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L
E El juego de ajedrez
e
T espués de haber sufrido un gran disgusto, un años de austeridad y trabajo. Recordó, entonces su vida
u
·R D joven decidió ingresar en un monasterio. En el
primer encuentro con el abad, dijo:
inútil, y una oleada de compasión invadió su corazón.
Deliberadamente hizo una mala jugada y luego otra,
arruinando su posición y dejando sus piezas sin defensa.
A -Estoy desilusionado de la vida y quiero alcanzar la
liberación para terminar con esos sufrimientos. Pero no Súbitamente, el abad se inclinó hacia adelante, tiró el
tengo la virtud de atenerme a cualquier cosa por mucho tablero al piso y dijo:
tiempo. Jamás lograría dedicarme tantos años a la medi-
-Ninguna cabeza ha de caer aquí. Tan solo dos cosas
tación, al estudio y a la austeridad. Sé que reincidiría en
son necesarias -y, volviéndose al joven, agregó-: con-
el error y sería atraído de nuevo al mundo, por más dolo-
centración absoluta y compasión. Hoy tú aprendiste
roso que este sea. ¿Existe algún atajo para las personas
ambas. Estabas totalmente concentrado en el juego y,
como yo?
en medio de ese estado, pudiste sentir compasión y te
-Sí, existe -respondió el abad-, desde el momento dispusiste a sacrificar tu vida. Permanece algunos meses
en que hayas tomado la determinación. Dime, ¿qué con nosotros. Si sigues nuestro entrenamiento con el
estudiaste? ¿En qué más te has concentrado en toda tu mismo espíritu, con seguridad alcanzarás la iluminación.
vida?
Así hizo el joven y alcanzó la iluminación.
-En nada, verdaderamente. Mi familia es muy rica y
yo nunca necesité trabajar. La única cosa que realmen- Tradición Zen
te despertó mi interés fue el ajedrez. Me pasaba la Extraído del libro "Historias del Alma, historias del
mayor parte del tiempo jugando al ajedrez. Corazón"
El abad pensó por algunos momentos y dijo a su asis- DE CRISTINA fELDMAN Y JACK KORNFIELD
tente.
-Ve a llamar al monje y dile que traiga un tablero y
piezas de ajedrez.
El moiu:e trajo el tablero, y el abad, mientras acomo-
daba las piezas, pidió también que trajeran una espada.
Así como recibió el arma la levantó y dijo:
-Tú, monje, juraste obediciencia a mí, tu jefe. Yo
ahora exijo esta obediciencia: vas a jugar una partida de
ajedrez con este joven. Si pierdes, tu cabeza será corta-
da con esta. Pero te prometo que renacerás en el paraí-
·,,···. so. Si vences, cortaré la cabeza del joven: el ajedrez es
lo único en que él se empeñó en toda su vida, y de ser
derrotado, bien merece perder la cabeza.
El monje y el joven miraron al abad y vieron que
estaba hablando en serio: realmente cortaría la cabeza
del perdedor.
Empezaron la partida. Al comienzo, el joven sintió el
sudor corriéndole hasta los tobillos, pues estaba en
juego su propia vida. El tablero de ajedrez se volvió el
mundo; estaba enteramente concentrado en él.
/ El joven comenzó jugando mal, pero el monje hizo
una jugada sin éxito y él aprovechó para lanzarse al ata-
que. En el momento en que la posición de su adversario
se desmoronaba, el joven miró su rostro, de soslayo: vio
una expresión de inteligencia y sinceridad, marcada por
- Unidad2
Prof. Franco López Neira
TÉCNICAS DE COMUNICACIÓN
Nivel Literal
Nivel Inferencial