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Gui de Practica
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Una guía de buena práctica para trastornos del espectro autista (TEA) es un
documento donde se detallan las prácticas más adecuadas de acuerdo con la
investigación empírica, ya sea para la detección, el diagnóstico, el tratamiento,
la intervención o la investigación en el ámbito de este tipo de trastornos.
Índice
1 Origen
2 Guías de buenas prácticas editadas
2.1 Ámbito angloparlante
2.2 En español
3 Bibliografía
4 Enlaces externos
5 Referencias
Origen
La creación de guías de buenas prácticas para los trastornos del espectro autista
viene motivada por la necesidad de reconducir la investigación y las prácticas
especializadas de diagnóstico e intervención en TEA de acuerdo con los
descubrimientos científicos que fueron surgiendo a finales de la década de los 90 y
principios del siglo XXI.1
El problema fundamental al que había que dar una solución era que, en torno a los
años 60 y 70, existían prácticas muy diversas e incluso contradictorias enraizadas
en escuelas de distinta tradición (psicoanálisis, conductismo, enfoque
neurológico). Mientras en Europa el autismo iba perfilándose como un trastorno con
entidad propia, según lo que defendían autores como Kanner y Asperger (los primeros
en caracterizarlo), en América del Norte sus límites frente a otras disfunciones
como la psicosis eran confusos, lo que dio lugar a diversos abusos, como el
sobrediagnóstico o el uso de tratamientos de dudoso éxito sin base científica.
Pero ya en los años 80 se fue haciendo cada vez más patente el origen genético del
trastorno con base en diversos estudios sobre su heredabilidad. Todo apuntaba a una
base neurológica, que lo diferenciaba claramente de las psicosis. Sin embargo, en
la práctica clínica, muchos especialistas se resistían a integrar estos nuevos
descubrimientos, ya sea porque estaban demasiado apegados a su tradición o porque
les costaba tener que cambiar sus planteamientos en la praxis de muchos años. Sea
como fuere, era preciso dar un giro radical a la situación, ya que se seguía
diagnosticando como autistas a personas que no lo eran, a otros que lo eran no se
les daba el diagnóstico adecuado, las intervenciones implicaban importantes
inversiones de tiempo y recursos económicos y humanos que en muchos casos
resultaban estériles e incluso contraproducentes, como la separación de hijos y
padres,2 el tratamiento con vitaminas, etc., con todo lo que ello conllevaba de
perjuicios a los pacientes.
Una de las consecuencias más dañinas era la inculpación de los padres, cuando ya ha
quedado demostrado que el origen del trastorno es constitutivo y no depende, en sí
mismo, del estilo de crianza. Según Rivière, la confusión entre autismo y psicosis
ha sido uno de los mayores errores de la psiquiatría moderna.3
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Esta página se editó por última vez el 10 may 2021 a las 02:32.
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