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La oración de Daniel

La oración de Daniel en este capítulo es en realidad la culminación de una


vida de oración. Al comienzo del libro Daniel pidió una reunión de oración
para conocer el sueño de Nabucodonosor, y continuó siendo un hombre de
oración toda su vida registrada en este libro. La oración de este capítulo nos da
el modelo de su vida de oración y nos familiariza con las condiciones de la
oración. Aquí están algunos de los elementos básicos de la receta de la
oración.
En primer lugar, el profeta tenía una planificación decidida. La oración en la
vida de Daniel no era un asunto desordenado. Él escribió en el versículo 3 de
este primer capítulo: "Volví mi rostro a Dios, el Señor, buscándole en oración
y ruego, en ayuno, ropas ásperas y ceniza". La oración no era simplemente
una repetición de palabras vacías, o un conjunto de frases hermosas con una
gramática florida y expresiones elocuentes. El Señor Jesús dijo en Mateo 6:7,
"7Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, (es decir, los
paganos) que piensan que por su palabrería serán oídos". Esa manera de
dirigirse a Dios no constituye una verdadera oración.
En segundo lugar, su oración fue como un acto penoso, doloroso. Fue un
período de ayuno, de vestirse de luto y sentado sobre cenizas. Daniel no lo
hizo como un gesto exterior sino para revelar la sinceridad de su corazón. En
la actualidad, uno no ve muchas reuniones de oración con esta actitud interior
y espiritual.
En tercer lugar él se dirigió al Señor de manera clara, franca y sencilla y
expresó con sinceridad su confesión. Él se dirigía directamente al grano en sus
peticiones a Dios. Necesitamos este tipo de oraciones, en vez de algunas
oraciones largas que escuchamos y que, en muchas ocasiones, en realidad no
dicen mucho. Al expresarnos ante Dios, debemos adoptar el ejemplo de
Daniel en el carácter directo, en la sinceridad y en el ser concretos,
específicos.

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