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El deseo de triunfar

NOVELA DE ESPAÑOL
CRISTHIAN DAVID MALDONADO CHIQUILLO
Grado: Séptimo
INSTITUCIÓN EDUCATIVA MARÍA MONTESSORI
Los padres de Juliana vivían en una finca bien lejos del pueblo, Juliana vivía con

sus padres y sus tres hermanos, ella era la mayor de sus hermanos, fue creciendo

y empezó a estudiar en una escuelita de la vereda, una vez terminó su primaria le

pidió a su padre José que la dejara estudiar en el pueblo, pero él no tenía con que

sostenerla en ese lugar.

Después de tanto pensar decidió hablar con su tío Andrés que vivía más cerca al

pueblo contándole lo que quería, él le dijo que podía vivir con ellos ahí, pero tenía

que caminar todos los días hasta llegar al pueblo; ella muy feliz lo abrazó, corrió a

su casa a contarle a sus padres y hermanos.

Un mes después Juliana viajó a casa de su tío, iba muy triste porque dejaba su

familia, mientras caminaba en silencio pensaba estudiar mucho, quería ir a la gran

ciudad.

Pasaban los años y se convertía en una excelente estudiante, gozaba del aprecio

de profesores y compañeros; en vacaciones regresaba a su hogar y trabajaba

junto a sus hermanos ayudando a su padre; Pablo y Gabriela le comentaron que

también querían estudiar en el pueblo, ella los miró sonriente y les dijo: pronto

estudiarán en el pueblo les prometo, tiempo después terminó su secundaria en

aquel colegio del pueblo que tan tristes la vieron partir.

En enero del año siguiente, con lágrimas en los ojos, pero con un deseo grande en

su corazón, Juliana se despide de su familia, los mira y dice:

¡los amo, volveré lo prometo!, emprendió el viaje al pueblo para salir al día

siguiente muy de madrugada.


El primer bus partía del pueblo a las 3 a.m. a la gran ciudad que estaba a ocho

horas del pueblo, ella estaba esperando ese momento, embarcó con un ligero

equipaje, una vieja maleta que apenas podía llevar las pocas cosas que tenía.

El bus iniciaba su recorrido por esas pequeñas carreteras polvorientas, Juliana

miraba por la ventana paisajes hermosos de la naturaleza y pequeñas casas a los

lados; se sentía muy triste, su corazón se aceleraba al sentir que se alejaba de

aquel hermoso pueblo, pero sentía que algo bueno y hermoso pasaría para ella y

su familia.

El recorrido se hizo demasiado largo, no sabía qué hacer, no tenía donde llegar,

se decía, tocaré puertas en la gran ciudad, lavaré platos, barreré calles, limpiaré

casas, trabajaré muy duro, estudiaré y volveré por mi familia.

Era ya la tarde de aquel día cuando en un abrir de ojos, veía a lo lejos la gran

ciudad llena de edificios y casas, se aproximaba a la gran terminal de transporte

su corazón latía más de lo normal, el bus se estacionó empezaron a descender,

Juliana aún sentada no sabía qué hacer, de pronto escuchó la voz del conductor

que le decía ¡joven, joven ya llegamos!, se puede bajar, ella lo miró y con una risa

tímida le agradeció.

Tomó su pequeña maleta y empezó a caminar por esas calles pavimentadas, de

casas grandes que nunca había visto, estaba tan asombrada que caminaba y

caminaba sin parar, pronto llegó la noche no tenía donde ir, tocó muchas puertas

de aquellas enormes casas y edificios, pero todos la miraban con desprecio.


Por sus mejillas corrían lágrimas, pensaba en su familia, no tenía como hablar con

ellos … además que les diría, no les podía decir que estaba en la calle, que tenía

hambre, sin fuerzas para seguir, pero recordó su ilusión, se limpió sus lágrimas,

alzó la mirada y vio a lo lejos un inmenso parque muy iluminado, con grandes

fuentes de agua, se acercó, tomó agua de la fuente para calmar su sed y hambre,

se sentó en una banca, el cansancio la dominaba, tomó su maleta y la puso de

almohada sobre esa banca dura y fría.

No supo cuánto tiempo pasó allí, entre dormida escuchaba un ruido que se

acercaba al lugar donde ella estaba, restregando sus ojos se incorporó y vio algo

que sólo había visto en el libro de una profesora, era un hermoso y grande tren,

estaba maravillada, se quedó mirando hasta que se alejó totalmente.

Fue a una de las fuentes, tomó agua entre sus manos y lavó su cara, cogió su

pequeña maleta vieja y emprendió su camino, en silencio le pedía al buen Dios

que pudiera conseguir comida, trabajo y dónde dormir, se detenía frente a casas

de familia, pequeños restaurantes, supermercados y almacenes con la esperanza

de encontrar allí el trabajo tan anhelado.

Todo era inútil, se sentía muy cansada pero no podía desfallecer, continuó

recorriendo muchas calles, hasta que vio un lujoso restaurante de nombre DEL

MAR A SU MESA, en la puerta dos jóvenes que daban la bienvenida al

restaurante, se acercó poco a poco a estas jóvenes, les pidió un vaso de agua y

algo de comer, ellas la miraban con desprecio, se fijaban en su ropa que estaba

sucia y le decían ¡váyase, este no es un lugar para usted mírese, solo mírese

andrajosa!
Sus lágrimas rodaban por sus mejillas, ya había recibido mucha humillación y dio

la vuelta cuando escuchó una voz.

¡joven! ¡joven!

Ella alzó la mirada, sentía que no era con ella, quiso avanzar cuando un señor

muy elegante se acercó y le dijo joven es a usted que llamo… cuéntame:

¿porque lloras?

Ella solo lo miraba sin poder decir palabra alguna, solo lloraba, el buen caballero la

invitó a seguir, ella contestó no puedo, solo mírame, él la tomó del brazo y la entró

al famoso restaurante.

Le buscó un lugar para que estuviera cómoda, ordenó servirle comida y bebida,

luego el buen hombre se presenta, soy Pedro el propietario de este negocio.

Juliana queda muy sorprendida agradece su buen gesto y entre lágrimas cuenta el

motivo que la llevó a la gran ciudad; Pedro la escucha en silencio, al final le dice,

aquí puedes tener un trabajo y comida, por ahora le buscaré un lugar donde

puedas vivir.

Juliana apenas había probado bocado, sus lágrimas eran cada vez más fuertes,

no lo podía creer, no sabía si sus lágrimas eran una mezcla de tristeza o alegría,

pues recordaba a su familia tan lejos, sin saber nada, pero a la vez una inmensa

alegría que no podía describir.

Pedro la dejó sola para que terminara de comer, ya era tarde sus empleados se

dedicaban a la limpieza y orden del restaurante. Pedro aprovechó esta situación y


reunió a su personal para informarles que Juliana sería a partir del día siguiente su

nueva compañera de trabajo, algunos se miraron muy sorprendidos, otros le

dieron la bienvenida.

Pedro se despide de sus empleados agradeciéndoles por el trabajo de ese día y

que siguieran siempre así de animados y fueran excelentes personas.

Pedro y Juliana salen del restaurante, la lleva hasta su auto, allí estaba Julio su

chofer, abre la puerta y la invita a seguir, una vez dentro del auto le da

indicaciones a Julio a donde se debe dirigir.

Habían recorrido como media hora desde este lujoso restaurante, cuando pidió a

Julio se estacionara frente a un hermoso conjunto de casas grandes y edificios

inmensos.

Juliana estaba muy nerviosa no sabía que decir, Pedro desciende de su auto ella

temblaba, estaba muy asustada, el muy respetuoso la tranquiliza explicándole que

en ese lugar viviría, pues allí vivían personas que, así como ella un día llegaron a

la gran ciudad en busca de mejores oportunidades.

Pedro abre la puerta de aquella casa tan grande y saluda a una señora quien lo

recibe con mucha alegría, es la señora Angélica.

Pedro le presenta a Juliana diciéndole que ella vivirá allí y trabajará en su

restaurante. Juliana con lágrimas en sus ojos agradece a Pedro su generosidad,

quien se despide no sin antes decirle que a las 9 de la mañana debía estar en su

lugar de trabajo, ella asienta con su cabeza, él se despide de la señora Angélica y

sale.
Juliana se sienta en un enorme sillón y comienza a llorar, la señora Angélica le da

la bienvenida diciendo no tengas miedo, el señor Pedro es muy generoso con el

necesitado, esta casa es de él, yo me encargo del mantenimiento y cuidado de

jardines, continúa diciendo: aquí viven varías personas que trabajan en diferentes

lugares pero que pasaron por su restaurante, esto le dio tranquilidad a Juliana.

Angélica la traslada a su habitación, una vez allí Juliana agradece a Dios la

oportunidad que le dio por haber encontrado un señor tan generoso, ya no debía

llorar porque el sacrificio y humillación que había vivido empezaba a dar fruto.

Juliana se sentía muy cansada, pensaba, pensaba ,como poder hablar con su

familia y contarles que la gran ciudad era muy bonita, de hermosas calles

pavimentadas, edificios inmensos, parques muy grandes, trenes que solo había

podido ver en un libro de la profesora y que pasaban frente a sus ojos, pero

también que en esta gran ciudad la gente amable era muy poca, porque miraban

con desprecio y humillación al que venía del campo, quizás no saben lo hermoso

que es vivir con la naturaleza y que ese lugar tan maravilloso es el que produce la

mayoría de alimentos para la gran ciudad.

Sumida en sus pensamientos se quedó dormida, cuando escuchó una voz, era la

señora Angélica que la llamaba.

¡Juliana ya puedes venir a cenar!

Juliana se sorprendió, no se merecía eso, sin embargo, se levantó, abrió la puerta

y se dirigió al gran comedor, allí se encontró con otras personas que gentilmente

le dieron la bienvenida y se ofrecieron a ayudarle, pues ellos también habían


llegado del campo, algunos estudiaban y trabajaban, otros solo trabajaban y así se

fueron contando todas sus experiencias.

Una vez cenaron, Juliana agradeció a todos, se dirigió a su habitación a

descansar, para iniciar su primer día de trabajo con pasión y entrega, ella también

quería estudiar, trabajar, ayudar a su familia, llevarlos a la gran ciudad, seguir

luchando por el deseo de triunfar en una ciudad donde se despreciaba al

campesino por su forma de vestir y no se valoraba lo que eran como personas.

Al día siguiente, muy temprano Juliana despierta con una gran ilusión, su primer

trabajo en la gran ciudad, el cual anhelaba cumplir con amor y entrega para lograr

lo que siempre había querido.

Sale presurosa no quería llegar tarde y de pronto la señora Angelica sale a su

encuentro, se saludan y le ofrece un café que Juliana recibe con agrado, a su vez

le dice en la sala le espera alguien para ayudarla con la ruta del transporte hacia el

restaurante, Juliana se apresura y corre a la puerta, allí estaba Aura, una joven

que ya había visto en el restaurante la tarde anterior, se sorprendió al verla. Aura

dice.

¡Le estoy esperando venga conmigo!

Solo quiero ayudarle, yo también llegué hace dos años a esta ciudad, ahora

trabajo, estudio y vivo aquí. Juliana preguntó.

¿cuánto se paga aquí por vivir y como lograste estudiar?

Aura le dijo apúrate en el camino le cuento, ya en el transporte, le empieza a

contar que el señor Pedro es un gran hombre, da trabajo, techo y comida a mucha
gente, que tiene una familia muy linda y no solo ese restaurante sino una cadena

de restaurantes en la gran ciudad.

Juliana preguntó nuevamente.

¿cuánto se paga por vivir en ese lugar?

Contestó Aura, el señor Pedro nos da tres meses sin tener que pagar nada, luego

pide una pequeña cuota para la señora Angélica, claro siguió Aura todo esto lo

tenemos siendo buenos trabajadores, respetuosos, educados, dando un trato

amable a los clientes y cumplir el lema de su cadena de restaurantes “Lo que

hagas, hazlo con amor”. Juliana cada vez se sorprendía más.

Pronto llegaron al restaurante, una vez allí la señora Elsa jefe de Recursos

Humanos le asigna a Juliana sus funciones, una de ellas limpiar y ordenar mesas

junto a dos compañeras más.

Ya era hora de empezar, el restaurante abría a las 11 de la mañana.

¡Apresúrense por favor es tarde!

Juliana se esmeró por aprender los pasos para tener unas mesas muy bien

decoradas, listas para servir, sus compañeras la observaban con sorpresa; es muy

inteligente se decían entre ellas, de pronto llega el señor Pedro, saluda, da la

bienvenida a Juliana y la invita a formar parte del excelente grupo que manejaba

su restaurante. Juliana agradece y promete:

¡Lo haré señor!


Me entregaré a este trabajo con mucho amor, solo quiero un favor quisiera poder

llamar al pueblo para que avisen a mi familia que estoy bien, que haré lo que

pueda para que sean felices.

¿Me puedes ayudar por favor?

Pedro la escuchó y ordenó hicieran la llamada. Ella por primera vez enviaría

noticias suyas a su familia que dejaría con la profesora de su colegio.

Años después Juliana ingresaba a la universidad, quería estudiar administración

de Empresas, esto le permitiría ser una gran empresaria (se imaginaba) quería ser

igual o mejor que el señor Pedro.

Pasaron los años y se convertía paso a paso en lo que soñaba, terminó su

carrera, fue becada para continuar estudios superiores, para ese entonces ya

contaba con unos ahorros, decidió traer su familia, quería ver sus hermanos

estudiando como ella, para que la acompañaran a cumplir su gran sueño.

Se hizo una profesional muy exitosa, el señor Pedro estaba muy orgulloso de ella

Juliana tenía un gran sueño, abrir tiendas para suministrar productos a

restaurantes Pedro le ayudó, Juliana abre su primera gran tienda, allí trabajaba su

familia, su negocio fue creciendo tanto que seguía abriendo más tiendas en la

gran ciudad.

Pasaron unos años, todo iba muy bien hasta que un día escucha por la radio una

triste y dolorosa noticia, el señor Pedro dueño de la cadena de restaurantes fue

secuestrado.
Juliana desesperada corrió al restaurante, no es verdad se decía mientras llegaba,

pero al llegar vio a todos los que un día fueron sus maestros y compañeros

llorando; preguntó.

¿Es verdad lo que dice la Radio?

Todos en silencio asintieron con la cabeza, Juliana no podía creerlo, quedó

destrozada, se preguntaba que podía hacer por ese gran hombre, buscó su

familia, todos estaban sumidos en la desesperación y angustia, allí no existían las

palabras.

Fue un tiempo de inmenso dolor, su familia vendió restaurantes para pagar su

rescate, todo era imposible, su esposa María no aguantó más su dolor y falleció,

todo era un caos, la exigencia cada día era más y más hasta quedar sumergidos

en la pobreza. Juliana se preguntaba.

¿Cómo un hombre tan bueno podía estar viviendo algo así?

Pero la respuesta no llegaba a su mente.

Juliana seguía creciendo como empresaria, ya contaba con diez tiendas, no sabía

nada del señor Pedro, un día la señora Angélica la llamó y le dijo, dicen que al

señor Pedro lo dejaron tirado en la carretera principal, sus hijos fueron a buscarlo.

Juliana emocionada le pidió, tan pronto esté con ellos me avisas para ir a

saludarlo.

Pasaron dos días, como Angélica no llamó, Juliana fue en su busca. Angélica

llorando le decía no lo encontraron, aún lo siguen buscando, Juliana regresó con


la esperanza de que muy pronto tendría noticias suyas, pasaron semanas, meses

y años sin saber nada ya se perdía toda esperanza.

Los años pasaban, Juliana abre otros restaurantes en compañía de Carlos y Juan,

hijos de Pedro, su objetivo las comidas rápidas, como meta expandir este tipo de

negocios.

Todos estaban muy felices, los negocios eran prósperos, seguían el ejemplo de su

padre.

Juliana se propuso una meta grande y ambiciosa, sería la manera de honrar la

memoria de aquel hombre, deseaba conservar aquel lugar, su primer lugar de

trabajo, allí estaban todos los recuerdos, habló con Carlos y Juan sobre su idea,

ellos la apoyaron con inmensa alegría, sería el mejor regalo de la vida para seguir

disfrutando de la presencia del gran hombre.

Tiempo después Juliana y su familia eran los nuevos dueños de aquel hermoso

restaurante que albergó a tanta gente, ella aprendió de su jefe y padre como le

decía, su amor, generosidad e inteligencia, siguió su ejemplo, brindó trabajo, techo

y comida, contrató dentro de su personal sus antiguos compañeros, todo esto lo

hacía con amor y en memoria a ese gran hombre que le tendió la mano cuando

ella no era nadie en esa gran ciudad.

Juliana y su familia vivían muy bien, sus hermanos grandes profesionales al frente

de sus negocios, sin embargo, ella llevaba un gran dolor en su corazón, lloraba en

silencio, pedía a Dios le devolviera ese gran padre que fue para ella el señor

Pedro.
El restaurante, era un hermoso lugar de prestigio, Juliana había construido un

pequeño lugar a un costado del mismo, para ofrecer comida al necesitado, ya que

por allí pasaba mucho mendigo pidiendo comida o monedas, de esta manera la

selecta clientela no se incomodaba y podía disfrutar de su bello lugar.

Todo esto lo hizo pensando en lo que ella vivió y en lo que pudo haber pasado si

el señor Pedro no estaba allí ese día.

La zona donde se ubicaba el restaurante era muy visitada por residentes y

extranjeros, tenía calles amplias y arborizadas, muy cerca al paso del enorme tren,

habían muchos negocios y restaurantes reconocidos en la gran ciudad. Juliana

decide colocar su oficina en ese lugar, fue su primer trabajo y le traía recuerdos

tristes cuando caminaba sola y cansada, como también recuerdos hermosos por

haber conocido un gran hombre al que llamaba su segundo padre.

Juliana desde su gran ventanal veía con alegría que muchos necesitados llegaban

al lugar destinado para ellos y allí se alimentaban, sin embargo, había un mendigo

que se negaba a ir a ese lugar, se sentaba cerca de su restaurante para que todo

aquel que entrara o saliera le tirara monedas.

El anciano mendigo era un hombre alto, de pelo largo sucio al igual que su enorme

barba, el solo pedía monedas, recibía poca comida que le daban algunos

visitantes. Andrés empleado del restaurante veía llegar todos los días este

anciano, le llamaba la atención que no fuera al lado a comer, que solo se sentara

frente a ese lugar a pedir monedas y decide.


Le llevaré un plato de comida, en efecto lo hizo, pero cuando el anciano ve que se

acerca, se levanta y se marcha.

Andrés sorprendido le cuenta a su gran jefe, ella le dice debe ser que lo conoce y

le da pena que lo reconozca, pero Andrés le dice solo lo he visto pedir en este

lugar, no conozco ningún mendigo.

Pasaban los días, el anciano mendigo seguía visitando ese lugar, un buen día

Juliana desde su oficina lo seguía con la mirada, el sacaba residuos de comida de

la basura, recibía comida que le daban algunos clientes, pero no aceptaba ir al

otro lado donde había buena comida para ellos.

Llamó a Jorge, otro empleado le ordenó le brindaran comida, el señor se resistió,

estaba muy sucio, poco hablaba y se fue.

Pasaron unas semanas, el mendigo vuelve al mismo lugar de las basuras, se

sienta al frente a pedir monedas, pero esta vez es Juliana quien decide salir, se

acerca lo mira fijamente y le da dinero en la mano, lo sigue mirando, su corazón se

acelera, no puede creer, se siente desfallecer, respira profundo y con voz

entrecortada solo puede exclamar.

¡No puede ser, no, no puede ser!

Se arrodilla frente al mendigo, le tiende la mano y lo invita a seguir, él se niega

Juliana baja su cabeza, las lágrimas salen solas, pero hay algo dentro de ella que

necesita confirmar.

Juliana lo toma por el brazo, lo lleva con ella, sus empleados no pueden creer lo

que ven sus ojos.


Se preguntan.

¿Qué hace la jefe tan elegante tomando de la mano este mendigo maloliente?

El silencio fue la respuesta.

Juliana lo traslada al lugar donde comían los empleados, se sienta a su lado y le

ofrece algo de comer, el solo la mira, no habla, le ordenó traer un batido de fresa

en leche y un exquisito postre, el anciano agradece con su cabeza, come y luego

pregunta.

¿Quién eres?

¿por qué me has dado de comer?

¿porque este batido?

Juliana lo mira fijamente y dice:

¿Me conoces? el anciano niega con su cabeza.

Ella contesta, le brindé este batido de fresa porque es su bebida preferida al igual

que el delicioso postre de limón, el anciano se asusta, tembloroso intenta salir,

Juliana lo detiene, el anciano mira la belleza y elegancia de esa mujer y sonríe en

agradecimiento.

Una vez más quiere escapar, de pronto Juliana extiende su mano y con lágrimas

en sus ojos dice.

¡Aquí está mi mano!


La mano que un día hace muchos años, usted extendió cuando yo era una

jovencita que venía del campo en busca de oportunidades, se acuerda de aquella

jovencita sucia y cansada que un día se acercó a este mismo lugar pidiendo algo

de comer y sus empleados me alejaron, hasta que apareció usted, llamándome

joven, joven siga.

¿Me recuerdas ahora?

El anciano rompió en llanto, un llanto que sacudía y penetraba el fondo del

corazón de Juliana.

Solo pudo murmurar…sí.

Ella lo abrazó, lloraba de alegría, daba gracias a Dios por tenerlo junto a ella. Sus

empleados no entendían que pasaba allí, su jefe, tan elegante abrazaba a un

hombre sucio y maloliente.

Juliana esperó que se cerrara el restaurante, reunió a su personal y con voz

entrecortada les dijo.

Ha vuelto a nacer, he recuperado mi alegría, les devuelvo mi segundo padre, el

gran hombre, el ejemplo, nuestro guía, ellos no entendían, no reconocían nada de

este mendigo.

Al verlos tan confundidos les dijo es Pedro, quien fue nuestro jefe, la vida no lo

regresó a este mismo lugar.

Ellos agradecieron a Dios, lloraban y gritaban de alegría, lo ayudaron a asearse, le

dieron comida.
Entre tanto Juliana daba la gran noticia a su familia, sus hijos pronto llegaron, allí

solo había lágrimas y dolor por lo que tuvo que vivir su padre y jefe.

El sonriendo les dijo, no esperaba que me reconocieran, perdí mi memoria,

deambulé mucho tiempo hasta que llegué a este lugar.

Juliana con voz firme dice:

¡Pedro, aquí están las llaves, tómalas!

Las lágrimas resbalaban del rostro de Pedro mientras extendía su mano,

escuchaba sin decir palabras, no alcanzaba a imaginar lo que aquella jovencita

había trabajado para alcanzar su gran sueño, el deseo de triunfar.

Pedro agradece a Juliana y a todo el personal presente quienes no se cansaban

de aplaudir lo que veían sus ojos.

Pasaron varios días, Juliana regresó a sus negocios. Pedro continuó con aquel

restaurante y junto a sus hijos se fueron extendiendo en la gran ciudad.

FIN

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