“El Señor dice: Yo te instruiré, yo te mostraré el
camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.” (Salmo 32:8).
El hábito de orar siempre antes de tomar una
decisión es la clave a la obediencia consistente. Muchas veces nos olvidamos o no vemos la necesidad. Nosotros no tenemos por qué no pedimos.
Todo debe ser objeto de la oración, pidiéndole a
Dios que nos ayude en nuestras decisiones.
Tal vez la debida atención a la oración parece
imposible, pero es un hábito que ganamos a través de la perseverancia. Para Dios, nada de lo que se refiere a sus hijos es demasiado pequeño para Él escuchar.
Si siempre levantamos nuestros momentos de
incertidumbre a Él, descubrimos que Él está dispuesto a conducir todos los detalles de nuestras vidas. “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28). No hacemos cualquier movimiento, decimos ninguna palabra, sin Su conocimiento.
A menudo, nuestro mayor pesar es el resultado
de la falta de buscar a Él en todas las cosas, incluso cuando pensamos que la respuesta es obvia. Satanás siempre trata de engañarnos, tomando la decisión mala parece justo que no sentimos ninguna necesidad de solicitar la guía de Dios. Dios le había dicho a Josué no hacer un tratado con la gente que vivía cerca de ellos, así que cuando vinieron los gabaonitas con pan mohoso y sandalias parcheado, Josué asumió que había venido de lejos. Él y “los hombres de Israel participaron de las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al Señor.” (Josué 9:14).
La respuesta parecía obvia. El sentido común les
dijo qué hacer. No sé si se olvidaron de consultar al Señor, o si la idea vino a preguntar y la rechazaron. Los planes de Satanás son a menudo tan sutiles que pensamos que estamos haciendo todo bien al elegir nuestro propio camino. Pero el Espíritu Santo, nuestro Consolador, que está siempre con nosotros, nos invita a poner nuestras decisiones delante de Él.