Ahora el viento llega ―brioso― besando la igualdad del suelo; ¡haciéndose
superior! Levantando nimiedades entre líneas del tiempo por las que transita el destino a ras. Y vuela, como nunca, destacando el vestido lulo de mujer que halló, quizá, entre los restos de algún desamor. Desconcertada e imprevista es su pasarela que, entre las tardes de café y la quietud de los edificios, se enreda feliz, así; así es el viento vestido de mujer.