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GIULIANO PROCACCI HISTORIA GENERAL DEL SIGLO Xx [UNIVERSIDAD INDUS BIBLIO Bo. coon) 909.82 | AB | PETS Ss io Primera parte De la primera guerra mundial a la gran depresion ‘Quetansgumsament prin sn x utrizaskn ect de ees el pri bj sone vein enn yes eens tal ul de ct cheep aie red © proce, nprvids le erga feta int acts de emplres dela medio a (galerie pe, “Til rg Seri XX sole “Taduciso eset de Guido M. Capel coe la clborcin e Lav Cabo Dis desde: Comma de Dt Tessin deuce: mujeres tae reconstruc de Dron, maze de 1946, 6) Halton Gerry Fotecraprcine Pree 8 {© 2000,by Penis Bruno Mondo (© 200, de eeadesin eal par pata v Amdo: Envromat Curie, SC Proven 260, 008 Bal erieioraked-icass Iquliemet-crteace ISBN: 84.8832-260-2 : Dee ea 8. 35.873-2001, espe en Expat 2001, A&B Grae, SL, Sens Perna de Moped (Boe) La primera guerra mundial 1.1, SOBRE EL PROBLEMA DE LOS ORIGENES De sobra es conocido que e! estalido de la primera guerra mundial mareé el Final de.un lugo ciclo histotico, el teanscurrido entre el Congreso. de, Viena. y el atentado de Sarajevo. Exactamente un siglo, alo largo del cual ia que Karl Polany: llamé la «paz de los cien aftos» habia quedado asegurada por un sistema que tenia su centro en Europa y su periferia en las zonas de in- Auencia y er las colonias de las distintas potencias europeas y que funcions- ba segiis lasreglas que él mismo se habia fijado. En el plano politico la re- gera lade. equilibrio entre las grandes potencias, del cual era guardiana y _garante Inglaterra; en el plano econémico, el principio de fa autorregulacién ‘del mereada, del cual era expresién y garantia la convertibilidad de las mo rnedas sobre la base del patrén oro; en el plano intelectual, el de la unidad de Ja comunidad cientifica y de la libre circulacién de las ideas y de los descu- brimientos. En Europa se viajaba sin pasaporte y se realizaban los pagos en ‘metilico. Elpapel moneda no se hard corriente hasta la guerra. Todo ello no iba a sobrevivir al conflicto que estallé en Sarajevo y no hay duda, por lo tanto, de que el afio de 1914 marca un punto de inflexidn no sélo en la his- toria de Europa, sino del mundo contemporineo, y representa un aconteci- miento después del cual nada fue igual alo que existia anteriormente. Son 4éstas las razones por las que he considerado que era preciso omitir la na rracién de los primeros quince aftos del siglo para comenzar con la primera ‘guerra mundial Pero quizro aclarar que la decisi6n de iniciar mi exposicién con aquel fe~ tidico julio de 1914 no implica en absoluto que yo comparta la opinién, re- Pel terreno, ya que el cuerpo de expedicién norteamericano seria operativo.. | en Francia sdlo en Ia primavera de 1918; pero el enorme potencial ccond- | mico del que disponia este pais aseguraba alos aliadas un arsenal y unos re~ | cussos decisivos. La guerra habia llegado a un punto de inflexion: a partie de ahora, la cuestion ya no cra quiéa seria el vencedor, sino cuindo y cémo ter~ [minarialaguersa. En Austria-Hungria y en la propia Alemania hubo quien se percaté de ello, En abril-mayo el nuevo emperador austriaco, Carlos, dio a su curhado, el principe de Borbén Parma, el encargo de sondeat al presidente frances ya Lloyd George, declarando su disponibilidad para importantes concesio- es, y en julio ef Reichstag aprobé una resolucién en la que se pedia la paz. En agosto fue el turno de la mencionada nota pontificia y en septiembre elde los gestos aperturistas que el sccretario de estado de Asuntos Exte= riores aleman, barén Von Kuehlmann, tuvo para con sus interlocutores in gleses. Pero tampoco esta ver todos estos intentos legaron a resultado algu~ no y también esta vez el partido de los inteansigentes y de los militeres logré salirse con ta suya. Ya en julio de 1917 el canciller Von Bethmann Hollweg habia sido obligado a dimitir por el hombre fuerte del momento, el general Ludendorff. En el frente opuesto, en Francia, a consecuencia de Ja crisis del gobiemno Painievé y del alejamiento de la Union Saccée por par Ios Dela primer guerre mundial al ren depen 9 te de los socialistas ol cargo de presidente del consejo de ministros pasaba a Georges Clemenceau, el «Tigre, fror adversaio de cualquier imeento de reconciliacién o de mediacién, y partidario inflexible de continuar la guerra hrasta la vietoria, {__—Beso.algunos.creian.(0 tenian Ja ilusién).que.esa,paz.que los | no conseguian acordar, podria, sin embargo, alcanzarse gracias ala presién de a opinisn pitblica, desde abajo. Esta era la conviccion de amplios secto- _ res de los partidos de la Internacional Socialista. Cuando habia estallado la } guerra, en cada partido de la Internacional se habia producido, como hemos _ 5 gbservado, una escisién entre los que apoyaban el esfucrzo bélico y una mi- noria que se mantenja firme en el principio de la oposicidn ala guerra. Esta *minoria se habia reunido en fa neutral Suiza para celebrar-una serie de con- ferencias en las que habfan participado, entre otros, Lenin, Rosa Luxem: 1 burg, Karl Liebknecht y algunos socialstas ital habian tenido escasa resonancia. A To largo “~, holandeses, fue tomando consistencia la idea de convocar para el mes de agosto, en Estocolmo, una conferencia en la que habrian tenido que partici- + par delegaciones de todos los paises. Esta propucsta encontré de inmediato Spel apoyo sin reservas de los socialistas rusos y dé aquellos socialistasalema- 3, nes que en 1917 se habian separado de la Socialdemocracia para formar un ' partido socialdemécrata independiente (USPD); ademas, se mostraron in- ~2) teresados en ella miembros aislados de los paises aliados. En Inglaterra uno de los mas autotizados exponentes laboristas, Arthur Henderson, ministro del Gabinete de Guerra, fue a Petrogrado, en junio, para ponerse en contac~ 10 con los socialistas rusos y para conversar con clos sobre las modalida- des dea conferencia que se proyectaba. Pero poco después, en agosto, se vio obligado a dimitie por haber declarado, durante una conferencia especial del Partido Laborista, su apoyo a la participacién de los laboristas ingleses en la conferencia. Las divisiones que se dicron entre los varios partidos de la In ternacional Socialista ¥ dentro de cada uno de ellos hicieron que finalmente la conferencia de Estocolmo tuviese que ser aplazada sine di. A ello contti- buys también, por lo demas, el desarrollo de los acontecimientos. Porque, mientras tanto, en Rusia la situacién se habia deteriorado toda- via mis. En las dos metrépolis del pais, Petrograd y Mosc, se suftia el hambre; en las filas del ejécito se acentuaba cada dia mas cl proceso de di- solucién, lo que permitia 2 los ejércitos imperiales penctrar cada vez més profundamente en territorio ruso, hasta llegar a amenazar Petrogrado. La ofensiva en Galitzia, decidida en junio por el gobierno provisional, ya cuya cabeza se encontraba ahora el socialrevolucionario Kerensky, se saldé con un desasteoso fracaso y unidades enteras del cjercito ruso dejaron simple- mente de lucha. Los soldados que formaban parte de ellas volvieron a sus » Hori gencal del sgl 08 aldeas y reclamaban la tierra como compensacién por sus suftimientos y sus sactficios jor se encontraba totalmente golapsada y la mone- da habia perdido pricticamentt valor. ci6n era, pues, insos- tenible, Un gobiemo autoritario era para muchos la nica alternativa ala di- solucién y a la anarquia definitivas. Como se sabe, éste fue ¢] nimbo qué fomaron los acontecimicatos. ‘La sevoluciéa de 1917 es un acontecimiento que no pertenece sélo a la historia cusa, sino a la de toda la humanidad contemporinea. Asi que ten- ddremos que volver a hablar con mis detenimiento tanto de sus consecuencias, internas como de su enorme impacto fuera de las fronteras de Rusia, Pos. ahora, paza no perder el hilo del discurso que hemos venido desarrollando, Basta qui, nos limitamos s considerar su influencia en los sucesivos avata~ 163 del conflicto mundial yen las negociaciones de paz. ina de las primeras iniiativas del gobierno revolucionario presidido { por Lenin fue ls promulgaciéi de-un decreto sobre la paz, dirigido «a los ' pueblos y a los gobiernos» alli, el gobierno se declaraba a favor de una paz * !sin indemnizaciones y sin anexiones» y del derecho a la autodetermina- ‘ion, y se apelaba a los pueblos para que obligaran a sus respectivos gobier~ 10F 4 Fermina Gn lx masaere que se estaba produciendo, Al mismo tiem- ' po, yen relacidn con lo anterior, e hacfan pablicos ls tatados suseritos por © dlgobicrno.zarisa, revelando asi las intigas de la cionaria que sc habia abatido sobre Europa y habia prevalecido en Rusia. De-= ello sacaba la conclusin de que, si se querfa evitar una subversién del orden , intemacional y una nueva y més espantosa guerra, era preciso que los Esta-€ dos Unidos, ue yx habsan trabajado para shacer seguro el mundo para la de-P-= ‘mocraciay, se empefasen ahora con toda a influcncia en difundiry reforzar, f esta democracia y hacer «seguro el mundo contra la revolucién ieracionaly,, = . En consecuencia, Estados Unidos se habia convertido con diferencia en cl mayor acreedor internacional. Sus créditos con los paises alindos ascen dian a mas de nueve mil millones de délares, una cantidad casi astroné mica. Si, como exigia imperiosamente la opinién pablica norteamericana, esas deudas tenian que ser pagadas, era preciso poner a los paises deudores en condiciones de pagar y una de las posibles soluciones era ia de alentar sus exportaciones, abricndoles el mercado americano. Ese habia sido cl camino acl primera guerra mandio lo gron depres sugerido por Wilson, pero no el que siguieron las administraciones republ ‘canas. Bajo el azote de la recesién de 1921 y del consigaiente crecimiento del desempleo, con dos leyes sucesivas, el Emergency Tariff Act de 1921 y el Pardiney-MeCumber Act de 1922, ls tarifas proteccionistas ya existentes tan= to sobre los productos agricolas como sobre los industriales, fueron sensi- blemente aumentadas, mientras, al mismo tiempo, se alentaba a los bancos ‘para que ayudasen a las exportaciones americanas mediante la concesién de préstamos al exterior. Casi simultineamente se redujo la emigracién transo- cedinica, que para muchos paises europeos y extraeuropeos habia sido y se~ ‘guia sicndo una tradicional valvula de seguridad. Solo entre junio de 1920 y el final de 1921 se habian registrado ochocientos mil nuevos inmigran- tes, procedentes en su mayoria de Europa oriental. Alarmado por las con secuencias econdmicas y politicas que semejante afluencia masiva pod: provocar en un pais donde se contaban, a causa de la recesién, cinco mi ones de parados, el Congreso vots en 1921 una medida el Johnson Act a Ta que en su dia Wilson habia opuesto su veto; en base a ella Ia cuota anual de inmigrantes se fijaba para cada pais de origen en el 3% de las res pectivas cuotas, sobre Ja base del censo de 1910. Resulté una cuota anual de 358.000 inmigrantes, 200.000 para los paises de la Europa septentrio~ nal y 155.000 para los de Ix Europa meridioral y oriental, que vinieron ast a set los més desfavorecidos, Sucesivamente, en 1924, esta cuota se redujo ‘xin mas, hasta cl 2% sobre la base del censo de 1890 y finalmente, en 1929, sufrid una enésima rebaja al bajara la cfra absoluta de 150.000 inmigrantes al afto. En 1931 las legadas desde Europa fueron 23.068, la cifra més baja desde el Iejano 1831. Restricciones analogas se adoptaron también para con los paises asiticos y africanos. La nacién més afectada fue Japén, Jo que no dejé de influir de forma negativa, como veremos, en sus relaciones con los Estados Unidos. La inmigracién quedaba abierta s6lo a los paises fronte~ rizos (México y Canada), pero esto no fue suficiente para que no se man- tuvicra en un nivel elevado, zunque muy inferior al de a anteguerra y de la inmediata posguerra. Del méximo de 1.218.000 inmigrantes de 1914 se habia bajado a 355.000 en 1927. Todo ello hacfa mis dificil, cuando no imposible, el pago de las cantida- des éebidas por parte de fos paises deudores. Hubieran podido hacerlo més ficilmente si a su vez Alemania les hubiese pagado las ingentes reparacio- res que ellos reclamaban. Para que eso fuera posible, sin embargo, se ne- cesitaba una negociacién multilateral, que aftontara de forma conjunta la cucstién de las deudas aliadas y Ia de las teparaciones alemanas, pero las ad~ inistraciones republicanas, a pesar de las repetidas solicitudes que, como vvoremos, le Logaron tanto de parte inglesa como de parte alemana, no se to- ‘acon en serio esta solucién, amparindose en el argumento de que los Es- tados Unidos habian renunciado a cxigir reparaciones de Alemania. No que- 6 Historia general del igo x Dela primera guer mardi aa gran depen z ddaba pues otro camino que el de las negociaciones bilaterales con cada uno de los paises deudores. Entre 1923 y 1926 se negociaron, asi, reducciones y dilaciones con trece paises, incluidos Francia, Inglaterra e Italia, que ob- {avo condiciones especialmente ventajosas. Fue sdlo en 1924, con el plan Dawes, cuando los Estados Unidos, como veremos, acepraron de hecho el principio de una solucién multilateral, que por lo demis tampoco conlleva- ba uaa implicacién politica por parte de la administracidn. Ena politica interior el giro que dio Ja administracién republicana fue ‘menos acentuado, especialmente si se tiene en cuenta ~como ya se ba cons- tatado~ que ya en los iltimos tiempos de la adeministracién Wilson la poli- tica de reformas habia registrado un seco frenazo, Por otra parte, algunas re~ formas introducidas durante el conflicto no podian ser tocadas y menos atin anuladas, ya que representaban unas conquistas sociales ya consolidadas. Asi la jornada de ocho horas, que habia sido introducida durante la guerra ‘en todas Jas industrias implicadas en la produecién bélica, no slo se man- nwo también después de la reconversiOn, sino que se extendié a otros secto- res productivos. El promedio del horario de trabajo semanal en los aos veinte rondé las cincuenta horas. Quedé en vigor tambin la ley antigrust (Clayton de 1914, por Ia cual las actividades de las organizaciones sindicales zo podian ser suprimidas por orden de los tribunales federales, pero con fre- cuencia fue buclada y violada. Un proyecto de enmienda a la Constitucién ‘para mejorar la legislaci6n sobre el trabajo de los menores no enconts6 apli- cacién a causa de la oposicién de muchos estados. Por contra, en otros casos las rémoras de la administraci6n y del Congreso fueron obviadas o burladas por las legislaciones de los estados, que actuaron asi como suplentes, con iniciativas aut6nomas de reforma. Finalmente, por lo que respecta a los conflicts del trabajo, no faltaron episodio de sepresién y de ilegalidad, pero €s0 no constituia en absoluto algo nuevo de por si Asi pues, si no hubo consistentes pasos atris en Ja legislacién social, tampoco hubo pasos hacia adelante en la politica de reformas. El proyecto de nacionalizaciéa de los ferrocarriles, ya dejado a un lado por Wilson, que~ d6 en nada y la larga batalla del senador George N. Norris a favor de la pro- piedad publica de las fuentes de energia, batalla que tuvo su epicentro y su simbolo en Ja central hidroeléctrica de Muscle Shoals, en Tennessee, trope- 26 con los dos vetos sucesivos de los presidentes Coolidge y Hoover. Tam= poco en el sector agricola, que padecia una fase de grave depresién, las ad- ministraciones republicanas asumieron iniciativas consistentes para las dificultades de los numerosos cultivadores obligados a endeudarse 0a hi- potecar sus propiedades, Las repetidas tentativas del secretarib de Agriculeu- 1a James J. Wallace de poner en marcha una serie de medidas a favor de los agricultores encontraron la tajante oposicién de su compaiiero Hoover. Tras J muerte de Wallace, en 1924, prosiguieron su batalla su hijo Henry Agard, el senador de Iowa Gilbert H. Haugen y el congresista de Oregon McNary. Estos dltimos lograron hacer aprobar un proyecto de ley en 1927, pero éste ‘también fte bloqueado por el veto presidencial En conjunto, no nos apartamos de la realidad si afiemamos que la poli- ‘ica interior de la administracién cepublicana durante las presidencias de Harding y Coolidge se caracteriza no tanto por lo que hizo 0 deshizo, sino por lo que dejé que se hiciera. Si el negocio de Estados Unidos eran los ne- gocios, éstos tenian que dejarse en manos de los que sabian cémo manejar~ Jos, en primer lugar a los empresarios. Hay que decir que estos tiltimos se mostraron a a altura de la confianza que se les habia concedido. En efecto, una nueva mentalidad empresarial, profundamente distinta de lade las pre~ cedentes gereraciones de empresarios, estaba surgiendo y afianzindose poco 2 poco. Segiin esta mentalidad, el beneficio ya no se concebia tinica- ‘mente como un objetivo a perseguir por si mismo, sino como un elemento mis de un sistema econémico integrado y sano. Ea la préctica ello sign’ ccaba ante todo que las funciones de las empresas consistian no sélo en la produccién y venta de sus productos, sino en ls ampliacién del mercado y, or consiguiente, en asegurar al consumidor el poder adquisitive adecuado. En segundo agar, ello significaba que hacia falta persuadir al consumidor para no atescray, sino para gastar la mayor capacidad de gasto conseguida. La vieja mora de la parsimonia, tl y como se habia predicado tradicional -mente, era reemplazada por la nueva filosofia del consumo y algunos llegaban a sostener que el ahorro habian dejado de ser una virtud. A la luz de esta f- losofia el empresario cobraba asi una nueva dimensién, la del manager, una suerte de singeniero social» al servicio de la colectividad. Es eviderte, incluso obvio, que no todos los industriales eran, y tampo- co se consideraban a si mismos, ingenieros sociales, pero tal fue sin duda Henry Ford. Silas ideas personales de éste eran las de un conservador, como empresario fie un innovador genial. En efecto, el fue el primero en apli- car sistematicamente en sus establecimientos las teorias tayloristas sobre Ja organizacion cientifica del trabajo, introduciendo la cadena de montaje y apostando por la estandatizacién del producto. Ello le permitié reducie €l precio de s4s automériles de los ochocientos veinticinco délares de 1908 hasta los dosrientas sesenea de 1925, haciendo asi que fuesen asequibles para un abanizo mucho mis amplio de consumidores. Los mayores benefi- cos asi obtenidos le permitieron a su vez practicar una politica de salarios altos y reducit la semana laboral. El modelo de automévil T, cuya produc- cia comenzé en 1908, en 1919 habia alcanzado el medio millén de eje plares, para lsgar alos dos millones en 1923, En su conjunto, la produccién, automovilistia norteamericana alcanz6 en 1929 las 4.800.000 unidades, el 88% de toda a produccién mundial. El automévil, cuyo uso tanto el repu~ blicano Theodore Roosevelt como el deméerara Wilson habian considera~ * Hori gener ae ila 38 do indecente para las personas respetables, se convertia asi en consumo de smasas y Estados Unidos en el primer pais del mundo con Ia necesidad de en- feentarsea los problemas de una motorizacién a gran escala. El advenimiento del auromévil supuso cambios profundos y duraderos en las formas de asen- tamiento humano en el terrtorio, especialmente en los grandes centros urba~ nos. Fue durante la década de los afios veinté cuando las grandes ciudades orteamericanas comenzaron a tomar la fisonomia que hoy nos es familiar: uun centro donde ticnen su sede los bancos y las oficinas de las grandes cor- Porations, con sus rascaciclos (la construccién del Empire State Building data de 1930); una corona de zonas residenciales donde viven mayoritariamente las familias de fa clase medias y los bartios populares, donde se hacinan los menos acomodados y los marginados. El automévil tuvo ademas un efecto de arrastre sobre toda una serie de sectores productivos, en particular scbre laconstruccién de infraestructuras y la industria del petréleo de Tejas y Ca- lifornia y, més en general, tavo un papel determinante en el poderoso pro~ ceso de crecimiento que Estados Unidos conocis lo largo de los aifos weinte Y.que todos los principales indicadores econémicos del de la produccién in= Gustrial al de fa renta per capita~ estin de acuerdo en testimoniar. Este cre~ cimiento fue sostenido y ampliado gracias a las nuevas formas del sistema de distribucion, ahora dominado por las eadenas de los grandes almacenes, por la extensién de la venta a plazos y, sobre todo, por la publicidad, cada vez ‘més omnipresente c invasiva. Uno de sus vehiculos mas eficaces era la radio, cuyas ventas experimentaron un crecimiento vertiginoso: de los cien mil sparatos de 1922 a los dos millones y medio de 1925. Cuestién controver- tida y complicada es la que se refier¢ a la distribucién de exte flujo de pros- peridad entre las distintas clases sociales. Resulta obvio que el mayor provecho redundé en los propios beneficios y es consabide que los que se beneficiaron poco o nada de dicha prosperidad fueron los campesinos, que en una co- yuntura de precios menguantes como la de los afios veinte no podian hacer frente a las dendas por inversiones contraidas en afios de coyuntura alta y de pracios elevados como habia sido Ia de los aitos de guerra. Muchos de ellos se convirticron ast on arrendatarios de los mismos terrenos de los cuales ha- bian sido antafio propictarios. Las cosas se complican si tomamos en consi~ deracién Ia amplisima faja intermedia. Una estadistica de 1929 nos revela ‘que menos de una tercera parte de las familias americanas gozaba en aqucl periodo de una renta superior al nivel del decent ving, ijado en dos mil qui nientos délares anuales, un nivel, por otra parte, superior al de los demas pai- ses industrializados. En todo cas0, es notorio que los salarios ereccron en una medida menor que la productividad, pero también es notorio que entre 1921 y 1929 Ia tasa de desempleo bajé del 11,9% al 3,2% de la poblacién activa. Cualesquiera que puedan ser las conclusiones de un analisis sobre la dis- tibucién de Ia renta, lo que merece ser subrayado es que a la coyuntura alta Dela primera gverre mundial la gran deren » no correspondié un aumento de la conflictividad social: entre 1920 y 1928 Ja eifea total de huelguistas disminuyé de un millén trescientos mil a tees la fase de Ia revolucisn bur guese y del desarrollo captalista, para pasar drectamente a un socalismo pro pio, es decir, que se remontara ala tradicién del obina y del mir. Como mar- istas que eran, los mayores representantes de las varias corrientes en que se dividia el Partido Obrero Socialdemécrata Ruso ~incluidos los bolchevi- ques-, seguian estando convencidos de que el paso a una revolucién socia- lista no estaba en cl orden del diay eso explica la actitud de espera, més o me- zos benevolente, que ellos adoptaron en un primer momento para con el gobiemo provisional. Entre los pocos que no compartian este punto de ta se encontraban Trotsky y Lenin, que en abril habia vuelto de Suiza des- pués de un largo viaje a través de Alemania en un tren precintado. ‘Vladimir lich Ulianoy, apodado Lenin, habia pasado buena parte de su vida en la emigracién. Como todos los emigrados, habia Iaido mucho y era quiza el mis culto de los exponentes del socialismo europeo; pero no por ello era un doetrinario, o incluso un fanatico, como se le suele presentar en algunos estudios recientes. En los ambientes del Partido Obrero Socialde~ mécrata Ruso y en los de fa Internacional Socialista se le conocia por sus posturas radicales y por su tajante intransigencia, un compafiero ineémodo, Pero siempre un eompaticro, El propio Lenin, por otra part, se consideraba ime gar meni ron deprosite 8 un socialdeméerata ya la muerte de Bebe, en 1913, le dedies una necrolégica {en que rendia homenaje a la figura del diigente de quella socaldemocrec alemana por Ia que senta respeto y ala que reconocia una funcién de guia ¥ cuanto mayores habian sido este respetoy este reconocimient, tanto mds se sintié Lenin afectado por la decisin de la socaldemoeracia slemana de votara favor de los eréitos de guerra y de sumarce ala Birgeriede En sis excitos de los afios de guerra el resentimiento para con los «traidores de la Segunda Intémacionaby tiene los acentos del lvor. Kausky, que durante tans tos aos haba sido un maestro, habia convertido en un atonegado>. Peo a rargen de los excesos verbals ¢intelectuales, Lenin, como politico reslcea queer, eaptaba un aspecto esencial: se daba cuenta de que algo irreparable hhabia pasado y que el movimsiento socialist se encontraba ahora en ln neces Sidad de atravesarteritorios inexplorados y afrontar aguas peligrosas, No cbstante I estaba decidido a seguir en su labor de erevelucioarie de prof, sim ya aniesgarse. On sengagect puis on cit, afiemari en yno desis iltinos cscritos. Por ello no dudé en negociar con los alemanes su regreso a Ruan conciente de las critics a que se enftentaba, y subié al vagon procintado, "desde eg aa cin de Finlandia de Petograda te declare) contratio a cualquier apoyo al gobierno provisional y en favor de la forma Co éidn de un gobiemo que fuera expesion dels sovicts dels obreres, de los eg sokiados y de los campesinos, que se habian venido formando y que repre. sentaban un punto de referencia para sectores muy amplios de a poblacon, La consgna, quel enuncis por primera vex en sus Tavs de abil ers pues, «todo el poder a los soviet. El cometido de este gobiemo, una ver tommada = posesin, sera poner fin ala guerra confiscar ls terrenos de los grandes pro- Blettos reduc os bancos bajo su control, Lenin, come ae ha vito, estaba * onvencide de qu smejante gobiemo revolucionatio no podiasobrevivr st {i se quedaba aislado. Por tanto, proponia que se promoviers la formacion de f= ua acer emcional qu romper con bs partido del sacl cp ropeo que habian sostenido a los respectivos gobierno y colaborado con ellos en el transcurso dela guerra, y que apoyara, por contr, los movimientos «queen cada pais luchaban para una solucion revolucionara, ‘A muchos,y en un primer momento asus propios compaBeros de pat- tido, incluido Stalin, eas posiciones les parecian excesivas,cxando'no sven turadas, Sin embargo, el exceso estaba ya en los hechos la guerra segua, pero Jos soldados yz se negaban a char, el gobierno provisional tergiverssbe la ppucstaen marcha dela eforma agratia, pero los campesinos ya octpaban las Sierras de los pometiti. A medida que la situacion se hacia més tensa ein controlada, as ideas de Lenin hacfan mellayaparecian eomo una slida po- sible del caos y de la disgregacion. ° Era un hecho, sin embargo, que en los sovets de las dos mayores cu ddades ~Petrogrado y Mosc, que hubieran tenido que ser las avanzailas nie * Historia general desig Dela primera guerra mundial ale gran deprcin 45 y las protagonistas de la nueva revolucién, los bolcheviques estaban en mi- hnoria frente alos socialrevolucionarios y alos mencheviques. En las localida- des menores, los soviets eran sustancialmente unos érganos de autogobier- no local, cuya principal preocupacién era la de garantizar el abastecimiento de su ciudad o aldea, incluso a costa de bloquear los abastecimientos disigi- dos a otros centros y ala capital hambrienta.

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