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Metaf Xtna
Metaf Xtna
METAFÍSICA CRISTIANA
La Metafísica es la ciencia y sabiduría del ente en cuanto ente, a la luz del tercer
grado de abstracción formal y positiva. La Metafísica cristiana es la misma Metafísica
natural, perfeccionada a la luz de la Sabiduría cristiana.
Intentamos exponer la doctrina metafísica cristiana de Santo Tomás de Aquino o
Metafísica tomista, más que nada en un sentido medular, tradicional y positivo.
Tenemos en cuenta, especialmente para ello, al mismo Santo Tomás de Aquino; a los
precursores y hasta, cierto punto, iniciadores Platón y Aristóteles; y a grandes comentaristas
y autores de la Escuela Tomista Dominicana como Capreolo, el Ferrariense, Cayetano, D.
Báñez, Juan de Santo Tomás, Norberto del Prado, Santiago Ramírez; y de otras Escuelas.
Todos ellos, básicamente presentes en nuestra mente, aunque no siempre citados.
Sin galas de erudición o de originalidad, se trata de ayudar a llevar, aunque sea con pocas
fuerzas, esa luz metafísica intensa, que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo encendió en la
Iglesia, en el mundo y en Santo Tomás de Aquino, en el tiempo y por encima del tiempo,
hasta la eternidad.
Jesucristo Nuestro Señor, Verbo encarnado y redentor, en quien brilla la totalidad del
conocimiento sobrenatural y natural; la Santísima Virgen María, Madre de Dios y
Corredentora; el Patriarca Santo Domingo de Guzmán –Fundador del Santo Rosario y de la
Orden de Predicadores- ; Santo Tomás de Aquino; y todos los Santos, nos acompañen y
bendigan, eficazmente, en estos caminos hacia el Ser increado.
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El nombre Metafísica es usado en el siglo I antes de Cristo por Andrónico de Rodas que
hizo una edición de las obras de Aristóteles, denominando así a la Filosofía primera o
Teología de Aristóteles (2).
La Metafísica es llamada por Aristóteles, diversamente: φιλοσοφίa Filosofía
primera, en cuanto considera a la sustancia inmóvil y primera; así se opone a la δευτήρα
φιλοσοφία filosofía segunda, es decir a la Física que considera a la sustancia segunda (3).
Θεολογία Teología, en cuanto trata de Dios, ser supremo (4). Πρώτη πιστημή Ciencia
primera (5). τω̃ν πιστημω̃ν Diosa de las ciencias (6), /σπερ κεφαλὴ των
πιστημω̃ν como cabeza de todas las ciencias (7). Σοφι̉α sabiduría, por antonomasia (8).
Filosofía, por antonomasia (9).
La sabiduría (sapientia, sapida scientia, ciencia sabrosa) (10) importa un conocimiento
profundo y a ella le corresponde la consideración de las causas profundas a partir de las
cuales, juzga y ordena a las restantes ciencias y conocimientos. Puede proporcionar un
conocimiento último en un género determinado de ciencias o de artes, como en la medicina
o en la arquitectura (sabiduría secundum quid o en un cierto sentido); y así se habla de un
sabio médico o de un sabio arquitecto. Y puede proporcionar un conocimiento último en
todo género u orden de artes y de ciencias, en cuanto establece un conocimiento de las
causas supremas de toda la realidad (sabiduría simpliciter o simplemente dicha) (11). De
este último tipo de sabiduría es la Metafísica.
En conclusión, etimológicamente hablando, hay que decir que la Metafísica trata de lo
que está más allá de lo físico, de lo supremo del ser, de Dios.
II. Definición usual de la Metafísica
La definición usual de la Metafísica es la oración que expone la significación del nombre
Metafísica, por vía del uso que hacen del mismo, aquellos que lo pronuncian o escriben.
Esta definición usual coincide con la etimológica. Consultando el uso de este nombre (y
de los equivalentes) por los grandes metafísicos, de los cuales se tenga conocimiento,
consta que por el mismo intentan señalar un conocimiento supremo, que trata de la realidad
más profunda, que trasciende lo físico, hasta lo separado y divino.
Incluso Kant, que niega la existencia de la Metafísica, acepta, en líneas generales, este
concepto para la misma.
2.- Definición real de la Metafísica
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Por tanto, consideraremos al presente sólo a algunos: Platón, Aristóteles, Santo Tomás de
Aquino, Cayetano, del Prado, Santiago Ramírez (13).
Se trata de grandes metafísicos de corte clásico. Desde S. Tomás de Aquino en adelante,
embebidos en el espíritu cristiano. Su vida se encuentra en libros de historia. Su
pensamiento metafísico tiene que beberse directamente en sus obras.
Resumiendo su actitud metafísica decimos que ellos no se quedaron en la superficie o en
lo sensible de las criaturas, sino que en distinta medida, llegaron a las profundidades de la
realidad y del conocimiento mismo; elevándose a la consideración de Dios que les alumbró
toda la realidad.
Esta actitud metafísica supone una cualidad o hábito metafísico en el alma, en la
inteligencia. Los grandes metafísicos tienen esta fisonomía fundamental, aunque admitan
muchas variantes.
En conclusión, decimos que la Metafísica, según su definición real descriptiva por sus
actos propios, es una cualidad o hábito de la mente humana, según el cual, quienes la
poseen, trascienden lo puramente exterior y sensible, ingresando en las profundidades de la
realidad y del propio conocimiento, y elevándose, en definitiva, hasta Dios.
II. Definición genética de la Metafísica
La definición genética de una cosa indica el modo por el cual una cosa se hace.
En nuestro caso se trata de descubrir el modo por el cual se establece la Metafísica. Se
trata de la génesis u origen psicológico de la Metafísica, supuesto que tiene su causa
eficiente o principio de realización en la razón, como veremos, y ésta se incluye en el orden
psicológico. ¿Cómo se origina la metafísica en la razón? ¿Cómo se llega a la eficiencia de
la Metafísica? (eficiencia que supone también la finalidad de la misma).
Es la admiración lo que está en el origen de la Filosofía y de la Metafísica.
Dice Aristóteles en su Metafísica: “Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente
ya por los que primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a
filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos
sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas
mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación
del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. (Por
eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo; pues el mito se compone de
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El fin último natural del hombre (objeto de la felicidad natural) se consigue por el
intelecto. Y en el intelecto por la Metafísica, en cierta plenitud y virtud.
Al fin de la Metafísica se ordenan las otras ramas del conocimiento humano.
El conocimiento sensitivo permite al hombre superar los límites de su realidad física y
abarcar superficialmente al mundo que lo rodea y hasta cierto punto su propia sensibilidad.
Este conocimiento sensitivo se ordena al intelectivo en donde se da un conocimiento más
universal y profundo que accede a las distintas esencias de la realidad.
En el orden intelectual científico, la Lógica enseña la metodología fundamental de todas
las ciencias.
La Filosofía natural se concentra en las formas internas y substanciales de las cosas
sensibles.
La Matemática concentra en la forma cuántica y adiestra en la abstracción.
La Moral descubre las normas de la rectificación del apetito y afecto humano, que
permiten luego el más alto ejercicio de la contemplación de la verdad.
El hombre dispuesto de esta manera, con método para conocer (Lógica); en contacto con
la realidad superficial y la sólo inteligible de las cosas naturales (conocimiento de los
sentidos y Filosofía natural); con la forma abstracta de la cantidad y el adiestramiento en la
abstracción por las Matemáticas ( y las anteriores formas de conocimiento); con dominio
sobre los fantasmas o imágenes expresas por los sentidos internos superiores (anteriores
ciencias y Moral); y con dominio sobre las inclinaciones afectivas (por la Moral), puede
llegar al conocimiento superior de la Verdad suprema, es decir, a la contemplación
metafísica en un nivel superior, que a su vez le ilumina todo el orden del universo.
En conclusión decimos que la causa final de la Metafísica es la Verdad divina y la
contemplación de la Verdad divina. Y según esto definimos a la Metafísica, desde el punto
de vista de la causa final, como la ciencia y parte de la filosofía que se ordena a la Verdad
divina y a la contemplación natural de la verdad divina.
IV. Definición de la Metafísica por la causa eficiente
La causa eficiente es aquello de donde primeramente se origina el movimiento en el
orden de la ejecución. También se define diciendo que es la causa de la realización de las
cosas. Así por ejemplo, un carpintero es la causa eficiente de la realización de una mesa.
La causa eficiente se distingue en principal e instrumental.
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La causa eficiente principal es aquella que actúa por su virtud propia; por ejemplo, el
carpintero que por su razón realiza una mesa.
La causa eficiente instrumental es aquella que aún teniendo su virtud propia y su acción
propia, que ejercita cuando actúa como instrumento, sin embargo, en cuanto instrumento,
actúa en cuanto movida por una causa principal. Así la sierra que es utilizada por el
carpintero para la confección de una mesa: por su virtud propia puede cortar, pero para
acceder a la realización de una mesa requiere ser movida por un carpintero. En el caso, el
carpintero mueve a la sierra con su inteligencia o razón, y así eleva la virtud operativa de la
sierra que de por sí no tiene una inteligencia o razón.
La causa eficiente principal se distingue en primera y segunda.
La causa eficiente primera es causa eficiente incausada. Actúa sólo por sí misma, por su
propia e imparticipada virtud. Es Dios.
La causa eficiente segunda necesita ser movida o causada para actuar. Las criaturas son
causas eficientes segundas; ejerciendo una causalidad principal o instrumental.
La Metafísica es una actividad cognoscitiva humana y un hábito científico humano. Su
causa eficiente principal segunda es el hombre operante por su razón.
Hay que tener en cuenta algunos aspectos especiales del conocimiento humano.
El conocimiento acontece en alguno que conoce. El conocimiento es en el que conoce.
Para conocer a alguna cosa, el cognoscente necesita poseer a esa cosa en su propia
inmanencia. Si no tiene en su inmanencia a esa cosa, por ejemplo, a un árbol en su propia
entidad, puede poseerla en su imagen o semejanza.
Las imágenes de las cosas tienen una gran función en el ámbito del conocimiento. El que
ve a un árbol tiene una imagen del árbol en su vista. Informado por esa imagen del árbol en
su ojo, emite el acto de visión del árbol real. La imagen que está al principio del acto de
conocimiento se llama especie impresa. En el orden natural humano, siempre se requiere la
especie impresa para el conocimiento. La especie impresa determina al cognoscente en su
potencia o principio operativo, y lo proporciona para que pueda emitir un acto de
conocimiento correspondiente.
Pero en ciertos ámbitos del conocimiento se requiere también otra especie: la especie
expresa que es una imagen o especie que se origina a partir del cognoscente en el término
inmanente de su acto de conocimiento - hay un término trascendente del conocimiento que
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Desde un punto de vista objetivo, se puede decir que el ser es causa cuasi-eficiente del
conocimiento intelectual y particularmente del metafísico, utilizando como instrumentos a
las cualidades de las cosas (color, sabor, etc.).
Se distinguen el intelecto agente y el intelecto posible. Los sentidos interiores superiores
(imaginación, memoria y estimativa) proporcionan los llamados “fantasmas” que son
especies (imágenes) expresas de los mismos que caen bajo el influjo del intelecto agente. El
intelecto agente ilumina a estos fantasmas y descubre la esencia inteligible de las cosas que
se encuentra encubierta bajo las condiciones sensibles particulares. Y esta esencia
inteligible así abstraída, pasa como especie inteligible impresa a informar al intelecto
posible o inteligencia propiamente dicha. La inteligencia, informada por la especie impresa,
emite el acto intelectual de conocimiento, en cuyo término se encuentra la especie expresa
en la cual conoce a la cosa trascendente.
Directamente se llega a un conocimiento en universal (hombre, animal, etc.). Pero
reflexionando sobre el propio acto y sobre los fantasmas se llega a un conocimiento de los
singulares (este hombre, este animal, etc.).
Se distinguen tres operaciones en el intelecto: la simple aprehensión, el juicio y el
raciocinio. Estas tres operaciones se reducen a dos que son la simple aprehensión y el
juicio.
La simple aprehensión es el acto por el cual el intelecto conoce alguna esencia, sin que de
ella algo afirme o niegue. Por ejemplo. La captación intelectual del color o del sabor.
El juicio es el acto del intelecto por el cual algo se afirma o se niega. Por ejemplo: Juan
es, el color existe, el fantasma no existe. El juicio dice un orden a la existencia de las cosas.
El raciocinio es el acto de la mente por el cual, a partir de verdades conocidas se conoce
otra verdad. Por ejemplo: los bienaventurados son buenos; el Príncipe Miguel es
bienaventurado; por tanto, el Príncipe Miguel es bueno. El raciocinio es un juicio mediato.
Por eso se reduce al juicio. Y por eso, se consideran sólo dos operaciones en la mente que
son la simple aprehensión y el juicio.
En el orden del conocimiento, tiene mucha importancia la llamada abstracción.
¿Qué es la abstracción?
La abstracción, de “abstractio”, importa originariamente un dinamismo de tipo físico: un
abs-trahere o un ex-trahere, un extraer algo a partir de otro que es compuesto. Por ejemplo
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/ Activamente Pasivamente
/ Abstracción por modo de --------> <-- ------ Abstracción lógica o
/ simplicidad o de definición. denominación lógica.
/ En cuanto el intelecto actúa
Abstracción / por modo aprehensivo.
del /
intelecto / Abstracción por modo de ----------> <-------- Abstracción real
posible / composición y división. En
/ cuanto el intelecto actúa por modo
/ judicial.
La abstracción del intelecto posible puede ser considerada activamente, en cuanto el
intelecto posible actúa. Y pasivamente, de parte del objeto entendido, como cuasi-pasión,
relación de razón o denominación en el mismo (18).
La abstracción activa del intelecto posible se divide en abstracción por modo de
simplicidad o definición y en abstracción por modo de composición y división. A la
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humana se contiene no sólo la riqueza del ser racional, sino también la condición sensitiva,
vegetativa, y la de ser forma del cuerpo humano.
Así, la abstracción, fundamentalmente o en la cosa misma, es la composición o eminencia
de la cosa.
Pero se encuentra una doble composición en las cosas: una de la forma con la materia o
del acto con la potencia; y otra del todo con las partes. Así, por ejemplo, en el hombre se
encuentra la composición de materia y forma en el orden substancial: el alma humana está
como forma del cuerpo, y la materia prima es la receptiva de esa alma humana.
Pero el mismo hombre, desde otro punto de vista, puede ser considerado como animal
racional: en cuanto animal conviene con los animales irracionales; y por la condición de
racional, tiene su diferencia específica. Estas dos partes, animal y racional, no se distinguen
realmente en el hombre; pero se pueden distinguir según la razón. Y el hombre es un
animal realmente distinto de los animales irracionales. Y la razón de “animal” dicha del
hombre y de los animales irracionales dice una especial universalidad y totalidad con
respecto a los mismos.
Y así, a la abstracción fundamental, se la considera, en cuanto funda a la abstracción
formal y a la abstracción total del intelecto.
En la abstracción formal, lo formal o actual es abstraído o separado de lo potencial o
material. Por ejemplo, en la Matemática, la cantidad que se considera como forma es
abstraída de la cosa que es cuanta. En la filosofía Moral, la moralidad es abstraída del acto
humano al cual cualifica.
En la abstracción total se abstrae el todo universal de sus partes inferiores o subjetivas.
Así animal se abstrae de hombre y de toro, etc.
Santo Tomás en la Summa Theol. I, 40,3 dice:
“Nuestro entendimiento tiene una doble abstracción. Una según que el universal abstrae
del particular, como “animal” de “hombre”. Y otra según que abstrae la forma de la
materia; como la forma del círculo es abstraída por el intelecto de toda materia sensible.
Pero entre estas abstracciones esta es la diferencia, que en la abstracción que se hace según
lo universal y lo particular, no permanece aquello de lo cual se hace la abstracción, pues
removida de “hombre” la diferencia de “racional” no permanece en el intelecto “hombre”,
sino sólo “animal”. Pero en la abstracción que se atiende según la forma y la materia, una y
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otra permanecen en el intelecto: pues cuando se abstrae la forma del círculo del aire,
permanecen separadamente en nuestro intelecto el intelecto del círculo y el intelecto del
aire”.
En la abstracción formal, se conoce y permanece aquello que se abstrae y aquello de lo
cual se abstrae (abstracción positiva). Así, por ejemplo, cuando se abstrae con abstracción
formal la moralidad de los actos humanos, se considera formalmente a la moralidad, pero,
en un segundo plano, quedan también y se consideran los actos humanos en su condición
física y psicológica y todo el ser del hombre, que son vistos en la perspectiva de su
moralidad.
En la abstracción total, primariamente y de por sí, se abandonan o ignoran las cosas de las
cuales se abstrae (abstracción negativa).
Aunque se da también, un modo positivo de la abstracción total, en cuanto la misma
accede, en cierto modo, y participa de la abstracción formal. (19)
La abstracción total, en cuanto abstrae algo universal predicable de los inferiores, es más
una condición común a todas las ciencias, en cuanto no tratan de los singulares sino de los
universales.
La abstracción formal es la abstracción más propia de las ciencias (20). Su ejercicio no
importa un empobrecimiento, sino un enriquecimiento. Se penetra en la cosas, y se abstrae
la formalidad o actualidad de la potencia o materia, y se accede a un determinado grado de
inmaterialidad. Los llamados grados de abstracción, que luego veremos, se entienden en el
orden de la abstracción formal.
La abstracción propia de la Metafísica es la abstracción formal. Por tanto, en la actividad
metafísica, en cuanto penetrativa del ser y de las cosas, no se termina en una pura pobreza,
sino en una máxima riqueza.
La abstracción metafísica implica la abstracción afectiva del intelecto agente. Pero se da,
más propia y formalmente, por el intelecto posible. Incoativamente, en cuanto el intelecto
posible procede por modo de aprehensión, en la abstracción por modo de simplicidad o
definición. Y perfectivamente, en cuanto el intelecto posible procede por modo de juicio de
composición y división y de enunciación.
La abstracción metafísica es real, en cuanto se da por modo de juicio de composición y
división, que alcanza explícitamente al esse del ente. Y, también, secundariamente es real,
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sí. El otro es el orden de las cosas hacia el fin. Y este orden es más importante que el
primero. Pues, como el Filósofo dice en el undécimo de los Metafísicos (Cap. 10,1; en S.
Tomás Lib. XII, lect. XII, 2623-2631) el orden de las partes del ejército entre sí, es por el
orden de todo el ejército hacia el jefe. Pero el orden se compara de cuatro maneras a la
razón. Pues existe cierto orden que la razón no hace sino sólo considera, como es el orden
de las cosas naturales. Y existe otro orden, que la razón considerando hace en su propio
acto, a saber cuando ordena sus conceptos entre sí, y los signos de los conceptos que son las
voces significativas. Y el tercero es el orden que la razón considerando hace en las
operaciones de la voluntad. Y el cuarto es el orden que la razón considerando hace en las
cosas exteriores de las cuales ella es causa, como en el arca o en la casa.
Y porque la consideración de la razón se perfecciona por el hábito, según los diversos
órdenes a los que propiamente la razón considera, existen diversas ciencias. Pues a la
Filosofía natural pertenece considerar el orden de las cosas que la razón considera pero no
hace; de tal manera que bajo la Filosofía natural comprendamos a la Metafísica. Pero el
orden que la razón considerando hace en su propio acto, pertenece a la Filosofía racional, a
la cual pertenece el considerar el orden de las partes de la oración entre sí, y el orden de los
principios entre sí y hacia las conclusiones. Pero el orden de las acciones voluntarias
pertenece a la consideración de la Filosofía moral. Pero el orden que la razón considerando
hace en las cosas exteriores constituidas por la razón humana, pertenece a las artes
mecánicas.”
Es decir:
1º. El objeto de la razón es el orden (24).
2º. La razón tiene una función especulativa y otra práctica. La razón es especulativa en
cuanto solamente considerativa de su objeto o del orden. La razón es práctica en cuanto
ordena la consideración a una ulterior realización.
3º. La razón operante hacia el orden genera las distintas ciencias o hábitos científicos.
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Es decir, se da un orden que la razón considera pero no hace. Y los conocimientos que se
establecen hacia el mismo toman el nombre muy genérico de Filosofía natural. Aquí se
ubica a la operación metafísica, junto a la Filosofía natural, en sentido más estricto, y a las
Matemáticas.
Pero la operación metafísica se da según una abstracción de toda materia, sobre un orden
puramente inteligible, como veremos mejor luego. La operación de la Filosofía natural sólo
abstrae de la materia individual y sensible e ingresa en el orden de sustancia móvil. La
abstracción matemática abstrae de la materia individual y sensible e ingresa en el orden de
la pura cantidad.
Según esto definimos a la Metafísica, desde el punto de vista de la causa eficiente,
diciendo que la misma es la ciencia que tiene como causa eficiente principal segunda, al
hombre operante por su razón, con abstracción por modo de composición y división, formal
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y real, en función puramente especulativa, hacia un orden puramente inteligible de los entes
en cuanto tales.
V. Definición de la Metafísica por la causa material
La causa material es, analógicamente, el lugar de las formas o de los actos. Por ejemplo,
aquello en donde se recibe el alma humana, o en donde se da la moralidad, etc.
La Metafísica es un conocimiento o ciencia que versa sobre un objeto. Por tanto,
podemos considerar a la causa material de la Metafísica, desde el punto de vista del objeto
conocido y desde el punto de vista del sujeto cognoscente.
A.- Por la causa material de parte de su objeto
El objeto (ob-iectum) de una ciencia o virtud cognoscitiva es algo que se propone,
proyecta y opone a la ciencia o virtud cognoscitiva.
Se distinguen el objeto material, el objeto formal quod o terminativo y el objeto formal
quo o motivo de una ciencia o virtud cognoscitiva.
El objeto material de una ciencia o virtud cognoscitiva es todo aquello que cae bajo la
consideración de la ciencia o virtud cognoscitiva. Por ejemplo, las cosas coloreadas para la
vista; el hombre, los actos humanos y todo lo relacionado con los mismos, en el caso de la
ciencia moral, etc.
El objeto formal quod o terminativo de una ciencia o virtud cognoscitiva, es la formalidad
primeramente alcanzada por la ciencia o virtud cognoscitiva en el objeto material, y
mediante la cual alcanza al resto del objeto material. Así el color, para la vista; la moralidad
de los actos humanos, para la ciencia moral; etc.
El objeto formal quo o motivo de una ciencia o virtud cognoscitiva, es el medio o luz
según el cual el cognoscente alcanza el objeto formal quod o terminativo y el resto del
objeto material. Así, la luz natural para la vista; la luz inteligible de los distintos grados de
abstracción, para las ciencias.
La causa material de parte de su objeto de la Metafísica, es el llamado objeto material de
la Metafísica. Todas las cosas caen bajo la consideración de la Metafísica; y, por tanto,
todas ellas constituyen su objeto material. Aparece esto, en cuanto en la Metafísica se trata
de Dios y de la creación, en una consideración dentro del orden natural.
21
operar sigue al modo de ser (modus operandi sequitur modus essendi)), y así como uno es
así opera (sicut unumquodque est ita operatur).
Así, por ejemplo la condición vegetativa del hombre se expresa por la nutrición, el
aumento y la generación; la condición animal por los sentidos, etc.; la condición racional
por la razón y la voluntad.
La inteligencia es la potencia superior del hombre y contiene en sí, de modo eminente,
toda la perfección de las potencias inferiores. Por ello, la inteligencia entiende a lo
sensitivo, a lo vegetativo, rige a la voluntad y al cuerpo, etc.
La inteligencia es perfectible por las distintas ciencias o virtudes cognoscitivas. Y estas
distintas ciencias o virtudes cognoscitivas que perfeccionan a la inteligencia, perfeccionan
mediante ella, al alma.
Ahora bien, el alma humana tiene distintos aspectos.
Y la inteligencia o razón humana que se proporciona a la misma, tiene también distintos
aspectos. Y a estos distintos aspectos del alma y de la razón corresponden distintas ciencias
o virtudes cognoscitivas. Por tanto, corresponde averiguar qué aspectos del alma y de la
inteligencia son los que corresponden a la Metafísica.
Para entender esto hay que notar lo siguiente. El alma –una misma alma- es informante y
animativa del cuerpo, y es, también, espíritu.
El alma humana, en el primer sentido, esto es, en cuanto informante y animativa del
cuerpo, forma con la materia prima un compuesto (la naturaleza humana en su faz de
compuesto). Y, además, tiene en el cuerpo su instrumento.
El alma humana, en el segundo sentido, esto es, en cuanto espíritu, excede al cuerpo y en
cierta manera accede a un orden angélico y divino.
La inteligencia humana expresa en su orden y a su modo, toda esta condición entitativa
del alma humana. Así se proporciona en gran modo a la misma. Por tanto, la expresa no
sólo en cuanto informante y animativa del cuerpo, sino también en cuanto espiritual.
Al alma humana, precisamente en cuanto espiritual; y a la inteligencia humana, en cuanto
expresiva de esa condición espiritual, les corresponde una forma o perfección en ese nivel
de lo espiritual.
En este nivel de lo espiritual se ubica la ciencia Metafísica o suprema sabiduría del orden
natural. Porque es la ciencia que versa sobre lo puramente espiritual o inmaterial, y tiene,
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La Metafísica no versa sobre Dios de un modo directo. Sino que directamente versa sobre
el ente real y sobre las criaturas en las cuales el ente se realiza. Y luego la demostración
metafísica descubre a Dios como a la causa de la entidad de las criaturas.
La Metafísica ya se constituye en su ordenación al ente real y trascendente. Su
consideración de Dios, es con la mediación de las criaturas que son efectos de Dios. En la
consideración de Dios, encuentra su perfección, la Metafísica.
En resumen: el objeto formal quod o terminativo de la Metafísica es el ente real y
trascendente. En orden a este objeto se constituye o formaliza la Metafísica. Y la Metafísica
es la ciencia que tiene por causa formal intrínseca de parte del objeto al ente real y
trascendente.
B. Por la causa formal intrínseca de parte del sujeto.
Se pregunta por el llamado objeto formal quo de la Metafísica. O sea, por el medio o luz
mediante el cual la Metafísica percibe a su objeto formal quod o terminativo, que es el ente
real y trascendente, y al resto de su objeto material.
Respondemos que el objeto formal quo de la Metafísica, o aquello según lo cual se
considera su causa formal intrínseca de parte del sujeto, es la luz del tercer grado de
abstracción formal, real o positiva.
Recordemos que cuando se trata de nuestro conocimiento de las cosas, una misma forma
que se da en la realidad o en la naturaleza de las cosas, se da también en el cognoscente de
esas cosas. Así, cuando conozco a un animal, la forma del animal se da en la realidad; y esa
misma forma del animal se da intencionalmente en mi potencia o principio de
conocimiento. Y por esa forma intencional, mi acto de conocimiento toma forma y esencia
y llega al conocimiento de la realidad.
Se trata de la forma presente al hombre, proporcionada al mismo y con una luminosidad
correspondiente.
Esa luminosidad, importa una manifestabilidad, una claridad, un orden hacia la evidencia
de la cosa. Aunque, a veces, la luz no sea tan potente y no nos deje en la evidencia de la
cosa, como en el caso en que un conocimiento nos resulte sólo probable.
El sujeto es el hombre, en su intelecto posible, el cual es inmaterial. Por tanto, la forma de
la cosa debe ser atendida en su inmaterialidad en la mente. Pero la inmaterialidad de la
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forma en la mente se obtiene por la abstracción. Por tanto, la forma de la cosa en la mente
debe ser atendida en relación con la abstracción.
Por otra parte, la abstracción que atiende a la presencia de las formas de las cosas en la
inteligencia, es más precisamente la abstracción formal. Abstracción formal que se entiende
en oposición a la abstracción total, en relación a la llamada abstracción fundamental.
Consiste en una abstracción de las formas a partir de la potencia o materia y es la
abstracción propia de las ciencias. Corresponde también a la Metafísica.
Ahora bien, entre los seres y en relación a la materia, se pueden distinguir tres tipos.
Primero, aquellos cuyo esse o ser depende de la materia y que no pueden ser definidos sin
la materia, como el hombre, el león, el oro. Estos seres, sin la correspondiente materia, ni
son, ni son entendidos.
Segundo, aquellos cuyo esse o ser depende de la materia, pero que sin la materia sensible
(color, sabor), pueden ser definidos. Es el caso de los entes matemáticos.
Tercero, aquellos que no dependen de la materia, ni para existir, ni para ser entendidos o
definidos. Y esto, o porque nunca existen en la materia como Dios y las substancias
separadas, o porque no son universalmente en la materia como la sustancia, la potencia y el
acto, el ente mismo.
Análogamente, la abstracción formal de la materia puede ser: O de toda la materia, así
cuando se abstrae el ente, la substancia, la cualidad, etc.
O, en cierta manera, de la sensibilidad de la materia. Así, cuando se abstrae la cantidad
matemática.
O, en cierta manera, de sólo la singularidad de la materia. Como cuando se abstrae la
humanidad de los hombres.
En la abstracción de sólo la singularidad de la materia, se tiene el primer grado de
abstracción formal.
En la abstracción de la forma de la sensibilidad de la materia, se tiene el segundo grado
de abstracción formal.
En la abstracción de toda la materia, se tiene el tercer grado de abstracción formal.
Cuando se abstrae de toda la materia, estamos en la abstracción correspondiente a la
Lógica y a la Metafísica.
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Siendo una ciencia un conocimiento cierto de las cosas por sus causas, importa conocer
por qué causas conoce la Metafísica.
Siendo distintas las ciencias y las partes de la Filosofía, y siendo necesario tener un orden
en la conquista de las distintas ciencias; importa conocer el momento justo de su
adquisición.
Atendiendo a los grados de abstracción se encuentra el siguiente ordenamiento de las
partes de la Filosofía:
1º. Grado: Filosofía natural, comprendiendo a la Física o Cosmología y a la Psicología.
Filosofía moral.
2º. Grado: Matemáticas.
3º. Grado: Lógica y Metafísica.
Teniendo en cuenta que el hombre conoce por abstracción, y que en el conocimiento
científico se usa la abstracción formal, pareciera ser ése el orden de estudio de la Filosofía.
Sin embargo, S. Tomás de Aquino establece un orden distinto para el estudio de la
Filosofía.
“Primeramente los niños sean instruidos en las cosas lógicas; porque la Lógica enseña el
modo /método/ de toda la Filosofía; en segundo lugar han de ser instruidos en las
Matemáticas, que ni necesitan de la experiencia, ni trascienden la imaginación; en tercer
lugar en las cosas naturales, que aunque no exceden el sentido y la imaginación, requieren
sin embargo la experiencia; en cuarto lugar en las morales, que requieren la experiencia y el
ánimo libre de las pasiones; en quinto lugar las sapienciales y divinas /Metafísica/ que
trascienden la imaginación y requieren un válido intelecto (28)”.
Según esto se establece el siguiente orden: Lógica, Matemáticas, Física, Psicología,
Moral, Metafísica.
La Metafísica debe ser estudiada en el último tiempo. Razón de esto: porque se trata del
conocimiento supremo y más perfecto que nos pone en contacto con Dios y nos
proporciona la felicidad natural en un sentido formal, estando acompañado con la virtud. Es
un conocimiento difícil que requiere el apoyo de las otras ciencias, en un nivel superior de
abstracción.
Aquello que es primero en la intención es lo último en la ejecución. Hay que intentar el
conocimiento metafísico desde un principio. Pero, ejecutarlo plenamente, es para el final.
33
que notar también que no se trata simplemente de un conocimiento natural espontáneo, con
abstracción total y en confuso; sino de un estudio científico con abstracción formal.
Primero corresponde el estudio de la Cosmología y luego el de la Psicología, porque el
objeto de esta última es más difícil y complicado, culminando en las partes más elevadas de
la Psicología racional.
Luego viene el estudio de la Moral, que supone el conocimiento de la Psicología racional;
y que requiere la experiencia moral, que no tienen todavía los jóvenes de una manera
suficiente; y el ánimo ordenado y libre de las pasiones desordenadas.
Si no hay experiencia moral suficiente, no se entienden bien los problemas morales. El
alma buena se requiere por la connaturalidad del conocimiento moral: el que es bueno está
en mejores condiciones de conocer lo que es bueno moralmente, en tanto se inclina hacia lo
bueno. El que es malo está obscurecido y tiende a rechazar la norma moral, rechazando, por
consiguiente, a la Moral o Ética misma.
Preparado en su intelecto, depurado y configurado en su condición afectiva y moral, el
hombre está mejor dispuesto para realizar el conocimiento metafísico y, particularmente,
para estudiar a Dios.
La Metafísica es la ciencia que trata de todas las cosas, según la formalidad del ente real y
trascendente, a la luz de la abstracción formal y positiva de tercer grado.
Se trata de una consideración de todas las cosas (objeto material). Pero nuestro
conocimiento natural de criaturas racionales, empieza por las cosas creadas y
particularmente por las sensibles. Así la Metafísica se constituye en su esencia en relación a
las cosas creadas; y recién al final se ocupa de Dios, causa final del hombre y de todas las
cosas, incluida la misma Metafísica.
La Metafísica se constituye en su esencia cuando percibe al ente real y trascendente
(objeto formal quod), a la luz del tercer grado de abstracción formal y positiva (objeto
formal quo). Luego viene el desarrollo y perfeccionamiento de la Metafísica.
Según esto, hace falta dirigirse a las cosas creadas, reales. Por los sentidos externos e
internos y por la inteligencia. Las cosas reales deben penetrar dentro del alma según su ser
intencional, para que podamos descubrir al ser en su realidad y trascendencia. No debemos
quedarnos en las palabras, en los libros, en las ficciones, en los conceptos. Sino que
debemos llegar a la realidad.
35
La inteligencia debe ser potente. Porque se trata de actuar en el nivel cognoscitivo más
alto del orden natural.
Un cuerpo bien dispuesto favorece el buen pensamiento; un cuerpo mal dispuesto lo
perturba e incluso puede llegar a impedirlo. Naturalmente, hay una proporción entre el alma
y el cuerpo. A un mejor cuerpo corresponde una mejor alma, entitativamente hablando. Y a
una mejor alma corresponde una mejor inteligencia. La mejor proporción de un cuerpo con
respecto al alma, algo puede observarse en los rasgos exteriores. Pero es especialmente algo
que afecta a los órganos de los sentidos internos, que dicen una íntima cercanía y servicio
con respecto a la inteligencia.
2º. Amor a la verdad.
Se trata de un amor de la voluntad. Inclusive de la inteligencia, en cuanto esta dice no
sólo un conocimiento, sino también una inclinación hacia la verdad. En definitiva se trata
de un amor de toda la persona.
Hay que tener cuidado con lo que pueda ser un apasionamiento irracional a favor o en
contra de un determinado filósofo o metafísico. Un buen metafísico, en un momento dado,
puede equivocarse. Y apoyándolo en su error, no se le hace ningún favor al mismo. Sino al
contrario. Es mejor corregirlo porque así se hace el bien y se evita el mal; y esto influye en
las personas. Y los malos pensadores, algunas verdades pueden decir. El error supone a la
verdad. Si solamente dijeran errores podrían tener poca acogida en las inteligencias,
quedando sin repercusión, como desvanecidos en la historia, sin que nadie se ocupe de
ellos.
De todas maneras, hay que reconocer que la verdad se da en las personas; que algunas
personas son más inteligentes y sabias que otras. Que algunas escuelas son mejores que
otras. Que el valor personal tiene su fuerza e influjo, aunque deba subordinarse a la verdad
misma; en cuanto en este terreno su valor preciso le viene, justamente, por la verdad.
3º. Busca sacrificada de la verdad y en definitiva de Dios mismo.
En un principio corresponde una gran admiración. Luego un estudio inteligente,
constante, esforzado. La letra con sangre entra. La sabiduría no se entrega fácilmente. Dios
exige méritos. Si la inteligencia está siempre en las cosas fáciles y evita siempre las
difíciles, quedará estancada y no obtendrá progresos. La fortaleza y el heroísmo tienen,
también aquí, sus requerimientos. La inteligencia natural no basta.
38
El discípulo debe tener humildad, por cuanto el maestro, en cuanto tal, está en una
posición superior. Debe tener docilidad interior, para dejarse enseñar. Debe tener criterio o
cierta ponderación de los contenidos de la enseñanza, para no recibir una mala enseñanza.
Pero, en tanto no entiende todavía plenamente las verdades, le corresponde como una cierta
fe en el maestro – algo provisorio-. Y esto último remarca, nuevamente, la importancia y
responsabilidad del maestro.
Está claro, por todo lo dicho, que el discípulo debe ser, ante todo, un discípulo de Dios.
Porque las causas segundas no obran sino en virtud de la primera. Y toda verdad de las
criaturas viene de Dios, que es la verdad por esencia.
IV.- La Metafísica cristiana
La Metafísica es la ciencia y sabiduría del ente en cuanto ente, a la luz del tercer grado de
abstracción formal y positiva. La Metafísica, en cuanto tal, tiene sus propias causas y
principios de orden natural. Y goza así de legítima autonomía.
No obstante, hay que tener en cuenta la existencia del orden sobrenatural o del misterio.
Y hay un solo universo de lo natural y sobrenatural. Así la Metafísica se relaciona con todo
el universo, bajo Dios. Especialmente en el orden del conocimiento que le es propio.
En tanto la Metafísica, conservándose en su propia esencia, se relaciona y subordina al
orden sobrenatural de la fe, se habla de una Metafísica cristiana.
La revelación divina aporta a la fe, no sólo verdades sobrenaturales sino también
naturales. Y de este modo se da un perfeccionamiento de la Metafísica.
Esto se da en un orden positivo y negativo.
De un modo positivo, en cuanto en la revelación divina se contienen verdades del orden
natural, de difícil acceso para la razón, pero que resultan necesarias para la vida cristiana,
que es formalmente sobrenatural; pero que no anula sino perfecciona lo natural. Así, por
ejemplo, en el caso de la inmortalidad del alma, de la existencia de Dios y de la creación. A
estas verdades el metafísico las asume; y le resultan como iluminantes del camino,
particularmente hasta que las percibe por vía natural.
De un modo negativo, en cuanto en la revelación divina se contienen verdades que
señalan el mal y sus peligros, de un modo más perfecto que la razón. Como la razón ve el
mal moral de un modo más limitado. Y la revelación y la fe, le señalan con certeza por
ejemplo, la existencia del pecado original y de la misma fornicación. En el caso, el filósofo
41
y metafísico cristiano, asume estas verdades y trata de evitar los escollos, supera teorías que
de otro modo podrían ocurrírsele, etc. Conservándose dentro de los límites
correspondientes. Se salva la unidad y armonía del conocimiento natural y sobrenatural.
Con la Metafísica cristiana, se contribuye a la salvación de la unidad del universo. Y
también de la unidad del hombre. Lo sobrenatural protege a lo natural; y lo estimula. (29)
NOTAS
(1) Para una profundización del tema, conviene leer la magistral obra del P. J.M. Ramírez
O.P.: De ipsa philosophia in universum, Opera Omnia, T. I, Ed. C.S.I.C., Madrid 1970.
Nosotros hemos recurrido ampliamente, aunque no servilmente, a su auxilio También
se puede leer, con mucho provecho, a M.A. González Alvarez: Introducción a la
Metafísica, Univ. de Cuyo, Mendoza 1951 (con mucha bibliografía).
(2) Observciones del P. Fr. Guillermo Fraile O.P. “La palabra “Metafísica” (τὰ μετὰ τὰ
φυσικά), ciertamente no la empleó Aristóteles, y tampoco hay fundamento para hacerla
remontar hasta Teofrasto. No aparece en el catálogo de Diógenes Laercio, que parece
ser el más antiguo, sino en los posteriores de Ptolomeo Chennos y de la Vita
menagiana. Comúnmente se atribuye su invención a Andrónico de Rodas, décimo
escolarca del Liceo (h. 70), pero pudiera ser anterior, remontándose quizás a algún
bibliotecario alejandrino (Calímaco, Hermippo), el cual habría designado con ese
nombre un conjunto de varios escritos aristotélicos que agrupó en un volumen y colocó
después de la física en los anaqueles de la librería. Posteriormente se ha dado a esa
palabra un sentido trascendente, que puede obedecer, o bien a la mezcla en esos tratados
de materias correspondientes a la Teología, aunque constituyen una ínfima parte (L. 12
c. 6.7.9), con otras pertenecientes a la Filosofía primera, o bien a las distintas
expresiones que emplea Aristóteles en su evolución desde el trascendentalismo
platónico, o platonizante, hasta llegar a formular el concepto de ser en cuanto ser como
objeto de la Filosofía primera.” Historia de la Filosofía, I, Grecia y Roma, 6ª. Ed. BAC,
Madrid 1990, P. IV, c. 22, p. 451.
(3) I Physic. Cap. 9, n.5 (II, 260,29): II cap.2, n.11 (II, 263,50/51); I de Caelo, cap. 8, n.15
(II, 380,23); Metaf. IV,2,1004 a, 4, Ed. Yebra –Ed. Gredos, trilingue, Madrid 1970-
vol.I, p.154; VI 1, 1026 a, 24. 30, Ed. Yebra, ib. I, p.306. 308.
42
(4) Metaf. XI, 7, 1064 b, 3, Ed. Yebra op. cit v. II, p.164.
(5) Ib. VI, 1, 1026 a, 16. Ed. Yebra, ib. v.I, p. 306; XI, 7, 1064 b 13, Ed. Yebra, ib. v. II,
164.
(6) Ib. I, 2,983 a, 7, Ed. Yebra v. I, p.16.
(7) VI Ethic. Nicom. Cap. 7, n. 3 (II, 70, 13); S. Thom. Aquin. In Decem libros Aristotelis
ad Nicomachum, Expositio, Ed. Marietti, Taurini-Romae, 1949, n. 1184, p. 325.
(8) Metaf. I, 1, 981 b.28, Ed. Yebra v.I, p. 10; 982 a, 2.6.16.17, Ed. Yebra ib.; III,2,996 b,
9, Ed. Yebra v.I, p. 106.
(9) Ib. I, 1,993 b, 20, Ed. Yebra v. I, p. 86; IV, 2, 1004 b, 21, 23.26, Ed. Yebra v.I, p.160.
(10) Cf. Santo Tomás de Aquino: Summa Theol. Ed. Marietti, Taurini-Romae, 1948, II-
II, 45,2 ad 1 et ad 2.
(11) S. Tomás de Aquino: Ib. c.
(12) La denominada definición real por los objetos (objeto material, formal quod o
terminativo y formal quo o motivo) que se aplica a las ciencias, se ubica dentro de la
definición por las causas formal y material. Hay que tener en cuenta que el
conocimiento humano es algo relativo, del sujeto humano hacia un objeto. Y que tanto
la causa formal como la material pueden considerarse o de parte del objeto o de parte
del sujeto. El llamado objeto material de una ciencia o virtud cognoscitiva es todo
aquello que cae bajo la consideración de la ciencia o virtud cognoscitiva. Por ej. en el
caso de la vista: todas las cosas coloreadas; en el caso de la filosofía moral: todas las
cosas que son susceptibles de alguna consideración moral, como los actos humanos, el
tiempo en que se realizan, la condición de las personas, etc. (causa material de parte del
objeto). El objeto formal quod o terminativo de una ciencia o virtud cognoscitiva es la
forma que primeramente se considera en el objeto material y a partir de lo cual se
considera el resto del objeto material. Por ejemplo, en el caso de la vista: el color; en el
caso de la filosofía moral: la real moralidad de los actos humanos (causa formal de
parte del objeto). El objeto formal quo o motivo de una ciencia o virtud cognoscitiva es
la luz o el medio según el cual el sujeto llega al objeto formal quod o terminativo y al
resto del objeto material. Por ejemplo, en el caso de la vista, la luz natural; en el caso de
la filosofía moral, lo que se llama la luz del primer grado de abstracción formal (causa
formal del conocimiento, de parte del sujeto cognoscente).
43
(13) Platón: 427-347 a. Cr. Aristóteles: 384-322 a. Cr. Santo Tomás de Aquino O.P.:
1225-1274. Tomás de Vío Cardenal Cayetano O.P.: 1468-1534. Norberto Del Prado
O.P. 1852-1918. Santiago Ramírez O.P.: 1891-1967.
(14) Aristóteles: Metafísica I, 2, 982 b, 11-21. Ed. Yebra v.I, p. 14-15
(15) Cf. Ramírez J. O.P.: De ipsa philosophia in universum, op. cit. t. 1, pars 1. C. 2, a 1,
pag. 48-51.
(16) Cf. Ramírez J. O.P.: ib. p. 51.
(17) De Civitate Dei, libr. 19, cap. 1, 3, Ed. BAC, Madrid 1965.
(18) Nota que en el cognoscente humano, por el hecho de conocer, acontece una mutación
real en el mismo y una relación real hacia el objeto conocido. En cambio, en el objeto
conocido, por el solo hecho de ser conocido, no acontece ninguna mutación real; no
habiendo un fundamento real para una relación real, en el objeto, hacia el cognoscente
humano. Pero se entiende una relación de razón en el objeto, correlativa a la relación real
del sujeto cognoscente hacia el objeto.
(19) Cf. J. M. Ramírez O.P.: Opera omnia, Ed. C.S.I.C., Madrid 1971, t. II, De analogía, p.
1, Sec. I, C. II, a. 2, B 11 Abstractio totalis et formalis, p. 778.
(20) Cf. Joannis A Sancto Thoma O.P.: Cursus Philosophicus Thomisticus, Ed. Marietti,
1948, T. I, Logica II P., q.27,a.1; J.M. Ramirez O.P.: De ipsa Philosophia in Universum
op. cit, p. 169-170.
(21) La abstracción denominativa es lógica o real, según que se dé en el término de la
abstracción por modo de simplicidad o de composición y división, respectivamente. Pero ya
en la abstracción lógica puede darse una participación y anticipación de la abstracción real,
en razón de la aprehensión de la esencia real.
(22) Joannis a S. Thoma O.P., op. cit. “dico ultimo”, p. 825: “...Logica vero respicit
intentiones ut fundatas in objectis intellectis, quae de se no habent inmaterialitatem nisi
negativam, quia non sunt aliquid reale” ”...pero la Lógica mira a las intenciones en cuanto
fundadas en los objetos entendidos, que de sí no tienen inmaterialidad sino negativa porque
no son algo real”
(23) Op. cit., p.3.
(24) Cf. In I Ethic. Ib.
44
ÍNDICE
METAFÍSICA CRISTIANA p. 1
Prólogo del Autor p. 2
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA CRISTIANA p. 3
I.- Definición de la Metafísica p. 3
1.- Definición nominal de la Metafísica p. 3
I. Definición etimológica de la Metafísica p. 3
II. Definición usual de la Metafísica p. 4
2.- Definición real de la Metafísica p. 4
I. Definición real de la Metafísica por los actos y accidentes propios p. 5
II. Definición genética de la Metafísica p. 6
III. Definición de la Metafísica por la causa final p. 7
IV. Definición de la Metafísica por la causa eficiente p. 9
V. Definición de la Metafísica por la causa material p. 20
A.- Por la causa material de parte del objeto p. 20
B.- Por la causa material de parte del sujeto cognoscente p. 21
VI. Definición de la Metafísica por la causa formal p. 23
A.- Definición de la Metafísica por la causa formal intrínseca p. 23
A. Por la causa formal intrínseca de parte del objeto p. 24
B. Por la causa formal intrínseca de parte del sujeto p. 25
B.- Definición de la Metafísica por la causa formal extrínseca o ejemplar p. 27
VII. Qué es la Metafísica p. 29
II.- División de la Metafísica p. 29
III.- Método de la Metafísica p. 30
1.- Desde el punto de vista de la misma Metafísica p. 31
2.- Desde el punto de vista del que aprende la Metafísica por sí mismo p. 36
3.- Desde el punto de vista del maestro p. 39
4.- Desde el punto de vista del discípulo p. 39
IV.- La Metafísica cristiana p. 40
NOTAS p. 41
ÍNDICE P. 45
46
ONTOLOGIA.
47
INTRODUCCION A LA ONTOLOGÍA
La Metafísica es la ciencia y sabiduría del ente en cuanto ente a la luz del tercer grado de
abstracción formal y real o positiva. La Ontología se presenta como una parte de la
Metafísica. Las otras partes son la Crítica del conocimiento y la Teología natural.
Consideraremos la definición, método y división de la Ontología.
Definición
El nombre ontología aparece por primera vez en Goglenio. En su Lexicon
philosophicum, quo tamquam clave fores aperiuntur. Francofurti 1613. Para él la ontología
como cualquier otra ciencia especulativa, contempla a los entes () pero los contempla
simplemente (), es decir, contempla al ente en cuanto ente ( )Y para él, en
su Lexicon “una eademque scientia universalis est Metaphysica , Philosophia Prima,
Theologia Philosophorum et Ontología” (1)
Considerando a la Ontología como parte de la Metafísica decimos que la Ontología es la
parte de la Metafísica que trata del ente real y trascendente y de su realización en las
creaturas. Por su parte, la que llamamos Crítica es la parte de la Metafísica que trata del
ente en cuanto justifica al conocimiento humano. Y la Teología natural es la parte de la
Metafísica que trata de Dios, causa del ente.
Dentro de la Metafísica, la Ontología es su parte central y primera. Consta esto porque
trata del objeto formal quod o terminativo de la Metafísica –el ente real y trascendente- a la
luz de su objeto formal quo o motivo –la luz del tercer grado de abstracción formal y real o
positivo-. Y esto es lo primero que se hace en una ciencia: la consideración de su objeto
formal. Además el tratar de las creaturas a la luz del ente real y trascendente antecede al
conocimiento metafísico sobre Dios; porque de este modo sólo podemos conocer a Dios a
través de las creaturas. Y por otra parte, el conocimiento de la realidad es anterior al
conocimiento del conocimiento mismo que supone una reflexión del sujeto; y la
justificación metafísica del conocimiento humano se hace a la luz del ente metafísico ( a la
luz de la evidencia metafísica del ente). Y esto importa la prioridad en el orden del estudio
de la Ontología sobre la Crítica.
48
Método
Como la ontología es una parte de la Metafísica, el método que le corresponde es el que
corresponde a toda la Metafísica (2). Importante la intuición originaria del ente metafísico.
También las consideraciones por la causa formal y la perseverancia en la consideración del
esse que constituye actualmente al ente. Hay que llenarse espiritualmente de la realidad
para poder considerarla directa y explícitamente.
División.
En general, podemos dividir a la Ontología en tres partes:
1º. El ente común o trascendente.
2º. El ente particular.
3º. El dinamismo del ente creado.
Más especialmente hablando, podemos dividir a la Ontología de la siguiente manera:
Introducción.
El ente. División del ente.
La analogía.
El acto y la potencia.
Los trascendentales.
El principio de no contradicción.
La predicamentalidad del ente.
La composición de esencia y existencia.
La substancia y los accidentes.
Naturaleza y persona.
La causalidad.
49
EL ENTE
El ente es el ser. Aquí tratamos del ente o del ser, según una consideración metafísica. En
la entrada propia de la Metafísica.
El alma, por el conocimiento, en cierta manera se hace todas las cosas. Y de esta manera
conoce a las cosas. Así el ente o ser es en sí y es en la mente. Y aunque sea prioritario
tratar más que nada del ente o ser en sí, sin embargo, muchas veces hay que hablar también
del mismo en el conocimiento.
El esse que se traduce como ser o existencia es lo que se percibe como acto en el ente; es
lo que actualiza o da vigencia al sujeto, supuesto que el sujeto podría no ser en acto.
En latín
Ens, entis = ente, ser.
Essentia = esencia.
Esse = esse, ser.
En griego
= siendo. El ente por modo de participio presente del verbo (ser).
=aquello que es. El ente por modo substantivo.
= esencia.
= ser.
Estas consideraciones de vocabulario son elementales y deben ser reconsideradas. Sobre
todo profundizadas analógicamente.
en griego es participio presente de ; primariamente significa siendo.
Cuando al griego se le antepone el artículo neutro definido , queda y
queda substantivado. Y así significa “lo que es”, el ente.
En latín el participio griego se traduce por “ens” participio presente de esse. Esto
conforme a la autoridad de Boecio (s. V). Antes solía ponerse “quod est” (2) Como Séneca
lo propone.
También el “ ” se expresa con “ens”.
Ser=esse=einai. Es un verbo en infinitivo.
Según Heidegger en las distintas modificaciones (flexiones) de este verbo influyen tres
raíces, dos indogermánicas “es” y “bhu”, “bheu” y una tercera “wes”. Esta última sólo se
presenta en las modificaciones del germánico “sein”. Las primeras en las denominaciones
griega y latina (3). Atendiendo al sentido de sus raíces “ser” tiene el sentido de vivir,
brotar, permanecer. También indica lo que está por sí mismo, ponerse por sí mismo,
presentarse, manifestar, imperar, etc.
Hay que notar, sin embargo, que el sentido mismo del ser, de lo que es, del acto del ser o
del ente, está en la base de todas estas significaciones o matices. Es decir, así como amar
significa el acto del amor, ser significa el acto de ser.
Así el “esse” es el acto del ser o del ente en cuanto tal.
51
Al esse se le suele llamar también existencia de “ex-sisto”; de “ex” que importa origen y
de “sisto” estar allí. Así la palabra existencia desde el punto de vista de su etimología indica
un origen en el ser. Esto hace a la palabra menos apta para expresar el acto de ser
metafísico en cuanto el acto de ser metafísico debe ser respetado en su analogía, en cuanto
a su aptitud para estar en las distintas esencias, incluso en Dios en donde no tiene
efectualidad u origen, sino que es simplemente.
De hecho, sin embargo, existencia es una palabra que se usa mucho en castellano. Y
puede seguir usándose con la salvedad de su analogía y trascendencia. Y hay que notar que
los seres que primero se presentan al metafísico tienen origen. Y que la efectualidad de las
creaturas es lo que posibilita el vuelo metafísico hasta Dios. Además en Teología sagrada
se habla del orígen en Dios del Hijo y del Espíritu Santo. Y S. Tomás de Aquino que
habitualmente usa la palabra “esse” en relación a Dios (esse subsistens), alguna vez usa la
palabra existencia en este contexto (4).
La griega, se traduce como “essentia” esencia. Al parecer el primero en hacerlo
fué Plauto (5). A veces también se transcribe con la palabra “substantia”, sustancia, en un
sentido equivalente al de “essentia” o “quidditas”(6).
S. Tomás dice: “essentia dicitur secundum quod per eam et in ea res habet esse” (7)
esencia se dice según que por ella y en ella la cosa tiene ser (esse).
Algo de historia en torno al ente
El hombre está creado por Dios para tener una perfección metafísica.
Santo Tomás de Aquino en la Summa Theol. I,2,1 se plantea esta pregunta: Si la
existencia de Dios es por sí misma evidente. Y en la Respuesta del art. dice: “...Por
consiguiente digo que esta proposición Dios existe, en cuanto es en sí, es inmediatamente
evidente: porque el predicado es idéntico con el sujeto: pues Dios es su ser, como aparecerá
claro más abajo (q.3,a.4): Pero porque nosotros no sabemos qué es Dios, no es
inmediatamente evidente para nosotros: sino que necesita ser demostrada por aquellas cosas
que son más evidentes para nosotros, y menos evidentes en cuanto a su naturaleza, a saber
por los efectos”.
Es decir que para el Aquinate, la existencia de Dios, para nosotros, no es inmediatamente
evidente; sino que su evidencia requiere para nosotros de una demostración por las cosas
visibles.
52
Sin embargo, el Aquinate habla también de otro modo de conocer a Dios, y esto en el
orden natural. Esto se advierte en la lectura de la objección primera y de la respuesta
correspondiente, del mismo art..
“1. Aquellas cosas se dicen para nosotros inmediatamente evidentes, de las cuales para
nosotros un conocimiento está naturalmente presente, como consta de los primeros
principios. Pero, como dice el Damasceno en el principio de su libro /De fide orth., l.I,c.I.3
MG 94,789-793/, “el conocimiento de que Dios existe está inserto naturalmente en todos”.
Por tanto el que Dios exista es inmediatamente evidente.”
“Al primero hay que decir que el conocer que Dios exista (Deum esse) en algo común,
bajo cierta confusión, es para nosotros naturalmente inserto, a saber en cuanto Dios es la
felicidad del hombre: pues el hombre naturalmente desea la felicidad, y lo que naturalmente
es deseado por el hombre, naturalmente es conocido por el mismo. Pero esto no es conocer
simplemente que Dios sea: como conocer que alguno viene, no es conocer a Pedro, aunque
sea Pedro el que viene: pues muchos al perfecto bien del hombre, que es la felicidad,
consideran las riquezas, otros los placeres, otros otra cosa”.
Es decir, hay un conocimiento claro y explícito de Dios. Y éste es un conocimiento de la
ciencia metafísica. Y hay un conocimiento de Dios en común y bajo cierta confusión. Y
éste es un conocimiento natural de Dios previo a la conclusión de la ciencia metafísica.
El conocimiento natural de Dios implícito en el deseo natural de felicidad tiene también
un nivel metafísico. Porque Dios y la felicidad están en la culminación del orden
metafísico.
El deseo natural de felicidad presente en toda persona es un deseo de Dios por modo
necesario. Supone el conocimiento confuso de Dios. Y está en la base de todo el
dinamismo racional de la criatura. Incluso en el dinamismo intelectual que lleva al
descubrimiento y estudio del ente metafísico.
Además, en una perspectiva cristiana, hay que reconocer que la realidad supera a la
perspectiva metafísica. En tanto se da lo sobrenatural, los misterios en Dios y en las
creaturas.
La fe sobrenatural que es para el conocimiento de los misterios en su formalidad
sobrenatural, tiene alguna implicancia de lo metafísico, en cuanto las formas superiores
contienen a las inferiores; y en todo caso tiende a favorecer su existencia en sí. Y en Dios,
53
misma substancia de los cuerpos increada, asignaban algunas causas de las trasmutaciones
accidentales de este modo, como la amistad, la lucha, el intelecto, o algo de este modo.
Pero procediendo más allá, distinguieron por el intelecto entre la forma substancial y la
materia, a la que ponían increada; y percibieron que las trasmutaciones se hacían en los
cuerpos según formas esenciales. De las cuales trasmutaciones algunas causas universales
ponían, como el círculo obliquo, según Aristóteles, o las ideas, según Platón.
Pero hay que considerar que la materia por la forma se contrae a determinada especie;
como la substancia de alguna especie por el accidente a ella adveniente se contrae a un
determinado modo de ser, como hombre se contrae por blanco. Por consiguiente unos y
otros consideraron al ente según cierta particular consideración, o en cuanto es este ente, o
en cuanto es tal ente. Y así a las cosas causas agentes particulares asignaron.
Y más adelante algunos se erigieron a considerar al ente en cuanto es ente: y consideraron
a la causa de las cosas, no solamente que son estas o tales, sino según que son entes. Por
consiguiente, lo que es causa de las cosas en cuanto son entes, es necesario que sea causa
de las cosas, no sólo según que son tales por las formas accidentales, ni según que son éstas
por las formas substanciales, sino también según aquello que pertenece al ser de ellas de
cualquier modo. Y así es necesario poner también a la materia prima como creada por la
causa universal de los entes”
Y dice también el Aquinate respondiendo a la pregunta “Si Dios es causa eficiente de todos
los entes” en la Summa Theol. I, 44,1 :
“Respondo diciendo que es necesario decir que todo lo que de cualquier modo es, es por
Dios. Pues si algo se encuentra en alguno por participación, es necesario que sea causado
en el mismo por aquel al cual esencialmente conviene; como el hierro es hecho encendido
por el fuego. Pero se ha mostrado arriba /Summa Theol. I, 3,4/ cuando se trató de la divina
simplicidad, que Dios es el mismo ser por sí subsistente. Y también se ha demostrado /ib.
7,1, ad 3; a.2/ que el ser subsistente no puede ser sino uno: así como si la blancura fuera
subsistente no podría ser sino una, en cuanto las blancuras se multiplican según los
recipientes. Por consiguiente resta que todas las cosas distintas de Dios no son su ser sino
que participan del ser. Por consiguiente es necesario que todas las cosas que se diversifican
según la diversa participación del ser, para que sean más o menos perfectamente, que sean
55
causadas por un primer ente, que es perfectísimamente. De dónde Platón (8) dijo que es
necesario antes de toda multitud poner la unidad. Y Aristóteles dijo (9), en el II de los
Metafísicos, que aquello que es máximamente ente y máximamente verdadero, es causa de
todo ente y de todo verdadero: como aquello que es máximamente cálido es causa de toda
calidez”.
Lo referido por el Aquinate acontece básicamente en el mundo griego. Se consideraba
como principio de las cosas al agua (Tales + 546 a. de Cr.). O al aire (Anáximenes + 528 a.
de Cr.). O al fuego ( Heráclito + 470 a. de Cr.), etc. Heráclito también reducía todo al
movimiento.
Los filósofos sobre la materia increada ponían el influjo de alguna causa, como la amistad
y la enemistad (Empédocles +430 a. de Cristo). O el intelecto (Anaxágoras + 428 a. de Cr.).
Y fueron progresando en el conocimiento de los seres hacia un orden más substancial
tanto individual como específico; y a causas más profundas. Y llegan incluso a preguntarse
sobre el ente en un nivel metafísico.
Parménides se pregunta especialmente por el ente en un nivel de intención metafísica.
Para Parménides del ente no se hace el ente, porque ya es ente. Y de la nada nada se hace.
Por tanto, simple y absolutamente nada puede hacerse.
Es decir el ente en Parménides, lo que es, es sin movimiento, es lo siempre presente en
identidad consigo mismo. Sin origen, ni fin. Homogéneo (sin vacío=no ser) y limitado
(acabado, completo).
Platón (428-+347 a. de Cr.) también se pregunta por el ente el óntws, lo
entitativamente ente, o lo realmente real (Cf. González Alvarez: Tratado de Metafísica.
Ontología, p. 67). El ente es lo “uno mismo en cuanto uno mismo”.
El ente es lo que es idéntico a sí mismo. Lo que no es otro.
Lo que es inmutable.
Lo que es simple o incompuesto. Y por tanto, sin fractura de su unidad.
Lo que permanece.
El ente se sitúa en el mundo superior. No en el de la mera participación y sensible.
El mundo sensible es sólo sombra del ser.
El ente se alcanza por la inteligencia (nous). En un salto dialéctico y según una
reminiscencia.
56
Aristóteles (384 a. de Cr.- +322 a. Cr.) se pregunta por el el ente en cuanto
ente. El ente es el objeto de la Filosofía primera.
El ente se obtiene por la abstracción de lo común a los distintos seres. El ente es lo común
a los distintos seres.
El ente se realiza ante todo en la substancia. Y en la substancia particular o primera
(). Este hombre, este toro, etc. (10)
En medio del panta rei (todo es movimiento) de Heráclito y del quietismo de los eleatas
(Jenófanes, Parménidades, Melesio, Senón), Aristóteles con su doctrina del acto y la
potencia (entelegjia-energeia ---dinamis) recupera metafísicamente el dinamismo y la
quietud del ser (11); y con ello el equilibrio de la realidad en el nivel del conocimiento
metafísico.
Para Aristóteles el ser no es un género (12). Es decir, el ser trasciende las categorías de
substancia, cantidad, calidad, etc.
Distingue también entre ser necesario y contingente. El ser contingente es compuesto de
acto y potencia (13). En cambio, el ser absolutamente necesario no tiene potencia.
Habla de la analogía.
Con todo esto, Aristóteles se coloca en un muy elevado nivel metafísico. Y es, sin duda,
el antecedente propio de S. Tomás de Aquino.
Después de Aristóteles hay muchos metafísicos importantes. Entre los pensadores
paganos destacamos especialmente a Plotino (203-270) y Proclo (410-480)
Entre los pensadores cristianos a S. Juan evangelista, a Tertuliano (169-220), Clemente de
Alejandría (162-215), Orígenes (184-253), S. Atanasio de Alejandría ( ), S. Agustín (354-
430), S. Cirilo de Alejandría (370-444), Boecio (480-525), Leoncio de Bizancio (+543), el
pseudo Dionisio Areopagita (s. V), Beda el Venerable (647-755), S. Juan Damasceno (676-
756), S. Anselmo (1033-1109), Domingo González (Dominicus Gundissalinus), Pedro
Hispano (+1227) .
Entre los pensadores árabes: Avicena (Ibn Sina)(980-1037), Averroes (Ibn Rochd)
(1126-1193).
En la Edad Media cristiana aparecen grandes pensadores, con mucha fe, teología y
Metafísica. Particularmente mencionamos a los franciscanos Alejandro de Hales (1180-
57
y cómo se tengan con respecto a las intenciones lógicas, a saber, los géneros, species y
diferencias.
2. Pero como a partir de los compuestos debemos recibir el conocimiento de los simples,
y a partir de los posteriores debemos llegar a los primeros, de tal manera que a partir de los
más fáciles a los que comienzan se haga una más fácil disciplina, por consiguiente a partir
de la significación del ente se ha de proceder al conocimiento de la esencia (ideo ex
significatione entis ad significationem essentiae procedendum est)” (14)
Es decir, se da una prioridad del conocimiento del ente.
De momento que el ente es el objeto del intelecto, siempre que se da la intelección de
alguna cosa, se da una intelección del ente. Pero hay distintas formas de intelección y
distintas intelecciones del ente. Particularmente hay una intelección inicial del ente al
comienzo de la vida intelectual de la persona humana. Y el texto citado del Aquinate versa
mucho en relación al mismo. La captación metafísica del ente es algo de una máxima
riqueza y hay personas humanas que no llegan a ese nivel. De todas maneras hay que
considerar también la prioridad del ente en el orden metafísico del conocimiento: el ente
metafísico es la puerta de entrada de la Metafísica.
Si se da una definición del ente
Surge la pregunta de si hay una definición esencial y metafísica del ente. La respuesta es
negativa. Porque la llamada definición esencial y metafísica se hace por la manifestación
del género y la diferencia específica de la cosa. Así por ej. la definición esencial y
metafísica de hombre, nos dice que hombre es “animal racional”. En donde “animal” se
entiende como género y “racional” como diferencia específica. Y esto no corresponde al
ente.
¿Qué es un género y qué es una diferencia ?. Son universales que pertenecen al orden
lógico y mental y dicen una correspondencia con la realidad.
El género se define como”unum aptum in esse pluribus specie differentibus et praedicari
de illis univoce in quid incomplete” ( ), “uno apto para estar en muchos, diferentes en
especie, y predicarse de ellos unívocamente por modo esencial e incompleto”. Por ej. el
género “animal” en la definición “animal racional” que corresponde a “hombre”.
Cuando decimos “uno apto”, en “uno” expresamos una naturaleza.
59
cualifica, determina o modifica. Así “animal racional” importa los contenidos de la especie
humana, de la esencia de hombre.
El género y la diferencia constituyen la especie.
La especie se define como “unum aptum in esse pluribus et praedicari de illis univoce in
quid complete”, “ uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismos unívocamente
por modo esencial y completo”. Así, “animal” como género y “racional” como diferencia,
constituyen la especie “hombre”.
Según esto, decimos que la razón de ente no se entiende propiamente en un orden
genérico o específico.
Razones. En primer lugar, el género, la diferencia y la especie si se consideran
propiamente, se toman unívocamente. Es decir, se tienen siempre del mismo modo. Así
cuando decimos Pedro es hombre, Juan es hombre; este leon es animal, este jabalí es
animal, etc.
Pero el ente es análogo. No se da del mismo modo. El hombre es ente, el ángel es ente,
los árboles son entes. Al ente lo decimos de distintos modos.
Además, el género designa a la cosa, unívocamente, no de un modo completo sino
incompleto, y en cuanto determinable por la diferencia específica. Así “animal” se dice de
Juan, Pedro, etc. (Juan es animal, Pedro es animal, etc). Y se dice del lobo, del cordero, etc.
(el lobo es animal, el cordero es animal, etc.). En los casos dados “animal” significa en las
cosas, su esencia, no de un modo completo sino incompleto, siendo el género “animal”
ulteriormente determinable por la diferencia “racional” y por distintas diferencias
“irracionales”.
El género en su propia razón no incluye en acto a la diferencia. Sino que la razón de
género es distinta de la razón de diferencia. Y si la razón de género incluyera en acto a la
razón de la diferencia y por ende la razón de diferencia no estuviera fuera de la razón del
género (si no fuera extraña a la misma), dondequiera se diera el género se daría también la
diferencia. Así por ej., si la razón de “racional” (diferencia), se incluyera en acto en la razón
de “animal” (género); dondequiera se diera la razón de “animal”, se daría también la razón
“racional”; es decir, todos los animales serían racionales. Y no habría lugar para los
animales irracionales. Lo que es falso.
Es decir, que el género se determina por una diferencia que es extraña a su propia razón.
61
Por tanto, si el ente fuera un género, sería determinable por una diferencia extraña a su
propia razón. Pero no puede darse una diferencia extraña al ente. Cualquier diferencia es
ente.
Y la diferencia es extraña al género.
No ocurre tampoco que la diferencia participe del género de tal manera que el género sea
en la razón de la diferencia. Porque de este modo en la definición de la cosa se pondría dos
veces al género. Así en la definición de hombre tendríamos que decir que el hombre es
“animal” (género) animal racional (diferencia). Sino que es necesario que la razón de la
diferencia esté fuera de la razón del género (cf. Summa contra gentiles, I, cap. 25).
Pero todo lo que es es ente.
No puede darse ninguna diferencia que no sea ente. Es decir, no puede darse ninguna
diferencia que sea extraña al ente. Y el no ente no es diferencia.
Por tanto, el ente no puede ser género. Porque no es contrahíble o determinable por una
difeencia extraña al mismo.
El ente no es género. Ni se da tampoco algo que esté sobre el ente, como un género del
mismo. Porque todo lo que es, es ente de alguna manera. Nada más universal que el ente.
El ente trasciende el orden genérico y específico.
La razón de “extrañeza” en acto que corresponde al género y a la diferencia no
corresponde al ente.
La razón de ente es algo común que incluye en acto y confusamente a sus inferiores.
No puede darse una definición esencial y metafísica del ente. Pero puede descubrirse al
mismo con la llamada abstracción formal del tercer grado positiva, incluyendo a un juicio
en ese nivel sobre el ente. Y se puede dar sobre el ente lo que se puede llamar una
definición menos propia, mediante la expresión de sus constitutivos que son la esencia y el
esse, según los cuales se constituye el ente. El ente es aquello que es, el que es teniendo el
esse. Y se capta mentalmente según un sujeto y una forma que importa al esse.
Hay un prioridad del ser sobre el conocimiento. Esto vale especialmente en el orden
metafísico.
Lo primero es Dios, el ipsum esse subsistens, el ser absolutamente necesario. Lo que es
distinto de Dios, existe por la libre voluntad divina, por creación en el tiempo.
62
El ser de las creaturas es un ser por participación. Y es inteligible .Las creaturas son
creadas por Dios en un universo. Este ser de las creaturas en un universo presidido por
Dios, Rey del universo, importa en ellas, diversamente, relaciones y semejanzas con Dios y
entre sí. Así se da la analogía en la universalidad del ser. Analogía que importa la distinción
y diversidad de las cosas, su orden entre sí y en relación a un primero, y también una cierta
razón de semejanza.
Entre las creaturas existe el hombre, en el cual se da el conocimiento metafísico del ser o
del ente. Y por tanto, la ciencia Metafísica.
La Metafísica importa un conocimiento del ser o del ente en su nivel más profundo en el
orden natural. Pero la ciencia Metafísica no constituye originariamente al ente metafísico,
como sería del gusto del idealismo, sino que es deudora del mismo. Es decir, el ente real y
trascendente influye en la mente y es captado por la misma según un proceso de abstracción
formal y real o positiva. Para esto se requieren particularmente la iluminación del intelecto
y la constitución, en un concepto y más precisamente verbo mental, de una imagen
intencional del ser o del ente en identidad y referencia real hacia el ser real y trascendente.
Hay que tener en cuenta que el alma, por el conocimiento, se hace en cierta manera todas
las cosas; y esto vale, especialmente para el orden metafísico.
El conocimiento requiere siempre una cierta inmaterialidad en el cognoscente. Y la
Metafísica dice intrínsecamente una suma inmaterialidad y accede al ser o ente en su
máximo nivel natural de inmaterialidad. Es de lo que es inmaterial, o de lo que puede darse
sin la materia. Así el ser, captado originariamente como objeto por la Metafísica, es el ser
en tanto dice una razón que lo habilita para darse no sólo en las cosas materiales, sino
también en las inmateriales, como el alma espiritual o la misma inteligencia.
El ente metafísico es, ante todo, el ente creado en su realidad y trascendencia, en tanto
importa a la esencia y al esse según una profundidad, totalidad, trascendencia y analogía
que le permite referirse diversamente a los distintos entes. Y es en la mente según una
identidad intencional y en una máxima riqueza, de tal manera que contiene a sus inferiores
en acto, por modo implícito, según cierta confusión.
En el ente metafísico se considera inicialmente al esse y a la esencia. La distinción real de
esencia y esse en las creaturas es algo posterior que requiere una demostración. Pero ya
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desde un principio está dada una cierta superioridad del esse sobre la esencia; que luego se
descubre más claramente en tanto el esse está como acto y la esencia como potencia.
Hay en el ente metafísico una cierta prioridad con relación a los otros trascendentes: el
uno, el otro, la verdad, el bien, la belleza. Porque estos trascendentes suponen a la razón del
ente, e incluso se constituyen por algo del mismo. Lo que se da en ellos es una explicitación
del ente.
El ente metafísico es ante todo el ente real y trascendente. Pero hay que entender en el
mismo, en su trascendencia y analogía, una cierta referencia y continencia, no exlusión del
ente de razón. En tanto, el ente de razón es de algún modo, aunque sea de un modo menor.
Y se entiende en analogía con el ente real y trascendente.
El ente real y trascendente contiene en sí, en su faz inicial, indivisamente, a la llamada
predicamentalidad del ente. Según la cual se entiende su división en la substancia y en los
distintos accidentes. Y se da ante todo en la substancia, en razón del mayor peso ontológico
de la misma.
El ente real y trascendente, en su profundidad análoga está abierto a toda referencia, en
razón de la aptitud del ser para darse en todos y en cada uno, según razones comunes y
particulares o singulares.
En el ente real y trascendente no se capta inicialmente y de un modo inmediato la
existencia de Dios. Llegar a la existencia de Dios requiere una demostración, a partir de las
creaaturas y en un modo metafísico. Lo que el metafísico descubre es la insuficiencia de las
creaturas y del ente creado mismo, que requiere por modo absolutamente necesario una
causa que es Dios. El ente creado, aún en el nivel de su máxima inteligibilidad intrínseca,
no termina de explicarse y justificarse a sí mismo. Y necesita de Dios que lo haga ser. Y
luego se descubre la creación de las cosas, la providencia divina, etc. Y se da plena razón
de toda causalidad en el ente creado. La razón metafísica del ente dice a la semejanza
análoga de todas las cosas.
La Metafísica, en tanto fundada en el ente metafísico y causada por el mismo, tiene una
condición especulativa. Sin embargo, teniendo en cuenta que el intelecto especulativo
según una cierta extensión se hace práctico, y que toda práctica supone alguna teoría, se
descubre también algún orden a lo práctico en el ente metafísico. Y esto, aunque de facto
para la realización por el hombre del orden moral y práctico, se requieran también otros
64
principios operativos, como potencias y hábitos operativos. Y que no todos los hombres
lleguen a un nivel explícitamente metafísico. Pero la razón de ente o de esencia y esse,
descubierta por la Metafísica, está incluso en los ignorantes y nescientes, y en los actos de
los mismos.
Algunas aclaraciones
Corresponden algunas aclaraciones en orden al ente y a su conocimiento
Distinción del ente per se y del ente per accidens
El ente se distingue en ente per se y ente per accidens. El ente per se (por sí) es uno que
tiene en sí la razón de ente de algún modo. Ente per accidens (por accidente) es un
agregado de cosas de diversos géneros, como cuando decimos “hombre blanco” (15)
A partir del ente dice el Aquinate en el Opusculum de ente et essentia, caput I:
1. Hay que saber que, como en el 5 de los Metaphys. (text. 14 el Filósofo dice, el ente
per se se dice doblemente: De un modo, el que se divide por los doce géneros; de otro
modo el que significa la verdad de la proposición. Pero de estos la diferencia es,
porque en el segundo modo puede decirse ente todo aquello de lo cual puede formarse
una proposición afirmativa, aunque el mismo en la cosa nada ponga; por el cual modo
las privaciones y las negaciones se dicen entes: pues decimos que la afirmación es
opuesta a la negación, y que la ceguera es en el ojo. Pero en el primer modo no puede
ser dicho algo que sea ente, a no ser que en la cosa algo ponga. De donde en el primer
modo la ceguera y las de este modo no son entes. Por consiguiente el nombre de
esencia no se toma del ente dicho del segundo modo; pues algunos se dicen de este
modo entes, que esencia no tienen, como consta en las privaciones; sino que se toma
la esencia del ente en el primer modo dicho. De donde el Comentador en el mismos
lugar /Averoes in 5 Metaphys., text. 14/, dice: “El ente en el primer modo dicho, es el
que significa la substancia de la cosa” (16)
Es decir, entre otras cosas, hay que señalar la prioridad en el ente en el sentido de la
realidad y de la afirmación.
Sobre la esencia
El ente es “id quod est”: aquello que es. La esencia se dice por el ente, por el esse del
ente. La esencia es “id quo res est id quod est”: aquello por lo cual la cosa es aquello que
65
es. Aquello por lo cual la cosa es en algún orden del ente: por ej. aquello por lo cual el
hombre es hombre, aquello por lo cual el equino es equino, etc.
Hablando de la esencia el Divino Tomás dice:
“2. Y porque, como se ha dicho, el ente dicho en este modo /primer modo/ se divide por
los diez géneros (17) , corresponde que la esencia signifique algo común a las distintas
naturalezas, por las cuales los diversos entes en los diversos géneros y especies se
colocan, como la humanidad es la esencia del hombre, y así de los otros. Y porque
aquello por lo cual la cosa se constituye en el propio género o especie, es lo que
significamos por la definición que indica qué es la cosa; de allí es que el nombre de
esencia por los filósofos en el nombre de quididad se cambia; y esto es lo que el Filósofo
en el 7 de la Metafísica frecuentemente denomina quod quid erat esse, es decir esto por lo
cual algo tiene esse quid. Se dice también forma, según que por la forma se significa la
perfección o certeza de cada cosa, como dice Avicenna en el 2 de su Metafísica. Esto
también con otro nombre se dice naturaleza, tomando a la naturaleza según el primer
modo de aquellos cuatro modos, a los cuales Boecio, De Duabus naturis (cap.I), asigna; a
saber según que naturaleza se dice aquello que por cualquier modo el intelecto puede
captar. Pues la cosa no es inteligible, a no ser por su definición y esencia: y así también
dice el Filósofo en el 5 de la Metafísica, que toda substancia es naturaleza. Pero el
nombre de naturaleza en este modo tomada parece significar a la esencia de la cosa según
que tiene orden u ordenación a la propia operación de la cosa, en cuanto ninguna cosa es
destituída de su propia operación. Pero el nombre de quididad se toma de esto que por la
definición se significa: pero esencia se dice según que por ella y en ella la cosa tiene ser
(esse).” (18)
Según esto decimos, que en el ente que se divide por los diez géneros, la esencia:
1º. Es algo común a todas las naturalezas por los cuales los entes en diversos géneros y
especies son colocados, “como la humanidad es la esencia del hombre, y así en los otros”.
2º. La esencia es aquello por lo cual se constituye en su propio género y especie. Así la
humanidad es la esencia del hombre y expresa lo específico del hombre.
3º. La esencia se dice quididad. La “quidditas” es la misma esencia en cuanto término
de la definición que indica qué es la cosa.
66
4º. La esencia es “quod quid erat esse”. Aquello por lo cual algo tiene esse quid.
Aquello por lo cual algo tiene la quididad.
5º. La esencia se dice forma. Según que por la forma se significa la perfección o certeza
de cada cosa.
6º. La esencia es aquello que de cualquier manera puede ser captado por el intelecto.
Pues la cosa no es inteligible a no ser por su perfección y esencia.
7º. La esencia es aquello que informa a cada uno con su diferencia específica (Cf.
Summa Theol. I,29,1 ad 4).
8º. La esencia se dice naturaleza. La naturaleza es la misma esencia según que tiene
orden u ordenación hacia la propia operación de la cosa, en cuanto que ninguna cosa está
destituída de su propia operación.
De un modo analógico podemos decir que la esencia es el principio ontológico o
síntesis de principios ontológicos por el cual una cosa se constituye en su propia especie u
orden en el ser. Así por ej. humanidad, Deidad.
El esse
El ente es “id quod est”: aquello que es. O “habens esse”: aquello que es teniendo el
esse.
El ente, en su concepto, implica un sujeto y una forma. El sujeto es la esencia. Y la
forma el acto de ser o esse.
El “esse” es primordialmente el acto del ser. Como el pensar es el acto del que piensa,
el amar el acto del que ama, la forma substancial es el acto del cuerpo; el esse es el acto
del ser o del ente.
También se dice que el esse o existencia es aquello por lo cual la cosa existe, o por lo
cual la cosa está fuera de sus causas o de la nada. Es decir, que antes de la existencia la
cosa en sí no existe o está sólo en la posibilidad de su causa, pero por la existencia es o
existe en sí.
S. Tomás usa al esse en tres sentidos: como acto de ser, como esencia y como aquello
de lo cual se puede formar una proposición afirmativa, “aunque el mismo nada ponga en
la realidad”, como las privaciones.
“ Uno modo dicitur esse ipsa quidditas vel natura rei, sicut dicitur quod definitio est
oratio significans quid est esse: definitio enim quidditatem rei significat. Alio modo
67
dicitur esse ipse actus essentiae, sicut vivere, quod est esse viventibus, est animae actus,
non actus secundus qui est operatio, sed actus primus. Tertio modo dicitur esse quod
significat veritatem compositionis in proposionibus, secundum quod est dicitur copula”
“De un modo se dice esse la misma quididad o naturaleza de la cosa, como se dice que la
definición es la oración que significa quid est esse: pues la definición a la quididad de la
cosa significa. De otro modo se dice esse el mismo acto de la esencia, como vivir que es
esse para los vivientes, es acto del alma, no el acto segundo que es la operación, sino el
acto primero. De un tercer modo se dice esse lo que significa la verdad de la composición
en las proposiciones, según que es se dice cópula” (19).
Pero es primordial el sentido de esse como acto del ser.
El esse es lo presente en el ente como lo último y al mismo tiempo como lo más actual
y formal y por tanto como lo más íntimo. Cf. Summa Teol. I, 4, 1 ad 3; 8,1, c.
Dice el divino Tomás: “Al tercio hay que decir que el mismo esse est lo más perfecto de
todos: pues se compara a todos como acto. Pues nada tiene actualidad, a no ser en cuanto
es: de donde el mismo esse es la actualidad de todas las cosas, y también de las mismas
formas. De donde no se compara a las otras como el que recibe a lo recibido: sino más
como lo recibido hacia el recipiente. Pues cuando digo el esse del hombre, o del equino, o
de cualquier otro, el mismo esse se considera como formal y recibido: pero no como
aquello al cual le corresponde el esse” (Summa Theol. I, 4,1, ad 3).
El ente como nombre y como participio
El ente metafísico se considera como nombre y como participio.
El ente como participio significa directamente al esse y en obliquo a la esencia.
El ente como nombre significa significa directamente a la esencia o sujeto o cosa y en
obliquo al esse.
Así el ente es “id quod est”: aquello que es. Si acentúo el “est” concibo al ente por
modo participial. Si acentúo el “id quod”concibo al ente por modo nominal ( 20).
El ente como nombre es predicado comunísimo, simplicísimo, esencial de todos
aquellos de los cuales se predica.
El ente como nombre es predicado comunísimo en cuanto se predica de todas las cosas
o entes, aunque diversamente. Así se predica de todo ente en acto y de todo ente posible
(esto último en cuanto abstrae del ejercicio actual de la existencia). Del ente completo y
68
ente, es decir aquello por lo cual algo se denomina ente en acto en la naturaleza de las
cosas...El ente que se dice por tal esse se divide por los diez géneros” (Qdl. IX, a.3).
Distinción del ente en ente real y ente de razón.
El ente considerado en cuanto todo análogo se distingue en ente real y ente de razón.
El ente real es aquel al cual le corresponde un esse en la naturaleza de las cosas.
El ente de razón es aquel que sólo existe objetivamente en el intelecto.
El ente real se divide en el mismo ser subsistente (Dios), y en ente por otro (ens ab
alio). El ente por otro se divide en los predicamentos (substancia, cantidad, cualidad, etc)
El ente de razón se dice según una semejanza con el ente real.
El ente de razón se divide según división esencial en negación (privación) y en relación.
Se trata de una división según negación y posisión.
El ente de razón, según su fundamento, se divide en ente de razón con fundamento en la
cosa y sin fundamento en la cosa.
El ente de razón con fundamento en la cosa puede ser una carencia de entidad que se
concibe como cosa en la mente: negaciones, privaciones. O relaciones de razón , como las
relaciones lógicas de los géneros y especies.
El ente de razón sin fundamento en las cosas, como el centauro o la quimera que no
tienen vigencia en la realidad en cuanto sus razones se excluyen.
Distinción del ente en ente actual y posible
Esta distinción se considera según se tenga el ser en acto o sólo en potencia. Cada uno
de nosotros es un ente en acto. Antes de existir teníamos la posibilidad de existir.
NOTAS
(1) Inusitado en el latín clásico. Cf. Adolfo Muñoz Alonso. Lengua Latina. E.P.E.S.A.
Madrid 1945,p.29
(2) Cf. Gilson L´etre et l´essence. París, Brin. 1962. Cf. Echauri. Heidegger y la metafísica
tomista. Eudeba pag. 21.
(3) Cf. González Alvarez M.A. Tratado de Metafísica. Ontología. Ed. Gredos, Madrid,
1961, p. 100, c. II, a. IV,2, p100.
(4) Santo Tomás de Aquino. Summa Theologiae I, Ed. Marietti, Taurini-Romae,.
(5) Cf. González Alvarez M.A. Tratado de Metafísica. Ontología. Op. cit p. 101.
70
(6) Ib. III 1, 201 a 10 (II,273, 46); Metaphys. X,9,1065 b 15 y 33 (II 594,45: 595,11)
(7) Acta Apostolicae Sedis, VI, 383, ss. Año 1914, bajo S. Pío X.
(8) QQ. DD. De potencia 2,1 c.
(9) Gredt Josephus . Elementa Philosophiae Aristotelico- thomisticae. I. Logica. P. II. Cap.
II, p. 3, 2. Ed. Herder, Friburgi Brisgoviae, a. 1936, p. 151.
72
LOS TRASCENDENTALES
Según esto decimos, lo primero que el ente concibe como evidentísimo es el ente.
Originariamente se trata del ens concretum quiditati sensibili –ente concreto en la quididad
o esencia sensible-(Cf. Cayetano O.P. In de ente et essentia ) (4); dado que nuestro
conocimiento empieza por los sentidos y nuestra inteligencia empieza en el orden sensible.
Pero uno va profundizando intelectualmente y ascendiendo a órdenes superiores de
conocimiento hasta llegar al mismo Dios. En cualquier orden de conocimiento nos
encontramos inicialmente con algo que es ente. Y esto vale también para el conocimiento
metafísico, en el cual nos ubicamos.
En el ente se resuelven todas las concepciones. Examinando a las cosas lo que nos queda
es el ente o algo del ente. ¿ Qué es el fuego?. ¿ Qué es el hombre?. En la respuesta siempre
está el ente, aunque diversamente.
Desde el principio hasta el fin todo nuestro conocimiento pasa por el ente.
El concepto puro del ente dice “id quod est” aquello que es; o de otro modo “habens esse”
teniendo el ser, teniendo el esse; explícitamente.
Frente a la multitud enorme de seres o de entes, además del concepto de ente o de entes
tenemos también muchos conceptos para entenderlos. Por ej. los de substancia, cantidad,
cualidad, verdad, bondad, etc.
Y estas concepciones se tienen por modo de adición a la concepción del ente. El ente es
aquello que es. La substancia es la esencia a la cual le corresponde el ser (esse) en si; el
accidente es la esencia a la cual le corresponde el ser (esse) en otro; en el orden de la
substancia el hombre es el animal racional, etc.
Pero nada de lo que es por ej. substancia, animal racional, hábito, virtud, etc. es extraño
al ente.
Por tanto, ninguna concepción distinta de la concepción del ente y que se añade a la
concepción del ente es extraña a la concepción del ente. Al ente no se le puede añadir algo
como extraño; como la diferencia racional que está fuera del género animal se añade al
75
género animal para constituir la especie hombre (animal racional), o como se añade el
accidente al sujeto. Porque todo lo que es, de alguna manera es ente.
Sino que al ente se le añade algo diciendo expresamente lo que en el nombre de ente no
se dice expresamente.
En el nombre de ente se dice expresamente “id quod est” o “habens esse”. Y al ente se le
añade algo diciendo algo que no está expresado en el id quod est est o habens esse; aunque
esté si implícitamente, en acto y confusamente.
Aquello que se expresa o es un modo especial del ente o es un modo general del ente. El
modo especial del ente determina al ente a un modo especial de seres, por ej. la substancia
o la cualidad. El modo general del ente es consecuente a todo ente.
En cuanto a los modos especiales del ente hay que tener en cuenta que el ente se da en
distintas proporciones o grados. Y según esto se consideran distintos modos especiales del
ente y se clasifican mentalmente en distintos géneros. Así se da por ej. el ente como
substancia. La substancia no añade al ente una naturaleza extraña, sino que dice al ente de
un modo especial, como en si o per se ens.
O el ente se da como cualidad. Y ésta no añade al ente una naturaleza extraña; sino que
dice un modo especial del ente: un esse in alio (ser en otro) por modo informativo o
determinativo.
Ni el per se de la substancia, ni el in alio de los accidentes, ni las distintas realizaciones
de los accidentes, se dicen explícitamente en el concepto puro del ente.
Pero lo que se expresa puede ser también un modo general del ente; esto es, un modo de
ser que se encuentre no en un grupo determinado o limitado de entes, sino en todos. Así se
expresan los trascendentales que acompañan al ente trascendente.
El modo general consecuente a todo ente puede darse de una doble manera:
1º. En cuanto consiguiente a todo ente en si (absolutamente).
2º. En cuanto consiguiente a cada ente en orden a otro (relativamente).
De la primera manera, esto es, en cuanto consiguiente al ente en si, es un modo general:
O porque expresa en el ente algo afirmativamente.
O porque expresa en el ente algo negativamente.
Lo que puede expresarse en todo ente considerado absolutamente o en sí, no es sino la
esencia. Y así se tiene el nombre “res” “cosa” que expresa la esencia o quididad del ente; en
76
tanto que el nombre ente se toma por el actus essendi y señala más el actus essendi o
existencia.
La negación que es consiguiente al ente absolutamente o en si es la indivisión. La
división se capta primeramente en la oposición del ente con el no ente. Se niega la división
del ente, y se tiene el ens-non divisum, el ente indiviso que se expresa con el nombre de
“unum” “uno”.
De la segunda manera, esto es, en cuanto consiguiente a cada ente en orden a otro, se da
el modo general o según la división de uno hacia otro, o según la conveniencia de uno hacia
otro.
Un ente en cuanto dividido de otros se dice “aliquid” “algo”. Y este es otro modo general
consiguiente al ente.
En el segundo sentido, esto es, tomando al ente hacia otro según una conveniencia, se
compara al ente con el alma que es en cierta manera todas las cosas. Y esta conveniencia
puede considerarse o en la virtud cognoscitiva o en la virtud apetitiva.
El modo general que designa la conveniencia con el intelecto se dice “verum” “lo
verdadero”, “la verdad”.
El modo general que expresa la conveniencia del ente con el apetito se designa con el
nombre de "bonum” “el bien”. El bien es aquello que todos apetecen, el ente en cuanto
apetecible.
Aunque S. Tomás no lo designe en el texto antedicho De veritate I,1 se suele ubicar
también entre los trascendentales al “pulchrum” “lo bello” o la “belleza”. La belleza
expresa la conveniencia del ente con el apetito del intelecto. Se entiende como aquello que
complace al intelecto.
Del uno, algo, verdad, bondad y belleza se dice que son propiedades del ente.
La expresión se entiende comparativamente a lo que se entiende como propiedad
predicable. Aquí se trata de las propiedades trascendentales.
Por predicable se entiende aquello (una naturaleza) apto para estar en muchos y
predicarse de los mismos unívocamente. Así se entienden el género, la diferencia, la
especie, el propio y el accidente.
El género es uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismos unívocamente por
modo esencial e incompleto. Por ej. el género animal.
77
La diferencia es uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismos unívocamente
por modo esencial y cualitativo. Por ej. la diferencia racional en la definición de hombre.
La especie es uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismos unívocamente
por modo esencial y completo. Por ej. hombre.
El propio es uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismo unívocamente por
modo cualitativo y necesario. Por ej. la risibilidad en el hombre. Otra definición del propio:
aquello que conviene a todos los contenidos en una especie, a sólo ellos y siempre.
El accidente (predicable) es uno apto para estar en muchos y predicarse de los mismos
por modo cualitativo y contingente. Por ej. el levantar el brazo si un hombre lo levanta.
Hay diferencias entre el predicable y el trascendente y entre el propio o propiedad
predicable y la propiedad trascendental.
El predicable importa más precisamente a la naturaleza o esencia; el trascendente señala
más el ente. El predicable se dice unívocamente; el trascendental en principio se dice
análogamente.
Considerando la condición por modo cualitativo y necesario del propio predicable hay
que decir que la cualidad que se entiende añadida a la especie o naturaleza es en cierto
modo extraña a la misma; por ej. la razón de risibilidad no es la razón de humanidad. Pero
el caso de la propiedad trascendente es distinto. Porque no hay nada extraño al ente; todo lo
que es, es ente de alguna manera.
Así la propiedad trascendental es por modo cualitativo en cuanto supone un sujeto que es
el ente y expresa un aspecto o formalidad que no está explícito sino implícito en su
concepto y esto sin destruir su analogía.
La propiedad predicable se dice necesariamente del sujeto en cuanto tiene su origen a
partir de los principios permanentes de la naturaleza del sujeto.
La propiedad trascendental acompaña necesariamente al ente y se dice de él de un modo
necesario. Así el verum, el bonum, etc. se dicen de todo ente.
De un modo más simple se dice que la propiedad trascendental es “un atributo universal,
no sinónimo del ente, sino ligado a él como secuencia suya”. (5) También podemos decir
que las propiedades del ente son trascendentales consiguientes al ente.
78
Surge entonces la pregunta sobre la distinción entre el ente y sus propiedades. ¿ Cómo se
distinguen el ente y sus propiedades ?
Distintos son aquellos de los cuales uno no es el otro.
La distinción es real o de razón
Distinción real es aquella que se da en la realidad de modo antecedente de independiente
de la consideración de nuestra mente. Por ej. hay distinción real entre la substancia y los
accidentes; entre un padre y un hijo.
Distinción de razón es aquella que no se da en la realidad de las cosas sino que es
establecida en las cosas por la mente contando con un fundamento en las mismas.
La distinción del ente y sus propiedades no es real sino de razón. Porque nada es extraño
al ente. Ningún trascendente puede añadir algo real al ente que no sea ente y no esté
identificado con el mismo.
La distinción de razón es doble: rationis ratiotinantis (de razón del razonante) y rationis
ratiotinatae (de razón de la / cosa / razonada).
La distinción rationis ratiotinantis es una distinción de razón con fundamento remoto en
las cosas reales y con fundamento próximo en las cosas en cuanto pensadas. Por ej. cuando
decimos Pedro es Pedro: se trata realmente de un mismo Pedro; pero el mismo Pedro está
en la mente un vez como sujeto y otra vez como predicado.
79
Cuando hablamos de las propiedades trascendentales del ente, entendemos al ante y a una
referibilidad del mismo. Así decimos que el uno es el ente en cuanto indiviso; que el verum
es el ente en cuanto dice un orden al intelecto; que el bonum es el ente en cuanto dice un
orden al apetito. Esta referibilidad puede entenderse en un sentido formal y en un sentido
fundamental. Por ej. en un orden particular decimos que Pedro es padre de Pedrito; en el
caso entendemos que es formalmente padre por una relación de paternidad y el fundamento
de esta relación se encuentra en el acto de generación de Pedrito que corresponde a Pedro.
En el caso de las propiedades trascendentales del ente, la propiedad importa propiamente
al ente y al fundamento de la referibilidad. La referencia formalmente considerada es algo
de la razón y por tanto el ente se distingue realmente de la misma. En cambio el
fundamento de la referibilidad es algo del ente, identificado realmente con el ente, en el
ente mismo; sólo que cuando se dice simplemente al ente aunque se implica no se lo dice
explícitamente. Pero cuando se dice a la propiedad trascendental se dice al ente y a este
fundamento.
Según esto se puede decir que las propiedades trascendentales del ente son “Ciertos
respectos especiales, que a todo ente necesariamente convienen, o diversos aspectos de una
misma razón del ente, que sin embargo en la noción del ente en cuanto tal no
necesariamente se expresan” (7)
Sobre el aliquid hay cierto desacuerdo.
El aliquid puede tomarse en un triple sentido:
1º. Por la esencia (aliquid = aliqua quidditas). En este caso sería sinónimo de la res.
2º. Por “aliud quid”, esto es, por el ente en cuanto opuesto al no ente. Por el ente en
cuanto distinto del no ente.
3º. Por “aliud quid”, por un ente en cuanto distinto de otro ente.
Algunos autores (Gredt, Maquart, González Alvarez) consideran que el aliquid propiedad
trascendental del ente es el aliquid en el segundo sentido.
Otros ponen al aliquid como propiedad trascendental en el tercer sentido.
Pareciera que la clasificación de S. Tomás en el De Veritate 1,1 pone al aliquid modo
general del ente en el tercer sentido. Consta que la división del ente de otro ente, supone la
división del ente y de la nada (Cf. In Boethii de Trinit. Q. 6)(8) . Así el aliquid parece algo
posterior al unum y a la distinción del ente y del no ente.
81
Nota también que se dice que el aliquid en el tercer sentido no es propiedad trascendental
por no ser consiguiente al ente de un modo inmediato, sino a través del unum. “Un” ente es
distinto de otro ente.
No consta a nuestro parecer que la propiedad trascendental deba seguir de un modo
absolutamente inmediato al ente. Pues en el orden de los predicables por ej. la risibilidad
supone el conocimiento y no es por tanto algo absolutamente inmediato a la esencia. El
verum supone el unum. Y el bonum supone el verum.
Parece preferible poner al aliquid como propiedad trascendental haciendo referencia al
ente en cuanto distinto de otro ente.
Notas.
(1) Los predicamentos son modos especiales del ser. Importan composición de esencia y
existencia; de potencia y acto.
(2) El movimiento como estado de tendencia según que se pierde la forma substancial
(corrupción) o se la adquiere (generación); de una cualidad a otra opuesta y contraria, como
de un color a otro (alteración); de una cantidad menor a otra mayor (aumento), de una
cantidad mayor a otra menor (disminución).
(3) Ed. Marietti, Taurini-Romae, 1964.
(4) Prooemium. Ed. Marietti . Taurini, 1934, p. 5.
(5) González Alvarez M.A. op. cit. p. 116.
(6) Nombres sinónimos son aquellos ”en los cuales es diversa la voz pero el significado
totalmente el mismo” S. Tomás. Quodlib. IV, 17 c. Como entre Pedro y Cefas referido a S.
Pedro Apóstol.
(7) Thoma Maria Zigliara O.P. Summa Philosophica, V. I, Ontologia, L II, cap. 2, n. 1, pag.
388. Ed. Beauchesne, Parisiis, 1926.
(8) Ed. Marietti. Taurini-Romae, 1954
82
SOBRE EL UNO.
La unidad real es unidad del ente en cuanto tal ente en la naturaleza de las cosas: se trata
de la substancia y de tal tipo de accidentes.
Se distingue en unidad formal y en unidad material.
La unidad formal se considera según la propia forma o naturaleza. Puede ser en un orden
genérico y específico. Por ej. hombre, animal.
La unidad material se considera según la condición individual. En Juan, en Pedro, etc.
También se considera en los distintos accidentes de cada substancia individual Aquí se
ubica la unidad numérica de la cantidad.
En cierto sentido se da una coincidencia entre la unidad formal y material en los espíritus
puros. Así cada especie angélica es un individuo. En cambio en los seres materiales la
individuación importa cierta añadidura sobre la real condición específica de cada uno. Sin
embargo, esta condición individual no se distingue realmente de la naturaleza en su
condición genérica o específica.
En todas las cosas creadas hay distinción incluso real de naturaleza y sujeto, supósito o
persona. Cada supósito o persona creada tiene su propia naturaleza individual realmente
distinta de la misma. La distinción de naturaleza y persona se considera filosóficamente y
aparece más en la perspectiva de la Revelación cristiana que habla de tres personas divinas
en un solo Dios verdadero (misterio de la S. Trinidad); y de una persona divina –la del
Hijo- subsistiendo en la naturaleza divina y en una naturaleza humana (misterio de Cristo).
La multitud.
El uno dice una cierta oposición a la multitud.
El uno es el ente indiviso. La multitud es el ente diviso.
El uno no implica sólo a la indivisión sino también al ente. La multitud no sólo implica a
la división sino también al ente; y cada uno de los divisos se da según una atribución de la
unidad.
Es decir, que la multitud presupone a la unidad, la cual entra en su constitución.
Hay una doble división, una material y otra formal.
“Una material, que se hace según la división del continuo; y a ésta es consiguiente el
número, que es una especie de cantidad. Y tal número no es sino en las cosas materiales
que tienen cantidad.
86
La otra es la división formal, que se hace por opuestas o diversas formas, y a esta división
se sigue la multitud, que no es en algún género sino que es de los trascendentes, según que
el ente se divide por uno y muchos. Y en las cosas inmateriales sólo acontece tal
división.”( Suma Teol.. I, 30, 3) (5)
Cuando se habla del uno y de la multitud en un sentido metafísico se entiende la división
en un sentido formal y trascendente.
¿Cómo se realiza la percepción de la multitud ?
Se percibe el ente
La división se percibe en el intelecto por la negación del ente.
El uno se percibe en el intelecto por la negación de la división en el ente.
La multitud se concibe según la afirmación de la división en el ente. Se percibe a un ente
o ente indiviso y a otro ente o ente indiviso divididos entre sí. ( Cf. Suma Teol. I,11,2 ad 4.
In I Metaphys lect. 4, nn. 1 996-1 998) (6).
El uno y la multitud se oponen entre sí, por modo privativo y contrario.
La privación es la carencia de una forma en un sujeto capaz de tenerla. Por ej. en un
hombre ciego.
La oposición privativa es la que rige entre una forma o cosa y su privación.
Como dice S. Tomás: “...el uno se opone privativamente a los muchos, en cuanto en la
razón de los muchos es que sean divididos.” ( Suma Teol. I,11,2) (7)
La oposición contraria es la que acontece entre aquellos que tienen distintas formas y
máximamente distan en un mismo género o razón común y del mismo sujeto se repugnan.
Ej. el blanco y el negro entre los cuales se encuentran los colores intermedios.
Entre el uno y la multitud no se da una privación pura sino que se implica una
contrariedad.
“Pues la oposición que es según la privación y el hábito, es principio de la oposición que
es según la contrariedad, como quedará claro abajo. Pues alguno de los contrarios siempre
es privación aunque no sea privación pura Pues así no participaría de la naturaleza del
género, en tanto los contrarios son en un mismo género. Es necesario por consiguiente que
uno y otro de los contrarios sea cierta naturaleza, aunque alguno de ellos participe la
naturaleza del género con cierto defecto, como el negro se tiene hacia el blanco, como
arriba se ha dicho. Por consiguiente, porque el uno no significa a la privación pura, pues no
87
significa a la misma indivisión, sino al mismo ente indiviso, es manifiesto que el uno y la
multitud no se oponen según la privación pura y el hábito, sino como contrarios” ( In X
Metaphys. lect. IV, n. 1988) (8)
Es decir, entre el uno y la multitud la oposición privativa es en razón de la indivisión y de
la división. Y la contrariedad en razón de la condición entitativa diversamente implicada en
el uno y en la multitud.
La multitud trascendental es el ente diviso. O, de otro modo, “aquello que es de unos de
los cuales uno no es otro” (In I Sent. Dist. 24,q.1 a 12 ad 1) ( 9)
El número o multitud predicamental se dice: multitud numerada por el uno. Esto es,
incluye el concepto de mensura o medida, que es aquello por lo cual se conoce la cantidad
de la cosa. ( S. Tomás In X Metaphys. lect. 2, nn. 1937-1960 (10). Por tanto el número
predicamental pertenece a los que tienen cantidad y materia que es raíz de la cantidad.
Notas.
(1) Op. cit.
(2) Op. cit.
(3) Op. cit.
(4) Op. cit.
(5) Op. cit.
(6) Op. cit.
(7) Op. cit.
(8) Op. cit.
(9) Ed. Parisiis (VI) Lethielleux, 1929.
(10) Op. cit.
88
LA VERDAD
La verdad ontológica se constituye en el orden del ente a otro con el cual conviene y que
es el intelecto.
La verdad es “adaequatio rei et intellectus” “adecuación de la cosa y del intelecto” (De
Veritate 1,1 c.) (1)
Si se acentúa el término “intelecto” en cuanto sujeto de la adecuación se tiene la llamada
verdad lógica.
Si se acentúa el término “cosa” como sujeto de la adecuación se tiene la verdad
ontológica.
89
Hay que notar que las cosas dicen un orden per se (por si mismas) o per accidens
(accidentalmente) hacia el intelecto.
Las cosas dicen un orden per se hacia el intelecto del cual dependen en su ser. Un orden
per accidens dicen las cosas hacia el intelecto del cual dependen, no en cuanto a su ser, sino
sólo en cuanto a ser conocidas. Así una casa dice un orden per se hacia el intelecto del
artista que la construye o constituye; pero sólo dice un orden per accidens hacia el intelecto
de un curioso que solamente la conoce.
Pero el juicio sobre una cosa debe hacerse según aquello que le corresponde per se y no
per accidens. Por consiguiente una cosa se dice verdadera intrínsecamente en orden al
intelecto del cual depende per se o constitutivamente y no simplemente per accidens.
Y como todas las cosas naturales dependen en su ser del intelecto divino. Por ello las
mismas se dicen verdaderas según que se adecuan a las formas ejemplares que son en el
intelecto divino. Y análogamente, las cosas artificiales se dicen verdaderas en orden al
intelecto del artista realizador de las mismas. Así una casa se dice verdadera en cuanto
consigue la semejanza de la forma que es en el intelecto del arquitecto.
Y una oración o enunciación se dice verdadera en cuanto signo de un intelecto verdadero.
Además las cosas naturales constituídas como verdaderas por el intelecto divino, se dicen
verdaderas, secundariamente en orden al intelecto humano, en cuanto son aptas para causar
una verdadera estimación de si en el intelecto humano.
Aunque propiamente lo que causa la verdad en el intelecto es el esse de la cosa.
Profundamente el Divino Tomás (3) dice:
“...aunque la verdad de nuestro intelecto está causada por la cosa, sin embargo no es
necesario que en la cosa per prius se encuentre la razón de la verdad: así como tampoco en
la medicina per prius se encuentra la razón de salud que en el animal; pues la virtud de la
medicina no su salud, causa la salud, pues no es agente unívoco. Y de modo semejante, el
ser de las cosas, no su verdad, causa la verdad del intelecto. De donde el Filósofo dice que
la opinión y la oración es verdadera por esto que la cosa es no por esto que la cosa es
verdadera.”
En Dios la verdad del intelecto se identifica realmente con la verdad ontológica. Porque
Dios es acto puro de ser y por tanto simplicísimo.
91
La verdad del intelecto adecuado con el ente se dice formalmente del juicio del intelecto.
Materialmente puede darse en la simple aprehensión e incluso en las otras operaciones
cognoscitivas de las potencias inferiores, en cuanto dicen una conformidad con las cosas.
Esto se entiende porque la verdad se dice del principio cognoscitivo, no como pura
entidad receptiva de la adecuación o mero sujeto de la adecuación, sino que se dice del
principio cognoscitivo en cuanto cognoscitivo, en cuanto sujeto cognoscitivo. Y así se
requiere del principio cognoscitivo no sólo que tenga la adecuación o conformidad con la
cosas, sino también que conozca esa conformidad o adecuación que es en el mismo. Esto
acontece en el juicio en tanto en el mismo la inteligencia se da en adecuación con el ente,
conoce al ente que es en la naturaleza de las cosas y conoce su adecuación intencional con
el ente.
La verdad ontológica y el ente se identifican realmente y se distinguen por la razón.
Lo verdadero dice un orden al conocimiento. Lo verdadero es lo cognoscible y más
precisamente lo inteligible.
La raíz subjetiva y objetiva del conocimiento es la inmaterialidad o eminencia sobre la
potencialidad.
Es decir que algo es cognoscible en cuanto es en acto.
Pero el principio formalísimo y actualísimo es el esse que es la última actualidad de toda
forma o naturaleza y que permite que algo pase de ser puramente en potencia a ser en acto.
Pues si algo no existe, no es en acto. Y el esse es el acto constitutivo del ente.
Por tanto, hay que decir que algo es cognoscible o inteligible en cuanto tiene esse o es
ente.
Es decir, que lo cognoscible o inteligible, que es lo verdadero es el ente.
La verdad ontológica entendida en toda su trascendencia en cuanto se da en un orden
creado y en un orden increado, no añado al ente nada que sea realmente distinto del mismo
Sino que dice como distinto del ente real la expresión de su relación al intelecto.
Así el ente y la verdad ontológica se identifican realmente porque lo inteligible o
verdadero es el ente; y se distinguen según la razón, en cuanto lo verdadero dice
explícitamente el orden al intelecto que no dice explícitamente el ente.
Profundamente dice el Angélico Tomás en la Suma Teol. I,16,3 ad 1 (4):
92
“...lo verdadero está en el entendimiento y en las cosas. Pero lo verdadero que está en las
cosas, se convierte con el ente según la substancia. Pero lo verdadero que es en el intelecto,
se convierte con el ente como el manifestativo con lo manifestado. Pues esto pertenece a la
razón de verdad, como se ha dicho (a.1). Aunque podría decirse que también el ente es en
las cosas y en el intelecto como lo verdadero, aunque lo verdadero principalmente en el
intelecto, el ente principalmente en las cosas. Y esto acontece por esto, porque lo verdadero
y el ente difieren según la razón.”
La verdad ontológica considerada en su trascendencia es doble: una causada y mensurada
por el intelecto; y otra propiamente no causada y mensurada por el intelecto sino
identificada con el mismo.
La segunda es la verdad ontológica del ser divino, identificada con el intelecto divino.
La primera es la verdad ontológica creada; y en ella el ente dice una relación real al
intelecto del cual depende. Esto acontece en las cosas naturales respecto al intelecto divino
y en las cosas artificiales respecto al intelecto del artífice.
La entidad divina y la creada, secundariamente, pueden considerarse en orden al intelecto
que depende de las mismas en cuanto al conocimiento. Así se tiene la verdad ontológica
causal.
La verdad ontológica causal se dice de la cosa, en cuanto la cosa es apta para causar su
noticia en el intelecto dependiente de la misma.
En tanto que la relación de la verdad ontológica simpliciter, llamada también verdad
ontológica formal hacia el intelecto del cual depende es real. La relación de la llamada
verdad ontológica causal hacia el intelecto que depende de la misma es de razón.
Razón de lo primero porque hay dependencia. Razón de lo segundo, porque no hay
fundamento suficiente para la relación real.
La verdad formal es la verdad del intelecto. La verdad ontológica se identifica con el ente.
La verdad formal es per prius en el intelecto divino identificado con el esse divino. En
Dios se da la plena identidad de la verdad formal y de la ontológica.
La verdad formal se participa en el intelecto creado, en el juicio del mismo. En el
intelecto creado hay muchas verdades formales; incluso en un mismo intelecto existen
muchas verdades en orden a los distintos seres conocidos.
93
representa a Héctor puede ser un verdadero actor con su propio nombre y un falso Héctor
en el sentido ontológico.
2º. Atendiendo a su aptitud para causar. Una cosa se puede decir falsa en cuanto tiene una
aptitud para engendrar una opinión falsa. Así se dice que la hiel es una falsa miel; que el
estaño es una falsa plata. En el caso se da como una cobertura de semejanzas extrínsecas
que dan ocasión a pensar mal.
“Y por este modo también se dice hombre falso, en cuanto es amante de falsas opiniones
y locuciones. Pero no por esto que pueda caer en ellas: porque así también los sabios y
conocedores se denominarían falsos, como se dice en el V de los Metaf” ()
EL BIEN.
distingue o discierne de lo que es en potencia solamente. Y esto acontece en cada cosa por
el esse substancial. Por tanto según el esse substancial cada cosa se dice ente simplemente.
Y por los actos de ser subsiguientes cada cosa se dice ente en cierta manera. Pues los
mismos no quitan la potencia pura o simplemente hablando; sino sólo una cierta potencia y
advienen a un ser preexistente. Así un hombre es un ente simplemente según que tiene el
esse substancial; y por el ser blanco o rojo; alto, mediano o bajo se le añade un esse
secundum quid y es ente en cierta manera.
Pero el bien dice la razón de perfecto. Y por consiguiente dice la razón de último. Por
tanto, lo que es ultimadamente perfecto es el bien simplemente.
Y lo que tiene alguna perfección en cuanto es en acto, pero no tiene la perfección última
que debe tener, no es perfecto, ni bueno simplemente, sino sólo en cierta manera.
Y así algo, según el primer acto es ente simplemente; y según el último acto es bueno
simplemente. Y algo, según el primer acto es bueno en cierta manera; y según el último
acto es ente en cierta manera.
El bien tiene razón de fin.
Porque el bien es aquello que todos apetecen . Y el fin es aquello que termina la
inclinación del apetito.
Con su habitual sabiduría el Aquinate añade(3):
“Sin embargo la razón de bien presupone la razón de causa eficiente y la razón de causa
formal. Pues vemos que aquello que es primero en causando es último en el causado, pues
el fuego primero calienta que produzca la forma de fuego, siendo sin embargo que el calor
en el fuego es consiguiente a la forma substancial. Pero en causando primero se encuentran
el bien y el fin que mueve al eficiente; segundo, la acción eficiente, que mueve hacia la
forma; tercero adviene la forma. De donde por el contrario debe ser en el causado, que
primero sea la misma forma por la cual es ente; segundo se considera en ella la virtud
afectiva, según que es perfecto en el esse (porque cada uno entonces es perfecto, cuando
puede hacer algo semejante a si mismo como dice el Filósofo en IV Meteor. Tercero es
consiguiente la razón de bien por la cual se funda la perfección en el ente”.
En las creaturas la razón de bien importa modo, especie y orden. Por la especie se designa
a la forma. Por el modo a la determinación o medida del ser. Por el orden la inclinación a la
acción y al fin.
97
Dios trasciende la determinación (es infinito) Estos tres aspectos del bien son en Dios
como en su causa.(4)
División del bien.
El bien, en cuanto se convierte con el ente, se divide como se divide el ente.
Según su propia razón, esto es, en cuanto es aquello que todos apetecen se divide en
honesto, deleitable y útil.
El bien es lo apetecible y termino de una inclinación hacia el mismo. El apetito es cierta
inclinación hacia un término.
Hay una analogía entre el orden del apetito y el orden del movimiento. El movimiento
natural de los cuerpos es hacia un término y pasa por los medios que se consideran como
términos secundum quid o en cierta manera, en cuanto terminan una parte del movimiento.
Y en el término último o simpliciter se consideran la cosa misma que termina, como lugar o
forma que se alcanza y también la quietud en la cosa. Por ej. en un viaje a Jerusalén se
consideran el lugar de llegada en la misma ciudad de Jerusalén y el reposo o quietud en el
mismo.
Análogamente, aquello que se apetece como un medio para alcanzar un fin se dice bien
útil; por ej. la medicina amarga en orden a la adquisición de la salud. Aquello que se
apetece como fin, como cosa que se apetece por sí misma, se dice bien honesto. El término
del apetito en cuanto quietud o descanso en la cosa apetecida se dice deleite.
Esta división es análoga y per prius se dice del bien honesto, de modo secundario de lo
deleitable y por último de lo útil. (5)
El mal.
El mal es algo que se opone al bien y se conoce por el bien.
El bien es lo apetecible.
Lo apetecible es lo perfecto.
Lo perfecto es según la forma y el esse.
Y el mal no significa un esse o una forma o naturaleza, sino una privación del bien.
El mal establece una remoción del bien, pero no de cualquier modo sino privativamente.
Pues la remoción del bien puede entenderse negativamente o privativamente.
98
La remoción negativa del bien es una pura negación del bien. De por si no tiene razón de
mal. De lo contrario aquello que de ninguna manera es, sería malo; o un hombre sería malo
por no tener la pura espiritualidad de un ángel.
Sino que el mal consiste en una remoción privativa del bien: es privación del bien. Y
requiere un sujeto capaz de un bien que le corresponda.
Pero el sujeto que se considera es ente en potencia, sea simplemente en acto y en cierta
manera en potencia como un cuerpo que es sujeto del color. Sea simplemente en potencia,
como la materia prima.
Pero la potencia es en el ente por orden al acto. Y así como se da el ente en potencia,
también se da el bien en potencia.
Por ello se dice que el mal es en un sujeto y que ese sujeto es un bien.
Así el mal existe en las cosas, pero no positivamente como ente, sino como corrupción
ejercida, esto es, como remoción formal de la cosa. Se dice que existe no “positive”
(positivamente) sino “remotive” (remotivamente) (6).
El mal se dice doblemente: como sujeto malo y así decimos ángel malo, hombre malo. Y
formalmente como mal, esto es, como privación de un bien debido.
Santo Tomás dice:
“ Respondo diciendo que como blanco también malo se dice doblemente. Pues de un
modo cuando se dice blanco, puede entenderse aquello que es sujeto de la blancura; de otro
modo se dice blanco aquello que es blanco, en cuanto es blanco, a saber el mismo
accidente. Y semejantemente malo de un modo puede entenderse aquello que es sujeto del
mal, y esto algo es: de otro modo puede entenderse el mismo mal, y esto no es algo, sino
que es la privación misma de algún bien particular. A cuya evidencia hay que saber, que el
bien propiamente es algo en cuanto es apetecible, pues, según el Filósofo en el I de los
Ethic., óptimamente definieron al bien los que dijeron, que el bien es lo que todos
apetecen; pero mal se dice aquello que se opone al bien. De donde corresponde que malo
sea aquello que se opone el apetecible en cuanto tal....
De donde digo, que aquello que es malo, no es algo, pero aquello al cual le acontece ser
malo, es algo, en cuanto el mal priva algún bien particular; como esto mismo que es ser
ciego, no es algo; pero aquel al cual le acontece ser ciego, es algo. (7)
99
Notas
(1) Aristóteles I Ethic. Cap. I, n.1 (BK. 1094 a 3) S. Tomás lect. I, nn 9-11 . De Verit. Op.
cit. I,1. Suma Teol. I, 5,1.
(2) Cf. Suma Teol. I,5,3.
(3) Suma Teol. I,5,4 op. cit.
(4) Cf. Suma Teol. I,6,1 ad 1. Op. cit.
(5) Cf. Suma Teol. I,5, 6,op. cit. De malo 13, 2, op. cit.
(6) Cf. Cayetano. Commentaria in Summa Theol. 1,48,2. Ed. Leon.
(7) De Malo 1,1.
LA BELLEZA
manera que bien se diga aquello que simplemente complace al apetito, y pulcro se diga
aquello cuya misma aprehensión complace”.
En la Summa Theol. I,5,4 ad 1 (2) dice:
“Por consiguiente al primero hay que decir que el pulcro y el bien en el sujeto ciertamente
son lo mismo, porque se fundan sobre la misma cosa, a saber sobre la forma: y por esto, el
bien es alabado como pulcro. Pero difieren según la razón. Pues el bien propiamente se
ordena al apetito: pues el bien es aquello que todos apetecen. Y por consiguiente tiene
razón de fin: pues el apetito es como cierto movimiento hacia la cosa. Pero el pulcro se
refiere a la virtud cognoscitiva: pues decimos que son pulcras aquellas cosas que
complacen a la vista. De donde el pulcro en la debida proporción consiste: porque el
sentido se deleita en las cosas debidamente proporcionadas, como en las semejantes a sí;
pues el sentido es cierta razón, y toda virtud cognoscitiva. Y porque el conocimiento se
hace por asimilación, pues la semejanza se refiere a la forma, al pulcro propiamente
pertenece la razón de causa formal”.
En la Summa Theol. 1,39,8 c. (3) dice:
“Pero la especie, o pulcritud, tiene semejanza con los propios del Hijo. Pues para la
pulcritud se requieren tres cosas: Primero ciertamente, la integridad o perfección: pues
aquellas que son disminutas, por esto mismo son torpes. Y la debida proporción o
consonancia. Y también la claridad: de donde las que tienen color nítido, se dice que son
pulcras. Por consiguiente en cuanto a lo primero, semejanza tiene con lo propio del Hijo, en
cuanto el Hijo tiene en si verdadera y perfectamente la naturaleza del Padre. De donde, para
insinuar esto, Agustín en su exposición /De Trinitate, l.VI,c.10: ML 42,932./ dice: “en
donde”, a saber en el Hijo, “ la suma y primera vida es”, etc. Pero en cuanto a lo segundo,
conviene con el propio del Hijo, en cuanto es imagen expresa del Padre: De donde vemos
que alguna imagen se dice ser pulcra, si perfectamente representa a la cosa, aunque torpe. Y
a esto lo toca Agustín cuando dice “ en donde es tanta conveniencia, y la primera
igualdad” /ib./ dice. Pero en cuanto a lo tercero, conviene con lo propio del Hijo, en cuanto
es Verbo, el cual ciertamente “luz” es, y “esplendor del intelecto”, como dice el Damasceno
/De Fide Orthodoxa, l.I, c.13: MG 94, 857 A./. Y a esto lo toca Agustín cuando dice: “ en
cuanto Verbo perfecto al cual nada le falta, y cierto arte del omnipotente Dios”, / De
Trinitate, c. II: ML 42,982 /etc.”
101
La belleza o lo pulcro es aquello cuya misma aprehensión agrada (Cf. Summa Theol. I-
II,27,1 ad 3). Un bello paisaje, una bella áquila, un bello cuadro o edificio nos causan un
agrado interior peculiar.
La belleza importa un agrado o complacencia. Esto es del orden apetitivo o afectivo. Y
proclama una relación íntima de la belleza con el bonum. Porque al bonum corresponde el
orden al apetito y a la afectividad (Cf. Summa Theol. 1,5,4 ad 1) (4).
La belleza dice un orden a una aprehensión de la misma, y así dice un orden al
conocimiento. Se trata de una forma del conocimiento sensible ( nos agradan la música
bella y los paisajes bellos). Pero más que nada del conocimiento intelectual, como
advertimos en los mismos ejemplos dados; y especialmente pensando en la belleza de una
persona humana virtuosa o de Dios. Y esta referencia al conocimiento implica también a la
verdad en el interior de la belleza.
Sin embargo alguna distinción hay entre la verdad, el bien y la belleza. Podemos
encontrar una mujer verdadera (con alma, cuerpo y distinción femenina) calificándola no
como hermosa sino como fea. Y podemos encontrar una mujer hermosa conceptuándola
como mala. Aunque hay mujeres verdaderas, hermosas y buenas.
La belleza nos presenta dos problemas fundamentales. El primero es el de saber que es la
belleza en sí misma, desde un punto de vista metafísico; y esto se encuentra íntimamente
relacionado con el problema de precisar su distinción con respecto al ente y a los otros
trascendentales, particularmente la verdad y el bien.
El segundo, íntimamente ligado al primero, dado que la belleza se presenta como un
trascendental que muestra al ente en relación a otro, es el de precisar el término de la
referencia del ente en cuanto bello; y particularmente que se quiere decir cuando se
proclama que la belleza es aquello que al mismo intelecto complace; más precisamente que
es eso de la complacencia del intelecto.
Qué es la belleza.
102
La belleza es aquello que complace al intelecto. Así la belleza importa en sí razones del
verum y del bonum. Porque consta que el intelecto dice orden al ente y a la verdad; y que
el apetito –en el cual se entiende la complacencia o agrado- dice orden al bien.
Más precisamente, dadas las implicancias de la verdad y del bien, podemos decir que la
belleza importa orden al ente, a la cosa, al uno, al algo, a la verdad y al bien.
El ente es “aquello que es” remarcando el aspecto del ser o esse. Esto es algo primario y
fundamental para la belleza. Y nos lleva a remarcar su realismo analógico y objetividad.
La cosa es el mismo ente acentuando el aspecto de la esencia. Esto lleva a pensar en
determinaciones íntrínsecas en la belleza compatibles con su analogía, trascendencia e
inclusive infinitud. Como de hecho en Dios, además de hablar de su ser en cuanto tal, es
legítimo hablar de su esencia, pensamiento, amor, justicia, etc.
El uno es el ente indiviso. Este sentido de unidad de la belleza lleva a pensar en que la
belleza aunque pueda tener divisiones internas, sin embargo las supera en sí, en su
constitución,formalidad y eminencia. Contiene una convocatoria a la simplicidad por
encima de la complicación y aún de la misma pluralidad.
El algo dice al ente diviso o distinto. Aquello que es bello es distinto de lo que no es
bello; y tiene su propia forma o configuración que lo distingue o diferencia de cualquier
otro.
La verdad ontológica dice el orden del ente al intelecto. La explicitación de la
luminosidad, inteligibilidad, evidencia en el ente. Esto se hace presente en la belleza e
importa a su forma, actualidad, eminencia sobre la pura potencialidad y materialidad que
fundamenta la inteligibilidad del ente y de lo que es bello.
El bien es el ente apetecible; el ente en cuanto perfecto y por tanto apetecible. Así la
belleza dice la razón de algo perfecto y último de alguna manera.
En resumen que la belleza, en su orden,es ente, cosa, una, distinta, verdadera y buena. O,
en otras palabras, que la belleza dice un sujeto o esencia en orden al esse, indiviso, con
distinta configuración, con actualidad e inteligibilidad y cierta perfección.
Pero la belleza debe explicitar o acentuar algún aspecto general del ente que sea distinto
de los que explicitan los restantes trascendentales.
Y esto es aquello que la referencia al intelecto que se complace en la misma. En otras
palabras, la relación de la belleza al intelecto requiere un fundamento. Y este fundamento
103
es algo formalísimo en la belleza misma. Este fundamento es una conveniencia del ente con
el intelecto que se complace en el mismo.
La conveniencia del intelecto con el ente es en razón de la semejanza, en cuanto el
conocimiento es según la razón de semejanza. Y la semejanza es según una conformidad o
comunicación en la forma; así decimos que un padre y un hijo son semejantes porque son
de formas que tienden a la identidad.
Así la belleza en el ente, en tanto dice una referencia al intelecto, dice la razón de forma.
Y el intelecto para aprehender o entender necesita ser una forma o estar informado en
relación al ente.
Pero en el caso de la belleza no se trata de la forma de cualquier manera, sino de la forma
en el ente según una aptitud para complacer al apetito natural de la inteligencia sobre su
objeto conveniente. Esto importa una exigencia de perfección en la forma correspondiente
al ente, de tal manera que sea capaz de complacer a la inteligencia misma según su
naturaleza. No se trata solamente de que la inteligencia entienda, sino también de que se
complazca según sus raíces.
Así lo propio de la belleza en el ente, aquello que fundamenta la relación de la
inteligencia que se complace en la misma, es la forma perfectiva y más precisamente la
perfección de la forma en un orden cognoscible o inteligible hasta su aptitud para establecer
su apetibilidad y complacencia del intelecto mismo en ella.
Si la forma es el principio de inteligibilidad en el ente; la perfección de la forma es la
perfecta inteligibilidad de la forma en el ente hasta su perfecta apetibilidad o gozo por el
mismo intelecto. Así se habla de la perfecta luminosidad de la forma o del esplendor de la
forma en el ente.
El pulcro tiene una trascendencia según el ente. El ente y el pulcro se convierten. La
perfección formal referida al intelecto y a su complacencia en la misma se da, sin duda, en
Dios y en muchos entes. Pero aún en aquellos deformados y corrompidos y por tanto feos,
como hay un resto de entidad, verdad y bondad; hay también un resto de perfección formal
y por tanto de belleza. Sin duda que todo esto tiene que ser entendido analógicamente.
El apetito de la inteligencia en relación al pulcro más que actuado por modo de
inclinación hacia un término, es actuado por modo terminativo o de gozo, en su plenitud
104
formal y actual. Esto resulta más consonante con la condición formal de la inteligencia y
del pulcro.
Se dice que la belleza importa en el ente a)una integridad o perfección, b) una proporción
o consonancia y c) una claridad (Cf. Summa Theol. I,19,8).
La integridad o perfección dice referencia a una unidad y totalidad, a lo que se debe tener,
a la bondad y a un apetito natural de la inteligencia.
La proporción o consonancia dice referencia a la unidad, a la armonía, a la forma, a la
conformidad. A la inteligencia misma en cuanto la proporción importa al orden y el orden
es algo propio de la inteligencia.
La claridad es algo acentuado. Dice un orden a la forma inteligible, a la inteligencia. A
una cierta perfección y por tanto a una cierta bondad.
En definitiva se trata de la perfección de la forma según la claridad, inteligibilidad o
cognoscibilidad que resulta apetecible para la inteligencia misma.
El pulcro dice la perfección o esplendor de la forma en relación a la inteligencia y a su
apetito y gozo. Lo que importa la respuesta luminosa y gozosa del intelecto a la perfección
de la forma o esplendor de la forma. Consecuentemente corresponde también la
complacencia del apetito elícito de la voluntad.
multiplica, constriñe y así hace suya a la forma o acto que recibe; un ejemplo de posesión
material o potencial está dado por el modo como el agua recibe al calor del fuego.
En cambio en la posesión inmaterial o suprapotencial del conocimiento no se altera la
forma que se recibe y ésta se conserva en su alteridad,esto es, como de otro. Si se alterara
la forma inmaterial o intencional según la cual se realiza el conocimiento ya no se realizaría
el conocimiento de la realidad pretendida sino que se daría el conocimiento de otra cosa
distinta. Se requiere en el conocimiento verdadero la posesión de un objeto no según una
alteración o deformación sino según una identidad. La forma por la cual se conoce y en la
cual se conoce es la misma que se da en la realidad, aunque con distinto modo de ser: con
ser real en la realidad y con ser intencional en el conocimiento. Cuando se conoce a un
árbol real, la misma formal del árbol que está en la realidad está también en el cognoscente,
aunque de un modo intencional o cognoscitivo, inmaterial o espiritualmente; así se da la
imagen del árbol real en los ojos , en la inteligencia, etc. Por la forma o imagen intencional
referida trascendentalmente a la forma real se conoce a la realidad. La correlación y
correspondencia según identidad de las formas permite la trascendencia cognoscitiva del
sujeto en orden al objeto conocido.
En la persona creada, las operaciones se distinguen realmente de la substancia de las
personas y son accidentes. Así en las personas humanas las operaciones de conocimiento y
de amor o del apetito son accidentes y se distinguen realmente de las mismas personas
humanas que son substancias individuales humanas.
Además, la substancia creada no es inmediatamente operativa, sino que opera a partir de
unos principios operativos que están en un orden accidental. En este orden se encuentran
las llamadas potencias del alma que son principios próximos de operación del alma, son
accidentes y se distinguen realmente de la substancia humana.
Entre las potencias del alma destacamos especialmente a las potencias del conocimiento
que son los sentidos y la inteligencia; y a las potencias afectivas que son la voluntad y el
apetito sensible. La inteligencia y la voluntad son potencias puramente espirituales; en
cambio las potencias sensibles son orgánicas, es decir, están acompañadas de un órgano,
como la potencia de la vista con el ojo, y con éste constituyen el principio operativo
(denominado más precisamente facultad).
107
El apetito natural es una inclinación hacia el bien que se establece en las cosas en cuanto
carecen de conocimiento. Así el movimiento de un girasol en relación al sol; el movimiento
de las plantas en cuanto buscan su alimento en la tierra.
El apetito elícito se distingue en racional o intelectual y en animal.
El apetito elícito racional o intelectual consiste en una inclinación hacia el bien que es
consiguiente a una forma aprehendida por la razón o intelecto. Por ej. cuando una persona
ama a Dios o ama espiritualmente a otra persona.
El apetito elícito animal es una inclinación hacia el bien consiguiente a una forma
aprehendida por el sentido. Consta que se da el amor entre los animales; por ej. se da el
amor de una vaca a su ternero; de la gallina a sus polluelos.
Al hombre, que es una síntesis de la creación, le corresponden estas distintas formas de
apetito. Así por ej. le circula la sangre, experimenta el amor sensible y el amor espiritual.
El apetito animal del hombre se distingue en concupiscible y en irascible. El apetito
concupiscible es en orden al bien sensible; por ej. el deseo sensible que se despierta frente a
un buen asado. El apetito irascible es en orden a un bien arduo o de difícil consecución; por
ej. un acto de ira sensible.
El apetito racional del hombre es la voluntad racional, en donde se encuentra la libertad.
Como decíamos,en las creaturas se da la distinción real de substancia y accidentes. En el
orden de la substancia se encuentran el supuesto (sujeto) o persona y la naturaleza
substancial con el correspondiente esse o existencia substancial. En el orden de los
accidentes se encuentran las distintas operaciones. Entre estas operaciones están las
correspondientes al conocimiento y al apetito elícito del hombre. Los actos del
conocimiento y del afecto o apetito elícito en el hombre se originan de las potencias del
alma que son la inteligencia y los sentidos para el orden del conocimiento; la voluntad
racional para los actos del querer voluntario y de la elección; y el apetito concupiscible e
irascible para los actos del apetito o afecto sensible.
La inteligencia y la voluntad en el hombre y en toda creatura racional o intelectual se
distinguen realmente, como consta por la diferencia formal de sus objetos que se dan en el
orden de la verdad y del bien inteligible. En Dios se da identidad por razón de la
simplicidad divina. En síntesis, en el hombre, se distinguen realmente entre si la
109
siempre está abierta la posibilidad de una mayor espiritualización del hombre por la gracia
y sobre todo por la gloria (in carne mea videbo Deum,salvatorem meum).
División.
NOTAS
(8) Cf. Gredt O.S.B. Elementa philosophiae Aristotelico-Thomisticae, Vol. I, Philos. Nat.
Spec. P. 376, n. 484. Ed. Herder 1937
115
LA ANALOGÍA
La analogía de atribución.
Análogos con analogía de atribución son aquellos cuyo nombre es común y la razón
significada por el nombre diversa, y en cierta manera la misma, en cuanto dice una forma
en un término y en los otros diversas proporciones u órdenes hacia el mismo. Por ej. cuando
decimos animal sano, color sano, medicina sana.
El nombre que se considera es común; por ej. sano.
La razón significada por el nombre diversa y en cierta manera la misma. Es decir, no
tiene la plena unidad que corresponde a los unívocos; sino que se acerca más a la plena
diversidad de los equívocos. No obstante, se observa en la ratio de la mente cierta
reposición de la unidad que se establece por la forma significada o análogon que está en un
primer analogante , en orden al cual se tienen distintos respectos, ordenes o proporciones.
En la realidad se dan distintas cosas, por ej. animales sanos, colores sanos, medicinas
sanas. Se considera en ellos una forma que se da formal y propiamente por lo menos en una
primera (en el caso, en animal sano). En las otras se dan distintos respectos, ordenes o
proporciones hacia la primera (en el caso, el color en cuanto expresivo de la salud y la
medicina en cuanto causa de la salud, son en orden a la salud del animal).
La analogía de atribución importa un orden o proporción simple hacia un primero.
Se distingue en analogía de atribución intrínseca y en analogía de atribución extrínseca.
“El análogon con analogía de atribución intrínseca se dice de muchos según un antes y un
después, y se divide en partes o en modos como el todo potencial en partes potenciales,89.
Cinco condiciones de este análogo:
a) que tenga uno primero y máximo al cual los restantes se refieran o del cual los
restantes dependan,89, 90,
b) que aquel primero sea, en cuanto tal, principio y causa de los restantes según algún
género de causa,90, 91,
c) que por consiguiente el mismo sea participado por los restantes según un antes y un
después, 91, 92,
d) que les dé a ellos la forma y perfección, 92, 93,
e) que se ponga en la definición de los mismos análogos inferiores en cuanto tales, 94,
95.”
Por ej. hay analogía de atribución intrínseca entre la prudencia y las restantes virtudes
morales y entre la caridad y las restantes virtudes infusas y dones del Espíritu Santo, en
razón de virtud meritoria de condigno de la vida eterna.
En el caso de la prudencia consta que la misma es “la recta razón de los actos humanos”.
De la virtud moral se dice que es “cierta participación de la razón en la parte apetitiva” (ib.
P. 95. Cf. De virtutibus in communi 12, ad 16. Ib. A 9 c. In f.; Summa Theol. I-II,58, 2 ad
4). Así la recta razón de la prudencia se da esencialmente en ella, y cierta participación
formal e intrínseca de la misma en las otras virtudes morales.
“La caridad se pone en la definición de toda virtud, no porque sea esencialmente toda
virtud, sino porque dependen de ella en cierta manera todas las virtudes...como también la
prudencia se pone en la definición de las virtudes morales como consta en II,6 y en VI, 13
Ethic,(1107 a 1,1144 b 26), por el hecho de que las virtudes morales dependen de la
prudencia.” ( Summa Theol. II-II, 23,4 ad 1) Cf. Ramírez op. cit. p. 134
Analogía de proporcionalidad
Son análogos con analogía de proporcionalidad aquellos cuyo nombre es común y la
razón significada por el nombre es una proporcionalmente.
La proporcionalidad es una proporción de proporciones. En matemáticas entendemos
proporciones cuando decimos por ej. 1:3; 2:4; 3:7; etc. La proporcionalidad es una
proporción de proporciones. Como cuando decimos por ej. 2:4 :: 4:8 o 3:9 :: 12:36.
La proporcionalidad en el orden metafísico dice una semejanza de proporciones. Por ej.
cuando decimos la cantidad es a su ser como la cualidad es al suyo (a su ser).
Es decir que la razón análoga o análogon no es totalmente la misma, sino en cierta
manera la misma, según esa proporcionalidad. Se implica la distinción requerida por las
proporciones.
La analogía de proporcionalidad puede ser de proporcionalidad propia y de
proporcionalidad impropia o metafórica.
análogon. En el ej. antedicho, la razón de ente que dice el orden de esencia y esse está
presente en cada proporción de una manera formal y propia.
Decimos con analogía de proporcionalidad propia que el intelecto se da en Dios, en el
ángel y en el hombre. Esto es así en cuanto de tal manera se tiene el intelecto divino hacia
su objeto, como el intelecto angélico hacia el suyo, y como el intelecto humano hacia el
suyo. Se dan distintas proporciones que se tienen entre si proporcionalmente y en cada
proporción la razón análoga se da de una manera formal y propia.
Decimos que el ente, dicho de Dios y de las creaturas, del ente real y del ente de razón, de
la substancia y de los accidentes, no es equívoco, ni unívoco sino análogo.
El ente no es equívoco.
La posición del ente como equívoco conduce a un radical escepticismo y sofística. El
escepticismo en mayor o en menor medida dice que no se puede conocer la verdad. La
sofística afirma que se puede demostrar cualquier cosa de cualquier cosa.
Consta que el ente no es equívoco por lo siguiente.
Porque los equívocos son aquellos cuyo nombre es común y la razón significada por el
nombre totalmente diversa. Pero cuando decimos al ente de las distintas cosas aunque
reconozcamos sus diferencias sin embargo afirmamos entre ellas cierta unidad, que se
importa en la semejanza y en la conveniencia entre ellas: son en distintas maneras.
Cualquier diferencia que se conciba entre los que decimos entes, siempre tiene la razón de
ente. Y si quisiéramos poner una razón totalmente extraña a la razón de ente, que justificara
la equivocidad del mismo, solamente nos encontraríamos con el no ente; y por tanto
estaríamos afirmando que el no ente es el ente, en un sentido contradictorio. Por ej. si
dijéramos esto es ente y esto es ente en un sentido equívoco con alguna de las dos
expresiones estaríamos designando al no ente, estableciendo una falsa identidad entre el
ente y el no ente.
También, porque la equivocidad del ente importaría la inexistencia del intelecto. Porque
las cosas para existir requieren una unidad. La unidad del intelecto se establece en orden a
su objeto que es el ente. Por tanto si no hay unidad en el ente, sino pura diversidad;
tampoco puede darse la unidad en el intelecto, ni su existencia. Si no hay unidad en el ente,
no hay inteligibilidad en el ente.
Consta esto también especialmente con referencia a los inferiores de los cuales se dice el
ente.
En primer lugar con respecto al ente real y al ente de razón. El ente de razón no es
totalmente diverso del ente real, lo que justificaría su equivocidad. El ente de razón importa
al objeto conocido en cuanto conocido , es para el conocimiento del ente real y el
conocimiento se establece en razón de una semejanza que conduce hacia el ente real. Por
tanto, si se diera una pura equivocidad entre el ente real y el ente de razón, no podríamos
conocer al ente real. Pero es evidente que lo conocemos.
121
diversas; así el ente se dice de la substancia, cantidad y cualidad; del ente de razón y del
ente real; de Dios y de las creaturas. Podemos decir la substancia es ente y la cantidad es
ente y la cualidad es ente. Pero no podemos decir la substancia es cantidad, o la cantidad es
cualidad. Y esto significa que en los tres casos la razón de ente importa y dice razones
diversas. Podemos decir Dios es ente y la creatura es ente. Pero no podemos decir que Dios
es creatura. Y esto también significa que la razón de ente importa y dice razones diversas
en especial trascendencia. Y esto no corresponde a la razón totalmente la misma que se
importa en los unívocos.(Cf. Ramírez J.M. De analogia , T. II, p. II, sec.I, p. 1716 s. Ed.
CSIC, Madrid 1972)
Los unívocos convienen en la esencia y difieren en el esse; así cuando decimos Pedro es
hombre y Juan es hombre. En cambio el ente intrínsecamente importa al esse, que es
formalísimo en el mismo.
Los unívocos son un género o convienen en un género; por ej. se trata del género de la
substancia que se dice de muchos, o se trata de hombre que se dice de Pedro, Juan etc. Y
esta especie hombre se incluye bajo el género animal y otros géneros. En cambio el ente no
es un género ni se incluye en ningún género. Hay que notar que el género se determina por
la diferencia y que la diferencia es extraña al género, como animal se determina por
racional y la diferencia racional no se incluye actualmente en el género animal de lo
contrario todos los animales serían racionales. Pero nada hay extraño al ente a no ser el no
ente que no es diferencia, no es nada. Por tanto el ente no es un género. Ni está bajo un
género como hombre o animal están bajo el género de la substancia; porque el género es
anterior a aquello que se contiene bajo el mismo, y éste no lo trasciende. Pero no hay nada
anterior al ente y el ente es trascendente.
Consta especialmente que el ente no es unívoco a Dios y a las creaturas.
En primer lugar, porque no es la misma sino diversa la razón del ente en Dios y en las
creaturas. En Dios se da la identidad de esencia y esse. En las creaturas hay distinción real
de esencia y esse.
Además entre Dios y la creatura hay infinita distancia. La distancia infinita aquí se
considera no en un orden material o matemático, sino en cuanto a la desemejanza de
naturaleza. Esta infinita distancia se establece en cuanto Dios es infinito y la creatura finita.
123
Consta que Dios es causa primera y universalísima de las creaturas. Y se trata siempre de
efectos deficientes comparativamente a esta primera causa. Porque Dios no puede ser
causado y lo causado siempre es inferior a Dios.
El univocismo entre Dios y la creatura conduce al panteísmo y monismo. Y esto es
contra toda evidencia y es absurdo.
Este univocismo entre Dios y la creatura conduciría a negar la pluralidad de las ciencias.
Porque a partir de la unidad del objeto se puede concluir en la unidad de las ciencias.
El univocismo entre Dios y la creatura conduce a la negación de la distinción entre lo
natural y sobrenatural. Porque ese ente que se daría según una misma razón en Dios y en la
creatura o sería cognoscible totalmente o no sería cognoscible. En el primer caso, la visión
de Dios sería natural y no sobrenatural para la creatura. En el segundo caso, sería la pura
obscuridad.
Consta también especialmente que no se da univocidad entre la substancia y el accidente.
Esto aparece en primer lugar porque la substancia y el accidente no son según una razón
totalmente la misma como corresponde a los unívocos, sino que son según razones
diversas. Así la substancia es la esencia a la cual le corresponde existir en sí y no en otro;
en cambio el accidente es la esencia a la cual le corresponde existir no en si sino en otro,
esto es, en la substancia.
Además la univocidad entre la substancia y el accidente llevaría a la no distinción y
confusión entre la inteligencia y los sentidos. Porque los sentidos tienen su objeto en los
accidentes; en cambio la inteligencia tiene su objeto en la substancia, aunque entienda
también a los accidentes.
El univocismo entre la substancia y el accidente importaría la no distinción entre los
mismos y también la admisión de un solo ser en el orden creado; porque entre las creaturas
aquello que es o es substancia o es accidente.
Consta especialmente que el ente real no es unívoco con el ente de razón.
Porque no son según la misma razón sino según distinta razón. El ente real es una esencia
a la cual le corresponde un esse real; en cambio el ente de razón es solamente una esencia a
la cual le corresponde existir por modo objetivo en la mente.
La univocidad entre el ente real y el ente de razón conduciría a una indebidad unidad o
confusión entre la lógica y la metafísica.
124
Dado que esta división de las cosas en unívocas, equívocas y análogas es suficiente y
adecuada, se sigue que si el ente no es unívoco ni equívoco es análogo.
Pero, también se muestra positivamente la analogía del ente.
Esto consta en general, en cuanto la razón de ente se dice diversamente de sus inferiores:
De Dios y de la creatura, de la substancia y de los accidentes, del ente real y del ente de
razón.
La razón de ente se dice diversamente de Dios y de la creatura.
Dios es el esse subsistens, importa en si la identidad de esencia y existencia. En cambio
en las creaturas se da la distinción real de esencia y existencia. Entre Dios y las creaturas se
da analogía de atribución intrínseca y analogía de proporcionalidad propia.
Analogía de atribución intrínseca en cuanto la razón de ente está por modo intrínseco,
principal y supertrascendente en Dios; y en las creaturas la razón de ente está por modo
intrínseco, secundario y en orden a Dios causa final, eficiente y formal extrínseca de todas
ellas.
Analogía de proporcionalidad propia, en cuanto la razón de ente que se da
intrínsecamente en Dios y en las creaturas se da proporcionalmente en todos y cada uno, si
bien con identidad de esencia y esse y por modo infinito en Dios y en las creaturas con
distinción real de esencia y esse y por modo finito.
El ente es análogo con analogía de atribución intrínseca y de proporcionalidad propia al
ente real y al ente de razón.
Son análogos en cuanto son distintos pero semejantes.
Hay analogía de atribución intrínseca en cuanto la razón de ente se dice primaria y
principalmente del ente real que del ente de razón, siendo éste intrínseca y propiamente
pero en dependencia del ente real.
Esto último vale más en el orden especulativo, en cuanto el ser es causa del conocimiento.
Pero en el orden práctico en cuanto realmente práctico por la creatura la cosa parece algo
distinta; esto es, la prioridad de la analogía de atribución aparece por parte del ente mental.
Así por ej. la razón de virtud que se dice por conformidad con la recta razón es per prius en
la prudencia que en las otras virtudes morales como la justicia, fortaleza y templanza; la
razón de arte parece per prius en la mente del artista que en las cosas realizadas por el
mismo; pero en este caso hay que notar que en las cosas realizadas por la creaturas hay
125
mucho de natural y por tanto de precedente a su intelecto; y también que Dios opera en
todo operante.
Entre el ente real y el ente de razón hay analogía de proporcionalidad propia. En cuanto
de tal manera se tiene la esencia al esse en el orden real, como la forma o esencia al esse
objetivo en el orden de la razón.
En el orden creado entre la substancia y el accidente hay analogía. En cuanto la razón de
ente se da diversamente en los mismos. La substancia es la esencia a la cual le corresponde
existir en si y no en otro; el accidente es la esencia a la cual le corresponde existir no en sí
sino en otro.
Analogía de atribución intrínseca en cuanto la razón de ente se da propia y principalmente
en la substancia. Y propia, pero secundariamente y en orden a la substancia por su
dependencia en los accidentes.
Analogía de proporcionalidad propia en cuanto propiamente se da la razón de ente en la
substancia y en los distintos accidentes, pero de modo proporcionalmente diverso diverso.
Esto es, de tal modo se tiene la substancia hacia su esse, como los accidentes a su inesse.
Génesis histórica.
La doctrina del acto y la potencia se explicita filosóficamente entre los griegos, por obra
más que nada de Aristóteles.
Los griegos se encontraban ante los problemas de la unidad, la multiplicidad y el
movimiento.
Llegaban a dos soluciones opuestas que contenían, al menos parcialmente, una negación
de la realidad. Estas dos soluciones correspondían a Heráclito y a Parménides.
Heráclito afirmando que sólo era el “fieri” o movimiento “panta rei ( )” negaba la
permanencia del ente y los principios de identidad y de no contradicción.(1)
126
El movimiento es el tránsito de un sujeto de un estado a otro. Por ej. el agua está en cero
grados y luego es calentada hasta los cien grados; un cuerpo es trasladado desde un lugar a
otro. Durante el tránsito el sujeto está en cierto modo en acto y en cierto modo en potencia.
Aristóteles da una definición del movimiento: “acto del ente en potencia en cuanto está en
potencia”.(6)
El acto importa una forma o perfección. La potencia dice en el sujeto una aptitud o
disposición en orden al acto.
Para la explicación de la definición de Aristóteles hay que tener en cuenta que una cosa
puede considerarse en tres estados: a) sólo en potencia sin ninguna reducción al acto; b) en
acto último; c) de un modo medio, parte en potencia y parte en acto.
Cuando la cosa está en estado a) aún no se mueve; si está en estado c) ya no se mueve; si
está en estado b) entonces se mueve. Así en los ejemplos antedichos el agua puede ser
calentada; queda calentada; y se está calentando. Y se puede considerar el material para
fabricar una casa; la casa hecha; y la edificación de la casa.
Podemos considerar más detenidamente el movimiento de la edificación.
Previamente se considera un material de ladrillos, mezcla, maderas, clavos, etc. Y un
estado potencial en orden a la edificación incluido en los distintos elementos.
Luego se da el movimiento de la edificación.
Por último la casa constituida por el movimiento.
Cuando se da el movimiento de la edificación se da una actualización del ente en
potencia; en este caso, del material de la edificación que empieza a estar en acto de un
nuevo modo; cuando antes sólo estaba en potencia en ese sentido.
En el material o ente en potencia se pueden considerar dos aspectos: 1º. La actualidad de
ser ladrillos. 2º. La potencialidad en orden a la edificación de la casa.
Cuando se dice que el movimiento es acto del ente en potencia en cuanto está en potencia,
se remarca la relación del acto del movimiento a este aspecto del sujeto que importa en el
mismo una razón distinta que la que le corresponde por su propia actualidad constitutiva.
La potencialidad del sujeto móvil dice un orden a dos actualidades: a la del término del
movimiento y a la del movimiento mismo. Por ej. los materiales de la construcción a la casa
y a la edificación de la casa. Es distinta la actualidad del movimiento y la del término del
movimiento.
128
El movimiento entendido como acto del ente en potencia en cuanto es en potencia es acto
de un ente imperfecto porque potencial; y al mismo tiempo es en si un acto imperfecto, en
cuanto dice tendencia hacia el acto perfecto.
Consta que existen seres que se mueven o que existe el movimiento mismo pasivamente
considerados. Por ej. el agua se calienta, etc. Esto importa la búsqueda de una perfección y
por tanto la imperfección. El acto y la potencia.
Consta que existen causas eficientes o motores subordinados. Por ej. el brazo en cuanto
movido por la imaginación y la voluntad mueve al bastón. Esta subordinación o
dependencia importa una minoridad, una imperfección o potencia, junto a la actualidad
según la cual se mueve.
Consta que existen entes ordenados por otros en orden a la operación por un bien o fin.
Esto importa también la imperfección o potencia junto a su actualidad.
En un orden estático:
Consta la existencia de seres contingentes, es decir, de seres que no es necesario que
existan, sino que pueden existir o no existir, según aparece por la generación y corrupción
de los seres. Esto importa su imperfección entitativa y por tanto su potencialidad en este
orden, junto a su actualidad existencial.
Consta también la existencia de seres de distinta perfección trascendente. Es decir de
seres que tienen perfecciones en cuya razón formal no se incluye la imperfección, aunque el
hecho de que tengan mayor o menor perfección importe una realización en un plano
múltiple y menor de las mismas perfecciones. Por ej. seres de mayor o menor verdad,
bondad, nobleza, vida, etc. Aquí también se importa la presencia de la potencia y del acto.
Estos distintos seres imperfectos y potenciales tienen en si aspectos de actualidad y
potencialidad; y por ellos se demuestra la existencia de un motor inmóvil o sin potencia, de
una primera causa eficiente incausada, de una inteligencia ordenante y no ordenada, de un
ser necesario por si mismo, primera verdad, primer bien, ente por esencia que llamamos
Dios.
Dios acto puro de ser y sin potencia o ente por esencia es solamente uno. Todo lo demás
es ente por participación y tiene en si junto a su actualidad algún aspecto de potencialidad y
limitación
En los entes del mundo se dan el acto y la potencia. Y en Dios sólo el acto.
Esto que ocurre en los entes se importa en el ente mismo. O sea que el ente incluye en su
intrínseca razón o estructura al acto y a la potencia de tal manera que los entes por ser entes
y no simplemente por ser de este o aquel orden o son acto puro o dicen alguna
130
composición de potencia y acto. La razón del ente identificada con el orden objetivo tiene
intrínsecamente esta condición.
a
c En un operación inmanente
t Orden
o Operativo.
Operación transeúnte.
Divisiones de la potencia.
en potencia respecto
A un acto posterior.
(l) Principio de no contradicción: aquello que es no puede ser y no ser al mismo tiempo y
según una misma razón.
(2) Cf. Aristóteles. Metaphysica. L. IV; l. 13; 20. Ed. Cathala
Cf. Ib. X 5, 1062 a 33 (II,589,40); III 3, 1005 b 24 (II, 503, 46); III 8, 1012 a 34 (II, 513,
38) .
(3) Cf. Mansi. La esencia del tomismo. Pp. 119-120.
(4) Cf. De Andrea, Praelectiones Metaphysicae II, p. 12, Romae 1954.
(5) Phys. I 191 b 9-13 (II 259,10-15
(6) Ib. III 1, 201 a 10 (II,273, 46); Metaphys. X,9,1065 b 15 y 33 (II 594,45: 595,11)
(7) Acta Apostolicae Sedis, VI, 383, ss. Año 1914, bajo S. Pío X.
(8) QQ. DD. De potencia 2,1 c.
(9) Gredt Josephus . Elementa Philosophiae Aristotelico- thomisticae. I. Logica. P. II. Cap.
II, p. 3, 2. Ed. Herder, Friburgi Brisgoviae, a. 1936, p. 151.
135
Se dice per se notum (evidente por sí) o inmediatamente evidente a aquello que se conoce
inmediatamente no por otro medio objetivo, por mera aprehensión y comparación del sujeto
y del predicado.(2)
Esta evidencia inmediata puede darse de distintas maneras:
a) En cuanto algo se hace presente a los sentidos; así decimos este perro mueve la cola,
algunas golondrinas pasan volando. Se la considera en el conocimiento experimental.
b) En cuanto el predicado es de la razón inmediata del sujeto, y por tanto apto para ser
inmediatamente conocido, conocido el sujeto. Esta evidencia inmediata se da según
un más y un menos; esto es, según que el predicado diga algo positivo o negativo del
sujeto, algo esencial o secundario, algo propio o común.
Así lo negativo se conoce por lo positivo; por ej cuando decimos el cuerpo es extenso,
el cuerpo no es inextenso. Algo secundario en orden a lo esencial; por ej. cuando decimos
el hombre es racional, el hombre puede razonar. Algo propio en orden a lo común; por ej
cuando decimos es algo, es una vaca.
La proposición per se nota se distingue en proposición per se nota quoad se tantum
(proposición evidente por sí solamente ) y proposición per se nota quoad se et quoad nos
(proposición evidente por si y también para nosotros). Y esta última en proposición per se
nota quoad nos omnes y quoad nos sapientes (proposición evidente por sí y para nosotros
todos y para nosotros sabios).
Una proposición es per se notae cuando el predicado se incluye en la razón inmediata del
sujeto. O en otras palabras, cuando aquello que por ella se conoce, se conoce
inmediatamente no por otro medio objetivo, por la sola aprehensión y comparación del
sujeto y del predicado. Como cuando decimos “el hombre es animal”; pues “animal” es de
la razón de “hombre” (Cf. Summa Theol. I,2,1). En tanto el predicado ontológicamente se
incluye en la razón inmediata del sujeto se establece un fundamento tal en relación al
pensamiento para que cuando se piense en el predicado y en el sujeto se advierta de
inmediato la relación entre los dos.
Sin embargo hay un doble tipo de proposiciónes per se notae.
Per se notae quoad se tantum ( evidentes en si mismas solamente )y per se notae quoad
se et quoad nos (evidentes en si mismas y para nosotros).
137
Este primer principio funda su prioridad ontológica en la prioridad ontológica del ente en
el cual se funda. Es decir, lo primero en la realidad es ser, ser ente que dice una oposición a
la nada, al no ente. En esa base pueden incluirse luego otras determinaciones, por ej, ser
corporeo, ser viviente, ser animal, etc. Y en el ente en cuanto tal se implica una oposición
inmediata a la nada, al no ente, a lo que no es. Y lo que no es sólo puede entenderse en
orden inmediato al ente, es inteligible por el ente y se importa en las distinciones entre los
entes.
El ente que se implica en el principio de no contradicción es algo que se capta por la
inteligencia a partir del orden sensible y en relación al mismo. Se trata de algo originario
que se establece connaturalmente en cuanto se ejercita la luz de la inteligencia con la ayuda
de los sentidos convenientemente dispuestos.
Hay que distinguir al ente objeto de la metafísica y al ente en cuanto se incluye de este
modo originario como objeto del intelecto o hábito de los primeros principios especulativos
del conocimiento humano.
El ente en cuanto se da en el orden de los primeros principios dice un mínimo de
actualidad y un máximo de potencialidad. Es decir, es algo que es compatible con distintas
determinaciones de la realidad y del pensamiento que se dan en el tiempo.
En cambio el ente metafísico ya dice una reflexión, un ascenso intelectual pronunciado
según el tercer grado de abstracción formal y positiva y por tanto una plenitud de actualidad
referida a las creaturas y en trascendencia hacia Dios.
Junto al principio de no contradicción se consideran especialmente el principio de
identidad y el principio que dice que el bien se ha de procurar y el mal se ha de evitar.
Este principio el bien se ha de seguir y procurar y el mal se ha de evitar pertenece al
orden práctico, es el primer principio del orden práctico. Se entiende esto porque el bien es
lo primero que cae en la aprehensión de la razón práctica u operativa, esto es que se ordena
a la operación . Todo agente obra por un fin que tiene razón de bien. (7)
El ente tiene prioridad ontológica sobre el bien y el orden especulativo sobre el práctico.
Esto certifica la prioridad del principio de no contradicción sobre este primer principio del
orden práctico. (8)
140
El principio de identidad se formula “el ente es uno” y su formulación incluye al uno que
es posterior al ente y al no ente. La prioridad del ente sobre el uno importa la prioridad del
principio de no contradicción sobre el principio de identidad.
Nota que la identidad se opone a la distinción. Así entre lo idéntico y lo distinto se tiene
la condición o relación que rige entre el uno y el aliquid (algo) o lo distinto. Y tanto el
unum como el aliquid suponen la división, que se niega en el unum y así decimos que el
uno es el ente indivisible y se pone en el aliquid en tanto se dice que el aliquid es el ente
diviso o distinto de otro.
Notas
Cf. S. Tomás de Aquino In IV Metaph. Lect. V, n. 588 ss..
(2) Cf. S. Tomás de Aquino. In Aristotelis libros Peri Hermeneias et Posteriorum
Analyticorum Expositio, Ed. Marieti, Italia, 1964, In I Post. Anal., c.2, lect. 5 Cf. Victorino
Rodríguez O.P. Apuntes de clase. Convento de S. Esteban. Salamanca. Sobre la Suma.
Teol. I,2,1.
(3) Cf. Gredt. Elementa philosophiae aristothelica-thomisticae op. cit. t. II, p. 32
(4) Impossibile est idem secundum idem simul esse et non esse. Vel etiam: ens non est non
ens et vicissim non ens non est ens. Ramírez De Ordine, Op. cit p. 74
(5) op. cit. Cf. Summa Theol. I-II, 94,2; II-II, 1,7. De verit. Op. cit. 5,2, ad 7. Cf. Gredt op.
cit. p. 36)
(6)(Cf. Ramírez De Ordine op. cit. p. 75).
(7) (Cf. S. Tomás: Summa Theol. I-II. 94,2 c.).
(8) ib a. 4 “quantum ad communia principia rationis sive speculativae si practicae, est
eadem veritas seu rectitudo apud omnes et aequaliter nota” “Es una prioridad de razón o
lógica, en verdad sin embargo todos son igualmente inmediatos y evidentes por si mismos a
todos los hombres que usan de la razón” (Ramírez. De Ordine. Op. cit p. 76).
141
Algo de historia.
no puede no ser o existir. Ser absolutamente necesario es aquel que absolutamente no puede
no ser o no existir; es el ser que es por sí mismo o por su esencia y es Dios.
A la contingencia de las cosas de este mundo la percibimos en gran parte por la
experiencia. Vemos cosas que son después de no ser; que después dejan de ser; que a lo
mejor duran una hora o solamente un instante: así hay plantas, animales, objetos de
observación microscópica, etc. A la verdad de la contingencia de los seres de este mundo la
observamos mejor después de probada la existencia de Dios, que se presenta como la causa
primera de los entes, con identidad de esencia y esse,como el ser de existencia
absolutamente necesaria, que es por sí mismo o por su esencia con independencia de
cualquier otro ser. Porque un ser de este modo solamente puede ser uno. Lo demás sólo
puede existir en dependencia del mismo, por una libre producción e inclusive creación. Y
por tanto, se entiende que todo lo que es y no es Dios es ser por participación y no por
esencia,tiene contingencia, es decir, puede existir o no exsistir, puede ser o no ser.
Decimos también “Es así que el ser contingente tiene distinción real de esencia y esse”.
Si no tiene distinción real de esencia y esse tiene identidad de esencia y esse. Es por sí
mismo o por su esencia, es Dios. Pero que el ser contingente que puede existir o no existir
sea Dios y por tanto que sea absolutamente necesario es absurdo. Por tanto, hay que decir
que el ser contingente tiene distinción real de esencia y esse.
El ser contingente no es ser por esencia sino por participación. Esto es, tiene el esse o ser
no por sí mismo o por su esencia sino como recibido a partir de otro, a partir del ser por
esencia. Ontológicamente es después de no ser. En tanto no es por si mismo, supone el no
ser suyo antes de ser; y esto, aunque la creación hubiera sido no en el tiempo sino en la
eternidad. Así tiene la condición de efecto.
El ser contingente importa poder existir o no existir. En el caso requiere una potencialidad
de ser que tiene que ser actualizada por el acto de ser correspondiente para que tenga
vigencia. Nota que no es lo mismo exactamente decir hombre o este hombre y este hombre
existente.
Recordando la doctrina metafísica de la potencia y del acto, decimos que el acto de por si
sólo dice perfección y que la potencia dice imperfección. Y que el acto se limita, distingue
y multiplica por la potencia correlativa y opuesta.
145
La pura actualidad del esse de por sí sólo dice perfección. Y la perfección absoluta del ser
dice necesidad absoluta del ser, que de por si es algo absolutamente superior a la
contingencia del ser y radica en la identidad de esencia y esse. Si no hay necesidad
absoluta del ser hay imperfección, y por tanto hay una potencialidad que impone un límite
de tal manera que no se de la perfección y necesidad absoluta de ser. Y ésta potencialidad
es la que se entiende en la esencia del ser contingente, como algo realmente distinto del
esse y en relación al mismo que está como acto, imponiéndole un límite al esse y a su
necesidad.
La contingencia del ente supone una causalidad trascendente que cause a los elementos
constitutivos del ente y los una constituyendo el compuesto. Y esta causa es Dios que opera
libremente y causa a las creaturas, inclusive por creación haciéndolas pasar del no ser al
ser.
Hay que reconocer que la contingencia de los seres lo mismo que una cierta necesidad de
los mismos se dice analógicamente, según un más y un menos. Así vemos el breve
permanecer de un hermoso ternero que se muere. Pero hablamos también de seres creados
que son relativamente necesarios como los ángeles y el alma humana que es inmortal.. Pero
aún estos seres relativamente necesarios requieren que Dios los ponga en la existencia, que
los conserve y que no los aniquile. Es decir que siempre quedan en el ámbito de lo
contingente, en cuanto pueden existir o no existir.
Lo que se da en estos seres relativamente necesarios es un acople perfecto de esencia y
esse realmente distintos. Hay un principio metafísico que dice “esse consequitur ad
formam” (el esse es consiguiente a la forma). Si la forma es imperdible el esse sigue.
En el caso de los seres compuestos de materia y forma, si los mismos son corruptibles y
se da la separación de forma y materia, el compuesto deja de existir y en tanto no se da la
aniquilación se constituye un nuevo compuesto con la materia preexistente y una nueva
forma, correspondiendo al nuevo compuesto un nuevo esse. En los seres inferiores al
hombre la forma del primer compuesto desaparece como desaparece el esse de dicho
compuesto.
Sin embargo, en el caso del hombre acontece que su forma que es el alma humana es
espiritual y tiene un poder de subsistir aún estando separada de su materia correspondiente.
Cosa que no ocurre en los seres inferiores corruptibles, en los cuales la subsistencia que
146
lugar, porque cualquier cosa que es en alguno fuera de su esencia, es necesario que sea
causado o a partir de los principios de la esencia, como los accidentes propios consiguientes
a la especie, como risible es consiguiente a hombre y es causado por los principios
esenciales de la especie; o por algo exterior, como el calor en el agua es causado por el
fuego. Por consiguiente si el mismo esse de la cosa es distinto de la esencia, es necesario
que el esse de esa cosa o sea causado por algo exterior o por los principios esenciales de la
misma cosa. Pero es imposible que el esse sea causado solamente por los principios
esenciales de la cosa: porque ninguna cosa es suficiente para ser para sí causa del esse, si
tiene el esse causado: Es necesario por tanto que aquel cuyo esse es distinto de su esencia,
tenga el ser causado por otro. Pero esto no puede ser dicho de Dios: porque decimos que
Dios es la primera causa eficiente. Es imposible por consiguiente que en Dios sea el esse
distinto de la esencia.
Segundo, porque el esse es la actualidad de toda forma o naturaleza: pues no se significan
en acto la bondad o la humanidad, a no ser en cuanto las significamos siendo. Es necesario
por tanto que el mismo esse se compare a la esencia que es distinta del mismo, como el acto
a la potencia. Por consiguiente como en Dios nada es potencial , como se ha mostrado
arriba /a.1/, se sigue que en él no sea distinta su esencia de su esse. Por consiguiente su
esencia es su esse.
Tercero, porque así como lo que tiene fuego y no es fuego está encendido por
participación, así también lo que tiene esse y no es esse, es ente por participación. Pero
Dios es su esencia, como se ha mostrado /a.3/. Por consiguiente si no es su esse, sería ente
por participación, y no por esencia. Por tanto no sería primer ente: lo que es absurdo decir.
Por consiguiente Dios es su esse, y no sólo su esencia”.
De manera que la distinción real de esencia y esse en la creatura marca el punto propio de
su diferencia con respecto a Dios. Y Dios dice identidad de esencia y esse. Dios es el ipsum
esse subsistens (el mismo ser subsistente).
La distinción real de esencia y esse corresponde ante todo a la substancia. Decimos que la
substancia es la esencia a la cual le corresponde existir en sí y no en otro. A veces la
distinción real se presenta como distinción real del quod est y esse. El quod est designa más
propiamente al supósito o sujeto de la existencia, por ej. un perro, una persona.
149
Importa esto que hay distinción real entre el sujeto o supósito y el esse. Por otra parte hay
distinción real entre el supósito o sujeto y la esencia o naturaleza; por ej. entre Pedro y su
naturaleza o esencia humana, entre un equino y su naturaleza equina.
Análogamente la distinción de esencia y esse corresponde también a los accidentes (Cf.
Summa Theol. I,28,2 ). El accidente se entiende como esencia a la cual le corresponde
existir no en sí sino en otro. El accidente imperfectamente es ente. Y por tanto,
imperfectamente tiene esencia y esse. Más que esse tiene inesse; y más que ente se dice del
ente (Cf. Summa Theol. I-II, 107)
No hay que pensar en la distinción real de esencia y esse en las creaturas, como si tanto la
esencia como el esse fueren entes. La esencia y el esse no son entes sino partes del ente. Y
así no son cosas sino partes de la cosa.
Notas
(1) Cayetano: a favor de la distinción real en Aristóteles. Cf. En Com. In Anal. Post. II, c.6
(Lugduni 1572 ); citado por Manser. La esencia del Tomismo. La distinción más
profunda entre Dios y la creatura., Ed. C.S.I.C. Madrid 1953, p. 579. Maquart.
Elementa Philosophiae, t. III, Metaphysica II Metaphysica ostensiva. Ontologia. De
essentia et existentia. Art. 1. Ed. A. Blot, 1988, p. 76: “Aristoteles neque negavit, neque
affirmavit distinctionem realem; de hac quaestione ne quidem cogitavit ”.
(2) Maquart, ib.
(3)Cf. De trinit. V 2, n3 (PL. 42, col 912). Ib. VI, 4,6 (PL. 42, c 927 y 931). De Civitate Dei
X<i, cap. 1º (PL. 41, col 326-327)
(4)De Trinit. Ad Symmachum, l II, c.6 (PL. 10, col. 55.
(5) Cf. Maquart op. cit . p. 76.
(6) Cf. Maquart ib. Manser op. cit. p. 582-585
(7) Sagrada Congregación de Estudios por orden del Papa Benedicto XV, 7 de marzo de
1916.
(8) Cf. Summa Theol. I,7, 2, ad 1.
(9) Op. cit.
150
2º. Que se trate de un ente per se y no de un ente per accidens. Esto es, que se trate de un
ente y no de varios entes accidentalmente unidos.
3º. Que se trate de algo incomplejo. “ por esta condición no solamente se excluyen los
complejos accidentales que son los entes per accidens, ya excluídos por la segunda
condición, sino también los complejos esenciales, como las definiciones; por ej. animal
racional. Pues también estos si se consideran formalmente como complejos no dicen uno,
sino dos, de los cuales uno pertenece a la línea recta y otro a la línea lateral”.(2).
Que se trate de un ente finito. Porque el ente real infinito es Dios que no tiene potencia
pasiva alguna; y así no puede ser conceptuado en un orden genérico sino que es algo
trascendente.
4º. Que sea un ente conceptuable unívocamente. Porque la ordenación de los
predicamentos se hace según géneros, especies y diferencias; y éstos se conciben
propiamente por modo unívoco.
Comentando a Aristóteles en el V Metaphys. S. Tomás dice (3)
“890- De donde corresponde, que el ente se contraiga a los diversos géneros según el
diverso modo de predicar, que es consiguiente al diverso modo de ser; porque “quantas
veces el ente se dice”, es decir en cuantos modos el ente se predica,”tantas veces el ser se
significa”, es decir en tantos modos se significa que algo es. Y por esto aquellos en los
cuales el ente se divide primeramente, se dicen ser predicamentos, porque se distinguen
según el diverso modo de predicar. Por tanto de aquellos que se predican, algunos
significan quid , es decir substancia, algunos quale /cualidad/, algunos cuanto, y así de los
otros; corresponde que a cada modo de predicar, el ser signifique lo mismo; como cuando
se dice el hombre es animal, el esse significa a la substancia. Pero cuando se dice, el
hombre es blanco, significa a la cualidad, y así de los otros.
891.- Pero hay que saber que el predicado hacia el sujeto se puede tener de una triple
manera. De un modo cuando es aquello que es el sujeto, como cuando dico, Sócrates es
animal. Pues Sócrates es aquello que es animal. Y este predicado se dice que significa a la
substancia primera, que es la substancia particular, de la cual todas se predican.
892.- De un segundo modo según que el predicado se toma según que es en el sujeto: el
cual predicamento, o está en él por si y absolutamente, en cuanto consiguiente a la materia,
y así es cantidad: o como consiguiente a la forma, y así es la cualidad: o está en él no
153
El predicado
se toma
de aquello
que es sujeto: Substancia.
Considerado
el orden de
las partes. Sitio
Notas
(1) Cf. S. Tomás de Aquino. In V Metaphys. lect.9, nn. 889-890
(2) Gredt op. cit. Vol. I, pars II, cap.II, n 173, pag. 136.
(3) Op. cit.
155
LA SUBSTANCIA
por falta del coprincipio. Así el alma humana separada del cuerpo subsiste, existe y
entiende, pero no siente.
El otro tipo de substancia incompleta no puede subsistir sino en unión con su comparte
substancial. Y se pone también reductivamente en el predicamento del compuesto que es
substancia.
Substancia G. Supr.
/
D. Compuesta simple D.
/
G. sub. Cuerpo E. Supr.
/
D. Animado no animado D.
/
G. sub. Viviente E. Sub.
/
D. Sensible insensible D.
/
G. inf. Animal
/
D.Racional irracional D.
/
Hombre E. Esp. O át.
/
d.i.. Individuación
/
Pedro Individuo
158
Aclaración de siglas.
D.: diferencia
d.i.: distinción individual
E: especie
E. esp. O át. : especie especialísima o átoma.
E. sub.: especie subalterna
E. supr.: Especie suprema
G. género.
G. inf.: género ínfimo.
G. sub. Género subalterno
G. supr.: género supremo.
Notas
(1) Cf. In I Sent. D.23,1 c. Ramírez De Ordine op. cit. p. 214 n.
159
LOS ACCIDENTES
Accidentes son por ej. el tamaño de un cuerpo, su forma esterna, sus colores, etc.
Los accidentes realmente existen como nos consta. Percibimos que existen los
pensamientos, los colores, las dimensiones físicas, etc.
Accidente es la esencia a la cual le corresponde existir en si y no en otro como en su
sujeto (1).
Es decir, que lo propio del accidente es su aptitud de inhesión o inherencia en un sujeto
(2).
El sujeto propio y primario (subjectum quod) de los accidentes es la substancia primera.
Al sujeto, el accidente le concede un ser secundario; por ej. ser blanco, ser grande, etc.
Hay distinción real entre la substancia y los accidentes. Se explica esto, porque de lo
contrario todos los predicados de una cosa como la ciencia, el pensamiento, el color, etc.
serían esenciales a la misma –estarían en la esencia de su substancia-. Así toda cosa sería
160
Consta en cuanto uno y otro acto se reducen al género u orden propio de la substancia o
de los accidentes. Y la substancia y los accidentes se distinguen realmente entre si, como
sabemos.
La eliminación del inesse correspondiente al accidente importaría un vaciamiento de la
condición del ente en los accidentes. No sólo por la eliminación del inesse, sino por la
eliminación del sentido de su esencia, en cuanto la esencia se dice en orden al esse.
Junto a esto hay que reconocer la dependencia de los accidentes con respecto a la
substancia. Los accidentes son en la substancia. Esto es lo natural. Nota sin embargo que el
misterio de la Eucaristía nos pone ante la realidad de los accidentes eucarísticos del pan y
del vino que después de la consagración están sin el soporte de una substancia. Sostenidos
por el poder divino en la existencia. Pero esto último pertenece al orden sobrenatural y pone
en juego especialmente el poder divino.
Notas
(1) Cf. Summa Theol. Op. cit. III,77, 1, ad 2.
(2) Ib. I,28, 2. Cf. De Verit. Op. cit. 27,1, ad 8; Summa contra gentiles IV, 14; Quaest.
Quodlibetales 9, q,2, a.2
(3) Cf. S. Tomás de Aquino. Summa Theol. Op.cit. I,28,2; III, 17,2; Summa contra gentiles
IV, 14.
162
Cantidad
Se puede decir que la cantidad es el orden de las partes en el todo. Entendiendo por orden
no formalmente la relación sino la ponencia de una parte fuera de otra parte que
fundamenta a la relación.
Cualidad
Accidente real modificativo o determinativo del sujeto. Por ej. la salud, el color, las
ciencias, las virtudes.
Relación
Accidente real en el cual todo su ser consiste en ser hacia otro. Por ej. las relaciones de
paternidad, de filiación, etc.
También se puede decir que es un orden real adveniente de un ser hacia otro.
Acción y pasión
Se dan con el movimiento y tienen entre si opuestas relaciones, como el calentar y el ser
calentado.
Acción: accidente real por el cual el agente tiene dominio sobre el efecto que origina.
También se puede definir como acto segundo por el cual el agente o eficiente es causante
en acto. O como acto del agente según que se origina en el mismo (Actus agentis ut ab hoc)
(1)
Pasión: accidente real por el cual el sujeto se constituye recipiente en acto del efecto por
el agente.
También se puede decir que la pasión es acto del paciente en cuanto existente en el
mismo (actus patientis ut in hoc).
La acción y la pasión se identifican con el movimiento, pero se distinguen entre si por sus
distintos respectos.
Dónde
164
Accidente real que resulta en el cuerpo por la conmensuración del lugar, no considerado
el orden de las partes en el lugar. Por ej. cuando uno dice estoy en Tucumán, o en Roma, o
en Jerusalén, etc.
Implica una presencia circunscriptiva o extensa en un lugar.
Sitio
Accidente real que dispone las partes en el lugar. Por ej. cuando digo estoy levantado,
sentado, etc. en un lugar.
Cuándo
Accidente real que resulta en el sujeto por la conmensuración del tiempo. El tiempo es la
medida del movimiento y de la quietud.(2)
“Accidente originado en los cuerpos por cuanto se contienen en un mundo móvil en
cuanto al tiempo simultanea o no simultáneamente en su movimiento o quietud. Incluso
independientemente de nuestra conciencia se verifica que éste existió al mismo tiempo que
aquél, y que éste duró más tiempo que aquél. Estas relaciones temporales requieren un
fundamento real que es el cuando. Así como el ubi es la posición del cuerpo en el mundo
extenso, la posición en un orden de yuxtaposición como fundamento de las relaciones de
distancia o indistancia, así el cuando es la posición del cuerpo en el mundo móvil, la
posición del cuerpo en un orden sucesión como fundamento de las relaciones de
simultaneidad y prioridad y posterioridad temporales” (Gredt.) (3).
Hábito
Notas
(1) S. Tomás de Aquino. In III Metaphys. Op.cit. lect. 5, n.320.
(2) Cf. S. Tomás de Aquino. In IV Phys. Lect. 20, n.11.
(3) Op. cit. T. I, pag. 163.
LA CUALIDAD
Este orden del que tiene partes puede considerarse de un modo extensivo; y entonces
tenemos la cantidad; y consecuentemente el sitio, si se compara a las partes con el lugar
(ordo partium in loco).
O puede considerarse el orden como orden de las partes en cuanto perfecciones o partes
virtuales; y en este caso nos encontramos con la cualidad.
La cualidad importa por tanto, intrínsecamente, una cierta pluralidad de partes
accidentales que no son necesariamente extensas y materiales, entre las cuales impone un
orden o determinación o forma o actualidad, según un cierto modo o medida o límite en
orden a la substancia . Así por ej. la salud importa el orden o armoná de distintas partes
corporeas de manera conveniente a la vida y por tanto al ser de la substancia viviente. Una
ciencia dice una cierta pluralidad armónica u ordenada de especies, una conformación de
las mismas en orden a distintas operaciones cognoscitivas; la cual pluralidad se asienta
sobre una potencia intelectual, que a su vez es capaz de distintas operaciones sobre distintos
objetos, y que concede una actualidad a la aptitud operativa de la substancia.
También podemos decir que la creatura corporea, en su condición intrínseca substancial,
tiene composición de materia prima y forma substancial.
La materia prima es un elemento substancial puramente potencial, común a los distintos
seres corporeos.
La materia prima es determinable por las distintas formas substanciales que constituyen el
principio de especificación de las substancias corporeas.
La forma substancial impone un modo o determinación en el orden substancial de tal
manera que no se trate simplemente de un cuerpo indeterminado, sino de oro, plata,
naranjo, etc.
Pero la substancia queda todavía en potencia en orden a determinaciones accidentales.
Y las cualidades accidentales, como formas accidentales advienen a la substancia y la
modifican o determinan accidentalmente.
Por tanto, la cualidad accidental se define accidente real modificativo o determinativo de
la substancia. Cualidades accidentales son por ej. el color, la figura, las potencias del alma,
etc.
167
En orden a la
Naturaleza de
La substancia: 1ª. Especie: Hábito y disposición.
En orden a
La cantidad: 4ª. Especie: Forma y figura.
Hábito y disposición
Los hábitos son difícilmente movibles según su esencia. Por ej. el hábito de los primeros
principios del conocimiento,las ciencias, etc.
Las disposiciones son fácilmente movibles según su esencia. Por ej. la salud, la opinión.
Potencia e impotencia
Forma y figura
(1) Aristóteles: V Metaphys. c. 19: 1022 b. 1. Cf. S. Tomás de Aquino lect 20. Nn. 1058-
1061.
(2) Cf. Ramírez. De ordine. Op. cit. sect. II, cap. IV, a. 3, pag. 51. Esto se entiende en el
lenguaje más filosófico; en el lenguaje común no se distingue mucho y a veces las palabras
se usan con sentido opuesto.
169
LA RELACIÓN PREDICAMENTAL
La relación predicamental es un accidente real cuyo ser todo o razón consiste en ser hacia
otro. Se trata de una relación adveniente al sujeto y distinta del mismo. Por ej. las
relaciones de maternidad y de filiación en Petrona y Pedrito.
Relación trascendental es el orden de un ser hacia otro identificado con el mismo ser
absoluto que se refiere hacia otro. Por ej. relación de la esencia a la existencia y viceversa;
de la materia a la forma y viceversa.
Relaciones estáticas y dinámicas.
Se entiende esta distinción según que el fundamento de las relaciones sea estático o
dinámico.
Las relaciones de tipo estático tienen por fundamento a la cantidad o a algo que se tenga
por modo de cantidad. Básicamente se entienden como relaciones de identidad o diversidad
que se entienden originariamente en el orden de la substancia. De igualdad o desigualdad
que se entienden originariamente para las cantidades. De semejanza o desemejanza, que se
entienden originariamente para las cualidades.
Las relaciones de tipo dinámico tienen por fundamente a la acción y pasión o a algo que
se tenga por modo de acción y pasión o de ejercicio de la causalidad o del dinamismo. Por
ej. relaciones de paternidad y de filiación, de vidente y visto, de fin y finalizado, etc.
Relaciones mutuas y no mutuas.
Siempre a una relación corresponde otra relación o correlación. Si se corresponden en la
realidad o en la razón son mutuas; de lo contrario son no mutuas.
Son mutuas si las dos son reales o las dos son de razón. Por ej. las relaciones de
paternidad y filiación en Pedro y Pedrito son mutuas reales. En cambio las relaciones
lógicas de sujeto y predicado son mutuas de razón.
Las relaciones se dicen mixtas si una es real y la correlativa es solamente de razón. Por ej.
la relación en el sujeto cognoscente es real y en el objeto conocido es solamente de razón.
Y estas relaciones se dicen mixtas. Por razón de la creación las relaciones de las creaturas
hacia Dios son reales y las relaciones de Dios hacia las creaturas son de razón.
Hay que ver en los distintos casos si hay causas o fundamentos reales para la existencia
de las relaciones reales en uno y otro extremo o no. Si hay causas o fundamentos reales
para la existencia de una relación real en un extremo pero no en el otro; entonces, en este
171
caso hay relación real en ese extremo y en el otro se entiende solamente una correlación de
razón.
LOS POSPREDICAMENTOS
La oposición, en general, es como una cierta repugnancia entre los seres e importa
distinción. Consiste en una cierta manera de ser o de tenerse de varios entre sí, en virtud de
la cual a uno mismo bajo el mismo respecto y simultáneamente no pueden convenir. Por ej.
entre ente y no ente, virtud y vicio, etc.
La oposición puede entenderse en un sentido lato y en un sentido propio. La oposición en
un sentido propio es la de aquellos que tienen una oposición o repugnancia en un sentido
especial, como entre ente y no ente, virtud y vicio. La oposición en un sentido lato es la de
aquellos que en cuanto opuestos y repugnantes no se refieren de un modo especial, como
entre virtud y barco.
La oposición en sentido propio se divide en contradictoria, privativa, contraria y relativa.
La oposición contradictoria es por modo de pura negación del opuesto. Por ej. entre ente
y no ente, hombre y no hombre.
La oposición privativa es entre un ente y su privación. Privación es la negación de una
perfección en un sujeto capaz de tenerla. Por ej. entre vidente y ciego. No hay oposición
privativa entre vidente y piedra; porque la piedra no es capaz de tener visión.
La oposición contraria es entre los contrarios. Es decir, la oposición contraria es entre
aquellos que convienen no sólo en el sujeto, sino en un género; pero tienen entre sí una
disconveniencia y repugnancia formal de extremos. Así entre blanco y negro. En el caso el
sujeto es el ser corpóreo; el género es el color; la disconveniencia y repugnancia formal de
extremos entre blanco y negro. Si consideramos la oposición entre virtud y vicio: el sujeto
es el ser racional; el género, el hábito; la disconveniencia y repugnancia formal de
extremos, entre la virtud y el vicio.
La oposición relativa es la que rige entre los relativos. Esta oposición no remueve al
opuesto sino que pone al mismo. Así entre padre e hijo, el doble y la mitad. El ser padre
exige tener un hijo; el ser doble exige una mitad.
En las oposiciones distintas de la relativa, siempre en uno de los extremos se pone una
negación de perfección. “en las otras oposiciones siempre uno es como imperfecto o no
ente o como teniendo algo de no ente: pues la negación es no ente y la privación es cierta
negación y de dos contrarios siempre alguno tiene algo de privación” (2) Pero la razón de
imperfección en uno de los extremos no se exige en la oposición relativa; y puede
173
considerarse una igual perfección en los extremos de la misma; por ej. entre los semejantes,
entre los iguales.
La prioridad
La prioridad indica el modo según el cual una cosa precede a otra. Se distinguen las
siguientes prioridades: de duración, de naturaleza, de consecuencia, de orden y de dignidad.
La prioridad de duración es la precedencia en la existencia de una cosa sobre otra. Así el
padre de familia existe antes que el hijo.
La prioridad de naturaleza es la prioridad según causalidad y rige entre la causa y el
efecto. Hay que notar que es posible que se dé esta prioridad de naturaleza sin que se dé la
primera. Así se considera que la luz del sol es simultánea en su existencia con el sol; pero el
sol es causa de su luz y en este sentido la precede.
La prioridad de consecuencia se dice de aquel que se infiere a partir de otro. no
infiriéndose el otro a partir del mismo. Así animal tiene prioridad con respecto a hombre:
decimos es hombre, por tanto es animal; pero no decimos es animal, por tanto es hombre.
La prioridad de orden es una prioridad según la disposición de las cosas. Así en el estudio
ordenado de la Filosofía hay que empezar por la Lógica.
La prioridad de dignidad o autoridad es la precedencia de uno sobre otro en razón del
oficio. Así el rey precede a los súbditos.
Simultaneidad
Es la negación de la prioridad y posterioridad. Se distingue la simultaneidad de duración,
de naturaleza, de consecuencia, de orden y de dignidad.
La simultaneidad de duración es una negación de prioridad y posterioridad en cuanto a la
duración o el tiempo. Cuando dos cosas se dan en un mismo instante.
Simultaneidad de naturaleza es cuando dos cosas se infieren entre sí, de tal manera que
una no sea causa de la otra. Esto puede darse entre los correlativos, como entre el doble y la
mitad.
Simultaneidad de consecuencia es la que se da entre aquellos que mutuamente se infieren.
Por ej. racional y risible.
174
Simultaneidad de orden entre aquellos que se igualan en la disposición de las cosas. Así
dos alumnos están en el mismo grado.
Simultaneidad de dignidad o autoridad es la que se da entre dos que tienen el mismo
oficio o autoridad.
Haber
Determinada razón según la cual una cosa se dice tenida por otra. Puede ser por inhesión,
por continencia, por posesión, por relación, por yuxtaposición.
Por inhesión es el modo por el cual la substancia tiene al accidente.
Por continencia como la bordolesa tiene al vino.
Por posesión como un propietario tiene a su campo.
Por relación como la madre tiene a su hijo.
Por yuxtaposición como Argentina tiene a Bolivia y Paraguay sobre su parte norte.
El movimiento
El movimiento puede ser considerado en dos sentidos fundamentales: Por la forma según
la cual se hace el movimiento. Se trata de un ente incompleto. Así cuando se calienta el
agua, el calor según el cual el agua se va calentando hasta llegar al término final intentado.
En este sentido el movimiento se ubica dentro del predicamento correspondiente al
término. En el caso se ubica como cualidad de la tercera especie.
El movimiento también puede ser considerado en un sentido muy lato como estado de
tendencia o de imperfección. Y así se considera como pospredicamento.
En este último modo se enumeran las siguientes especies de movimiento: generación,
corrupción, aumento, disminución, alteración y movimiento local.
La generación es el movimiento por el cual se adquiere una forma substancial en un
sujeto. Por ej. la generación de un animal.
La corrupción es el movimiento por el cual se pierde una forma substancial en un sujeto.
Por ej. cuando muere un animal.
El aumento es el movimiento desde una menor a una mayor cantidad. Así, cuando un
joven aumenta en su estatura.
175
La disminución es el movimiento desde una mayor a una menor cantidad. Suele suceder
en los ancianos.
La alteración es el movimiento desde una cualidad a otra contrariamente opuesta. Así
cuando un hombre pálido se pone rojo de vergüenza.
El movimiento local es el movimiento desde un lugar a otro:
Estos movimientos son los esenciales. Pero a partir de los mismos (per accidens) puede
entenderse un movimiento hacia los otros predicamentos. Así el movimiento local es hacia
el llamado “ubi”; pero per accidens es hacia el sitio; pues dado el ubi también tiene que
darse el sitio.
NOTAS
(1) Cf. S. Tomás. Summa Theol. Op. cit.I-II, 49,1. Aristóteles: Categ. c. 10 ss.
(2) S. Tomás: Quaest. Disput. De pot. 8,1, ad 13. Cf. Ib. 7, ad 4.
176
LA PERSONA
Algo semejante se considera en los géneros accidentales. Por ej. en el género de cualidad
se puede hablar de la misma cualidad, en un sentido universalísimo. De la especie de color,
en un sentido menos universal. Y de este color en un sentido individual o particular.
Por tanto, podemos hablar de lo universal y de lo particular en los distintos géneros del
ente.
Y a esto se refiere el Aquinate cuando dice: “aunque lo universal y lo particular se
encuentren en los diversos géneros”.
Y luego dice “sin embargo en cierto especial modo el individuo se encuentra en el género
de la substancia. Pues la substancia se individúa por sí misma, pero los accidentes se
individúan por el sujeto, que es la substancia: pues se dice esta blancura en cuanto es en
éste sujeto. De donde también convenientemente los individuos de la substancia tienen
algún nombre especial delante de los otros: pues se dicen hipóstasis, o primeras
substancias”
Hay que tener en cuenta que se da una proporción especial entre el ser y los nombres.
Aquí se rescata una importancia ontológica de la substancia individual por delante de los
accidentes individuales. Y, por tanto, se justifica un nombre especial para la substancia
individual o particular.
Advierte también el Aquinate que “aún de un modo más especial y perfecto se encuentra
el particular e individuo en las substancias racionales”. Esta especial perfección de la
condición de las substancias racionales individuales se considera comparativamente a las
substancias individuales no racionales. Y se descubre en razón de sus actos teniendo en
cuenta que los actos son en los singulares; esto es, en la realidad no actúa el hombre o el
caballo, sino este hombre o este caballo. Y que hay una proporción entre el ser o la
substancia y la operación; hasta el punto de que a operaciones más perfectas corresponden
substancias más perfectas.
Las substancias individuales racionales tienen actos más perfectos y por tanto son más
perfectas. Las substancias individuales racionales tienen dominio de sus actos; y no sólo
son actuadas como las otras, sino que actúan por sí mismas. Este dominio de sus actos o
este actuar por sí mismas, importa el ejercicio de su libertad que supone el ejercicio de su
inteligencia, que supone la esencia o naturaleza racional o intelectual. Esto importa una
especial y más elevada perfección para las substancias individuales racionales.
179
Por tanto, dada la proporción entre el ser y los nombres, se comprende que “entre las
restantes substancias cierto especial nombre tengan los singulares de naturaleza racional. Y
este nombre es persona”.
“Y por tanto en la antedicha definición de persona se pone substancia individua, en
cuanto se significa el singular en el género de substancia; pero se añade de racional
naturaleza, en cuanto se significa el racional en las racionales substancias.”
En la definición de persona de Boecio: “substancia individual de naturaleza racional”, la
palabra substancia se toma en un sentido común, en cuanto divisible en substancia primera
y segunda. Substancia segunda es la substancia en cuanto denominada por las intenciones
genéricas y específicas, como planta u hombre. Substancia primera es el singular en el
orden de la substancia, como ésta planta o éste hombre.
En la definición de Boecio, la palabra “individual” determina la substancia como
substancia primera.
Y se añade “de naturaleza racional” para significar que se trata de un singular o individual
en el orden de las substancias racionales.
La substancia individual es el supuesto o hipóstasis. La persona es un determinado tipo de
supuesto o hipóstasis: un supuesto o hipóstasis de naturaleza racional.
Comparación de la persona a la esencia, subsistencia e hipóstasis
S. Tomás dice en la Summa Theol. I,29,2: “Sobre la comparación de la persona a la
esencia, subsistencia e hipóstasis”...
“Respondo diciendo que según el Filósofo en el V Metaphys./C. 8: 1017, 23-26; S. Th.
Lect.10,n. 903 s./ , la substancia se dice doblemente: De un modo se dice substancia la
quididad de la cosa, a la cual la significa la definición, según que decimos que la definición
significa la substancia de la cosa: a la cual substancia los Griegos llaman Usía, que nosotros
podemos decir esencia. De otro modo se dice substancia el sujeto o supuesto que subsiste
en el género de la substancia. Y éste tomándolo comúnmente, puede ser nombrado con
nombre que significa intención: y así se dice supuesto: Pero se denomina también con tres
nombres que significan cosa, los cuales son cosa de la naturaleza (res naturae), subsistencia
e hipóstasis, según la triple consideración de la substancia dicha.. Pues según que por sí
existe y no en otro, se denomina subsistencia: pues decimos que aquellos subsisten, que
existen no en otro, sino en sí. Pero según que se supone para alguna naturaleza común, se
180
dice cosa de la naturaleza; como este hombre es cosa de la naturaleza humana. Pero según
que se supone para los accidentes, se dice hipóstasis o substancia.
Pero lo que estos tres nombres significan comúnmente en todo el género de las
substancias, este nombre persona significa en el género de las substancias racionales” (4)
Esquemáticamente:
/ De un modo: / la quididad de la cosa a la cual la significa la definición:
/ / la usía de los griegos, la esencia de los latinos.
La substancia /
se dice / De otro modo,/ con nombre que significa intención: y así se dice
doblemente / el sujeto o / supuesto.
/ supuesto que /
/ subsiste en el /
/ género de la / con nombres que signifiquen /Cosa de la naturaleza,
/ substancia: / cosa. Los cuales nombres son: / subsistencia,
/ / hipóstasis.
Según esto podemos decir: 1º.que la substancia se puede tomar en dos sentidos. Como
esencia o quididad, como cuando hablamos de esencia humana o equina. Y como sujeto o
supuesto que subsiste en el género de la substancia, como cuando decimos Pedro o este
caballo.
2º. Que el sujeto o supuesto que subsiste en el género de la substancia puede ser
denominado con un nombre intencional o lógico o con un nombre real. Con un nombre
intencional o lógico lo denominamos cuando lo nombramos con el nombre de supuesto.
Con un nombre real lo denominamos cuando lo nombramos como cosa de la naturaleza,
subsistencia e hipóstasis.
3º. Cuando al sujeto o supuesto lo nombramos como subsistencia atendemos en el mismo
la condición que tiene en cuanto existe por sí o en sí y no en otro. El sujeto en cuanto dice
un orden a su esse.
Cuando al sujeto o supuesto lo nombramos como cosa de la naturaleza atendemos en el
mismo la condición que tiene en cuanto es supuesto o sujeto de la naturaleza. Así decimos
que este hombre es cosa de la naturaleza humana; alguien que es un sujeto de naturaleza
181
humana o alguien que tiene naturaleza humana. El sujeto en cuanto dice orden a su
naturaleza.
Cuando al sujeto o supuesto lo nombramos como hipóstasis, atendemos en el mismo la
condición que tiene en cuanto sujeto de los accidentes. El sujeto en cuanto dice orden a los
accidentes. En este sentido a veces al sujeto se le llama simplemente substancia, teniendo
en cuenta que substancia viene de substare que importa un estar debajo de los accidentes.
4º. Estas tres condiciones: el ser cosa de la naturaleza, subsistencia e hipóstasis, se dan en
todo el género de las substancias, en los sujetos o supuestos de las mismas.
5º.Este nombre persona, dice a estas tres condiciones, en los sujetos o supuestos de
naturaleza racional o intelectual. Esto es, una persona es un sujeto de naturaleza racional,
subsistente y sujeto de accidentes. Por ej. Pedro es un sujeto de naturaleza racional, subsiste
y tiene accidentes, por ej. es moreno y alto. Por tanto es persona.
Sin embargo, el ser sujeto de accidentes no se requiere en el concepto puro de persona,
aunque así se de en un orden categorial o predicamental. La persona de por sí dice una
perfección que puede darse de un modo imperfecto como en el hombre que dice
composición de potencia y acto. Pero puede darse de un modo perfecto y así es en Dios, en
donde no dice la composición de potencia y acto, y no tiene accidentes.
El supuesto o sujeto de una naturaleza puede darse en una naturaleza racional y así se
dice persona. Pero puede darse en una naturaleza irracional, como es el caso de un toro o de
un caballo. Y en este caso permanece con el nombre común de supuesto o sujeto.
De hecho, el nombre de hipóstasis se usa para designar a los supuestos o sujetos
irracionales y también para designar a las personas.
Para que algo sea persona se requieren las siguientes condiciones: que sea substancia,
individual, completa, subsistente, incomunicable y que sea de naturaleza racional.
1º. Que sea substancia. Esto es, que sea algo a lo cual le corresponda existir en sí y no en
otro. Por tanto se excluyen los accidentes. El color o el tamaño, simplemente no son
personas, aunque puedan estar en las personas.
2º. Individual. Este hombre, Juan, Pedro, etc. Distinguiendo entre substancia primera y
segunda, consta que la persona es en el orden de la substancia primera. Porque la substancia
segunda es la substancia en cuanto denominada por razones genéricas y específicas como
cuando decimos hombre, animal, etc.; en el caso, la substancia aparece denominada según
182
Naturaleza y persona.
La revelación divina, por encima del conocimiento natural de Dios a partir de las
creaturas, importa una comunicación intelectual y real inmediata de Dios al hombre de
índole remarcadamente personal. Y en esa revelación divina quedan como centrales los
dogmas de la Trinidad de personas en el único Dios y de la encarnación redentora del Hijo
de Dios.
El dogma de la Trinidad nos dice que en Dios hay tres personas divinas Padre, Hijo y
Espíritu Santo que son realmente distintas entre sí; pero que tienen numéricamente la
misma esencia o naturaleza divina.
El dogma de la encarnación nos dice que la misma consiste en la unión de la naturaleza
divina y de la naturaleza humana en la persona divina del Hijo de tal manera que ésta, que
subsiste en la naturaleza divina desde toda la eternidad, subsista también en la naturaleza
humana a partir de un instante, en el tiempo. Así Cristo es verdadero Dios y verdadero
hombre y viene al mundo para salvarnos.
Estos dogmas evidentemente reclaman alguna distinción entre naturaleza y persona para
poder ser rectamente entendidos.
Esta exigencia de la religión divina influyó en la metafísica cristiana y la impulsó a
indagar acerca de la distinción entre naturaleza y persona. Particularmente porque la fe
sobrenatural algo se alimenta de imágenes creadas; y porque la teología sagrada
instrumenta a la razón natural y a los contenidos de la misma en orden a un más perfecto
descubrimiento de la verdad sobrenatural.
Se da una armonía entre la fe sobrenatural, la sagrada teología, la razón natural, las
ciencias y la metafísica.
184
La metafísica en su propio orden trata de llegar a la verdad. Y puede recibir algún apoyo
de la fe y de la sagrada teología, tanto en un sentido positivo –hay que ir por este lado-;
como negativo –no hay que ir por este otro lado-. Así por ejemplo la manifestación
sobrenatural de la creación y de la inmortalidad del alma indican al pensamiento natural un
sendero positivo que se puede recorrer. La misma razón revelada de la creación importa
que no se debe pensar en una materia increada.
En el pensamiento tomista además del influjo sobrenatural cristiano está muy presente la
convicción aristotélica de que existen los singulares y no simplemente las formas abstractas
y universales de la convicción platónica.
La pregunta que se plantea es cuál es la distinción entre naturaleza y persona, en las
creaturas y en Dios.
El divino Tomás en la Summa Theol. (op. cit) III,2,2 tratando de la encarnación de Cristo,
se pregunta si la encarnación de Cristo se hizo en la persona y dice:
“Respondo diciendo que la persona significa algo distinto que la naturaleza. Pues la
naturaleza significa a la esencia de la especie, a la cual la significa la definición. Y
ciertamente si nada pudiera encontrarse adjunto a aquellos que pertenecen a la razón de la
especie, no habría ninguna necesidad de distinguir la naturaleza del supuesto de la
naturaleza, que es el individuo subsistente en esa naturaleza: porque cada individuo
subsistente en alguna naturaleza sería totalmente el mismo con su naturaleza. Pero acontece
en algunas cosas subsistentes que se encuentra algo que no pertenece a la razón de la
especie, a saber los accidentes y principios individuantes: como máximamente aparece en
aquellos que son compuestos de materia y forma. Y por consiguiente en los tales también
realmente (etiam secundum rem) difieren la naturaleza y el supuesto, no como algunos
totalmente separados: sino porque en el supuesto se incluye la misma naturaleza de la
especie, y se añaden algunos otros que son fuera de la razón de la especie. De donde el
supuesto se significa como un todo que tiene a la naturaleza como a la parte formal y
perfectiva de sí. Y por esto en los compuestos de materia y forma la naturaleza no se
predica del supuesto: pues no decimos que este hombre sea su humanidad. Pero si existe
una cosa en la cual nada exista fuera de la razón de su especie o naturaleza, como es en
Dios, allí no es distinto realmente el supuesto de la naturaleza, sino sólo según la razón de
entender: porque se dice naturaleza según que es cierta esencia; y la misma se dice supuesto
185
En las creaturas distinguimos a los seres que son compuestos de materia y forma, como
los vegetales y el mismo hombre; de los seres que son de formas puras, espirituales, que
llamamos ángeles o espíritus puros.
Hay que tener en cuenta que en los seres compuestos de materia y forma, la esencia o
naturaleza se constituye por la unión de estos dos principios que se tienen entre sí como
potencia y acto. Y no se trata simplemente de la unión de materia y forma consideradas en
universal; sino que la unión se realiza en un plano individual: unión de esta materia con esta
forma en orden a la constitución de esta naturaleza individual. Se puede considerar a la
esencia o naturaleza sin considerar sus notas individuales o considerando sus notas
individuales; por ej. la consideración de naturaleza humana o de esta naturaleza humana, la
consideración de la naturaleza equina o de esta naturaleza equina. La individualidad de la
naturaleza en los seres compuestos de materia y forma importa algo positivo que determina
intrínsecamente a la naturaleza de los mismos. Y esta individualidad tiene su principio en
la materia individual (materia en orden a la cantidad, como principio de individuación);
aunque la misma afecta consecuentemente a todo el ser (forma, esse, accidentes: las
distintas creaturas corporeas no tienen solamente distinta materia sino también distintas
formas , distintos esse y distintos accidentes). Pero no se da una distinción real entre la
naturaleza y la individualidad de la naturaleza; sino solamente una distinción de razón. Así,
por ejemplo, considerando la naturaleza individual de un naranjo singular, no distinguimos
realmente lo que corresponde a la naturaleza del naranjo, del aspecto de la misma que la
constriñe a una individualidad; sino que solamente hacemos una distinción de razón.
En cambio, en los espíritus puros, al no estar el acto o forma esencial limitado por la
potencia receptiva y opuesta, el mismo, en su orden, tiene una realización plena. Y cada
espíritu puro agota a su especie; esto es, realiza plenamente a la misma; y no se da una
multiplicación numérica dentro de la misma especie. Así cada individuo es al mismo
tiempo una especie.
Decimos también: “Es así que aquellos que son individuos subsistentes en los cuales se
encuentra algo distinto fuera de la razón de la especie tienen distinción real de supuesto y
naturaleza”.
La razón de la especie o de la pura esencia de la cosa de la cosa, sólo dice los principios
constitutivos de la misma. Por ejemplo, en el caso de la especie humana sólo dice la
187
composición de materia prima y forma o alma humana; en el caso de la especie del naranjo
sólo dice la composición de materia prima y de la forma vegetal del naranjo.
En cambio, en el supuesto se incluye la misma razón de la especie o esencia y se añaden
otros aspectos que están fuera de la razón de la especie o esencia. Así la esencia o
naturaleza lo que tiene son los principios constitutivos de la misma: básicamente la materia
y la forma proporcionadas y unidas. En cambio el supuesto tiene esto y mucho más,
particularmente el esse y los accidentes
Así el supuesto está como todo y se significa como todo; y la naturaleza como su parte
formal y perfectiva. En el supuesto hay algo más que en la naturaleza y es algo más que la
naturaleza. Supuesto que el todo es mayor que la parte. El supuesto incluye como propio un
aspecto de principio unitivo y totalizante que no se da en la naturaleza.
Consecuentemente, no podemos decir que este caballo sea su naturaleza equina o su
equinidad. La razón de esto es porque en la proposición se enuncia una identidad que en el
caso no se cumple; porque la parte no es igual que el todo.
Pero podemos decir que este animal concreto al que llamamos “Rocinante” es un caballo.
Porque, en el caso, se dice a la naturaleza equina en concreto, señalando a su supuesto. Y
por tanto, el sentido de la proposición es: “ Rocinante” es uno que tiene naturaleza equina o
de caballo. Y podemos decir Pedro es hombre: porque la proposición en el caso significa
Pedro es uno que tiene naturaleza humana. Y esto es verdadero.
La razón de la especie o naturaleza de por sí, sólo dice a los principios constitutivos de la
misma: la blancura de por sí sólo dice o tiene blancura; la humanidad de por sí sólo dice o
tiene sus principios constitutivos. Se puede considerar a la naturaleza no sólo en su
condición específica sino también en su condición individual. Como en el caso de los seres
compuestos de materia y forma en tanto decimos que se individúan por la materia
individual (materia en orden a una cantidad). En el caso, la razón de naturaleza considerada
primeramente en un orden específico, recibe por determinación intrínseca e identidad a la
razón de individualidad. Pero evidentemente, la naturaleza de la creatura no puede recibir
de esta manera al esse y a los accidentes; y se da la distinción real de esencia o naturaleza y
esse y de substancia y accidentes.
Hay que notar lo que dice S. Tomás en la Summa Theol.I,3,6, (6) en donde se pregunta si
en él /en Dios/ hay composición de sujeto y accidente y expresa en base a Boecio, en el sed
188
c.: “...todo accidente es en el sujeto. Pero Dios no puede ser sujeto: porque la forma simple
no puede ser sujeto, como dice Boecio en el libro de Trin. Por tanto en Dios no puede
existir el accidente”. Y dice también a continuación, en el c. “...porque Dios es su ser
(esse): y, como dice Boecio en el libro de Hebdomad, aunque aquello que es, algo distinto
pueda tener adjunto, sin embargo el mismo ser nada distinto adjunto puede tener: como
aquello que es cálido, puede tener algo extraño a lo que es cálido, como la blancura; pero el
mismo calor nada tiene fuera del calor” (7 )
En cambio el supuesto tiene la razón de todo y de principio unitivo y totalizante. Y así
tiene en sí a la naturaleza con sus notas individuantes según determinación intrínseca, al
esse y a los distintos accidentes. Así el supuesto dice como algo propio la referencia a la
naturaleza, al esse y a los accidentes.
La naturaleza considerada en concreto o con referencia al supuesto dice de otro modo la
referencia y unión con el esse y con los accidentes. Se refiere y une al esse mediante lo
propio del supuesto en cuanto principio unitivo de la totalidad. S. Tomás dice en la Summa
Theol. III, 17, 2 en donde se pregunta si Cristo tiene un solo esse; y responde
afirmativamente. Allí dice: “ Pero el esse pertenece a la hipóstasis /supuesto/ y a la
naturaleza: a la hipóstasis ciertamente como a aquello que tiene el esse; pero a la naturaleza
como a aquello por lo cual alguno tiene el esse; pues la naturaleza se significa por modo de
forma, que se dice ente por aquello que por ella algo es, como por la blancura algo es
blanco, y por la humanidad es alguno hombre” Y en el mismo artículo pone una objeción
“1.Pues dice el Damasceno, en el III Libro (8), que aquellos que son consiguientes a la
naturaleza en Cristo se duplican. Pero el esse es consiguiente a la naturaleza: pues el esse es
por la forma: Por tanto en Cristo son dos esse”. Y responde a la objeción “Al primero hay
que decir que el esse es consiguiente a la naturaleza, no como al que tiene el esse, sino
como a aquello por lo cual algo es: pero a la persona, o hipóstasis, es consiguiente como al
que tiene el esse. Y por consiguiente más retiene la unidad según la unidad de la hipóstasis,
que la tenga según la dualidad de la naturaleza”.
Y la naturaleza recibe a los accidentes y se une con los mismos mediante una
confortación del supuesto en cuanto principio unitivo de la totalidad. Así decimos por
ejemplo, que el color es en el cuerpo y que el cuerpo es en el sujeto o supuesto del cuerpo y
del color.
189
Por tanto, hay que conceder la distinción real de supuesto y naturaleza en los individuos
subsistentes en los cuales algo distinto se encuentra fuera de la razón de la especie.
Por tanto decimos que “Las creaturas tienen distinción real de supuesto y naturaleza”.
Y decimos también que las creaturas racionales tienen distinción real de supuesto o
persona y naturaleza racional o intelectual.
El supuesto y la persona se distinguen realmente con la naturaleza incluso
individualmente considerada. Pero no es una distinción entre dos cosas distintas. Sino
dentro de una misma cosa. Dentro de un mismo singular subsistente, en el cual en el cual se
incluyen la naturaleza y la razón propia del mismo supuesto o sujeto. En la razón propia del
supuesto o sujeto se importan las razones de la subsistencia, del ser cosa de la naturaleza y
de ser sujeto de los accidentes.
Entre estos aspectos o razones del supuesto o sujeto, en lo que tiene de más propio, hay
que pensar en una cierta principialidad de la razón de subsistencia, por su ordenación al
esse. La subsistencia importa la aptitud del singular para existir en sí y no en otro, como en
su sujeto. Y el esse es la última actualidad de toda forma o naturaleza. El esse es
formalísimo en el ente; y así lo que más aproxima al esse, ontológicamente, tiene una
especial importancia.
También hay que pensar en una distinción real entre el supuesto o persona y el esse, en
las creaturas. Esta distinción, ya se importa en la distinción real de esencia y existencia en
las creaturas. La esencia puede ser considerada como pura esencia y en cuanto terminada
por la razón de hipóstasis, supuesto o persona (Cf. Summa Theol. op. cit. I,29,4) La
esencia de las creaturas se distingue realmente del esse de las mismas; porque de lo
contrario sería acto puro de ser y se identificaría con Dios. Y esto vale también para la
hipóstasis, supuesto o persona. Juan no es acto puro de ser, una planta no es acto puro de
ser.
Por tanto decimos lo siguiente.
Arg. 2º. En todas las creaturas se da la distinción real de esencia o naturaleza y esse.
Es así que en todos aquellos en los cuales se da la distinción real de esencia o naturaleza y
esse se da la distinción real de esencia o naturaleza y supuesto o persona.
Por tanto, en todas las creaturas se da la distinción real de esencia o naturaleza y supuesto
o persona.
190
Decimos, “En todas las creaturas se da la distinción real de esencia o naturaleza y esse”.
Consta. Es una tesis fundamental de la filosofía cristiana. Nota que la distinción real de
esencia y esse, se descubre y es en el ente creado, en su trascendencia. Y esta distinción
permite la intelección metafísica de lo que es la substancia, en la cual se entiende al
supuesto y persona.
Decimos también: “Es así que en todos aquellos en los cuales se da la distinción real de
esencia o naturaleza y esse se da la distinción real de esencia o naturaleza y supuesto o
persona.”
Hay que distinguir entre esencia o naturaleza como pura esencia o naturaleza y esencia o
naturaleza como subsistente.
La esencia o naturaleza como pura esencia o naturaleza es la esencia o naturaleza en una
pura condición formal o actual y específica.
La esencia o naturaleza como subsistente, importa a la esencia o naturaleza en cuanto
terminada por la subsistencia. Nota que la esencia o naturaleza, en cuanto tal, puede ser
substancial o accidental. Que sea subsistente importa una perfección ulterior y es algo de la
substancia y no de los accidentes; de la esencia substancial y no de las esencias
accidentales.
La esencia o naturaleza en el orden de la substancia, puede importar la añadidura de una
individuación intrínseca. Es el caso de los seres corpóreos, en donde se da una
multiplicación de la especie en los singulares que resulta por la recepción de la forma
substancial en una materia individual (materia en orden a una cantidad) y no en otra. Así
hay muchos naranjos, muchos hombres ; y más precisamente, muchas naturalezas
individuales de naranjo, muchas naturalezas individuales de hombre).
En cambio, en los espíritus puros creados (ángeles), cada individuo agota a su especie, en
cuanto cada forma espiritual, no es recibida en una materia sino que se realiza plenamente.
Ahora bien, la esencia o naturaleza creada dice un orden al esse, un orden potencial al
esse para recibirlo y también para tenerlo. Y esto, en su modo próximo, ya corresponde a la
subsistencia.
La esencia o naturaleza creada, puede decir una determinación intrínseca en cuanto a la
recepción de una individualidad de la misma naturaleza, teniendo con la misma una
identidad o identificación real y una distinción de razón. Es el caso de los seres corpóreos.
191
Y así tenemos por ejemplo, la distinción de la naturaleza del naranjo con la individualidad
propia de la misma, en este naranjo. O la distinción de la naturaleza humana con la
individualidad propia de la misma en este hombre, como en el caso de este hombre que es
Cristo, que tiene una naturaleza humana individual, en su persona divina.
Pero la esencia o naturaleza creada no puede recibir ab intrínseco al esse – como tampoco
a los accidentes-, porque se daría la identidad de esencia y esse que no corresponde a la
creatura. Por tanto recibe al esse ab extrínseco, conservando una distinción real con el
mismo.
Es decir, que la esencia o naturaleza creada debe tener la subsistencia para recibir y tener
el esse. Y esta subsistencia no se identifica realmente con el esse.
¿Por qué no se identifica realmente la naturaleza con la subsistencia?. Porque la razón de
potencia inmediata al esse que es propia de la subsistencia creada es justamente orden al
esse. Es decir, tiene un sentido o formalidad cuasi definitoria en orden al esse. Y así, en este
sentido, se reduce más al orden del esse que al orden de la naturaleza; según el principio
que dice “potencia et actus sunt in eodem ordine” (la potencia y el acto son en un mismo
orden), que aquí encuentra su aplicación. Por tanto, si hay distinción real de subsistencia y
esse tiene que darse también distinción real de subsistencia y naturaleza. Es decir, si los
más cercanos se distinguen realmente(esse y subsistencia) ; también los más lejanos al esse
(naturaleza, en cuanto naturaleza y subsistencia), se distinguen realmente. Si la subsistencia
y el esse que están en el orden del esse se distinguen realmente; también la subsistencia que
está próximamente en el orden del esse, se distingue realmente de la naturaleza que en
cuanto naturaleza es forma o acto que dice orden al esse más mediatamente, esto es por
razón de la subsistencia o potencia próxima en orden al esse. Como dice S. Tomás, “Nihil
est in potencia secundum actum in quantum est actus” (“Nada es en potencia según el acto
en cuanto es acto” (Summa Theol. I,77,1 c.). La potencia próxima al esse, se entiende como
algo realmente distinto de la naturaleza en cuanto naturaleza
El antedicho principio “Nihil est in potentia secundum actum in quantum est actus”se
aplica por S. Tomás en la Summa Theol. I,77,1, en donde se pregunta “Si la esencia del
alma es su potencia”; y responde manifestando la distinción real del alma y de la potencia
operativa del alma. Con lo que resulta que la distinción real de naturaleza en cuanto
192
naturaleza, subsistencia y esse; es análoga con la distinción real de esencia del alma,
potencias del alma y operaciones.
Y esta distinción real de subsistencia y naturaleza importa, consecuentemente, la
distinción real de los otros aspectos del mismo supuesto o persona, como son la res naturae
y la razón de ser sujeto de los accidentes (hipóstasis o substancia), con respecto a la misma
naturaleza, en cuanto naturaleza.
“Por tanto, en todas las creaturas se da la distinción real de esencia o naturaleza y
supuesto o persona”.
Es decir, que la subsistencia creada es un completivo o término de la esencia o naturaleza
creada, distinto realmente de la misma, que la ordena de una manera próxima al esse. En
tanto que la esencia o naturaleza de la creatura, en cuanto tal, dice un orden mediato al esse,
por la subsistencia que la termina o complementa en el orden substancial, dice en cuanto
terminada, un orden inmediato al esse.
Esta distinción real se confirma teológicamente en base al dogma de la encarnación.
Porque la naturaleza humana de Cristo, que es una naturaleza individual no es una persona
humana y es realmente distinta de su persona divina: Aunque esta naturaleza humana
individual, esté realmente unida con su persona divina de Hijo, y sea de esta persona
divina. Quiere esto decir, que la naturaleza humana y su persona o supuesto humano son
realmente separables. Y por tanto, son realmente distintos.
comunicable. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en lo que tienen de propio son
incomunicables e irrepetibles ontológicamente. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son
personas divinas en cuanto son individuos subsistentes en la única esencia divina. Las
personas divinas, según consta por la contemplación teológica, son relaciones subsistentes
y distintas según oposición relativa en la naturaleza divina. El Padre es relación subsistente
y distinta de paternidad en la naturaleza divina. El Hijo es relación subsistente y distinta de
filiación en la naturaleza divina. El Espíritu Santo es relación subsistente y distinta de
espiración cuasi pasiva o de amor procedente en la naturaleza divina.
Teológicamente decimos que hay un solo Dios verdadero con una sola esencia o
naturaleza divina y tres personas divinas.
En Dios, hay identidad de naturaleza y persona, entendida ésta en un sentido teológico.
Razón de esto. Por la simplicidad divina. En Dios hay identidad de naturaleza y persona
porque Dios nada tiene fuera de su esencia o naturaleza divina. Lo que está fuera de la
naturaleza o esencia divina no es Dios sino creatura. No hay en Dios composición de
potencia y acto. Si las relaciones subsistentes y distintas de las personas divinas no se
identificaran con la esencia divina, serían creaturas. Y así las personas divinas serían
creaturas, lo cual contradice a la revelación divina y a la fe.
2º. En los seres de esencia o naturaleza simple, como los ángeles, la forma específica
tiene una realización plena en su orden. Así cada especie tiene al mismo tiempo una
condición individual. Cada espíritu puro creado agota a su especie.
3º. En los seres compuestos de materia y forma, como los hombres y los irracionales, la
forma específica no tiene una realización plena de una vez; sino que la misma se limita y
multiplica en relación a la potencia o materia en la cual se recibe. Así cada león o cada
manzano tiene su forma individual y su materia individual. Y cada león y cada manzano
tienen su individual naturaleza leonina y de manzano. En estos casos, la individuación de
la naturaleza tiene como a principio a la materia individual.
La materia –la materia prima que consideramos- de por sí es algo común a los seres
compuestos de materia y forma; pero se distingue o individúa en orden a una cantidad que
tiene una posición en el universo.
Dada la individuación de esta materia individual, la forma adveniente se proporciona a la
misma y se individúa; y consecuentemente resulta la naturaleza individual. Y en proporción
a la naturaleza individual, en el supuesto, también toma una individuación el esse
correspondiente.
En los seres compuestos de materia y forma, entre la naturaleza considerada en un orden
específico y la individualidad de esa naturaleza que resulta de su orden a la cantidad, hay
solamente distinción de razón. La individualidad, en el caso, importa una determinación
intrínseca por identidad con la naturaleza.
4º. La naturaleza individual, en los seres compuestos de materia y forma y en los espíritus
puros creados se distingue realmente del supuesto o persona.
El supuesto o persona tiene a esa naturaleza, al esse y a los accidentes existentes.
En cambio la naturaleza individual aunque diga un orden al esse y a los accidentes no los
tiene inmediatamente sin consideración del supuesto o persona. El supuesto o persona es lo
que tiene a la naturaleza, al esse y a los accidentes.
Como dice S. Tomás de Aquino: “Pero el esse pertenece a la hipóstasis y a la naturaleza:
a la hipóstasis ciertamente como a aquello que tiene el esse; pero a la naturaleza como a
aquello por lo cual alguno tiene el esse; pues la naturaleza se significa por modo de forma,
que se dice ente por esto, que por ella algo es, como por la blancura es algo blanco, y por la
humanidad es alguien hombre.” (10).
196
La naturaleza es aquello por lo cual alguno es en una especie u orden del ser. El alguno es
un supuesto. Porque el supuesto es lo que es. El supuesto dice en sí el ser substrato
ontológico de la naturaleza (sujeto o individuo que es res naturae), del esse en cuanto dice
la subsistencia, y de los accidentes (en cuanto dice el substare). El supuesto es el singular
incomunicable e irrepetible ontológicamente.
5º. La distinción entre naturaleza y supuesto, que es real en la creatura, es solamente de
razón en Dios.
6º. Lo propio del supuesto comparativamente a la naturaleza es lo que se expresa con las
palabras “individuo subsistente”.
Con las palabras “individuo subsistente” se expresa algo real que es individual y
subsistente.
El individuo es aquello que es en sí indistinto y es distinto de los otros (unum et aliquid).
La subsistencia indica en ese individuo la aptitud o poder en orden a tener en sí y no en
otro el esse o existencia. Particularmente hay que reconocer el poder de la subsistencia
como poder o aptitud para tener en sí el esse.
La naturaleza es aquello por lo cual alguno tiene el esse. El supuesto o persona es aquello
que tiene el esse. La persona humana por su naturaleza humana tiene el esse (el esse es
consiguiente a la forma, es con una proporción a la misma y no se da en el vacío ), y ese
esse es humano. Y también ese esse está personalizado, en orden a cada persona.
7º. La individualidad del supuesto o persona es real y ontológicamente distinta de la que
corresponde en su orden a la naturaleza individual; sea en los seres compuestos de materia
y forma, sea en los seres de naturaleza simple como los ángeles.
Razón de esto: porque una se da en la naturaleza según una razón intrínseca de la misma
(por razón de la materia individual o por la realización plena de la forma específica). Y la
otra se da en el supuesto o persona, según una razón intrínseca y constitutiva del mismo.
Esto se confirma teológicamente por el misterio de la encarnación de Cristo. Cristo es un
persona divina con una naturaleza humana. Y esta naturaleza humana de Cristo
intrínsecamente es de una materia individual (determinada en orden a una cantidad y no a
otra), y de un alma determinada e individual. Y la naturaleza humana de Cristo es una
naturaleza con una determinación individual.
197
Como dice el Aquinate en la Summa Theol. III,2,1 en donde se pregunta “Si la unión de
la encarnación es en una naturaleza” y responde negativamente. Allí pone la objeción 2
que expresa lo siguiente: “Además, Atanasio dice: Como el alma racional y la carne
convienen en la constitución de la humana naturaleza, así Dios y el hombre convienen en la
constitución de alguno de una naturaleza. Por tanto se hizo la unión en la naturaleza.” Y
en la respuesta a la objeción enseña el Divino Tomás: “Al segundo hay que decir que del
alma y del cuerpo se constituye en cada uno de nosotros una doble unidad: de naturaleza y
de persona. De naturaleza ciertamente, según que el alma se une al cuerpo, perfeccionando
formalmente al mismo, de tal manera que de dos se haga una naturaleza, como del acto y la
potencia, o materia y forma: Y en cuanto a esto no se atiende la semejanza: porque la
naturaleza divina no puede ser forma del cuerpo, como en el Primero /Cf. Summa Theol.
Op. cit I,2,7 y 8/ se ha probado. Pero la unidad de persona se constituye de ellos en cuanto
es algún uno subsistente en la carne y el alma. Y en cuanto a esto se atiende la semejanza:
pues un Cristo subsiste en la naturaleza divina y en la humana.”
Y poco después en la misma Summa Theol. III, 2, en el art. 2, en donde se pregunta si la
unión de la encarnación “se hizo en la persona”, y responde afirmativamente, coloca una
objeción 3 que expresa: “Además, como Boecio dice en el libro Sobre las dos naturalezas,
la persona es la substancia individual de naturaleza racional: Pero el Verbo de Dios asumió
a la naturaleza humana individua: pues la naturaleza universal no es en sí (non sistit
secundum se), sino que en la desnuda contemplación se considera, como el Damasceno
dice. Por consiguiente la humana naturaleza tiene su personalidad. Por tanto no parece que
la unión se haya hecho en la persona”. Y responde al Aquinate: “Al tercero hay que decir
que el Verbo de Dios no asumió nuestra naturaleza en universal, sino en átomo, esto es en
individuo, como el Damasceno dice: de lo contrario correspondería que a cada hombre
conviniera el ser Verbo de Dios, como conviene a Cristo. Pero sin embargo hay que saber
que no cualquier individuo en el género de substancia, también en la naturaleza racional,
tiene razón de persona: sino solamente aquel que existe por sí, pero no aquel que existe en
otro más perfecto. De donde la mano de Sócrates aunque sea cierto individuo, no es sin
embargo persona: porque no existe por sí, sino en alguno más perfecto, a saber en su todo.
Y esto también puede significarse en esto que se dice substancia individual: pues la mano
no es substancia completa, sino parte de la substancia. Por consiguiente aunque la humana
198
naturaleza sea cierto individuo en el género de la substancia, pero porque no existe por sí
separadamente, sino en alguno más perfecto, a saber en la persona del Verbo de Dios, es
consiguiente que no tenga personalidad propia. Y por consiguiente la unión se hizo en la
persona.” (Cf. Summa Theol. III, 3,5,ad 1).
8º. Tanto la naturaleza como el supuesto o persona, en las creaturas, se distinguen
realmente del esse. Pero es mayor la distancia del esse a la naturaleza que a la persona.
Hay que tener en cuenta la tesis tomista de la distinción real de esencia y esse en las
creaturas. Solamente Dios es acto puro de ser y por tanto, solamente en El se identifican la
esencia y el esse.
Las creaturas en su entidad dicen realmente una composición de potencia y acto. En ellas,
la esencia está como potencia y el esse como su acto correlativo y opuesto, y por tanto
distinto realmente. Si se diera la identidad de esencia y esse en la creatura, la creatura sería
acto puro de ser; existiría por su propia esencia, sería de existencia necesaria, etc. Estos
argumentos valen también, en su orden, para probar la distinción real de supuesto o
persona y esse. De hecho cada inteligente creado, se da cuenta, y debe darse cuenta, que no
es acto puro de ser, que no es Dios. Yo no existo por mí mismo, ni soy de existencia
absolutamente necesaria, etc.; sino que entro en el orden de la contingencia.
Por otra parte la naturaleza es aquello por lo cual algo es (id quo aliquid est). El supuesto
o persona es aquello que es. Es decir, la naturaleza es aquello por lo cual el supuesto es en
una especie u orden del ser. Pero lo que es o existe es el supuesto o persona. El supuesto o
persona tiene algo que lo habilita más inmediatamente que a la esencia o naturaleza en
orden al esse o existencia; y esto es justamente la individualidad subsistente o simplemente
la subsistencia.
S. Tomás en la Summa Theol. III,17,2 (11 ), en donde se pregunta si en Cristo hay un
solo esse y responde afirmativamente, se pone una objeción 1.: “Pues dice el Damasceno,
en el III libro /De fide ortodoxa, l. III, c.13/, que aquellos que son consiguientes a la
naturaleza en Cristo se duplican. Pero el esse es consiguiente a la naturaleza: pues el esse es
por la forma: Por tanto en Cristo son dos esse.” Y responde “Por consiguiente al primero
hay que decir que el esse es consiguiente a la naturaleza, no como al que tiene el esse, sino
como a aquello por lo cual algo es: pero a la persona o hipóstasis es consiguiente como a lo
199
que tiene el esse. Y por consiguiente más retiene la unidad según la unidad de la hipóstasis,
que tenga dualidad según la dualidad de naturaleza”
La naturaleza incluso individualmente considerada necesita de la añadidura de la
individualidad subsistente para tener su esse. Hay cierta mediación de la subsistencia entre
la naturaleza y el esse
9º. El esse es diversamente consiguiente a la naturaleza y al supuesto o persona.
Está la fórmula “esse consequitur ad formam” el esse es consiguiente a la forma (Cf.
Summa Theol. III, 17, ad 1; op. cit)
Está también el hecho de que el esse “es la última actualidad de las cosas y también de las
mismas formas” (Summa Theol. Op. cit. I,4,1, ad 1).
Y la subsistencia concede a la naturaleza la aptitud inmediata para recibir el esse. Hay
que meditar lo que dice S. Tomás en la Summa Theol. Op. cit. III, 35, ad 3: “Al tercero hay
que decir que la naturaleza, propiamente hablando, no empieza a existir (non incipit esse):
sino que más bien la persona empieza a existir en alguna naturaleza. Porque, como se ha
dicho, la naturaleza se significa como aquello por lo cual algo es: pero la persona se
significa como aquello que tiene el ser subsistente”
10º. Doblemente se puede considerar a la esencia de la creatura: o por modo de esencia, o
en cuanto terminada por la hipóstasis o individualidad del subsistente.
En el ente se consideran la esencia y el esse. El ente se da en el orden substancial y en el
orden accidental.
En el orden substancial la esencia se puede considerar o en sí misma, en su condición
específica e incluso individual. O en cuanto es en su término o complemento, terminada por
el mismo en orden al esse. Y este complemento es lo propio del supuesto, hipóstasis o
persona, a saber, la individualidad subsistente.
Así S. Tomás dice en la Summa Theol. III, 2,ad 2 :” Al segundo hay que decir que la
hipóstasis significa a la substancia particular no de cualquier modo, sino en cuanto es en su
complemento. Pero según que viene en la unión de algo más completo, no se dice
hipóstasis, como la mano o el pie. Y de manera semejante la humana naturaleza en Cristo,
aunque sea substancia particular, porque sin embargo viene a la unión de algo completo, a
saber de todo Cristo en cuanto es Dios y hombre, no puede ser dicha hipóstasis o supuesto:
200
sino aquello completo al cual concurre, se dice hipóstasis o supuesto”. (Cf. Summa Theol.
op. cit. I,29,4)
Sobre el constitutivo formal de la persona
¿Cuál es el constitutivo formal del supuesto o de la persona ? Esto es: ¿ Porque realidad
la persona se constituye primariamente en sí y se distingue de otra cosa ?. En otras palabras
¿qué es lo que puesto en la realidad determina que algo sea una persona y que no puesto,
aunque se den otros elementos, no se da todavía una persona ?
Hay distintas posiciones entre los pensadores.
En la posición tomista el problema debe orientarse, en base a la definición y a la
distinción de naturaleza y persona. Si la persona es el individuo subsistente en la naturaleza
racional o intelectual, hay que decir que el constitutivo formal se expresa en la razón de
“individuo subsistente”. Pero hay que precisar más.
Posición escotista: La persona sobre la naturaleza singular añade una doble negación:
negación de la dependencia actual con respecto a una persona divina y negación de una
dependencia aptitudinal con respecto a la misma persona divina. ( 12)
Crítica: Es inaceptable la posición escotista.
Porque la persona es lo más perfecto que existe en el universo; y por tanto, no puede ser
que se constituya formalmente por algo negativo; sino que debe estar constituida por algo
real y positivo.
La persona tiene una independencia en el ser. Si la dependencia es algo positivo; también
debe serlo la independencia en el ser que es algo superior a la dependencia; aunque se
designe con la partícula negativa “in” que se importa en la palabra independencia.
Si fuera verdadera la posición señalada como escotista, lógicamente tendríamos que
conceder consecuencias muy negativas contra el dogma: que la encarnación se habría
hecho en algo negativo; que la trinidad de personas en Dios sería algo negativo, etc.
Posición de Locke. La persona es la substancia que tiene la unidad de la propia
conciencia. (13)
Crítica: La definición no es buena.
Porque la persona en sentido ontológico es algo substancial. Y por tanto requiere un
constitutivo formal substancial. Pero la unidad de la propia conciencia es algo accidental.
201
Hay que notar también que la persona ontológica siempre sigue. En cambio la conciencia
a veces se interrumpe.
Posición de Antonio Gunther. La persona es la naturaleza consciente de sí. (14)
Crítica.: La definición no es buena.
Por las mismas razones que en el caso anterior.
Posición de Rosmini. La persona es la naturaleza dotada de libre voluntad.(15)
Crítica: la definición no es buena.
Porque la libre voluntad pertenece al orden accidental.
En el caso de Cristo habría que decir que como es una persona tiene una sola libre
voluntad, negando o su libertad divina o su libertad humana. En el caso de las tres personas
divinas habría que decir que tienen no una sola libertad, sino tres libertades.
Posición de Suárez S. J.: Lo propio de la persona consiste en un modo substancial
consiguiente a la existencia. (16)
Crítica. No se admite esta posición.
Porque la persona es intrínsecamente del orden substancial. Y en el caso la persona
parece ser reducida, en lo que tiene de más propio, a un orden accidental. La posición
parece consecuencia de la doctrina de la identidad real de esencia y esse en las creaturas,
sostenida por Suárez. En efecto, si hay identidad de esencia y esse y la persona se distingue
de la esencia o naturaleza, hay que pensar que se distingue también del esse o existencia. Y
si se concibe después de la naturaleza, debe concebirse después del esse o existencia. Por
otra parte está la doctrina verdadera que dice que el esse es la última actualidad de toda
forma o naturaleza. Si esto último es así, hay que decir que lo posterior al esse substancial
es ya accidental.
Si se insiste diciendo que se trata de un modo substancial y no accidental; habría que
negar la doctrina del esse como última actualidad de toda forma o naturaleza; lo que parece
absurdo.
Posición del P. Billot S.J.: La persona es la naturaleza singular bajo su propio esse
identificando la subsistencia o personalidad con el propio esse.(17).
Crítica. No se admite la posición de Billot.
202
Crítica. Nos parece que la posición de Capreolo se aproxima mucho a la verdad pero que
no termina de decirla.
Pareciera que en Capreolo la distinción de naturaleza y supuesto o persona no es real e
intrínseca; sino solamente real y extrínseca. Por la connotación o no connotación del esse;
pero sin que esto importe entre naturaleza individual y supuesto o persona; esto es, entre
naturaleza individual y relación al esse, una distinción real intrínseca. Pero en S. Tomás y
en la realidad se concede una distinción real e intrínseca.
Queda poca explicación para el supuesto o persona como individuo o “res naturae”.
Porque el individuo o singular es el sujeto de la naturaleza. Si se pone un singular o
individuo como relación, hay que poner un sujeto para esta relación. Y ¿cuál sería este
sujeto?. O se pone como sujeto a la misma naturaleza; y en ese caso poco o nada se
entiende a la relación como sujeto de la naturaleza. O se pone como sujeto de la relación
algo absoluto distinto de la naturaleza; y en ese caso, ya se expresa una sentencia distinta
que parece coincidir con la de Cayetano, que vemos en seguida.
Además, esto crea un problema con respecto a la encarnación en cuanto la naturaleza
humana en Cristo no tiene una personalidad humana sino divina. Si hay tanta unidad (real
identidad ) entre naturaleza y persona; la falta de personalidad humana en Cristo importaría
en el mismo, como una herida ontológica en su naturaleza humana.
Posición de Cayetano O.P.: La personalidad ontológica es un término o complemento de
la naturaleza, realmente distinto de la misma, por el cual se constituye la persona en el
sujeto inmediatamente apto en orden al esse o existencia. Es también la posición de Báñez,
Juan de S. Tomás, de otros grandes tomistas, etc.
Crítica: Nos parece la posición más ajustada a la verdad.
Comentando a S. Tomás, en la Summa Theol. III,4,2 (19), dice Cayetano, el Gran
Comentarista: “Est igitur personalitas realitas constitutiva personae ut sic. Et ideo ad eam
consequuntur negationes; et repugnantiae ad esse quo et esse partium ; et capacitates ad
personales realitates, ut sunt actus essendi et filiatio; et quod est, et habens esse, et reliqua
quae hypostasi attribuuntur.
Est autem hujusmodi realitas in genere substantiae reductive, sicut reliquae realitates
constitutivae substantiarum ut rationale et hujusmodi: quamvis non sit differentia , proprie
loquendo; sed est terminus ultimus, ac ut sic purus, naturae substantiae....Nec hoc est
204
figmentum, sed testimonium habet ex terminis quantitatis: punctum enim est ita terminus
lineae quod nulla causa est illius” . Cf. “S. Thomas Aquin.: III Sent. Dist. V, qu III, art.
3...Summa Theol. III,2,3 arg. s c; art. 6” (ib.).
“Es por consiguiente la personalidad la realidad constitutiva de la persona en cuanto tal.
Y por consiguiente a la misma son consiguientes negaciones; y repugnancias al esse quo (al
ser por lo cual) y al ser de partes; y capacidades a las personales realidades, como son el
acto de ser (esse) y la filiación; y aquello que es, y teniendo el esse, y las restantes que a la
hipóstasis se atribuyen.
Pero es la realidad de este modo en el género de la substancia reductivamente, como las
restantes realidades constitutivas de las substancias como racional y las de este modo:
aunque no sea diferencia, propiamente hablando; sino que es término último, y en cuanto
tal puro, de la naturaleza de la substancia....Ni esto es un figmento, sino que tiene
testimonio de los términos de la cantidad: pues el punto es así término de la línea que
ninguna causa es de la misma”. Cf. “S. Tomás de Aquino: III Sent. Dist. V, qu III, art. 3...
Suma Teol. III,2,3 arg. s. c.; art. 6”
El término de que habla Cayetano se presenta como algo absoluto pero diciendo orden
trascendental al esse y a la misma naturaleza a la cual termina.
Parece necesario admitir esta condición, prioritariamente absoluta del término
constitutivo de la personalidad o de lo más formal en el supuesto. Y esto, porque este
término se encuentra en el orden de la substancia; y la substancia, en cuanto esencia a la
cual le corresponde el existir en sí y no en otro, dice en su fase constitutiva antes la razón
“in” (en ) que se entiende como algo absoluto, que la razón “ad” (hacia) que es la razón
propia de la relación. Se trata de un “en sí” en orden a otro, esto es, al esse o existencia. Y
por eso se concede la relación trascendental al esse. Nota que la relación que se dice
trascendental, es un orden hacia otro incluido en algo absoluto del cual no se distingue
realmente (como son por ej. el orden de la forma a la materia y de la materia a la forma). La
relación trascendental se distingue de la relación predicamental que es un accidente real del
cual, todo su ser es ser hacia otro. La relación de que se trata no puede ser predicamental
porque, en ese caso, la misma sería accidental; y por tanto no sería substancia.
Por tanto, el término que es el “individuo subsistente” o individualidad subsistente que
añade el supuesto o persona a la naturaleza, es al mismo tiempo absoluto y relativo, pero
205
prioritariamente absoluto. Y esto coincide con la prioridad ontológica del unum sobre el
aliquid, entendido en el interior del individuo (el individuo es aquello que es en sí indistinto
y distinto de los otros.)
En la persona o supuesto se dice orden a la naturaleza (res naturae), al esse (subsistencia)
y a los accidentes (substancia)
Posición nuestra. Decimos que el constitutivo formal del supuesto o persona, en las
creaturas, es una forma real terminativa de la naturaleza de la substancia, que se sostiene y
sostiene a la naturaleza de la substancia e importa la aptitud para recibir y sostener el esse o
existencia y también para recibir y sostener a los accidentes.
El constitutivo formal del supuesto o persona en las creaturas, “es una forma real”. Se
entiende que es algo positivo y no simplemente negativo. Se trata de algo que se da en el
orden del ente y no del no ente. Cuando hablamos del supuesto o persona entendemos algo
que es y no que no es. Tratamos de los singulares subsistentes en el orden de la substancia
que se dan en la realidad y son distintos entre sí. Tratamos de lo propio y constitutivo de
estos singulares subsistentes. La nada nada es. Y las privaciones son también carencias de
la realidad, en un sujeto capaz de tenerlas. No tratamos de la privación de lo propio y
constitutivo de los singulares subsistentes en cuanto tales, sino de la propia constitución de
los mismos.
Ni se trata simplemente de un ente de razón; sino de algo que está dentro del ente real y
que es anterior a la consideración de nuestra mente, existiendo con independencia de la
misma.
Este aspecto de la realidad o es absoluto o relativo. Entendemos que es prioritariamente
absoluto aunque incluya aspectos relativos. Es prioritariamente absoluto, en cuanto está en
el orden de la substancia que es la esencia de la cosa a la cual le corresponde el existir en sí
y no en otro. Lo propio de la relación es ser hacia otro (ad aliud) no el ser en sí. Y este
último aspecto de la realidad entra prioritariamente en el orden de lo absoluto (Cf. Summa
Theol. I,29,4).
La relación real es o predicamental o trascendental. La relación predicamental es
accidental y así no puede ser constitutivo formal del supuesto o persona. La relación
trascendental es el orden incluido en un ser absoluto e identificado con el mismo hacia otro.
206
forma real que constituye a la persona se sostiene a sí misma en el ser; y por ello puede
sostener a la naturaleza substancial en sí misma ( en el supuesto o persona misma) en el ser,
como teniendo la función de piso ontológico último. Por ella podemos decir Juan, “este”
hombre, este cordero, un hombre, etc.
El constitutivo formal del supuesto o persona es una forma real terminativa de la
naturaleza de la substancia que se sostiene y sostiene a la naturaleza de la substancia, “e
importa la aptitud para recibir el esse o existencia... ”. Esto es algo propio de la persona en
cuanto subsistencia, como aptitud o poder para existir en sí y no en otro como los
accidentes. Algo muy propio del supuesto o de la persona es una cierta mediación entre
naturaleza y esse de tal manera que el supuesto o persona en lo que tiene de propio está en
el centro del ente. Y así terminada y completada la esencia o naturaleza como substancia
recibe al esse en sí y no en otro como los accidentes, y sostiene al esse.
El constitutivo formal del supuesto o persona es una forma real terminativa de la
naturaleza de la substancia que se sostiene y sostiene a la naturaleza de la substancia e
importa la aptitud para recibir el esse o existencia “y también para recibir y sostener a los
accidentes”. Esto es algo propio del supuesto o persona creada, en tanto que la persona
divina no tiene accidentes. Los accidentes quedan como englobados en el supuesto o
persona perteneciendo al mismo, aunque no en un plano constitutivo. Esta condición del
supuesto o persona, aunque ontológicamente tenga una cierta secundariedad con respecto a
las otras condiciones de ser res naturae y subsistencia, sin embargo, tiene su importancia.
Hay que pensar por ej. que entre los accidentes de la persona se cuentan la inteligencia, la
voluntad y en general las operaciones. Todo lo cual tiene mucho que ver con la razón del
bien.
Hay orden o relación trascendental desde el supuesto o persona a la naturaleza
substancial, al esse y a los accidentes.
La unidad constitutiva del supuesto o persona se presenta con una cierta polivalencia, que
aparece especialmente en sus funciones ontológicas de res naturae o singularidad de la
naturaleza, subsistencia y substare o ser sujeto de los accidentes.
Cuando Cayetano dice que el supuesto o persona es término en cuanto tal puro de la
naturaleza, excluye una causalidad formal intrínseca y una causalidad material del supuesto
o persona con respecto a la naturaleza. Esto, en la perspectiva de la encarnación redentora
208
de Cristo. Porque la persona divina del Hijo, en razón de la simplicidad divina, no puede
ser, en el orden de la realidad, causa formal o material, de una cosa creada. Así se salva la
analogía de la persona creada con la persona increada. Y Cayetano excluye también a las
causas extrínsecas. En efecto, Cayetano dice (Comentarios, en la Summa Theol. III,4,2, op.
cit.): “Quod autem tertio addidi, ut sic purus, ad maiorem explicitationem, non ad
necessitatem appositum est; ad instruendum novitios quod terminare, ut terminare nullam
dicit causalitatem; et explanandum quod personalitas, ut terminans naturam, nullam
causalitatem dicit respectu naturae terminatae; ita quod non solum ad extra genera
causarum extrinsecarum, sed etiam extra causas intrínsecas; quoniam non est in genere
causae formalis, nec in genere causae materialis se habet ad naturam, sed ut terminus eius.
Unde et in mysterio incarnationis dictum est /q. II, art. 6, X/ quod unio personalis
secundum nullus genus causae attenditur. Nec hoc est figmentum mentis sed testimonium
habet ex terminis quantitatis: punctum enim est ita terminus lineae quod nulla causa est
illius” (Commentaria in, op. cit.). “Pero lo que añadí en tercer lugar, en cuanto tal puro, fue
puesto en orden a una mayor explicación, no por necesidad; para instruir a los novicios que
terminar, en cuanto terminar no dice ninguna causalidad; y para explicar que la
personalidad, en cuanto termina a la naturaleza, ninguna causalidad dice respecto de la
naturaleza terminada; de tal manera que no solamente es fuera de las causas extrínsecas,
sino también fuera de las causas intrínsecas; porque no es en el género de la causa formal,
ni en el género de la causa formal se tiene hacia la naturaleza, sino como su término. De
donde en el misterio de la encarnación se ha dicho /q. II, art. 6, X/ que la unión personal
según ningún género de causa se atiende. Ni esto es un figmento de la mente sino que tiene
un testimonio de los términos de la cantidad: pues el punto es así termino de la línea que
ninguna causa es del mismo”.
De todas maneras, hay que pensar que la analogía, entre la persona creada y la increada
importa semejanzas y distinciones. Y que hay una polivalencia en la simple forma del
constitutivo del supuesto o persona. La relación del esse con el supuesto y persona creada
es de acto y potencia. El supuesto o persona no parece totalmente pasivo,
ontológicamente, con respecto al esse, en cuanto lo tiene y sostiene. Y sostiene a la
naturaleza substancial. Nota que las operaciones son de los supuestos y personas. El alma
humana que pertenece al orden de la substancia no es inmediatamente operativa pero si
209
mediatamente operativa (mediante las potencias del alma). Dice el Angélico Doctor: “el
sujeto es causa del propio accidente, final, y en cierto modo activa, y también material en
cuanto es susceptivo del accidente. Y a partir de esto puede tomarse que el alma es causa de
todas las potencias como fin y como principio activo, pero de algunas /a saber de las
espirituales o anorgánicas/ como receptivo” (20). Es decir, que el supuesto o persona en su
forma real o unidad consecuente a la naturaleza, en un nivel ontológico, tiene una condición
pasiva- activa. Hay una proporción y conformación del supuesto o persona con respecto a
la naturaleza substancial, al esse y a los distintos accidentes, sobre todo a los que se dicen
de un modo propio con respecto a la substancia. A Juan, por ejemplo, le corresponden su
naturaleza substancial proporcionada, su esse, y sus accidentes, inclusive sus operaciones
libres.
Dice S. Tomás: “Patet enim quod esse, commune quoddam, et non determinat aliquem
modum essendi; subsistere autem dicit determinatum modum essendi, prout scilicet aliquid
est ens per se, non in alio, sicut accidens; substare autem idem est quod sub alio poni. Inde
patet quod “esse” dicit id quod est commune omnibus generibus ; sed “subsistere” et
“substare” id quod est proprium primo praedicamento secundum duo quae sibi conveniunt;
quod scilicet sit ens in se completum, et iterum quod omnibus aliis substernatur
accidentibus, scilicet quae in substancia esse habent.” “Pues está claro que el esse es algo
común y no determina algún modo de ser; pero el subsistir (subsistere) dice determinado
modo de ser, a saber en cuanto algo es ente per se, no en otro como el accidente: pero el
substare lo mismo es que ponerse bajo otro. De aquí es claro que el esse dice aquello que es
común a todos los géneros, pero el subsistere y el substare aquello que es propio para el
primer predicamento según los dos que convienen al mismo, a saber que sea ente en sí
completo, y además que se ponga bajo todos los otros accidentes, a saber que tienen ser en
la substancia” (In I Sent. d. 23, q. 1, a.1c) (21).
En el ente aparecen las distinciones reales de naturaleza substancial, supuesto o persona y
esse. Pero estas distinciones se presentan salvando una intimidad y armonía en el mismo.
Que lo aproximan a la simplicidad divina.
Se puede considerar a los supuestos y personas creadas en cuanto son a imagen y
semejanza de Dios. Y esto tanto en el orden natural como sobrenatural, aunque
diversamente y en distinta profundidad. Desde un punto de vista teológico, Santo Tomás
210
dice, en la Summa Theol. op. cit. I, 45, 7: “Pero las procesiones de las divinas Personas se
entienden según el acto del intelecto y de la voluntad, como arriba se ha dicho /Summa
Theol. op. cit. I, 27/: pues el Hijo procede como Verbo del intelecto, el Espíritu Santo,
como Amor de la voluntad. Por tanto en las creaturas racionales, en las cuales existen el
intelecto y la voluntad, se encuentra la representación de la Trinidad por modo de imagen,
en cuanto se encuentran en ellas el verbo concebido y el amor que procede.
Pero en todas las creaturas se encuentra la representación de la Trinidad por modo de
vestigio, en cuanto en cada creatura se encuentran algunas que es necesario reducir en las
divinas personas como en la causa. Pues cada creatura subsiste en su ser (esse), y tiene la
forma por la cual se determina a la especie, y tiene orden hacia algún otro. Por consiguiente
según que es cierta substancia creada, representa a la causa y principio: y así demuestra a la
Persona del Padre, que es principio no de principio. Pero según que tiene cierta forma y
especie, representa al Verbo; según que la forma del artificio es a partir de la concepción
del artífice. Pero según que tiene orden , representa al Espíritu Santo, en cuanto es amor:
porque el orden del efecto hacia algún otro es a partir de la voluntad del créante.
Y por consiguiente dice Agustín, en el VI libro de Trin. que el vestigio de la Trinidad se
encuentra en cada creatura, según que “uno alguno es”, y según que “por alguna especie es
formado”, y según que “algún orden tiene”. Y también a estos se reducen aquellos tres,
“número, pondo, y mensura”, que se ponen en Sab. 11,/21/: pues la mensura se refiere a la
substancia de la cosa limitada por sus principios, “el número” a la especie, “el pondo” al
orden. Y a estos se reducen también los otros tres que pone Agustín /De Nat. Boni, c.3: ML
42,553/, “modo, especie y orden”. Y aquellos que pone en el libro Octoginta trium Quaest..
“lo que consta, lo que se discierne, lo que es congruente”: pues consta algo por su
substancia, se discierne por la forma, es congruente por el orden. Y a lo mismo pueden
reducirse fácilmente las cosas que así se dicen”. Pero hay que decir que la explicación de
estas sabias y bellas palabras es más de índole teologal y teológica.
NOTAS
(1) Cf. Joan Carominas Segura. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Ed.
Gredos, Madrid 1990, persona
(2) Manlio Severino Boecio. De duabus naturis, c. 3: ML 64, 1343 C.
(3) Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Ed. Marietti, Taurini-Romae, 1957.
211
(20) Summa Theol. op. cit., I, 77,6 ad 2. Texto citado por J.M Ramírez O.P.: De Ordine
placita quaedam thomistica, BTE, Vol. 21, C 4, Salmanticae, San Esteban, Apartado 17,
a. 1963, Metaphysica, p. 214, n. 637
(21) S. Tommaso D’Aquino: Commento alle Sentenze di Pietro Lombardo, Libro Primo
dist, 22-48, PDUL Ed. Studio Domenicano, a. 2000. Ed. Bilingue Latìn-Italiano.
213
El principio positivo es doble: uno que influye o comunica el ser y otro que no influye o
comunica el ser, sino que es principio sólo de iniciación y sucesión. Principio de iniciación
es por ej. el punto en donde comienza una línea. Principio de sucesión es por ej. una línea a
la cual es consiguiente otra, o una parte del movimiento a la cual es consiguiente otra.
La causa en un sentido propio se entiende como principio real que influye el ser. Para
que se de la causa es necesario un principio de influjo o derivación. Es decir, es necesaria
una cierta comunicación del ser. De tal manera que resulte algo de alguna manera distinto o
nuevo. Un nuevo ser o al menos, un aspecto nuevo o distinto del ser o de la realidad.
“según una dependencia en el ser”: Esto es algo muy característico de la causalidad. El
efecto depende de la causa.
En Dios en el orden trinitario se dan las procesiones u orígenes de las divinas personas;
pero propiamente no se da la causalidad. El Padre origina al Hijo; y el Padre y el Hijo
originan al E. Santo. Esto es por una comunicación del ser divino. El Padre es principio
pero no causa del Hijo. El Padre y el Hijo son principio pero no causa del Espíritu Santo.
Porque no hay dependencia de una persona divina originada a la o a las originantes. Porque
la dependencia importa una cierta minoridad. Poner una dependencia causal en alguna de
las divinas personas importaría negar su divinidad. En Dios, las personas divinas originadas
tienen el mismo y único ser divino que la o las personas divinas originantes. Aquello que se
comunica es el mismo ser divino. Aunque realmente distintas, sin embargo son iguales las
personas divinas. Hay un solo Dios verdadero. Con un solo ser divino.
Propiamente hablando, también se distingue la causa de la condición “sine qua non” (sin
la cual no). La conditio sine qua non no es una causa sino sólo un requisito o disposición
para que la causa pueda ejercitar su causalidad. Así un ácido ejerce una causalidad sobre un
metal y viceversa. Se requiere la aplicación del ácido sobre el metal; y ésto se entiende
como condición sine qua non con respecto a esa causalidad.
Existencia de la causalidad.
No todos aceptan la existencia de la causalidad. Así lo dicen.
Algunos escépticos sostiene que la causalidad es algo relativo. Y que lo relativo es
solamente ente de razón.
215
Locke. Habla de la causalidad; pero sólo entiende en ella una sucesión. Dejando de lado
la dependencia del efecto hacia la causa.
Hume: No se puede probar la causalidad. Hay que rechazarla.
No obstante esto hay que pronunciarse a favor de la existencia de la causalidad.
La existencia de la causalidad consta: A) Por la experiencia interna y el testimonio de la
conciencia. B) Por la experiencia externa y la inducción. C) Por un análisis objetivo.
A) Por una experiencia interna, inmediata, en relación a nosotros mismos nos consta.
1º. Que pensando, queriendo, actuando, producimos algo en nosotros y en otras cosas,
teniendo estos seres originados, no una pura sucesión, sino una dependencia de nosotros.
2º. Que otras cosas producen algo en nosotros en dependencia de los mismos. Por ej. un
chichón, un frío.
Por tanto, captamos la causalidad en concreto. A partir de los singulares hacemos una
abstracción de la realidad universal de la causalidad.
B) Por la experiencia externa y la inducción.
Observamos que entre las cosas externas se da no sólo la sucesión: por ej. después de la
noche el día. Sino también la causalidad: las vacas tienen terneros, los árboles tienen
frutos, los artistas producen obras de arte.
El descubrimiento de la causalidad en este punto requiere una observación más
detenidad y amplia y una inducción, de tal manera que conste verdaderamente el influjo
de ser a partir del principio, y la dependencia en el ser del término.
C) Por un análisis objetivo también nos consta la causalidad.
Si algunos son después de no ser hay causalidad. Pero algunos son después de no ser.
Por ej. hay nuevos frutos, nuevos animales, nuevas casas. Por tanto, hay causalidad.
Decimos: Si algunos son después de no ser hay causalidad.
Si algunos son después de no ser, llegan a ser, reciben el ser. Reciben el ser, no a partir
de la nada porque de la nada nada se hace. No a partir de si mismos, en tanto eran y de la
nada nada se hace. Por tanto reciben el ser a partir de otro. Por tanto, este otro influye el
ser y es causa.
Por tanto, hay otro que influye el ser y es causa.
NOTAS
(1) Cf. Joannis a S. Thoma O.P.: Cursus philosophicus thomisticus , Ed. Marietti, Roma,
1949, T.II, Philosophia naturalis, I P, q. 10,a.1. J. Gredt O.S. B. Elementa Philosophiae
Aristotelico-thomisticae, Vol. II, Ed. Herder, Friburgi Brisgoviae 1937,
Metaphysica,B.,P. I., c. III, th.XXIII.
(2) J. Gredt: Elementa philosophiae Aristotelico-thomisticae, 7 Ed. Herder, Friburgi
Brisgoviae 1937, Vol. II Metaphysica, B, pars I, c. III, a. I, th. XXIII, p. 145.
(3) S. Tomás de Aquino: Summa Theol. Op. cit. I,33,1
(4) Aristóteles: Metaphysica: In duodecim libros Metaphysicorum Aristotelis Expositio,
Ed. Marietti, Taurini Romae 1964, L V, c. I, 404; S. Thomas Comm. 761.
(5) Cursus philosophicus thomisticus: op. cit, a. III.
219
De la causa material
Sobre la causa material, comentando a Aristóteles, S. Tomás dice:”Por consiguiente dice
primeramente /118/ que de un modo se dice causa aquello a partir de lo cual se hace algo en
tanto está presente (dum insit), como el bronce se dice causa de la estatua y la plata causa
de la copa: y también los géneros de estos se dicen causas de las mismas cosas, como el
metal o lo liquable o lo de este modo ” (1)
La causa material es “aquella a partir de la cual se hace algo en tanto está presente”. Así
los seres materiales se generan a partir de una materia, que queda en los mismos.
La expresión “en tanto está presente” distingue a la causa material de la privación, a partir
de la cual se hace algo, pero que no queda presente en la cosa que se hace (la generación es
desde la privación de la forma hasta la forma).
La causa material es una potencia y se considera ante todo en la materia prima que causa
a la forma y constituye al compuesto en los cuerpos. También se dice la causa material de
la llamada materia segunda que señala al compuesto en los cuerpos y recibe y sostiene a los
accidentes. Y en tanto dice potencia o señala imperfección se extiende analógicamente a
otros órdenes.
220
Causalidad de la materia.
Básicamente se considera una doble causalidad en la materia.
Una en el fieri o hacerse de la cosa, en tanto la materia según una inmutación de sí recibe
a la forma, hasta que la cosa es engendrada o producida. Como cuando se está calentando el
agua.
Otra en el facto esse, en la cosa ya constituída, en tanto con la forma constituye al
compuesto. Como cuanto cesa el calentamiento y el agua está ya con el calor intentado.
La causalidad material se considera especialmente en los cambios substanciales. Como
cuando a partir del semen se engendra un ternero.
¿ En qué consiste la causalidad de la materia ? Es algo difícil de percibir. Porque la
materia es mínimamente inteligible. Algo es inteligible en cuanto es en acto. La materia en
tanto potencia es inteligible en orden al acto.
La materia dice potencia. Y la potencia se opone al acto. El acto causa actuando. A la
acción corresponde la pasión. Así la materia causa según cierta pasión o padecimiento.
221
Se entiende que la pasión es inferida por el agente que mueve a la materia. Pero a la
pasión se la considera como causalidad de la materia, no en cuanto depende del agente; sino
en cuanto es en el sujeto paciente y es a partir del mismo. Como cuando para hacer una
figura en una piedra , con un cuchillo en el orden de la eficiencia, herimos a la piedra. En
tanto la herida es en la piedra y a partir de ella.
El padecimiento de la materia se considera con respecto a la forma en el hacerse o
educirse hasta el recibirse de la misma. Y luego en el factum esse o en la cosa constituída.
Como en el calentarse del agua y en el agua caliente. En la generación del caballo y en el
caballo constituido.
La materia es mutada en la generación. Y permanece cambiada o en el nuevo estado a que
llega,por el cambio, en el nuevo ser constituido.
Hay cierta mutación en la materia misma, en la idéntica materia. Esto se explica en
cuanto la materia dice una capacidad o potencia en orden a muchas formas, y solamente
puede existir en acto bajo una forma. La potencia de la materia se actualiza en orden a una
forma. Pero para que se de el cambio de forma y de ser se requiere este cambio en la
materia, según un distinto ejercicio de su pasividad. Hay un tránsito en el ejercicio de la
potencialidad y pasividad de la materia.
La materia causa en orden a la forma y al compuesto según una distinta comunicación
pasiva de si, que no se distingue realmente de la misma materia. Entre la materia en si y la
materia en cuanto comunicada entendemos cierta distinción de de razón pero no una
distinción real intrínseca.
Efectos de la materia
1º. Con respecto a la forma.
A El ser de la forma si en su generación y conservación depende de la materia. Es el caso
de los entes compuestos de materia y forma irracionales, en tanto se trata de la generación
de los mismos. Se habla de una educción de la forma a partir de la materia
223
Notas
(1) In II Phys. L. II, l. V, n. 178
224
Teniendo en cuenta que la causa y el efecto son simultáneos, se considera una cierta
prioridad causal de la causa en su orden con respecto al efecto, lo que da razón de la
dependencia del mismo. Supuesto esto se dice que en orden al ejercicio de su causalidad
formal, la causa formal requiere un cierto modo de existir como “quo”.
El ente es aquello que es. En el ente creado se da la distinción real de esencia o quod est y
esse. Se distingue el ser constituido del ente y el hacerse del ente. El quod est designa a la
esencia con el complemento de la subsistencia individual.
El ente creado es compuesto. Diversamente compuesto. Los ángeles tienen composición
de quod est y esse. Las creaturas corpóreas añaden la composición de materia y forma en la
esencia o naturaleza. En el hombre se da la composición de materia y forma; pero el alma
humana que hace la función de forma substancial es espiritual.
El ente creado en cuanto constituido existe por el esse. El esse substancial es siempre uno,
aunque pueda darse una multiplicidad de partes en la esencia.
Supuesta la distinción de causa y efecto y la prioridad ontológica de la causa sobre el
efecto, se requiere alguna prioridad de la causa formal con respecto a su efecto. En este
punto se entiende la formulación de la condición “En orden al ejercicio de su causalidad
formal, la forma requiere un modo de existir que se dice como “quo””. Existir como “quo”
se contrapone a existir como “quod”. Existir como quod significa existir con la subsistencia
individual con el esse correspondiente. Existir la forma como quo significa que la forma
existe en si, sin que se considere el ejercicio de la subsistencia y del esse correspondiente,
aunque con un orden a los mismos. Esto tiene sentido en cuanto se considera que la forma
y la esencia dicen una realidad en si, aún siendo distintos del esse correspondiente.
También hay que tener en cuenta el influjo de la causa eficiente que diversamente va
terminando su acción en orden a sus diversos efectos.
La exigencia vale más que nada en orden a la generación de los seres compuestos de
materia y forma irracionales. La forma influye en orden a la materia y al compuesto, en
donde resulta la subsistencia individual a la cual es inmediato el esse del ente. El esse que
es lo más formal en el ente influye por modo de acto en la existencia del todo. Y esto
último ya importa un existir como quod. Pero antes se concibe ese existir como quo de la
forma como principio para la constitución del todo y aún de la constitución del todo, con la
materia. La esencia en donde está la forma influye por modo de potencia en orden al esse.
227
Así se determina la universalidad del esse y del ente a un orden genérico, específico e
individual.
En el caso de los ángeles que son creaturas puramente espirituales, el origen de los
mismos es por creación. Toda la entidad de los mismos es producida de un modo
simultaneo. Aunque se da en ellos la distinción de esencia y esse y de la forma constitutiva
de la esencia como quo y quod.
En el caso del hombre que resulta por generación, pero que tiene un alma espiritual; el
alma espiritual está creada de un modo inmediato por Dios y en el mismo instante
infundida en el cuerpo. En su creación el alma ya es y está como quo y al mismo tiempo
como quod o subsistente. Y la subsistencia del alma se comunica al compuesto de la
naturaleza humana. Y su esse queda comunicado al compuesto
Las formas accidentales no son supuestos o personas, no son subsistentes sino inherentes
en el supuesto o persona. Funcionan como quo no como quod.
B. En orden a otras causas.
La forma creada para el ejercicio de su causalidad requiere la existencia del agente o
eficiente que la ponga en la realidad y la aproxime a la materia o potencia para que ella
ejercite su causalidad.
C. En orden al efecto.
Se requiere una materia apropiada o proporcionada para que por la forma ejerza en ella la
información y se establezca en ella la dependencia. Se trata de una preparación de la
materia en orden al ejercicio de su causalidad y a la inducción del efecto por la forma.
potencialidades no actualizadas por esa forma o acto, que posibilitan cambios futuros. Así,
estando el oro con la forma del oro, a partir del mismo pueden hacerse otras cosas, lo que
supone potencialidades reales en orden a otras cosas.
“y determina a la materia”. La materia en sí es una potencia. La materia física que
descubrimos dice de por si una cierta indiferencia o indeterminación en cuanto es apta para
estar bajo distintas formas. Pero al estar bajo una forma y no bajo otra ya queda
determinada hacia la forma bajo la cual se encuentra. Así la materia de un ternero está bajo
la forma del ternero. Pero al morir el ternero, como no hay aniquilación –salvo intervención
divina especial-, queda bajo otra forma, u otras formas. Esto importa cierta indiferencia o
indeterminación en la materia, lo que la habilita para estar bajo distintas formas. La materia
de los seres corpóreos corruptibles es una materia común.
La forma determina y especifica a la materia en la cual es recibida. La forma es principio
de especificación de la materia y en el compuesto substancial.
“y en el compuesto que constituyen la coloca a la materia según una dependencia en el
esse”. La materia y la forma unidas constituyen un compuesto en el orden de la esencia o
naturaleza. En el compuesto se recibe el esse o existencia.
El esse es consiguiente a la forma. La materia sola, como pura potencia no es sujeto
suficiente o completo para el esse o existencia. Hace falta un perfeccionamiento por la
forma para que se de el esse a la materia; y por tanto, la materia depende de la forma en
cuanto al esse o existencia.
El esse o existencia, lo mismo que la operación, es en los singulares. Por tanto, en la
realidad, se da la unión de una materia individual, con una forma que se individualiza en
orden a la materia individual. Así resulta la naturaleza singular.
Más aún, en tanto se trata de la substancia individual, hay que decir que los que existen
son los supuestos o personas. Supuesto es el individuo subsistente en alguna naturaleza.
Persona es el individuo subsistente en la naturaleza racional. Vale la definición de Boecio
que dice que la persona es la “substancia individual de naturaleza racional”. Lo que añade
el supuesto o persona sobre la naturaleza individual es cierta individualidad subsistente. Lo
que en la definición de Boecio se señala bajo la expresión “substancia individual”
La razón de individualidad subsistente que corresponde en el orden de la substancia, es
causado de modo consiguiente a la forma, cuando se trata de formas subsistentes
229
espirituales (ángeles y alma humana), por el agente increado. En el caso del alma humana
la misma es creada inmediatamente por Dios, con su subsistencia individual, y así es
infundida por Dios en la materia, a la cual participa su individual subsistencia y esse o
existencia.
O la individualidad subsistente es causado de modo consiguiente al compuesto de materia
y forma, por el agente increado con alguna participación de algún agente creado.
El esse substancial, actualiza formalmente en el orden de la existencia a los individuos
subsistentes. El esse de la substancia es el esse simpliciter o absoluto,en el orden del ente.
Las formas accidentales actualizan accidentalmente al supuesto o persona. Conceden un
esse secundum quid al mismo. Juan es por su esse substancial. Juan es blanco, virtuoso,
etc.por formas accidentales que son en el mismo. Las formas accidentales son formas
menores de esencia y tienen consigo formas menores de esse. Así se habla del inesse de los
accidentes. También entre las formas accidentales y sus inesse, se considera una relación de
potencia y acto, que dice analógicamente la proporción de causa material y formal.
Unas formas expulsan a otras formas de la materia según una cierta oposición. Las formas
son distintas unas de otras. Conllevan una cierta repugnancia entre si; lo que importa su
distinción.
.
La causa formal extrínseca.
La causa formal es doble, como dijimos, intrínseca y extrínseca.
La causa formal intrínseca es la forma que causa en tanto es en el ser absoluto que se
considera. Por ej. la forma de una casa, la forma de un naranjo.
La causa formal extrínseca es una forma que estando en una cosa distinta de otra causa en
esta otra una cierta conformación. Por ej. la forma de la casa que está presente en la mente
del arquitecto que construye a esa misma casa en la realidad extramental.
El influjo de la causa formal intrínseca es según una información. El influjo de la causa
formal extrínseca es según una conformación. (Cf. In V Metaphys. lect. 2, n 794; Summa
Theol. I,18,4 ad 2; III, 56, 1 ad 3; De Ver. 3,3 c; De Pot. 6,6, obj. 5)
En tanto se da la conformación de otro se puede hablar de causa formal extrínseca, al
menos en un sentido menos perfecto o por reducción. Pero la causa formal extrínseca se
considera especial y perfectamente en el orden intelectual y artístico.
230
Así se considera como “id ad cuius imitationem aliquid fit per se ex intentione agentis
determinantis sibi finem” (Ramírez O.P. , De Ordine, c.V, a.1,p. 420 op.cit 142) “aquello a
cuya imitación se hace algo, por si, por la intención de un agente que se determina a sí el
fin”.
Decimos “aquello”: la causa ejemplar es, es algo en alguno, que se toma como ejemplar o
modelo. Este ejemplar se toma de la realidad o se constituye en la mente. Por ej. cuando se
elije a una persona para pintarla en un cuadro o se hace el proyecto de una casa, según una
cierta creación personal.
“a cuya imitación se hace algo por sí (per se) por la intención del agente”. La causa
formal extrínseca influye según una conformación. En la imitación lo que se hace es una
asimilación o conformación. Nota que se habla de la semejanza que tienen entre sí los
hermanos, particularmente los gemelos; esto es por la posesión de formas semejantes. Los
hijos se oriiginan de los padres y se asemejan a los mismos; lo que acontece es cierta
conformación con ellos.Cuando la asimilación es perfecta se habla de identidad. Si la
identidad es en todo sentido se llega a tener el mismo ser absolutamente. Así en Dios, el
Hijo es semejante e incluso idéntico al Padre; el Espíritu Santo es semejante e incluso
idéntico al Padre y al Hijo.
Pero la identificación puede darse en un plano menor. Es lo que acontece con la verdad
del conocimiento humano, en tanto la forma del intelecto por la cual se conoce es la misma
que la forma conocida, pero con distinto modo de ser: con ser real en la naturaleza de las
cosas y con ser intencional en el intelecto; así se tienen entre sí la forma del árbol conocido
y la forma intelectual por la cual el intelecto conoce al árbol.
Cuando se trata de la forma del intelecto según la cual se hace una obra se plantea el
requerimiento de que la cosa realizada esté conforme con la forma ejemplar extrínseca del
intelecto.
La expresión “por sí (per se) por la intención del agente”, excluye que algo se haga “per
accidens, fuera de la intención del agente”. Así un pintor intenta pintar a una persona y la
pinta; en este caso, la pintura responde a su intención y se dice que es per se por la
intención del agente. Pero a veces un pintor intenta pintar una cosa y le sale otra; esta otra
cosa pintada se dice que resultó per accidens a partir del mismo; per accidens, en cuanto
escapó a su intención.
231
imagen sensible del árbol real; en el cognoscente el intelecto agente ilumina al fantasma o
imagen del arbol proporcionado por los sentidos interiores a la inteligencia, de tal manera
que resulte en la inteligencia (intelecto posible) una imagen intelectual o especie impresa
que informa a la inteligencia de tal manera que la inteligencia así informada origine su acto
de conocimiento intelectual, en el término inmanente del cual resulta la imagen o especie
expresa o verbo mental en la cual el cognoscente conoce al árbol de la realidad.
La causa formal extrínseca está propiamente en la especie expresa. Porque es algo que se
conoce y a cuya imitación se hace algo. Así el arquitecto tiene una idea de la casa a realizar
en su mente, conoce a esa idea, y realiza la casa imitando a esa idea ejemplar presente en su
mente.
El intelecto se distingue en especulativo y práctico. Intelecto especulativo es el intelecto
en cuanto considerativo de la verdad. El intelecto práctico es aquel que se ordena
ulteriormente a la operación. Es un mismo intelecto con dos funciones. El intelecto
especulativo por una extensión se hace práctico.
Como la forma ejemplar es algo para causar, es en el intelecto práctico.
La forma ejemplar es una forma con un ser intencional en el intelecto práctico.
La forma intencional del intelecto práctico que funciona como ejemplar tiene una
condición no puramente representativa, sino también presignativa o preanunciativa, en
cuanto dice una prioridad causal de inteligibilidad en relación a su efecto.
La idea ejemplar no es con un ser puramente vial o transitorio; sino que importa una
permanencia inmaterial inteligible.
El intelecto práctico se distingue según se ordene a lo artístico o a lo moral.
El arte es la recta razón de las cosas factibles. El arte es por ej. para hacer una casa o un
cuadro.
La moral es el orden o proporción de los actos racionales y libres al objeto moral. Por la
forma o norma moral se establece el recto ordenamiento de los actos humanos o morales.
Aquí se trata de la ley moral, del dictamen de la conciencia.
La causa formal extrínseca se entiende más originaria y formalmente en el orden artístico.
Pero se entiende también en el orden moral. Especialmente en el orden religioso. Así en el
cristianismo se habla mucho de la imitación de Cristo y de la ley cristiana que es
especialmente ley de gracia y de virtudes que conforman a Cristo.
233
La causa ejemplar tiene en cierto modo razón de fin. Esto aparece en cuanto el artífice
intenta que la cosa que realiza imite a la que tiene en la mente; es decir la ordena a la
misma como a su fin.
El artífice en tanto opera como agente opera en base a una forma. Y en esa forma se
incluye la forma ejemplar que tiene en su mente. La forma ejemplar del intelecto práctico
tiene más que nada un sentido de ordenación y dirección en orden a una conformación.
En la causación de la causa formal extrínseca, ante todo, se atiende a la forma de la cosa
que se realiza; pero también se atiende al modo de su realización.
En orden a la causación y al efecto, se considera a la causa ejemplar en dos momentos: en
cuanto está causando en acto segundo; y en cuanto se dice virtualmente o por modo
habitual. La causa ejemplar se considera causando en acto segundo cuando el artífice causa
el efecto; así cuando el arquitecto realiza la casa que tiene también en su mente.
La causa ejemplar se considera virtualmente o por modo habitual cuando el artista tiene su
proyecto en la mente, esencialmente completo en orden a su realización y puede realizarlo
pero no se determina en el momento a realizarlo. Puede darse la consideración de algo
práctico en un orden puramente especulativo; este sería el caso de algún observador del
proyecto o idea ejemplar elaborada por otro.
La causalidad de la forma extrínseca o ejemplar consiste propiamente en una imitación o
conformación que se dice a partir de la misma. Esto acontece por la operación del agente.
Esto es, en la operación de la causa eficiente o agente hay un aspecto de conformación que
se termina en la forma del efecto. Y esto es lo que corresponde causalmente a la causa
formal extrínseca.
La causa eficiente.
Qué es la causa agente o eficiente.
235
razón de la causa eficiente per se. La causa eficiente per accidens se puede dar de distintos
modos.
A. Cuando nada opera. Como el silbido del agricultor con respecto al sembradío. Si el
agricultor silba mientras siembra, el sembradío resulta por sus operaciones determinadas de
sembradío, no por sus silbidos.
B. Cuando opera removiendo el impedimento. Así alguno abre la ventana y dada esa
causalidad, el sol ilumina la habitación. Se dice condición sine qua non.
C. Cuando no opera el efecto, pero si algo conjunto al efecto. Así la crueldad del tirano
con respecto a la paciencia de los mártires. Se trata de la ocasión.
D. Cuando opera el efecto, pero la acción no fué ordenada para esto. Ej. el que haciendo
un pozo encuentra un tesoro.
2º. Causa principal e instrumental.
Causa principal es aquella que causa por una virtud propia. Así un toro engendra a un
ternero por una virtud propia.
Causa instrumental es aquella que en cuanto tal no causa por una virtud propia, sino en
cuanto movida por una causa principal, y el efecto se atribuye a la causa principal. Así la
sierra causa un mueble en cuanto movida por el carpintero, y decimos que el carpintero
hace el mueble.
En la causa instrumental se distinguen dos acciones. Una que corresponde al instrumento
en cuanto instrumento. Y otra que corresponde al instrumento en cuanto cosa. Así en el ej.
citado de la sierra y del carpintero, la sierra en cuanto sierra corta; pero en cuanto
instrumentada por el carpintero corta artificiosamente.
La virtud de la causa principal es algo inherente y completo. En cambio la virtud de la
causa instrumental es por modo transeúnte e incompleto; cierto movimiento.(Cf. S. Tomás:
De Veritate op. cit. 27, 4; ib ad 4)
3º. Causa eficiente total y parcial.
Causa eficiente total es aquella causa eficiente que en su orden todo el efecto produce.
Así un hombre solo levanta una piedra y la coloca en otro lugar.
Causa eficiente parcial es aquella que simultaneamente con otras causas del mismo orden
todo el efecto produce. Así dos hombres levantan una piedra y la colocan en otro lugar.
237
Cada hombre considerado por separado es causa parcial; y los dos hombres son causa total
del traslado de la piedra.
4º. Causa quae o quod y causa qua.
La causa quae o quod es el supuesto o persona.
Causa quo es la forma o virtud por la cual el sujeto o persona puede actuar y actúa. Así la
inteligencia, la voluntad, las virtudes por las cuales se hacen los actos y las cosas. La misma
naturaleza del sujeto en un sentido más remoto y radical.
5º.Causa principal primera y segunda.
Causa principal segunda es aquella que tiene su virtud operativa de una causa anterior y
ejercita su operación en dependencia de una causa exterior. Así son todas las creaturas.
Causa principal primera es la causa principal que tiene por sí y no por otro su virtud
operativa y operación. Dios.
Las causas instrumentales son todas causas segundas.
5º. Causa eficiente unívoca y análoga.
Causa eficiente unívoca: en tanto el eficiente produce un efecto de la misma especie. Por
ej. el hombre engendra al hombre.
Causa eficiente análoga. En tanto el eficiente produce algo de nivel inferior, al cual se
tiene analógicamente. Ej. Dios en cuanto crea al mundo.
6º. Causa eficiente libre y necesaria.
Causa eficiente libre. Aquella que actúa con dominio de sus actos. Así un hombre
libremente se inscribe en un club de fútbol (River Plate).
Causa eficiente necesaria Aquella que actúa sin dominio de sus actos, de un modo
necesario. Ej. un cuerpo pesado en el aire, si queda suelto, cae en el suelo.
7º. Causa eficiente física y moral.
Causa eficiente física es aquella que por sí misma pone la acción que termina en el efecto.
Ej. un señor golpea a otro.
Causa eficiente moral es aquella que influye por medios morales sobre la causa eficiente
física para que ésta ejercite su causalidad. Por medios morales se entienden
convencimientos, amenazas, promesas, etc que influyen en la voluntad del agente
intelectual.
Existencia de la causa eficiente
238
Los llamados ocasionalistas sostienen que la causalidad no existe en las creaturas. O, por
lo menos, que no existe en las creaturas irracionales. Sino que en realidad, cuando las
creaturas parecen causar, no causan; sino que dan ocasión para que Dios cause.
Contra ellos sostenemos la existencia de la causa eficiente, por las siguientes razones.
1º. Resulta evidente que las cosas tienen operaciones. Esta es la evidencia que su ser
presenta ante nosotros. Vemos por ej. que un toro camina, que un ave vuela. A veces puede
uno equivocarse. Pero el error puede ser detectado. Y esto manifiesta también el valor de la
verdad y de la evidencia del ser. Y exige una prudencia en nuestros juicios.
Además la operación se ordena a dar cumplimiento a la perfección y bondad de los seres.
Si se negara la existencia de la operación y de los efectos, quedaría expedito el camino para
negar a los seres y a sus naturalezas correspondientes. Porque si se niega la bondad y la
perfección: ¿ por qué no negar al ser mismo y a su naturaleza ? Caeríamos en un nihilismo
absurdo.
2º. Si no existiera la causalidad no existirían las ciencias que tienen en ellas su
fundamento.
3º. Si no existiera la causalidad habría que negar el orden del universo que no se funda
solamente en el ser, sino también en la operación. Y esto atentaría en contra de la sabiduría
divina.
4º. Las creaturas que dan ocasión a Dios, para dar esta ocasión, o causan eficientemente o
no. Si causan eficientemente, entonces ya queda rechazada la posición del ocasionalismo.
Si no causan eficientemente, entonces las creaturas realmente no dan ocasión. Porque la
causa eficiente es la causa de la realización. Por tanto, es falso el ocasionalismo.
Argumentos a favor de la eficiencia del alma humana y de las substancias puramente
espirituales como son los ángeles.
1º. Tengo evidencia interior de que pienso, quiero, etc. Y soy yo quien puede dar
testimonio de mi interior. Y lo mismo pasa con las otras personas.
Si uno no es causa del pensamiento, del querer, etc.; sino que sólo Dios es causa.
Entonces Dios se contradice. Porque nos dice unas cosas a nosotros que somos
antiocasionalistas; y otras opuestas y falsas a los ocasionalistas
239
2º. La libertad es potestad electiva de los medios en orden al fin. Por tanto la libertad
supone la existencia de la operación. Por tanto, si tienen razón los ocasionalistas, hay que
negar la libertad.
3º. Si tuvieran razón los ocasionalistas habría que negar el orden moral de las creaturas
racionales. Porque el mismo supone la libertad de las creaturas racionales.
Causación de la causa eficiente
La causa eficiente causa por una acción u operación.
Pero la acción es doble: transeúnte e inmanente.
La acción transeúnte es un acto segundo por el cual la causa segunda causa un efecto. Se
supone un acto primero o forma que esté como principio de la acción o acto segundo,
dándose en este una tendencia en orden a la realización del efecto. Se dice que es
perfección del paciente. Así decimos que el toro en el cual se da una virtud generativa
engendra a un ternero, que el sol calienta, etc.
La acción inmanente es un acto de orden operativo que de por sí no importa la
producción de un término o efecto; y si lo produce no consiste esencialmente en la
producción del mismo, sino que se ordena a otra finalidad.
De este tipo son las acciones del conocimiento y del apaetito consiguiente. Así los
sentidos externos son principios de actos de conocimiento sensible y no producen una
especie expresa en su término. El acto de conocimiento intelectual produce una especie
expresa, pero el mismo se ordena esencialmente al conocimiento intelectual de la cosa y
éste conocimiento es otro aspecto de la realidad, aunque íntimamente conexo con la
producción de la especie expresa.
Las acciones inmanentes disponen bien o mal al sujeto. Y se ubican como cualidades de
la primera especie.
Se dan también las acciones formalmente inmanentes y virtualmente transeúntes. Se trata
de acciones cognoscitivas y apetitivas que tienen un efecto exterior. Como es en el caso del
orden artístico.
Especialmente se consideran estas acciones en Dios en su causalidad sobre las creaturas.
La causa eficiente ante todo se considera en el orden físico de las operaciones transeúntes.
Pero ciertamente también se considera a la eficiencia en un orden superior al físico por las
acciones formalmente inmanentes y virtualmente transeúntes.
240
La causa final
El bien, el fin, la causa final.
El bien es aquello que todos apetecen. El ser en cuanto perfecto y por tanto apetecible.
El bien se apetece como fin y como medio.
El fin es un bien que se apetece por sí mismo. Por ej. la felicidad, la virtud.
El medio es un bien que no se apetece por sí mismo, sino por otro; es en orden a otro que
es un fin. Por ej. una medicina muy desagradable que se apetece en orden a la salud.
En el fin se considera una cierta excelencia que no aparece en los medios.
El fin se entiende primeramente como término. Así se habla del fin o término de una
propiedad.
Más precisamente hablando, se entiende como fin:
244
1º. El término de la acción de un agente. Se trata de un fin efecto: por ej. una casa
realizada por un ingeniero.
2º. El término del apetito. Y ésto de una triple manera:
A. Como aquello que se apetece (finis quod, cuius gratia, finis qui).
B. Como el sujeto para el cual se apetece (finis cui).
C. Como aquello por lo cual se alcanza lo que se apetece (finis quo).
Por ej. en el caso de un padre de familia que apetece dinero para un hijo, el dinero es
aquello que se apetece (finis quo o cuius gratia); el hijo el sujeto para el cual se apetece
(finis cui); la posesión del dinero el finis quo.
La causa final se entiende más propiamente como fin cuius gratia. La causa final es
aquello por cuya gracia o amor se hacen las cosas.
Se distinguen el fin último y el fin no último.
El fin último es aquel que se apetece por sí mismo y no se ordena a otro. Así, Dios.
Fin no último es aquel que se apetece por sí mismo y se ordena a otro. Por ej. la virtud
que se ordena a Dios.
El fin último puede ser fin último absoluto o fin último relativo.
Fin último relativo es aquel que se apetece por sí mismo y no se ordena a otro, en un
orden de apetición. Así se apetece la victoria en el orden militar.
Fin último absoluto es aquel que se apetece por sí mismo y no se ordena a otro, en todo
orden de apetición. Así lo es Dios en todo el orden de la apetición humana.
Se distinguen el fin de la obra (finis operis) y el fin del operante (finis operantis).
El fin de la obra (finis operis) es aquel fin al cual por su propia naturaleza se ordena la
acción ejercida por el agente. Por ej. la limosna se ordena a ayudar al necesitado.
El fin del operante (finis operantis) es el fin determinado por el operante para su acción,
coincida o no con el fin de la obra. Por ej. una persona da una limosna para ayudar a un
pobre: hay coincidencia entre el fin de la obra y el fin del operante. Otra persona da una
limosna por vanidad: no hay coincidencia entre el fin de la obra y el fin del operante.
Se distingue entre fin natural y fin sobrenatural.
Fin natural es aquel que puede ser conseguido por las solas fuerzas naturales. Por ej. subir
una pequeña escalera para una persona robusta y sana. Fin sobrenatural es aquel que no
245
puede ser conseguido por las solas fuerzas naturales, sino que para esto requiere el auxilio
sobrenatural de Dios. Por ej. entrar en el cielo.
La causalidad final en acto primero
El fin causa es aquello por cuya gracia o amor se hacen las cosas. Es algo que mueve al
agente en orden a la operación y al término o efecto.
El Aquinate dice: “Al primero hay que decir que el fin, aunque sea último en la ejecución,
es sin embargo, primero en la intención del agente. Y en este modo tiene razón de causa”
(Summa Theol. I-II, 1, ad 1).
La causa es un principio de influjo o derivación a partir del cual es consiguiente otro
según una dependencia en el ser.
El fin es último en la ejecución o consecución. Pero obtiene el ser primero y principio en
cuanto es en la intención del agente. Esta prioridad en la intención le posibilita una
derivación o influjo correspondiente a la causalidad, aunque en realidad se trate de un bien
aparente o inexistente, como cuando uno busca un tesoro en algún lugar en donde no existe
el mismo; o busca la felicidad en las riquezas.
Por el fin, el agente se determina en orden a la operación y al consiguiente efecto.
El bien es algo constitutivo del fin. De eso no se discute.
Pero se discute sobre el papel de la aprehensión del intelecto en la constitución de la
causa final.
Algunos dicen que la aprehensión del fin por el intelecto es sólo condición sine qua non
para la constitución de la causa final. Así Cayetano. Juan de S. Tomás, etc.
Otros dicen que la aprehensión del fin pertenece al constitutivo formal de la causa final.
A favor de esta sentencia se cita principalmente a Capreolo.
De ésto, luego.
Respecto a la existencia de la causa final, conviene meditar el siguiente texto de S. Tomás
en la Summa Theol. I-II, 1,2, c.: “Respondo diciendo que es necesario que todos los agente
obren por un fin. Pues de las causas ordenadas entre sí, si se substrae la primera, es
necesario que las otras sean substraídas. Pero la primera entre todas las causas es la causa
final. La razón de lo cual es, porque la materia no consigue la forma, a no ser que sea
movida por el agente: pues nada se reduce a sí de la potencia al acto. Pero el agente no
mueve a no ser por la intención del fin. Pues si el agente no estuviera determinado en orden
246
a algún efecto, no actuaría más esto que aquello: por tanto, para esto, que determinado
efecto produzca, es necesario que sea determinado hacia algo cierto, que tiene razón de fin.
Pero esta determinación, así como en la naturaleza racional se hace por el apetito racional,
que se dice voluntad; así en las otras se hace por la inclinación natural, que se dice apetito
natural.”
Es decir que la existencia de la causa final es requerida para una determinación de la
causa agente en orden a un efecto cierto. De lo contrario el agente quedaría en una
indeterminación e indiferencia con respecto a los distintos efectos. Pero vemos que existen
efectos y que estos son determinados e intentados.
Nota que las cosas producidas por la causa eficiente son determinadas y singulares;
porque el ser se da en los singulares y la causa eficiente es la causa de la realización de un
efecto.
Pero un efecto determinado requiere una acción determinada: Así por ej. no se hace una
casa por cualquier acción, sino por una acción o accionar determinado.
La acción determinada requiere un principio determinado. Pero la causa eficiente, de por
sí sola, sin la consideración del fin, no está todavía suficientemente determinada. Por ej. el
fuego puede calentar cosas; allí se establece su eficiencia. Pero en la realización concreta se
calienta tal cosa o tales cosas determinadas; y esto requiere una determinación del agente.
Esta determinación es por el fin, que siendo lo último en la ejecución es lo primero en la
intención. Si no se diera la intención del agente, todo sucedería por casualidad; esto es,
fuera de la intención del agente.
Por el contrario, vemos que la naturaleza tiende a efectos determinados, según acciones y
principios, dándose una intención de conseguir estos efectos determinados. Así por ej. el
hombre quiere hacer una casa, un animal quiere tomar agua, una rosa busca la luz del sol y
los alimentos en la tierra, etc.
Más aún, si se considera al agente más precisamente con respecto al bien que respecto al
ente o al ser, consta que hay una producción de bienes por la causa eficiente, al menos
muchas veces y básicamente. Esto requiere una acción buena en referencia a lo que se hace
y a las distintas circunstancias, de tal manera, por ej. que se caliente el agua para la comida
y no para que resulte un incendio destructor. Y esto requiere un principio eficiente
247
convenientemente dispuesto por el bien y el fin; y esto es lo que se hace por la intención del
fin.
S. Tomás enseña “Respondo. Hay que decir que la providencia mira el orden hacia el fin;
y por consiguiente todos aquellos que niegan la causa final, es necesario que nieguen por
consiguiente la providencia, como el Comentador dice en el II Phys /l. II Metaph., com.
65/.
1) Pero, antiguamente, de los que negaban la causa final fue doble la posición.
Pues algunos antiquísimos filósofos solamente pusieron la causa material; de donde
como no pusieron la causa agente, tampoco pudieron poner el fin, que no es causa a no
ser en cuanto mueve al agente. Pero otros posteriores ponían la causa agente, nada
diciendo de la causa final. Y según unos y otros todas las cosas procedían de necesidad de
las causas precedentes, o de la materia, o del agente.
2) Pero esta posición de este modo por los filósofos es rechazada.
Pues la causa material y la agente, en cuanto tal, son causa del ser (causa essendi) para el
efecto; pero no son suficientes para causar la bondad en el efecto, según la cual sea
conveniente en sí mismo, para que pueda permanecer, y en los otros, para favorecer. Por
ej. el calor por su razón y en cuanto es de sí, tiene el disolver; pero la disolución no es
conveniente y buena a no ser según cierto término y modo; de donde, si no pusiéramos
otra causa fuera del calor y de los de este modo eficientes en la naturaleza, no podríamos
asignar la causa por la cual se hagan de una manera conveniente y bien.
Pero todo lo que no tiene una causa determinada, acontece por casualidad. De donde se
seguiría según la posición antedicha, que todas las conveniencias y utilidades que se
encuentran en las cosas, serían casualidades; lo que también Empédocles puso, diciendo
que por casualidad aconteció que por la amistad de este modo se congregaran las partes
de los animales, que el animal pudiera salvarse, y que esto acontece muchas veces.
Pero esto no puede ser: pues aquellas cosas que por casualidad acontecen, acontecen
como en una parte menor; pero vemos que las conveniencias y utilidades de este modo
acontecen en las obras de la naturaleza o siempre, o en la mayor parte; de donde no puede
ser que acontezcan por casualidad; y así es necesario que procedan por la intención del
fin.
248
Enseña el Aquinate: “Pero sin embargo hay que considerar que alguno por su acción o
movimiento tiende hacia el fin doblemente: de un modo, como moviéndose a sí mismo
hacia el fin, como el hombre; de otro modo, como movido por otro hacia el fin, como la
flecha tiende hacia determinado fin por ésto que es movida por el arquero, que dirije su
acción hacia el fin. Por tanto, aquellos que tienen razón, por sí mismos se mueven hacia el
fin: porque tienen dominio de sus actos por el libre albedrío, que es facultad de la voluntad
y de la razón. Pero aquellos que carecen de razón, tienden hacia el fin por natural
inclinación, como movidos por otro, no por sí mismos: en cuanto no conocen la razón del
fin, y por consiguiente nada pueden ordenar hacia el fin, sino que solamente son ordenados
hacia el fin por otro. Pues toda la naturaleza irracional se compara hacia Dios como
instrumento hacia el agente principal, como se ha visto arriba/ I, 22,2, ad 4; q. 103, 1, ad 3/.
Y por consiguiente es propio de la naturaleza racional el que tienda hacia el fin como
actuándose y conduciéndose hacia el fin: pero de la naturaleza irracional, como por otro
conducida o dirigida, ya sea en el fin aprehendido, como los brutos animales, ya sea hacia
249
el fin no aprehendido, como aquellos que totalmente carecen de razón” (Summa Theol. I-II,
1,2,c.)
Es decir, consta especialmente la existencia de un doble tipo de agentes por el fin. Unos
que tienen razón y se mueven o dirigen a sí mismos hacia el fin. Y otros que no tienen
razón y que son solamente actuados o dirigidos por otro hacia el fin. Sin duda que la
causalidad final se ejercita de un modo más perfecto en los agentes racionales que en los
irracionales.
Causación de la causa final (o la causa final en acto 2º.)
La causa final es aquello por cuyo amor o deseo se hacen las cosas.
La causa final en sí es algo apetecible. Y lo que inmediatamente causa en el agente que la
apetece, es cierta apetición o más precisamente cierto modo en la apetición que está en la
raíz de la apetición.
La apetición del fin se considera más que nada en el primer acto de la voluntad acerca del
fin, en lo que se dice el “velle” o querer, querer un bien, querer un fin, la salud, la felicidad.
El fin o causa final en acto primero es el ser apetecible estando en la intención del
agente.
El fin o causa final en acto segundo es la actualización del fin en acto primero. Y consiste
en cierto ser apetecido, amado o deseado por el agente.
En el agente se da el apetito del bien y del fin.
A este apetito del agente se los puede considerar en dos sentidos. O en cuanto es a partir
del agente; o en cuanto es a partir del fin.
En el primer caso, como una impulsión del agente; y esto es propio del agente (ab
agente).
En el segundo caso, en cuanto es a partir del fin por modo de atracción; y esto es propio
de la causalidad del fin, que establece hacia sí como un enamoramiento; lo que importa en
el agente una cierta conformidad o conveniencia. Se establece una proclividad ejercida que
ya tenía un fundamento en el agente (cierta semejanza por modo de acto o de potencia. Cf.
Summa Theol. I-II, 27, 3). Se habla del pondus (peso), de cierta inclinación de fondo. Y
ésta es la determinación que se requiere en el agente para que el mismo emita su acción, no
hacia cualquier parte sino hacia un ser o bien determinado.
250
sí. Y así consta que el amor no es la misma relación de unión, sino que la unión es
consecuente al amor: De donde Dionisio dice /De Div. Nom. C.4: MG 3, 709 C, 713, B; S.
Th. lect. 9,12/ que el amor es virtud unitiva: y el Filósofo dice , en el II de los Polit. /C. I,
1262, b,10: S. Th. lect. 3/, que la unión es obra del amor.
“3. Además, el Damasceno dice, en el II libro /De fide orth.l. II, c.22: MG 94,940 D./ ,
que la pasión es cierto movimiento. Pero el amor no importa el movimiento del apetito, que
es el deseo; sino el principio de este movimiento. Por tanto el amor no es pasión”.
“ Al tercero hay que decir que el amor, aunque no nombre el movimiento del apetito que
tiende en el apetecible, nombra sin embargo el movimiento del apetito por el cual es
inmutado por el apetecible, de tal modo que a él le complazca el apetecible”.
El agente es atraído por el fin. Dada esta determinación en el agente, el mismo empieza
su actuacción propia hacia la consecusión del fin.
La causa final influye en la causa agente y dice una cierta superioridad sobre la misma:
“Pues es manifiesto en las cosas que tienen cuatro causas que una causa es en cierto modo
causa de la otra. Así pues porque la materia es por la forma y no lo opuesto, como se
prueba en el II de los Físic., cap. 2, la definición que se toma por la causa formal es causa
de la definición que se toma de la causa material de la misma cosa. Y porque el engendrado
consigue la forma por la acción del generante, es consiguiente que el agente sea en cierto
modo causa de la forma y la definición de la definición. Pero ulteriormente el agente obra
por el fin; de donde la definición que se toma por el fin es en cierto modo causa de la
definición que se toma a partir de la causa agente. Pero ulteriormente no hay que proceder
en los géneros de las causas; por donde se dice que el fin es la causa de las causas” Así S.
Tomás en II Post. Lect. 16, n 5. También dice: “Y por consiguiente las más perfectas
demostraciones se toman por el fin en aquellos en los cuales se hace algo por el fin, como
en las naturales, en las morales y en las artificiales” (In V Metaph., lect. 3, n 782) (1)
Orden de la causalidad final
Este orden se considera primeramente en el agente humano. Por parte del intelecto y de
la voluntad y consecuentemente de las otras potencias o principios operativos que les
obedecen y corresponden.
En el orden del intelecto En el orden de la voluntad.
1 Simple aprehensión del fin. 2 Velle: querer el fin
252
si una y otra razón concurran como razón formal, o una como condición y otra como
razón formal.
Pero son dos principales sentencias en esta parte: La primera y más común sentencia es,
que el conocimiento sólo es condición de la finalización, pero que la razón formal es la
misma bondad, que corresponde a la cosa según sí misma, y no en razón de la
aprehensión, ya sea según el ser posible ya sea según el ser existente. Así comunmente
los discípulos del D. Tomás, Cayetano I-2. Q.1.art. 1, El Ferrariense 1. Contra gent. Cap.
44 Sciendum secundo, Soto 2. Phys. Q.3 Causa finalis, Suarez disput. 23. Metaph. Sect.
8., Fonseca, Pereira y otros, a los cuales los cita Egidio Libro 1. de Fine q.6. art.6.
La segunda sentencia principal tiene que la aprehensión del fin no es condición sino
razón formal de causar. Así Medina 1. 2. q.1. art. 1., y lo mismo se atribuye a Soncinas a
Capreolo y a otros. Los cuales autores no sienten que la real bondad no pertenezca a la
razón formal del fin, sino que afirman que pertenece también la aprehensión, y que se
tiene a la bondad aprehendida como al color el lúcido. Pues la luz no es condición de
constituir al color en el ser visible, sino formal razón. Así la bondad del fin no solamente
en cuanto está bajo su ser, ya posible ya existente, sino también en cuanto está bajo el ser
aprehendido formalmente se vuelve finalizante.
Entre estas dos sentencias principales se encuentran dos medias, las cuales a las mismas
en cierto modo las modifican: La primera es del P. Vazquez 1.2. disp.2. cap. 2 y 3. Que
distingue sobre el conocimiento o concepto formal y objetivo y dice, que el fin, en cuanto
dice el concepto objetivo y el ser intencional en el intelecto, así tiene la razón formal de
finalizar. Por lo demás el mismo concepto formal , por el cual se denomina la cosa
conocida y en la cual la cosa misma es representada, dice, que sólo es condición requerida
en orden a la finalización. La otra sentencia es del Maestro Báñez 1.p. q.80. art. 2. Dub. 1.
Ad argumenta primae sententiae, que afirma que el conocimiento no es razón formal del
fin, sino radical, en cuanto el conocimiento es raíz del apetito que tiende hacia el fin; y
por esta razón puede pertenecer la aprehensión a la razón objetiva especificante.
De todas maneras sea una única conclusión: la aprehensión no es razón formal de
finalizar, sino condición requerida para el fin por aquella parte, por la cual el fin es
también objeto, ni es condición sólo por modo de aplicación, sino también por modo de
existencia.
255
Y así como en la eficiente se da una doble condición, una de la existencia en sí, y otra
de la aplicación al que padece, así en el apetecible, que tiene razón de fin y de objeto, la
aprehensión presta una y otra condición, de aplicación al apetito y de existencia en el ser
objetivo, de tal modo que intencional y metafóricamente mueva.
El fundamento es, porque el ser aprehendido es condición de todo objeto propuesto a la
voluntad, ya sea fin ya sea medio ; pues nada es querido que no sea preconocido. Por
tanto lo que es común al fin y al no fin, no puede ser razón formal de finalizar, sino que
pertenece a la común razón del fin y del medio o de cualquier apetecible, y esta razón
común es el ser objeto de la voluntad. De donde en el fin se distingue la razón de objeto
de la razón de finalizar, como se toma a partir del D. Tomás 1.2. q.18. art. 4. y 5., y
advierte también Cayetano allí mismo q.1. art. 3., como explicaremos inmediatamente.
Lo cual no sólo convence de que el conocimiento y el concepto formal es condición, y no
razón formal, sino también que ni la misma razón de concepto objetivo como
aprehendido y como teniendo ser intencional, porque esto mismo es común a todo
apetecible y objeto querido, ya sea fin o no. Por tanto no es propia razón del fin, ni como
razón quae, ni como razón sub qua. Pues la razón sub qua es formalmente y más
determinada que la razón quae, como consta en la misma luz y el color; pues la luz
formaliza y perfecciona a los colores en la razón de visible. Si por consiguiente el ser
conocido es más común que el fin, en cuanto también se requiere, para que sea querido
aquello que no es fin, no puede ser razón formal sub qua del mismo fin.
Y se urge ésto más ampliamente, porque la aprehensión no puede ser razón formal
determinativa del bien y del apetecible en la misma línea de la apetecibilidad, porque la
aprehensión pertenece a la razón del manifestativo y cognoscible, pero el apetecible a la
razón del bien real y conveniente al apetente. De donde aquella aprehensión no añade
algo en el género y línea del apetecible, sino que la supone a ella y sólo la manifiesta, de
donde nadie intenta la aprehensión como algo a conseguir o a gozar. Pero si la
aprehensión se tuviera como razón formal junto a la bondad formal, una y otra debieran
ser en la misma línea y género del apetecible, como la luz y el color son en el género de
lo visible. Por tanto si la aprehensión y el apetecible son en distinto género, porque uno es
en el género de lo conocido y manifestable, y otro en el género de lo amable (volibili), no
pueden una y otra razón formalmente tenerse, sino una como razón formal y la otra como
256
condición, sin la cual sin embargo el bien no moverá, como el fuego no existente o no
aplicado no combustiona. Y por consiguiente es condición insuplible para Dios la
aprehensión, porque no sólo es condición por modo de aplicación, sino también como
requerida por modo de existencia para finalizar” ( 2 )
Consideraciones nuestras sobre el constitutivo formal de la causa final
Hay alguna distinción entre el bien y el fin. Razón. Porque el bien comprende al fin y a
los medios.
Hay alguna distinción entre el fin y la causa final. Razón. Porque hay un fin causa y un
fin efecto. Por ej. la casa realizada es un fin efecto del arquitecto. La casa querida o
apetecida para su realización, en la mente del arquitecto tiene la función de causa final.
Esto tiene valor especialmente considerando a Dios que es causa final de las creaturas y
de ninguna manera efecto. Cf. Summa Theol. I, 44,4.
Además, ontológicamente, la ratio boni presupone la ratio entis y la ratio veri. Así en la
razón del bien se incluyen las razones de la esencia y del esse que corresponden al ente; y
la razón de inteligibilidad que corresponde a la verdad. El bien es inteligible.
Si el bien es inteligible, para que el mismo sea efecto o término de un agente que
funciona bajo el influjo de la causa final, parece necesario que en la causa final se incluya
un aspecto intelectual. De lo contrario el efecto o término resultaría o se encontraría per
accidens.
De hecho la causa final perfecta es la del agente intelectual que se mueve a sí mismo
hacia el fin. En cambio el agente no intelectual no se mueve a sí mismo hacia el fin, sino
que es movido por otro. Es movido por el agente intelectual, hacia el fin. En tanto el
agente requiere el influjo del fin, el agente no intelectual requiere un influjo per modum
virtutis a partir de un agente intelectual. Y este influjo per modum virtutis del agente
intelectual en el agente no intelectual parece tener un sentido no sólo eficiente sino
también final e incluso formal.
Por tanto, pensamos que algo del intelecto entra en la constitución formal de la causa
final. Y que esto se da por modo de aprehensión en el agente intelectual; y por modo de
virtud –algo menor- en el agente no intelectual.
Así la causa final se da de un modo perfecto en el agente intelectual y de un modo
imperfecto en el agente no intelectual.
257
estimaron. Lo cual puede aparecer triplemente. Primero ciertamente, a partir del mismo
orden de las causas agentes. Pues como por el fin actúan el intelecto y la naturaleza, como
se prueba en el II de los Físic. /C. 5: 196, b, 18-22; S. Th. lect. 8, n. 6 sq._ C.8: 198,b,10-
199,b,34; S. Th. lect. 12-14./, es necesario que al agente por la naturaleza se le
predetermine el fin, y los medios necesarios hacia el fin, por algún superior intelecto;
como a la flecha se le predetermina el fin y cierto modo por el arquero. De donde es
necesario que el agente por el intelecto y la voluntad, sea primero que el agente por la
naturaleza. De donde, como el primero en el orden de los agentes es Dios, es necesario
que haga por el intelecto y la voluntad.
Segundo, a partir de la razón del agente natural al cual pertenece que un efecto
produzca: porque la naturaleza en uno y en el mismo modo opera, a no ser que sea
impedida. Y esto por consiguiente, porque según que es tal, actúa; de donde en cuanto es
tal, no hace sino tal. Pero todo agente por la naturaleza, tiene un ser determinado. Pero
como el ser divino no es determinado, sino que contiene en sí toda la perfección del ser,
no puede ser que haga por necesidad de la naturaleza: a no ser acaso que causara algo
indeterminado e infinito en el ser; lo que es imposible, como consta por lo que se dijo
arriba /q. 7, a. 2/. Por consiguiente no actúa por necesidad de la naturaleza; sino que
efectos determinados por la infinita perfección del mismo proceden, según la
determinación de la voluntad y del intelecto del mismo.
Tercero, por la relación de los efectos a la causa. Pues según esto los efectos proceden
de la causa agente, según que preexisten en ella: porque todo agente hace algo semejante
a sí. Pero preexisten algunos efectos en la causa según el modo de la causa. De donde,
como el esse divino sea su mismo entender, preexisten en él los efectos según el modo
inteligible. Y así, por consiguiente, por modo de voluntad: pues su inclinación para actuar
aquello que concibió el intelecto, pertenece a la voluntad. Por consiguiente la voluntad de
Dios es causa de las cosas”.
Por lo cual entendemos finalmente una condición intelectual, volitiva e incluso
personalista en la causa final. Ésto aclara más el aspecto de atracción e incluso de
enamoramiento que está presente en su ejercicio.
Sobre este difícil problema del constitutivo formal de la causa final decimos también lo
siguiente.
259
La voluntad determinada hacia el fin, influye en sus actos consiguientes y en los del
mismo intelecto. En este caso, los actos del intelecto consiguientes a la voluntad, son
esencialmente del intelecto; y causal o formalmente de la voluntad (Cf. Summa Theol. I-
II,17,1).
El influjo del intelecto también continúa en sus propios actos operativos, en los de la
voluntad, y en los de los otros principios operativos, diversamente imperados. Los actos
de la voluntad, consiguientes al intelecto, son esencialmente de la voluntad y formal o
causalmente del intelecto. (Cf. Summa Theol. I-II, 16,1; 17,1).
En esta vida, se puede amar a Dios de modo inmediato. Por encima del ejercicio del
intelecto de la criatura. (Cf. Summa Theol, II-II,27,4). La voluntad de la criatura, sin
embargo, no excede el alcance del intelecto divino, que en su condición de causa primera,
siempre continúa en su función directiva de la voluntad de su criatura.
Hay, en este sentido, un superioridad de la voluntad sobre el intelecto, in movendo hacia
el fin. Pero el intelecto excede a la voluntad in attingendo, en el orden beatífico. Según
una misma formalidad, se quiere a Dios y a la visión de Dios (Cf. Summa Theol. I-II, 3,4;
4, 1-2; 3,1-2; I,26 ).
Es doble en cuanto a su principio la finalidad ( Cf. Quaestiones Disputatae De Veritate,
22,11-12; Summa Theol. I, 82,4; I-II, 9,1 ). Pero, en tanto se trata de principios ordenados
hacia el fin,–intelecto y voluntad-, se consideran como uno.
Con todo, el gozo de la bienaventuranza se considera “per accidens”, con respecto a la
bienaventuranza misma, que “per se” es por el intelecto. (Cf. Summa Theol. I-II, 3, 8;
4,1-2).
2) Pero a las potencias superiores del alma, por esto que son inmateriales, les conviene
que reflexionen sobre sí mismas; de donde tanto la voluntad como el intelecto
reflexionan sobre sí, y uno sobre el otro, y sobre la esencia del alma, y sobre todas
sus virtudes.
Pues el intelecto se entiende a sí, y a la voluntad, y a la esencia del alma, y a todas sus
virtudes; y de modo semejante la voluntad quiere que ella quiera, y que el intelecto
entienda, y quiere a la esencia del alma, y así de los otros.
Pero cuando una potencia va (fertur) sobre otra, se compara a ella según su propiedad:
como el intelecto cuando entiende que la voluntad quiere, toma en sí mismo la razón de
querer; de donde la misma voluntad, cuando va (fertur) sobre las potencias del almas,
va hacia ellas como a ciertas cosas a las cuales conviene el movimiento y la operación,
e inclina a cada una hacia la propia operación. Y así no solamente a las cosas exteriores
mueve la voluntad por modo de causa agente, sino también a las mismas virtudes del
alma”
Nos parece que las palabras del Aquinate son muy claras, en este punto. Y no se ve
que de lugar para eliminar la razón formalmente finalista del intelecto, a favor de una
mera conditio sine qua non, del mismo. (Cf. Summa Theol, I, 82, 4; I-II, 9,1; Summa
contra Gentiles II, c. 26; De malo q.6.)
En la Summa Theol. I-II, 9,1, cuando se pregunta “Si la voluntad es movida por el
intelecto, el Angélico Doctor se apone una obj. 2: “Además, el intelecto se tiene a la
voluntad como demostrando el apetecible, como la imaginación demuestra el apetecible
al apetito sensitivo. Pero la imaginación que demuestra el apetecible no mueve al
apetito sensitivo: más aún a veces de tal manera nos tenemos hacia aquellas cosas que
imaginamos, como hacia aquellas que se nos muestran en la pintura, a partir de las
cuales no nos movemos, como se dice en el libro De Anima /L. III, c.3: 427, b,21-24; S.
Th. Lect. 4, nn.634-635/. Por tanto tampoco nuestro intelecto mueve a la voluntad”
Y en la respuesta correspondiente dice: “Al segundo hay que decir que, así como la
imaginación de la forma sin la estimación de lo conveniente o de lo nocivo, no mueve
al apetito sensitivo; tampoco la aprehensión de lo verdadero sin la razón de lo bueno y
apetecible. De donde el intelecto especulativo no mueve, sino el intelecto práctico,
265
como se dice en el III de Anima” /C. 9: 432,b, 26-433, a,1; c. 10: 433,a, 14-26; S. Th
lect. 14, nn. 812-815; lect. 15, nn. 820-825/ .
El divino Tomás, en Quaest. Disputatae de Veritate, 22, 11 pregunta si la voluntad es
una potencia más alta que el intelecto o por el contrario. Y en el “Respondeo” dice: “…
Así por consiguiente triplemente puede tomarse la consideración del intelecto a la
voluntad.
De un modo absolutamente y en universal, no respecto de esta o aquella cosa; y así el
intelecto es más eminente que la voluntad; como el tener aquello que es de dignidad en
la otra cosa es más perfecto que compararse a la nobleza de la misma.
De otro modo por respecto a las cosas naturales sensibles: y así también el intelecto es
simplemente más noble que la voluntad, como entender la piedra que querer la piedra:
por aquello que la forma de la piedra de un modo más noble es en el intelecto según
que es entendida por el intelecto, que sea en sí misma según que por la voluntad es
deseada.
De un tercer modo en relación a las cosas divinas, que son superiores al alma; y así el
querer es más eminente que el entender, como querer a Dios y amarlo que conocerlo;
porque la divina bondad es más perfectamente en el mismo Dios como es deseada por
la voluntad, que sea participada en nosotros como es concebida por el intelecto”
El Aquinate calibra de un modo preciso el valor del intelecto y de la voluntad,
comparativamente al ser de las cosas. Queda la impresión de que muchos estudiosos de
la causa final, que dejan de lado el valor formal del intelecto de la criatura en ese orden,
no consideran, suficientemente, el ascenso que se da en las cosas inferiores por su
intelección por el intelecto.
En la Summa Theol. I, 82,4, S. Tomás pregunta “Si la voluntad mueve al intelecto”.
En el cuerpo del artículo, dice: “Respondo diciendo que algo se dice moverdoblemente.
De un modo , por modo de fin: como se dice que el fin mueve al eficiente. Y de este
modo el intelecto mueve a la voluntad: porque el bien entendido es objeto de la
voluntad, y mueve a la misma como fin (quia bonum intelectum es obiectum voluntatis,
et movet ipsam ut finis).
266
De otro modo se dice que algo mueve por modo de agente; como el que altera mueve
al alterado, y el que impele mueve al impulsado (et impellens movet impulsum). Y de
este modo la voluntad mueve al intelecto, y a todas las virtudes del alma;”
En el mismo artículo pone una ob. 3. “Además, nada podemos querer a no ser que sea
entendido. Por consiguiente si para entender mueve la voluntad queriendo entender,
será necesario que también a este querer preceda otro entender, y a ester entender otro
querer, y así hasta el infinito: lo que es imposible. Por consiguiente la voluntad no
mueve al intelecto.
Y en la respuesta a la ob. dice: “Al tercero hay que decir que no es necesario
proceder hasta el infinito, sino que se está en el intelecto como en el primero. Pues a
todo acto de la voluntad es necesario que preceda la aprehensión: pero no a toda
aprehensión precede el movimiento de la voluntad; sino que el principio del conciliar y
entender es un principio intelectivo más alto que nuestro intelecto, que es Dios, como
también Aristóteles lo dice en el VII Ethicae Eudemicae /C. 14: 1248, a, 24-29/: y por
este modo muestra que no hay que proceder hasta el infinito”.
Queda una prioridad operativa del intelecto con respecto a la vountad.
Esto se armoniza con lo que dice el Santo Doctor acerca de la superioridad
“simpliciter” del intelecto con respecto a la voluntad, Cf. Summa Theol. I, 82,3. En este
mismo artículo, el Aquinate se pone una objeción 2: “Además, se encuentra que las
cosas naturales proceden de lo imperfectos a los perfectos. Y esto también en las
potencias del alma aparece: pues se procede desde el sentido al intelecto, que es más
noble. Pero el proceso natural es del acto del intelecto hacia el acto de la voluntad. Por
tanto la voluntad es una potencia más perfecta y noble que el intelecto”. Responde el
Aquinate: “Al segundo hay que decir que aquello que es primero en la generación y en
el tiempo, es más imperfecto: porque en uno y en el mismo la potencia en el tiempo
precede al acto, y la imperfección a la perfección. Pero aquello que es primero
simplemente y según el orden de la naturaleza, es más perfecto: pues así el acto es
primero que la potencia. Y de este modo el acto es primero que la voluntad, como el
motivo que el móvil, y el activo que el pasivo: pues el bien entendido mueve a la
voluntad.”
267
La causa final, en cuanto depende del intelecto, siendo in intentione agentis, aparece
como una cierta chispa que enciende el fuego del amor de la voluntad. El amor de la
voluntad es hacia el fin y mueve hacia el fin. Pero, el gran incendio está al final, en la
consecución de la bienaventuranza, en donde el intelecto de la creatura tiene un valor
primordial (fin último quo), en subordinación a la esencia divina (fin último quod).
Además en la visión de Dios no sólo se da culminación de la finalidad; sino también el
principio de la vida nueva, en íntima armonía con el amor gozoso a Dios.
Notas
(1) Cf. In I Post., lect 16, n. 5; In II Post., lect. 8, n. 3; In I phys., lect. 1, n. 5; ib. Lect 15, n.
5; Summa Theol., III, 74, 2 c.
(2) Juan de S. Tomás O.P. Cursus Philosophicus Thomisticus, t. II Naturalis Philosophiae,
I. P. Q. 13, art. 1. Pag. 270-273, Ed. Marietti, P. B. Reiser O.S.B., Torino, 1950.
270
METAFISICA CRISTIANA
TEOLOGIA NATURAL
INTRODUCCION.
I.- Qué es la Teología natural
La Teología natural es la parte de la Metafísica que trata de Dios causa del ente.
Estudiando al ente en la Metafísica, aparece como una cierta insuficiencia del ente.
El ente, que en su consideración ontológica aparece, ante todo, referido a las cosas de este
mundo, dice al ser y a la inteligibilidad del mismo. Pero ese ser, aunque sea en sí, no es por
271
El objeto formal quo o motivo de la Metafísica y por tanto de la Teología natural es la luz
del tercer grado de abstracción formal y positiva. Hay una inteligibilidad fundamental en el
ser que penetra en el hombre por medio de los sentidos externos e internos. El intelecto
agente ilumina la especie sensible, y se establece una especie inteligible en el intelecto
posible que permite al mismo realizar el acto de intelección que dice en su término
inmanente otra especie intelectual en la cual entiende al ser de la realidad. La abstracción
tiene el sentido de extracción; se extrae el ser, por decirlo así, para entenderlo. Hay distintos
niveles de abstracción. La abstracción formal importa una extracción de la forma o del acto
del ser. El tercer grado de abstracción importa un máximo de iluminación y de
profundización, por encima de la abstracción que corresponde a la física y a las
matemáticas. La abstracción se dice positiva en cuanto dice una referencia al ser real y no
simplemente al ente de razón que corresponde a la lógica.
El objeto formal quo o motivo de la Teología sagrada es lo que se llama la luz de la
revelación virtual. La revelación inicialmente se proporciona a la virtud de la fe o a la
virtud de los bienaventurados y así se tiene como revelación formal: por ej. en cuanto dice
el misterio de la Santísima Trinidad de personas. En cambio la revelación virtual importa a
la palabra de Dios que revela en el orden sobrenatural, en cuanto presente en la mente del
que la recibe y contiene en sí un espacio que contiene verdades virtualmente reveladas, esto
es, como encadenadas y escondidas en las formalmente reveladas, que se proporcionan a la
sagrada Teología, de tal manera que ésta, que utiliza instrumentalmente a la razón pueda
penetrar en el ámbito del misterio y conocer a esas verdades virtualmente reveladas. Así se
conoce por ej. que en Dios, en el orden trinitario hay cuatro relaciones reales.
De manera que también desde este punto de vista se distinguen la Teología natural y la
Teología sagrada. En la Teología natural el objeto formal quo o motivo es puramente
natural. En la Teología sagrada el objeto formal quo o motivo es virtualmente sobrenatural.
II.- El método de la Teología natural
El método de la Teología natural, esto es, la manera de proceder en la conquista de las
conclusiones de la Teología natural, es esencialmente el mismo de la Metafísica, de la cual
es parte. El procedimiento es esencialmente especulativo
273
En la respuesta del artículo S. Tomás dice: “Respondo diciendo que acontece que algo
sea per se notum (inmediatamente evidente) de un doble modo: en un modo, secundum se
et non quoad nos (en sí y no para nosotros); de otro modo, secundum se et quoad nos
(según sí y para nosotros). Pues por esto alguna proposición es per se nota
(inmediatamente evidente), que el predicado se incluye en la razón del sujeto, como “el
hombre es animal”: pues “animal” es de la razón de hombre. Por consiguiente si es
conocido para todos del predicado y del sujeto que sea, esa proposición será para todos
per se nota (inmediatamente evidente): como consta en los primeros principios de la
demostración, los términos de los cuales son ciertas cosas comunes que nadie ignora,
como ente y no ente, todo y parte, y otras semejantes. Pero si para algunos no es
conocido lo que es del predicado y del sujeto, la proposición ciertamente en cuanto es de
sí, será per se nota (inmediatamente evidente): pero sin embargo no lo será para aquellos
que ignoran el predicado y el sujeto de la predicación: Y por consiguiente acontece, como
dice Boecio en el libro “De hebdomadibus” /ML 64, 1511; S Th., lect. 19 n.2/, que
algunas son comunes concepciones del alma y per se notae /inmediatamente evidentes ),
delante de los sabios solamente, como “los incorpóreos no ocupan lugar”.
Digo por consiguiente que essta proposición, Dios es, en cuanto es en sí, es per se nota
(inmediatamente evidente): porque el predicado se identifica con el sujeto: pues Dios es
su esse, como quedará claro más abajo (q.3 a.4). Pero porque nosotros no sabemos de
Dios que es, no es per se nota (inmediatamente evidente) para nosotros: sino que necesita
ser demostrada per aquellas cosas que son más conocidas para nosotros, y menos
cognoscibles por su naturaleza, a saber por los efectos.”
En su respuesta S. Tomás distingue el “per se notum”(inmediatamente evidente):
Quoad se tantum
Propositio per se nota
Omnes
Quoad se et quoad nos
Aliquos
Formalmente. En cuanto las premisas en sí, son primeras e inmediatas. Así cuando
decimos aquello que es no puede ser y no ser, al mismo tiempo y según la misma razón.
Virtualmente. En cuanto las premisas son reducibles a otras proposiciones que son en sí
formalmente primeras e inmediatas. Por ej. Dios es inmutable.
Las premisas deben ser anteriores y más manifiestas que la conclusión en cuanto deben
ser causa de la manifestación de la conclusión.
La causa puede ser considerada como causa ontológica y gnoseológica y como causa
gnoseológica solamente.
a) como causa ontológica y gnoseológica. Por ej. un acto humano es bueno porque su
objeto es bueno.
b) Como causa gnoseológica solamente. Por ej. este ser es racional, porque es risible.
La causa ontológica o in essendo puede ser física o metafísica.
a) Causa ontológica o in essendo física. La que se distingue realmente del efecto. Por ej.
la causa que mueve físicamente a un bastón.
b) Causa ontológica o in essendo metafísica. La que no se distingue realmente del
efecto.Por ej. Dios es eterno, porque es inmutable.
S. Tomás en el sed contra y cuerpo del art. dice:
“Por el contrario es que el Apóstol dice, ad Rom. 1,20: “las invisibles de Dios por
aquellas cosas que han sido hechas, entendidas, son consideradas” Pero esto no sería, a no
ser que por aquellas cosas que han sido hechas, pudiera demostrarse que Dios existe
(Deum esse) : pues lo primero que es necesario entender de alguno, es si existe.
Respondo diciendo que doble es la demostración. Una que es por la causa, y se dice
“por lo que” (propter quid): y éssta es por los que son anteriores simplemente. Otra es por
el efecto, y se dice demostración “quia”: y ésta es por aquellas cosas que son anteriores
para nosotros: pues en cuanto algún efecto es para nosotros más manifiesto que su causa,
por el efecto procedemos al conocimiento de la causa. Pero a partir de cualquier efecto se
puede demostrar que su propia causa es (pero esto si los efectos son más conocidos para
nosotros): porque, en cuanto los efectos dependan de la causa, puesto el efecto es
necesario que la causa preex. Por consiguiente, la existencia de Dios, según que no es
inmediatamente evidente para nosotros, es demostrable por los efectos más conocidos
para nosotros.”
281
S. Tomás en el cuerpo del artículo distingue una demostración por la causa y propter
quid; y otra demostración por el efecto a la que dice quia.
La demostración por la causa y propter quid es la que prueba por la causa y por la razón
inmediata del efecto en la causa. Por ej. es eterno, porque es inmutable.
La demostración quia por el efecto demuestra a la causa por el efecto. Se basa en la
dependencia ontológica que el efecto tiene en relación a la causa. Lo que importa que si el
efecto existe debe existir la causa. Como dice el Aquinate “quia, cum effectus dependeat
a causa posito effectu necesse est causam preexistere” (porque, en cuanto el efecto
dependa de la causa puesto el efecto es necesario que la causa preexista) (in c.).
La demostración quia (2) por el efecto tiene lugar cuando el efecto es más manifiesto
para nosotros que su causa. En este caso, desde el ser más manifiesto del efecto llegamos
a descubrir el ser de su causa; hasta donde el vínculo y la necesidad ontológica lo
permitan.
En relación con esto S. Tomás dice: “Ex quolibet autem effectu potest demonstrari
propriam causam ejus esse (si tamen ejus effectus sint magis noti quoad nos” ( Así, pues,
a partir de cualquier efecto se puede demostrar que su propia causa existe (con tal que sus
efectos sean más conocidos para nosotros) ) (in c.).
¿ Cuál es la propia causa de un efecto ?. La propia causa de un efecto es aquella de la
cual depende el efecto per se primo o necesaria e inmediatamente. De tal manera el efecto
propio viene a ser como una propiedad ad extra de la causa (Cf. I Post. Anal. Lect 10
n.88; In V Metaph. Lect. 3, 783 ss; Summa Theol. I,104,1).
La causa propia es necesariamente requerida. La causa necesariamente requerida (per se
o esencialmente) dice un orden al efecto por su virtud. Se opone a la causa per accidens
que dice un orden al efecto no por su virtud sino por la virtud de otra causa. Por ej. causa
per se o necesariamente requerida: el hombre engendra a un hombre. Causa per accidens:
un pintor engendra al hombre; Juan engendra a un hombre.
La causa propia es inmediatamente requerida. La causa inmediatamente requerida es la
que contiene la razón propia del efecto. Se distingue de otras causa per se que sólo
contienen una razón genérica o común del efecto. Por ej. causa inmediatamente
requerida: el pintor hace una pintura, el hombre engendra al hombre. Causa per se pero no
inmediatamente requerida: el artista hace una pintura; un viviente engendra al hombre
282
Es una condición propia de Dios, a la cual llegamos por el proceso demostrativo de las
vías. Así se llega al primer motor o motor inmóvil, a la primera causa eficiente, al ser
absolutamente necesario, a la causa del ser, de la bondad y de cualquier perfección y a un
primer inteligente por el cual son ordenadas todas las cosas naturales hacia el fin.
Esquema general de las vías
: ente.
Según una
consideración
relativa: hay un orden en las
cosas naturales. v 5. Supremo
inteligente
que ordena
todas las
cosas
Primera vía
acto en cuanto tal dice perfección, y no aparece necesariamente ligado con una potencia
pasiva o receptiva que en cuanto tal dice imperfección.
Y de este modo podemos concebir a Dios como acto puro. Esto es, como acto que dice
solamente actualidad y que no dice orden a una potencia correlativa y opuesta.
Proceso ascendente del conocimiento.
Todo lo que se mueve es movido por otro. Por otro realmente distinto.
Móvil es aquello que es movido (id quod movetur). Por ej. el agua cuando es calentada.
El móvil para que se mueva hacia algo; por ej. el agua para que se mueva en orden a
adquirir 100 grados de calor, no debe tener esa actualidad que se pretende. Si ya tuviera esa
actualidad, no se movería para adquirirla; porque ya sería según la misma. Pero debe decir
una potencia en orden a dicha actualidad; esto es, debe tener una real aptitud o capacidad en
orden a poseer dicha actualidad. De lo contrario, tampoco podría moverse hacia la misma.
Y así decimos que el móvil en cuanto tal, debe estar en potencia para poder pasar al acto.
Ahora bien, lo que se mueve deber movido por otro, por un motor. Y el motor en cuanto
tal, no debe estar en potencia sino en acto.
El motor debe ser en acto, porque nada pasa de la potencia al acto sino por un ser en acto.
El motor debe hacer una cierta comunicación de ser o de actualidad al móvil. Y para ésto
debe tener ese ser o actualidad. Porque nadie da lo que no tiene.
Por tanto el motor y el móvil realmente se distinguen. Porque el motor en cuanto tal está
en acto y el móvil en cuanto tal está en potencia. El motor tiene una actualidad y el móvil
aún no la tiene. El motor es de un modo; el móvil no es de ese modo. El motor dona algo, el
móvil recibe algo.
En una serie de motores y móviles esencialmente subordinados no puede procederse hasta
el infinito por la parte anterior.
El móvil es movido por un motor. Este motor o es inmóvil y en este caso ya llegamos al
término de la vía. O es a su vez movido por otro; es decir, es un motor móvil. Y con
respecto a este nuevo motor, de nuevo se plantea el problema. O se trata de un motor
inmóvil y en este caso ya llegamos al término de la vía. O se trata de un motor movido por
otro; es decir, es un motor móvil.
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proporcionado al ser, es también acto puro en el orden entitaativo. Es decir, es acto puro en
el orden estático y en el orden dinámico: acto puro de ser.
Precontiene en sí, en su pura actualidad o perfección, toda perfección que comunica. Etc.
Evidentemente se trata de Dios.
NOTAS
(1) Objeto de una ciencia o virtud cognoscitiva es aquello que se presenta y opone frente a
la ciencia o virtud cognoscitiva; por ej. el color de una pared o unos pollitos frente a la
vista. El objeto de este modo se distingue en material y formal. Y el formal en formal
quod o terminativo y en formal quo o motivo. Objeto material de una ciencia o virtud
cognoscitiva es todo aquello que se presenta frente a la ciencia o virtud cognoscitiva. ;
por ej. todas las cosas coloreadas en el caso de la vista, Dios y todas las cosas para la
Metafísica. Objeto formal quod o terminativo de una ciencia o virtud cognoscitiva es
aquella forma o formalidad del objeto material en la que primeramente se termina la
ciencia o virtud cognoscitiva y mediante la cual alcanza al resto del objeto material; por
ej. el color para la vista, el sonido para la potencia auditiva, el ente en cuanto ente para
la Metafísica. Objeto formal quo o motivo de una ciencia o virtud cognoscitiva es la luz
o el medio mediante el cual la ciencia o virtud cognoscitiva alcanza a su objeto formal
quod o terminativo y al resto del objeto material; por ej. la luz natural para la vista, un
medio aéreo para la potencia auditiva, la luz del tercer grado de abstracción formal y
positiva para la Metafísica.
(2) Sobre la demostración quia, dice Gredt” La demostración “quia” es triple: a priori, a
posteriori, a simultaneo. La demostración quia, que es a priori, prueba el efecto por la
causa, física o metafísica, pero por la causa remota o común. Por ej. sea la
demostración, por la cual se prueba la eternidad de Dios a partir de su total perfección;
pues la propia razón de la eternidad no es la total perfección , sino la inmutabilidad. Así
como la demostración propter quid, así también la demostración quia a priori puede
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hacerse por las cuatro causas. Comparando la demostración a priori con la demostración
propter quid consta que toda demostración propter quid es a priori, pero no toda
demostración a priori es propter quid.
La demostración a posteriori a partir del efecto prueba la causa; así a partir de las creaturas
se prueba la existencia de Dios. La demostración a posteriori puede hacerse por
inducción, ascendiendo de los particulares al universal, pero más bien se hace por
deducción mediante un silogismo categórico, descendiendo a partir de un principio
universal; así se prueba la existencia de Dios mediante el principio universal: en las causas
per se subordinadas repugna el proceso al infinito. La demostración a simultaneo (que se
dice también quasi a priori) se tiene, cuando la razón y el raciocinado son simul natura en la
naturaleza. Pero esto acontece o por esto que con correlativos entre sí –pues los
correlativos son simul natura (cf. n. 192,4)-, o porque entre la razón y el raciocinado no
intercede sino la distinción rationis ratiotinantis, como cuando a partir del ente por sí se
prueba el mismo ser subsistente” “Elementa Philosophiae . Aristotelico-thomisticae. Ed.
Herder Friburgi Brisgoviae 1937, Vol I, Logica/ Philosophiae Naturalis., pars. II, c. III, q.
III, p. 176 “.
Griego
294
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