Washington Actualizado:30/05/2021 01:00h Guardar El
presidente de Estados Unidos, Joe Biden, presentó el viernes por la tarde —la franja horaria en la que la Casa Blanca suele anunciar las medidas más polémicas, con la esperanza de que los medios no hablen de ellas— su primer presupuesto, que debería entrar en vigor el 1 de octubre y que incluye un gasto de seis billones de dólares, lo que al cambio actual supone 4,9 billones de euros. Se trata, a falta de negociarlo con los republicanos en el Capitolio, la mayor ampliación de gasto público desde la Segunda Guerra Mundial, señal de la gravedad de la situación económica después de un año de pandemia. La Casa Blanca quiere sufragar este aumento de gasto público con una contundente subida de impuestos a empresas y a individuos que ganen más de 400.000 dólares al año. En general, un presupuesto de la Casa Blanca incluye elementos muy importantes, más allá del gasto en programas concretos. Gracias a esta propuesta, quedan claras las previsiones tributarias de la administración y sus predicciones económicas. A tenor de los números ofrecidos por Biden, los impuestos van a subir notablemente, aumentando la capacidad recaudatoria, y la economía va a crecer un 5,2% este año, para luego desacelerarse y acabar la década con aumentos por debajo del 2%. Lo más alarmante para muchos republicanos es el estado de la deuda pública, que según prevé Biden se irá situando en 28 billones de dólares anuales durante la próxima década. El déficit, que resulta de restar a la deuda pública los ingresos del Estado, se situará en 1,3 billones.
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