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Ensayo de seminario sectorial económico

Un problema que afecta tanto al Perú es la crisis de gobernabilidad en medio


de la pandemia. Se han presentado lamentables enfrentamientos en distintos
países con escenarios similares, una crisis política que afecta la
institucionalidad e incrementa los efectos dañinos que ha tenido el COVID-19
en distintos sectores. El análisis sobre cómo se comportan los gobiernos,
responden y brindan soluciones ante la crisis es fundamental para una
reconstrucción de la gobernabilidad.

La gobernabilidad democrática debe garantizar el ejercicio de los derechos de


la ciudadanía. Sin embargo, en el Perú, pese al periodo de bonanza
económica, la expansión de capacidades ciudadanas no ha ocurrido en la
magnitud esperada. Este ensayo de política tiene como propósito plantear una
visión de crecimiento y desarrollo a cinco años, e identificar cuáles deben ser
los cambios más urgentes y las metas prioritarias para llevar a cabo una
reforma. Para ese fin, recogemos tres ideas:

(i) El Perú debe transitar a una visión que priorice la generación de


condiciones de bienestar en favor del ciudadano
(II) Para lograrlo, el estado debe implementar políticas en áreas
prioritarias y fortalecer sus capacidades
(III) El centro de gobierno formado por el binomio pcm-mef resulta vital en
esta tarea, en tanto define, prioriza, coordina y monitorea el
cumplimiento de los objetivos gubernamentales

Así mismo, los efectos de la pandemia revelan tres áreas prioritarias en las
cuales actuar: educación, salud y empleo.

La gobernabilidad, como sabemos, es una forma de ejercer el poder por parte


de instituciones del Estado, de manera eficaz y legítima, para enfrentar
problemas prioritarios en una sociedad. Por lo tanto, implica tanto la capacidad
de las instituciones estatales para formular políticas, como la legitimidad de la
que gozan estas instituciones. La corrupción menoscaba tanto la capacidad
como la legitimidad de las instituciones, y dificulta la gobernabilidad del país.

La corrupción es uno de los problemas más serios que enfrenta el Perú. Como
veremos más adelante, constituye un obstáculo para el desarrollo, el
crecimiento económico, la lucha contra la desigualdad, el fortalecimiento de las
instituciones y la legitimación de la democracia y el sistema político. En ese
sentido, una de las prioridades de un nuevo gobierno que aspire a enfrentar los
problemas de fondo del país, debe ser liderar una lucha decidida contra la
corrupción.

Si las instituciones son percibidas como corruptas, en el sentido de que


benefician a un sector en particular y no al interés general, renunciando a su
deber de hacer justicia y promoviendo la impunidad, serán vistas como
ilegítimas socialmente, no serán respetadas y sus disposiciones no serán
observadas por los ciudadanos. Asimismo, la corrupción menoscaba la
capacidad de las instituciones volviéndolas ineficientes, desviando esfuerzos y
recursos del logro de sus objetivos, e incluso pervirtiendo el sentido de las
políticas para favorecer a ciertos grupos. Adicionalmente, la incapacidad de las
instituciones afecta también a la posibilidad de sancionar la corrupción7, y
facilita su reproducción.

En el ámbito económico, la corrupción desalienta la inversión, distorsiona el


comercio y las prioridades de gasto gubernamentales, y reduce los niveles de
crecimiento económico, Asimismo, traba el desarrollo, ya sea porque se
plantean políticas inadecuadas guiadas por intereses particulares, porque
buenas políticas son socavadas por la corrupción, o porque hay una
apropiación de bienes públicos que los desvía de objetivos para él. Al mismo
tiempo, refuerza y amplifica las desigualdades existentes “al facilitar una
apropiación desigual de la riqueza y los privilegios, y al inhibir los cambios
institucionales que podrían amenazar las ventajas o privilegios existentes”.
Finalmente, agrava la pobreza, al imponer un costo adicional a la provisión de
servicios públicos esenciales.

Este debilitamiento de la capacidad y la legitimidad de las instituciones,


acompañado por la sensación de impunidad y la sucesión de escándalos de
corrupción, generan desafección con la democracia. Más aun cuando
repetidamente los gobernantes que llegan al poder prometiendo luchar contra
la corrupción terminan envueltos en acusaciones y escándalos como los hemos
visto en estos últimos 30 años. De esta manera, la corrupción pone en riesgo la
democracia y le resta legitimidad porque la pervierte. Al convertir bienes
públicos en favores personales, y negar a los ciudadanos un rol en la toma de
decisiones colectivas, la corrupción debilita la esencia de la ciudadanía y de la
democracia.

La corrupción actual tiene como antecedente reciente lo ocurrido en la década


de 1990. Diversos autores coinciden en señalar al régimen de Fujimori como
uno de corrupción sistémica, en el que la corrupción alcanzó casi todos los
ámbitos de la administración pública, incluyendo las propias entidades
estatales que deberían luchar contra la corrupción.

Los tipos de corrupción que existen expresan lo extendidas y diversas que son
sus prácticas. Utilizando una tipología que destaca los efectos negativos de la
corrupción sobre el funcionamiento de la democracia, se puede encontrar actos
de corrupción en las distintas arenas de la política: en los procesos de entrada
o insumo de la democracia, tomada en un sentido procedimental (elecciones);
en los procesos de conversión de esos aportes (la voluntad popular) en leyes y
políticas públicas; y en los procesos de salida o productos que tienen que ver
con la aplicación de reglas y la implementación de políticas públicas en los
ámbitos administrativos, regulatorios y judiciales .

En la primera arena, la corrupción puede afectar el acceso al voto, la


competencia intra e interpartidaria, y los resultados electorales. En la segunda,
puede influir en el sentido de las leyes y los aspectos reglamentarios de las
políticas públicas, de modo que se definan con base en intereses privados en
lugar del interés general de los votantes. En la tercera arena, se distorsiona la

Insumos articulacion y agregacion de interes


Convercion
Sistema de
partidiarios :venta Productos
venta de votos
de denominacon de legislativos ,
partido , venta de desicion
conflicto de administrativa,
finaciamineto de intereses , abuso de venta de accion
campaña , etc informacion policial - judicial ,
privilegiada. conflicto de
intereses.

implementación de leyes y políticas al influir en las decisiones tomadas por


funcionarios en los ámbitos administrativo y regulatorio, policial y judicial. Aquí
encontramos más claramente la violación de procedimientos asociados a
distintos cargos públicos, a través de mecanismos tan distintos como el
soborno a funcionarios para recibir un trato preferencial o evitar sanciones, la
adjudicación de contratos con base en criterios de amistad y no de capacidad,
el uso de servicios públicos para alimentar redes clientelares, etc. En cada una
de estas arenas, la corrupción distorsiona los resultados esperados del sistema
democrático, reduciendo la eficiencia de las políticas o incluso implementando
políticas perjudiciales para el país, y afectando la legitimidad del régimen.

Las causas de la corrupción en el Estado peruano son, así, múltiples y


específicas a los distintos ámbitos e instituciones. Un gran problema es la falta
de liderazgo político de las autoridades en la lucha contra la corrupción, un
liderazgo que se ha ido desdibujando y que es menester recuperar lo antes
posible. A esto se agregan: la debilidad de las instituciones de control, la falta
de capacitación de los funcionarios públicos, la falta de transparencia, la débil
participación ciudadana y la percepción de una extendida impunidad –asociada
a un excesivo énfasis en las fases de investigación de la lucha contra la
corrupción, en desmedro de las fases preventivas y sancionatorias.

La crisis ya no es unidimensional no solo es la corrupción sino también la


pandemia, nos preguntamos ¿porque? Aunque el virus afecta a todas las
sociedades independientemente de los niveles de desarrollo humano o
preferencias políticas sus consecuencias son más duras para los más
vulnerables.

En las últimas décadas el Perú ha tenido como objetivo crear estrategias que
impulsen el crecimiento, mantengan el equilibrio fiscal y controlen la inflación.
Sin embargo, este crecimiento obtenido por el país se ha conseguido bajo
condiciones de informalidad.

Actualmente al Perú le ha resultado difícil o casi imposible lograr que sus


trabajadores desenvuelvan sus labores de forma remota, pues el mayor
porcentaje de estos trabajaba de manera informal en las calles.

Según el INEI el Perú cuenta con 32 millones de peruanos, donde más de 25


millones se encuentran en la capacidad de trabajar (52% son mujeres). Así
mismo hasta el 2019 las cifras muestran que la población económicamente
activa ascendía a 17.9 millones de personas, de las cuales 17.3 millones tenían
empleos, sin embargo, ahora a raíz de la pandemia solo 10.2 millones han
logrado mantenerlo.

Las medidas impuestas en el gobierno de Martin Vizcarra con el fin de evitar


la propagación del virus han provocado el incremento del desempleo a un 8.8%
entre abril y junio. Sin embargo, hace mucho antes la informalidad ya se hacía
presente en el comercio con un 73% y en los servicios con un 60%.

La COVID-19 no desaparecerá y necesitamos aprender a vivir con el virus.


Mientras que la cura en lo individual es una vacuna o tratamiento médico; la
solución a los impactos de la crisis y los problemas generados están
relacionados con la política y la gobernabilidad en al menos tres dimensiones:

 las malas decisiones políticas acompañadas de una división polític


frágil.
 En segundo lugar, la escasa inversión crónica en salud pública
alimentada por ideologías políticas sobre cuál es el papel del Estado.
 Y en tercer lugar, las reglas de patrocinio que han ampliado de manera
crónica y sistemática la división entre pobres y ricos, por ideologías de
izquierda o derecha.

Nunca en nuestra vida se ha dedicado tanta atención a cómo los gobiernos se


comportan, responden y brindan soluciones. Para la mayoría de las
sociedades, ya no se trata de reactivación o recuperación, sino de
reconstrucción.

Con el nacimiento de esta lamentable pandemia han aparecido nuevos


sistemas de gobierno, aparecen paralelamente nuevos enfoques, ya con
experiencias en Europa y otras regiones del mundo, pero novedosos para las
nacientes democracias. Una de esta propuesta se basa en la gobernanza como
acción de gobierno que busca la participación de la sociedad en las acciones
públicas que le afectan de manera directa, más aún dentro de la complejidad
social de una región con altos índices de pobreza y desigualdad y en donde se
ha implantado una cultura de corrupción, mermando la confianza de los
ciudadanos en las instituciones públicas. Aparece así la gobernanza como una
orientación que pretende brindar confianza y efectividad a la gestión de
gobierno a través de la intervención de los actores vinculados a las diferentes y
complejas políticas públicas. Por medio de innovadores mecanismos de
transparencia y rendición de cuenta, se busca generar la confianza, eficacia y
eficiencia en la gestión de las instituciones públicas, para lo cual, los Estados
hacen un esfuerzo por reducir las incertidumbres propias de quienes observan
con preocupación los innumerables casos de corrupción que se han
presentado en todas las esferas de gobierno.

Cabe resaltar que estos tiempos de pandemia aparece la creencia cada vez
más generalizada de que los países son gobernados para beneficiar a “unos
pocos” en lugar de “a la mayoría” sugiere que la legitimidad de las instituciones
puede estar cayendo en la región. Podemos pensar en tres fuentes de
legitimidad: legitimidad de resultados, cuando un gobierno cumple
confiablemente con sus compromisos, como la prestación de servicios
públicos; legitimidad procesal o basada en procesos, derivada de las
percepciones de imparcialidad en la forma en que se diseñan e implementan
las decisiones, políticas o leyes; y la legitimidad relacional, donde los individuos
reconocen la autoridad basándose en un conjunto compartido de valores y
normas.

Una de las verdades entre las incertidumbres que provocan las pandemias es
que enfermedades de pronta transmisión y largo alcance, como el coronavirus,
propulsan la inequidad, menoscaban los logros económicos de los países y de
su ciudadanía, y obstaculizan los objetivos y programas de desarrollo
sostenible. Estos son desafíos de política pública. Como la mayoría de los
ámbitos de la política social, la salud pública ha sido tradicionalmente un área
sensible, donde la instancia dominante de organización y provisión política ha
sido el Estado. Sin embargo, muchos determinantes de la salud se extienden
más allá del territorio nacional. Efectivamente, hay determinantes de salud
pública, asociados con enfermedades, que migran a través de la porosidad de
las fronteras y de las economías interdependientes. El Estado aún ejerce un
poder regulador indudable e indiscutible sobre las decisiones en materia de
salud pública en sus propios límites territoriales. Pero por su alcance e
implicancias como problema transfronterizo y global, la salud se convierte
también en un elemento central de la política exterior.

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