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EL ABUSO SEXUAL: UNA REALIDAD EN NUESTRA SOCIEDAD

Antes de iniciar el análisis del tema considero relevante presentar como es concebida la
violencia sexual por La Organización Mundial de la Salud (OMS) : “todo acto sexual, la tentativa
de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las
acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona
mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la
víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.

Partiendo de este concepto construido por la OMS, es necesario resaltar que este tipo de
violencia no se da solo en mujeres como se tiende a pensar, el acoso sexual a hombres se da
en lugares como el hogar, la calle, el trabajo, la escuela, entidades como el ejército y las
cárceles y es muy común ver que no se hace mucho énfasis en el tema cuando del género
masculino se trata, pero ¿por qué sucede esto?.

Según un estudio realizado en Colombia por parte de Medicinal Legal en el año 2018, se
realizaron 26.059 exámenes medicolegales por presunto delito sexual, de los cuales el 85 por
ciento fueron realizados a mujeres, y esto no es todo ante estas cifras alarmantes es necesario
aclarar que la mayoría de esos exámenes fueron hechos a menores de edad que tienen entre
10 a 14 años (10.454 revisiones) y entre 5 y 9 años (6.412 revisiones), demostrando así el
grado tan alto de vulnerabilidad al que están expuestas las niñas menores de edad y no solo
niñas, la vulnerabilidad la encontramos en cualquier mujer u hombre que no es capaz de
denunciar ante una conducta extraña por parte de su presunto abusador y es por algunas
razones que no voy a justificar pero que si suelen ser las más comunes y las que como mujer
nos llevan a dudar en si debemos o no denunciar, en muchos de los casos el sistema de apoyo
no es el más adecuado o no presta la atención suficiente, el temor al riesgo de aquello que
puede suceder a partir del momento en que se denuncie una situación de abuso, este temor
tiene dos causas, una de ser culpada y otra de recibir amenazas o poner en riesgo la vida, el
trabajo o una asignatura en la escuela como es tendencia hoy en día.

Se cree que la escuela es un lugar seguro para los niños y jóvenes, pues allí es donde reciben la
formación necesaria para desarrollarse como personas íntegras, aptas para hacer parte de la
sociedad y participar en ella, pero según estudios recientes las victimas más frecuentes de
acoso sexual son estudiantes, en su mayoría mujeres que no son capaces de denunciar,
exponiéndose a problemas de diferente orden, en cuanto a la salud las victimas comienzan a
sufrir de ansiedad, estrés, depresión, entre otras, adicional a esto las victimas dejan de lado su
papel en la sociedad y el de esta misma, aislándose, cambiando los estilos de vida, la forma de
percibirla y el sentido propio que cada quien le da a su vida.

La preocupación por el tema está alcanzando cada vez mayor importancia para las
autoridades, como para las diversas instituciones tanto públicas como privadas que se
relacionan con el tema. Existe cada vez mayor información acerca de las severas repercusiones
físicas, psicológicas, sociales y familiares que sufre una niña, adolescente o joven que es
víctima de Violencia Sexual desde el Acoso Sexual hasta la Violación y por lo tanto es más
evidente la necesidad de que sea atendida en forma adecuada por profesionales de la salud,
de protección de menores, policiales y otros.
Por último pero tal vez más importante, ¿cómo combatir la violencia sexual en nuestras
sociedades? ¿cómo evitarla, y cómo atender adecuadamente a las víctimas? Prácticamente
todas las soluciones que pueden formularse tienen tanto virtudes como deficiencias y es al
mejor balance entre unos y otros a los que debe orientarse la labor del teórico y del científico
social. Así, ni la divulgación de los eventos de violencia y de sus traumas por parte de las
víctimas va a evitar que los abusos sigan ocurriendo, ni mayores sanciones penales lograrán
por sí mismas la erradicación de este tipo de delito. Por ello tal vez se ha llegado a pensar que
los mejores mecanismos para enfrentar la violencia sexual deben mezclar diversos ámbitos de
acción, por una parte, se reconoce la importancia de romper el silencio, desafiar el estigma y
llamar las cosas por su nombre, es decir, que las mujeres se tomen la vocería de la denuncia y
ella sea planteada en los términos que mejor describan la situación, y que de mejor forma
expresen las razones del rechazo femenino a estas conductas. Segundo, debe darse apoyo a las
mujeres y niñas que han sufrido la violencia de género. La tercera forma, implica reconocer en
el derecho una potencialidad explotable de cambio, es decir, mantener a la vista las críticas
que con ocasión de su ́masculinidad ́ se le formulan, pero no rechazarlo por completo y en
lugar de ello buscar formas a través de las cuales los derechos de las víctimas sean
reconocidos. Por ejemplo, la consulta a organizaciones de mujeres para la elaboración de
proyectos de ley o de políticas públicas, la orientación de estas últimas a la prevención del
delito, pero de cualquier forma una mayor atención y participación de las víctimas y de las
mujeres en general en la elaboración de planes estratégicos.

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