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Caudillismo en Chile: una mirada al proceso de la

consolidación de la identidad republicana


Flavia Contreras
Mario Díaz
Mauricio Frank

Resumen
La mayor parte de las naciones que conforman la actual Latinoamérica, estuvieron sumidas antes, durante y
después del proceso de independencia, en un período de profunda oscuridad y anarquía política, dominada por
una serie de actores relevantes que luchaban por el control del gobierno de sus respectivos países. Esta situación,
se debía en gran medida a la tradicional relación de dominio de los dueños de la tierra por sobre los inquilinos,
relación que propició que se mantuviera la estructura oligárquica del poder con posterioridad al logro de la
libertad. Este fenómeno es conocido como caudillismo político, situación que, si bien fue distinta debido a la
rápida estabilidad política alcanzada, no escapa del todo a la realidad en la que se estructuraron las raíces del
Estado chileno.

Palabras claves: Chile, dictador, gobierno, oligarquía, independencia, caudillismo, América latina, caudillo

Abstract
Most of the nations of Latin America today was sunk before, during and after the independence process, in a
period of political anarchy and darkness, dominated by a number of stakeholders who were fighting for control of
their government countries. This situation is largely due to the traditional relationship of domination of the
landowners over the tenants, enabling relationship to retain the oligarchic structure of power after the
attainment of freedom. This phenomenon is known as political warlordism, a situation that, although it was
different due to the rapid political stability achieved, not entirely escape the reality that is structured the roots of
the Chilean State.

Keywords: Chile, Dictator, Government, Oligarchy, Independence, Dictatorship, Latin America


Introducción
Para hablar del caudillismo, necesariamente debemos hablar sobre historia. El caudillismo fue una peculiar
manera en la que se desarrolló el poder y las estructuras políticas durante el transcurso del siglo XIX. Lucas
Ayagarraray establece que “entre indolentes fácil le será descollar al más activo. Entonces, la turba compuesta de
ciudadanos demasiado apáticos para pensar y moverse por sí mismos y echar sobre sus hombros la pesada carga
de la responsabilidad de sus actos, delega con gusto su soberanía… ¿en quién? En el que mejor se impone por sus
cualidades, y en el que ha sabido captar mejor las simpatías de todos. ¿Es el más apto? Se presume, pero no basta
ser el más apto; es preciso ser el más temido y querido”1 En casi todos los países americanos se presentó este
fenómeno de manera bastante similar, con las distinciones inherentes a cada uno de los distintos países. El
vocablo “caudillo” ha sido utilizado en distintas maneras, muchas veces erradas, para señalar de una manera
simple un personaje que posee una gran ascendiente sobre una zona establecida, además de algunos jefes de
Estado que han hecho uso del poder en forma autoritaria e individualista. A grueso modo, los caudillos fueron la
mayor parte del tiempo líderes políticos, militares y personalistas, que hicieron ejercicio de un poder en un área
de influencia regional y local, y que a su vez formaron grupos armados, que se convirtieron en una especie de
ejércitos particulares. Estos ejércitos, según su importancia (cantidad de hombres y armas), les permitieron a los
caudillos tener cierto poder de negociación con otros caudillos e incluso hasta con el gobierno nacional.2 Muchos
autores han planteado que Chile, a diferencia de lo acontecido en el resto de Latinoamérica, rápidamente alcanza
una estabilidad política, la que se basó en gran medida a la firmeza de sus gobernantes, los que usaron a la
Constitución de 1833 como piedra angular para la construcción del Estado chileno.

El principal argumento es que, en contraste con lo acontecido en los distintos países vecinos, en Chile no se
vivieron grandes disputas políticas derivadas de la lucha que se daban entre los caudillos que competían por
alcanzar el poder de sus respectivos gobiernos, lo que llevó a largos períodos de anarquía en los que no era
posible desarrollar una institucionalidad adecuada que permitiera el desarrollo y construcción de un verdadero
Estado sustentable como tal, situaciones diametralmente opuestas al caso chileno. No obstante lo anterior, es
posible demostrar mediante evidencia empírica la existencia del caudillismo en Chile, el cual, si bien tuvo un
carácter marcadamente diferente a lo acontecido en la vecindad, estuvo determinado por un carácter
marcadamente civil, donde el poder del ejecutivo era sumamente potente y prácticamente hegemónico. El
principal artífice de este proceso fue Diego Portales.

1
Ayarragay, Lucas; “La anarquía Argentina y el caudillismo”; Felix Lujuano y Cia. Editores, Buenos Aires, 1904
2
http://historia-bolivia/tema/jefes-llamados-caudillos.html?x=20080801klphishve_26.Kes&ap=0, revisado el 12 de julio de
2010
Revisión Literaria

Existen muchas características y actores comunes que se pueden identificar como factores comunes que
explicarían el desarrollo del caudillismo en toda América latina. Para esto, se considerarán los ejemplos de la
situación en 3 países del subcontinente, incluyendo al final de éstos un análisis de la situación histórica chilena
hasta el inicio del gobierno del General Prieto, época que es identificada por la mayoría de los historiadores como
aquella en la cual se consolida el marco jurídico-institucional en el que se desarrollaría la nación chilena como tal.

Caudillismo en Bolivia

En Bolivia, las causas del caudillismo fueron a grandes rasgos las mismas que para toda América Latina. De
acuerdo a Graciela Santoro Godoy, se puede señalar que desde el punto de vista político existía el sentimiento
localista ocasionado principalmente por “a) el medio geográfico; b) la incapacidad de los bolivianos para renunciar
a sus intereses locales; c) un individualismo exagerado” (Santoro Godoy, 1951, pág. 21). El medio geográfico,
debido a que Bolivia es un país montañoso, dificulta la comunicación entre las diversas regiones, aislándolas entre
sí, favorece sentimientos localistas en desmedro de un sentimiento nacional común. “Bolivia padece del espíritu
de localidad, y cada boliviano una vez fuera de su lugar de nacimiento, es extranjero de su propia patria” (Santoro
Godoy, 1951, pág. 23). Por lo tanto, es fácil suponer que en Bolivia siempre ha existido la tendencia a desconocer
el poder central, o la capacidad de obedecer a un gobierno que represente los intereses de toda la nación,
entonces “no había unidad de acción, cada pueblo obraba por separado y conforme a sus propios intereses, por lo
cual, no era posible que existiera entonces un gobierno fuerte y bien constituido, ya que éste debía estar alerta
para sofocar cualquier movimiento subversivo de las provincias. Esto condujo al advenimiento del caudillismo,
con todas sus deplorables consecuencias, pues se fueron apoderando del poder hombres audaces y sin
escrúpulos, dispuesto a mantenerse en el poder a toda costa y sin reparar en la forma en que lo obtenían. El
pueblo paulatinamente se fue acostumbrando a los movimientos sediciosos y a seguir siempre al más fuerte y
osado.” (Santoro Godoy, 1951, pág. 25).

La historia de Bolivia como república independiente se inicia en 1825, año en que no sólo se independiza de
España, sino también se declara como una república independiente de Perú y Argentina, cambiando su nombre
de ‘Alto Perú’ a ‘Bolivia’, en honor al libertador Simón Bolívar. Su primer Presidente de la República fue el general
José Antonio de Sucre, quien tomó el poder en honor a ofrecimiento del Congreso boliviano, entidad que lo
declara ‘Padre de la República y Jefe Supremo del Estado’ – en estos dos fenómenos se puede identificar un
aspecto mencionado por Arguedas, quien señala que “los triunfos y los fracasos no valen ni tienen significación
alguna por sí mismos, sino en cuanto puedan ser relacionados a un hombre (jefe, caudillo, presidente) o a un
grupo (partido, comuna o región)” (A. Arguedas “Pueblo Enfermo”, p.115), lo cual deja entrever una
condicionante para el cultivo del caudillismo en Bolivia - . Una serie de revueltas, desorden y anarquía
desencadenan la renuncia de Sucre, quien se retira del país en 1828, dando inicio al período de inestabilidad
política y de los ‘caudillos letrados’3. Al año siguiente, luego de hacer frente a invasiones por parte de países
limítrofes (Perú y Brasil) y después de meses de inestabilidad política, asume como Presidente de la República
Andrés de Santa Cruz, quien lleva a Bolivia a un desarrollo político, económico y social, fortalece el ejército, y
forma en 1837 la Confederación Peruano-boliviana, de ánimos expansionistas. Dicha Confederación es derrotada
en 1839, derrocando a Santa Cruz, a lo cual le siguió una anarquía política y una seguidilla de gobiernos militares.

Caudillismo en Venezuela

La historia de Venezuela como república independiente comienza a gestarse con la creación de la Gran Colombia,
en 1819, producto del Congreso de Angostura instalado por Simón Bolívar, y que agrupaba lo que hoy son
Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. La Gran Colombia logró la independencia de España en 1821. Su
Presidente fue Simón Bolívar, mientras que Francisco de Paula Santander fue su vicepresidente. Conflictos
internos entre partidarios de cada uno de estos dos personajes (bolivarianos o centralistas por un lado, contra
santanderistas o federalistas en el otro bando) llevarían a la Gran Colombia a una crisis institucional que causaría
su fragmentación paulatina y desaparición definitiva como Estado en 1831.

Venezuela se separa de la Gran Colombia en 1829, constituyéndose como república independiente. Su historia
republicana estaría marcada desde sus inicios por el caudillismo. Su primer gobernante fue José Antonio Páez,
héroe de la guerra de independencia contra España, quien asumió como Presidente de la República en 1831.
Durante esta época existían dos grandes partidos políticos, el conservador, al que pertenecía Páez y estaba
integrado por veteranos de guerra, y el partido liberal, integrado por militares y civiles. El gobierno de Páez dió
cierta estabilidad a Venezuela, impulsando en cierto grado su desarrollo económico a través de la exportación de
café. Sin embargo, “No había libertad de prensa, ni justicia. Inclusive el congreso perdió su libertad y debía
obedecer al presidente. La esclavitud, a pesar de que había sido abolida por Bolívar, seguía existiendo y no fue
finalmente suspendida sino hasta el año 1850.”4, situaciones que dieron a José Antonio Páez el apodo de ‘El
Caudillo’ en América.

Entre 1859 y 1869 se desata la llamada ‘Guerra Federal’ entre conservadores y liberales o federalistas. Éstos
últimos estaban liderados por Ezequiel Zamora y Juan Crisóstomo Falcón y buscaban principalmente la elección
popular y la caída de la oligarquía, al vencer consagraron derechos que hoy en día corresponden a los derechos
naturales.

Como se puede ver, los primeros años de la historia de Venezuela como república independiente están marcados
por el caudillismo, situación que en el ámbito político encuentra su explicación en el alto grado de participación
de militares en los partidos políticos (el partido conservador estaba integrado completamente por veteranos de
guerra), militares con un alto sentimiento regionalista e individualista respecto a sus propios intereses. En el

3
Alcides, Arguedas, Historia General de Bolivia, Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia, La Paz, Bolivia, 1922, pág. 54
4
El caudillismo, Venezuela Tuya, http://www.venezuelatuya.com/historia/caudillismo.htm, consultado el 13 de julio de 2010
ámbito social se puede buscar una explicación en la miseria y analfabetismo en que vivía la mayor parte de la
población venezolana, ampliando brechas sociales y excluyéndolas de cualquier tipo de participación civil y/o
política, dando a los gobiernos venezolanos un carácter oligarca. Es digno de destacar además que “en la América
española, como en España, el caciquismo ha existido siempre; se ha admirado si reservas al hombre que, en
cualquier esfera de la vida, ha hecho patente su individualidad.”(Cecil Jane, p.183)

Caudillismo en Argentina

La historia republicana de la Argentina comienza el 22 de mayo de 1810, luego de la Revolución de Mayo, que
expulsó al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La independencia como tal se consolida el 9 de julio de 1816 en el
Congreso de Tucumán5.

De inmediato viene un período de anarquía política, ocasionado principalmente por disputas entre las distintas
provincias de Argentina. En Argentina “hace crisis el conflicto de Buenos Aires con el interior. Sobreviene la
anarquía y todo parece perdido. El país queda partido en dos. Buenos Aires y su campaña, con 200.000 habitantes
que de muchas maneras alcanzan la prosperidad., son mirados con gravedad por la otra mitad del país. Distintas
provincias van declarándose independientes -San Juan, La Rioja, entre ellas - y hasta Tucumán se constituye
oficialmente en “República”. Los pactos entre los caudillos están en el orden del día y estos acuerdos golpean en
la política porteña obligando a cambios de hombres y de tácticas.”6. Luis Vitale explica tal fenómeno en el
carácter centralista que tenía la capital, según él, “La revolución por la Independencia, lejos de superar la
contradicción capital-provincias, agudizó el espíritu regionalista, porque las capitales impusieron desde las
primeras Juntas de Gobierno un criterio ultra centralista.(…) Si bien fue derrotado el enemigo común, los choques
afloraron con violencia inusitada en las guerras civiles. Las provincias habían dado una alta cuota de sangre en las
guerras de la Independencia y no estaban dispuestas a caer en una forma de satelización. Asimismo, durante las
luchas de la Independencia habían emergido masas y caudillos rurales bajo banderas de igualitarismo que no eran
fácilmente transables.”7

Martín Rodríguez gobierna Buenos Aires entre 1820 y 1824, luego asume Juan Gregorio de Las Heras, que reúne
el Congreso con el fin de unificar al país. En 1826 “cesa el gobierno de Buenos Aires y el Congreso adopta la ley
presidencial y la Constitución Federal, convirtiéndose Bernardino Rivadavia en el primer Presidente argentino.”8,
sin embargo, Rivadavia cae debido por un lado, a la Guerra con Brasil, que desencadena la Independencia de
Uruguay, y por otro lado, a la Constitución de 1826, que fue rechazada en las provincias.

Las disputas entre Buenos Aires y las provincias del Interior, o entre centralistas y federalistas derivarían en
guerras civiles a lo largo de 60 años. Lo único que mantenía cierta unión en Argentina eran los acuerdos

5
Vitale, Luis, Historia Social Comparada de Latinoamérica, pág. 58
6
Historia del País, http://www.historiadelpais.com.ar/, consultado el 13 de julio de 2010
7
Op cit. Pág. 84
8
Op. Cit.
provinciales, que derivarían en 1835 en la formación de la llamada Confederación Argentina, la cual se extendería
hasta la promulgación de la Constitución de 1853, que daría a la Argentina un carácter federalista, y a partir de la
cual paulatinamente se fueron solucionando las disputas locales, terminando con los caudillismos provinciales a
partir de la década de 1860.

El caso chileno: Periodo colonial

Para entender el fenómeno caudillista en Chile, debemos estudiar la cultura chilena desde sus orígenes en la
época colonial. Esta época posee “dos períodos perfectamente diferenciados: el de la Casa de Austria, que para
Chile comienza en 1541 y que termina para toda la monarquía hispanoamericana en 1700; y el de la Casa de
Borbón, que inaugura este mismo año el Rey Felipe V y concluye para Chile el 18 de septiembre de 1810”9. El
primero de ellos fue mucho más dócil en las medidas y cuyo principal objetivo en Chile se enfocó en terminar con
la Guerra de Arauco, eligiendo para ello a los mejores gobernadores con reconocida experiencia militar. Mientras
que la segunda fase se caracteriza por el carácter absolutista y centralizador impuesto a la monarquía por la
Dinastía de los Borbones. Aquí, los monarcas españoles conservaban todo su poder robusteciéndolo además a
través de la reconcentración en sus manos de todas aquellas atribuciones que sus antecesores se habían dejado
arrebatar. “Es evidente que las Reformas Borbónicas aceleraron las protestas de los criollos, pero no se trataba
de una nueva colonización, sino de la prolongación, bajo otras formas, de un mismo y secular fenómeno de
opresión, que ya había suscitado protestas no sólo de los indígenas y negros sino también de los criollos y
mestizos en los siglos XVI y XVII.” (Luis Vitale, 1988;5)

Dentro de los organismos de gobierno y administración en España el Consejo de Indias estudiaba los problemas
de América, la designación de las autoridades civiles y eclesiásticas, decidía respecto de la defensa de las colonias
y se desempeñaba como el más alto tribunal de justicia que conocía de los recursos de última instancia en juicios
de mayor cuantía y evaluaba el comportamiento y desempeño de sus funciones de todos los representares del
Rey en las Indias. Vigilaba la correcta aplicación del derecho de Patronato Real y preparaba las reales cédulas. Por
otra parte, la Casa de Contratación estaba subordinada al organismo anterior y controlaba y regulaba todo lo
relacionado con el Comercio Americano. En América, dentro de las autoridades, quien poseía mayor poder era el
Virrey, quien representaba al Rey en América. Éste manejaba las rentas reales, cobraba impuestos y nombraba
algunos funcionarios. El Gobernador en Chile llevaba los títulos de Presidente de la Audiencia y Capitán General
del Ejército y desempeñaba el Gobierno de la Colonia a través de las órdenes que recibía del Rey por medio del
Consejo de Indias y del Virrey del Perú. Otra institución fue la Real Audiencia creada en Chile en 1565 con sede en
Concepción con la finalidad de vigilar el cumplimiento de las leyes de protección a los indígenas y de fiscalizar los
intereses de la Real Audiencia. Los cabildos cumplían funciones de administración y gobierno de las ciudades y
representaban a la comunidad en defensa de sus intereses. Ha sido considerada como la institución en que

9
Eyzaguirre, Jaime, Historia de las Instituciones políticas y sociales de Chile, Editorial Universitaria, 1988, Santiago de Chile,
pág. 19
hidalgos, vecinos, y conquistadores tenían derecho a manifestar sus opiniones y necesidades, lo cual les dio cierto
grado de participación dentro de un orden absolutista. Aparte de las reuniones habituales de sus miembros
(cabildos cerrados), los cabildos solían convocar asambleas públicas con los principales vecinos de la ciudad para
tratar materias de gran importancia (cabildos abiertos).

El período Colonial, cuya duración fue de 300 años en Chile, poseía un gobierno altamente centralizado en la
figura del Virrey, quien poseía atribuciones judiciales, ejecutivas y legislativas y dependía directamente del Rey en
España, seguido en autoridad del gobernador quien con ayuda de la Real Audiencia llevaba el control completo
del país durante la colonia. Esto dio a la cultura chilena un alto sentido de jerarquía y concentración del poder
político y social que lo acompañaría durante toda su historia socio-política como república independiente.
También tuvo una importante influencia el modo en cómo se organizaba la vida en ese entonces, por ejemplo,
durante el siglo XVIII, en el aspecto económico, “predominan la gran propiedad y el minifundio. El cultivo de los
cereales y el desarrollo de la ganadería favorecen el latifundio. Los mayorazgos contribuyen a que la propiedad
extensa no se divida”10. La hacienda acentúa el carácter terrateniente de la aristocracia, donde la ganadería y la
agricultura predominaban sin contrapeso. La mano de obra indígena es reemplazada paulatinamente por
jornaleros y mestizos. Este último a pesar de ser un hombre libre debía sufrir el menosprecio de los blancos y no
tenían acceso a cargos públicos. “ Los mestizos y blancos pobres trabajaban en forma libre, como asalariados,
pero en la agricultura lo hicieron bajo un régimen especial, el de inquilino, un tipo de trabajador que si bien era
libre, debía entregar un cierto número de jornadas de trabajo al año al propietario de la tierra, a cambio de poder
cultivar una pequeña superficie. También hubo pequeños propietarios agrícolas, pero que no llegaron a
transformare en clase media.” (Historia de chile).

La superioridad cultural de la aristocracia y criollos desarrolló desde temprano la miseria y degradación contra el
mestizo, el indígena y el negro provocando un fuerte prejuicio racial. Por otro lado los criollos no solo
aumentaban en número sino que también heredaban las tierras, las grandes casas y encomiendas
constituyéndose desde el punto de vista económico y social en el grupo rector. Esto fue generando una amplia
brecha social y cultural entre distintos grupos cuyo principal factor de determinación fue desde siempre la
posesión de los medios de producción y el poder político.

Es digno de destacar también la figura del patrón de fundo en Chile, quien tenía el completo control de todos los
ámbitos de la vida de sus peones, desde la subsistencia económica hasta incluso poseer derechos sexuales sobre
las esposas de sus protegidos, lo cual fue dando en la cultura mestiza chilena un fuerte sentido paternalista, es
decir, donde el patrón de fundo decide por el resto de sus protegidos. Esto se puede extrapolar a lo que se vivió
después a partir del inicio de la historia republicana chilena, donde el Estado y las clases dominantes dueñas del
poder político y económico tienen un fuerte sentido paternalista sobre las clases dominadas y determinan
aspectos de su vida que pueden manejar a través de la política y la economía. Hasta hoy en día vemos como los

10
Íbid. Cit, pág. 49
dueños de los medios de producción poseen el poder suficiente para manejar a sus empleados a su antojo sin
mayor restricción legal que los proteja; sigue entonces la línea donde a pesar de que existe una Democracia como
sistema político esta no es 100% representativa de las mayorías con el sistema binominal como instrumento de
elección de quienes nos representan en el congreso y cuyas decisiones afectan irremediablemente nuestras vidas
como ciudadanos.

Proceso independista y consolidación de la república:

La invasión napoleónica de España tuvo un fuerte impacto en las colonias, cambiando para siempre el curso
histórico de las naciones latinoamericanas. Este hecho marco el inicio del proceso emancipador y posterior
nacimiento de nuestros países.
Existen diferentes causas que contribuyeron a la construcción del proceso. Jaime Eyzaguirre, identifica 5
circunstancias de crucial importancia: a) el apego con el suelo natal, lo que produjo una noción de identidad
propia, distinta a la impuesta en los tiempos de la colonia; b) la tradición jurídica y doctrinaria sobre el origen del
poder y la constitución de la monarquía, ya que dicha tradición establecía que las colonias estaban ligadas a la
metrópolis española a través del rey común como nexo, pero conformando una entidad política autónoma, lo que
aumentaba la diferenciación entre criollos y naturales de la península; c) el espíritu crítico y reformista del siglo
XVIII, cambio ideológico del cual estaban fuertemente imbuidos los líderes de la época (no olvidemos que, por
ejemplo, O’Higgins recibió gran parte de su educación en Europa); d) la acción de las potencias extranjeras y,
finalmente, d) la crisis de la monarquía española, producto de la antes mencionada invasión de Napoleón a la
península española. Por su parte, Luis Vitale establece “La causa esencial de la revolución separatista fue la
existencia de una clase social cuyos intereses entraron en contradicción con el sistema de dominación impuesto
por la metrópoli. Esa clase social emergente estaba constituida por los terratenientes y comerciantes nativos.
Controlaban a fines de la colonia las principales fuentes de riqueza, aunque el gobierno seguía en manos de los
representantes de la monarquía. Esta contradicción entre el poder económico -controlado en gran medida por la
clase privilegiada criolla- y el poder político -monopolizado por los españoles- fue el motor que puso en
movimiento el proceso revolucionario por la independencia” (Luis Vitale, 1988;7)
Una vez que el Rey Fernando VII es apresado por Napoleón se crea en América y sus respectivas colonias
españolas un vacio de poder, pues las autoridades habían sido designadas por el Rey ahora sin trono. En la
mayoría de las Colonias se formaron entonces Juntas de Gobierno que permitieran gobernar hasta que el Rey
pudiera recuperar lo que había perdido. Esta junta en chile tuvo un marcado carácter elitista ya que solo
participaron en ella los vecinos más destacados de la colonia. Todos juraron lealtad al Rey, sin saber aún que se
escondían intenciones serias por parte de algunos de lograr una independencia (Sergio Villalobos, 2005). Este
hito propició el asenso de los más prominentes caudillos que participaron en la construcción de la independencia
chilena: José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez y Bernardo O’Higgins. El primero de ellos, llega al poder mediante
2 golpes de estados, instaurando una verdadera dictadura personal que en apariencia era fiel al rey, pero que en
la práctica estaba dirigida a una independencia total. La expedición de Antonio Pareja que tuvo como fin someter
a Chile ante la franca actitud autónoma del gobierno de Carrera, desencadena el inicio de la lucha
independentista. La derrota en Rancagua pone fin a este periodo, no obstante lo anterior, este dejo como una de
sus principales herencias el surgimiento de los 3 líderes antes mencionados.
No surgió casi ninguna discrepancia estructural que distinguiese la nueva era de la época colonial recién pasada.
Las actitudes básicas hacia la vida y la comunidad, la concepción tradicional del mundo, los sistemas de creencias
y los modos de manejar la economía permanecieron casi inmutados. Solo se retaron parcialmente algunas
normas sociales y algunos modelos políticos de organización social; se ajustaron los límites de las nuevas
naciones: y los grupos dominantes, dentro de su propio seno, no experimentaron sino un simple cambio de
guardia. “La clase dominante criolla, que tomó el poder, no cambió en lo fundamental la estructura económica y
social heredada de la Colonia, al bloquear la industrialización y la reforma agraria, que reforzó las relaciones de
dependencia con el mercado mundial, controlado entonces por el imperio Británico.” (Luis Vitale, 1988; 3)
Sin embargo desde 1813 los partidarios independistas debieron enfrentar a los realistas mandados por el Virrey
del Perú quien aun conservaba su cargo y desconocía la Junta Nacional instaurada en Chile. Comienzan así
diversas batallas por lograr la independencia sin embargo estas serán enfrentadas por las tropas Chilenas de
forma dividida pues habían sectores opositores al liderazgo de Carrera y preferían ser comandados y dirigidos por
O´Higgins. Tanto será la rivalidad entre ambos caudillos que llegarán a enfrentarse en una batalla sin mayor
importancia y de la que luego harán las paces. Aún así el ejército dividido pierde la Batalla de Rancagua y grandes
cantidades de compatriotas se ven obligados en la tarea de huir de Chile principalmente a Mendoza. Durante la
Patria Nueva se realiza la Batalla de Chacabuco donde el ejército organizado por San Martin logra adjudicarse la
victoria y la cual permite que O´Higgins sea proclamado Director Supremo. Sin embargo las rivalidades continúan
y se acrecientan cuando el gobierno asesina a Manuel Rodríguez en 1818 al suponer que era un conspirador
favorable a la causa de Carrera. O´Higgins durante su mandato procura ante todo la consolidación de la
independencia y la reducción de todas las fuerzas opositoras a sus ideas, principalmente de los Carrera. Genera
así un gran descontento entre la gente por la forzosa contribuciones a dar para financiar el ejército, además de los
reproches por parte de los Carreristas quienes le acusan de la muerte de dos de los hermanos Carrera y el
asesinato de Manuel Rodríguez. A esto se le suma la abolición de los Títulos de Nobleza y la determinación de la
construcción de un cementerio poniendo también a los círculos más conservadores en su contra, Abdicando el
poder finalmente en 1823.
Posterior a la independencia se vivió un periodo en el que suceden las dictaduras militares, al igual que en el resto
de las jóvenes repúblicas americanas, fundadas en la creencia ingenua en el poder salvador a partir de doctrinas y
modelos extranjeros y en la mágica eficacia de las leyes estrictas. Los fracasos cosechados por estos caminos
trajeron consigo una saludable experiencia que vino a acelerar la organización definitiva de la república.
Desde la abdicación de O’Higgins (20 de enero de 1823), hasta la batalla de Lircay (17 de abril de 1830), que puso
fin a la guerra civil que se había desatado, chile vivió un periodo de anarquía, donde hubo incluso intentos de
organizar el país de acuerdo a un sistema federalista, dos constituciones fracasadas, motines y fraudes
electorales, y una intensa lucha de política protagonizada por los diversos grupos que deseaban el poder:
o’higginistas, carrerinos, pelucones aristócratas, y pelucones doctrinarios, liberales populares y liberales
aristócratas, los pipiolos, los federalistas y los estanqueros. Como el lector podrá darse cuenta, todos estos
grupos estaban conformados por la elite aristocrática gobernante.

La figura que atraviesa toda esta etapa de confusión y ensayos es Ramón Freire, quien gobernó entre los años
1823 -1826, con un prestigio superior al de los múltiples bandos políticos y por encima de ellos; incorporo
definitivamente Chiloé al territorio nacional, fue posteriormente derrotado en Lircay y, por último, enjuiciado y
desterrado a Sídney, Australia, tras un fallido intento de alzarse contra el gobierno de Prieto-Portales.
Antes de la batalla de Lircay, el 14 de diciembre tuvo lugar el combate de Ochagavia que sostuvo el general José
Joaquín Prieto contra las fuerzas de gobierno. Este se desato a raíz de las elecciones que dieron como claro
vencedor a Francisco Antonio Pinto, pero que no lograron establecer los votos para proclamar al vicepresidente.
Entonces, el congreso designo a en dicho cargo a Joaquín Vicuña. El combate de Ochagavia desemboco en un
pacto que puso al gobierno y a los ejércitos que se habían enfrentado al mando de Freire, mientras se elegía una
junta provisional, que pronto entro en conflictos con Freire, y se le confió el mando militar a Prieto.

Posteriormente, un congreso de plenipotenciarios eligió como presidente provisional a F. Ruiz-Tagle, quien


renuncio, quedando a cargo Tomas Ovalle y Diego Portales como ministro del interior, guerra y marina. A la
muerte de Ovalle, los vencedores de Lircay se agruparon en torno a la formula Prieto-Portales, este ultimo “el
hombre fuerte” del régimen, encarnación del principio de autoridad que todo el país estaba deseando después de
tantos años de ensayos fracasados y confusión. Portales, poseía un ideario político marcado por la noción del
orden. Abogaba por un sentido de autoridad y una inclinación al orden, fundamentados en el valor y la honradez;
un patriotismo “chileno” y no “chileno-americano” (uno de los motivos que lo llevo a impulsar la guerra contra la
confederación Perú-Boliviana) como el de O’Higgins. Consideraba a la democracia como un sistema impracticable
en el momento por el que Chile atravesaba, pero jamás se inclino por la monarquía constitucional (como si lo
hacia San Martin). (Sergio Villalobos, 2005)

En palabras del propio Portales, “el gobierno es una entidad abstracta, un símbolo llamado presidente de la
república, absolutamente separado de la persona que lo ejerce”. Su ideal era el “gobierno obedecido, fuerte,
respetado y respetable, impersonal, superior a los partidos y a los prestigios personales”.
Esto permitió dar origen a un gobierno centralizado donde la capital era predominante frente al país y donde la
elite conservadora del valle central se imponía a las provincias tanto del norte como el sur.

La constitución de 1833 es la máxima expresión del poder conservador, en ella la religión católica era la única que
se podía profesar además de entregar amplios poderes al presidente pudiendo ser incluso reelegido en forma
inmediata por un periodo de 5 años más que era lo que duraba el mandato. Sin embargo el rasgo principal de la
época fue el control de lo político y económico de una pequeña minoría, donde muchos ministros,
parlamentarios e incluso presidentes estaban unidos por lazos familiares y donde el derecho a voto estaba
condicionado a una renta mínima anual a poseer.

La construcción de la independencia si bien fue un proceso que permitió lograr el objetivo, no estuvo ausente de
conflictos entre quienes lo dirigían así encontramos la figura de Carrera y O`Higgins como la de Prieto y Freire sin
contar esos años de anarquía post abdicación de O´Higgins donde hubo 8 intentos de gobierno por parte de
diferentes personas que profesaban diferentes ideas. La idea es entender que si bien Chile logró la estabilidad
política esta no estuvo ausente de un número importante de figuras o lideres carismáticos que poseían sus
propios puntos de vistas e intereses pero que contaban además con el apoyo de una cantidad de personas que
depositaban en ellos la confianza de poder satisfacer los intereses del conjunto y la capacidad de resolver los
problemas comunes. Surgiendo así conflictos entre estos mismos grupos y sus líderes por la contradicción entre
los intereses y formas de pensar divergentes acerca de que era lo que mas convenía a Chile poseer en esos
tiempos.

Análisis del Problema

De las causas que influyeron en establecimiento del caudillismo como un sistema que cruza transversalmente los
distintos regímenes en América latina y que tan nefastos efectos tuvieron sobre el normal desarrollo político de
los países hispanos-parlantes, podríamos identificar:

En primer lugar, El sentimiento localista, de una pequeña patria, que fue infundido por los mismos colonizadores
españoles durante el periodo colonial, factor que influyo en gran medida en la consolidación del caudillismo. Gran
importancia en este sentido tuvo el aspecto geográfico, ya que, la configuración montañosa de la península
ibérica hace que, más que un sentimiento de una gran patria, se generen identificaciones con la provincia en la
cual se nació. Así, de esta manera los ancestros españoles constantemente solían hablar mayormente de Cataluña
o la región vasca antes que la España misma. En este sentido, Cecil Jane, nos dice lo siguiente “los peligros de
cualquiera dictadura se aumentado por el localismo de la raza. Siempre ha habido en cada provincia una
tendencia a creer, con razón o sin ella, que sus intereses están siendo siempre sacrificados a los de otra provincia
y sobre todo, a los de aquella en que esta la sede del gobierno central o de la que ha salido el dictador (…) el
problema de lograr, de una vez y al propio tiempo el máximum de libertad local e individual y el máximum de
eficiencia en el gobierno es un problema que ha surgido en la historia de todo país que ha tenido una política
consciente (…) pero en ninguna parte se ha asumido un carácter tan agudo o ha sido tan persistente como en
España y en sus hijas ultramarinas. La raza española ha sentido siempre un amor más intenso por la libertad
individual y local que ninguna otra raza; siempre que ha sido orgullosamente individualista”11

11
Jane, Cecil, “Libertad y despotismo en América”; Editorial España; Madrid, 1931, pag 115
En general, este sentimiento de regionalismo se puede identificar, en mayor o menor medida, en los países
componentes del subcontinente, en Bolivia y Chile particularmente, se habría visto fomentado especialmente por
la constante lucha con los indígenas y las grandes distancias entre los diferentes nucleas geográficos. No se puede
dejar pasar en este análisis el hecho de que los principales intentos de toma de poder durante el periodo de la
anarquía post independentista en Chile fueron efectuados desde las provincias sureñas, sectores bastante
cercanos al territorio dominado por el pueble mapuche y que se encontraban a varios días de distancias de la
capital en Santiago. Estas dificultades en la comunicación y transporte, según Graciela Santoro, “ya que esta
dificultad en las comunicaciones, forzó al hombre a vivir aislado, por lo tanto, a preocuparse solo de los intereses
inmediatos, contribuyendo a desarrollar en el, además, un fuerte individualismo pernicioso para unidad
política”12. Lucas Ayarragaray nos dice que en el caso argentino, en el periodo comprendido entre los años 1810 y
1829 “el mismo espíritu de nacionalidad, era informe; carecía de los intereses y sentimientos solidarios, que aun
desmembrados, la anarquía disociaba todavía más. Y el odio entre provincianos y porteños, podía solamente
equipararnos al que uno y otro profesaban por los godos”.13

Otro de los factores cruciales que explican el caudillismo fue expuesto al comienzo del presente trabajo y tiene
que ver la arrogancia presente en los lideres, que hacía sentir cada uno de estos personajes con las condiciones
suficientes como para alcanzar el poder de influir sobre las acciones de sus pares, generando la condiciones
propicias para la lucha de poder entre los distintos caudillos rivales. “cada uno quería ser caudillo; ninguno podía
percibir que hubiera razón alguna para que la autoridad fuera ejercida por su vecino y no por el” (Cecil Jane,
p.183) En general, esto tiene directa relación con el concepto de gloria identificado por Yuri Lotman, en palabras
del propio autor, “la lucha entre dos ciervos machos se realiza para obtener la supremacía en el interior del
grupo, y como consecuencia de esta lucha el grupo sigue al vencedor, cancelando colectivamente de su memoria
al vencido”.14

La sumaria de estos dos factores, en conjunto a la tendencia histórica de indolencia del pueblo en general por
participar en el proceso de toma de decisiones, debido principalmente a la tradicional relación patrón-inquilino,
contribuyó a que, posterior al proceso independentista, se mantuviera una estructura de poder oligárquico. El
pueblo nunca tuvo una real conciencia del papel que desempeño en la obtención de la libertad de las antiguas
colonias, ya que ellos tomaban partido por una determinada causa motivados principalmente por los patrones
que dominaban determinadas zonas. Así, de esta forma, se produjo, el ascenso de forma ilegal al poder de
distintos personajes, observándose un constante incumplimiento de las leyes democráticas que en teoría fue la
forma de gobierno elegida para la administración de las nuevas repúblicas. Para alcanzar el poder se requería

12
Santoro, Graciela; “Consideraciones generales del caudillismo en Bolivia”, Memoria para optar al título de profesor de
estado en historia y geografía, Santiago, 1951 pag 4
13
Ayarragay, Lucas; “La anarquía Argentina y el caudillismo”; Felix Lujuano y Cia. Editores, Buenos Aires, 1904, pag 62
14
Lotman, Yuri; Explosión y Cultura Lo previsible y lo imprevisible en los procesos de cambio social, GEDISA Barcelona, 1999.
Pag 68
solamente el apoyo de la fuerzas militares, situaciones que se veían agravadas por la falta de marcos jurídicos:
todavía no se producían constituciones lo suficientemente solidadas que permitieran un adecuado y normal
desarrollo de los estados, los caudillos vivían en un constante ambiente de recelo, dejándose de lado las
funciones administrativas, perpetuando un circulo vicioso en el que la violencia política era la principal arma para
mantener el poder. Su asunción ilegal al poder, se producían constantes atropellos a los “ensayos”
constitucionales, prescindiéndose en la mayoría de los casos de estas; los poderes del estado solían aglutinarse en
torno a la figura de una sola persona; un ejecutivo con fuertes atribuciones en donde los otros dos poderes
actuaban a manera de meros títeres del primero. En la mayoría de los casos, un caudillo lo que cuente con los
carteles adecuados que le otorgaran una posición de respeto en el pueblo, fue el que constantemente asumió
estas posiciones de autoridad. Las recientes guerras por la independencia contribuyeron a la aparición del héroe
identificado por Lotman, ya que, la victoria producida ante un enemigo infinitamente superior (representado por
la Corona Española), destacara las características individuales de los generales artífices de ellas”: la victoria del
débil – en el ideal del niño- sobre el fuerte. Esta situación genera todo un ciclo de historias sobre el triunfo del
débil inteligente sobre el gigante fuerte y estúpido”.15

Al principio del presente documento, se planteo como tesis central que, a diferencia de la creencia general
existente en el país, el caudillismo SI tuvo un papel crucial en la génesis de nuestra identidad republicana. Sin
embargo, ¿en qué argumentos se basa esta hipótesis? Los rasgos propios del caudillismo anteriormente
expuestos, pueden fácilmente identificarse en el periodo comprendido hasta el gobierno de Prieto, que fue la
época que se utilizo para la realización del trabajo. La llave para desentrañar este misterio es la figura de don
Diego Portales. Su accionar, si bien fue dado en el marco de la legalidad propia de la constitución de 1833,
contiene rasgos característicos del comportamiento clásico de todo caudillo. En primer lugar, si bien su liderazgo
en apariencia no estuvo dado por una identificación con provincia alguna del país, debemos contextualizar las
acciones que se dieron, por ejemplo, en torno a la actitud que adopto el gobierno de Prieto (dirigido en la práctica
por el propio Portales) frente a la confederación Perú-Boliviana de Santa Cruz. Para esto, debemos recordar el
pensamiento generalizado de los gobernantes anteriores a Portales, que tenían una noción de la existencia de
una patria americana. Esta noción fue la que en el fondo impulso, por ejemplo, al gobierno de Bernardo O’Higgins
a emprender la expedición libertadora del Perú. Otros grandes héroes de las campañas de la independencia,
como Simón Bolívar, defendían fervientemente esta tesis. No obstante aquello, Diego Portales tenía una postura
diametralmente opuesta a dicha idea, el defendía la opción de la patria Chilena, y, la amenaza real que suponía la
existencia de la confederación para Chile fue lo que lo llevo a plantear la destrucción de dicha amenaza para
alcanzar un desarrollo sustentable en el futuro del país.

Otro punto crucial rebatible a la luz de la evidencia de la información recopilada durante la realización del trabajo,
es el halo de humildad que se le atribuye a la personalidad de Portales. Si bien es cierto que, de haberlo querido,

15
Ibid. cit , pag 68
fácilmente Portales podría haber alcanzado la máxima magistratura del país, en el fondo, su actitud estuvo
marcada por un fuerte autoritarismo. Su desprecio por la democracia en los momentos que atravesaba el país, si
bien contribuyo a la consolidación del estado chileno, también lo llevo a una forma de violencia política implícita,
ya que el régimen fuerte que encabezo evitaba el surgimiento de otros caudillos distintos a los que ostentaban el
poder, en general atemorizados por la perspectiva de una más que posible acción coercitiva que los podía incluso
poner frente a un pelotón de fusilamiento. Este mismo desprecio por la democracia también es propio del
comportamiento de un caudillo: si bien, ya se contaba con una carta magna que entregaba un marco jurídico en
el que se desenvolviera el estado, en la práctica los creadores de dicho texto se comportaban de manera bastante
alejada a lo establecido por ella: los 3 poderes del estado giraban en torno a la figura del ejecutivo, so pretexto de
que, de realizarse el ejercicio del poder en otra forma, podrían generarse situaciones conflictivas que podrían
reeditar el periodo de anarquía vivido en el país con posterioridad a la abdicación de O’Higgins. Un tercer punto,
identificado como transversal en los sistemas dominados por una estructura caudillista, es la escasa participación
ciudadana en el accionar del gobierno. El pueblo se alinea en torno a la figura de los” héroes”, pero se mantiene
la estructura de dominio por parte de un reducido número de personas. Esta situación se replico con claridad en
el caso chileno (durante el análisis histórico se dejo en claro este hecho). A partir del análisis de estas situaciones,
podemos establecer que, si bien la situación chilena fue en apariencia distinta a la registrada dentro del contexto
latinoamericano, el actuar de Portales, aunque dirigido al bien superior del país, tiene rasgos que no distan
mucho del comportamiento de otros líderes americanos. La principal diferencia histórica radica en el hecho de
que Portales si alcanzo la mayoría de sus objetivos políticos, los cuales fueron un aporte real para el desarrollo de
la nación chilena, no obstante; el modo en que se produce su fallecimiento es el argumento que puede utilizarse
como apoyo para la idea central de este documento: muere fusilado en Quillota, por un grupo de soldados
comandados por oficiales contrarios al accionar de su administración.

El caudillismo portaliano en Chile tuvo repercusiones que influyeron en la propia identidad chilena a lo largo de su
historia republicana, ya que desde entonces y hasta el día de hoy (salvo durante el período parlamentarista en
Chile) se mantienen a nivel constitucional un estado de carácter personalista, con un poder ejecutivo con amplias
atribuciones y facultades por sobre los otros poderes estatales. También se arraigó fuertemente en la cultura
chilena el orden como valor típico chileno en todos los niveles socio-culturales, el cual a nivel estatal es defendido
incluso a través de la violencia política a través de medios coercitivos.
Otra herencia portaliana es el orgullo nacional por sobre ánimos integradores americanistas, lo cual ha dado a
Chile un carácter individualista respecto a sus países vecinos.
Y por último, no se puede dejar de destacar la escasa participación ciudadana en el accionar del gobierno,
situación que se ha mantenido siempre hasta nuestros días.
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