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Kenneth Copeland
«Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está
escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»)»
(Gálatas 3:13)
Tú ya sabes lo que pasó: Satanás, en forma de serpiente, se le acercó a la esposa de Adán y la engañó para que
desobedeciera a Dios. Aunque Adán no fue engañado, hizo lo mismo que ella.
Ese día, cuando Satanás vino al huerto, no tenía ningún poder. Tuvo que entrar sigilosamente, sin hablar de manera
Adán estaba allí, y debió haberlo echado fuera. Pero no lo hizo. En vez de eso, desechó el mandato que Dios le había
Al doblar su rodilla ante Satanás, Adán le otorgó la autoridad que Dios le había conferido al hombre. Él hizo a Satanás
el gobernador ilegítimo de la Tierra. Las cosas cambiaron de inmediato. El pecado entró al mundo por un hombre, y por
el pecado, la muerte; así la muerte pasó a todos los hombres (Romanos 5:12).
Quizás digas: “Entiendo. ¿Vamos a vivir bajo esa maldición el resto de nuestra vida? ¿No había nada que Dios pudiera
hacer?”
¡Sí lo había, y lo hizo! Él envió a Jesús. Gracias a Jesucristo Dios nos libró de la maldición (Gálatas 3:13).
Tú fuiste rescatado del señorío de Satanás en el momento en que hiciste a Jesucristo el Señor de tu vida. Fuiste
redimido de la maldición. No dije que la maldición ya no está allí afuera. De hecho, lo está. Puedes verla a tu alrededor.
Pero ahora tienes una opción. Posees autoridad sobre ella en el nombre de Jesús, y puedes resistirla.
Dios ya ha hecho todo lo que el amor puede hacer. Envió a Jesús para redimirte de la maldición. El resto está en tus