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A principios de la baja edad media, al rededor del siglo XIII, La iglesia y el imperio gobernante tenian

grandes lazos, y a raíz de esto, nació el proceso inquisitorio, nombrado como uno de los sistemas mas
significativos cuando hablamos del castigo y la pena; Dicho proceso era conformado por sacerdotes
que investigaban cualquier conducta fuera de lo ordinario, al pasar el tiempo dicho sistema fue
expandiéndose geográficamente y fortaleciéndose para así, poder investigar, perseguir y castigar
cualquier conducta fuera de la ortodoxia.

Así mismo dicho proceso tenia como finalidad la represión ante cualquier acto de brujería,
decretándose castigos de pequeña y alta magnitud a quienes practicaran dichas acciones, mismos
castigos iban desde prisión preventiva hasta torturas, donde esta ultima estaba descrita como método
para obtener cualquier información para seguir investigando y dar con posibles cómplices. El sistema
buscaba engañar al acusado mediante falsas promesas o pruebas inexistentes, y de no confesar se
interpretaban totalmente culpables, ya que solo con ayuda del diablo podían resistir la presión de la
tortura.

Por lo tanto para el momento autoridades del sistema definían la brujería como uno de los pecados mas
graves, de fácil contagio e imitable, pues alguno de los discursos de los sacerdotes nombraban a la
brujería como un pacto con el diablo. Mismas autoridades aseguraban que quien dudara del poder de
las brujas también era un hereje( llámese herejía a cualquier creencia que esta en desacuerdo con las
costumbres establecidas religiosamente). De tal manera los abogados o defensores de los acusados por
brujería evitaban hacer una buena defensa para no levantar sospechas de pertenecer algún gremio brujo.

Las investigaciones de los acusados por dicho pecado, el poder religioso era el ente encargado para
decidir quienes eran considerados como una amenaza, y una vez capturada la amenaza se abrían
espacios policiales de arbitrariedad y corrupción donde el poder político que para el momento eran los
príncipes y el poder religioso como los sacerdotes se apropiaban de los bienes a través de la
confiscación.

Con estos métodos de justicia dicha población era renuente de tratar de hacer cualquier acto de
rebeldía, ya que con solo algún tipo de intuición o denuncia por parte de cualquier organismo del
sistema o cualquier persona, podían ser considerados como brujos y así comenzar alguna investigación,

finalmente para la apoce, la negación de la fe cristiana era considerada como una total amenaza contra
la humanidad, y para ello este sistema permitía todo método para extinguirla, ya que veían que si no
atacaban ese problema la humanidad podría desaparecer.

De tal manera si lo vemos desde una vista totalmente critica y personal, este sistema era imparcial, ya
que con alguna sospecha o alguna denuncia el imputado era acusado a tortura y de no confesar era
reprimido con mas tortura ya que lo ven como un acto del pacto con el diablo por la resistencia con las
torturas. Porque cuando hablamos de parcialidad, definimos esto como un acto donde el sistema
debería ver que pruebas hay en contra del acusado y tomar la decisión basada en los hechos no en
alguna sospecha.
De tal manera si lo vemos desde una vista mas critico y personal, este sistema no era totalmente parcial,
donde en cualquier caso, bajo alguna denuncia anonima o simplemente alguna pequeña sospecha de
pertenecer a dichos actos de brujeria, se tomaba como prueba y empezaban las investigaciones donde
los imputados sin derecho a defenderse eran sometidos a las torturas, y en muy pocos casos donde no
cooperaban y soportaban la tortura, lo tomaban como si realmente estuviera involucrados en dicha
religion.
LECTURA 1: LA SEGURIDAD Y SUS AMENAZAS EN LA BAJA EDAD MEDIA

En Europa, durante la Edad Media, prevalecía el sistema feudal y existía una fuerte asociación entre el
Imperio y la Iglesia. La vida académica e intelectual se encontraba en los monasterios. En ese contexto,
durante la Baja Edad Media (S.XIII), nace uno de los sistemas más significativos en la historia del
castigo y la pena: el proceso inquisitorio, practicado por un tribunal integrado por sacerdotes juristas
para investigar la mala conducta de los clérigos (entendida como cualquier conducta apartada de la
ortodoxia). Al pasar del tiempo se fue expandiendo geográficamente y fortaleciendo sus instituciones
para investigar, perseguir y castigar cualquier tipo de herejía (por ejemplo, oponerse a la idea del
pecado, cuestionar las estructuras de poder, promover la igualdad de bienes, practicar la libertad sexual,
etc.). El proceso tenía como objetivo principal de actuación la persecución y represión de la brujería y
estaba caracterizado por actuaciones secretas, escritas, en las que se decretaba la prisión preventiva del
imputado, es decir, de quien se encontrara en situación de pecado, a quien muchas veces se le
secuestraban sus bienes y se torturaba para descubrir la verdad. La tortura aparece minuciosamente
indicada para obtener la confesión o para lograr la delación de supuestos cómplices. La investigación se
iniciaba de oficio o por denuncias anónimas. Frecuentemente, se buscaba engañar al acusado con falsas
promesas y pruebas inexistentes. Si la acusada o acusado no confesaba, se interpretaba que era
efectivamente culpable pues sólo el diablo podía ayudar a resistir la presión de la tortura. La pena final
era morir en la hoguera. Las ventajas políticas de este sistema eran muchas: permitía reprimir la
disidencia política y religiosa, mantener el orden, lograr la unidad de la Iglesia, además de procurar
beneficios económicos al poder políticoreligioso. En este tipo de procedimientos fue emblemática la
“cacería de brujas”, en la que el inquisidor tenía amplios poderes para arrancar la verdad en los peores
delitos (pecados) mediante la tortura. La brujería se consideraba uno de los peores y más gravísimos
pecados, contagioso e imitable, pues según los discursos que justificaban su castigo, la brujería se
fundamentaba en un pacto con el diablo. La magia era efectuada con el auxilio del diablo para causar a
los hombres muchos y horribles daños. En general, se consideraba la negación de la fe cristiana como
una grave amenaza contra la humanidad que había que extinguir y, para ello, todo método para
combatirla era permitido. Si no se atacaba, la humanidad correría el riesgo de desaparecer, y esta grave
situación generaba una emergencia basada en el miedo que justificaba cualquier intervención por parte
del poder, bajo la creencia de que el enemigo no merece trato de persona. Justamente, una de las
características del discurso de emergencia es la magnificación de la gravedad de la amenaza. Se decía
que quien dudara del poder de las brujas, también era un hereje. Por eso, el mismo defensor evitaba
hacer una defensa demasiado calurosa para no provocar la sospecha de pertenecer él mismo al gremio
brujo. Sin duda, era una herramienta útil para evitar cualquier intento de deslegitimar esos métodos y
eliminar la disidencia. Lo imposible y lo irreal, como el pacto diabólico, los amores con el diablo y los
viajes de brujas sólo podían adquirir apariencia de verdad gracias a la confesión de los supuestos
culpables. Semejante confesión de culpa tan sólo podía arrancarse a discreción mediante las torturas;
sólo en rarísimos casos era el inculpado suficientemente fuerte para resistirlas. Cabalmente esto se
interpretaba en su mayor perjuicio; como empecinamiento por la ayuda del diablo, provocando esta
conducta torturas repetidas y más crueles, para quebrantar y vencer la resistencia del diablo que vivía
en la bruja. Pues en los procesos de brujas quedaban derogados los principios relativos a la intensidad y
repetición de la tortura, porque la brujería era mirada como un delito de excepción (delitum exceptum)
en el cual para la prueba de culpabilidad todo medio era lícito. Una fórmula de los procesos de brujas
decía: Serás torturada hasta que estés tan delgada que a través de ti se vea el sol (Radbruch y Gwinner
1955). Entre las principales críticas realizadas a este tipo de sistema, se decía que el poder perseguir y
castigar a las brujas era utilizado para otros fines que no se revelan, que se mostraba indiferencia frente
al dolor ajeno, que era el poder religioso el que decidía quiénes eran consideradas o considerados una
amenaza y que una vez capturada la amenaza, se abrían espacios policiales de arbitrariedad y
corrupción en los que participaban los príncipes (poder político) a través de la confiscación de los
bienes. También se critica el intuicionismo policial, según el cual, los inquisidores aseguraban la
culpabilidad de las brujas mediante argumentos intuitivos o subjetivos (equivalente a lo que llaman
algunos “olfato policial”), que valía como prueba de cargo.
referencia bibliográfica: Radbruch, G. y Gwinner, E. (1955). Historia de la criminalidad. (Ensayo de
una criminología histórica). Barcelona, España. Bosch. Zaffaroni, E. (2004). Origen y evolución del
discurso crítico en el Derecho Penal. Buenos Aires. Ediar. Tomado de: Material didáctico de la Unidad
Curricular “Historia de la Seguridad” del Programa Nacional de Formación Policial y adaptado con
fines pedagógicos para este material.
¿Qué sabes sobre los antecedentes históricos de la seguridad? Toma tu tiempo para expresarte.
Identifica: ¿Qué personas eran consideradas una amenaza para la seguridad y por qué? Señala las
características más resaltantes del poder represivo de la época.

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