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Narrador:

El día que llegó el conejo. (1er acto)

En ese bosque todos sabían que la liebre era el animal más veloz. Todas las
mañanas, antes de que saliera el sol, la liebre corría y corría por las
estrechas sendas entrenando cada día. Cuando los demás despertaban, ya
había hecho kilómetros y kilómetros sin que nadie se enterara. Tan solo el
búho, cada amanecer, veía a la liebre correr, pero no decía nada.

Un día, un conejo con fama de envidioso, se plantó delante de la liebre y


dijo delante de todos:

Conejo- Es fácil ser el más veloz cuando la naturaleza te da ese don.

Narrador:

La liebre oyó al conejo, pero no dijo nada.

Al otro día el conejo volvió a decir:

Conejo- ¡Dejad paso a la liebre que corre como un rayo! - y al mismo


tiempo, mofándose de ella, hizo una mueca cuando pasó por su lado.

Narrador:

Cada día, la liebre escuchaba y aguantaba sus burlas sin decir nada.

El día del fuego.(2do acto)

Una tarde, el conejo envidioso fue a visitar a sus padres a una madriguera
cercana, y en el camino se  hizo de noche. De repente le llegó el olor
inconfundible del fuego y, enseguida se vio envuelto entre las llamas y una
espesa humareda. Empezó a toser ahogándose y no podía ver nada con el
humo.

Narrador:

El búho desde lo alto de un árbol ululó enseguida alertando a los animales:

Búho- ¡Fuego, fuego, fuego! - y todos salieron huyendo de allí.

TODOS LOS ANIMALES DEL BOSQUE: No.


La liebre fue corriendo hacia el fuego y, poniendo en peligro su vida, se
metió entre las llamas y fue salvando a los animales que estaban en el
incendio. Entre ellos se encontraban el conejo envidioso y sus padres.

En poco tiempo, gracias al búho y a la liebre, se habían salvado muchos


animales del terrorífico incendio.

EL CONEJO PIDE PERDÓN A LA LIEBRE.(3er acto)

Narrador:

El conejo envidioso agachó las orejas y muy apesadumbrado dijo delante de


todos:

- Perdóname liebre.

Narrador:

Y entonces, fue cuando el conejo descubrió lo que ya todos sabían; la liebre


además de ser la más veloz, era valiente y generosa.

La liebre continúo corriendo, corriendo, corriendo, antes de que saliera el


sol.

El búho, nunca contó en el bosque, que la liebre además de ser veloz,


valiente y generosa tenía una voluntad de hierro.

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