Andrea Alliaud
Estanislao Antelo
OS GAJES DEL OFICIO
Ensefianza, pedagogia y formacién
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AnteloCAPITULO 2
Grandezas y miserias de la tarea de ensefiar!
Andrea Aliaud y Estanislao Antelo
El tamaiio y el peso de la tarea de ensefiar
El trabajo de educar parece fundarse en una desproporcién?. En tanto trata de
un conjunto de acciones que —con diversos fines o propdsitos— unos seres ejer-
cen sobre otros, la operacién educativa se confronta constantemente con las difi-
cultades, aporias e imposibiidades que suscita toda préctica que ambiciona
provocar algtin tipo de efecto en el otto,
La idea misma de formacién excede ampliamente la mezquindad de la adqui-
sicién de un saber o de una competencia y encuentra su lugar entre las artes des-
mesuradas de la transformacién del ser. Dificil o imposible, la educacién vive de esa
desproporcién y de la grandeza asociada que la sigue como su sombra, y llega a
contaminar su reflexion sistematica que nos es dada a conocer como pedagogia.
Un notable pensamiento clésico sobre la materia es una muestra acabada de la
desmesura educativa: “El hombre es el Unico ser susceptible de educacién (..) El
hombre no puede hacerse hombre més que por la educacién. No es mas que lo
que ella hace de él, Y observemnos que no puede recibir esa educacién més que
de otros hombres que, a su vez, la hayan recibido” (Kant, 1991: 34)°.
Todo sucede como si la educacién no pudiese conjugarse sin un todo. Pero la
"Una versa de este texto se encuentra en Andrea Allaud y Estarslao Antelo;"Grandezas y miseias de la tarea
de ensenar, Revista Linhas. Universidade do Estado de Santa Catarina (Basi, vol 6, nim. 1 (2005).
* Laaccién educative no sblo es desproporcionada, sino inadecuada, desajustada, incalculable, no mesurable, poll
ticamente incorrect, como toda accidn entre seres humanos.
* También Rousseau avanza en esa diecién: “Nacemos débiles, necestamos ser fuertes,y al nacer carecemos
e todo y se nos debe proteger: nacemas types y nos es ecencial cancegui intligencia Todo asta de que care.
‘cemos al nacer, tan imprescindible en la adolescencia, se nos ha dado por medio de la educacién” (Rousseau,
1983: 66),AO Los gaies del otic
desmesura no es sélo académica. Habita el vocabulario cotidiano. “Solo la educa-
cién podrd salvamos’, "Todo depende de como hemos sido formados’, “La grande-
za de un pals —vociferan los habitantes de la polis del siglo wa depende de la
educacién”.
Probablemente la pedagogia, en tanto léxico primordial de las précticas educa-
tivas, ha sido siempre una forma de la predicacién entusiasta* Sin ese aditivo, es
dificl capturar el empeft, la terquedad o la perseverancia que caracterizan a los
que se hacen llamar educadores, cuyo trabajo se concreta a pesar de (0 a causa
de) tener todas las pruebas empiricas en su contra. Similar a la imagen de un pode-
1080 titan, paladin, capitan de tormentas, atleta entrenado contra vientos y mareas,
la grandeza (y la responsabilidad que la acompafa) parece provenir de aquello
contra lo que lucha: la adversidad. Se olvida muy facilmente que una educacién sin
adversidad no es una educacién.
En una investigacién reciente, en la que hemos trabajado con autobiografias
escolares producidas por maestros novatos (Aliaud, 2004), notamios que al refe-
ritse a si mismos y a la tarea que realizan, estos docentes dan cuenta de los apren-
dizajes que estin protagonizando en sus primeros desempefios. Destacan lo que
ain les fata por aprender en un proceso que se representa cotidiano, desespera-
do y prolongado: “Dia a dia me voy perfeccionando’, “Todas las experiencias me si-
ven’, “Saco lo que puedo de todos lados". Asimismo, y como consecuencia de las
propias falencias detectadas, estos maestros se tefieren a los errores que cometen
con sus alumnos, errores que caracterizan como “terribles dafios’. Las fallas perci-
bidas aparecen vinculadas con los aspectos mas espectficos de su tarea: la ense-
jianza. Sus victimas principales resultan ser: “Los (alumnos) que mas les cuestan’,
“Los que més lo necesitan’, “Los nifios mas pequefios'.
‘Ambas consideraciones nos llevaron a preguntarnos por la concepcién de los
maestros acerca de su propia actividad. Si la tarea que se ha de desempefiar se
visualiza a partir de su grandeza, nunca se va a estar lo suficientemente prepa-
rado para ejercerla y, a la ver, los posibles errores cometidos aparecen como
terribles dafios.
[a dexproporaiin pedagogica que s6lo puede ser comparada con el amor y la pola, requete pare su form
lacion ura buena dosis de lo que el fidsofo aleman Peter Sioterdk lama linguistca del entusiasmo: "Patendo de
que el hombre es el animal que se predice, est inguisia tata de actos verales con los que los hombres anuncan hor
tee venderos (__) Desde siempre fue la humanizeién un suceso en el que predicadores eminentes proponian @ sus
semeiantes modelos de humanidad, histories ejempleres de los antepasados, os heroes, os santos, los artistas. A esa fue
a demuigica dela lengua, a Varo promesa(.) €or ie ue ser prometido a hombre artes de somes a pr
ba, en st mismo, lo que puede ser (1998: 40)
‘Compétese con el capitulo 3 "Los maestos através del espejo. Une mirada desde la biografa escolar,Grandezas y miserias dela tarea de ensenar 41
Nadie cuestionaria la importancia de la tarea de los docentes. Tampoco
dudarla acerca de las incertidumbres o inquietudes que presenta toda actividad
en sus inicios. Sin embargo, y més alla de los motivos que los hayan impulsado
a seguir la carrera docente, los maestros novatos parecen asumir individual-
mente la responsabilidad Unica por la educacién de sus alumnos, actuando
desde el dmbito restringido del aula, mediante practicas que tienden a la aten-
cién personalizada de cada uno de ellos: "Soy de comprometerme mucho con
cada alumno’, “Me preocupo por lo que le pasa a cada chico”, "Me involucro en
la tarea de cada uno". Sostendremos aqui que, desde esta posicién asumida,
la grandeza educativa se engrandece o magnifica.
El mandato educativo-civilizador, originario de la profesion, exaltaba la tarea
de los maestros por su contribucion a un nuevo orden social que se estaba con-
formando. Mas alla de los resultados obtenidos, cuando se consolidaron los sis-
temas educativos nacionales, los maestros se encontraban amparados en la
mision asignada por el Estado y eran reconocidos como los personajes legitimos
para desarrollar la tarea de educar y difundir la cultura, la instruccién y los bue-
nos modales entre las nuevas generaciones. Ejecutantes especialmente forma-
dos dentro del colectivo social para interpretar una partitura compleja, pero
trascendente (elaborada por ciertos ilustres directores de orquesta), los docen-
tes formados, homogeneizados y normalizados resultaron ser los elegidos para
llevar adelante aquella gran promesa educativa. Simbdlicamente, la figura del
maestro y su obra se engrandecian y exaltaban de manera proporcional a las
expectativas depositadas en la educacién escolar. Debido a su poderosa contti-
bucién al orden y al progreso social, los maestros llegaron a convertirse en sal-
vadores de una nacién que el Estado estaba impulsando.
Hoy las condiciones son bastante diferentes. El corrimiento del Estado, la proli-
feracién de nuevos medios de transmision y circulacién de los saberes, el acceso a
la informacién, la masificacién de la escolaridad, por no hablar del caracter difuso
de las diferencias intergeneracionales, del quiebre de prestigio y reconocimiento de
los adultos en la cultura y de los cambios que presenta /a nitez, asi como de la
fragmentacién social producida por la expansién de la pobreza, la vulnerabilidad y
la exclusién de grandes grupos, son algunas de las caracteristicas que presentan los
nuevos contextos. Los cambios producidos ocasionan ciertos desfasajes con los
condicionantes sociales e historicos asumidos 0 encarnados en los sujetos. El maes-
En sur propiat avtabiograiae ezcolares,extor maeatos valoran arpaclmente las sRuscones que protagorizs
ton como alursnos de nivel primario en las que eran “elegidos’ “identificades’,“tecanacidos’ (dentro de la “mul:
stud” escolar) por sus maestras