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Contenido

CUANDO TÚ NO ESTÁS (Poemas 1 a 80).
UN ERROR.
DIEZ ESTIGMAS
COMO UN CANTO DE PAZ.




































CUANDO TÚ NO ESTÁS.



1
Te acercas y hablas.
Tus palabras, tanto esperadas,
sólo son un instante de incienso
inquietando el mito del silencio.

Te alejas sin decir adiós
(tal vez piensas volver)
y tu silencio es un instante
llenando de agitados rumores
las estancias asombradas que respiro.



2
Arrastra el aire tu sombra
dejando polvo de tiempo
en el resol de la tarde
(en secreto airea tu nombre).

Antes de que llegue
ya se hace profunda la noche,
incentivando de arreboles
las siluetas de mis sueños primitivos
(tremola polvo de memoria).



3
No se percibe la línea de lo lejano,
por eso abres la ventana
y no reprimes entregar los labios
a un enigma de proximidades.

La evidencia de los límites
se pronuncia con idolatría:
el perfume que entra por la ventana
unifica de palpables sinrazones
el alegre abrazo de nuestras sombras.



4
No sé si era inevitable.
Desde la intrepidez del otro lado
dibujaste la despedida,
alzando, como una sonrisa,
el pañuelo aquel que te regalé
para enjuagar tu primera lágrima.

Hoy con él dices adiós,
dejándome inmóvil la voluntad,
dejándome embriagado de ausencia
tras el aire que desplaza.

Quedo respirando el recuerdo,
anunciador de un dolor incierto
escapado a nuestro presente,
fabulando espejismos de caricias.



5
Buscando confirmar tu voz
entre paredes sentimentales
destellan palabras níveas.
El enigma de las sombras
se desvela por un momento,
y es como olas de mar
pronunciando desde la lejanía
el susurro poético de tu nombre.
Pido le exactitud del silencio,
y la calina de tu ausencia
surge entre espumas de clarividencia.

No llego a comprender
como convoco tu presencia;
será porque mi pensamiento
es un altar entregado a tu memoria,
o un palomar emotivo,
donde llegan con vuelo de sombras
las lágrimas más frágiles
que conmueven a mis labios.



6
Todo en la estancia insiste
en permanecer mudo
(y yo en ellos buscando
una señal de tus atributos),
atemperado en una sutil claridad.
Sé que hasta el más pequeño objeto
parece vitalizado, decorado
por un hermetismo pensante.
Sé que ninguno ha olvidado su esencia.

En ellos permanezco perviviendo,
inmóvil,
entre las acuarelas del aire
que dan pátina de tiempo,
o en la pretensión de la memoria:
permanecer siempre presente
en los perfiles insinuados de tu cuerpo.




7
Vuelve la soledad pensativa:
Estamos, tu y yo, solos.
Nada, ni el silencio
conversando con nosotros.
Lo más lejano
está en nosotros mismos.

Detenidos en el centro del universo
recreamos a los vientos y sus músicas.
Poseemos la conciencia de nuestros ojos
y llegamos a la hondura de sus sueños.
Traspasamos
la perfección de su horizonte,
tu y yo, solos, aves peregrinas
provocando danzas de sentimientos
haciendo perpetuo al tiempo.
Solos.



8
Nunca sabrás
cuántos pasos mudos he dado
para acercarme a ti.
Ni yo conoceré
la unión de constelaciones
abriendo puertas, en secreto,
para que llegará hasta ti.



9
Esta mañana
he deseado encontrarme contigo,
acaso sentir la evidencia
de no estar solo.
No palpé en tu fotografía
la verdad de tu presencia.
Reconocí tan sólo lo aparente:
lo elemental de los labios
y el brocal abierto de tu mirada.

Ese espejo de papel
desveló aún más tu ausencia,
y el sueño fue descender,
acompañado de un eco doliente,
por escaleras de desasosiego.

De la tarde no sé qué esperar,
acaso resolver la duda polvorienta
que trémula en mi pensamiento:
¿qué impulsa al corazón
a observarte
en su álbum de recuerdos?



10
Compartimos la distancia quieta:
camino en soledad labrada.
Entre nosotros, dos puntos solitarios,
lo más cercano a mi eres tu
en una lejana línea recta de espera.
Y en su paisaje perpetuamos
las huellas de las horas perdidas.
Nada desvela la senda posible.
¿Estará su voluntad encadenada
a un tiempo votivo sin compasión?



11
Tengo la ingrata impresión
de estar sumergido en el pasado,
¿qué es sino este pensar callado
que continuamente me envuelve?,
o quizás, sorprendido,
me detengo,
siempre absorto en tu mirada,
en el umbral prolífico del presente.



12
Reverbera tu ausencia:
¿dónde estás?
El resplandor de la lágrima
palidece al destello de la duda,
evanesciendo el engaño de la lejanía.

De horas que conmueven
se llenan las razones que huyen
buscando los lindes de tu sombra.
¿Para qué preguntar al viento?,
no ocurrirá nada nunca.



13
¿Te acuerdas
de aquel día de otoño?
Todo hacía prever
que los grises y los ocres,
siguiendo imperturbables leyes
consumarían la armonía del tiempo.

¿Te acuerdas
de aquellos caminos de paso lento
frecuentados por sentimientos?
Horas inherentes, todo impasible:
¿sentiste al azar insidioso
jugar con el incognoscible destino?

¿Te acuerdas de aquel día?
En el altar de sus horas
se sacralizó nuestra única mirada.
De sombra no queda nada,
sí una soledad llena de vida,
otro ámbito desconocido
tal vez para las manos
no para la hondura de los ojos.

¿Te acuerdas que aquel día
no necesitamos promesas?
Entonces...
¿por qué dejas que lo lejano
te atraiga al ardid
de remembranzas que golpean
los sueños de otro día de otoño?



14
Dejamos las emociones
en el pórtico pasional
que ilumina la carne.
Dejamos atrás las nieblas espesas
de preguntas y melancolías
aventadas en ceniza de horas.

Dejamos el afilado canto del grillo
y la nostalgia de las flores
embebidas en el musgo de los prados.
Dejamos todo lo accesible,
todos los rastros
atesorados en las manos,
todo lo que las palabras
pueden declarar.

¿Y ahora, tan distante,
desde ese horizonte oxidado,
quieres imaginar cómo los violines
se ríen de la clave de sol
para cautivarte con melodías
amanecidas de recuerdos?

Yo te digo que sus convicciones
se evaden de los pentagramas,
para ensimismarse
en el ritmo de nuestras sombras.
Esas sombras que dejamos
adheridas, pasionalmente, en la piel.


15
Cuántas veces te he buscado
en la pertenencia del recuerdo;
y cuántas veces lo he evadido
(frágil eran sus límites
dejando antiguas apariencias)
para terminar siempre
en una penetrante senda señera:
tú, delante de mí,
añadiendo profundidad a mi soledad.

Quizás no sabía proteger la mirada;
o yo, para ti, era un mañana
equivocado de sendero:
yo recorriéndolos fugitivo de silencios,
tu volviendo de alguna emoción.

Distintas melodías nos acompañan:
sueños sobre un vacío ausente,
sostenido en un hilo de nada.



16
Dunas de soledad
levanta este desierto
huero de realidades.
Indefenso me encuentro
ante el viento que llega
sometiendo las formas
a su pasión voluble.

Todo parece que cambia,
mas permanece la hondura
de tu esencia enigmática
tras cualquier sorpresiva
duna de soledad.

Y juego con el viento,
entre gozos y sombras,
a desnudar paisajes
con las ideas de arena.



17
Decides tú el encuentro.
¿Qué tiene mi presencia?,
¿a qué se debe tu impulso?
Contempla el jardín:
¿no está siempre floreciendo?
Sus soliloquios son profundos
y solitarios como los míos.
Nunca espera un “para siempre”;
reconoce el paso de las estaciones
y la trascendencia de su hollar,
donde permanece, sutil,
el impulso evidente de lo esencial.
¿Qué respondes al sueño,
si miras y a tu alrededor
todo es nuevo y transparente?
No temas encontrar
policromía de sentimientos.



18
Necesito tu sonrisa:
su lenguaje de esperanza
traduciendo la danza de los ojos.
No la ocultes más
tras una máscara de nostalgia
(¿tiene caducidad?),
ni esperes, posponiendo
el rictus alegre de tus labios,
cualquier incidente de la vida
para sorprender a las nubes,
y negar la evidencia
de que conversan con la alegría
en los templos polvorientos del aire.
Y tu mano tañera la música
que dialogan tus labios y tus ojos:
¿no te llenas así de sonrisas?



19
Somos marionetas
del verso de la noche,
arrastradas a su ritmo
caprichoso de lunas.
Quizás la soledad
es una imaginación
desvelada por las sombras,
huyendo del crepúsculo
para danzar en las entrañas
versificadas de la noche.



20
Derramas tu mirada amanecida
y es murmullo de olas
elidiendo inocentes melancolías,
o quizás perfume de alas apacibles
jugando en el desierto del viento.

Así me dejo arrastrar sumiso
hasta el límite de la claridad,
donde las sombras ordenan
y templan el escaparate del mundo
ocultando el vértigo del instante.

Después se confirma el sueño;
sin necesidad de redimir imágenes
encontramos la sonrisa de las manos
y el temblor ardoroso de los labios.

Una vez más oímos cercano
el alegre tañer del viento
en el eco negado al silencio.
¿Qué suspiro meditado
perdura más que un atardecer
sumergido en el día de San Juan?

Y los ojos dibujan misterios,
y los corazones pintan alegrías
con luces y sombras de los sentidos.



21
Alguien nos llama,
necesita de nosotros.
Escuchamos su voz
y buscamos la fuente
de donde brota.
Si nos alejamos
se ahoga en nuestro espacio.
Entonces gritamos
para dar vida al silencio.

De nuevo nos llama.
A veces, un poco de esa voz,
renueva en mí el deseo
de escucharte en silencio.
¿No te sucede lo mismo?
Escuchamos su voz:
es la palabra viva de los ojos.



22
El libro de poemas,
donde el tiempo pierde sus horas,
nos muestra sus hojas blancas.
Callados, leemos nuestros olvidos.
Pasa el pálpito de algún recuerdo,
hay alas que titilan al oído.
En el espejo abierto de las hojas
impresos jeroglíficos ubérrimos
donde la eternidad espera.
Y luego cerrar los ojos,
y sentir la inquietud del corazón,
la melodía concertante
de nuestros monólogos.




23
Ha llovido.
El agua permanece en charcos
donde las estrellas danzan
jugando a ser pez.
Hacia ellas tiendes tu mano
buscando su secreta serenidad.
Y haces temblar el espejo del cielo.

Cuántas veces
me ha sorprendido tu mano
inquiriendo signos de estrellas
en mis párpados humedecidos,
y la he sentido plena
como unción de bienaventuranza.

Y así es la entrega de la caricia:
reposo encantado de los ojos,
contemplación para los labios,
esencia instintiva del sentimiento,
admiración de los sentidos.

Así la caricia que palpa y despierta;
así la caricia que bendice lágrimas;
así la caricia que escucha y habla.
Que da ritmo a los silencios;
que une lo íntimo a lo lejano;
que duerme en nuestros sueños...

...y permanece en el juego
puro y ancestral de las estrellas.



24
En la noche
bajo una luna de verano
nos asombramos de nuestras sombras.
Nos acompañan
los cantos silenciosos del mundo.
Movemos las manos
y nuestras sombras danzan
en impresiones de olas grises.

Nos abrazamos,
y hacemos que la luz de luna
despliegue sus velas albas
meciéndose en un mar de sombras.
Y encontramos en el camino
la canción caída de mil luminarias.



25
Esperamos alguna evidencia,
o un astro que nos guiara.
Creímos en el camino de los recuerdos.
Cuando uno pierde la ruta
¿cómo devolver lo que encuentra?
Guardamos cartas y fotos
y de ellos no sacamos la vida;
su exordio sólo es el fin de un tiempo;
es jugar a sentir
el regreso de hipotéticas esperanzas:
¿No es mejor abandonarse,
contemplar sin pasión lo que se deja,
y confiar
en que la prodiga melancolía,
cualquier día nos la devuelva?

Siempre nos queda el espejo
para descubrir el laberinto
creado por la mirada.


26
Que tu vida abre mi mundo
siempre lo predicas,
pero nunca muestras la llave.
¿Acaso no sabes
que al mundo
lo inventamos los dos?:
ese mundo inefable para los demás, donde los sentimientos se contradicen,
donde el canto del pensamiento
es una brizna de hierba
en el caprichoso oleaje del viento,
donde la vida con obstinada pereza
adiestra nuestra memoria.



27
Y el corazón dormido,
como la semilla otoñal.
Parece que el invierno
no ha cerrado sus frías puertas:
nos fatiga el esfuerzo diario
de dar color a lo cotidiano.

La tierra está llena de voces
esperando ser eco de esperanza
que socaven los horizontes.
Nuestros ensueños son semillas
durmiendo en la ebriedad
escondida de la luz:
sólo por estar juntos
soportan este tejido de nocturnidades.


28
Los días se suceden sin inquietudes,
con la sutileza de las hojas
brotando en el deseo de las ramas.
¿Horas indiferentes?
Aguarda la boca besos
recitados por otros labios;
pero el corazón se enreda
en quehaceres impasibles.
Entonces, tras cada suspiro,
aparecen la duda y el miedo
como vaporoso espejo
de lo que no palpita.
¿Y qué? Es un tiempo sin olvido
para la abstracción del sentimiento.
Nada se purifica
en este fuego de ansias;
todo permanece muriendo,
poco a poco,
entre suspiros que expande el aire.
En cualquier esquina te encontraré.



29
Desde la imagen del sueño
te veo feliz: eres amanecer,
instantánea del mundo que persigo.
¿Cómo dejar de ser apariencia?,
¿qué vencer para ser onda y espuma?
Dejar de ser céfiro repentino,
alejar la melancolía mórbida,
para que nuestro destino
no sea efímero estremecimiento.




30
Inútilmente buscamos un canto
de los hombres para nosotros.
Encontramos:
alucinaciones de sentimientos,
fuentes vanidosas del dolor
y de la alegría fatua e inasible,
versos de lunas egoístas,
palabras llenas de silencios ajenos,
paisajes mudados de vulgares cielos.

Es mejor que inventemos todo.
Sea el ruiseñor del silencio
quién ordene las músicas del viento.
De su rumor nuestros pasos danzaran
misteriosas melodías, concebidas
en la verdad detenida en el espacio
donde respiran los corazones.

Después...tú, yo,
fluyendo a espacios encantados
donde trenzaremos con bailes
los cabellos del viento.



31
Nada descubre un ramo de rosas:
un instante inmóvil de aroma,
destinado a ampliar el rumor
del abrazo que aguarda
para troquelarte
a semejanza de mi cuerpo.



32
Para que mirar el tiempo del reloj
si la ausencia se clava como espina,
hunde su vértice
buscando la profundidad
del verbo de tu presencia en la carne,
para azotar con ebriedad doliente
la membrana descarnada de la tristeza.
No será el tiempo
quien absorba mi voluntad,
sino la lucha
por no dejar huir el aroma de tus labios.



33
Rimando besos y besos, con labios
humedecidos en el ritmo lunar,
conjuramos los cantos de las olas
y los pronombres de las espumas
buscados en nuestros abrazos.

Y luego las luciérnagas del viento
se aposentarán en la piel
embebiendo los rincones del deseo.
Del mar, prímulas olvidadas
engalanaran las cinturas
acariciadas con manos de luna.

Todo será fragmentos, menos nosotros,
justificando la unidad inocente
proclamada por la sonrisa del día.

Nada es igual a otro momento;
dejaremos el asombro de lo fugaz
creando mosaicos de maravillas:
turbación anónima para los cuerpos.

Los besos, rimando deseos,
sólo serán acento de palabras silentes,
que como trapecistas del firmamento
iremos despojando al enigma del aire.
Por un instante nos alejaremos
de la frontera de los epitafios,
y olvidaremos que todo nacimiento
es el preludio agónico de un adiós.



34
Vagabundo de atardeceres
recorriendo caminos en niebla.
Así me encuentro
cuando te busco
en la sombra iluminada
de una lágrima.

Siempre cerca de mí mismo,
junto al olor de la noche.

Certezas que parecen humo,
equivocaciones dadas en miel.
Sólo responde lo perdido,
como grito de gaviotas
alabando el azar de las tormentas.

En cualquier recodo del horizonte
espera la habanera de tus ojos.



35
No hay más luna
que ésta que nos ilumina,
¿para qué recordar otras noches?

Sólo las miradas son senderos
para mantener encendidos
los horizontes de nuestros pechos.
Lo demás son murmullos
pavimentando sentimientos.

No dejemos que los corazones
canten con lenguaje extraño,
proyectado por halos
somnolientos y diferentes.
¿No son tus noches mis noches?,
¿y el sueño de nuestros labios
la metamorfosis del deseo?

No hay más luna
que ésta que ilumina hoy
el candor y la inocencia del beso.



36
Era tan hermoso encontrarte,
pasar el horizonte de los suspiros,
llegar ante la sombra luminosa
donde reposa tu sonora soledad
y renacer al milagro de la alegría.

Era tan hermoso encontrarte
como si estuvieras esperándome
para desvelar los misterios
ofrecidos por un cielo encantado:

era palpitar con el pulso del destino,
transitar en el sereno sortilegio
del instante melancólico,
aventurarse en la luz sin paisajes,
construir estrellas sin sombras ni dudas,
sentir la ola que agita al mundo...

Era tan hermoso encontrarte.

No hagas dudar al futuro
porque puede ser imperfecto,
y una lágrima puede vivir
aletargada pero nunca olvidada.
Ni dudes cuando te alejas,
porque en la presencia alargada
de la espalda (más lejanía)
está la profundidad ciega
de la fanática indiferencia.
Detrás de ti te soy ajeno.

Encontrarte, enfrentarte,
es alcanzar lo inefable
del presente tenaz y huidizo,
para transcribirlo en la memoria
indestructible de la quimera
que alimenta al tiempo.



37
Mis labios dibujan tu nombre
para que descubras su idea muda:
en la ciudadela de tu corazón
levantar al vuelo palomas de luz.
Así sobreviven mis sueños.



38
Abres las manos
y me parecen alas de ángel
dispuestas a compartir su soledad.
Espero anhelante su vuelo:
traen fragancia de sentimientos.

Me dejas herida la mirada:
las lágrimas
recitarán el júbilo del silencio,
y la eternidad de su agua
se deslizará, exuberante,
hasta el insomne secreto del corazón,
para atravesar
la miscelánea de sendas,
trocadas en sombras esbozadas
por la épica del tiempo.

Detrás,
tus labios sin distancia:
parábolas abiertas de tus manos.




39
Nacemos, para huir, cada mañana,
y huyendo encontramos la noche.
Tal vez el corazón sea brújula,
o la única realidad
por la que no paramos.

Ahora viajamos juntos
por esenciales mares de silencio,
interpretando el ritmo de las olas
dejadas atrás por nosotros.

Te doy y me quitas,
me das y lo tomo:
siempre creyendo en frutos posibles.
Cuántas islas han surgido
en pensamientos de futuros.
Pero huimos a ciegas,
tentados por amaneceres,
y el corazón se niega a permanecer
iluminando tormentas de olvidos.



40
Déjame regresar
sin empeñarme en tu cintura.
Déjame regresar
desprendido del deseo revelado.
Déjame regresar
aunque sea mercader de desengaño
recordándote el último oasis del beso.
Nada es más lejano
que tu cercana indiferencia.
Entre tú y yo sólo tiempo indefinido



41
Este jardín deseante
se llena con flores de ausencia.
Sería capaz de reconocerlas
y darles su único nombre:
todas las engendro yo.

Atravieso espacios con la mirada
y nada ahoga su llamada.
Impulsado al espejo del recuerdo
indago tras el azogue de los ojos;
encuentro linfa penitencial
donde el alma baña tristezas:
en mi piel un cementerio de flores.



42
Dejaste una última duda congelada
sobre mis párpados abrasados
por alfileres de lágrimas.

¿Qué esperabas de tus palabras?
No pueden conjurar lo que tu esperas,
y el silencio es intenso fuego
acerando la humildad de la voz.

¿Cómo descubrir lo que escondes?
Quieres purificarme con la derrota,
y te atormentas por no acariciarme:
insidiosa lucha, filigrana del dolor.
¿Hemos olvidado la ceremonia lenitiva
sacralizada por las manos?
43
Tengo los ojos encadenados
a la medida que nos separa.
La distancia es rumor de ansias,
un abismo desvelado de desconsuelos,
siempre venero de secretas inquietudes
manando hacia el oleaje del tiempo.

La distancia tiene voz, tiene silencio;
la recorren palomas enigmáticas
con mensajes de reprimida violencia,
o gestos de tentadores dulzores,
llevan el ruego ardiente de unos labios
o el asfixiante grito doliente del alma.

Detrás de la distancia nace el mundo,
empieza el vacío entre tú y yo.
Detrás de la distancia está la lejanía,
donde nada se encuentra,
donde nada tiene nombre,
donde los secretos son propiedad
y las palabras espuelas de límites.

Entre tú y yo la distancia,
la senda donde buscar
el gozo de la libertad inocente.
Es verdad: la distancia encadena:
los ojos duelen de mirar,
el corazón compulsa nuevos ritmos,
y la memoria rastrea el futuro.

Nuestra distancia es hipótesis
de presente,
donde la ausencia es horizonte,
donde se conjuran los elementos
para crear tentaciones y deseos
buscando por las aristas de los sueños.

Detrás de la distancia no hay nada
(tal vez brasas de rencor
entre cenizas de ocultos abandonos).



44
Porque tú estás
se despliega el tiempo
y el futuro es reconocible:
la eternidad es anterior.
Porque tú me miras
son insomnes las estrellas
y su nostalgia se despierta:
abreva el cielo en nuestra memoria.

Porque tú me abrazas
peregrinan nebulosas eferentes
en la hondura deseante de los labios:
luminiscencias ardientes del beso.



45
El ojo de la noche nos espera
para soñar su luz en nuestra piel.

Se acercan nuestras sombras
(tienen recuerdos de futuro),
se apresuran los labios a entregarse,
a licuar agrios pasos de ausencia.
Son besos entregados a remembranzas.

Quebramos espacios solitarios
para darles formas de mil fuegos.
Iluminarán paisajes del alma.
Y un instante se hace eternidad.

Es el lenguaje atávico susurrado
en la noche por dos sombras.
Sus palabras son sólo nuestras,
perfumando los livianos ensueños
de nuestra única silueta.



46
Tengo el deseo de tenderme,
esperar el paso del horizonte
aletargándome en una imagen:
la alegría de tu rostro indeleble.

Que así me encuentres,
absorta la mirada
en el manuscrito de las nubes,
y el pensamiento ensoñando
en el regazo de la felicidad.



47
Dejo todo lo que siento.
Doy un salto al sueño
encapotando la tristeza.
Es fugaz lo que nace.
Nada te perpetua.



48
Consuelo de mis manos
son crearte en un aire vacío,
consumando el hierático trueno
que tributa tu recuerdo.
¿Traerá lluvia de besos?



49
Soledad del deseo:
eufonía del silencio
donde germina la pasión.

Sólo soy sombra
sedienta de resplandores.
No alimentes tus ojos
con las frutas de la noche,
porque en ellos inquiero
la plegaria de la luz.
Con ella germina toda flor.



50
Por un instante,
la brevedad de un parpadeo,
me cautiva
el baile de tus palabras.
Tan sólo por mirarte a los ojos.

Después...
el silencio me dijo más,
como el atractivo verbo
de las flores pequeñas:
el instante de lo eterno.



51
Tanto tiempo juntos
y desconocemos nuestro destino;
tanto tiempo asidos
que todavía no nos tenemos;
tanto tiempo alejados
que olvidamos por qué encontrarnos.



52
Y entre saltos de memoria
contra lo imposible:
asir los límites de tu sombra.
Ya vendrá
la muerte de la duda
acompañada de tu sonrisa.



53
Paseo por galerías luminiscentes
de la memoria dolorida.
Son horas indolentes.
No espero descubrir tu huella,
tan sólo perseguir tu sombra.



54
Este arrullo del misterio,
este axioma del silencio,
este diálogo de lluvia,
este color de tus ojos:
dulces letanías del beso.
No me niegues tu regreso.




55
Un lamento lejano
llena el viento de espinas.

Recortaré la imagen del corazón
para arrostrar la soledad
antes de que se claven en mis sueños.



56
No siempre los mediodías
son dulces de abril;
ni la ausencia de caricias
es llama de hálito negro.

Para que buscar,
(en un cíngulo de tiempo)
el instante que señala el infinito,
entre campanas de albas y ocasos,
si después miramos a otro lado.

Hoy los colores del tiempo
sobresaltan
el prólogo de tu asombro:
buscas
en el envés de la duda
(encontrarás el epílogo
de palabras mudas).

Me dijiste ayer:
“¿Por qué la luz de otoño
tiene que traer brumas melancólicas?”;
“¿tienen que volar los sueños
en alas de las golondrinas?”;
“¿el aire no abraza más
para danzar
con la candidez de las hojas
en una tierra entregada, dispuesta?”.

Recogeremos hojas secas
como recogimos la belleza de las flores.
Y nuestros vientres engranados
olvidarán el rencor de tanto ruego:
horas crucificadas en grises absurdos.




57
De nuevo me habla
el silencio de las horas.
Recojo la lluvia que lloro,
siluetas tibias del pensamiento,
ternura cristalizada de nubes
en el ámbar de tu ausencia...
Nada es corazón.



58
Eres ángel de mi soledad,
espejo del espectro insidioso
vagando en las calles del pensamiento:
sonrisa sumisa que te ensueña.



59
Te llevo dentro de mis lágrimas.
No sé si ellas engendran el deseo,
o son mis ojos los que buscan
retener la tersura húmeda de tu piel.

A veces encuentro en la soledad
el reflejo del remanso compasivo
inundando mis ojos con la savia
donde enraíza la sangre de las estrellas
(lágrimas hurtadas por la luna).

A veces lloro de rabia profunda
tan sólo por tenerte cerca,
por sentirte iridiscente
en el musgo inocente de mis pestañas.

A veces te llevo dentro.
No pido indulto por mi llanto.



60
Solo. El eco de tu voz:
palabras petrificadas:
las del ensueño configurado,
las del día naciente,
las del canto del beso,
las del refugio del silencio.
Solo: solo: solo.



61
Si propongo un cielo
se desvela en un gris inicuo.
Deterioro del pensamiento
devanando el eco
que interpreta a tu cuerpo
62
Nunca dejarás de ser un misterio,
por más que me entregues tu intimidad,
aun descifrando el poema de tu infancia,
aun proclamando a voces tus silencios,
o acompases con versos tu futuro,
o desveles tus lágrimas sin ojos.
Nada me es más conocido que tu:
metáfora absurda de tu misterio.



63
Acabo de mirarte
con el temor palpitante
de la mirada
que no quiere alejarse.
(¿Tiene perfume la luz?).
Se demoran mis ojos en signos,
y adivinan en la luz la duda
que dejará tu espacio vacío.
Imágenes furtivas
realzan de irrealidad la noche.



64
He presentido otros tiempos:
hermosos y prometedores.

Hoy me conformo con descubrir
el fingimiento del destino:
su broma insoportable
de llenar la soledad con nada.

Hoy me conformo con esforzarme
en colorear las siluetas bulliciosas
con cristales de horizonte.

Hoy me conformo,
sin recelo,
en que tome mi mano tu mano.



65
Ahora es difícil explicarte
la respiración de una caricia.
Parte de mi mano
para ser metamorfosis de un sueño,
llevándome a mudanzas
desvelantes del fuego de mi corazón.



66
Cuántas veces tenemos miedo
de estar juntos
y ser un solo reflejo
en los fulgores de cualquier flor.
Compartimos las miradas
y su extraña costumbre:
buscar sombras en la noche.
Compartimos los asombros
de la generosidad de la piel;
pero urdimos temores
que callan el eco de la memoria.



67
En la soledad (hora sonámbula)
cualquier canto nocturno
golpea la cicatriz somnoliente
del emplumado deseo.
Después notas de desencanto
nombran tu ausencia:
Suena un violín de cristal
desde la hondura del sueño.



68
No me encapricho
con el azar de las palabras:
te busco en el silencio,
Jardín...semilla...flor.
Infancia de la sonrisa
jugando en el anfiteatro azul
de una hoja de pensamiento.



69
Te siento como una ola,
enfurecida arrastras mis sombras,
y cuando te alejas
me dejas humedecido en dudas
por un mosaico lascivo de espumas.
70
Debo buscar en el códice del tiempo
la invasión de nuestro encuentro.
¿Fue por ángeles de silencio,
o un relámpago deambulante
conjurando la ausencia de su trueno?



71
Deseo verte nacer
en el espejo que te desmiente.
Deseo ignorarte
en una lejanía iridiscente.
Deseo sentirte aquí:
en el aroma de mis lágrimas
festejando tanto deseo.



72
Aquí estoy
hastiado de este sol
en la hora
en que se apodera de toda sombra.
Conspiran las cicatrices
que me has dejado en el alma.
Quiero recordar el deseo
y se escarcha en el reflejo del labio.
Alguna noche la luz te dirá
lo que ha visto en mis sombras.



73
Este bordoneo en las cuerdas del alma
arrasa el rumor de la vida.
En el oasis de algún viento
encontraré la argucia del canto
para ser otra vez luz.



74
Tengo alas de violín
y un dolor extenso
como las escalas del piano.
Tengo música que crepita
como olas contra cantiles.
Todo es pizzicato de fugas redoblando
ante la sorpresa de la soledad.
Tal vez la última nota
llegue en tus manos
danzando un vals lento.



75
Criptográficas son tus ausencias:
labrantío de mis lágrimas
nacidas en el dédalo rutinario,
donde tu rostro incierto
es máscara de minotauro.



76
Sé que algo escondes
en el embrujado pliegue de los labios.
Sé que algo me aguarda
en esa frontera de besos.
¡Ah, si no hubiera bebido
de sus atractivos interrogantes!



77
Tantas veces el perdón dice nada,
parece maldecir
la inocencia de la palabra.

Yo prefiero la espontaneidad
del silencio, sin pretensiones medidas
ni excusas meditadas,
y descifrar la sinceridad del gesto,
nacido como lágrima de prímula,
alejando resquicios de rencor.

Caricias, besos, son sarpullidos
de neuronas obsesivas
estigmatizando
el pensamiento votivo del perdón.



78
Solo,
queriendo compartir
el equipaje del día,
latiendo por la sed lejana
prendida al soplo
de mis pasos fatigados.
¿A dónde voy?



79
Puedo pensar
que eres la raíz del centro,
el mágico brillo que aviva la luz,
la presencia que adorna mis triunfos,
la nostalgia de Dios por el color,
o un ángel sin espalda.
Puedo pensarlo
pero tan sólo sería
un reflejo ritual
arrojado por tu idea.



80
Hay aromas de luna y miel
en la senda que te trae a mí.
Los ojos son brasas de nieve
despertando la agónica locura
de un corazón sorprendido.

Estás en la hondura del sueño,
y tu voz es embajadora de tu silueta.
Soy trapecista en la excitante
ingravidez de los pasos que faltan.

En el aire, medusas fosforescentes
sorben las últimas sospechas.
Detrás, fantasmas de olvido
agonizan
incentivando su inexistencia.

Mis manos altivas son escriño
para nuestras lágrimas melifluas.
La distancia rejuvenece,
distiende sus tendones de ansiedad:
crea un espacio barroco
para atrapar al tiempo,
y exprimirlo en humo de caricias.

Con cada paso
recogemos el ovillo del laberinto
donde farfullan los pensamientos.
Regresan las melodías
nunca cantadas.
Es la inercia del encuentro
abandonándose al proyecto
de unas manos y unos labios.

Juntos nada nos es ajeno,
¡y hay tanto para descubrir
tras cada estremecimiento!
Juntos hollamos
los utópicos jardines de la razón:
purificamos sombras huidizas
y la alevosía de la soledad.

Entrelazados los cuerpos
construimos pompas poéticas
para deleitar a la luna.
Se cierran los estigmas nostálgicos,
se fugan las heridas del futuro.

Y escribimos un adiós al crepúsculo
con amapolas violentas del corazón.
El alba permanecerá en el beso:
siempre ombligo de la memoria
en nuestro presente apodíctico.
Y las manos levantarán el infinito.









UN ERROR.

-Te quiero-dije.
-...- (sorprendida, callada).
-Te quiero- repetí.
-Te quiero- dijiste.
-Te quiero, te quiero...
-Te quiero- dijiste.
-...- (quedé en silencio).

(El primer te quiero salió del corazón;
el segundo fue una equivocación;
los demás te quiero fueron ilusión;
el último...como una oración.
Pero ya no había remedio
llegó la evanescente desilusión).

DIEZ ESTIGMAS


Cuando nombre tu sueño
veré con el color de tus ojos.


Estibando sueños pasé la noche
desvelado por el hueco de tu almohada.


Con el vals de tu cintura
abrazo tu presencia huidiza.


Esta memoria festeja lo ficticio:
fetiche de tu imagen.


Guardo tus palabras
y caigo en la hondura
de tu silencio draconiano.


Tras tus pasos perdidos
encuentro el jardín de mis flores,
todas con el color unívoco
de la umbría del corazón.


Súbito es siempre tu último adiós,
como cita de la muerte a su hora.


Escribo porque no estás aquí,
y arrojado a una necrópolis cenestésica
recorro los epitafios de mi soledad.


Creo en las telarañas
del sentimiento.
Llenan los espacios vacíos
para atrapar promesas
de felicidad.


Te entrego un espejo
con azogue de esquirlas rencorosas.
Rómpelo, como un silencio,
con el canto de una caricia.


COMO UN CANTO DE PAZ.




Presentía el destino
pero lo desconocía.
Presentía, en larga espera,
nuestro encuentro.
Todos los días acababan
como el adiós en un andén.
Las noches aparecían
arreadas por corceles perezosos.
Eran los espacios un largo vacío,
siempre desnudos de tu sombra;
todas las sendas se abrían al sueño
y desaparecían
en un aire espeso de dudas.
Constantemente había dos orillas
para un solo llanto,
y una playa de blancura,
para un solo canto,
donde siluetas de olas
refrescaban el ansía de tu presencia.

Y en la espera impaciente,
vigilia de todos los sentidos,
reconocí el germen del nuevo tiempo
en el palpitar del sol y la luna.
Cantos de luces doradas y plateadas
invadían los dominios del corazón.

Lo más cercano eran figuras lejanas,
y tu...
en una lejanía próxima.
Y el destino cumplió
su conjuro concéntrico.
Reconocí en tus ojos frente a mi
el espacio donde reina el amor.
Nuestras manos, sin darnos cuenta,
fueron un pensamiento
creando imágenes ensoñadas, vividas,
de repente, en el paisaje del alma:

En un ingrávido lago,
sobre el gran nenúfar perfumado,
entregamos palabras, suspiros, labios...
Y en el espacio personal
los astros dieron forma
a nuestro único cuerpo,
y aromas selectos de silencio
nos fueron servidos por Afrodita
en la copa de un solo ensueño.
Descubrimos en un instante
el inexorable ritmo del amor.



Y.… ¿quién podrá alejarse
del despertar?
No somos príncipes de cuentos,
tan sólo hombres
caminando a ciegas en círculos:
breves pasos hacia nada,
quietos en la tristeza de la mirada.
Todas nuestras inocencias
se han devorado unas a otras.
Es el eco del recuerdo ignorando
la solemnidad de nuestro destino:
estamos solos
como el canto de la paz
en un abismo sin fondo.

Esto no impide
cerrar mis ojos
para adorar el sueño
renovador
de un solo corazón enamorado.





CUANDO TÚ NO ESTÁS…

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