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“Los Hijos del Dragón”

George R. R. Martin
Relato incluido en “El Libro de Espadas” y traducido al español por Piro Nymeros Martell

El Rey Aegon I Targaryen, tal como lo registra la Historia, tomó a sus dos
hermanas como esposas. Ambas, Visenya y Rhaenys, eran jinetes de Dragón,
bendecidas con el cabello plateado y dorado, los ojos púrpura y la belleza de las
verdaderas Targaryen. A parte de aquello, las dos reinas eran tan distintas la una de
la otra como dos mujeres pueden serlo… excepto en un aspecto, ambas le dieron al
Rey un hijo.
Aenys llegó primero. Nacido el 7 DC de la esposa más joven de Aegon, la
Reina Rhaenys, el muchacho era pequeño y enfermizo. Lloraba todo el tiempo y se
decía que tenía brazos y piernas flacos y los ojos pequeños y llorosos, por lo que los
maestres del Rey temían que no fuera a sobrevivir. Rechazaba los pezones de su
nodriza y sólo tomaba de la teta de su madre, se rumoreaba que gritó durante una

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

quincena cuando fue destetado. Era tan distinto al Rey Aegon que algunos incluso
osaron sugerir que Su Alteza no era el verdadero progenitor, que Aenys era un
bastardo nacido de alguno de los muchos apuestos favoritos de la Reina Rhaenys, el
hijo de un cantante o un titiritero o un mimo. El Príncipe era de crecimiento lento,
también. Cuando le fue dado el joven Azogue, un Dragón recién salido del cascarón
ese año en Rocadragón, es que Aenys comenzó a crecer y desarrollarse.
El Príncipe Aenys tenía tres años cuando su madre, la Reina Rhaenys, y su
dragón Meraxes cayeron en Dorne. Su muerte dejó al niño príncipe inconsolable.
Dejó de comer e incluso comenzó a gatear como cuando tenía un año, como si se le
hubiera olvidado como caminar. Su padre perdió las esperanzas y en la corte se
rumoreaba que el Rey Aegon podría tomar otra esposa, ya que Rhaenys había muerto
y Visenya no le había dado hijos e incluso tal vez fuera estéril. El Rey se guardó para
sí sus ideas sobre este tema, por lo que ningún hombre puede decir qué pensaba con
certeza, pero muchos Grandes Señores y nobles caballeros se presentaron en la corte
con sus hijas doncellas, cada una más bella que la anterior.
Todas esas especulaciones terminaron en el 11 DC, cuando la Reina Visenya
anunció que estaba embarazada del hijo del Rey. Un niño, proclamó
confidencialmente, y así sería. El príncipe llegó chillando al mundo en el 12 DC.
Ningún recién nacido ha sido tan robusto como Maegor Targaryen, acordaban
maestres y parteras; su peso al nacer fue casi el doble que el de su hermano mayor.
Los medio-hermanos nunca fueron cercanos. El Príncipe Aenys era el
heredero aparente y el Rey Aegon lo mantuvo siempre a su lado. Mientras el Rey
viajaba por el Reino de castillo en castillo, allí iba el Príncipe. El Príncipe Maegor se
quedaba con su madre, sentado a su lado mientras ella encabezaba las reuniones del
Consejo. La Reina Visenya y el Rey Aegon no estaban juntos a menudo en esos años.
Cuando no estaba en sus viajes reales, Aegon volvía a Desembarco del Rey y al Fuerte
Aegon, mientras Visenya y su hijo se quedaban en Rocadragón. Por esta razón, tanto
los Señores como el pueblo llano comenzaron a referirse a Maegor como el Príncipe
de Rocadragón.
La Reina Visenya puso una espada en la mano de su hijo cuando éste tenía
tres años. Supuestamente lo primero que hizo con ella fue matar uno de los gatos del
castillo, eso dicen… pero lo más probable es que este cuento fuera una calumnia
inventada por sus enemigos muchos años después. De todas formas, no puede
negarse que el Príncipe comenzó a jugar con espadas inmediatamente. Como su
primer maestro de armas, su madre eligió a Ser Gawen Corbray, un caballero tan
mortal como fuera posible encontrar en todos los Siete Reinos.
El Príncipe Aenys estaba tan a menudo en compañía de su padre que su
instrucción en las artes de la caballería vino mayormente de los caballeros de la
Guardia Real y algunas veces del Rey en persona. El muchacho era diligente
coincidían todos sus instructores y no estaba falto de coraje, pero carecía del tamaño
y la fuerza de su padre y nunca llegó a ser más que un peleador adecuado, aun cuando

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el Rey ponía a Fuegoscuro en sus manos, como solía hacer de vez en cuando. Aenys
no se pondría en vergüenza en batalla, se decían entre sí sus tutores, pero nunca se
cantarían canciones de sus proezas.
Los dones que poseía este príncipe yacían en otro lado. Aenys era un buen
cantante, con una voz fuerte y dulce. Era cortés y encantador, inteligente sin ser un
ratón de biblioteca. Hacía amigos con facilidad y las jovencitas parecían adorarlo,
fueran de alta cuna o no. Aenys amaba cabalgar también. Su padre le dio corceles,
palafrenes y destreros, pero su montura favorita era su dragón, Azogue.
El Príncipe Maegor también montaba, pero no mostraba mucho amor por
caballos, perros o ningún animal. Cuando tenía ocho años, un palafrén lo pateó en
los estables. Maegor apuñaló al caballo hasta la muerte… y le cortó la mitad de la
cara del mozo de cuadras que llegó corriendo a partir de los gritos de la bestia. El
Príncipe de Rocadragón tuvo muchos compañeros a lo largo de los años, pero ningún
amigo de verdad. Era un muchacho peleador, que se ofendía fácilmente, difícilmente
perdonaba y temible cuando se enojaba. Su habilidad con las armas, por otra parte,
no tenía parangón. Escudero a los ocho años, ya estaba descabalgando chicos cuatro
y cinco años mayores que él en las lizas cuando tenía 12 y derrotando a hombres de
armas curtidos en el campo de entrenamiento del castillo. En su décimo tercer día
del nombre en el 25 DC, su madre la Reina Visenya le entregó su propia espada de
acero valyrio, Hermana Oscura… medio año antes de su casamiento.
La tradición entre los Targaryens siempre había sido casarse entre
familiares. Casar hermano con hermana se lo consideraba lo ideal. En su defecto,
una chica podía casarse con un tío, un primo o un sobrino; un chico con una prima,
tía o sobrina. Esta práctica se remontaba a la Antigua Valyria, donde era común entre
muchas de las antiguas familias, particularmente entre aquellas que criaban y
montaban dragones. La sangre del dragón debe mantenerse pura, decía el dicho.
Algunos de los príncipes hechiceros también tomaban más de una esposa cuando les
parecía, aunque esto fuera menos común que el matrimonio incestuoso. En Valyria,
antes de la Maldición, los sabios escribieron que mil dioses eran adorados pero
ninguno era temido, por lo que pocos se atrevieron a hablar en contra de estas
costumbres.
Esto no era así en Poniente, donde el poder de la Fe era incuestionable. Los
Antiguos Dioses aún eran adorados en el Norte, pero en el resto del Reino sólo había
un Dios con siete caras y su voz en la Tierra era el Alto Septón de Antigua. La doctrina
de la Fe, que fuera legada a través de los siglos desde la mismísima Andalia,
condenaba las costumbres matrimoniales valyrias tal como las practicaban los
Targaryen. El incesto era denunciado como un vil pecado, sea entre padre e hija,
madre e hijo o entre hermano y hermana, y los frutos de esas uniones eran
consideradas abominaciones ante los ojos de los dioses y los hombres. Visto en
retrospectiva, el conflicto entre la Fe y la Casa Targaryen era inevitable. Ciertamente,
muchos de los Máximos Devotos esperaban que el Alto Septón se opusiera a Aegon

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y sus hermanas durante la Conquista y quedaron muy disconformes cuando el Padre


de los Fieles por el contrario, aconsejó a Lord Hightower que no se oponga al Dragón
e incluso lo bendijo y lo ungió en su segunda coronación.
La familiaridad es la madre de la
aceptación, se dice. El Alto Septón que
había coronado a Aegon el Conquistador
continuó siendo el Pastor de los Fieles
hasta su muerte en el 11 DC, para cuando
el Reino ya se había acostumbrado a la
noción de un Rey con dos Reinas, que
eran ambas esposas y hermanas. El Rey
Aegon siempre se ocupó de honrar a la
Fe, confirmando sus derechos y
privilegios tradicionales, exceptuando
sus propiedades y riquezas del pago de
impuestos y reafirmando que septones,
septas y otros sirvientes de los Siete
acusados de delinquir sólo podían ser
enjuiciados por las propias cortes de la
Fe.
El acuerdo entre la Fe y el Trono de Hierro continuó a lo largo del reinado
de Aegon I. Desde el 11 DC hasta el 37 DC, seis Altos Septones llevaron la corona de
cristal; Su Alteza se mantuvo en buenos términos con cada uno de ellos, yendo al
Septo Estrellado cada vez que fue a Antigua. Aun así la cuestión del matrimonio
incestuoso continuó hirviendo como un veneno por debajo de la capa de cortesía. Si
bien los Altos Septones del reinado de Aegon nunca hablaron en contra del
matrimonio del Rey con sus hermanas, tampoco lo declararon legítimo. Los más
humildes miembros de la Fe – septones de pueblo, hermanas silenciosas, hermanos
mendicantes, Clérigos Humildes – aún creían que era pecaminoso que un hermano
se acueste con su hermana o que un hombre tome dos esposas.
Aegon el Conquistador no había tenido hijas, así que estos asuntos no fueron
un problema de inmediato. Los hijos del Dragón no tenían hermanas con las que
casarse, así que cada uno de ellos se vió forzado a buscar en otro lugar por una novia.
El Príncipe Aenys fue el primero en desposarse. En el 22 DC, se casó con
Lady Alyssa, la hija doncella del Lord de las Mareas, Aethan Velaryon, el Lord
Almirante y Consejero Naval del Rey Aegon. Ella tenía quince años, la misma edad
que el príncipe y compartía su cabello plateado y sus ojos púrpuras ya que los
Velaryons eran una antigua familia que descendía del árbol valyrio. La propia madre
del Rey Aegon había sido una Velaryon, por lo que el matrimonio fue planificado
entre primo y prima.

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Rápidamente probó ser tanto feliz como fructífero. Al año siguiente Alyssa
dio a luz a una hija. Aenys la nombró Rhaena, y el Reino se regocijó… excepto, tal
vez, la Reina Visenya. El Príncipe Aenys era el heredero al Trono de Hierro, todo el
mundo estaba de acuerdo, pero ahora surgía la cuestión de si el Príncipe Maegor
continuaba segundo en la línea sucesoria o si se debía considerar que había caído al
tercer lugar detrás de la recién nacida princesa. La Reina Visenya propuso resolver
la cuestión comprometiendo a Rhaena con Maegor, quien recién había cumplido
doce años. Aenys y Alyssa se pronunciaron en contra de la propuesta… y cuando la
noticia llegó al Septo Estrellado de Antigua, el Septón Supremo envió un cuervo,
advirtiendo al Rey que un matrimonio de esas características no contaría con el visto
bueno de la Fe. Él mismo propuso otra novia para Maegor: Ceryse Hightower, la hija
doncella del Señor de Antigua (y la sobrina del propio Septón Supremo). Aegon,
atento a las ventajas de estrechar los lazos con Antigua y su Casa gobernante, la vio
como una opción sabia y aceptó el compromiso.
Y así fue que en el 25 DC, Maegor Targaryen, Príncipe de Rocadragón, se
casó con Ceryse Hightower en el Septo Estrellado de Antigua, con el Septón Supremo
en persona oficiando la ceremonia. Maegor tenía trece años y la novia diez años más
que su señor esposo… pero los señores que presenciaron el encamamiento todos
coincidieron en que el Príncipe se veía como un esposo vigoroso y el propio Maegor
se jactó de haber consumado el matrimonio una docena de veces esa misma noche.
“He hecho un hijo para la Casa Targaryen anoche”, proclamó mientras desayunaba.
El hijo llegó al año siguiente… pero el chico, llamado Aegon como su abuelo,
nació de Lady Alyssa y el Príncipe Aenys. Lady Ceryse no siguió sus pasos en los
siguientes años, por el contrario otros hijos llegaron uno tras otro para Alyssa. En el
29 DC le dio a Aenys su segundo hijo varón, Viserys. En el 34 DC dio a luz a
Jaehaerys, su cuarto vástago y tercer varón. En el 36 DC vino otra niña, Alysanne.
Cada hijo empujaba al Príncipe Maegor un escalón debajo de la sucesión; algunos
incluso decían que él estaba detrás de las hijas de su hermano también. Todo
mientras Maegor y Ceryse continuaban sin hijos.
Sin embargo, en los torneos y el campo de batalla, los logros del Príncipe
Maegor excedían con creces los de su hermano. En el Gran Torneo de Aguasdulces
en el 28 DC, el Príncipe Maegor descabalgó a tres caballeros de la Guardia Real en
sucesivas justas antes de caer con quien sería el Campeón. En el combate cuerpo a
cuerpo nadie podía hacerle frente. Después de ello, fue nombrado caballero en el
campo por su padre quien lo ungió ni más ni menos que con la espada Fuegoscuro.
A los dieciséis años, Maegor se convirtió en el caballero más joven de los Siete
Reinos.
Luego siguieron otras hazañas. En el 29 DC, Maegor acompañó a Osmund
Strong y Aethan Velaryon a los Peldaños de Piedra para aniquilar al Rey Pirata lyseno
Sargoso Saan, y peleó en varias refriegas sangrientas, demostrando ser temerario y

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mortal. En el 31 DC, cazó y ajustició a un reconocido caballero ladrón en las Tierras


de los Ríos, el llamado Gigante del Tridente.
Más allá de ello, Maegor no era aún jinete de dragón. Aunque media docena
de dragones habían recién roto el cascarón entre las llamas de Rocadragón en los
últimos años del reinado de Aegon y fueron ofrecidos al Príncipe, Maegor los rechazó
a todos. La esposa de su hermano lo provocó un día en la corte, preguntándose en
voz alta si “mi cuñado le tiene miedo a los dragones”. Maegor se oscureció de furia
ante la burla y luego respondió con tranquilidad que sólo había un dragón digno de
él.
Los últimos siete años del reinado de Aegon el Conquistador fueron
pacíficos. Luego de las frustraciones de la Guerra Dorniense el Rey aceptó la
independencia de Dorne y voló a Lanza del Sol en Balerion en el décimo aniversario
del acuerdo de paz para celebrar una “Fiesta de la Amistad” con Deria Martell, la
Princesa gobernante de Dorne. El Principe Aenys lo acompañó a lomos de Azogue;
Maegor se quedó en Rocadragón. Aegon había forjado los Siete Reinos en uno con
sangre y fuego, pero tras celebrar su sexagésimo dia del nombre en el 33 DC, se volvió
hacia los ladrillos y la argamasa. La mitad de cada año se seguía abocaba a los viajes
reales, pero ahora era el Príncipe Aenys y su esposa Alyssa quienes viajaban de
castillo en castillo, mientras que el veterano rey se quedaba en casa, dividiendo sus
días entre Rocadragón y Desembarco del Rey.
El pueblo pesquero donde Aegon había desembarcado por primera vez había
crecido para convertirse en una extensa y apestosa ciudad de unas cien mil almas
para ese tiempo; sólo Antigua y Lannisport eran más grandes. Aun así, en muchos
aspectos Desembarco del Rey era poco más que un campamento militar que se había
hinchado hasta un tamaño grotesco: sucia, hedionda, no planificada, inestable. El
Fuerte Aegon, que se levantaba en la Alta Colina de Aegon, era uno de los castillos
más feos que podía encontrarse en los Siete Reinos, un caos de madera y tierra y
ladrillos que habían ya sobrepasado la vieja empalizada larga que eran sus únicos
muros.
Ciertamente no era una residencia apta para un gran rey. En el 35 DC, Aegon
se mudó con toda su corte de vuelta a Rocadragón y dio órdenes de que el Fuerte
Aegon sea derrumbado para que pueda levantarse un nuevo castillo en su lugar. Esta
vez, decretó, sería construido en piedra. Para supervisar el diseño y la construcción
del nuevo castillo, nombró a la Mano del Rey, Lord Alyn Stokeworth (Ser Osmund
Strong había muerto el año anterior) y a la Reina Visenya. (En la corte circulaba la
broma que el Rey Aegon había dejado a cargo a Visenya de la construcción de la
Fortaleza Roja así él no tenía que tolerar su presencia en Rocadragón.)
Aegon el Conquistador murió de un infarto en Rocadragón en el trigésimo
séptimo año después de la Conquista. Sus nietos Aegon y Viserys estaban con él
cuando murió en la Cámara de la Mesa Pintada; el rey estaba contándoles los detalles
de sus conquistas. El Príncipe Maegor, que estaba residiendo en Rocadragón en ese

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momento, dio el panegírico mientras el cuerpo de su padre yacía en la pira funeraria


en el patio del castillo. El rey estaba vestido con su armadura de batalla, sus manos
revestidas en cota de malla estaban sobre la empuñadura de Fuegoscuro. Desde los
días de la Antigua Valyria había sido la costumbre de la Casa Targaryen quemar a
sus muertos en vez de sepultarlos en la tierra. Vhagar proveyó las llamas para
encender el fuego. Fuegoscuro fue quemada junto con el Rey pero recuperada luego
por Aenys, con su hoja más oscura pero más allá de eso, intacta. Ningún fuego común
puede dañar el acero valyrio.
El Dragón fue sobrevivido por su hermana Visenya, sus hijos Aenys y Maegor
y cinco nietos. El Príncipe Aenys tenía treinta años de edad a la muerte de su padre,
el Príncipe Maegor veinticinco.
Aenys estaba en Altojardín en su
Viaje Real cuando su padre murió, pero
Azogue lo llevó de vuelta a Rocadragón para
el funeral. Luego, se ciñó la corona de hierro
y rubí de su padre y el Gran Maestre Gawen
lo proclamó como Aenys, de la Casa
Targaryen, el Primero de Su Nombre, Rey de
los Ándalos y los Primeros Hombres, Señor
de los Siete Reinos y Protector del Reino. Los
Señores, caballeros y septones que habían
llegado a Rocadragón para despedirse de su
rey, se arrodillaron e inclinaron sus cabezas.
Cuando llegó el turno del Príncipe Maegor,
Aenys lo volvió a levantar, lo besó en la
mejilla y le dijo “Hermano, no necesitas
volver a arrodillarte ante mí de nuevo.
Gobernaremos este reino juntos, tú y yo.”
Luego el Rey le entregó la espada de su padre,
Fuegoscuro, a su hermano diciendo “Tú eres más adecuado para portar esta espada
que yo. Esgrímela a mi servicio y yo estaré satisfecho.”
Luego, el nuevo rey partió hacia Desembarco del Rey, donde encontró el
Trono de Hierro alzándose entre los montones de escombros y barro. El viejo Fuerte
Aegon había sido derrumbado y posos y túneles agujereaban la colina donde los
sótanos y cimientos de la Fortaleza Roja estaban siendo construidos ya que el castillo
aún no había comenzado a levantarse. No obstante lo cual, miles llegaron para
aclamar al Rey Aenys mientras reclamaba el asiento de su padre para sí. Después de
aquello, Su Alteza partió hacia Antigua para recibir la bendición del Septón Supremo,
viajando en el camino por Aguasdulces, Lannisport y Altojardín con un gran Séquito
Real. Su esposa y sus hijos e hijas hicieron el viaje con él y a lo largo de la ruta el
pueblo llano se acercaba de a miles para saludar al nuevo Rey y su Reina. En el Septo

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Estrellado, el Septón Supremo lo ungió como a su padre y lo presentó con una corona
de oro amarillo con las caras de los Siete incrustadas en jade y perla.
Aun cuando Aenys estaba recibiendo la bendición del Septón Supremo,
algunos dudaban de su aptitud para sentarse en el Trono de Hierro. Poniente
requiere de un guerrero, no de un soñador, se susurraban uno al otro, y el Príncipe
Maegor era el más fuerte de los dos hijos del Dragón. Y la principal susurradora era
la madre de Maegor, la Reina Viuda Visenya Targaryen. “La verdad es
suficientemente clara,” se recuerda que dijo “incluso Aenys lo ve. ¿Por qué otra razón
le habría dado sino Fuegoscuro a mi hijo? Él sabe que sólo Maegor tiene la fuerza
para gobernar.”
El temple del joven rey sería puesto a prueba más pronto de lo que
cualquiera podría haber imaginado. La Guerra de la Conquista había dejado
cicatrices a lo largo del Reino. Los hijos que habían crecido soñaban ahora con
vengar a sus padres ya muertos. Los caballeros recordaban los días en los que un
hombre con una espada, un caballo y una armadura podía abrirse camino a
espadazos hacia las riquezas y la gloria. Los Señores recordaban la época en que no
necesitaban del permiso de un rey para fijar un impuesto o para matar a sus
enemigos. “Las cadenas que forjó el Dragón aún pueden romperse” se decían los
descontentos uno al otro. “Podemos recuperar nuestra libertad, pero el momento de
atacar es ahora, ya que este nuevo rey es débil.”
Los primeros atisbos de revuelta ocurrieron en las Tierras de los Ríos, entre
las colosales ruinas de Harrenhal. Aegon había otorgado el castillo a Ser Quenton
Qoherys, su antiguo maestro de armas. Cuando Lord Qoherys murió al caerse de su
caballo en el 9 DC, su título pasó a su nieto Gargon, un hombre gordo y estúpido con
un apetito indecoroso por las chicas jóvenes que pronto sería conocido como Gargon
el Invitado. Lord Gargon pronto se ganó la triste fama de aparecer en cada boda
celebrada en sus dominios para disfrutar de su derecho de pernada. También se
tomaba esas libertades con las esposas e hijas de sus propios sirvientes.
El Rey Aenys estaba aún en su Viaje Real, bajo el hospedaje de Lord Tully de
Aguasdulces, cuando el padre de una doncella que Lord Qoherys había desflorado
abrió un portón de Harrenhal a un foragido que se hacía llamar Harren el Rojo y
decía ser nieto de Harren el Negro. Los forajidos sacaron al Señor de su cama y lo
arrastraron hasta el bosque de dioses del castillo, dondeHarren le cortó los genitales
y se los dio de comer a un perro. Unos pocos hombres de armas leales fueron
asesinados; el resto aceptaron unirse a Harren, quien se declaróSeñor de Harrenhal
y Rey de los Ríos (al no ser un hijo del hierro, no reclamó las islas).
Cuando las noticias llegaron a Aguasdulces, Lord Tully instó al Rey para que
monte a Azogue y baje sobre Harrenhal como había hecho su padre. Pero Su Alteza,
tal vez pensando en la muerte de su madre en Dorne, en vez de eso ordenó a Tully
que llame a sus banderizos y se quedó en Aguasdulces mientras llegaban. Sólo
cuando mil hombres fueron reunidos Aenys marchó… Pero cuando sus hombres

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llegaron a Harrenhal, lo hallaron vacío a excepción de los cadáveres. Harren el Rojo


había pasado a los sirvientes leales de Lord Gargon por la espada y llevado a su banda
hacia los bosques.
Para cuando Aenys volvió a Desembarco del Rey las noticias habían
empeorado aún más. En el Valle, el hermano menor de Lord Ronnel Arryn había
depuesto y encarcelado a su leal hermano y se había declarado Rey de las Montañas
y el Valle. En las Islas del Hierro, otro Rey-sacerdote había salido caminando del
mar, diciendo ser Lodos el dos-veces-ahogado, hijo del Dios Ahogado, que había
vuelto tras visitar a su padre. Y en lo alto de las Montañas Rojas de Dorne, apareció
un farsante llamado el Rey Buitre, llamando a todos los verdaderos dornienses a
vengar los males traídos a Dorne por los Targaryens.
Aunque la Princesa Deria lo denunció, jurando que ella y todos los
dornienses leales sólo querían paz, miles se unieron a sus estandartes, bajando desde
las colinas, saliendo desde las arenas y atravesando caminos de cabra por las
montañas, hacia el Dominio.
“Este Rey Buitre está medio loco y sus seguidores son una chusma sucia e
indisciplinada”, escribió Lord Harmon Dondarrion al Rey. “Podemos olerlos venir a
cincuenta leguas de distancia”. No mucho después, esa misma chusma asaltó y tomó
el castillo de Refugionegro. El Rey Buitre en persona le cortó la nariz a Dondarrion
antes de pasar Refugionegro por la antorcha y seguir marchando.
El Rey Aenys sabía que estos rebeldes debían ser aplastados, pero parecía
incapaz de decidir por dónde empezar. El Gran Maestre Gawen escribió que el Rey
parecía incapaz de comprender por qué esto estaba pasando. El pueblo llano lo
amaba, ¿no es cierto? Jonos Arryn, este nuevo Lodos, el Rey Buitre… ¿los había
agraviado de alguna forma? Si tenían alguna queja, ¿por qué no se la acercaban? “Los
hubiera oído”, dijo. Decidió enviar mensajeros a los rebeldes para conocer las
razones de sus acciones. Temiendo que Desembarco del Rey no fuera seguro con
Harren el Rojo vivo y cerca, envió a su esposa e hijos a Rocadragón. Ordenó a su
Mano, Lord Alyn Stokeworth, tomar una flota y ejército hacia el Valle para sofocar el
levantamiento de Jonos Arryn y restaurar a su hermano Ronnel el señorío. Pero
cuando los barcos estaban a punto de partir, canceló su propia orden, temiendo que
la partida de Lord Stokeworth dejara indefensa a Desembarco del Rey. En cambio,
envió a su Mano a cazar a Harren el Rojo y decidió convocar a un Gran Consejo para
discutir cual sería la mejor forma de acabar con el resto de los rebeldes.
Mientras el rey vacilaba, sus señores tomaron cartas en el asunto. Algunos
actuaron por su cuenta, otros en acuerdo con la Reina Viuda. En el Valle, Lord Allard
Royce de Piedra de las Runas reunió a cuarenta señores leales y marchó contra el
Nido de Águilas, derrotando con facilidad a los partidarios del autoproclamado Rey
de las Montañas y el Valle. Sin embargo, cuando demandaron la liberación de su
legítimo señor, Jonos Arryn les envió a su hermano a través de la Puerta de la Luna.
Ese fue el triste final de Ronnel Arryn, quien había volado tres veces sobre la Lanza

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del Gigante a lomos de dragón. El Nido de Ágilas era impenetrable para cualquier
asalto convencional, por lo que el “Rey” Jonos y sus seguidores duros-de-matar
escupían desafiantemente a los leales mientras se preparaban para un asedio… hasta
que apareció el Príncipe Maegor en el cielo a lomos de Balerion. El hijo del
Conquistador finalmente había domado un dragón y nada menos que al Terror
Negro, el más grande de todos.
En vez de enfrentar las llamas, la guarnición del Nido de Águilas tomó al
pretendiente y lo entregó a Lord Royce, abriendo la Puerta de la Luna una vez más y
entregando a Jonos el Matasangre tal como él había entregado a su hermano. La
rendición salvó a los seguidores del pretendiente de ser quemados vivos, pero no de
la muerte. Después de tomar posesión del Nido de Águilas el Principe Maegor los
ejecutó. Incluso a los de más alta cuna se les negó el honor de morir por la espada;
los traidores sólo merecían la soga, decidió Maegor, por lo que los caballeros
capturados fueron colgados desnudos desde los muros del Nido de Águilas,
pataleando mientras se estrangulaban lentamente. Hubert Arryn, un primo de los
hermanos muertos, fue instalado como Lord del Valle. Como él ya había tenido seis
hijos con su esposa, una Royce de Piedra de las Runas, la sucesión de los Arryn
parecía quedar asegurada.
En las Islas del Hierro, Goren Greyjoy, Lord Cegador de Pyke, llevó al “Rey”
Lodos (Segundo de Su Nombre) a un final parecido, reunió cien barcoluengos para
caer sobre Viejo Wyk y Gran Wyk, donde los seguidores del pretendiente eran más
numerosos y pasando a cientos de ellos por la espada. Después puso la cabeza del
Rey-sacerdote en un frasco con agua de mar y la envió a Desembarco del Rey. El Rey
Aenys estuvo tan complacido por el regalo que ofreció a Greyjoy cualquier favor que
deseara. Esto demostró ser poco sabio. Lord Goren, deseando demostrar que era un
verdadero hijo del Dios Ahogado, solicitó al Rey el derecho de expulsar a todos los
septones y septas que habían llegado a las Islas de Hierro tras la Conquista para
convertir a los hijos del hierro a la Fe de los Siete. El Rey Aenys no tuvo más opción
que aceptar.
La más duradera y amenazante de las rebeliones continuó siendo la del Rey
Buitre a lo largo de las Marcas de Dorne. Si bien la Princesa Deria continuó enviando
denuncias desde Lanza del Sol, hay muchos que sospechan que ella estaba jugando
a un doble juego, ya que no se enfrentó en el campo de batalla a los rebeldes y se
rumoreaba que les estaba enviando hombres, dinero y suministros. Más allá de si
eso era cierto o no, cientos de caballeros dornienses y varios miles de lanceros
experimentados se habían unido a la chusma del Rey Buitre, y la chusma en sí había
aumentado enormemente, a más de treinta mil hombres. Tan numerosas se habían
vuelto sus fuerzas que el Rey Buitre tomó una mal pensada decisión y dividió sus
fuerzas. Mientras él marchó hacia el oeste contra Nocturnia y Colina Cuerno con la
mitad del poder dorniense, la otra mitad fue hacia el este para asediar Yelmo de

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Piedra, asiento de la Casa Swann, bajo el comando de Lord Walter Wyl, el hijo del
amante de la viuda.
Ambas fuerzas se encontraron con el desastre. Orys Baratheon, conocido
como Orys el Manco, cabalgó desde Bastión de Tormentas una última vez para
aplastar a los dornienses bajo los muros de Yelmo de Piedra. Cuando Walter Wyl fue
llevado ante él, herido pero con vida, Lord Orys dijo, “Tu padre tomó mi mano. Exijo
la tuya como pago”. Dicho eso, le cortó la mano de la espada a Lord Walter. Luego
tomó su otra mano y sus dos pies también, diciendo que eran el “interés”.
Extrañamente, Lord Baratheon murió en la marcha de vuelta a Bastión de
Tormentas, por las heridas que había recibido durante la batalla, pero su hijo Davos
siempre dijo que murió contento, sonriendo de las manos y pies podridos que
colgaban de su carro como una riestra de cebollas.
Al Rey Buitre le fue un poco mejor. Incapaz de tomar Nocturnia, abandonó
el asedio y marchó hacia el oeste, sólo para tener a Lady Caron marchando detrás de
él para unirse a una sólida fuerza de marqueños liderados por Harmon Dondarrion,
el mutilado Lord de Refugio Negro. Mientras tanto Lord Samwell Tarly de Colina
Cuerno apareció repentinamente a través de la línea de marcha de los dornienses
con varios miles de caballeros y arqueros. “El Feroz Sam” fue apodado ese señor, y
así lo demostró en la sangrienta batalla que sobrevino, cortando a docenas de
dornienses con su gran espada de acero valyrio, Veneno de Corazón. El Rey Buitre
tenía el doble de hombres que sus tres enemigos combinados, pero la mayoría no
tenían entrenamiento y eran indisciplinados, y cuando tuvieron que enfrentarse a
caballeros en armadura al frente y en la retaguardia, su formación se hizo pedazos.
Tirando sus lanzas y escudos, los dornienses rompieron filas y huyeron hacia las
montañas, pero los señores marqueños los persiguieron y los eliminaron en lo que
se dio a conocer como “La Caza del Buitre”.
En cuanto al Rey rebelde en sí, el hombre que se hacía llamar el Rey Buitre
fue capturado con vida y atado desnudo entre dos postes por el Feroz Sam Tarly. A
los cantantes les gusta decir que fue despedazado por los propios buitres de los cuales
él había tomado el nombre, pero en realidad lo expusieron allí hasta morir de sed y
los pájaros no cayeron sobre él hasta después de que hubiera muerto. (En siglos
posteriores, varios hombres volverían a tomar el título de “Rey Buitre” pero nadie
puede afirmar si fueron de la misma sangre que el primero).
El primero de los rebeldes resultó ser también el último, pero a Harren el
Rojo finalmente le llegó su hora en un pueblo en la margen occidental del Ojo de
Dioses. El rey forajido no murió mansamente. En su última pelea, mató a la Mano
del Rey, Lord Alyn Stokeworth, antes de ser muerto por el escudero de Stokeworth,
Benarr Brune. Un agradecido Rey Aenys nombró caballero a Brune y recompensó a
Davos Baratheon, Samwell Tarly, el Desnarigado Dondarrion, Ellyn Caron, Allard
Royce y Goren Greyjoy con oro, cargos y honores. Los mayores elogios se los reservó
para su propio hermano. En su regreso a Desembarco del Rey, el Príncipe Maegor

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

fue recibido como un héroe. El Rey Aenys lo abrazó frente a una muchedumbre que
lo vitoreaba y lo nombró Mano del Rey. Cuando dos jóvenes dragones rompieron el
cascarón entre los posos de fuego de Rocadragón a fines de ese año fue tomado como
una señal.
Pero la amistad entre los
hijos del Dragón no duraría
demasiado.
Puede que el conflicto fuera
inevitable, ya que los dos hermanos
tenían naturalezas tan distintas. De
corazón tierno y gentil al hablar, se
decía que el Rey Aenys amaba a su
esposa, a sus hijos e hijas y a su
pueblo y que sólo deseaba a cambio
ser amado. La espada y la lanza hacía
ya tiempo que habían perdido todo
atractivo para él. En cambio, Su
Alteza incursionó en la alquimia, la
astronomía y la astrología, se
deleitaba con la música y la danza,
vestía las más finas sedas, brocados y
terciopelos, y disfrutaba de la
compañía de maestres, septones y
sabios.
Su hermano Maegor, más alto, corpulento y tremendamente fuerte, no tenía
paciencia para nada de aquello, pero vivía para la guerra, los torneos y la batalla. Ha
sido correctamente señalado como uno de los mejores caballeros en Poniente,
aunque su salvajismo en el campo y su dureza hacia los adversarios derrotados
fueron frecuentemente señaladas también. El Rey Aenys siempre buscaba agradar;
cuando se enfrentaba a dificultades, respondía con palabras suaves, mientras que la
respuesta de Maegor siempre era acero y fuego. El Gran Maestre Gawen escribió que
Aenys confiaba en todos, Maegor en nadie. El Rey era fácilmente influenciable,
observó Gawen, balanceándose de un lado al otro como una hoja en el viento, como
si siguiera al último consejero al cual había escuchado. El Príncipe Maegor, por el
contrario, era tan rígido como una barra de hierro, inflexible, indoblegable.
A pesar de tales diferencias, los hijos del Dragón continuaron gobernando
juntos amigablemente por la mayor parte de dos años. Pero en el 39 DC la Reina
Alyssa le dio al Rey Aenys una nueva heredera, una niña a la que llamó Vaella, quien
tristemente murió en su cuna no mucho después. Tal vez fue esta prueba de la
continua fertilidad de la reina lo que llevó a Maegor a hacer lo que hizo. Sea cual
fuere la razón, el príncipe escandalizó tanto al reino como al Rey cuando

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

repentinamente anunció que Lady Ceryse era estéril y que por lo tanto había tomado
como segunda esposa a Alys Harroway, hija del nuevo Lord de Harrenhal. La boda
fue realizada en Rocadragón bajo la protección de la Reina Viuda Visenya. Como el
septón del castillo se rehusó a oficiar la ceremonia, Maegor y su nueva esposa se
casaron bajo un rito valyrio, “casados por la sangre y el fuego”.
El matrimonio se realizó sin el permiso, conocimiento ni presencia del Rey
Aenys. Cuando se hizo conocido, los dos medio-hermanos riñeron amargamente. Su
Alteza tampoco estaba solo en su enojo. Lord Hightower, padre de Lady Cerys,
protestó ante el Rey, exigiendo que Lady Alys sea apartada. En el Septo Estrellado
de Antigua, el Septón Supremo fue aún más lejos, denunciando el matrimonio de
Maegor como pecado y fornicación y llamando a la nueva novia del príncipe como
“esa puta de Harroway”. Ningún verdadero hijo o hija de los Siete jamás se inclinaría
ante algo así, clamó. El Príncipe Maegor se mantuvo desafiante. Su padre había
tomado a sus dos hermanas por esposas, señaló; las escrituras de la Fe podían
gobernar a hombres menores, pero no a la sangre del Dragón. Ninguna palabra del
Rey Aenys podía curar las heridas que las palabras de su hermano habían abierto y
muchos señores piadosos a lo largo de los Siete Reinos condenaron el matrimonio y
comenzaron a hablar abiertamente de la “Puta de Maegor”.
Molesto y enojado, el Rey Aenys le dio a su hermano una elección: apartar a
Alys Harroway y volver con Lady Ceryse o sufrir cinco años de exilio. El Príncipe
Maegor eligió el exilio. En el 40 DC partió hacia Pentos, llevando a Lady Alys,
Balerion su dragón y la espada Fuegoscuro (se dice que Aenys solicitó a su hermano
que devolviera Fuegoscuro, a lo que el Príncipe Maegor respondió “Su Alteza es
bienvenido a tratar de quitármela”). Lady Ceryse fue dejada en Desembarco del Rey.
Para reemplazar a su hermano como Mano, el Rey Aenys recurrió al Septón
Murmison, un clérigo piadoso que se decía que tenía el poder de sanar a los enfermos
con sólo apoyar sus manos. (El Rey lo había hecho apoyar sus manos en la panza de
Lady Ceryse cada noche con la esperanza de que su hermano pudiera arrepentirse
de su disparate si su legítima esposa se volvía fértil, pero la señora rápidamente se
cansó del ritual nocturno y partió de Desembarco del Rey hacia Antigua, donde se
reunió con su padre en el Faro.) Sin dudas que Su Alteza esperaba que su elección
apaciguara a la Fe. Si fue así, estaba equivocado. El Septón Murmison no podía sanar
al Reino más de lo que podía hacer fértil a Ceryse Hightower. El Septón Supremo
continuó vociferando y a lo largo y ancho del Reino los señores hablaban de la
debilidad del Rey. “¿Cómo va a poder gobernar el reino si ni siquiera puede gobernar
a su hermano?’” se decía.
Aun así el Rey continuó extrañamente ajeno al descontento en el Reino. La
paz había vuelto, su problemático hermano se encontraba fuera de la vista, al otro
lado del Mar Angosto y un nuevo gran castillo comenzaba a alzarse en lo alto de la
gran Colina de Aegon: construido todo en una piedra rojo pálido, el nuevo asiento
sería más grande y espléndido que Rocadragón, más hermoso que Harrenhal, con

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

grandes muros y torres capaces de resistir a cualquier enemigo. La Fortaleza Roja, la


llamó el pueblo de Desembarco del Rey. Su construcción se convirtió en la obsesión
del rey. “Mis descendientes gobernarán desde aquí por miles de años” declaró Su
Alteza. Y pensando en esos descendientes, en el 41 DC Aenys Targaryen cometió un
error desastroso y dio la mano de su hija Rhaena en matrimonio a su hermano
Aegon, el heredero del Trono de Hierro.
La princesa tenía dieciocho años, el príncipe quince. Una boda real es un
evento alegre, la ocasión de una celebración, pero esta era el tipo de unión incestuosa
de la que el Septón Supremo había advertido, y el Septo Estrellado la condenó como
una obscenidad y advirtió que los hijos nacidos de ella serían “abominaciones a los
ojos de los dioses y los hombres”. El día de la boda, las calles fuera del Septo de la
Conmemoración – construido por el anterior Septón Supremo en la cima de la Colina
de Rhaenys y nombrado en honor de la Reina caída – estaban flanqueadas por los
Hjos del Guerrero en sus relucientes armaduras plateadas, mirando con el ceño
fruncido a los invitados mientras pasaban a pie, a caballo o en sus literas. Los señores
más sabios, tal vez esperando eso, no fueron.
Aquellos que sí fueron, vieron más que una boda. En el banquete posterior,
el Rey Aenys dio muestras de su mal juicio al otorgar el título de Príncipe de
Rocadragón a su heredero Aegon. Un silencio sepulcral calló sobre todo el salón al
oir esas palabras, ya que todos los presentes sabían que ese título hasta el momento
había pertenecido al Príncipe Maegor. En la mesa principal, la Reina Visenya se paró
y se retiró del salón sin el permiso del Rey. Esa noche, montó a Vhagar y volvió a
Rocadragón, está escrito que cuando su dragón pasó por delante de la luna, ese globo
se volvió tan rojo como la sangre.
Aenys Targaryen no parecía comprender el punto al cual había incitado al
reino encontra suyo. Pensando en ganarse nuevamente el favor del pueblo llano,
envió a Aegon y Rhaena en un Viaje Real, sólo para encontrarse con que serían
abucheados a donde quiera que fueran. El Septón Murmison, su Mano, fue
expulsado de la Fe en castigo por oficiar las nupcias, a lo que el rey escribió al Septón
Supremo, solicitando a su Alta Santidad que restaurara a “mi buen Murmison”, y
explicando la larga historia de matrimonios entre hermano y hermana en la Antigua
Valyria. La respuesta del Septón Supremo fue tan despiadada que Su Alteza se puso
pálido al leerla. Lejos de ceder, el Pastor de los Fieles se dirigió a Aenys como “Rey
Abominación”, lo declaró un impostor y un tirano sin derecho a gobernar los Siete
Reinos.
Los fieles estaban escuchando. Menos de una quincena después, mientras el
Septón Murmison se encontraba cruzando la ciudad en su litera, un grupo de
Clérigos Humildes aparecieron desde un callejón y lo cortaron en pedazos con sus
hachas. Los Hijos del Guerrero comenzaron a fortificar la Colina de Rhaenys,
transformando el Septo de la Conmemoración en su ciudadela. Con la Fortaleza Roja
aún a años de estar completa, el rey decidió que su residencia en la cima de la Colina

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

de Visenya era demasiado vulnerable y comenzó los planes para retirarse hacia
Rocadragón con la Reina Alyssa y sus hijos e hijas más jóvenes. Fue una precaución
sabia. Tres días antes de que partieran, dos Clérigos Humildes escalaron los muros
de la residencia y entraron a la recámara del Rey. Sólo la intervención de Ser
Raymont Baratheon de la Guardia Real salvó a Aenys de la muerte.
Su Alteza estaba cambiando la Colina de Visenya por la mismísima Visenya.
En Rocadragón la Reina Viuda lo recibió estupendamente con un “eres un tonto y un
debilucho, sobrino ¿Crees que ningún hombre se hubiera atrevido a hablarle así a tu
padre? Tienes un dragón. Úsalo. Vuela a Antigua y transforma a ese Septo Estrellado
en un nuevo Harrenhal. O dame el permiso, y déjame rostizar a este estúpido piadoso
por ti. Vhagar envejece, pero sus llamas aún arden”. Aenys no la oyó. En vez de ello,
envió a la Reina Viuda a sus aposentos en la Torre del Dragón Marino y le ordenó
que se quede allí.
Para fines del 41 DC, la mayor parte del Reino se encontraba inmerso en una
rebelión a escala total contra la Casa Targaryen. Los cuatro falsos reyes que se habían
levantado a la muerte de Aegon el Conquistador ahora parecían meros bufones
frente a la amenaza que representaba este nuevo alzamiento, ya que estos rebeldes
creían ser soldados de los Siete, luchando una guerra sagrada contra una tiranía sin
dios.
Docenas de señores piadosos a lo largo de los Siete Reinos respondieron al
llamado, bajando los estandartes del Rey y declarándose por el Septo Estrellado. Los
Hijos del Guerrero tomaron las puertas de Desembarco del Rey, haciéndose así con
el control sobre quienes podrían entrar y salir de la ciudad y sacaron a los
trabajadores de la inacabada Fortaleza Roja. Miles de Clérigos Humildes tomaron
los caminos, obligando a los viajeros a declarar si estaban “con los dioses o con la
abominación”, y protestando afuera de las puertas de los castillos hasta que los
señores salían para denunciar al Rey Targaryen. El Príncipe Aegon y su esposa se
vieron forzados a abandonar su Viaje Real y a refugiarse en el castillo de Refugio
Quebrado. Un emisario del Banco de Braavos, que se encontraba en Antigua para
reunirse con Lord Hightower, escribió al banco diciendo que el Septón Supremo, era
“el verdadero Rey de Poniente, en todo excepto en el nombre”.
El comienzo del nuevo año encontró al Rey Aenys todavía en Rocadragón,
enfermo de miedo e indecisión. Su Alteza no tenía más que treinta y cinco años pero
se dice que parecía un hombre de sesenta, el Gran Maestre Gawen reportaba que a
menudo se iba a dormir flojo de vientre y con calambres estomacales. Cuando
ninguna de las curaciones del Gran Maestre se probaron eficaces, la Reina Viuda se
hizo cargo del cuidado del rey y la salud de Aenys pareció mejorar por un tiempo…
sólo para sufrir un colapso repentino cuando llegaron las noticias de que miles de
Clérigos Humildes habían rodeado Refugio Quebrado, donde su hijo y su hija se
encontraban como “huéspedes forzados”. Tres días después, el rey murió.

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Como su padre, Aenys Targaryen, el Primero de Su Nombre, fue entregado


a las llamas en el patio de Rocadragón. A su funeral asistieron sus hijos Viserys y
Jaehaerys de doce y siete años de edad respectivamente y su hija Alysanne, de cinco.
La Reina Alyssa cantó una canción fúnebre para él. La Reina Viuda Visenya no estuvo
presente. Una hora tras la muerte del rey, ella montó a Vhagar y voló al este, al otro
lado del Mar Angosto.
Cuando volvió, el Príncipe
Maegor estaba con ella, montado en
Balerion.
Maegor bajó en Rocadragón solo
lo suficiente como para reclamar la
corona; no la corona dorada y
ornamentada de Aenys con las imágenes
de los Siete, sino la corona de hierro de
su padre con los rubíes color rojo sangre.
Su madre la colocó en su cabeza y los
señores y caballeros allí reunidos se
arrodillaron mientras se proclamaba
como Maegor de la Casa Targaryen,
Primero de Su Nombre, Rey de los
Ándalos, los Rhoynar y los Primeros
Hombres y Protector del Reino.
Sólo el Gran Maestre Gawen se
atrevió a objetarlo. Según todas las leyes
de herencia, leyes que el mismo
Conquistador había reafirmado tras la
Conquista, el Trono de Hierro debía pasar al hijo del Rey Aenys, Aegon, dijo el viejo
maestre. “El Trono de Hierro pasará al hombre que tenga la fuerza para tomarlo”,
replicó Maegor. Tras lo cual decretó la inmediata ejecución del Gran Maestre,
cortando la vieja cabeza gris de Gawen él mismo con un solo golpe de Fuegoscuro.
La Reina Alyssa y sus hijos no estaban ahí para ser testigos de la coronación del Rey
Maegor. Ella se los había llevado de Rocadragón horas después del funeral de su
esposo, cruzando al castillo de su señor padre, en la cercana Marcaderiva. Cuando le
avisaron, Maegor se encogió de hombros… luego se retiró a la Cámara de la Mesa
Pintada con un maestre para redactar cartas para los grandes y pequeños señores de
todo el Reino.
Cien cuervos volaron en un día. Al día siguiente, Maegor voló también.
Montando a Balerion, cruzó la Bahía del Aguasnegras hacia Desembarco del Rey,
acompañado por la Reina Madre Visenya sobre Vhagar. El regreso de los dragones
desató disturbios en la ciudad cuando cientos trataron de huir sólo para encontrarse
con las puertas cerradas y bloqueadas. Los Hijos del Guerrero tenían bajo su control

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

los muros de la ciudad, el desorden que luego sería la Fortaleza Roja y la Colina de
Rhaenys, donde habían transformado al Septo de la Conmemoración en su propia
fortaleza. Los Targaryen alzaron sus estandartes en la cima de la Colina de Visenya
y llamaron a los hombres leales a unirse. Miles lo hicieron. Visenya Targaryen
proclamó que su hijo Maegor había llegado para ser su Rey “Un Rey Verdadero,
sangre de Aegon el Conquistador, quien fue mi hermano, mi esposo y mi amor. Si
cualquier hombre cuestiona el derecho de mi hijo al Trono de Hierro, que pruebe su
reclamo con su cuerpo.”
Los Hijos del Guerrero no tardaron en aceptar el desafío. Desde la colina de
Rhaenys cabalgaron setecientos caballeros en su acero plateado, liderados por su
gran capitán, Ser Damon Morrigen, llamado Damon el Devoto. “No perdamos el
tiempo con palabras”, Maegor le dijo “Las espadas decidirán este asunto”. Ser
Damon estuvo de acuerdo; los dioses le darán la victoria a quien defienda la causa
que sea justa, le dijo. “Dejemos que cada bando tenga siete campeones, tal como se
hacía en la antigua Andalia. ¿Puedes encontrar seis hombres que luchen junto a ti?”.
Ya que Aenys había llevado a la Guardia Real a Rocadragón y Maegor estaba allí solo.
El Rey se volvió hacia la multitud. “¿Quién vendrá y se parará junto a su
Rey?”, dijo. Muchos miraron para otro lado o fingieron no escuchar, ya que la valía
de los Hijos del Guerrero era conocida por todos. Pero al menos un hombre se
ofreció: no era caballero, sino un simple hombre de armas quien se hacía llamar Dick
Frijol. “He sido un hombre del rey desde que era un muchacho” dijo “pretendo morir
como un hombre del rey”.
Sólo entonces el primer caballero dio un paso al frente. “Este frijol nos
avergüenza a todos” gritó. “¿acaso no hay verdaderos caballeros aquí? ¿No hay
hombres leales?” Era Bernarr Brune, el escudero que había matado a Harren el Rojo
y había sido hecho caballero por el mismísimo Rey Aenys. Su provocación llevó a
otros a ofrecer sus espadas. Los nombres de los cuatro que Maegor eligió quedaron
grabados para siempre en la Historia de Poniente: Ser Bramm de Blackhull, un
caballero errante; Ser Rayford Rosby; Ser Guy Lothston, llamado Guy el Glotón; y
Ser Lucifer Massey, Lord de Ballarroca.
Los nombres de los siete Hijos del Guerrero también han llegado hasta
nosotros. Fueron: Ser Damon Morrigen, llamado Damon el Devoto, Gran Capitán de
los Hijos del Guerrero; Ser Lyle Bracken; Ser Harys Horpe, llamado Harry Cabeza
de Muerte; Ser Aegon Ambrose; Ser Dickon Flores, el bastardo de Beesbury; Ser
William el Errante; y Ser Garibald de las Siete Estrellas, el caballero septón. Está
escrito que Damon el Devoto dirigió una plegaria, pidiendo al Guerrero que le de
fuerzas a sus armas.
Luego, la Reina Madre dio la orden de comenzar y el asunto comenzó.
Dick Frijol murió primero, cortado por Lyle Bracken pocos instantes
después de que el combate haya comenzado. Después de eso, los registros difieren
notablemente. Un cronista dice que cuando el enormemente gordo Ser Guy el Glotón

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

fue abierto de un corte, los restos de cuarenta pasteles a medio digerir se


desparramaron. Otro dice que Ser Garibald de las Siete Estrellas cantaba una
plegaria mientras combatía. Varios dicen que Lord Massey le cortó el brazo a Harys
Horpe. En un relato, Harry Cabeza de Muerte se pasó su hacha de combate a la otra
mano y la enterró entre los ojos de Lord Massey. Otros cronistas sugieren que Ser
Harys simplemente murió. Algunos dicen que la pelea duró horas, otros dicen que la
mayor parte de los combatientes murieron en pocos momentos. Todos acuerdan que
se llevaron a cabo grandes hazañas y se intercambiaron poderosos golpes, hasta que
al final Maegor Targaryen se encontró solo contra Damon el Devoto y Willam el
Errante. Ambos Hijos del Guerrero se encontraban gravemente heridos y Su Alteza
tenía a Fuegoscuro en sus manos pero aun así fue un asunto reñido, tanto los
maestres como los bardos están de acuerdo. Aun cuando cayó en combate, Ser
Willam consiguió darle un terrible golpe en la cabeza al Rey que le rompió el casco y
le hizo perder el conocimiento. Muchos pensaron que Maegor había muerto también,
hasta que su madre le quitó el casco roto. “El Rey respira” gritó “El Rey vive”. La
victoria era suya.
Siete de los más poderosos Hijos del Guerrero estaban muertos, incluyendo
a su comandante, pero aún quedaban más de setecientos, armados y reunidos en la
cima de la colina. La Reina Visenya ordenó que su hijo fuera llevado con los maestres.
Mientras la litera lo llevaba colina abajo, las Espadas de la Fe se arrodillaron a su
paso en gesto de sumisión. La Reina Madre les ordenó que volvieran a su septo
fortificado en la Colina de Rhaenys.
Por veintisiete días Maegor Targaryen estuvo al borde de la muerte, mientras
los maestres lo trataban con pociones y cataplasmas y los septones rezaban sobre su
cama. En el Septo de la Conmemoración, los Hijos del Guerrero también rezaban, y
debatían sobre el curso a seguir. Algunos sentían que la orden no tenía otra opción
más que aceptar a Maegor como Rey, ya que los dioses lo habían bendecido con la
victoria; otros insistieron en que estaban atados por su juramento a obedecer al
Septón Supremo y continuar luchando.
La Guardia Real llegó de Rocadragón al instante. Bajo las órdenes de la
Reina Madre, tomaron el mando de los miles de leales a la causa Targaryen en la
ciudad y rodearon la Colina de Rhaenys. En Marcaderiva, la enviudada Reyna Alyssa
proclamó a su propio hijo Aegon como el legítimo Rey. En la Ciudadela de Antigua,
los archimaestres se reunieron en un Cónclave para debatir la sucesión y elegir a un
nuevo Gran Maestre. Miles de Clérigos Humildes comenzaron a marchar hacia
Desembarco del Rey. Aquellos que venían desde el oeste seguían al caballero errante
Ser Horys Colina, los del sur a un gigantesco hachero llamado Wat el Artesano.
Cuando las harapientas huestes acamparon afuera del castillo de Refugio Quebrado
listos para unirse a sus colegas en la marcha, el Príncipe Aegon y la Princesa Rhaena
finalmente pudieron marcharse. Abandonando su Cortejo Real, pudieron llegar a

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Roca Casterly, donde Lord Lyman Lannister les ofreció su protección. Fue su esposa,
Lady Jocasta la primera en darse cuenta que la Princesa Rhaena estaba embarazada.
En el vigésimo octavo día después del Juicio de Siete, un barco llegó de
Pentos con la marea vespertina, trayendo a dos mujeres y seiscientos mercenarios.
Alys de la Casa Harroway, la segunda esposa de Maegor Targaryen, había regresado
a Poniente… pero no sola. Con ella llegaba otra mujer, una belleza pálida de pelo
negro conocida simplemente como Tyanna de la Torre. Algunos decían que la mujer
era la concubina de Maegor. Otros decían que era la amante de Lady Alys. La hija
natural de un Megíster Pentoshi, Tyanna era una bailarina de taberna que había
escalado hasta convertirse en cortesana. Se rumoreaba que era una envenenadora y
una hechicera también. Muchos cuentos raros se dijeron sobre ella… aun así tan
pronto como llegó la Reina Visenya despidió a los maestres y septones de su hijo y
entregó el cuidado de su hijo a Tyanna.
A la mañana siguiente
el Rey despertó, levantándose
junto con el sol. Cuando Maegor
apareció sobre los muros de la
Fortaleza Roja, parado entre
Alys Haerroway y Tyanna de
Pentos, la multitud lo aclamó y
la ciudad estalló en
celebraciones. Los rebeldes, por
el contrario, se desvanecieron
cuando Maegor montó a
Balerion y bajó sobre la Colina
de Rhaenys, donde setecientos
de los Hijos del Guerrero
estaban realizando sus rezos
matutinos en el septo fortificado. Mientras el fuego de dragón azotaba el edificio,
arqueros y lanceros esperaban afuera a aquellos que huían por las puertas. Se dijo
que los gritos de los hombres quemándose podían oírse en toda la ciudad y una nube
de humo cubrió Desembarco del Rey durante días. Así es como los mejores Hijos del
Guerrero encontraron su ardiente fin. Aunque otras divisiones se encontraban en
Antigua, Lannisport, Puerto Gaviota y Septo de Piedra, la orden nunca más
alcanzaría su antiguo poderío.
Sin embargo, la guerra del Rey Maegor contra la Fe Militante recién había
comenzado. Continuaría por el resto de su reinado. El primer acto del Rey tras
reasumir su lugar en el Trono de Hierro fue ordenar a los Clérigos Humildes que se
encontraban camino a la ciudad que depongan sus armas, bajo pena de proscripción
u muerte. Cuando su decreto no tuvo efecto alguno, Su Alteza ordenó a “todos los
señores leales” que salieran al campo y dispersen a las enfurecidas hordas por la

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

fuerza. En respuesta, el Septón Supremo en Antigua llamó a los “verdaderos y


piadosos hijos de los dioses” a tomar las armas en defensa de la Fe y ponerle fin al
reinado de “dragones, monstruos y abominaciones”.
La primera batalla se dio en el Dominio, en el pueblo de Puente de Piedra.
Allí, nueve mil Clérigos Humildes bajo las órdenes de Wat el Artesano se encontraron
atrapados entre las huestes de seis señores cuando intentaban cruzar el Mander. Con
la mitad de sus hombres al norte del río y la mitad al sur, el ejército de Wat fue
destrozado. Sus seguidores, faltos de disciplina y entrenamiento, revestidos en cuero
endurecido, harapos y restos de acero oxidado y armados mayormente con hachas
de leñador, palos afilados y herramientas de granjero, demostraron ser totalmente
incapaces de enfrentarse a la carga de caballeros en armadura montados en caballos
de guerra. Tan tremenda fue la masacre que el Mander corrió rojo por veinte leguas
y luego de esto el pueblo y el castillo donde la batalla había tenido lugar fue conocido
como Puenteamargo. El propio Wat fue capturado con vida, no sin antes haber
matado a una docena de caballeros, entre ellos a Loadows de Valdehierba,
comandante de las huestes del Rey. El gigante fue llevado encadenado a Desembarco
del Rey.
Para ese momento, Ser Horys Colina había alcanzado el Gran Forca del
Aguasnegras con un ejército aún más grande; cerca de trece mil Clérigos Humildes,
con sus filas reforzados por doscientos Hijos del Guerrero a caballo provenientes de
Septo de Piedra y de los caballeros y levas feudales de una docena de señores rebeldes
de las Tierras del Oeste y las Tierras de los Ríos. Lord Rupert Falwell, famoso como
el Bufón Guerrero, lideraba las filas de los piadosos que habían respondido a la
llamada del Septón Supremo; con él cabalgaba Ser Lyonel Lorch, Ser Alyn Terrick,
Lord Tristifer Wayn, Lord Jon Lychester y muchos otros poderosos caballeros. El
ejército de la Fe contaba con veinte mil hombres.
El ejército del Rey Maegor era de un tamaño similar y Su Alteza tenía casi el
doble de jinetes, un gran o aplacarlas por completo, y entre el humo y los gritos el
Rey Maegor bajó una y otra vez para castigar a sus enemigos con fuego. Para el
anochecer, la victoria era suya, mientras los Clérigos Humildes que habían
sobrevivido tiraban sus hachas y huían en todas direcciones.

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Triunfante, Maegor volvió a Desembarco del Rey para sentarse una vez más
en el Trono de Hierro. Cuando Wat el Artesano fue traído ante él, encadenado pero
aún desafiante, Maegor le cortó las extremidades con el hacha del propio gigante,
pero les ordenó a sus maestres que lo mantengan con vida “para que pueda asistir a
mi boda”. Luego Su Alteza anunció que pretendía tomar a Tyanna de Pentos como
su tercera esposa. Aunque se rumoreaba que su madre la Reina Madre no sentía
ningún cariño por la hechicera pentoshi, sólo el Gran Maestre Myres se atrevió a
opinar en su contra abiertamente “Su única esposa verdadera le espera en el Faro”,
dijo Myres. El Rey lo escuchó en silencio, luego bajó del trono, desenvainó a
Fuegoscuro y lo mató ahí mismo.
Maegor Targaryen y Tyanna de la Torre se casaron en la cima de la Colina de
Rhaenys, entre las cenizas y los huesos de los Hijos del Guerrero que habían muerto
allí. Se dice que Maegor tuvo que matar a una docena de septones antes de lograr
encontrar a uno que estuviera dispuesto a realizar la ceremonia. Wat el Artesano,
mutilado, fue mantenido con vida para presenciar el matrimonio. La viuda del Rey
Aenys, la Reina Alyssa, también estuvo presente, con sus hijos menores Viserys y
Jaehaerys y su hija Alysanne. Una visita de la Reina Madre y Vhagar la había
persuadido de dejar su santuario en Marcaderiva y volver a la corte, donde Alyssa y
sus hermanos y primos de la Casa Velaryon rindieron pleitesía a Maegor como el
legítimo Rey. La enviudada reina fue incluso forzada a unirse a las otras damas de la
corte para desvestir a Su Alteza y acompañarlo hasta el lecho nupcial para consumar
su matrimonio, una ceremonia de encamamiento presidida por la segunda esposa
del Rey, Alys Harroway. Cumplida su tarea, Alyssa y las otras damas se retiraron de
la recámara real, pero Alys se quedó, uniéndose al Rey y a su nueva esposa en una
noche de lujuria carnal.
Al otro lado del Reino, en Antigua, el Septón Supremo fue contundente en
sus denuncias hacia “la abominación y sus putas”, mientras la primera esposa del
rey, Ceryse de la Casa Hightower, continuaba insistiendo en que ella era la única
reina legítima de Maegor. En las Tierras del Oeste, Aegon Targaryen, Príncipe de
Rocadragón, se mantuvo firme también. Como el hijo mayor del Rey Aenys, el Trono
de Hierro era suyo por derecho. Sin embargo, el Príncipe Aegon no tenía más de
diecisiete y además era el hijo de un padre débil; pocos señores se arriesgarían a
despertar la ira del Rey Maegor para respaldar su reclamo. Su propia madre, la Reina
Alyssa había abandonado su causa, susurraban los hombres. Incluso Lyman
Lannister, el anfitrión del Príncipe, no juraría su espada al joven pretendiente
aunque sí se mantuvo firme cuando Maegor demandó que Aegon y su hermana
fueran expulsados de Roca Casterly.
Y así fue que en Roca Casterly la Princesa Rhaena dio a luz a las hijas de
Aegon, gemelas que llamaron Aerea y Rhaella. Desde el Septo Estrellado llegó otra
proclamación feroz. Estas niñas también eran abominaciones, proclamó el Septón
Supremo, fruto de la lujuria y el incesto y maldecidas por los dioses.

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

El amanecer del año 43 DC encontró al Rey Maegor en Desembarco del Rey,


donde se había hecho cargo personalmente de la construcción de la Fortaleza Roja.
La mayor parte del trabajo terminado fue deshecho o cambiado, nuevos
constructores y trabajadores fueron traídos y pasajes secretos y túneles se
extendieron por las profundidades de la Alta Colina de Aegon. Mientras las torres de
piedra roja se alzaban, el Rey comandaba la construcción de un castillo dentro del
castillo, un reducto fortificado rodeado por un foso seco que pronto sería conocido
como el Torreón de Maegor.
Ese mismo año, Maegor nombró a Lord Lucas Harroway, padre de su esposa
la Reina Alys, como su nueva Mano… Pero no era a la Mano a quien el Rey escuchaba.
Su Alteza puede que gobernara los Siete Reinos, susurraban los hombres, pero él era
gobernado por las tres reinas: su madre la Reina Visenya, su esposa la Reina Alys y
la bruja pentoshi la Reina Tyanna. “La maestra de los susurros”, llamaban a Tyanna
y “el cuervo del Rey”, por su pelo negro. Ella hablaba con ratas y arañas, se decía, y
todas las alimañas de Desembarco del Rey iban hacia ella por las noches para
contarle sobre cualquier idiota que fuera suficientemente imprudente como para
hablar mal del Rey.
Mientras tanto, miles de Clérigos Humildes todavía acechaban en los
caminos y zonas agrestes del Dominio, el Tridente y el Valle; si bien nunca más se
reunirían en gran número para enfrentar al Rey en campo abierto, las Estrellas
continuaron luchando de otras formas, cayendo sobre viajeros y sobre pueblos,
aldeas y castillos poco defendidos, matando a los leales al rey donde quiera que los
encontraran. Ser Horys Colina había logrado escapar de la batalla del Gran Forca,
pero la derrota y la huida lo habían dañado y sus seguidores eran pocos. Los nuevos
líderes de los Clérigos Humildes eran hombres como Silas el Iracundo, el Septón
Luna y Dennis el Aburrido, difícil de distinguirlos de unos simples forajidos. Uno de
sus capitanes más salvajes era una mujer llamada Jeyne Poore Viruelas, cuyos
salvajes seguidores hicieron de los bosques entre Desembarco del Rey y Bastión de
Tormentas imposibles de cruzar para los viajeros honestos.
Mientras tanto, los Hijos del Guerrero habían escogido a un nuevo Gran
Capitán en la persona de Ser Joffrey Doggett, el Perro Rojo de las Colinas, quien
estaba decidido a devolver a la orden su vieja gloria. Cuando Ser Joffrey, salió de
Lannisport para buscar la bendición del Septón Supremo, cien hombres cabalgaron
con él. Para cuando llegó a Antigua, tantos caballeros, escuderos y jinetes libres se
habían unido a él que su número había llegado a dos mil. En otros lugares del Reino,
otros señores y hombres de fe estaban reclutando hombres sin descanso también, y
planeando formas de derrocar a los dragones.
Ninguna de estas cosas se hizo sin que fueran descubiertas. Cuervos volaron
hacia cada rincón del reino, convocando a los señores y caballeros hacendados de
dudosa lealtad a Desembarco del Rey, a hincar la rodilla, jurar vasallaje y enviar a un
hijo o una hija como rehén para asegurar su obediencia. Las Estrellas y las Espadas

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

fueron proscriptos, ser miembro de cualquiera de esas órdenes desde ese momento
se penaría con la muerte. Al Septón Supremo en persona se le ordenó ir a la Fortaleza
Roja para ser enjuiciado por alta traición.
Su Alta Santidad respondió desde el Septo Estrellado, ordenando al Rey que
se presente en Antigua, para rogar por el perdón de los dioses por sus pecados y
crueldades. Muchos de los fieles se hicieron eco de su desafío. Otros señores piadosos
sí viajaron hacia Desembarco del Rey para rendir pleitesía y llevar rehenes, pero la
mayoría no lo hizo, confiando en sus números y en la fuerza de sus castillos para
mantenerlos a salvo.
El Rey Maegor dejó que los ponzoñosos se pudran durante casi medio año,
tan concentrado estaba en la construcción de la Fortaleza Roja. Fue su madre la que
golpeó primero. La Reina Madre montó a Vhagar y llevó fuego y sangre al Dominio
como alguna vez lo había hecho sobre Dorne. En una sola noche, los asientos de la
Casa Blanetree, la Casa Terrick, la Casa Deddings, la Casa Lychester y la Casa Wayn
fueron incinerados. Luego el mismo Maegor levantó vuelo, llevando a Balerion hacia
las Tierras del Oeste, donde quemó los castillos de los Broomes, los Falwells, los
Lorches, los Myatts y los otros “señores piadosos” que habían desafiado sus órdenes
reales. Finalmente cayó sobre el asiento de la Casa Doggett, reduciendo su salón y
establos a cenizas. Las llamas se llevaron las vidas del padre, la madre y la hermana
menor de Ser Joffrey, junto con sus espadas juramentadas, sirvientes y pertenencias.
Mientras las nubes de humo se alzaban por todas las Tierras del Oeste y el Dominnio,
Vhagar y Balerion se dirigieron al sur. Otro Lord Hightower, aconsejado por otro
Septón Supremo, había abierto las puertas de Antigua durante la Conquista, pero
ahora parecía que la más grande y populosa de las ciudades de Poniente iba a ser
quemada.
Miles huyeron de la ciudad esa noche, corriendo a través de las puertas o
zarpando hacia puertos distantes. Miles tomaron las calles, borrachos y de parranda.
“Esta es una noche para el canto, el pecado y la bebida”, se decían los hombres, “ya
que para mañana, tanto los virtuosos como los viles hemos de quemarnos juntos”.
Otros se reunieron en los septos, los templos y los antiguos bosques para rezar. En
el Septo Estrellado, el Septón Supremo volvió a arremeter, llamando a la ira de los
dioses para que caiga sobre los Targaryens. Los archimaestres de la Ciudadela se
reunieron en un Cónclave. Los hombres de la Guardia de la Ciudad llenaban sacos
con arena y cubos con agua para combatir las llamas que sabían que estaban por
venir. A lo largo de las murallas de la ciudad, ballestas, escorpiones, balistas y
lanzadardos fueron montados en las almenas con la esperanza de derribar a los
dragones cuando aparecieran. Liderados por Ser Morgan Hightower, un hermano
menor del Señor de Antigua, doscientos Hijos del Guerrero fueron sacados de su sala
capitular para defender a Su Alta Santidad, rodeando al Septo Estrellado con un
círculo de acero. En la cima del Faro, la llama se tornó de un parco color verde,

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

cuando Lord Martyn Hightower llamó a sus abanderados. Antigua esperaba por el
alba, y la llegada de los dragones.
Y los dragones llegaron. Vhagar primero, cuando el sol estaba saliendo, luego
Balerion, justo antes del mediodía. Pero encontraron las puertas de la ciudad
abiertas, las almenas vacías y los estandartes de la Casa Targaryen, la Casa Tyrell y
la Casa Hightower flameando uno al lado del otro sobre los muros de la ciudad. La
Reina Madre Visenya fue la primera en enterarse. En algún momento de la hora más
oscura de aquella larga y horrible noche, el Septón Supremo había muerto. Un
hombre de cincuenta y tres años, tan incansable como temerario y con una salud
robusta a toda vista, este Septón Supremo había sido renombrado por su fuerza. Más
de una vez había estado predicando por un día y una noche sin dormir ni comer. Su
muerte repentina sorprendió a la ciudad y dejó conmocionados a sus seguidores.
Sus causas son debatidas hasta hoy en día. Algunos dicen que el Septón Supremo se
suicidó, en lo que fue o bien un acto de temor de afrontar la furia del Rey Maegor o
un noble sacrificio para evitarle al buen pueblo de Antigua tener que sufrir el
fuegodragón. Otros sostienen que los Siete lo derribaron por el pecado de orgullo,
herejía, traición y arrogancia.
La mayoría continúan creyendo que fue asesinado… pero ¿por quién? Ser
Morgan Hightower cometió el hecho bajo órdenes de su hermano, dicen algunos (y
Ser Morgan fue visto entrando y saliendo de la recámara privada del Septón Supremo
aquella noche). Otros apuntan a Lady Patrice Hightower, la tía doncella de Lord
Martyn y una reconocida bruja (quien de hecho había solicitado audiencia con Su
Alta Santidad al anochecer, aunque seguía vivo cuando ella se retiró). Los
archimaestres de la Ciudadela también son sospechados, aunque si se supone que
utilizaron las artes oscuras, un asesino o un pergamino envenenado es aún materia
de debate (mensajes fueron y vinieron entre la Ciudadela y el Septo Estrellado toda
la noche). Y aún hay otros que consideran a todos ellos inocentes y culpan de la
muerte del Septón Supremo a otra supuesta hechicera, la Reina Madre Visenya
Targaryen.
La verdad probablemente nunca se sepa… pero la rápida reacción de lord
Martyn cuando la noticia le llegó al Faro está fuera de discusión. De inmediato envió
a sus propios caballeros para desarmar y arrestar a los Hijos del Guerrero, entre ellos
a su propio hermano. Las puertas de la ciudad fueron abiertas y los estandartes
Targaryen fueron colgados en los muros. Aún antes de que las alas de Vhagar fueran
avistadas, los hombres de Lord Hightower estaban levantando a los Máximos
Devotos de sus camas y llevándolos a punta de espada al septo Estrellado para elegir
a un nuevo septón supremo.
Hizo falta una sola votación. Casi como si fueran uno, los sabios hombres y
mujeres de la Fe eligieron a un tal Septón Pater. Noventa años de edad, ciego,
encorvado, débil, pero reconocidamente amigable, el nuevo Septón Supremo casi se
desploma bajo el peso de la corona de cristal cuando fue colocada sobre su cabeza…

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

pero cuando Maegor Targaryen apareció frente a él en el Septo Estrellado se


encontraba encantado de bendecirlo como Rey y ungirlo con los aceites sagrados,
aun cuando se olvidó algunas de las palabras de la bendición.
La Reina Visenya volvió pronto a Rocadragón con Vhagar, pero el Rey
Maegor se quedó en Antigua por casi medio año encabezando audiencias y
presidiendo juicios. A las Espadas capturadas de los Hijos del Guerrero se les dio una
opción. Aquellos que renunciaran a su lealtad a la orden, se les permitiría viajar al
Muro y vivir sus días como hermanos de la Guardia de la Noche. Aquellos que se
negaran podían morir como mártires de su Fe. Tres cuartos de los prisioneros
eligieron tomar el negro. El resto, murió. Siete de ellos, caballeros famosos e hijos de
señores, tuvieron el honor de que el mismo Rey Maegor les corte la cabeza con
Fuegoscuro. El resto de los condenados fueron decapitados por sus propios antiguos
hermanos de armas. De todos ellos, sólo uno recibió el perdón real: Ser Morgan
Hightower. El nuevo Septón Supremo formalmente disolvió tanto los Hijos del
Guerrero como los Clérigos Humildes, ordenando a sus miembros restantes que
depongan sus armas en nombre de los dioses. Los Siete ya no tienen necesidad de
guerreros, proclamó Su Alta Santidad; desde ese momento, el Trono de Hierro
protegería y defendería a la Fe. El Rey Maegor les dio a los miembros sobrevivientes
de la Fe Militante hasta fin de año para rendir sus armas y abandonar su actitud
beligerante. Después de ese plazo, a aquellos que se mantuvieran en actitud
desafiante se les pondría precio a sus cabezas: un dragón de oro por la cabeza de
cualquier rebelde Hijo del Guerrero, un venado de plata por el piojoso cuero
cabelludo de un Clérigo Humilde.
El nuevo Septón Supremo no objetó nada, tampoco lo hicieron los Máximos
Devotos.
Durante su estadía en Antigua, el rey también se reconcilió con su primera
esposa, la Reina Ceryse, la hermana de su anfitrión, Lord Hightower. Su Alteza
acordó aceptar las otras esposas del Rey, tratarlas con respeto y honor y no volver a
hablar mal de ellas, al tiempo que Maegor juró restaurar a Ceryse todos sus derechos,
ingresos y privilegios como su legítima esposa y reina. Un gran banquete se realizó
en el Faro para celebrar su reconciliación; los festejos incluso incluyeron un
encamamiento y una “segunda consumación”, para que todos los hombres supieran
que esta era una unión verdadera y amorosa.
Cuanto tiempo el Rey Maegor se podría haber quedado en Antigua no puede
saberse, ya que a fines del 43 DC llegaron noticias a sus oídos de otro desafío a su
trono. Su sobrino, Aegon, Príncipe de Rocadragón, finalmente había salido del Oeste
para reclamar su derecho al Trono de Hierro. Montado en su propio dragón, Azogue,
el hijo mayor del fallecido Rey Aenys había denunciado a su tío como un tirano y un
usurpador y se encontraba marchando a través de las Tierras de los Ríos a la cabeza
de un ejército de quince mil hombres. Sus seguidores eran mayormente hombres de
occidente y rivereños; los señores Tarbeck, Piper, Roote, Vance, Charlton, Frey,

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Paege, Parren y Westerling estaban entre ellos, a los que se unieron Lord Corbray del
Valle, el bastardo de Fuerte Túmulo y el cuarto hijo del Señor del Nido del Grifo.
Aunque sus líneas incluían a comandantes expertos y fuertes caballeros,
ningún gran señor se había alineado con la causa del Príncipe Aegon… pero la Reina
Tyanna, Maestra de los Susurros, escribió para advertirle a Maegor que Bastión de
Tormentas, el Nido de Águilas, Invernalia y Roca Casterly habían estado en
comunicación en secreto con la viuda reina Alyssa. Antes de declararse por el
Príncipe de Rocadragón, necesitaban estar seguros de que podía vencer. Aegon
necesitaba una victoria.
Maegor se la negó. Desde Harrenhal avanzó Lord Harroway; desde
Aguasdulces, Lord Tully. Ser Davos Darklyn de la Guardia Real organizó cinco mil
espadas en Desembarco del Rey y partió hacia el oeste para enfrentarse a los
rebeldes. Desde el Dominio llegaron Lord Rowan, Lord Merryweather, Lord Caswell
y sus levas. Las lentas huestes del Príncipe Aegon se encontraron con ejércitos
cerrándose sobre ellos de todos lados; todos más chicos que su propia fuerza, pero
tantos que el joven príncipe (todavía no tenía más que diecisiete) no sabía hacia
donde avanzar. Lord Corbray le aconsejó enfrentarse a cada enemigo por separado
antes de que pudieran unir sus fuerzas, pero Aegon era reacio a dividir sus fuerzas.
En cambio decidió marchar hacia Desembarco del Rey.
Justo al sur del Ojo de Dioses, se encontró con los desembarqueños de Davos
Darklyn en su camino, asentados en un terreno alto tras un muro de lanzas, aun
cuando los exploradores reportaban que los señores Merryweather y Caswell estaban
avanzando desde el sur y los señores Tully y Harroway desde el norte. El Príncipe
Aegon ordenó cargar, esperando poder atravesar a los desembarqueños antes de que
las otras fuerzas realistas cayeran sobre sus flancos, y montó a Azogue para liderar
el ataque en persona. Pero, a poco de haber levantado vuelo, escuchó gritos y vio a
sus hombres abajo apuntando hacia donde Balerion el Terror Negro había aparecido
en el cielo sureño.
El Rey Maegor había llegado.
Por primera vez
desde la Maldición de
Valyria, dragón contra
dragón lucharon en el cielo,
mientras la batalla se
desarrollaba bajo ellos.
Azogue, un cuarto
del tamaño de Balerion, no
era rival para el dragón más
viejo y feroz, y sus bolas de
fuego blanco fueron
devoradas y diluidas en las

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

grandes lenguas de fuego negro. Entonces el Terror Negro cayó sobre ella desde
arriba, sus mandíbulas se cerraron en torno a su cuello mientras le arrancaba un ala
de su cuerpo. Gritando y echando humo, la joven dragón cayó a tierra y el Príncipe
Aegon con ella.
La batalla debajo no fue tan breve, pero sí más sangrienta. Una vez que
Aegon cayó, los rebeldes vieron que su causa estaba perdida y huyeron, tirando sus
armas y armaduras mientras corrían. Pero los ejércitos realistas estaban
rodeándolos, y no había escapatoria. Para el final del día, dos mil de los hombres de
Aegon habían muerto, contra unos cien de los del rey. Entre los muertos estaba Lord
Alyn Tarbeck, Denys Snow el Bastardo de Fuerte Túmulo, Lord Jon Piper, Lord
Ronnel Vance, Ser Willam Whistler… y Aegon Targaryen, Príncipe de Rocadragón.
La única baja notable entre los realistas era Ser Davos Darklyn de la Guardia Real
muerto por Lord Corbray con Dama Desesperada. Medio año de juicios y ejecuciones
le siguió a la batalla. La Reina Visenya persuadió a su hijo de perdonarles la vida a
algunos de los señores rebeldes, pero incluso aquellos que mantuvieron sus vidas,
perdieron tierras y títulos y fueron obligados a entregar rehenes.
El año cuarentaicuatro Después de la Conquista fue un año pacífico,
comparado con lo que había ocurrido antes… pero los maestres que han registrado
aquellos tiempos escribieron que el olor de sangre y fuego aún se sentía fuerte en el
aire. Maegor I Targaryen se sentó en el Trono de Hierro mientras su Fortaleza Roja
se erigió a su alrededor, pero su corte era lúgubre y sombría, pese a la presencia de
sus tres reinas… o tal vez a causa de ellas. Cada noche él convocaba a una de sus
esposas a su cama, pero aun así continuaba sin hijos, sin herederos más que los hijos
y nietos de su hermano Aenys. “Maegor el Cruel” era llamado, y “matasangre”
también, aunque decir esas cosas y ser oído implicaba la muerte.
En Antigua, el anciano Septón Supremo murió y otro fue nombrado en su
lugar. Si bien no dijo nada contra el Rey o sus reinas, la hostilidad entre el Rey
Maegor y la Fe perduró. Cientos de Clérigos Humildes habían sido cazados y
asesinados y sus cueros cabelludos llevados ante los hombres del rey por la
recompensa, pero miles aún merodeaban por los bosques, matorrales y parajes
agrestes de los Siete Reinos, maldiciendo a los Targaryen con cada aliento. Una de
las bandas incluso coronó a su propio Septón Supremo, en la persona de un barbudo
salvaje llamado Septón Moon. Unos pocos Hijos del Guerrero todavía resistían,
liderados por Ser Joffrey Doggett, el Perro Rojo de las Colinas. Proscripta y
sentenciada, la orden nunca más tuvo la fuerza para enfrentarse a los hombres del
rey en campo abierto, así que el Perro Rojo los enviaba disfrazados de caballeros
errantes, para cazar y matar a leales a los Targaryen y “traidores a la Fe”. Su primera
víctima fue Ser Morgan Hightower, otrora miembro de su orden, cortado y
masacrado en el camino a Sotomiel. El viejo Lord Merryweather fue el próximo en
morir, seguido por el hijo y heredero de Lord Rowan, el viejo padre de Davos Darklyn
e incluso John Hogg el Ciego. Aunque la recompensa por la cabeza de un Hijo del

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Guerrero era un dragón de oro, el pueblo llano y los campesinos del reino los
escondían y los protegían, recordando lo que habían solido ser.
En Rocadragón, la Reina Madre Visenya se estaba volviendo delgada y
macilenta, con la carne colgando de sus huesos. La viuda de su sobrino, la antigua
Reina Alyssa, continuaba en la isla también, son su hijo Jaehaerys y su hija Alysanne.
Maegor los había hecho los pupilos de su madre, prisioneros en todo menos en el
título, pero el Príncipe Viserys, el mayor de los hijos sobrevivientes de Aenys y
Alyssa, fue llevado a la corte de Maegor. Un muchacho prometedor de quince años
de edad, hábil con la espada y la lanza, Viserys fue nombrado escudero del rey… con
un caballero de la Guardia Real como sombra, para mantenerlo fuera de complots y
traiciones.
Por un breve momento en el 44
DC, pareció que el Rey podría tener
pronto ese hijo que deseaba con tantas
ansias. La Reina Alys anunció que estaba
embarazada y la corte se regocijó. El
Gran Maestre Desmond confinó a Su
Alteza a su cama mientras crecía su
panza y se hizo cargo de su cuidado,
asistido por dos septas, una matrona y
las hermanas de la reina Jeyne y Hanna.
Maegor insistió en que sus otras esposas
sirvieran a su reina embarazada
también.
Durante la tercera luna de su
confinamiento, sin embargo, el vientre
de Lady Alys comenzó a sangrar
fuertemente y perdió a su hijo. Cuando
el Rey Maegor vio a al mortinato, se
horrorizó al encontrarse con un
monstruo, con extremidades retorcidas,
una cabeza enorme y sin ojos. “Esto no
puede ser mi hijo”, rugió angustiado.
Luego su pena se convirtió en furia y
ordenó la inmediata ejecución de la
matrona y las septas que se habían
encargado del cuidado de la reina, y del
Gran Maestre Desmond también,
perdonando la vida sólo de las hermanas
de Alys.

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Se dice que Maegor estaba sentado en el Trono de Hierro con la cabeza del
Gran Maestre en sus manos cuando la Reina Tyanna llegó para decirle que había sido
engañado. El hijo no era de su semilla. Habiendo visto volver a la Reina Ceryse a la
corte, vieja, amargada y sin hijos, Alys Harroway había comenzado a temer que el
mismo destino le aguardara a ella a menos que le diera un hijo al Rey, así que se
volvió hacia su señor padre, la Mano del Rey. En las noches en las que el Rey estaba
compartiendo la cama con la Reina Ceryse o la Reina Tyanna, Lucas Harroway
enviaba hombres a la cama de su hija para embarazarla. Maegor se negó a creerlo.
Le dijo a Tyanna que era una bruja celosa e infértil, lanzándole la cabeza del Gran
Maestre. “Las arañas no mienten”, respondió la maestra de los susurros. Le dio al
rey una lista de nombres.
Allí escritos estaban los nombres de veinte hombres que supuestamente le
habían dado su semilla a la Reina Alys. Hombres viejos y jóvenes, apuestos y
humildes, caballeros y escuderos, señores y sirvientes, incluso mozos de cuadras,
herreros y bardos; la Mano del Rey había tejido una gran red, parecía ser. Los
hombres tenían una sola cosa en común: todos eran hombres de probada fertilidad
que habían tenido hijos saludables.
Bajo tortura, todos menos dos confesaron. Uno de ellos, padre de doce, aún
tenía el oro que le había pagado Lord Harroway por sus servicios. Los interrogatorios
habían sido llevados a cabo rápidamente y en secreto, por lo que Lord Harroway y la
Reina Alys no tenían idea de las sospechas del Rey hasta que la Guardia Real cayó
sobre ellos. Arrastrada de su cama, la Reina Alys vio a sus hermanas siendo
asesinadas frente a sus ojos mientras intentaban protegerla. Su padre, quien estaba
inspeccionando la Torre de la Mano, fue lanzado desde su techo para estrellarse en
las piedras debajo. Los hijos, hermanos y sobrinos de Harroway fueron capturados
también. Clavados en las picas que cubrían el foso seco que rodeaba el Torreón de
Maegor, a algunos les llevó horas morir; el retrasado Horas Harroway dicen que
agonizó durante varios días. Los veinte nombres en la lista de la Reina Tyanna pronto
se les unieron y luego otra docena de hombres, nombrados por los primeros veinte.
La peor muerte fue reservada para la mismísima Reina Alys, quien fue
entregada a su hermana esposa Tyanna para ser torturada. De su muerte no
hablaremos, ya que algunas cosas es mejor que sean enterradas y olvidadas. Basta
con decir que su muerte llevó casi una quincena y que el propio Maegor estuvo
presente para presenciarlo todo, un testigo de su agonía. Tras su muerte, el cuerpo
de la reina fue cortado en siete partes y cada una de ellas puestas en picas sobre las
siete puertas de la ciudad, donde se mantuvieron hasta que se pudrieron.
El Rey Maegor en persona partió de Desembarco del Rey con una fuerte
hueste de caballeros y hombres de armas hacia Harrenhal para completar la
destrucción de la Casa Harroway. El gran castillo en el Ojo de los Dioses estaba
escasamente guarecido y su castellano, un sobrino de Lord Lucas y primo de la finada
reina, abrió sus puertas ante la llegada del rey. La rendición no lo salvó; Su Alteza

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

pasó por la espada a la guarnición entera, junto con cada hombre, mujer y niño que
encontró que tuviera aunque sea una gota de sangre Harroway. Luego marchó hacia
la Aldea de Lord Harroway en el Tridente e hizo lo mismo allí.
En las postrimerías del baño de sangre, los hombres empezaron a decir que
Harrenhal estaba maldito, ya que cada casa noble que lo había tenido había tenido
un sangriento final. No obstante, muchos ambiciosos hombres del rey ansiaban el
poderoso asiento de Harren el Negro, con sus vastas y fértiles tierras… tantos que el
Rey Maegor se cansó de sus súplicas y decretó que Harrenhal sería para el más fuerte
de ellos. Y así fue que veintitrés caballeros del rey pelearon con espada y maza y lanza
en medio de las ensangrentadas calles de la Aldea de Lord Harroway. Ser Walton
Towers surgió victorioso, y Maegor lo nombró Lord de Harrenhal… pero la lucha
cuerpo a cuerpo había sido una reyerta salvaje y Ser Walton no vivió mucho para
disfrutar su señorío, muriendo de sus heridas esa quincena. Harrenhal pasó a su hijo
mayor, aunque sus dominios fueron muy disminuidos, ya que el Rey otorgó la Aldea
de Lord Harroway a Lord Alton Butterwell y el resto de las tierras de los Harroway a
Lord Dormand Darry.
Cuando finalmente Maegor retornó a Desembarco del Rey para volver a
sentarse en el Trono de Hierro, fue recibido con la noticia de que su madre la Reina
Visenya había muerto. No sólo eso, sino que en la confusión que siguió a la muerte
de la Reina Madre, la Reina Alyssa y sus hijos lograron subirse a un barco y escapar
de Rocadragón… hacia dónde, nadie lo sabía. Incluso habían llegado tan lejos como
para robarse a Hermana Oscura de la recámara de Visenya cuando huían.
Su Alteza ordenó que el cuerpo de su madre fuera incinerado y sus huesos y
cenizas enterradas junto a los de su hermano y hermana. Luego les dijo a sus
caballeros que capturaran a su escudero, el Príncipe Viserys. “encadénenlo en una
celda negra e interróguenlo severamente” ordenó Maegor “pregúntenle a donde fue
su madre”.
“Podría no saberlo”, dijo Ser Owen Bush, un caballero de la Guardia Real de
Maegor. “entonces déjenlo morir,” respondió el rey. “Tal vez la puta aparezca para
su funeral”.
El Príncipe Viserys no sabía a donde había ido su madre, ni siquiera cuando
Tyanna de Pentos empleó sus artes oscuras. Tras nueve días de interrogatorio,
murió. Su cuerpo fue arrojado en el pabellón de la Fortaleza Roja durante una
quincena por orden del Rey. “Dejen que su madre venga y lo reclame”, dijo Maegor.
Pero la Reina Alyssa nunca apareció y finalmente Su Alteza entregó a su sobrino al
fuego. El príncipe tenía dieciséis años de edad cuando fue asesinado, y había sido
muy amado por el pueblo llano y los señores por igual. El reino lloró por él.
En el 45 DC, finalmente concluyó la construcción de la Fortaleza Roja.
El Rey Maegor celebró su finalización con un banquete para los
constructores y los albañiles que habían trabajado en el castillo, enviándoles toneles
de vino fuerte y dulces y putas de los burdeles más finos de la ciudad. Las

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

celebraciones duraron tres días. Luego, los caballeros del rey llegaron y pasaron a
todos los obreros por la espada, para impedir que ninguno revelara jamás los
secretos de la Fortaleza Roja. Sus huesos fueron sepultados bajo el castillo que
habían construido.
No mucho después de la terminación del castillo, la Reina Ceryse se vio
afectada por una repentina enfermedad y murió. Un rumor circuló en la corte que
Su Alteza había ofendido al Rey con un comentario regañón, por lo que él le ordenó
a Ser Owen que le corte la lengua. Según el cuento, la reina se había resistido, el
cuchillo de Ser Owen se había escapado y cortado la garganta de la reina. Aunque
nunca fue probada, esta historia fue ampliamente dada por cierta en su momento;
hoy, sin embargo, la mayoría de los maestres creen que fue una calumnia inventada
por los enemigos del rey para ennegrecer aún más su reputación. Sea cual fuere la
verdad, la muerte de su primera esposa dejó a Maegor con sólo una Reina, la
Pentoshi de cabellos y corazón negro, Tyanna, maestra de las arañas, quien era
odiada y temida por todos.
Ni bien la última piedra fue puesta en la Fortaleza Roja, Maegor ordenó que
las ruinas del Septo de la Conmemoración sean removidas de la cima de la Colina de
Rhaenys y con ellas los huesos y cenizas de los Hijos del Guerrero que habían muerto
allí. En su lugar, decretó, sería erigido un gran “establo de piedra para dragones”,
una guarida digna de Balerion, Vhagar y sus crías. De este modo es que comenzó la
construcción de Pozo Dragón. Tal vez previsiblemente, se probó dificultoso
encontrar constructores, albañiles y obreros para trabajar en el proyecto. Tantos
hombres huyeron que el rey finalmente se vio forzado a utilizar prisioneros de los
calabozos de la ciudad como su fuerza laboral, bajo la supervisión de constructores
que trajo de Myr y Volantis.
A fines del año 45 DC, el Rey Maegor volvió al campo de batalla nuevamente
para continuar con su guerra contra los proscriptos remanentes de la Fe Militante,

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

dejando a la Reina Tyanna para gobernar Desembarco del Rey junto a la nueva
Mano, Lord Edwell Celtigar. En el gran bosque al sur del Aguasnegras, las fuerzas
del rey cazaron decenas de Clérigos Humildes que se habían refugiado allí, enviando
muchos al Muro y colgando a aquellos que se rehusaron a tomar el negro. Su líder,
la mujer conocida como Jayne Poore Viruelas, siguió eludiendo al rey hasta que
finalmente fue traicionada por tres de sus propios seguidores, que recibieron el título
de caballeros como recompensa.
Tres septones que viajaban con Su Alteza declararon a Jeyne Viruelas como
bruja y Maegor ordenó que fuera quemada viva en un campo a orillas del
Aguastortas. Cuando llegó el día fijado para su ejecución, trescientos de sus
seguidores, todos Clérigos Humildes y campesinos, arremetieron desde los bosques
para rescatarla. El rey había previsto esto y sus hombres estaban listos para el
ataque. Los salvadores fueron rodeados y masacrados. Entre los últimos en morir
estaba su líder, quien resultó ser Ser Horys Colina, el caballero errante bastardo que
había logrado escapar de la carnicería en el Gran Forca tres años antes. Esta vez
resultó menos afortunado.
En otros puntos del reino, sin embargo, la marea había comenzado a
volverse contra el rey. El pueblo llano y los señores por igual habían comenzado a
despreciarlo por sus muchas crueldades, y muchos comenzaron a prestar ayuda y
refugio a sus enemigos. El Septón Moon, el “Septón Supremo” levantado por los
Clérigos Humildes contra el hombre en Antigua al que llamaban “el Lameculos
Supremo”, recorría las Tierras de los Ríos y el Dominio a voluntad, convocando a
grandes multitudes donde quiera que apareciera desde los bosques para predicar
contra el rey. Las colinas al norte del Colmillo Dorado eran gobernadas de hecho por
el Perro Rojo, Ser Joffrey Doggett, y ni Roca Casterly ni Aguasdulces parecían
interesados en moverse contra él. Dennis el Aburrido y Silas el Iracundo seguían
sueltos y por dondequiera que vagaran el pueblo llano los ayudaba para mantenerlos
a salvo. Los caballeros y hombres de armas que eran enviados para llevarles ante la
justicia se desvanecían con frecuencia.
En el 46 DC, el Rey Maegor volvió a la Fortaleza Roja con dos mil cráneos,
fruto de un año de campaña militar. Eran las cabezas de los Clérigos Humildes y los
Hijos del Guerrero, anunció mientras las arrojaba a los pies del Trono de Hierro…
pero en general se creía que muchos de los macabros trofeos pertenecían a simples
agricultores, granjeros y porquerizos, culpables de ningún crimen más que el de ser
creyentes.
La llegada del nuevo año encontró a Maegor todavía sin un hijo, ni siquiera
un bastardo que pudiera ser legitimado. Tampoco parecía probable que la Reina
Tyanna le fuera a dar el heredero que él deseaba. Pese a que ella continuaba sirviendo
a Su Alteza como maestra de los susurros, el rey ya no visitaba su cama.
Ya era tiempo de tomar una nueva esposa, acordaban los consejeros de
Maegor… pero tenían distintas opiniones sobre quién debía ser esa esposa. El Gran

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Maestre Benifer sugirió una unión con la orgullosa y encantadora Lady de


Campoestrella, Clarisse Dayne, con la esperanza de separar sus tierras y su Casa de
Dorne. Alton Butterwell, Maestro de la Moneda, ofreció a su hermana viuda, una
mujer robusta con siete hijos. Aunque ciertamente no era una belleza, argumentaba
que su fertilidad había sido probada sin dudas. La Mano del Rey, Lord Celtigar, tenía
dos jóvenes hijas doncellas de doce y trece años respectivamente. Él instó al rey a
que eligiera a una de ellas, o que se case con las dos si así lo prefería. Lord Velaryon
de Marcaderiva aconsejó a Maegor que mande a pedir por su sobrina la Princesa
Rhaena, la hija de su hermano y la viuda del hijo de su hermano, y que la tome por
esposa. Casándose con Rhaena, el rey uniría sus reclamos y fortalecería la línea de
sangre real.
El Rey Maegor escuchó a cada hombre. Aunque al final desechó a la mayoría
de las mujeres que le pusieron delante, algunas de sus razones y argumentos echaron
raíces en su cabeza. Tomaría a una mujer de probada fertilidad, decidió, aunque no
a la fea y gorda hermana de Butterwell. Tomaría más de una esposa, tal como pidió
Lord Celtigar. Dos esposas duplicarían sus chances de tener un hijo; tres esposas la
triplicarían. Y una de esas esposas debía ser con seguridad su sobrina; el consejo de
Lord Velaryon era un consejo sabio. La Reina Alyssa y sus dos criaturas más
pequeñas seguían escondidas (se creía que habrían huido al otro lado del Mar
Angosto hacia Tyrosh o tal vez Volantis), pero aún representaban una amenaza para
la corona de Maegor y cualquier hijo que pudiera llegar a tener. Tomando a la hija
de Aenys por esposa debilitaría cualquier reclamo que pudieran presentar sus
hermanos menores.
Tras la muerte de su esposo en la Batalla Bajo el Ojo de Dioses, Rhaena
Targaryen actuó rápidamente para proteger a sus hijas. Si el Príncipe Aegon
realmente había sido el Rey, entonces por ley su hija mayor Aerea sería su heredera
y podría por lo tanto reclamar ser la legítima Reina de los Siete Reinos… pero Aerea
y su hermana Rhaella tenían apenas un año de edad, y Rhaena sabía que proclamar
semejantes reclamos sería sinónimo de condenarlas a muerte. En vez de eso, ella les
tinió el pelo, cambió sus nombres y las envió lejos de ella confiándoselas a ciertos
aliados poderosos, que se encargarían de que sean criadas en buenos hogares por
hombres dignos de tal honor pero que no tuvieran idea de su verdadera identidad.
Incluso su madre no debía saber a dónde estarían yendo sus niñas, insistió la
princesa; lo que ella no supiera no podía revelarlo ni aún bajo tortura.
Un escape de ese tipo no sería posible para la propia Rhaena Targaryen.
Aunque podría cambiarse el nombre y teñirse el cabello y vestirse con los harapos de
una camarera de taberna o la túnica de una septa, no había forma de disfrazar a su
dragón. Sueñafuego era una esbelta dragona color azul pálido con marcas plateadas
que ya había producida dos nidadas de huevos y Rhaena había estado montándola
desde que tenía doce años. Los dragones no son fáciles de esconder. En vez de eso,
la princesa la ensilló y se la llevó con ella tan lejos de Maegor como pudo, a Isla Bella,

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

donde Lord Farman le brindó la hospitalidad de Castibello, con sus altas torres
blancas alzándose sobre el Mar del Ocaso. Allí descansó, leyendo, rezando,
preguntándose cuánto tiempo tendría antes de que su tío mandara a llamar por ella.
Rhaena nunca dudó que lo haría, dijo después; era una cuestión de cuándo no de si.
La convocatoria llegó antes de lo que le hubiera gustado aunque no tan
pronto como había temido. No había lugar para resistirse. Rhaena se había
encariñado con Lord Farman, y más que encariñado con su segundo hijo, Androw.
No le iba a pagar su amabilidad con fuego y sangre. Montó a Sueñafuego y voló hacia
la Fortaleza Roja, donde se enteró que debía casarse con su tío, el asesino de su
esposo.
Y allí también Rhaena conoció a sus novias compañeras, ya que esto iba a
ser una boda triple. Las tres nuevas futuras reinas eran viudas. Lady Jayne de la Casa
Westerling había estado casada con Lord Alyn Tarbeck, que había marchado junto
al Príncipe Aegon y murió con él en la Batalla Bajo el Ojo de Dioses. Unos pocos
meses después, le había dado a su difunto señor un hijo póstumo. Alta y delgada, con
el cabello castaño y lustroso, Lady Jeyne estaba siendo cortejada por un joven hijo
del Señor de Roca Casterly cuando Maegor mandó a llamar por ella, pero esto
significó poco y nada para el rey.
Más problemático fue el caso de Lady Elinor de la Casa Costayne, la pelirroja
esposa de Ser Theo Bolling, un caballero hacendado que había peleado por el rey en
su última campaña contra los Clérigos Humildes. Aunque sólo tenía diecinueve años,
Lady Elinor ya le había dado a Bolling tres hijos cuando el ojo del rey se posó sobre
ella. El más pequeño todavía mamaba de su pecho cuando su padre, Ser Theo, fue
arrestado por dos caballeros de la Guardia Real y acusado de conspirar con la Reina
Alyssa para asesinar al rey y sentar al muchacho Jaehaerys en el Trono de Hierro.
Aunque Bolling alegó su inocencia, fue encontrado culpable y decapitado en el
mismo día. El Rey Maegor le dio siete días para guardar luto, en honor a los dioses,
y luego la convocó para decirle que se iban a casar.
En el pueblo de Septo de Piedra, el Septón Moon apareció para denunciar
los planes matrimoniales del Rey Maegor y cientos de pueblerinos lo aclamaron, pero
pocos más se atrevieron a alzar sus voces contra Su Alteza. El Septón Supremo se
embarcó desde Antigua hacia Desembarco del Rey para oficiar los ritos
matrimoniales. En un día cálido de primavera en el cuadragésimo séptimo año
Después de la Conquista, Maegor Targaryen tomó tres esposas en la sala de la

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Fortaleza Roja. Aunque cada una de sus


nuevas reinas fue vestida y cubierta con
la capa de los colores de las Casas de sus
padres, el pueblo de Desembarco del Rey
las llamó “las Novias Negras”, ya que
todas eran viudas.
La presencia del hijo de Lady
Jeyne y de los tres muchachos de Lady
Elinor en la boda aseguró que ambas
cumplirían con su rol en la ceremonia,
pero había muchos que esperaban alguna
muestra de desafío por parte de la
Princesa Rhaena. Tales esperanzas
fueron sofocadas cuando la Reina
Tyanna apareció escoltando a dos
jóvenes niñas con cabello plateado y ojos
púrpuras, vestidas en el rojo y negro de la
Casa Targaryen. “Fuiste tonta en pensar
que podías esconderlas de mí”, le dijo
Tyanna a la princesa. Rhaena inclinó su
cabeza y dijo sus votos, llorando.
Muchas historias raras y
contradictorias se cuentan sobre la noche
de bodas y con el paso de tantos años es
difícil separar la verdad de las leyendas.
¿Las tres Novias Negras compartieron
una sola cama como algunos dicen?
Parece poco probable. ¿Su Alteza visitó a
las tres mujeres durante la noche y
consumó las tres uniones? Tal vez. ¿La Princesa Rhaena intentó matar al Rey con
una daga escondida bajo sus almohadas como más tarde ella sostuvo? ¿Elinor
Costeyne arañó al Rey Maegor dejándole tiras sangrientas en la espalda mientras
copulaban? ¿Jayne Westerling bebió la poción de fertilidad que supuestamente le
dio la Reina Tyanna o se la tiró en la cara? ¿Fue tal poción hecha u ofrecida? El
primer relato sobre eso no aparece hasta el reinado del Rey Jaehaerys, veinte años
después de que ambas mujeres habían muerto.
Esto es lo que sabemos. En las inmediatas postrimerías de la boda, el Rey
Maegor declaró a Aerea, la hija de la Princesa Rhaena, como su legítima heredera
como su legítima heredera, “hasta el momento en que los dioses me den un hijo”, al
mismo tiempo que envió a su hermana gemela Rhaella a Antigua para ser criada
como septa. Su sobrino Jaehaerys, considerado por muchos como su legítimo

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

heredero, fue expresamente desheredado en el mismo decreto. El hijo de la Reina


Jeyne fue confirmado como Señor de Torre Tarbeck y enviado a Roca Casterly para
ser criado como pupilo de la Casa Lannister, los hijos mayores de la Reina Elinor
fueron despachados de forma similar, uno al Nido de Águilas y otro a Altojardín. El
niño más pequeño de la reina fue entregado a una nodriza, ya que el rey encontraba
irritante la lactancia de la reina.
Medio año después de la boda, Lord Celtigar, la Mano del Rey, anunció que
la Reina Jeyne estaba esperando un bebé. Apenas había comenzado a crecer su panza
cuando el rey en persona reveló que la Reina Elinor también estaba embarazada.
Maegor colmó a ambas mujeres con regalos y honores, y concedió nuevas tierras y
cargos a sus padres, hermanos y tíos, pero su júbilo probó ser breve. Tres lunas antes
del parto, la Reina Jeyne fue llevada a la cama por la aparición súbita de los dolores
de parto, y parió un hijo mortinato tan monstruoso como el de Alys Harroway, una
criatura sin brazos ni piernas con los genitales tanto masculinos como femeninos. La
madre tampoco sobrevivió por mucho tiempo a su hijo.
Maegor estaba maldito, decían los hombres. Había matado a su sobrino,
hecho la guerra a la Fe y al Septón Supremo, desafiado a los dioses, cometido
asesinato e incesto, adulterio y violación. Sus partes privadas estaban envenenadas,
su semilla llena de gusanos, los dioses jamás le darían un hijo vivo. O al menos eso
decían los rumores. El propio Maegor se quedó con una explicación diferente, y envió
a Ser Owen Bush y Ser Maladon Moore a detener a la Reina Tyanna y enviarla a los
calabozos.
Una vez allí, la reina pentoshi hizo una confesión completa, aun cuando los
torturadores del rey recién estaban preparando sus implementos: ella había
envenenado al hijo de Jeyne Westerling en el vientre, tal como había hecho con el de
Alys Harroway. Y sería lo mismo con el cachorrito de Elinor Costeyne, prometió.
Se dice que el rey la mató él mismo, cortándole el corazón con Fuegoscuro y
dándoselo de comer a sus perros. Pero aun muerta, Tyanna de la Torre tuvo su
venganza, ya que ocurrió tal como ella lo prometió. La luna cambió y cambió de
nuevo y en la oscuridad de la noche, la Reina Elinor dio a luz a un niño mortinato y
malformado, un chico sin ojos nacido con unas alas rudimentarias.
Eso fue en el año cuadragésimo octavo año Después de la Conquista, el sexto
año del reinado del Rey Maegor y el último de su vida. Nadie en los Siete Reinos
podía ahora dudar que el rey estaba maldito. Los pocos seguidores que le quedaban
comenzaron a esfumarse, evaporándose como el rocío con el sol de la mañana.
Llegaron noticias a Desembarco del Rey de que Ser Joffrey Doggett había sido visto
entrando a Aguasdulces pero no como prisionero sino como huésped de Lord Tully.
El Septón Moon apareció una vez más, liderando a miles de creyentes en una marcha
a través del Dominio hacia Antigua, con la intención declarada de desafiar al
Lameculos en el Septo Estrellado a que denuncie a “la Abominación en el Trono de
Hierro”, y que levante su proscripción sobre las órdenes militares. Cuando Lord

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Oakheart y Lord Rowan aparecieron frente a él con sus levas no habían ido a atacar
a Moon, sino a unírsele. Lord Celtigar renunció como Mano del Rey y volvió a su
asiento en Isla Zarpa.
Reportes desde las Marcas Dornienses sugieren que los dornienses se
estaban convocando en los pasos, preparándose para invadir el reino.
El peor golpe vino de Bastión de Tormentas. Allí, en las costas de la Bahía de
los Naufragios, Lord Rogar Baratheon proclamó al joven Jaehaerys Targaryen como
el verdadero y legítimo Rey de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, y
el Príncipe Jaehaerys nombró a Lord Rogar como Protector del Reino y Mano del
Rey. La madre del príncipe, la Reina Alyssa, y su hermana Alysanne estaban de pie
junto a él cuando Jaehaerys desenvainó a Hermana Oscura y juró terminar con el
reinado de su tío usurpador. Un centenar de señores vasallos y caballeros
tormenteños aclamaron su coronación. El Príncipe Jaehaerys tenía catorce años
cuando reclamó el trono: un joven apuesto, hábil con la lanza y el arco, y un talentoso
jinete. Aún más, era jinete de una gran bestia color bronce llamada Vermithor, y su
hermana Alysanne, una doncella de doce años, comandaba a su propio dragón,
Alaplateada. “Maegor sólo tiene un dragón”, dijo Lord Rogar a los señores
tormenteños. “Nuestro Príncipe tiene dos”.
Y pronto serían tres. Cuando la noticia de que Jaehaerys estaba reuniendo
sus fuerzas en Bastión de Tormentas llegó a la Fortaleza Roja, Rhaena Targaryen
montó a Sueñafuego y voló para unírsele, abandonando al tío con el que había sido
forzada a casarse. Se llevó a su hija Aerea… y a Fuegoscuro, robada de la propia vaina
del rey mientras dormía.
La respuesta del Rey Maegor fue lenta y confusa. Ordenó al Gran Maestre
enviar cuatro cuervos, convocando a todos sus leales señores y abanderados para
reunirse en Desembarco del Rey, sólo para encontrarse con que Benifer se había
embarcado hacia Pentos. Al encontrar que la Princesa Aerea se había ido, envió un
jinete a Antigua para exigir la cabeza de su hermana gemela Rhaella, para castigar a
su madre por su traición, pero Lord Hightower en cambio encarceló a su mensajero.
Dos de su Guardia Real desaparecieron en una noche, para ir donde Jaehaerys, y Ser
Owen Bush fue encontrado muerto afuera de un burdel, con su miembro metido en
su propia boca.
Lord Velaryon de Marcaderiva estuvo entre los primeros en declararse por
Jaehaerys. Ya que los Velaryons de Marcaderiva eran los tradicionales almirantes del
reino, Maegor se encontró con que había perdido toda la Flota Real. Los Tyrell de
Altojardín les siguieron con todo el poder del Dominio. Los Hightower de Antigua,
los Redwynes de El Rejo, los Lannister de Roca Casterly, los Arryns del Nido de
Águilas, los Royces de Piedra de las Runas… uno a uno se pronunciaron contra el
rey.
En Desembarco del Rey una veintena de señores menores se reunieron a las
órdenes de Maegor, entre ellos Lord Darklyn de Valle Oscuro, Lord Massey de

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

Ballaroca, Lord Towers de Harrenhal, Lord Stauton de Reposo del Grajo, Lord Bar
Emmon de Punta Aguda, Lord Buckwell de Astas, los señores Rosby, Stokeworth,
Hayford, Harte, Byrch, Rollingford, Bywater y Mallery. Aun así comandaban unos
escasos cuatro mil hombres entre todos y sólo uno de cada diez de ellos eran
caballeros.
Maegor los reunió en la Fortaleza Roja una noche para discutir su plan de
batalla. Cuando vieron cuan pocos eran y se dieron cuenta que ningún gran señor
iban a llegar para unirse, muchos perdieron esperanzas, y Lord Hayford llegó tan
lejos como para exhortar a Su Alteza para que abdique y tome el negro. Su Alteza
ordenó la decapitación de Hayford en el momento y continuó con su consejo de
guerra con la cabeza del señor montada en una lanza detrás del Trono de Hierro.
Durante todo el día los señores hicieron planes hasta tarde en la noche. Era la hora
del lobo cuando finalmente Maegor les permitió retirarse. Lord Towers y Lord Rosby
fueron los últimos en ver a Su Alteza.
Horas después, cuando el
alba despuntaba, la última de las
reinas de Maegor llegó a buscarlo.
La Reina Elinor lo encontró en el
Trono de Hierro, pálido y muerto,
son sus ropas empapadas en
sangre. Sus brazos habían sido
abiertos desde las muñecas hasta
los codos con cortes irregulares, y
otra hoja había pasado a través de
su cuello para salir por debajo de
su mentón.
Muchos aún hasta
nuestros días creen que fue el
propio Trono de Hierro quien lo
mató. Maegor estaba con vida
cuando Rosby y Towers dejaron la
sala del trono, se argumenta, y los
guardias de las puertas juran que
nadie entró después, hasta que la
Reina Elinor lo descubrió.
Algunos dicen que fue la misma
reina la que lo forzó para clavarle
esas púas y espadas, para vengar el
asesinato de su primer esposo. La
Guardia Real pudo haberlo hecho, aunque eso hubiera requerido que actuaran en
conjunto, ya que eran dos caballeros ubicados en cada puerta. También pudo haber

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“Los Hijos del Dragón” de George R. R. Martin

sido una persona o personas desconocidas, entrando y saliendo de la sala del trono
a través de algún pasadizo secreto. La Fortaleza Roja tenía sus secretos, conocidos
sólo por los muertos. También puede ser que el rey sintió la desesperación en la
oscuridad de la noche y tomó su propia vida, retorciendo las espadas y abriendo sus
venas para ahorrarse la derrota y la vergüenza que con seguridad le aguardaban.
El reinado del Rey Maegor I Targaryen, conocido por la historia y las
leyendas como Maegor el Cruel, duró seis años y sesenta y seis días. Tras su muerte,
su cuerpo fue quemado en el patio de la Fortaleza Roja, sus cenizas enterradas luego
en Rocadragón junto a las de su madre. Murió sin hijos y no dejó un heredero propio.
Nueve días más tarde, tres dragones se vieron en el cielo sobre Desembarco
del Rey. La Princesa Rhaena había regresado, y con ella llegaba su hermano
Jaehaerys y su hermana Alysanne. Su madre, la Reina Madre Alyssa, llegó una
quincena después, cabalgando junto al Señor de Bastión de Tormentas a la cabeza
de una gran hueste de sus vasallos. El pueblo llano los aclamó. Cuervos fueron
enviados a cada castillo del reino, invitando a todos los señores grandes y pequeños
a Desembarco del Rey para ser testigos de la coronación de un nuevo rey, un
verdadero rey.
Y fueron.
En el cuadragésimo octavo año Después de la Conquista, ante los ojos de los
dioses y los hombres y la mitad de los señores de Poniente, el Septón Supremo de
Antigua colocó la corona dorada de su padre sobre la frente del joven príncipe, y lo
proclamó como Jaehaerys de la Casa Targaryen, el Primero de Su Nombre, Rey de
los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres y Señor de los Siete Reinos. Su
madre Alyssa actuaría como su regente durante los restantes años de la minoría de
edad del rey, mientras que Lord Rogar Baratheon fue nombrado Protector del Reino
y Mano del Rey (Medio año más tarde, se casarían). Con catorce años de edad a su
asunción, Jaehaerys se sentaría en el Trono de Hierro por cincuenta y cinco años,
debido a lo cual sería conocido como “El Viejo Rey” y “el Conciliador”.
Pero eso es un cuento que es mejor que sea contado en otro momento, por
otro maestre.

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