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Hace

muchos
años vivía
El
en Bagdad
comerciant
un joven
e sintió
que tenía
lástima por
por oficio
el chico y
llevar
le invitó a
mercancías
cenar algo
por toda la
caliente. El
ciudad.
muchacho
Todos los
aceptó y se
días
quedó
acababa
asombrado
agotado de
al entrar
tanto
una
cargar
vivienda
cajas y se
tan lujosa y
lamentaba
con tan
de que, lo
ricos
que
manjares
ganaba, no
sobre la
le servía
mesa.
para dejar
de ser
pobre.

Un día, al
final de la
jornada, se
sentó a
descansar
junto a la
puerta de – ¡No sé
la casa de qué decir,
un rico señor!…
comerciant Nunca
e. El había visto
hombre, tanta
que estaba riqueza.
dentro,  le
oyó
quejarse
de su mala
suerte en
la vida.
– ¡Trabajar
– Así es –
y trabajar,
contestó
es lo único
educadam
que hago!
ente el
Al final del
hombre –
día sólo
Soy muy
consigo
afortunado,
recaudar
pero quiero
tres o
contarte
cuatro
cómo he
monedas
conseguido
que
todo esto
apenas me
que ves.
dan para
Nadie me
comprar un
ha
mendrugo
regalado
de pan y
nada y sólo
un poco de
espero que
pescado
entiendas
ahumado
que es el
¡Qué
fruto de
desastre
mucho
de vida la
esfuerzo.
mía!

El
comerciant
e, que se
llamaba
Simbad,
relató su
historia al
intrigado
muchacho.
– Verás…
– Siento Mi padre
deciros que me dejó
es muy una buena
difícil de fortuna,
encontrar, pero la
tanto que malgasté
hasta hasta
ahora quedarme
nadie ha sin nada.
logrado Entonces,
llegar hasta decidí que
su tenía que
paradero. hacerme
marino.

El hijo del
rey dio las
gracias al
duende por
su ayuda y
se
fundieron
– ¡Ahora en un
mismo iré a fuerte
buscarla! – abrazo de
dijo el despedida.
hermano Partió muy
mayor animado y
pensando convencido
que si de que,
sanaba a tarde o
su padre, temprano,
sería él encontraría
quien el agua de
heredaría la vida.
la corona. Cabalgó
sin
descanso
durante
días y por
fin, divisó
el castillo
encantado.
le había
indicado.
Dio tres
golpes en
la entrada
con la
varita y la
enorme
verja se
abrió. En
Entró en el ese
establo, momento,
ensilló su dos leones
caballo y a de
galope se colmillos
adentró en afilados y
el bosque. enormes
En medio garras,
del camino, corrieron
 tropezó hacia él
con un dispuestos
duendecillo a atacarle.
que le hizo Con un
frenar en rápido
seco. movimiento
, cogió los
bollos de
su bolsillo y
se los
lanzó a la
boca. Los
leones los
atraparon
y, mansos
como
Entró en el
castillo y al
llegar a las
puertas del
gran salón,
las derribó.
Allí,
sentada,
con la
mirada
– ¿A dónde perdida,
vas? – dijo estaba una
el extraño hermosa
ser con voz princesa de
aflautada. ojos tristes.
La pobre
muchacha
 llevaba
mucho
tiempo
encerrada
por un
malvado
encantamie
nto.
– ¡Oh,
gracias por
liberarme!
¡Eres mi
salvador! –
dijo
besándole
en los
labios –
Imagino
que vienes
a buscar el
agua de la
vida…
– ¿A ti que
¡Corre, no
te importa?
te queda
¡Apártate
mucho
de mi
tiempo! Ve
camino,
hacia el
enano
manantial
estúpido!
que hay en
el jardín,
junto al
rosal
trepador.
Yo te
esperaré
aquí. Si
vuelves a
buscarme
antes de
un año,
seré tu
esposa.
apasionada
mente y
salió de allí
¡Se había
enamorado
a primera
El duende vista!
se sintió Recorrió a
ofendido y toda prisa
le lanzó el jardín
una y…  ¡Sí, allí
maldición estaba la
que hizo deseada
que el fuente!
camino se Llenó un
desviara frasco con
hacia las el agua de
montañas. la vida y
El hijo del salió a la
rey se carrera
desorientó hacia la
y se quedó puerta,
atrapado donde le
en un esperaba
desfiladero su caballo.
del que era Faltaban
imposible segundos
salir. para las
doce de la
noche y
justo
cuando
cruzó el
umbral, el
Viendo que
su
hermano
no
regresaba,
el mediano
Ya de
de los hijos
vuelta por
decidió ir a
el bosque,
por el agua
 el duende
de la vida,
apareció
deseando
de nuevo
convertirse
ante él. El
también en
joven
el futuro
volvió a
rey.  Siguió
mostrarle
la misma
su
ruta a
profundo
través del
agradecimi
bosque y
ento.
también se
vio
sorprendid
o por el
curioso
duende.

– ¡Hola,
amigo!
¡Gracias a
tus
– ¿A dónde
consejos
vas? – le
he
preguntó
encontrado
con su
el
característi
manantial
ca voz
del agua
aguda.
de la vida!
Voy a
llevársela a
mi padre.

– ¡A ti te lo
voy a decir,
enano
preguntón!
¡Lárgate y
déjame en
paz!
El duende
se apartó
y,
enfadado,
le lanzó la
misma
maldición
que a su
hermano:
le desvió
 hacia el
profundo
desfiladero
entre las
montañas,
de donde
no pudo
escapar.

El hijo
menor del
rey estaba
preocupad
o por sus
hermanos.
Los días
pasaban,
ninguno de
los dos
había
regresado
y la salud
de su
padre
empeoraba
por
minutos.
Sintió que
tenía que
hacer algo
y partió con
su caballo
a probar
fortuna. El
duende del
bosque se
cruzó,
cómo no,
en su
camino.
– ¿A dónde
vas? – le
preguntó
con cara
de
curiosidad.

– Voy en
busca del
agua de la
vida para
curar a mi
padre, el
rey,
aunque lo
cierto es
que no sé
a dónde
debo
dirigirme.

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