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002 Balthasar
002 Balthasar
El kerygma siempre ilumina la misma realidad. Los Apóstoles no predicaron cada uno
de los episodios de la vida terrenal de Cristo; sino que fueron, piadosamente recogidos e
incorporados a la tradición como Escritos. Pero la predicación apostólica sólo insiste en
la estructura central de la Buena Nueva. Los episodios históricos sólo se mencionan en
función de ella.
1. Dios ha hecho Señor y Cristo (Mesías) a este Jesús a quien crucificasteis; puesto que
Dios lo ha resucitado de entre los muertos, como todos nosotros lo atestiguamos. (Act
2,32.36). .
2. Este tránsito realizado por Dios de la muerte a la vida eterna es el signo de que se
puede alcanzar la salvación (Act 4,12), duque Dios otorga el perdón de los pecados (Act
3,38; 10,43), reconciliando el mundo consigo por medio de Cristo (Rom 3,10; 2 Cor
5,19; Col 1,20). En Cristo han sido bendecidos todos los pueblos de la tierra (Act 3,25).
La posic ión oriental, por el contrario, acentúa más la verdad eterna abierta por el hecho
de la Encarnación; y descuida, en cambio, el hecho histórico en que se fundamenta.
Insiste en la gnosis o conocimiento de la Verdad, que ilumina los acontecimientos y da
sentido a la historia. Por esto, la temporalidad, el dato histórico, es considerado en un
segundo tiempo, cuando su cáscara de enigmas, iluminada interiormente, ha cobrado
transparencia.
H. URS VON BALTHASAR
Los tres elementos del kerygma responden al problema abierto en el hombre. Pero son
también escándalo para la razón, al mostrar el misterio de Cristo muerto y resucitado.
A este problema no hay respuesta que satisfaga en ningún sistema filosófico o místico.
2. La reconciliación con Dios depende por completo del aspecto anterior; Porque
cualquier intento especulativo de realizar esta reconciliación a partir del hombre está
destinado al fracaso; se estrellará contra el fenómeno primordial del dolor y la muerte.
Estos dos hechos revelan una ruptura ontológica dentro de nuestro ser: carencia de ser y
de vida. ¿No implicará esto un alejamiento del Ser que es la Vida? ¿Se puede reunificar
nuestro ser sin una reconciliación con Dios?
H. URS VON BALTHASAR
Dolor y muerte no se pueden despejar con una elaboración subjetiva; son síntomas de
una separación ontológica lejos de la vida eterna personal. La existencia no se puede
abrir camino hacia la vida eterna sin un acto fundamental de gracia, que le conceda el
perdón. Y no basta que esta gracia nos pacifique ante el dolor o la muerte; ha de
vencerlos. Ha de consumar lo incomprensible, lo qué sólo Dios puede obrar: juntar el
libre perdón divino y la expiación humana. La expiación llevará al hombre, a través del
dolor, hasta la experiencia vital del alejamiento de Dios, propia, de la existencia
culpable.
Proyectemos estas perspectivas universales sobre nuestro tiempo. Ante todo, el presente
no tiene nada específicamente original; ni puede tenerlo, porque la humanidad vive
necesariamente en el cauce de una dialéctica, en que está radicada la misma existencia.
Desde . allí, el hombre no puede alcanzar la solución trascendente, la síntesis que sólo
Dios puede realizar. El hombre puede plantear el problema, pero no ha sido capaz de
hallar la respuesta adecuada; le faltan medios. La historia prueba esta incapacidad del
hombre, pues no logra situarse en el punto de vista divino, ni acaba de ensamblar con
coherencia una metafísica del cosmos; no sabe cómo reconciliar las antinomias.
H. URS VON BALTHASAR
No se diga que ésta vía mística es una fuga del tiempo y de la historia; la vivencia de
una búsqueda en el interior del yo es verdadera historia nouménica, aunque no sea
historia exterior como la del cosmos. Esta historia. resiste bastante bien la comparación
con la historia cristiana de la salvación, que es, sobre todo, interior, y posee una
dimensión supertemporal. San Pablo desestima el conocer a Cristo según la carne, esto
implica un rechazo de la simple investigación de la historia exterior de Cristo, y aun
quizás la restricción del testimonio ocular al trato terreno con el Cristo histórico. La
experiencia del Señor (en Damasco y después) se coloca en la dimensión espiritual y
mística. El acontecimiento anunciado a la Iglesia no es un hecho que se agote dentro de
la historia externa. Sumergirse en este acontecimiento significa morir y resucitar con
Cristo (Rom 6,111; Ef 2,5-7; Col 2,12-13), significa ser en Él una nueva creatura, pues
todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo, por medio de Cristo (2 Cor 5,18).
Lo esencial es el advenimiento interior. Por esto, no hay que deplorar que el Asia
busque hacia el interior, sino el que no llegue a encontrar la interioridad más profunda
que se abre con el auxilio de Dios. Pero el kerygma apostólico, resonando en el exterior,
constituye el acceso obligatorio para los que han sido mimados con esta proclamación.
El acceso no es aún la misma realidad; por lo cual no hay que aventurarse a juzgar la
interioridad del Oriente, valiéndose de un concepto de historia de tipo occidental,
extrínseco y peri férico. En el modo de autorredención practicado por el Oriente se halla
mucha mansedumbre y humildad cristianas. La búsqueda de la quietud y el vencimiento
interior de las pasiones muestra su conato de asemejar la existencia temporal a la eterna.
Se debe recordar que no hay cristianismo sin una contemplación ascética. No se puede
abrir el ámbito de lo trascendente con la llave de la sola acción. El cristiano está inserto
en el proceso del trabajo, preeminentemente por solidaridad con sus hermanos, y no por
H. URS VON BALTHASAR