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ESTUDIOS

LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO:


DE LA REHABILITACION SOCIAL
A LA NEGOCIACION POLITICA*
Ana María Bejarano**

“La paz política es un objetivo irrenun- armado con garantías para su plena participa­
ciable para la Colombia de hoy. Pero no ción en el régimen político vigente, es el resul­
la paz sin entorno, sino inseparable­
mente unida a profundas transforma­
tado de una larga década de encuentros y
ciones económicas, sociales y políticas. desencuentros, de negociaciones y rupturas,
Su alternativa es la autodestrucción. de treguas y reiniciaciones del enfrentamiento.
E s decir, la ausencia de alternativa”. (1). Es resultado de las propuestas que ha lanzado
la guerrilla desde el campo de combate, como
también de los esfuerzos de las dos últimas
El jueves 27 de febrero de 1980 el Comando administraciones por recoger las banderas lan­
Jorge Marcos Zambrano del Movimiento 19 de zadas desde la oposición armada y convertirlas
Abril se tomó la embajada de la República en políticas de paz respaldadas por el gobier­
Dominicana. Desde allí, el movimiento guerri­ no.
llero lanzó por primera vez su propuesta de
paz, la cual contenía tres puntos principales: Las negociaciones desatadas para dar fin a la
amnistía para los alzados en armas, cese del toma de la embajada de la República Domini­
fuego y diálogo nacional. Exactamente diez cana pueden catalogarse como el preludio de
años después, el domingo 11 de marzo de 1990, esta década de negociación entre el gobierno
Rosemberg Pabón Pabón, el “ Comandante nacional y el movimiento armado. Sin embar­
Uno” , participó en las elecciones para la alcal­ go, una vez culminado el episodio, se retomó al
día del municipio de Yumbo en el Valle del esquema autoritario y represivo que desde
Cauca. Pocos días antes, el M-19 había hecho 1978 marcó la administración Turbay Ayala.
entrega de sus armas y firmado un acuerdo Las ofertas de amnistía condicional, la confor­
definitivo con el gobierno de Virgilio Barco. mación de la primera Comisión de Paz y el
Este acuerdo, el primero que en la historia na­ levantamiento del estado de sitio pocos días
cional permite la reincorporación de un grupo antes de la culminación de su período, poco
hicieron para modificar la imagen de un go­
bierno intransigente que hacía imposible cual­
* La elaboración de este artículo fue financiada por FESCOL. quier negociación seria con la guerrilla.
** Politologa, investigadora del Instituto de Estudios Políticos
y Relaciones Internacionales. Luego vino el período de Belisario Betancur
1. Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo, Actores en conflic­ durante el cual el país presenció un drástico
to por la paz, Bogotá, CINEP-Siglo XXI, 1989, p. 19. viraje en la concepción gubernamental del con-

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8 ANALISIS POLITICO No. 9 - ENERO A ABRIL DE 1990

flicto interno, cuya consecuencia lógica fue el preciso aclarar que se trata de una crisis carac­
diseño de un modelo de tratamiento radical­ terizada por la debilidad del Estado, que suma­
mente distinto al anterior. Reconocimiento ofi­ da a la pérdida de legitimidad del régimen polí­
cial de las causas internas “objetivas y subjeti­ tico resulta en un desbordamiento creciente de
vas” de la violencia, negociaciones y acuerdos los conflictos sociales y políticos por fuera de
con la guerrilla, apertura política del régimen, los canales institucionales de mediación y re­
Plan Nacional de Rehabilitación para las zonas gulación. Ante el debilitamiento crítico de
afectadas por el enfrentamiento armado: tales algunos aparatos estatales como el de justicia,
fueron los signos positivos con que comenzó la la sociedad civil asume progresivamente la
administración Betancur (1982-1986). Incum­ defensa directa de sus intereses sin esperar ni
plimientos de parte y parte, rupturas sucesivas acatar la mediación legítima del Estado. Este,
de la tregua, ausencia de reformas, bloqueo a su vez, incapaz de mantener el monopolio del
par 1amentario, oposición militar, crisis econó­ uso de la fuerza, asiste impotente a la fragmen­
mica: los obstáculos y las frustraciones no se tación del poder en manos privadas que impul­
hicieron esperar. El cuatrienio culminó con un san por sus propios medios el crecimiento de
balance pobre en términos de sus logros para una violencia cada vez más descentralizada (2).
la paz. Pero dejó sentado un precedente impo­
sible de desconocer hacia el futuro: la solución El conflicto armado, característico de las tres
negociada del conflicto interno no sólo es posi­ últimas décadas en Colombia, no ha podido ser
ble, sino también imprescindible. definido como una guerra civil, sino como una
lucha prolongada entre un Estado débil y una
Esta es una lección que la administración si­ insurgencia en armas, no derrotada, pero aún
guiente (1986-1990) tardó en reconocer. Esfor­ minoritaria (3). En este caso, en el que ninguno
zándose por resaltar sus diferencias frente al de los dos polos enfrentados tiene la capacidad
mandatario anterior, Virgilio Barco diseñó una para alcanzar la victoria definitiva sobre el
estrategia integral para la paz en la cual, sin otro, la solución negociada no sólo es factible
embargo, estaba ausente el componente prin­ sino absolutamente necesaria para evitar la
cipal para lograrla: la negociación con el adver­ prolongación indefinida y la degradación del
sario. Pasados dos años de su puesta en mar­ conflicto. Esta solución no contempla, por
cha y sin resultados positivos, el gobierno de supuesto, fórmulas tendientes a una nueva dis­
Barco tuvo que abrir de nuevo las puertas al tribución del poder estatal entre los actores
diálogo con los insurgentes. Así se inició el iti­ armados. Ella supone, más bien, a la par con la
nerario de conversaciones que acaba de culmi­ renuncia al uso de la violencia como mecanis­
nar con la reincorporación definitiva del M-19 a mo de acción política, una redefinición de las
la vida política legal. normas que rigen la controversia política, es
El presente trabajo se propone un análisis del decir, un reacomodo del régimen político. En
modelo puesto en vigencia a lo largo de la suma, una conexión estrecha entre las negocia­
administración Barco para poner fin a la con­ ciones tendientes a la finalización del conflicto
frontación armada y superar la crisis del régi­ armado y la apertura del régimen político vi-
men político en Colombia. No se presenta en
estas páginas un estudio detallado del proceso
de paz realizado durante la administración 2. Para un análisis más amplio de la crisis política colombiana
Betancur. Sin embargo, el peso de tal expe­ véanse los trabajos de Francisco Leal Buitrago, “ La crisis del
riencia así como la evaluación de la autora régimen bipartidista", en Estado y política en Colombia,
Bogotá, CEREC-Siglo XXI, 1989, y “ Crisis estructural y pro­
sobre la misma, aparecen implícitos a todo lo blemas de coyuntura en la Colombia actual" (borrador); de
largo de este documento. Por último, y pese a Eduardo Pizarro, '' Democracia restringida y desinstituciona-
no tener pretensiones teóricas, considero nece­ lización política", en Pedro Medellin Torres (compilador), La
reforma del Estado en América Latina, Bogotá, FESCOL,
sario hacer algunas breves precisiones sobre 1989; de Mark W. Chemick, "Insurgency and Negotiations.
las nociones de crisis, solución negociada del Defining the boundaries of the political regime in Colom­
conflicto y apertura política que están presen­ bia", Columbia University, draft version, June 1989.
3. Mark W. Chemick, "Insurgency and N egotiations...” , y del
tes como sustento de todo el análisis. mismo autor, "Negotiated settlement to armed conflict: Les­
sons from the C olom bian peace process ” , en Journal of Inter -
En cuanto a la naturaleza de la crisis que ha american Studies and World Affairs, Volume 30, Number 4,
dado origen al conflicto armado en Colombia es Winter 1988-1989.
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gente, constituye condición sine qua non para Ahora bien, el hecho de que se logren negocia­
la solución negociada de conflictos como el ciones exitosas en torno a la finalización de la
colombiano. lucha armada y la iniciación de una reforma
política democrática, no conduce automática­
El escenario ideal en relación con el proceso mente a la paz. La paz no se agota en la nego­
mismo de negociación sería aquel en el que los ciación, ni en la cesación del fuego, ni en la
actores armados enfrentados estuvieran unifi­ promesa de un “tránsito” hacia la democracia
cados, de tal manera que sus voceros en las ampliada. En otras palabras, la paz “real” ,
mesas de negociación contaran con la repre­ que implica la construcción de una sociedad
sentación completa del conjunto. Más funda­ alternativa más justa y más democrática, no se
mental aún, sería que los mismos actores agota en la paz “formal” , entendida como el
armados contaran con un alto nivel de repre- acuerdo para tramitar el conflicto en forma
sentatividad de las fuerzas sociales, es decir, civilizada. Aunque esta paz formal constituye
que su acción armada llevara a su vez la voce­ un paso previo e indispensable para el logro de
ría de una amplia gama del conjunto de fuerzas la paz real, es preciso no confundir —como se
que se traban en conflicto a lo largo y ancho de ha hecho en otras ocasiones—, “los mecanis­
la nación. En el caso colombiano, los actores mos para poner fin a la confrontación armada,
armados protagonistas de la violencia política con la solución a las causas que han originado
organizada carecen de este nivel de represen- la guerra” (4). Después de alcanzar el armisti­
tatividad. Ni el Estado en su conjunto, ni los cio, si algún día se logra, Colombia deberá
partidos que lo sustentan, ni las guerrillas en recorrer un largo camino hacia la transforma­
su totalidad, cuentan hoy con la capacidad de ción real de sus estructuras políticas, económi­
representar la inmensa gama de intereses y cas y sociales.
conflictos que se mueven en la sociedad colom­
biana. Más grave aún: ninguno de los polos
enfrentados es homogéneo. Tanto dentro del LA CANDIDATURA DE VIRGILIO BARCO
Estado como dentro del movimiento guerrillero FRENTE A LA HERENCIA DE BETANCUR
se mueven diversas corrientes a veces coinci- El tema de la paz ocupó, como era de esperar­
dentes, muchas veces contradictorias. De allí se, un lugar especial en el debate electoral
que las partes negociadoras —el gobierno por entre 1985 y 1986. Mientras que el discurso del
un lado y algunos grupos guerrilleros por el candidato conservador, Alvaro Gómez Hurta­
otro—, no alcancen siquiera el respaldo total do, presentaba un corte radical frente a la con­
de los actores a los cuales pretenden represen­ cepción belisarista del conflicto armado y la
tar. Esta grave limitación ha afectado en gran forma de enfrentarlo, la lógica de Betancur
medida los procesos de negociación desarrolla­ parecía encontrar su prolongación en los dis­
dos durante la presente década en Colombia. cursos liberales. El candidato liberal, Virgilio
Pero ella, por sí sola, no desmiente la necesi­ Barco, parecía compartir ampliamente la tesis
dad de emprender el camino de las salidas polí­ sostenida por la administración en curso según
ticas para el conflicto armado. la cual existen condiciones objetivas de injusti­
cia social que explican la presencia de grupos
Por otra parte, el proceso de apertura política armados en Colombia. Por lo tanto, según esta
se entiende aquí como un proceso gradual de interpretación, el Estado debe emprender una
supresión de las restricciones a la participación serie de reformas de tipo económico, social y
política impuestas históricamente por el régi­ político, si aspira a erradicar la violencia (5).
men de “democracia restringida’’. Se trata
tanto de restricciones normativas, como de
aquellos obstáculos que, de hecho, han consti­ 4. Gonzalo Sánchez, “ Raíces históricas de la amnistía o etapas
tuido las barreras excluyentes de las mayorías de la guerra en Colombia” , en Ensayos de historia social y
colombianas: el monopolio bipartidista sobre el política del siglo XX, Bogotá, El Ancora Editores, 1985,
p. 223.
poder estatal y sobre los mecanismos de acceso 5. María Emma Wills, “Las posiciones de los candidatos frente
al mismo, la militarización de la sociedad civil, al proceso de paz” , en Qué pasé?, Coyuntura Trimestral,
la criminalización de la protesta ciudadana, la CINEP, Año 4, No. 12, mayo de 1986; “ Mi compromiso es
con el futuro de Colombia: Barco” , en El Tiempo. 11 de
guerra sucia y la utilización permanente del agosto de 1985, p. 5B; La lógica de la paz, Documento No.
estado de sitio, entre otros. 10, Partido Liberal Colombiano.
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No o b stan te esta afinidad en cuanto al d iag n ó s­ de votos en las elecciones de mayo c e 1986 (9).
tico de la violencia, el candidato liberal planteó Sus p ro p u estas de cam paña debían entonces
fuertes criticas frente al proceso de paz que ad ap tarse a las condiciones que h ered a b a for­
estab a por culm inar. U nas ten ian el claro p ro ­ zosam ente de! cuatrienio anterior. El p re sid e n ­
pósito de diferenciar el p ro g ram a liberal de las te electo para el período 1986-1990 recibió un
ejecuciones de un gobierno conservador, p ara país cuyo régim en político seg u ía operando
m an ten er asi la posibilidad de p re se n ta rse dentro de grados de legitim idad b astan te e n d e ­
como su alternativa. O tras iban m ás allá, en el bles; un grupo de g u errillas cohesionado en la
sentido de evidenciar los erro res com etidos por C oordinadora Nacional G uerrillera, CNG, y
la adm inistración B etancur en el desarrollo de otro tratan d o de m an ten er una frágil tre g u a
su estrateg ia y proponer los correctivos n ece sa­ cuya prolongación a térm ino indefinido había
rios. En prim er lugar, según el candidato lib e­ sido recien tem en te firm ada; un nuevo m ovi­
ral, al proceso de paz le hizo falta la acción m iento político —la Unión P atrió tica— , cuya
directa del E stado, al no incluir en las com isio­ plataform a de lanzam iento, las FARC, aún no
nes de paz, verificación y diálogo a m iem bros hacían claridad sobre el p ro b lem a de las
del gobierno (6). La falta de planeación y de arm as. La ap ertu ra del espacio político pro m e­
delimit ación de resp o n sab ilid ad es constituirían tid a d u ran te el cuatrienio anterior ap en as h a ­
otra de las causas prim ordiales de los deficien­ bía com enzado. Las reform as sustan ciales en
te s resultados que arrojaba el proceso de paz. los cam pos económ ico y social seguían siendo
Por otro lado, Barco le criticaba a B etancur el objeto de especulaciones sin que se hu b iera
hecho de h ab er adoptado una concepción avanzado en su realización. Los obstáculos que
“ m esián ica” del proceso político y, en co n se­ se habían in terp u esto en el desarrollo del p ro­
cuencia, haber preten d id o afianzar la paz sin el yecto de paz —oposición del C ongreso y de las
concurso de los partid o s y de las fuerzas re p re ­ Fuerzas M ilitares — , relativos a las c a ra c te rís­
sentativas de los d iferen tes sectores que cons­ ticas del rég im en , seguían p esando en la re a li­
tituyen la nación (7). dad n acio n al.

F ren te a este panoram a, sin em b arg o , el nuevo


Pese a ta les críticas, la p ro p u esta liberal p a re ­
cía te n d er, a g ran d es rasgos, hacia la concep­ gobierno contaba con algunas condiciones sig­
ción de “ m ano te n d id a ” p lan tead a d esd e el nificativam ente m ejores que las de su an tece­
discurso inaugural por Belisario B etancur. A sor. A dem ás de contar con un am plio respaldo
esto se añadiría la concepción del “ pulso fir­ electoral, Barco asum ió la P residencia con el
m e ’’, sobre todo a p artir de los acontecim ien­ apoyo de su partido, el Liberal, que adem ás
tos del Palacio de Ju sticia en noviem bre de tien e la m ayoría en el C ongreso. E sta v entaja,
1985. F rente a este tipo de acciones y a los g ru ­ sin em bargo, ha d em ostrado ser m uy frágil
pos que como “ fan ático s’’ in sisten en la vía dado el profundo fraccionam iento interno del
arm ada, el Estado d eb ería, según Barco, ad o p ­ partido de gobierno y, por en d e, los g ran d es
ta r una política de m ano d u ra privilegiando la esfuerzos que ha tenido que realizar el E jecuti­
solución m ilitar del conflicto (8). De e sta m a n e­ vo p ara lograr cohesionar al p artido en torno a
ra, bajo la consigna de “ la m ano te n d id a y el sus iniciativas. El tan anunciado gobierno de
pulso firm e ”, el candidato liberal in teg rab a la partido del p resid en te Barco term inó por ser
solución política y la m ilitar, es decir, la e s tra ­ un gobierno sin partido.
te g ia B etancur com binada con la e strateg ia Barco tam bién encontró a su llegada a !a P resi­
Turbav. dencia una econom ía en franco proceso de
recuperación (10). E sta circunstancia no sólo le
Virgilio Barco obtuvo una significativa m ayoría
9. Virgilio Barco obtuvo 4'211.826 votos (58.2% del total):
Alvaro Gómez obtuvo 2'586.825 (35.8%); Jaime Pardo Leal
6 . “ El proceso de paz ha fracasado: Barco ", en El Tiempo, 8 de obtuvo 328.641 (4.5%). Fuente: Registraduria Nacional del
abril de 1986, pp. 1A y 7A. Estado Civil.
7. “ Critico análisis del proceso de paz hace Barco", en El 10. La variación porcentual del Producto Interno Bruto (P!B)
Tiempo. 30 de junio de 1985, p. 11A. por habitante, no sólo fue inferior al 1.5% durante todo el
8. Declaración de Virgilio Barco con ooasion de los eventos del período de Betancur, sino que en dos de esos años fue
Palacio de Justicia el 9 de noviembre de 1985, recopilada en negativa (1982: -0.9% y 1984: -0.5%). Por el contrario, en
El Partido Liberal y la defensa de las instituciones democrá­ 1986 esta situación habia cambiado radicalmente. En ese
ticas, Documento No. 21, Partido Liberal Colombiano. año la variación porcentual del PIB por habitante fue del
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permitiría al gobierno desarrollar los progra­ I. LA ESTRATEGIA DE RECONCILIACION,


mas contenidos en su plan de economía social, NORMALIZACION Y REHABILITACION
sino también evitar la puesta en vigencia de DE LA ADMINISTRACION BARCO.
medidas de ajuste de tipo recesivo como las PRIMERA ETAPA: 1986 - 1988
aplicadas durante el cuatrienio anterior. De
hecho, las condiciones económicas favorecían La estrategia diseñada por Barco para enfren­
las posibilidades para intentar una política eco­ tar la violencia partía, en lo fundamental, del
nómica más acorde con las estrategias de paz, mismo diagnóstico de la administración Betan­
así como un programa de reformismo socio­ cur. Pese a ello, y aunque los objetivos de erra­
económico más agresivo. dicar el conflicto armado y relegitimar el régi­
men permanecían básicamente inalterados, la
No obstante la existencia de estas condiciones estrategia puesta en marcha el 7 de agosto de
favorables, la administración Barco encontró 1986 significó en varios sentidos un fuerte vira­
desde sus comienzos un grave obstáculo en la je con respecto a su antecedente inmediato.
búsqueda de la paz: la agudización de la vio­ Con ella se buscó aislar a la guerrilla de toda
lencia política por el crecimiento vertiginoso de discusión sobre las reformas, quitarle protago­
la guerra sucia. Para 1986 ya era claro que la nismo, rebajar su perfil político. Al adelantar
violencia no se centraba exclusivamente en el unilateralmente su programa de cambio, el
enfrentamiento entre la guerrilla y las fuerzas gobierno pretendía simultáneamente recupe­
del Estado. A este eje inicial del conflicto rar legitimidad para el régimen y reducir la
armado se habían sumado ya dos nuevos acto­ influencia de la guerrilla al ganarse el apoyo de
res profundamente ligados entre sí, los narco- sus antiguas bases sociales. La cuestión de la
traficantes y los grupos paramilitares, demos­ negociación quedó desde un principio reducida
trando con sus acciones una gran capacidad de únicamente a los temas relacionados con el
acelerar el escalamiento de la guerra. Dos fac­ desarme, la desmovilización y la reincorpora­
tores heredados de la administración anterior ción del movimiento armado. Los tres compo­
contribuían a oscurecer el panorama: el prime­ nentes de la estrategia diseñada por Barco, la
ro tiene que ver con la polarización de los acto­ rehabilitación, la normalización y la reconcilia­
res armados resultante de la ruptura de los ción, evidenciaron a lo largo de su desarrollo el
acuerdos de paz y, ante todo, de la batalla del énfasis otorgado por la actual administración a
Palacio de Justicia. El segundo, y quizás el la acción unilateral del gobierno, buscando con
más grave, fue la proliferación de los grupos de ello reducir la presencia de la guerrilla y trasla­
autodefensa, paramilitares y escuadrones de la dar el componente de la negociación a un se­
muerte que iniciaron en forma privada labores gundo plano.
de contrainsurgencia como contrapeso a la
El Plan Nacional de Rehabilitación, PNR, cons­
apertura de negociaciones con la guerrilla,
tituyó, durante los dos primeros años de esta
promovida por Betancur. Estos crecieron al administración, la pieza clave de su estrategia
amparo de la indiferencia gubernamental y de de paz. Este plan había sido diseñado desde el
la impunidad propiciada por la crisis del apara­ gobierno anterior pero su ejecución había teni­
to de justicia, cuando no gracias a la aproba­ do poco éxito. El gobierno de Virgilio Barco lo
ción y colaboración explícita de algunos secto­ retomó y lo convirtió en instrumento esencial
res militares dentro del Estado mismo. Sin no sólo de la estrategia de paz sino de su Pro­
duda alguna la polarización exacerbada por la grama de Economía Social. Con él se ha busca­
reanudación del enfrentamiento, y la guerra
do reorientar el gasto público no sólo hacia las
sucia crecientemente descentralizada y privati-
áreas afectadas por la violencia sino también
zada, constituían para 1986, un contexto a
hacia aquellas zonas marginadas en lo econó­
todas luces negativo para la continuidad de la
tregua con las FARC o la reanudación de nego­ mico, pretendiendo simultáneamente quitarle
piso político a la guerrilla y corregir los des­
ciaciones con la CNG.
equilibrios regionales ocasionados por el
modelo de desarrollo (11). De allí que su cober-

3.3%. En 1987 fue del 3.5%. Revista del Banco de la Repú­ II. Consuelo Corredor, “ Discurso y realidad del Plan Nacional
blica, Volumen LXI, No. 730, agosto de 1988, p. 106. de Rehabilitación” , en Análisis, conflicto social y violencia
12 ANALISIS POLITICO No. 9 - ENERO A ABRIL DE 1990

tu ra se am pliara g ran d em en te, pasan d o de 177 la violencia h ace que el PNR p ierd a su carácter
m unicipios en 1986 a 297 m unicipios, con una preferencia! y por lo tan to dism inuya en su
población cercana a los cinco m illones, en 1988 im pacto como h erram ien ta p a ra la superación
(12). P aralelam ente los recu rso s apropiados y del conflicto arm ado. Pero ad em ás, el P ro gra­
ejecutados por el plan tam bién han tenido que m a de Econom ía Social tom ado en su conjunto
aum entar, h asta llegar casi a duplicar los del constituye solam ente un plan m arginal aplica­
cuatrienio anterior (13). La o tra novedad in tro ­ do a corregir desequilibrios, m as no p reten d e
ducida al PNR en la p re se n te adm inistración ha rectificar en form a radical los rum bos del
sido el intento por involucrar a la com unidad en m odelo de desarrollo colom biano.
la discusión de sus problem as y el diseño de las
soluciones a trav és de los Consejos m unicipa­ T am bién es preciso reconocer que el Plan se ha
les y regionales de R ehabilitación. A unque tal estrellado en sucesivas ocasiones con la rig i­
propósito no se ha logrado a cabalidad, por lo dez, lentitud e ineficacia de unas en tid ad es
m enos m u estra la intención de reconocer la e statale s poco aco stu m b rad as a ren u n ciar a sus
im portancia de la participación com unitaria a prácticas tradicionales en favor de un p ro g ra ­
la vez que introduce una cierta d escen traliza­ m a que exige ciertam en te una gran dosis de
ción y flexibilidad en las decisiones, convenien­ flexibilidad y agilidad, así como una eficaz
te dada la diversidad regional del país. coordinación in terin stitu cio n al. De e sta rigidez
institucional se deriva en p arte el hecho de que
A certado en su concepción, el PNR sufre, sin el g asto se siga orientando fu n d am en talm en te
em bargo, de serias lim itaciones que h ab ría que hacia obras de in frae stru ctu ra física (vial y p ro ­
señalar. En prim er lugar, en lo que tien e que ductiva) m ien tras que se siguen relegando a un
ver con los recursos d estin ad o s al Plan, no ha segundo plano las necesid ad es en m ateria
habido una decisión clara por p a rte del g o b ier­ social: salud, educación, servicios, vivienda y
no p ara obtenerlos gracias a una m ayor ex ig en ­ justicia. Este hecho no sólo desdice del v e rd a ­
cia trib u taria dirigida a los sectores m ás p u ­ dero contenido social del PNR, sino que a d e ­
dientes. La reform a trib u taria ap ro b ad a a p rin ­ m ás abre in terro g an tes serios sobre quiénes
cipios de la actual adm inistración así lo d e ­ h ab rán de ser sus v erd ad ero s y finales b e n e fi­
m u estra. Ellos se han obtenido, m ás bien, g ra ­ ciarios.
cias a una redistribución in tern a de los g asto s
del gobierno, m ed ian te la cual hoy se d estin a A parte de e sta s cu estiones, la p reg u n ta fu n d a­
aproxim adam ente el cuatro por ciento anual m ental que debe h acerse sobre el Plan Nacio­
del PIB al llam ado sector social: el Plan Nacio­ nal de Rehabilitación tien e que ver con su efi­
nal de Rehabilitación y el Plan de Lucha contra cacia como instrum ento clave p ara lograr la paz
la Pobreza A bsoluta. E ste cuatro por ciento en Colombia. De en tra d a, es cu estionable la
significa, sin du d a, una can tid ad apreciable. concepción según la cual las condiciones m a te­
Pero se tra ta de aliviar con él las necesid ad es, riales (ham bre, m iseria, desem pleo, abandono
rep resad as por años de abandono oficial, del 40 estatal) constituyen la causa principal de la vio­
por ciento de la población colom biana (14). lencia. La im portancia central asig n ad a al PNR
d u ran te la actual adm inistración lleva implícito
A hora bien, la extensión de ese gasto hacia un sesgo en ese sentido. Pero aun si esto fuera
m unicipios d iferen tes a aquellos azotados por cierto, es innegable que un Plan p ara atacar
esas “ cau sas o b jetiv as" no p u ed e asp irar al
éxito sino en el largo plazo. En el intervalo, el
en Colombia, Documentos ocasionales. No. 53, CINEP, gobierno d eb ería h ab er acom etido o tras accio­
mayo de 1989, p. 39. nes com plem entarias que red u jeran , si no con­
12. Contraloría General de la República, Informe financiero, seguían errad icar del todo, los niveles de vio­
junio de 1988, p . 11.
13. Entre 1983 y 1986 el PNR hizo apropiaciones de recursos
lencia. La adm inistración Barco, por el co n tra­
del presupuesto nacional por un monto de 67.917.9 millones rio, depositó una ex trem a confianza en lo que
de pesos; entre 1987 y 1988 esta apropiación ascendió a algunos han llam ado el “ mito tecn o crático”
106.813.6 millones de pesos. Por otro lado el PNR ejecutó, del P N R (15) y dejó abandonados o relegados a
entre 1983 y 1986, un total de 53.176.2 millones de pesos;
entre 1987 y 1988 la ejecución fue de 91.970.3 millones de
pesos. Consuelo Corredor, "Discurso y realidad...’ p. 42.
14. Salomón Kalmanovitz, “ Economia de la violencia", en Re­ 15. La expresión “ mito tecnocrático” ha sido retomada de una
vista Foro. No. 6, junio de 1988, p. 21. conferencia dictada por Eduardo Pizarro en el Seminario
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARANO 13

un segundo y tercer plano los demás factores popular de los alcaldes, sólo llegó a ser regla­
generadores de violencia. mentada durante la legislatura ordinaria de
1989, cuatro años después de recibir sanción
La reforma política, por ejemplo, a pesar de
presidencial. En suma, los dos primeros años
haber demostrado su crucial importancia como
de la presente administración estuvieron mar­
componente de la política de paz del gobierno
cados por un notorio desinterés por crear y pro­
anterior, fue desplazada a un plano secundario
fundizar los canales de participación ciuda­
por la actual administración. El gobierno de dana.
Barco redujo el debate acerca de las transfor­
maciones del régimen político a la implementa- Una difícil coyuntura, desatada a raíz del asesi­
ción del esquema gobierno-oposición. Este nato del Procurador General de la Nación y el
esquema, saludablemente concebido como un visible empeoramiento del orden público a
primer paso hacia el desmonte definitivo del comienzos de 1988, llevó a que el Presidente
Frente Nacional, se convirtió en el pilar de la propusiera un plebiscito como recurso hetero­
llamada normalización de la democracia dentro doxo para llevar a cabo una reforma constitu­
de la estrategia gubernamental. Las ventajas cional . La oposición de los partidos tradiciona­
de institucionalizar la oposición en el país son les, incluido el suyo propio, dio al traste con
innegables. Ello contribuiría sin duda a civili­ esta iniciativa. Luego surgió como medida últi­
zar la contienda política enmarcando y canali­ ma de rescate, el Acuerdo de la Casa de Nariño
zando el conflicto dentro de los parámetros de que consistía básicamente en un nuevo pacto
una democracia amplia y pluralista. No obstan­ bipartidista para hacer más viable jurídica y
te, el esquema propuesto por la actual adminis­ políticamente la iniciativa presidencial .de re­
tración redujo toda la controversia a los dos formar la Carta Constitucional mediante re­
partidos tradicionales buscando con ello absor­ frendación popular (16). Pero a este nuevo
ber de nuevo, a través suyo, todas las contra­ intento se opuso el Consejo de Estado decla­
dicciones de la sociedad colombiana. Tan es­ rando inconstitucional el acto administrativo
trecho modelo continuaba excluyendo no sólo a que sustentaba el proceso de reajuste institu­
los movimientos nuevos como la Unión Patrió­ cional. En consecuencia, cinco meses después,
tica, A Luchar y el Frente Popular, sino a la Barco debió retomar a los cauces legislativos
mayoría de las fuerzas sociales que, sin sentir­ normales presentando su propuesta de reforma
se representadas ni por el bipartidismo ni por constitucional ante las cámaras.
la izquierda tradicional, constituyen la princi­
pal fuente de oposición al sistema. Además de El nuevo proyecto de Acto Legislativo recogió
esta severa limitación, el mismo esquema ha finalmente una serie de propuestas de reforma
puesto en evidencia la inexistencia de dos par­ política, algunas de las cuales presentaban
tidos realmente cohesionados, con programas avances, y otras, serias contradicciones. Entre
o ideologías alternativos, que pudieran darle ellas se contaban la consagración de amplias
vida al dúo gobierno-oposición. Sobra decir garantías y libertades ciudadanas, la reforma
que ni el Partido Social Conservador, ni mucho del Congreso, la supresión del parágrafo del
menos el Liberal, están en condiciones de ordinal primero del artículo 120, una nueva for­
hacer realidad tal propósito. mulación para la norma sobre estado de sitio,
el fortalecimiento de la justicia, la elección
En lo que respecta a las demás iniciativas que
popular de gobernadores, la creación de la cir­
suponen una apertura democrática, entre 1986
cunscripción nacional para la representación
y 1988 el gobierno de Barco se limitó a regla­
de las minorías y la posibilidad de utilizar tres
mentar y poner en marcha las reformas relati­
vas a la elección popular de alcaldes y la des­ prodedimientos alternativos para reformar la
Constitución. Muchas de estas iniciativas fue­
centralización administrativa y fiscal, aproba­
ron recortadas en su totalidad y otras fueron
das durante el cuatrienio anterior. La consulta
disminuidas en su alcance a lo largo de la pri-
popular en los municipios, contemplada en el
mismo Acto Legislativo que aprobó la elección
16. Hernando Valencia Villa, “ De las guerras constitucionales
en Colombia, Capitulo LXVHL Un informe sobre la reforma
internacional sobre “ Mediación y negociación de conflic­ Barco” , en Análisis Político, No. 6, enero a abril de 1989,
tos” , Bogotá, l l d e agosto de 1989. p. 83.
14 ANALISIS POLITICO No. 9 - ENERO A ABRIL DE 1990

m era vuelta en el C ongreso (17). Su su erte Se desarrollaron los prim eros g rupos param ili-
definitiva quedó p en d ien te de la aprobación ta re s y las d esapariciones forzadas llegaron a
final que debía d arse al finalizar la leg islatu ra niveles nunca an tes vistos en el país. Final­
ordinaria de 1989. Luego de h ab er sufrido m en te, d u ran te la adm inistración Barco se
g ran d es recortes y cam bios a su paso por el generalizó la form ación de grupos de justicia
Senado y la C ám ara, la iniciativa g u b e rn a m e n ­ privada en todo el territorio nacional, am plian­
tal p ara reform ar la C arta se hundió definitiva­ do no sólo su cubrim iento geográfico sino ta m ­
m en te, con la colaboración explícita del partido bién el rango de sus víctim as: ya no se tra ta
de g o b iern o . únicam ente de los guerrillero s am nistiados o
reincorporados. A ellos se han sum ado p ro g re­
sivam ente d irig en tes políticos de todos los p a r­
Quizá la reform a m ás atractiva del p aq u ete d is­
tidos, m ilitantes de los nuevos m ovim ientos
cutido a lo largo de los dos últim os años era
aquella que abría las posibilidades de utilizar políticos de izquierda, d irig en tes sindicales y
varios procedim ientos alternativos, e n tre ellos p o pulares, p erio d istas, a rtistas, sacerd o tes e
la convocatoria a un referén d u m , con el objeto in telectu ales, h asta cubrir una am plísim a
de abrir espacios de discusión y legitim ar con gam a de g en tes a quienes se vincula d irecta o
el voto popular algunos cam bios sustan ciales al ind irectam en te con la oposición al statu quo. El
régim en político. De h ab er logrado su ap ro b a­ asesinato selectivo que ha ido sustituyendo
ción, quizá se hubieran iniciado en Colombia p ro g resiv am en te las desap aricio n es, la d e te n ­
las posibilidades de una v erd ad era a p ertu ra ción arb itraria y la to rtu ra, ha alcanzado nive­
dem ocrática. A parte de esta novedosa pro­ les dem enciales d u ran te la p re se n te adm inis­
p u esta, el resto de la reform a im p u lsad a por el tración. Como si ello fuera poco, d u ran te 1988
gobierno no llegaba ni siquiera tan g en cialm en ­ el país vio ap arecer una nueva m odalidad de
te a constituir el nuevo pacto político que re ­ esta violencia: la m asacre colectiva (18).
quiere la sociedad colom biana. A dicionalm en­
te , es necesrio anotar que la conexión en tre el A lertado por algunas fuerzas como la UP acer­
d eb ate constitucional y el propósito de pacifica­ ca del alarm an te crecim iento de los g rupos
ción nacional solam ente fue estab lecid a a p a r­ p aram ilitares, el gobierno de Barco p erm a n e­
tir de la iniciación de negociaciones con el ció, no o b stan te, im pasible fren te a ellos d u ­
M-19. ran te m ás de dos años. A la som bra de la indi­
ferencia del Estado o cubierto por la ineficacia
de un ap arato de ju sticia to talm en te d esb o rd a­
A parte de este tortuoso recorrido de la reform a
do por la m agnitud del conflicto, o tras veces
en la norm atividad institucional, quizá el factor
am parado por la colaboración d irecta de secto­
de m ayor gravedad que afecta una real am p lia­
res m ilitares d entro del Estado, se fue configu­
ción de la dem ocracia en Colombia es la g u erra
rando un ap arato p aram ilitar organizado y
sucia que se ha desatad o en el p aís. M ás aún
poderoso, el cual constituye hoy por hoy el
íu e las norm as, es el desarrollo real del p ro ce­
m ayor obstáculo p ara una real dem ocratización
so político, en el cual ju eg a un papel creciente
de la vida política en Colom bia. Sólo cuando
la violencia, lo que restrin g e en g ran p a rte el
ese aparato arm ado se enfrentó al Estado m is­
juego político am plio y plu ralista. La ad m in is­
mo, cuando con to d a su fuerza com enzó a gol­
tración Turbay dio culm inación a la ten d en cia
p ear a sus propios funcionarios, sólo entonces
represiva que se había desarrollado a lo largo
decidió el gobierno de Barco acep tar su exis­
del Frente N acional, no sólo contra los grupos
tencia y em p ren d er una acción decidida contra
atizados en arm as sino tam bién contra toda
ellos (19). Quizá era ya dem asiado ta rd e .
m anifestación de p ro testa legítim a. Las d e te n ­
ciones m asivas y la to rtu ra tuvieron en ese c u a ­
trienio su m om ento de au g e. Luego vino la
adm inistración B etan cu r, bajo cuyo discurso de 18. Entre enero de 1988 y agosto de 1989 se cometieron en Co­
diálogo y ap ertu ra se dio paso a una progresiva lombia un tota] de 106 masacres. Véase Cien días, números
1. 2, 3, 4, 5 y 6, publicados entre marzo de 1988 y septiem ­
clandestinización de la lucha co n train su rg en te. bre de 1989. CINEP. Véase también: Americas Watch,
Informe sobre derechos humanos en Colombia, Bogotá,
CEI-IEPRI, 1989.
19. Me refiero específicamente a la masacre de La Rochela
17. Ibid., pp. 85-96. (Santander)en la cual fueron asesinados doce funcionarios
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARANO 15

La existencia y proliferación de los grupos al finalizar el cuatrienio anterior. Desde el


paramilitares se opone, por supuesto, no sólo a comienzo, su administración buscó restarle
la normalización de la controversia democráti­ protagonismo a la guerrilla al disminuir la rele­
ca sino también a los propósitos de reconcilia­ vancia del diálogo y la negociación directa
ción contemplados como tercer componente de como componentes de la estrategia de paz. Sin
la estrategia Barco. Sin duda este hecho tiene desconocer el acuerdo de La Uribe, que había
mucho que ver con las dificultades de la Unión heredado forzosamente, Barco minimizó su
Patriótica para consolidar su espacio como importancia. La negociación quedó reducida al
alternativa política y, por ende, con la imposi­ tema del desarme, la desmovilización y la
bilidad de que a través de ella se reincorpore la reincorporación de las guerrillas mientras que
totalidad del movimiento armado que le sirvió la cuestión de las reformas (agraria, urbana,
de plataforma de lanzamiento: las FARC. Este, política, etc.) se decidía e implementaba por
que debería haber sido el objetivo principal de canales paralelos en los cuales el movimiento
la estrategia de reconciliación se vio obstaculi­ armado no tenía ninguna participación. En
zado además por otros factores. La administra­ tales condiciones, la concertación con el go­
ción Barco había heredado una tregua con las bierno perdió todo interés para la guerrilla en
FARC, prorrogada en marzo de 1986 sin térmi­ general, pero sobre todo para las FARC que
no fijo ni compromisos definidos. Subsistían, habían logrado un protagonismo sin preceden­
por lo tanto, numerosas ambigüedades en tor­ tes durante el proceso de paz de Betancur.
no a la desmovilización y reincorporación defi­ Esto significó un distanciamiento creciente
nitiva de ese movimiento. Frente a ellas, sin entre las FARC y el gobierno y, por consiguien­
embargo, el gobierno de Barco no intentó te, un acercamiento paulatino entre esta agru­
avanzar clarificando el proceso para salvar el pación y los demás miembros de la CNG, que
débil éxito obtenido por la administración culminó con la incorporación de las FARC en la
Betancur. Por el contrario, dejó la tregua con recién creada Coordinadora Guerrillera Simón
las FARC a la deriva, sujeta a los continuos y Bolívar, CGSB, en octubre de 1987.
cada vez más frecuentes enfrentamientos con
el ejército. Nunca se pensó en reconstituir la El enfrentamiento entre el movimiento insur­
desaparecida Comisión de Verificación. El gente y el Estado volvía, a finales de 1987, a
gobierno se limitó a constatar el deterioro y la retomar las características del período que
ruptura gradual de la tregua hasta llegar a afir­ antecedió a 1982. Los caminos de la negocia­
mar, en la clausura de las sesiones ordinarias ción se deterioraban cada vez más con las
del Congreso en 1988, que de los acuerdos de FARC y estaban definitivamente cerrados para
La Uribe “no nos queda hoy sino su espíri­ las demás guerrillas agrupadas en la CGSB.
tu” (20). Frente a éstas se dio desde 1986 rienda suelta a
la acción represiva, a través de la cual los mili­
tares ratificaron su tradicional autonomía en el
Para el gobierno de Barco las FARC nunca fue­ manejo del orden público, totalmente recupe­
ron el interlocutor privilegiado que habían sido rada a raíz del episodio del Palacio de Justicia.
El tratamiento dado a la guerrilla por la admi­
nistración Barco entre 1986 y 1988 fue sin duda
de la rama judicial en enero de 1989. Luego de otros atenta­
regresivo frente sil intentado por Betancur.
dos contra funcionarios estatales el gobierno expidió, el 20 Cierto es que en 1986 probablemente no esta­
de abril del mismo año, tres decretos de estado de sitio ban dadas las condiciones para reanudar nego­
mediante los cuales se integró una comisión encargada de
presentar al gobierno un plan integral contra los grupos
ciaciones con la CNG, como también lo es que
paramilitares, se creó un cuerpo armado especial para com­ el acuerdo vigente con las FARC carecía de
batirlos y se suspendió la vigencia de algunas normas que aclaraciones en torno a temas vitales, como el
podían ser utilizadas para darle fundamento legal a los de las armas. En lugar de afrontar y superar
“grupos de autodefensa” . El Espectador, 21 de abril de
1989, p. 1A. estas dificultades, el gobierno decidió abando­
20. “Informe del presidente de la República, Virgilio Barco, en nar todo intento de negociación de un solo tajo.
la clausura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacio­ Con ello contribuyó al escalamiento progresivo
nal, el 16 de diciembre de 1988” . Reproducido en Conseje­ de la guerra: el mismo que dos años después le
ría para la Reconciliación, Normalización y Rehabilitación,
El Camino de la Paz. Historia de un proceso, Vol. II, Bogo­ haría retomar por los caminos del diálogo y
tá, Imprenta Nacional de Colombia, 1989, p. 80. concertación.
16 ANALISIS POLITICO No. 9 - ENERO A ABRIL DE 1990

M ientras tan to , el gobierno encam inó to d a su por sobre todo, dem o straro n que el anhelo de
voluntad a la reconciliación e n tre el E stado y la paz seg u ía estan d o p re se n te y re su rg ía con
com unidad, en los paros cívicos y las m archas fuerza en diversos secto res de la sociedad civil
cam pesinas. E sta actitu d , si bien novedosa y d isp u esto s a id ear m ecanism os p a ra la b ú sq u e­
positiva, no tocaba la m éd u la del conflicto vio­ da de la paz, alternativos a la e s tra te g ia g u b e r­
lento que continuaba azotando la sociedad nam en tal. El M-19 produjo en tonces un com u­
colom biana. Muy pronto, ad em ás, presionado nicado a trav é s del cual lanzó la p ro p u esta de
por los m ilitares y por algunos secto res políti­ un alto al fuego y una cu m b re de “ Salvación
cos dom inantes que veían con alarm a la p re ­ N acional’’. Pese a la desconfianza que p ro d u ­
sencia de la guerrilla en las m ovilizaciones cía este tipo de consignas, ya bien conocidas
p opulares, el gobierno recayó en un erro r una y d esd e la tom a de la em b ajad a de la R epública
mil veces com etido en la h isto ria colom biana: D om inicana, la p ro p u esta del M-19 desató un
confundir la movilización legítim a con la su b ­ rápido proceso de acercam iento en tre el grupo
versión y darle, en consecuencia, un tra ta m ie n ­ guerrillero y d irig en tes políticos, grem iales,
to represivo (21). Así, la reconciliación, como sindicales y eclesiásticos que condujo no sólo a
com ponente de la estra te g ia de paz de Barco, la liberación de Alvaro Gómez sino a la re a p e r­
no sólo cam bió de sentido sino que h ab ía d e s­ tu ra del diálogo en tre la g u errilla y algunos
aparecido casi to talm en te del p an o ram a al secto res de la sociedad civil.
m ediar el año de 1988.
Prim ero se llevó a cabo la reunión de P anam á,
Dos años d esp u és de iniciada la adm inistración el 14 de julio de 1988. D urante ella se convino
Barco, su m odelo de paz a u g u rab a un fracaso la n ecesidad de llevar a cabo u n a reunión cum ­
aún peor que el an terio r. El Plan Nacional de bre en tre d istin tas fu erzas sociales que debía
Rehabilitación avanzaba le n tam en te su p e ra n ­ celeb rarse en Bogotá dos sem an as m ás ta rd e .
do los obstáculos propios de la burocracia, el En efecto, la cum bre se llevó a cabo el 29 de
clientelism o y la escasez de recu rso s. La refo r­ julio en U saquén, con re p re se n ta n te s de la
m a constitucional, sin el apoyo decidido del Iglesia, los p artid o s trad icio n ales, la UP, la
bipartidism o, debía todavía su p erar una vuelta g uerrilla, los grem ios, los sindicatos y los indí­
m ás por el filtro an tirrefo rm ista del Congreso. g en as. La reunión term inó con la convocatoria
La reconciliación con la com unidad en tra b a en de u n a Comisión de C onvivencia D em ocrática
franco deterioro m ien tras que los can ales de q ue debía in stalarse el 22 de agosto con un té r­
concertación con la gu errilla se en co n trab an m ino de 30 días (22). E ste im previsible proceso
prácticam ente rotos. P aralelam en te, la g u erra se llevó a cabo bajo la m irad a in tran sig en te del
sucia p ro sp erab a dando m u e stras de u n a c re ­ gobierno. Su renuencia a p articip ar en él, au n ­
ciente p érd id a del siem p re frágil m onopolio de q ue ju stificad a oficialm ente con el argum ento
la violencia por p a rte del E stado colom biano, de que no había negociación posible a p artir de
frente a lo cual lo único previsible e ra la anar- p resio n es por la fuerza, sólo dejó la im presión
quización acelerada del conflicto interno. de que se en co n trab a to talm en te d esco n certa­
do y rebasado por las circunstancias. F inal­
Fue de nuevo un acto de fuerza pro v en ien te del m en te, obligado por el d eb ate nacional d e s a ta ­
m ovim iento guerrillero el que puso sobre el do alrededor del te m a de la paz y canalizado a
ta p e te la necesidad de b u scar salidas políticas trav é s de la Comisión de C onvivencia D em o­
p ara el conflicto arm ado. El secu estro de Alva­ crática, el gobierno se vio forzado a resp o n d er
ro Gómez realizado por el M-19 en mayo de con el lanzam iento de la Iniciativa de Paz del
1988 desencadenó u n a serie de reacciones que, lo. de sep tiem b re de 1988. E sta p lanteó, in d u ­
d ab lem en te, un viraje fu ndam ental en la e s tra ­
teg ia que se venía ad elan tan d o d esd e 1986.
21. La represión contra este tipo de movilizaciones apareció
desde el paro regional del nororiente realizado en junio de
1987, pero se hizo mucho más evidente con ocasión de las
marchas campesinas de mayo de 1988 en la misma región.
Al respecto véanse entrevistas realizadas en Barranca-
bermeja (Santander), entre el 22 y el 29 de agosto de 1988, 22. Semana, No. 318, 7-13 de junio de 1988; No. 320, 21-27 de
Archivo del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones junio de 1988; No. 322, 5-11 de julio de 1988; No. 323, 12-18
Internacionales, Universidad Nacional de Colombia. de julio de 1988; y No. 326, 2-8 de agosto de 1988.
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARAÑO 17

2. SEGUNDA ETAPA DE LA ESTRATEGIA voluntad de explorar caminos hacia la reconci­


DE PAZ DE LA ADMINISTRACION liación” (23).
BARCO: LA NEGOCIACION COMO
El M-19 tuvo que vencer el escepticismo
COMPONENTE FUNDAMENTAL
gubernamental y nacional frente a su verdade­
1988-1990
ra voluntad de paz a fuerza de sus demostracio­
nes de hecho —el mantenimiento de una tre­
Las críticas a la Iniciativa de Paz de Barco no se gua unilateral desde el secuestro de Gómez
hicieron esperar. En primer lugar, se le critica­ Hurtado— y de la coherencia y sensatez de su
ba el enorme retraso con que había sido dise­ discurso. La nueva cara del M-19 no era, como
ñado un verdadero plan de paz que el país re­ suponían algunos, una nueva máscara para
clamaba de tiempo atrás. En segundo lugar, se disfrazar su voluntad de guerra. Más bien pue­
le calificaba como una reacción defensiva fren­ de afirmarse que el movimiento sufrió una
te al acorralamiento que había sufrido el go­ transformación interna desde la ruptura de la
bierno con motivo del secuestro de Alvaro tregua en 1985 que lo llevó, finalmente, a re­
Gómez y las negociaciones desatadas con oca­ plantearse con seriedad y realismo la viabili­
sión del mismo. Reacción que, de paso, parali­ dad de la lucha armada dentro de las actuales
zaba el proceso de participación de la sociedad circunstancias por las que atraviesa el país.
civil que venía gestándose meses antes. En ter­
cer término, se le criticaba por su extrema rigi­ Varias razones propias de la dinámica interna
dez, en la medida en que planteaba condicio­ del Movimiento pueden explicar en parte esta
nes inamovibles y plazos fijos como prerrequi- transformación. En primer lugar, es innegable
sito para un objetivo único y preciso: la desmo­ que su debilidad militar los condujo a repensar
vilización y reincorporación de la guerrilla. su posición dentro del conjunto de fuerzas
enfrentadas y a sopesar con mucha mayor
Pese a estas críticas, la Iniciativa de Paz dejó modestia y realismo su capacidad de incidir en
planteado a partir de septiembre de 1988 un el desenlace final del conflicto armado. Sin
viraje importante con respecto a la estrategia embargo, según el Comandante General del
que venía impulsando el gobierno desde 1986: M-19, “ese (el de la debilidad militar), no es el
se volvía a reconocer en la guerrilla un inter­ problema central, porque es una circunstancia
locutor válido y se abrían con ello las posibili­ que se puede modificar” (24). En efecto, no
dades de una negociación directa aunque su basta con afirmar que el M-19 está diezmado
alcance estuviera todavía reducido al tema úni­ militarmente para explicar su disposición al
co de la desmovilización y la reincorporación. diálogo. Tal como lo afirma Iván Orozco, “un
Con el tiempo y el hábil manejo que de la grupo diezmado, pero fanatizado en su derro­
coyuntura hizo el M-19, el gobierno tuvo que ta, siempre podrá apelar al recurso último del
aceptar, finalmente, una mayor flexibilidad en terrorismo para mantener en zozobra el régi­
los procedimientos y, sobre todo, aceptar la men que no consigue destruir” (25). Otra op­
inclusión del tema de la apertura política en la ción distinta al camino terrorista hubiera podi­
agenda de las negociaciones. do ser la de permanecer dentro de la Coordina­
dora y reforzar su proyecto militar pese a la
En los días posteriores al lanzamiento de la Ini­ debilidad propia. Sin embargo, la opción fue
ciativa nadie creía posible que tal “itinerario utilizar una coyuntura favorable para la nego­
de rendición” —como fue llamada— pudiera ciación política y llevarla hasta sus últimas con­
secuencias. Motivos de diversa índole explican
dar otro resultado que la negativa rotunda por esta escogencia por parte del M-19.
parte de la guerrilla a aceptarla y, por consi­
guiente, la agudización de la guerra. Sin Aparte de las consideraciones de tipo militar,
embargo, el M-19 comenzó a dar pasos ten­ el golpe recibido en el Palacio de Justicia tam-
dientes a un acercamiento con el gobierno,
hasta que finalmente, en diciembre de 1988, el
Presidente reconoció ante el Congreso que 23. “Informe del presidente de la República, Virgilio Barco, en
estimaba conveniente la iniciación de diálogos la clausura de las sesiones... ” , p. 82.
formales y directos con el M-19, “organización 24. Entrevista con Carlos Pizarro, comandante general del
M-19, Santo Domingo (Cauca), 3 y 4 de junio de 1989.
que en un plazo prudencial ha demostrado 25. Iván Orozco, “ Por qué negocia el M-19” , articulo inédito.
18 ANALISIS POLITICO No. 9 - ENERO A ABRIL DE 1990

bién debió contribuir a la to m a de conciencia F inalm ente, la construcción de una nueva acti­
en el M-19 sobre los lím ites de su acción arm a­ tu d en el M-19 resp o n d e en g ran p arte a la
da que, au nque todavía esp ectacu lar, h ab ía actual situación nacional, p a ra no m encionar
perdido ya sus posibilidades de proyección las drásticas transform aciones que ha vivido el
política. M ás allá del reconocim iento de erro ­ m undo socialista en el últim o año. En cuanto al
res en la táctica m ilitar o en los objetivos políti­ pan o ram a nacional, la proliferación y el fo rta­
cos del asalto, la gran lección que debió d ejarle lecim iento de los g rupos p aram ilitares, re s p a l­
al M-19 la d erro ta en el Palacio de Ju sticia tie ­ dados en b u en a p arte por un socio excesiva­
ne que ver con la im posibilidad de contar con m en te poderoso como el narcotráfico, es uno
una legitim idad g an ad a a priori que se m a n tie­ de los retos que debe en fren tar la guerrilla,
ne sin m odificaciones en el tiem po. A prendida sobre todo en lo que hace a las condiciones de
e sta lección, el nuevo M-19 se ex p resa así: “ La viabilidad de una victoria revolucionaria en el
guerrilla opta ahora por el proceso de paz p o r­ corto o m ediano plazo. E ntendido no sólo como
que hoy no se p u ed e avanzar si no se recu p era enem igo m ilitar con suficiente capacidad p ara
una inm ensa legitim idad. No se tra ta de recla­ en fren tarla, sino tam bién como enem igo políti­
m ar leg itim id ad ..., todos la reclam an ; sino de co q u e le d isp u ta la lealtad de sus an tig u as
conseguirla, construirla, m a n ten erla y actuali­ b ases sociales, el dúo param ilitares-n arco tráfi-
z a rla ” (26). co constituye uno de los principales factores
del en tu rb iam ien to de la violencia política en
Existe otro factor que p u ed e ay u d ar a explicar Colombia. La com plejidad y dispersión del con­
la posición del M-19 fren te al actual proceso de flicto en la d écada de los o ch en ta, au m en tad a
negociación: la flexibilidad de su proyecto polí­ por la intervención del te rc e r ag en te m enciona­
tico. C arente de definiciones co n cretas, su d is­ do, constituye un elem ento de peso p a ra du dar
curso, sin em bargo, p u ed e en m arcarse dentro de la viabilidad estratég ic a de la lucha g u e rri­
de los p arám etro s de u n a co rrien te nacionalista llera en Colombia.
de izquierda dem ocrática y refo rm ista, su scep ­
tible de ser in teg rad a d entro de un régim en E sta falta de viabilidad en el largo plazo no sig­
dem o-liberal. La dem ocracia y no la revolución nifica, por su puesto, que la g uerrilla no co n ser­
h a sido el leitm otiv p erm an en te en el discurso ve aún una gran capacidad de perturbación
político del M-19. En p alab ras del C om andante m ilitar y política en v astas regiones del país. Se
G eneral, “ el ‘e m e ’ n u n ca se ha plan tead o el refiere m ás bien a las condiciones que, en el
objetivo total de la revolución absoluta. No hay m om ento actual, hacen im pensable una victo­
m odelo. Por eso hem os podido variar, buscar ria revolucionaria de corte radical. Lo parad óji­
n u estro propio cam in o ’’ (27). E sta am b ig ü e­ co de e sta situación es que esa incapacidad de
dad, que a la vez explica b u en a p a rte de los triunfo en térm inos estratég ico s por p arte del
virajes táctico-estratégicos del p asado, bien m ovim iento arm ado no va acom pañada de un
p u ed e h ab erse convertido en un punto a favor a fortalecim iento en el polo estatal que podría,
la hora de m odificar el rum bo de acción hacia la en tal caso, capitalizar a su favor las condicio­
paz. Por últim o, h ab ría que co n sid erar la conti­ n es desfavorables p a ra el polo guerrillero.
nuid ad en la C om andancia G eneral d esd e la A nte el deterioro de los dos polos en fren tad o s y
m u erte de Alvaro Fayad en 1986 como un fac­ su incapacidad m u tu a p ara d erro ta rse —el
tor que contribuye a la coherencia en el d iscu r­ em p ate negativo — , el único futuro previsible
so y el accionar del M ovim iento. Luego de un p ara la situación colom biana no es la g u erra
lento proceso de reconstrucción de la d irig en ­ civil con posibilidades revolucionarias, sino la
cia, du ram en te fractu rad a y debilitad a por la prolongación indefinida del conflicto, cad a vez
m u erte, en escasos tre s años, de tre s com an­ m ás fragm entado y anarquizado. A nte los
d an tes g en erales, la com andancia del M-19, ev en tu ales costos de esa prolongación, vastos
unificada bajo el m ando de Carlos Pizarro, t e ­ sectores de la sociedad civil se aíslan cad a vez
nía en 1988 m ejores posibilidades de proyectar m ás de los actores arm ados y, p resas de pánico
una línea de acción y un discurso m ucho m ás en tan to víctim as de la g u erra, p restan cada
consistentes que en el pasado. vez m enos apoyo a aquellos que insisten en la
vía arm ad a como única salida al conflicto. De
tal su erte, tam poco p u ed e e sp e ra rse en el corto
26. Entrevista con Carlos Pizarro...
27. Ibid. plazo un acercam iento en tre la g u errilla y el
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARANO 19

movimiento popular que pudiera llevar hacia la dos temas cruciales del proceso de negocia­
insurrección general (28). ción: el abandono de la vía armada como recur­
so de acción política y la apertura democrática,
Fueron, entonces, tanto las circunstancias entendida no como un vuelco total del régimen
internas del Movimiento como este complejo político (la “revolución por decreto” ), sino
panorama nacional las razones que llevaron al como el establecimiento de nuevas reglas del
M-19 a ingresar en el proceso de concertación juego político que permitan que los actores,
planteado por el gobierno a través de su Inicia­ antes enfrentados, puedan entrar a debatir sus
tiva para la Paz. Gracias a esta decisión del proyectos y a competir por el consenso nacional
Movimiento guerrillero y no a la generosidad dentro del marco de una democracia ampliada.
gubernamental, se reabrieron en Colombia las
posibilidades de pensar el problema de la vio­ El consenso de las dos partes negociadoras
lencia y la paz en términos políticos, y no sólo sobre el objetivo último del proceso es requisi­
en términos militares o de rehabilitación, como to indispensable para su avance. Para ello es
se venía haciendo desde 1986. además absolutamente necesario que exista
claridad sobre el mismo. Durante el proceso de
paz de Betancur no hubo nunca claridad sobre
El proceso de negociación Gobierno-M-19. el objetivo final. Hubo acuerdos sobre metas
Enero de 1989 - Marzo de 1990 parciales: la necesidad de un cese al fuego, de
una tregua, de un diálogo nacional, de una se­
La negociación entre el gobierno y el M-19 se rie de reformas de amplio espectro. El diálogo,
inició formalmente con la Primera Declaración utilizado como medio para alcanzar el ambiguo
Conjunta suscrita en el Tolima el 10 de enero fin de “afianzar la paz nacional” (31), terminó
de 1989. Esta implicó un primer logro significa­ convertido en un fin en sí mismo. La falta de
tivo en el proceso en la medida en que clarificó claridad en tomo al objetivo estratégico condu­
el objetivo final del mismo. El documento afir­ jo a un círculo vicioso en el que cada actor,
ma que el Gobierno Nacional y el M-19 convo­ interpretando la meta final a su propio acomo­
can a un diálogo directo “para que en él, se do, condicionaba su logro al difícil cumplimien­
acuerde un camino hacia la solución política del to de las ambiciosas metas pactadas como com­
conflicto de la Nación Colombiana, que tiene promisos parciales.
que expresarse en un itinerario claro hada la
democracia plena y en un camino cierto hacia En este caso el objetivo final se planteó en for­
la desmovilización guerrillera con las garantías ma clara e inmodificable. Como también se
necesarias” (29). precisaron las condiciones para ingresar al pro­
ceso de diálogo: “ se exige como prerrequisito
La inclusión de la expresión “itinerario claro la pública aceptación de participar en él. Por
hacia la democracia plena” significó un avance parte de los alzados en armas, un cese unilate­
sustancial con respecto a la Iniciativa guberna­ ral de las hostilidades por un tiempo pruden­
mental en cuya formulación inicial se reconocía cial que geste el clima de distensión y de con­
como único objetivo del diálogo directo el de fianza” (32). Por el contrario, durante el proce­
“ acordar los procedimientos para su incorpora­ so de paz anterior fue el propio gobierno el que
ción (de los grupos alzados en armas) a la nor­ dio claras muestras de su voluntad (amnistía,
malidad” (30). Gracias a esta fórmula de la Pri­ cumbre política , Comisión de Paz) mientras
mera Declaración se vincularon de nuevo los que a la guerrilla no se le exigió ninguna condi­
ción previa para iniciar negociaciones. Esta
diferencia obedece sobre todo a las condiciones
28. Véase, Eduardo Pizarra Leongómez, “La guerrilla y el pro­
prevalecientes en cada coyuntura. En 1982 la
ceso de paz” , en Gustavo Gallón (compilador), Entre movi­ guerrilla venía en un proceso de ascenso y te-
mientos y caudillos, Bogotá, CINEP-CEREC, 1989, pp. 247-
260.
29. Numeral 2 de la “ Primera Declaración Conjunta suscrita en
el Tolima por el Gobierno Nacional y el Movimiento 19 de 31. Texto del Acuerdo firmado entre el Gobierno y las Fuerzas
Abril, M-19, el 10 de enero de 1989” , recopilada en Conse­ Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP, en Enri­
jería la Reconciliación, Normalización y Rehabilitación, E3 que Santos Calderón, La guerra por la paz, Bogotá,
Camino de la Paz..., p. 87. (El subrayado es mió). CEREC, 1986, p. 292.
30. “ Desarrollo de la Iniciativa de Paz” , en Ibid., p. 37. 32. “ Primera Declaración Conjunta...” , p. 88.
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nía ganado un alto grado de legitim idad como intervienen en la negociación no rep resen ten
consecuencia de lo ocurrido d u ra n te la ad m i­ del todo a los actores en conflicto. El gobierno,
nistración T urbay. Era el rég im en el que n ece­ por ejem plo, no re p re se n ta a la to talid ad de un
sitaba con urgencia b u scar una salida y recu p e­ E stado in m en sam en te fragm entado y dividido
ra r p ara sí la b an d era de la paz. P ara 1989, por por diversas y aun co n trap u estas in terp retacio ­
el contrario, el fracaso del an terio r proceso n es del conflicto nacional. E ste fue uno de los
había generado un inn eg ab le escepticism o principales obstáculos que se opusieron al éxi­
fren te a la real voluntad de paz de la g uerrilla, to del proyecto b elisarista. En lo que resp ecta a
lo cual exigía de ella, en este nuevo contexto, la actual adm inistración, es claro que el E jecu­
dem ostraciones concretas de su disponibilidad tivo no tien e capacidad de control sobre los
al diálogo. ag en tes que, d esd e el E stado, prom ueven la
g u e rra sucia. Tam poco logró im poner u n a d is­
Tam bién se clarificó, a trav és de la P rim era ciplina sobre el partido de gobierno y, en con­
Declaración C onjunta, quiénes h ab rían de ser secuencia, el C ongreso volvió a convertirse en
los interlocutores en el proceso de diálogo. La uno de los m ás g ran d es obstáculos p ara el p ro ­
D eclaración dice en su n um eral 2: “ El G obier­ yecto de reconciliación nacional.
no Nacional y el M-19 convocan a un diálogo
directo a las D irecciones de los P artidos Políti­ Ahora bien, si no p u ed e h ab larse de coherencia
cos con representació n p arla m en taria y a los en el interior del E stado, tam poco p u ed e p e n ­
com andantes de los g rupos de la C oordinadora sarse en la unidad de la co n trap arte: el m ovi­
G uerrillera Simón Bolívar” (33). En re p re se n ­ m iento arm ado colom biano. A p esar de los
tación del gobierno ha actuado el C onsejero intentos recien tes de cohesión alred ed o r de la
Presidencial para la Reconciliación, N orm aliza­ CNG y p o sterio rm en te de la CGSB, la g uerrilla
ción y R ehabilitación, cargo creado d esd e en Colom bia es aún un conjunto h eterogéneo
com ienzos de la adm inistración Barco con el de m ovim ientos sin posibilidades de unifica­
objeto de centralizar e institucionalizar las m úl­ ción en el corto plazo. La C oordinadora sólo
tiples y d isp ersas com isiones ad hoc del cu a­ cum ple un papel formal como canal p a ra el
trienio anterior. E ste cam bio en el m anejo del intercam bio de ideas y el logro de algunos
proceso redujo el ám bito de participación de acuerdos p arciales, pero no tien e n inguna
diversas fuerzas sociales que las com isiones de capacidad de “ m eter en c in tu ra ” a la to talidad
B etancur habían logrado crear. Pero condujo, de las organizaciones que la conform an. A nte
por otro lado, a corregir n u m ero sas fallas atri­ e sta inm odiñcable dispersión del m ovim iento
buidas a la “ com isionitis” del pasado. Al cen ­ guerrillero, sería preciso d iseñ ar estra te g ia s lo
tralizar las funciones de las com isiones en una su ficientem ente co h eren tes pero a la vez flexi­
sola persona se superó la falta de coordinación bles, que p u d ieran dar cu en ta de tal realidad.
que las había aquejado. Por otro lado, la d ele­ La Comisión de Paz del período B etancur inició
gación directa del poder presidencial en m anos negociaciones sim u ltán eas con casi todos los
del Consejero corrigió el vacío m ás grave de las grupos guerrilleros en form a esp o n tán e a y sin
com isiones: su falta de capacidad p ara tom ar condiciones previas. E stas condujeron luego a
decisiones en asuntos de paz. la firm a, por sep arad o , de acuerdos m uy dife­
ren tes en tre sí. A su vez estos acuerdos con­
La situación ideal en aras de la claridad de los tem p lab an diversos com prom isos que g e n e ra ­
acuerdos y el cum plim iento de los com prom i­ ron, adem ás de las nu m ero sas com isiones, cu r­
sos es que la negociación b ilateral que se sos div erg en tes en el proceso de negociación.
desarrolla, en este caso, e n tre el E stado y el La com plejidad del en tram ad o tejido a lo largo
M ovim iento guerrillero, sea asum ida por dos del período 1982-1986 produjo finalm ente la
interlocutores rep resen tativ o s de los polos en anarquización riel proceso m ism o y la ru p tu ra
conflicto. Sin em bargo, en una situación tan de algunos acuerdos h a sta q u ed ar reducido a
com pleja como la colom biana es preciso ad v er­ uno solo de ellos: el de las FARC.
tir que ni el Estado, ni la g uerrilla, constituyen
actores hom ogéneos. De allí que las p a rte s que Barco h a intentado el proceso inverso: una sola
estrateg ia contem plada en la Iniciativa de Paz
se ofrece a todos los g rupos g uerrilleros, exi­
33. Ib id ., p. 87. giendo de ellos, in d istin tam en te, el cum plí-
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miento de condiciones previamente estableci­ pues, el proceso con el M-19 constituyó el pilar
das. La propuesta, tal como fue concebida ini- estratégico sobre el cual se apoyó el renovado
cialmente, sólo fue aceptada por un movimien­ proceso de paz bajo la administración Barco.
to armado: el M-19. El resto de la Coordinado­
ra se abstuvo de ingresar en el proceso de Una vez señalada la incompleta representativi-
negociación argumentando que las condiciones dad de los interlocutores básicos (gobierno y
exigidas para ello eran inaceptables. El gobier­ M-19), es preciso referirse al tercer interlocu­
no inició la negociación con un solo interlocutor tor incluido en este proceso: los partidos políti­
esperando seguramente que, ante el cambio de cos con representación parlamentaria. La
condiciones que ello produciría, los demás gru­ inclusión de este nuevo actor implicaba no sólo
pos insurgentes se verían forzados a ingresar una novedad sino, sobre todo, un avance con
en el proceso. respecto al proceso de paz de Betancur, si se
tiene en cuenta que la ausencia de compromiso
Sin embargo, esto no sucedió. Por el contrario, de los partidos políticos, para no señalar su
de la Coordinadora Guerrillera surgieron por lo franca oposición, constituyó uno de los facto­
menos tres propuestas alternativas a la iniciati­ res del fracaso del mismo. En esta nueva ver­
va gubernamental: el ELN ha manifestado que sión del proceso se los incorporó como partici­
está dispuesto a conversar con el gobierno pantes activos del diálogo y la negociación bus­
acerca de la humanización de la guerra y de la cando con ello comprometerlos directamente,
política energética, pero nunca estará dispues­ para garantizar así el cumplimiento de algunos
to a entrar en negociaciones conducentes a la de los acuerdos pactados. La Segunda Declara­
finalización del enfrentamiento armado; el ción Conjunta del Gobierno Nacional y el M-19
EPL, por su parte, ha reiterado su disposición a estableció la creación de una Mesa de Trabajo
entrar en el proceso de negociación pero sobre con el fin de facilitar el desarrollo del diálogo
la base de condiciones aceptables para la gue­ tripartito convenido en la Primera Declaración.
rrilla y luego de que el gobierno se haya com­ Su función principal sería la “ búsqueda de
prometido a promover acciones contra la gue­ acuerdos políticos concertados con el objetivo
rra sucia y a favor de la solución de conflictos de transitar hacia la democracia plena’’ (35).
regionales como el de Urabá; finalmente, por
iniciativa de las FARC (34) fue creada la Comi­ La asignación de esta tarea a la Mesa de Traba­
sión de Notables conformada por los expresi­ jo tenía la virtud de corregir tres errores que
dentes Misael Pastrana y Alfonso López mantenía vigentes la Iniciativa para la Paz: en
Michelsen, el cardenal Mario Revollo Bravo y primer lugar, en ella aparecían totalmente
el presidente de la ANDI, Fabio Echeverri divorciados el diálogo directo y la discusión
Correa, con el fin de constatar la buena volun­ sobre la reforma política. A partir de la crea­
tad de ese grupo para iniciar conversaciones ción de la Mesa de Trabajo se reiteró la necesa­
con el gobierno alrededor de los temas de inte­ ria vinculación entre la cuestión de la reforma
rés que fueran identificados a través de los del régimen y el proceso de negociación. En
contactos con la misma Comisión. El gobierno segundo lugar, en la Iniciativa gubernamental
tuvo que aceptar, finalmente, la multiplicación el tema de las reformas institucionales queda­
y descentralización de los escenarios de diálo­ ba circunscrito únicamente al debate sobre el
go con el movimiento guerrillero. paquete de reforma constitucional que cursaba
entonces por el Congreso. Al hablar de la bús­
No obstante, los acercamientos con el EPL y las queda de “acuerdos políticos” como labor fun­
FARC no lograron concretarse en un esfuerzo damental de la Mesa de Trabajo, se amplió el
serio de negociación debido, en buena parte, a espectro de temas y opciones más allá del Acto
la persistencia de la guerrilla en presionar el Legislativo en mención. Finalmente, quizá lo
camino del diálogo por las vías violentas. Así, más importante es que la decisión de crear esta
Mesa de Trabajo evitó que el Congreso pudiera
34. “ Carta de las F A R C a la opinión p úb lica, que propone la
conform ación de una C om isión de A lto N iv el, 23 de febrero
de 1989” , recop ilad a en Consejería para la R econciliación, 35. N u m eral 6 d e la “ C uarta Declaración Conjunta, suscrita por
Norm alización y R ehab ilitació n, El C am ino de la Paz..., el G obierno y el M -19 en Santo D om ingo, Cauca, el 17 de
pp. 147-149. marzo de 1989” , recopilada en Ibid., p. 190.
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to rp ed e ar la eventual realización de un d eb ate la D em ocracia, el 2 de noviem bre, con la


acerca del tem a. Los an teced en tes ex p erim en ­ au sencia de la Unión Patriótica y del P artido
tad o s d u ran te el cuatrienio an terio r eran un Social C onservador, dice m ucho sobre la volun­
m al augurio p ara el cum plim iento del num eral ta d de los partidos fren te al problem a de la
3 de la F ase de D istensión contem plado en la paz. La UP h ab ía decidido m a rg in arse to tal­
Iniciativa g u b e rn a m e n ta l, que proponía la re a ­ m en te del proceso a raíz del asesinato de José
lización de audiencias y la designación de voce­ A n teq u era el 3 d e m arzo de 1989. El Partido
ros para dialogar en torno al re a ju ste institucio­ Social C onservador por su p arte , participó en
nal, “ dentro de un m arco de diálogo institucio­ to d as las d eliberaciones de la M esa de Trabajo
nal prom ovido por el C ongreso de la R epública, pero decidió ab sten e rse de firm ar el Pacto Polí­
si este cuerpo lo considera conveniente” (36). tico como un arm a de “ reg ateo político” p ara
p resio n ar al gobierno y al Partido Liberal en
Con la creación de la M esa de Trabajo se su s­ algunos puntos de la reform a constitucional.
trajo el d ebate sobre la reform a política de la Así, p u es, la aprobación de las no rm as que
aceptación por p arte del C ongreso pero se habrían de darle vida efectiva al Pacto q u ed a­
intentó m a n ten er, a la vez, el com prom iso de ron su jetas a las negociaciones que el gobierno
los partidos políticos tradicionales y de la UP, lograra h acer con un d isp erso y fragm entado
buscando aseg u rar de alguna form a la concre­ Partido Liberal que, p ese a e sta r form alm ente
ción de los acuerdos a que allí se lleg ara bien a favor de lo pactado, to rp ed eó in siste n tem en ­
fuera m ediante su traducción en proyectos de te las pro b ab ilid ad es de aprobación de las re ­
ley y acto legislativo o bien, a tra v é s de m ed i­ form as en la p asad a leg islatu ra. De nuevo, los
das ejecutivas resp ald ad as por el consenso de partid o s políticos m o straro n en to d a su d im en ­
los partidos (37). Estos correctivos p reten d ían sión la m ezquindad política que los acom paña y
su b san ar el p erm an en te divorcio qu e, d u ran te el Congreso, de esp ald as al país como siem pre,
el proceso de paz de B etancur, se m antuvo se ratificó como un g ran obstáculo p ara la
en tre la labor del C ongreso y la dinám ica de la superación de la crisis nacional.
negociación y el diálogo nacional. Pese a la
novedad del m ecanism o y a su p rete n d id a efi­ Por el contrario, alg u n as fuerzas de la sociedad
cacia, la M esa de T rabajo se fue q u edando sin civil, en tre ellas algunos p artid o s y m ovim ien­
piso a m edida que se hizo evidente la falta de tos políticos sin rep resen tació n p arlam en taria,
com prom iso de los p artid o s políticos con la dieron m u e stras de una gran voluntad de p a rti­
b ú sq u ed a de una solución negociada al conflic­ cipación en las instancias que p ara el efecto se
to interno. Las conclusiones de la M esa de T ra­ abrieron d u ran te el proceso. Al respecto hay
bajo que debían ser p resen ta d as an tes del ini­ que aclarar que el hecho de que las negociacio­
cio de las sesiones ord in arias del C ongreso, es n es directas se lleven a cabo en tre interlocuto­
decir, an tes del 20 de julio del año en curso, res claram ente definidos —los ad v ersario s en
tard aro n casi cuatro m eses en ap arecer. En el conflicto— , no quiere decir que la sociedad
intervalo, el Congreso dio inicio a la discusión civil deba ser excluida del proceso g en eral de
de la reform a constitucional apro b ad a en p ri­ reconciliación. Por el contrario, su p articip a­
m era vuelta d u ran te 1988 y se enfrascó en la ción es fundam ental en aras de g e sta r un con­
preparación de la actividad electoral p a ra 1990. senso nacional a favor de la solución negociada
La dem ora de la M esa de Trabajo en configurar del conflicto. Tal participación p u ed e d arse
el tan anhelado “ acuerdo político” redujo el contribuyendo al acercam iento en tre las p artes
espacio p ara el d eb ate acerca de las m edidas en conflicto (como lo hizo la Comisión de N ota­
de ap e rtu ra dem ocrática que constituían p arte bles), participando en el d eb ate sobre las m edi­
esencial del proceso de negociación. d as necesarias p ara errad icar la violencia y
consolidar la paz (diálogos regionales, m esas
Pero, adem ás, las circunstancias en que fue fir­ de análisis y concertación) y, ev en tu alm en te,
m ado finalm ente el Pacto Político por la Paz y p u ed e llegar a cum plir un papel en la verifica­
ción de los acuerdos cuando ello sea necesario
y conveniente (tal era el papel asignado a los
36. "D e sa rro llo de la Iniciativa para la P a z " , en Ibid., p. 37. (El C onsejos R egionales de Normalización co n tem ­
subrayado es mió).
37. "R e glam ento de la M e sa de Trabajo por la Paz y la R econ ci­
plados originalm ente en la Iniciativa p ara la
liación N a c io n a l", en Ibid., pp. 257-258. Paz).
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La administración Barco aceptó a regañadien­ expresidentes, de alguna forma voceros del


tes la creación de algunos escenarios propicios bipartidismo, sino también a la Iglesia y a la
para la participación de la sociedad civil en el ANDI, el gremio más influyente en el país des­
actual proceso. Después de oponerse enérgica­ pués de los cafeteros. Se trataba de una comi­
mente al diálogo regional que se llevaba a cabo sión mediadora, de acercamiento. Ella fue qui­
en el Caquetá, terminó incluyendo este meca­ zá lo más parecido dentro del actual proceso a
nismo dentro de la Iniciativa de Paz como com­ la extinguida Comisión de Paz de Betancur.
plemento de la negociación directa entre el Pero frente a ella tenía dos ventajas importan­
gobierno y la guerrilla. El desarrollo de estos tes: la primera, el reducido número de sus
diálogos ha sido desigual dependiendo de las miembros lo cual agiliza su funcionamiento; la
condiciones propias de cada contexto regional. segunda, la clara delimitación de sus funcio­
Algunos, como el del Cauca, han tenido un nes. Los propios miembros de la Comisión de
avance significativo. Otros, la mayoría, no han Notables se encargaron de aclarar, desde un
superado el carácter reivindicativo convirtién­ principio, que ella no reemplazaba ni sustituía
dose en asambleas comunitarias donde, lejos el papel necesario y protagónico que debe cum­
de proponer soluciones a la violencia, se reite­ plir el gobierno en la negociación directa. Se
ran una vez más ante el Estado las necesidades trataba más bien de una comisión de “promo­
más urgentes de la población local. En su con­ tores” encargados de generar un ambiente de
junto, los diálogos regionales se han desarro­ confianza previa y estimular la negociación
llado en forma paralela al proceso de paz sin directa (39).
que se haya logrado establecer una conexión
precisa entre los dos procesos. Quizá en ello Por último, la experiencia más rica en lo que
haya influido la escasa presencia regional del hace a la participación de la sociedad civil a lo
único movimiento guerrillero involucrado en la largo de este proceso fueron las Mesas de Aná­
negociación: el M-19. lisis y Concertación. Estas fueron creadas por
iniciativa de la Mesa de Trabajo con el objeto
La otra instancia propuesta por la Iniciativa de de “ establecer otros mecanismos de participa­
Paz que contemplaba la participación de la ción a fin de canalizar e integrar los aportes de
sociedad civil en asocio con los protagonistas todas las fuerzas de la Nación” (40). Ellas pue­
del diálogo, cabe decir los grupos guerrilleros, den considerarse como la nueva versión del
fracasado Diálogo Nacional, pero esta nueva
los partidos políticos y funcionarios del Estado,
experiencia resultó mucho más fructífera. El
infortunadamente no fue puesta en marcha. Se
Diálogo Nacional surgió como una exigencia
trataba de los Consejos Regionales de Normali­
zación que debían actuar durante la Fase de del M-19 para la firma del acuerdo de agosto
Transición establecida por la Iniciativa. Aparte de 1984; nunca fue visto con buenos ojos ni por
de incluir algunos representantes de la socie­ el gobierno, ni por los partidos políticos. Peor
dad civil, los Consejos tenían la virtud de vin­ aún: el mismo M-19 no logró darle forma a su
cular a los militares, a la policía y al Departa­ propia iniciativa, llegó al Diálogo sin propues­
mento Administrativo de Seguridad, DAS, en tas concretas y terminó abandonándolo a su
labores de coordinación, supervisión y verifica­ propia suerte. En esta ocasión la iniciativa sur­
ción de los acuerdos pactados (38). gió en el seno de la Mesa de Trabajo en la que
por supuesto se encontraba el M-19 como pro­
La tercera instancia de participación de la so­ motor de la idea, pero acompañado por el go­
ciedad civil, creada por iniciativa de las FARC bierno y los partidos tradicionales. El movi­
y no del gobierno, es la Comisión de Notables. miento guerrillero presentó esta vez un total de
Su composición, a la cual ya se ha hecho refe­ 12 propuestas cuyo común denominador fue el
rencia, tuvo el acierto de incluir no sólo a dos realismo y la sensatez política (41).

39. “ Primer comunicado de prensa de la ‘Comisión de Nota­


38. Entre los integrantes de los Consejos Regionales de Norma­ bles’ creada a instancias de las FARC, 28 de febrero de
lización se encontraban, entre otros, el comandante de la 1989” , en Ibid., pp. 167y 168.
Unidad Operativa Militar con jurisdicción en la región, el 40. “Segunda Declaración Conjunta del Gobierno Nacional y el
comandante de Policia y el director seccional del DAS. M-19 en las montañas del Tolima, 4 de febrero de 1989” , en
Véase, “ Desarrollo de la Iniciativa para la Paz” , en Ibid., Ibid., p. 110.
pp. 40y 41. 41. Las 12 propuestas del M-19 pueden consultarse en “ Plan
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B uena p arte del éxito de las M esas de A nálisis sen tativ a. Sus in teg ran te s estab an allí a título
y Concertaeión debe ser atribuido a la claridad personal y no en rep resen tació n de ningún sec­
con que se definieron de antem ano su com posi­ to r de opinión. En las M esas de A nálisis y Con­
ción, sus funciones, los tem as a discutir y los certación, en cam bio, debían particip ar “ a d e ­
plazos. En total se reunieron tre s m esas, en las m ás de re p re se n ta n te s autorizados de los
cuales se discutió un n úm ero igual de tem as: m iem bros de la M esa de Trabajo, re p re s e n ta n ­
1) Convivencia, ju sticia y orden público; 2) As­ te s autorizados de sectores y fuerzas re p re se n ­
pectos socioeconóm icos, y 3) A suntos co n stitu ­ tativ as de la so cied ad ” (43). En virtud de esta
cionales y en m ateria electoral, que fueron a su disposición, un gran núm ero de organizaciones
vez subdivididos en su b tem as específicos (42). de la sociedad civil fue invitado a p articipar.
Su función principal consistía en discutir estos E ntre las que acogieron la invitación cabría
tem as y form ular p ro p u estas que contaran con resaltar la p resen cia activa y el trab ajo realiza­
el respaldo unánim e de los p articip an tes, p ara do por las u n iv ersid ad es pública y privada,
ser llevadas a la M esa de Trabajo. E sta se algunos m ovim ientos y p artidos políticos como
en carg aría, como se dijo an tes, de elaborar con el M ovim iento D em ocrático A lternativo y la
b ase en ellas una serie de acuerdos políticos ANAPO, los m ilitares retirad o s, algunos m ovi­
que serían tradu cid o s en proyectos de ley o m ientos cívicos y com unales, así como varias
m edidas de carácter ejecutivo. H abía entonces asociaciones de profesionales (44).
un m ecanism o diseñado p ara articular los re ­
sultados del d eb ate en las m esas con las in s­ La gran au sen te en e sta ocasión fue la izquier­
tancias públicas rep resen tativ a s. Las M esas de da. A p esar de h ab er sido invitada a p articipar
A nálisis y Concertación cum plieron con el p la ­ en su calidad de partido con rep resen tación
zo que les había sido fijado de antem ano: sus p arlam en taria, la Unión P atriótica decidió m a r­
conclusiones, p re se n ta d a s a la M esa de T rab a­ g in arse to talm en te del proceso (tanto de la
jo el 13 de julio de 1989, fueron la b ase del Pac­ M esa de Trabajo como de las M esas de A náli­
to Político por la Paz y la D em ocracia firm ado sis y C oncertación) por los m otivos arriba
el 2 de noviem bre por el G obierno, el Partido anotados. La coordinadora de ese M ovim iento,
Liberal y el M-19. en carta enviada al P resid en te Barco, oficializó
su retiro del proceso como p ro testa an te la
En cuanto a la participación de los diversos ausencia de g aran tías p ara la vida de los m ili­
sectores de la opinión nacional en este tipo de ta n te s de izquierda (45). A Luchar y el F rente
foros, se diría que el Diálogo Nacional contó Popular, excluidos de la M esa de T rabajo por
con u na participación am plia pero poco rep re- no te n e r rep resen tació n en el C ongreso, ta m ­
poco se hicieron p re se n te s en las M esas de
A nálisis y C oncertación. La actitud de las fu er­
de Em ergencia: orden p ú b lic o " , Docum ento No. 7; “ Plan zas de izquierda p u ed e ser en ten d id a como un
de Em ergencia: económ ico-social” , Docum ento No. 8; reclam o legítim o an te la escalad a de la g u erra
“ P la n d e Em ergencia: constitucional-electoral” , D ocum en­ sucia contra sus m ilitan tes. Sin em bargo, ta m ­
to No. 9, en " 1 0 Docum entos sobre el proceso de paz” , Se­
cretaría de Inform ación A lva ro Fayad, M ov im ie n to 19 de bién debe explicarse como consecuencia de las
A b ril, M -19 (mimeo). am biguas relaciones que ellas m an tien en con
42. Mesa No. 1 - Convivencia, justicia y orden público: a) M e ­ alg u n as organizaciones arm ad as o p u estas al
canism o de juzgam iento de los delitos com etidos por los
agentes de la guerra sucia; b) Autodefensas, grupos para-
proceso de negociación con el M -19, sin d e s ­
m ilitares y grupos arm ados extremistas; c) Estatuto anti­ cartar tam poco las luchas por el protagonism o
terrorista; d) Narcotráfico; e) Derecho Internacional H u m a ­ político que han caracterizado a la izquierda
nitario. Mesa No. 2 - Asuntos socioeconómicos: a) Planea-
ción participativa; b) Ingresos, salarios y aspectos labora­
colom biana. Sea cual sea la explicación, lo cier-
les; c) Recursos naturales; d) A lim entos y seguridad a li­
mentaria; e) V iviend a y asentam ientos humanos; f) Salud;
g) Fondo N acional para la Paz. Mesa No. 3- A suntos consti­
tucionales y en m ateria electoral: a) Nuevo pacto político; 43. "R e glam en to de la M esa de T ra b a jo ...", pp. 256 y 257.
b) Reform a constitucional, referéndum y A sam b lea C onsti­ 44. Participaron con ponencias: 4 universidades, 4 centros de
tuyente: c) Régim en electoral y de partidos: voto secreto y investigación, 8 asociaciones de profesionales, 7 partidos y
obligatorio; circunscripción nacional; financiación estatal m ovim ientos políticos, la C oordinadora N acional de M o v i­
de los partidos y las campañas electorales; acceso a los m ientos Cívicos, la A N U C , la C om isión N acional Com unal,
m edios de com unicación; d) C o ntinuidad de la política de algunos sindicatos, 4 generales en retiro, y 14 asociaciones
paz; e) Creación de una cuarta rama del poder público que y com ités populares.
organice los servicios p úblicos de radio y televisión. 45. La Prensa, 15 de marzo de 1989.
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARANO 25

to es que la izquierda perdió, al no asistir a las ción de cada una sobre los desarrollos del pro­
Mesas de Análisis y Concertación, una nueva ceso. Esta vez, la evaluación de los pasos ade­
oportunidad para debatir sus ideas con un lantados y de los obstáculos encontrados no se
buen sector del país nacional y participar en la dejó a la libre interpretación de cada uno, como
construcción de una salida negociada al conflic­ ocurrió durante el proceso de paz anterior en el
to. que las partes calificaban, cada una a su mane­
ra, el cumplimiento o incumplimiento de lo
En lo que hace a la participación de los diferen­ pactado, hasta llegar a la ruptura unilateral de
tes sectores del Estado, cabe anotar que esta los acuerdos.
vez, de nuevo, los militares estuvieron ausen­
tes. Cuatro generales retirados tuvieron una Otro factor que favoreció enormemente el nor­
participación activa pero a título personal. No mal desarrollo de las negociaciones fue la de­
hubo representantes de las Fuerzas Armadas signación de una zona geográfica para la ubica­
en servicio activo. Por lo tanto, aún está pen­ ción territorial del grupo guerrillero durante el
diente un urgente y necesario debate sobre la lapso de las conversaciones previo a su reincor­
conveniencia de vincular al estamento militar poración definitiva. La ubicación del M-19 en la
en las diferentes etapas de un proceso de paz. vereda de Santo Domingo, municipio de Tori-
La Iglesia Católica, por el contrario, ha estado bío, Cauca, contribuyó sobre todo, como lo afir­
presente a lo largo de todo el proceso en cali­ ma la Cuarta Declaración, a darle “transparen­
dad de “tutora espiritual” , es decir, como cia al proceso, en el sentido de impedir que
“testigo y garante ético de lo que allí se hable, sectores enemigos del diálogo y la concertación
se convenga y finalmente se pacte” (46). Su puedan incurrir en acciones de las cuales pu­
participación en las actuales negociaciones ha diera inculparse al M-19 o al Gobierno” (48).
sido mucho más notoria que en el pasado. Buena parte de las hostilidades entre el ejérci­
to y la guerrilla que torpedearon el proceso de
En suma, pese a la ausencia de algunos actores paz de Betancur, entre ellas el ataque de Yaru-
claves (la izquierda, la mayoría de los gremios males contra el campamento del M-19 en di­
y los militares), las Mesas de Análisis y Con­ ciembre de 1984, tuvieron su origen en la
certación cumplieron con éxito la función que ausencia de definición de territorios donde el
les había sido asignada. El resultado de esta movimiento armado pudiera permanecer du­
experiencia de participación de la sociedad en rante el período de transición.
el proceso de concertación fue resaltado como
uno de los logros alcanzados por el mismo, en Así las cosas, el proceso debía culminar en
la Declaración Conjunta suscrita por el Gobier­ diciembre de 1989 con la entrega de las armas
no y el M-19, el 17 de julio del año pasado. Allí del M-19 en Santo Domingo y la reincorpora­
también se resaltaba, como uno de los resulta­ ción definitiva del movimiento a la vida civil.
dos más positivos, “el cumplimiento de los Antes de ese acontecimiento, sin embargo,
compromisos, etapas y tiempos establecidos en debían cumplirse todavía varios pasos indis­
los sucesivos acuerdos” (47). A este logro con­ pensables. En primer lugar, debía ser aproba­
tribuyó la modalidad adoptada de producir do el proyecto de ley de indulto presentado por
declaraciones conjuntas cada cierto tiempo, en el gobierno, cuyo trámite se inició en la Cáma­
las que se reiteraba el objetivo final acordado ra de Representantes el 15 de noviembre del
inicialmente y se fijaban metas parciales a año en mención. Este proyecto encontró nume­
alcanzar en el corto plazo. Ello permitió una rosas dificultades a su paso por el Congreso a
cierta flexibilidad, gracias a la cual fue posible raíz de las modificaciones introducidas por el
corregir el rumbo e introducir algunas rectifi­ ponente, quien amplió los beneficios de la
caciones sin perjuicio del compromiso original. medida a miembros de otros grupos guerrille­
Además, obligó a una sana confrontación per­ ros e incluso a culpables de delitos comunes,
manente entre las partes en cuanto a la percep­ como el narcotráfico (49). La inclusión de la
figura de indulto para los narcotraficantes

46. “ Reglamento de la Mesa de Trabajo...” , p. 254.


47. "Pacto para la desmovilización gradual del M-19” , en El 48. “Cuarta Declaración Conjunta...” , p. 188.
Espectador, 18 de julio de 1989, 1A y 12A. 49. El Tiempo, 15 de noviembre de 1989, p. 7A.
26 A N A L IS IS P O L IT IC O No. 9 - E N E R O A A B R IL D E 1990

estuvo a p unto de d ar al tra s te con el proyecto. de convocar a un referén d u m en en ero de 1990


U na vez solucionado el impasse, el C ongreso e introducir dentro de la consulta la creación de
dio su aprobación a la ley de indulto, cuya re ­ u n a circunscripción electoral especial que daría
glam entación se hizo m ed ian te decreto en e n e ­ acceso al C ongreso a los m iem bros del grupo
ro de 1990. g u errillero reincorporado. La discusión acerca
de estos dos p u n to s, cruciales p a ra el proceso,
P aralelam ente, debía d arse cum plim iento a las se enredó en el d eb ate sobre el p aq u ete com ­
m edidas contem pladas en el “ Pacto Político pleto de la reform a constitucional en trám ite,
por la Paz y la D em ocracia’’, como requisito am en azad a por serias incoherencias en su for­
indispensable para el d esarm e, la desm oviliza­ m ulación gen eral. Pero ad em ás sufrió el a ta ­
ción y la reincorporación del M-19. El Pacto, que frontal de varios m iem bros de la “ clase
firm ado el 2 d e noviem bre de 1989 por el G o­ p o lítica’’, incluidos algunos liberales que, d e s­
bierno Nacional, el P artido Liberal, los p re si­ conociendo por com pleto el lento proceso de
d en tes del Senado y la C ám ara, un re p re se n ­ configuración de los acuerdos alcanzados con
ta n te de la Iglesia Católica y el M -19, contenía el M-19, resolvieron torp ed earlo a últim a hora.
un total de 27 puntos que recogían, en su g ran
m ayoría, las recom endaciones de las M esas de Por un lado, p ro testab an contra el exceso de
A nálisis y Concertación sobre convivencia, ju s ­ g en ero sid ad al ofrecerle al M-19 cierto núm ero
ticia y orden público, asu n to s socioeconóm icos de curules a cam bio de su d esarm e y desm ovi­
y aspectos constitucionales y electorales. lización. Por el otro, resolvieron incluir en el
tem ario del referén d u m un punto acerca de la
A lgunos de los com prom isos pactad o s son extradición de n arcotraficantes. De nuevo
com petencia directa del gobierno, los m in iste­ aquí, como en el d eb ate sobre el indulto, se
rios, los d ep artam en to s adm inistrativos o los incluyó el tem a del narcotráfico como una for­
institutos descentralizados. Es el caso de la m a de lavarse las m anos fren te a un enem igo
m ayoría de las m odificaciones p ro p u estas en asum ido por el Ejecutivo m as no por el C ongre­
m ateria social y económ ica. T am bién com pete so. Si se qu iere ir m ás lejos, el te m a del narco­
directam ente al gobierno llevar a cabo las tráfico se vinculó a las discusiones sobre la
acciones dirigidas a restab lecer la convivencia, reform a institucional como la form a m ás fácil,
fortalecer la justicia y norm alizar el o rden p ú ­ por las contradicciones que suscita, de p arali­
blico, como condición inaplazable p a ra g a ra n ti­ zar las posibilidades de transform ación del ré ­
zar el regreso del m ovim iento in su rg en te a la gim en y con ellas, el proceso de reconciliación.
lucha política legal. El asesinato de u n a docena De hecho, el p aq u ete com pleto de reform a
de m iem bros del M-19 a lo largo del proceso de constitucional, incluida la eventual convocato­
negociación p la n tea serias d u d as acerca de sus ria al con stitu y en te prim ario, se hundió el 15
posibilidades de constituir un nuevo m ovim ien­ de diciem bre de 1989 con la aprobación del
to político que no corra la m ism a su e rte de la gobierno m ism o que, an te la im posibilidad de
Unión Patriótica. No b asta con las rectificacio­ im poner disciplina sobre su propio partido,
n es form ales en la norm atividad del régim en pidió que el proyecto fuera archivado (50).
político. Es im prescindible, ad em ás, tra n sfo r­
m ar las condiciones reales en m edio de las cu a­ El d esastro so resu ltad o arrojado por la leg isla­
les se desarrolla el proceso político en Colom­ tu ra ord in aria de 1989 pareció, por un m om en­
bia. En este sentido el gobierno podría se g u ra ­ to, llevar al fracaso todo el proceso de negocia­
m en te avanzar si recogiera y p u siera en p rácti­ ción con el M-19. De nuevo, los partid o s políti­
ca los seis puntos contem plados en el Pacto. cos y sus re p resen tan tes en el C ongreso, a p a ­
recían como el m ás g ran d e obstáculo p ara lo­
F inalm ente, estab a en m anos del C ongreso la g rar la paz en Colom bia. Sin em bargo, el M-19,
aprobación de las reform as p actad as en torno a convencido de que el cam ino hacia la paz era ya
la am pliación del régim en político, relaciona­ irreversible, m antuvo la tre g u a u nilateral y
das con la C onstitución y el proceso electoral. promovió contactos con el gobierno p ara b u s­
E stas constituían p arte del núcleo central del car salidas ante el incum plim iento de los p a rti­
acuerdo y adem ás revestían carácter u rg en te
dada la cercanía de las elecciones de 1990. La
polém ica se centró alred ed o r de la posibilidad 50. Semana, No. 398, 19-25 d e d iciem b re d e 1989, pp. 32 y 33.
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARAÑO 27

dos. La reglamentación de la ley de indulto militares de la comisión técnica de la Interna­


hizo posible que algunos miembros de la co­ cional Socialista, las armas fueron fundidas con
mandancia del Movimiento se hicieran presen­ el objeto de impedir su futura utilización. Su
tes en Bogotá para adelantar gestiones condu­ valor real consiste en promover una especie de
centes a la finalización exitosa del proceso. supervisión internacional del proceso en la
medida en que, una vez puesta la atención
Sin contar aún con la certeza de que ello sería mundial sobre la reincorporación del M-19 a la
posible, el M-19 inscribió listas, en coalición vida política legal, deberá darse un mayor nivel
con otros sectores ajenos al bipartidismo (el de presión sobre el gobierno para cumplir con
Frente Democrático, la Democracia Cristiana y los compromisos adquiridos y, ante todo, para
el Movimiento Colombia Unida), para partici­ evitar el aniquilamiento de los militantes del
par en las elecciones de alcaldes y corporacio­ nuevo Movimiento.
nes públicas el 11 de marzo de 1990. Paralela­
mente se avanzó con el gobierno en la defini­ Dos días después de decir “ adiós a las armas” ,
ción de mecanismos y procedimientos concre­ el nuevo movimiento político, conservando su
tos para la desmovilización, dejación de armas antiguo nombre, participó en elecciones y
y reincorporación de los militantes del Movi­ obtuvo una significativa votación dada su re­
miento. A este respecto, no deben olvidarse los ciente reincorporación y los inmensos obstácu­
problemas surgidos con ocasión de la aplica­ los que impidieron la realización de la campaña
ción de la ley de amnistía de 1982: falta de pre­ electoral. Pasadas escasas veinticuatro horas
paración de las entidades estatales, resistencia del cierre de la votación, el M-19 contaba ya
de la burocracia, escasez de recursos, persecu­ con un alcalde elegido popularmente, otro can­
ciones, amenazas y asesinatos (51). Ellos indi­ didato con grandes posibilidades de llegar a la
can que la reincorporación no es asunto fácil y alcaldía de Yumbo, varios concejales y una
que, por el contrario, la ausencia de un meca­ importante votación en Bogotá (52). No obstan­
nismo eficaz para llevarla a cabo o su eventual te, les espera un largo y difícil camino hacia la
fracaso pueden convertirse en un fuerte argu­ consolidación de este primer paso en la consti­
mento para retomar a la lucha armada. tución de un movimiento político alternativo al
bipartidismo.
Finalmente, una vez superados la mayoría de
los escollos y ante la mirada indiferente de los Ahora bien, es preciso aclarar que la reincorpo­
partidos, excesivamente atareados con la cues­ ración del M-19, por exitosa que sea, no tiene
tión electoral, el viernes 9 de marzo de 1990 el la capacidad para poner fin a la violencia, pues­
M-19 hizo entrega de sus armas, municiones y to que ella no se agota en el enfrentamiento
demás elementos bélicos para luego firmar, en con uno solo, quizá el más pequeño, de los gru­
la Casa de Nariño, el acuerdo de paz definitivo pos guerrilleros. A su lado permanecen activas
con el presidente Barco. La entrega efectiva de las demás organizaciones armadas que, pese a
las armas terminó por despejar todas las dudas algunos intentos de acercamiento con el go­
y ratificó su real voluntad de reincorporación. bierno, persisten en el enfrentamiento.
A partir de este hecho no podrá atacarse al
M-19 sobre la base de que este Movimiento Además, a la clásica confrontación entre las
ejerce el “proselitismo armado” . Por otra par­ guerrillas y el Estado, se ha agregado la violen­
te, el hecho de que el armamento haya sido cia rural generada por los grupos paramilitares
entregado a una comisión de la Internacional y el terrorismo urbano de los narcotraficantes.
Socialista tiene a la vez un valor simbólico y un Este último factor emergió con fuerza en el
valor real. En tanto símbolo, se trataba de dar segundo semestre de 1989 debido a la “gue­
a las armas un “ destino digno” , es decir, evi­ rra” declarada por el gobierno contra el narco­
tar que quedaran en manos del gobierno y sus tráfico a raíz del asesinato de Luis Carlos Galán
Fuerzas Armadas, el enemigo de antaño. Des­ el pasado 18 de agosto. Este hecho obligó al
pués de ser inventariadas por los miembros

52. Este articulo se terminó de escribir el lunes 12 de marzo de


51. Véase, Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo, Actores 1990. Por lo tanto no incluye datos finales sobre las eleccio­
en conflicto..., pp. 127-133. nes.
28 A N A L IS IS P O L IT IC O No. 9 - E N E R O A A B R IL D E 1990

gobierno a en fren tar, forzosam ente, un en em i­ conflicto, a la “ desm ilitarización de la políti­


go que había preten d id o desconocer por m ás ca” .
de tre s años. La confrontación con el n arco trá­
fico en las ciudad es ha dism inuido gracias a
algunos triunfos del gobierno (el asesin ato de CONCLUSIONES
Gonzalo Rodríguez G acha el 15 de diciem bre
de 1989), al agotam iento de la m odalidad de La evaluación del proceso de paz d u ran te la
terrorism o utilizada por los n arco trafican tes, al adm inistración Barco no p u ed e h acerse sin
debilitam iento y desarticulación de la org an iza­ ev alu ar de alg u n a form a, p aralela e im plícita­
ción del narcotráfico por la c ap tu ra y ex tra d i­ m en te, los resu ltad o s del m odelo de solución
ción de algunos de su s altos m an d o s, y a la política negociada de la adm inistración Betan-
m ediación de los N otables en el caso del s e ­ cur. Por tal razón, las conclusiones de este tr a ­
cuestro de Diego M ontoya que dejó p lan tead a bajo se refieren en form a global a las e s tra te ­
la posibilidad de u n a negociación tácita. E sta gias de paz y a p e rtu ra dem ocrática im pulsadas
consistiría en renu n ciar al n arco-terrorism o a por los dos últim os gobiernos. E stas dos e s tra ­
cam bio de ser juzg ad o s en el país y de la d ero ­ te g ias se enm arcan en el contexto de la crisis
g atoria de la extradición por vía ad m in istra­ de la sociedad colom biana en los años ochenta.
tiva. E sta crisis, definida a g ran d es rasg o s como
u n a crisis de legitim idad, de h egem onía o de
credibilidad, afecta en prim er lu g ar al E stado y
La lucha contra los narco trafican tes, sin
al régim en político, pero tam b ién a los dem ás
em bargo, ha dejado intacta la e stru c tu ra p ara-
actores políticos, incluida la gu errilla en tanto
m ilitar, con lo cual se d em u estra q u e ella no
proyecto estratég ico alternativo.
d ep en d e exclusivam ente del narcotráfico, sino
que hunde sus raíces en otros g ru p o s de la Los m odelos de reconciliación que se en say an a
sociedad civil em p eñ ad o s en una lucha co n tra­
lo largo de la p resen te d écada como alte rn a ti­
in su rg en te clandestin a con el apoyo de algunos
vas de solución a la crisis, constituyen un
sectores de las fuerzas arm ad as. P ru eb a de ello
p arén tesis im p o rtan te den tro de la histórica
es que han continuado las m asacres de cam p e­ tradición de tratam ien to represivo y m ilitar
sinos, el asesinato selectivo de m iem bros de la
otorgado a la p ro testa política y social en Co­
Unión P atriótica (que se agudizó en el período lom bia. Sin em bargo, am bos adolecen de una
preelectoral) y el asesinato de p erio d istas y lim itación fundam ental: la falta de rep resen ta-
líderes cívicos em peñados en b u scar vías a lte r­
tividad de los actores arm ados p ro tag o n istas
nativas a la violencia p ara la transform ación
de la violencia. Ni el E stado, en su totalid ad , ni
del país. m ucho m enos la guerrilla en su conjunto, p u e ­
den asp irar a re p re se n ta r la in m en sa gam a de
P ese a ta n oscuro panoram a, la reincorporación in tereses y conflictos que se m ueven hoy en la
definitiva del M-19 no deb e se r de n in g u n a sociedad colom biana. Peor aún: los interlocuto­
m a n era su b estim ad a. Suponiendo que esta re s directos en am bos procesos de diálogo —el
organización logre continuar hacia la confor­ gobierno como p re p re se n ta n te del E stado, y un
m ación de un m ovim iento político legal con un sector de la gu errilla en rep resen tació n del
proyecto alternativo de izquierda dem ocrática, m ovim iento arm a d o — tam poco llevan la voce­
ello pondrá definitivam ente a p ru eb a la capaci­ ría de cada uno de los actores en conflicto. Los
dad del sistem a político p ara asim ilar esta actores son h etero g én eo s, están d ispersos,
opción y hacerla viable. De lo g rarse la consoli­ fragm entados.
dación de tal m ovim iento de oposición, am plio,
dem ocrático y desarm ad o , q u ed aría d em o stra­ No o b stan te e sta inm odificable realidad, ella
da la viabilidad de altern ativ as políticas dife­ no d esm ien te por sí sola la necesid ad de buscar
ren te s a la lucha arm ad a en Colom bia. Esa u na salida negociada a la crisis. La negocia­
posibilidad no sólo le sirve al M-19 o al g o b ier­ ción, aun lim itada por la escasa rep resen tativ i-
no. La constitución de un polo dem ocrático de dad de las p artes, reviste de to d as form as un
izquierda, al llenar el vacío ex isten te en tre el carácter estratég ico . Ella tien e como objetivo
b ipartidism o tradicional y la g uerrilla, c o n tri­ fundam ental dism inuir los niveles de violencia,
buiría en o rm em en te a la despolarización del evitar la prolongación y la descom posición del
LA PAZ EN LA ADMINISTRACION BARCO. A. BEJARAÑO 29

enfrentamiento armado que desde hace tres logra configurar una política de paz coherente
décadas desangra a Colombia. y de largo plazo para contrarrestar los efectos
de treinta años de violencia.
Son los costos indeseables de una prolongación
indefinida del conflicto y la necesidad de recu­ La guerrilla, por su parte, no ha asumido en su
perar legitimidad, las razones que llevan a los totalidad la necesidad de desmontar el modelo
actores armados a buscar una salida por las de revolución radical a favor de una transfor­
vías de la concertación política. Para el régi­ mación gradual de las estructuras apoyada en
men, en cierto momento dado (es el caso de las la movilización de masas. De allí que, como
administraciones Betancur y Barco), resulta resultado de casi una década de negociación,
menos costoso permitir una apertura, que asu­ sólo se haya logrado, finalmente, el acuerdo
mir la persistencia de la guerra. Para la guerri­ con uno solo de los grupos que conforman el
lla, aun reconociendo que a partir de su acción abanico de guerrillas en Colombia: el M-19.
armada logró un lugar como interlocutor váli­
do, resulta en extremo costoso mantener la Aunque parcial, este acuerdo no puede ser
lucha armada en un contexto en el que ya no subvalorado, por el impacto que puede produ­
tiene perspectivas estratégicas, en el que ya no cir, tanto en el corto como en el largo plazo,
convoca el apoyo del movimiento popular y en sobre la dinámica política en Colombia. Ade­
el que, por el contrario, está condenada al ais­ más de muchos otros significados, el resultado
lamiento y la descomposición. logrado con el M-19 implica, ante todo, una
revalorización de las soluciones negociadas
No basta, sin embargo, con la voluntad de los como salida viable de la crisis.
actores para que el proceso de negociación
resulte exitoso. En primer lugar, es preciso Este es sólo el primer paso. La solución defini­
anotar que en el caso colombiano él se da en un tiva de la crisis implica, en el corto plazo, la
contexto altamente conflictivo no sólo por la obtención de condiciones que eviten la escala­
violencia de origen político sino por las demás da y degradación del conflicto. Pero a largo
modalidades de violencia que, combinadas plazo, exige la realización de transformaciones
todas, contribuyen a un deterioro creciente de estructurales en lo económico, lo político y lo
la dinámica política y social. Pero además, social, que logren recomponer las tan deterio­
existen limitaciones propias de los actores en radas relaciones entre el Estado y la sociedad
conflicto que obstaculizan el avance de la solu­ civil colombiana. Exige, en suma, la constitu­
ción negociada. ción de un nuevo pacto político y social. De lo
contrario, las estrategias de paz y apertura
Pese a que el presidencialismo constituye uno democrática no pasarán de ser simples progra­
de los rasgos más característicos del régimen mas instrumentales de corto plazo que, ante la
político colombiano, un presidente sin el apoyo carencia de redefiniciones en lo estructural,
de los partidos constituye, a todas luces, un sólo pueden conducir a la recurrencia perma­
factor muy débil de poder cuando se trata de nente de lo que los “violentólogos” han defini­
transformar el régimen, como condición para la do como el ciclo violencia-amnistía-rehabilita­
reincorporación del opositor armado. Tanto ción-violencia.
Betancur como Barco sufrieron de esta falta de
respaldo del bipartidismo que ha llevado al fra­
caso la mayor parte de las iniciativas reformis­
tas. Pero no sólo el Congreso obstruye las posi­
bilidades de salida a la crisis escapando al con­
trol del Ejecutivo. También lo hacen las Fuer­
zas Armadas cuya autonomía tradicional en el
manejo del orden público logra oponerle, a las
políticas de paz de los gobiernos civiles, una
política contrainsurgente de largo plazo apoya­
da en la Doctrina de la Seguridad Nacional y
las concepciones de guerra de baja intensidad.
Así, el Estado, fragmentado internamente, no

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