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LINO MARCOS BUDIÑO

Un Ángel
entre nosotros

COLECCIÓN CAPSE
INDICE

I. Introducción
II. El Ángel Encarnado
III. Doctor y Ángel
IV. Bandoneón Arrabalero
V. El Guerrero desencantado
VI. El Mensajero
VII. La Operación Quirúrgica
VIII. Nicoya
IX. Akenatón González
X. Respuestas de Mi Otro Yo

La obra ha sido legalmente registrada en DAyPI.


El diseño de tapa pertenece al artista Nicolás Medina, de Librería
Alemana de Mar del Plata
La fotografía es obra de la artista patagónica (Cro. Rivadavia,
Chubut) María Elena Herold
El asesoramiento informático es de Ana María Ewert

Mar del Plata, ARGENTINA, junio 2015


UN ÁNGEL ENTRE NOSOTROS

Explicación del autor:

Estos cuentos cortos se inspiran en hechos reales que


han sucedido a lo largo del tiempo.

Los lugares y los nombres de los personajes han sido


modificados por razones de privacidad.

El ángel bautizado como Ángel no solamente existió en


este plano terrenal, sino que produjo una de las mayores aperturas
de nuestro país. Obviamente, ahora existe, como todos los que están
y los que se fueron al otro lado.

Por “aperturas” se entiende la conexión directa entre dos


planos dimensionales paralelos: el del espacio denso que nosotros
habitamos y el espacio más sutil que también habitamos pero que no
se conoce, salvo contadas excepciones.

Por centurias, los espiritistas honestos y responsables,


han podido (y pueden) brindar un servicio a sus hermanos aquejados
por algún mal, porque son seres dedicados a ayudar.

En el mismo andarivel, ángeles, viajeros del tiempo,


inteligencias superiores, entidades y personas de otras dimensiones,
hermanos de la Tierra Hueca, extraterrestres, y humanos elegidos
para ayudar conviven con nosotros.

Esta descripción es elemental, casi analfabeta, porque


sabemos tan poco de lo que nos rodea, que vivimos en un mundo
que recién empieza a desarrollarse.
Las modernas bioingenierías, así como las medicinas
integrativas y las física y mecánica cuánticas, cada vez con mayor
asiduidad, elaboran diagnósticos – por ejemplo de enfermedades
potenciales – a partir de la lectura electrónica del aura, de la
observación de distintos rasgos cutáneos, cambios de estados de
ánimo y de elementos posturales que nos vuelven a señalar, para
que no lo olvidemos, que la medicina psicosomática se halla
intrínsecamente ligada al marco circundante próximo, al círculo
totalizador del planeta y al cosmos,

El campo de las enfermedades es lo que permite – hoy


día – bucear en las aguas desconocidas para descubrir los recursos
que nos ayudarán a evolucionar, cada vez con menos dolores y más
calidad de vida.

Mientras un porciento considerable de humanos de todas


las regiones planetarias se mantenga fuera de la energía protectora
de la Consciencia, los ángeles seguirán cumpliendo su tarea, que
para los religiosos es divina, para los científicos es un desafío de la
inteligencia y para los que intentamos ver la Fe y la Razón como las
dos caras integradas de una Nueva Moneda, un lugar de descanso,
paz, reflexión y esperanza.

Los diez cuentos que integran esta publicación, de


manera clara, amena y simple, intentan mostrar aspectos que se
repiten e todas partes.

La foto que ilustra la tapa, es una señal física que nos


marca – por ahora – la doble interpretación de un fenómeno.

Los ángeles son como las llaves maestras que abren


distintos candados, distintas puertas, diferentes cerrojos para
permitirnos evolucionar.
Así se han manifestado desde el inicio de los tiempos
terrestres. Las religiones más antiguas hablan de ellos, así como las
civilizaciones prehistóricas que nos han dejado templos, pirámides y
edificaciones incomprensibles para la ciencia y la tecnología de
nuestros días.

Son, nada más y nada menos que hermanos del cosmos,


en donde el tiempo terrestre es solo una ilusión para la mayoría de
nosotros que aún estamos cursando los primeros grados de la
Escuela Terrenal.

Naturalmente son los MAESTROS QUE NOS LLEVAN


TOMADOS DE LA MANO.

Estos Ángeles se manifiestan primordialmente en


espacios geomagnéticos caracterizados por una geografía que alerta
la inteligencia de los curiosos, de los elegidos y de los convocados,
por su conformación física, como por ejemplo la zona de Monserrat
en España, Los Terrones, Talampaya y Rocas Coloradas (Pico
Salamanca) en Argentina y otros lugares del mundo.

Sin embargo, hoy día, han intensificado su trabajo en


otros lugares como el jardín de su casa, el dormitorio de su hogar, los
reclinatorios de los templos, las salas hospitalarias y los parques
públicos……. porque se aproximan los cambios.

¿Ustedes preguntarán los porqués de éstas


intervenciones físicas, materiales y palpables, en el sentido de que
su poder es tan grande que pueden emplear la vía de la
comunicación más perfecta que es la energía del pensamiento, sin
el desgaste y la mayor facilitación del entendimiento?
La respuesta es que SOMOS SERES DE MATERIA
DENSA y debemos aprender desde nuestra naturaleza.

Por eso mismo, la portada de esta publicación, son las


extrañas conformaciones del paraje patagónico del centro del Golfo
San Jorge, conocido como Rocas Coloradas, que inspiró – hace diez
años terrestres – la aparición de la novela de nuestra pluma: “El
Pesquero de Altura”(1)

Así como en la medicina oriental, las medicina biológica,


la reflexología transdisciplinaria y naturalmente la medicina
homeopática unicista integrativa (2) los meridianos de los humanos y
del padre mayor que es el planeta son compatibles, es que invitamos
a mirar con mayor atención las relaciones entre lo físico y lo espiritual,
lo evidente y lo fantástico, lo poco que somos y lo inmenso que
también somos, en apariciones circunstanciales y en evidencias
físicas perdurables, que están allí pero que no las advertimos.

Este trabajo pretende abrir una rendija en la puerta


grande que comunica ambos mundos, a través del testimonio de
hombres y mujeres comunes y normales que en los últimos tiempos
han experimentado la “doble vida” material y espiritual – que al
desdoblarse por momentos más largos o más cortos – han permitido
exhibir la REALIDAD a sus congéneres.

Gracias, muchas gracias a Sarumah, a las fotos de María


Elena Herold y a los miembros de la Fundación Witaicon y del
Instituto de Docencia e Investigaciones Transdisciplinarias, por sus
aportes e impulsos.

Dr. Lino Marcos Budiño

Referencias.
1. WWW.LINOMARCOSBUDINO.COM.AR
2. Dr Eneas Riú, autor de libro “¿Puede el alma enfermar al
cuerpo? y Eneagrama y Personalidades Homeopáticas.
EL ANGEL ENCARNADO

Doña María de Cristofakis se dedicaba a las tareas


domésticas, al cuidado de sus hijos y a la elaboración casera de tortas y
bollitos blancos de origen griego, que fascinaban a los niños del barrio cuando
salía a convidar.

Eso siempre acontencía alrededor de las cinco de la tarde,


cuando era hora de guardar la pelota de futbol, tomar la merienda y hacer los
deberes.

Doña María era un mujer naturalmente inteligente que


había venido de Atenas siendo una niña. Aquí aprendió el idioma castellano y
de adolescente estudió el magisterio en una escuela religiosa, pero nunca
ejerció porque Don Nicolás, su marido, la prefería atendiendo la casa.

El amplio comedor del chalé, estilo colonial de los años


cincuenta con rasgos arquitectónicos peronistas, estaba decorado con sillones
de cuero verde muy pesados y una mesa con seis sillas de estilo provenzal de
cedro macizo, y tapizados con el mismo material.

Como en la mayoría de los hogares de la clase media


argentina, el centro de las reuniones familiares era la cocina-comedor de
dimensiones generosas, y en verano la galería que daba al patio de atrás.

Doña María, en esa mesa del comedor, a menudo ayudaba


a los pibes del barrio cuando alguna dificultad escolar menor, requería apoyo.

Sin embargo, otras eran las habilidades de ella, y estaban


relacionadas con el apoyo a la curación de enfermedades mediante la
utilización de métodos tradicionales, a partir de hierbas, mediciones con la
corbata, emplastos y hasta combinaciones de aceites en un plato para alejar los
“gérmenes” nocivos.

Un paisano suyo, hijo de griegos, médico pediatra y pintor


aficionado de apellido Kólicas, le mandaba sus pacientes cuando los
problemas eran de alergias, asmas, dolencias gástricas o lumbagos.

“Nadie mejor que Doña María para curar el empacho de los


niños, o el dolor de cabeza recurrente” afirmaba el Doctor, cuando derivaba a
estos enfermitos”

“No le ofrezca plata, alertaba, porque se pone mal. En todo


caso, cuando el niño se cure, llévele algun vinito bueno o una botella de
Hesperidina”

Doña María era una mujer joven, seguramente, pero en la


mitad del siglo pasado, las madres de cuarenta parecían ancianas, y los
varones de cincuenta “ya estaban pa’ Dios” se decía.

La Argentina de ese entonces había abierto las puertas a la


inmigración europea, y por añadidura, los caminos a la universidad estaban
libres.

La formación secundaria era realmente buena, porque tanto


alumnos como docentes, respetaban un sistema de exigencias que combinaba
la ética con la excelencia.

Los niños y los jóvenes podían acceder sin mayores costos


a una buena educación, y ello se podía reflejar en las ilusiones de los padres de
proporcionarle a sus hijos lo mejor para su futuro.

La Argentina era un país rico, en el marco de un occidente


que había salido de la Segunda Guerra Mundial, y con una población
optimista y luchadora.
Éramos el granero del mundo, y la provincia de Buenos
Aires, el primer estado argentino. En la pampa húmeda, y máxime en la zona
de invernada, todos vivían bien.

Por eso Doña María y Don Nicolás soñaban con hijos


profesionales. No militares, porque habían arañado la Primera Guerra
Mundial, y conocían los horrores.

Elena, la hija mayor estudió ciencias económicas y Pedro,


el segundo, Ingeniería. El más pequeño, Angel, concluyó la Escuela Industrial
con el diploma de Técnico Mecánico bajo el brazo, y encaminó sus pasos a
los talleres de la Empresa de Transportes El Ñandú, en donde empezó lavando
tornillos.

Angel quería ser corredor de autos, conducir camiones,


arreglar vehículos, sentir el olor del querosén mezclado con el detergente y
leer todo lo publicado sobre motores. Los estudios universitarios no estaban en
sus planes.

Pasaron veintidos años, y un 6 de septiembre, Angel festejó


sus cuarenta años.

En el Club El Progreso hizo una gran fiesta e invitó a todo


el personal de su empresa de transportes La Puntual, y a viejos amigos de sus
anteriores empleos.

La mesa principal era presidida por los padres – que se


conservaban bastante bien – hermanos, sobrinos y noviazgos de éstos, y sus
dos hijos varones: Miguel y Spanos, de 15 y 13 años respectivamente.

Su ex esposa vino a saludar, y se quedó toda la tarde


ayudando primero a servir el asado, y luego limpiando y arreglando el local
alquilado.
Ninguno de los dos había formado nueva pareja. Gladys
atendía su taller de confecciones, y Angel se encargaba de los grandes
negocios de la firma: compra de equipos, vehículos, organización de viajes y
turismo. Los chicos vivían indistintamente en alguna de las dos casas, sin
conflicto, porque las relaciones entre todos eran armoniosas.

En el hogar de los padres continuó la sobremesa, con


champagne, licores y digestivos, más apropiados para preparar un coctel
molotov que para suavizar el estómago.

Obviamente, el más resistente a los alcoholes era Angelito,


por lo que sobre las diez de la noche éste se ofreció para llevar a su hermana y
al marido hasta su domicilio, pues los adolescentes se marcharon antes con el
auto.

La ciudad de residencia quedaba a casi treinta kilómetros,


sobre una carretera poco transitada, salvo camiones. Había que manejar con
cuidado por la presencia de animales sueltos u ocasionales ciclistas sin luces
de posición, y además porque una niebla espesa sumaba bancos y bancos a lo
largo del camino.

Angel regresó de inmediato, pero su paso era cada vez más


lento. La neblina impedía ver más allá de los dos metros, pero los camiones
no daban tregua, lo que tornaba la marcha muy peligrosa.

Experto en las lides de la conducción y muy prudente,


gracias a su oficio, decidió aparcar en la estación de servicio y tomar un café
en el bar hasta que se disipara la niebla, o mermara el tránsito vehicular. Avisó
por teléfono a su familia, y se quedó tranquilamente fumando.

Esther Serrano viajaba en su Peugeot 504 en la misma


dirección y con iguales fundamentos decidió aguardar allí. Estaba sentada
frente a Angel, sobre un amplio ventanal, separada por dos mesas vacías.
Esther había sido empleada del Banco Nación tres lustros
atrás, y ahora volvía a la ciudad como capacitadora bancaria, para dictar un
seminario de tres días. Se trataba de una mujer de unos cuarenta y cinco años,
de pelo lacio y ojos verdes similares a la de la actríz Sofía Loren.

¡Linda mujer! Pensó Angel.

¿Cómo te va, Cristofakis? Saludó ella.

Se juntaron en una mesa, cuando Ángel la reconoció, y


recordaron los viejos tiempos cuando él se le pasaba en el banco para armar su
empresa, y ella atendía al público desde la ventanilla.

A medianoche la niebla gozaba de buena salud, y Angel se


ofreció para llevarla al departamento de huéspedes del Banco y mandar a
buscar su auto por la mañana, ya que Esther debía empezar sus clases a las
ocho en punto.

No se advertían faros en el camino, pero la experiencia


indicaba sostener una marcha muy lenta. De pronto se iluminó la noche, se
esfumó la niebla, y frente a ellos una brutal batalla enfrentaba a soldados e
indios. El auto había desaparecido. Ellos estaban parados alli.

Las atropelladas de los caballos, los torsos desnudos con


lanzas y los disparos de las armas de fuego de la tropa, desparramaban
heridos, muchos muertos y un gran griterio de ambos lados. Ellos allí.

Al cabo de una hora, quedaron cientos de cuerpos de


hombres y de animales muertos aún calientes. Las quejas y los lamentos de los
heridos y moribundos, abandonados a su suerte, con taparrabos o con ropa de
soldados granaderos o patricios, representaba una melodía siniestra.
Un negro de nombre Patú le pidió agua para calmar el ardor
de una enorme herida producida por algo filoso, que permitía ver el hueso en
el hombro derecho.

Recostado en un árbol frondoso y de tronco ancho, yacía


muy cansado y con una estaca que le atravesaba la pierna izquierda entre la
rodilla y la ingle el Capitán ( no recordaba el primer apellido) de los Hoyos.

Con evidente acento español le preguntó, extrañado, como había llegado


hasta allí y a qué compañía pertenecía el uniforme que calzaba.

El soldado levantó más aún la cabeza, y al ver la


indumentaría de Esther compuesta por camisa blanca escotada, pollera corta a
la altura de las rodillas y un chaleco sin mangas abierto en la delantera,
exclamó:

¡Pero,.... de qué guatas habéis salido vosotros! ¡Sois


franceses, verdad!

- Argentinos, respondió tímidamente Ángel.

¡ La que está contigo es una mujer, o qué demonios!

¡Vamos, debo haber perdido mucha sangre!, exclamó


desorientado y se tomó la cabeza con ambas manos.

Ninguno entendía lo que pasaba y sus mentes no ofrecían


una explicación racional y válida. Los relinchos, olores de pólvora y de carne
quemada, los pedidos de ayuda, lamentos y gritos desesperados desnudaban
un panorama increíble.
Un banco de niebla los encerró de golpe, y la carretera
asfaltada volvió a estar en su lugar. Pocos comentarios se hicieron durante el
trayecto, quizás por miedo o por desconcierto, o sencillamente por no saber
qué decir.

En la ciudad había más claridad y ambos se despidieron en


las escalinatas de acceso al edificio bancario, con un apretón de manos.Antes
de soltarse, Esther le dijo a Angel: “De mecánico de motores deberás pasar a
mecánico de cuerpos; de conductor de autos deberás pasar a conductor de
almas, y de organizador de viajes terrestres, deberás organizar- desde ahora -
viajes cósmicos”

Contra todos los pronósticos, Angel durmió profundamente


toda la noche. Muy temprano convocó a Miguel para que lo ayudara a traer el
otro coche antes de ir al colegio, tarea que éste aceptó entusiasmado por el
hecho de manejar y engalanado por la confianza de su padre.

Cuando retornaban con el auto de Esther, Angel hizo una


seña en el lugar que calculaba se había producido la visión y pararon frente al
cartel que señalaba una “Referencia Histórica”, con árboles, alambrados y
vacas pastando, sin nada que permitiera suponer alguna otra actividad en los
últimos años.

Al mediodía, en oportunidad de entregarles las llaves,


Angel sacó a luz el tema de la batalla, pero la señora – pese a las insistentes
referencias – no recordaba absolutamente nada, y admitió que parte del
trayecto se quedó dormida. Pidió disculpas por eso, pero no pudo acompañar
al amigo con el relato.

El pragmático Angel no quiso seguir pensando y decidió


tomarse unos días de descanso en Mar del Plata, y de paso ventilar el
departamento. Casi al abandonar el partido de Balcarce y entrar en la
jurisdicción de General Pueyrredón, se divisa a la derecha la entrada a una
laguna llamada La Brava, y se sorprende al ver que desde una camioneta vieja
le hacen señas para que se detenga.

Era pleno día y sin situaciones peligrosas a la vista, por lo que


decide estacionar detrás de la Rastrojera. El conductor, un trabajador rural de
la zona había sufrido un infarto del miocardio, y su acompañante no hallaba
qué hacer.

Darío Arce, tal el nombre del enfermo, había entrado en coma.


Angel, con la destreza de un especialista, le practica masajes y le ordena al
amigo, ayudarlo con indicaciones correctas y consigue sacarlo del riesgo. Al
palparlo advierte que, seguramente por el golpe, se ha quebrado el esternón, y
con la ayuda de otros automovilistas que pararon, consigue inmovilizar la
parte dañada.

Extiende el cuerpo de Arce en el asiento trasero de su camioneta,


y lo traslada directamente al Hospital Regional. Ingresa en la guardia y le da
indicaciones a los camilleros hasta que llega el médico, y le explica – con
detalles – la naturaleza de sus afecciones.

Angel Cristofakis se ha convertido en un médico de los buenos,


ya que domina la medicina halopática, la homeopática y hace galas de ser
especialista en medicina tradicional china, versión tibetana.

La medicina no tiene secretos para él. Puede analizar radiografías,


discutir sobre escuelas médicas y hasta enseñar a jóvenes graduados los
resultados positivos que se logran aplicando técnicas como la acupuntura,
dígitopuntura o moxibustión, por ejemplo.

Puede hablar distintos idiomas y recuerda haber aprendido


medicina en Alemania y en el Tibet por espacio de seis años. Todo esto en un
abrir y cerrar de ojos.
Angel reúne a su familia,en el más absoluto secreto para dar
cuenta de lo sucedido y la que más lo entiende es su madre, llamada por lo
bajo en el barrio “la curandera”. Ella le pide que deje la empresa en manos de
Antonio Vargas, su amigo de toda la vida y se instale en Córdoba por un
tiempo. Acciona su péndulo y le aconseja que alquile alguna finca en un lugar
cercano a las localidades de Charbonier y Ongamira, al norte de Capilla del
Monte.

Como guiado por una mano invisible ingresa en el camino


que conduce a un pueblito denominado San Marcos Sierras, y levanta a un
mochilero que le pide traslado. Durante el trayecto – entre otras cosas- le
informa que necesita alquilar una casa de descanso, por un mes, para pensar y
descansar.

Pedro, tal el nombre del caminante, se ofrece para ser su


guía permanente, hasta tanto complete su tesis de filosofía y le ofrece
compartir el cuarto vacío que pertenece a un artesano que está viviendo en la
ciudad de Córdoba.

Angel, de momento acepta, mientras se toma su tiempo


para ver otras ofertas. Un buen baño y algún refresco vienen bien para
soportar el calor.

Pedro decide dormir la siesta, y Angel se dirige a su cuarto


con idéntico propósito, ya que de nada vale desafiar al clima.

Con el ventilador de techo encendido y la pieza a oscuras,


respira profundamente y en segundos alcanza el sueño con imágenes de su
niñez, la adolescencia, su casamiento, el nacimiento de los chicos, y el mismo
durmiendo en esa cama.

Líneas doradas salen de cada uno de los ángulos del


dormitorio: una viene de la Facultad de Medicina de Alemania, que no conoce
pero que le resulta familiar, otra viene del Tibet, en un cuarto rodeado de
sacerdotes calvos; la tercera de una tienda de aborígenes que estudian magia o
chamanismo, y la última celeste, de un lugar que él sabe, está bajo tierra.

Todas las líneas se cruzan e ingresan al cuerpo de Angel


por el centro del pecho:
“Bienvenido Hermano, le expresa una entidad lumínica que
flota frente a sus ojos, ha llegado el momento de juntar el cielo con la tierra, y
tú eres el portero que corre los obstáculos para el ingreso a la nueva
dimensión.”

“Ser Angel y Cristo a la vez, no es casualidad sino


causalidad. Tú eres un Angel encarnado en una persona física, desde el
momento de la concepción. Has subido un escalón muy importante, que te
permitirá ver al prójimo desde una mayor altura espiritual”

“Accederás al mundo del futuro, te conectarás con tus


hermanos remanentes cósmicos siderales, y podrás curar con tus manos y con
tus energías mentales conectadas con los médicos del cielo, pero tu principal
misión será la educación”

“Una educación que significará aclarar la mente de los


humanos, así como abrirles las puertas a seres como tú que vienen para ayudar
colectivamente a esta humanidad”

Un corte de energía , minutos antes, había detenido el


ventilador, y Angel despertó transpirado. Salió para el baño para lavarse la
cara y mojarse el cabello.

En la cocina corría una brisa fresca. Pedro se había


colocado estratégicamente en la corriente de aire, y esperaba el hervor de la
pava para prepararse un té.

¿Querés una tacita de peperina?


¡Gracias, Pedro – contestó Angel – prefiero mate amargo!

¿Así que te visitó Wita? Insistió Pedro.

Ángel colocó ambas manos en la cintura, bajó la cabeza


mirando al piso, y con un gesto de negación, volteando la cabeza, lanzó una
risotada teatral.

¡Así que viste al “coso” ese! ¡Cómo sigue esto!, agregando


de inmediato: ¿Pedrito, vos sos real o estoy hablando con un fantasma?

- Yo no lo vi porque estaba durmiendo, pero cuando pasé


por tu habitación percibí el olor a geranios, y al cortarse la luz por un instante
entendí que había interferencias, como las que ellos crean.

Angel, prosiguió Pedro, vos y yo somos los eslabones de


una gran cadena. Ambos somos humanos y reales. Tenemos angustias y
alegrías, y fuera de estos contactos formamos parte de este país, tenemos
familias, historias, deudas, hambre, ilusiones, ganas de dar sin recibir, amigos
y enemigos.

Por un tiempo seré una muleta que te enseñará a caminar en


este terreno tan dificil de las dos realidades, hasta que puedas avanzar solo.

A partir de ahora, grabátelo a fuego en tu cabeza, serás el


Doctor Cristofakis. ¡Y, cómo te la vas a rebuscar para esconder tu pasado, ya
no es problema mío!.

¡No te creas que “los de arriba” hacen todo fácil! Vos


elegiste esto, así que armate de paciencia.

¡¡¡ Epa....levantó la voz Ángel!!! ¿Cómo que yo elegí esto


que me pasa?
Doctor, doctor,doctor....repitió Pedro con gesto de
aburrimiento...... cuando estabas por nacer en este mundo, te juntaste con tus
guías y elegiste sitio, padres, hijos, profesión y lecciones de enseñanza. Ahora
Wita, es tu entrenador y tu orientador.

Todos pasamos por la misma autopista de seis manos de


70, 80, 90, 100, 110 y l20 kilómetros. Algunos pueden cambiar de andarivel,
ir más rápido o más lentamente;concretamente, pueden elegir.

Vos, hermano, vas a 120 y no te podés detener ni parar. A


propósito........¿en serio no querés un poco de peperina?

FIN
DOCTOR Y ANGEL

De aquella experiencia asombrosa de transmutación ya


habían pasado veinte años, y el Doctor Cristofakis gozaba de un acreditado
prestigio.

Pasaba sus días entre la Tierra de acá y la Tierra del otro


lado, como quién puede atravesar un túnel corto que separa dos naciones.

Había logrado curaciones extraordinarias, y venían a verlo


de distintas partes del mundo.

Prestigiosos médicos locales e internacionales dialogaban


periódicamente en su casa de Córdoba o en el consultorio de Recoleta, en
Buenos Aires.

Apelando a reglamentaciones universitarias existentes, y


con el apoyo explícito de ministros e incluso de un Presidente en ejercicio, a
quien le había curado un mal irreversible para la ciencia racionalista, pasó
exitosamente todos los exámenes de la facultad de medicina, y obtuvo su
diploma habilitante.

Con el tiempo, logró su reválida argentina y pudo


matricularse.

Entre los años cuarenta y cincuenta, y más adelante


también, la Argentina conformó cuadros académicos brillantes con maestros e
investigadores de primer nivel que habían perdido sus títulos universitarios en
los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Muchos de estos europeos, que no tenían posibilidad de
reconstruír sus legajos educativos porque las universidades y sus equivalentes
habían sucumbido a las bombas, se constituyeron en los padres de las
modernas físicas, químicas, biologías, aeronavegación y otras disciplinas,
mediante la ocupación de las cátedras en las casas de altos estudios públicas,
porque otras no existían.

Florencio Escardó, doctor de la pediatría en su rol de


médico y brillante analista sociológico como Piolín de Macramé, enseñaba y
aprendía con Ángel.

Fefé, en sus documentos Federico Fon Faber gracias a la


ortografía decimonónica de los escribientes de migraciones que recibieron a su
abuelo vienés, solía pasar gran parte del año en Villa Gesell dando rienda
suelta a su vocación de no hacer absolutamente nada.

Su profesión-hobby era la fotografía, y como tenía el


talento que lo hacía merecedor de los mejores clientes, ganaba el dinero
suficiente para llevar una buena vida.

Su especialidad eran los retratos, y sus empleadores las


agencias de publicidad, productoras y particulares que lo contrataban en
cumpleaños, aniversarios y casamientos.

Habitaba una casa de estilo americano que había


pertenecido a sus padres, en épocas de su niñez, y que luego tuvieron que
malvender debido a las recurrentes crisis de la economia argentina, o mejor
dicho, de ineptos y filibusteros que definen las políticas de vaciamiento sin
solución de continuidad.

Fefé solía parar en la Hostería Alpina cuando decidía


descansar junto al mar, y en sus largas caminatas, indefectiblemente, un
vistazo a la recordada casa de la infancia no faltaba. Un día se emociona al ver
un cartel de inmobiliaria que la ofrecía en venta, y sin dudarlo, se dirige a la
oficina.

El oficial de Bienes Raíces le ofrece un crédito hipotecario


conveniente, y Fefé recupera un patrimonio espiritual y material que creía
definitivamente perdido. El mismo martillero le recomienda a la vecina
lindera, Sra de Abascal, para que la emplee por poco dinero en los servicios
de mantenimiento, y de paso tenga los ojos alertas para evitar los robos
corrientes de casas vacías.

Se instala un 22 de diciembre con muy pocas cosas, que


recibe en préstamo, regalo o compras. Concretamente una cama grande, una
mesa con seis sillas, un placard y tres colchones. La batería de cocina se
reduce lo elemental, y lo que sí adquiere tras una prolija elección, son los
manteles, servilletas, platos, cubiertos, copas y una heladera de segunda
mano.

Entre Navidad y Año Nuevo liquida todos sus trabajos y


acuerda viajar con su novia en Enero.

Julieta es Licenciada en Economía, pero se dedica con


exclusividad a la docencia universitaria y secundaria. Durante algunos años
participó en desfiles de ropas, en Europa, y logró ahorrar algo de plata, como
así efectuar inversiones en departamentos, y poseer un coche pequeño pero
casi nuevo.

De treinta y tres años, dos más que Fefé, se muestra


espléndida en cuanto a su figura. Hace cinco que mantienen una relación
estable, pero no han considerado casarse, ni siquiera vivir juntos como no sea
esporádicamente.
El 2 de enero parten temprano para la costa, y llegan al
mediodía, con la intención de dormir un rato y luego tirarse al agua, ya que
ese verano pintaba muy caluroso.

Una tormenta se desata sobre las dos de la tarde, con


precipitaciones de granizo y piedras heladas muy grandes, seguida de fuertes
vientos y una lluvia intensa que se detiene pasadas las nueve.

En razón que no habían hecho acopio de alimentos, corren


al supermercado y seleccionan una buena cantidad para llenar la heladera, y el
único ropero que sirve para usos múltiples.

Luego de cenar opíparamente, deciden salir con el coche y


destapar una botella de champagne para augurar buenas vacaciones y brindar
por eso. Aparcan el vehículo en una zona en donde se divisa un embravecido
mar, y debajo de un ciprés muy grande en resguardo de una futura caída de
granizo.

El tiempo seguía muy inestable, anunciando relámpagos,


truenos y aguaceros para toda la noche. Fefé ocupó los asientos delanteros, y
Julieta que era la encargada de llenar las copas, se estiró semisentada en la
parte de atrás.

La radio del auto, sintonizada en FM, emitía música suave,


que ligaba bien con el rumor de las olas agitadas por la tormenta. De pronto un
silencio total acompañado por una luz muy fuerte proveniente del exterior.

Los enamorados, pensando que era una ronda policial,


intentan bajar los vidrios de la ventanilla, pero inexplicablemente los
mecanismos no funcionan. Esa luz era tan fuerte que impidía mirar afuera, y
un temor los invade al unísono, quizás temiendo la presencia de delincuentes.
De golpe la luz se apaga, y personas extrañas con ojos muy
grandes, los observan insistentemente a través de los cristales. El vehículo se
mueve de un lado al otro igual que una hamaca, y los giros de las cabezas de
los que espían, disparan sensaciones internas de terror . Tales acontecimientos
provocan el llanto de ella, en tanto Fefé forcejea para salir del auto y
enfrentar a los intrusos.

Ahora la luz, similar a un tubo, viene de arriba; cuando


logra salir advierte que justo encima de su cabeza una esfera muy brillante de
unos cinco metros de diámetro situada a baja altura, se balancea.

De repente, frente a ellos se corporiza una figura humana


de unos dos metros de estatura, ataviado con un traje plástico pegado al cuerpo
de color azul pastel, el cabello largo y casi blanco, y cara muy larga.

En perfecto castellano le dice: ¡Tenga la bondad de


perdonarnos. Las personas que los asustaron son robots, y estamos trabajando
en este lugar. La tormenta ha alterado nuestros cálculos. Nosotros somos
viajeros del tiempo, y tomaremos los recaudos para explicarles con más
detalle esta intromisión. Por favor, extienda mis disculpas a su hermana (sic).

En un abrir y cerrar de ojos esa persona desaparece, al


mismo tiempo que el tubo de luz se apaga. El arterfacto suspendido gira como
un trompo hasta convertirse en una lámpara muy brillante y a una velocidad
pasmosa se pierde hacia el noroeste, en sentido ascendente.

En el camino de regreso a la casa se cruzan con un


patrullero de la policía que concurría al lugar, alertado por vecinos que habían
visto un fuerte resplandor en esa dirección acompañado por interferencias en
los aparatos eléctricos conectados, y vuelven todos juntos para reconstruír el
hecho en el lugar preciso.
Los vientos cambian, soplando ahora en dirección oeste-
este, lo que preanuncia buen tiempo. La pareja y cinco vecinos más, deciden ir
hasta el centro para seguir charlando del tema en alguna confitería, pero la
mayoría están repletas de adolescentes aguardando la apertura de las
discotecas.

Orlando Giordani, un psicólogo aficionado al tema OVNI


que reparte su tiempo entre la Capital y Buenos Aires, ofrece su casa para no
perder la oportunidad de seguir investigando, y la sesión de anécdotas y
experiencias propias y ajenas concluye cuando la claridad asoma en el
horizonte atlántico.

Los ojos de Fefé y su pareja han pasado del blanco natural


al rosado y ahora están totalmente colorados, aunque ellos no sienten dolor ni
picazón, y piensan que al otro día se compondrán, pero no es así. El
oftalmólogo que los atiende, diagnosticará conjuntivitis,y recomendará baños
de ojos y colirios, pero la enfermedad no cede.

Los novios asisten a dos reuniones más en la casa de


Giordani completando un nutrido grupo de catorce permanentes. Uno de
ellos es kinesiólogo, y ante la resistencia de la afección ocular, recomienda
contactarlos en Buenos Aires con un médico amigo, de apellido Cristofakis.

El fotógrafo y su novia arreglan una consulta para las cinco


de la tarde del martes, y son atendidos por Angel casi a las nueve de la noche
en el marco de una sala de espera repleta de pacientes.

Lucía, la asistente principal, los conduce a la pequeña


cocina particular del apartamento de cuatro consultorios. Se trata de un
espacio de 4 por 3 metros, equipado convencionalmente, que sirve
eventualmente para explicar tratamientos, ya que dispone de pizarras y
gráficos con descripciones anatómicas occidentales y de la medicina
tradicional china.
El Doctor ingresa a la habitación y saluda a ámbos con una
sonrisa muy afable y un apretón de manos. Los invita a sentarse y mientras
prepara tres infusiones (mate cocido), pide que se recuesten en los respaldos
de las sillas y coloca en sus orejas agujas de acupuntura. Tres minutos
después les quita los pinches.

Antes de servirles, apoya sus pulgares en los globos


oculares presionando hacia adentro, y el color rojo desaparece por completo.
Detrás de una de las puertas de acceso a la cocina hay un espejo, y Angel
invita a la pareja a mirarse.

“Tomemos el mate tranquilamente” aconseja.

Y añade de inmediato: “Los hermanos del cosmos me han


pedido que les explique el contacto que – causalmente – han tenido en la
costa.”

“Los humanos vienen a este mundo programados para


expresar determinadas conductas, realizar determinadas tareas y aprender
determinados asuntos”

“Las personas se manifiestan en las dimensiones paralelas,


que son como puertas que existen a cada lado de un largo pasillo, con una
luminosidad determinada dentro de una escala de noventa y nueve colores.

“La tecnología de las naves, automáticamente detecta las


hermandades, vale decir, los colores comunes que vibran con idéntica
intensidad y ponen el alerta para la comunicación. Como se trata de máquinas
pueden ser afectadas por variaciones electromagnéticas, y la tormenta del otro
día impidió el control inteligente, por espacio de algunos segundos”

“Las personas que rodeaban el auto eran seres artificiales


que transmitían información a su nave situada a miles de metros de altura, y
cuando del Comando General se advirtió el error, instruyó al Señor Alee para
tomar contacto inmediato y pedir disculpas.”
“Esas entidades trabajan en los laboratorios y tienen la
finalidad de observar los procesos de evolución-involución de este planeta, en
la intención de comprender cómo conducen los hombres, colectivamente, sus
acciones.”

Fefé pidió precisiones sobre lo que había dicho aquella


persona, acerca de que eran viajeros del tiempo.

Angel no contestó concretamente, pero dio un ejemplo: “


Un arqueólogo se sienta en un banco de piedra egipcio construído hace miles
de años atrás, pero adentro de la pirámide con un vacío absoluto, encuentra
una manzana de la misma antigüedad y se la come antes que se pudra. Ambos
tienen 5.000 años, pero la diferencia es que la pirámide está dentro del tiempo,
y la fruta fuera de él.”

“Las naves sólidas, físicas, materiales necesitan entrar en


nuestro tiempo para investigar y analizar, y en los últimos años terrestres hay
predisposición en cooper ar para sugerir la adopción de otros caminos
alternativos a este único que conduce al autoaniquilamiento”

“No es casualidad que estén Ustedes aquí, porque – fuera


del tiempo – tienen un programa para cumplir que requerirá, sin ninguna duda,
la aprobación individual y aquí estoy yo para enseñarles el camino, que es
producir el despertar de esa mente que estuvo dormida, fuera del tiempo.”

Muy entusiasmados los novios, quisieron seguir


averiguando, pero el Doctor les informó, con una pícara sonrisa:

- “Está arreglado que Julieta será destinada al Perú,


Ecuador y Bolivia, como asesora de economía
tributaria, contratada por un organismo de cooperación
internacional que la tiene preseleccionada.¿No?. En
razón que corren el riesgo de no verse más, decidirán
casarse. ¿No?. Y entonces el señor fotógrafo será
contratado por una compañía subsidiaria de una famosa
revista de geografía, y allí tendrá ocasión de captar
naves, lugares de contactos y demás temas muy
interesantes. ...Ah, tendrán dos chicos en menos de tres
años, serán felices y comerán perdices”

“No estoy autorizado para dar mayores datos, solo


advertirles que todo lo que les digo será posible si es
que quieren hacerlo porque rige el libre albedrío”

En marzo de ese año, los integrantes del grupo y los amigos


de ambos vuelven a reunirse en Villa Gesell, con un padrino de lujo como
Angel y una madrina que es la Señora de Abascal para asistir a una ceremonia
triple: casamiento religioso, ceremonia civil y creación de una Asociación
para el Mejoramiento de la Calidad Humana, en la casa de Fefé.
BANDONEON ARRABALERO

“Bandoneón Arrabalero, viejo fueye desinflado...”

Con voz aguardentosa, limpiando los vasos largos y lisos


que sacaba de un fuentón con lavandina colocado debajo de la tapa del
mostrador – el estaño, como le dicen en lunfa - el Tano Pedrotti repetía
únicamente esa primera línea del tango.

Quedaban dos tipos nada más en el bar. Uno de la otra


cuadra que era nuevo por allí – venía hace dos años – y muy reservado. Los
canas dicen que trabaja de sereno en un galpón de Alberti al trescientos y pico.
El otro, es el loquito De Vicenzi, hijo medio tarado de la familia que tiene
empresa constructora, y que en los últimos tiempos se llenó de guita laburando
con el gobierno.

“ ¡ A este no le podemos vender nada de alcohol por orden


de la hermana, pero de lo demás que gaste lo que quiera. El
secretario del viejo, paga todos los sábados. ! ¡Pucha, qué lindo
es tener guita!”

“Arriba de mi cabeza estaba el depósito de las copas y los


vasos. A mis espaldas un piletón para el enjuague”

“El movimiento consistía en sacar los vasos desinfectados,


pasarlos por el chorro de agua, acomodarlos en la mesada
acostados para que el ventilador de aire caliente los secara. Luego
arriba en el depósito, a la derecha los vasos y a la izquierda todas
las copas, de vino, sidra y champán, porque hay una diferencia
que los giles no la saben: la copa de sidra tiene boca ancha, y la
de cavas o champagne para respetar las identidades, son largas,
tubulares y con la birola un poco más pequeña.”

Pedrotti tenía que trabajar medio turno, o sea desde las


cinco de la mañana hasta las dos de la tarde, pero como era jubilado del
ferrocarril y solterón a sus sesenta y nueve, morfaba al medio día y se iba a
torrar un rato, y desde las cinco hasta las once de la noche, mas o menos,
atendía el mostrador, como cajero cuando se iba el trompa y siempre de
lavacopas, ordenador y hombre de confianza de Don Santiago Alonso
Martínez, el dueño y gallego de Madrid para más datos.

De noche Pedrotti – se llamaba Ricardo pero eso no lo


sabía nadie – manyaba livianito. Un tecito y dos o tres galletitas sin sal, y en
los días fríos cargaba la infusión con gotitas de cognac.......¡Eso sí, del bueno!
Porque el gaita viajaba año por medio a Europa y siempre, siempre....le traía
una caja de cuatro botellas, especial de la Licorera Manzanares.

Al tano Pedrotti le sobraban botellas, y cuando el trompa


venía con la caja en su regreso de España, separaba las más nuevas – para que
se añejen las otras – y ya tenía su participación de Navidad y Año Nuevo,
únicas fechas en que se reunía con su hermana – viuda – sobrinos y sobrinos
nietos.

“Detrás del mostrador había una larguísima estantería,


medio roñosa porque la mina que limpiaba no se quería subir para
que no le miraran las gambas.”

“¡Limpiar es una forma de decir! Venía los lunes y los


jueves, y era puro espamento. Se ponía los guantes de goma, un
gorrito en la sabiola, y primero le daba a los bronces con un
producto de buena calidad, y se pasaba una hora frega que te
frega.”

“Después le tocaba los baños, y para eso se ponía un


pañuelo de asaltante en la jeta para que el líquido ése, creo que se
llama acarolina, no le afecte los sentidos.”
“Una vez por mes, chapaba el palo botellero, que es una
especie de pinza montada sobre una vara de dos metros, y bajaba
las botellas para repasarlas, pero como no quería limpiar el trapo
a cada rato, ensuciaba más que otra cosa”.

“¡Suerte que de abajo no se ve, pero en los estantes de


arriba hay una mugre de novela.! ¡ Qué grela hermano, qué
grela!”

“Dicen que Don Santiago le sacude la persiana, y debe ser


cierto, porque cobra y labura mal. Además es agrandada la loca y
se quiere llevar a todo el mundo por delante. ¡Va fangulo!”

“La radio, mejor dicho el receptor de radio para ser


científico en la descripción, está en el quinto estante a dos metros
de altura, pero nadie llega con la mano porque la mesada se lo
impide, entonces para encender y apagar – con el palo botellero –
se presiona un botón y chau picho, total siempre está sintonizada
en el mismo número: 98.1 FM Puro Tango”

“¡Que cantidad de tangos que hicieron los chabones de


antes! Los..de antes.. ¡eh!, porque los pibes de hoy no componen
nada, por más que el dos por cuatro sea furor en Europa, Japón y
en todo el mundo.”

“¡Dos por cuatro!. ¡Qué dos por cuatro!...¡ Dos por dos,
macho!. Dos – por – Cuatro es la milonga. ¿Captás, junás bien lo
que explico?.”

“En este país todo es verso. La gente repite como un loro


todas las gansadas que se escuchan por el éter, o se leen en los
pasquines.”

“¿Saben qué es lo peor?”


“¡ Las telenovelas, series, tiras o como se llamen!
¡Dejemos de lado las putiadas, las desnudadas, las apretadas
asquerosas y todas esas porquerías que se ven a cualquier hora, ...
el que escribe los diálogos pone en boca de los artistas cualquier
verdura!”

“¡Qué degeneración, cumpa.......qué degeneración!”

“¡Cómo querés que haya renovación musical, con la bosta


que te rodea!. Los tangos que escuchás son del ’20, ’30, ’40,
medio siglo atrás, cuando la gente todavía creía en algo, vos el
futuro lo podías acariciar, si tenías empleo eras un bacán, y las
orquestas eran tantas que los fines de semana no podías decidirte
porque todas eran buenas.”

“¡Estaban los fanáticos de uno y de otro, porque sobraban


los buenos, en todas partes y en todos los ambientes! Fangio o
Gálvez, Gatica o Prada. Y en tango................¡ahhhh, eso era la
gloria, primor........Pichuco, Pugliese, D’Arienzo, Fresedo,
Angelito Vargas.................mil ñatos más y no sabías pa’ donde
disparar!”

“Había tipos que cantaban en argentino y eran tanos,


nacidos en Italia como mis viejos, ¿ me manyás?. La voz de oro
del tango, Albertito Marino, o Jorge Maciel, que se llamaba
Pellegrino. También había un gallego que juntaba multitudes,
Miguel de Molina, que se murió aquí”

“El cine nuestro se paseaba por el mundo. ¡Que me van a


hablar de Europa, México! Las películas nuestras eran de pri-me-
ra. Muiño, Angelito Magaña, Ibáñez Menta......rompían las
boleterías”

“Si Vos querías que se te piantara el cuore, ibas a la calle


Corrientes y te pasaban todas las películas del Mudo, Carlitos
Gardel, y en caso que te quisieras reír y llorar al mismo tiempo lo
veías a Sandrini, con Los Tres Berretines, La Muchachada de
Abordo o el Cañonero de Giles”
“¡ Yo variaba una percanta que le gustaba mover el
esqueleto, y como era medio finoli, de viejos con biyuya, creo
que la madre era rusa – judía – y el padre tenía una fabriquita,
pero él no era moishe,... bueno a ella gustaba el ambiente polenta,
el fox trot!”

“Entonces íbamos a bailar a las confiterías del trocén, en


donde estaba Eduardo Armani, Los Comandantes, Pichi Mazzei,
el Pocho Gatti, que era jazz de primera..... y a los pitucos les
gustaba eso. ¡A mí también, pero lo escondía, porque te cargaban
de maricón!”

“Afilé como cinco años, y me iba a casorear. ¡Ojo, que


tenía pinta en esa época!. Minga de la buzarda de ahora y la
pelada. Usaba el pelo marrón peinado con brancatto, bigotito
garca, media patilla..........y olorcito lindo......con una colonia que
me hacía traer de Montevideo, por un viajante amigo.”

“En el ferrocarril se trabajaba bien. Tanto con los ingleses


como con los peronistas de esa época....¡.noooooooo los de ahora,
que quede bien clarito!”

“Ser maquinista era como Rommel en el desierto, o como


Montgomery para que no me tilden de facho. ¡ Un señor
era,....casi un tordo!. Y la Clarita estaba enganchada.”

“¡Buena mina........ muy buena.......derecha como una


estaca, pero le gustaban los brillos..... y ése era el único
defecto.........en todo lo demás una reina.......y una madraza que le
enchufaban los sobrinos para irse de joda los weekendes, y la
gringa no decía ni pío; le gustaban los chicos!”
“No me casé para no pincharle la estrella a la Clara, porque
la vieja le apuntó a un tipo de la colectividad que tenía mucha
mosca, y la quería enganchar. Ella me lo contó todo y estaba
nerviosa porque la madre le organizaba encuentros para
separarnos. Yo ponía cara de pelandrún, pero se me revolvían las
tripas porque tenía un metejón mequetrefe, y no quería sacar
chapa de botarate”

“En esta misma confitería, en esa mesa que se ve la punta


en el primer reservado, me citó el tipo para hablar conmigo de
ella. Era cosa de hombres y no podías hacerte el fesa.”

“Me dijo algo de la ley judía, que Clarita tenía que casarse
con un paisano por la biblia y no sé que cosas raras - ¡ bueno esto
fue hace más de cuarenta años,....casi medio siglo!.”

“Hablamos dos o tres veces, y al final me borré con un


dolor inmenso en el corazón, pero bueno, en la naturaleza es
perro con perro, gato con gato, caballo con caballo, y
sanseacabó.”

“¡Y con todo orgullo le dije a Levy – me acuerdo porque se


llamaba como el vaquero, el yin como le dicen ahora – mire que
se la entrego entera, inmaculada! En aquella época, la mundicia
era después de poner el gancho en los pelpas, no antes!”

Bandoneón arrabalero, viejo fueye desinflado...

El tano Pedrotti estaba terminando de acomodar las cosas,


y los dos parroquianos que conocían el sistema, se fueron yendo. Se metió en
el cuartito del fondo para ir apagando las luces, y echar una miradita por las
mesas, para ver si algún distraído se había olvidado algo.
Quedaba encendida la luz, mortecina, de las cuatro
esquinas interiores, para que el botón de la cuadra pudiera campanear, y
eventualmente tomarse algo, porque se le dejaban las llaves del candado y de
la cortina de la puerta.

“Vacié la caja de billetes, y dejé las monedas porque era


poca guita y mucho bulto, y cuando me agaché detrás del
mostrador para cerrar algunas llaves de paso, entraron dos pibes
de unos veinte años, más otro que se quedó afuera bichando al
pata negra”

“¡Dame la guita, que si no te quemo de un balazo!”

“¡Dejate de joder pendejo, si tengo cuatro mangos locos!”

“¡Dame toda la guita, y no te hagás el boludo, viejo


choto!”

“Mi error fue que manotee el bolsillo para entregarle lo que


tenía, y el más flaco – creo que se asustó – apretó el gatillo y me
dio en el pecho.”

“No sentí ningún dolor, y lo único que recuerdo es que el


pie izquierdo me quedó enganchado en la tablonada, y lo
maldecía al irresponsable de Stopa, que prometía y prometía el
arreglo y nunca cumplía.”

“Empezó un dolor seco, jodido.......... y yo no podía


desenganchar la pata..................creo que me dormí”
El policía escuchó el sonido del balazo y no pudo detener a
esos tipos que se escaparon en dos motos. Llamó al Comando Radioeléctrico,
y cuando entró al bar y ver al tano tirado detrás del mostrador, enseguida dio a
viso al sistema de ambulancias.

Llegaron rápidos ambos equipos, y trasladaron a Pedrotti a


la camilla.

“Entonces se prendió como un reflector ante mis ojos, pero


sin que me encandilara. Ya no me dolía nada y me fui al techo, y
de allí vi todo, como en un sueño............ me parecía que era un
sueño”

“Yo estaba adentro de la camioneta, con un bozal y la


pilcha llena de sangre. Dos muchachos de mameluco celeste
trataban de reanimarme. De otra ambulancia, o que sé yo, bajó
una pareja – tipo y tipa - con unas cajas de latas llenas de cables”

-“ Creo que se nos va doctor.............” –dijo la enfermera.

-“Metele la inyección” - ordenó el jefe.

-“Perdió mucha sangre y es un hombre grande”- reflexionó


el vigilante, que tenía especial vocación por los primeros auxilios.

- “¡Es peligroso si lo movemos! – reflexionó el jefe.

-“¿Habla por efecto de la anestesia?” – preguntó la


enfermera.

-“A veces pasa, hija... a veces pasa.......”

Y se fue nomás. Pedrotti entró en un túnel negro a una


velocidad pasmosa, y de allí pasó a una luz cada vez más clara que
tranquilizaba el espíritu. Se imaginaba como un pájaro volando tipo misil en
medio de un torbellino de aros blancos, amarillos con destellos de luces
platinadas con formaban un caño inmenso, pero de paredes de algodón. El
cuerpo se fue acomodando a la posición erguida, coincidentemente con la
apertura de un espacio infinito sin nada visible, pero inmensamente bello,
tranquilo, y distinto.

En su propio cuerpo percibía una sensación tan elevada de


bienestar, un gozo tan profundo, con corrientes de amor tan intensas que
resulta difícil de explicar pero jamás de olvidar.

La velocidad del recorrido no permitía diferenciar si era él


mismo el que se desplazaba dentro del túnel, o por el contrario era una manga
que se encogía.

Unas figuras pequeñas a la distancia fueron aumentando de


tamaño hasta que Pedrotti estrechó las manos de sus padres y de su hermano,
con las figuras que tenían cuando eran jóvenes y no cuando murieron.

“Es temprano aún, hijo.....tenés que volver” le


dijo la madre.

Clarita, como era años atrás, lo tomó de las manos y


agregó: “Volvé Ricardo, que yo te esperaré siempre”-

“No hay diferencias de religión ahora” – preguntó


extrañado Pedrotti.

“Esas son cosas de abajo – aclaró – pero no son eternas,


como aquí. Lo único cierto es que nuestro amor aquí funciona
porque es espiritual y está mas allá de todo, y con el tiempo será
igual lo de arriba y lo de abajo.......¡Te estaré esperando!”

...
“Hay latidos, doctor...........hay latidos...... el paciente está
reaccionando”

“Uy....... espero que no haya daño cerebral”

“Ponele oxígeno, rápido.........nene........rápido”

.. .

A la semana, después de la intervención quirúrgica, le


dieron el alta del sanatorio y tras las recomendaciones de rigor, la hermana y
Don Alonso Martínez, firmaron toda la documentación.

Cuando volvían para el departamento de Pedrotti, porque se


negó a molestar a parientes y amigos, ingresaba al hospital por el playón de
las visitas el vigilante de la cuadra.

“Gauna ......-le gritó Pedrotti, añadiendo: éste me viene a


ver a mí”

“Don Pedrotti – preguntó contento – ¿cómo anda?”

“Diez puntos, amigazo,.....diez puntos. Al final el pibe ése


del bufo, me hizo la mejor gauchada de mi vida”

...
AGAPITO ZARRATEA, Baterista.

No había cumplido aún los dieciséis años cuando, por esas raras
combinaciones del destino, Agapito Zarratea se trepó a un balcón de la calle
San Martín para ver el ensayo de los músicos del conjunto “Malayunta” y se le
iluminó el corazón, los pulmones y la glándula pineal al escuchar el solo de
batería del “Roly Estévez”, un adulto disfrazado de adolescente que había
integrado las mejores orquestas del rock gringo de los años setenta.

Esas melodías desenfrenadas eran “joyas” al lado de las cumbias,


cuartetazos, merengues y otras canciones de Fito, Charly, Giecco y autores por
el estilo que inundaban las emisoras de radio.

A la gente le gustaban esas cosas. En los cumpleaños o


casamientos cuando ponían el CD en el equipo, hasta los nenes más chiquitos
movían las piernas y las caderas al son del ritmo.

A los más viejos les gustaba bailar sin mayores problemas. El


tango a pocos, porque eso exige saber mucho, pero la cumbia es siempre igual.

De manera tal que Agapito, ni siquiera en las fiestas de la escuela


se anotaba para bailar folklore, y menos ahora en el secundario técnico con
agraviante escasez de mujeres.

Era bastante tímido y además, terco como una mula. Tenía sus
razones el pobre. Con el nombre de pila lo habían denigrado, antes de empezar
a hablar.

El Juez de Paz le pidió al tambero Ignacio Zarratea – su padre –


que le cambiara el nombre, pero el vasco lechero, mucho más terco que su hijo
no quiso aceptar por nada del mundo. Ni siquiera atendió los ruegos de su
esposa:
“Mira Ignacio que en la escuela le dirán Agapito cara de sapito,
Agapito sopla del pito, Agapito cara de tontito y tal. Coño, porque no le pones
Pedro, como el tío o Zacarías como el abuelo de tu padre......”

“¡Que no, mujer, mi tío materno Agapito Jaureguiberry, fue el


Secretario del Alcalde por veinte años y gobernador de la parroquia de San
Eleuterio de las Piedras Grandes, y merece un homenaje desde América. Que
en paz descanse!”

Y encajó la firma en el Registro Civil, y a los pocos días en la


cripta de San Felipe Borgoña, aguas bautismales de por medio, sin gas.

En el colegio, la creatividad de los niños superó la imaginación de


la madre, y con el nombre de Agapito lograron encontrar combinaciones más
graciosas y también más atrevidas.

El muchachito creció entre burlas y empujones, tanto porque era


demasiado gordo y bajo para su edad, como por las tareas que debía hacer en
el tambo, especialmente las de ordeñe, que motivaban las chanzas de los
alumnos.

Serafina Bustos, ama de llaves del cura de la parroquia de Santa


Silvia Chablis de Cafayate Valley, fue la encargada de hacer subir la
autoestima del infante apelando a sus dotes de psicóloga aficionada, a partir de
su larga experiencia como catequista.

“Vos tienes que quererte más – aconsejaba con su dulce acento


santiagueño – porque no es un ningún pecado ser petiso, obeso y medio tarado
a esta altura del campeonato. A mí me dicen la “Vaca Aurora”, pero al cura le
gusta mucho esa parte de mi cuerpo, y eso es lo que a mí me importa porque él
va a ser santo cuando se muera, y castigará a los que se ríen de mí y me
quieren mandar al tambo de tu padre. Vos tienes que poner cara de indiferente,
pa’ que te resssbalen las críticas y no darle passsto a las besstiasss.”
Tolomeo Coqueluche, el capataz de la finca “La Nata Vomitiva”,
establecimiento lechero de Don Ignacio, fue el encargado de enseñarle artes
marciales al jovencito como complemento del propósito de fortalecer su
carácter. En realidad no tenía estudios sistemáticos, ni tampoco había
practicado mucho con otras personas, pero al ver las series de Kunfú en la
televisión, todos los movimientos eran muy parecidos a los que se practicaban
al cruzar los campos minados de deposiciones de vacas, especialmente los días
de mucho calor que atraían moscas, mosquitos, avispas, abejas y otros
animalitos de Dios.

Serafina gozaba de una fina habilidad para encontrarle perfiles


psicológicos a los personajes bíblicos, e intentar reflejar en la mente del niño
los valores y disvalores de la condición humana, como por ejemplo cuando
relataba la historia de los esenios, oriundos de La Banda, su pueblo de
nacimiento, así llamados por pronunciar siempre las eses, que se habían
convertido en vegetarianos por aquello del “Culto a los Muertos”, y así
también la ejemplificadora experiencia de Santa Brígida, que llegó a esa
jerarquía divina, por su empecinada voluntad de no contaminarse con nada.

El Tolo, afectuosamente hablando, se había preparado un gym


rural en el recodo del arroyo, justo en donde se estancaban las aguas de la
creciente, para aprovechar el almácigo de insectos macrobióticos, y allí
practicaban manotazos, piñas, patadas, vueltas carneros, salto de rana y otras
destrezas propias de las picaduras, que – aunque dejaban marcas y granitos –
servían para aligerar las extremidades, fortalecer los músculos, dar varias
vueltas en el aire – especialmente cuando las avispas encontraban algún
orificio inexplorado – y lograr inmunización a largo plazo.

Don Ignacio, quizás erró en la elección del nombre de su primer


hijo varón, pero lo hizo preparar en la vida con coraje y decisión. El acné que
suele aparecer en los momentos del desarrollo no se atrevió con la cara de
Agapito, porque significaba un menoscabo frente a las pústulas y forúnculos
provenientes del más puro naturalismo.
Agapito, confirmado de baja estatura, pero flaco, musculoso, ágil
y de piel lisa, debido a que había reemplazado el escenario de las artes
marciales por sogas, fierros, pesas y bolsas colgadas en los cobertizos, y la
concurrencia al colegio industrial al trote ininterrumpido, situado a doce
kilómetros de su casa, solo le quedaba pendiente resolver su introversión.

Escuchar la orquesta, y los sonidos provenientes del


percusionista, le dio vuelta la cabeza, como dice el canto popular, por tratarse
de algo desconocido.

Logró permiso para entrar al inmenso comedor de la vieja casona


en donde se hallaban practicando los músicos, y aunque no conocía a nadie,
eran tan grandes sus ojos y tan potente su mirada, colgado de las rejas de la
ventana, que se apiadaron de él.

Agapito estaba fascinado por todo lo que sucedía allí: las


introducciones, correcciones, acoples, vueltas a empezar, cambios en los
arreglos improvisados, y especialmente el sonido de los tambores y
redoblantes que lo estremecían.

En un tiempo de descanso Roly se acercó al muchacho, extrañado


porque no le quitaba los ojos de encima, al accionar los palillos:

“¿Te gusta la batería, pibe?”

“¡Sí señor, me gustaría tocar como Usted!”

“Vendría bien la sangre fresca – expresó el músico – ya no


quedan bateristas como los de antes. Ahora estudian la partitura y no pegan
una con el sentimiento. Mi viejo era batero como yo, y tocaba todas las piezas
del Yincrupa, un grande que tocaba con Glenmiyer, Benigudman, los Dorsi,
los monstruos de la época de oro del jazz”
“¿Señor, cuánto me cobra por enseñarme?” - preguntó el joven.

“Vení a las once de la mañana, y te hago unas pruebas para ver si


tenés fibra, si tenés. Después veremos.”

A las diez y veinte, cuando empezaba el recreo largo, Agapito se


presentó en la Preceptoría pidiendo permiso para abandonar el colegio, dando
una excusa convincente, y lo logró.

“Fijate bien – explicaba Roly – los caños éstos son la


prolongación de tus dedos, pero de madera dura, que cumplen las órdenes del
corazón pasando por la cabeza. La música está por encima de todo, y empieza
a vibrar en el pecho, si no la sentís así, largá los palillos, largá. Continúo:
¡mirá los caños, no a mí gilún!, continúo: la música es como el aire, viene del
cielo, es incomprensible, se te mete dentro del cuerpo como si fueran miles de
hormigas y te inyectan cosas lindas por todos lados, y vos disfrutás por todos
lados también, y querés sumarte, hacer algo para estar adentro de esa nube de
placer. No podés ser solo espectador, tenés que hacer algo, agarrar algo, ¡qué
sé yo! tocar el piano, el clarinete, la viola, y en nuestro caso los cueros, pibe.
Yo te veía por la ventana esa mirada tuya, que no es común..... y pensé que
quizás tenés aptitudes, ¿entendés, pibe?.....¿Cómo te llamás?”:

“Agapito, señor”

“¿ En serio, pibe? ¡Mi viejo se llamaba Agapito, mirá que


casualidad!” Bueno, ahora fijate como bato el parche, con la derecha tac, tac,
tac, ta ta, tac tac, y arriba con la mano izquierda, tac,tac, tac, - tac,tac,tac,
Captás los sonidos. Agarrá los caños y dale como hice yo sobre este tambor,
con la mano derecha tac tac tac, y con la izquierda – acompasado, tac tac –tac
tac – tac. . Ahora solito, ehhhh , más despacio pibe ¿qué tenés, dinamita
tenés en las manos?”

El desarrollo muscular del muchacho favorecía el trabajo de


baterista, porque no se le cansaban los brazos ni las manos, ni tampoco el
cuerpo. Los casi 25 kilómetros diarios de trote habían surtido un doble efecto:
mantener las endorfinas altas y abrir espacios cerebrales conectando las
vibraciones del corazón, del estómago y de la garganta. Desde el ordeñado de
las vacas hasta las sesiones de gimnasia artesanal en el galpón de su casa
contribuyeron para que Agapito, pasara la primera prueba del Maestro.

“¡ Esto va bien, pibe, mejor de lo que suponía. Ahora fijate que


voy a poner el disco. Se llama El paso del tigre, tiene como un siglo, pero es
música de primera clase. Mirame la boca, y tarareá conmigo............blin,
blin...¡ más alto, sin miedo Agapito! ............blin, blin..........¡ Regio, regio!
ahora tatareá y cachá los palos........¡ dale, dale! ... ¡ no tan fuerte que me vas
a romper los cueros!...............¡ eso sí, muy bien!”

Agapito Zarratea, en complicidad con la madre, practicaba batería


con Estévez y además estudiaba teoría y solfeo en el Conservatorio de Piano,
tres veces por semana, ya que el padre no quería saber nada de las baterías,
tambores y cosas de indios, como le gustaba ofender.

Las nuevas ocupaciones que se añadieron a las de antes, lejos de


perjudicar su rendimiento escolar, lo acrecentaron de tal forma que eso llamó
la atención de la Rectoría, y no solo por las calificaciones cada vez más altas,
sino por la desenvoltura del joven, una ampliación de su lenguaje, simpatía
creciente y gestos de sonrisa fácil totalmente opuestas a la parquedad
acostumbrada.

En los bailes de los sábados, que reunían a los varones del


industrial con las mujeres del magisterio de las instituciones del Obispado,
Aga – no más Agapito – era uno de los animadores de la fiesta, y tenía sus
admiradoras entre las damas más bellas.

En la graduación conjunta de chicas y chicos del 5to año, la


sorpresa fue el grupo “Malayunta” con el baterista Zarratea en una entrada
especial de cinco canciones, que pudieron interpretar gracias a la buena
voluntad de los empresarios contratados para disponer la música bailable.

El Salón de Actos más grande de la comunidad católica, no


admitía más personas. A la izquierda estaban los familiares de los graduados
industriales y a la derecha los del magisterio. Las mesas del centro se
encontraban ocupadas, indistintamente por varones y mujeres de los dos
colegios, y en los palcos las autoridades, profesores e invitados. Un lleno total.

Al correrse los cortinados rojos del escenario en un espectáculo


no anunciado, los seis músicos vestidos de blanco – con sus instrumentos -
aguardaban la llegada del director y del percusionista.

El Locutor pidió el ingreso del ocasional director del conjunto, y


allí apareció, con impecable traje oscuro el Señor Estévez, y unos segundos
después, totalmente de blanco, Agapito Zarratea, montándose a la batería.

Desconcierto, porque muy pocos sabían de sus inclinaciones


musicales, hasta que el locutor pidió un aplauso para el alumno ejecutante, y
un sincero agradecimiento a la banda de música que actuaba gratuitamente.

Para todos, ése fue el mejor momento de la noche, y


especialmente para Estévez y el director real del conjunto, el saxofonista
Miguel Gabriel Benítez, quienes fueron invitados con todo el conjunto a la
Mesa Principal de las Autoridades, para brindar.

El Secretario del Instituto Masculino, que había seguido con


curiosidad la evolución de Zarratea, se dirigió al Roly Estévez para preguntar
si la enseñanza de la música había contribuido a lograr la evolución fantástica
del alumno en cuestión.
“Vea profesor – respondió – yo soy baterista de vocación y me
jubilé como ferretero de profesión comercial. Yo podía recordar los miles de
artículos de mi negocio, los precios, medidas y aplicaciones. A veces voy por
el negocio, y mis hijos y mi yerno me siguen preguntando cosas, y esto es
gracias a la música, pero no a la enseñanza de la música, sino a lo que hace la
música adentro del cuerpo. Es como un tónico cerebral, un energizador
muscular, un optimizador............es como si usted le echara nafta enriquecida a
la memoria. Si Usted vive la música elimina el cansancio, no tiene ganas de
pelearse con nadie, le cambia el carácter...........y si además hace lo de este
chico Agapito, que corre, trota y lee...........bueno, puede llegar a ser un genio.
Bueno, profesor............perdóneme.......pero yo creo que es así”.
EL MENSAJERO

María Teresa Fuentes recibió el diagnóstico médico


en un sobre cerrado, pero se imaginaba el contenido: cáncer.

Su abuela y su padre habían empezado a manifestar


síntomas parecidos, que terminaron con la muerte en menos de un año.

Un agudo y persistente dolor se instaló en la boca


del estómago, preanunciando la depresión que no la abandonaría más. Marina,
su hija de seis años, concebida por una relación amorosa que no prosperó
cuando el padre biológico se enteró del embarazo, era su gran preocupación.

Su hermana Marta Alicia era la única persona que


podría hacerse cargo de ella, pero eso la preocupaba porque ambas tenían
carácter fuerte, con el agravante que la niña – al estar sobre protegida –
empeoraría bastante la convivencia.

Decidió no someterse a las sesiones de


quimioterapia ni intentar tratamientos alternativos con medicinas
complementarias, porque no habían dado ningún resultado con sus familiares
directos.

La muerte la asustaba, más por lo que significa el


hecho de abandonar un cuerpo que es uno mismo desde que se tiene uso de
razón, que por la desconexión con el mundo circundante.
“Si uno pudiera esfumarse – pensaba – desintegrarse
mientras se está duchando, y colarse las pocas cenizas por el desagote de la
bañera, todo sería más fácil. Lo terrible es la ceremonia del velatorio, con el
cadáver que es como una réplica de cerámica inanimada, de color horrible,
dentro de una caja de madera, que luego será enterrada y a otra cosa,
mariposa”

No estaba con ánimo para conducir hasta su casa y


decidió dejar el auto en el Estacionamiento Subterráneo hasta que le volvieran
las ganas de llevarlo a su casa. ¿Qué sentido tenía ahorrar dinero en el
parqueo?

Caminó treinta y seis cuadras con las sensaciones


psicobiológicas de la angustia en la misma frecuencia y sintonía de una radio
imaginaria que pasa siempre el mismo tema musical deprimente.

Se detuvo al comprobar que un hilo de sangre


caliente le mojaba los labios proveniente de una de las fosas nasales. Se
apretó la nariz con un pañuelo y buscó algún lugar para fabricar un tapón de
algodón con agua oxigenada que cortara la hemorragia.

Cruzando la calle, bancos de plaza vacíos la tentaron


a tomar asiento con la cabeza hacia atrás. En alguno de los árboles un pichón
de zorzal practicaba el canto de su especie, en ese noviembre caluroso y
húmedo de Buenos Aires.

La inmovilidad con la vista clavada en la copa de


una planta que debía superar los doscientos años, la hicieron reflexionar sobre
lo terriblemente corta que es la vida de los humanos, con el agravante de tener
inteligencia, para saber qué es lo que sucederá.

Cerró los ojos para descansar un momento, pero no


cree haberse dormido.
Carlos Bongiorno se paró frente a ella, y le dijo que
debía concurrir a la Iglesia de la Inmaculada Concepción para ver al Padre
Santiago Rodríguez, que daba todas las misas de las nueve de la mañana.

Carlos debía tener unos 35 años, mas o menos.


Delgado, no muy alto, de cabello negro, ojos azules, cutis blanco y vestido
con pantalones y camisa azul. Su cara le resultada muy familiar, pero no
lograba saber de donde lo conocía; quizás de la escuela primaria, algún
negocio de venta de cosas, un banco, el correo, una línea de colectivos. No era
de la televisión o el cine. No. La relación era más personal, cuerpo a cuerpo,
más directa. Pero no recordaba.

Le hizo señas a un taxi y retornó a la playa de


estacionamiento para buscar el coche. La angustia casi no estaba más. Era
extraño pero real. La depresión anímica ahora representaba un diez por ciento
en relación con los minutos anteriores.

El recorrido de vuelta a su casa fue tranquilo. Metió


el vehículo en la cochera y subió a los dormitorios para saludar a su hija, que
ya debía estar haciendo los deberes con Irma, una mucama peruana que había
trabajado trece años de maestra en Arequipa.

“Hola, ma....... qué te dijo el médico” – preguntó


Marina.

“Todo bien, mi amor, ...excelente” – mintió con una


sonrisa forzada.

* * * * *
A las seis de la mañana, como de costumbre, sonó el
despertador. El sabor amargo, así como el dolor en la boca del estómago
volvieron a mortificarla. La almohada estaba manchada con sangre seca, de
pérdidas sufridas por la noche. Al pasar la mano por su cara advirtió cáscaras
pegadas en la piel. “Dios mío, apurá los tiempos para que se termine pronto”-
suplicó pensando.

El agua del lavatorio se teñía de color marrón por la


sangre que volvía a aparecer mientras se lavaba la cara. Toalla y agua
oxigenada en la nariz la obligaban a sentarse en el inodoro con la cabeza
alzada. Allí recordó la presencia del día anterior de Carlitos Bongiorno, una
persona que conocía de alguna parte, sabía su nombre pero no recordaba nada
más. El nombre del Padre Santiago aparecía con fuerzas desde los últimos
confines de la memoria.

En la oficina consultó la dirección de la iglesia, y a


las nueve menos cuarto atravesó la puerta de rejas que separa un jardín muy
cuidado del edificio centenario.

“¿La misa de hoy estará a cargo del padre


Santiago?” – le preguntó a un señor que removía la tierra de los canteros.

“Siempre el oficio de las nueve, porque más tarde


tiene clases” - contestó el jardinero.

María Teresa no era muy afecta a las misas, pero ya


estaba sentada en la tercera fila y le intrigaba el cura y la situación.

Por una puerta lateral apareció un sacerdote de baja


estatura, no más de cuarenta años, cabellos marrones y piel muy blanca. En el
sermón habló de la vida y la muerte como dos caras de una misma moneda
irrompible, que rueda por un camino hasta que llega a un pueblo. Ahí se
detiene y entonces cae para algún lado: si toca la cara de la muerte, entonces
emprende la marcha entre los humanos, y si voltea para el contrario, sigue la
marcha entre los espíritus.

Se trata de una moneda que no representa valores de


compraventa, financieros y materialistas. Es una moneda que simboliza el
reino de la vida eterna, totalmente al revés de cómo vivimos nosotros. La cara
de la muerte, es el tránsito por esta Tierra desde que nacemos; en vez, la cara
de la vida es la de nuestra identidad, porque primero “nacemos”
espiritualmente, y luego recién nos hacemos humanos, teniendo un cuerpo
que indefectiblemente vamos a abandonar en la juventud, en la madurez o en
la vejez.

El cuerpo es un vestido que usamos para ingresar en


la multitud que transita por las anchas avenidas del planeta. Ese vestido puede
ser de ladrón, de vigilante, de juez o de deportista. Nuestro padre espiritual
mira de arriba y ve que estás haciendo con el vestido, y si lo usás para ir a las
fiestas del mal o del bien, si te reunís con los ladrones o con los vigilantes, y
si lo cuidás o lo descuidás, manchándolo de nicotina, alcohol, etc.

Cuando dejaste el vestido la moneda sigue rodando


hasta que la parte espiritual ingresa en este mundo, para ayudar a los
portadores de vestidos. En ese momento sos vos mismo, antes eras solo una
parte de tu identidad.

“Muchos de los que estamos aquí, por razones de


edad, de enfermedad o de llamados del Señor, dejaremos nuestro cuerpo en
los próximos tiempos, y retornaremos a casa después de un largo viaje
penoso, agotador y complicado. En el viaje hemos tenido que buscar aliados
para sobrevivir, y nos hemos acostumbrado a mirar las cosas desde una sola
óptica. Al dejar el cuerpo, el espíritu sigue encendido para ayudar a los que
están caminando entre las sombras, y darles un poco de luz. Y si son
familiares, si son una parte nuestra, entonces les permitiremos a los aún
vestidos, que nos miren y confíen en nosotros. Oremos.......Padre nuestro que
estás en los cielos, santificado.......” – continuó el sacerdote.
* * * * *

María Teresa falleció nueve meses después gracias a


tres analgésicos: El reiki practicado diariamente por una compañera de
trabajo, los sermones del cura todos los lunes, y las visitas esporádicas
de Carlitos Bongiorno.

* * * * *

Javiera Vega estaba concluyendo una pintura al óleo


en el balcón del segundo piso que da al oeste. El paisaje dominante eran los
pinos, y tejas coloradas que asomaban en algunos huecos verdes.

Mientras extendía su pincel por la tela pensaba en


Manet................. pero subieron por la escalera dos personas que la sacaron de
la concentración. Eran Carlitos Bongiorno y María Teresa Fuentes.

Javiera estaba acostumbrada a recibir gente que le


gustaba su forma de pintar, y había ordenado que – con el solo compromiso
del silencio – visiten su atelier sin otras limitaciones.

“Javiera – imploró Carlitos – necesito que invites a


Marina Fuentes a conocer tu taller, porque tiene gran vocación por la pintura
pero su tía no le permite ingresar en Bellas Artes, y quiere que primero se
reciba de Contadora Pública para asegurar su futuro”

“Hace años que no la veo, creo que desde su


cumpleaños de 15” – respondió.

“Invitala, por favor” insistió María Teresa.


Javiera retornó a sus pinceladas, combinando
amarillos con verdes para suavizar el follaje. Miró de reojo hacia la derecha y
esa pareja amiga, muy amiga, casi familiar, no estaba más en ese lugar. ¿Pero,
quiénes eran ellos?, ¿ Por qué no podía recordar? , ¿Qué raro?

La mezcla de colores la alejó momentáneamente de


esos pensamientos. Tenía que poner un poco de blanco cerca de los techos
coloniales porque el sol brillaba mucho a esas horas. Su memoria de poblaba,
ahora, de discusiones con Marta Alicia Fuentes por razones de política
partidaria, nada serio, pero con finales confusos, dado que sus modalidades de
entendimiento de las cosas diferían desde el abordaje inicial.

Su mente saltaba de un lado a otro. No entendía


muy bien lo que estaba pasando, pero lo cierto es que no podía concentrarse.

“Un paseo por el barrio me hará bien – pensó - y


de paso averiguo el precio de las flores de estación para esta temporada”

Organizó, por teléfono, una reunión en su casa


para el domingo a las l8 horas. Te con masas, y antes de las 21 horas,
champagne con emparedados, mariscos y aceitunas. El motivo oficial fue
mostrar el catálogo de la próxima exposición en París, patrocinada por la
Empresa Internacional Ríos, dirigida por el famoso artista argentino Rodolfo
Insaurralde.

Los invitados fueron Marta Alicia, su esposo y


Marina; el Ingeniero Posse y su mujer; Analía Fernández Vigo y Susana
Palacios, de las revistas especializadas, y un matrimonio amigo del club:
Silvia y Mario Valenti.
La adolescente finalizaba sus estudios secundarios
en dos meses y la pintura la llenaba de gozo; no obstante consideraba que la
posición de su tía era la correcta y todos sus deseos eran cursar las dos
carreras simultáneamente.

Para Marina participar de esa reunión representaba


un privilegio muy grande, porque todos los que opinaban sabían de que
estaban hablando

A las nueve y media de la noche terminó la reunión


atendiendo a que el lunes, al ser día laborable, las actividades comenzaban
muy temprano.

Marta Alicia y su familia acompañaron al esposo de


Javiera a observar la cría de tres cachorros de Bretón, que se alojaban en el
galpón de herramientas, sobre la medianera vegetal, para que estuvieran
tranquilos las primeras semanas de vida. La construcción distaba veinte
metros de la vivienda principal, a la que se accedía por un camino de ladrillos
bordeado por laureles de jardín, en medio de un parque de césped y algunos
cedros.

A mitad de camino María Teresa Fuentes apareció


vestida con un traje color verde pastel que su hija conservaba de recuerdo. Las
cuatro personas que caminaban hacia el fondo no se asustaron, como si una
fuerza invisible superior a ellos, les infundiera calma.

María Teresa se acercó su hija y la abrazó, al tiempo


que le decía: “Estoy muy bien, mi amor, soy tu Ángel Guardián y además tu
madre, y te protegeré mientras te toque estar acá. Tenés que hablarme siempre
porque yo te escucho, y cuando necesites respuestas te lo haré saber de
distintas formas. No puedo estar mucho tiempo en este cuerpo, porque es una
excepción a las reglas del Cielo”

Y dirigiéndose a su hermana le pidió: “ Martita,


estás haciendo una excelente obra con tu sobrina y eso vale mucho arriba. Se
que querés lo mejor para ella, pero desde mi posición veo mucho más lejos, y
te pido que la dejes estudiar pintura, con Javiera. Te juro que no te
arrepentirás. Para vos, Manuel, deseo que sigas siempre así, buena persona
que es el mejor elogio. Javiera: no nos hemos visto mucho en este plano, pero
hace infinidad de tiempo que estamos todos juntos, incluso Carlitos
Bongiorno que me ayudó a despegar. Cinco cosas antes de irme: l) Nuestras
almas, todas, han salido de un lugar común y son como pedacitos de una sola
cosa. Somos familia, aunque ahora, tengamos nombres distintos y sangres
distintas. Somos artistas que venimos a representar una obra de teatro, y a
veces nos toca el papel de malo. Hay que perdonar, siempre hay que perdonar
porque es simplemente una actuación; 2) Yo siempre escucho, y todos los que
estamos arriba escuchamos a los que son parte de nuestra “gran alma mayor”y
no estamos muertos sino más vivos que Ustedes, de manera que no dejen de
pedirnos ayuda; y 3) Hay otros espíritus mas evolucionados que nosotros,
que no solo escuchan a su “gran alma mayor” sino que escuchan a todos los
que lo necesitan. Los católicos los llamamos santos: Antonio, Cayetano,
Benito, etc. Otros cultos los llaman de otra forma, pero existen y ayudan. 4)
Ustedes están en ese plano para servir al prójimo, y no al revés. Y cuando se
hacen las cosas bien, como Javiera, el dar belleza a la gente se recompensa
con un mejor pasar, lo mismo que a Manuel, su gran servicio es ser confiable,
bueno, solidario, desprendido, amoroso. Mi hijita y mi hermana tienen
carácter fuerte y luchan por no lastimarse, y eso Dios lo premia tanto como
una buena acción. Y por último, el número 5) siempre miren antes para
adentro, que es mirar al cielo, y luego proyecten esa imagen afuera de sus
cuerpos para que las corrientes de energías positivas devuelvan al planeta esa
paz que estamos a punto de hacer explotar.”

María Teresa desapareció de golpe. Todos vieron y


escucharon lo mismo. Pero todos sintieron distinto, porque el mensajero trajo
una carta personalizada para cada uno.
LA OPERACIÓN QUIRÚRGICA

“No veo mayores inconvenientes en esta historia clínica, para que la


operación no sea un éxito. Siempre hay un riesgo quirúrgico, pero en este caso
es mínimo, máxime con la técnica láser que estamos empleando. Señor
Abramidis, le pido autorización para filmar la intervención y transmitirla por
videoconferencia al mundo. Usted es un escritor famoso y nos gustaría tener
difusión, y en tal caso no habría honorarios ni otro tipo de gastos.”

“¡De acuerdo Doctor Carreras – respondió el paciente – de acuerdo!”

Los trámites se llevaron a cabo en el estudio jurídico-contable de los


doctores Peric y Pérez, quienes no solo atendían los asuntos profesionales del
narrador Antonio Abramidis, sino que eran amigos de la infancia.

El escritor solía viajar por América y España dando conferencias, y por


su destacada labor había recibido distinciones, como el Premio Anual de las
Letras Castellanas que otorgaba el Instituto Español del Lenguaje.

El “Negro” Peric de ascendencia yugoslava, que recibía ese apelativo


por tener el cabello oscuro, nunca se caracterizó por ser demasiado prudente a
la hora de emitir sus juicios de valor, y en tal sentido opinó que era preferible
pagar los honorarios y la internación que permitir que el sanatorio hiciera
marketing gratuito con la fama de Abramidis.

El “Tesoro” Pérez, así apodado por manejar con suma responsabilidad


los valores financieros de sus clientes, tenía una personalidad completamente
distinta a la de su socio que expresaba elocuentemente al afirmar que la
filmación en directo haría extremar los cuidados de los cirujanos, y que lo del
marketing podía pasar a segundo plano.
El escritor raramente reflexionaba sobre asuntos de su vida cotidiana,
inversiones, destino de los ahorros o adquisiciones varias, de las que se
ocupaba su esposa y poco le interesaba la especulación. Dejaba para las
historias de sus libros, estos dramas humanos que, muy ampliados, podían dar
lugar a narraciones de doscientas cincuenta páginas.

En donde Abramidis no delegaba era en la elección y compra de


indumentaria. Seleccionaba personalmente la ropa diaria a vestir, en todos sus
detalles, y cuando concurría a las tiendas para comprar algo, prefería no estar
acompañado para evitar intercambios de opiniones o sugerencias
desafortunadas.

Facundo Herrada, amigo íntimo y poseedor de una fortuna


considerable, tenía un hobby secreto: era vidente, sin proponérselo.

En la escuela secundaria se había hecho famoso por las certeras


predicciones sobre alumnos que interrogaría el profesor, bolillas numeradas
que saldrían en el sorteo de las examinaciones, o inminentes noviazgos de
compañeros de otras divisiones.

Como no fallaba en sus pronósticos, su prestigio esotérico había


trascendido el barrio hasta alcanzar otros distritos de la ciudad, preocupando a
su familia, especialmente al padre, un gallego de Orense poco afecto a estas
“brujerías”, como solía denominarlas, por lo que decidió mandar al hijo a
estudiar al Colegio Marista de Buenos Aires, para alejarlo de Mar del Plata.

Facundo siguió en la metrópolis hasta que, con el título de farmacéutico


regresó a su pueblo, se instaló en el centro y logró consolidar una excelente
posición económica.

Su esposa, María Marcela Nicora, apodada cariñosamente “MaMaNí”


por las compañeras del Jardín de Infantes de la Avenida Luro, se dedicó a la
docencia privada y en la actualidad se destacaba por ser la mejor experta en
evaluación escolar de la Costa Atlántica. Poseía un pensamiento matemático,
racional y poco flexible a las enseñanzas metafísicas, de manera tal que su
esposo se encontraba muy limitado para desarrollar sus destrezas
premonitorias, y fue perdiendo esas habilidades con el paso del tiempo.

Estos amigos, además de estar vinculados por razones laborales, del


comercio y de inversiones comunes en propiedades inmobiliarias, solían
reunirse todos los sábados desde las diez hasta las trece horas en la confitería
“Del Mar” para hablar de todos los temas.

Ocasionalmente, ocupaban la mesa nuevos contactos que se iban


renovando por períodos, sin modificar la base de amigos.

Un sábado por la mañana, Herrada debía cerrar un negocio de


exportación e importación en el puerto de Necochea, e invitó a su esposa a la
ceremonia que culminaría con una comida en el Club Social, y luego de una
siesta en el Hotel – para manejar de regreso descansado – volver sin prisa a la
ciudad en el auto grande.

A mitad de camino, cerca de las seis de la tarde, un pensamiento


repentino cruzó por su cabeza que le hizo levantar los hombros y dirigir el
coche a la banquina.

Su esposa que dormitaba sin proponérselo, se sobresaltó al punto de


dejar escapar una exclamación.

“Abramidis se muere en la intervención”, aclaró.

Mamani, conocedora de los talentos esotéricos de su esposo, aunque


hacía tiempo que no experimentaba visiones y anuncios futuristas, le preguntó
cómo había arribado a esa afirmación.
“Fue un chispazo, un anuncio. No sé.........el calendario del quirófano
marcaba un Jueves 5 de mayo, y el reloj las 16,40 horas. Un paro cardíaco”

“¿ Pero, cómo fue.... una visión....qué cosa viste, Facundo?”

“ Mirá – respondió de inmediato – fue como si estuviera allí mismo, al


lado de los cirujanos, y con esos olores de los hospitales. Se paró el
corazón,...de golpe........y, y, y se murió nomás. No sé cómo volví al auto,
pero cuando tomé conciencia que estaba en la ruta, el instinto me hizo frenar y
buscar la banquina, ¡ Qué susto!”

Ambos permanecieron en silencio con la vista hacia arriba, y los


pensamientos dando vueltas, entre las creencias y las dudas, sin atinar a
encontrar una explicación lógica.

Ese viaje de retorno sumó angustia a las inseguridades, y las posibles


salidas que ofrecía la noche marplatense en los fines de semana, se apagaba
como la luz de una candela.

La fecha de la intervención dependía de la empresa televisora


internacional, pero se estimaba que podría ser entre los días 2 y 7 de mayo, de
manera tal que quedaban aún, dos meses de tiempo.

Los esposos acordaron tener treinta días de reflexión para decidir si era
conveniente comentarle a Abramidis el episodio del viaje a Necochea, sin
embargo, las tradicionales ausencias de reservas de comentarios llegaron
hasta los oídos de Vicenta, la mujer del escritor, en menos que canta un gallo.
Preocupada, en su momento, MaMaNi le fue confiando a sus amigas
íntimas la visión de Facundo, con el compromiso del secreto, que obviamente
no se cumplió.

“Querida amiga – le dijo por teléfono – te llamo para que me cuentes en


detalle lo que visionó (sic) tu marido y no para reprenderte. ¿ Podría ir a tu
casa a tomar unos mates?”

El hecho de haber tomado estado público aquel acontecimiento, un mes


antes de la intervención, las dos parejas se reunieron para relatar una y otra
vez la experiencia. Abramidis, confiaba ciegamente en sus análisis y no
prestaba demasiada atención a la visión, aunque no lo manifestaba
abiertamente para evitar ofender a su gran amigo.

Finalmente llegó la fecha de la operación: 2 de mayo a las l5 horas.


Faltaban exactamente dos semanas, y ese anuncio tranquilizó a todo el mundo
debido a que las imágenes implicaban el deceso en el quirófano, y no en la
convalecencia tres días después.

Facundo mismo se encontraba más tranquilo y con deseos enormes de


que sus predicciones fallaran, tal como rogaba en sus oraciones en la Iglesia
Catedral.

Al regresar de un trámite en el edificio del palacio municipal, un


impulso extraño lo impulsó a tomar asiento en uno de los bancos de la plaza
para disfrutar de los últimos soles de un otoño que se presentaba muy frío.

Cerró los ojos para acariciar los rayos dorados que se filtraban por los
árboles, adormeciéndose brevemente, con el tiempo suficiente como para
escuchar una voz interior que le decía: “¡Que esté presente el Doctor Ortíz!
¡Que esté presente el Doctor Ortíz!”
Herrada ligó ese mensaje con la visión, pero no hallaba la forma de unir
racionalmente ambas puntas, por lo que intentó alejarlo de su mente.

El 24 de abril las centrales obreras convocaron a un paro general con


movilización para el día 2 de mayo, y la transmisión televisiva se corrió para
el día 5 a las l5, 30 horas.

La familia Herrada entró en un estado de temor psicológico ampliado.


Facundo postergó sus compromisos en la intención de averiguar quién era el
Doctor Ortíz, sus antecedentes, cualidades, talentos, especialidades y demás
referencias.

Afortunadamente, en la corporación médica atlántica los Ortíz eran muy


pocos, y dar con ellos resultó bastante fácil. Descartado el pediatra y el
oftalmólogo, quedaba un clínico que no entendió nada de lo que le planteó
Herrada, y un tal Carlos T. Ortíz, especialista en psiquiatría.

“No sabría decirle cual será mi función en esa intervención, pero con
mucho gusto lo acompañaré a mi amigo, el Doctor Carreras, que ya me ha
autorizado a colocarme fuera de las cámaras por razones comerciales. Quiero
que se quede tranquilo con su conciencia Farmacéutico, y descuide que allí
estaré” – lo tranquilizó el único Doctor Ortíz posible.

A las 16:05, por razones técnicas de las emisoras y el satélite, se inició


la intervención filmada y a las 16:40 un paro cardíaco tomó por sorpresa al
equipo médico, cuando todo se desarrollaba de maravillas.

Tres minutos de intentos de reanimación no alcanzaban a dar sus frutos.


El sudor corría por las frentes de cirujanos, asistentes, directores de cámaras,
público televidente, hasta que de pronto el corazón comenzó a latir,
exactamente a las 16, 45, dando espacio para continuar y alivio mental a
todos.
En el auditorio del Teatro Colón, en donde se había colocado una
pantalla gigante, estalló un solo grito de alegría al igual que en los miles de
televisores hogareños y académicos de los cuatro continentes.

Los periódicos titularon parecido: “Antonio Abramidis, operación


exitosa, en medio de un raro inconveniente”, “Abramidis: Podrá contar un
nuevo cuento”, “Carreras: no sabemos qué pasó, pero así es la ciencia”,
“Genial Operación Argentina On Line: ganamos sobre la hora”.

En el Restorán “Independencia 2455”, a pocos metros del consultorio de


Ortíz, los tres involucrados más sus respectivas esposas se disponían a cenar y
al mismo tiempo comentar detalles de la experiencia.

“Decime Ortíz – preguntó el escritor –¿ qué diablos hacías frente a mí


cuando casi me muero?”

“¡Nada, hombre, si yo estaba detrás de los reflectores!”

“¡Pero si yo te vi bien – y no te conocía - delante de mí haciendo


señas!” – Insistió Abramidis.

“¡ Pero nada hermano – se rió el Doctor – todo el mundo sabe que jamás
me moví del lugar!”

“ ¡Ortíz....... dejate de macanas.....yo-no-te-conocía....y te vi muy bien...


paradito frente a mí, haciendo señas con la mano derecha.............y te digo
más........... escuchá bien...........sin guardapolvos y sin barbijo.....traje gris,
camisa rayada, corbata azul con pintitas.......y con la mano izquierda......como
pidiendo plata. Mirá, soy escritor pero no estoy loco, y vos que sos psiquiatra
lo sabés muy bien!”
“¡ Pero vos, teóricamente, estabas muerto!” – Interrumpió Herrada.

Abramidis no tenía ganas de pelear, estaba muy contento, y combinaba


frases con carcajadas de alegría para añadir: “¡Así que ahora todos son serios
y responsables y el único loco soy yo, que veo cosas después de muerto. Vos
Facundo viste la hora, luego la voz de citar a Ortíz, y Vos Ortíz no te moviste
de los reflectores.....................Bueno, váyanse al demonio.............pero reciban
mi eterno agradecimiento por lo que hicieron................me salvaron la vida!

“El Champagne lo paga la casa” – dijo el dueño – que se acercaba a la


mesa junto al socio para colocar las copas y dos baldes helados de la mejor
marca argentina. Y agregó: “ Perdone Doctor Ortíz, ......pero estuve
escuchando el relato, y como soy del interior, de las sierras de Córdoba, de
Huerta Grande concretamente, allí vivía un médico que curaba con las manos
y también con el pensamiento. ¿Será algo parecido lo que vio Don Abramidis?

“¡ Yo lo vi a este señor que está acá ahora mismo, y a ningún cordobés


errante, amigazo!”

“Doctor – insistió el tabernero - ¿Cómo se llama eso en medicina?

“En medicina no se – aclaró Ortíz – el nombre espiritual es Reiki”


NICOYA. Historias del golfo.

12 de marzo, ocho de la mañana en Puntarenas, acaba de cumplir


70 años de vida en este planeta. Lo bautizaron Francisco Miguel Angel Ulloa,
pero lo conocen con el sobrenombre de Frank.

Lo de Miguel Angel viene por el genio italiano, personaje


admirado por sus padres que eran artistas. Él escultor y ella pintora. Sin
embargo se ganaban la vida con el cultivo del café.

En la fecha que debía cumplir los dieciséis años sus padres lo


dejaron al cuidado de Felicitas, su única hermana de 22 años, porque ellos
debieron viajar a Panamá contratado por un rico comerciante holandés que
había comprado una antigua y lujosa residencia en el casco urbano tradicional
y era necesario reconstituir adornos de madera, pinturas, mochetas, dinteles,
frisos y otras decoraciones de finales del siglo XVIII.

Con la ganancia que obtendrían por ese trabajo podrían mejorar


su situación económica, ganar prestigio en la región y brindarle un apetecible
futuro a sus hijos, especialmente a la señorita en edad de casarse, y que sin
embargo tenía ilusiones de viajar a México para estudiar filosofía y letras.

Ellos vivían en Cartago, un lugar mágico, con un edificio


religioso mágico que alberga una entidad mágica, la Virgen de los Ángeles,
portadora de una historia curiosa e impresionante.
Estamos hablando de Costa Rica, país pequeño situado en
Centroamérica y bañado por los dos océanos del continente, que desde las
mayores alturas del Valle Central, en días claros, pueden divisarse
perfectamente.

El padre Luís Humberto, un cura del campesinado que dice haber


visitado el Paraíso, asegura que cruzar el territorio desde Limón a Jacó – vale
decir, desde el Caribe al Pacífico – importa transitar por los pagos de Adán y
Eva, antes del confuso episodio de la manzana y la serpiente.

Habían pasado 54 años, desde aquella jornada que cambió su


vida para siempre. Llevaba en su mochila una botella de guaro y una lata de
bebida cola.

El viaje en el tiempo

Felicitas decidió pasar un largo fin de semana en la casa de su


tía Ana Hernández, que vivía al oeste de la playa, en Puntarenas.

El 12 de marzo amaneció brillante y no muy caliente para la


fecha. El jovencito Frank miraba extasiado el mar profundamente azul, las
montañas de distintas tonalidades de celeste en el golfo de Nicoya, las olas
blancas que se depositaban sobre las arenas oscuras, y a sus espaldas la selva
tropical lujuriosamente verde, que iba ganando en construcciones familiares
cada vez más importantes, y algunos comercios para abastecer al incipiente
poblado.

A medida que el sol iba subiendo, las elevaciones otrora


celestes iban cambiando al dorado, al verde, al marrón, al azul y una
combinación de colores que es difícil detallar.
Carlitos Chacón, un amigo de su edad residente del lugar le
dijo que cuando el sol, exactamente a las ocho de la mañana pasara por la
línea geográfica de su nacimiento, debía echarse un trago de aguardiente para
alegrar a los dioses.

Poco sabía Frank que cosa eran los dioses, pero quiso probar
esa bebida, totalmente prohibida en su familia.

Los Ulloa Chavez eran vegetarianos, y en consecuencia no


consumían cadáveres de animales, ni tampoco alcoholes, ni siquiera fumaban.
Café y te eran los únicos estimulantes permitidos.

Cuando el reloj marcó las ocho en punto, Frank volcó en una


taza de metal una buena cantidad del aguardiente “Quitapenas”, cristalino y
perfumado, que invitaba a beber.

El pasaje del líquido por la garganta se asemejaba al Arenal


en erupción, un volcán majestuoso de la provincia de Guanacaste, que
depositaba su ardiente lava por todo el canal interno hasta llegar al estómago.

Pasados algunos segundos, un aire muy fresco acompañado


por el cosquilleo de mil hormigas fue subiendo por el paladar hasta llegar a la
cabeza y allí explotó un globo de pétalos y capullos, que caía como lluvia de
verano, cálida, vaporosa y con la suave fragancia de una canasta de flores
recién cortadas.

Era la primera vez que Frank gozaba de ese dulce sopor, y


para aumentar el encanto se dejó caer en la arena, con las piernas extendidas y
abiertas, y los dos brazos hacia atrás soportando el peso del cuerpo a 45
grados.
En el cielo algunas nubes grises amenazaban con tapar el
sol, impulsadas por una brisa originada en el poniente, pero que no alcanzarían
para nublar esa mañana de dicha personal, que se corporeizaba por una
manera distinta de respirar, de sentir sus músculos y de estar relajado.

El muchacho de Cartago está solo en la playa. Algún perro


del vecindario se divisaba bien lejos, a la derecha, y en el aire a escasos
metros de la superficie, unos pelícanos recorrían la línea de mareas de un
extremo a otro.

Frente a sus ojos, un barco de madera con velas recogidas


en los tres palos enfilaba hacia la costa, ligeramente cargado de estribor. No
parecía una nave pesquera ni tampoco una embarcación de pasajeros.

Se detuvo a unos cien metros para lanzar el ancla, en medio


de un balanceo muy pronunciado, y al poco rato un bote con marineros
vestidos de manera muy extraña remaban hacia su posición.

Por curiosidad, se volteó para saber si a sus espaldas


algunas personas aguardaban el arribo, pero todas las construcciones paralelas
al camino habían desaparecido, en medio de un bosque muy tupido de árboles
grandes y pequeños.

Siete varones de cabellos claros, barbudos y con pantalones


de media caña, torso desnudo y descalzos, empujaron la chalana hacia tierra
firme y parloteando un idioma incomprensible se dirigieron hacia él.

Frank pegó un salto para escapar, pero en segundos fue


rodeado por aquellas personas que no paraban de gritar y gesticular.
El que parecía ser el jefe advirtió que el muchacho calzaba
unas botas acordonadas, de cuero marrón, que le habían sido obsequiadas por
un pariente de San José que poseía una tienda de ropa masculina, y había
comprado rezagos de la Segunda Guerra Mundial, ingresados por Nicaragua.

Los marinos al comprender que el joven no entendía su


idioma, se abalanzaron sobre él para quitarle sus pertenencias, y beberse el
aguardiente que pasó de una boca a otra.

Frank, en instantes, quedó desnudo totalmente, y se


encomendó a Dios pensando que esos salvajes podrían matarlo, afianzado esto
último por la cantidad de espadas que el más joven del grupo había ido a
buscar al bote.

El rugido de un león de grandes proporciones llamó la


atención de los presentes, y grande fue la sorpresa al comprobar que el felino,
al que acompañaban otros de su misma especie, aparecían en la playa y se
abalanzaban contra las personas.

Los marinos abandonaron todo y se montaron al bote


remando con desesperación para escapar de la furia de los animales, que
llegaron hasta el borde del agua, pasando al costado de Frank sin importarle su
presencia.

El muchacho, inmóvil, no atinaba qué hacer. Entre el


miedo que corroía todo su cuerpo, el olor nauseabundo de los leones, y el
hecho de estar desnudo, que es psicológicamente el símbolo máximo de la
desprotección, las posibilidades de permanecer con vida eran remotas.

Los animales tomaron posiciones de descanso mirando al


mar, al sur, este u oeste pero nunca atrás.
Frank, sin hacer el menor ruido, fue tomando sus
pertenencias, dos espadas que abandonaron en la disparada, y con la vista fija
en los leones, caminando hacia atrás intentó llegar hasta los árboles.

Cumplido este objetivo, se vistió rápidamente buscando al


mismo tiempo el árbol más alto y de más fácil acceso para treparse de prisa.
Para esto los marinos ya habían alcanzado esa especie de goleta, y se
disponían a abordarla.

Arremangándose la sotana corría hacia el joven el cura Luís


Humberto en el marco del paisaje anterior, que había recuperado las casas,
algunos automóviles estacionados sobre la calle principal, y sin indicios ni
evidencias de los felinos salvajes, el barco de velas y la embarcación menor de
los tripulantes descendidos instantes atrás.

“Hijo mío – exclamó el sacerdote católico – escuché tus


gritos desde el confesionario y tuve la visión o el presentimiento de que unos
perros cimarrones te querían lastimar”

“No eran perros, padre, sino leones que salieron de alguna


parte, igual que unos marineros zaparrastrosos que llegaron con un bote desde
un velero viejísimo, y que olvidaron estas dos espadas mugrientas. Del miedo
que tuve me imaginé cosas raras, pero lo cierto es que antes no estaban las
casas y ahora sí, y desaparecieron los leones, el bote y el barco”

El religioso abrazó al chico, rezando y llorando por la


emoción. Buscaron una sombra tupida y se acomodaron en cuclillas. En la
botella de aguardiente, algo de bebida quedaba aún, y el cura tras limpiar de
arena el pico, en dos sorbos acabó el contenido.

“Dame las manos con las palmas hacia arriba – le ordenó


con suavidad – ya que necesito conocerte a través de ellas”
No necesitó mucho tiempo para saber qué era lo que tenía
que confiarle al muchacho.

“Cómo te llamás Vos”- le preguntó el cura.

“Frank”- respondió.

Carraspeó y con un largo suspiro le dijo:

“Vas a tener una vida muy larga y muy bella, con


sinsabores, angustias, atropellos, injusticias, malestares y también muchos
gozos, materiales y espirituales. Es que si Dios te mandó a trabajar en este
plano, es porque te necesita entre los humanos de carne y hueso. Hoy, con la
ayuda del traguillo, pasaste a la dimensión paralela. ¡Ojo, que no es por el
Quitapenas, ése solo fue un medio que utilizaron tus Maestros Celestiales!
Los hombres y mujeres de este planeta conviven con otros seres inteligentes,
que vienen desde las estrellas, desde las entrañas de la Tierra, desde el pasado
y el futuro, y desde otros planos paralelos que están fuera de la comprensión
actual humana”

“Cómo es que se fueron y dejaron sus espadas” inquirió


Frank.

“Porque ellos existen, como existimos nosotros aquí, en el


mismo espacio, y casi en el mismo tiempo humano, aunque millonésimas
partes de segundos pueden dar lugar a otras realidades. Imaginate esos platos
voladores que aparecieron hace dos años en los Estados Unidos, y que
causaron tanto revuelo. Esos pueden venir de otros sitios en este tiempo, o ser
viajeros del tiempo, ya sea del pasado, del futuro o de presente permanente sin
tiempo. Vos – Frankie – podés cambiar de dimensión sin necesidad de utilizar
tecnologías mecánicas, biológicas o magnéticas para tu trabajo que será
preservativo de la naturaleza”

“Perdóneme padre – se excusó el chico – no le entiendo


casi nada y cada vez estoy más confundido. Deseo irme a la casa de mi tía,
porque me siento muy mal del estómago”
“Muy bien, muy bien........- expresó el sacerdote – que tu tía
te regale dos cocos y te los pasás alrededor de la cabeza de derecha a
izquierda, toda una vuelta y luego en la misma dirección a la altura del
ombligo toda la vuelta, con el otro coco. Terminado eso, los reventás contra
el suelo y si es posible los tapás con hojas, maderas o telas viejas. Vas a
dormir muchas horas y plácidamente, y cuando te mejores te espero en la
iglesia"

Treinta y siete días después, Frank volvió a Puntarenas y


golpeó la puerta de la vieja parroquia romana, y por espacio de once años el
cura y el aprendiz intercambiaron conocimientos desconocidos, vivieron
irrealidades reales y hablaron en términos que expresaban una cosa y
significaban otra, pero ellos se entendían porque sabían comunicarse con los
que hablaban la lengua del cosmos.

El padre Luís Humberto fue llamado a Roma con funciones


permanentes en El Vaticano y ese mismo año, antes de su partida, Frank se
unió en matrimonio con Virginia Malmann, una argentina doctorada en
ciencias forestales por la Universidad Nacional de La Plata, con la bendición
eclesial del amigo y profesor terrenal. Se escribieron y se vieron en Europa
por 22 largos años, hasta que el viejo cura murió.

El cumpleaños número 70

Los setenta años no le pesaban para nada, de manera tal


que llenó la copa del licor y le añadió la gaseosa para sostener el ritual, pero la
playa no estaba tan tranquila. Patrulleros y guardacostas iban y venían, en el
amarradero de la izquierda un barco enorme intentaba atracar, trotadores de la
mañana se cruzaban por doquier, y muchos carros y buses metían bulla por el
malecón repleto de edificaciones. Las vibraciones de un carnaval que no
terminaba de irse contaminaban la atmósfera.
Frank, pensionado de biólogo especializado en medio
ambiente y con premios internacionales, seguía trabajando para proteger su
patria tica de la tontería humana expresada en ganancias económicas y
asesinatos de especies vivas. Quería asegurar el golfo de Nicoya.

Con ese pensamiento, de un solo trago o “campei” como


dicen los chinos que mejoraron la costanera puntarenense, festejó su
cumpleaños.

En un pestañeo, quedó solo en la playa. Muelle, buques y


personas habían desaparecido, y solo las aves marinas y los pájaros de tierra
que buscaban bichitos al retirarse la marea, andaban por allí.

Acostumbrado a esas piruetas de la Creación, miró hacia


atrás y divisó la figura del padre Luís Humberto que venía corriendo con la
sotana en la falda.

“Casi llego tarde, porque me cuesta acostumbrarme.....


¡Felíz Cumpleaños, Chaval!”

“Padre – preguntó – le dieron permiso arriba?”

“Hombre, me escapé un ratico, en cualquier lugar siempre


hay un amigo que hace excepciones”.

F i n

Los alumnos deberán continuar el relato a partir de “algunos puntos


sueltos”, como por ejemplo: las espadas que quedaron de este lado de la
dimensión, la aparición de los leones, la reaparición del cura, etc. Se busca la
activación cerebral en cuanto aptitudes, actitudes, creatividad, conexiones,
etc.-
AKENATÓN GONZÁLEZ RAMÍREZ

Akenatón González Ramírez coleccionaba todo tipo de


pirámides: altas como el obelisco, chatas, otras más elevadas y estrechas
como la de los mayas y algunas tipo mesetas similares a las que se ven
en México y que corresponden a la cultura azteca, pero su gran pasión
eran las que reproducían a las tres más famosas de Egipto: Keops.
Kefren y Miscerino.

En este mundo de las pirámides, las hay de plástico, cobre,


bronce, cristal, plata, oro, piedra. acero, madera o aluminio, por
ejemplo, y todas tienen algún poder energético, ya sea de naturaleza
curativa, preventiva o simplemente protectora de malos oficios.

Los investigadores de fenómenos curiosos o extraños creen


ver en estos diseños un mensaje de los seres sabios que habitaron el
planeta antes que nosotros, y que por alguna razón han desaparecido sin
dejar rastros,

Científicos de renombre, creen haber fotografiado en las


profundidades del océano Atlántico construcciones piramidales que
corresponderían a la sumergida Poseidón o Atlántida, y por otro lado
existen informes atribuidos a las investigaciones espaciales de rusos y
norteamericanos, que aseguran contar con testimonios gráficos de
similares edificaciones registradas en la Luna o Marte.

En las ferias artesanales que se arman en las plazas,


bulevares o lugares habilitados al efecto, es muy común observar la
oferta de estos elementos, con el aditamento de funciones enriquecidas
por la calidad y características del material empleado para su
fabricación, dado que los minerales poseen propiedades benéficas,
como así también las maderas y ciertas manufacturas logradas a partir
de combinaciones o injertos de productos naturales.
En los mercados populares de Europa, tanto en los países
mediterráneos como en los nórdicos, pasando por los de la región
central, las pirámides ocupan un lugar destacado en la demanda de
turistas, que suelen llevarlo como pieza decorativa y/o de amuleto.

Akenatón, cuyos verdaderos nombres eran José Antonio –


en honor al nacionalista español Primo de Rivera – y que cambió para la
identificación con los amigos cuando se declaró afín con las ideas
socialistas, fue elegido por dos razones: de sonido infantil y de impulso
interior inexplicable, al menos en términos racionales.

Por el sonido infantil está referido a los primeros momentos


de la vocalización, que sonaban de esa forma, y que los niños del barrio
lo institucionalizaron para siempre.

Sin embargo, a partir de las siete años eran recurrentes sus


sueños en una zona muy calurosa, con gente vestida de forma extraña y
moradores de una gran ciudad de piedra, rodeada de pirámides
inmensas.

Por espacio de un cuarto de siglo, los sueños formaron


parte de su vida doble, una referida a la real, normal y natural que es la
que se despliega a la mañana cuando uno se despierta y dura hasta la
noche, y la otra cuando la persona se duerme.

En esta última versión, Akenatón – que también se llamaba


así en la historia de los sueños – tenía amigos que se reiteraban en
distintos episodios como si se tratara de una novela televisiva o
cinematográfica.

Debía tener alrededor de los treinta años y era una especie


de arquitecto que diseñaba edificios, puentes, represas y puertos, y por
lo tanto su vida lo obligaba a navegar continuamente. Tanto por un río
muy largo que llegaba hasta el centro de un gran continente, y también
por mares cerrados y abiertos.

Al visitar otras naciones, con gentes de rasgos muy


distintos: altos, blancos, de ojos claros y cabellos dorados o naranjas,
otros muy negros y los más distantes, bajos y de ojos oblicuos, les
formulaba distintos tipos de recomendaciones, especialmente en las
fusiones de minerales que se utilizaban para el levantamiento de casas,
armado de embarcaciones y para la elaboración de armas de guerra.

Su maestro, en la formación de la especialidad, se llamaba


Oc y era un sacerdote. En aquellos tiempos los que ostentaban ese rango
no tenían la misión religiosa como algo excluyente, ya que eran en
realidad los profesores que lograban traducir la sabiduría del cielo en
palabras, números y gráficos acordes con la altura del pensamiento de
los hombres de esas épocas.

Pensamiento significa música orquestada. Un nivel alto del


pensamiento es una sinfónica y un nivel bajo es la flauta traversa, por
ejemplo. Quien puede dirigir una orquesta de música clásica exhibe
muchos conocimientos de muchas cosas, junto con un elevado nivel de
abstracción que le permite concretar una síntesis, que es la
interpretación musical.

El horizonte elemental es el flautista, que solo puede hacer


una cosa, y aunque eso también es talento, no consigue expresarse
colectivamente.

La evolución de la humanidad arranca con la flauta, pero


debe terminar en la agrupación sinfónica. El proceso concluye cuando
cada una de las personas está en condiciones de dirigir la orquesta.
Oc era el maestro bilingüe, que conocía el idioma del
cosmos y el de la tierra. Con Akenatón hablaba el idioma que él
entendía – simbólicamente- pero no podía comunicarse con los blancos,
los negros o los amarillos porque aún no habían alcanzado el grado
indispensable de madurez, y quizás pasarían muchos siglos para que
lograran pasar de un nivel a otro.

Akenatón tenía un gran amigo, Arah, que era el curador,


una especie de médico, cocinero y deportista, especialmente preparado
para atender pequeños y ancianos con recomendaciones alimentarias y
de educación física.

Los tres, más sus respectivas esposas e hijos, dos veces al


año en determinada posición del sol y de la luna, se reunían en un paraje
denominado Raudán, y allí pasaban dos días en una tienda, bebiendo
agua y comiendo frutas exclusivamente, cuidando de no mezclar semilla
con carozo y color verde con rojo.

Ellos armaban su campamento en una depresión del


terreno, con abundante agua de manantial, que luego formaba un arroyo
que terminaba en el mar. A sus espaldas una montaña muy alta en forma
de pico, llamada Raudán Madán, ofrecía el marco de serenidad y belleza
imprescindible para gozar de un par de jornadas con la naturaleza.

Akenatón, en sus viajes, intentaba enseñar a blancos,


negros, amarillos y mestizos con responsabilidades políticas dentro de
sus respectivas organizaciones sociales la correcta utilización de las
aleaciones metálicas, y la tremenda responsabilidad que significaba
mezclar materiales con valores antagónicos (lo que llamaríamos hoy, de
naturaleza geoelectromagnética), aunque su mayor empeño consistía en
evitar la fabricación de armas, herramientas para la muerte.
El día que Akenatón cumplió los treinta y tres años, se
acostó muy tarde, y soñó que se despedía de sus amigos.

En cuatro años, jamás, volvió a tener contacto con las


experiencias oníricas,

En febrero del año 2001, en su carácter de Capitán de barco


mercante “Comodoro Rivadavia” de bandera argentina, llevó un
cargamento de vinos finos y champanes a Génova, Italia, y dejó la nave
para mantenimiento por espacio de tres semanas.

Quince días, de ese tiempo, lo ocupó para cumplir uno de


sus grandes propósitos, que era visitar Tierra Santa y El Cairo. La
primera parte del itinerario consistió en una recorrida global por tierra
palestina bajo la eficiente conducción de un guía que no dejó
explicaciones por hacer respecto a los puntos comunes de las tres
orientaciones religiosas existentes.

Con el arribo a Egipto, los problemas empezaron en el


aeropuerto con el extravío de las maletas, que llegaron con un retraso de
24 horas.

Luego, por sobreventa de asientos, Akenatón no pudo


abordar el bus que lo llevaría a recorrer la represa de Assuán, y tuvo que
alquilar un tour por la ciudad. Luego se complicó la visita a las
pirámides, por un atentado en contra de la empresa de turismo
contratada y finalmente terminó recorriendo museos.

Omar El Badhir, titular de un taxímetro del hotel, a cambio


de un precio bajo por los servicios y la promesa de recibir diez discos de
tango argentino con los principales intérpretes de Buenos Aires, accedió
a llevar a Akenatón a realizar recorridas no convencionales por los
templos, las pirámides famosas, y el oasis escondido, que él suele
frecuentar.
La prioridad de las visitas fue fijada por Omar, y éste dejó
para el último día la observación de un cañadón verde situado a varios
kilómetros de la ciudad, con un recorrido de unas tres horas de viaje.

El chofer llevó a su esposa y a la suegra, y antes habían


convenido que Akenatón las invitaría a comer en una posada de comida
europea, muy rica según la opinión de Omar, para que no llevaran la
vianda como ellos acostumbraban a hacer en sus paseos.

Todo el viaje fue salpicado en idioma árabe e inglés, según


se dirigieran a las damas que hablaban un idioma, y Akenatón el otro, o
sea el inglés.

A las once de la mañana cruzaron un arco de árboles y se


internaron en un bosquecillo dividido por un estrecho curso de agua que
daba lugar a una alfombra de pastos muy verdes, con camellos,
dromedarios y caballos que pastaban o descansaban a la sombra de
distintas especies vegetales.

Llegaron hasta una plataforma, con bases muy sólidas de


piedras similares a las apreciadas en las pirámides, pero desparramadas
en un radio de 500 metros, que fue asiento durante muchas centurias de
templos paganos y de las tres religiones monoteístas.

Cuenta la tradición que en la medida que los distintos


grupos religiosos tomaban el control de la ciudad y utilizaban el templo
para pedir a Dios o sus equivalentes la destrucción del enemigo, el
volcán situado al oeste entraba en erupción y solamente con el
movimiento provocado caían las piedras y se desarmaba la
construcción.

En camino hacia el restorán, Omar le indicó al pasajero la


ubicación del mismo, y un frío intenso recorrió el cuerpo de Akenatón
al ver el pico de sus sueños.
El automóvil seguía su marcha hacia la parte más alta del
poblado, pero Akenatón disimulando su estado nervioso, le pidió que se
detuviera para caminar un poco porque sentía un calambre en la pierna
izquierda.

Necesitaba tiempo para recuperarse, y no dejaba de


observar la montaña que por 25 largos años había sido parte de sus
repetidos sueños. Un impulso lo motivó a bajar unos metros, y encontró
el lugar de las viejas reuniones, incluso las mismas piedras que utilizaba
para asegurar la tela de las carpas.

Desde arriba Omar le preguntó si estaba bien, y él le


contestó que subiría en un instante porque el dolor había cesado.

Luego del almuerzo, continuó la recorrida por distintos


puntos del oasis y otros lugares históricos de la cultura egipcia muy
poco conocidos por los turistas. Akenatón gastó tres rollos de filmes
solamente en ese lugar.

El último contacto entre Omar y Akenatón fue la despedida


en el aeropuerto, y la promesa de enviarle las fotos en donde aparecían
todos en los distintos puntos visitados.

Con la llegada a Génova luego de varios transbordos,


Akenatón mandó la revelar los rollos y subió al barco para verificar el
estado de las reparaciones y planificar la partida.

Al otro día procedió a retirar las fotos y seleccionar las que


debía reproducir para enviarlas al Cairo. Sobre 42 en las que se
encontraban los familiares de Omar y ellos mismos, eligió 34, y las
encargó.

A las dos horas pasó a recogerlas y entró en un bar para


hacer los sobres junto con una nota amable para Omar. Pidió un café
muy caliente con unas gotas de licor, porque esa temporada de fines del
invierno se presentaba con mucho frío.

Al desplegar las bolsas de papel de la casa fotográfica,


observó que una de ellas decía – en italiano – que era de cortesía, e
imaginó que serían ampliaciones adicionales producidas por el gasto
importante realizado. No lo abrió porque las fotografías que debía
despachar a Egipto estaban completas.

De regreso al buque guardó los sobres en la maleta, y un


día muy soleado en alta mar, en la cubierta, se dispuso a remirar las
fotografías de su viaje por Medio Oriente.

El sobre de cortesía, a diferencia de los otros no tenía cierre


metálico, sino de enganche clásico. Al sacar las fotos comprobó que
eran de un tamaño levemente superior, pero le llamó la atención la
aparición de personas desconocidas en las siete placas, y supuso un
error de los empleados del comercio.

Pero al fijarse con más detalle, reconoció al volcán, se


reconoció a si mismo en las fotos y a otras dos personas, una con traje
claro color beige y sombrero blanco a su izquierda y a la derecha, otra
de camisa azul y pantalón gris: eran sus amigos del sueño Oc y Arah.

Detrás de cada foto, habían escrito en castellano, la misma


oración:

“Todos volvemos a la casa original y siempre nos están


esperando los amigos. Amor, Salud y Paciencia te desean, Oc y Arah

----Raudán Madán “
RESPUESTAS DE MÍ OTRO YO

Caminar descalzo sobre el césped verde y amarillo de la primavera,


especialmente cuando no se percibe la humedad del rocío, puede ser el inicio
de un camino sin vueltas.

Respirar de manera profunda y acompasada, estirando al máximo la


elasticidad de los pulmones, ayuda.

Poner la mente en algo placentero, coopera.

Meter los dedos en el cabello, apretando el cráneo, en un movimiento


continuo de adelante hacia atrás, también ayuda.

Abrir los brazos, como saludando a la mañana, mientras el paso se hace


más rápido, significa que ya no hay posibilidades de volver atrás.

Por la nariz ingresan aromas de malvones y geranios, que no están allí


físicamente, pero se sienten.

Los ojos recorren todo el campo: A lo lejos las montañas de colores


grises, azules, verdes, negros y violetas, que a veces son cruzadas por nubes
de distintas formas, y casi siempre con rayos del sol dibujando espirales,
líneas paralelas, segmentos de luz y de sombras. Más cerca, las tonalidades
infinitas producidas por la presencia de tierras, ramas, pastos y hojas muertas.

La vista no se aparta de ese paisaje, las piernas solas descubren el trote


suave y los brazos extendidos como dispuestos para volar, son alimentados
por ese combustible vegetal, interno, gratuito y placentero que es el galón de
malvones, incorporado al tanque de gasolina por la manguera virtual que
conecta mediante las fosas nasales.

“Veré que hay en el bosquecillo” - dijo el caminante

En primer término, unos árboles altísimos que no conozco su nombre:


pueden ser eucaliptos, tibas o especies emparentadas. Muchos pájaros
cantando en las copas, cuartillos revoloteando y ardillas que no se detienen en
ningún momento.

“Daré las vueltas necesarias hasta caer agotado y dormir en la alfombra


de pasto”

“¿Cómo sé que es primavera si solamente hay dos estaciones del


tiempo: seco y lluvioso?”

Porque los perciben tus otros cuerpos pegados al físico, y te lo


transmiten por la vía de las sensaciones. Es primavera cuando tú crees
que estás empezando algo nuevo, cuando las energías brotan como los
hongos después de la lluvia, cuando eres tan optimista que estás segura
que el día será perfecto, luminoso, cargado de bienestar personal y de
comprensión y perdón para el que nos hizo un poco de daño.

“¿Quién está hablando conmigo y me trata en femenino?”

No te estoy hablando en femenino por el sexo, sino por la


denominación en castellano del Ser: Persona. Hablo conmigo. Me estoy
hablando a mí misma. Tu y Yo somos la misma persona.

“¡ A ver......a ver.......a ver! ¿Cómo es que, a pesar de mis años, es la


primera vez que me comunico contigo/conmigo?
Porque mi energía estaba dormida en tu interior y con esta nueva
vida que empezaste con tu cuerpo físico, permitiste el afloramiento.

“¡No entiendo, y esto me huele a broma de mal gusto!”

¡Pues no lo es! No puedes clavar sin martillo, no puedes cortar sin


serrucho, no puedes agujerear sin taladro, no puedes escribir sin lápiz
porque todo eso es externo a ti. Son energías materializadas que tú usas
para trabajar. Pero puedes comer con tus manos, nadar con tus
extremidades, besar con tus labios. ¡Esas son tus energías interiores,
propias, que puedes emplear!

De recién nacidos no podemos utilizar nuestras energías hasta que


aprendemos a hacerlo, y ahora tú estás liberando ataduras porque al
trotar, respirar mejor, gozar del paisaje, empezaste a mirar hacia adentro
y así juntamos las dos partes, de las siete que somos.

Una parte nuestra está atada al piso y la otra al cielo.

“¡Es que yo vivo en el suelo, todo el tiempo!”

No digas yo, como si fueras una totalidad, porque Yo también soy


Yo, y en consecuencia Tú. Ambos somos una unidad. En algún momento
el racionalismo de las matemáticas encontrará la forma de explicar la
unidad de esta aparente dualidad.

Tú, ahora mismo, crees que te está hablando un fantasma, vale


decir, otra persona que no ves, ni tocas, pero escuchas.
El estar conectado, exclusivamente, a la Tierra es como utilizar una
sola parte de tu receptor de radio, por ejemplo la frecuencia AM, y al no
tener antena te impides de sintonizar la FM. Pero ambas ondas tienen
vida y giran a tu alrededor.

Solo la mitad de tu cerebro está activado, y en consecuencia


trabajas a media máquina. Debes continuar con la antena desplegada del
hemisferio derecho para seguir oyéndome.

El estado actual por el que atraviesas, ha alineado botones con


ojales y al abrochar el chaleco de los chakras, habéis disparado espirales
de energía que rodean tu columna desde las extremidades hasta la cabeza,
conectando de frente hacia atrás las glándulas pineal y pituitaria, y
transversalmente, los dos hemisferios cerebrales. Por este último puente,
me sintonizaste en el dial imaginario, y por el espiral electromagnético
prendiste la radio: ahora escuchas, me escuchas, te escuchas.

“¡ Me da la impresión que estoy soñando, porque además de esta voz


que siento formándose en algún lugar de la mente, veo colores más fuertes,
recibo sensaciones de placer muy intensas, y tengo deseos irrefrenables de
abrazar a amigos y desconocidos para infundirles corrientes positivas de amor,
de afecto, de solidaridad, de compromiso, de felicidad.........!”

Para demostrar que no estamos soñando, empieza a despegar tu


parte material a través de las caminatas, las carreras, los ejercicios físicos
o las distintas formas de meditación existentes, y entonces poco a poco, la
parte inmaterial irá ocupando el lugar que separó el cuchillo cuando
cortó la manzana por la mitad.

“¿ En ese momento, ¿qué obtendré?”

La primera parte de un largo proceso de integración humana:


La Identidad.

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