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Apartes del libro de Riszard Kapuscinski “Los cinco sentidos del periodista”

Estar

Recuerdo cuando llegué a una aldea de Senegal, en África (...) Como no había luz eléctrica,
había que comprar una pequeña linterna china que costaba un dólar. Pero nadie en esa aldea
tenía un dólar. Cuando llegaba la noche, la gente se juntaba. Desde las siete empezaban a
contar historias, y aunque no tenían ni televisión ni Internet disfrutaban de algo tan valioso
como ese momento tan bello, tan poético. A las once de la noche todo el mundo marchaba a
dormir, algo que para un reportero constituía en sí una experiencia realmente dura, sin contar lo
que sucedía además durante la noche. Se dormía sobre el piso de pura tierra, en casitas
pequeñas de adobe, acomodado entre toda una familia, lo cual significa muchas personas.
Pero entre la noche terriblemente calurosa y la invasión de mosquitos era imposible dormir, así
que uno se quedaba quieto hasta que aparecía el sol a las seis de la mañana. Era una
experiencia bastante difícil, pero si no la compartía no podría haber comprendido la vida en
África. Si pasaba la noche en el Milton o en el Sheraton, no habría tenido conciencia de todos
esos hechos que hacen a esas vidas. La profesión de reportero requiere, para poder escribir,
que este tipo de experiencias se sientan en la propia piel.

Ver

Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos qué tiene
de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande.
Debemos hacer una reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, este pasaje entre lo
local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Sólo así el lector descubrirá en nuestro
texto, junto a la historia concreta, un mensaje universal, una pista que le ayude a descifrar las
leyes del mundo.

Oír

Vivimos en un mundo de enorme producción intelectual, donde se han escrito montones de


libros sobre todos los temas. Escribir sin conocerlos, o sin siquiera saber de su existencia,
revela una actitud muy ingenua. Siempre hay expertos en esos asuntos acerca de los cuales
nos toca escribir, y el valor de su trabajo es incalculable para el nuestro.

Compartir

Nuestro éxito profesional depende de los otros: no podemos ser cínicos porque la esfera en la
que desarrollamos nuestra profesión se construye entre nosotros y los otros. Ahí se juega todo:
la gente nos mira y nos evalúa, constantemente, y advierte la diferencia entre un periodista que
pregunta sobre problemas que realmente lo preocupan y otro que llegó al lugar para obtener un
par de respuestas sin compromiso alguno, y partir. Sin empatía, esa habilidad de sentirse
inmediatamente como uno de la familia, no es posible compartir los dolores, los problemas, los
sufrimientos y las alegrías de la gente. (...) el tipo de relación que establezcamos con el otro
definirá nuestro trabajo: si fallamos en este sentido, no podremos hacer bien nuestra profesión;
a la inversa, si establecemos intercambios humanos intensos y ricos, encontraremos la fuente
de nuestro material.

Pensar

A diferencia de otras actividades, donde en ocasiones es posible afirmar que alguien ha


conseguido mucho, en el periodismo nunca sabemos en realidad qué hacer, cómo actuar,
cómo escribir. En cada artículo, cada reportaje, cada crónica, siempre estaremos empezando
de nuevo, desde cero. Ni siquiera los libros que escribimos escapan a esta regla: ninguno nos
va a servir mucho para el que sigue. Siempre estaremos al principio, nunca podremos estar
contentos.

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