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Abrir La Filosofia
Abrir La Filosofia
“La filosofía es una actividad que con discursos y razonamientos procura la vida feliz.”,
enseñaba Epicuro, particularmente, en su “Carta a Meneceo”, o el ejercicio del arte de saber
regir la vida. Esta particular manera de entender y practicar la filosofía se ha venido
relegando a una única dimensión. Con esto, no voy a cuestionar ni a criticar a la filosofía,
(profesión que quiero y estimo), sino a una forma particular de entender a dicha actividad:
La académica. Para dicho propósito, el presente escrito se centrará en la tarea de la
filosofía desde su comprensión como actividad humana y social, (Lo filosófico); y no solo
desde su extensión como concepto o materia de estudio, (La filosofía).
Por lo anterior, se puede decir que un filósofo, siguiendo el ejemplo antiguo – y cristiano, 9
lo es porque en su vida lo demuestra y en su relación consigo mismo, con los otros y con el
mundo. En un libro titulado “La comunidad filosófica”, Michel Onfray se refiere a esta
idea, citando un ejemplo interesante: En “Subasta de vidas” el escritor y humorista de
origen Sirio llamado Luciano de Samosata triunfa exhibiendo las contradicciones de los
filósofos de antaño, por ejemplo, ascetas epicúreos que profesan la frugalidad, pero les
encantan las golosinas; los plácidos estoicos, inaccesibles a los golpes de la suerte sobre el
papel, se muestran, en la vida, ávidos, coléricos y arrebatados,(Onfray: 45: 2008). Dichos
ejemplos muestran lo contrario de pensar la filosofía y de vivirla, que podría resumirse así:
una vida filosófica, el trabajo existencial, la escritura y la construcción de sí mismo en
tanto obra de filósofo; la teoría entendida como una oportunidad de práctica y viceversa, la
experiencia utilizada como una especie de laboratorio donde se puede generar y crear
pensamiento; la interacción crítica constante entre ideas y vida.
Finalmente, quisiera cerrar dicho escrito con dos pequeñas reflexiones abiertas en torno a
la filosofía: Una primera reflexión acerca de la utilidad de la filosofía. Y una segunda
reflexión, que iría de la mano con la primera, acerca de la tarea de la filosofía. En este
punto me interesa incursionar a través de unas preguntas, preguntas que en mi experiencia
personal y social siempre han estado a la orden del día y que yo, como estudiante de esta
rica e interesante tradición, no puedo dejarlas sin resolver, o al menos, intentar resolverlas:
1)¿Por qué la filosofía ha llegado a ser considerada por la mayoría de personas como algo
abiertamente inútil?. 2) ¿Por qué el estudiante que aprende la asignatura suele afirmar que
de poco le ha servido ese vertiginoso paseo por las reflexiones filosóficas, (sistemas a
veces incoherentes y que en algún grado ven conexión entre sus vidas y su realidad). 3)
contravía con el “derecho de intolerancia”, “ya que es el derecho de los tigres; es mucho más horrible aún,
porque los tigres no se destrozan sino para comer, y nosotros nos exterminamos por unas frases” (Voltaire,
Tratado sobre la tolerancia - Pp 40).
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Por ejemplo, en su “Elogio de la locura”, Erasmo afirma que un auténtico cristianismo es signo de una
sabiduría loca; recurrir a la ironía, al humor, la risa; re-activar el tema de la amistad Epicúrea En uno de sus
“Coloquios” (1533), titulado “El epicúreo”; Erasmo explica claramente su relación con Epicuro y el tema de
la amistad “La culminación de la dicha epicúrea es el cristianismo” (Erasmo, “El epicúreo”).
También es interesante ver cómo Aristóteles daba una gran importancia a la amistad, entendida como una
virtud para la vida en común: “El hombre de baja condición lo hace todo por amor a sí mismo, y tanto más
cuanto peor es; por eso, se le reprocha que no hace nada ajeno a su propio interés. En cambio, el bueno obra
por el honor, y más cuanto mejor es, o por causa de su amigo y deja a un lado lo que le concierne; el mejor
amigo es el que quiere el bien de aquél a quien quiere por causa de éste. Pero esto puede aplicarse mejor que a
nadie a uno mismo, porque cada uno es el mejor amigo de sí mismo; por tanto, debemos querernos sobre todo
a nosotros mismos” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, IX,)
¿Por qué tantas personas piensan que la filosofía es un reino inaccesible, lingüísticamente
hermético, del que sospechan que pocas cosas pueden obtener?
Respecto a la primera pregunta, podemos decir que se considera a la filosofía inútil, por el
parámetro y connotación de utilidad que se ha manejado referente a la actividad filosófica,
puesto que para algunos estudiantes de filosofía y profesores de filosofía, el valor de la
filosofía, (su característica fundamental), consiste en que no es un saber directamente
“útil”, ya que es una actividad libre que no precisa venderse a ningún resultado. Sin
embargo, las nociones de utilidad y libertad no son necesariamente excluyentes. Por
ejemplo, el Diccionario de la lengua española nos dice que la palabra “Útil” significa
aquello que puede servir o aprovechar, lo que produce un resultado provechoso. Dichos
resultados provechosos pueden verse desde un ámbito meramente instrumental y
extrínseco, (cuando optimizo un trabajo con la ayuda de un instrumento). O dichos
resultados se pueden ver desde un ámbito no-instrumental e intrínseco, (Por ejemplo,
cuando tengo utilidad o beneficio social y familiar en una salida al campo, o cuando
dispongo tiempo a lecturas).
En torno a la segunda pregunta, referente a un proceso de enseñanza y aprendizaje de la
filosofía, podemos señalar que, en términos kantianos, hay una separación entre los medios
y los fines, entre el aprendizaje y la práctica. Porque aprender debería ser algo en sí
mismo, no solo un medio para acceder a otra cosa, como un cartón o título universitario;
sino que dichos títulos deben justificarse precisamente por la calidad de lo estudiado y por
la gracia del conocimiento. Como lo diría William Ospina en un ensayo titulado
“Preguntas para una nueva educación”: “Así como a medida que dejemos de vivir en el
cielo aprenderemos a hacer nuestra morada en la tierra, a medida que dejemos de estudiar
solo para el grado aprenderemos que la rama del conocimiento y la profesión que
escojamos deben ser nuestro goce en la tierra” (Ospina: 24: 2012). Acá Ospina, hace
énfasis en el valor de una pregunta que debería orientar la práctica educativa: ¿Para qué?,
para qué estudiamos lo que estudiamos. Dicho interrogante amerita una reflexión tanto de
los estudiantes como de los docentes de un determinado campo de estudio, como por
ejemplo, el filosófico.
De ahí la necesidad de no concebir solo a la filosofía desde su campo meramente
disciplinar, como si la filosofía fuera solo privilegio y monopolio de unos pocos: aquellos
que se encierran en una forma disciplinar a estudiar la filosofía, temas que desde la
disciplina se consideran como lo estrictamente filosóficos, ( Lo bello, lo bueno y lo
verdadero, el origen del tiempo, la realidad de las ideas, la función de la razón, la
formación de un razonamiento, etc) y se dejan de lado otras cuestiones, como por ejemplo
el gusto, (no solo los nobles, sino también los innobles), la relación entre el pensamiento,
(Logos), y vida, (bios). Etc. Y la tercera pregunta, se relaciona con esta, ya que si no hay
una relación filosófica entre los contenidos o temáticas de la disciplina y la realidad y vida
en que se enseñan y aprenden, se entenderá a la filosofía, en su dimensión disciplinar,
como un campo cerrado y hermético, cuyo acceso solo se le está permitido a los iniciados e
iluminados por la luz de la razón.
En este punto, y al articular lo anterior con lo que hemos hablado sobre la filosofía, se
puede utilizar la expresión de “abrir las ciencias sociales”, pero en el particular, sería
“Abrir la filosofía”, abrir la forma disciplinar de entender la actividad y el arte filosóficos a
una forma interdisciplinar que acompañe toda formación critica de los diversos
conocimientos tanto en el campo de la ciencia, como de las humanidades. Puesto que, las
disciplinas, al ser ámbitos que agrupan diversos tipos de conocimiento en parcelas y
fragmentos de representación, materializan la idea de que la realidad debe ser dividida en
fragmentos para alcanzar un conocimiento analítico de una de dichas partes, ignorando sus
conexiones con todas las demás. “Lo que hace una disciplina es, básicamente, recortar un
ámbito del conocimiento y trazar líneas fronterizas con respecto a otros ámbitos del
conocimiento” (Castro-Gomez: 2010:83).
Siguiendo la imagen de la apertura, utilizada por el sociólogo Inmanuel Wallestein, quien
la plasmó en un trabajo coordinado por él, titulado: “Abrir las ciencias sociales 10”; dicho
trabajo consiste en la reflexión sobre el papel fundamental de las ciencias sociales como
campo, no solo disciplinar, sino inter-disciplinar, (o trans-disciplinar, los significantes no
deben alterar el significado), que acompañe y permee las reflexiones de áreas concebidas
como separadas por la distinción entre “Ciencia” y “humanidades”. Para tal fin, el informe
converge en los siguientes puntos: 1) La reunificación epistemológica de las denominadas
dos culturas, esto es, la de las ciencias y las de las humanidades. 2) La reunificación
organizacional de las ciencias sociales 3) La asunción por las ciencias sociales de un papel
de centralidad, (que no implica hegemonismos), en el mundo del conocimiento11.
Lo anterior, entonces, podría resumirse en dos puntos que convergen en una de las muchas
formas existentes para “Descolonizar la filosofía” de su ámbito meramente disciplinar y
analítico:
Tal vez, esta sea una de las muchas tareas que tiene un arte y una actividad filosófica; una
actitud permanente de crítica y reflexión, que se centre no solo en los temas de la filosofía,
sino en tratamientos filosóficos de problemas que se nos presentan en nuestra cotidianidad,
que amerita un proceso de trabajo, práctica y esfuerzo permanente por construirse a sí
mismo, al mundo y a los otros, como una especie de obra de arte y sobre todo, con una
ambición socrática: Conocerse a sí mismo.
Un conocimiento que debería apuntar hacia una ampliación del campo filosófico de
visibilidad abierto por la concepción universitaria y disciplinar de la filosofía, da do que
ésta fue incapaz de abrirse a dominios prohibidos, como las emociones, la corporalidad, el
sentido común, los saberes ancestrales y el sentido común. No es, entonces, la disyunción
sino la conjunción sapiencial y epistémica lo que quise susurrar. Un pensamiento, una
sabiduría integral en la que la filosofía disciplinar o de salón pueda “enlazarse” con otras
formas de producción y tratamiento de saberes y de reflexiones, con la esperanza de que la
filosofía sea menos un ejercicio teórico, descarnado y carente de toda vitalidad y más una
actividad y ejercicio práctico de constante tratamiento reflexivo. Ya que, si se me permite
la analogía jurídica, la filosofía es cuestión del mundo y sus afanes y no, como pretenden
algunos, solo de terminología y jurisprudencia.
REFERENCIAS: