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Teoria de La Sancion
Teoria de La Sancion
Señala Soler que “la genérica prevención de males y de delitos es una función
primaria de gobierno y, como tal, asume las formas más variadas, y pertenece
propiamente al derecho administrativo. Pero existen medidas con ese fin genérico
de evitación de daños, cuya acción se ejerce inmediatamente sobre los individuos,
para los que representan, aun estando despojadas de todo sentido punitivo, una
considerable restricción de libertad”.[1] La aplicación de una de éstas puede
hallarse vinculada a la comisión de un injusto.
Aunque luego reseñemos una disputa al respecto, lo cierto es que las medidas de
seguridad no son sanciones: esto porque no son la consecuencia del
incumplimiento de un deber. “El Estado puede disponer medidas de seguridad con
los más variados motivos que pueden no tener nada que ver con la perpetración
de un delito (curas coactivas, cuarentenas, internación de alienados, de
infecciosos, desalojos, desinfecciones, etc.)”. Cuando se toman a raíz de un
injusto, las medidas no dependen ni en su clase ni en su duración de la gravedad
del mismo, sino de otras razones, entre ellas, la mayor o menor peligrosidad del
sujeto,[2] y se mantienen mientras persisten dichas razones.
Fundamentos.
c) eliminatorias, las que buscan excluir del tráfico social a los delincuentes
habituales. No debe confundirse este último supuesto, que exige se den muy
estrictos requisitos legales (v. XX-2), con lo que es el concepto criminológico de
habitualidad.
Asimilación o distinción.
Hay, entonces, penas y medidas de seguridad. Ahora bien, ¿en qué consiste la
diferente naturaleza de ambas? ¿Participan de la misma esencia penas y
medidas? Dos bandos se constituyen: los que sostienen la distinción y los que
asimilan ambas figuras.
LA PENA.
Ulpiano la definía como “la venganza de un delito”. Franz von Liszt entendía la
pena como el mal que el juez inflige al delincuente, a causa del delito, para
expresar la reprobación social con respecto al acto y al autor. En definitiva, es
la disminución de un bien jurídico del delincuente, aunque éste no reciba la pena
como tal. “El vagabundo que comete una pequeña ilicitud para ganar el bienestar
de la cárcel durante unos meses de invierno, sufre jurídicamente una pena, porque
el derecho valora la libertad más que el bienestar” (Soler).
Al ser aplicada por el juez. Se restablece el orden jurídico que había sido
quebrantado por el accionar del delincuente. Es la etapa de la retribución.
Siguiendo a Fontán Balestra —que en esto sigue a Antolisei—, puede decirse que
tres ideas básicas se mueven en derredor de las teorías de la
pena: retribución, intimidación y enmienda.
a) Retribución.
b) Intimidación.
La pena busca evitar los delitos por medio del temor que inspira. Los dos más
destacados son Feuerbach, que entiende que deben contrarrestarse los impulsos
del hombre, haciendo que “todos sepan que a su acto seguirá inevitablemente un
mal mayor que el deriva de la insatisfacción del impulso de cometer un hecho”; y
Romagnosi, para quien la pena debe “infundir temor a todo malhechor, de modo
que en el futuro no ofenda a la sociedad” (v. II-3).
c) Enmienda.
Luego de tanto criticar, define la pena por exclusión: “Es coerción, es privación de
derechos o un dolor, no repara ni restituye, tampoco detiene las lesiones en curso
ni neutraliza los peligros inminentes”. Es más, “yo no sé para qué sirve, y tampoco
me interesa saberlo”. La función judicial es “acotar el ejercicio del poder punitivo” y
garantizar la supervivencia del Estado de derecho.
Tuvo auge en el último cuarto del siglo XIX la teoría de la unidad de la pena:
proponía unificar las penas porque, siendo el fin fundamental de la pena la
enmienda del delincuente, era impropio que existieran varias. Hoy la doctrina y la
legislación han abandonado este sistema, y se han volcado al sistema de la
pluralidad de penas: “así como es diversa la personalidad de los delincuentes,
diversas deben ser también las medidas que adopte la sociedad para preservarse
de ellos y para obtener el fin de readaptación o reeducación perseguido” (Fontán
Balestra).
Alternativas se dan cuando el juez debe elegir entre una y otra pena, no
pudiendo imponer ambas conjuntamente.
Supuestos de penas alternativas los hay siempre que se reprime con “reclusión o
prisión”, y de penas conjuntas en el allanamiento ilegal de domicilio: “Se impondrá
la misma pena [prisión de seis meses a dos años] e inhabilitación especial de seis
meses a dos años [...]”
Penas principales son las que pueden aplicarse en forma autónoma, por sí solas.
Entre nosotros, son las que enumera el art. 50, C.P.: reclusión, prisión, multa e
inhabilitación.
Penas accesorias son las que no pueden aplicarse en forma autónoma, sino que
acompañan la imposición de una pena principal de cuya existencia dependen. En
nuestro derecho, son la inhabilitación absoluta accesoria (art. 57, 58) y el
decomiso de efectos e instrumentos del delito, Zaffaroni agrega que “hay otras
previstas en leyes especiales, siendo la más frecuente la clausura”.