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argumentos en contra

El funcionamiento del sistema de prestaciones por desempleo no está exento de problemas.


Así, surgen una serie de críticas cuando se aborda el funcionamiento de las prestaciones
por desempleo, tanto a nivel teórico como aplicado. En primer lugar, hay problemas de
mantenimiento financiero del sistema, especialmente cuando aumenta la población
beneficiaria, consecuencia de la generalización de los períodos de desempleo. En segundo
lugar, la percepción de prestaciones por desempleo pueden desincentivar, en algunos
casos, la búsqueda de empleo mientras se percibe la cobertura, ya que la intensidad de
búsqueda puede ser menor cuando se cobra una renta alternativa y, a la vez, las exigencias
para aceptar un empleo son mayores. A lo anterior hay que añadir el valor económico del
ocio y la desutilidad del trabajo, que incentiva a no trabajar, si se tiene una renta sustitutiva.

En relación a los trabajos empíricos sobre la prestación por desempleo, se comprueba


cómo la percepción de esta renta sustitutiva puede aumentar notablemente la duración del
período de desempleo, dependiendo del país estudiado y de las características del
beneficiario. Además, es constatable que los países con sistemas más generosos de
prestaciones por desempleo suelen tener tasas de paro más altas. Asimismo, este
desincentivo al trabajo resulta mayor para los trabajadores menos cualificados y de menor
productividad.

Además, también se comprueba que se acelera la reincorporación al mercado de trabajo a


medida que se acerca el fin de la prestación por desempleo (por el agotamiento de la
duración de la prestación) y que cuanto mayor sea la tasa de sustitución, menor será los
incentivos de los desempleados por encontrar un trabajo (por la desutilidad del trabajo).
Finalmente, la existencia de una prestación por desempleo generosa puede generar un
menor interés por mantener un trabajo, ya que los incentivos a conservar el empleo son
menores.

argumentos a favor
En relación a la cobertura por desempleo y el mantenimiento de ingresos hay que señalar 
que la existencia de los sistemas de aseguramiento se justifican por la reducción del riesgo 
ante fluctuaciones no previstas en los niveles de renta. Si no hay seguro, los individuos se 
enfrentan ante el riesgo de quedarse en desempleo, pudiendo estar dispuestos a aceptar 
una reducción de la renta esperada a cambio de una disminución de la variabilidad de sus 
ingresos. En este escenario, la prima del seguro será al menos igual que el valor esperado 
de los pagos del seguro que recibiría el individuo en un futuro incierto, bajo el supuesto de 
que el mercado sea competitivo. 

En cuanto a la cobertura por desempleo y su papel en materia de redistribución de ingresos 


es necesario señalar que en un potencial sistema “privado” de prestaciones por desempleo 
las primas individuales no sólo dependería del capital asegurado, sino también del riesgo 
asumido. En segundo lugar, un seguro privado implicaría, necesariamente, soportar un coste 
mayor para aquellos colectivos que tienen un mayor nivel de riesgo de quedarse en 
desempleo y por lo tanto, para que el sistema funcionase debería discriminarse en función 
del riesgo de cada agente, atendiendo únicamente a criterios de proporcionalidad. 

Como es evidente, el funcionamiento del seguro público es muy distinto. Los individuos con 
cotizaciones más reducidas tienden a percibir, en proporción a las mismas, prestaciones 
más elevadas que aquellos que realizan cotizaciones más altas (hay bases mínimas y 
máximas de cotización). Además, no podemos obviar que un seguro público contra el 
desempleo transfiere parte de la renta de los individuos ocupados a aquéllos que han 
perdido su puesto de trabajo (redistribución interpersonal de la renta), de ahí la existencia de 
“transferencias” de renta. 

La financiación del sistema de prestaciones por desempleo permite introducir nuevamente 


aspectos redistributivos. El efecto anterior reviste más importancia en el caso de 
prestaciones de tipo asistencial, ya que no existe respaldo contributivo previo. En ocasiones 
se ha apuntado como elemento de índole redistributivo la propia financiación del sistema. Si 
el gasto público se financia, al menos en parte, con impuestos progresivos, se podría pensar 
que se producen flujos monetarios desde las regiones con más renta a las menos 
desarrolladas (equidad interterritorial). 

En tercer lugar, la prestación por desempleo puede desempeñar un importante papel como 
estabilizador automático. Así, el gasto en prestaciones por desempleo aumenta o disminuye 
sin que exista ningún tipo de intervención en esta partida. Esto es así porque el volumen y 
evolución de las prestaciones económicas por desempleo, debido a su fuerte carácter 
anticíclico, se encuentran fuertemente determinadas por el ciclo económico. Esta situación 
provoca una aceleración del gasto durante los años de recesión, debido al aumento del 
desempleo, mientras que en fases expansivas, los efectos de la protección contra el 
desempleo sobre los ingresos, los pagos y la renta disponible serán los contrarios, 
suavizando, de esta forma, la tendencia natural del ciclo económico. 
Este efecto tan sólo debe considerarse de carácter temporal, nunca debe ser un instrumento 
de intervención a largo plazo. Así, en caso de recesión, habrá un mayor nivel de desempleo, 
lo que incrementará el gasto en prestaciones por desempleo. Cuanto más tiempo dure la 
recesión, se incrementará la dotación medio, al menos a medio plazo y para las 
prestaciones contributivas. 

Sin embargo, no todos los trabajadores que pierden su puesto de trabajo pueden 
beneficiarse del sistema de prestaciones, bien por no ser parte de la población protegida, 
bien por la falta de requisitos para obtener la protección. Además, los cambios en la 
normativa que regula la protección por desempleo pueden influir en la estructura de 
beneficiarios, en la tasa de cobertura y en la cuantía de las prestaciones, condicionando el 
gasto y extensión del sistema de prestaciones por desempleo. 

En cuarto lugar y relación a los efectos externos, hay que señalar que la cobertura por 
desempleo permite dar una solución, al menos parcial, a las interdependencias de las 
probabilidades de “fallido” que se producen en algunos tipos de seguros. Las situaciones de 
pobreza, vinculadas en mayor o menor medida a situaciones de desempleo, se configuran 
como “deseconomías externas”. La prestación de desempleo al generar un conjunto de 
ventajas que afectan no sólo a los beneficiarios de la cobertura, sino a la población en su 
conjunto, garantiza la existencia de “economías externas positivas”. Que exista una 
cobertura temporal ante la falta de tu principal fuente de renta es buena para el propio 
beneficiario y para la economía en su conjunto. 

Finalmente, en cuanto a la prestación por desempleo y el crecimiento económico hay que 


señalar que al configurarse como un programa temporal de mantenimiento de renta, las 
prestaciones por desempleo permiten compensar la caída del consumo en situaciones de 
crisis económica. Además, permiten facilitar el reciclaje de la población hacia actividades 
productivas, cuando se producen cambios estructurales en el mercado de trabajo. 
Asimismo, posibilitan que los desempleados puedan buscar activamente un puesto de 
trabajo, de acorde con sus capacidades. 

Por lo tanto, y a modo de resumen, cuando se plantea la modificación del sistema de 
prestaciones por desempleo hay que tener mucho cuidado, ya que es probable que se estén 
obviado o al menos, dando una menor importancia a los efectos positivos y, al mismo 
tiempo, llevando al extremo sus consecuencias negativas. Cualquier análisis técnico 
riguroso necesita ponderar en su justa medida todo lo anterior. 

  

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