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argumentos a favor
En relación a la cobertura por desempleo y el mantenimiento de ingresos hay que señalar
que la existencia de los sistemas de aseguramiento se justifican por la reducción del riesgo
ante fluctuaciones no previstas en los niveles de renta. Si no hay seguro, los individuos se
enfrentan ante el riesgo de quedarse en desempleo, pudiendo estar dispuestos a aceptar
una reducción de la renta esperada a cambio de una disminución de la variabilidad de sus
ingresos. En este escenario, la prima del seguro será al menos igual que el valor esperado
de los pagos del seguro que recibiría el individuo en un futuro incierto, bajo el supuesto de
que el mercado sea competitivo.
Como es evidente, el funcionamiento del seguro público es muy distinto. Los individuos con
cotizaciones más reducidas tienden a percibir, en proporción a las mismas, prestaciones
más elevadas que aquellos que realizan cotizaciones más altas (hay bases mínimas y
máximas de cotización). Además, no podemos obviar que un seguro público contra el
desempleo transfiere parte de la renta de los individuos ocupados a aquéllos que han
perdido su puesto de trabajo (redistribución interpersonal de la renta), de ahí la existencia de
“transferencias” de renta.
En tercer lugar, la prestación por desempleo puede desempeñar un importante papel como
estabilizador automático. Así, el gasto en prestaciones por desempleo aumenta o disminuye
sin que exista ningún tipo de intervención en esta partida. Esto es así porque el volumen y
evolución de las prestaciones económicas por desempleo, debido a su fuerte carácter
anticíclico, se encuentran fuertemente determinadas por el ciclo económico. Esta situación
provoca una aceleración del gasto durante los años de recesión, debido al aumento del
desempleo, mientras que en fases expansivas, los efectos de la protección contra el
desempleo sobre los ingresos, los pagos y la renta disponible serán los contrarios,
suavizando, de esta forma, la tendencia natural del ciclo económico.
Este efecto tan sólo debe considerarse de carácter temporal, nunca debe ser un instrumento
de intervención a largo plazo. Así, en caso de recesión, habrá un mayor nivel de desempleo,
lo que incrementará el gasto en prestaciones por desempleo. Cuanto más tiempo dure la
recesión, se incrementará la dotación medio, al menos a medio plazo y para las
prestaciones contributivas.
Sin embargo, no todos los trabajadores que pierden su puesto de trabajo pueden
beneficiarse del sistema de prestaciones, bien por no ser parte de la población protegida,
bien por la falta de requisitos para obtener la protección. Además, los cambios en la
normativa que regula la protección por desempleo pueden influir en la estructura de
beneficiarios, en la tasa de cobertura y en la cuantía de las prestaciones, condicionando el
gasto y extensión del sistema de prestaciones por desempleo.
En cuarto lugar y relación a los efectos externos, hay que señalar que la cobertura por
desempleo permite dar una solución, al menos parcial, a las interdependencias de las
probabilidades de “fallido” que se producen en algunos tipos de seguros. Las situaciones de
pobreza, vinculadas en mayor o menor medida a situaciones de desempleo, se configuran
como “deseconomías externas”. La prestación de desempleo al generar un conjunto de
ventajas que afectan no sólo a los beneficiarios de la cobertura, sino a la población en su
conjunto, garantiza la existencia de “economías externas positivas”. Que exista una
cobertura temporal ante la falta de tu principal fuente de renta es buena para el propio
beneficiario y para la economía en su conjunto.
Por lo tanto, y a modo de resumen, cuando se plantea la modificación del sistema de
prestaciones por desempleo hay que tener mucho cuidado, ya que es probable que se estén
obviado o al menos, dando una menor importancia a los efectos positivos y, al mismo
tiempo, llevando al extremo sus consecuencias negativas. Cualquier análisis técnico
riguroso necesita ponderar en su justa medida todo lo anterior.