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ÍNDICE:
- PRESENTACIÓN………………………………………………………………………………………….........2
-PROPÓSITO DE FORMACIÓN………………………………………………………………………..…….2
-INTRODUCCIÓN AL MÓDULO………………………………………………………………….………2-3
-CONTENIDOS DE LA FORMACIÓN……………………………………………………….……………..3
1. Tristeza…………………………………………………………………………………………………………3
1.1 Descripción de la situación………………………………………………………………………...3
1.2 Adaptación vs desadaptación………………………………………………………………….….4
1.3 ¿Cómo superar la tristeza?..........................................................................4-5
2. Depresión……………………………………………………………………………………………………..5
2.1 Descripción de la situación……………………………………………………………………….…5
2.2 Premisas básicas para la acción voluntaria………………………………………………….5
3. Ansiedad……………………………………………………………………………………………………….6
3.1 Descripción de la situación………………………………………………………………………6-8
3.2 Premisas básicas para la acción voluntaria…………………………………..………….….8
4. Miedo…………………………………………………………………………………………………………...8
4.1 Descripción de la situación……………………………………………………………………….8-9
4.2 Tipos de miedos…………………………………………………………………………………..……..9
4.3 Premisas básicas para la acción voluntaria……………………………………………10-11
5. Ira y agresividad………………………………………………………………………………………..…11
5.1 Descripción de la situación…………………………………………………………………..11-12
5.2 Premisas básicas para la acción voluntaria……………………………………………..….12
6. Culpa…………………………………………………………………………………………………………...13
6.1 Descripción de la situación…………………………………………………………………….13-15
6.2 Adaptación vs desadaptación…………………………………………………………………15-16
6.3 Premisas básicas para la acción voluntaria……………………………………………..16-17
- ACTIVIDADES PRÁCTICAS……………………………………………………………………………........17
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PRESENTACIÓN
Programa: Atención integral a personas con enfermedades avanzadas y Final de Vida y Soledad
Nivel: Inicial/Básico
Temporalización: 2 horas
PROPÓSITO DE FORMACIÓN
INTRODUCCIÓN AL MÓDULO
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voluntario/a. Teniendo en cuenta esta circunstancia espacial, hemos estructurado el capítulo
de una forma clara y sencilla, pero no dejando de obviar que todo lo plasmado se
corresponde con la evidencia científica, rigor actuales y experiencia de los profesionales.
Por tanto, estructuraremos el capítulo de la siguiente forma:
1. Descripción de la situación (en algunos casos completado con otro apartado)
2. Premisas básicas para la acción voluntaria.
A continuación, desarrollaremos las situaciones clínicas más prevalentes conforme al
contenido del capítulo.
CONTENIDOS DE LA FORMACIÓN
1. TRISTEZA.
1.1. Descripción de la situación.
Por lo general, la tristeza es un sentimiento que experimentamos como respuesta ante una
gran variedad de situaciones o estímulos desagradables. Dentro del contexto del
acompañamiento al final de la vida, surge como reacción ante la pérdida de algo significativo.
Se caracteriza por ser una experiencia congruente con la pérdida o situación dolorosa
específica, es decir, la intensidad con la que la persona experimenta la tristeza es
proporcional a la circunstancia que la provoca. Suele ser de corta duración temporal y remite
cuando finaliza el motivo que la provoca o cuando la persona se encuentra en un proceso de
afrontamiento que le permite ajustarse y sentir la tristeza de forma adaptativa.
Por tanto, la tristeza es un fenómeno emocional normal y adaptativo, siendo necesario
eliminar la creencia errónea y negativa de su naturaleza inservible y dañina. De la misma
manera que el ser humano es capaz de expresar alegría, también somos capaces de expresar
tristeza, siendo ambos sentimientos naturales y adaptativos. De lo contrario, hubiéramos
borrado la tristeza durante los miles y miles de años del desarrollo de la evolución humana.
Le debemos mucho a la tristeza, porque sin ella no seríamos capaces de buscar apoyo de
nuestros seres queridos, ni hacernos preguntas sobre nosotros mismos, nuestro
comportamiento y del sentido de la vida. Gracias a la tristeza, tenemos la oportunidad de
darnos cuenta de nuestros errores y movilizarnos hacia el cambio.
En el contexto de final de la vida, su aparición es esperable, normal y necesaria. Mediante su
expresión a través del llanto (aunque no suele ser la única forma de expresar la tristeza) nos
permite adaptarnos al proceso de aceptación de la situación de final de vida.
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Una vez descrita la situación, es muy importante conocer y diferenciar entre la reacción
normal y adaptativa de la tristeza frente a la desadaptativa o depresión clínica, ya que de
producirse la segunda situación, sería adecuado derivar o comunicarlo al profesional
sanitario responsable de su proceso de salud.
Tristeza adaptativa:
- Facilita la ventilación emocional.
- Facilita la relación empática con el que sufre.
- Conecta y refuerza los recursos internos de afrontamiento.
- Promueve la búsqueda de ayuda y apoyo tanto familiar como social y profesional.
Tristeza desadaptativa:
- Se presenta como síntoma dentro del cuadro más complejo de depresión clínica.
- Dificulta el reconocimiento de recursos de afrontamiento internos o simplemente los agota.
- Su expresión a través del llanto no implica una adecuada ventilación emocional.
- Su intensidad y duración no es congruente con la situación que la provoca.
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Condición indispensable para poder seguir experimentado la tristeza de forma adaptativa y
saludable. Nos permite alejarnos de nuestras preocupaciones y nos facilita un mejor estado
físico y anímico necesario para la búsqueda de motivaciones, proyectos e ideas.
2. DEPRESIÓN.
2.1. Descripción de la situación.
El término depresión tiene distintos significados y más interpretaciones que van desde el
diagnóstico específico de depresión mayor hasta una categoría menor relacionada con las
pérdidas o con el malestar emocional y la infelicidad de los pacientes.
Sin ánimo de involucrarnos en definiciones diagnósticas, es necesario recordar que un
estado depresivo permanente puede ser el resultado de no expresar adecuadamente el
sentimiento de tristeza tan habitual en situaciones de final de vida. Por tanto, es
fundamental facilitar la expresión de la tristeza para evitar la aparición del fenómeno
depresivo en su versión más patológica.
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3. ANSIEDAD
Es una respuesta del organismo tras la presentación de un estímulo nocivo o que constituye
una amenaza, implicando a nivel físico un aumento de la actividad del sistema nervioso
autónomo simpático.
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En última instancia, la ansiedad es un indicador de que los cambios inherentes a la
proximidad de la muerte constituyen una amenaza para el paciente.
Es importante tener en cuenta que la enfermedad es un estresor complejo y múltiple, de
origen interno (orgánico), no claramente delimitado en el tiempo, y la amenaza está
presente de forma persistente. En estos pacientes, la principal característica diferencial es
la percepción cercana de la propia muerte de un modo más o menos consciente. Esta
misma percepción suele tener asociadas amenazas relacionadas con las características del
propio proceso de muerte, la pérdida de la familia, el sufrimiento que pueda generar en
esta, los síntomas y sus tratamientos, etc.
La ansiedad o angustia puede llegar a incrementarse cuando el paciente percibe muy
cercano su final de vida, siendo la respuesta más común ante la incertidumbre a lo
desconocido.
Teniendo en cuenta que la muerte es un hecho inexorable, no se trata de controlar la
situación sino de controlar la respuesta a la situación. Por este motivo, aumentar la
percepción de control no sólo reduce la incertidumbre, sino que también facilita una mayor
aceptación.
o Causas
Lo más habitual es que existan múltiples causas de la ansiedad, que tendrán que ver con:
o Cercanía de la muerte
o Efectos del tratamiento o de la enfermedad (hipoxia, disnea, deformación, dolor,
cambios metabólicos, etc.).
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o Problemas del entorno: aburrimiento, privación o exceso de estimulación, falta de
cuidados o sobreprotección, falta de garantía de soporte.
4. MIEDO
El miedo es una emoción básica. Surge ante algo conocido y que ha sido experimentado
como desagradable, o ante algo futuro que tiene bastantes probabilidades de ocurrir y
genera una espera negativa. En ocasiones, aparece ante algo que es bastante improbable,
ya que la imaginación alimenta el miedo. Es la vivencia subjetiva del estímulo y el
significado que le atribuimos lo que desencadena la respuesta de miedo. Es una respuesta
transitoria a un estímulo específico que disminuye una vez la persona ha escapado del
peligro.
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Se manifiesta de forma consciente o inconsciente. Expresiones de tristeza depresión,
ansiedad, enfado, retraimiento, soledad e insomnio pueden estar provocadas por miedos
no reconocidos.
El miedo constituye un mecanismo adaptativo ya que supone aumentar el nivel de alerta o
vigilancia hacia posibles factores agresores. El miedo nos avisa para poder evitar una
situación peligrosa por lo que nos ayuda a detectar y evitar amenazas.
Sin embargo, el miedo se vuelve desadaptativo cuando la causa que lo provoca no puede
manejarse o cuando la misma respuesta de miedo es desproporcionada y/o se mantiene
en el tiempo o cuando impide respuestas que pueden ser funcionales o adaptativas.
En el paciente con enfermedad avanzada, en su familia y especialmente en su cuidador
principal los miedos están presentes de forma expresa a lo largo de todo el proceso.
Será útil conocer qué tipo de estrategia está utilizando la persona ante las amenazas
percibidas. Ante cualquier tipo de miedo y también en el ámbito de los cuidados
paliativos, pueden aparecer estrategias de evitación, de bloqueo, de defensa o
hostilidad. Se deberá valorar cuando estas estrategias son adaptativas y cuando no lo
son, y si no es posible hacer desaparecer la fuente de peligro que genera el miedo, se
debe tratar de ayudar al paciente y/o familia a utilizar la estrategia más adecuada para
afrontar este momento.
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4.2 Tipos de miedos.
Los miedos que pueden afectar con mayor frecuencia a los pacientes son los siguientes:
El significado que atribuimos a lo que nos sucede es lo que provoca o mantiene nuestros
miedos. Es a través de la experiencia previa y la imaginación que construimos esos
significados.
Los familiares y amigos juegan un papel importante en la generación, mantenimiento y
reducción de los miedos. Es conveniente prestar atención a las influencias de personas
cercanas.
Las personas tenemos derecho a sentir nuestros propios miedos y permitirnos
aceptarlos aumenta la confianza. Por ello la actitud favorable de las personas del
entorno, profesionales y/o voluntariado es respetarlos, normalizarlos.
Permitir la expresión de los miedos ya que dar nombre a lo que se teme reduce la
incertidumbre. Así, los miedos que no se expresan hacen más daño que hablar de ellos.
Hacerlos explícitos puede reducirlos y constituir una oportunidad para encontrar
recursos para afrontarlos.
Garantizar el acceso a la información (sobre la enfermedad, el control de síntomas, los
cuidados) y a la atención para aumentar la sensación de control. Dar garantías de
soporte.
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Permitir que la persona tome la iniciativa, decida y tome decisiones en relación al
proceso de enfermedad en general o en cualquier actividad de su vida cotidiana,
incluyendo el desarrollo o planificación de la acción voluntaria.
Ayudarle a reconocer su valor como persona potenciando sus habilidades y
capacidades, permitiendo la expresión de su vivencia actual o historia biográfica.
Utilizar el contacto físico desde el respeto y de manera no invasiva, así como otras
formas de comunicación no verbal
Fomentar los apoyos, potenciando en la medida de lo posible aspectos previos y
habituales de su vida familiar y social, que pueden cubrir la familia, amigos y el
voluntariado a través del acompañamiento.
5. IRA Y AGRESIVIDAD.
5.1 Descripción de la situación.
a) Un estado emocional que produce activación física y que posee unos correlatos
fisiológicos característicos.
b) Una sensación que afecta al modo de percibir las situaciones y el mundo que nos rodea.
c) Una forma de comunicación que nos proporciona información sobre otras personas y
es capaz de producir efectos y resultados específicos
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1. Fase de disparo: explosión emocional, abandono de la autorregulación y del nivel
racional.
2. Fase de enlentecimiento: disminución del nivel de agresividad.
3. Fase de normalización: desaparición del comportamiento hostil y retorno al nivel
racional.
Si no se interrumpe este proceso, mediante intervenciones verbales reactivas —aun
cuando puedan ser bienintencionadas—, la manifestación de ira o enfado tiende a
extinguirse y desaparecer.
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6. LA CULPA
6.1 Descripción de la situación.
Podemos entender la culpa, desde la vertiente psicológica, como un afecto doloroso1 que
surge de la creencia o sensación de haber transgredido, de forma intencional o no
intencional, las normas éticas personales o sociales, especialmente cuando de la conducta
(u omisión) de una persona ha derivado un daño a otra.
La culpa tiene como función regular la conducta social indeseable y promover el
autocontrol, así como motivar a la persona a reparar el daño causado a otras personas.
Son tres los elementos principales de los que consta la culpa:
Por lo tanto, la culpa necesita una transgresión moral, bien sea real o imaginaria. Esto,
que forma parte de nuestra experiencia cotidiana, en el medio paliativo se puede dar
tanto en el paciente, en su balance biográfico de final de vida, como en el cuidador y
doliente, ante la muerte de un ser querido.
Algunos autores diferencian entre culpabilidad tabú (ante algo irracional, pero anclado en
la tradición), narcisista («Tendría que haberme dado cuenta de que ese cansancio era por
un cáncer»), ética (por no haber seguido el código social normativo) y religiosa (fallar a
los mandatos de un determinado ámbito de creencias).
Determinadas formas de rabia hacia uno mismo o autoagresión pueden tener en su base
una experiencia de culpa y de búsqueda de reparación no suficientemente conocida o
reconocida. El remordimiento, como experiencia emocional, ayuda a clarificar el
contenido en la conciencia.
Por ejemplo, un enfermo con cáncer de pulmón avanzado podría decir: «Tendría que
haber dejado de fumar hace años. ¡En qué situación voy a dejar ahora a mis hijos!». El
remordimiento normal expresa de forma muy concreta el objeto de la falta cometida.
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La culpabilidad requiere que la desaprobación sea internalizada, lo que nos puede llevar
a convertirnos en nuestros peores críticos. La culpa puede considerarse como la respuesta
a un acto específico y limitado que no necesariamente impugna o pone en cuestión el
propio carácter o personalidad. Uno puede sentirse culpable por tal o cual acto y seguir
considerándose una buena persona. Sin embargo, también puede extenderse al carácter
global y, en tal caso, experimentando culpa podemos vivirnos como personas
deshonestas o inmorales.
La culpabilidad puede aparecer cuando se desea algo que se vive como moralmente
reprobable, incluso aunque no se actúe para facilitar el deseo. Por ejemplo, un familiar de
un enfermo agónico, del que siente que está sufriendo mucho, puede «desear» la muerte
de ese ser querido, y ese «deseo», transformarse en culpa una vez producido el
fallecimiento.
La experiencia de culpa puede estar influida por muy distintas variables: el objeto de la
culpa, la gravedad de la transgresión, el estilo de educación recibido, el ambiente cultural,
los valores en uso dentro del propio grupo de iguales, el predominio en la persona del
pensamiento o de la afectividad, la fortaleza o debilidad de carácter, el grado de
autoestima, el repertorio de conductas aprendidas para afrontar la posible reparación,
etc. Todo ello hace que encontremos importantes diferencias individuales en la vivencia
de la culpa.
La respuesta a la experiencia de culpa también puede ser muy variable: desde la
autoflagelación cognitiva, de forma rumiativa y reiterada, hasta el deseo de expiar la culpa
e, incluso, de ser castigado, pasando por la búsqueda de compensaciones o reparaciones.
Nos encontramos ante un sentimiento que no es deseable para nadie, pero que de hecho
existe y genera malestar. Es como la suciedad en las casas: no desearla no significa que
no esté presente, y mucho menos no tener que limpiar…
Se ha descrito que muchos pacientes, al final de la vida, acaban haciendo cierto balance
de lo que ha sido su existencia. Aquí también puede aparecer la experiencia de culpa y la
necesidad de aportar un acompañamiento adecuado. No olvidemos que nadie puede
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volver al pasado a remediar lo que ya es irremediable, y que los «Si hubiera hecho tal y tal
cosa…» pueden ser interminables, precisamente porque nadie ha logrado que la
enfermedad no aparezca o que el paciente no fallezca.
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6.3 Premisas básicas para la acción voluntaria.
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• También puede mantenerse por el miedo a que actuar en función de los propios
valores suponga un rechazo de las personas significativas.
• Cuando la experiencia de culpa se debe a conflictos relacionales, el profesional puede
desarrollar una función mediadora entre las partes, una función facilitadora de diálogo
y de reconciliación.
• Conviene estar atentos a la dimensión intrapersonal. En ocasiones, la dificultad radica
en perdonarse a uno mismo por haber transgredido determinadas normas o valores. Y
eso puede ser difícil si se ha entrado en la omnipotencia de quien se siente obligado a
poder con todo. Nuestra responsabilidad no está en ser perfectos, sino en intentar dar
lo mejor de nosotros mismos.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
- Obra Social “la Caixa”. Manual para la atención psicosocial y espiritual a personas con
enfermedades avanzadas. 1ª ed. 2016.
- Arranz, P.; Barbero, J.; Barreto, P.; Bayés, R. Intervención emocional en cuidados
paliativos. Modelos y protocolos. 2.ª ed. Barcelona: Ariel, 2005.
- Monografías SECPAL. Voluntariado en cuidados paliativos. 2018.
- Cruz Roja Española. Manual de apoyo psicológico. 1ª ed. 2010.
- Cruz Roja Española. Manual de Formación Básica Institucional. 19ª ed. 2013.
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