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Para diagnosticar a una persona como discapacitada intelectual es necesario que se den
simultáneamente limitaciones en el funcionamiento intelectual y en la conducta adaptativa.
Dado que ambas dimensiones tienen un peso similar, el criterio diagnóstico viene
determinado por el del rendimiento en los tests de inteligencia y en las escalas de conducta
adaptativa.
Debemos contar con instrumentos adecuados, con suficiente consistencia interna en cuanto
a fiabilidad y validez, para que permitan predecir los errores de medida, haciendo más
fiables los resultados.
Evaluación de la inteligencia.
Wechsler (1944) que desarrolló tests de inteligencia para todas las edades, definió la
inteligencia como “la capacidad para actuar con un propósito concreto, pensar
racionalmente y relacionarse eficazmente con el ambiente”. Por lo que respecta a la
evaluación de la inteligencia, el procedimiento generalmente utilizado son los tests
psicológicos estandarizados. En los tests se presentan una gran variedad de tareas con el
objetivo de evaluar adecuadamente la inteligencia. El resultado de su aplicación es una
puntuación que, a manera de CI, indica el nivel intelectual general de la persona evaluada.
Las pruebas de inteligencia nos proporcionan dos índices: el CI y la EM. La EM mide la
maduración de ciertos comportamientos adquiridos por la persona en el momento que se
realiza el test. El CI constituye la base del diagnóstico de la discapacidad intelectual y en
particular a su clasificación en niveles de gravedad. Sin embargo, hoy en día, puede
hablarse de una cierta desacreditación debido fundamentalmente a tres razones:
1. Personas con un mismo CI pueden diferenciarse muy claramente con relación a sus
aptitudes y especialmente con relación a su competencia social.
2. El CI por sí solo no ofrece mucha información sobre las necesidades de la persona.
3. El hecho de etiquetar y categorizar a las personas que presentan un déficit en el
desarrollo mediante algo expresable en un simple número, favorece su desvalorización, su
marginación y no aporta gran cosa al estudio de la calidad de los servicios destinados a su
atención.
Existen diversos test y técnicas para evaluar la inteligencia, nos centraremos
primordialmente en las Escalas de Wechsler y el K-ABC, por ser en estos momentos los
instrumentos psicométricos más utilizados en nuestro país, para evaluar la inteligencia de
las personas con discapacidad intelectual.
Las Escalas tienen la finalidad de evaluar la inteligencia y obtener información clínica sobre
la organización de la conducta. Se aplican de manera individual, en un tiempo variable de
90 a 120 minutos. Su uso en la discapacidad intelectual está indicado para los casos leves y
moderados, ya que el rango del CI de la escala total (entre 40 y 160) puede ser insuficiente.
En la actualidad, hay tres pruebas que han sido adaptadas a la población (WPPSI, WISC,
WAIS).
Las Escalas de Wechsler, tienen todas la misma estructura y, más que un test, son una
batería compuesta por múltiples tests. Las pruebas que comprenden cada una de las
escalas se distribuyen en dos grupos: verbal y manipulativo. En el caso del WISC-R, está
constituido por seis pruebas verbales (Información, Comprensión, Aritmética, Semejanzas,
Vocabulario y Dígitos) y seis pruebas manipulativas. (Figuras Incompletas, Historietas,
Cubos, Rompecabezas, Claves y Laberintos.)
Todos los instrumentos para medir la conducta adaptativa se centran en el ámbito de la vida
cotidiana y varían en cuanto al objetivo de su uso. La mayoría se basan en entrevistas con
los padres y con las personas que cuidan a los niños. Sin embargo, ningún instrumento
puede medir todos los dominios relevantes del comportamiento adaptativo.