Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tema 1
Tema 1
- LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y EL
DERECHO ADMINISTRATIVO.
SUMARIO:
I.INTRODUCCIÓN.
II.SOBRE EL CONCEPTO DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. 1. Síntesis de
las principales concepciones doctrinales. 2. La concepción personalista:
fundamentos y debilidades.
III.LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN EL ORDEN CONSTITUCIONAL
ESPAÑOL. 1. Relaciones entre los poderes del Estado. 1.1. Poder Ejecutivo
(Administración) y Poder legislativo. 1.2. Poder ejecutivo (Gobierno) y
Administración. 1.3. Poder Ejecutivo (Administración) y Justicia. 2. La
distribución territorial de los poderes del Estado. 2.1. La descentralización
política y administrativa. 2.2 La pluralidad de Administraciones Públicas. 2.3.
La noción de sector público. 3. Otros órganos y poderes constitucionales.
IV.CARACTERES DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
V. PERSONIFICACIÓN JURÍDICA. 1. Capacidad jurídica de Derecho
público. 2. Capacidad jurídica de Derecho privado.
I. INTRODUCCIÓN
La tarea inicial es concretar lo que sea la Administración Pública y cómo se
pueden precisar sus contornos o sus límites. No es nada sencillo y para ello merece
la pena aproximarse a su sentido pensando en el contexto general en que se
desarrolla la vida del hombre como ser asociativo. La Administración no es más que
un producto del genio organizativo del hombre, de su dimensión social. De aquí que
Administración Pública y Derecho Administrativo (DA) tengan un énfasis
socializador, pretendiendo disciplinar a los individuos, establecer entre ellos una
cierta solidaridad para favorecer los intereses del grupo en cuanto tal. Dicho
binomio encaja en la dimensión social del ser humano, pues en los impulsos
asociativos más elementales se halla ya el precedente rudimentario de la
Administración (como autoridad común) en cuanto las necesidades básicas del
grupo se encomiendan a determinados sujetos.
1
Esa idea es, en esencia, coincidente con la noción del término “administración”
en cuanto remite a la dirección, gestión o ejecución, o al manejo consecuente de
unos determinados medios, que pueden ser utilizados por un sujeto para su propio
interés como gestor de sus propios asuntos, o de intereses ajenos que le son
encomendados. Como también con el vocablo “administrar” que es gestionar, regir,
actuar, servir, con una cierta actitud racional, un plan, un orden, una elección de
fines, y que suele tener una connotación de subordinación a la posición del titular de
los bienes, cuando se realiza dicha actividad sobre bienes o medios ajenos.
Ello no obstante, esa evolución del poder público presenta un punto de inflexión
capital en los movimientos revolucionarios de signo liberal y constitucionalista
2
acaecidos a fines del siglo XVIII. Existe pacífico consenso en sostener que el
nacimiento de la Administración pública moderna está vinculado al fenómeno
revolucionario francés acaecido en 1789, que alumbraría lo que gráficamente A. DE
TOCQUEVILE describiría así: “La nueva Administración que surge da lugar a un
poder que jamás había sido concebido antes de nuestro tiempo.”
3
abusos y violaciones de los mismos por los poderes públicos. Como ello suponía una
flagrante contradicción con lo dispuesto en el art. 16 de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada también por aquella Asamblea en
1789 (“Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada ni la
separación de los poderes determinada, no tiene verdadera constitución”), el
problema se zanjaría con otra original solución. A saber, se mantendría eximir a la
Administración del control de los tribunales ordinarios de justicia, imponiéndose
que las reclamaciones contra la Administración las solventaría ella misma, mediante
órganos especiales (en origen, el Consejo de Estado ya en época napoleónica).
4
diferenciándola de otras instituciones públicas. De ese modo, por otra parte,
facilitaría la asociación con el Derecho que aplica y del que precisamente cabe
extraer los caracteres que la identifican. Es lo cierto que los diferentes conceptos
doctrinales que pueden exponerse, en mayor o menor medida, son susceptibles de
reproches de muy diferente entidad, como se expone a continuación. Esa
circunstancia lleva a muchos autores a no ofrecer en sus Tratados, Cursos o
Manuales de Derecho Administrativo, definición alguna, al advertir que una noción
unitaria o de síntesis de Administración es inútil o innecesaria, pues sin ir más lejos
el adjetivo de “pública”, que indicaría pertenencia a una persona jurídico-pública,
no es convincente en tanto existen personas jurídico-públicas administrativas que
son y dejan de ser –según la ley aplicable- Administraciones Públicas (aspecto que
se trata más tarde).
Sin perjuicio de compartir esas tesis, pero en la medida en que existe un núcleo
de sujetos públicos jurídico-públicos que en todo caso se considerarán legalmente
como Administraciones Públicas (caso de las Administraciones territoriales), puede
ser conveniente hacer una muy sucinta referencia a dicha cuestión. Así, cabe señalar
las nociones sustentadas esencialmente en criterios funcionales y materiales, es
decir, teniendo en cuenta las funciones o actividades que aquella desarrolla, ya en
general o primordialmente. Entre ellas, destacarían definiciones como la defendida
por la doctrina francesa del servicio público, liderada por autores como L. DUGUIT
y G. JEZÉ, postulando que son “administraciones públicas las instituciones que
actúan en persecución del interés general”; o la defendida también en la misma
doctrina por M. HAURIOU, que identifica la Administración con “los sujetos que
ejercen poder público de carácter imperativo”; o la preconizada en Alemania por E.
FORTSHOFF al sostener la identificación de la Administración con la actividad
asistencial o más ampliamente con la actividad prestacional.
Las continuas mutaciones y/o transformaciones que han sufrido unos y otros
cometidos encomendados a la Administración, mostraría la insatisfacción de esas
definiciones. En España, hasta prácticamente los años 60 del siglo XX,
predominaban las teorías organicistas, defendidas por, entre otros autores,
M.COLMEIRO y F. GARRIDO FALLA, que identificarían la Administración
Pública con “aquella parte del poder ejecutivo distinta del Gobierno y dirigida a la
ejecución de las leyes”. No obstante, la tesis dominante o mayoritaria en la
actualidad en la doctrina española es la conocida como concepción subjetiva o
personalista, creada por el E. GARCÍA DE ENTERRÍA (uno de los más grandes
juristas españoles modernos) , para quien la Administración pública es el conjunto
de órganos dotados de personalidad jurídica, o lo que es igual que personifica al
Estado o al ente correspondiente (Comunidad Autónoma, municipio, etc.), o dich de
otro modo, el complejo organizativo personificado de carácter público dispuesto
para el cumplimiento de las funciones y fines ordinarias del Estado.
5
Esta concepción –en la actualidad recogida en el Curso de Derecho
Administrativo I, elaborado por dicho autor en colaboración con
T.R.FERNÁNDEZ-, negará personificarán jurídica al Estado como ente así como a
cada uno de los tres Poderes del mismo. Por el contrario, será la Administración
Pública, integrada en uno de los poderes orgánicos e individualizados del Estado, el
Poder Ejecutivo, quien ostente la personificación jurídica única del Estado. Con esta
construcción doctrinal, la Administración actúa la “función del Estado-persona”,
pues a ella corresponde la administración y gestión de las funciones generales. Lo
que, en otras palabras, significa entender que es la Administración, como parte del
Estado, la que entabla relaciones jurídicas ordinarias entre éste y los ciudadanos (o
entre los sujetos administrativos entre sí), y la diferencia de los demás poderes
estatales. Y ello por cuanto el poder legislativo, como regla general, no entabla
relaciones jurídicas con los ciudadanos, ni tampoco el poder judicial cuya función es
aplicar el ordenamiento, ni exactamente el poder ejecutivo pues cabe diferenciarlo
de la Administración, aunque sea quien la dirige como luego se explica.
Por ello, esta doctrina sostendrá que para el Derecho Administrativo la
Administración Pública es una persona jurídica, en tanto es el único factor que
permanece siempre, que no cambia como cambian los órganos y las funciones. De
ahí que apelando al propio Derecho aplicable a la Administración Pública, se
convenga en afirmar: de un lado, que ésta no es para aquel Derecho una determinada
función objetiva o material; de otro lado, que no es tampoco para dicho Derecho un
complejo orgánico, pues la relación estructural entre la Administración y el
ordenamiento jurídico no se efectúa por la consideración de la misma como un
conjunto de órganos, sino a través de su consideración como persona. Todas las
relaciones jurídico-administrativas se explican en tanto la Administración Pública
como persona es un sujeto de Derecho que emana declaraciones de voluntad, celebra
contratos, es titular de un patrimonio, es responsable, es justiciable, etc. La
personificación es así el dato primario y sine qua non. Extremo que no será
obstáculo para admitir, a efectos de las relaciones en el ámbito internacional, una
supuesta personificación del Estado en su conjunto.
Estas aseveraciones se encontrarán refrendadas en nuestro ordenamiento en
distintas leyes a partir de los años 50 del siglo XX, momento en el que se produce el
gran auge y desarrollo tanto dogmático como normativo del Derecho administrativo.
En la actualidad, en la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector
público (LRJSP), la cual dispone en su art. 3.4: “Cada una de las Administraciones
Públicas del artículo 2 actúa para el cumplimiento de sus fines con personalidad
jurídica única”. Ningún precepto análogo contempla nuestro ordenamiento en
relación con el resto de poderes del Estado o del Estado en cuanto tal. Por su parte,
la jurisprudencia tanto ordinaria (STS 27 noviembre de 2009) como constitucional
(STC 26 noviembre de 2009) reconocerán que la Administración es el único sujeto
imputable por las lesiones de los derechos o bienes de los ciudadanos en que incurra
cualquier otro poder del Estado o institución constitucional, por lo que la
reclamación tiene que realizarse en vía administrativa ante el máximo órgano de la
Administración-persona y no ante los órganos constitucionales aunque sean los
directos responsables de la lesión patrimonial causada (doctrina transformada en ley
en virtud de lo dispuesto en el art. 32 de la citada LRJSP).
6
De cualquier forma, la doctrina de la personificación jurídica tiene que
asumir diferente matizaciones y reparos, como los siguientes: i) los diferentes
órganos de los poderes constitucionales realizan –también- actividades
materialmente administrativas (como veremos más tarde) y, aunque tienen carácter
auxiliar o instrumental respecto de sus funciones principales, despliegan por ello
relaciones jurídicas; ii) diferentes sujetos públicos que son considerados
Administraciones públicas por las leyes no participan exactamente de los caracteres
que se atribuyen a aquella definición sino que constituyen organizaciones satélites o
instrumentales; y iii) por otro lado incluso sujetos privados, por delegación, mandato
o concesión, asimismo realizan actividades materialmente administrativas, y su
actividad no se imputa directamente a la Administración, bien que pueda decirse lo
mismo respecto a su naturaleza auxiliar e instrumental.
7
De acuerdo con la más estricta ortodoxia democrática se residencia en el pueblo
español la soberanía nacional (art. 1.2), ejercida en su representación por las Cortes
Generales (art. 66.1), integradas a partir del juego del pluralismo político que anima
la creación y funcionamiento de los partidos. Extremo que se compatibiliza con la
Monarquía Parlamentaria como forma política del Estado (art. 1.3), atribuyendo al
Monarca o Rey la Jefatura del Estado, si bien sin ejercitar poderes sustantivos
(“reina pero no gobierna”), pues sus actos deben ser siempre refrendados bien por el
Presidente de Gobierno, bien por los Ministros (arts. 2 y 4 de la Ley 50/1997, de 27
de noviembre, del Gobierno -LGo) o el Presidente del Congreso, lo que depende de
la actuación de que se trate (los arts. 56 y 62 a 64 CE, delimitan el papel y el
catálogo de atribuciones reales).
8
1.2. Poder ejecutivo (Gobierno) y Administración.
Conforme establece la Constitución, la Administración Pública la dirige el
Gobierno (art. 97), y a ella el art. 103.1 ordena servir con objetividad los intereses
generales y actuar de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía,
descentralización, desconcentración y coordinación, y con sometimiento pleno a la
Ley y al Derecho (lo que reitera el art. 3.1 de la LRJSP). A esos mandatos cabe
añadir otros como el de la interdicción de la arbitrariedad (art. 9.3) y todas aquellas
otras exigencias que con, carácter general y en desarrollo de diferentes previsiones
constitucionales, establezcan las leyes (caso por ejemplo, de la legislación de
transparencia, acceso a la información y buen gobierno (Ley 19/2013, de 9 de
diciembre, y respectivas leyes autonómicas).
9
democrático. Es más, en el sistema de democracia de partidos que existe, el
Gobierno es el centro de la vida política, pues de él parten las iniciativas más
importantes en política interior y exterior, incluidas las iniciativas legislativas con
mayores posibilidades de prosperar. Coincide, en definitiva, con la función de
dirección política atribuida por el art. 97.
Por ello, aquellas actuaciones del Presidente del Gobierno, como disolver las
Cámaras y convocar elecciones, o aquellas decisiones del Gobierno como las de
enviar un proyecto de ley a las Cortes o elegir a los Magistrados del TC que le
corresponde designar, no se rigen por el Derecho administrativo ni son susceptibles
de control judicial contencioso-administrativo, aunque puedan serlo por el TC a
través de algunas de las vías que posibilitan el acceso al mismo según su ley
reguladora (de acuerdo con, entre otras, las SSTC 45/1990, 196/1990 y 220/1991).
Ese tipo de decisiones constituyen lo que se denomina actos políticos o actos de
gobierno o actos de dirección política. Algunos otros actos que históricamente han
tenido análoga naturaleza (decisiones sobre extradición, indultos, secretos oficiales),
han pasado a considerarse actos administrativos (expresamente los indultos,
implícitamente los demás) bien que por las singularidades dispuestas por su
legislación reguladora, no son susceptibles de un control contencioso-administrativo
pleno, a tenor de lo que dispone el art. 2.a) de la LJCA.
10
dirección política y administrativa en sentido estricto, por ejemplo, en relación con
el control judicial previsto en el citado art. 2.a) LJCA. Esa circunstancia determina
que, en el caso de los gobiernos locales –al margen de declaraciones políticas y
relaciones institucionales no jurídicas- todas sus decisiones se rigen por el Derecho
Administrativo.
11
explica teniendo en cuenta que, como señala el art. 117.4 CE, los Juzgados y
Tribunales no ejercerán más funciones que las señaladas en el apartado anterior y las
que expresamente les sean atribuidas por la ley en garantía de cualquier derecho. De
esta previsión se extrae, entre otras deducciones, que los tribunales no pueden
interferirse en el ejercicio de las funciones administrativas. De ahí que la
Administración ostente la facultad de poder requerir a un tribunal para que se
abstenga de conocer de un asunto cuando, dado su contenido, entienda que es propio
y exclusivo de la competencia administrativa.
12
Se avanza en este momento que, tal y como sanciona el art. 137, el Estado está
organizado territorialmente en municipios, en provincias y en Comunidades
Autónomas, entidades todas ellas a las que se reconoce autonomía para la gestión de
sus respectivos intereses. De ahí que junto a los máximos poderes y órganos del
Estado (Títulos II a VI y IX), sea preciso situar los que dimanan de estos otros entes
y sus respectivas Administraciones, en los términos previstos en la Constitución, los
Estatutos de Autonomía (bloque de constitucionalidad) y las leyes.
Aunque la Constitución no ha definido con precisión el modelo adoptado, lo que
constituye uno de sus aspectos más críticos, tempranamente se consolidaría la
institucionalización y funcionamiento de todas las Comunidades Autónomas que
vertebran el conjunto del Estado. La STC 247/2007, de 12 de diciembre, sintetiza
cómo la estructuración del poder del Estado se basa, según la Constitución, en el
principio de unidad, fundamento de la propia Constitución, y en los de autonomía y
solidaridad. La profunda descentralización requerirá por ello de los necesarios
mecanismos de integración (los principios de coordinación, cooperación-
colaboración, etc.), como ha destacado reiteradamente el TC, para el buen
funcionamiento del mismo, al igual que son indispensables todos aquellos otros
principios que establece el art. 3.1 y los arts. 140 y siguientes de la LRJSP en las
actuaciones y relaciones interadministrativas. Y, presidiendo las relaciones entre las
diversas instancias de poder territorial deberá estar el principio de lealtad
constitucional que, a pesar de no aparecer expresamente consignado en el texto
constitucional, sería tempranamente reconocido por la jurisprudencia constitucional
para exigir que las decisiones tomadas por todos los entes territoriales y, en especial
por el Estado y las Comunidades Autónomas, tengan como referencia necesaria la
satisfacción de los intereses generales y que, en consecuencia, no se tomen
decisiones que puedan menoscabar o perturbar dichos intereses, de modo que esta
orientación sea tenida en cuenta al gestionar los intereses propios (desde la STC
25/1981).
13
La utilización en singular del término “Administración Pública”, no puede
desconocer que engloba una pluralidad muy diversa y heterogénea de entes,
organismos y entidades públicos, que serán estudiados detenidamente en su lugar
oportuno, y que constituirán el centro de atención determinante del programa de
Derecho Administrativo. Aquella expresión hace, pues, referencia a una compleja
realidad que requiere obligadamente el uso del plural: no hay, en efecto, una sola
Administración Pública, sino múltiples Administraciones, que se hallan organizadas
(al igual que en la mayoría de los Estados) en diversos niveles de dimensión
territorial decreciente.
En España el sistema estaría representado por el Estado (en su organización
general – central y periférica), las Comunidades Autónomas, y las entidades locales.
Serían tres niveles asimétricos, de cualquier forma, pues existe una sola
Administración del Estado, 17 Administraciones autonómicas y un doble, al menos,
subnivel en el ámbito local, pues junto a las 41 provincias con administración local
propia (provincial), a las que hay que añadir diez de las islas de los grandes
archipiélagos, deben agregarse algo más de ocho mil municipios que cuentan
asimismo con organización propia y son en sentido estricto otras tantas
Administraciones Públicas (municipales). A todas esas Administraciones
territoriales aun cabe agregar las que con la misma naturaleza jurídica son de
creación voluntaria autonómica, caso de las veguerías, mancomunidades, comarcas,
áreas metropolitanas, etc. (lo que regulan tanto la LBRL como las respectivas leyes
de régimen local autonómico).
14
son Administración pública, pero que además abarca todos aquellos otros entes que
tienen carácter público a los efectos de la ley correspondiente, y asimismo puede
incluir algunos sujetos privados en tanto relacionados con aquéllos. Hay que
apreciar, en consecuencia, que, no todos los entes públicos ni todas las personas
jurídico-públicas son Administración Pública, aunque si serán todas ellas sector
público. (Véanse los ejemplos del art. 2 de las Leyes 39/2015, de 1 de octubre del
Procedimiento administrativo común de las Administraciones Públicas (LPAC) y de
la LRJSP; el art. 1 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-administrativa (LJCA), o el art. 3 de la Ley 9/2017, de 8 de noviembre,
de Contratos del Sector Público (LCSP).
15
1. La Administración Pública es un poder público dentro de una comunidad
soberana. No representa a esa comunidad sino que está al servicio de ella.
Presupone, pues, una comunidad y unos poderes superiores que priman sobre la
Administración y que le imponen sus decisiones y criterios. Es, por tanto,
dependiente del poder que representa a la sociedad y se halla en una posición
subordinada al poder legislativo y al Gobierno que la dirige.
Esta visión global de la comunidad general es compatible con la existencia en su
seno de comunidades parciales, que derivan su legitimidad de aquélla. Así, dentro de
la comunidad nacional cuyas estructuras y características vienen plasmadas en la
Constitución, existen otras comunidades internas como la municipal, la provincial,
la autonómica, también dotadas de poderes autónomos, por derivación de la
comunidad en su conjunto, aunque sin perjuicio de la supremacía que ostentan los
poderes encargados de asegurar la unidad de aquella.
16
“buena Administración” (principio que recientemente recoge el art. 41 de la Carta de
los Derechos Fundamentales de la UE (CDFUE).
V. PERSONIFICACIÓN JURÍDICA
1.Capacidad jurídica de Derecho público.
Según se ha indicado ya, el ordenamiento jurídico confirma la
personificación de la Administración Pública, de cada Administración Pública para
el cumplimiento de sus respectivos fines. Con ello se facilita las relaciones que
trabe y la imputación de los derechos y obligaciones que surgen como consecuencia
de sus actuaciones. Todo ello, dada la convicción de que sólo las personas son
sujetos de derechos y partes en una transacción jurídica ha conducido a representar
el mundo de las personas jurídicas a semejanza de las personas físicas
(antropomorfismo). No cabe olvidar que la personificación jurídica es una ficción o
una idea instrumental para configurar a un todo como centro de imputación de
relaciones activas y pasivas. Y ello, aunque el ordenamiento jurídico admita
incluso, a ciertos efectos, otras técnicas o ficciones (entidades sin personalidad
17
jurídica, patrimonios independientes o autónomos, art. 3.1.c) de la LPAC, o fondos
carentes de personalidad jurídica, art. 137 de la LRJSP).
La personificación de los entes públicos, determina que cada unos de ellos sea
un sujeto de derecho o de relaciones jurídicas, que produzca declaraciones de
voluntad de muy diferente signo y trascendencia (actos administrativos, normas
reglamentarias), que celebre convenios y contratos (públicos o privados con otras
Administraciones o con sujetos privados), que sea titular de un patrimonio (dominio
público, bienes patrimoniales), responsable (la llamada responsabilidad patrimonial,
extracontractual o de Derecho público por el funcionamiento de los servicios
públicos, o la contractual), y asimismo, que sea justiciable en los términos
expuestos.
18
Derecho privado. Se identifica con la Administración como titular de relaciones
jurídicas privadas, con las limitaciones o restricciones generales que se expondrán
en el tema siguiente.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:
19