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Es cuando nosotros le buscamos de verdad que lo

encontramos. Deut. 4:29-30

Muchos son las personas en búsqueda de un Jesús que les ofrece


una vida más fácil de vivir, pero como en este caso, no reconocen que
Jesús quiere darles algo tanto mejor.

Es siempre recomendable intentar hallar a Jesús en el lugar donde Él


está habitualmente. En Hechos 17:27 tenemos la promesa que “no
está lejos de cada uno de nosotros.”

Aquella gente “En vez de ver en aquel pan una señal, lo único que
vieron del señal fue el pan” Lo que Jesús quiso hacer es que las
señales demuestran que es digno mostrar fe en Su persona y buscarlo
para encontrar la provisión de sus necesidades espirituales. Dios no
busca que “amontonemos méritos” para lograr la vida eterna, sino que
estemos dispuestos ejercitar un poco de fe en la persona de
Jesucristo.

Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna.”

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago se dio cuenta que allí no había
habido más que una barca y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que
éstos se habían ido solos. Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca
del lugar donde todos habían comido el pan. Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la
gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo al otro lado
del lago, le preguntaron: «Rabí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?» Jesús les contestó: «En
verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han
comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que
permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del
Padre.» Entonces le preguntaron: « ¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?»
Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.»

 La Buena Nueva que me ha tocado compartir con ustedes expresa palabras como la barca, el pan o el alimento,
la gente reunida y todos ellos, son símbolos de la presencia cercana y sencilla del Mesías. Para Jesús, Cafarnaúm
no es cualquier punto de la geografía en Palestina, es su lugar preferido por lo que allí residía habitualmente.   Y
desde allí, nos hace ver que la verdadera vida tiene real y profundo sentido en la medida que salgamos de la
pequeñez del instante, del quehacer del diario alimento material para nutrirnos en verdad del alimento del alma
(Fe y Esperanza) que nos proyecte a la plenitud anhelada de llegar a nuestro Dios Padre.

 Jesucristo, el Salvador, nos exhorta y acompaña hacia el compromiso desde la realidad donde nos ha tocado
vivir, estando con nosotros, testimoniando una vida de sencillez, como lo fue en los inicios de la Iglesia en sus
múltiples comunidades. En donde la actitud era vivir con lo suficiente y todo se compartía en solidario amor. Lo
importante era comprender que más allá del afán diario, estaba el satisfacer el espíritu con la calidez del amor
pleno emanando del Dios Padre. Son dos ámbitos, que tanto a los primeros cristianos como a los actuales, nos
cuenta mucho asumir. Hoy, estamos inmersos en lo primero, la satisfacción del cuerpo, del goce individual y a la
lucha egoísta por el éxito personal sin límite, insaciable. Se nos olvida nuestro compromiso de cambio de la
actitud de vida y así dejamos entonces, de nutrirnos del alimento para el alma.

El alimento o la comida que permanece, el ágape como se menciona en la historia de la Iglesia nos compromete
a prepararnos a la vida eterna. He ahí, el mensaje de Jesús: buscar seguidores con visión de futuro, que la vida
tenga un real sentido de trascendencia, que salga de su rutina que la hace plana, sin contenido, sin razón de
existencia. ¿Vivo solo para mí y el cercano entorno? o ¿Vivo porque mi Dios Padre me trajo para un fin específico
(sentido de la vida) y me llama luego a volver a ÉL?

Buscamos en nuestro baúl y hallamos muchas cosas materiales, de valor temporal, pero que esconden
emociones guardadas y experiencias de fe que deben brotan si nos damos el tiempo para ver con los ojos del
corazón, como al partir el pan  los discípulos de Emaús, lo reconocieron. ¿En qué están ahora, ustedes  queridos
hermanos?, ¿mirando sus éxitos y tesoros? o ¿buscando con sencillez el alimento que no acaba?

Nuestra sociedad “moderna” está girando descentrada, ha ido alejándose de la espiritualidad que el alma del
hombre necesita para su desarrollo en plenitud. Hemos limitado o encerrado a Dios en las sacristías e iglesias.
Vivimos con un gran vacío que vanamente se trata de satisfacer con escapismos fugaces placeres, lujos exóticos,
alcoholismo, drogas, autoengaños, cambios de lugares, parejas, estudios, hobbies, etc. en fin, con alimentos
para el cuerpo que rápidamente se pierden o esfuman y no con el alimento verdadero que nos vino a ofrecer
Jesús.

Lo anterior me recuerda un trozo del canto dedicado a la Iglesia en una visita del santo papa peregrino Juan
Pablo II que dice: “…Danos hoy hambre de Dios, aliméntanos Señor, y que el fruto de tu amor, nos de la paz,
nos del Amor…el pan que compartimos es verdadera comunión…”

  Finalmente, los invito a recordar lo que apóstol Juan, el amigo inseparable, fiel y querido de Jesús, nos señala a
continuación de la lectura de esta semana, cuando en forma precisa, sin rodeos, nos señala en boca de Jesús:
“Yo soy el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”  (Jn.
6, 35) y, más adelante, reitera: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí ”. (Jn.
14,6).

Revisemos nuestro andar, afanes y metas a luz de lo que nos dice el Evangelio de hoy. ¿Cómo estamos?
¿Buscamos acercarnos a Dios con el alimento del alma? ¿Estamos cerca o lejos de Jesús, esto es del Camino, el
único?

david
www.caminandojuntos.cl

David Rivera Pinto

18 Abr 15 | Juan

4 respuestas a “Juan 6, 22-29”

1.  Silvio Avilez 

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