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Johanna Giraldo Gómez

 
Redactora ÁMBITO JURÍDICO
 
Con la reciente expedición y control de constitucionalidad de la ley que establece el
examen habilitante para el ejercicio de la profesión de abogado (Ley 1905/18), se
han agregado varios ingredientes al debate sobre la calidad de la educación jurídica
e idoneidad de los juristas, relacionados, principalmente, con los estándares de
calidad de los programas, las competencias y aptitudes profesionales, así como las
incidencias de la formación sobre el Estado y la justicia.
 
En primer lugar, se debe recordar que esta ley estableció como requisito para
ejercer la profesión (mas no para graduarse) un examen que deberá coordinar el
Consejo Superior de la Judicatura, con el cual se pretende, en buena medida, la
“depuración” de la profesión de aquellos que no cuentan con las aptitudes mínimas
requeridas para llevar a buen puerto las tareas esenciales que se encomiendan a
cualquier abogado, porque se ha entendido que existe un déficit en la preparación.
 
Sobre estos primeros pronunciamientos judiciales (sentencias C-138/19 y C-
201/19), se destaca la desestimación de la demanda que pretendía que se aplicara el
examen a todos los abogados, incluidos los que ya ejercen, y el fallo que indicó que
al legislador le es dado exigir títulos de idoneidad, en virtud del riesgo social que
implica la profesión.
 
Pero el análisis sobre el estado actual del acontecer jurídico no termina allí. Hace
unos meses, se publicó el libro Abogados sin reglas, de Mauricio García y María
Adelaida Ceballos, en el que se recogen algunas de las principales conclusiones de
una investigación que está desarrollando Dejusticia. Este trabajo presenta un
diagnóstico polémico en el que se incluyen estadísticas muy dicientes.
 
Inicialmente, se muestran los resultados de la investigación en materia de
pregrados y posgrados, en los que se clasifican en relación con el costo-calidad.
Seguidamente, se presentan datos sobre la falta de controles a la profesión y cómo
las desigualdades de la educación jurídica se reflejan en el ejercicio profesional. En
tercer lugar, los autores exploran las implicaciones de esos resultados. Por último,
proponen algunas soluciones.
 
Educación jurídica
 
Los pregrados de Derecho pasaron de 38 en 1993 a 130 en 2007, 178 en 2015 y 192
en 2018, lo que equivale a la creación de tres nuevos pregrados cada semestre,
concluye la publicación. Este es un dato alarmante sobre la cantidad de programas
que, en la actualidad, cuentan con registro calificado, pero no siempre con
acreditación institucional de alta calidad.
 
La metodología consistió en la recolección de información institucional sobre costo
y calidad de los programas ofrecidos hasta el 2015, y evaluó conjuntamente dos
indicadores de calidad: las acreditaciones y los resultados de las pruebas Saber Pro.
 

 
El informe también enfatizó que los mejores promedios de resultados de las
pruebas estatales (2012 a 2015) están en los pregrados de universidades
acreditadas y, en particular, los programas de doble rasero. Incluso, los programas
no acreditados tuvieron las medias y mínimos más bajos en comparación con otros.
 
Costo de las matrículas
 
Los autores establecieron varios niveles sobre este tema, tomando el promedio del
costo de todos los pregrados, así: la mayoría de programas tiene un costo medio
bajo (54 %) y medio alto (16 %). Este aspecto varía dependiendo del sector (público
o privado) al que pertenezca la universidad.
 

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