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1223 Resumen El Mercado Europeo
1223 Resumen El Mercado Europeo
CAPITULO I
Dice Tomás Ramón Fernández que “Europa” es “una creación de la Historia; por
tanto, y en modo alguno, un producto natural, un supuesto geográfico espontáneo
Desde el punto de vista económico, se pretende no incurrir en los mismos errores que
al término de la Primera guerra mundial, esto es, arruinar al vencido por medio de
obligaciones de reparación imposibles de ejecutar, que poco o nada aportaron a los
vencedores, pero que sin embargo incentivó las ideas de revancha. Asimismo, las
opciones económicas proteccionistas entonces en boga resultaron desastrosas, y sin
duda contribuyeron a hacer el conflicto inevitable.
Desde el punto de vista militar, en 1948 se firma en Bruselas, para una vigencia de
cincuenta años, el Tratado constitutivo de la Unión Europea Occidental (UEO) entre
los Estados miembros del Benelux, Francia y el Reino Unido (ya vinculados entre sí
por el Tratado de Dunkerke de 1947). Un año más tarde, el 4 de abril de 1949 se
firma en Washington el Tratado de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), que
suponía ampliar a estos países la cooperación europea en materia de defensa.
Desde un prisma político dos son las iniciativas más destacables de estos primeros
años de post-guerra: el Congreso de La Haya, desde una perspectiva no
gubernamental, y el Consejo de Europa, que es una Organización
intergubernamental.
Una de las características del proyecto comunitario desde sus comienzos ha sido su
gran permeabilidad a los factores exógenos o endógenos de relieve, que en algún
momento de su historia ha tenido un influjo decisivo en su rumbo. Así sucedió en los
años cincuenta con el intento de dotarse de una defensa común, pero en muchas
otras ocasiones, como las crisis económicas de 1973 ó 1979, la guerra del Golfo, o el
desplome del imperio soviético.
Se trata de un momento crucial, pues sobre la “mesa de trabajo” existen éxitos, como
el buen funcionamiento de la CECA o del Consejo de Europa, pero en el “debe” se
encontraban con el “Plan Beyen” (debe su nombre al ministro holandés de Asuntos
Exteriores
Por lo tanto, existen una identidad en los actores y “reglas de juego” sectoriales (si se
opera en el ámbito del carbón, será de aplicación el Tratado CECA; en el ámbito de la
agricultura, el Tratado CEE, etc.). La única diferencia política estriba que en el sector
hoy marginal del TCECA, la Comisión (antigua Alta Autoridad) desempeña un rol más
marcadamente supranacional que en los otros ámbitos. En la CEE y la CEEA la
capacidad de tomar decisiones está en poder principalmente del Consejo de
Ministros, asociándosele progresivamente en esta labor el Parlamento por medio de
los procedimientos de consulta, concertación, dictamen conforme, cooperación y so-
bre todo de codecisión tras la reforma del año 1991 (Tratado de Maastricht). La
Comisión en estos dos ámbitos tiene encomendado un rol más tecnócrata y menos
decisorio
Dice Manuel Fraga que “Europa es un conjunto de pueblos con una infinitud de
ideales”. Desde el punto de vista comunitario, señalajacques Delors que “el ideal de
los padres de Europa era asociar a nuestros países y a nuestros pueblos en una
Comunidad más apta que cada uno de los países por separado para concretar sus
valores, defenderlos donde se hallaran amenazados, y fomentarlos allí donde no
existieran”.
El único intento, que no llega a buen puerto, en los años sesenta de realizar algún
acercamiento entre los Estados miembros lo había apadrinado De Gaulle, que
propugnaba la organización entre los Estados miembros de una cooperación
diplomática (“Plan Fouchet”). Esta iniciativa no fue compartida por sus socios, por
estimar excesivamente acentuado el perfil intergubernamental del proyecto. No
obstante, se va percibiendo la consolidación de un “estado de ánimo” favorable a un
acercamiento de las políticas extranjeras entre los Estados miembros.
Los resultados de este trabajo ven la luz en octubre de 1970, cuando los ministros de
Asuntos Exteriores de “los seis”, reunidos en Luxemburgo, adoptaron el “Informe
Davignon”, que daba respuesta a la solicitud anterior.
Un nuevo paso adelante fue el encuentro de París de diciembre de 1974, de los jefes
de Estado o de Gobierno, que ponen de manifiesto su voluntad de adoptar
progresivamente posiciones comunes y de coordinar su acción diplomática en todos
los ámbitos con incidencia en los intereses de la CE.
por un lado, y los trascendentales sucesos de carácter socio político que tienen lugar
en el viejo continente en estos años.
Es indudable que este seísmo geopolítico vino en buena parte propiciado por el
nuevo talante aperturista de la Unión Soviética liderada desde 1985 por Mijail
Gorbachov.
La nación define el ámbito del bien público como bien de la nación o interés nacional
(bien común nacional), que se superpone a los intereses particulares y con frecuencia
a los mismos intereses de una solidaridad humana, como defensa de la supervivencia
y seguridad de la nación. Legitimación de la acción política.
La nación aparece así como un concepto político básico que define el ámbito de las
comunidades políticas como unidades nacionales y constituye la legitimación de su
mismo origen, su supervivencia, su poder y su actividad como basado en la voluntad
de la nación para la seguridad de los intereses nacionales”, la nación sería así “el
fundamento mismo del poder y el elemento básico de una organización política
(soberanía nacional).
Si bien es cierto que se requiere de Una Constitución formal para dar origen a un
Estado federal (y las Comunidades nacen por medio de Tratados como ya se indicó);
que carecen de la competencia general propia de los Estados (competencia sobre la
competencia o “Kompetenz-Kompeíenz”) (los derechos soberanos que tiene no le
han sido conferidos a las instituciones comunitarias más que en ámbitos delimitados,
por muy importantes que éstos sean, y no pueden, por su propia iniciativa, ampliar
sus competencias, con la salvedad de los poderes implícitos de origen
jurisprudencial; que en la vertiente exterior del ámbito político, la manifestación ad
extra de una sola entidad política, se está aún lejos de alcanzar los mínimos re-
queridos (a pesar de los extraordinarios avances con la Cooperación Política Europea
primero, a partir de los años sptenta, y, sobre todo, con la Política Exterior y de
Seguridad Común PESC después,) desde el Tratado de la Unión Europea TUE en
1993 “no parece disparatado calificar de federal ese movimiento que lleva a potenciar
el todo a expensas de las partes
Con el Acta única Europea, primera gran reforma de los Tratados constitutivos, los
Estados miembros se declaran “decididos a promover conjuntamente la democracia,
basándose en los derechos fundamentales reconocidos en las Constituciones y leyes
de los Estados miembros, en el Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, y en la Carta Social
Europea, en particular la libertad, la igualdad y la justicia social”, y “conscientes de la
responsabilidad que incumbe a Europa de procurar adoptar cada vez más una
postura uniforme y de actuar con cohesión y solidaridad, con objeto de proteger más
eficazmente sus intereses comunes y su independencia, así como reafirmar muy
especialmente los principios de la democracia y el respeto del Derecho y de los
derechos humanos que ellos propugnan.
Esta expresión fue acuñada por el jurista alemán, y primer Presidente de la Comisión,
Walter Hallstein, en un discurso ante el Parlamento europeo, el 17 de junio de 1965.
En él ponía de manifiesto que la labor de la Comunidad se vería seriamente
comprometida si el único medio de que dispone para la consecución de sus objetivos
perdiera su carácter obligatorio y uniforme en todos los Estados miembros. De ahí
también la importancia existencial de atribuir al Derecho comunitario primacía sobre
los Derechos internos.
En cuarto lugar, por la finalidad del Derecho internacional, y la propia del proceso de
integración. Así, según Guy Isaac: “Mientras que el juez internacional se considera
obligado, por respeto al principio de soberanía, a interpretar estrictamente los
compromisos de los Estados, el Tribunal de Justicia estima, por el contrario, que las
finalidades de integración de los tratados comunitarios autorizan interpretaciones que
van contra la soberanía de los Estados. Sintomáticamente, proclama que la
caducidad de las disposiciones de los tratados no se presume y que la devolución a
la competencia de los Estados miembros de las atribuciones conferidas a las Comuni-
dades sólo podría producirse en virtud de una disposición expresa de los tratados
En quinto lugar, y sobre todo, por la eficacia del Derecho comunitario: el efecto
directo del Derecho comunitario, y su complemento de la primacía, así como el rol del
TJCE Abordaremos más adelante estos dos rasgos del Derecho comunitario, y el
protagonismo del Tribunal europeo.
Aunque no existe un catálogo escrito, podemos hacer referencia a los aludidos por el
Tribunal de justicia:
Desde el punto de vista de la doctrina del TJCE, los principios del Derecho
internacional como posible fuente supletoria no existen, a reserva de la utilización de
los principios de “efecto útil” o de la incompatibilidad de obligaciones derivadas de
Tratados sucesivos en el tiempo
Se trata de una categoría especial de actos adoptados por los miembros del Consejo
por consenso, en materias que los Tratados no le confieren competencia. Los
representantes de los Estados miembros se reúnen en el seno del Consejo, en una
especie de Conferencia diplomática, para adoptar actos para comunitarios.
El carácter jurídico comunitario viene determinado por el objeto y fin que se persigue;
además, como sucede con los convenios del art. 220 TCE, su elaboración se
desarrolla utilizando los cauces comunitarios, con participación de otras instituciones
comunitarias. Un argumento adicional, aparte de su publicación en el DOCE, que
subraya el sesgo comunitario, se detecta, a juicio de Diego Liñán, en que las
sucesivas Actas de adhesión establezcan la adhesión de los nuevos Estados
miembros a las decisiones y acuerdos adoptados en el seno del Consejo. Esta
automaticidad en la adhesión, a diferencia de los Convenios, que suponen un
compromiso de adhesión posterior, remarca el carácter comunitario. No obstante,
estos actos están exentos de todo posible control de legalidad por parte del TJCE.
Los principales rasgos característicos del Tribunal europeo, que los singularizan
respecto las jurisdicciones internacionales, son, siguiendo a Jean-Victor Louis,
Por un lado, y esta es una nota original del sistema, el TJCE es competente de pleno
Derecho en los casos previstos en los Tratados, sin requerir la aceptación de los
Estados miembros. Su jurisdicción es obligatoria en virtud simplemente de la entrada
en vigor de los Tratados comunitarios.
En segundo lugar, hay que destacar que el Tribunal no sólo dirime controversias que
impliquen a Estados o a instituciones, sino que incluso, en determinadas
circunstancias, es de acceso directo por particulares, que están legitimados para
hacer valer sus pretensiones ante el mismo.
En tercer lugar, las sentencias del Tribunal que condenen a una empresa al pago de
una multa pueden ser ejecutorias de pleno Derecho, sin requerir de exequátur. El
papel de la autoridad nacional quedaría limitado a una comprobación de la
autenticidad del título (este caso se da en el ámbito del Derecho de la competencia).
Los jueces nacionales, las Partes y el TJCE hablan, por así decirlo, cada vez más la
misma lengua. Esto permite una concentración de los diferentes elementos de
procedimiento en una parte considerable de los asuntos y, por consecuencia, un
calendario más abreviado.
Los hechos, sin embargo, deben fijarse de forma individual en cada caso. La
instrucción de los hechos no puede ser objeto de una concentración. Es por esta
razón que resulta cada vez más difícil introducir en el calendario abreviado los
asuntos que plantean problemas factuales múltiples, y las Partes en estos asuntos
tienen a veces la impresión de que el TJCE no dedica suficiente tiempo a la fijación
de los hechos.
Estas son las consideraciones que constituían la base de las propuestas del TJCE, al
principio por medio de una disposición a incluir en el Acta Única, más tarde por una
Decisión del Consejo por la que se crea el Tribunal de Primera Instancia.
Por lo tanto, exceso de trabajo del TJCE, y existencia dé una serie de recursos que
requieren de un examen profundo de hechos complejos, que centraba la atención del
Tribunal en los mismos, y le impedía desempeñar su principal misión, así como
mejorar la protección de los derechos de los justiciables mediante el establecimiento
de un doble control jurisdiccional, al introducir una segunda instancia en los asuntos
de que conozca el TPI, son los motivos que llevaron al TJCE a someter a la
Conferencia Intergubernamental de Luxemburgo para la revisión de los Tratados
fundacionales de las Comunidades, una comunicación con el fin de insertar en los
tres Tratados la disposición o disposiciones que permitieran la creación de un
Tribunal de Primera Instancia.
Esto significa que el TPI no es una nueva institución comunitaria, sino que forma
parte integrante del Tribunal de Justicia.
Introducción: origen y razón de ser de un Tribunal de Primera Instancia
La aplicación de una norma jurídica está, por definición, vinculada a ciertos hechos
que se manifiestan en el tiempo. En consecuencia, si se quiere obrar con equidad ha
de impartirse Justicia en tiempo razonable respecto de los hechos sometidos a la
norma jurídica aplicada en el caso en concreto.
Sin embargo, este desiderátum, habida cuenta del ingente número de casos que
acuden en busca de juicio, no es en absoluto fácil de conseguir. Por otro lado, cada
caso necesita inexorablemente un cierto tiempo natural para su elaboración y para la
necesaria reflexión, que no es susceptible de reducción, pues se comprometería de
forma peligrosa la tarea de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
Por todo ello, el factor “tiempo” reviste una enorme importancia para que la Justicia
pueda seguir su curso.
Intentar poner solución a esta duración excesiva para impartir Justicia se convirtió
muy pronto en objeto de atención prioritaria (“Justice delayed isjustice denied”).
El Tribunal de Justicia es, antes que nada, una institución jurisdiccional que se
pronuncia sobre el Derecho. Debe velar porque el Derecho sea respetado en la
interpretación y aplicación de las reglas comunitarias. Debe asegurar que estas
reglas sean aplicadas de manera uniforme en todo el territorio de la Comunidad
Europea.
Pero, pronunciándose en los recursos directos, el TJCE es igualmente Juez de los
hechos. Hasta la instauración del Tribunal de Primera Instancia (TPI), el TJCE debía
establecer los hechos en primera y última instancia.
Estas dos funciones plantean, a juicio de Ole Due, problemas diferentes en lo que se
refiere a los métodos de trabajo. A medida que la jurisprudencia va configurando los
principios generales del Derecho comunitario, la mayor parte de las sentencias se
insertan en un contexto jurídico conocido. Las demandas de las partes, las
conclusiones del Abogado General, y las deliberaciones del TJCE pueden, en lo
referente a las cuestiones de Derecho, basarse en un fundamento cada vez más
amplio y sólido
Las sentencias del Tribunal en estos procedimientos tienen efectos retroactivos (“ex
tune”), desde la entrada en vigor de la norma interpretada. Existe, excepcionalmente,
la posibilidad de que el TJCE limite los efectos en el tiempo, por razones de
seguridad jurídica.
CAPITULO IV
Este principio aparece consagrado de manera implícita en el pro- ojo articulado del
Tratado. Así, la figura de la cuestión prejudicial del art. 177 TCE que faculta u obliga a
los tribunales nacionales a plantear una cuestión relativa a la interpretación o validez
del Derecho comunitario, presupone una inmediatez entre la adopción del Derecho, a
escala comunitaria, y su aplicación, por los tribunales nacionales.
La doctrina del TJCE sobre el efecto directo de una directiva que comienza a
perfilarse con este pronunciamiento, se perfecciona con las sentencias “Ratti”, de
5.4.1979, y sobre todo “Ursula Becker”, de 19.1.1982, donde se fijan las condiciones
que han de concurrir, necesariamente, para poder excepcionalmente atribuir efecto
directo a un directiva: que las disposiciones sean “suficientemente precisas”, e
“incondicionales”
Se trata, al igual que la eficacia directa, de una condición existencial del Derecho
comunitario, aunque, a diferencia de aquella, es una noción absoluta. En efecto, la
primacía se predica respecto del ordenamiento jurídico comunitario en su integridad,
independientemente de si es Derecho originario o derivado, o si goza o no de eficacia
directa. Consecuentemente, la “fuerza ejecutiva” del Derecho comunitario no puede
variar en función de la naturaleza de la norma interna antagónica en cuanto su
contenido y alcance. Cabe esgrimir la primacía frente todas las normas nacionales,
sea de naturaleza administrativa, legislativa, jurisdiccional, o incluso constitucional.
Todo juez nacional debe dejar inaplicada, “por su propia autoridad” (ni siquiera
consultando al gobierno de los jueces) toda normativa interna contraria (todas las
autoridades públicas, además del juez, vienen compelidos a aplicar “contra legem” las
normas comunitarias)
Para que este espacio sin fronteras interiores pueda funcionar como un verdadero
mercado integrado donde los agentes económicos puedan desarrollar su actividad en
igualdad de condiciones que los operadores nacionales, se requiere por consiguiente
la supresión de las barreras físicas, pero también técnicas y fiscales. La instauración
del mercado interior precisa, asimismo, un control jurídico de las prácticas mercantiles
susceptibles de comprender el libre juego de la competencia.
Dentro de este concepto amplio hemos de incluir a todo producto cualquiera que sea
su naturaleza y valor comercial, no solo los bienes de consumo, sino también los
bienes culturales y obras de arte, e incluso las mercancías de valor económico
negativo, cual es el caso de los residuos tóxicos.
Por lo tanto, dentro de esta categoría, cabe una subdivisión entre producto
enteramente fabricado en la Comunidad (toda la cadena productiva, desde la materia
prima hasta el producto final, y con piezas igualmente de origen comunitario), y
mercancía que, aunque no tenga su origen en la Comunidad, el resultado último es
asimilable a todos los efectos, en razón de la decisiva transformación que ha
experimentado en la Comunidad.
La única ocasión en que la exigencia de una carga pecuniaria por parte del Estado
se justifica es cuando se percibe en razón de un servicio efectivamente prestado por
las autoridades nacionales. Se trata de un servicio administrativo, no obligatorio, que
se presta al importador, o exportador en su caso, una contraprestación por un servicio
que le reporta una ventaja concreta e individualizare, y siempre y cuando guarde la
debida relación con el valor del servicio y su coste Se trata, únicamente, de casos
específicos, que en modo alguno puede atemperar la prohibición contenida en los
arts. 9 TCE. El TJCE se ha mostrado, en efecto, muy reacio a exceptuar situaciones
respecto de la prohibición genérica. De esta jurisprudencia restrictiva se puede
deducir que este tipo de pagos solo puede eludir la regla general de la prohibición, si
se concreta en una ventaja específica e individualmente otorgada a un operador, y no
a la colectividad o a alguna categoría de operadores.
Sin embargo, Esta postura es errónea, ya que una actitud proteccionista no hace más
que frenar el proceso de adaptación y tiende a exacerbar las dificultades estructurales
En efecto, el propio TJCE ha tenido que fijar límites claros, que permitan diferenciar
una normativa nacional (ámbito de competencia nacional) que por responder a una
necesidad social irremplazable, y por lo tanto prioritaria, no habría que prohibirla,
respecto de disposiciones nacionales, que a pesar de tener competencia el Estado
para ello, estar aparentemente muy legitimadas, de aplicarse por igual a producción
nacional o importada, sus efectos resultan inadmisibles por ser muy restrictivos para
los productos importados.
Para todos los aspectos integrantes de la libre circulación de personas que carecen
de esta finalidad económica exigida por el TCE y de la condición de nacional, esto es,
la libre circulación de los nacionales de terceros países por el territorio comunitario, y
la abolición de los controles sea a nacionales de Estados miembros o de países
terceros en las fronteras entre Estados, se han seguido otros cauces.
Dada la disparidad legislativa en los Estados miembros en esta materia, aun cuando
se prescriba una aplicación no discriminatoria, el resultado puede ser restrictivo al
derecho de establecimiento. Es por ello que el Tratado prevé la adopción de medidas
destinadas a facilitar el ejercicio efectivo del derecho de establecimiento.
a libre prestación de servicios como principio básico del mercado interior: significado
El uno de enero de 1999, cuando dejen de cotizar en los mercados financieros las
monedas de once países de la Unión Europea, y aún más el 1 de julio del año 2002,
cuando desaparezcan definitivamente en favor de una única divisa, el “Euro”, se
habrá consumado el avance más significativo del proceso de integración que tiene
lugar en el viejo continente desde hace medio siglo, adquiriendo carta de naturaleza
como exponente principal de la federalización funcional de los Estados-nación
europeos.