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La historia de Cuba ha estado íntimamente ligada al tabaco desde hace cientos de años,
al menos desde la entrada al archipiélago de los primeros navegantes aborígenes de
extracción aruaca hacia el siglo VII d. n. e., provenientes de la región septentrional de
Suramérica. Sin embargo, el cultígeno alcanzó verdadera significación comercial para
el hemisferio oriental muchos años después de que los primeros exploradores hispanos
reportaran y experimentaran el consumo de la solanácea en el Caribe.
El uso del tabaco en América antecede por milenios el registro documental histórico, ya
que evidencias arqueobotánicas sugieren que el cultígeno cuenta con aproximadamente
5000 años A. P. de manipulación por los antiguos habitantes de la costa central del
Perú. A diferencia del extendido criterio en el imaginario popular sobre su origen
antillano, se le considera como planta nativa de América del Sur. A la llegada de los
colonizadores europeos hacia fines del siglo XV, el empleo de las especies Nicotiana
rustica y Nicotiana tabacun estaba ampliamente distribuido por todo el continente.
Ambas especies ya constituían híbridos como producto de una ancestral práctica de
selección de cultivos y adaptaciones a ecosistemas diversos.
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Al arribo de los colonizadores europeos al hemisferio occidental se empleaba este
cultígeno ampliamente como:
Antes de analizar los aspectos que aún no permiten tener suficiente claridad sobre los
primigenios usos de la solanácea en Cuba, es necesario precisar algunos detalles de
significativa importancia, relativos a las características de los antiguos pobladores
antillanos, y de las fuentes narrativas primarias que recogen datos etnográficos de
interés para el tema en cuestión. Hacia finales del siglo XV los hispanos observan una
amplia distribución de pueblos con heterogéneas culturas en el área antillana
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Las escasas crónicas conocidas hasta la fecha para nuestra isla fueron redactadas, en
ocasiones, fuera del área antillana y suelen ser imprecisas y contradictorias. Esto ha
causado que numerosos intentos de reconstrucción etnohistórica, sustentados en el dato
etnográfico extraído de las fuentes mencionadas, reflejen incongruencias y trasmitan
una inadecuada aproximación a lo acontecido en el primer capítulo de la historia de
Cuba.
Sobre el uso del tabaco por los aborígenes antillanos de extracción aruaca.
Los datos etnohistóricos de interés en las fuentes narrativas legadas por el coloniaje
hispánico se pueden resumir de la siguiente manera:
Existían dos especies vegetales no comestibles que se empleaban por los mismos
pueblos con propósitos bien diferenciados, pero que involucraban la acción de inhalar,
en un caso polvo, y en el otro humo. Una de ellas (el tabaco), para degustar entre todos
los miembros de la comunidad, como símbolo de amistad y planta medicinal en
cualquier espacio. La otra (cohoba), con propósitos de celebración, adivinación y
consulta, en rituales practicados en una casa templo (caney), donde el oficiante era el
cacique. Fray Bartolomé de Las Casas nos legó la siguiente observación sobre la
manipulación de ambas plantas:
Tabaco - (…) tenían otra manera de yerba como propias lechugas, y ésta secaban al
sol y al fuego, y hacían unas hojas de árbol secas un rollete, como se hace un mosquete
de papel, y metían dentro una poca de aquella yerba y encendían el mosquete por una
parte , y por la otra sorbían o atraían el humo hacia dentro en el pecho, lo cual les
causaba un adormecimiento en las carnes y en todo el cuerpo, de manera que ni sentían
hambre ni cansancio, y estos mosquetes llamaban tabaco, (…) (Las Casas, 2007: 113)
Cohoba - Tenían hechos ciertos polvos de ciertas hierbas muy secas y bien molidas, de
color canela o de alheña molida , en fin, eran de color leonada; estos ponían en un
plato redondo, no llano sino un poco combado e hondo, hecho de madera, (…). Tenían
un instrumento de la misma madera, (…) todo el hueco como lo es la flauta, que los
dos tercios de la cual en adelante se abría por dos cañutos huecos, (…).Aquellos dos
cañutos puestos en ambos a dos ventanas de las narices , i el principiode la flauta ,
digamos, en los polvos que estaban en el plato, sorbían con el huelgo hacia adentro, i
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sorbiendo recibían por las narices la cantidad de los polvos que tomar determinaban,
los cuales recibidos salían luego de seso (...), de donde quedaban borrachos (…). (Las
Casas, 1958: 419)
Oviedo anotó:
Usaban los indios de esta isla entre otros sus vicios uno muy malo, que es tomar unas
ahumadas, que ellos llaman tabaco, para salir de sentido (….), la cual toman de
aquesta manera: los caciques e hombres principales tenían unos palillos huecos del
tamaño de un xeme ó menos de la groseza del dedo menor de la mano, y estos cañutos
tenían dos cañones respondientes a uno, e todo en una pieza, y los dos ponian en las
ventanas de las narices é el otro en el humo é hierva que estaba ardiendo o
quemándose; (…) y quemaban las hojas de aquella hierva (….): é tomaban el aliento e
humo para si una é tres é mas veces, quanto lo podian porfiar, hasta que quedaban sin
sentido grande espacio, (….).Los indios que no alcanzaban aquellos palillos tomaban
aquel humo con unos cálamos o cañuelas de carrizos, é á aquel tal instrumento con
que toman el humo, (…) llaman los indios tabaco, é no a la hierba ó sueño que les toma
(como pensaban algunos). Esta hierva tenian los indios por cosa muy presciada, y la
crian en sus huertos é labranzas para el efecto que es dicho; (….). (Oviedo, Lib. V. Cap
III, 1851: 131)
El consenso a que han arribado la mayoría de los especialistas que han revisado crítica y
detenidamente la crónica, contrastándola con las evidencias botánicas contemporáneas y
la analogía etnográfica (Reynoso, 1881; Ernst, 1889; Safford, 1916; Tabío, 1989, etc.),
es que Oviedo confundió en una dos prácticas diferentes. Estas consideraciones se
sustentan en el hecho de que:
-El tabaco no produce efectos alucinógenos.
-Los datos consignados por Las Casas son claros y contrastables con otros cronistas.
-No es necesario el empleo de inhaladores para aspirar el humo del tabaco.
- Existe una amplia referencia etnográfica que llega hasta nuestros días sobre el uso de
la cohoba, yopo, nopo, mopo o parica en la región amazónica. Los pueblos, como los
aruacos , muras, guahibos , yanomamis, otomacos, tecunas, mauhé, entre otros que
practican esta actividad proceden a la inhalación de polvos a través de una caña de
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madera simple o bifurcada. En el caso de la caña simple se atomiza la preparación en
polvo, soplando con fuerza desde la boca de un individuo a las aberturas nasales de otro.
En 1939 el Dr. Rafael M. Moscoso Puello localiza por vez primera a la especie
Anadenanthera peregrina en S. Domingo, bajo el nombre de “tamarindo de teta” o
“calderón de teta”, lo que sumado a evidencias de dibujos rupestres localizados en la
Cueva No. 1 de Pome o de Borbón confirma la hipótesis de Safford y los supuestos de
Reynoso (1881). En esta espelunca se pueden observar diversos murales pictográficos
donde personajes sentados en banquillos parecen fumar con el empleo de una caña y
también usando pipas.
Figura 3. Preparación de polvos de yopo para un ritual shapori entre los yanomamis del
Alto Ocamo, Estado de Amazonas, Venezuela (izquierda). Atomización del alucinógeno
con el empleo de una caña por un indígena yanomami.
Si bien el archipiélago de Cuba fue ocupado por pueblos de extracción aruaca desde el
siglo VII aproximadamente, no se ha podido hallar hasta la fecha en ningún sitio
arqueológico, inhaladores como los localizados en Puerto Rico y La Española, tampoco
cemíes con bandejas o platos utilizados como soporte de los mencionados polvos. La
especie yopo, nopo, parica o cohoba, Anadenanthera peregrina, no ha sido reportada
por ningún botánico para Cuba, lo cual constituye un reto para la reconstrucción de este
particular en la etapa aborigen. Las crónicas hispanas tampoco ayudan a descifrar esta
problemática, pues las referencias sobre el ritual se corresponden con Haití, donde los
propios cronistas o informantes de estos pudieron recibir información indirecta o
participar de alguna ceremonia, aunque dudamos que hayan tenido acceso pleno a todas
las fases de la actividad en cuestión.
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Derroteros futuros de la investigación etnohistórica y arqueológica:
Fuentes empleadas:
Arrom, José Juan: Prólogo y notas en Relación acerca de las antigüedades de los
indios, del misionero Ramón Pané. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990.
Cairo, Ana y Amauri Gutiérrez: El padre Las Casas y los cubanos. Aula Fray
Bartolomé de Las Casas del Convento San Juan de Letrán de la Ciudad de La Habana
en Cuba y la Universidad Central de Bayamón en Puerto Rico, 2007.
Fernández de Oviedo, Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra
– Firme del Mar Océano. Imprenta de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1851.
Las Casas, Bartolomé de: Apologética Historia Sumaria. Vol. III y IV. Madrid,
Biblioteca de autores españoles, 1958.
Reynoso, Alvaro: Agricultura de los indígenas de Cuba y Haití. Notas acerca del
cultivo en camellones, Ed. Rue Bonaparte 28, 111 p., París, Francia, 1881.
Safford, Willian E.: The identity of Cohoba, the narcotic snuff of acient Haití. Journal of
Washington Academy of Sciences, 1916.Vol. VI. P.547
Tabío, Ernesto: Arqueología. Agricultura aborigen antillana. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1989.