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Entre las muchas intoxicaciones que le interesaban concretamente a Haldane figuraba la

intoxicación con nitrógeno. Por razones que aún no están del todo claras, a profundidades
superiores a unos treinta metros, el nitrógeno se convierte en un poderoso embriagante.

Bajo sus efectos, sabemos que ha habido buceadores que han ofrecido sus tubos de respiración a
los peces que pasaban a su lado o que han decidido hacer un alto para fumarse un cigarrillo.
También producía extraños cambios de humor.

Los humanos, como todos los mamíferos, generamos mucho calor. Pero, como casi no tenemos
pelo no lo retenemos. Incluso con un tiempo muy benigno, la mitad de las calorías que
consumimos son para mantener el cuerpo caliente.

de los 10.000 millones de billones o así que se cree que existen ahí fuera, así que difícilmente
pueden pretender hablar los humanos con autoridad sobre el asunto; pero parece ser que para
conseguir un planeta adecuado para la vida, tienes que tener muchísima suerte y, cuanto más
avanzada sea la vida, más suerte has de tener.

Un excelente emplazamiento. Estamos, en un grado casi sobrenatural, a la distancia exacta del


tipo exacto de estrella, una lo suficientemente grande para irradiar muchísima energía, pero no
tan grande como para que se consuma enseguida. Es una peculiaridad de la física que, cuanto más
grande es una estrella, más rápido se consume. Si nuestro Sol hubiese sido 10 veces mayor, se
habría consumido al cabo de 10 millones de años en vez de 10.000 millones[23], y nosotros no
estaríamos ahora aquí. También somos afortunados por orbitar donde lo hacemos. Si nos
hubiésemos acercado más en nuestra órbita, todo se habría evaporado en la Tierra. Si nos
hubiésemos alejado, todo se habría congelado.

la Tierra habría sido inhabitable si hubiese estado sólo un 15 % más alejada del Sol o un 5 % más
cerca.

Sin embargo, el simple hecho de hallarse a la distancia correcta del Sol no puede ser toda la
historia porque, si así fuese, la Luna sería un hermoso lugar cubierto de árboles, algo que
claramente no es. Para eso tiene que haber algo más.

El tipo de planeta adecuado. sin todo ese magma girando debajo de nosotros, no estaríamos aquí
ahora. nuestro animado interior creó las emanaciones de gas que ayudaron a formar una
atmósfera y nos proporcionaron el campo magnético que nos protege de la radiación cósmica. Nos
dio también la tectónica de placas, que renueva y agita sin cesar la superficie. Si la Tierra fuese
perfectamente lisa, estaría cubierta por completo de agua hasta una profundidad de cuatro
kilómetros. Podría existir vida en ese océano solitario, pero desde luego no habría fútbol. Además
de tener un benéfico interior, tenemos también los elementos adecuados en las proporciones
correctas. Estamos hechos de la materia apropiada, en el sentido más literal.

Somos un planeta gemelo. Sin la influencia estabilizadora de la Luna, la Tierra se bambolearía


como una peonza al perder impulso, con quién sabe qué consecuencias para el clima y la
meteorología. El influjo gravitatorio estabilizador de la Luna hace que la Tierra gire a la velocidad
justa y en el ángulo justo para aportar el tipo de estabilidad necesario para un largo desarrollo con
éxito de la vida. Eso no perdurará siempre. La Luna se está librando de nuestras garras a un ritmo
de cuatro centímetros por año. En otros 2.000 millones de años se habrá alejado tanto que no nos
mantendrá equilibrados y tendremos que encontrar alguna otra solución.

hace unos 4.400 millones de años un objeto del tamaño de Marte impactó en la Tierra haciendo
estallar y desprenderse material suficiente para que se creara a partir de él la Luna. Fue para
nosotros una cosa magnífica… sobre todo por haber sucedido hace tantísimo.

El cronometraje. El universo es un lugar asombrosamente voluble y lleno de acontecimientos. Y


nuestra existencia en él es un milagro. Si no se hubiese producido una larga serie de
acontecimientos inconcebiblemente compleja, que se remonta a unos 4.400 millones de años
atrás, de un modo determinado y en momentos determinados (si, por atenernos sólo a un
ejemplo evidente, los dinosaurios no hubiesen sido aniquilados por un meteorito en el momento
en que lo fueron), tú podrías muy bien ser unos cuantos centímetros más alto, tener rabo y
bigotes como los de los gatos y estar leyendo esto en una madriguera.

De cada 200 átomos de nuestro organismo, 126 son de hidrógeno, 51 de oxígeno y sólo 19 de
carbono. Hay otros elementos decisivos no para crear la vida sino para mantenerla. Necesitamos
hierro para fabricar hemoglobina, sin la cual moriríamos. El cobalto es necesario para la formación
de vitamina B12. El potasio y una pizca de sodio son literalmente buenos para los nervios. El
molibdeno, el manganeso y el vanadio ayudan a mantener las enzimas ronroneando. El zinc
(bendito sea) oxida el alcohol.

Hemos evolucionado para utilizar o tolerar estas cosas (difícilmente estaríamos aquí si no). Pero
vivimos en reducidos márgenes de aceptación. El selenio es vital para los seres humanos, pero, si
nos excedemos sólo un poquito en la cantidad, será lo último que hagamos. El grado en que los
organismos necesitan o toleran determinados elementos es una reliquia de su evolución. El
ganado ovino y vacuno pasta hoy junto, pero tienen en realidad necesidades muy distintas por lo
que se refiere a los minerales. El ganado vacuno moderno necesita muchísimo cobre porque
evolucionó en zonas de Europa y de África donde era abundante. El ganado ovino evolucionó, por
su parte, en zonas de Asia Menor pobres en cobre. Nuestra tolerancia a los elementos es, por
norma, y no tiene nada de extraño, directamente proporcional a su abundancia en la corteza
terrestre. Hemos evolucionado para esperar, y en algunos casos realmente necesitar, las pequeñas
cantidades de elementos raros que se acumulan en la carne o la fibra que ingerimos. Pero, sí
elevamos las dosis, en algunos casos en una cuantía mínima, podemos cruzar muy pronto el
umbral. Buena parte de esto se conoce bastante mal. Nadie sabe, por ejemplo, si una pequeña
cantidad de arsénico es necesaria para nuestro bienestar o no. Algunas autoridades en la materia
dicen que sí. Otras que no. Lo único cierto es que si tomamos demasiado nos matara.

Cuando los elementos no aparecen de forma natural, no hemos adquirido en el proceso evolutivo
tolerancia a ellos, por lo que suelen ser sumamente tóxicos para nuestro organismo, como en el
caso del plutonio. Nuestra tolerancia al plutonio es cero: no existe ningún nivel al que no haga que
quieras tumbarte.

Hemos hecho un largo camino con el fin de exponer lo siguiente: que la Tierra parezca tan
prodigiosamente acogedora se debe en gran parte a que evolucionamos para ir adaptándonos a
sus condiciones. De lo que nos maravillamos no es de que sea adecuada para la vida, sino de que
sea adecuada para nuestra vida… Y no es muy sorprendente, en realidad. Puede que muchas cosas
que la hacen tan espléndida para nosotros (un Sol bien proporcionado, una Luna que la adora, un
carbono sociable, una cantidad adecuada de magma fundido y todo lo demás) nos parezcan
espléndidas sólo porque nacimos para contar con ellas. Nadie puede saberlo exactamente.

Ni siquiera podríamos ofrecerles alimentos, porque todos contienen rastros de manganeso,


selenio, zinc y otras partículas elementales algunas de las cuales serían venenosas para ellos. La
Tierra quizá no les pareciese un lugar tan maravilloso y agradable.

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