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Contemplacion y Discrecion Osb
Contemplacion y Discrecion Osb
Introducción
1
Cf. CLARK, J. P. H. – The Cloud of Unknowing: An Introduction. Analecta Cartusiana. Salzburg.
119:4 (1995) 92
2
BERNARDO DE CLARAVAL, Sermones de diversis, 23-24: PL 183, 600-605.
3
Los títulos originales son: The Cloud of Unknowing, The Book of Privy Counselling, The Epistle of
Prayer, The Epistle of Discretion, Hid Divinity, Benjamin Minor, Of Discerning of Spirits. En las citas
daré las referencias en conformidad con la siguiente edición crítica: HODGSON, P. (ed.) – The Cloud of
Unknowing and Related Treatises, Salzburgo: Institut für Anglistik und Amerikanistik Universität
Salzburg. 1982. Las traducciones que aparecen en esta conferencia son obra personal mía.
2
1. La contemplación es caridad
4
,ube, 9/28-30.34-37
5
,ube, 13/24-27.36-37
6
,ube, 14/1-12
3
7
Consejos, 80/30-81/2
8
Cf. ,ube, 22/32-36; 46/5-16.29-32
4
9
Consejos, 88/39-89/13
10
,ube, 70/3-6. Aquí el autor cita PSEUDO-DIONISIO AREOPAGITA, De divinis nominibus, 7,3: PG
3, 872.
11
Cf. Benjamín, 144/15-21
12
Cf. ,ube, 53/23
13
,ube, 12/21-30
5
Los impulsos de que se habla en este pasaje son suscitados por Dios, pues
solamente Él es capaz de mover directamente la voluntad humana. 14 Este hecho permite
sacar orientaciones precisas acerca del tipo de esfuerzo que el contemplativo debe hacer
en la oración:
“Pero ¿en qué consiste este esfuerzo? – se pregunta nuestro místico -.
Ciertamente en nada que tenga que ver con los devotos impulsos de amor que
continuamente se producen en la voluntad por acción de Dios todopoderoso, no por
iniciativa de la propia persona: Dios está siempre dispuesto a realizar esa obra en el
alma que se prepara a ello, y lleva tiempo intentando hacer todo lo que está a su alcance
para tornarse apta. Pero entonces ¿en qué consiste el referido esfuerzo? Todo él se
resume, sin duda, en pisar con los pies la memoria de todas las criaturas de Dios,
manteniéndolas bajo la nube del olvido de que ya he hablado. En esto consiste el
esfuerzo, ésta es la parte que el ser humano debe ejecutar, con el auxilio de la gracia. La
otra parte – o sea, los impulsos de amor – pertenece solamente a Dios. Por eso, tú
continúa con tu parte, y yo te aseguro que Dios no fallará en hacer la suya.” 15
Sin embargo, la contemplación no siempre exige esfuerzo, y puede muy bien
culminar en la experiencia de la unión pasiva, conforme se dice a continuación:
“… cuando tengas devoción, lo que antes era muy duro se volverá sosegado y
fácil, y lo harás con poco esfuerzo o hasta sin esfuerzo. Pues, a veces, Dios mismo hace
todo el trabajo por sí sólo. Pero eso no pasa siempre, ni tampoco por mucho tiempo:
solamente cuando Dios quiere y en la forma que quiere. Y a esta altura ¡sentirás la
alegría de dejarle actuar por su cuenta!
En estas ocasiones, puede suceder que Dios envíe un rayo de luz espiritual, que
atraviesa la nube del no-saber, interpuesta entre tú y El: así te mostrará alguno de sus
secretos, sobre los cuales el hombre no tiene permiso ni capacidad de hablar. Entonces
sentirás tu afecto inflamado en el fuego de su amor mucho más intensamente de lo que
yo puedo o quiero expresar en este momento.” 16
Así pues, podemos concluir que, en la óptica de nuestro autor, la contemplación
es el olvido perfecto de sí y la perfecta caridad. En efecto, al llegar a las cimas más altas
de la contemplación, el orante no es ni siquiera consciente de su propia esencia
individual, y su voluntad se encuentra enteramente libre para que Dios suscite en ella
14
Cf. ,ube, 39/11-17
15
,ube, 34/9-20
16
,ube, 34/25-35
6
17
Cf. ,ube, 32/19-33/4
18
,ube, 57/35-40
19
BERNARDO DE CLARAVAL, Sermones in Cantica, 49,5: PL 183, 1018
20
Cf. Benjamín, 141/32-38
21
,ube, 21/3-4
7
dirigen a su propio objeto y ni les sobra ni les falta nada. 22 Por eso, “la discreción es –
como dice Casiano – la generadora, la guardiana y la moderadora de todas las
virtudes”,23 porque es ella la que transforma los afectos en virtudes y los hace
permanecer como tales.
Para alcanzar la discreción son necesarias dos cosas: por un lado, practicar
24
durante mucho tiempo cada una de las virtudes propiamente dichas; y, por otro lado,
someterse a la dirección espiritual.
“Así –escribe nuestro autor - , después de muchas caídas y fallos, seguidos de
fases de vergüenza, se aprende por experiencia que no hay nada mejor que ser guiado
por el consejo de otro, pues ese es el modo más rápido de alcanzar la discreción. Aquel
que siempre se hace aconsejar no se arrepentirá. De hecho, un hombre prudente vale
más que un hombre fuerte, pues el tacto es mejor que la fuerza bruta. Y un hombre
prudente hablará de victorias.” 25
En verdad la discreción es una especie de espada afilada que sirve para combatir
los malos impulsos. 26 Y para que ella pueda ejercer esa función, es necesario, ante todo,
saber discernir el origen de los pensamientos. Este es el tema de la obra El
discernimiento de espíritus, un pequeño tratado que enseña a distinguir las “voces” que
hablan en lo íntimo del alma, de un modo que se podría resumir más o menos en los
siguientes términos: si pienso en satisfacer los apetitos de la carne, hablará el espíritu de
la carne; si pienso en hacer alguna cosa que me engrandezca a mis propios ojos o a los
ojos de otros, hablará el espíritu del mundo; si pienso en cosas amargas, que me quitan
la paz y la tranquilidad, hablará el espíritu del mal; si pienso en hacer el bien, hablará el
espíritu de Dios (directamente o a través de sus ángeles tanto de la tierra como del
cielo); si consiento en algún pensamiento, en adelante pasa a hablar mi propio espíritu,
que asume el oficio del espíritu al que di consentimiento. Pero si después de haber sido
absuelto de mis culpas en la confesión sacramental, vuelvo a ser tentado, ya no será mi
espíritu el que hablará, sino nuevamente uno de los tres enemigos del alma, es decir, el
espíritu de la carne, el espíritu del mundo o el espíritu del mal.
El espíritu del mundo es más peligroso y difícil de vencer que el espíritu de la
carne, y el espíritu del mal es más peligroso y difícil de vencer que el espíritu del
22
Benjamín, 141/9-29
23
JUAN CASIANO, Collatio secunda, 4: PL 49, 528
24
Cf. Benjamín, 141/39-142/9
25
Benjamín, 142/16-21
26
,ube, 37/37-40
8
mundo. Además de eso, el espíritu del mal – que es el propio Demonio – se transforma
a veces en ángel de luz y , bajo capa de virtud, no hace más que sembrar amargura,
discordia, divisiones y calumnias. Esto pasa cuando algunos se dejan atraer por una
ascesis rigurosa y, juzgándose mejores que los demás, empiezan a censurar
abiertamente las faltas de sus prójimos.
A medida que el alma va triunfando de los malos impulsos originados por los
pensamientos, el fruto que se obtiene es el auto-conocimiento. Siendo así, se puede
decir que la discreción es la vía para llegar a la contemplación, dado que por el
conocimiento de sí mismo es como el ser humano llega al conocimiento de Dios. De
hecho, como afirma nuestro místico:
“… por esto mismo José [símbolo de la discreción], es todo hombre que no sólo
aprende a evitar los embustes de los enemigos, sino que además es conducido con
frecuencia al perfecto conocimiento de sí mismo. Y cuanto más se conoce el hombre a
sí mismo, tanto más avanza en el conocimiento de Dios, de quien es imagen y
semejanza. Esta es la razón que explica que, después de José, haya nacido Benjamín;
pues del mismo modo que José representa la discreción, podemos entender igualmente
que Benjamín simboliza la contemplación. Ambos nacieron de una sola madre, y fueron
engendrados por un único padre. 27 De hecho, por la gracia de Dios que ilumina nuestra
razón, nosotros llegamos al perfecto conocimiento de nosotros mismos y de Dios – en la
medida que en esta vida es posible.” 28
Puesto que la discreción ordena y modera los afectos del alma, para que éstos se
transformen en virtudes, debemos concluir que ella también determina la exacta medida
de las acciones humanas, para que éstas no registren ninguna falta, ni por exceso ni por
defecto. Pero esto nos confronta con una nueva cuestión, que es la siguiente: la misma
contemplación, en cuanto ejercicio de caridad perfecta y actividad puramente espiritual,
¿debe ser regulada también por la virtud de la discreción? Nuestro autor responde
negativamente:
27
En la alegoria de Benjamín, Jacob representa a Dios.
28
Benjamín, 142/32-143/4
9
29
,ube, 44/16-24
30
,ube, 11/9-13
31
La actividad humana exterior debe orientarse de modo que no se convierta en un obstáculo para la
contemplación; pero, en rigor, aquella nunca puede ser un medio para alcanzar ésta, pues, como afirma
nuestro desconocido autor inglés: “Todos los medios buenos dependen de la contemplación, y la
contemplación no depende de ningún medio. Por otra parte, tampoco existe ningún medio que pueda
conducir a la contemplación.” (,ube, 39/20-21)
10
contemplación día y noche, sin discreción, creo que nunca se podrá engañar en sus actos
exteriores; pero si no persevera así, juzgo que siempre se equivocará.
Por consiguiente, si yo prestase atención vigilante y perseverante a la actividad
contemplativa de mi alma, dejaría de preocuparme de comer o beber, dormir o hablar, y
de todos los demás actos exteriores. Efectivamente, creo que lo que me haría llegar a la
discreción en estos actos externos sería la indiferencia en relación a ellos, y no la
atención cuidadosa que les dispensara, como si quisiera ponerles límites.” 32
Nuestro autor da también este género de consejos a un discípulo que se siente
atraído por una vida de rigurosa ascesis, y se pregunta cómo podrá discernir, en la
práctica concreta que se deriva de las diferentes situaciones, si lo que más le conviene es
hablar o guardar silencio, ayunar o comer, estar sólo o estar acompañado. La primera
cosa que nuestro místico le recomienda es que, en estas materias, no siga las
inclinaciones de la inteligencia ni de la voluntad. Por tanto, en una primera etapa, el
discípulo deberá someterse humildemente a la oración y a la dirección espiritual de
maestros con experiencia. Después, cuando haya alcanzado el conocimiento de sí
mismo y de sus aspiraciones interiores, podrá prescindir del auxilio de otro. A esa altura
deberá entregarse lo más posible a la contemplación, pues ella es la que le permitirá
orientarse en su comportamiento exterior, sin engañarse en absoluto. Así, su única
ocupación tiene que ser amar a Dios, que se encuentra misteriosamente oculto en medio
de actividades opuestas:
“Escógelo a El – dice el autor inglés –: entonces estarás en silencio aunque
hables, y hablarás cuando guardes silencio; estarás ayunando cuando comes, y
comiendo cuando ayunas; y así sucesivamente respecto a todo lo demás.” 33
En esta fase más avanzada, el discípulo se deja guiar exclusivamente por la
acción de la gracia y por el impulso de amor que le viene de la memoria Dei o recuerdo
de Dios (mind of God):
“Entonces – afirma nuestro autor - , ese mismo impulso de amor que te es dado
sentir será perfectamente capaz de decirte cuándo debes hablar y cuándo debes guardar
silencio. El te guiará sabiamente, en toda tu vida, sin sombra de engaño. Y él te
enseñará místicamente cómo debes comenzar y acabar toda actividad natural con
perfecta discreción. De hecho, por virtud de la gracia, un impulso tal de amor puede
tornarse un hábito y una práctica continua. Y en ese caso, si tienes necesidad de hablar,
32
,ube, 45/2-4
33
Discreción, 114/33-115/4.10-13
11
34
Discreción, 117/23-39
35
,ube, 21/32-34
12
Conclusión
En un mundo tan herido y confuso como el nuestro, las personas tienen cada vez
más dificultad en encontrar criterios que orienten sus vidas. Pero nosotros, monjes y
monjas del siglo XXI, podemos ayudarlas. De hecho, somos herederos de una larga y
riquísima tradición espiritual, que nos revela los medios y los modos de alcanzar la
virtud de la discreción. Por lo tanto, tenemos la posibilidad – y también la obligación
moral – de mostrar a nuestros hermanos y hermanas que viven en el mundo, cómo se
puede llegar a discernir el bien y el mal con seguridad, y cómo se puede encontrar la
justa medida en todas las cosas.
Pero conviene no olvidarse de un aspecto muy importante: según el autor de La
nube del no-saber, nadie puede alcanzar la discreción perfecta, si Dios no le concede el
don de la contemplación. Por consiguiente, es absolutamente esencial que, fieles al ideal
que San Benito nos propone, busquemos a Dios de todo corazón. 36 Sólo así podremos
37
ser sal de la tierra y luz del mundo, y sólo de ese modo podremos llegar a brillar
como luceros en medio de esta generación. 38 En verdad, nunca podremos aspirar a ser
auténticos profetas, si no nos esforzamos por ser, antes que nada y por encima de todo,
¡verdaderos místicos!
36
Cf. Regula Benedicti, 58,7
37
Cf. Mt 5,13-14
38
Cf. Flp 2,15