Anthony Stevens
-LECTURAS RECOMENDADAS
Berry, Pat (comp), Fathers and Mothers: Five Papers om the Archetypa
Backgronnd of Family Prychology. ana
Bowlby, John, Vinculos afectivos. Formacién, desarrollo y pérdida
“Fordham, Michael, Children as Individuals.
FHlarding, M. Esther, The Parental Image.
FHlutt, Corinne, Males and Females
Fung, CG, The Development of the Personality (OC, vol. 17)
sls aspects psicligicos del arquetipo des madres, en Argntipos
€ inconsciente colectivo.
, The Psychology of the Child Arebetype (en OC, vol 9, 1).
TT The Saeshotls ofthe Ratbone Di of i al
06, vol. 4) ij Pt
Nes Enh Tbe Cid
Sicer Anny he Dyan of Graton
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EN Perore.
Capitulo seis
TRANSICION A LA ADOLESCENCIA
EL PROGRAMA ARQUETIPICO
Las tareas que todos debemos acometer en nuestra adolesce
son realmente formidables: para dejar el hogar, ganarse la vida,
acraer (y conservar) a un compafiero o compafiera sexual y fundar
“Finalmente una familia propia, es preciso desatar los vinculos que
unen a Ios padres, prepararse para eercer un trabajo y encontralo,
completar el desarrollo sexual, adquirir una persona adecuada y lo-
grar_la seguridad y la autoestima suficientes como. para mantener
tuna posicidn digna en la sociedad.
EI programa arquetipico responsable de_esta compleja trans-
formacién del nifio en adulto puede resumirse en cuatro epigrafes:
(1) la atenuacién del vinculo parental; (2) la lucha generacional; (3)
la activaci6n del sistema afectivo sexual, y (4) la iniciacién en el
papel de adulto.
EI éxito en el paso por cada una de estas etapas arquetipicas
depende en gran medida de las caracteristicas personales de los pa~
dres y del modo en que hayan desempefiado su funcién parental
durante la infancia, Examinaremos por separado cada uno de estos
factores.
Ls atenuacién del vinculo parental
Del mismo modo que la naturaleza es tajante en su dictado de
que los nifios se vinculen a sus padres en el primer afo de vida,
también es inflexible en que estos vinculos se desaten poco después
de comenzar la pubertad. Los estudios realizados tanto con seres
humanos como con animales demuestran que es dificil lograr un
vinculo duradero con un compafiero sexual en la vida adulta si no
133Anthony Stevens
ha habido unos vinculos estrechos y duraderos con las figuras pa-
+ rentales durante toda la infancia. Sin embargo, la auronomia sexual
plena slo se alcaniza cuando estos vinculos se han relajado lo sufi-
ciente. Entonces pueden comenzar el cortejo y el emparejamiento.
En la psique adolescente, los arquetipos de los padres parecen
perder su preeminencia, y los j6venes adquieren gradualmente una
objetividad mayor en lo que Fespecta a sus padres. Por otra parte,
del mismo modo que los arquetipos de los padres pierden su ascen-
diente, también se despiertan los programas arquet{picos que esta~
ban preparados para activarse en fases posteriores de la secuencia
ontogenética, probablemente con la ayuda del ripido aumento del
nivel de hormonas sexuales en la sangre, Los arquetipos mis evi-
dentes son los del éroe y el dima en el nitio y los de la haitera y
el dnimus en la nia, y todos ellos fomentan Ta conciencia de la
identidad con el propio sexo y 1a propensién a una irresistible
atraccidn por el otro.
jel mismo modo que el nifio retira de su padre y de su madre la
proyeccidn de los arquetipos parentales, los padres tienen que re-
unciar a su identificacién con estos arquetipos en si mismos y reti-
rar del adolescente su propia proyeccién del arquetipo del nifio.
Es evidente que el resultado més deseable para todos los impli-
cados es que ambas partes retiren sus proyecciones al mismo tiem-
fer Por desgraia no siempre sucede asi, pues es improbable que
las poderosas constelaciones afquetipicas puedan experimencar un
cambio tan radical precisamente en el mismo momento, a menos
‘que suceda tun hecho dramatico que les afecte a todos por igual. En
las sociedades analfabetas ese acontecimiento venia dado de modo
sumamente eficaz por el rito de iniciacién.
En nuestra cultura esta transicidn vital no es tan facil, y 1a pauca
habitual es que el hijo retire las proyecciones antes que los padres, 0
vviceversa. En aquellos casos en que los padres persisten en sus pro-
yecciones cuando el hijo ha comenzado a retirar las suyas, a los
‘adolescentes apenas les queda otra opcién que rebelarse y luchar
por su libertad. Cuando, por el contrario, son los padres quienes
retiran sus proyecciones antes de que el hijo esté preparado para
realizar esa retirada, el resultado puede ser el desarrollo de un ape-
{go ansioso y el comienzo de una bisqueda de sustitutos de los pa-
des, mientras el hijo permanece bloqueado en la psicologia adoles-
cente, incapaz de establecer compromisos duraderos con un
cdmpafiero sexual o con un trabajo, y condenado a vivir lo que Jung
134
Jung
amaba «la vida provisional». Es lo que en los circulos jungia.nos se
denomina problema del puer aeternus (nifio eterno) o de la paella
taeterna (nifia eterna), y puede prolongarse hasta bien entrada la
‘mediana edad.
"Asi pues, el mayor peligro en esta etapa, para ambos _sexo
cestriba en ser devorado por los complejos parentales y en se £ inc
paz de liberarse. Esta situacién puede presentarse especialmente si
los padres se muestran reacios a colaborar con sus hijos a la Faora de
desitar Jos vinculos que todavia les unen a la familia. Este gpeligro
‘es mayor para los chicos que para las chicas, y su univer salidad
puede deducirse de la omnipresencia del motivo mitico del _mons-
truo devorador al que el héroe debe dar muerte para conqeaistar 2
tuna damisela y heredar un reino. El monstruo puede ser un resenta
para el nifio los valores y costumbres predominantes en el grupo de
Edultos al que tendré que adaptarse. De ese modo, el padre= se per-
Cibe como la encarnacién de la autoridad social y ejerce una_influen-
cia decisiva en la relacién que el nifio mancendré con Ia #
durante toda su vida. En la medida en que desempefie con éxito este
MOR
rm,
9 erred
35Anthony Stevens
Papel, el padre ayudaré a liberar al adolescente de su implicacién
‘coon la madre y fomentark Ta auronomla necesaria para la vida como
maiembro de pleno derecho de la comunidad adulea. En este sentido
‘su papel es bisicamente iniciador. La madre, por su parte, a través
de su papel expresivo, proporciona el apoyo emocional y la «base
Segura desde la que el adolescente partir para enfrentarse a los
deesafios del mundo. a ~
Ta distincién de Parsons se corresponde fielmente, pues, con la
iferenciaci6n jungiana entre las funciones del logos paterno y el
ezos materno, En las sociedades contemporéneas, estas diferencias
‘eantre el papel paterno y el materno son cada vez menos acusadas, a
medida que aumenta el nimero de madres que desarrollan capaci-
ades instrumentales y de padres que se hacen mAs expresivos en
su relaci6n con sus hijos.
Sin embargo, la base arquetipica sobre la cual se desarrollan las
fuanciones parentales no cambian, pues los arquetipos son tan fijos
coomo la estructura genética de muestra especie, y, como ya hemos
irrdicado, el grado de éxito de los padres a la hora de mediar en el
padre y la madre arguctipicos determinaré si 2us hijos tienen la
‘-avencia de que son lo bastante buenos. En los afios centrales de la
i-fancia, los nifios saben ya si sus padres dan la talla y se avergilen-
za de ellos cuando ése no es el caso, a menudo hasta el punto de
‘emtrar en connivencia con ellos para ocultar sus deficiencias. Ade-
mis, cuando los padres no estén a la altura de las expectativas ar-
‘quetipicas del hijo se originard un «trabajo inacabado» que se arras-
‘cari hasta la vida adulta, donde continuard ejerciendo una poderosa
ixafluencia,
El aspecto més importante es el verdadero cardcter de la rela-
cin entre el padre y la madre, pues est perfectamente comproba-
do que el posterior éxito o fracaso en las relaciones con las personas
deel otro sexo tiene mucho que ver con las vivencias infantiles sobre
la.s repetidas interacciones entre el padre y la madre. El esposo bru-
taal que menosprecia a su esposa influird negativamente en el con-
ce=pto de si mismas que sus hijas se forjen, y fomentaré actitudes
igevalmente machistas en sus hijos. Un esposo ineficaz, por otra
parte, dominado por su esposa, perder4 el respeto de sus hijos y n0
rezalizard en ellos los aspectos del arquetipo del padre que se refie-
een al ejercicio de la autoridad y la aficmacién de la voluntad. Todas
la. escuelas psicoanaliticas coinciden en que no puede haber un co-
mmaienzo mejor en la vida que nacer de unos padres que se valoran y
136
Jong
Fespetan mutuamente y que son siempre sincetos y ca
relaciones personales entre ellos y con sus hijos.
Quiere decirse, por tanto, que aunque sea cierto que el potencial
arquetipico para el comportamiento heterosexual y parental forma
parte de la dotacién constitucional de todos nosotros, el grado de
tealizacién de ese potencial depende tanto de la manera en que se
traten nuestros padres como del trato que nos dispensen @ nosotros.
Las parejas carifiosas son hijas de parejas carifiosas, y los padres
carifiosos son hijos de padres carifiosos. Una de las funciones pri-
mordiales de la familia es transmitir a la generacién siguiente los
secretos del éxito en el matrimonio y en la educacién de los hijos.
No debe infravalorarse, pues, la contribucién que unos padres
felices y compenetrados efectian al bienestar duradero de sus hijos,
¥ no es extrafio que la mayoria de las personas que acuden a la
‘consulta de un psiquiatra con problemas de neurosis presenten an-
tecedentes de deficiencias en algiin aspecto decisivo del cuidado de
sus padres. Se trata de deficiencias en el sentido de que el cuidado
recibido era tal que frustraba el cumplimiento de expectativas ar-
quctipicas importantes que surgen al madurar el si-mismo; por
ejemplo, los relativos a la formacién de vinculos de-apego, al desa-
rrollo de la confianza bisica, a la apaticién de un yo seguro y com-
petente, a la integracién de un complejo moral ajustado a los valo-
res culturales predominantes, etcétera.
En tales casos, las formas més comunes de deficiencia perental
que se sefialan son Ia ausencia, pérdida o separacién del nifio de sus
padres, la falta de sensibilidad a las necesidades de apego del nifio,
Ja utilizacién de amenazas de abandono y la induccién de culpabili-
dad como medio de disciplina o coercién, y el aferrarse los padres al
niffo de tal modo que impiden su autonomia. La privacién y la pér-
dida de los padres son potencialmente las mas catastrofices.
En términos generales, puede decirse que los padres que cum-
plen adecuadamenie con su fancién de tales suelen tener hijos que
acometen satisfactoriamente las tareas de la adolescencia y qué se
convierten, a su vez, en adultos capaces de ser cényuges y padres
‘clo bastante buenos». Las perspectivas de los hijos que no han teni-
do unos padres satisfactorios son menos alentadoras. Para ellos las,
tareas de la adolescencia pueden resultar insuperables, y, lejos de
mostrarse deseosos de asumir las responsabilidades del matrimonio
y la paternidad/maternidad, es mAs probable que emprendan una
biisqueda impulsada por méviles inconscientes, como holandeses
josos en sus
37Anthony Stevens
cerrantes que intentan redimirse de una suerte amarga: pasan de una
relacién de dependencia a otra: jefes, profesores, antiguos compa-
feros y amantes; es decir, personas a las que se considera capaces
de compensar las deficiencias de los padres. Las angustias de esa
bambre de padres pueden ser francamente intensas, y a veces per~
manecen vivas en el inconsciente durante el resto de la vi
Para que el desarrollo del nifio sea normal, parecen existir un
periodo critico durante el cual los padres no deben faltar y un grado
ritico hasta el cual los arquetipos parentales deben ser activados.
La contribucién més importante de Jung a la psicologia de 1a ado-
lescencia fue comprender que, desde el punto de vista del joven
adulto, aquello que los padses personales consiguen realizar en la
psique del nifio, a menudo no es tan importante como lo que no
realizan. Las madres y los padres son, al fin y al cabo, mortales
corrientes y falibles, y no cabe esperar que los hombres y las muje~
res corrientes encarnen todos los atributos de los arquetipos de la
madre y del padre: no es razonable esperar que sean mis que lo
bastante buenos. Con todo, cuando somos nifios esperamos que
sean dioses, y todos hemos sufrido una dolorosa decepcién cuando
hemos descubierto que eran falibles, como todas las demés perso-
nas. A este respecto, Oscar Wilde sefalé: «Los nifios comienzan
amando a sus padres; a medida que se hacen mayores los juzgan; a
veces los perdonan.»
Asi pues, unos padres buenos son aquellos que realizan en grado
suficiente los arquetipos parentales para que nosotros concluyamos
el trabajo de Ia infancia y avancemos hasta la etapa siguiente de la
vida; pero lo que dejan sin realizar subsiste como potencial incons-
jente que continuars buscando una realizacién a medida que tiene
lugar la individuacién. Cuanto menos adecuados sean los padres,
mayor sera el potencial no realizado, més acuciante el hambre de
padres y més obsesiva la busqueda del holandés errante. Jung escri-
Di6 al kespecto: «Por lo general, los bijos heredan, en forma inver:
tida, toda la vida impedida por motivos artificiales, que los padres
no pudieron vivir, es decit, los hijos se verin forzados incons-
ientemente hacia un rumbo de vida que compense lo que no fue
colmado en Ia vida de los padres. Se debe a esto que padres excesi-
‘vamente morales tengan hijos inmorales, 0 que un padre irrespon-
sable y ocioso tenga un hijo dotado de una ambicién enfermiza,
etc» («El matrimonio como relacién psicologica», en Problemas
psiquicos del mundo actual, pig. 215).
138
Jong
Parece ser que el nifio se ve impulsado no s6lo a compenmsar las
deficiencias arquetipicas de los padres, sino también a encarraar po-
derosos aspectos de sus sombras: «Para decirlo sin rodeos, es esa
parte de Ia vida que siempre han eludido, probablemente gracias a
tuna mentira piadosa. Eso siembra los gérmenes mas viollentos»
(0G, 17, 87). En todas las relaciones entre padres ¢ hijos, dice Jung,
‘parece que estamos ante un ethos fatal fuera del alcance dee _nues-
tro juicio consciente. Cosas como las inclinaciones proletaxrias en
vvastagos de familias nobles, estallidos de delincuencia en los reto-
fios de los respetables 0 supervirtuosos, una pereza paralizzante 0
apasionada en los hijos de un préspero hombre de negocios, no s6lo
son fragmentos de la vida que se han dejado sin vivir delilberada-
‘mente, sino también compensaciones urdidas por el destimo, fun-
ciones de un ethos natural que derriba lo elevado y poderoso._y exal-
ta lo humilde» (OG, 17, 90). |
La familia puede encenderse, pues, como un sistema horneosti~
sco ene que pases «ios actian come polos opuesos _que se
corrigen y eompensan muruamente. El sistema fami
muruamente. far no ¢s, sin
‘embargo, mas que una parte de un sistema social més amplic>, cuyos
polos opuestos son las generaciones jévenes y Viejas, cuyo ceonflicto
ha afectado a todas las sociedades desde el nacimiento de la Sociedad
humana
La lucha generacional .
‘Como todas las guerras, la lucha generacional es una Cuestién
esencialmente masculina. Aunque madres ¢ hijas puede verse
atrapadas en el conflicto, se trata principalmente de una bacallla que
afecta a padres ¢ hijos. Para los nifios de ambos sexos el padre se
percibe al principio como todopoderoso. Como portador d= arque-
tipo dei padre, es la personificacién de la autoridad mascu ina, del
Jogos y de la sabiduria. Més adelance, al comenzar la pubeertad, el
arquetipo de! padre comienza a perder su preeminencia y s.€ hunde
de nuevo a mayor profundidad en el inconsciente. Despojacto de su
magia arquetipica, el padre aparece con toda su falibilidad Eyumana
Entonces es juzgado. Por muy amado y apreciado que seza, él co-
mienza a verle gradualmente como una persona pasada de moda,
anticuada y en cierto modo como un estorbo. Para sus hijaos no €s
tanto un rival sexual, como Freud insistis, sino un bastiéra del
tiguo orden. Para sus hijas, es un obstaculo para su libertad.
139Anthony Stevens
al y social, Cuanto més rigida sea la ley que dicte, més impe-
ricasa serd la necesidad de derrocarle y sustituirle por un nuevo or-
den adecuado a la época. Este fendmeno, repetido generacién tras
ge neracidn, tiene un antiguo linaje que aparece una y otra vez en
loss mitos omnipresentes del viejo padre cielo castrado por sus hijos
¥ Obligado a entregar el poder.
La perspectiva biolégica es iluminadora en este aspecto. Mé
dicante la evolucién, la cultura ha legado a desempefiar en las socie-
da des humanas la misma funcién que el instinto en las sociedades
de los mamiferos, pues 1a cultura es el medio por el cual los saberes
ne-cesarios para la adaptacién se transmite de una generacién a la
siguiente. La supervivencia depende de cudl sea la relacién de cada
ge neracién con su herencia cultural. Aunque la cultura es un don
que todas las generaciones adquieren, no puede darse por supuesta;
tiene que ganarse. He aqui otra explicacién de la importancia que
han tenido los ritos de iniciacién en todo el mundo: son rituales
ha bilitadores mediante los cuales el pasado que agoniza se reencar-
‘na_en el presente vivo.
‘Ahora bien, aunque cl tesoro acumulado de la experiencia con-
treastada nunca puede volverse anticuado entre una generacién y la
siguiente, las tradiciones culturales serfan inttiles si se transmitie-
aan autométicamente, como en las sociedades de hormigas. Asi
tr es, en todas las cominidades humanas ha de lograt
de_ equilibrio entre las fuerzas tradicionales de la conser
fue=rzas progresistas del cambio. Bl progreso y la supervivencia exi-
ge an que en el periédico conflicto entre generaciones no haya un
ve axcedor absoluto, Debe mantenerse un equilibrio homeostético en-
‘te los dos sistemas enfrentados: los revolucio
trandicionalistas mayores. Una ruptura total co
comsecuencia de una victoria facil de los progresistas juveniles pon-
riéa en peligro Ia eficacia competitiva de la sociedad, en la misma
meedida que el triunfo de Ia inflexibilidad conservadora a través de
un a dictadura implacable de los mayores.
Freud consideraba que la generacién masculina de mayor edad
recelaba de la genteracién en ascenso debido a la amenaza sexual que
reporesentaba; pero esto es s6lo una parte de la historia, y no la més
siggnificativa. La adolescencia masculina esté indicada por un espec-
tacular aumento de la cantidad de hormonas masculinas que circu-
Jara en la sangre: esta circunstancia aviva el apetito sexual, es cierto;
pe-xo también contribuye a generar una agresividad mucho mayor.
40
Jung.
Por eso los varones jévenes cuestionan el estatus y la auroridad de
sus mayores y no sélo sus prerrogativas sexuales. Pero mas impor-
rante atin es el hecho de que ponen en peligro la coherencia y la
viabilidad del grupo, que no tiene posibilidad de sobrevivic en la
lucha por Ia vida si se desgarra en una lucha interna entre genera-
ciones. Por eso todas las sociedades que han prosperado en Ia histo-
ria de nuestra especie han tenido que encontrar los medios para
disciplinar a sus j6venes varones y encauzar sus energlas para po-
nerlas al servicio de la sociedad.
El momento peligroso Mega en la pubertad, cuando, embriaga-
dos por una enorme dosis de testosterona, los jévenes intentan li-
brarse de las trabas impuestas por la tradicién y buscar nuevos idea-
les que perseguir, nuevas causas que abrazar y nuevos objetivos que
conquistar. Konrad Lorenz ha llamado a esta época «la muda» (die
Mauser), y ha sefialado que «entrafia peligros tan grandes como los
{que amenazan a un cangrejo de blando caparazén recién mudado».
Para Lorenz, la muda de la pubertad es «la puerta abierta por la que
logran entrar las nuevas ideas». Pero estas nuevas ideas tienen que
ser compatibles con las antiguas y han de llegar a un equilibrio con
ellas: la arrogancia de los jévenes debe ser contrarrestada por la
sabiduria de la experiencia colectiva, como los jévenes acaban en-
“tendiendo cuando se hacen mayores. Platén comprendié perfecta-
mente el problema: «Eres joven, hijo mio, y, cuando los afios pasen, &—
el tiempo cambiaré ¢ incluso invertiré muchas de tus opiniones de
ahora. Abstente, pues, durante un tiempo de erigitte en juez de las
cuestiones mis elevadas» (Las leyes, 888).
La arrogancia de la juventud es una arrogancia necesaria, sin
‘embargo. Un muchacho necesita conviccién para compensat su fal-
ta de experiencia si quiere romper ¢l circulo familiar. En cierto
modo, hay que desatar el vinculo que une a la madre y ematar» al
padre. Este parricidio psicoldgico no exige, naturalmente, la defun-
cidn real del padre, sino el sactificio de sus ideas anticuadas. El hijo
¢s libre entonces para seguir el camino del héroe. "
La activacion del sistema afectivo sexual
En su obra clisica El héroe de las mil caras (1949), Joseph.
Campbell demostré que todos los mitos de héroes tienen mucho en
comtin. El héroe recibe una Hamada a la aventura y parte de su
hogar. Después de atravesar algin tipo de umbral, es sometido a
MLAnthony Stevens
una serie de pruebas y penalidades. Finalmente, se somete a la
prueba suprema: la lucha con el monstruo. Cuando por fin derrota
al monstruo, es recompensado con el tesoro dificil de conseguir; es
decir el trono del reino y la mano de la bella princesa. ’
Estos mitos expresan de forma simbélica 1a experiencia de!
hombre de la calle: para emprender la aventura de la vida, debe
liberarse de sus padres, abandonar el hogar y cruzar el umbral que
aa a la edad vi il Si desea conseguir una novia, debe sufrir un
segundo nacimiento de su madre, una ruptura definitiva del cordbn
seme ace dem mae ana rupee definitiva del cord
seen en su intecior. A continuad
‘Yientre, logra encontrar la salida o le obliga No vencer
al monstruo significa no liberarse de la madre: el héroe lengters
14 en su vientre para siempre, y la princesa (el dima) nun
liberada de las garras del monstruo. Permanecera atrapada en el
inconsciente, bajo la vigilante custodia del complejo m:
p> _ Jung decia que cuando el vinculo entre Wnekey el bi miele
te con no menguada intensidad hasta la edad adulta, existe entre las
dos partes una «conspiracién secreta» en virtud de la cual «se ayu-
dan mutuamente a defraudar la vida» (Aion, pig, 26). La liberaci6n
serla una gesta heroica que estaria muy alejada de la capacidad del
muchacho, especialmente en ausencia de un padre fuerte y eficaz
Pars sbandonati, enecestci un eros infil, caper de olvidar «lt
madre e infligirse el dolor de abandonar a I
ate chlisined 4 a la primera amada de su
Las consecuencias sexuales de esta «conspiracién secreta
ca «conspiracion secreta» sueler
ver In hovaonensstiged w el-daahaniaens, GL el sjonie del hi es
homosexual, se debe a que su libido heterosexual ha permanecido
casada, podciamos decir, con la made y, en consecuencia, no esti
disponible para otra mujer. Cuando esto sucede, no es infrecuente
que haya antecedentes de una relacién deficiente con el padre y de
una dificulrad asociada para que el nifio realice su propio poteacial
tas, Una ver negado el amor heteroserual porno haberse
lesatado el vinculo con la madre, emprende una bisqueda ed
en pos de lo masculino. " eee ees
‘Cuando un homosexual masculino acude a la consulta del analis-
ta suele ser porque ha estado buscando, infructuosamente, dos co-
sas: el compafiero amoroso y el realizador de lo masculino, ambas
condensadas en Ia misma figura, La conciencia del significado de
esta bisqueda puede preparar el terreno para una «relacién de indi-
2
Jung
viduacién» con otro hombre, en Ia cual uno ayude al otro a e ncon-
trar lo que esté buscando. Fl anilisis es necesario en muchos ¢2805,
ademés, para liberar al individuo de su complejo materno, pero esta
regla siempre no se cumple, pues es evidente que en Ia aparic 36n de
Ja homosexualidad interviene un factor genético, y en modo ealguno
todos los homosexuales se han enzarzado en una «conspiracio. Por
fotra parte, algunos estudios han revelado que existe mayor oncor-
dancia para la homosexualidad entre gemelos homélogos que entre
hermanos mellizos, aun cuando los gemelos homélogos crezacan se
parados.
El desarrollo de Ia orientacién homosexual depende, pues, de
varios factores, Si existe una predisposicién genérica para e=a con-
Sicién, resulta dificil saber si el vinculo no resveleo con a madre es
tuna causa afiadida o una consecuencia de la predisposicién.
En el caso del donjuanismo, sin embargo, la cuestiin es més
sencilla. El hijo se atreve a ser un tanto infiel con la m adre al
buscar a una sustituta idealizada. La busqueda tiene como cbjetivo
Ja mujer ideal que sea realmente todas las madres: el don juan busca
tuna encarnacin de la Gran Diosa Madre. Cada vez que se e=ncapri-
ccha de una mujer cree que ha encontrado lo que est buscando.
Pero, jay!, ninguna mujer mortal puede estar a la altura de sus ele-
vvadas expectativas, los pies de Ia diosa comienzan a ser de barro, y
1 individuo se ve obligado a reconocer que, al fin y al cabo-, es una
Simple morcal. Por desgracia, la abandona y sigue su camir-20 hasta
cl encuentro siguiente. El ciclo suele repetitse muchas veces.
‘Lo més habitual, sin embargo, en la mayoria de los muechachos,
cs que el sibito incremento de Ia hormona masculina sea eL. predim-
bulo de ua apasionado interés por Ia sexualidad femeninea. Como
‘esto no puede vivirse con la madre a causa del sabi del im cesto, el
adolescente se ve impulsado a buscar en otea parte. De es xe modo
tiene un impulso més para desatar los lazos que le unen a s u madre
13Anthony Stevens
Y_ pprestar atencién a las incitaciones cada vez mis insistentes de su
arzima. Entonces comienza la bisqueda de su «alma gemelay.
En el desarrollo de Ia madurez sexual femenina, la relacién en-
tre padres ¢ hijas puede presentar dificultades parecidas a las que
plantea la relacién entre madres e hijos. Para que una nifia se sienta
digzna de ser amada y deseable, es importante que haya vivido un
viexculo duradero con su padre (0 con un sustituto del padre) y que
ese vinculo haya posefdo una carga erdtica, La naturaleza erotica del
vi mculo garantiza la significaci6n de la relacién. Privada de esta ex-
ee riencia, es dificil que una muchacha pase a la fase reproductora de
sta vida con alguna confianza en que encontrar 0 conservaré un
comnpafiero masculino,
Muchos padres consiguen desempefiar con facilidad y auténtico
placer esta funcién para sus hijas, pero otros pueden cometer gra-
ve-s errores. Mientras que las madres experimentan desde el prin
pic un vinculo fisicamente erético con sus hijos, los padres suelen
imbibirse a la hora de expresar abiertamente sus sentimientos de
aprego hacia sus hijas. Pueden parecer indiferentes o, merced a la
formacién de reaccién (es decir manifestar lo contratio de algo
acerca de Jo cual uno se siente culpable), censurar o rechazar el
sexo. Esta actitud puede causar un dafio terrible al concepto que de
si misma como ser femenino se forje la muchacha. En el otto ex-
treme, el padre puede traicionar sus responsabilidades simbélicas y,
corno consecuencia de alguna insuficiencia personal, intentar real-
mente el incestofisico, Esta situacién puede desencadenar unos sen-
tirmientos de vergiienza y repugnancia en la hija, que, si no se recibe
ay uda psicoterapéutica, pueden complicar gravemente su ajuste se-
xual para el resto de su vida.
Ast pues, la expresin del amor erdtico entre padres € hijos es
uraa cuestién harto complicada. Debe estar presente, pero debe
aweolimitarse en cuanto a ducacién e intensidad, El hecho de que
taxmitos padres e hijos consigan hacer mas 0 menos lo que deben es
ura signo inequivoco de la fuerza del programa arquetipico que acta
inconscientemente para fomentat el apego erético en la primera
fase de la infancia y para favorecer su atenuacién gradual en la
ile ima.
Sin embargo, pata nadie es un episodio facil; y la ingente de-
maznda de servicios psiquidtricos para adolescentes (donde se dispo-
tne de ellos) revela cuintos jévenes tienen dificultades para logeat la
‘rat nsicién a la adolescencia, Una de las causas de este grave y cre-
4
Jung
ciente problema podria ser el abandono por nuestra cultura de los
ritos de iniciacién sancionados socialmente
La iniciacién en el papel de adulto
La mayoria de las culeuras de las que tiene noticia la antropolo-
gia han desarrollado ritos de iniciacién para los muchachos coin
diendo aproximadamente con la pubertad. La comparacién de ritos
de todo el mundo sugiere que estos rituales de iniciacién poseen
también una estructura arquetipica, pues las mismas pautas y pro-
cedimientos subyacentes son visibles universalmente.
Por regla general, cuando se considera que el muchacho esti
preparado, otros varones de més edad le apartan de su madre y le
dicen que «morird» para el mundo materno, y que finalmente, des-
pués de una serie de grandes pruebas y penalidades, «renaceré»
como hombre. Ea un estado de elevada sugestibilidad, recibe ins-
truccién en los saberes, mitos, secretos y tradiciones de la tribu y en
la sabiduria secreta de los antepasados. Finalmente, se celebra una
‘ceremonia sagrada en la que es mutilado ritualmente (por ejemplo,
se le extrae un diente, o es sometido a ciccuncisién, subincision o
escarificacin) para hacerle idéntico para siempre a los adultos de
su mismo sexo. El procedimiento en su conjunto es una forma de
lavado de cerebro o de tratamiento de choque concebido para trans-
formar a los nifios en hombres capaces de ser valientes cazadores y
defensores de la tribu, y se lleva a cabo en un contexto sagrado, con
la aprobacion absoluta de los dioses, que envian los suefios que pue-
dan ser necesarios para llevar a buen término el ritual.
Las sociedades que practican estos ritos les conceden Ia méxima
importancia. Pueden dilatarse durante un periodo de varios meses,
y las pruebas pueden presentar tal grado de dificultad que entrafien
la muerte de algunos nedfitos. El desarrollo de tales précticas y su
difusin demuestran que poseen un valor para la supervivencia.
Son, en cierto sentido, medidas de salud publica cuyo propésito es
‘garantizar que el mayor mimero posible de individuos sean capaces
de satisfacer las demandas impuestas por la adolescencia, a saber la
atenuacién de los vinculos con los padres, el logro de un sentimien-
to de identidad y confianza en un papel socialmente stil, la consecu-
cién de la madurez sexual, Ia disposicién para emparejarse con el
fin de procrear, etcétera.
La pubertad es una época de agitacién para todos, para las mu-
M3Anthony Stevens
chachas en no menor grado que para los muchachos. Para la nifia,
desatar el vinculo con sus padres se asocia a la transformacién de su
cuerpo y de la identidad personal de nifia a mujer, y, en muchas
culturas, de hija a esposa. Sin embargo, esta transformacién feme-
nina suele alcanzarse por medios menos complicados que la trans-
formacién de los muchachos en hombres. Aunque la mayoria de las
culeuras disponen de ritos de iniciacién para los muchachos, son
relativamente escasas las que consideran necesario organizar ritua-
les similares para las muchachas. En las culturas donde se practica
In iniciacién femenina, suele ser un proceso menos exigente y dila-
tado que el que se exige a los muchachos. (Afortunadamente, el
terrible rito de la circuncisién femenina es practicedo pot muy po-
cas sociedades y debe entenderse como una forma de aberracién
cultural.)
Las principales razones de esta disparidad son probablemente
dos: en primer lugar, la conciencia del género femenino no requiere
un giro radical de 1a identificacién desde la madre hasta el padre
como en el caso de los muchachos; y, en segundo lugar, las mujeres
no suelen constituir una amenaza para la jerarqufa social masculina.
En consecuencia, Ia iniciacién femenina, en los casos en que tiene
lugar, consiste esencialmente en un reconocimiento ceremonial de
que una muchacha ha iniciado Ia fase reproductora de su vida. En
algunas ocasiones, e! ritual se celebra en varias etapas: puede co-
menzar con la primera menstruacién, prolongarse durante el pri-
mer embatazo y concluir con ¢! nacimiento del primer hijo. A tra-
vés de la iniciacida, la mujer adquiere plena conciencia de que, a
diferencia del hombre, es creadora en el plano de la vida y de que se
le concede el acceso a una esfera de experiencia sagrada que el
hombre nunca podré conocer. Asi pues, la iniciacién refuerza su
conciencia introvertida de si misma como mujer.
En muchas culturas, sin embargo, esta nueva conciencia feme-
nina no esté sefialada por rito alguno, y al varén iniciado le corres-
ponde favorecer su desarrollo mediante el reconocimiento y la per-
secucién de la condicién de mujer que la muchacha acaba de
adquirie: no es un ritual impersonal sino la presencia intima de un
hombre la que despierta a la mujer que vive en la nifia dormida. De
hf la heroina que, en el mito, la leyenda y el cuento de hadas, yace
dormida hasta que su principe acude a despertarla con un beso. De
ah{ la Bella Durmiente rodeada de un bosquecillo, 0 la dormida
Brunilda que espera la llegada de su Sigfrido dentro de un cfrculo de
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June
fuego dispuesto a su alrededor por Woran. Ella es el objetive de la
biisqueda del héroe. Y, en la psique masculina, es el éni¢ra que
dormita pacientemente en el inconsciente en espera de que el he-
roicos-misimo mate as madre-iragéo y herede el eno.
"Asi pues, la iniciacién es, para ambos sexos, una estrate gia cul-
rural eoncebida para promover la ruptura del vinculo con Tos padres
Yuna conciencia piblica de que se ha alcanzado el estatus re produe-
Tor. De este modo, la iniciacién acta como una medida cera peutica
euyo propésito es vencer los deseos del nifto de retroceder rasta el
iter materno e impulsarle para que avance hasta la etapa saguiente
de la vida.
Para los jungianos, resulta especialmente interesante cormprobar
que, aunque nuestra cultura ya no nos ofrece ritos de iniciacién, en
todos nosotros, con independencia de nuestro género, subs iste na
necesidad arquetipica de ser iniciados. Esta necesidad puede inferic~
se del hecho de que muchos pacientes que se someten a _anélisis
tienen, en periodos decisivos de su vida, suefios de rico sim bolismo
inicidtico: en la pubertad, el compromiso matrimonial, el raatri
nio, el parto, el divorcio o la separacibn, en la muerte de uro de los
progenitores o del cOnyuge, etc. El paso a una nueva etapa de la
ida parece exigir la vivencia de simbolos de iniciacién ade Cuados @
esa etapa. Si la sociedad no los proporciona, el si-mismo los produ-
ce faute de micux en los suefios. Ejemplos de tales suefios pueden
hallarse en las obras de Campbell (1949), Henderson (1967) y Ste-
vens (1982)
Eh prineipio masculino, en particular, parece exigir pruebas y
penalidades sancionados culruralmente para lograr la reallizacién
plena en la madurez. Parece ser que el si-mismo masculino» anticipa
fa iniciacién como un atributo normal de la existencia social. Se
trata de un fendmeno cada dia mejor conocido por los