En el mes de noviembre se cumplirán 15 años del vil asesinato de una de las
mentes más lúcidas que haya tenido el país. Buscó por todos los medios la presidencia de la república y siempre le salió al camino la leyenda negra pero verdadera de su padre, Laureano Gómez Castro, al cual la historia le ha endilgado ser uno de los determinadores intelectuales más violentos que haya tenido Colombia. A Gómez lo mató la extrema derecha colombiana por razones bien claras pero que ha sabido evadir muy astutamente inculpando del magnicidio al presidente Ernesto Samper. El asunto es el siguiente: Álvaro Gómez fue secuestrado por el M-19, en el año 90, al momento de salir de la iglesia donde se congregaba para la misa dominical. Permaneció en poder del grupo por espacio de dos meses. Esta dolorosa tragedia le sirvió al líder para reflexionar acerca de la vida política del país. En esas y las otras se produjo el proceso 8 mil, en el cual fueron protagonistas tantos políticos vinculados al establecimiento. La derecha llamó a Gómez Hurtado a encabezar un movimiento cívico-militar para deponer al presidente, pero él respondió que no estaba de acuerdo con el quebrantamiento del orden constitucional. Fue mucho más allá: El país lo oyó decir que el problema no era el presidente sino el régimen. Que nada se ganaba tumbando al presidente si continuaba el sistema imperante. Fueron declaraciones realmente revolucionarias. Entonces la derecha sintió que su gran adalid la traicionaba por ambas partes; es decir, por su negativa al golpe y por su condena al régimen imperante y procedió a ejecutarlo al salir de la Universidad Sergio Arboleda, donde dictaba una cátedra de derecho constitucional, en lo cual era una autoridad fuera de toda duda. Qué paradojas tiene la vida política: A medida que sus declaraciones lo alejaban de la derecha recalcitrante, lo acercaban más a una izquierda democrática y moderada. Lamenté su muerte no sólo porque todo asesinato es vil y condenable, sino porque estaba seguro que Álvaro Gómez iba a ser la persona capaz de agrupar a todos los inconformes de Colombia, que buscamos una salida civilizada al conflicto social distinto a la guerra fratricida. No me cabe duda que la muerte violenta de este líder la produjo la extrema derecha para impedirle buscar la paz con justicia social. Su crimen sigue y seguirá en la impunidad. Añadidura: Ojalá todos los líderes de las Farc se vayan para Cuba y no regresen, pues eso indicará que está más cerca la paz.