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En un trabajo anterior, publicado en esta Sección con el título de La Cátedra Alexander und
Wilhelm von Humboldt, que se dedicó a dar cuenta de la misión y visión de esa institución, se
informó, entre otras cosas, la razón por la cual ésta lleva el nombre de los ilustres hermanos
que pasaron a la historia por el alcance y trascendencia de los conocimientos aportados por
ambos a las ciencias naturales y sociales.
A finales del siglo XVIII Humboldt abrigó el propósito de investigar y descubrir la naturaleza
con sus propios ojos. A ese efecto concibió hacer un extenso viaje al continente americano,
el cual realizó junto con su colega francés Aimé Bonpland (1733-1858).
En 1799 el Rey de España Carlos IV (1748-1819) los autorizó a emprender un viaje a las in-
mensas posesiones de la América Española, hecho que les posibilitó hacer innumerables ob-
servaciones útiles a la historia natural y a la física de todo el mundo. De ahí el reconoci-
miento que con justicia se le dispensa desde entonces al científico alemán en todas las lati-
tudes por sus aportes al conocimiento universal de las ciencias. Particularmente su notable
contribución al desarrollo de las ciencias naturales en Cuba, lo hicieron acreedor a que se
llegara a consagrar como el segundo descubridor de la mayor isla de las Antillas. Se sostiene,
inclusive, que gracias Humboldt, la Geografía se convirtió en “una ciencia con carácter pro-
pio”. Prueba fehaciente de ello es la famosa sentencia del célebre geógrafo cubano Salvador
Massip Valdés (1891-1978), en cuanto a que “La Geografía era una antes de Humboldt y fue
otra después de Humboldt”.
Una vez que pisó suelo cubano, Humboldt emprendió un camino de exploración que comen-
zó en La Habana el 29 de diciembre de 1800. El 6 de marzo de 1801 salió en dirección al Sur-
gidero de Batabanó, donde desembarcó para recorrer la costa sur; divisó la Isla de Pinos y los
callos de los Jardines y Jardinillos; siguió a la bahía de Jagua y, luego de ocho días de navega-
ción, llegó al río Guaurabo.
Los estudios de Humboldt en Cuba tuvieron una repercusión muy favorable para el desarro-
llo socioeconómico y cultural de todos los lugares donde dejó su huella, con independencia
de su significación en cuanto a la dinamización de sitios históricos, la difusión de los valores
patrimoniales e, inclusive, en cuanto a la posibilidad de extender su contenido y beneficio a
otros lugares del país.
Los resultados de las investigaciones que realizó durante sus dos viajes a Cuba, quedaron
plasmados en una obra de su autoría que tituló Ensayo político sobre la isla de Cuba. En esa
obra, una de las más influyentes en la historiografía cubana, Humboldt dibujó con precisión y
rigor la geografía, al punto de que fue capaz de establecer que la población cubana ascendía
entonces a unos 715 000 habitantes, además de su gran aporte respecto a la representación
del territorio nacional en un mapa, en el que además fijó con exactitud la posición de La
Habana.
Sus investigaciones sobre Cuba ampliaron no sólo los conocimientos de la Geografía, sino
también los de las comunicaciones, la flora, la fauna, la topografía, el clima, los suelos, el
cultivo de caña y la fabricación de azúcar. Pero hay más, pues en el texto de este libro clásico
para la historia de América se pone también de manifiesto la condición del autor de enemigo
de la esclavitud y de defensor de los derechos humanos. De ahí que se puede afirmar que su
contenido abarca en toda su extensión la realidad social, económica y política del país en los
años finales del siglo XVIII y los primeros del XIX.
Como se advirtió al principio, el presente escrito, contiene un primer nivel de detalle acerca
de la huella dejada por el científico teutón Alexander von Humboldt en el territorio cubano.
La decisión de su confección estuvo condicionada por el propósito de diseminar información
sobre tan interesante tema, que pudiera incluso ser de utilidad para estimular y emprender
estudios al respecto con un mayor nivel de profundidad.
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