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Equinoccio nupcial

Un cierto día de equinoccio nupcial, La Luna, siempre hermosa y radiante, le pregunto al Sol
colosal – ¿Qué haces ahí?, – Mirándole fijamente al Sol– En ese sitio tan horrendo.

El Sol, sin comprender y mirando su espacio con duda y preocupación, se dirigió a la Luna –De
qué hablas yo la encuentro bien– respondió el sol malhumorado con su amiga Luna. Mas ella
seguía insistiendo en su error.

La luna necia de encanto se enfadó con el sol por no comprenderla y sin explicarse le dejo de
hablar.

Tres días pasaron y la Luna le grito al Sol lo mismo –Sol entiende, no debes estar ahí, está mal–
esta vez con más fuerza. El Sol enfadado le pidió explicaciones a la Luna, aunque ella titubeo
con fuerza; y ella le confeso a sol el daño que hacía en ese lugar.

Pero qué culpa tenía el sol; ese era su labor, su nicho. Él debía hacer esas cosas y el mundo se
lo agradecía; sin embargo, la luna no entendía que el daño de otros es el bien de aquellos.

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