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MÓDULO 6
DERECHOS HUMANOS
Y GARANTÍAS
MÓDULO 6
ASPECTOS JURÍDICOS DE LOS DD.HH –
PROCESO DE CONSTITUCIONALIZACIÓN
Profesor: Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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Ubi societas, ubi ius; donde hay sociedad hay derecho, que es igual a decir que
donde hay hombres hay sociedad, hay politicidad, y hay juridicidad, "Hacer" un
derecho de los derechos humanos es volvemos a repetirlo una obra de cultura
como cima de la organización jurídica democrática que confiere estructura a
una sociedad en un Estado discurriremos lentamente por los principales
aspectos del derecho constitucional y del derecho internacional público-.
EL CONSTITUCIONALISMO MODERNO
Para nuestro punto de vista lo constitucional va mucho más lejos de lo que está
escrito en las normas de la Constitución codificada, porque la Constitución
material (O el derecho constitucional material) siempre la excede -aun cuando
la Constitución escrita tenga vigencia sociológica- y algunas otras veces la
transgrede o se le opone (en cuyo caso los contenidos transgredidos pierden
vigencia sociológica, quedando relegados a la normatividad escrita del texto
constitucional, los derechos humanos no son derecho positivo por el mero
hecho de estar acaso consignados en las normas de la Constitución formal o
codificada; lo son cuando con o sin esa consignación escrita, tienen vigencia
sociológica.se dice que la normación constitucional escrita -que es
característica del constitucionalismo moderno o clásico- implica la positivización
de los derechos, o su ingreso al derecho positivo, es porque se piensa que
aquella normación coincide con la vigencia sociológica, cosa que en muchos
casos es así, pero en otros no. Y cuando no lo es, no hay positividad porque
falta la eficiencia, la normativa constitucional escrita sobre derechos del hombre
no funciona.
LA CONSTITUCIÓN ESCRITA
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Dentro del clasicismo normativo, habrá entonces un "derecho objetivo" (de nivel
constitucional) que será la dimensión normativa objetivada en la Constitución
escrita, que reconoce o declara los derechos, y un "derecho subjetivo" que, a
raíz del primero. y por supuesto con idéntico nivel constitucional, será atributo o
facultad que titulariza el hombre de acuerdo a la Constitución , puede quedar
fuera de duda que en ninguna de ambas dimensiones el constitucionalismo
clásico pudo ser originariamente interpretado como otorgando o concediendo
derechos a los hombres, sino únicamente como reconociéndolos o
contrastándolos. La inscripción constitucional es una constancia jurídica
solemnizada en la Constitución a favor de derechos humanos que no son un
regalo que ella hace, no obstante lo cual no se pierde el sentido de que, en el
sistema normativo estatal, son derechos públicos subjetivos porque el Estado
los reconoce en su Constitución. Del precedente párrafo se desprende que
permanece nítidamente destacada una dualidad imposible de confundir o
identificar: por un lado las normas formuladas en la Constitución escrita que
reconocen los derechos y por el otro los derechos que constan en esas
normas. Norma declarativa, y derecho declarado, no son lo mismo: los
derechos declarados son derechos "en" las normas de la Constitución, y las
normas declarativas son normas "de" la Constitución que se refieren a
derechos. La misma locución clásica "declaración de derechos" (que bien
puede convertirse en esta otra: "normas declarativas de derecho") hace bien
patente que la declaración -o el reconocimiento declarativo- se formula por
escrito en la Constitución para definir a los derechos como derechos del
hombre en el Estado. Gráficamente, diríamos que en el constitucionalismo
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Segunda parte
DERECHOS HUMANOS
Y GARANTÍAS
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Segunda parte
ASPECTOS JURÍDICOS DE LOS DD.HH –
PROCESO DE CONSTITUCIONALIZACIÓN
Profesor: Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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EL CONSTITUCIONALISMO SOCIAL
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Los derechos imposibles: ya hemos incorporado antes esta locución, con ella
apuntamos a una categoría que, para el temas que ahora tratamos, nos
muestra la imposibilidad del disfrute de muchos derechos, para muchos
hombres cuando los condicionamientos o marcos del régimen político por su
disfuncionalidad o negatividad, ingresan al sistema insumos nocivos que
bloquean o dificultan el acceso al goce de aquellos derechos, entre los que se
encuentran fundamentalmente varios, de tipos oscila, económicos, cultural,
aunque acaso sean solo derechos por analogados ( a la vivienda, al trabajo, a
la alimentación, a la salud ,a la educación, a la seguridad social, a un medio
ambiente sano, etc.) Recaemos en la noción de los derechos “en que se está”,
y en los que “no se está”, pero “hay derecho “ “a estar”, tanto como en los
derechos de ejercicio disponible para el titular y los derechos para cuyo acceso,
disponibilidad y disfrute hay un tramo previo a recorrer. Frente a quienes “no
están” en muchos de sus derechos y no pueden estar porque tampoco pueden
recorrer por sí mismo el trayecto completo de su ínterin el Estado de derecho
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cierto, y lo proclama Zippelius con toda honestidad: "la labor del Estado en
favor de la justicia social no puede traducirse, hasta en el detalle, en Un
sistema de derechos fundamentales, para someterla así al control completo de
la jurisdicción. En una palabra, la simple garantía de los derechos
fundamentales no permite dogmatizar totalmente la justicia social y la vía
concreta para su realización", Sin embargo, con sobriedad y parquedad, sin
recaer en literatura ni en declamaciones, un esquema normativo de suficiente
precisión en materia de derechos sociales no es desdeñable dentro de la
Constitución. SS Luego veremos el problema que se suscita ante la
programaticidad (en vez de operatividad) de las cláusulas que puedan
formularIos Que con sólo esa normatividad no se satisfacen, es cierto, pero ello
no nos arredra, siempre que obtengan el seguimiento fértil de numerosas
políticas de bienestar. Hay quienes disuaden de incluir en la Constitución una
normativa de derechos sociales. Así Theodor Tomandl, quien aconseja la vía
legislativa, ya que desconfía de los principios programáticos en ese campo
porque comprometen el principio de la seguridad jurídica; o de positivizar los
mismos derechos mediante normas de organización porque lleva el problema
al campo político y no al jurídico; o de tipificar derechos públicos subjetivos
porque su perfil es de difícil diseño constitucional; o de hacerlo como
mecanismos de garantía porque así se sacrifica el valor ideal de los derechos
sociales y se los relativiza en normas sujetas a evolución constante.
Coincidentemente, cuando Pérez Luño relata el punto en la polémica abierta en
la doctrina germana, comenta que, en suma, el terreno de la realización de los
programas socioeconómicos es el de la legislación y la administración, pero no
el de las normas constitucionales. Y no vacila en decir que en la coyuntura
actual lo mismo el disfrute de las libertades que el de los derechos sociales
exige una política social apropiada y unas medidas económicas por parte del
Estado pero de inmediato reconoce que si la Constitución puede formular
positivamente los derechos sociales puede también tutelarlos en igual medida
que a los demás derechos en ella proclamados." Sin embargo la cosa no es tan
fácil, y a la brevedad lo veremos. Y no lo es ni siquiera cuando esos derechos
se hacen oponibles al Estado, porque frente a cada hombre individual el Estado
no siempre puede satisfacerlos asumiendo prestaciones obligacionales de dar
o de hacer. Con todo, Pérez Luño recuerda que en Alemania se ha proyectado
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simple omisión de daño por parte del sujeto pasivo) no evade el marco de la
relación jurídica de alteridad que es propia de todo derecho subjetivo, si se
presupone que el débito del sujeto pasivo no tiene necesariamente que
consistir en una obligación de no hacer (abstenerse) porque bien puede serlo
de índole positiva (dar o hacer), Esto también es de origen privatista pero muy
útil para el derecho constitucional aunque nos haga incurrir en lo que ya ,es un
lugar común en la ciencia del derecho constitucional, y no por común menos
científico: que el Estado social de derecho supera el carácter negativo de los
derechos fundamentales, que dejan de ser considerados como autolimitación
del poder estatal, para devenir límites que el principio democrático impone a los
órganos del poder. Tal vez el nombre vuelva a ser lo de menos, mientras se
retenga el perfil jurídico de los derechos sociales como derechos del hombre
que se constitucionalizan. Si son "del hombre" y este hombre es su sujeto, ¿no
son "suyos"? ¿Y si son "suyos", no son subjetivos? Sí. Otra cosa es enfrentar
con realismo la particular naturaleza de los derechos sociales, la carga
obligacional del sujeto pasivo (que no siempre ni necesariamente es
exclusivamente el Estado), y la manera y vías de obtener su cumplimiento.
Pero la noción de fondo de la denominada "procura existencial" no debe ser
abdicada, ni dejada fuera del constitucionalismo social, en tanto "la filosofía de
los derechos humanos, como ideología humanista y democrática, pretende
crear condiciones sociales necesarias para que no existan trabas sociales al
desarrollo de los hombres"," Habrá dos cosas a afrontar: a) el lenguaje
normativo con el que se formulen constitucionalmente estos derechos (ya que
no nos referiremos con tratamiento posterior independiente) para que no sean
pura fraseología desprovista de entidad jurídica, ni derechos imposibles; b) los
condicionamientos reales de tipo socioeconómico y cultural entre otros que los
hagan funcionales, operables, y susceptibles de adquirir vigencia sociológica.
Ambos aspectos son fundamentales, aunque el segundo pueda parecer más
importante porque proporciona la factibilidad de acceso y goce a esos
derechos; pero la fórmula lexical de su enunciado también lo es; en suma hay
que atender a las dos cuestiones para no convertirlos en promesas que luego
se incumplen, o no se pueden cumplir y que por consecuencia hasta casi dejan
de ser, entonces, siquiera lo que pueden ser inicialmente cuando se los
inscribe: un catálogo de ilusiones. Aquí es muy conveniente dar por
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Puede suponerse que este tema dudoso reenvía a la filosofía jurídica, y que
por eso no debe extrapolarse para insertarlo en el derecho constitucional. No
obstante como pese a aquel reenvío la norma previa sería siempre una norma
de las acostumbradas a considerar "positiva" -o sea, del orden normológico que
íntegra al mundo jurídico esa positividad hace que a la tal norma debamos
situarla en el ámbito del derecho constitucional (aunque acaso no sea la
Constitución la que la contenga, sino otra normativa inferior, como por ejemplo
la ley). Hay afirmaciones rotundas en el sentido de que los derechos humanos
exigen necesariamente, para su positivización, de la tal norma previa, o en
otros términos, del denominado derecho "objetivo" (si es que se lo ve,
fundamental o exclusivamente. como un sistema u orden de normas jurídicas).
Ya no se trata aquí del fundamento de los derechos que pueda existir o exista
fuera y por sobre la positividad, sino ¿el arraigo necesariamente normativo de
ellos en el derecho positivo, No nos queda muy en claro si el requerimiento
doctrinario de existencia de norma jurídica previa alude a norma "escrita", o
consiente que pueda no estar formulada por escrito. Históricamente tenemos
los dos modelos, porque el constitucionalismo moderno dio por cierto que hacía
falta la norma escrita (y por eso hizo cundir la novedad de las declaraciones
constitucionales de derechos), aunque no desde un axioma que la exigiera
como necesidad inesquivable (de modo que a falta de esa norma no pudiera
haber derechos) sino, más modestamente, desde la creencia en que la norma
previa conseguía y aseguraba la realización de los derechos; pero tenemos el
otro modelo del derecho no escrito -caso de Gran Bretaña en el que los
derechos se alojan en el common law sin norma escrita previa (y hasta el caso
de Estados Unidos. cuya Constitución escrita en el texto originario de 1787 no
contenla declaración de derechos). El rastreo histórico no nos da pues, una
respuesta única ni uniforme. Muy sintética y dogmáticamente nuestra posición
es esta: si por norma positiva previa se entiende única y necesariamente una
norma de reconocimiento de los derechos que se halle formulada por escrito,
decimos que esa tal norma no hace falta, Si, en cambio admitimos que en el
campo del derecho constitucional (o Constitución) material hay (porque puede
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LA SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN
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jerárquica sobre el resto de aquel orden y sobre todo que permite extraer de la
imagen piramidal del mismo la conclusión de que si en los planos infra
constitucionales subordinados no se acata el deber de congruencia con la
Constitución, el apartamiento lesivo de ella exhibe el vicio o defecto de la
inconstitucionalidad o anticonstitucionalidad, queda descalificado como tal,
carece de validez, y necesita corrección para restablecer la compatibilidad
distorsionada, ya no nos referiremos al valor sociocultural y docente que el
principio de supremacía es capaz de ostentar cuando su noción se adentra e
interioriza con convicción en el sistema social de valores y también en la
legitimidad legalizada. Sólo vemos al mismo principio en su inserción juridizada
para fomentar el respeto a la Constitución suprema, su simbolismo, y su
funcionamiento. En esto reside la calidad que como garantía tiene los derechos
de quedan vinculados obligatoriamente por la Constitución, lo que da pie sólido
para afirmar que toda violación a ella, provenga de los poderes estatales o de
los particulares (individual o colectivamente) es inconstitucional porque ofende
a la supremacía. De aquí es fácil extractar, en orden a su funcionamiento como
garantía, la cabida de que también cuando dentro del Estado se tiene que
aplicar una normativa que ingresa desde afuera (por ejemplo, el derecho
extranjero en los casos en que el derecho internacional privado lo convoca),
esa normativa extraña, en la medida en que penetra dentro del Estado, debe
ser compatible con su Constitución y quedar sometida a control de
constitucionalidad interno. En la supremacía constitucional es menester acoger,
como mínimo, una triple imagen, si es que se pretende que sea garantía de
funcionamiento eficaz de los derechos la diversificamos así: a) la Constitución
prohíbe algunas cosas; por ejemplo, violar los derechos; y si los poderes
públicos o los particulares hacen lo que ella prohíbe, hay inconstitucionalidad;
b) la Constitución también manda hacer otras cosas o sea, impone
obligaciones de tipo positivo; por ejemplo, obliga muchas veces al legislador
ordinario a reglamentar normas programáticas en las que la Constitución
depara derechos; y si lo mandado no se cumple hay también in
constitucionalidad (por omisión) e) por ejemplo otras veces la Constitución
habilita alternativas y opciones, entre las que aquellos a cuyo favor se ofrecen
pueden escoger; y aquí cabe recomendar el criterio de optimización, para que
esos destinatarios de las opciones elijan las que puedan dar mayor rendimiento
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ella sólo tiene como alcance a favor de tus derechos el que te acabo de
explicar. (Por supuesto que la misma Constitución española, en el artículo 53,2,
pone al acceso directo de las personas la tutela jurisdiccional de sus derechos
y libertades civiles.)La supremacía de la Constitución ¿tiene alguna instancia
positiva por encima de ella? El interrogante nos deja margen para ubicar dos
respuestas, o mejor, dos aspectos de una respuesta análoga. El primer aspecto
proviene de una Constitución francesa, en la que el apego tradicional a los
postulados emergentes de la Declaración de 1789 permite entender que, para
muchos autores los derechos humanos en ella declarados forman parte de una
instancia positiva que está por arriba de la propia Constitución, de forma que
aunque ésta no reencarnara a la Declaración, o no la imitara en una propia, los
derechos del hombre disfrutarían de un rango superior al de la Constitución
misma. A tal instancia positiva colocada por sobre la Constitución se la
elevaría, en el léxico constitucional francés "supe legalidad", con lo que este
vocablo ya no aludiría, como en nuestro vocabulario americano, a la propia
Constitución que prevalece sobre las leyes y con la que quedaría identificado a
"supremacía", sino él una especie de Constitución histórica valorativamente
legitimada que se sobre elevaría respecto de la Constitución, Algo así como un
supe vértice o una supe cúspide, El segundo aspecto queda descubierto en
una relación de derecho constitucional (o interno) con derecho internacional
público y se presenta cuando en postura monista de supremacía del segundo
sobre el primero (por ejemplo, en la Constitución de los Países Bajos) se
confiere al derecho internacional un orden prelatorio superior al de todo el
derecho interno, incluida la propia Constitución, Si para nuestro tema
atendemos al derecho internacional de los derechos humanos (tratados,
pactos, convenciones, etcétera, con un plexo global, o con normativa sobre un
fragmento o parcialidad) decimos que en tal supuesto el derecho internacional
contractual está por encima de la Constitución. Si lo que queremos es optimizar
los derechos humanos, y si conciliado con tal propósito interpretamos que las
vertientes del constitucionalismo moderno y del social se han enrolado cada
una en su situación histórica en líneas de derecho interno inspiradas en un
ideal análogo, que ahora se ve acompañado internacionalmente, nada tenemos
que objetar (de lege ferenda) a la ubicación prioritaria del derecho internacional
de los derechos humanos respecto de la Constitución. Es cosa que cada
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Estado ha de decidir por sí, pero si esa decisión conduce a erigir a los tratados
sobre: derechos humanos en instancia prelatoria respecto de la Constitución, el
principio de su supremacía aun debilitado no queda escarnecido en su génesis,
porque es harto sabido que desde que lo plasmó el constitucionalismo clásico
se ha enderezado en común con todo el plexo de derechos y garantías a
resguardar a la persona humana en su convivencia política. (Otra cosa
diferente ocurre cuando el principio de supremacía constitucional ha sido o es
trasplantado al orden jurídico de Estados no democráticos) En el derecho
comparado encontrarnos más bien una tendencia más moderada que la del
monismo Con supremacía del derecho internacional respecto del interno, y es
la que a través de la Constitución reconoce a los tratados sobre derechos
humanos que vinculan al Estado un nivel o rango iguales al de la Constitución.
Con esta solución no se alcanza a colocar a los primeros en una instancia
positiva superior a la Constitución, pero se confiere a los mismos un
alojamiento hospitalario dentro de la supremacía constitucional en paridad con
la Constitución.
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la positividad, decimos que fuentes del derecho son aquellas que en el derecho
constitucional material dan ingreso y recepción a la vigencia sociológica de los
derechos humanos, haya o no haya normas escritas que los declaren,
formulen, reconozcan, etcétera; pero cuando haya vigencia sociológica de los
derechos, habrá siempre normas descriptivas, porque el mundo jurídico tiene
una dimensión normológica sólo que esas normas pueden no estar escritas,
pero que las hay, las hay (que el derecho es normativo no admite negación, y
el trialismo no incurre en esa negación; lo que acontece es que el trialismo dice
que no es "únicamente" un orden de normas, sino mucho más, en cuanto junto
a tal orden hay otro de dimensión sociológica, y un tercero de dimensión
dikelógica o del valor). ¿Es que con este sentido despreciaremos el orden
normativo escrito al tratar el tema de las fuentes de los derechos humanos? De
ninguna manera, porque: a) ya hemos analizado la importancia de todo tipo
que en el constitucionalismo moderno reviste el orden de normas codificadas
en la Constitución escrita, aun cuando no alcance plena vigencia sociológica; b)
las normas escritas sobre derechos humanos son capaces, como todas las
normas jurídicas, de lograr aquella vigencia (aunque no milagrosamente ni por
su sola constancia escrita): e) cuando las mismas normas escritas sobre
derechos funcionan en, dimensión sociológica, decimos que nos hallamos,
"materialmente", en el campo del derecho constitucional, aun cuando muchas
de esas normas escritas estén formuladas fuera de la Constitución escrita (en
una extra constitucionalidad" en sentido formal, como leyes, tratados, etcétera);
d) cuando las normas escritas sobre derechos humanos no ingresan a la
Constitución (o. derecho constitucional) material porque no adquieren vigencia
sociológica, o porque habiéndola adquirido la pierden, la Constitución escrita (y
también los tratados) sirven para vituperar el apartamiento transgresor, para
recuperar la vigencia sociológica a través del control constitucional, etcétera.
Tal es, en prieta síntesis, el sentido con que muy brevemente hablaremos de
las fuentes de los derechos humanos.
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para tenerlo por tal no se requiere largo tiempo, sino un muy breve y rápido
proceso genético (muy normal y habitual por cierto, en el ámbito constitucional)
lo llamamos derecho espontáneo (en alusión, precisamente, a la
espontaneidad acelerada de la fuente y de su producto). Mas no cabe
explayarnos ahora Si recordamos que en él derecho no escrito hay normas no
escritas, cabe decir que cuando ese derecho no escrito (consuetudinario o
espontáneo) que exhibe la vigencia sociológica de los derechos humanos hay
constitucionalmente hablando normas no formuladas expresamente por escrito
en la Constitución material que describen aquella misma vigencia de tal forma
para lo que comentamos en otra parte los derechos en cuanto subjetivos no
existen sin normas (en este caso de la fuente aludidida, normas no escritas).
Esta fuente es fundamental porque si se la incluye entre las que se dan en
considerar fuentes materiales vuelca materialmente a la Constitución material
un contenido que por referirse a los derechos del hombre hace parte medular
del constitucionalismo clásico y del social. Por razones de brevedad, omitirnos
el análisis de los supuestos en que, a la inversa del funcionamiento propicio de
esta fuente para los derechos, la misma fuente actúa en sentido opuesto a la
vigencia sociológica de los mismos, y a la relación y efectos que de ocurrir eso,
tiene el derecho consuetudinario y el espontáneo con el derecho escrito
especialmente con la Constitución formal, hay en ese tema aspectos de validez
y de vigencia muy atractivos para encadenar la perspectiva constitucional con
la iusfilosófica.
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y sería absurdo declarar que el hombre tiene derecho a ser feliz, porque nadie
puede depararle ese supuesto bien que se llama felicidad);" b) el sujeto pasivo
del derecho debe ser fácilmente descubierto (si el Estado, O un particular
determinado por ejemplo, el empleador en caso de deber suministrar vivienda a
su dependiente o todos los demás particulares, etcétera); c) la obligación (de
un solo tipo o de varios) también debe serlo, de modo que se advierta
fácilmente qué obligación y de qué tipo grava a cada uno de los eventuales
sujetos pasivos cuando éstos son múltiples; d) tanto el sujeto pasivo (único, o
plural) como su o sus obligaciones deben gozar, en su establecimiento
normativo, de suficiente razonabilidad, es decir, no ha de incurrirse en
arbitrariedad al trabarse la relación de alteridad entre sujeto activo y sujeto
pasivo, ni al imponerse el débito: e) se ha de tomar la precaución de encarar
los condicionamientos de toda índole (sociales. culturales. políticos,
económicos, etcétera) que propenden o que obstaculizan a los bienes,
servicios y prestaciones relacionados con las obligaciones a cargo del sujeto
pasivo (si" por ejemplo, se sabe que no habrá posibilidad de desarrollar planes
habitacionales, será imprudente declarar el derecho de todo hombre a obtener
una vivienda digna); f) es prioritario que, después de todo lo anterior, el
derecho que se formula gramaticalmente como tal cuente, como auxilio, de una
vía tutelar para hacer exigible el cumplimiento de la obligación correlativa; El) el
esclarecimiento del derecho, del sujeto pasivo, y de la obligación exigible, ha
de tener posible encarrilamiento suficiente mediante la interpretación y el
control constitucionales en la jurisdicción constitucional. A. La declaración
normativa de operatividad nos ocupamos en otra parte de distinguir las normas
(o cláusulas) operativas y programáticas. Si de las primeras se dice que por su
forma léxica entre otras cosas son auto ejecutorias y habilitan directamente el
ejercicio y goce de un derecho, habrá quien se tiente a pensar que basta que
una norma declarativa de un derecho se formule de modo operativo para que
sin más el acceso y goce de ese derecho quede expedito, o se haga exigible la
prestación obligacional al sujeto pasivo. Pero las normas sabemos que no
tienen ese poder mágico. Por más que después de enunciarse el derecho a la
salud con alguna de las fórmulas que antes examinamos, la norma agregue:
"esta cláusula es operativa", no será posible que el titular acceda a una
prestación de salud si no hay quien pueda proporcionársela. Esto vaya dicho y
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del hombre de cada uno y de todos, no obstante lo cual si es verdad que esos
derechos arraigan en el derecho constitucional de cada Estado, y si lo es que
ese derecho constitucional es propio y singular de cada Estado (pese a todas
las semejanzas, concordancias, o afinidades entre varios), hay que indagar a
qué hombres cada derecho constitucional instala en la situación de titulares de
los derechos. Lo primero sería una propuesta: circunvalar al elemento humano
o poblacional del Estado. Allí están los hombres cuya convivencia se politiza
dentro de un orden jurídico territorialmente circunscrito, que es el derecho
constitucional del Estado de que se trata; entre esos hombres hay que
computar: a) los afincados permanentemente (a los que cabe denominar
habitantes); b) los residentes transitorios; e) los meramente transeúntes. A ese
triple conjunto creemos que hay que ampararlos constitucionalmente a tenor de
los derechos que para "el hombre" venimos propiciando y toda limitación
reductiva tiene que fundarse en una razón suficiente, o sea, ser razonable. En
segundo lugar, y ya casi surge implícitamente de lo expuesto, es
absolutamente disvalioso (injusto) para nuestra estimativa que la Constitución
titularice los derechos empleando en su lenguaje normativo la referencia a los
"nacionales", Desmerece a una Constitución todo reduccionismo nacionalista
que mencione a los derechos (en vez de derechos "del hombre") como
derechos de los nacionales; o que si acaso no usa ese vocabulario, sino el de
"hombres", incurra en excepciones disvaliosas para los "extranjeros". De ahí
que buenas formulaciones gramaticales sean, a nuestro juicio, las que en la
titularidad de los derechos humanos aluden al hombre, a la persona humana, a
los habitantes; y mejor todavía si expresamente se involucra a los extranjeros,
se estipula una cláusula explícita de igualdad o equiparación de extranjeros y
nacionales. En tercer lugar reconocemos que hay derechos "del hombre" que
se concretan según la situación personal que inviste o en que se encuentra el
hombre, así hay derechos "del hombre" que se titularizan en "la mujer" cuando
está embarazada, o es madre. Pero en ese caso, la mujer titulariza tales
derechos porque éstos son" del hombre" (en femenino), y porque la mujer
pertenece a la especie humana. Se habla, asimismo, de derechos "del
trabajador" por ejemplo como se habla de derechos "del niño", o "del anciano",
pero trabajador, niño anciano, no son más que situaciones en que se halla o
puede hallarse el hombre, y mejor aún si se entiende que son derechos del
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Cuando tantas veces hemos dado la idea de que toda Constitución asume y
contiene una filosofía política, un sistema de valores, un conjunto de principios,
creencias e ideas, quisimos decir que sus dos partes dogmática y orgánica
respiran su atmósfera y se vertebran de acuerdo a la postura valorativa que,
explícita o implícita, recorre a toda la Constitución, la marcación lineal puede
venir propuesta en el preámbulo y sea o no así hace presencia en y como lo
que denominaría decisión política fundamental o de base, Siguiendo
terminología que ha difundido Pedro J, Frías al examinar los recientes textos
constitucionales adoptados desde 1986 por muchas provincias argentinas,
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constitucionalismo social. El diseño del Estado giró desde el Estado mínimo del
individualismo liberal hacia el Estado social de derecho o de bienestar, propio
de un liberalismo en solidaridad social. El diseño del poder acompañó al viraje
anterior, y sin cambiarle al poder su función de policía de seguridad, le sumó
las nuevas funciones del planeamiento democrático en áreas antes vedadas a
su presencia o a su intervención: la economía, la educación y la cultura, la
salud, la vivienda, el trabajo, las organizaciones sociales (sindicales,
partidarias, empresariales, religiosas, culturales, mercantiles, etcétera) la
seguridad social, las relaciones obrero-patronales el comercio y la industria y
una serie de puntos suspensivos que siguen multiplicándose en ambos
diseños el del Estado y el del poder se intercala una poderosa tecno burocracia
y viene el diseño de la sociedad, a la que ni el Estado ni el poder dejan librada
a su propia suerte y riesgo. Ambos asumen un papel inductor, trazan los
carriles, emprenden sus políticas, marcan el encuadre, los medios y los fines,
orientan, ayudan, suplen; pero todo ello sin encerrar a la sociedad en una
camisa de fuerza, sin aprisionar sus energías, sin anular su iniciativa privada,
sin sofocar su libertad; el bienestar común no llega a conferir ni a convalidar
roles paternalistas al Estado y al poder, sino a presidir el desarrollo. Por eso, la
sociedad no puede ser vista desde un Estado pasivo como un campo librado a
sus propias fuerzas, con cuyo juego los hombres dirimen y comprometen su
competencia de libertades, sino desde un Estado activo de bienestar que
tiende a lograr equilibrios para esa competencia de libertades, a conjugarla con
la igualdad la real, sin abdicar de la formal, como por ejemplo la igualdad de
oportunidades, a propender a la distribución razonablemente igualitaria de la
libertad, a remover los obstáculos que dificultan o traban la participación en el
bien común sin sectorializaciones, a superar las hipo suficiencias y los déficit
de los grupos marginados o discapacitados o menos favorecidos, a
funcionalizar los derechos personales, a hacerlos posibles, a holgar y acelerar
el tramo de acceso efectivo a su disfrute, y tantas otras cosas afines como, por
ejemplo, operar activamente sobre los condicionamientos negativos de toda
clase (sociales, culturales, económicos, políticos, tecnológicos, etcétera) que
disfuncionalizan al sistema político, para neutralizarlos o revertirlos, y ya casi
no queda qué decir del diseño del hombre, de su instalación política, de su
libertad personal, de sus derechos hoy, derechos "humanos", como antes
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LA INTERPRETACION CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
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subordinantes, en enganche último con las normas de la Constitución suprema.
En el mecanismo que acabamos de reseñar en su mayor simplicidad y 1
brevedad, insertamos estos principios: a) cuando se verifica aplicación e
interpretación constitucionales vamos a decir que el órgano que las hace actúa
en fundón de jurisdicción constitucional si es que, tanto en sistemas
concentrados como en sistemas difusos, ejerce control de constitucionalidad; b)
ese operativo merece desdoblarse en: 1) interpretación "de" la Constitución
cuando, en relación con los derechos declarados en sus normas, señala el
significado o sentido de esas normas al darles aplicación: 2) interpretación
"desde" la Constitución cuando, en igual relación, utiliza la interpretación "de"
ella para interpretar "desde" ella el resto del ordenamiento jurídico. Lo último
presenta interés trascendente cuando se reputa a la Constitución suprema
como el techo o vértice de todo el ordenamiento jurídico-político del Estado,
conforme al principio de jerarquía normativa que postula el principio de
supremacía constitucional. Para mantener y custodiar la coherencia y armonía
del orden jurídico como sistema normativo unitario, en identidad o mismidad
consigo mismo, hay que ligar a cada norma con una cadena de validez que
entronca y desemboca en una norma común (o de base) "a" y "para" todas las
demás: y esa norma es la Constitución, que en cuanto eficaz, confiere
membrecía en y dentro del sistema a las otras normas derivadas que guardan
fidelidad con ella, allí reside entonces, la importancia de la interpretación
"desde" la Constitución, porque al irradiar la interpretación "de" la Constitución
sobre el resto del sistema jurídico, éste va a ser interpretado de conformidad y
en congruencia con la Constitución, pero la interpretación "de" la Constitución y
"desde" ella no son independientes, y las más de las veces funcionan juntas y
asociadas entre sí, porque una vez que yo tengo el sentido de lo que significa
una norma de la Constitución (interpretación "de" la Constitución) empleo ese
sentido surgido de tal interpretación para extraer el sentido de las restantes
normas infra constitucionales (interpretación "desde" la Constitución). Esto se
ve claro cuando se interpreta una norma infra constitucional comparándola con
la Constitución, y cuando, verificando la relación entre ambas, el órgano de la
jurisdicción constitucional emite un pronunciamiento en el que declara que la
norma infra constitucional es contraria a la Constitución (inconstitucional) y la
desaplica, o bien declara que no es inconstitucional y la aplica, en ambos
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casos, el control encapsulado en la interpretación ha hecho interpretación "de"
y "desde" la Constitución; 10 primero para desentrañar el sentido de la norma 1
de la Constitución; lo segundo, para aplicar el resultado de esa interpretación
"de" la Constitución a la interpretación comparativa de la norma infra
constitucional y para declarar que la última está o no está en pugna con la
Constitución, así descrito el panorama, es muy fácil comprender que la
interpretación "de" la Constitución y "desde" la Constitución en orden a sus
normas declarativas de derechos es un eje vertebral que se abre y se tiende en
el ordenamiento jurídico para asegurar la vigencia sociológica de esos mismos
derechos.
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MODULO 8
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imagen de Konrad Hesse sobre la fuerza normativa de la Constitución, para
calibrar bien que la valoración ineludible del intérprete circula, recae, y se 1
reduce en el perímetro de la normativa constitucional, que ninguna valoración
puede ni debe sacrificar. De ser así, ni duda cabe que la interpretación
valorativa no deja de ser interpretación jurídica, entre otras razones porque gira
en torno de y circunvala a la normativa constitucional sin liberarse de ella, más
bien se subsume en no es una interpretación material de valores sino una
interpretación valorativa de las normas "de" y "desde" la Constitución con
fuerza normativa, y con relación a la situación o caso concreto al que con la
aplicación interpretativa de esas normas debe darse solución justa, objetiva, y
adecuada. En otras palabras, la interpretación valorativa utiliza los valores que
han sido objeto de recepción en la normativa de la Constitución y que están
objetivados en ella. Por otro lado, la misma interpretación valorativa preside
todo el proceso que, como lo diremos más adelante, toma en cuenta la unidad
sistemática y coherente de la Constitución, la integridad armónica y
jerárquicamente escalonada del orden jurídico en su totalidad, la concordancia
necesaria de las normas infra constitucionales con la Constitución, y el contexto
interrelacionado de unas y otras, así como la fuerza expansiva, promotora y
optimizan te del plexo de derechos contenido en la misma Constitución, queda
así descartada la falsa noción de que la interpretación jurídica se limita a una
aplicación mecánica, o sub sunción silogística del caso en la norma
correspondiente, dentro de su literalidad pura, desprovista de significado, y
destinada a una fría actividad del órgano que sólo transitaría un razonamiento
deductivo ajeno a toda valoración.
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se pueden y se deben colmar mediante el procedimiento de la integración, a
través del cual el órgano que debe aplicar e interpretar el orden normológico, 1
elabora una norma sustitutiva de la ausente cuando tiene que resolver un caso
para el cual no hay previsión normativa. La integración, pues, parte del
presupuesto de que el caso que debe ser resuelto carece de una norma que lo
enfoque, a diferencia de la interpretación, que parte del presupuesto de que
hay una norma a la que debe desentrañársele su sentido, quizás sea en este
operativo de la integración donde la interpretación "de" y "desde" la
Constitución se haga más fecundo y no sorprenda que relacionemos dos
mecanismos que, como la integración y la interpretación, parecen diferir y
distanciarse, desde que el primero tiende a remediar una carencia normativa
fabricando la norma de reemplazo, y el segundo arranca de una norma que
está en el orden normativo y a la que adjudica su significación. La razón por la
cual se entabla una conexión entre integración (ausencia de norma) e
interpretación (existencia de norma) en el ámbito constitucional es sencilla;
cuando en ese ámbito falta una norma para decidir un caso o cuestión, la
elaboración integradora de la norma sustitutiva que le dé solución ha de
moverse dentro de una interpretación "de" la Constitución para no resquebrajar
su contexto unitario y coherente; es decir, para que la norma que se elabore
mediante la integración no desentone con la Constitución sino que concuerde y
concilie con ella, no se puede, evidentemente, integrar una laguna de la
Constitución insertando, para colmarla, una norma que resuelva el caso
carente de previsión normativa en desarmonía u oposición con la unidad
normativa de la Constitución lagunosa. y ni decir que la integración siempre es,
al igual que la interpretación, valorativa, seguramente con más intensidad
todavía, ya que al faltar la norma, quien debe rellenar el vacío haciendo
integración dispone de una franja más amplia en la que moverse, que en el
supuesto de ceñirse a interpretar una norma existente pero eso sí, tampoco la
integración libera de encuadrarse en el canon in disponible y objetivo de la
Constitución cuya laguna hay que colmar, ni de su sistema de valores, ni de
sus principios, la integración no habilita al subjetivismo ni a la creación libre, ni
al capricho o al antojo del órgano que la lleva a cabo poco más o menos le
caben las mismas pautas de objetividad que a la interpretación. Si la superficie
por donde transcurre la integración se vuelve más amplia porque no hay una
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Pues bien, los valores en y de la Constitución son, ante todo, y antes de entrar
a formar parte de ella, valores que son para nosotros como ya lo dijimos 1
objetivos y trascendentes; también absolutos; por eso no puede confundirse el
valor en cuanto ente ideal valiente y exigente, dotado de un deber ser ideal o
puro, con su recepción formal en la normativa de la Constitución (como no
pueden confundirse los derechos humanos con su consignación normativa o
declarada). Entonces, tenemos los valores, y tenemos las normas que los
propugnan, invocan, postulan, o declaran en la Constitución. Diríamos que la
norma reconoce al valor (como reconoce los derechos), y con esto trazaríamos
la primera distinción entre valor y norma de la Constitución. Los principios
(generales, o meros principios) también están dentro de la Constitución
cualquiera sea su origen, o el "lugar" de donde provengan (algunos, desde
fuera de la Constitución), pero también reciben consignación normativa
(expresa o implícita, si es que, en este último supuesto, los inferimos del
conjunto normativo integral de la Constitución) en relación con los valores, y
aparte del ejemplo que muy bien propone Pérez Luño en relación con la
Constitución española, podríamos pensar que el principio enuncia el método, o
la ocasión, de realizar un valor; o con más generalidad, y respecto de todo el
plexo de valores constitucionales, el principio general diría que hay que realizar
positivamente esos valores en determinadas oportunidades y/o de diferentes
modalidades, y con ello el principio toma forma normativa, está propuesto en el
orden normológico como principio de realización de los valores. Las normas,
recogen o reconocen valores y principios y, además, contienen
determinaciones precisas, como si aplicaran a unos y a otros
particularizándolos, esto se ve claro si usamos nuevamente el valor libertad, o
el valor igualdad; libertad e igualdad son valores como lo es la justicia, como lo
es el orden, y tantos otros; dichos valores con o sin nombre de tales y están
plasmados o incorporados formalmente en la normativa constitucional de
conjunto; su realización viene impuesta dentro de ella como principio bien
podemos decir principio general, en este caso del ejemplo pero además hay
otras formas específicas que dan aplicación a la libertad y a la igualdad en
forma particular, cuando consignan la libertad religiosa, de asociación, de
trabajar, de circular, de comerciar, etcétera, y la igualdad de salario por igual
trabajo, o entre el hombre y la mujer, o de las filiaciones matrimonial y
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comprobar que no entran en colisión con él sino con alcance afirmativo para
verificar si tienden a maximizar o potenciar su operatividad f) Lo dicho en los 1
anteriores incisos d) y e) sirve para movilizar la interpretación de los derechos
no solamente en amparo directo y personal de una persona determinada
cuando ha sufrido o sufre lesión o amenaza a un derecho suyo, sino con una
proyección generalizada e irradiadora que también potencie las
disponibilidades de acceso y goce de los suyos por parte de todos los demás
hombres especialmente de los más discapacitados o menos favorecidos; o sea,
la interpretación ha de estirarse con miras a fomentar y promover el disfrute de
los derechos en todo el conjunto social, por ende, las normas constitucionales
declarativas de derechos tienen que interpretarse de forma que de ellas se
extraiga la virtualidad máxima y optimizadora de una sociedad democrática, en
la que nadie quede relegado a derechos imposibles, g) Deriva principalmente
del inciso f) precedente la noción de que la interpretación constitucional de los
derechos ha de guiarse por el tránsito histórico operado desde el
constitucionalismo clásico de los derechos civiles hacia el constitucionalismo
social de los derechos sociales económicos y culturales, tanto como por la
expansión de las prestaciones obligacionales (de dar o de hacer) que
satisfacen a muchos de esos derechos de la segunda generación. y por la
ambivalencia o bifrontalidad que hace oponibles los derechos no sólo ante el
Estado (en la faz primigenia de los derechos públicos subjetivos) sino también
esto: 1) la interpretación no puede detenerse en la atención exclusiva de un
interés individual, sino que, al atenderlo, tiene que relacionarlo con los
intereses sociales o colectivos, que es tanto Como decir con los derechos
ajenos, y con el bienestar común o general; y 2) ha de tomarse en cuenta una
pauta razonable de limitación o restricción que conjugue y concilie a cada
derecho como garantía de la libertad personal de su titular con aquellos
intereses sociales de bien común, y en actualización de la potencia expansiva
de los derechos constitucionales en una sociedad democrática. h) La
interrelación de derechos humanos, sistema de valores y principios
constitucionales necesita arrancar de una interpretación que admita la fuerza
vinculante de ese conjunto con fuerza normativa, tanto para los poderes
públicos cuanto para los particulares, en la unidad integrada del orden jurídico
que encabeza la Constitución jerárquicamente suprema en la que se contienen
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de funcionamiento, un ejemplo es capaz de ilustrar la proposición de mejor
forma que una conceptualización abstracta, pensemos en una Constitución que 1
explícitamente consagra la igualdad, hay una norma que a lo mejor, acoge un
valor, o un principio, da lo mismo para el caso en 1920, esa norma sobre la
igualdad podía no volver repugnante con ella a otra norma infra constitucional
que excluía a las mujeres del derecho de sufragio, o que desequiparaba la
filiación extramatrimonial respecto de la matrimonial; y ello porque las
valoraciones sociales de esa época no se representaban como debida la plena
igualdad en esos aspectos. Pero si en 1988 subsistiera la exclusión electoral de
las mujeres o la desigualdad de las filiaciones; o si suprimidas una y otra se
restablecieran por ley habría que decir seguramente que la interpretación
dinámica de la Constitución en su norma igualitaria conduce a entenderla como
prohibitiva "actualmente" de discriminaciones que desafinan y discrepan con
las valoraciones sociales contemporáneas y entonces, a la cláusula normativa
de la igualdad se la interpretaría dinámicamente a tenor de las valoraciones de
hoy, y no a tenor de las de ayer. ¿Se transgrede o sobrepasa a la voluntad
histórica del autor de la Constitución? Decimos que no, porque su voluntad fue
favorable a la igualdad y si él acaso no le dio la amplitud con que nos la
representamos valorativamente ahora en una serie de contenidos nuevos, la
incorporó normativa y valorativamente con una apertura susceptible de darles
ingreso posterior mediante la interpretación dinámica otro ejemplo tal vez
sobreabundan te, pero no inútil viene bien al caso. Una Constitución antigua
que diagramó una división tripartita clásica del poder y adjudicó al Poder
Judicial la administración de justicia, tuvo en la voluntad histórica de su autor la
intención finalista de resguardar los derechos y de limitar al poder. Si
posteriormente, por la complejidad de la vida social y de la administración
pública, se establecen por la normativa infra constitucional tribunales
administrativos (fuera del Poder Judicial) con función jurisdiccional es posible
interpretar dinámicamente a la Constitución y sostener que esos tribunales
administrativos ajenos al Poder Judicial no pugnan con la Constitución porque
no colisionan con lo que la voluntad del constituyente tuvo en miras al diseñar
la tripartición del poder, y porque respetadas las garantías básicas del
justiciable y la posible revisión de las decisiones administrativas por los
tribunales judiciales el sistema se adecua a las necesidades del Estado
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contemporáneo. Se advierte que en los ejemplos propuestos no se supedita a
la Constitución a la fuerza de los hechos, ni al antojo de quienes la aplican, ni 1
se sacrifica su normativa a las situaciones cambiadizas de la realidad, ni se
adjudica a posteriori un significado que es pura fabricación subjetiva del
intérprete; pero tampoco se la anquilosa rígidamente, sino más bien se la
optimiza en toda su capacidad de rendimiento evolutivo. El intérprete que
emplea el método dinámico se vuelve un mediador eficaz entre el autor de la
Constitución y la temporalidad histórica de las situaciones sobrevinientes que,
muchas veces, se distancian de aquél, y sin alterar su voluntad la hace futura y
viviente en continuidad con las transformaciones sociales; "siempre diremos
que el intérprete respete el límite infranqueable que supone el texto normativo
constitucional y en particular los fines y valores establecidos por la propia ley
fundamental que deben orientar cualquier labor hermenéutica", el contexto
lingüístico de la Constitución, el lenguaje normativo de la Constitución tiene
importancia, pero el método puramente literal o gramatical de interpretación
suele ser escaso, por de pronto ya vimos el caso de que la formulación
normativa no haya expresado bien la voluntad histórica del autor (norma infiel),
y el otro de carencia de norma en el que, por faltar la norma, tampoco hay que
proceder al uso del mecanismo de la integración. Pero aun habiendo normas,
el contexto lingüístico es mucho más que las puras palabras, las frases, las
oraciones, la formulación normativa literal. En ese algo más se halla, sin duda,
el sentido de los vocablos y giros -o el juego del lenguaje- que es propio de la
cultura y la forma de vida de la sociedad donde se habla el idioma de que el
lenguaje se vale;'·' y al lenguaje hay que ubicarlo en ese ámbito vital donde los
usos lingüísticos representan mucho pero además hay que comprender las
alusiones encapsuladas en el lenguaje; vimos cómo la mención de la libertad
_por ejemplo- apunta a veces a la libertad como valor, atrasa la libertad como
principio general, y otras a la libertad pluralizada normativamente en un haz de
libertades, con lo que un mismo vocablo merece, en el contexto donde
normativamente se inserta, diferentes significados, análogos pero no idénticos.
El mismo marco del lenguaje no puede desprenderse de otras dos cosas
afines: de la filosofía de que está imbuida la Constitución, y de su razón o raíz
histórica: lo último vale para otro ejemplo que al pasar, comentamos en páginas
anteriores al mencionar el federalismo argentino caso en el cual a pesar de
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terminología similar en las normas de la Constitución (escrita en idioma
español) y de la norteamericana (escrita en inglés. y traducida al español) la 1
interpretación necesita tomar en cuenta que la razón histórica de uno y otro
federalismo es completamente distinta no insistamos más en el lenguaje, pero
quede la advertencia de que el jurista no puede saltar más allá de él, bien que
nosotros mantengamos el principio de que debe coordinar el léxico normativo
con la voluntad histórica del autor de la norma todo este recorrido por la
periferia lingüística o literal de la norma conlleva el sentido de remarcar la
objetividad de la interpretación, por más valorativa y dinámica que sea y que
precise ser. El intérprete no puede hacerle decir a la norma lo que a él se le
ocurre, ni lo que le gustaría que dijera en vez de lo que dice; todo voluntarismo
subjetivista o decisionista tiene que descartarse absolutamente. Y por más que
el intérprete que aplica la norma crea una norma individual (producto de la
aplicación e interpretación de la general), esa creación queda subsumida en un
marco o parámetro objetivos (en nuestro caso, la Constitución) que si se evade
da por resultado la arbitrariedad de la norma individual creada por el órgano
que es su autor. Tal desprendimiento de la objetividad descalifica a la norma
sublevada que crea el intérprete arbitrario, y quebranta la supremacía
constitucional con todo lo que ella encierra: la normativa expresada
lingüísticamente sus valores, sus principios, su canon in disponible. El que "la
Constitución sea lo que los jueces dicen que es" (Hughes) nunca tuvo el
alcance de significar que los jueces pueden transferir a la Constitución su
voluntad subjetiva y arbitraria para hacerla "ser" algo diferente y opuesto a lo
que "es". Sólo significa que la Constitución no es únicamente la letra escrita de
sus normas, sino eso "más" todo un acompañamiento de valores, principios,
etcétera, y "más" la interpretación objetiva que de tal conjunto hacen los jueces
cuando lo aplican, en otras palabras: la Constitución "más" su interpretación
judicial, la interpretación subversiva no tiene cabida en nuestro personal
entendimiento y en realidad no se puede ya llamar interpretación, sino creación
libre, que es otra cosa. Por eso a la interpretación dinámica que propiciamos le
pusimos también sus límites, del razonamiento silogístico que equivaldría a
parangonar la interpretación aplicativa de la Constitución con una mecánica de
pegar etiquetas en una botella (con símil de Cossío) a la creación libre hay
distancias, aunque una y otra sean enfoques errados; en medio de esa
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MÓDULO
distancia se ubica la interpretación subjetiva, que crea derecho (o normas
individuales por parte de los jueces), pero subsumido en el parámetro de la 1
Constitución (su lenguaje, la voluntad histórica de su autor, sus valores y
principios, su ratio histórica, etcétera), respetado ese canon, hay cabida para la
interpretación valorativa y dinámica, se puede ir a veces más allá de la letra,
pero no contra el estándar objetivo e integral de ]a Constitución (que no es
solamente letra), la negativa a usar la teoría funcionalista en la interpretación
constitucional de los derechos humanos Las explicaciones antecedentes valen
de prevención contra la llamada teoría funcionalista que emplea un método
interpretativo reñido con todo nuestro panorama de los derechos humanos.
Los derechos no deben ser considerados ni como facultades derivadas de la
naturaleza humana, ni como limitaciones al poder público, sino como
instituciones o subsistemas encaminados a cumplir ciertas funciones que
hacen diferenciables los roles sociales y garantizan el desarrollo de la actividad
estatal. Si así fuera, el derecho de sufragio o la libertad política no se dirigirían
a favorecer un status personal participativo sino a desplegar una función útil al
sistema político en el proceso de formación de su elenco de poder. La libertad
de expresión, información, crítica, etcétera, no revestiría el alcance de un
derecho subjetivo favorable a la libertad personal, sino que asumiría el sentido
de un rol social que: preservaría al sistema político de riesgos nefastos (por
ejemplo, la lucha encubierta, el disenso violento. etcétera) en la medida en que
daría circulación pública a ideas y opiniones que, de otro modo, seguramente
se moverían en la clandestinidad, tal vez, más benignamente se diría que esa
libertad sostiene y consolida al sistema democrático, pero no mirado como
sistema que tutela los derechos humanos sino más bien desde el ángulo
utilitario de su conveniencia política, lo mismo cabría decir del derecho de
propiedad privada, que no quedaría resguardado como un derecho del hombre,
sino como un subsistema funcional del sistema capitalista y así sucesivamente.
Esta renuencia a interpretar los derechos contenidos en la Constitución como
derechos del hombre no se compadece con nuestra filosofía de los derechos
humanos ni con el constitucionalismo moderno, ni con el social, porque extravía
su base personalista podría aceptarse una teoría multifuncional como método
para la interpretación constitucional de los derechos (o sea, una teoría que a
éstos les asignara funciones plúrimas y que por ende, sin renegar de la
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MODULO 8
MÓDULO
primordial de defensa de la persona y de su dignidad, proyectara
favorablemente esta función a ámbitos sociopolíticos no estrictamente 1
individuales). En esta multifuncionalidad ingresa la interpretación constitucional
de los derechos que aspira a maximizar y potenciar su efectividad con
generalidad para todos los hombres y a compatibilizar los de unos con los de
otros, hasta alcanzar por ejemplo una distribución razonablemente igualitaria
de la libertad, o un sistema económico justo que atenúe las marginaciones
sociales, o un sistema cultural que no cierre el acceso a la educación en
igualdad de oportunidades, etcétera. Pero siempre, en todo caso, los derechos
habrán de interpretarse como derechos subjetivos del hombre con todas las
limitaciones razonables que sean necesarias o convenientes, y con todos los
roles anexos que puedan cumplir funcionalmente en el sistema político y que
acaso les sean exigibles en un sistema democrático. Si priorizamos lo último en
desmedro de lo primero, el derecho constitucional de la libertad ya no será tal
sino otra cosa, podrá parecérsele en el mejor de los casos a imaginar, pero el
centro de gravedad ya no estará situado en la persona humana, sino en
realidades supraindividuales y eso no es personalismo, sino transpersonalismo.
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MODULO 8
que deje de merecer protección, es que ese hombre no está solo ni aislado,MÓDULO
ya
la convivencia de él con los otros y de los otros con él hay que depararle 1
atención cuando se interpreta constitucionalmente "su" derecho personal. No
insistiremos en esto, pero quede la idea bien cIara, quiere decir que la
interpretación valorativa de la Constitución en orden a los derechos humanos
contenidos en ella debe dar por presupuesto que: a) esos derechos son,
ontológicamente, limitados, porque son derechos "del hombre" "en sociedad"
(ya lo dijimos antes), b) esos derechos son relativos y por ende admiten
limitaciones razonables a tenor de lo que en ese punto habilita la Constitución y
habrá de tenerse en cuenta al interpretar tales limitaciones que ellas no pueden
exceder el margen de lo razonable, es decir, no pueden destruir o alterar el
derecho limitado; que el medie escogido en la limitación debe ser proporcional
a la naturaleza del derecho que se limita; que el medio escogido en la limitación
para alcanzar razonablemente un fin legítimo debe ser también proporcional a
ese fin: y acaso también que además de esa proporcionalidad razonable entre
medio y fin, el medio elegido no sea el más gravoso u oneroso para el derecho
que soporta la limitación (o sea, debe buscarse la restricción menor que sea
conducen te al fin, y no la mayor). El principio de razonabilidad tal como ha sido
elaborado en el derecho constitucional de Estados Unidos, por ejemplo, y de
Argentina puede concordarse con el principio del "contenido esencial" de los
derechos; el desarrollo legislativo o latamente, la reglamentación de los
derechos tiene que respetar aun en las limitaciones que imponga a ellos su
contenido esencial. Es lo mismo que la limitación razonable, los conceptos así
teorizados suscitan comprensión y adhesión, pero su aplicación puede muchas
veces, moverse en zonas de duda y de penumbra, de todos modos lo de
razonabilidad y contenido esencial repele toda interpretación que use el ya
descartado método funcional, porque obliga a respetar la naturaleza intrínseca
del derecho en favor de su titular; pero salvado ese núcleo, también incita él
mirar la faz o dimensión objetiva o institucional del sistema de derechos, en la
que se halla la aspiración a darle efectividad con la mayor optimización posible
en cada circunstancia concreta, y por aquí se filtra el valor solidaridad, el valor
igualdad correlacionado con el valor libertad, el valor desarrollo social, etcétera,
O sea se desechan los prismas ópticos del individualismo, pero no de un
liberalismo reajustado en solidaridad social, en aras de la defensa de los
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MODULO 8
MÓDULO
propios derechos fundamentales cuando por un lado, determinadas acciones
limitan O impiden su ejercicio en cuanto derechos para la mayoría de los 1
ciudadanos, y por otro lado ponen en peligro el ordenamiento objetivo del
Estado democrático, la interpretación constitucional de los límites y las
limitaciones a los derechos encuentra un arduo campo en el caso de conflictos
entre derechos de personas distintas, allí la primera regla nos vuelve a repetir
que el derecho de un sujeto no puede ejercerse a costa del derecho o de los
derechos de otro u otros, los derechos ajenos son límites ontológicos a los
derechos propios, la segunda regla nos recuerda que los derechos declarados
en la Constitución obligan como todas las normas de ella, a correlaciones
armonizantes y a concordancias dentro de la unidad integral y coherente de la
misma Constitución, y ya estamos en mejor aptitud para resolver el conflicto
entre derechos de distintos titulares, un paso más induce a tomar partido por la
tesis de la jerarquía escalonada de los valores (preferimos decir de los valores,
más que de los derechos), ya tuvimos oportunidad de mostrar la mayor
valiosidad de la vida respecto de la propiedad, del honor y la dignidad respecto
a la libertad de prensa, etcétera. El resguardo preferencial del valor de mayor
jerarquía impide, en esos supuestos, repartir equivalentemente las limitaciones
entre los dos derechos en conflicto. Otro caso está dado cuando en ese
conflicto concurren dos limitaciones a dos derechos de distintos titulares,
afectando una de ellas al contenido esencial de un derecho (en contra de la
regla de razonabilidad) y la otra afectándolo al otro en su margen o periferia; la
primera lo altera y debe repudiarse; la segunda sólo lo restringe, y en principio
es aceptable. Ejemplo:cuando la crónica informativa de un periódico atribuye
asertivamente a una persona determinada la comisión de un delito (sin indicar
la fuente de la noticia, o sin omitir el nombre de la persona, o sin usar un
tiempo de verbo potencial), y en el respectivo proceso penal esa misma
persona no es objeto de condena entra en conflicto su derecho al honor con el
derecho a la libertad de prensa del periódico, y este puede ser obligado a
indemnizar el daño moral, porque el honor y la dignidad personal son más
valiosos que la libertad de prensa. Si un menor recién nacido se halla en
peligro de muerte y el médico indica como única terapia probable una
transfusión de sangre y los padres se oponen porque su creencia religiosa
rechaza ese tratamiento (Testigos de Jehová), hay que dar prioridad al derecho
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MODULO 8
MÓDULO
a la vida del menor (que no tiene discernimiento para una opción religiosa)
frente al derecho paterno a la libertad religiosa y a la patria potestad. La 1
dificultad de solución justa que se presenta en algunos casos reales (los dos
ejemplificados han sido tomados de antecedentes reales en la jurisprudencia
argentina) no permite esquivar el intento posible de esa misma solución a
través de una interpretación constitucional adecuada, y mucho menos la
propuesta de pautas en la doctrina, como modestamente hemos intentado
hacerlo en forma breve.
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actuar con suma prudencia, y procurar previamente el esfuerzo hermenéutico
para no llegar a cita, sino para concordar con la Constitución a la norma o al 1
acto infra constitucionales que aparentan colisionar con ella se dice que la
declaración de inconstitucionalidad es el último recurso o la ultima ratio del
orden jurídico, a cuya instancia no se ha de llegar apresuradamente. En este
mecanismo se advierte que el intérprete ha hecho interpretación de la
Constitución y de la normativa infra constitucional confrontada con ella, a lo
mejor ha tenido que hacer asimismo integración si es que la Constitución
parecía transgredida en algún sector carente de norma expresa, al que ha
debido integrarse para averiguar si allí la Constitución sufría quebrantamiento.
En la interpretación conciliadora que no alcanza a pronunciar una declaración
de inconstitucionalidad es interesante situar los veredictos de los tribunales
constitucionales que indican, en torno de una normativa infra constitucional, de
qué modo deben interpretarse tanto esa normativa cuanto la de la Constitución
para que la primera no resulte contraria a la segunda o sea que poco más o
menos, el razonamiento ha discurrido así: si tal normativa infra constitucional
se interpreta del modo A en relación con tal otro de la Constitución que se
interpreta del modo B, la normativa interpretada del modo A es inconstitucional
pero si se la interpreta del modo A' en relación con tal otra de la Constitución
que se interpreta del modo B', la normativa interpretada del modo A' no es
inconstitucional, sino compatible con la Constitución y nos queda un tercer tipo
de control, que no suele ser visto como tal, es el supuesto en que un tribunal
hace interpretación pura de una norma de la Constitución para aplicarla en un
caso en que no se interpone ninguna otra norma infra constitucional. ¿Por qué
aquí pensamos que también hay control constitucional, aun cuando falta un
eslabón normativo para la relación comparativa? Porque ese tribunal, al sentar
el alcance interpretativo de la norma constitucional aplicada, está haciendo
interpretación "de" la Constitución en forma pura, que sirve para funcionar
como interpretación "desde" la Constitución (hacia abajo) para después saber
en otros casos futuros si con tal interpretación constitucional cualquier norma
infra constitucional pugna o no con la Constitución cuyo sentido interpretativo
ha sido el que fue y como fue establecido por el referido tribunal.
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MODULO 8
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MÓDULO
derechos humanos suelen contener normas que, al modo de ]a constitucional
sobre derechos implícitos, son válvulas abiertas para no obturar mejores 1
derechos que mediante otras fuentes distintas al tratado, puedan titularizar las
personas).
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MODULO 8
MÓDULO
o se dilata, el problema del ejercicio impedido del derecho que la norma
programática contiene, subsiste en su aspecto más agudo y grave, y hay que 1
hallar algún remedio, desde hace largo tiempo tenemos elaborada la teoría de
que en el caso de tardanza irrazonable en la reglamentación que preste
funcionamiento a la norma constitucional programática, se configura lo que
llamamos inconstitucionalidad por omisión, o sea violación a la Constitución por
omitir hacer lo que la misma norma programática manda que se haga (salvo el
supuesto en que la formulación de la misma norma permita entender
razonablemente que el órgano convocado a reglamentarla dispone para ello de
discreción temporal suficiente, o que la redacción lexical autorice a inferir que la
propia Constitución habilita la postergación del derecho hasta que la
reglamentación le depare margen de funcionamiento) quiere decir que de no
mediar esas excepciones que no deben presumirse damos por cierto que las
normas programáticas que declaran derechos imponen al órgano
reglamentador la obligación constitucional de dictar la reglamentación en un
tiempo razonablemente rápido y breve, y cuando ese tiempo transcurre sin que
la obligación reglamentaria se cumpla, debe poder alegarse la omisión
inconstitucional por el titular del derecho que padece agravio al no poder
ejercerlo y disfrutarlo durante el ocio del órgano reglamentador moroso, tal
debe tener acceso a la jurisdicción constitucional mediante la legitimación
procesal activa del titular del derecho demorado, imposible, o bloqueado, basta
esta breve reflexión para tener noticia de la importancia que en la interpretación
constitucional de los derechos revisten las normas que los contienen de modo
programático, y el enlace no menos trascendental que es menester trabajar con
el control constitucional.
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Naciones Unidas prueban que el fundamento de los derechos no radica en la
voluntad estatal ni en las fuentes jurídicas estatales: si a textos como el citado 1
se les niega carácter jurídico normativo más razón a nuestro favor, porque
careciendo de la vinculatoriedad de las normas jurídicas exhibirían con mayor
patencia el carácter indicativo y orientador de lege ferenda que fuera del
derecho estatal su fundamento último y si se les reconoce carácter jurídico
normativo, demuestran en conjunción con la normativa internacional anidada
en los tratados sobre derechos humanos que si bien tal normativa oriunda de
fuente internacional penetra e ingresa en el derecho interno (estatal) para
formar parte de él, ingresa desde afuera, con lo que la voluntad del Estado
(colaboradora indudable en esa recepción del derecho internacional por el
interno que se expresa en la ratificación internacional de los tratados) no es el
único ni último hontanar de los derechos humanos que se reconocen en el
orden normológico. En tercer término, la internacionalización da testimonio de
otras dos cosas: a) que la comunidad internacional organizada y el derecho
internacional han asumido a los derechos humanos como un contenido
primordial del bien común internacional a su cargo, con lo que por los mismos
derechos titularizados en virtud del derecho internacional, el hombre se
convirtió en un sujeto del derecho internacional antes ausente de su escenario,
y los Estados en responsables internacionalmente de sus políticas internas y
externas en la materia; b) que la normatividad de los derechos humanos ya no
es exclusiva ni reservada de los Estados sino simultáneamente propia del
derecho internacional y de sus órganos (hasta, a veces, con tribunales que
ejercen jurisdicción supraestatal), lo que proporciona dualidad de fuentes
reparte la función de normar los derechos (por escrito) entre la Constitución y la
legislación (en lo interno), aquí esa dualidad aparece también por la fusión
concertada de las fuentes internas (Constitución y ley) y de las internacionales.
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atrevernos a sostener que el plexo de derechos contenido en los tratados
internacionales no aspira a enumeraciones taxativas, y que aun cuando uno de 1
esos tratados no traiga una cláusula expresa acerca de que, a más de su
articulado, puede haber en otros cuerpos normativos internos o internacionales,
más derechos personales debe interpretarse que un tratado no reduce ni
desconoce derechos no incluidos en él, pero emergentes del derecho interno
de un Estado o de otros pactos o convenciones internacionales, de este modo
entendemos que los tratados internacionales dejan sitio a derechos implícitos y
a un mejoramiento de los que esos tratados formulan. Por eso usamos la
expresión "derecho mínimo" al aludir al derecho internacional de los derechos
humanos: su maximización no puede estimarse frenada, impedida o ignorada
por el tratado. Para respaldar este criterio, bástenos algún ejemplo. Así, el
artículo 5",2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos expresa
que "no podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los derechos
humanos fundamentales o vigentes en un estado parte en virtud de leyes,
convenciones, reglamentos o costumbres. El Pacto de San José de Costa Rica
es elocuente en el mismo sentido, con gran amplitud; entre las normas de
interpretación de su artículo 29 leemos que: ninguna disposición de la presente
convención puede ser interpreta, da en el sentido de b) limitar el goce y
ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de
acuerdo Con las leyes de cualquiera de los Estados partes, o de acuerdo con
otra convención en que sea parte uno de dichos Estados; e) excluir otros
derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se derivan de la
forma democrática representativa de gobierno; y d) excluir o limitar el efecto
que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
hombre, y otros actos internacionales de la misma naturaleza. Todas las
fuentes residuales internas e internacionales a que atienden normas como las
ejemplificativamente transcritas prueban bien a las claras el mentado carácter
mínimo que hay que atribuir a cada uno de los tratados internacionales sobre
derechos humanos, pero queda otro indicio más, porque el mismo Pacto de
San José de Costa Rica acoge su propia apertura ilustra cuando, en el artículo
31, dice que "podrán ser incluidos en el régimen de protección de esta
convención otros derechos y libertades que sean reconocidos de acuerdo con
los procedimientos establecidos en los artículos 76 y 77" (que contemplan
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enmiendas y protocolos adicionales, con miras a ampliaciones progresivas).
Como reflexión final el remanente de derechos implícitos y de mejores 1
derechos, que surge de la interpretación que acabamos de hacer en torno de
los tratados ratifica nuestra ya vertida opinión personal de que la fuente
internacional del derecho de los derechos humanos es complementaria del
derecho libertad, y que es en el ámbito del último depende el derecho
internacional pretende con su cobertura auxiliar, alcanzar la vigencia
sociológica de los derechos del hombre.
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MÓDULO 9 y 10
MÓDULO 1
DERECHOS HUMANOS
Y GARANTÍAS
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INSTRUMENTOS INTERNACIONALES DE
DD.HH.
Profesor: Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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MÓDULO 1
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Este principio implica el abandono de la jurisprudencia de la Corte Suprema 1
vigente hasta 1992, que no reconocía el rango supralegal de los tratados, la
excepción viene dada para los tratados de derechos humanos, de la siguiente
manera:
a) El mismo art. 75, inc. 22, inviste directamente de jerarquía constitucional a
once instrumentos internacionales de derechos humanos que enumera
taxativamente, pero además
b) prevé que, mediante un procedimiento especial, otros tratados de derechos
humanos puedan alcanzar también jerarquía constitucional.
En los dos supuestos, tales tratados no entran a formar parte del texto de la
constitución y quedan fuera de él, en el bloque de constitucionalidad federal, y
comparten con la Constitución su misma supremacía. O sea, no son
infraconstitucionales como los otros.
Este derecho internacional de los derechos humanos ostenta perfiles que lo
distinguen del derecho internacional común, general o clásico. Los tratados
sobre derechos humanos, si bien responden a la tipología de los tratados
internacionales, son tratados destinados a obligar a los Estados parte a
cumplirlos dentro de sus respectivas jurisdicciones internas, es decir, a respetar
en esas jurisdicciones los derechos que los mismos tratados reconocen
directamente a los hombres que forman la población de tales Estados. El
compromiso y la responsabilidad internacionales, aparejan y proyectan un
deber "hacia dentro" de los Estados, cual es el ya señalado de respetar en
cada ámbito interno los derechos de las personas sujetas a la jurisdicción del
Estado-parte.
De este primer esbozo podemos inferir que:
a) la persona humana es un sujeto investido de personalidad internacional;
b) la cuestión de los derechos humanos ya no es de jurisdicción exclusiva o
reservada de los Estados porque, aunque no le ha sido sustraída al Estado,
pertenece a una jurisdicción concurrente o compartida entre el Estado y la
jurisdicción internacional;
c) nuestro derecho constitucional asimila claramente, a partir de la reforma de
1994, todo lo hasta aquí dicho, porque su art. 75, inc. 22, es más que suficiente
para darlo por cierto.
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MODULO 9 y 10
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Es bueno trazar un paralelo entre derecho internacional y derecho interno. El 1
artículo 103 de la Carta de las Naciones Unidas –que sin enumerar los
derechos humanos aludía a los derechos y libertades fundamentales del
hombre– proclama su prioridad sobre todo otro tratado, pacto o convención en
que se hagan parte los Estados miembros de la organización. Quiere decir que
tales Estados no pueden resignar ni obstruir a través de tratados la obligación
de respetar y cumplir los derechos y libertades fundamentales del hombre.
De modo análogo, cuando una constitución suprema que encabeza al orden
jurídico interno contiene un plexo de derechos, éste participa en lo interno, de
la misma supremacía que goza la constitución a la que pertenece. Hay pues,
una afinidad: el derecho internacional de los derechos humanos sitúa a los
derechos en la cúspide del derecho internacional, y el derecho interno ubica de
modo equivalente a la constitución que incorpora los derechos a su codificación
suprema.
La fuerza y el vigor de estas características del derecho internacional de los
derechos humanos se reconocen fundamentalmente por dos cosas:
a) que las normas internacionales sobre derechos humanos son ius cogens, es
decir, inderogables, imperativas, e indisponibles;
b) que los derechos humanos forman parte de los principios generales del
derecho internacional público.
Con tal perfil, se incorporan al derecho interno.
Es frecuente el análisis de cómo el derecho internacional ingresa en el derecho
interno. Los tratados entran a formar parte de él cuando el Estado los ratifica
internacionalmente, o adhiere a ellos. A partir de la ratificación o la adhesión, el
derecho interno recibe al derecho internacional contractual.
No ha sido tan común reconocer que también el derecho interno penetra en el
derecho internacional. Ejemplo claro de ello son los tratados que al declarar
derechos establecen que esos derechos no niegan ni menoscaban otros
derechos que puedan surgir del derecho interno del Estado (constitución, leyes,
etc.), con lo que puede decirse fácilmente que el tratado hace suyos también
los derechos surgidos de fuente interna del Estado.
Esto último exhibe el carácter abierto de los tratados y la tendencia a la
optimización de los derechos, tanto como el carácter mínimo y subsidiario del
derecho internacional de los derechos humanos, ya que los tratados procuran
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que su plexo elemental no sirva ni se use para dejar de lado otros derechos, o 1
los mismos (quizá mejores, más amplios, más explícitos), que sean oriundos
del derecho interno.
En correspondencia, no es vano observar en los tratados de derechos
humanos un residuo de derechos que, al estilo del lenguaje constitucional,
cabe denominar implícitos.
Todo ello guarda paralelismo con las frecuentes alusiones que los tratados de
derechos humanos efectúan a lo que llaman una sociedad democrática.
Por ende, hay que computar en la constitución cuál y cómo es el plexo de
derechos, para que integre unitariamente con el derecho internacional un
sistema completo. Hemos de partir de un principio que creemos afianzado y
clarificado a partir de la reforma constitucional de 1994: el sistema de derechos
humanos requiere completitud, y no en vano la doble fuente –interna e
internacional– le provee de contenido amplio, elástico y progresivo.
Lo de "progresivo" no ha de entenderse aquí como referido sólo a un posible y
debido desarrollo paulatino que va de lo menos a lo más, ni como un
conformismo con la cristalización de un mínimo, sino fundamentalmente como
dejando abierta la posibilidad de que se vayan adicionando nuevos derechos al
ritmo paralelo de nuevas necesidades y valoraciones, y contenidos nuevos a
derechos viejos de manera análoga.
La completitud del sistema no hace concluir el itinerario de la interpretación,
porque de inmediato agregamos que hay derechos aunque no haya normas
que los declaren y reconozcan. Es elemental movilizarse en tal sentido con el
consabido principio que, aun de origen y constancia iusprivatistas, nos parece
preceder, desde la base constitucional, a toda interpretación correcta: los
jueces no pueden negarse a fallar una causa so pretexto de ausencia u
oscuridad de la ley. Esto significa que en el sistema de derechos tampoco es
imprescindible que cada derecho cuente con una norma propia de
reconocimiento, y que si falta esa norma lo mismo hay que desenvolver un
activismo capaz de colmar el vacío normativo de modo satisfactorio para el
sistema de derechos.
No interesa acá indagar en detalle el problema de las lagunas o carencias
porque, a nuestro fin, tenemos que postular que la completitud del sistema se
parece mucho –si acaso no se identifica– con la hermeticidad del orden
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jurídico. Y para lo que a nuestro tema interesa, quiere decir que cuando falta la 1
norma, el operador debe fabricarla, lo cual es – ni más ni menos– integración
del orden normativo lagunoso, según la iusfilosofía de Werner Goldschmidt a la
que siempre adherimos.
El vacío o la carencia en el orden normativo no ha de trasladarse –por ende– a
la dimensión sociológica donde los derechos deben realizarse y hacerse
efectivos aunque no haya normas; de ahí que la integración provea la norma
ausente para dar hermeticidad al mundo jurídico que, en sí mismo –
tridimensionalmente integrado y compuesto– es hermético. Las cláusulas sobre
derechos implícitos nos dan la razón.
¿Cómo colmar la carencia mediante la integración? Solamente apelaremos
ahora a un punto que nos importa demasiado en materia derechos humanos:
es menester dar por verdad que, además de las "normas que hay", el sistema
de derechos con su doble frente se alimenta de un plexo de principios, de
valores, de fines y de raíz –o razón– histórica. Tal constelación –tan acentuada
en el constitucionalismo español a contar de la constitución de 1978– es de
suma importancia, porque con ella y desde ella se rellenan las lagunas (es
decir, se integra el ordenamiento cuando carece de normas) y se interpretan
las normas que componen el orden normológico escrito.
No es novedad demasiado audaz lo que estamos aseverando, porque el
constitucionalismo argentino y comparado, y el propio derecho internacional de
los derechos humanos nos han acostumbrado a la ya recordada cláusula de los
derechos implícitos, lo que –nada más ni nada menos– equivale a sostener que
además de los derechos enumerados en las normas hay otros derechos "no
enumerados" que hay que "descubrir" con su anclaje en los principios, valores,
fines y raíz histórica del sistema completo, echando mano a su doble fuente de
producción.
El presupuesto está dado por el Estado democrático con su fisonomía de
"Estado social y democrático de derecho", en el que –con fórmula para nada
inocua ni vacía– se expresa un contenido material o sustancial al que concurre
el conjunto de principios y valores. Por algo, desde hace mucho, hay autores
de prestigio que hacen mención del techo ideológico de la constitución, que
traduce una filosofía política de base. Es en ella donde radica aquel conjunto
axialque nutre al mundo jurídico. Y por algo el trialismo jamás descuidó la
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Significa que cuando el sistema de derechos acrece por ingreso de nuevos 1
derechos, o de contenidos nuevos en derechos viejos, el "plus" queda
definitivamente anclado en el sistema, aunque –acaso– la fuente que le dio
origen desaparezca. Para nuestro caso de los tratados de derechos humanos,
una eventual denuncia por parte de nuestro Estado impediría dar por
suprimidos los derechos de los que ahora esos tratados han sido fuente. En tal
supuesto, cabría acudir a la tesis de que mantienen su hospedaje en la
cláusula del art. 33 de la constitución sobre derechos implícitos.
La insistencia con que en los últimos años venimos postulando que para la
completitud de un sistema de derechos hace falta nutrirlo desde una doble
fuente: la interna y la internacional, reaparece en muchos de los tratados
jerarquizados constitucionalmente. Ello cobra relevancia cuando, desde la
misma dualidad de fuentes y de sus respectivas normativas, inferimos la
también destacada necesidad de efectuar una opción preferente por la que
suministra un resultado más beneficioso y favorable para la persona y para el
sistema de derechos, en cada caso concreto.
Habíamos advertido que el carácter mínimo y subsidiario que reviste el derecho
internacional de los derechos humanos se concilia con la tendencia a la
maximización y optimización del sistema de derechos, razón por la cual, para
alcanzar este resultado, el derecho internacional no pretende erigirse en cada
tratado como fuente única –aunque sí mínima– y, al contrario, deja abierto el
sistema a lo que de más amplio le puede brindar el derecho interno de cada
Estado, como asimismo el propio derecho internacional a través de otros
tratados.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Opinión Consultiva OC-
5/85 sostuvo que "si a una misma situación son aplicables la Convención
Americana y otro tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable
a la persona humana…"; y en el caso "Viviana Gallardo" de 1981, afirmó que
"el equilibrio de la interpretación se obtiene orientándola en el sentido más
favorable al destinatario de la protección internacional –el ser humano–
siempre que ello no implique una alteración del sistema" (el destacado es
nuestro).
De alguna manera, así como resulta de antigua data el reconocimiento de que
el derecho internacional es fuente del derecho interno cuando éste le da
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del Estado, y el propio estado (federal, en casos como el de Argentina). Las 1
obligaciones –y las responsabilidades– son ambivalentes, ya que se sitúan en
lo interno y en lo internacional, por lo que creemos conveniente abordar el tema
desde la perspectiva internacional.
El núcleo alrededor del cual gira dicho tema es el de las violaciones a los
tratados de derechos humanos porque, cuando se consuman, implican
incumplimiento de las obligaciones que ellos asignan a cada Estado parte.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos nos proporciona un esquema
sencillo en su OC-13/93 del 16 de julio de 1993, al decir que:
"Son muchas las maneras como un Estado puede violar un tratado
internacional y, específicamente, la Convención. En este último caso, puede
hacerlo, por ejemplo, omitiendo dictar las normas a que está obligado por el art.
2. También, por supuesto, dictando disposiciones que no estén en conformidad
con lo que de él exigen sus obligaciones dentro de la Convención". Las normas
de los tratados de derechos humanos, tengan o no jerarquía constitucional –
pero especialmente si la tienen– se deben interpretar partiendo de la
presunción de que son operativas, o sea, directamente aplicables por todos los
órganos de poder de nuestro Estado.
Cada artículo que declara un derecho o una libertad debe reputarse operativo,
por lo menos en los siguientes sentidos: a) con el efecto de derogar cualquier
norma interna infraconstitucional opuesta a la norma convencional; b) con el
efecto de obligar al poder judicial a declarar inconstitucional cualquier norma
interna infraconstitucional que esté en contradicción con la norma
convencional, o a declarar que la norma convencional ha producido la
derogación automática; c) con el efecto de investir directamente con la
titularidad del derecho o la libertad a todas las personas sujetas a la jurisdicción
argentina, quienes pueden hacer exigible el derecho o la libertad ante el
correspondiente sujeto pasivo; d) con el efecto de convertir en sujetos pasivos
de cada derecho o libertad del hombre al Estado federal, a las provincias, y en
su caso, a los demás particulares; e) con el efecto de provocar una
interpretación de la constitución que acoja congruentemente las normas de la
convención en armonía o en complementación respecto de los similares
derechos y libertades declarados en la constitución.
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En materia de tratados sobre derechos sociales, muchas de sus cláusulas –al 1
contrario– suelen ser programáticas e, incluso, depender para su eficacia de
condicionamientos culturales, económicos, políticos, etc., que exceden el
marco semántico del enunciado normativo del derecho.
Lo que debe quedar en claro es que aun tratándose de cláusulas
programáticas, si la ley que conforme a ellas debe dictarse, no es dictada en un
lapso razonable, la omisión frustratoria de la cláusula programática merece
reputarse inconstitucional (inconstitucionalidad por omisión).
Cuando un tratado como el Pacto de San José de Costa Rica obliga a los
Estados parte a adoptar las medidas legislativas "o de otro carácter" que
resulten necesarias para la efectividad de los derechos, hay que dar por cierto
que entre esas medidas "de otro carácter" como alternativas o supletorias de
las legislativas, se hallan las sentencias, porque los jueces –en cuanto
operadores– tienen la obligación de dar aplicación y eficacia a los derechos
reconocidos en los tratados sobre derechos humanos.
Los tratados sobre derechos humanos que forman parte del derecho argentino
obligan a las provincias, cualquiera sea su rango jerárquico. Ello surge
claramente del art. 31 de la Constitución. Además, hay tratados que
expresamente prevén igual situación en una cláusula federal destinada a los
Estados que, siendo de estructura federal, se hacen parte en ellos (así, el
Pacto de San José de Costa Rica, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, y el de Derechos Económicos, Sociales y Culturales).
Una vez que tenemos en claro que entre los tratados internacionales la reforma
de 1994 ha introducido el desdoblamiento entre algunos que –versando sobre
derechos humanos– tienen la misma jerarquía que la Constitución, y otros –de
cualquier materia– que solamente son superiores a las leyes (y, por ende,
inferiores a la constitución), es menester que hagamos otra reserva personal.
Para ello, tomamos en consideración a los tratados que son
infraconstitucionales.
Bien que a la Constitución se le otorgue supremacía sobre esos tratados,
estamos ciertos de que cuando nuestro Estado se hace parte de un tratado y lo
incorpora a nuestro derecho interno, ni siquiera una reforma futura a la
Constitución puede contrariar al tratado. Es un caso curioso de un límite
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Tal esquema viene a acoger la tesis, por nosotros rechazada, de relaciones 1
intrajerárquicas dentro de un sistema de normas que revisten jerarquía
constitucional.
Lejos de estos desdoblamientos, afirmamos sintéticamente que toda la
Constitución (su primera parte más el resto del articulado) en común con los
once instrumentos internacionales sobre derechos humanos de jerarquía
constitucional (más los que la adquieren en el futuro) componen un bloque que
tiene una igual supremacía sobre el derecho infraconstitucional. Dentro de ese
bloque no hay planos superiores ni planos inferiores; o sea, forman una
cabecera en la que todas sus normas se encuentran en idéntico nivel entre sí.
Se nos dirá que la cláusula de "no derogación" de la primera parte de la
Constitución por los instrumentos internacionales de jerarquía constitucional ha
de tener algún sentido y tener algún efecto. No obstante, tomemos en cuenta
que, a continuación, dicha cláusula enuncia que tales instrumentos
internacionales son complementarios.
¿Qué podemos inferir de la coordinación entre las dos pautas: la "no
derogación" y la "complementariedad"a) Vamos a resumirlo. ¿Qué significa la
"no derogación"?
Es una pauta hermenéutica harto conocida la que enseña que en un conjunto
normativo (para el caso: la Constitución "más" los instrumentos dotados de
jerarquía constitucional) que comparte un mismo y común orden de prelación
dentro del ordenamiento jurídico, todas las normas y todos los artículos de
aquel conjunto tienen un sentido y un efecto, que es el de articularse en el
sistema sin que ninguno cancele a otro, sin que a uno se lo considere en pugna
con otro, sin que entre sí puedan oponerse irreconciliablemente. A cada uno y
a todos hay que asignarles, conservarles y aplicarles un sentido y un alcance
de congruencia armonizante, porque cada uno y todos quieren decir algo; este
"algo" de uno o de varios no es posible que quede neutralizado por el "algo"
que se atribuye a otro o a otros.
b) Pasemos a la "complementariedad".
La tesis que pregona la inaplicación de cualquier norma de un tratado con
jerarquía constitucional a la que acaso se impute oposición con alguno de los
artículos de la primera parte de la Constitución hace una ligazón entre la
"complementariedad" de los tratados respecto de dichos artículos, y la "no
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derogación" de éstos por aquéllos. De este modo, le asigna a la palabra 1
"complementarios" un sentido equívoco de accesoriedad y hasta supletoriedad,
que riñe con la acepción del vocablo "complemento" y del verbo
"complementar".
Complemento es lo que hace falta agregar a una cosa para que quede
completa, pero no lo que se ubica en un plano secundario respecto de otro
superior. Para nada hemos de imaginar que el nivel de lo complementario es
inferior al nivel de aquello a lo que complementa.
De ahí que sostener que los tratados, debido a su complementariedad respecto
de los artículos de la primera parte de la Constitución, no derogan a ninguno de
ellos, jamás tolera aseverar que éstos pueden llegar a excluir la aplicación de
un tratado ni que, en vez de conciliar lo que pueda parecer incompatible, hay
que hacer prevalecer indefectiblemente las normas que integran la primera
parte de la Constitución.
Si a la criticada locución "no derogan artículo alguno de la primera parte de la
Constitución" hemos de darle un sentido aceptable, sólo consentimos éste: "los
artículos de la primera parte de la constitución y los instrumentos
internacionales a los que el inciso 22 adjudica jerarquía constitucional
componen un plexo indisociable de derechos y garantías, en el que ninguna
norma del primer sector hace inaplicable a una o más del otro sector, y
viceversa; la complementariedad del segundo respecto del primero significa
que le proporciona completitud y que nunca puede resultar inocuo".
En síntesis, ni los artículos de la primera parte de la Constitución "derogan" o
dejan sin efecto a normas internacionales de su mismo rango, ni éstas
perturban a aquéllos, porque unos y otras, dentro del sistema de derechos al
que como fuente alimentan con igual jerarquía, forman un conjunto coherente,
insusceptible de desgajar, o desarticular o dividir con supuestas
incompatibilidades, oposiciones o contradicciones.Después de la quizá
minuciosa explicación antecedente, hay que trasladar conclusiones desde
nuestro enfoque de la supremacía al del control de constitucionalidad. Todo ello
a la luz de la reforma de 1994.
a) La paridad que asignamos a todo el conjunto normativo de la Constitución
con los instrumentos internacionales de jerarquía constitucional (los once
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enumerados en el art. 75, inc. 22, más los que la adquieren en adelante) impide 1
declarar inconstitucionales:
a.1) a norma alguna de la Constitución (en cualquiera de sus partes) en
relación con instrumentos internacionales de derechos humanos de jerarquía
constitucional;
a.2) a norma alguna de dichos instrumentos en relación con normas de la
Constitución (en cualquiera de sus partes);
a.3) por ende, toda aparente oposición o incompatibilidad ha de superarse a
tenor de una interpretación armonizante y congruente, en la que se busque
seleccionar la norma que en su aplicación rinda resultado más favorable para el
sistema de derechos (integrado por la Constitución y los instrumentos
internacionales de jerarquía constitucional), en razón de la mayor valiosidad
(pero no supremacía normativa) que el sistema de derechos ostenta respecto
de la organización del poder.
b) El bloque encarado en el anterior inc. a) y sus subincisos obliga a controlar
todos los sectores del derecho infraconstitucional, y a declarar inconstitucional
toda norma que en él sea infractora de la Constitución y los instrumentos
internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional.
c) Los tratados internacionales que no gozan de jerarquía constitucional, como
inferiores que son, quedan sometidos a control (aun cuando en nuestra tesis,
ello sea incoherente y discrepante con el principio de primacía del derecho
internacional sobre todo el derecho interno).
d) Todo el derecho infraconstitucional, a partir de las leyes, también debe ser
controlable en relación con los tratados sin jerarquía constitucional, porque el
principio general aplicable a este supuesto es el de la superioridad de los
tratados sobre las leyes y, por ende, sobre el resto del ordenamiento sublegal.
¿Se ha extraviado o ha dejado de existir la supremacía de la Constitución? Más
bien, cabría sostener que hay un reacomodamiento de la misma. Los modos de
adecuar la supremacía constitucional a esta nueva realidad son variables y
propios de cada Estado. Los hay que colocan al derecho internacional con
prioridad sobre todo el derecho interno, incluida la misma Constitución. Los hay
que confieren al derecho internacional de los derechos humanos el mismo nivel
de la Constitución. Otros, sólo dan prelación a ese derecho respecto de las
leyes.
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MÓDULO
No es aventurado aseverar que tales soluciones parcialmente diferentes 1
provienen de una decisión interna, sea del poder constituyente, sea de la
incorporación del Estado a un tratado internacional, o a un sistema de
integración comunitaria. En todas esas ocasiones, hay una previa prestación de
consentimiento estatal expresado mediante procedimientos que, de alguna
manera, también dependen de su derecho interno.
Por eso, en el retoque de aggiornamiento que hacemos hoy a la doctrina de la
supremacía de la Constitución, decimos que esa doctrina subsiste y que la
Constitución sigue siendo suprema en cuanto siempre es fuente primaria y
fundante del orden jurídico estatal y decide su prelación, aunque ella misma –al
establecer la gradación jerárquica de ese orden– ceda acaso el primer nivel al
derecho internacional o al derecho de la integración.
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DERECHOS HUMANOS
Y GARANTÍAS
MÓDULO 11
CONTROL DE CONVENCIONALIDAD –
PROTECCION INTERNACIONAL DE LOS
DD.HH
Profesor : Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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MODULO 11
Se impone, por lo tanto, recurrir a una serie de principios generales del derecho
internacional y de principios propios del derecho internacional de los derechos
humanos que permitan brindar pautas claras de interpretación. Resulta
necesario encontrar criterios que posibiliten optar entre la aplicación de una u
otra norma o entre una u otra interpretación posible de éstas.
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MODULO 11
El principio pro homine impone que, por ejemplo, una norma específica sobre
tortura –que enuncia detalladamente los derechos de la víctima y las
obligaciones asumidas por el Estado– supere y prevalezca sobre las
disposiciones genéricas sobre el tema contenidas, por ejemplo, en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos o en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.
Por otra parte, este mismo principio supone que las normas consuetudinarias
que explicitan los contenidos de los derechos protegidos en los tratados deben
tener cabida en el orden jurídico interno de un país siempre que enriquezcan
sus disposiciones. Así, por ejemplo, la enumeración de las libertades religiosas
y de conciencia que efectúa la Declaración sobre la Eliminación de todas las
Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión o en las
Convicciones enriquece las disposiciones genéricas del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana.
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El principio pro homine como una pauta para la regulación jurídica de los
derechos humanos
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justificarse a la luz de la seguridad nacional sino que ésta –en relación con los
habitantes de un país– consiste justamente en la inviolabilidad de sus derechos
humanos.La seguridad pública, por su parte, apunta a restricciones que
permitan proteger contra peligros para la seguridad de las personas o de sus
bienes.
La moral es, sin dudas, uno de los conceptos de más difícil definición y, por ello
mismo, uno de los dotados de mayor imprecisión especialmente en el contexto
universal. La pluralidad de concepciones sobre el concepto de moral, que se
reconoce a nivel universal, no se plantearía en ámbitos regionales, justamente
por una suerte de homogeneidad en el enfoque de la cuestión. Dado que este
criterio varía con el paso del tiempo y de una cultura a otra, se asume que el
Estado goza de cierto margen de apreciación cuando la invoca como pauta
legítima para restringir el ejercicio de determinados derechos. En todo caso,
este margen de apreciación no se aplica respecto del principio de no
discriminación.
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PROGRESIVIDAD:
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CONTROL DE CONVENCIONALIDAD
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MODULO 11
b) Esto importa una interpretación mutativa por adición realizada sobre el Pacto
por la Corte Interamericana, en condición de intérprete definitiva del mismo. De
esta manera, un Estado puede verse obligado por la doctrina sentada por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, en una causa en la que él no ha
sido parte. De esta manera, la interpretación formulada por la Corte va a tener
el mismo valor que la letra del Pacto, e incluso será superior, porque como
intérprete final del mismo, fija la superficie y el alcance de sus cláusulas
escritas.
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MODULO 11
124: "La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos
al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un
tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte
del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que obliga a velar
porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean
mermadas por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde
un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe
ejercer una especie de ‘control de convencionalidad’ entre las normas jurídicas
internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. En esa tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no
solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la
Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana". El
considerando 125 agrega un dato complementario: "En esa misma línea de
ideas, esta Corte ha establecido que según el derecho internacional, las
obligaciones que éste impone deben ser cumplidas de buena fe y no puede
invocarse para su incumplimiento el derecho interno. Esta regla ha sido
codificada en el artículo 27 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, de 1969".
La doctrina fue repetida, sin mayores variantes, en los casos "La Cantuta vs.
Perú", sentencia del 29 de noviembre de 2006, consid. 173, y "Boyce y otros
vs. Barbados", del 20 de noviembre de 2007, consid. 78.
Pero en el caso "Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros)
vs. Perú", del 24 de noviembre de 2006, consid. 128, la Corte Interamericana
formuló algunas especificaciones y adiciones. Allí dijo: "Cuando un Estado ha
ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces
están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque el efecto útil de la
Convención no se vea mermado o anulado por la aplicación de leyes contrarias
a sus disposiciones, objeto y fin. En otras palabras, los órganos del Poder
Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino también de
convencionalidad, ex oficio, entre las normas internas y la Convención
Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de
las regulaciones procesales pertinentes. Esta función no debe quedar limitada
exclusivamente por las manifestaciones o actos de los accionantes en cada
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MODULO 11
caso concreto, aunque tampoco implica que ese control deba ejercerse
siempre, sin considerar otros supuestos formales y materiales de admisibilidad
y procedencia de este tipo de acciones".
Más recientemente, en "Fermín Ramírez" y "Raxcacó Reyes vs. Guatemala"
(considerando 63), del 9 de mayo de 2008, se volvió a ratificar esta doctrina.
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MÓDULO 12
DERECHOS HUMANOS
Y GARANTÍAS
MÓDULO 12
CONTROL DE CONVENCIONALIDAD –
PROTECCION INTERNACIONAL DE LOS
DD.HH
Profesor: Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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La Comisión cumple roles consultivos (art. 41, inc. e, Pacto de San José), ya
que evacua los dictámenes que le requieren los Estados miembros,
asesorándolos al respecto, y funciones de con- 1/'111, puesto que formula
recomendaciones a los gobiernos de los Estados para el respeto a los
derechos humanos (art. 41, b). Pero también realiza funciones instructorias:
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SISTEMAS DE PROTECCIÓN
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MÓDULO 13
Derechos HUMANOS Y
GARANTÌAS
MODULO 13
DERECHOS Y GARANTÍAS DE LA
PERSONA , EL IMPUTADO Y LA VICTIMA
Profesor : Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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MODULO 13
ya que ellas tienen por fin asegurar y preservar la dignidad de la persona del
a que en materia penal la mayoría de los delitos están reprimidos con penas
Constitución Nacional.
advertimos aquí está en juego la libertad personal del imputado. Los postulados
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MODULO 13
del imputado.
humana, tal lo expresado en el preámbulo, art 14, art, 17 art. 18 art. 75 inc. 22.
libertad puede ser restringida por las medidas de coerción penal; la primera
fundamentación constitucional a la limitación a la libertad ambulatoria la
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MODULO 13
tenga en miras evitar que el encartado sea peligroso para el proceso penal,
Así el Pacto de San José de Costa Rica dispone en su art 5º ap. 2º que " toda
art. 7 ap. 4 que "toda persona detenida o retenida debe ser informada de las
efectivizarse "sin demora" como lo fijan ambos tratados, lo cual evidencia que
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MODULO 13
constitucional, ya que tanto el Pacto de San José de Costa Rica como el Pacto
del proceso penal. Así el art 7º ap. 5 del Pacto de San José de Costa Rica
llevada sin demora ante un juez que "su libertad podrá estar condicionada a
que en los códigos procesales penales del país se conocen como cauciones -
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MODULO 13
dichos pactos, le fijan sus propios límites, por ejemplo el Pacto Internacional de
Derecho Civiles y Políticos establece que el encierro preventivo " no debe ser
establecido por nuestra Constitución, cuando nos dice que durante todo el
desarrollo del proceso penal el imputado debe permanecer en libertad,
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MODULO 13
los fines del proceso. Además dichos pactos internaciones también determinan
tramitación del proceso penal el imputado goza del estado de inocencia, motivo
esta medida de coerción personal y su límite temporal, pero impone que las
ser juzgadas "no debe ser la regla general", ya que antes y durante el
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Asimismo contiende dos supuestos de prórroga del plazo general de dos años:
1) .- Art. 1 : " no obstante, cuando la cantidad de los delitos atribuidos al
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2).- El otro plazo de prórroga es e establecido en el art. 2: " los plazos previstos
en el artículo precedente serán prorrogados por seis meses más cuando los
encontrara firme".
DETENCIONES ARBITRARIAS:
expresa que nadie puede ser "arrestado sino en virtud de orden escrita de
autoridad competente" Art 18.
Si bien la C.N. protege la libertad física contra las detenciones arbitrarias, los
los Derechos y Deberes del hombre dispone en su art. XXV que "nadie puede
ser privado de su libertad sino en los casos y según las formas establecidas por
la leyes preexistentes" .
José de Costa Rica expresa en su art. 7º ap. 3 que "nadie puede ser sometido
remisión a los códigos procesales penales, que son ellos los que determinan
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MODULO 13
privada.
fijando los requisitos que debe contener la orden de detención que en principio
debe ser escrita, pero que en casos de suma urgencia puede ordenarse verbal
o telefónicamente.
son dos: el derecho a la libertad física que tiene toda persona, la que
facultad que tiene la autoridad policial para aprehender a una persona- durante
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MODULO 13
Policía Federal art. 5 inc. 1 del decreto ley 333/58 ratificado por ley 14.467 (ley
orgánica de la Policía Federal), igualmente las leyes orgánicas de la policía de
La Ley 23.950 sustituye el inc. 1 del art. 5º del decreto ley 33/58 el que ahora
materia Penal, no podrá detener a las personas sin orden de juez competente".
presumir que alguien hubiese cometido o pudiere comete algún hecho delictivo
HABEAS CORPUS:
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un procedimiento sumarísimo que tiene por fin hacer cesar la privación ilegal de
caso de que haya sido ordenada por autoridad o persona que esté facultada
A partir del año 1984 rige la ley 23.098 que regula el habeas corpus. La
reforma constitucional de 1994 hace explícita esta garantía por medio de dos
a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto y ordene
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2).- RESTRINGIDO: tiene por objeto hacer cesar las restricciones o molestias a
restringido)
nacional o provincias los jueves de sección, según las reglas que rigen su
más amplio, pudiendo interponerse el habeas corpus ante cualquier juez con la
mismo puede ser interpuesto tanto por el afectado como por cualquier otra
persona.
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procesal, por ello es que la C.N. señala que "el juez resolverá de inmediato" y
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Derechos HUMANOS Y
GARANTÌAS
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DERECHOS Y GARANTÍAS DE LA
PERSONA, EL IMPUTADO Y LA VICTIMA
Profesor: Dr. Rodolfo Gustavo Lineras
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MODULO 14
PRINCIPIO DE LEGALIDAD:
penal liberal, y se expresa en la clásica fórmula nullum crimen nulla poena sine
lege es decir no hay delito ni pena sin ley previa. Dicho principio se encuentra
habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley
anterior al hecho"
2º del Cod. Penal establece: "si la ley vigente al tiempo de cometerse el delito
En todos los casos del presente artículo los efectos de la nueva ley se operarán
de pleno derecho."
de la ley penal más benigna que haya estado vigente desde el momento de la
realización de la conducta hasta el momento en que se extingue la pena que se
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MODULO 14
aun cuando haya sido derogada por una nueva ley; es decir que si al momento
de consumarse el delito regía la ley penal más benigna, ésta se aplicará frente
a una posterior ley penal más severa. Mientras que la retroactividad mira hacia
DEBIDO PROCESO
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derechos humanos- :
a) Juez Natural
b) derecho a ser oído
Es lo mínimo que debe presentar un proceso para que sea legal y justo; es
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IMPARCIALIDAD: perfila al juez como verdadero tercero neutral entre las dos
ANTERIORIDAD POR LA LEY: lo que significa que el juez tiene que haber sido
Puede ser definido como la facultad que tiene todo imputado o justiciable a ser
Por medio del proceso penal público se concreta uno de los principio del
cuales quedan comprendidos los actos del poder judicial. Además con el juicio
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MODULO 14
las pruebas.
básico del debido proceso, sino como una verdadera garantía de la que goza el
imputado y a su vez como un medio que tiene la sociedad para controlar los
juzgamiento. Significa que nadie puede ser perseguido penalmente más de una
vez por el mismo hecho. Para ello se exige una triple identidad 1) de persona;
juicio por los mismos hechos"; nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un
delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de
DERECHO DE DEFENSA:
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su idioma es diferente a la lengua del tribunal. Esta asistencia debe ser gratuita
pretensión punitiva.
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participación pasiva.
Defensa Técnica: constituye una actividad esencial del proceso penal y admite
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defensor, deben contar con medios adecuados para preparar la defensa; ellos
ESTADO DE INOCENCIA:
declare tal. Estos significa que antes y durante el proceso penal se considera
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El estado de inocencia está impuesto por la ley a favor del imputado, debiendo
ser destruido ese estado por las pruebas de cargo que ofrece el fiscal.
sólo fin de cautelar la persona del imputado par que no eluda la acción de la
justicia.
El mismo deriva del estado de inocencia, y significa que en caso de duda sobre
MISMO:
tipo de coacción que vicie la voluntad del imputado. Es decir que no debe
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ejercitar con plenitud ante el sistema de justicia los derechos reconocidos por el
ordenamiento jurídico.
la privación de libertad.
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