este nos vio como una sola persona. Y, por supuesto, no sería nada
peligroso para mi -

- Bueno no seria mas que las dos terceras partes del titular, pero si eso seria todo.

- ¿Esta de allí, soy yo?- dijo Mircea mirando el cuadro de escepticismo cuando ónix tenia puños
sobre su camisa en Francia.

Podemos dejarlo salir- , le dije con recelo - , pero no creo... es decir, no estoy segura de cómo
va a reaccionar. Marlowe dijo que no podía controlarte a ti, y al final. .. -

- ¿Podemos seguir con esto?- dijo Pritkin exigiendo seguir con el tema.

Mircea no le hizo caso, pero él me devolvió la mirada con el ceño fruncido.


- ¿No habrá ocurrido que el mago te ha engañado? Y ¿Quizás esto es un intento de conseguir
asesinarme a mí en una posición vulnerable?-

- ¿No, los magos suelen hacer eso?- , Pregunté sorprendida.

- A los pocos algunos lo han intentado, Después de lo ocurrido a la última vez, he tenido un
respiro por algunos años.- Mire a Pritkin. - Pero quizás la lección se ha olvidado, y se debe
enseñar de nuevo- .

Pritkin saltó de su asiento. - la intención de hacer daño, no he tenido más que suficiente
tiempo-

Mircea enseñó los dientes una expresión que en nada se parecía a una sonrisa. - Siéntete libre
de probar- .
Me abstuve de tirar algo, pero estuvo cerca. Si, Haber llevado a Pritkin era una mala idea, pero
después del desastre con Nick, no me había atrevido a confiar en nadie más. Sin mencionar que
él era el único que conocía el hechizo. Tenía que ser él, y tenía que ser ahora.

Sinceramente, no sé cuánto tiempo le queda - , le dije Mircea en voz baja.- Si no hacemos


nada, el hechizo seguirá su curso y te vas a morir de todos modos. -

- El hechizo nunca fue diseñado para matar- , me reprendió. - No en su más salvaje


permutación.-

- ¡No, pero puede convertir a alguien completamente loco! Y entonces el cónsul hará la muerte
para ti.-

Mircea Hizo una pausa. La considere que durante un largo rato, se quedo sin expresión alguna.
Supongo que sería un poco raro-bien, extraño mucho para imaginarse atrapados cuando
estaban allí de pie junto a él. - El Senado tiene a muchos expertos a su disposición. Seguro que
ellos pueden encontrar una solución- .

- Eso ya ha sido juzgado. ¿Crees que el cónsul habría tenido en ti una prisión si existe una
alternativa?-

- ¿Pero no sería este el contra-hechizo eliminar el geis de mí, así como de su Mircea?

- No, no lo creo.- Fue una de las cosas que yo había pedido Pritkin antes de salir.
- Está siendo emitidos en tres de nosotros, para romper el enlace que todos compartimos. Pero
no puede afectar a cualquier persona que no está aquí, que incluye el de Casandra de este
tiempo. Así que su vínculo con ella debe seguir su curso. -

- Y Dirigir a una gran cantidad de problemas- .

- Me temo que sí. Pero no hay otra opción-si no deseas que el tiempo este presente para
continuar.-

- El único en el que está Pitia- . No le respondí, pero yo no tenía que hacerlo. Mircea había
conocido desde la batalla de Dante después de la loca apuesta que había pagado.

Él se quedó pensativo un momento, pero luego sus ojos se deslizaron a Pritkin y su expresión
se endureció. - ¿Sé que piensas que estás actuando de la mejor manera, Dulceata?, Pero tu no
sabes lo que nuestros enemigos son-

Pritkin juró y, antes de que pudiera detenerlo, dijo algo por debajo en un lenguaje que me
sonaba muy familiar. Antes de que pudiera abrir y cerrar los ojos, antes incluso de terminar de
hablar, Mircea lo había presionado contra la pared, con un puño contra la camisa y el asesinato
Brillaba en sus ojos.

- ¡Mircea, no!- Me dijo agarrándome del brazo. - ¡Pensé que íbamos a esperar hasta que ella
estuviera de acuerdo!- Le dije a Pritkin, furiosa.

- Nunca habría estado de acuerdo- , me espetó, - y no importa de todos modos.-

- ¿No importa? ¡La Podrías matar!-


Un hechizo en una vampiresa maestro sin permiso era considerado tan tonto que ni siquiera
había una ley en contra de ella. No tenía la necesidad de ser-la mayoría de los que la habían
probado sin sobrevivir el tiempo suficiente para un juicio.

Acaso no entiendes sobre El Geis-

- ¿Y qué?-

Pritkin parecía que se había tragado un puñado de clavos. - ¿Acaso no puedes sentirlo? El
hechizo no funcionó. ¡El geis todavía está allí!-
CAPÍTULO 29

- ¡Eso es imposible! Tú has dicho...


- Dije que tu teoría sería posible si el hechizo no se había transformado en algo nuevo.
Obviamente lo ha hecho. En los cien años que han pasado desde que lo pusiste en el vampiro,
ha tenido tiempo más que suficiente para crecer, cambiar y convertirse en un nuevo hechizo.
Como resultado de esto, el contra-hechizo no funcionará, ya que ¡fue diseñado para compensar
algo que ya no existe!
- ¿Me estás diciendo que pasamos todo esto para nada? ¿Que vamos a morir de todos modos?
- No para nada. En el proceso, hemos descubierto... - miró a Mircea y vaciló - ... muchas cosas
interesantes.
Bueno, vale, podía ser verdad, pero sabiendo lo que realmente había detrás de esta guerra no
me iba a servir de mucho si no estaba viva para luchar.
- ¡Eso no ayuda!
- Te dije ya que dudaba de que el contra-hechizo funcionase - me informó, en un tono que me
dió más ganas de pegarle aún de lo habitual.
Estaba a punto de devolverle una respuesta mordaz, cuando, de repente, me acordé. Lo había
dicho, en efecto, pero también había dicho otra cosa. Algo que había olvidado, porque había
estado muy ocupada en el Codex. Había otra manera de romper el Geis, una que Mircea había
tejido en su propio hechizo.
Mi corazón se aceleró mientras la idea corría por mi cabeza. Los tres componentes del geis
estaban aquí, ahora: yo y ambos Mirceas. El contra-hechizo no funcionó, pero era porque el
hechizo original había cambiado de forma, no porque mi teoría fuese equivocada. Pero Pritkin
había dicho que había una especie de interruptor a prueba de fallos dentro del propio geis y
aunque el geis hubiese cambiado, el interruptor debería aún formar parte de él y funcionar aún.
- Puede haber una alternativa - dije lentamente.
- ¿Qué alternativa? - Pritkin preguntó, entrecerrando los ojos.
Miré a Mircea.
- ¿Te acuerdas que cuando tenías el hechizo original, el mago puso una cláusula de escape en
algún lugar?
- Una a prueba de fallos, sí. Me aconsejaron que lo hiciesen todos aquellos con quienes hablé.
Se trata de una medida de precaución común, como el geis duthracht es famoso por... - explicó
Mircea, con la comprensión inundando sus ojos, seguido inmediatamente por un destello terco.
- ¿Dulceata?... - recomenzó en señal de advertencia.
- No funcionó con Thomas - le dije, hablando rápidamente antes de que él tomase una decisión
- porque él era un sustituto, sólo uno de vosotros dos. Y al igual que con el contra-hechizo, la
cláusula a prueba de fallos sólo funcionará si hay dos - tú- , eh, que participen...
- Cassie...
- ¡Debes estar zumbada! - Pritkin interrumpió - ¡Si no tiene éxito, podrías terminar atada a él
para siempre!
- Eso no sucederá.
- ¡No lo sabes! ¡No se sabe qué podría ocurrir con un hechizo modificado durante tanto tiempo!
- Mircea no había hablado, no se había movido. Pero de pronto, los detalles de seguridad
estaban de vuelta. - Supongo que sólo se requiere el maestro adecuado para que puedas darte
por vencida, ¿es eso? - Pritkin se burló mientras le arrastraban fuera de la habitación. - ¡Fuiste
criada como un perrillo faldero de un vampiro, y yo hubiera creído que preferirías no morir
como uno también!
La puerta se cerró, aunque todavía le oía despotricar, mientras era arrastrado por el pasillo.
- No puedes hacerle daño. Tiene que volver conmigo.
- Las órdenes son sólo para detenerlo - dijo Mircea, mirándome de forma seria - Pensé que
preferirías hablar de esto en privado.
- Sí. Bueno - Me detuve y mentalmente lancé miles de acusaciones a Pritkin en la distancia.
Tenía que concentrarme si quería conseguir esto, si quería hacer que Mircea entendiese - Si he
comprendido bien esto y estoy bastante segura de que lo he hecho, y ya que hemos intentado
todo lo demás, entonces ... tenemos que estar todos nosotros. La prueba de fallos, no es una
entidad independiente, sino que está ligada al geis en sí mismo. Así, cuando el geis cambió, la
cláusula de seguridad cambió también. Es por eso por lo que se construyeron las medidas de
seguridad para poder usar el duthracht, porque incluso si se desmadrase, esto seguiría teniendo
control sobre él.
- ¿Cómo haremos eso de ser todos nosotros?
Entrecerré los ojos. Mircea sabía más sobre la magia que yo, por lo que ya lo sabía
perfectamente. Sólo quería que se lo dijese claramente.
Hice una pausa, segura por un momento de que no podría pronunciar las palabras, que no
saldrían más allá de mi garganta.
- La - cosa- del sexo - finalmente solté - Somos necesarios todos nosotros - Era lo más
absolutamente impactante que se había dicho por el momento, y Mircea sonrió.
- ¿Sabes, Dulceata? Cuando te dije que disfrutaría de una amplia gama de experiencias, no
esperaba que me tomases la palabra tan literalmente - Comenzó a abotonarse la camisa.
Supuse, por el hecho de que él se estaba vistiendo, que no debía haberme explicado tan
claramente como yo creía.
- ¿Qué estás haciendo? - pregunté - Te lo he dicho, ¡tenemos que tener relaciones sexuales!
- No, creo que el término que se utiliza para un trío sea - la cosa- - Mircea se puso la chaqueta.
- Confieso que tengo muy pocas reservas acerca de las relaciones personales, pero hay una
regla que trato de mantener... - se inclinó y me besó en la mejilla - ...si la mujer no puede ni
decir - eso- ... - susurró - nosotros no hacemos - eso- .
Le empujé hacia atrás y le miré, con las manos en las caderas, molesta, de inmediato.
- Nadie te pidió que pusieses el geis en mí... - le dije, apretando un dedo sobre su pecho
completamente vestido. El suave tejido de seda china acarició mi mano, algo que no me hacía
precisamente feliz - ... ¡Nadie me dijo que el sexo sería la condición necesaria para romperlo!
He pasado por un infierno para averiguar una forma de salir de esto y ahora que la tengo,
¿estás jugando duro para conseguirlo?
Su diversión era manifiesta. Creo que Sal estaba en lo cierto: no sabía hacerme la dura.
- Tienes que admitir, Dulceata, que tu historia parece en cierto modo...
- Desnúdate - ordené.
Mircea se quedó tieso apoyado contra la columna de la cama, con las cejas enarcadas de pura
incredulidad y una mirada que claramente decía: tú realmente no me has ordenado quitarme la
ropa. Pero yo lo había hecho y elevé mi mentón obstinado para enfatizar mi respuesta. Muy
despacio, se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre la cama. Su mirada me desafió a continuar.
Me lancé de cabeza hacia él. Estupendo. Después de la semana que había tenido este no era mi
mayor desafío. Puse mis manos en mi espalda y desabroché la parte superior de mi vestido. Sal
se había negado a dejar que me visitase - el maestro- con mi sudado vestido anterior y había
improvisado un traje nuevo para mí. Tiré de la cremallera hasta abajo y el material satinado se
deslizó sobre mis curvas hasta que no fue más que un charco azul-hielo alrededor de mis pies.
Todavía llevaba el conjunto de sujetador de satén sin tirantes y las bragas, comprado a juego
con el vestido y un corsé de color blanco.
El corsé era una nota levemente discordante, pero no había tenido elección. Quienquiera que lo
hubiese hecho, había hecho un buen trabajo, y un poco glamoroso lote de cortes variados,
magulladuras y marcas de garras cubría toda la zona... y yo no podía curarme como una
vampiresa. Debajo del encaje blanco y las cintas, había una fea y larga cicatriz de dos pulgadas
que había temido que sangrase debajo de mi bonito vestido nuevo.
- ¡Lo dices en serio! - Mircea frunció el ceño.
Abrí mis manos.
- ¡Sí! ¡Sí, lo digo en serio! ¿Cuál es el problema?
Me miró, dividido entre la exasperación y la incredulidad.
- ¡Ya sabes cual es el problema! Tú me lo explicaste y no tengo intención de pasar el resto de
mi vida unido a la voluntad de una... - se cortó abruptamente.
- ¿De una qué? - sentí que mi temperamento crecía.
Se recuperó rápidamente.
- ...De una joven que, sin bien es encantadora, sabe muy poco acerca de nuestro mundo.
- Estoy aprendiendo rápido - le dije - y no seas condescendiente conmigo.- Estaba bastante
segura de que la palabra que casi había pronunciado había sido - niña- . Y de todo lo que podía
ser cierto sobre mí, eso no lo era. No desde la edad de catorce años, cuando me había
escapado y aprendido exactamente el tipo de jodido mundo en el que vivía.
- No lo soñaría - dijo, sin inmutarse - como tampoco soñaría completar un hechizo peligroso.
- ¡No vamos a completarlo! Hasta ahora hemos sido dos de nosotros. La prueba de fallos no
habría funcionado si hubiéramos tenido relaciones sexuales en Londres, porque somos
necesarios los tres y no estábamos allí. Pero aquí y ahora, sí, se anulará el Geis.
- No puedes estar segura de eso.
- Tal vez no. Pero puedo estar segura de que vas a morir si el geis no se rompe. ¿Preferirías
vivir bajo el dominio de otra persona?
- No puedo decirlo - respondió suavemente - No he tenido nunca un maestro, pero sí que me
morí una vez. No fue tan malo, que yo recuerde...
- ¡Mircea!
- Cassie, ¿te escuchas a ti misma? ¿Esperas que crea que otra versión de mí está ahí? - él
señaló con la cabeza hacia la trampa- y que nosotros tres romperemos el geis copulando, a
pesar de que uno de nosotros esté, muy probablemente, loco?
- ¿Crees que estoy mintiendo?
- Ya he dicho lo que pienso, que has sido engañada. Debes...
- No debo nada. Soy la Pythia. Que, en caso de que te lo perdieses, quiere decir que te supero.
Mircea capturó mis manos, que habían estado tratando de deshacer los lazos de seda, que
servían de ojales en la camisa suelta que llevaba. Realmente quería esa maldita cosa fuera.
- ¡Eres Pythia porque te pusimos allí!
Le di un empujón repentino. Terminó tirado en la cama.
- ¿Dulceata?
- ¡Tengo el título porque me lo he ganado condenadamente bien! Deja de asumir que soy la
misma niña que servía a Tony. Ya no lo soy.
- Los magos son traicioneros - dijo con terquedad. - ¿Y esto, evidentemente, ha...?
Lo detuve al poner un pie en el borde de la cama, entre sus piernas, mientras me equilibraba
sobre el otro. No pasaba mucho tiempo sobre tacones de ocho centímetros, y no estaba muy
segura de cuánto tiempo podría permanecer allí.
- Quítatelo - ordené, empujando la cara interna del muslo con la punta de mi zapato. Había
dejado que Sal me metiera en estos tacones de raso azul hielo con una correa alrededor del
tobillo y de los dedos del pie, salpicados de cristales, en forma radial. Yo creía que eran un poco
- excesivos- pero por alguna razón, insistió en estos zapatos.
- Una cosa bonita. Mucho más agradable que la selección de calzado del pasado.
Empujé suavemente de nuevo y esta vez no golpeé su muslo. Respiró con fuerza. Mircea podía
pretender todo lo que quisiera, pero al menos una parte de él no era completamente indiferente
a mi propuesta.
- Cassandra... - comenzó en tono amenazante y reprimió una sonrisa. Bueno, ahora yo sabía
que estaba con él.
El zapato continuó su labor, moviéndose en círculos, más grandes con cada barrido, incitando,
pero sólo con un poco de estímulo, aunque no tenía dudas de que no necesitaba mucho.
- Es demasiado arriesgado - me dijo con terquedad - Si estás equivocada...
- No lo estoy.
- No lo sabes. Tu misma lo admitiste.
Le empujé de nuevo y sus ojos se redujo hasta la mitad
- Pensé que la familia eran los únicos en los que podías confiar. Así que confía en mí, Mircea.
Él no contestó, pero su mano, lentamente, se cerró alrededor de mi tobillo, para luego acariciar
desde el talón a la punta, su pulgar frotando sobre el material de seda, de arriba abajo, hasta
que me empecé a sentir un poco mareada. Estaba empezando a entender por qué Sal me había
presionado para que usase los zapatos.
- Te dije que te desnudases - repetí. Ya podía sentir mis piernas vacilantes. Mircea sacó la
pequeña hebilla de piedras preciosas de alrededor de mi tobillo con una sola mano y cayó como
una bomba. Luego, sus labios estaban en mi pie. No era algo que yo esperase y me cogió por
sorpresa. La sensación de su lengua arrastrándose a lo largo del arco de mi pie, fue suficiente
para que mis dedos se doblasen y mi respiración se entrecortase.
- ¿Qué pasa con tu otro yo?- Le pregunté, mientras mi cerebro fuese capaz de formar frases.
- ¿Qué pasa con él?- Murmuró, antes de que con los dientes apretase mi talón. Era un poco
abajo, un trago bastante suave, pero aún así, dobló mis rodillas por la sensación. Temblé, me
tambaleé y tuve que agarrar la columna de la cama para mantener el equilibrio.
- ¡Maldita sea! - murmuré.
Mircea me sonrió, arrepentido, y me llevó a su lado.
- El mago no me maldijo antes. No te preguntas ¿por qué?
Me quedé mirando fijamente su bello rostro. Estaba lo suficientemente cerca para besarlo, pero
pensé que no era eso era lo que él tenía en mente.
- Él quiere ayudar.
- Tal vez. Pero es igualmente posible que haya organizado una trampa.
- Él no tiene ninguna razón para...
- Las tensiones han ido en aumento entre nosotros y el Círculo Negro desde hace algún tiempo.
Nada les gustaría más que dar un golpe preventivo. ¿Y qué podría ser mejor que matar a un
miembro del Senado y a la nueva Pythia a la vez? Se aseguró una salida de la sala...
- ¡Porque le echaste!
- Algo que podría haber esperado. Una vez que estuviésemos solos, creería que la curiosidad
nos obligaría a abrir la caja, y por tanto, cerraríamos la trampa nosotros mismos. Y una vez que
se diese la alarma general, podría escapar en la confusión.
Y pensé que yo era una paranoica.
- Eso no es... - me detuve, porque no me escuchaba. Miró hacia arriba y, por un momento, su
mirada estuvo en otra parte.
- El mago está siendo cada vez más difícil de manejar para los guardias. Volveré en breve -
salió de la cama y se dirigió a la puerta.
- ¡Mircea!
Me miró por encima del hombro, el rostro grave.
- No voy a matarlo, Cassie. Pero voy a saber la verdad de esto, de un montón de cosas, de
hecho. De una manera u otra.
Le vi pasar, preguntándome cómo las cosas podrían haber ido tan mal, tan rápido. Yo sabía que
Mircea desconfiaba de los magos, todos los vampiros lo hacían, pero yo, tontamente, había
supuesto que un vida-o-muerte podría haber soslayado esta desconfianza. Y probablemente lo
hubiera hecho, si hubiera creído que era a eso a lo que nos estábamos enfrentando, pero él
estaba convencido de que Pritkin era un mago oscuro asesino y que yo era la víctima inocente
que había estafado para que le ayudase. Si necesitaba su cooperación, estaba apañada.
Para que la prueba de fallos funcionase, necesitaba sólo dos componentes: proximidad y sexo.
Estaba bastante segura de que todavía tenía la primera. Mircea no quería que nadie interfiriese
en los negocios de la familia, por lo que era casi seguro que le preguntaría a Pritkin aquí, en su
suite. Por lo que yo había visto, era bastante extensa, pero no más que la casa, lo que
significaba que estaban en algún lugar cercano.
Era la segunda parte de la ecuación la que me resultaba problemática. Había supuesto que los
tres teníamos que estar presentes y participar activamente para romper el Geis, pero ¿y si no lo
hacía? Me mordí el labio, con furia, tratando de pensar en algo que alguien hubiera dicho que
me diese una pista, de una forma u otra, pero no había nada. Era una apuesta al cincuenta por
ciento: la proximidad de los dos Mirceas y el sexo con uno de ellos o bien rompería el geis o no.
Y si me la jugaba y perdía, acabaría por completar el desenlace que había estado tratando de
evitar denodadamente.
Billy me había aconsejado una vez para no jugase a menos que pudiese darme el lujo de
perder. Pero en este juego podía perder a Mircea y yo no creía que pudiese vivir con eso.
Me quedé mirando la cajita de aspecto inocente de la mesita de noche y me pregunté si estaba
loca. Marlowe no había sido capaz de manejarlo, la cónsul se había asustado tanto que había
ordenado encerrado, y allí estaba yo, a punto de ponerlo en libertad. ¿Y si no me reconocía?
¿Qué pasaría si me percibía solo como un alimento? Yo había visto lo rápido que podía
alimentarse y estaría muerta antes de que nadie pudiese detenerlo.
- Puedo cambiar* si él es demasiado para mí- , me dije a mí misma, con la esperanza que fuese
verdad. Sí, ¿y después qué? Si esto no funcionaba me quedaba sin ideas. Si esto no funciona...
Empujé a un lado la idea con mucha seriedad, pensando que era contraproducente y recogí la
caja. (* N de T: se refiere a viajar en el tiempo)

Pritkin me había dicho una vez que el geis respondía a los deseos más profundos de aquel que
lo lanzó. Y aquí, ahora, no había nada que Mircea o yo quisiésemos más que el geisss
desapareciese para siempre. Sólo esperaba que eso fuese suficiente. Puse la caja en el centro
de la cama y respiré hondo.
Y entonces le dejé salir.
La figura de un hombre apareció de repente en la cama, junto a mí. Al principio, parecía estar
dormido, hasta que me acerqué y vi su cara, medio escondida en la almohada, llena de dolor.
Su mano se aferró ciegamente a mi hombro, apretando tan fuerte como una mandíbula, por un
largo minuto. Y luego, lenta y vacilante, casi como si hubiera olvidado, se relajó.
Me di cuenta de que este hombre no era ninguna amenaza parpadeando para contener las
lágrimas cuando lo vi. Apenas si parecía saber dónde estaba. Traté de peinar con mis dedos su
cabello, pero se atascaban una y otra vez, y él gruñía.
- ¿Mircea? - dije en voz baja.
Sus pestañas permanecieron cerradas y no se abrieron ante el sonido de mi voz. Él no dijo
nada, tampoco, pero una mano vagó por mi cuello. Sus dedos se deslizaron a lo largo de la
curva de mi carne, para descansar por encima del pulso de la yugular, justo encima de las dos
pequeñas cicatrices que me había hecho.
Miré hacia él con los ojos húmedos y un latido tan rápido que sentí como si estuviera a punto
de desmayarme. Luego se giró ciegas para mí, haciendo ruidos atragantados de desesperación
con su garganta, hasta que finalmente me di cuenta de sus palabras. Él me preguntaba si
estaba segura.
- Nunca he estado más segura de nada - dije con fervor y la decisión fue, de repente, así de
fácil. No podía dejarlo morir. Ni todos los argumentos lógicos del mundo podrían cambiar este
hecho tan simple. Todo este tiempo, había estado luchando por su vida tanto como por la mía y
no estaba dispuesta a perderlo ahora.
Era fácil entregarse con la mano en su pecho. Es mucho menos fácil ignorar el calor de su piel,
los pezones apretados cabalgando sobre el músculo magro o el golpe fuerte de su corazón. Me
gustó la forma en que contuvo la respiración, la forma en que su estómago se ahuecó y se
elevó su caja torácica cuando mis muslos le tocaron sus partes.
No me estaba engañando a mí misma, sabía que cualquier relación entre nosotros acabaría con
el tiempo. Tarde o temprano, Mircea haría algo imperdonable, probablemente a instancias de la
cónsul. O yo le pediría algo y él no lo haría. Incluso sin la sospecha del Círculo cerniéndose
sobre nosotros, había un reloj haciendo tic-tac cada segundo que estuviésemos juntos, con el
sonido lejano de un tren acercándose en sentido contrario. Yo sabía, siempre lo había sabido,
que no podía mantenerlo. Pero, esta noche, podría tenerlo. Y lo quería todo.
Presioné mi palma contra él y fui recompensada con un tirón, conteniendo el aliento. Era grueso
y sin circuncidar, incitante en su punta, irresistible. Estaba oscuro ahí, rosa y oro, y era
fascinante el modo en que cambiaba de color bajo el lento movimiento de mis dedos. Froté mis
labios sobre sus lados, bebiendo profundamente de su olor familiar. Eso hizo más fácil
acostumbrarme a la extrañeza de lo que estaba haciendo.
Lamí, en un largo y lento recorrido, desde la base hasta la cabeza, dejando que mi lengua
vagase, se deslizase y, sí, su jadeo me animó a continuar. Lo hice otra vez y le sentí
estremecerse por encima de mí. No dudé después de eso. Necesitaba esto, su gruesa carne
deslizándose más allá de mi boca, salado, amargo y dulce en mi lengua.
Mircea se elevó sobre mí antes de que estuviese lista, presionando contra mí con lengua y
dientes, con sus labios llenos de marcas de mordedura por semanas de tortura. Lloró cuando
nos besamos, pero no creo que fuera por dolor. Me envolví en su cuerpo, todo músculos duros,
sudor, piel mojada y pelo enmarañado y sentí que él comenzaba a presionar en mi interior. Esa
fuerza embotada, su grosor, me tomó, hundiéndose profundamente. Me coloqué encima de él,
queriendo aún más, y, al momento, estaba tan dentro en mi interior que no había más sitio que
cerrar.
Se detuvo un momento y nos quedamos mirando el uno al otro, con los ojos muy abiertos, una
salvaje, dolorosa y tan dorada mirada que no pude ver ningún marrón. Cuando finalmente
comenzó a moverse, no hubo golpes cortos de sus caderas, sino un diluvio implacable, los
músculos de sus brazos y la potencia de sus muslos, convertían su cuerpo en una larga
ondulación. Y de repente, cada célula estaba gritando para acercarse más, a apretarse aún más
alrededor de él con cada embestida, a vivir dentro de su gusto y de su olfato, a sentir cada
golpe con los dientes. Por un momento, era casi como estar poseído, sólo que parecía ir en
ambos sentidos. Una parte de mí le susurraba a él con cada golpe en mi cuerpo y, a su vez,
aumentaba mi propio placer, hasta que estuve segura de que iba a morir por ello.
- Perfecto - dijo entre jadeos, antes de bajar en picado para besarme de nuevo. La boca
abierta, la lengua sumergiéndose profunda, acariciándome en un tiempo perfecto con sus
movimientos dentro de mí.
Y fue de repente demasiado duro, demasiado rápido... demasiado. Mi respiración se fracturó en
duros y rápidos jadeos, como si no pudiera obtener suficiente aire, mi cuerpo, como mi mente,
sufriendo espasmos, luchando para aclararlo todo. Sin embargo, la sobrecarga sensorial
completa, me cubrió inevitablemente, presionada por cada movimiento enérgico, mezcla de
dolor y placer. Él palpitó en mí, gruñendo en mi boca, mordiendo mis labios, diciendo la misma
cosa con su aliento, sus manos y su cuerpo. ¡Mía! Susurró con cada empuje profundo. ¡Mía!
Cada empuje frenético de sus caderas, cada beso profundo, mojado, repetían con ello. ¡Mía!
¡Mía!
Y entonces, tanto si mi cuerpo podría tomar más o no, fue de repente, incluso más. Entre una
respiración y la siguiente, se convirtió en una extensión de la pasión, del uno al otro, de alguna
manera, viviendo dentro de la piel del otro, más como un único cuerpo que como dos. Su
placer, que sentía como el mío, era mío. Tragó saliva y lo sentí en mi garganta, se perdió en los
movimientos con lo que me poseía y lo sentí con cada golpe.
Las yemas de sus dedos rozaron mis cicatrices produciéndome un estremecimiento interior
profundo (¡Mía! ¡Mía!) antes de caer hacia la cadera, acariciando su suave redondez... Su mano
sobre mi pecho y sentí los escalofríos de mi propia piel a través de su mano, sabía que la
sensación de mi estremecimiento pasó también a través de su columna, sentí su alegría cuando
mis músculos se estremecieron y luego se relajaron, entregándose por completo.
El orgasmo era tanto divino como doloroso cuando finalmente vino. Pareció que nosotros nos
abríamos camino, bajando las barreras del uno en el otro, cayendo profundamente,
desgarrando el último pretexto de control. Él empujó otra vez y otra vez, ninguna delicadeza,
ningún pensamiento, solamente esto, el éxtasis. Cada toque quemaba en mí, el placer
reventando dentro de mis venas, repetido en las suyas. Yo no podría decir quién de nosotros
dio aquel primer paso, tartamudeando el grito: mío, mío, mío.
Sin advertencia, todo se desató. Las sensaciones, el color, el calor, el placer, eran tan intensos
que me preocupó pensar que nunca podría ser capaz de reunirme otra vez, lo bastante intenso
como para hacer daño y hacerme pedir que él parase, pedirle que nunca parara. Esto continuó
y sobre las ondas de placer, simultáneas a los empujes inestables de Mircea, provocó que
choques salvajes emanaran de mí, de él, de mí, hasta que no pude recordar como respirar.
Él, de repente, se paró y había una mirada extraña en sus ojos, sorprendida y un poco rota,
pero sobre todo asombrada. Bastante asombrada estaba yo también, porque nunca había
hecho nada parecido a esto antes. Él se quedó allí durante un momento largo, mirándome
fijamente, antes de caer, arrastrándome contra él, sobre su agitado pecho, subiendo y bajando
bruscamente mientras él respiraba.
Tiró de la manta por encima de los dos, haciendo un capullo caliente con ella. Era fácil
sencillamente estar allí, viendo el pequeño fulgor de la vela, goteando cera, dejando el cuarto
en una semioscuridad extrañamente acogedora. Y fue mientras estaba allí, en una maraña de
extremidades, sin saber muy bien dónde acababa un cuerpo y empezaba el otro, cuando lo
sentí. Nada dramático, nada extremo, sólo un pequeño chasquido. Pero, de repente, yo estaba
totalmente, de nuevo, en mi propia piel.
El geis se había ido.
- ¿Dulceata? - Mircea suspiró.
Y lo sentí tan pronto como dijo mi nombre, el zumbido suave de algo que me reconoció y me
dio la bienvenida como si me hubiese conocido desde siempre. Pero no era un hechizo. Era la
manera en que siempre había sentido lo que le rodeaba, algo que había sido empañado por el
Geis y su presencia constante, removiendo el calor, el hambre, la desesperación y el dolor. Esto
era menos abrumador, pero más profundo, más persistente y dulce. Le di un beso suave y su
sabor era sorprendentemente cálido, familiar... y el hogar.
- ¿Estás bien? - Le pregunté, pero sabía la respuesta incluso antes de que él sonriese levemente
y abriese los ojos. Largas pestañas, pómulos demasiado afilados, pero sentí el mismo aleteo y
el mismo peso en el estómago que siempre me provocaba esa mirada.
- Lo estaré.
En comparación con todos mis problemas, salvar la vida de un hombre no parecía que fuese un
gran logro. Así que ¿por qué de repente yo sonreía como una idiota? Tal vez porque, en algún
lugar a lo largo de la línea, había aprendido a disfrutar de mis triunfos allá donde podía
conseguirlos. Mañana podría haber más problemas, peligro y dolor, y no sabía si sería lo
suficientemente inteligente o lo suficientemente fuerte o lo suficientemente capaz de manejarlo
todo, sobre todo ahora que entendía lo que tenía en contra. Pero sabía una cosa: hoy, por fin,
algo había salido bien.
- Estarás de regreso pronto - le dije, confiando en que estuviese lo suficientemente lúcido para
entender - Y ya te he dicho demasiado. No se permite mantener los recuerdos.
- Nadie puede borrar la mente de un maestro - dijo con voz ronca - Dudo que incluso la Cónsul
misma pueda hacerlo.
- Pero si recuerdas, vas a tratar de cambiar las cosas...
- Lo hice. Busqué el mago, pero nunca lo encontré y volví aquí sólo para descubrir que también
tú habías desaparecido. Después, reconsideré lo que habías dicho y traté de romper el geis
antes de que tuviera la oportunidad de ser duplicado, pero la guerra se interpuso. Y una vez
que lo hizo, no había nada que hacer, pero quería ver esto hasta el final.
Le miré con incredulidad.
- ¡Pero no sabías lo que pasó después de que te fuiste! ¡No sabías que tuvimos éxito!
- Lo sabía. No podía creer que te irías sin completar su misión. Tuve que confiar en que habrías
encontrado una manera de romperlo.
- Es por eso por lo que me despediste - le dije, mi cabeza tambaleante. - porque tu no querías
que Rafe me trajese hasta ti.
- Yo no quería cambiar ese futuro - acordó - Cuando fuiste, a pesar de mis órdenes y viniste a
verme... por un breve momento, pensé que todo se había acabado, pero entonces recordé: yo
todavía no había sido encarcelado, tu ropa era incorrecta y no había ninguna trampa en la
mesita de noche. Era demasiado pronto. Estuve muy cerca de romperme.
Yo no podía ni imaginarlo, solitario, en una espera angustiosa, aun sabiendo con certeza que
íbamos a ganar al final, que no todo sería en vano. No creía que yo pudiese haberlo hecho. No
entendía cómo podía haberlo hecho él.
Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió y Pritkin entró; le faltaba la chaqueta, la
mitad de sus pociones habían desaparecido y tenía un arma en cada mano. Me pregunté cómo
había logrado abrir la puerta. Le dio una patada y la cerró detrás de él.
- ¿Funcionó? - exigió.
- ¡Sí, pero no gracias a ti!
- ¿No gracias a mí? ¿Qué otra cosa podría haber hecho que tu te encontrases con esta criatura
aquí?
- ¿Tu preparaste esto?
- ¡Por supuesto!
- Pero... ¿y qué si te hubiese escuchado? ¿Qué hubiera pasado si no me hubiese atrevido...?
Pritkin me lanzó su mirada impaciente de chico mayor.
- ¡Nunca me escuchas!
- ¡Ese no es el punto!
Alguien atravesó un puño a través de cinco pulgadas de roble rumano y casi lo agarró, antes de
que pudiera saltar para alejarse.
- Podemos discutir esto más tarde - dijo rápidamente. - ¡Hay un infierno fuera de aquí!
Yo miraba Mircea, todavía aturdida.
- Vale que podías esperar que tuviese éxito - dije - pero no podías conocer...
- Te conozco - repitió - Por tanto, ya sabía como iba a acabar todo esto...
Le agarré las dos manos, mientras la puerta explotaba, saltando fuera de sus goznes.
- ¡Cómo empieza! - dije y cambié*. (* N de T: cambiar, para Cassie es viajar en el tiempo)

Fin

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