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KEVIN DEYOUNG

PENSANDO
TEOLÓGICAMENTE
SOBRE LAS
TENSIONES
RACIALES

UN RECURSO TGC
¡ESPERAMOS QUE
DISFRUTES ESTE LIBRO!

Nos emociona contarte que el equipo de Coalición


por el Evangelio y de Poiema Publicaciones hemos
lanzado una edición totalmente gratis de este pequeño
libro para que puedas crecer en tu relación con Dios.
En esta oportunidad, compartimos la perspectiva bí-
blica del Dr. DeYoung en cuanto a las problemáticas
raciales que estamos viviendo como sociedad hoy.
¡Te animamos a que lo leas y lo puedas compartir con
otros! A diferencia de otros libros, no tienes que pre-
ocuparte por infringir los derechos de distribución si
vas a compartirlo con otros, pero está prohibido que
saques copias para venderlas.

Con cariño:

Si después de leer este pequeño libro, quieres saber más


sobre nosotros, te invitamos a que visites nuestras páginas web
www.coalicionporelevangelio.org
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UN RECURSO TGC

PENSANDO
TEOLÓGICAMENTE
SOBRE LAS
TENSIONES RACIALES

KEVIN DEYOUNG
Mientras lees, comparte con otros en redes usando

#TeologíaVersusRacismo
#RecursosCoalición

Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales


Kevin DeYoung

© 2021 Poiema Publicaciones

A menos que se indique lo contrario, Las citas bíblicas han sido tomadas
de La Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman
Foundation.

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio


visual o electrónico sin permiso escrito de la casa editorial. Escanear, subir o
distribuir este libro por Internet o por cualquier otro medio es ilegal y puede
ser castigado por la ley.

Poiema Publicaciones
info@poiema.co
www.poiema.co

Categoría: Religión, Experiencia Práctica. Vida Cristiana.

ISBN para la versión impresa: 978-1-950417-92-6


ISBN para la versión electrónica: 978-1-950417-93-3
Impreso en Colombia
SDG211
Tabla de contenido

Introducción
Una fe que busca entendimiento����������������������7

1. La imagen de Dios������������������������������������������ 19

2. El pecado y la culpa��������������������������������������� 45

3. La vida juntos en la iglesia ��������������������������� 75

5
Introducción

Una fe que busca


entendimiento

U na de las grandes necesidades de nuestros


días es que los pastores y líderes cristianos
piensen teológicamente acerca de los asuntos
apremiantes de raza y justicia. Claro, los princi-
pios bíblicos generales se discuten y promueven.
Sabemos que cada persona de cada raza ha sido
hecha a imagen de Dios y que tiene valor y dig-
nidad inherente. Sabemos que la Biblia presen-
ta una bella imagen del cielo en donde gente de
cada lengua, pueblo, y tribu rodean el trono para
adorar al Cristo resucitado. Sabemos que hemos
sido llamados a amar a nuestro prójimo y que el

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Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Señor odia la injusticia. Estas son preciosas ver-


dades, y debemos de ser llamados a recordarlas
con frecuencia.
Sin embargo, luego de que estas conviccio-
nes son rápidamente afirmadas, ¿después qué?
¿Puede la reflexión teológica, apoyada en la Biblia
y en la mejor tradición cristiana, ayudarnos a re-
visar las preguntas que nos dividen? ¿Tienen algo
significativo que decir los pastores entrenados en
griego y hebreo, llenos de credos y confesiones de
antaño? ¿Deben las personas que han pasado años
(en educación formal y estudio diario) aprendien-
do dos mil años de doctrina cristiana (y solo unas
pocas semanas leyendo artículos sobre la brutali-
dad policial) tratar de contribuir a la discusión?
Recientemente, serví en una comité de es-
tudio de nuestra denominación tratando con
asuntos relacionados a la atracción del mismo
sexo y la identidad. Estos son asuntos persona-
les muy cargados, así como la raza. Pero por lo
menos al hablar sobre sexualidad, podemos en-
contrar ayuda inmediata de nuestros documentos

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Introducción

confesionales y de la mejor tradición teológica de


la iglesia. Por siglos, los cristianos han pensando
mucho sobre el matrimonio, sexo, deseo, tenta-
ción, pecado original, pecado actual, pecado en
nosotros, y la santificación progresiva. Aunque
existan nuevas razones para el debate sobre se-
xualidad, muchas de las categorías de la iglesia y
cuidadosos matices, desarrolladas por siglos de
reflexión, discusión, y codificación, se sobrepo-
nen con las preguntas teológicas más importantes
que los cristianos enfrentan.
Se siente diferente al tratar los asuntos racia-
les más problemáticos. Y por un lado, es diferen-
te. La Biblia nos puede hablar de injusticia, pero
no nos puede decir lo que está sucediendo (justo
o injusto) en la policía americana. La Biblia nos
dice claramente que el racismo es pecado, pero
no nos dice cuáles son las razones de las dispari-
dades raciales que continúan al día de hoy. Esto
no quiere decir que los cristianos no deban escri-
bir sobre estos asuntos. Debe importarnos pro-
fundamente; debemos leer de ellos ampliamente

9
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

y exponer nuestros mejores argumentos con un


corazón abierto y con una mente abierta.

• ¿Están siendo los hombres negros ase-


sinados en tasas alarmantes por agentes
de policía, muchos de los cuales han sido
moldeados por una cultura policial de
brutalidad y deshumanización? ¿O es
que no hay evidencia de las disparida-
des anti-negros en los tiroteos, y es fal-
sa la premisa básica de que los policías,
de manera desproporcionada, matan a
negros estadounidenses? ¿O puede la
verdad estar en algún punto medio, que
la policía usa una fuerza no letal en con-
tra de los negros con mayor frecuencia,
pero que no hay una diferencia racial en
los tiroteos que involucran a la policía?
Quizás esta es la forma de hacer que las
estadísticas y las historias tengan sentido.
• ¿Y cómo debemos entender las dispa-
ridades raciales persistentes en todo,

10
Introducción

desde los ingresos y la educación has-


ta la atención médica y la propiedad de
una vivienda? ¿Recae la responsabilidad
de los resultados disparejos en los siste-
mas de opresión? ¿O se deben las dispa-
ridades en gran manera a la regulación
gubernamental excesiva y a las factores
culturales moldeados por una política
social mal informada? Quizás el racismo
sistémico no es una proposición de todo
o nada, o aún la mejor manera de descri-
bir los sistemas “racializados”.

Estas son preguntas extremadamente impor-


tantes. Y aún si se llega a alcanzar un consenso
básico de que debemos mejorar en las áreas men-
cionadas, debemos entonces determinar cómo
puede mejorar la vigilancia policial (¿mejor en-
trenamiento? ¿terminar la inmunidad cualificada?
¿romper los sindicatos de policías? ¿deshacernos
de las manzanas podridas? ¿reconstruir de abajo
hacia arriba?) y cómo las disparidades pueden ser

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Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

mejor reducidas (¿reformar el sistema de justicia


criminal? ¿invertir en educación? ¿enseñar res-
ponsabilidad personal?). Todo eso para decir que
estos son asuntos complicados y difíciles, y no
debemos de confundir nuestro video de YouTube
explicativo favorito, ya sea de izquierda o de de-
recha, como la palabra final acerca del tema o la
manera en que todo buen cristiano debe pensar.

La necesidad de una reflexión teológica


Así que, ¿hacia dónde va este argumento? Mi pun-
to no es desalentar a los cristianos de que le impor-
ten estas cosas, que se vuelvan expertos en estas
cosas, y de trabajar por el cambio donde el cambio
es necesario. No estoy haciendo un llamado a un
involucramiento menor en los asuntos políticos
y cívicos de nuestros días. Estoy haciendo un lla-
mado para que se haga un mayor trabajo teoló-
gico en algunos de los asuntos relacionados. Los
asuntos que nos rodean no se tratan solo de una
data policial en disputa, de lo cual la Biblia no tie-
ne nada que decir. Los asuntos también se tratan

12
Introducción

del pecado, la culpa, la santidad, y la justicia, te-


mas sobre los cuales la Biblia habla una palabra
autoritativa.
En las siguientes páginas espero explorar
varios asuntos teológicos relacionados a nuestra
tensión racial predominante. Me temo que esta-
mos lidiando con nuestras cosas en el orden inco-
rrecto. Empezamos con los asuntos raciales en los
cuales no estamos de acuerdo y luego tratamos de
revisar nuestra teología respectivamente, cuando
debemos de empezar con nuestra teología y lue-
go ver cómo los asuntos raciales se conectan con
las doctrinas que tenemos en común. La buena
teología no va a aclarar cada asunto, pero puede
sorprendernos ver algunos asuntos espinosos vol-
verse menos complicados y más esperanzadores.
Dios mediante, me gustaría escribir sobre es-
tos temas en el resto de este eBook:

• la imagen de Dios,
• el pecado y la culpa,
• la vida conjunta en la iglesia.

13
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

En resumen, quisiera explorar cómo la an-


tropología cristiana, harmatología, y eclesiolo-
gía pueden animar, confirmar, aclarar, y corregir
nuestro pensar.

Un pensamiento final
Una última nota personal mientras concluyo esta
introducción.
Me doy cuenta de que no hay tema más difí-
cil para hablar en América como el de la raza. El
dolor es profundo, el enojo es con frecuencia jus-
tificado, y el miedo por todos lados (de ser malin-
terpretados, de ser hirientes, de ser lastimados,
de ser cancelados) no es irracional. Las últimas
semanas mi mente y corazón han estado en una
constante confusión. Como muchos pastores (o
la mayoría de las personas), he luchado con qué
decir y cómo decirlo. Dada las complejidades y
los embrollos de estos temas, dudo en decir algo
en lo absoluto.
No hay manera de hablar de estos temas y to-
car todos los puntos sensibles. Aún entre aquellos

14
Introducción

que están de acuerdo en las mismas grandes ideas,


todavía hay preguntas sobre qué enfatizar y cuál
audiencia estamos tratando de alcanzar.

• ¿Estamos tratando de reprender a los


simpatizantes neo-confederados?
• ¿Estamos tratando de protegernos en
contra de una agenda impía, comple-
tamente dominante, e izquierdista que
vemos por doquier en los deportes, me-
dios, y entretenimiento?
• ¿Estamos tratando de corregir a cristia-
nos que ven todo a través del lente polí-
tico electoral?
• ¿Estamos tratando de convencer a
nuestros hermanos y hermanas negras
que nos importan y que los estamos
escuchando?
• ¿Estamos tratando de ayudar a los cris-
tianos honestos que están preocupados
por los disturbios y revueltas?

15
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

• ¿Estamos tratando de animar a los poli-


cías piadosos que se sienten desalenta-
dos y abandonados?
• ¿Estamos tratando de criticar a pasto-
res “woke” que están dividiendo a sus
iglesias?
• ¿Estamos tratando de expresar tristeza
por nuestras obvias injusticias raciales,
pasadas y presentes?
• ¿Estamos tratando de ayudar a los cris-
tianos blancos que se preguntan si son
culpables de pecados que ellos no co-
metieron o si ellos pueden estar en des-
acuerdo con cualquier parte de la agenda
de justicia social sin ser racistas?

Todas estas son preguntas importantes, y es-


tamos bien si podemos contestar cualquiera de
ellas. Pero a falta de un libro entero, sería difícil
dar una respuesta significativa a todas. Mi obje-
tivo es trillar teológicamente por algunas de es-
tas problemáticas, confiando que muchas de las

16
Introducción

distintas audiencias pueden ser adecuadamente


abordadas en el camino. Como todos, mi lectura
de la situación actual depende en un sentido im-
perfecto de lo que veo en mis círculos, entre mis
amigos, y en mis redes sociales. Voy a enfatizar
algunos puntos más que otros, resaltando esos
puntos que creo que son poco apreciados o mal-
entendidos. Estoy seguro que no diré todo lo que
debe de decirse.
Sin embargo, vale la pena decir algo aunque
no puedas decirlo todo. Como cristianos, debe-
mos de siempre estar deseosos de razonar cui-
dadosamente y de una manera que sea atrayente
usando la Palabra de Dios. Aunque no creo que
todo asunto controversial alrededor del tema de
raza en este país sea teológico en su naturaleza,
sí creo que todo conflicto cultural puede tener
un número de problemas teológicos en su funda-
mento. Los problemas en la iglesia primitiva pue-
de que sean vistos como desacuerdos prácticos
sobre almuerzos, comidas, y ceremonias, pero
el apóstol Pablo vio en ellos los problemas más

17
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

importantes del evangelio. Pablo siempre trajo


su mejor teología para hacerle peso a los proble-
mas más intratables que enfrentaba su pueblo.
Nosotros debemos hacer lo mismo.

18
1

La imagen de Dios

A l hablar de raza, la imagen de Dios parece


ser un fundamento obvio y sobre el cual
existe un acuerdo. Sin embargo, tiene más que
enseñarnos y más formas de corregirnos de las
que nos percatamos en un principio.
La doctrina misma es multifacética.
Considerando su importancia como concepto
teológico, resaltada tres veces en los primeros ca-
pítulos de Génesis (1:26-28; 5:1-2; 9:6-7), la ima-
gen de Dios no siempre ha sido fácil de definir.
Los teólogos de más edad solían enfatizar
los aspectos estructurales de la imagen de Dios.
Vieron la capacidad del hombre para la inteligen-
cia, la racionalidad, la moralidad, la belleza, y la

19
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

adoración como aquello que nos distingue de los


animales. Incluso en bebés no nacidos y en perso-
nas con discapacidades severas, todavía existe una
capacidad humana única para estas cualidades,
aunque esté restringida por limitaciones físicas o
psicológicas.
Los teólogos más recientes se han centrado
en los aspectos funcionales de la imagen de Dios.
Es decir, relacionan la imagen de Dios más con
nuestra ética que con nuestra esencia. De acuerdo
con pasajes como Romanos 8:29 (“los predestinó
a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo”)
y 1 Corintios 15:49 (“como hemos traído la ima-
gen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial”), la imagen de Dios no es solo algo que
tenemos, es nuestra meta escatológica: lo que es-
tamos llamados a hacer y ser (1 Jn. 3:2-3).
Ambos aspectos nos enseñan algo importan-
te sobre la imagen de Dios, pero la Biblia nos per-
mite decir mucho más sobre lo funcional (lo que
hacemos) que lo estructural (lo que tenemos).

20
La imagen de Dios

Nota, entonces, tres dimensiones adicionales de


cómo desplegamos la imagen de Dios.
Primero, los seres humanos son represen-
tantes de Dios. Así como un antiguo rey colocaba
estatuas de sí mismo en todo su reino, marcando
su propiedad y gobierno, nuestra presencia en el
mundo como portadores de Su imagen marca la
tierra como propiedad de Dios. Además, como
representantes, estamos llamados a ser gober-
nantes y mayordomos. Somos separados de los
animales en que se nos hace “señorear sobre las
obras de [sus] manos” (Sal. 8:6; Gn. 1:28).
Segundo, los seres humanos fueron creados
para estar en una relación con Dios. Único en-
tre sus criaturas, Adán fue creado para un pacto
(Os. 6:7). Como observa Michael Horton, la ima-
gen de Dios no es tanto algo en nosotros, como
es algo entre nosotros y Dios.1 Ser portador de su
imagen es ser el tipo de criatura que puede cono-
cer, servir, y adorar conscientemente al Creador.

1 Michael Horton, The Christian Faith: A Systematic Theology for


Pilgrims on the Way (Zondervan Academics 2011), p 381.

21
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Tercero, los seres humanos fueron crea-


dos para reflejar la justicia de Dios. El Nuevo
Testamento define la imagen de Dios como verda-
dero conocimiento, justicia, y santidad (Ef. 4:24;
Confesión de Fe de Westminster 4.2). Aunque el
pecado ha dañado la imagen divina en el hombre,
todavía podemos ser renovados por Dios para ser
semejantes a Cristo y así reflejar cada vez más su
imagen (Col. 3:9-10).
Este último punto necesita ser enfatizado. No
entenderemos lo que significa ser creado a ima-
gen de Dios a menos que conozcamos a Cristo,
quien es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15-
20). El evangelio es el mensaje sobre la “gloria de
Cristo, que es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4-6),
y por su Espíritu podemos transformarnos en la
misma imagen de gloria en gloria (2 Co. 3:17-18).
En otras palabras, la imagen de Dios ahora se tra-
ta, antes que nada, de Cristo.

22
La imagen de Dios

La imagen de Dios y la raza


Esta es solo la más breve descripción de un ex-
tenso tema. Pero ya que se han establecido su-
ficientes ideas generales, podemos pensar en
las implicaciones del imago dei para la raza y el
racismo. Aquí hay aplicaciones que vale la pena
considerar:
Primero, y más notoriamente, la imagen
de Dios habla del valor y la dignidad inherente
de cada ser humano. No debemos pasar por alto
este punto fundamental. Para empezar, aunque el
mundo habla a menudo sobre el valor y la digni-
dad individual, no está claro en qué se basan las
voces seculares para hacer tal afirmación. ¿Hay
alguna razón ontológica y universal por la que
todo ser humano deba ser tratado con respeto?
¿El valor de cada persona antecede y es inde-
pendiente de nuestra determinación personal o
legal? Estas son preguntas que la doctrina cris-
tiana de la imagen de Dios puede responder. Los
supuestos seculares no descansan sobre el mismo
cimiento seguro.

23
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Además, la triste realidad es que a veces los


cristianos han negado o pasado por alto la ima-
gen de Dios en aquellos que consideran inferio-
res. Esto se materializa en algunas ocasiones al
simplemente sugerir que el “otro” es menos que
humano. También puede ser visto al ubicar la
imagen de Dios estructuralmente en atributos
intelectuales, por ejemplo, de modo que si crees
que el “otro” es por naturaleza intelectualmente
inferior, entonces también tiene menos de la ima-
gen de Dios. En muchas ocasiones, sin embargo,
el imago dei en el “otro” se afirma en un nivel dog-
mático básico sin haber realmente penetrado el
corazón.
En las generalidades teológicas menciona-
das arriba, vimos que la imagen de Dios puede
ser algo en la cual podemos crecer, pero en otro
nivel es algo inherentemente cierto para cada ser
humano: blanco y negro, joven y viejo, dentro
y fuera del útero. Piensa en Génesis 9:6, donde
la pena capital es introducida sobre la base de la
condición irreducible del hombre como portador

24
La imagen de Dios

de la imagen de Dios. Santiago 3:9 es otro texto


clave: “con [la lengua] bendecimos a nuestro
Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hom-
bres, que han sido hechos a la imagen de Dios”.
Aquí la imagen no admite grados. Al contrario, se
nos da un comando universal que depende de la
universalidad de la imagen y semejanza de Dios
en el hombre.
Mientras reflexiono sobre varios puntos ra-
ciales críticos en los últimos años, me temo que
he sido demasiado rápido en pensar: “Sí, por
supuesto, imagen de Dios. Todo cristiano ya lo
sabe y cree eso”. Pero los cristianos blancos no
siempre han creído eso, o al menos no siempre
han actuado como si realmente lo creyeran. La
esclavitud en Estados Unidos se originó en la co-
dicia más que en el racismo. Mientras sobrevivió,
esta institución sacó el racismo del corazón hu-
mano. Se podría argumentar, trágicamente, que
fue precisamente porque Estados Unidos era tan
cristiano que el racismo se volvió tan virulento.
La mayoría de los estadounidenses sabían lo que

25
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

la Biblia requería de ellos al amar a su prójimo


como a sí mismos y al respetar la imagen de Dios
en otros seres humanos. Pero en vez de dejar que
su teología corrigiera su práctica, desarrollaron
formas perversas para concluir que los negros, de
hecho, no eran sus vecinos, no eran portadores
de la imagen de Dios, y no eran completamen-
te humanos. Para muchos cristianos blancos, la
forma de buscar coherencia entre su cristianismo
y la esclavitud era convencerse de que el esclavo
no era el mismo tipo de ser humano que veían en
sí mismos. Aún hoy, haríamos bien en examinar
nuestros corazones y ver si hay alguna parte de
nosotros, cuando nos encontramos con alguien
de una raza o etnia diferente, que se pregunta si
en realidad no estamos hechos de algo más refi-
nado, más noble, y más divino.
Segundo, si la imagen de Dios nos recuer-
da quiénes somos, también nos dirige a lo que
deberíamos ser. Como portadores de la imagen
de Dios, fuimos creados para conocerle y con-
formarnos a la imagen de su Hijo. Esto nos da

26
La imagen de Dios

valor, pero también nos da una vocación. Como


lo expresa John Kilner: la imagen de Dios es tanto
nuestra dignidad como nuestro destino.2
Si nos centramos solo en nuestro valor como
portadores de su imagen, la doctrina cristiana pue-
de terminar sonando igual que cualquier mantra
de autoestima mundano. Por supuesto, el cristia-
no tiene razones metafísicas más consistentes para
concluir lo mismo, pero por sí mismas “Las vidas
negras importan” o “Todas las vidas importan”
recogen solo un aspecto del imago dei. La imagen
de Dios no es solo lo que poseemos, es lo que se
ha dañado y lo que debe renovarse. La imagen de
Dios nos da dignidad, y nos da dirección. Nos dice
que somos importantes y para qué fuimos creados.
Qué maravilloso sería ver a nuestra cultura
recuperar la imagen de Dios tanto como un an-
tídoto contra el racismo hacia nuestros semejan-
tes, así como un antídoto contra la rebelión hacia
Dios. No ayudamos a las personas a comprender

2 John Kilner, Dignity and Destiny: Humanity in the Image of God


(Eerdmans, 2015).

27
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

la imagen correctamente a menos que les señale-


mos la justicia, santidad, y el verdadero conoci-
miento de Dios. La imagen de Dios habla del va-
lor de todas las personas, y llama a cada persona
de cada tribu, lengua, y pueblo a adorar a Aquel
en cuya imagen debemos ser transformados.
Tercero, haríamos bien en comenzar con
lo que tenemos en común y no con lo que nos
separa. A pesar de todo lo que se habla de la mis-
ma imagen de Dios en cada persona, rápidamen-
te nos acostumbramos a hablar y actuar como si
hubieran diferentes especies de seres humanos
separados por un vasto abismo epistemológico y
ontológico. No estoy hablando de un daltonismo
mítico, como si pudiéramos trascender colectiva-
mente todas las categorías de raza y todas las per-
mutaciones de racismo. Si bien la raza puede que
no exista como una categoría biológica esencial,
es un hecho observable de la existencia humana
que el color de la piel no es el mismo. No estoy
evitando cada uso de la palabra “raza”. Lo que
estoy sugiriendo es que los cristianos rechacen

28
La imagen de Dios

cualquier ideología que sugiera que la raza es la


primera, y quizás la principal, determinación de
lo que significa ser humano.
Toma un grupo de negros, blancos, asiáticos,
hispanos, y cualquier otra expresión de diversidad
racial o étnica. ¿Qué podemos decir de todos en
la sala? Todos fueron creados a imagen de Dios,
todos heredaron la culpa original y la corrupción
original de Adán, y todos necesitan la justicia im-
putada de Cristo. Debemos recordar que antes
de que exista la experiencia única de ser blanco o
negro, existe una naturaleza humana compartida.
No se equivoquen, durante gran parte de la histo-
ria de Estados Unidos, los blancos ejercieron un
poder opresivo sobre los negros. Eso genera dife-
rentes experiencias, diferentes heridas, y diferen-
tes miedos. Sin embargo, esas diferencias no son
intrínsecas al blanco y al negro. En otros lugares
y en otros tiempos, las diferencias se han desarro-
llado entre blanco y blanco, o negro y negro, o
árabe y judío, o chino y japonés, o romanos libres
y romanos esclavizados.

29
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

No hay una naturaleza blanca, negra, asiática,


o hispana. Hay una naturaleza humana. Cualquier
noción contraria solo refuerza el tipo de ideas
racializadas que estamos tratando de superar.
Cuando comenzamos con blanco o negro en lu-
gar de la imagen de Dios, nos excluimos el uno al
otro de nuestra humanidad compartida, condu-
ciéndonos como si apenas pudiéramos hablarnos
el uno al otro, aprender unos de otros, o amarnos
en la división racial. Cuando conoces a alguien
de una raza diferente, debes ver en ese hom-
bre o mujer alguien como tú, en vez de alguien
diferente a ti: alguien que, en el fondo, tiene el
mismo tipo de miedos, pecados, necesidades, y
aspiraciones. Deberíamos pensar: “Este es mi ve-
cino con un alma inmortal. Y aunque puede te-
ner experiencias, para bien o para mal, que yo no
he tenido, estoy en frente de alguien que ha sido
creado a imagen de Dios igual que yo”.
Cuarto, como portadores de la imagen de
Dios, somos agentes morales libres, respon-
sables ante Dios de nuestras decisiones. Por

30
La imagen de Dios

“libre” no me refiero a negar que la voluntad no


regenerada está esclavizada al pecado. Estoy ha-
blando de la libertad que tenemos como seres
humanos para hacer lo que nuestra voluntad de-
see. Como he dicho antes, si el intelecto tiene el
poder de decisión (libertad de la necesidad físi-
ca) y la voluntad puede ejercerse sin compulsión
externa (libertad de la necesidad de coacción),
entonces nuestros pecados pueden ser llamados
voluntarios y podemos ser responsabilizados por
ellos.
Esto significa que si bien queremos tratar de
entender por qué las personas toman decisiones
pecaminosas (ver más abajo), en última instan-
cia, no queremos excusar esas decisiones. Esto
es cierto si ese ambiente es el sur de los Estados
Unidos en los 1800, una universidad prestigiosa,
una comunidad rural, o un gueto urbano. No im-
portan las normas culturales o las expectativas
sociales, el alborotador sin ley no está excusado
en su pecado, ni el racista de nuestra era está jus-
tificado en su pecado. Siempre somos moldeados

31
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

por nuestra historia y nuestro entorno, pero nun-


ca somos un mero producto de estos. Sugerir lo
contrario es negar quiénes somos como seres
morales hechos a imagen de Dios.
Quinto, debemos tratar de entender a
nuestros compañeros portadores de la ima-
gen de Dios como personas íntegras, no como
versiones truncadas de las peores partes de su
vida y carácter. Este compromiso es un comple-
mento necesario del punto anterior. Piensa en la
respuesta que el policía da, al matar a un hombre
negro con antecedentes penales. Algunas voces
recuerdan rápidamente (y repiten) la hoja de an-
tecedentes penales del hombre. El hombre muer-
to se reduce a una lista de errores que cometió
o al número de citas y arrestos que recibió. Por
supuesto, debemos entender el contexto inme-
diato en el que ocurrió el tiroteo, especialmente
si se estaba produciendo una actividad criminal
violenta en ese momento. Pero dicha actividad
ha estado ausente en muchos de los tiroteos más
conocidos de los últimos años. Recitar el récord

32
La imagen de Dios

de la víctima, entonces, tiene el efecto de comu-


nicar, si no un “era de esperarse”, entonces al me-
nos un “de todos modos no era un buen tipo”. El
hombre se presenta, implícitamente y a menudo
explícitamente, como nada más que un rufián.
Como cristianos, sabemos que nuestro próji-
mo merece ser tratado con respeto, no solo por-
que porta la imagen de Dios, sino porque estamos
llamados a tratarlo como queremos ser tratados.
Este principio se aplica tanto a los muertos como
a los vivos. Las personas del pasado son, en mu-
chos sentidos, las personas más extranjeras que
“conoceremos”. Podemos participar más de las
suposiciones y experiencias compartidas con
alguien que vive en el otro lado del mundo que
con alguien que vivió en nuestro propio país hace
doscientos años. Además, cuando tratamos con
los muertos, tratamos con personas que no pue-
den responder a nuestras acusaciones, no pueden
cambiar nada de lo que han hecho o dicho, y no
pueden demostrarnos ningún otro crecimiento o
cambio. Eso pone el objeto de nuestro estudio en

33
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

una posición precaria y exige al historiador ho-


nestidad y caridad.
¿Significa esto que tenemos que abstener-
nos de contar la historia con todos sus defectos?
Por supuesto que no. Pero debemos evitar contar
una historia que sea “defectos y nada más”. Las
complejidades del pasado son reducidas rápida-
mente a puntos de conversación simplistas para
el presente. Aún cuando las personas del pasado
merecen una censura severa, es demasiado fácil
para nosotros condenarlas totalmente con las
mismas tendencias reduccionistas que desprecia-
mos cuando son usadas para juzgarnos o juzgar a
las personas que queremos defender.
No estoy llamando al relativismo moral,
sino al razonamiento moral. Hay una diferencia
entre el hombre imperfecto que logró grandes
cosas y defendió una causa heroica y el hombre
imperfecto que logró cosas dudosas y defendió
una causa pecaminosa. Pasado, presente, o futu-
ro, nadie quiere ser definido únicamente por sus
fallas. Tratar con nuestro prójimo portador de la

34
La imagen de Dios

imagen de Dios como una persona completa, con


honestidad, compasión, y caridad, no eliminará
las tensiones raciales, pero podríamos ser capaces
de enmendar parte de la división que nos separa.
Sexto, debemos demorar en atribuir a los
individuos portadores de la imagen de Dios ca-
racterísticas desfavorables asociadas con una
identidad de grupo más amplia; especialmente
cuando esa identidad de grupo más amplia no
fue elegida libremente o el grupo más amplio
denuncia esas características desfavorables.
Este último punto requiere la mayor cantidad
de matices, pero también puede ser el más im-
portante. Regresa al pasaje donde Santiago ins-
truye al creyente a domesticar la lengua porque
no debemos maldecir “a los hombres, que han
sido hechos a la imagen de Dios” (Stg. 3:9). La
advertencia contra la maldición no es idéntica a
“atribuir características desfavorables”. Entiendo
que Santiago está haciendo una aseveración más
seria, pero la lógica subyacente es instructiva.
Según Santiago, la persona la cual estás a punto

35
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

de maldecir se encuentra ante ti irreductible-


mente como alguien hecho a semejanza de Dios.
Cualquier otra cosa que pienses sobre él o quieras
decir sobre él, sin importar los pecados que haya
cometido, primero debes considerarlo como un
individuo que es hecho a la imagen del Creador
antes de cualquier otra cosa.
Habrá pocas esperanzas de sanar nuestra tie-
rra hasta que nos neguemos a derribar a la gente
y a callarles la boca en base a los peores ejemplos
de su identidad grupal más amplia. Y antes de que
tu pienses (o yo) que este es el problema de otra
persona, considera:

• Cuando sucedió el 11 de septiembre,


¿pensaste “así son los musulmanes”, o te
preocupó que los musulmanes fueran se-
ñalados injustamente por las acciones de
unos pocos extremistas islámicos?
• Cuando alguien señala que el COVID-19
se originó en China y que los funciona-
rios chinos mintieron sobre lo que estaba

36
La imagen de Dios

sucediendo, ¿te aseguras de que los asiá-


ticos en general no sean maltratados?
• Cuando los cristianos son burlados en la
prensa convencional, ¿crees que fue el
resultado de un mal periodista o es algo
sintomático de una profesión que des-
precia a los conservadores religiosos?
• Si realmente se colocó una cuerda en
forma de nudo de horca en el garaje de
Bubba Wallace, y el perpetrador era
blanco, ¿verías esto como una ilustración
de la supremacía blanca sistémica o la ac-
ción de un solo racista?
• Cuando un oficial de policía blanco dis-
para a un hombre negro desarmado, ¿es
probable que llegues a la conclusión de
que el oficial era una manzana podrida o
que este es solo un ejemplo más de par-
cialidad policial contra los negros?

Podría seguir elaborando escenarios que in-


volucren a casi cualquier grupo racial, religioso,

37
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

o étnico (y también a algunas profesiones). El he-


cho es que todos escuchamos noticias de ciertos
tipos malos y rápidamente pensamos: “sí, así son
esas personas”, mientras escuchamos noticias de
otros tipos malos y queremos decir: “esperen un
minuto; la mayoría de esas personas no son así”.
Nos vendría bien una dosis saludable de indivi-
dualismo, no del tipo “llanero solitario”, sino del
tipo que permite a una persona portadora de la
imagen de Dios presentarse ante nosotros como
individuo antes de ser definido o considerado re-
presentante de algún grupo más amplio. Sé que
el individualismo puede ser problemático (¿no
son la mayoría de los ismos?), y tal vez “agencia
individual” sea una mejor expresión, pero no
olvidemos que fue el cristianismo quien enseñó
a Occidente a valorar al individuo. Después de
todo, Dios no creó primero una comunidad; hizo
un hombre, y estaremos ante él como un hombre
o mujer individual (Heb. 9:27). Interpretada co-
rrectamente, existe una justificación bíblica para
tratar a las personas como individuos.

38
La imagen de Dios

Sé que es más fácil decirlo que hacerlo.


Como práctica absoluta, es imposible. No pode-
mos evitar generalizar en función de algunos fac-
tores externos y sacar conclusiones más amplias
de la evidencia anecdótica. La ropa que uso, la
forma en que hablo, el trabajo que tengo, el lu-
gar de donde soy, el color de mi piel, todos dan
información significativa sobre mí. El objetivo no
es fingir que no hacemos generalizaciones y ex-
trapolaciones. El objetivo es hacer nuestro mejor
esfuerzo para no asumir lo peor y dejar que las
personas que pertenecen a grupos más amplios,
y eso somos todos, nos sorprendan con su indivi-
dualidad. Incluso si no podemos evitar las prime-
ras poderosas impresiones, podemos realizar es-
tas evaluaciones provisionalmente, con la mano y
el corazón abiertos.
Además, decir que deberíamos ser lentos
para atribuir características desfavorables a las
personas en función de la afiliación grupal no es
decir que debemos ser lentos para enfrentar ma-
las ideas, malas políticas, y malos antecedentes

39
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

que puedan existir en esos grupos. Podemos ha-


cer preguntas sobre la naturaleza de la vigilan-
cia, o la naturaleza del Islam, o la naturaleza del
cristianismo evangélico sin imputar los peores
ejemplos a cada oficial de la policía, musulmán,
o cristiano.

Un pensamiento final
Hace varias semanas, una fiesta del día de la
emancipación en el norte de Charlotte estalló en
violencia. Se dispararon cientos de tiros, con más
de una docena de personas muertas o heridas.
El concejal de la ciudad de Charlotte, Malcom
Graham, que sirve al distrito donde ocurrió el
tiroteo, expresó su tristeza por la violencia reno-
vada en un área que ha estado haciendo esfuerzos
para mejorar. “Esto no nos define, pero cierta-
mente es algo muy trágico”, dijo Graham. “Lo que
sucedió anoche en la ciudad y en esa esquina, que
tiene antecedentes de autosuficiencia, de buen
trabajo realizado por líderes y organizaciones
del vecindario. Anoche ciertamente no definirá

40
La imagen de Dios

quiénes somos, pero ciertamente es motivo de


preocupación sobre cómo nos comportamos”.3
Estoy de acuerdo con el concejal Graham.
Las acciones de unos pocos no deberían definir el
carácter de muchos. Y lo que vale para el norte de
Charlotte, vale para todo el país. En el corazón de
nuestra tensión racial actual hay un sentimiento
compartido por casi todos: ¿Por qué me juzgan
en base a los peores ejemplos de mi color de piel,
mi origen étnico, o mi profesión?
Hay 330 millones de personas en Estados
Unidos. Si se conocieran todos nuestros pensa-
mientos, palabras, y acciones, podría defender el
caso de una América terriblemente distópica. Si
buscamos lo suficiente, encontraremos justifica-
ción para nuestros peores temores. Siempre ten-
dremos ejemplos de nuestra tribu siendo víctima
de la otra tribu. Siempre tendremos ejemplos de
que nuestro lado se comporta noblemente y el

3 https://www.wsoctv.com/news/local/police-block-party-north-
charlotte-leaves-two-dead-12-others-hurt/4NTMURR3V5BB7IGF2X
T4QVJLHI/

41
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

otro lado se comporta cobardemente. Nos asegu-


ra a todos que nuestra narrativa preferida es com-
pletamente infalsificable.
Algunos de los portadores de la imagen de
Dios cometen actos de maldad atroz. Deben ser
disuadidos, denunciados, y castigados. Algunas
instituciones y leyes en el mundo de Dios son
injustas. Deben ser cambiadas y sus efectos me-
jorados. Al mismo tiempo, amar con seguridad
a nuestros vecinos implica dar el beneficio de la
duda a los demás siempre que sea posible: no asu-
mir lo peor del individuo y no asumir que el peor
individuo es representativo de todo el grupo. Si
vamos a quemar el país, figurativa y literalmen-
te, cada vez que vemos a los malos haciendo co-
sas malas, le damos poder a las peores personas
para que establezcan nuestra agenda en lugar
de las mejores personas. Deberíamos rechazar
cualquier narrativa que nos diga que “esas otras
personas”: negros, blancos, hispanos, asiáticos,
policías, manifestantes, musulmanes, cristia-
nos, judíos, ateos, ricos, pobres, republicanos,

42
La imagen de Dios

demócratas, conservadores, liberales, son tan


malos como las peores personas de su clase. No
debemos maldecir a las personas hechas a seme-
janza de Dios. Más aún, deberíamos tener una
buena razón antes de castigarlos también.

43
2

El pecado y la culpa

E ste artículo ha sido difícil de escribir. De


todos los temas de esta breve serie, este es
el que literalmente me ha mantenido despierto
en la noche. Cada vez que pensaba que ya sabía
qué decir, diez ideas más bombardearon mi cere-
bro. Cada vez que pensaba que sabía cómo decir
lo que quería decir, una docena de advertencias
relegaban mi pensamiento anterior. Parte de lo
que hace que esta publicación en particular sea
tan desafiante es que los temas aquí son tan per-
sonales y tan prevalentes. En el centro de cada
discusión sobre el racismo está la realidad del pe-
cado y la culpa. Aún entre las personas seculares,
aunque no usen las palabras “pecado” y “culpa”,

45
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

la energía moral detrás de las protestas contra el


racismo y la insistencia en los programas de di-
versidad corporativa asume que el racismo es éti-
camente repugnante y que aquellos que son cul-
pables de racismo merecen corrección y censura,
si no una rápida retribución.
Este tema es un asunto urgente dentro de
la iglesia, no solo porque todavía existe racismo
manifiesto entre los cristianos, sino porque exis-
te confusión acerca de: (1) lo que constituye el
racismo, (2) si la mayoría (o la totalidad) de los
blancos son culpables de racismo, y (3) cuán se-
guros podemos estar de que las personas puedan
estar libres de racismo. Si bien casi todos los cris-
tianos afirmarían que el racismo es un pecado,
esa convicción por sí sola no ha aclarado otros
aspectos importantes de nuestra fe y práctica.
Con eso en mente, aquí hay cinco declaracio-
nes (más un pensamiento final) para ayudarnos a
pensar personal, corporativa, y existencialmente
sobre el pecado y la culpa.

46
El pecado y la culpa

1. El racismo es un pecado
La Biblia nunca habla del racismo per se. Eso no
significa que estamos mal al hablar del racismo
(nuestras Biblias tampoco contienen las palabras
“Trinidad” o “misiones”). Pero sí significa que
haríamos bien en comenzar con los pecados bí-
blicos explícitos y ver cómo se relacionan con la
categoría moderna de racismo en lugar de tomar
la posición opuesta.
Hay más de 20 listas de vicios en el Nuevo
Testamento (Mt. 15:19; Mc. 7: 21-22; Ro. 1:29-
31; 13:13; 1 Co. 5:10-11; 6:9-10; 2 Co. 6:9-10;
12:20-21; Gá. 5:19-21; Ef. 4:31; 5:3-5; Co. 3:5,
8; 1 Ti. 1:9-10; 2 Ti. 3:2-5; Tit. 3:3; Stg. 3:15; 1
P. 2:1; 4:3, 15; Ap. 9:21; 21:8; 22:15), las cuales,
cuando son consideradas juntas, mencionan do-
cenas de pecados diferentes. Aquí, por ejemplo,
está Gálatas 5:19–21, una de las listas más conoci-
das y completas:

“Ahora bien, las obras de la carne son


evidentes, las cuales son: inmoralidad,

47
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

impureza, sensualidad, idolatría, hechi-


cería, enemistades, pleitos, celos, eno-
jos, rivalidades, disensiones, herejías,
envidias, borracheras, orgías y cosas se-
mejantes, contra las cuales les advierto,
como ya se lo he dicho antes, que los que
practican tales cosas no heredarán el rei-
no de Dios”.

Obviamente, el racismo no está en esta lista


de pecados ni en ninguna de las otras listas de vi-
cios. Pero, como es obvio, podemos ver cómo el
racismo podría mapearse en estas obras de la car-
ne. Mira los pecados sociales a la mitad de la lista.
¿No podríamos decir que el racismo es enemistad
(basado en la raza), pleitos (basado en la raza),
enojos (basado en la raza), rivalidades (basado
en la raza), disensiones (basado en la raza), y di-
visiones (basado en la raza)? Odiar a los demás
está mal, y la raza (grupos de personas que com-
parten características físicas como el color de la
piel) puede ser una razón por la que las personas

48
El pecado y la culpa

odian. El orgullo y la ambición egoísta están mal,


y la raza puede ser motivo de orgullo y ambición
egoísta. La parcialidad y mostrar favoritismo ba-
sado en apariencias externas están mal (Stg. 2:1),
y la raza ha sido una razón del pecado de parciali-
dad. En otras palabras, si bien el racismo no está
implícito en estos pecados, puede verse como
una subespecie de ellos. El racismo es un pecado
no solo por lo que le hace a los demás, sino por-
que es una ofensa a Dios y una transgresión de
la ley de Dios (1 Jn. 3:4; cf. Confesión de Fe de
Westminster 14).
El racismo se ha convertido en una palabra
difícil de definir. Y, sin embargo, las categorías
bíblicas de enemistad, orgullo, y parcialidad aún
funcionan con una definición de sentido común.
Si buscas “racismo” en Google, la primera defi-
nición proviene de Dictionary.com y dice: “pre-
juicio, discriminación, o antagonismo dirigido a
una persona o personas sobre la base de su per-
tenencia a un grupo racial o étnico particular, tí-
picamente uno que es una minoría o marginado”.

49
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Creo que así es como la mayoría de la gente usa


la palabra. El racismo es otra forma de no amar a
tu prójimo como a ti mismo, una forma particu-
larmente atroz porque niega que la otra persona
es un vecino completamente humano, en primer
lugar.

2. El racismo es el resultado del pecado


original, pero no es el pecado original
Como evento histórico, el pecado original puede
referirse a la primera transgresión de Adán en el
jardín. Teológicamente, sin embargo, el pecado
original se refiere a la culpa y la corrupción que
todo ser humano ha heredado de Adán. Del pe-
cado original brotan los pecados actuales, no “ac-
tuales” en el sentido de real o “actual” en lugar de
“internos”, sino “actuales” porque proceden de un
acto del alma. Todo pecado, tanto original como
actual, trae culpa sobre el pecador (Confesión de
Fe de Westminster 6.6). El racismo, entonces, es
una manifestación de nuestra corrupción original
“por la cual estamos completamente impedidos,

50
El pecado y la culpa

incapaces y opuestos a todo bien, y enteramente


inclinados a todo mal, proceden todas nuestras
transgresiones actuales” (Confesión de Fe de
Westminster 6.4).
A menudo se dice que el racismo (o escla-
vitud) es el “pecado original” de países como
Estados Unidos, lo que significa que el racismo
ha infectado a la sociedad desde su inicio, produ-
ciendo siglos de dolor y sufrimiento, cuyo legado
aún no han superado. Si bien podemos afirmar el
“pecado original” en este contexto como un eu-
femismo histórico, debemos ser cuidadosos para
que no interpretemos el racismo como si fuera
literalmente un pecado original. En la doctrina
cristiana, el pecado original nos es imputado en
virtud de nuestra unión con Adán, nuestro jefe fe-
deral. No está claro el mecanismo por el cual los
pecados de los antepasados blancos
​​ se imputan
automáticamente a los blancos de hoy, especial-
mente cuando hoy los “blancos” pueden incluir
hispanos, judíos, irlandeses, europeos del sur,
europeos del este, inmigrantes recientes, y otros

51
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

grupos que no son parte del linaje directo de ra-


cistas blancos del pasado y que a menudo fueron
discriminados por esos mismos blancos.
Piensa en la forma en que el racismo funcio-
na como el pecado original en algunas ideologías
seculares: toda persona blanca hereda la culpa y
la corrupción original del racismo, todo lo que
hacen los blancos está contaminado por el racis-
mo, y cada persona blanca debe ser despertada a
la realidad del racismo en su vida. Esto es antirra-
cismo como religión. Además, la vida del antirra-
cismo requiere de un constante arrepentimiento
y discipulado, y exige un celo para convertir a
aquellos cuyos ojos han sido abiertos y para con-
denar a aquellos que “no lo entienden”.
Claro, el problema no es llamar a las personas
a arrepentirse del racismo y a considerar cómo
puede infiltrarse en varios aspectos de sus vidas.
¡Deberíamos hacer eso! El problema radica en re-
petir la historia cristiana como lo hacen muchas
voces seculares que a menudo toman prestado in-
voluntariamente el propósito religioso y el fervor

52
El pecado y la culpa

del cristianismo, mientras predican una nueva


doctrina del pecado original que se aplica solo a
algunos y de una manera que no presenta la ofer-
ta gratuita del evangelio a cualquiera.

3. El racismo es un pecado insidioso,


pero no un pecado imperdonable
Piensa nuevamente en el pasaje de Gálatas 5. Por
un lado, hay una guerra dentro de cada cristia-
no entre los deseos de la carne y los deseos del
Espíritu. Hay cosas que queremos hacer en la car-
ne que el Espíritu nos impedirá hacer (v. 17). Por
otro lado, Pablo espera que el cristiano esté libre
de las obras de la carne como una forma habitual
de vida. Si hacemos tales cosas, más precisamen-
te si hacemos una práctica de tales cosas, no here-
daremos el reino de Dios (v. 21).
Entonces, como deseo de la carne, cualquier
enemistad basada en la raza, u orgullo basado en
la raza, es algo contra lo que los cristianos deben
luchar y confesar regularmente. Pero como obra
de la carne, el racismo no nos definirá, como

53
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

ningún otro pecado debería definir a un cristia-


no. Pablo entendió que los cristianos podrían
luchar contra los deseos carnales por el pecado
sexual (v. 17), pero no esperaba que dijeran con
falsa humildad: “Sí, somos cristianos de orgía y lo
seremos el resto de nuestras vidas”.
Una vez que recordamos que el racismo es un
pecado en la historia cristiana, y no por sí mismo la
historia cristiana, los elementos del racismo pue-
den ser desmitificados. Como cualquier pecado,
el racismo, como parte de la corrupción perma-
nente de nuestra naturaleza, puede permanecer
en aquellos que están regenerados (Confesión de
Fe de Westminster 6.5). Y como cualquier peca-
do, el racismo puede ser perdonado, mortificado,
y santificado en Cristo.
Para el cristiano, el pecado sigue estando
presente pero menos poderoso. No deberíamos
sorprendernos, por lo tanto, si encontramos que
el racismo todavía está arraigado en nuestros
corazones, ni deberíamos considerar imposible
que el racismo pueda erradicarse de nuestros

54
El pecado y la culpa

corazones. Los cristianos que descartan rápida-


mente cualquier consideración de que puedan
tener tendencias racistas pueden necesitar que se
les recuerde sobre el continuo atractivo y el en-
gaño del pecado. Por otro lado, los cristianos que
descartan rápidamente cualquier consideración
de que ellos, u otros, nunca pueden dejar de ser
racistas, pueden necesitar que se les recuerde el
poder perdonador y transformador del evange-
lio. Como cristianos nacidos de nuevo, podemos
ser obedientes a Dios y hacer lo que es verdade-
ramente bueno, incluso si no es perfectamente
bueno (Confesión de Fe de Westminster 16.2, 6).

4. El racismo es un pecado serio,


pero no es la única forma de pecar
La iglesia debe aclarar a sus miembros, a menudo
obsesionados con justificarse antes de compa-
decerse de los demás, que el racismo es un pe-
cado serio. La iglesia también debe dejar claro al
mundo, a menudo obsesionado con un puñado
de transgresiones preferidas, que hay muchas

55
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

maneras de pecar, y todas ellas merecen la justa


ira de Dios. Si el racismo es una forma de violar
el sexto mandamiento, hay docenas de formas en
que podemos romper ese mandamiento, y otros
nueve mandamientos más. Reducir el cristianis-
mo al antirracismo no es mejor que reducir el
cristianismo a ser anti-fornicación o antiaborto.
A decir verdad, la mayoría de nosotros nos en-
focamos en los pecados que aquellos en nuestro
círculo social ya saben que son pecados. Ser “pro-
fético” usualmente significa denunciar los peca-
dos que no vemos en nosotros mismos, pero sí
vemos en los demás. Es una manera fácil de verse
bien, sentirse bien, y convencernos de que somos
buenos.
Este punto sobre “no es la única forma de pe-
car” va en ambas direcciones. El pecado es más
variado de lo que pensamos, y la ley del amor
abarca más de lo que imaginamos. Podríamos en-
contrar más puntos en común sobre el tema del
racismo si ampliamos nuestras categorías mo-
rales solo un poco. El mundo conoce solo unos

56
El pecado y la culpa

pocos pecados, y el racismo es uno de ellos. Por


lo tanto, no es sorprendente que cientos de erro-
res diferentes, algunos de ellos pecados de comi-
sión, otros pecados de omisión, y algunos que no
son pecados en lo absoluto, sean etiquetados en
esta categoría llamada racismo. Como resultado,
el mundo quiere decir que no hay nada peor que
el racismo y, al mismo tiempo, la mayoría de las
personas deberían confesar ser racistas. Es una
receta para la confusión, la justicia propia, y el
desacuerdo constante.
Afortunadamente, la iglesia puede ser más
matizada. ¿Qué pasaría si, en lugar de perpetuar
la lógica binaria que hace que cada discusión mo-
ral sea una cuestión racista o no racista, hablamos
sobre todas las formas en que estamos llamados a
amarnos y todas las formas en que podemos fallar
en ese llamado? Esto no significa que no usemos
la palabra racista o que no tratemos el pecado
con seriedad. Significa que nos concentramos
menos en esa etiqueta y nos enfocamos más en

57
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

las docenas de formas relacionadas en que debe-


ríamos vivir como cristianos.
Toma el Catecismo de Heidelberg por ejem-
plo. Me dice que: “ni por mis pensamientos, pa-
labras, actitud y aún menos por mis actos, por
mí mismo o por medio de otro, llegue a injuriar,
odiar, ofender o matar a mi prójimo”. También
dice: “No debo ser parte de esto en otros” y que
“renuncie a todo deseo de venganza” (HC 105).
Además, no es suficiente que me abstenga de
odiar o matar a mi vecino. No, positivamente,
“Dios… quiere que amemos a nuestro prójimo
como a nosotros mismos, usando para con él
toda benignidad, mansedumbre, paciencia y mi-
sericordia, impidiendo, hasta donde nos sea po-
sible, el mal que le podría sobrevenir, haciendo
bien incluso a nuestros enemigos” (HC 107). En
todas las cosas, debería hacer “todo lo que sea útil
a mi prójimo” y “hacer con él lo que yo quisiera
que él hiciese conmigo” (HC 111).
El Catecismo de Heidelberg resume cómo
todos debemos tratar a todos los demás, y es más

58
El pecado y la culpa

complicado que ser racista o no racista. Cuando


nuestro razonamiento moral se reduce a esta ló-
gica binaria, a menudo somos demasiado duros y
demasiado blandos al mismo tiempo. Demasiado
duros al etiquetar a aquellos con la letra escarlata
“R” por cosas que no llegan al racismo, y dema-
siado blandos al no exhortarnos mutuamente a
todas las obligaciones que la ley exige del pueblo
de Dios. El Catecismo Mayor de Westminster,
por ejemplo, enumera más de 30 deberes reque-
ridos en el sexto mandamiento: obligaciones
como pensamientos caritativos, comportamien-
to cortés, disposición a reconciliarse, perdón de
injurias, consuelo a los angustiados, y protección
de los inocentes, y más de veinte pecados prohi-
bidos en el sexto mandamiento. No tenemos que
conformarnos con la lista de palabras y pensa-
mientos prohibidos de nuestra cultura, cuando
tenemos a nuestra disposición el vocabulario
moral y la imaginación moral de la iglesia que es
mucho más rica.

59
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

5. En Estados Unidos, el racismo ha sido


un gran pecado de los blancos, pero eso
no hace que todos los blancos sean hoy
culpables de esos pecados históricos
Si bien la enemistad, el orgullo, y la parcialidad
son pecados que todos cometen, debemos reco-
nocer que la expresión racista de estos pecados
ha sido el pecado más notorio y destructivo de
los blancos en este país. Además, tenemos razo-
nes para creer que estos pecados han sido espe-
cialmente atroces a los ojos de Dios. Contrario a
las nociones evangélicas populares de equivalen-
cia moral, algunos pecados son peores que otros.
El Catecismo Mayor de Westminster explica que
los pecados se hacen más graves debido a: (1) las
personas que ofenden, (2) las personas ofendidas,
(3) la naturaleza y calidad de la ofensa, y (4) las
circunstancias de tiempo y lugar (151). En todos
los sentidos, el racismo en la historia de Estados
Unidos ha sido un pecado particularmente grave:
a menudo proviene de personas de “mayor ex-
periencia o gracia” y de aquellos “cuyo ejemplo

60
El pecado y la culpa

es probable que otros sigan”. A menudo ha sido


contra otros santos, contra “el bien común de to-
dos”, y a menudo ha implicado pecar “en el día
del Señor”.
Podríamos seguir usando el lenguaje con-
tundente del Catecismo. La larga historia de la
esclavitud y Jim Crow fueron pecados “contra la
letra expresa de la ley”, “no solo concebidos en
los corazones, sino también en palabras y accio-
nes”. Los pecados se cometieron contra la “luz
de la naturaleza” y la “convicción de conciencia”.
Se hicieron de manera “deliberada, voluntaria,
presuntuosa, imprudente, jactanciosa, maliciosa,
frecuente, obstinada”, y “con deleite”. El racismo
es muy importante en nuestra conciencia nacio-
nal porque no ha habido pecado en nuestra histo-
ria que haya sido perpetuado por tantas personas
durante tantos años con tanta fuerza destructiva.
Entonces, ¿qué significa eso para los blan-
cos de hoy que denuncian todos los pecados
mencionados anteriormente? ¿Un color de piel

61
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

compartido hace que uno sea culpable de las


ofensas de personas en el pasado?
Como he dicho antes, creo que la Biblia tiene
una categoría para la responsabilidad corporativa,
pero existen límites importantes para el uso de esta
categoría.
En lo que respecta a esto, el libro de los
Hechos es un caso de estudio esclarecedor. Por
un lado, Dios puede responsabilizar a las personas
por los pecados que no hayan cometido directa-
mente. En Hechos 2, Pedro acusa a los “hombres
de Judea y a todos los que viven en Jerusalén” (v.
14) de crucificar a Jesús (v. 23, 36). Claro, hicie-
ron esto por manos de hombres sin ley (v. 23).
Pero, como judíos presentes en Jerusalén duran-
te la semana de la crucifixión, tenían cierta res-
ponsabilidad por la muerte de Jesús. Del mismo
modo, Pedro acusó a los hombres de Israel reuni-
dos en el pórtico de Salomón de entregar a Jesús
y negarlo en presencia de Pilato (Hch. 3:11-16).
Si bien no sabemos si cada persona en la multi-
tud de Hechos 3 había elegido a Barrabás sobre

62
El pecado y la culpa

Cristo, Pedro ciertamente se sintió cómodo al


poner la crucifixión a sus pies. La mayoría, si no
todos, habían jugado un papel activo en los even-
tos que condujeron a la muerte de Jesús. Este era
un pecado que necesitaba arrepentimiento (v.
19, 26). Vemos lo mismo en Hechos 4:10 y 5:30
donde Pedro y Juan acusaron al concilio (es de-
cir, el Sanedrín) de matar a Jesús. En resumen,
los judíos en Jerusalén durante los últimos días de
Jesús eran responsables de su asesinato.
Sin embargo, una vez que la acción abandona
Jerusalén, las acusaciones comienzan a sonar dife-
rentes. Al hablar con Cornelio (un gentil), sus pa-
rientes y amigos cercanos, Pedro relata que ellos
(los judíos en Jerusalén) dieron muerte a Jesús
(10:39). Más específicamente, Pablo le dice a la
multitud en Antioquía de Pisidia que “los que vi-
ven en Jerusalén y sus gobernantes” condenaron a
Jesús (Hch. 13:27). Este discurso es especialmen-
te importante porque Pablo está hablando con
judíos. Él no culpa a los judíos en Antioquía de
Pisidia de los crímenes de los judíos en Jerusalén.

63
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Este es un patrón consistente. Pablo no acu-


sa a los judíos en Tesalónica o Berea de matar a
Jesús (Hch. 17), ni a los judíos en Corinto (Hch.
18), o en Éfeso (Hch. 19). De hecho, cuando
Pablo regresa a Jerusalén años después de la cru-
cifixión, no acusa a los judíos de matar a Jesús; él
ni siquiera acusa al consejo de ese crimen (Hch.
23). No culpa a Félix (Hch. 24), o Festo (Hch.
25), o Agripa (Hch. 26) por la muerte de Jesús,
a pesar de que todos son hombres con autoridad
conectados de alguna manera con el cuerpo de
gobierno que mató a Cristo. Los apóstoles consi-
deraron a los judíos en Jerusalén en el momento
de la crucifixión como los únicos responsables de
la muerte de Jesús, pero esta culpabilidad no se
extendió a todos los funcionarios de alto rango,
a todos los judíos, ni a todos los que vivirían en
Jerusalén a partir de entonces. El resto de los ju-
díos y gentiles en el libro de los Hechos todavía
tenían que arrepentirse de su maldad, pero no
fueron acusados ​​de matar al Mesías.

64
El pecado y la culpa

¿Significa esto que nunca hay lugar para la


culpabilidad corporativa a través del tiempo y el
espacio? No. En Mateo 23:35, Jesús acusa a los
escribas y fariseos de asesinar a Zacarías, hijo de
Berequías. Aunque hay desacuerdo sobre quién
es este Zacarías, la mayoría de los estudiosos es-
tán de acuerdo en que es una figura del pasado
que no fue asesinado en sus días. El hecho de que
los escribas y fariseos trataran a Jesús con despre-
cio los puso en la misma categoría que sus ante-
pasados ​​que también habían tratado a los profetas
de Dios con desprecio (cf. Hch. 7:51-53). Podría
decirse que asesinaron a Zacarías entre el santua-
rio y el altar porque compartían el mismo espíritu
de odio que los asesinos en los días de Zacarías.
Del mismo modo, hay varios ejemplos de
confesión corporativa en el Antiguo Testamento.
Como pueblo del pacto de Dios, se ordenó a los
israelitas que confesaran sus pecados y se apar-
taran de sus malos caminos para salir de debajo
de las maldiciones del pacto divinamente san-
cionadas (2 Cr. 6:12-42; 7:13-18). Es por esto

65
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

que vemos a personas como Esdras (Esd. 9-10),


Nehemías (Neh. 1:4-11), y Daniel (Dn. 9:3-19)
liderando la confesión corporativa. Los judíos no
se agruparon debido a su raza, etnia, geografía,
nivel educativo, o estatus socioeconómico. Los
israelitas habían entrado libremente en una re-
lación de pacto entre ellos y con su Dios. En los
tres ejemplos anteriores, el líder entró en confe-
sión corporativa porque: (1) estaba orando por el
pueblo del pacto, (2) la gente en su conjunto es-
taba marcada por la infidelidad, y (3) el líder mis-
mo tenía cierta responsabilidad por las acciones
del pueblo, ya sea por haber sido ciego al pecado
(Esd. 9: 3) o por participar directamente del pe-
cado (Neh. 9:6; Dn. 9:20).
Los cristianos no niegan que los pecados de
una persona puedan ser contados a otra. ¿De qué
otra manera explicamos la imputación del peca-
do de Adán a nosotros o la imputación de nues-
tro pecado a Cristo? Podemos ser considerados
culpables por los pecados que no cometimos
en nosotros mismos. ¿Pero por qué motivos?

66
El pecado y la culpa

Francis Turretin explica: “No se puede otorgar


una imputación del pecado de otro, excepto en el
supuesto de alguna conexión peculiar de uno con
el otro” (Teología eléntica, IX.ix.11). Continúa ar-
gumentando que esta unión puede ser triple: (1)
natural, como entre un padre y sus hijos, (2) mo-
ral y política, como entre un rey y sus súbditos,
y (3) voluntaria, como entre la persona culpable
y un sustituto que consiente en ser castigado por
el bien de otro. Estas distinciones dan sentido a
la imputación del pecado de Adán (natural y mo-
ral), la imputación de nuestro pecado a Cristo
(moral y voluntario), y los otros ejemplos de res-
ponsabilidad corporativa y castigo en la Biblia,
que generalmente se centran en las naciones
(una unión moral y política) o sobre familias (una
unión natural).
En resumen: la Biblia tiene una categoría
para la responsabilidad corporativa. La culpabi-
lidad por los pecados cometidos puede extender-
se a un grupo grande si prácticamente todos en el
grupo fueron activos en el pecado o si tenemos el

67
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

mismo parecido espiritual con los perpetradores del


pasado. Además, los pecados de otros pueden ser
imputados a nosotros si existe una unión natural,
moral/política, o voluntaria.
Y, sin embargo, la categoría de responsabi-
lidad corporativa puede fácilmente sacarse de
contexto. Los judíos de la diáspora no eran cul-
pables de matar a Jesús solo porque eran judíos.
Tampoco los judíos posteriores en Jerusalén
fueron acusados ​​de ese crimen solo porque vi-
vían en el lugar donde tuvo lugar la crucifixión. Y
debemos diferenciar entre bloques de identidad
designados por otros y comunidades de pacto li-
bremente elegidas. La complicidad moral no es
estrictamente individualista, pero tiene sus lími-
tes. Todos los blancos de hoy no son automática-
mente culpables de los pecados racistas de otros
blancos.

Un pensamiento final
Al finalizar este artículo que ya es demasiado lar-
go, recuerdo algo que leí en el notable libro de

68
El pecado y la culpa

Shelby Steele, The Content of Our Character (El


contenido de nuestro carácter): “Creo que la lucha
racial en Estados Unidos siempre ha sido princi-
palmente una lucha por la inocencia” (5). Según
Steele, una de las voces más honestas y claras de
Estados Unidos en estos asuntos, ambas razas en-
tienden que perder la inocencia es perder el poder,
y dada la forma en que se ha fomentado el debate
racial en este país, la inocencia de uno depende de
la culpa del otro. En consecuencia, la diferencia
racial se ha convertido en la moneda del poder.
Para mantener su inocencia, “los negros echan la
culpa a los blancos, les recuerdan su pasado racial,
los acusan de formas nuevas y más sutiles de racis-
mo”. Y a cambio, los blancos intentan recuperar
su inocencia desacreditando a los negros y negan-
do sus dificultades, “porque en esta negación está
la negación de su propia culpa” (145).
Para los blancos, puede parecer que la reden-
ción está siempre fuera de su alcance. Si no tienes
animosidad en tu corazón, tienes un sesgo im-
plícito que no puedes ver. Si no has hecho nada

69
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

personalmente contra los negros, otros blancos sí,


y tienes vergüenza. Si hablas, deberías haber escu-
chado. Si te quedas callado, tu silencio es violen-
cia. Si no haces nada tangible para contrarrestar la
injusticia, es indiferencia pecaminosa. Intenta to-
mar la iniciativa para arreglar las cosas, es posible
que quieras verificar tus privilegios. Tu institución
no debería ser completamente blanca, pero no
debería involucrarse en el tokenismo. Debes ce-
lebrar la diversidad, pero sin apropiación cultural.
Y cualquier desacuerdo con los contornos funda-
mentales de esta conversación unidireccional es
solo otra manifestación de fragilidad blanca.
En otras palabras: culpable, culpable,
culpable.
Y para los negros, debe parecer que incluso el
más mínimo reconocimiento de los efectos con-
tinuos del racismo es un puente demasiado lejos
para la mayoría de los blancos. Debido a que los
blancos a menudo están preocupados por su bús-
queda de inocencia, no logran reunir ni siquiera
la más mínima compasión o comprensión del

70
El pecado y la culpa

dolor negro. Si quieres hablar sobre la vigilancia


en Estados Unidos, elevaremos las tasas de homi-
cidios negros en Chicago. Si deseas hablar sobre
la reforma de la justicia penal, mencionaremos la
tasa de aborto negro. Y si eso no mueve adecua-
damente la culpa de nuestros hombros a los tu-
yos, siempre podemos hablar de nuestros amigos
negros, insistir en que somos daltónicos, o usar
citas como armas de Thomas Sowell.
En otras palabras: culpable, culpable,
culpable.
No haremos ningún progreso en estos asun-
tos si cada paso adelante para un lado significa un
paso atrás para el otro. Tenemos un antepasado
común en Adán y, si somos creyentes, tenemos
un Salvador común en Cristo. Nuestro camino a
seguir debe ser una moral común que apele, no
a la diferencia racial, sino a lo mejor que pode-
mos ser por el Espíritu trabajando a través de la
Palabra. Nuestra identidad, nuestra fuerza, nues-
tro poder deben provenir de nuestro carácter y,
en última instancia, de Cristo.

71
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Si nuestras tensiones raciales en todas partes


se deben al pecado y la culpa, entonces es lógico
pensar que una de las cosas más esenciales que
podemos hacer como cristianos es descansar en
Cristo y alentar a otros a hacer lo mismo.
Si soy verdaderamente libre y perdonado en
Cristo, puedo ser honesto con mi pecado interno.
Si estoy realmente seguro de mi adopción
como hijo precioso de Dios, puedo elegir amar
a los demás, sin ser disuadido por sus malenten-
didos sobre mi persona, en lugar de usarlos para
mi propio sentido de superioridad, rectitud, o
absolución.
Si sé cuánto Dios me ha perdonado, puedo
dar a los demás lo que no merecen que les de.
Ahora bien, los pecados agregados de los
blancos contra los negros no pueden compararse
con los pecados de los negros contra los blancos.
Esta no es una súplica de optimismo para que to-
dos perdonemos y olvidemos. Pero es una súplica
para que el evangelio ocupe el centro de cualquier
conversación cristiana sobre la raza. No solo el

72
El pecado y la culpa

evangelio para los demás, sí, eso por supuesto.


Pero el evangelio para nosotros también: el evan-
gelio que busca, el evangelio que salva, el evan-
gelio que santifica. ¿Cómo podría ser diferente
tu participación (y la mía) en nuestras tensiones
raciales si no nos preparamos instintivamente, en
cada encuentro racial, para una combinación de
recriminación por culpa y restablecimiento de la
justicia? ¿Qué pasaría si hablamos con otros no
como un medio para asegurar nuestra identidad,
ya sea como víctima, como inocente, o como
absuelto, sino como una oportunidad para pro-
piciar un encuentro entre una persona completa
con nuestra persona completa? ¿Qué sucedería si
las buenas noticias de la muerte y resurrección de
Cristo, aunque no es lo único de lo que tenemos
que hablar, es lo único que puede hacer que el
resto de nuestras conversaciones sean significati-
vas, honestas, y esperanzadoras?
Si el pecado y la culpa nos metieron en este
lío, tal vez la justificación solo por la fe a través de
la gracia nos pueda sacar.

73
3

La vida juntos
en la iglesia

C uando hablo con mis estudiantes de semina-


rio y con los pasantes pastorales sobre pre-
dicación, a menudo les advierto en contra del ser-
món cuyo principio organizador es básicamente:
“aquí están las muchas cosas que he estado pen-
sando sobre este pasaje”. Bueno, después de leer
este artículo, mis estudiantes y pasantes tendrán
razón en decir “médico, ¡cúrate a tí mismo!” por-
que quiero terminar esta serie ofreciendo una
noción superficial de sugerencias ligeramente co-
nectadas, relacionadas a la raza y al racismo.

75
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Si debe haber algún tema organizador es,


como el título lo indica, sobre la vida juntos en
la iglesia: cómo podemos mantener la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3) y crecer
en madurez juntos en Cristo (vv. 13-16).
Mis 15 sugerencias aplican a la raza más espe-
cíficamente, pero espero que la mayoría de las re-
flexiones puedan servir, de manera más general,
como recordatorios útiles para nuestro mundo
polarizado, politizado, y digitalizado.

1. No pierdas de vista la misión de la iglesia


No repetiré los argumentos que Greg Gilbert
y yo hicimos en ¿Cuál es la misión de la iglesia?
(Editorial Peregrino, 2015), pero aunque alguien
no esté de acuerdo con todo lo escrito en el libro,
de seguro la mayoría de los cristianos evangélicos
están de acuerdo en afirmar la importancia central
de la gran comisión (Mt. 28:18-20). Cuando Jesús
inauguró su ministerio público, Él llamó a las per-
sonas a arrepentirse y a creer en el evangelio (Mr.
1:15). Cuando Jesús envió a sus discípulos a la

76
La vida juntos en la iglesia

misión, Él los llamó a ser testigos de la resurrec-


ción y heraldos de arrepentimiento y perdón en su
nombre (Lc. 24:47, Hch. 1:8). Y cuando vemos a
Pedro, Juan, y Pablo llevando a cabo la misión de
la iglesia en Hechos, invariablemente los vemos
enseñando la Palabra y predicando a Cristo.
Somos seres finitos, con tiempo finito, y re-
cursos finitos; asumamos un compromiso con los
medios ordinarios de gracia —la Palabra de Dios,
los sacramentos, y la oración— cosas que si la
iglesia no las hace, nadie más las hará.

2. No pierdas de vista lo que significa


ser un discípulo de Cristo por completo
Nada en el párrafo anterior debe tomarse como si
los cristianos nunca hablan sobre justicia, even-
tos actuales, o problemáticas que pueden ser eti-
quetadas como políticas. Debemos llevar todo
pensamiento cautivo a Cristo (2 Co. 10:5), so-
mos llamados a vivir como sal y luz en el mundo
(Mt. 5:13-16) y, al llevar a cabo la gran comisión,

77
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

enseñamos a las naciones a obedecer todo lo que


Cristo ha ordenado (Mt. 28:20).
Como he dicho antes, la justicia social, tér-
mino por el cual hago referencia a tratar a las
personas equitativamente, trabajando para siste-
mas y estructuras que son justas, y cuidando de
los débiles y vulnerables, no es una “cuestión del
evangelio” si eso quiere decir añadir a sola fide,
haciendo a otros temas tan centrales en nuestra
predicación como lo es Cristo crucificado, o in-
sistiendo que todos sean tan intensos como yo
sobre mis problemas preferidos.
Pero si por “cuestión del evangelio” se quiere
decir “una preocupación necesaria por aquellos
que han sido salvados por el evangelio”, o “un as-
pecto de lo que quiere decir andar en el evange-
lio”, o “realidades sin las cuales puede que no estés
verdaderamente creyendo el evangelio”, entonces
la justicia social es ciertamente una cuestión del
evangelio (Lv. 19, 25, Is. 1, 58, Am. 5, Mi. 6:8). Es
parte integral de ser un discípulo de Cristo.

78
La vida juntos en la iglesia

3. Ámense uno al otro y tengan por


ambición llevar una vida tranquila
1 Tesalonicenses 4:8-12 es un pasaje olvidado en
nuestros días. Pero en un mundo que a veces pro-
mueve revueltas violentas, necesitamos escuchar
la exhortación de Pablo a los Tesalonicenses de
que “tengan por su ambición el llevar una vida
tranquila y [que] se ocupen en sus propios asun-
tos” ( 1 Ts. 4:11). Es obvio que Pablo no quiere
decir que “sean una isla” cuando expresa que “se
ocupen en sus propios asuntos”. Él elogia a los
Tesalonicenses por su amor fraternal y los ex-
horta a servirse los unos a los otros más y más (1
Ts. 4:9-10). Él no quiere que estemos despreocu-
pados por las necesidades del cuerpo. Al mismo
tiempo, te da la impresión de que trabajar duro,
proveer para tu familia, y cuidar del cuerpo de
Cristo es una vida bien vivida.
Algunas veces la fidelidad silenciosa es lo más
revolucionario que podemos hacer.

79
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

4. Ten cuidado de no hacer de las cosas


buenas un requisito para todos los demás
Puedes ser apasionado con la adopción, la erradi-
cación de la pobreza, acabar con el aborto, tener
agua potable, la reforma de la justicia criminal, o
por un millón de otras cosas buenas. No todos ten-
drán la misma pasión que tú. Debemos permitir
que los demás tengan un llamado diferente para
sus vidas. Aún una vista rápida de nuestras redes
sociales puede ser abrumadora. Simplemente no
hay suficientes horas en el día para hacer todo lo
que se nos dice que debemos hacer. Rehuso creer
que obedecer a Cristo requiere de 35 horas al día.
Tengo que poner atención a mi vocación
primaria, la cual es, primero, ser un seguidor de
Cristo gozoso y santo, después ser esposo y padre,
y luego ser un pastor fiel (en realidad hay varios
sombreros que debo ponerme después de esos).
Debemos sentirnos culpables por desobede-
cer los mandatos de las Escrituras; no debemos
sentirnos culpables por no vivir la vida que al-
guien más quiere que vivamos.

80
La vida juntos en la iglesia

5. Modelemos compasión por


los demás junto con un análisis
desapasionado de los hechos
Es raro que encuentres ambas cosas en la misma
persona, pero el Espíritu puede hacer milagros.
Debemos ser personas que sientan profunda-
mente y piensen cuidadosamente. No debemos
burlarnos de las personas con argumentos (aún
los correctos), y no debemos permitir que las
emociones (aún aquellas que son sinceras) susti-
tuyan la lógica y la evidencia.

6. Pongamos atención rigurosa


al significado de las palabras
Somos gente de la Palabra escrita, adoradores de
la Palabra encarnada, y creyentes en la importan-
cia de las palabras contenidas en los credos y las
confesiones que animan y defienden nuestra fe.
De todas las personas, a los cristianos deben im-
portarles los significados.
Racismo sistémico, justicia social, marxismo
cultural, diversidad, privilegio: estos términos

81
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

y frases necesitan una definición. También de-


bemos percatarnos de que las etiquetas muchas
veces funcionan como indicador de la solución.
Las palabras que usamos sugieren el remedio que
debe seguirse.

7. Recuerda que el mundo en línea no es


el mundo primario que debemos habitar
Cuando los jóvenes dicen: “necesitas hacer algo”
(lo que sea que signifique ese “algo”), ellos usual-
mente están pensando en hacer algo en línea (po-
ner un post, unirse a un hashtag, postear un gesto
simbólico), y esa es una manera de hacer algo.
Pero orar es hacer algo. Educarte es hacer algo.
Criar a tus hijos en la disciplina y temor del Señor
es hacer algo. Dar dinero en secreto también es
hacer algo. Corregir y animar a los otros en pri-
vado es hacer algo. Enseñar, predicar, y orar en
público es hacer algo. Ser sal y luz en tu lugar de
trabajo es también hacer algo.
No debemos pensar que el mundo digital es
el único que cuenta o que es el más importante.

82
La vida juntos en la iglesia

8. No uses etiquetas y palabras de


moda para terminar conversaciones
honestas y preguntas intelectuales
Esto pasa a diestra y siniestra. Cuando hablas de
racismo o de los efectos prolongados de la injus-
ticia en algunos contextos, inmediatamente serás
etiquetado como “marxista cultural”, un “guerrero
de la justicia social”, o alguien que añade al evan-
gelio. En otros contextos, si hablas de responsabi-
lidad personal o patologías que contribuyen a las
disparidades persistentes, inmediatamente serás
etiquetado como un racista, acusado de ser un
blanco privilegiado, o de “no entenderlo”.
Podemos debatir si el marxismo cultural es
algo y si el privilegio del blanco es algo, pero la
palabra operativa aquí es debatir. Las etiquetas
tienen su lugar en la conclusión de un argumento.
Ayudan menos cuando sustituyen el argumento
en su totalidad.

83
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

9. Considera que hay más de una


manera legítima de evaluar el estatus
actual del racismo en América
Estoy convencido de que el elefante en la sala
en muchas discusiones sobre raza es que no es-
tamos de acuerdo en qué tan malo es el racismo
en América. Hasta cierto punto, debemos admitir
que no todos estaremos de acuerdo en esto. Pero
quizás podemos aproximarnos a un punto en co-
mún si nos percatamos que hay varias maneras de
enmarcar la situación.
¿Estamos comparando el racismo en el 2020
con el racismo en el 1960, o nos estamos compa-
rando con otros países? ¿Estamos viendo los lo-
gros que los negros han obtenido desde el 1965 en
términos absolutos o las disparidades persistentes
cuando se comparan con los blancos? ¿Debemos
medir a las personas negras en este país en con-
tra de las personas blancas de hoy, o contra las
personas negras del pasado, o contra las personas
negras en todo el mundo? ¿Se medirá el progreso
por los aumentos en las riquezas personales, por

84
La vida juntos en la iglesia

el salario, o por la educación? ¿Debemos buscar


aumentos en números en bruto o en qué tanto se
ha cerrado la brecha entre negros y blancos? La
historia que estamos contando, ¿empieza en 1960
o en 1600? ¿Acaso nuestras estadísticas toman a
los negros como un porcentaje de la población o
los negros como un porcentaje cuando se mide
por otros factores? ¿Es el antirracismo una cues-
tión de un proceso equitativo, o de una oportuni-
dad equitativa, o de un resultado equitativo?
Entiendes el punto.
Hacer estas preguntas no resuelven el proble-
ma, pero quizás nos ayudan a ver que hay dife-
rentes hechos que pueden ser usados para contar
diferentes historias.

10. Distingue entre principios


bíblicos y criterios prudenciales
Lo que hace que las preguntas mencionadas an-
teriormente sean tan difíciles es que dependen de
criterios basados en la prudencia. La Biblia nos
dice que el racismo está mal, pero no nos dice la

85
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

razón de las disparidades prevalecientes o cuál


podría ser la posible solución. Los cristianos no
deberían tolerar el pecado, la injusticia, y la in-
moralidad (Ap. 2:18-29). Al mismo tiempo, los
cristianos no deben asumir que cada desacuerdo
es una cuestión de pecado, injusticia, e inmorali-
dad. Necesitamos la categoría de estar “convenci-
do según su propio sentir” (Ro. 14:5).
Temo que en los meses y años venideros vea-
mos a cristianos, iglesias, y movimientos evangé-
licos reestructurar sus asociaciones basados en
una unidad, no en verdades cristológicas y so-
teriológicas compartidas, sino en la similitud de
nuestros institutos políticos y culturales.

11. Considera que puede que


no sepas tanto como crees
El término sofisticado es humildad epistémica,
que significa admitir que la mayoría de nosotros
no somos expertos en historia americana, agen-
tes policiales, política económica, legislación

86
La vida juntos en la iglesia

política (¡o de virus!), o de cualquier otra cosa


que nos inquiete en el presente.
Esto no quiere decir que no nos informemos o
que no podamos tener convicciones. Pero algo está
mal si nos aferramos a estas convicciones de días o
meses con el mismo entusiasmo y resolución con
la cual nos aferramos a nuestro dogma cristiano.
Estemos más seguro sobre el credo de los
apóstoles que de cualquier otra cosa que esté su-
cediendo en Portland.

12. Aclara si tu principal preocupación


es explicar cómo obtuvimos
disparidades raciales o pensar
cómo podemos salir adelante
Esto es sobresimplificar las cosas. Pero he notado
al leer a escritores negros liberales y a escritores
negros conservadores, que los primeros tienden
a enfocarse en el lugar de dónde provienen las
disparidades, mientras que los últimos tienden a
enfocarse en aquello que ellos entienden puede
ayudar a las comunidades negras a mejorar.

87
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Los liberales dicen: “Mira, no podemos en-


tender lo que está pasando con los resultados ba-
jos en los exámenes, la alta tasa de desempleo, y
las altas tasas de criminalidad sin primero enten-
der el legado de la esclavitud y Jim Crow”.
Los conservadores dicen: “Pero esas cosas es-
tán en el pasado. Las comunidades negras no me-
jorarán hasta que no se vean a sí mismas tomando
acción y responsabilidad en su propia historia”.
Ambas discusiones tienen su lugar, y ninguna
puede estar completamente separada de la otra.
Pero aclarar de lo que estamos hablando es un
paso hacia un mejor entendimiento los unos de
los otros.

13. Ten cuidado de las explicaciones


de causas únicas de por qué
las personas son como son
Piensa en tu vida. ¿Cómo te convertiste en la per-
sona que eres hoy? ¿Cómo llegaste al lugar donde
estás? ¿Cómo explicas tus éxitos y fracasos? Veo
mi vida y veo buenas decisiones que he tomado y

88
La vida juntos en la iglesia

mucho esfuerzo. También veo los errores que no


me costaron todo lo que me pudieron haber cos-
tado. Y veo muchas otras cosas, para bien o para
mal, pero buenas en su mayoría, que no escogí:
mis padres piadosos, mi buen colegio, mi vecin-
dario seguro, mi hogar de clase media, mi crianza
en la iglesia, mi sexo, mi altura, mi enfermedad
celíaca, mis ojos problemáticos, mi poco atletis-
mo, mis buenas notas, el hecho de que nadie nun-
ca me ofreció drogas, nadie nunca me introdujo a
la pornografía, que por la mayor parte del tiempo
he sido tratado justamente por los demás, y así
sucesivamente.
Mi vida no puede ser reducida a mis deci-
siones, mi ambiente, o mi raza. Sin embargo, no
quiere decir que estos elementos sean irrelevan-
tes. Somos todos individuos complicados que
somos quienes somos (y dónde estamos) por un
hilo complicado de eventos, personas, decisiones,
y oportunidades (o la ausencia de las mismas), al-
gunas de ellas que se extienden al pasado en ma-
neras que moldean profundamente el presente.

89
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

Yo soy responsable de mis pecados, el Señor


es responsable de mis bendiciones, y quién yo
soy es una mezcla de miles de otros factores.
Debemos ser escépticos de cualquier explicación
de vida humana, o de un grupo de seres humanos
que sugiere que: (1) todos nosotros recibimos lo
que merecemos o, (2) todos somos el produc-
to inevitable de sistemas y estructuras fuera de
nuestro control.

14. Analiza tu mente y revisa tu corazón


antes de hablar o de guardar silencio
El mundo quiere rápido, inmediato, ahora; y
a veces “rápido” es la velocidad necesaria de la
hora. Pero como regla general, despacio es mejor.
Analiza tu mente: ¿He pensado esto lo suficiente?
¿Sé de lo que estoy hablando? ¿Realmente creo
lo que estoy a punto de decir o firmar? Y revisa
tu corazón: ¿Estoy hablando (o guardando si-
lencio) por amor a mí mismo o por amor a los
demás? ¿Diría lo que estoy a punto de decir si el
lado opuesto lo amara y mi lado lo odiara? ¿Estoy

90
La vida juntos en la iglesia

buscando edificar el cuerpo de Cristo? ¿Estoy ha-


blando la verdad en amor?

15. No pierdas la esperanza


Esta es una de las razones de nuestras intensas
polarizaciones: ambos extremos sienten que es-
tán perdiendo. Un extremo siente que los racistas
están a cargo, mientras que el otro lado siente que
los marxistas están a cargo. La desesperanza está
a la orden del día. No sobrepasaremos la raza y el
racismo en nuestra vida, pero eso no quiere decir
que tu, yo, y la iglesia de Jesucristo no podamos
movernos en la dirección correcta. En algún pun-
to del camino, puede que seas ofendido. Puede
ser que tú seas el que involuntariamente cause la
ofensa (¡o a propósito!). Puede que descubras más
pecado del que sabías estaba en ti, o más libertad
de la que sabías podías tener en Cristo. Pero no
nos demos por vencido en creer todas las cosas,
esperar todas las cosas, resistir todas las cosas.
Lo que sea que pienses y temas en el momen-
to presente, cree que Dios oye, mira, y nos tiene

91
Pensando teológicamente sobre las tensiones raciales

en cuenta (Éx. 2:24-25). Cree que Él puede levan-


tar algo hermoso de las cenizas. Cree que Cristo
aún está en su trono. Y mientras nos deleitamos
en esa confianza, acerquémonos a los demás para
aprender de ellos, escucharlos, y amarlos como
quisiéramos ser amados.

92
Qué es
COALICIÓN POR EL EVANGELIO

Coalición por el Evangelio es una hermandad de


iglesias y pastores comprometidos con promo-
ver el evangelio y las doctrinas de la gracia en
el mundo hispanohablante, enfocar nuestra fe
en la persona de Jesucristo, y reformar nuestras
prácticas conforme a las Escrituras. Logramos
estos propósitos a través de diversas iniciativas,
incluyendo eventos y publicaciones. La ma-
yor parte de nuestro contenido es publicado en
www.coalicionporelevangelio.org, pero a la vez
nos unimos a los esfuerzos de casas editoriales
para producir y colaborar en una línea de libros
que representen estos ideales. Cuando un libro
lleva el logo de Coalición, usted puede confiar en
que fue escrito, editado, y publicado con el firme
propósito de exaltar la verdad de Dios y el evan-
gelio de Jesucristo.

93
el evangelio

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