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nos referimos a la persona como un individuo humano, tanto en sus aspectos físicos como
psíquicos que lo hacen un ser único y singular. Mientras que cuando hablamos de la
persona terapeuta nos referimos a la persona detrás de la actividad terapéutica propiamente
tal. Esta ultima repercute en la relación que tiene el terapeuta con el mundo y en sus relatos
de identidad personal, así como en la atribución de significados que hace de sí mismo, de
su vida y de su trabajo. De hecho, las experiencias importantes de su labor pueden alterar
el quién es y qué le es constitutivo. Pueden sostener y alentar, al mismo tiempo, la tarea
terapéutica.
la persona terapeuta está construido sobre la base de múltiples posiciones del yo (self),
desde donde esta persona estructura o se vocea a sí mismo. Rober (2005) nos dice que
estas voces poseen dos aspectos: uno que refleja el sí mismo experiencial del terapeuta
y otro que refleja el sí mismo profesional del terapeuta. El sí mismo experiencial lo
remite a los recuerdos, a las imágenes y a las fantasías que surgen en lo que observa, y
el sí mismo profesional lo remite a las hipótesis que prepara para intervenir en la
terapia. Ambos se entrelazan de manera que puedan tener algún sentido para el
subsistema consultante, creando así un espacio reflexivo (Rober, 2005).
La persona terapeuta esta ligado al concepto del ensamblaje terapéutico, mientras más
se enriquezca el terapeuta de las experiencias personales va a ser mayor la capacidad de
ver/entender al otro y a su vez, verse y entenderse.
1. En primer lugar, lo más mencionado es tener un interés sincero por las personas
y su bienestar, esto significa no buscar beneficios personales o anteponer las
propias satisfacciones frente a las necesidades del paciente.
En este sentido, debemos evitar distintos fenómenos que podrían darse en el proceso
terapéutico, como por ejemplo:
2. Saber y darse cuenta de que hay estilos de vida diferentes, todos ellos son
respetables, y creer en que toda persona tiene aspectos positivos que pueden ser
desarrollados.
5. Tener un adecuado ajuste psicológico general, si bien no debe ser total, una
buena salud mental se asocia a mejores resultados en las terapias.
Sublimación, Freud
La energía erótica del ser humano puede ser expresada, pero dentro de unos límites. Si se
tiene un exceso de esta energía y no es socialmente aceptable demostrarla, el sujeto tiene
dos opciones: o la sublimación o la represión. Si la reprime, la tensión sexual puede incurrir
en psicopatología de acuerdo a los fundamentos del propio psicoanálisis.
Freud consideraba que este mecanismo era mucho más saludable comparados con otros,
como la represión, la negación, la intelectualización o la proyección. De acuerdo con su hija
Anna Freud en su libro “El yo y los mecanismos de defensa” (1936), la sublimación
constituye el mecanismo de defensa superior de la psique.
Cabe destacar que la principal diferencia entre sublimación y represión es la de que en este
segundo mecanismo de defensa hay una derivación y canalización de la energía. En
cambio, en la represión, la pulsión queda profundamente reprimida y no se canaliza, lo cual
daría paso a toda la psicopatología propuesta por Freud cuando se trata de reprimir la
energía sexual.
"El deseo del analista" es un concepto asociado a la "ética psicoanalítica" y por tanto, con la
responsabilidad del analista en la dirección de la cura. Alude a una posición del analista, a
una ética y política del psicoanálisis. La posición del analista se sostiene en el deseo del
analista como una ética y una política y esta posición se logra solo a través de su deseo. Un
deseo que no tienen que ver con el "querer" del analista sino con ofrecer un intervalo al que
el sujeto pueda articularse, haciendo de ese intervalo deseo del Otro y situándose él como
posible objeto del deseo del Otro.
Refiere nuevamente al deseo del analista pero apunta a un "deseo de saber", va a decir que
"No hay analista sin que ese deseo le surja". En el Banquete, Miller refiere al analista como
alguien que ha surgido del deseo de saber. No se trata de tener un saber, sino de un deseo
de saber que habite la asociación libre para que finalmente el saber sobre la causa advenga
al lugar de la verdad, el analista debe "saber ser el desecho de la susodicha humanidad"; lo
que quedará evidenciado en la propuesta de Lacan de los cuatro discursos.
El deseo del analista, ese lugar vacío que propicia la emergencia del sujeto, no es sin el
amor. Ya sabemos con Lacan que el amor es lo que hace al goce condescender al deseo,
es por esto que en el camino hacia la Escuela no hay otro recurso que el amor. Un amor
ligado a la demanda y por tanto a la pulsión pero no al Ideal. Los ideales no sirven para
nada, y con esto se entiende no sirven para el lazo porque la relación sexual no existe, por
tanto ¿por qué deberían servir para hacer lazo con la Escuela?
Podemos decir con Alexandre Stevens que el deseo de la Escuela es el "deseo del
análisis", la Escuela es para el psicoanálisis y no Escuela de psicoanalistas. Es en esta
articulación de la Escuela para el psicoanálisis, inaugurada en acto como efecto del deseo
de un psicoanalista; que se juega la ética y la política del psicoanálisis no sin el soporte
operador del deseo de los analistas.
IV. Funciones principales que tienen todas las personas que quieren ser
terapeutas o que debieran tener. Meter un poquito de psicoanálisis, más
entretenido
-Todo lo estudiado y expuesto en relación a la persona del terapeuta