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La crónica: esa voz trangresora

AUTOR: Luis Pérez

La crónica es ese género tan particular, ese límite entre lo literario y lo periodístico.
El siguiente trabajo abordará dicho género desde un problema teórico y a partir de esta
definición, se focalizará en la crónica como un híbrido; además se tendrá en cuenta
características generales y sobre todo, la transgresión y la puesta en escena de una realidad
cruda, muchas veces invisibilizada por los medios masivos. Para ello, se analizará la
crónica latinoamericana, en particular textos de Martín Caparrós; poniéndolos a dialogar
con aportes teóricos de diferentes autores.
Para iniciar, del cronista mencionado en el primer párrafo, se trabajará con dos
textos: Haití. La isla de la fantasía de su libro Larga distancia y Una postal de Sri Lanka,
el asco de la serie de artículos llamados Postales, que fueron publicados en la revista Altaïr
Magazine.
Es necesario, ante todo, conceptualizar la crónica y brindar aspectos generales de la
misma. Desde la etimología de la palabra, Jorge Carrión dice lo siguiente: “La palabra
crónica contiene el tiempo en sus sílabas. Por eso conviene recordar su cronología, que nos
remite- una vez más- al griego y al latín: la narración de la historia en el orden de los
hechos” (2012: 20). Esta es una definición tradicional y por antonomasia del género.
Profundizaremos más sobre la cuestión.
El problema que se nos presenta como lector es si lo que leemos es literatura,
ficción o no es literatura, factual. Un aporte significativo que vale la pena destacar es el que
brinda Susana Rotker en La invención de la crónica. Ella dice que la crónica es un producto
híbrido y marginal; presenta el desafío de “aceptar que una nueva literatura pueda surgir de
un espacio periodístico” (1992: 199). Además, la autora señala la paradoja en la crónica, ya
que, esta se define en el momento que empieza a autonomizarse del discurso literario. Otra
caracterización importante la aporta Juan Villoro cuando habla de la crónica como el
“ornitorrinco de la prosa". Si se tiene en mente lo que es un ornitorrinco como animal,
claramente entendemos la hibridación de la que menciona Rotker años anteriores. La
crónica para Villoro toma de la novela, la condición subjetiva, del ensayo, argumentación,
del cuento, el sentido dramático en un espacio corto, de la entrevista, los diálogos, del
teatro, el montaje de diálogos y de la autobiografía, el tono memorioso. Leila Guerriero
aporta una definición para sumar a la característica de lo híbrido, ella dice que el buen
periodismo narrativo puede definirse como arte, porque utiliza los recursos de la ficción,
sólo uno le está vedado: la invención.
Ahora bien, ya definida la crónica como un híbrido, pasemos a un rasgo
fundamental de esta y que se observa en los textos de Caparrós: la exposición de una
realidad cruda ocultada por los medios hegemónicos, en la cual interpela al lector incluso
provocando una cierta incomodidad. Esto se relaciona perfectamente con una cita de
Mónica Bernabé:

Las crónicas muchas veces constituyen un acto de intervención. Cuando digo


intervención me refiero a cierta tendencia a lo performativo que se evidencia en el
arte actual. No es la manifestación de una posición política sino una operación de
interpelación ética que actúa e interceder para que se produzca el encuentro entre
el lector y aquello que permanece invisible a primera vista o aquello que no
vemos- o mejor- que no queremos ver (2006: 13).

Antes del análisis de las crónicas de Caparrós, resulta importante brindar una breve
reseña biográfica de este autor. Es licenciado en Historia, ha vivido en varias partes del
mundo durante su exilio: Madrid, París y Nueva York. Con el regreso de la democracia en
el país, colaboró en la sección cultural de Tiempo argentino y junto a Jorge Lanata fundó en
1987 Página 12. Ha recibido durante su carrera numerosos premios como la Beca
Guggenheim, el Premio Herralde y el Premio Internacional de Periodismo.
En las crónicas mencionadas, aparece la figura del cronista, el narrador en primera
persona que es parte de los hechos, reflexiona y hasta hace comentarios de humor. Estas
características lo acercan al periodismo Gonzo, originario de Estados Unidos. En Haití. La
isla de la fantasía, el periodista dice: “Yo soy blanco y blanco de las miradas. Las miradas
son, muchas veces, toscas y yo, para cumplir con mi papel, pienso en algún momento de
descuido que debía ser maravilloso ser un esclavista sin preguntas, sin remordimientos en
aquel tiempo en que ser esclavista era normal"… (2001: 96)
En Una postal de Sri Lanka. El asco, nos encontramos con una presencia más fuerte
del cronista que forma parte de ese contexto que le produce asco: …” aquella vez que fui a
Ceylán, que algunos llaman Sri Lanka, para escribir sobre los turistas pedófilos o, dicho de
otro modo, los hijos de mil putas que van allí para cogerse chicos de cinco, seis, diez años".
(2001, p. 1). En el final retoma la sensación de asco encontrándonos con una circularidad:
“Yo era en ese momento, de verdad, un consumidor de sexo, pornógrafo de ellos- y en ese
momento, tuve un asco como creo que nunca había tenido". (2001, p. 3). La fotografía
también juega un rol fundamental, es un discurso que aporta sentido y acompaña al texto:
los nenes en la playa haciendo poses eróticas refuerza esa sensación de asco.
Observamos en ambos textos que el cronista es parte de la historia en sí y participa
activamente. Es interesante destacar en Haití. La isla de la fantasía, la enumeración caótica
de principio, el cronista enumera al azar todo lo que está viendo:

En esas calles, que alguna vez fueron asfaltadas y ahora son de barro negro y
maloliente, hay hombres que se lavan la cabeza con el agua servida que las cruza,
mujeres que despulgan sobre sus faldas a chiquitos muy flacos, mujeres que
dormitan bajo un sol como espadas, mujeres que se pasan el día entero de rodillas
ante diez guayabas o un montoncito de maní… (2012: 93).

El mismo Caparrós en entrevistas ha expresado “la obligación de mirar que es como


la actitud del cazador". En esta cita en particular, podemos identificar cómo esa realidad
circundante interpela al cronista, lo obliga a ser mirada y, por ende, la escribe. Podemos
afirmar también que es una realidad cruda, que no saldría nunca en folletos turísticos o en
los medios de comunicación masiva. Visibiliza lo que a primera vista parece invisible. En
Lacrónica, el mismo autor nos dice que mira el mundo como si nunca hubiera sido visto y
trata de reponerlo en su contexto, cuenta las historias de lo que no es noticia o los que nos
enseñaron a no considerar noticias. En una parte de la crónica aparecen estadísticas, datos
concretos sobre Haitì:

Ahora, en Haitì, el 95 por ciento de los seis millones de habitantes es negro, y el


5 por ciento de mulatos fue siempre una élite económica y social. El 1 por ciento
de la población acapara la mitad de lo ingresos, y hay un 80 por ciento que vive
con menos de cien dólares al año. Los desocupados son el 70 por ciento, los
analfabetos el 80 por ciento, tres de cuatro chicos está desnutrido y uno de ellos
morirá antes de los cinco años. (p. 96)

Ya con este fragmento, nos muestra una ciudad en la cual reina un estado de
explotación, de desigualdad social y la niñez como la principal víctima al igual que en la
crónica de Sri Lanka.
Otro procedimiento textual es el montaje de voces que resulta sumamente
significativo para mostrarnos esa realidad cruda. Hablan varios personajes y a veces sólo
leemos lo que dicen sin saber quién es el emisor, un estilo directo libre como recurso de la
nueva narrativa. Todo esto en el medio de los datos duros, periodísticos. Por momentos
habla Aristide:

Yo no hablaría de destrucción, sino de purificación. En Haití, tenemos una


estructura de corrupción que hay que purificar para que no siga royendo la
sociedad. El movimiento Lavalas es la unión del pueblo. Es un conjunto de ríos
que llegan a un punto de convergencia y, al juntarse, se convierten en la fuerza
del pueblo. Y, al mismo tiempo, la fuerza permite la construcción. (p. 94).

Otros personajes tienen voz porque el cronista así lo dispuso, como el caso de la
profesora de francés: "Nada puede alcanzarlo. Si puedo superar las esferas y los
obstáculos, es porque él depende de Dios y no de los hombres". (2012, p. 102). El
coronel dice lo suyo también:

Veían que un hombre joven, apenas mayor que ellos, gobernaba el país, y
pensaron que por qué no ellos. Además, tenían dos o tres ideas curiosas.
Pensaban, por ejemplo, que cuando el ejército decomisa algún cargamento de
cocaína de los que hacen escala en la isla, en vez de quemarlo o entregarlo a las
autoridades americanas, debía venderlo, y usar ese dinero para modernizar el
país. Estaban muy confundidos: los Estados Unidos nunca hubieran aceptado
semejante cosa. (p. 106).

Con estas voces, el cronista reconstruye la realidad, no es él solo con sus


impresiones, hace hablar a la doxa, a la voz del pueblo. Uno como lector no es indiferente a
esto, hasta podríamos decir que nos provoca una suerte de asco como en la crónica de Sri
Lanka.
Citando de nuevo al mismo autor, Caparrós manifestó en una charla abierta en la
nueva sede de la fundación Tomàs Eloy Martìnez en 2017, que la crónica será marginal o
no será. A nosotros como lectores nos cabe preguntarnos si es marginal por la realidad que
plasma.
A modo de conclusión, encontramos en la crónica un género híbrido, que retrata,
describe, narra, muestra distintas realidades de los países marginales, de los no comerciales,
de los no turísticos y lo hace sin filtros, sin sutilezas y sin objetividades, ya que, el mismo
cronista forma parte de ese contexto.
BIBLIOGRAFÌA

BERNABÈ, Mònica (2006). Idea crónica: literatura de no ficción latinoamericana.


Buenos Aires: Beatriz Viterbo.
CAPARRÒS, Martín (2016). Lacrónica. Buenos Aires: Planeta.
(2012). Larga distancia. Buenos Aires: Booket.
CARRIÒN, Jorge (2012). Prólogo: mejor que real. (en “Mejor que ficción.
Crònicas ejemplares). España: Editorial Anagrama
GUERRIERO, Leila (2014). Zona de obras. Buenos Aires: Anagrama.
ROTKER, Susana (1992). La invención de la crónica. Buenos Aires: Ediciones
Letra Buena S.A.

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